Comentario de Marcos 15:39 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: —¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!
15:39 — Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios — El centurión (y otros con él) observó la oscuridad de tres horas, sintió y vio el terremoto “y las cosas que había sido hechas”, y temió en gran manera. El y ellos dijeron, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat 27:54). El centurión, al ver lo que pasaba, “dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Luc 23:47). El confesó la deidad de Jesús. Véase 1:1, comentarios. Pero, para él Jesús en el momento de muerte lo “era”; no que lo es. Sin embargo, este romano que no sabía nada (o si algo, muy poco) acerca del ministerio personal de Jesús, mostró más fe en Jesús que los gobernantes judíos que sabían mucho acerca de él. El había oído la palabra de uno de los malhechores, al referirse al “reino” de Jesús (Luc 23:42), y la invocación de Jesús a Dios, al decir, “Padre” (23:46), y luego con las demostraciones sobrenaturales de oscuridad en pleno día, del terremoto, y de la apertura de sepulcros (Mat 27:53), con gran temor concluyó que Jesús era Hijo de Dios y lo confesó. También otros de los soldados hicieron la misma confesión.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
el centurión. Mar 15:44; Mat 8:5-10; Hch 10:1; Hch 27:1-3, Hch 27:43.
dijo: verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. Mat 27:43, Mat 27:54; Luc 23:47, Luc 23:48.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Marcos usa (aquí y en los vv. Mar 15:44, Mar 15:45) el término latino centurión, un capitán romano encargado de 100 hombres. La declaración del centurión que Jesús era el Hijo de Dios puede ser interpretada como una confesión de fe en la deidad de Jesús. Pero el Hijo podría también ser traducido como un hijo.
EN PROFUNDIDAD
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Un tributo de amor
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¿Cuánto debería usted gastar en un funeral? ¿Una fortuna, o solamente lo suficiente para pagar por las cosas esenciales? Los cuatro escritores de los Evangelios registraron que el cuerpo de Jesús fue tratado como el cadáver de un hombre rico, lo cual no es sorpresa ya que fue gente rica quien lo sepultó.
• José de Arimatea llevó lino fino para envolver el cuerpo antes de colocarlo en su propia costosa tumba (Mar 15:43-46; Mat 27:60).
• Nicodemo ayudó con los arreglos y llevó cien libras de mirra y aloes, costosas sustancias que se usaban para perfumar y envolver el cuerpo (Jua 19:39).
• Las mujeres que habían apoyado a Jesús en su ministerio, incluyendo a María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, prepararon especias y aceites de olor para ponerle sobre el cuerpo tan pronto como el día de reposo pasara (Mar 16:1; Luc 23:56).
Aquellos que se hicieron cargo del funeral de Jesús lo hicieron por amor, no por sentimiento de culpa. Y bajo las circunstancias, ellos obviamente no estaban tratando de hacer una muestra vanagloriosa de sus riquezas. Más bien, ellos expresaron honestamente su aflicción, devoción, respeto, adoración y deseo de proteger el cuerpo del Señor de sus enemigos. Ellos hicieron lo que pudieron de acuerdo a sus deseos y recursos económicos, y guardando las leyes, costumbres y tradiciones de aquellos días.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
centurión. El oficial romano a cargo de la crucifixión. Los centuriones, considerados la columna vertebral del ejército romano, estaban a mando de cien soldados. viendo que después de clamar. El centurión había visto morir muchas víctimas de crucifixión, pero ninguna como Jesús. La fortaleza que manifestó en su muerte, así como su clamor en voz alta (v. Mar 15:37) no eran naturales en una víctima de crucifixión. Esto, junto con el terremoto que coincidió con la muerte de Cristo (Mat 27:51-54) convención al centurión de que Jesús era «verdaderamente … Hijo de Dios». Según la tradición, este hombre llegó a ser creyente (vea la nota sobre Mat 27:54).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
15:39 — Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios — El centurión (y otros con él) observó la oscuridad de tres horas, sintió y vio el terremoto “y las cosas que había sido hechas”, y temió en gran manera. El y ellos dijeron, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat 27:54). El centurión, al ver lo que pasaba, “dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Luc 23:47). El confesó la deidad de Jesús. Véase 1:1, comentarios. Pero, para él Jesús en el momento de muerte lo “era”; no que lo es. Sin embargo, este romano que no sabía nada (o si algo, muy poco) acerca del ministerio personal de Jesús, mostró más fe en Jesús que los gobernantes judíos que sabían mucho acerca de él. El había oído la palabra de uno de los malhechores, al referirse al “reino” de Jesús (Luc 23:42), y la invocación de Jesús a Dios, al decir, “Padre” (23:46), y luego con las demostraciones sobrenaturales de oscuridad en pleno día, del terremoto, y de la apertura de sepulcros (Mat 27:53), con gran temor concluyó que Jesús era Hijo de Dios y lo confesó. También otros de los soldados hicieron la misma confesión.
