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Comentario de Lucas 6:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 6:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen;

6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.

Amar a los enemigos

Introducción.

A. La gente ya sabía y usaba la palabra, «amar», pero su concepto del amor era muy limitado. Jesús da un significado nuevo a la palabra.

B. Sin duda el pueblo quedó asombrado por esta enseñanza, tan distinta de lo que los escribas y fariseos enseñaban (Mat 5:20).

I. Mat 5:43 — «Oísteis que fue dicho: amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo».

A. La ley de Moisés dijo, «Amarás a tu prójimo» (Lev 19:18), pero no dijo, «Aborrecerás a tu enemigo».

B. ¿Por qué, pues, tenían tanto odio los judíos? Había varios factores significantes que contribuyeron a la actitud de los israelitas hacia otras naciones: (1). Los israelitas fueron mandados a destruir sin misericordia a los cananeos y todo objeto de culto de ellos, Éxo 23:24; Éxo 23:31; Éxo 34:13; Núm 31:1-54; Deu 7:2; Deu 7:16. (2). Se les prohibió formar alianzas con ellos (Éxo 34:12-16). Esto indica claramente que nunca podía haber paz entre Israel y las naciones paganas. Era necesario esto para separarlos y evitar que Israel fuera contaminada por sus abominaciones. (3). Los ejércitos de Israel fueron usados como instrumentos de la ira de Dios para castigar a otras naciones (Éxo 31:1-18). (4). Aun los hombres más piadosos hablaban continuamente de estas cosas. Hay muchos textos (por ejemplo, en los Salmos) que hablan de aborrecer a los enemigos (y, desde luego, los Salmos eran inspirados por el Espíritu Santo). Véanse Sal 18:37; Sal 55:8-15; Sal 59:1-17; Sal 69:22-28; Sal 139:21-22. (5). Por lo tanto, la actitud nacional era una de aborrecimiento hacia los enemigos. Esta dispensación (la ley de Moisés) tenía un propósito muy especial en el plan de Dios, pero era provisional. Estaba acabándose ese período, y Jesús estaba corrigiendo el problema de aborrecer a sus enemigos. Al momento de oír esta enseñanza, los discípulos debían cambiar su actitud hacia todos los enemigos, no obstante lo que hubiera sido su relación con ellos en el pasado. (6). Una consecuencia innecesaria del separatismo de los judíos era un concepto vanidoso de ser mucho más piadosos que otros hombres (Luc 18:9-14), concepto que les hizo despreciar y aborrecer a otros.

C. Los samaritanos. «Judíos y samaritanos no se tratan entre sí» (Jua 4:9), porque éstos no eran verdaderos judíos, sino una raza mezclada. Cuando Jeroboam se rebeló contra Roboam, llevó a diez tribus en la división, y formaron el reino del norte, llamado Israel. La ciudad de Samaria llegó a ser la capital de esta nación rebelde que se apartó de la ley de Moisés. El pueblo de Israel se mezclaba (se casaba) con los gentiles. Por eso, los judíos los despreciaban y no tenían nada que ver con ellos. El espíritu vengativo de Jacobo y de Juan (Luc 9:51-56) era típico de la actitud de los judíos hacia los samaritanos.

D. Los romanos. Los judíos aborrecían a los romanos porque estos eran conquistadores de su tierra y exigían impuestos.

E. Los publicanos eran cobradores de los impuestos romanos, y por esta causa eran despreciados y odiados por el pueblo. Se consideraban traidores.

F. Por lo tanto, si en la actualidad se cree que es difícil amar a los enemigos, recuérdese el problema de los judíos.

II. Mat 5:44 — «Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen».

A. ¿Debemos amar a los enemigos como amamos a los seres queridos? A muchos les parece difícil amar a los enemigos, por no entender la palabra «amar». El amor por los seres queridos es un amor emocional, un afecto fuerte. El amor mandado por Jesús es de la mente y de la voluntad, y no es como el amor entre novios, un amor que «nace» en ellos por la mucha atracción que existe. Se enamoran y se aman porque se agradan el uno al otro. El hombre se enamora de una mujer que le gusta, le agrada. Pero el amor mandado por Jesús, amor de la mente y de la voluntad, busca el bienestar de la persona amada.

