Biblia

Comentario de Lucas 5:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 5:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: —¡Sígueme!

5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano (recaudador de impuestos, LBLA) llamado Leví, — Su otro nombre era Mateo. A sí mismo se llama Mateo (Mat 9:9). La reputación de los publicanos se ve en Mat 9:10-11; Mat 11:19; Mat 21:31-32; Mar 2:15-16; Luc 5:30; Luc 7:34; Luc 15:1; Luc 19:7. Se mencionan juntos con pecadores, porque muchos publicanos se aprovechaban de su oficio para robar al pueblo.

— sentado al banco de los tributos públicos, — Este trabajo era legítimo. Luc 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? 13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”. No les dijo que dejaran ese empleo como si fuera malo en sí, sino que evitaran la práctica común de los publicanos de exigir más de lo que era ordenado por los romanos.

— y le dijo: Sígueme. — Estos relatos son muy breves. No hemos de concluir que Mateo no había visto o conocido a Jesús antes de esta ocasión. Sin duda le había conocido por algún tiempo, le había escuchado y había visto sus milagros.

Aquí está otro ejemplo de lo que Juan afirma de Jesús (2:24, 25). El conocía al hombre. Como El conocía, aun de lejos, a Natanael (Jua 1:47-48), El veía algo en el publicano Mateo que ningún otro judío hubiera visto. Jesús sabía que este hombre, tan rechazado y despreciado por los judíos, estaba calificado para ser uno de sus testigos y embajadores. Los publicanos eran ricos, pero Jesús sabía que para este hombre el dinero no era lo más importante. Jesús sabía que este hombre no podía ser juzgado por su ambiente y las circunstancias del momento. Reconocía que este hombre estaba dispuesto a calcular gastos y seguirle a pesar de lo que le costara.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

vio a un publicano. Mat 9:9; Mat 10:3.

llamado Leví. Mar 2:13, Mar 2:14; Mar 3:18.

y le dijo: Sígueme. Luc 18:22; Mat 4:19-21; Mat 8:22; Mat 16:24; Jua 1:43; Jua 12:26; Jua 21:19-22.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Leví. El nombre de Mateo antes de su conversión. Vea las notas sobre Mat 9:9 ; Mat 9:11.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

5:27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano (recaudador de impuestos, LBLA) llamado Leví, — Su otro nombre era Mateo. A sí mismo se llama Mateo (Mat 9:9). La reputación de los publicanos se ve en Mat 9:10-11; Mat 11:19; Mat 21:31-32; Mar 2:15-16; Luc 5:30; Luc 7:34; Luc 15:1; Luc 19:7. Se mencionan juntos con pecadores, porque muchos publicanos se aprovechaban de su oficio para robar al pueblo.
— sentado al banco de los tributos públicos, — Este trabajo era legítimo. Luc 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? 13 El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”. No les dijo que dejaran ese empleo como si fuera malo en sí, sino que evitaran la práctica común de los publicanos de exigir más de lo que era ordenado por los romanos.
— y le dijo: Sígueme. – Estos relatos son muy breves. No hemos de concluir que Mateo no había visto o conocido a Jesús antes de esta ocasión. Sin duda le había conocido por algún tiempo, le había escuchado y había visto sus milagros.
Aquí está otro ejemplo de lo que Juan afirma de Jesús (2:24, 25). El conocía al hombre. Como El conocía, aun de lejos, a Natanael (Jua 1:47-48), El veía algo en el publicano Mateo que ningún otro judío hubiera visto. Jesús sabía que este hombre, tan rechazado y despreciado por los judíos, estaba calificado para ser uno de sus testigos y embajadores. Los publicanos eran ricos, pero Jesús sabía que para este hombre el dinero no era lo más importante. Jesús sabía que este hombre no podía ser juzgado por su ambiente y las circunstancias del momento. Reconocía que este hombre estaba dispuesto a calcular gastos y seguirle a pesar de lo que le costara.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL HUÉSPED DE UN DESCASTADO

Lucas 5:27-32

Más tarde, Jesús salió de la casa y vio a un cobrador de impuestos que se llamaba Leví, que estaba sentado en la oficina de cobro de los impuestos, y le dijo:

-¡Vente conmigo!

Leví se levantó de su asiento, lo, dejó todo como estaba y se hizo seguidor de Jesús. Luego hizo una gran fiesta en su casa en honor de Jesús en la que estaban presentes un montón de invitados, entre ellos muchos recaudadores de impuestos. Los fariseos y los escribas se empezaron a meter con los discípulos de Jesús y a decirles:
-¿Cómo es que coméis y bebéis con recaudadores de impuestos y con gente de mal vivir con los que no se relacionaría ningún judío que se apreciara en algo?
-Los que necesitan al médico no son los que están bien -intervino Jesús-, sino los que están malos. Yo no he venido a invitar a los buenos a que se arrepientan, sino a los pecadores.