Fuente: Notas Reeves-Partain
«Oficial romano» (TLA) es una buena traducción alternativa para audiencias que no están muy familiarizadas con la palabra centurión. Otra opción sería «capitán romano» (BL). Las palabras después de clamar no aparecen en las versiones modernas del GNT, de manera que preferimos no incluirlas. Hijo de Dios: Hay una serie de posibilidades relacionadas con la traducción de esta expresión. Como en el griego no hay artículo definido delante de Hijo, hay versiones que prefieren traducir «Hijo de Dios» (BJ, BA, BL, DHH, RV95); otras, en cambio, prefieren «el Hijo de Dios» (NVI, TLA). El griego también permite traducir “hijo de Dios”, pero ninguna de nuestras versiones sigue esta opción, aunque en algunas aparece una nota al pie de página que explica que dicha traducción es posible (ver RSV, NVI, etc.). Pensamos que se debería traducir “Hijo de Dios”, no “el Hijo de Dios”, lo cual pondría en la boca de un gentil la confesión de fe más desarrollada de todo el Evangelio.
Reflexión bíblica y pastoral
La muerte de Jesús en la cruz ha sido objeto de un sin número de obras de arte: esculturas, pinturas, frescos, entre otras. La iglesia ha querido inmortalizar el momento de la muerte de Jesús como el símbolo totalizador de la fe cristiana. Sin esa imagen, aun la tumba vacía pierde su atractivo. No se puede llegar al domingo de Pascua, se dirá, sin pasar por el horror de la crucifixión.
Lo cierto es que la iglesia ha construido un gran aparato litúrgico y dogmático a expensas del sacrificio inusitado de un solo hombre; a expensas del terrible momento en que Jesús siente que se le va la vida por sus heridas y percibe que su Padre —el Abba, con quien tanto se había comunicado durante su ministerio—no estaba allí para ayudarlo a transponer el umbral de la muerte. El sufrimiento de Jesús no fue solamente físico. Fue también psicológico y espiritual. Fue una muerte horrible.
Marcos no trata de esconder el horror de la muerte de cruz, sino que la presenta por lo que es: una forma terrible e inhumana de morir. Los crucificados se iban asfixiando lentamente a medida que el cansancio les impedía mantener levantado el tórax para poder respirar. Marcos nos cuenta que Jesús muere dando un gran grito, su último y desesperado intento de conseguir una bocanada de aire para sus pulmones ya destrozados. El grito de desesperación que sale de sus labios es una cita del Sal 22:1, pero es también la vivencia de Jesús como ser humano que muere en esa cruz.
Los otros evangelistas describen la muerte de Jesús de tal manera, que el horror de ese momento queda atenuado. Mateo preserva el grito de Jesús al morir, pero dice que Jesús «entregó su espíritu» (Mat 27:50, NVI). Nadie le arrebata la vida; él la entrega cuando quiere, esa es la idea. Jesús tiene el control. No obstante, en Lucas está aún más atenuado, dado que en ese Evangelio, al igual que en Juan, ya ha desaparecido el grito de desesperación. Allí leemos: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» (Luc 23:46; NIV). Jesús muere con la confianza del justo de los Salmos de que Dios librará su alma del Seol. Y en Jua 19:30 leemos que, después de probar el vinagre, Jesús dijo: «Todo se ha cumplido», y muere en paz.