B. Este amor significa «buena voluntad». El comentario de William Barclay explica este amor en una forma muy interesante. Significa buena voluntad. Es pura bondad y benevolencia hacia otros, una bondad que no termina, no se acaba; es decir, no hay nada que los hombres puedan hacer para destruirlo. ¡Es invencible! Con esta actitud, esta buena voluntad invencible, no es difícil obedecer los mandamientos de Jesús, que para los hombres carnales parecen imposibles y absurdos.

C. Amar lo no amable. Considérese el amor de Dios (ver. 45; Luc 6:35; Rom 5:8). Así debe ser nuestro amor para con todos, aun para los enemigos. Debemos amar a los que no merecen nuestro amor. Debemos amar a los que no son amables, porque es lo que Dios hace. No es amor de sentimiento sino de acción, de conducta, como expresión de un espíritu bueno y compasivo. Luc 6:35, «El es benigno para con los ingratos y malos».

D. Debemos bendecir al enemigo, como lo hizo Jesús, 1Pe 2:23. No debemos usar lenguaje abusivo (5:22), sino más bien palabras de cortesía, amistad y amabilidad. El habla nuestra no debe ser controlada por las malas circunstancias causadas por el enemigo, sino por Dios. 1Co 13:4-7 dice que «el amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».

E. El amor hace bien. En esto se ve la definición de la palabra «amar». El verdadero amor no se ve en palabras, sino en hechos (Stg 2:16; 1Jn 3:18). Como Jesús dice (Luc 6:27; Luc 6:35), «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen». Esta es la expresión de buena voluntad que sinceramente desea el bienestar de otros, aun el de los enemigos. David era ejemplo de volver bien por mal (1Sa 24:10; 1Sa 26:9). El buen samaritano es un ejemplo hermoso de esto, y es el héroe de la parábola de Jesús (Luc 10:25-37).

F. No podemos seguir odiando a otros si oramos por ellos. Al orar por otros los llevamos delante del trono de Dios, y seguramente no nos atrevemos a odiar a nadie en la presencia de Dios. Es el medio seguro de acabar con la amargura y los resentimientos. Nuestro Señor Jesucristo oró por sus enemigos aun cuando moría por ellos en la cruz (Luc 23:34). Esteban lo imitó (Hch 7:60). Pablo demostró el mismo espíritu (2Ti 4:16).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

pero a vosotros los que oís. Luc 8:8, Luc 8:15, Luc 8:18; Mar 4:24.

Amad a vuestros enemigos. Luc 6:35; Luc 23:34; Éxo 23:4, Éxo 23:5; Job 31:29-31; Sal 7:4; Pro 24:17; Pro 25:2, Pro 25:21, Pro 25:22; Mat 5:43-45; Hch 7:60; Rom 12:17-21; 1Ts 5:15.

haced bien a los que os aborrecen. Luc 6:22; Hch 10:38; Gál 6:10; 3Jn 1:11.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La amenaza de la persecución religiosa era muy real cuando Jesús presentó su mandato de amar extraordinariamente. La referencia a un enemigo que maldice sugiere un contexto de persecución religiosa.

haced bien: Esto hace práctico al amor mediante una expresión visible.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS. En los vv. Luc 6:27-42, Jesús enseña a vivir con las demás personas. Como miembro del nuevo pacto, cada creyente tiene la obligación de cumplir los requisitos que aquí se establecen.

(1) Amar a los enemigos no significa un amor emotivo, tal como que sean de agrado los enemigos, sino más bien un interés genuino por su bienestar y su salvación eterna. Como se sabe el terrible destino que les espera a los que son hostiles a Dios y a su pueblo, debe orarse por ellos e intentarse, al pagarles bien por mal, llevarlos a Cristo y a la fe del evangelio (cf. Pro 20:22; Pro 24:29; Mat 5:39-45; Rom 12:17; 1Ts 5:15; 1Pe 3:9).