Aquí tenemos la vocación de Mateo (cp. Mt 9:9-13 ). Los publicanos o recaudadores de impuestos eran los más odiados de Palestina. Palestina era un país sometido a los Romanos, y los recaudadores de impuestos estaban al servicio del gobierno de Roma; por tanto, se los consideraba como renegados y traidores.

El sistema de impuestos se prestaba a abusos. La costumbre romana era subastar los impuestos; a un distrito se le asignaba una cantidad, y luego se le vendía el derecho de recogida de impuestos al mejor postor. Mientras éste entregara la cantidad asignada al final del ejercicio, podía quedarse con lo demás que le hubiera sacado al pueblo. Y como no había periódicos, ni radio, ni televisión para que los anuncios llegaran a todo el mundo, las personas corrientes no tenían idea de lo que tenían que pagar.
Este sistema particular se había prestado a abusos tan gordos que ya se había cambiado en los tiempos del Nuevo Testamento; sin embargo, todavía había impuestos y recaudadores colaboracionistas al servicio de Roma y abusos y explotación.

Había dos tipos de impuestos. El primero eran los impuestos de estado. Había un impuesto general que tenían que pagar todos los hombres de 14 a 65 años y las mujeres de 12 a 65, solamente por el privilegio de existir. Había un impuesto de la tierra, que consistía en la décima parte de los cereales y la quinta del vino y el aceite, y se podía pagar en especie o en dinero. Había un impuesto sobre la renta, que era del uno por ciento de lo que se ganara. En estos impuestos no había mucho margen para el abuso.

El segundo tipo de impuestos era muy diverso: por usar las principales carreteras, puertos y mercados; por tener un carro, y por cada una de sus ruedas y por el animal que lo llevaba; había impuestos por la compra de ciertos artículos, y por la importación y exportación. Un cobrador de impuestos podía mandar a un hombre que se detuviera en el camino y desempaquetara, y cobrarle casi lo que le diera la gana. Si no podía pagar, a veces el cobrador se ofrecía a prestarle dinero a un interés exorbitante, y así tenerle más en sus garras.
Se consideraba que los ladrones, los asesinos y los cobradores de impuestos pertenecían a la misma clase. Los publicanos estaban excomulgados de la sinagoga. Un escritor romano nos cuenta que vio una vez un monumento dedicado a un cobrador de impuestos honrado. Un espécimen honrado de esa profesión renegada era tan raro que se le hacía un monumento.

Y sin embargo Jesús eligió a un cobrador de impuestos para que fuera apóstol.
(i) Lo primero que hizo Mateo fue ofrecerle una fiesta a Jesús, que era algo que sin duda podía pagar, invitando a sus compañeros de profesión y a sus amigos descastados para que le conocieran. La primera intención de Mateo era compartir la maravilla que había encontrado. John Wesley le dijo una vez a alguien: «No hay tal cosa como ir al Cielo a solas; uno tiene que encontrar amigos, o hacérselos.» Otro dijo que tenemos que ir al Cielo » como las cerezas». Todo cristiano tiene el deber de compartir las bendiciones que ha encontrado o recibido.
(ii) Los escribas y fariseos criticaban. Los fariseos -los separados- no habrían dejado que el extremo de su túnica rozara a uno como Mateo. Jesús les dio la respuesta irrefutable. Les hizo notar que son precisamente los enfermos los que necesitan un médico; y personas como Mateó y sus amigos eran los que Le necesitaban más. No estaría mal que consideráramos al pecador más como un enfermo que como un criminal; y al que ha cometido un error, más que como alguien que merece desprecio y condenación, como alguien que necesita amor y ayuda para encontrar la rehabilitación.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— Leví: Ver nota a Mar 2:14.

— recaudación de impuestos: Ver segunda nota a Mar 2:14.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Actitud de Jesús hacia los pecadores (ver Mat. 9:9-13; Mar. 2:13-17). A diferencia de 5:1-11 esta historia cuenta sólo incidentalmente lo que implica el discipulado. Su propósito principal es mostrar el tipo de persona que Jesús llama y justificar su acción. Le agradó llevar las buenas nuevas a Leví y a sus ex compañeros y su justificación de ese acto estaba más allá de la crítica. No más que de un médico, se podía esperar que Jesús evitara el contacto con un enfermo. Su deber estaba con los necesitados a quienes invitaba al arrepentimiento; los que se consideraban justos no eran su preocupación primordial. Los publicanos eran mi rados por los fariseos como “impuros” religiosamente porque trabajaban para los romanos, y eran odiados porque explotaban a sus compatriotas judíos, llenándose los bolsillos con éxito. Los pecadores que aquí estaban asociados con ellos incluían a las prostitutas, los malhechores y otras personas de dudosa reputación.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

e 332 Mat 9:9; Mar 2:14

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

recaudador de impuestos. Véase coment. en Mt 5:46.

