Biblia

Comentario de Lucas 7:24 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 7:24 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: —¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

7:24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: — En lugar de criticar a Juan por su pregunta que aparentemente indicaba duda, Jesús alaba a Juan.

— ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? — Tales cañas crecían en abundancia cerca del Jordán donde Juan bautizaba; alcanzaban tres o cuatro metros de altura y siendo muy frágiles se doblaban con el viento. Juan no era así; no era hombre débil, sin firmeza, variable, inconstante. No era hombre cambiable, vacilante, sin convicción, sin valor. No era doblado ni por el aplauso ni por el desagrado del pueblo. Si hubiera tenido ese carácter, habría elogiado al rey Herodes (compárese Hch 12:22) en lugar de condenar su matrimonio adúltero. ¿Por qué estaba en la cárcel? En ese momento Juan estaba encarcelado por haber hecho lo que los escribas, fariseos y otros líderes judíos no se atrevían a hacer: reprender el pecado del rey. Juan no cedió a la opinión popular ni se comprometió con el pecado. Por ser todo lo opuesto a una “caña sacudida por el viento” él no solamente fue encarcelado, sino que también fue degollado.

Herodes estimaba a Juan. “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Mar 6:20); por eso, si Juan se hubiera aprovechado de ese aprecio que Herodes sentía por él, habría estado en el palacio en lugar de estar en la cárcel (JWM). Pero no era así. Juan no se podría comparar, pues, con una caña sacudida por el viento. Más bien debería ser comparado con un “árbol plantado junto a corrientes de aguas” (Sal 1:3).

La Biblia abunda de ejemplos de personajes que no eran como cañas sacudidas por el viento: (1) Noé no sabía nada de “diluvio”, pero construyó el arca porque tenía fuerte convicción que Dios cumpliría su palabra; (2) Abraham estaba a punto de matar a su único hijo porque Dios le mandó hacerlo; (3) “No había nadie de los de casa allí” pero José dijo, “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”; (4) Satanás dijo, “todo lo que el hombre tiene dará por su vida”, pero no conoció a Job; (5) Caleb y Josué vieron los mismos gigantes que tanto asustaron a los otros diez espías, pero dijeron, “Si Jehová agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra”; (6) En lugar de arrodillarse delante del ídolo del rey, los tres jóvenes hebreos dijeron, “nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo … y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses”; (7) Cuando los judíos amenazaron a Pedro y a Juan, éstos dijeron, “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”; (8) Cuando el profeta dijo a Pablo que sería encarcelado en Jerusalén y los hermanos le rogaban que no fuera allá, él respondió, “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús”.

Es indispensable que todo cristiano tenga convicción no de boca sino de acción, para no ser como cañas sacudidas por el viento, pero lamentablemente esto bien describe a muchos de los que profesan ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo: por ejemplo: (1) muchos no tienen convicción con respecto a la autonomía de cada congregación (Hch 14:23; Hch 20:28), sino que promueven la centralización de los fondos de muchas iglesias en alguna “iglesia patrocinadora” o en alguna institución para hacer obras benévolas y del evangelismo a nivel nacional o internacional; establecen escuelas para predicadores, clínicas, asilos para niños, etc. para promover el evangelio social; (2) muchos no tienen convicción con respecto a la naturaleza espiritual de la iglesia y tienen salones de recreo y toda clase de actividad social, convirtiendo la iglesia en club social; (3) algunos no tienen convicción sobre el bautismo, pues ahora se han unido a los evangélicos diciendo que no es necesario para el perdón de pecados; (4) entre muchos no hay convicción con respecto al uso de instrumentos de música en el culto de la iglesia, pues dicen que es cuestión de opinión; (5) algunos ya no hacen caso a lo que Pablo dice a Timoteo con respecto a la modestia de la mujer (1Ti 2:9), ni tampoco en cuanto al papel de la mujer en la iglesia (1Ti 2:12), porque creen que ella debe ocupar puestos de liderazgo; (6) muchos hermanos han encontrado explicaciones y rodeos para no observar lo que Jesús y los apóstoles enseñan sobre el divorcio y nuevas nupcias (Mat 19:9; Rom 7:2-3); (7) algunos hermanos, queriendo armonizar la Biblia con la evolución, enseñan que los seis días de la creación (Gén 1:1-31) no eran días literales, sino largos períodos de millones de años; (8) increíblemente algunos hermanos enseñan que cuando Cristo estuvo en la tierra no usó ningún atributo divino, sino que simplemente actuaba como hombre, recibiendo poder del Espíritu Santo al igual que los apóstoles (esta doctrina es muy parecida a la de El Atalaya); (9) y para colmo de males muchos hermanos están mal representando lo que Pablo enseña en Rom 14:1-23 para promover la llamada “unidad en la diversidad doctrinal” y esto abre las compuertas para toda clase de apostasía. Todo esto nos hace meditar seriamente en lo que Jesús dice en Luc 18:8, “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