(2) Amar a los enemigos no quiere decir permanecer impasible mientras los malvados sieguen haciendo sus maldades. Cuando sea necesario por el honor de Dios, el bien y la seguridad de los demás, o el bienestar final de los pecadores, deben tomarse acciones radicales que detengan la maldad (véanse Mar 11:15; Jua 2:13-17).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.

Amar a los enemigos
Introducción.
A. La gente ya sabía y usaba la palabra, «amar», pero su concepto del amor era muy limitado. Jesús da un significado nuevo a la palabra.
B. Sin duda el pueblo quedó asombrado por esta enseñanza, tan distinta de lo que los escribas y fariseos enseñaban (Mat 5:20).
I. Mat 5:43 — «Oísteis que fue dicho: amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo».
A. La ley de Moisés dijo, «Amarás a tu prójimo» (Lev 19:18), pero no dijo, «Aborrecerás a tu enemigo».
B. ¿Por qué, pues, tenían tanto odio los judíos? Había varios factores significantes que contribuyeron a la actitud de los israelitas hacia otras naciones: (1). Los israelitas fueron mandados a destruir sin misericordia a los cananeos y todo objeto de culto de ellos, Éxo 23:24; Éxo 23:31; Éxo 34:13; Núm 31:1-54; Deu 7:2; Deu 7:16. (2). Se les prohibió formar alianzas con ellos (Éxo 34:12-16). Esto indica claramente que nunca podía haber paz entre Israel y las naciones paganas. Era necesario esto para separarlos y evitar que Israel fuera contaminada por sus abominaciones. (3). Los ejércitos de Israel fueron usados como instrumentos de la ira de Dios para castigar a otras naciones (Éxo 31:1-18). (4). Aun los hombres más piadosos hablaban continuamente de estas cosas. Hay muchos textos (por ejemplo, en los Salmos) que hablan de aborrecer a los enemigos (y, desde luego, los Salmos eran inspirados por el Espíritu Santo). Véanse Sal 18:37; Sal 55:8-15; Sal 59:1-17; Sal 69:22-28; Sal 139:21-22. (5). Por lo tanto, la actitud nacional era una de aborrecimiento hacia los enemigos. Esta dispensación (la ley de Moisés) tenía un propósito muy especial en el plan de Dios, pero era provisional. Estaba acabándose ese período, y Jesús estaba corrigiendo el problema de aborrecer a sus enemigos. Al momento de oír esta enseñanza, los discípulos debían cambiar su actitud hacia todos los enemigos, no obstante lo que hubiera sido su relación con ellos en el pasado. (6). Una consecuencia innecesaria del separatismo de los judíos era un concepto vanidoso de ser mucho más piadosos que otros hombres (Luc 18:9-14), concepto que les hizo despreciar y aborrecer a otros.
C. Los samaritanos. «Judíos y samaritanos no se tratan entre sí» (Jua 4:9), porque éstos no eran verdaderos judíos, sino una raza mezclada. Cuando Jeroboam se rebeló contra Roboam, llevó a diez tribus en la división, y formaron el reino del norte, llamado Israel. La ciudad de Samaria llegó a ser la capital de esta nación rebelde que se apartó de la ley de Moisés. El pueblo de Israel se mezclaba (se casaba) con los gentiles. Por eso, los judíos los despreciaban y no tenían nada que ver con ellos. El espíritu vengativo de Jacobo y de Juan (Luc 9:51-56) era típico de la actitud de los judíos hacia los samaritanos.