Ahora bien, si la cruz representa el momento del supremo abandono de Dios, ¿cómo puede ser el símbolo de nuestra fe? ¿Cómo podemos edificar todo un sistema religioso a expensas del sufrimiento físico y espiritual de una persona que ha sido ejecutada en uno de los instrumentos de tortura más inhumanos que el mundo haya conocido? Las explicaciones espiritualizadas no faltan y todos las conocemos: Dios permitió que su Hijo muriera por el pecado de todos nosotros; el justo murió por los injustos para llevarnos a Dios, dirá luego el apóstol Pablo. Pero eso no es lo que dice Marcos. Marcos dice que Jesús vino a dar su vida en rescate por muchos (Mar 10:45). Y al comentar este versículo decíamos que ese dar la vida nos muestra un Dios que está dispuesto a sufrir con el débil y el despreciado para así desenmascarar a los poderes del mal y vencerlos en la cruz. Y creemos que ahí esta la clave para entender la cruz. La cruz de Jesús no exalta el sufrimiento de un hombre por encima del sufrimiento de otros (después de todo, Jesús no fue el único que murió crucificado, y tampoco habrá sido el único que cuestionó la presencia de Dios en ese momento). Más bien, la cruz describe cómo Dios, en Jesús, sufre las consecuencias del pecado humano. Sólo un Dios que se hace él mismo víctima del pecado humano puede entonces ayudarnos a resistirlo y vencerlo. Algunos teólogos contemporáneos nos hablan del “Dios crucificado”, lo cual parece ser una contradicción de términos. Sin embargo, este es el Dios que se revela en la cruz de Jesús. Hasta se podría decir que el grito de desesperación de Jesús se debió a que él se dio cuenta de que ya no había un Dios allá arriba, listo para rescatarlo de aquella hora de dolor, sino que Dios se había hecho uno con él y formaba ya parte de su grito. Dios se desamparó a sí mismo para liberarnos de los poderes que nos esclavizaban (ver Flp 2:1-11). En Jesús, Dios se acercó a la miseria humana como nunca antes se había acercado. Por eso, inmediatamente después de que Jesús muere, se rasgó el velo del templo que separaba el lugar santo del lugar santísimo. El simbolismo es importante: Dios ya no está distante, en un templo que preserva su santidad, separado de la gente y mediatizado por una clase sacerdotal. Dios está con el ser humano, más específicamente, con el que sufre, con el desamparado, con el pobre. Dios está con Jesús, quien, en la cruz, representa a todos los que sufren injustamente. Dios ya no habita en templos hechos por manos humanas, sino con los seres humanos, y comparte su predicamento.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
NOTAS
(1) O: “centurión”. Gr.: ken·ty·rí·on; oficial al mando de 100 soldados.
(2) O: “un hijo de Dios”; o: “un hijo de un dios”.
REFERENCIAS CRUZADAS
v 837 Mat 27:54; Luc 23:47
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Véanse coments. en Mt 27:54.
Fuente: La Biblia de las Américas
La muerte de nuestro Señor Jesucristo es el acontecimiento más importante del Cristianismo; en ella estriban las esperanzas de todos los pecadores redimidos, tanto en el tiempo como en la eternidad. No debemos, por tanto, sorprendernos al ver el empeño con que se establece cuidadosamente la realidad de su muerte de una manera indudable. En los versículos que acabamos ahora de leer se nos presentan tres clases diferentes de testigos del acontecimiento. El centurión romano que estaba cerca de la cruz, las mujeres que siguieron á nuestro Señor desde Galilea hasta Jerusalén, y los discípulos que lo enterraron, fueron todos testigos que Jesús murió realmente. Sus testimonios contestes están por encima de toda sospecha. No pudieron engañarse; lo que vieron no fue desmayo, ni trance, ni insensibilidad pasajera. Vieron á ese mismo Jesús que fue crucificado, entregar su espíritu, y obedecer hasta morir. Fijemos esta circunstancia en nuestras almas: nuestro Salvador murió real y verdaderamente.
Notemos ante todo en este pasaje, que mención Lan honrosa se hace aquí de las mujeres. Se nos dice especialmente, que cuando nuestro Señor exhaló el último suspiro «había unas mujeres que lo estaban mirando de lejos;» y se conservan los nombres de algunas de ellas. Se nos dice también que eran las mismas que habían seguido á nuestro Señor por Galilea y lo habían servido, y que allí había además «otras muchas mujeres que vinieron con el á Jerusalén..
Muy poco podíamos esperar que se nos relatasen estas circunstancias y pues debíamos suponer, que cuando todos los discípulos habían abandonado á nuestro Señor y huido, el sexo más débil y más tímido no se hubiera atrevido á presentarse como amigo da El. Esto prueba lo que la gracia puede hacer. Dios escoge algunas veces las cosas débiles de este mundo, para confundir á los poderosos, y los postreros suelen ser los primeros, y los primeros los postreros. La fe de las mujeres se mantiene firme y erguida algunas veces, cuando la de los hombres desfallece y se postra.
Pero es interesante descubrir en el Nuevo Testamento con cuanta frecuencia la gracia de Dios ha sido glorificada -en las mujeres, y cuantos beneficios plugo á Dios conferir por su medio á la iglesia, y al mundo. Vemos en el Antiguo Testamento que la trasgresión de la mujer fue la causa productora del pecado y do la muerte. Vemos en el Nuevo nacer á Jesús de una mujer y con ese nacimiento milagroso producirse la vida y la inmortalidad, tu el Antiguo Testamento á la mujer servir con frecuencia al hombre de obstáculo y de tropiezo. Las mujeres de antes del diluvio, y las historias de Sara, Rebeca, Raquel, Dalila, Bet-sabé, y Jezabel, son tristes ejemplos de esta verdad. Vemos generalmente en el Nuevo Testamento que las mujeres se mencionan sirviendo de ayuda y de sostén á la causa de la verdadera religión. Isabel, María, Marta, Dórcas, Lidia, y las mujeres que S. Pablo nombra en su epístola á los Romanos, son otros tantos comprobantes. El contraste es muy marcado, y es innecesario decir que sin duda es intencional. Es una de las muchas pruebas de que la gracia abunda más bajo el Evangelio que bajo la ley. Parece que el objeto es enseñarnos que las mujeres ocupan un lugar importante en la iglesia de Cristo, lugar que debe asignárseles, y que ellas deben ocupar. Hay en ella una gran obra que las mujeres pueden realizar en gloria de Dios sin ser maestros públicos. ¡Feliz la congregación en que las mujeres lo saben, y obran en conformidad con ese conocimiento.
Notemos además en este pasaje, que Jesús tiene amigos de quienes muy poco se sabe. Prueba convincente de ello es la aparición de ese José de Arimatea, que aquí se menciona por la primera vez. No conocemos la historia anterior de este hombre; no sabemos como aprendió á amar á Cristo, y á experimentar el deseo de tributarle honor; ni nada tampoco sabernos de su historia ulterior así que nuestro Señor dejó este mundo. Todo lo que sabemos es la interesante narración de los hechos que estamos considerando. Se nos dice que «había esperado el reino de Dios,» y que en la época en que los discípulos del Señor lo habían abandonado «se dirigió valerosamente á Pilato, y le pidió con instancia el cuerpo de Jesús,» y lo enterró respetuosamente en su propio sepulcro. Otros habían honrado y confesado á nuestro Señor cuando lo veían haciendo milagros, pero José lo honró y se confesó discípulo suyo, cuando lo vio convertido en cadáver frió y ensangrentado. Otros habían manifestado su amor á Cristo cuando hablaba y vivía, pero José cuando estaba silencioso y muerto.
Consolémonos con la idea de que hay verdaderos cristianos en este mundo, de quienes nada sabemos, en lugares en que no esperábamos encontrarlos. No hay duda que los fieles son siempre pocos; pero de ahí no debemos deducir precipitadamente que no haya gracia en una familia ó en una parroquia, porque nuestros ojos no la ven. Conocemos en parte y en parte solamente vemos, fuera del círculo en que la suerte nos ha destinado á movernos. El Señor tiene á muchos «escondidos» en la iglesia, que, á menos que las circunstancias no los descubran no serán conocidos hasta el último día. No deben olvidarse las palabras que dirigió Dios á Elías, «Sin embargo me he reservado siete mil en Israel.» 1Ki 19:18.
Notemos, por último, en este pasaje, que honor ha conferido nuestro Señor Jesucristo al sepulcro permitiendo que El fuese colocado en uno. Leemos que fue «colocado en un sepulcro labrado de la roca, y que una piedra fue rodada contra la entrada..
Este es un hecho que debiéramos recordar siempre en un mundo en que se ha de morir. Decretado está que los hombres mueran un día. Todos nos vamos dirigiendo al mismo lugar, y á su vista nos contraemos horrorizados. El ataúd y el funeral, los gusanos y la corrupción, son todos objetos dolorosos; nos hielan, nos entristecen y nos llenan el espíritu de tristeza. No es de la carne y de la sangre el contemplar estos objetos sin experimentar sentimientos muy solemnes. Una cosa debe consolar, no obstante, á los creyentes, y es la idea que el sepulcro es «el lugar en donde el Señor fue colocado una vez.» Tan cierto como El se levantó victorioso del sepulcro, todos los que en El creen resucitarán gloriosamente el día en que El aparezca en su segunda venida. Al recordar esto pueden contemplar tranquilos «la habitación que está aparejada para todos los vivientes.» Pueden recordar que el mismo Jesús se encontró en ella por nuestro bien y le arrancó á la muerte su aguijón. Pueden decirse á sí mismos, «el aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley: pero gracias á Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.» 1Co 15:56-57.
Lo importante para nosotros y lo que más nos interesa, es estar seguros de que nos encontramos espiritualmente enterrados con Cristo, mientras vivimos. Debemos unirnos á El por la fe y conformarnos á imagen, suya. Con El debemos morir para el pecado, y ser sepultados juntamente con El en la muerte por el bautismo. Rom 6:4. Con El debemos resucitar y ser reanimados por su Espíritu. Si no comprendemos estas cosas, la muerte de Cristo y su entierro jamás se aprovecharán.
Fuente: Los Evangelios Explicados
que… TR añade clamando de Mat 27:50.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit., viendo que así
O, posiblemente, un hijo de Dios; o, hijo de un dios
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. ha estado.
15.39 El TR añade clamando de g Mat 27:50.