Hay hermanos que prefieren ser “centristas”. No quieren ponerse del lado de la verdad. Quieren ser neutrales. No les gusta la controversia. Algunos hermanos han dicho que quieren ser “bíblicos” pero no “polémicos”. Tales hermanos se engañan solos. No hay término medio entre la verdad y el error. Los que son “neutrales” aprueban el error, porque es imposible ser neutral o centrista y apoyar la verdad. Algunos hermanos dicen que ni son liberales ni conservadores, que ni son derechistas ni izquierdistas. Esto suena bien a los oídos de personas sin convicción, pero no suena bien a los oídos de Dios. Si nos preguntan “¿hermano, qué cree usted sobre la centralización, sobre el divorcio y segundas nupcias, sobre los días de la creación, sobre la Deidad de Cristo, sobre Rom 14:1-23?” ¿cómo contestamos? Algunos levantan el dedo mojado al viento para saber de donde sopla, luego ponen espaldas al viento y se dejan llevar por el camino de menos resistencia. Todo es “pura opinión” para los que son doblados por el viento.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

¿Qué salisteis a ver al desierto? Mat 11:7, Mat 11:8.

al desierto. Luc 1:80; Luc 3:2; Mat 3:1-5; Mar 1:4, Mar 1:5; Jua 1:23.

¿una caña que es agitada por el viento? Gén 49:4; 2Co 1:17-20; Efe 4:14; Stg 1:6-8; 2Pe 2:17; 2Pe 3:17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Las preguntas de Jesús tenían la intención de destacar que Juan el Bautista tenía un papel especial en el plan de Dios. La multitud no saldría al desierto para ver el paisaje o a un hombre vestido con ropas especiales, sino para ver al profeta.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

UNA CAÑA SACUDIDA. Véase Mat 11:7, nota.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