D. Los romanos. Los judíos aborrecían a los romanos porque estos eran conquistadores de su tierra y exigían impuestos.
E. Los publicanos eran cobradores de los impuestos romanos, y por esta causa eran despreciados y odiados por el pueblo. Se consideraban traidores.
F. Por lo tanto, si en la actualidad se cree que es difícil amar a los enemigos, recuérdese el problema de los judíos.
II. Mat 5:44 — «Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen».
A. ¿Debemos amar a los enemigos como amamos a los seres queridos? A muchos les parece difícil amar a los enemigos, por no entender la palabra «amar». El amor por los seres queridos es un amor emocional, un afecto fuerte. El amor mandado por Jesús es de la mente y de la voluntad, y no es como el amor entre novios, un amor que «nace» en ellos por la mucha atracción que existe. Se enamoran y se aman porque se agradan el uno al otro. El hombre se enamora de una mujer que le gusta, le agrada. Pero el amor mandado por Jesús, amor de la mente y de la voluntad, busca el bienestar de la persona amada.
B. Este amor significa «buena voluntad». El comentario de William Barclay explica este amor en una forma muy interesante. Significa buena voluntad. Es pura bondad y benevolencia hacia otros, una bondad que no termina, no se acaba; es decir, no hay nada que los hombres puedan hacer para destruirlo. ¡Es invencible! Con esta actitud, esta buena voluntad invencible, no es difícil obedecer los mandamientos de Jesús, que para los hombres carnales parecen imposibles y absurdos.
C. Amar lo no amable. Considérese el amor de Dios (ver. 45; Luc 6:35; Rom 5:8). Así debe ser nuestro amor para con todos, aun para los enemigos. Debemos amar a los que no merecen nuestro amor. Debemos amar a los que no son amables, porque es lo que Dios hace. No es amor de sentimiento sino de acción, de conducta, como expresión de un espíritu bueno y compasivo. Luc 6:35, «El es benigno para con los ingratos y malos».
D. Debemos bendecir al enemigo, como lo hizo Jesús, 1Pe 2:23. No debemos usar lenguaje abusivo (5:22), sino más bien palabras de cortesía, amistad y amabilidad. El habla nuestra no debe ser controlada por las malas circunstancias causadas por el enemigo, sino por Dios. 1Co 13:4-7 dice que «el amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».
E. El amor hace bien. En esto se ve la definición de la palabra «amar». El verdadero amor no se ve en palabras, sino en hechos (Stg 2:16; 1Jn 3:18). Como Jesús dice (Luc 6:27; Luc 6:35), «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen». Esta es la expresión de buena voluntad que sinceramente desea el bienestar de otros, aun el de los enemigos. David era ejemplo de volver bien por mal (1Sa 24:10; 1Sa 26:9). El buen samaritano es un ejemplo hermoso de esto, y es el héroe de la parábola de Jesús (Luc 10:25-37).
F. No podemos seguir odiando a otros si oramos por ellos. Al orar por otros los llevamos delante del trono de Dios, y seguramente no nos atrevemos a odiar a nadie en la presencia de Dios. Es el medio seguro de acabar con la amargura y los resentimientos. Nuestro Señor Jesucristo oró por sus enemigos aun cuando moría por ellos en la cruz (Luc 23:34). Esteban lo imitó (Hch 7:60). Pablo demostró el mismo espíritu (2Ti 4:16).

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA REGLA DE ORO

Lucas 6:27-38

Y a vosotros los que me prestáis atención, os digo: Amad hasta a vuestros enemigos, haced el bien hasta a los que os quieren mal, hablad bien de los que hablan mal de vosotros, pedidle a Dios por los que os calumnian. Si alguien te da una bofetada, ofrécele la otra mejilla. Si alguien te quiere quitar la camisa no te resistas a que te quite también la chaqueta. Si alguien te pide algo, dáselo, y al que te quite lo que es tuyo no le reclames que te lo devuelva. Trata a los demás como querrías que te trataran a ti. No amar nada más que a los que nos aman no tiene ninguna gracia; eso lo hacen hasta los más pecadores del mundo. Portarse bien con los que se portan bien con uno no tiene ninguna gracia; eso lo hacen hasta los más pecadores del mundo. Prestar ayuda a los que esperamos que nos la devuelvan no tiene ninguna gracia; los pecadores también les prestan a los pecadores cuando están seguros de que se lo van a devolver. Tenéis que amar hasta a vuestros enemigos; tenéis que ser amables con ellos; tenéis que prestar ayuda sin esperar que os la devuelvan. Si así lo hacéis recibiréis una generosa recompensa y seréis como el Altísimo, que es amable hasta con los desagradecidos y mezquinos. Debéis mostraros misericordiosos como vuestro Padre, que es misericordioso. No vayáis por ahí criticando a los demás, y no os criticarán tampoco a vosotros. No vayáis por ahí condenando a los demás, y no lo harán ellos con vosotros. Perdonad, y os perdonarán. Sed generosos, y veréis que los demás lo son con vosotros. Buena medida, apretada, sacudida y rebosante os echarán en la bolsa; porque con la medida que uséis con los demás os despacharán ellos a vosotros.

No hay mandamiento de Jesús que haya causado tanta discusión y polémica como el de amar a nuestros enemigos. Antes de cumplirlo tenemos que ser capaces de entenderlo.
En griego hay tres palabras que se traducen por aMarcos Una de ellas es eran, que se refiere al amor apasionado de un hombre por una mujer. Está filein, que describe el amor a los nuestros, el cálido afecto del corazón. Ninguna de estas palabras es la que se usa aquí, sino agapan, que requiere todo un párrafo para traducirla.
Agapan describe un sentimiento activo de benevolencia hacia otra persona; quiere decir que, no importa lo que esa persona nos haga, nunca nos permitiremos desearle más que lo mejor; y nos propondremos hacer todo lo posible para ser amables y buenos con ella.
Una cosa se desprende de esto. El amor que les tenemos a nuestros seres queridos es algo que no podemos evitar. Hablamos de enamorarnos como de algo que nos sucede. Pero este amor a nuestros enemigos no es algo sólo del corazón, sino también de la voluntad. Es algo que por la gracia de Cristo podemos desear tener. Este pasaje contiene dos grandes Hechos de ética cristiana. (i) La ética cristiana es positiva. No consiste tanto en no hacer cosas, sino en hacerlas. Jesús nos ha dado la Regla de Oro que nos manda hacer a los demás lo que quisiéramos que ellos nos hicieran a nosotros. Esta regla aparece en muchos escritores de muchos credos, pero en la forma negativa. Cierto hombre le pidió a Hillel, uno de los más grandes rabinos judíos, que le enseñara toda la ley en el tiempo que él pudiera mantenerse sobre una sola pierna. Y Hillel le contestó: «Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a otro. Esa es toda la ley, y lo demás es comentario.» Filón, el gran filósofo judío de Alejandría, dijo: «Lo que no te gustaría sufrir, no se lo hagas a nadie.» El orador griego Sócrates, dijo: «Las cosas que te enfada sufrir a manos de otros, no se las hagas tú a ellos.» Una de las reglas básicas de los estoicos era: «Lo que no quieres que te hagan a ti, no se lo hagas a otros.» Una vez le preguntaron a Confucio: «¿Hay alguna palabra que le pueda servir a uno de regla de conducta para toda la vida?» Y él respondió: «¿No crees que esa palabra podría ser «Reciprocidad»? Lo que no quieres que te hagan, no se lo hagas a nadie.»
Todas estas formulaciones son negativas. No es excesivamente difícil guardarnos de tales acciones; pero es una cosa muy distinta el apartarnos de nuestro camino para hacerles a los demás lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros. La verdadera esencia de la conducta cristiana consiste, no en abstenernos de cosas malas, sino en hacer cosas buenas.
(ii) La ética cristiana se basa en la gracia. Jesús describe las maneras normales de la conducta sensata, y las califica diciendo que «eso no tiene ninguna gracia». A menudo la gente pretende ser tan buena como los demás. Es probable que lo sea; pero la pregunta de Jesús es: «¿Cuánto mejor eres tú que la mayoría?» No es con los prójimos con los que nos tenemos que comparar; así tal vez mereceríamos el aprobado; es con Dios con quien nos tenemos que comparar, y ahí no merecemos más que el suspenso.
(iii) ¿Cuál es la razón suprema de la conducta cristiana? Que nos hace semejantes a Dios, porque así es como Él actúa. Dios les manda su lluvia a los justos y a los injustos; es bueno con el que le produce alegría, lo mismo que con el que le hiere el corazón. El amor de Dios abraza por igual al santo y al pecador. Ese es el amor que debemos imitar; si de veras procuramos todo lo mejor hasta para nuestros enemigos, seremos de veras hijos de Dios.
El versículo 38 contiene una frase extraña en la versión Reina-Valera: » Darán en vuestro regazo.» Los judíos llevaban una ropa larga hasta los pies, sujeta con un cinturón. La ropa se podía remangar un poco por debajo del cinturón formando como una bolsa donde se podían llevar cosas. Como esto ya no se usa, lo hemos traducido más a la moderna: «os echarán en la bolsa.»

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Éxo 23:4-5; Pro 25:21; Rom 10:20-21.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Amor y misericordia (ver Mat. 5:39-48; 7:12, 1, 2). La primera parte del sermón trata sobre las relaciones de los discípulos con Dios; esta segunda parte trata sobre las relaciones con los demás. Pasa directamente al deber para con los enemigos. El principio básico se establece en los vv. 27, 28, donde es claro que los enemigos que tenía en mente son especialmente los que perseguían a los discípulos (cf. v. 22). Se dan dos breves ejemplos de tal amor: la sumisión a la violencia (antes que la venganza) cuando es golpeado por alguien y la disposición a dar al que le quite el manto aun más de lo que pide. Los discípulos debían estar pre parados para dar sus posesiones con generosidad y su conducta es resumida en el v. 31 (la “regla de oro”).

Jesús admite que aun algunos pecadores están dispuestos a hacer el bien a aquellos que les ayudan o de quien esperan recibir algún pago. Pero los discípulos deben ir más lejos y no limitarse simplemente a hacer el bien a los que devolverán el favor o a los que les han hecho bien a ellos. Quizá no haya reconocimiento en la tierra para gente que se comporte así, pero recibirán una recompensa celestial: Dios los considerará como sus verdaderos hijos que imitan la misericordiosa naturaleza de su Padre para con quienes no lo merecen.

En los vv. 37, 38 se indica cuál será esa retribución. La persona que ama de esa manera recibirá el mismo amor (y aun más) de parte de Dios. La persona que no juzga a otros no será juzgada por Dios, y la persona que da generosamente recibirá una amplia retribución, así como un recipiente tan lleno cuyo contenido rebosa.

Nótese que todo esto se lo dijo a los discípulos. Jesús no está diciendo que todo lo que hay que hacer para heredar una retribución celestial es amar a los demás.

Este tipo de conducta es revolucionario. Una buena pregunta es si Jesús decía aquello lit. o estaba usando ejemplos llamativos para hacer pensar a la gente. Obviamente no estaba promocionando una generosidad irracional para con cualquier pe rezoso que pudiera confirmarse así en su forma de actuar. Aquí las cosas se declaran en términos absolutos, pero también deben considerarse otros principios cristianos.

Nota. 32 Pecadores es un término general para la gente del mundo que no está sujeta a los principios del reino de Dios.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

r 393 Mat 5:44

s 394 Éxo 23:4; Pro 25:21; Rom 12:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Los cuatro verbos que aquí aparecen (amad, haced bien, bendecid y orad) tienen su paralelo en la cuádruple descripción de la persecución del vers. 22. Esto demuestra que el seguidor de Cristo siempre debe responder con amor ante los que lo persiguen.

Fuente: La Biblia de las Américas

27 (1) Con respecto a los vs.27-36, véanse las notas de Mat_5:38-48 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

LA enseñanza de nuestro Señor Jesucristo se circunscribe en estos versículos á un tema muy importante. Este tema es la caridad y el amor cristianos: la caridad, que es la virtud distintiva y sublime del Evangelio–la caridad, que es el vínculo de la perfectibilidad–la caridad, sin la cual el hombre es nada á los ojos de Dios–la caridad aquí explicada con plenitud y recomendada con rigor. Habría sido un bien para la iglesia de Cristo, si los preceptos de ese divino Maestro escritos en este pasaje hubiesen sido más cuidadosamente estudiados, y más diligentemente observados.
En primer lugar nuestro Señor explica cual es la naturaleza y latitud de la caridad cristiana. ¿Preguntan los discípulos á quiénes han de amar? él les manda «amar á sus enemigos, hacer bien á los que los aborrecen, bendecir á los que los maldicen, y orar por los que los calumnian.»El amor de los discípulos había de ser como amor para con loa pecadores–sin egoísmo, desinteresado, sin que en él influya la esperanza de recompensa. ¿Hasta dónde ha ejercerse este amor? tornan á preguntar los discípulos. Hasta sacrificio y la abnegación. «Al que te hiriere en una mejilla, dale también la otra.» «Al que te quitare la capa no le impidas llevar el sayo también.» Tenían que renunciar mucho, y que sufrir pucho, á fin de mostrar su bondad, y de evitar contienda. Tenían que ceder hasta sus mismos derechos, y someterse á sufrir injurias, antes que excitar pasiones violentas y ocasionar querellas. En esto habían de ser semejantes á su Maestro, pacientes, mansos, y humildes de corazón.
En segundo lugar, nuestro Señor sienta un principio general, llamado «regla de oro,»para el arreglo de los casos dudosos. Sabia bien que siempre habrían de ocurrir casos en que no encontraríamos la línea del deber para con nuestros prójimos claramente marcados, sabia cuanto el interés propio y los sentimientos personales ofuscarían algunas veces nuestras nociones de lo justo y de lo injusto; y nos dio por tanto un precepto de sabiduría infinita, un precepto que aun loa infieles se han visto compelidos á admirar para que sirviese de guía en casos semejantes. «Y como queréis que os hagan los hombres, hacedles también vosotros así.» Tratar a los otros como ellos nos tratan, y volver mal por mal, es la norma de los paganos. Conducirnos con los demás como quisiéramos que ellos se condujeran con nosotros, cualquiera que sea su comportamiento–he aquí la meta á la cual debe dirigirse el cristiano si desea seguir las huellas de su bendito Salvador. Si él se condujera con el mundo como el mundo se condujo con él, todos debiéramos ser condenados al infierno por toda la eternidad.
En tercer lugar, nuestro Señor hace presente á sus discípulos la necesidad de tener una norma mejor de conducta para con sus prójimos que la de los hijos de este mundo. Les recuerda que amar á los que los aman, y hacer bien á los que les hacen bien, y prestar á aquellos de quienes esperan recibir, no es obrar nada mejor que los «pecadores,» que ignoran el Evangelio. Preciso es que el cristiano sea diferente á ellos. Sus obras de beneficencia y sus sentimientos de amor deben ser como los de su Maestro–voluntarios y gratuitos. Es menester que haga que los hombres vean que el amor que profesa á su prójimo emana de principios más elevados que el de los irreligiosos, y que su caridad no se limita á aquellos de quienes se espera obtener algo en retorno. Cualquiera es capaz de ejercer filantropía y caridad, si con ellas puede ganar alguna cosa; mas con esa caridad jamás debe satisfacerse el cristiano. El que se contente con ella debe acordarse que sus actos no son ni un ápice más elevados que los de un romano ó griego idólatra de los tiempos antiguos.
En cuarto lugar, nuestro Señor enseña á Sus discípulos que al cumplir con el deber para con sus prójimos, deben no perder de vista el ejemplo de Dios. Si se llaman «hijos del Altísimo,» deben considerar que su Padre es «benigno aun con los ingratos y los malos,» y deben aprender de él á ser misericordiosos, como él es misericordioso. No puede calcularse el número de las misericordias de Dios para con el hombre que éste no reconoce. Cada año concede beneficios á millones que no rinden homenaje á la mano que los derrama. Sin embargo, estos beneficios continúan todos los años. «La época, de la siembra y de la siega, el estío y el invierno, no cesan nunca jamás.» Su misericordia dura para siempre. Su benignidad es incansable. Su compasión no disminuye.
Así deben ser todos los que profesan llamarse Sus hijos. La falta de reconocimiento y la ingratitud no deben ser motivo retiren la mano para que obras de amor y de misericordia. Á semejanza de su Padre celestial deben ser infatigables en hacer bien.
Por último, nuestro Señor asegura á Sus discípulos que la práctica de esa caridad elevada que les recomienda traerá consigo su propia recompensa. «No juzguéis,» dice, «y no seréis juzgados: no condonéis, y no seréis condenados: perdonad, y seréis perdonados: dad y se os dará.»Y concluye con esta comprensiva aserción: «Con la misma medida que midiereis, se os volverá á medir.» Estas palabras tomadas en su sentido general parecen enseñar que nadie perderá al cabo cosa alguna, practicando obras de caridad desinteresada, y de tierno amor. A veces podrá parecerle que nada gana con su conducta; que por todo fruto no cosecha sino burlas, desprecios y agravios. Su beneficencia quizás dé margen para que algunos intenten engañarle; y acontezca que se abuse de su paciencia e indulgencia Más al fin resultará que ha ganado–á menudo, y muy en esta vida; y de seguro, bien seguro en la vida perdurable.
Tal es doctrina de nuestro Señor Jesucristo acerca de la caridad. Pocos de sus discursos penetran tan profundamente en el corazón, como el que ahora estamos considerando. Pocos pasajes hacen sentirse al hombre tan humillado como el que contienen estos once versículos.
¡Qué rara es en el mando y aun en el gremio de la iglesia una caridad como la que enseñó nuestro Señor! ¡Cuán común es el carácter colérico y arrebatado!, ¡Cuán común ese sentimiento exagerado que se llama honor, y la inclinación á reñir por la menor cosa! ¡Qué rara vez vemos hombres y mujeres que aman á sus enemigos, y hacen bien sin esperar recompensa alguna, que bendicen a los que los maldicen, y son benéficos con los ingratos y depravados! En verdad, nos vienen aquí á la memoria las palabras Señor: «Angosto es el camino que lleva á la vida, y pocos son los que lo hallan.» Mat 7:14.
¡Cuán feliz seria el mundo si los preceptos de Cristo fuesen escrupulosamente obedecidos! La causa principal de la mitad de los que afligen al género humano, son el egoísmo, las contiendas, la malignidad y la falta de caridad. No hay mayor error que suponer que el Cristianismo verdadero sirve de rémora á la felicidad del hombre. No es la excesiva religión, sino la carencia de ella, que hace á la gente melancólica, infeliz, y desgraciada. Allí el Redentor es bien conocido y obedecido, se encontrará mucha alegría y paz verdaderas.
¿Queremos experimentar algo de esta bendita virtud, la caridad? Procuremos unirnos á Cristo por la fe, y ser iluminados y .santificados por su Espíritu. No cogemos uvas de los espinos, ni higos de los cardos. No podemos tener flores sin raíces, ni fruto sin árboles. No podemos obtener el fruto del Espíritu, sin la unión con Cristo, y sin una regeneración interior. Los que no son engendrados de nuevo, nunca pueden amar de la manera que Cristo prescribe.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Lit. bellamente o excelentemente.

Fuente: La Biblia Textual III Edición