Leví. O sea, Mateo (Mt 9:9) oficina de los tributos. Véase coment. en Mt 9:9

Fuente: La Biblia de las Américas

27 (1) Con respecto a los vs.27-32, véanse las notas de Mat_9:9-13 y de Mar_2:13-17

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Leví. Mateo. Véase Introducción a Mateo y nota en Mat 9:10.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Estos versículos deben en sumo grado ser interesantes para todo el que sepa cuanto vale el alma inmortal, y desee la salvación, En ellos se describe la conversión de uno de los primeros discípulos de Cristo. Todos nosotros por naturaleza hemos nacido también en pecado, y tenemos necesidad de convertirnos.
Veamos si sabemos algo de este gran cambio. Comparemos nuestra propia experiencia con la del hombre arriba mencionado, pues tal comparación nos será provechosa.
Se nos demuestra en este pasaje la eficacia del llamamiento de Cristo, Dice que nuestro Señor llamó á un publicano llamado Leví para que fuese discípulo suyo. Leví pertenecía á una clase que era entre los judíos proverbial, por su maldad. Con todo, aun á él le dice nuestro Señor, «Sígueme.» Se nos dice además, que tal fue el poderoso influjo que ejercieron las palabras de nuestro Señor sobre el corazón de Leví, que á pesar de «estar sentado al banco de los tributos,» cuando recibió la invitación, al instante todo lo dejó, se levantó, siguió á Cristo, y se hizo Su discípulo.
Después de leer esto, no debemos desesperar nunca de la salvación de persona alguna, mientras esté vivo. Jamás digamos que alguno es demasiado perverso, ó insensible, ó mundano, para llegar á ser cristiano. Ningún pecado es demasiado malo para ser perdonado. Ningún corazón es demasiado duro ó demasiado aferrado al mundo para ser convertido. El que llamó á Leví vive todavía, y no ha cambiado desde entonces. Para Cristo nada es imposible.
¿Y nosotros? ¿Seguimos á Cristo dejándolo todo? Esta, en conclusión, es la pregunta más importante. ¿Estamos aguardando lo que no ha de venir, ó dejamos para más tarde nuestro arrepentimiento, porque nos imaginamos que la cruz es demasiado pesada, y que nunca podemos servir á Cristo? Desechemos de una vez y para siempre tales pensamientos. Confiemos en que Cristo puede con Su Espíritu darnos valor para renunciarlo todo, y separarnos del mundo. Tomemos nuestra cruz á cuestas, y sigamos adelante sin temor Se nos enseña, en segundo lugar en este pasaje, que la conversión es causa de gozo para el verdadero creyente. Leemos que Leví después de su conversión, dio un «gran banquete en su casa.» Por el placer se hace el convite. Ecles. 10:19. Leví consideró su cambio espiritual como un motivo de regocijo, y quiso que otros se regocijasen con el.
Hay razón para suponer que la conversión de Leví causara pesar á sus irreverentes amigos. Le veían renunciar una profesión lucrativa, ¡por seguir á un nuevo maestro de Nazaret! Su conducta, según ellos era un rasgo lastimoso de locura, y un motivo de duelo mas bien que de gozo. Es que ellos, sin duda, consideraban solo sus perdidas temporales y no sus ganancias espirituales. Existen entre nosotros muchas personas semejantes á ellos. Hay, en todo tiempo, millares de individuos que al saber que algún pariente se ha convertido, consideran tal acontecimiento como una desgracia. En lugar de alegrarse, mueven la cabeza en señal de compasión.
Esto no obstante, estemos seguros de que Leví hizo bien en regocijarse, y si nosotros nos convertimos, regocijémonos también. Nada puede acontecer al hombre que deba causarle tanto gozo, conversión. Es un acontecimiento mucho más importante que casarse, ó llegar á la mayoría de edad, ó recibir una gran fortuna. ¡Es el nacer de un alma inmortal! ¡Rescatar del infierno á un pecador!; ¡pasar de la muerte á la vida! Es recibir el título de rey y sacerdote para siempre jamás; y con él todo lo que uno necesita, ¡tanto en esta vida como en la eternidad! ¡Es ser adoptado en la más noble y más rica de todas las familias,¡En la familia de Dios! En esta materia no hagamos caso de la opinión del mundano, la gente habla mal de cosas que no comprende. Como Leví, consideremos cada nueva conversión como motivo de gran regocijo. Nunca debiéramos sentir tanto gozo, tanto júbilo, como cuando nuestros hijos, ó nuestros hermanos, ó nuestros amigos se arrepienten y vienen á Cristo. Las palabras del padre del pródigo deben presentes: «Más hacer banquete y holgamos era menester porque este tu hermano muerto era, y revivió : y se había perdido y es hallado.» Luk 15:32.
Se nos enseña, además, que las almas convertidas desean promover la conversión de otras. Se nos dice que cuando Leví se convirtió, y dio con este motivo un banquete, convidó gran número de publicanos que de él participasen. Es muy probable que estos fueran sus antiguos amigos y compañeros. El conocía bien las necesidades de sus almas, pues él se había asociado con ellos; y deseaba hiciesen conocimiento con aquel Salvador que había sido tan misericordioso para con él. Habiendo hallado misericordia, quería que otros también la hallasen. Habiendo sido librado benignamente del cautiverio del pecado, deseaba que otros también obtuvieran libertad.
El tierno afecto de Leví debe caracterizar siempre al verdadero cristiano. Puede afirmarse con toda seguridad, que no lo es el que no se cuida de la salvación de su prójimo. El corazón que reciba realmente el influjo del Espíritu Santo, rebosa siempre de amor, caridad y compasión. El alma destinada para el cielo desea encarecidamente la salud eterna de las demás. El hombre convertido no desea ir al cielo solo.
¿Qué pensamos sobre este asunto? ¿Nos animan sentimientos semejantes á los que animaron á Leví después de su conversión? ¿Nos esforzamos, valiéndonos de todos los medios, á fin de quo nuestros amigos y parientes conozcan á Cristo? ¿Decimos á otros, como Moisés dijo á Hobab, «Ven con nosotros, y te haremos bien»? Num 10:29. ¿Decimos como la mujer de Samaría, «Venid á ver á un hombre, que me ha dicho todo cuanto yo he hecho»? ¿Gritamos á nuestros hermanos como Andrés gritó á Simeón, «Hemos hallado al Cristo»? Estas son preguntas muy serias. Nos suministran la prueba más severa para conocer la condición verdadera de nuestras almas. No nos excusemos de aplicarla. No hay bastante espíritu de propaganda entre los cristianos. No debemos contentarnos con salvarnos a nosotros. Debemos también tratar de hacer bien á los demás. No todos pueden ir á predicar á los paganos, más todo creyente debe trabajar por la conversión de sus semejantes. Habiendo recibido la gracia divina no debemos guardar silencio.
Este pasaje nos presenta por último uno de los principales objetos de la venida, de Cristo. Háyase expreso en las bien conocidas palabras: «No he venido á llamar á los justos, sino á los pecadores al arrepentimiento..
Esta es la gran lección del Evangelio, que ya en una forma ya en otra, se enseña constantemente en el Nuevo Testamento. Más nunca ha sido impresa en nuestra mente de una manera indeleble. Tal es nuestra natural ignorancia y presunción en materias religiosas, que frecuentemente la estamos olvidando.
Necesitamos se nos recuerde a porfía, que Jesús no vino con el exclusivo carácter de maestro, sino también como Salvador á los que estaban perdidos totalmente; y que solamente pueden recibir mercedes de él los que de todo corazón que son pecadores sin esperanza y llenos miseria y de penalidades.
Apliquemos esta verdad importante si hasta ahora no la habíamos aplicado. ¿Estamos convencidos de nuestra propia maldad y corrupción? ¿Sentimos que no merecemos otra cosa que ira y condenación? Entonces comprenderemos que somos las personas por cuya salvación vino Jesús al mundo. Si nos conceptuamos justos, Cristo no tiene nada que decirnos; pero si nos tenemos por pecadores Cristo nos llama al arrepentimiento. Que el llamamiento no en vano.
Continuemos aplicando esta verdad importante si ya la habíamos aplicado. ¿Conocemos, por experiencia, que nuestros corazones son frágiles y engañosos? ¿Sentimos que, » queriendo hacer el mal habita con nosotros»? Rom 7:21. Todo esto puede ser cierto, más no debe obstar para que confiemos en Cristo, el vino al mundo á salvar á los pecadores,» y si nos reputamos por tales tenemos el privilegio de acudir á él, y de confiar en él hasta de nuestra vida.
Más hay algo que no debemos olvidar jamás; Cristo vino á llamarnos al arrepentimiento, y no á sancionar nuestra continuación en el pecado.

Fuente: Los Evangelios Explicados

O, publicano; i.e., uno que explotaba la recaudación de los impuestos romanos, y así en los vers. 29 y 30

Fuente: La Biblia de las Américas