7:24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: — En lugar de criticar a Juan por su pregunta que aparentemente indicaba duda, Jesús alaba a Juan.
— ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? – Tales cañas crecían en abundancia cerca del Jordán donde Juan bautizaba; alcanzaban tres o cuatro metros de altura y siendo muy frágiles se doblaban con el viento. Juan no era así; no era hombre débil, sin firmeza, variable, inconstante. No era hombre cambiable, vacilante, sin convicción, sin valor. No era doblado ni por el aplauso ni por el desagrado del pueblo. Si hubiera tenido ese carácter, habría elogiado al rey Herodes (compárese Hch 12:22) en lugar de condenar su matrimonio adúltero. ¿Por qué estaba en la cárcel? En ese momento Juan estaba encarcelado por haber hecho lo que los escribas, fariseos y otros líderes judíos no se atrevían a hacer: reprender el pecado del rey. Juan no cedió a la opinión popular ni se comprometió con el pecado. Por ser todo lo opuesto a una “caña sacudida por el viento” él no solamente fue encarcelado, sino que también fue degollado.
Herodes estimaba a Juan. “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Mar 6:20); por eso, si Juan se hubiera aprovechado de ese aprecio que Herodes sentía por él, habría estado en el palacio en lugar de estar en la cárcel (JWM). Pero no era así. Juan no se podría comparar, pues, con una caña sacudida por el viento. Más bien debería ser comparado con un “árbol plantado junto a corrientes de aguas” (Sal 1:3).
La Biblia abunda de ejemplos de personajes que no eran como cañas sacudidas por el viento: (1) Noé no sabía nada de “diluvio”, pero construyó el arca porque tenía fuerte convicción que Dios cumpliría su palabra; (2) Abraham estaba a punto de matar a su único hijo porque Dios le mandó hacerlo; (3) “No había nadie de los de casa allí” pero José dijo, “¿cómo haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”; (4) Satanás dijo, “todo lo que el hombre tiene dará por su vida”, pero no conoció a Job; (5) Caleb y Josué vieron los mismos gigantes que tanto asustaron a los otros diez espías, pero dijeron, “Si Jehová agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra”; (6) En lugar de arrodillarse delante del ídolo del rey, los tres jóvenes hebreos dijeron, “nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo … y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses”; (7) Cuando los judíos amenazaron a Pedro y a Juan, éstos dijeron, “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”; (8) Cuando el profeta dijo a Pablo que sería encarcelado en Jerusalén y los hermanos le rogaban que no fuera allá, él respondió, “¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús”.
Es indispensable que todo cristiano tenga convicción no de boca sino de acción, para no ser como cañas sacudidas por el viento, pero lamentablemente esto bien describe a muchos de los que profesan ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo: por ejemplo: (1) muchos no tienen convicción con respecto a la autonomía de cada congregación (Hch 14:23; Hch 20:28), sino que promueven la centralización de los fondos de muchas iglesias en alguna “iglesia patrocinadora” o en alguna institución para hacer obras benévolas y del evangelismo a nivel nacional o internacional; establecen escuelas para predicadores, clínicas, asilos para niños, etc. para promover el evangelio social; (2) muchos no tienen convicción con respecto a la naturaleza espiritual de la iglesia y tienen salones de recreo y toda clase de actividad social, convirtiendo la iglesia en club social; (3) algunos no tienen convicción sobre el bautismo, pues ahora se han unido a los evangélicos diciendo que no es necesario para el perdón de pecados; (4) entre muchos no hay convicción con respecto al uso de instrumentos de música en el culto de la iglesia, pues dicen que es cuestión de opinión; (5) algunos ya no hacen caso a lo que Pablo dice a Timoteo con respecto a la modestia de la mujer (1Ti 2:9), ni tampoco en cuanto al papel de la mujer en la iglesia (1Ti 2:12), porque creen que ella debe ocupar puestos de liderazgo; (6) muchos hermanos han encontrado explicaciones y rodeos para no observar lo que Jesús y los apóstoles enseñan sobre el divorcio y nuevas nupcias (Mat 19:9; Rom 7:2-3); (7) algunos hermanos, queriendo armonizar la Biblia con la evolución, enseñan que los seis días de la creación (Gén 1:1-31) no eran días literales, sino largos períodos de millones de años; (8) increíblemente algunos hermanos enseñan que cuando Cristo estuvo en la tierra no usó ningún atributo divino, sino que simplemente actuaba como hombre, recibiendo poder del Espíritu Santo al igual que los apóstoles (esta doctrina es muy parecida a la de El Atalaya); (9) y para colmo de males muchos hermanos están mal representando lo que Pablo enseña en Rom 14:1-23 para promover la llamada “unidad en la diversidad doctrinal” y esto abre las compuertas para toda clase de apostasía. Todo esto nos hace meditar seriamente en lo que Jesús dice en Luc 18:8, “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
Hay hermanos que prefieren ser “centristas”. No quieren ponerse del lado de la verdad. Quieren ser neutrales. No les gusta la controversia. Algunos hermanos han dicho que quieren ser “bíblicos” pero no “polémicos”. Tales hermanos se engañan solos. No hay término medio entre la verdad y el error. Los que son “neutrales” aprueban el error, porque es imposible ser neutral o centrista y apoyar la verdad. Algunos hermanos dicen que ni son liberales ni conservadores, que ni son derechistas ni izquierdistas. Esto suena bien a los oídos de personas sin convicción, pero no suena bien a los oídos de Dios. Si nos preguntan “¿hermano, qué cree usted sobre la centralización, sobre el divorcio y segundas nupcias, sobre los días de la creación, sobre la Deidad de Cristo, sobre Rom 14:1-23?” ¿cómo contestamos? Algunos levantan el dedo mojado al viento para saber de donde sopla, luego ponen espaldas al viento y se dejan llevar por el camino de menos resistencia. Todo es “pura opinión” para los que son doblados por el viento.

Fuente: Notas Reeves-Partain

REFERENCIAS CRUZADAS

x 454 Mat 11:7

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

¿Una caña sacudida por el viento? Véase coment. en Mt 11:7.

Fuente: La Biblia de las Américas

Juan el Bautista no era como una caña que se dobla a la dirección hacia la que el viento sopla, sino que era hombre de fuertes convicciones y tampoco estaba entregado a una vida muelle.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

El primer punto que llama nuestra atención en este pasaje es él solícito cuidado que Jesús tiene del buen nombre de sus fieles servidores. Defiende la reputación do Juan tan luego como sus mensajeros se retiran. Vé que las gentes que tenia al rededor no están inclinadas á pensar muy bien de Juan, en parte por estar este en prisión, ya á causa de la pregunta que sus discípulos habían acabado de hacer; y defiende la causa de su amigo ausente con palabras convincentes. Manda á sus oyentes que desechen de la mente las dudas indignas y recelosas acerca de este hombre santo; les dice que Juan no es de carácter ligero ó veleidoso cual caña agitada por el viento; les dice también que Juan no era mero cortesano, ni adulador de los reyes, aunque al fin de su misión las circunstancias lo habían colocado en contacto con el rey Herodes; les asegura que Juan es más que profeta, porque es el profeta que había sido profetizado, y concluye su defensa con estas palabras notables: » Entre los nacidos de mujeres no hay mayor profeta que Juan el Bautista..
Hay algo sumamente afectuoso en estas palabras de nuestro Señor en favor de Su siervo ausente. La situación de Juan en aquel entonces era muy diferente do lo que fue al principio de su obra. En otros días había sido el predicador mejor conocido y más popular. Hubo un tiempo en que «salían á él Jerusalén y toda la Judea–y eran bautizados por él en el Jordán.» Mat 3:8 Ahora era un prisionero solitario en poder de Herodes, desamparado, sin amigos, y sin otra esperanza en este mundo que la muerte. Pero la ausencia de las simpatías del hombre no es prueba de que Dios esté airado. Juan el Bautista tenía un Amigo que nunca le faltó, que nunca lo abandonó–un Amigo cuya bondad no seguía el flujo y reflujo de la popularidad de Juan, sino que era siempre la misma.
Este Amigo era nuestro Señor Jesucristo.
Este pasaje debe servir de consuelo á todos los que son sospechados, calumniados, y acusados falsamente. Pocos son los hijos de Dios que, tarde ó temprano, no padecen de este modo. El acusador de los hombres sabe bien que el carácter es uno de los puntos en que puede más fácilmente zaherir á un cristiano. Sabe bien que las calumnias se levantan con facilidad, son recibidas con entusiasmo y propagadas con profusión, y que rara vez se les impone perpetuo silencio. Las mentiras y los rumores falsos son las armas favoritas con que lidia por dañar el influjo del cristiano, y destruir su paz. Más todos los que vean atacada su reputación deben tranquilizarse con saber que tienen un Abogado en el cielo que sabe sus pesares. El mismo Jesús que defendió el carácter de su amigo ante una muchedumbre de judíos, no abandonará á ningún individuo de Su pueblo. El mundo puede mirarlo con ceño; tal vez sus semejantes tiznen su nombre. Más Jesús jamás cambia, y algún día defenderá su causa delante de todo el mundo.
El segundo punto que llama nuestra atención en estos versículos es la inmensa superioridad de los privilegios que gozan los creyentes bajo la dispensación ó régimen del Nuevo Testamento, comparados con los de los creyentes bajo la dispensación del Antiguo Testamento. Esto nos lo enseña una expresión que usa nuestro Señor respecto á Juan el Bautista. Después de ensalzar sus gracias y dones espirituales añade estas palabras notables: «El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él..
Lo que nuestro Señor quiere decir con esta expresión parece ser simplemente esto: que la luz religiosa del menor discípulo que viviere después de su crucifixión y resurrección, seria mucho mayor que la de Juan Bautista, que murió antes que esos grandes sucesos se verificasen. El más humilde cristiano que oyese á S. Pablo comprendería cosas á la luz de la muerte de Cristo en la cruz, que Juan el Bautista nunca podría haber explicado. Eminente como era este santo varón en fe y en valor, el cristiano más humilde es, en cierto sentido, mayor que él. Mayor en gracia y en obras no puede ser, por cierto. Más sin duda, es mayor en privilegios y conocimientos.
Una expresión como esta deberá enseñar á todos los cristianos á estar muy agradecidos por haber recibido el Cristianismo. Probablemente tenemos poca idea de la gran diferencia entre el conocimiento religioso del creyente más instruido en el Antiguo Testamento, y el conocimiento de uno que esté familiarizado con el Nuevo. No sabemos cuántas verdades del Evangelio que en un tiempo se veían «confusamente al través de un cristal,» ahora se nos presentan claras como el sol del mediodía. Nuestra mucha familiaridad con el Evangelio nos impide notar cuan extensos son nuestros privilegios. Difícilmente podemos formar idea al presente de cuantas verdades gloriosas de nuestra fe fueron reveladas en su plenitud por la muerte de Cristo en la cruz; cuántas permanecieron cubiertas con un velo hasta que Su sangre fue derramada. Las esperanzas de Juan el Bautista y S. Pablo eran sin duda las mismas. Ambos estaban guiados por un solo Espíritu. Ambos reconocían su maldad. Ambos confiaban en el Cordero de Dios. Más no podemos suponer que Juan hubiera podido dar una descripción tan completa de la vía de salvación como S. Pablo. Ambos contemplaban el mismo objeto de fe; pero uno lo veía muy remoto, y podía describirlo solo de un modo general: el otro lo veía muy cerca, y podía dar más pormenores. Aprendamos á ser más agradecidos. El niño que sabe la historia de la cruz posee una clave de la ciencia de la religión que los patriarcas y profetas nunca tuvieron.
El último punto que llama nuestra atención en estos versículos es la solemne aseveración que en ellos se hace acerca del poder que tiene el hombre para dañar su propia alma. Se nos dice que «los Fariseos y los sabios de la ley desecharon el consejo de Dios contra sí mismos.» El sentido de estas palabras parece ser simplemente, que ellos desecharon el ofrecimiento de salvación que les hizo Dios. Rehusaron servirse de la puerta de salvación que les fue abierta con la predicación de Juan el Bautista. En resumen, ejecutaron al pie de la letra las palabras de Salomón: » Tu desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión.» Pro 1:25.
Que todo hombre tiene poder para condenarse eternamente al infierno, es una gran verdad fundamental de la Escritura, y verdad que debe estar continuamente delante de nuestra mente. Impotentes y débiles como somos todos para hacer lo que es bueno, somos por naturaleza poderosos para obrar lo que es malo. Por medio de la impenitencia y la incredulidad constantes, por medio de la obstinación en el pecado, por medio del orgullo, la rebeldía, la pereza, y el decidido apego al mundo, podemos atraernos la perdición sempiterna. Y si esto sucede, veremos que á nadie podemos culpar sino á nosotros mismos. Dios «no quiere la muerte del que muere,» Ezeq. 18:32. Cristo «quiere recoger» los hombres en su seno, si ellos quieren ser recogidos. Mat 22:37.
Los que son perdidos verán que han «perdido sus propias almas.» Marc. 8:36.
¿Qué estamos haciendo? Esta es la pregunta principal que el pasaje debe sugerir á nuestra mente. ¿Es probable que nos perdamos ó que nos salvemos? ¿Estamos en el camino que conduce al cielo ó en el que conduce al infierno? ¿Hemos recibido en nuestros corazones aquel Evangelio que hemos oído? ¿Vivimos realmente de acuerdo con aquella Biblia que protestamos creer? ¿Ó estamos caminando diariamente hacia un abismo, y arruinando nuestras mismas almas? Es doloroso pensar que los Fariseos no son las solas personas que «desechan el consejo de Dios.» Hay millares de personas llamadas cristianas que continuamente están haciendo lo mismo.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R857 El aoristo de infinitivo θεάσασθαι tiene un sentido que expresa como un solo hecho una acción realizada durante un tiempo (es decir; una simple declaración resume una serie de eventos).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego