Biblia

Comentario de Lucas 11:37 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 11:37 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa.

11:37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. — 7:36. Nos extraña que los fariseos que tanto se oponían a Jesús le invitaran a comer con ellos. También estuvieron varios compañeros de este fariseo (vv. 39, 46, 53). Jesús comía con publicanos y también con fariseos, porque vino para buscar y salvar a los que se había perdido (19:10). Los fariseos estaban tan perdidos como los demás pecadores.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 7:36; Luc 14:1; 1Co 9:19-23.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

no se hubiese lavado antes de comer: En el AT. se describe ese rito ceremonial (Gén 18:4; Jue 19:21), pero no se ordena.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

11:37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. – 7:36. Nos extraña que los fariseos que tanto se oponían a Jesús le invitaran a comer con ellos. También estuvieron varios compañeros de este fariseo (vv. 39, 46, 53). Jesús comía con publicanos y también con fariseos, porque vino para buscar y salvar a los que se había perdido (19:10). Los fariseos estaban tan perdidos como los demás pecadores.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL CULTO DE LOS DETALLES Y EL OLVIDO DE LO ESENCIAL

Lucas 11:37-44

Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le invitó a comer con él.
Jesús entró en la casa, y se reclinó a la mesa; y el fariseo se sorprendió mucho de que no se hubiera lavado las manos antes de comer. Entonces Jesús le dijo:
-El hecho es que vosotros los fariseos limpiáis los vasos y los platos por fuera, y por dentro los dejáis llenos de codicia y maldad. ¡Tontos! ¿Es que Dios no ha hecho el interior lo mismo que el exterior? Compartid lo que tenéis con
los necesitados, y veréis como todo se os vuelve limpio. ¡Pobres de vosotros, fariseos! Porque consagráis a Dios el diezmo de la menta, y de la ruda, y de todas las hortalizas, y pasáis por alto la equidad y el amor de Dios. El cumplir en lo pequeño no os da derecho a olvidar lo mayor. ¡Pobres de vosotros, fariseos, porque os encanta ocupar los asientos más importantes de la sinagoga, y que os saluden ceremoniosamente en las plazas,! ¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como tumbas tan disimuladas por fuera que uno las puede pisar sin darse cuenta!

El fariseo se sorprendió de que Jesús no se lavara las manos antes de comer. No era cuestión de limpieza, sino de leyes ceremoniales. Se tenían que cumplir los detalles más insignificantes. Se tenían grandes vasijas de agua especialmente para ese fin, porque el agua ordinaria podía estar contaminada; había que usar por lo menos la cuarta parte de un log, es decir, lo suficiente para llenar una cáscara de huevo y media. Primero había que verter el agua en la mano empezando por la punta de los dedos de forma que corriera hasta la muñeca; luego había que limpiar cada palma restregándola con el puño de la otra mano; y por último se vertía agua en la mano otra vez, ésta empezando por la muñeca para que corriera hasta la punta de los dedos. Para el fariseo, el omitir el más mínimo de estos detalles era pecado; y el comentario de Jesús fue que, si tuvieran el mismo cuidado en mantener limpio el corazón como en limpiarse las manos, serían mejores personas.
Había algunos impuestos que un judío practicante no se olvidaría de pagar jamás.

(a) Los primeros frutos o primicias de la tierra. Se ofrecían en el templo siete clases de primeros frutos: los de los trigales, de la cebada, de la viña, de la higuera, del granado, del olivo y de la colmena.

(b) Estaba la «terumá». Los primeros frutos se ofrecían a Dios, pero la terumá era la contribución al mantenimiento de los sacerdotes, y eran las primicias de todo lo que se cultivaba; había que dar la quincuagésima parte de la producción.

(c) Estaba el diezmo. Este se pagaba directamente a los levitas, que a su vez pagaban a los sacerdotes el diezmo de todo lo que recibían. Era la décima parte de «todo lo que se puede usar como alimento y se cultiva o crece en la tierra.» Hasta qué punto eran meticulosos en el diezmo los fariseos se ve en que diezmaban hasta la ruda, que la ley decía que no había que diezMarcos No les importaba cómo fueran sus corazones o sus sentimientos, ni si dejaban de cumplir con la equidad u olvidaban el amor; pero no omitían los diezmos.

Los asientos más importantes de la sinagoga eran los que estaban al frente, de cara al auditorio. Los mejores asientos de la congregación eran los de la primera fila, e iban disminuyendo en honor hacia atrás. ¡La ventaja de los asientos principales era que todo el mundo los podía ver!
Cuanto más exageradas eran las muestras de respeto que recibían los fariseos de los que los saludaban en las calles y plazas, mejor para ellos.

El detalle del versículo 44 está en que en Nm 19:16 se establece que «cualquiera que tocare sobre la faz del campo una tumba, siete días será inmundo.» Los inmundos no podían asistir a los cultos. Y podía ser que alguien pisara una tumba sin darse cuenta; pero quedaba inmundo lo mismo. Jesús dijo que los fariseos son exactamente así: aunque no se diera cuenta la gente, su influencia era nociva. El que entrara en contacto con ellos, aunque no se diera cuenta de su corrupción, se contaminaba de ideas falsas acerca de Dios y de lo que Él nos manda.

Dos cosas sobresalían en los fariseos, y por ellas los condenaba Jesús.
(i) Se limitaban a lo externo. Mientras se cumpliera eso, lo demás no importaba. Podían tener el corazón tan negro como el infierno, absolutamente falto de caridad y equidad; pero, mientras cumplieran con todos los detalles rituales a su debido tiempo, creían que eran buenos a los ojos de Dios.

Una persona puede que asista regularmente a la iglesia; que estudie la Biblia meticulosamente; que eche mucho dinero en las colectas… Pero si hay en su corazón orgullo y desprecio, si no hay amor en sus relaciones cotidianas con los demás, si es injusto con sus subordinados o fraudulento en su trabajo, no es una persona cristiana. No se puede ser cristiano cuando se cumplen meticulosamente las convenciones de la religión y se olvidan sus realidades.
(ii) Se limitaban a los detalles. Comparados con el amor, la amabilidad, la equidad y la generosidad, el lavarse las manos con meticulosidad y el pagar los diezmos con exactitud matemática son detalles sin importancia. Una vez vino un hombre al doctor Johnson con una historia tétrica: trabajaba en una fábrica de papel, y se había quedado con un trocito de papel y con una cuerdecita, y estaba convencido de que había cometido un pecado mortal, y no hacía más que hablar de ello. Por último, el doctor Johnson le interrumpió: «¡Hombre, deje ya de preocuparse del papelillo y de la guita cuando todos estamos viviendo en un mundo que está a reventar de pecado y de dolor!» ¡Qué a menudo los tribunales y los funcionarios de las iglesias se pierden en detalles de gobierno y de administración eclesiástica que no tienen la menor importancia, y hasta discuten y se pelean sobre ellos, y olvidan las grandes realidades de la vida cristiana!

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 7:36; Luc 14:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La hipocresía de los fariseos y los escribas (ver Mat. 23:4-7, 13, 23-26; cf. Luc. 20:46). Jesús visitó la casa de un fariseo (cf. 7:36; 14:1) para una de las dos comidas principales diarias de los judíos. Los fariseos se lavaban antes de comer, no especialmente para mantener limpio el cuerpo, sino para remover la posible impureza del pecado causada por el contacto con gentiles y otros pecadores (Mar. 7:1-5). Jesús los criticó fuertemente así como la posición que asumían. Al lavar sus cuerpos (39), se parecían a alguien que lavara sólo la parte exterior de una copa llena de suciedad. Si Dios hizo tanto lo exterior como lo interior de las personas, seguramente lo interior también exige ser limpiado. Si los fariseos dieran caritativamente en vez de ser avaros y malvados, eso les haría realmente limpios en sus corazones; y no precisarían nada más. (De ese modo, Jesús rechazaba la idea de una contaminación ritual; cf. Mar. 7:15, 19).

En una serie de tres ayes (42-44) quedaron expuestas las fallas de los fariseos. Estaban tan concentrados en los pequeños detalles de la religión que se habían olvidado de los grandes principios morales. Habían llegado a medir el respeto debido a otros por su religiosidad. Como consecuencia, eran hipócritas que desviaban a la gente, como tumbas ocultas que inadvertidamente podían pisar y así quedar contaminados.

Los maestros de la ley (5:17) ya estaban condenados con lo que Jesús dijo, pero ahora hizo nuevas acusaciones contra ellos. Habían creado las reglas triviales de la ley y no hacían nada por aliviar la carga de los demás o ni tampoco lograban cargarlas sobre sus propios hombros. Aunque construían tumbas con muchos ornamentos para los profetas, eran iguales que sus antepasados que los habían matado, al asegurarse de que quedasen muertos, haciendo caso omiso a su mensaje. En su sabiduría, Dios había previsto lo que ellos harían. La actitud de tales maestros para con los profetas y apóstoles de la iglesia sería simplemente el último y peor hecho de una larga historia de ataques a los mensajeros de Dios y así vendría el juicio. Finalmente, se condenaban al oscurecer la revelación de Dios y mantener a la gente fuera del reino.

Notas. 41 Dad con misericordia puede ser una paráfrasis de Lucas de lo que Jesús quiso decir a hablar de “limpio” (Mat. 23:26). 42 Estos diezmos iban más allá de los requerimientos de la ley.

43 Este dicho debe referirse a los fariseos que eran “maestros de la ley” (cf. 20:46). 48 Edificar tumbas tiene alguna similitud con el asesinato; el dicho es metafórico e irónico. 51 En cuanto a Zacaré as, ver 2 Crón. 24:20, 21 y sobre Mat. 23:35.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

s 757 Luc 7:36; Luc 14:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

37 super (1) Se refiere a la primera comida, tomada temprano en la mañana (así también en el v. 38).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

se sentó [mejor, se reclinó] a la mesa. Cristo se servía a menudo de invitaciones para comer como de oportunidades para alcanzar a las personas (Luc 5:29; Luc 7:36; Luc 14:1; Luc 19:5; Jua 2:1-12; Jua 12:1-2).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Notemos en este pasaje que nuestro Señor Jesucristo estaba pronto, cuando era necesario, a mezclarse en la sociedad de los no convertidos. Se nos refiere que le rogó un fariseo que comiese con él., Dicho hombre no pertenecía al número de sus discípulos; y sin embargo «Jesús entró y su sentó á la mesa..
La conducta que nuestro Señor observó en esta y otras ocasiones ha sido descrita para que sirva de ejemplo á todos los cristianos. Cristo es nuestro modelo, así como también nuestra propiciación. Hay circunstancias en que el siervo de Cristo tiene que hallarse en contacto con los irreligiosos y los hijos de este mundo. Ocasiones hay en que tal vez sea un deber relacionarse con ellos en el trato social, aceptar sus invitaciones y sentarse con ellos á la mesa. Nada, por supuesto, debe inducir al cristiano á tomar parte en los pecados que cometan en sus diversiones frívolas. Más no debe ser descortés: no debe separarse completamente de la sociedad de los no convertidos, y tornarse así en un ermitaño ó asceta. Ha de tener presente que tanto en la sala de recibo, como en el pulpito, puede hacerse bien á nuestros semejantes.
Es preciso, no obstante, que no perdamos de vista una circunstancia cuando imitemos á nuestro Señor en este particular: cuidemos de que al mezclarnos en la sociedad de los no convertidos, estemos animados del mismo espíritu que animó á Jesús. Recordemos con cuanta libertad hablaba él de las cosas divinas. Recordemos la fidelidad con que denunciaba el pecado. No exceptuaba ni las faltas de los que le daban hospitalidad, si ocurría algo que la llamasen la atención hacia ellas. Entremos en sociedad animados de buenas intenciones, seguros de que nuestras creencias religiosas no sufrirán menoscabo ninguno. Si sentimos interiormente algún temor en imitar á Cristo en el círculo social, mejor es que no salgamos nuestras casas.
Notemos en segundo lugar, que la necedad es inseparable de la hipocresía. El fariseo á cuya mesa se sirvió la comida, se maravilló que Nuestro Señor no se hubiese lavado antes de comer. El creyó, como uno muchos de sus cofrades, que había algo de profanación en no lavarse, y que tal omisión indicaba impureza moral. Nuestro Señor, por su parte, le hizo saber que era insensatez dar tanta importancia al aseo del cuerpo, cuando se pasaba por alto la purificación del corazón; y le recordó que Dios contempla más nuestro interior, los secretos del alma, que nuestro cuerpo; y le hizo esta pregunta: «¿El que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? El mismo Dios que hizo nuestros cuerpos perecederos fue nos dio corazón y alma.
No perdamos jamás de vista el hecho de que el estado de nuestros corazones es el asunto que preferentemente exige nuestro examen si queremos inquirir lo que somos en materias religiosas. Baños, ayunos, genuflexiones, posturas determinadas, flagelaciones de la carne, todo esto es completamente vano si el corazón es malo. La devoción externa, la cara seria, la cerviz inclinada hacia abajo, y oraciones en voz alta son abominables á los ojos de Dios, en tanto que nuestros corazones no hayan sido limpiados de su maldad y renovados por el Espirito Santo. No olvidemos esta admonición. La idea, de que el hombre puede ser verdaderamente devoto antes de convertirse, es un gran engaño del diablo contra el cual debemos estar alerta. Hay dos pasajes muy significativos que versan sobre este asunto. Uno es: «Del corazón mana la vida» Pro 4:23. El otro dice: «El hombre ve lo que está delante de sus ojos, mas Jehová ve el corazón.» Hay una pregunta siempre debiéramos hacernos al acercarnos á Dios: » ¿Qué ama nuestro corazón?.
Notemos, en tercer lugar, en este pasaje, cuan grosera es la inconsecuencia que a menudo manifiestan los hipócritas.
Nuestro Señor dijo a los fariseos: » Vosotros diezmáis la menta y la ruda, y toda hortaliza; mas el juicio y el amor de Dios pasáis de largo.» Ellos llevaban hasta el exceso el celo por pagar los diezmos para el servicio del templo, y sin embargo descuidaban los más claros deberes para con Dios y para con su prójimo. Eran escrupulosos en demasía respecto á todas las pequeñeces de la ley ceremonial; y, con todo, hacían á un lado los más sencillos principios de justicia para con el hombre y de amor para con Dios. Respecto de ciertos deberes tenían sumo cuidado de hacer aun más de lo necesario; respecto de otros no querían hacer nada absolutamente. En lo secundario eran celosos y fanáticos; mas en lo primordial no aventajaban á los paganos.
Tal conducta, por desgracia no puede atribuirse, solo á los fariseos. No han faltado hombres que, habiendo profesado el Cristianismo, hayan exaltado las cosas secundarias sobre las primarias, y que en su celo por la práctica de aquellas hayan descuidado estas completamente. Millares de personas hay el día de hoy que se afanan por concurrir diariamente á los servicios divinos, por guardar la cuaresma, por comulgar con frecuencia, por volverse hacia el Levante al entrar en la iglesia, y por que se celebren oraciones pomposas y se hagan rogativas públicas–pero eso es todo. Poco ó nada saben de la práctica de deberes como la humildad, la caridad, la mansedumbre, la espiritualidad; la lectura de la Biblia, la devoción privada y el desprecio de los goces mundanos. Toman parte con ardor en todo pasatiempo. Se encuentran en toda diversión mundana: en las carreras, en la ópera, en el teatro y en el baile. En su vida diaria no manifiestan que los mueva el mismo ánimo que movía á Jesús. ¿Qué es esto sino seguir las huellas de los fariseos? Bien dice el sabio: «Nada hay nuevo debajo del sol.» Ecc 1:9. La generación de los que diezmaban la yerbabuena, pero pasaban por alto el juicio y el amor de Dios, no ha pasado todavía.
Vigilemos y roguemos para que Dios nos ayude á dar á cada deber religioso la atención que le corresponde. Guardémonos de darles á las cosas secundarias un lugar que no merecen, y de pasar por alto las cosas primarias. Por mucha importancia que demos al culto extenso del Cristianismo, no olvidemos la fe y las buenas obras. Cualquiera enseñanza que nos haga desdeñar estas, tiene en sí algo que es radicalmente deficiente.
Notemos, finalmente, qué falsedad y simulación caracterizan hipócritas. Nuestro Señor comparó á los fariseos con «sepulturas no parecen y los hombres que andan encima no lo saben.» y jactanciosos maestros de los Judíos estaban llenos de corrupción é impureza interiormente y en un grado que sus engañados oyentes no sabían.
El cuadro que se nos presenta á la vista causa cierto dolor y disgusto. Sin embargo, que representa los hechos tales como son, lo prueba la conducta de los hipócritas en todos los siglos de iglesia. ¿Qué diremos de las vidas de los frailes y las monjas que fueron descubiertas en la época de la reforma? Millares de los que se llamaban santos estaban sumergidos en toda clase de .corrupción. ¿Qué diremos de las vidas de ciertos jefes de sectas y herejías que han profesado un sistema de doctrinas señaladamente puras? No pocas veces ha acontecido que los mismos que proclamando libertad á los demás, han resultado ser siervos de la corrupción. La anatomía de la naturaleza humana es un estudio harto desagradable.
Constantemente se han hallado juntas la hipocresía y la inmoralidad de conducta.
Terminemos la consideración de este pasaje haciendo la firme resolución de velar y orar contra la hipocresía.
Cualesquiera que sean nuestras convicciones como cristianos, seamos ingenuos, sinceros y fervorosos. Huyamos de todo fingimiento, afectación y doblez en las cosas divinas, sabiendo que todo eso es aborrecible á los ojos de Cristo. Acaso seamos débiles, frágiles y flacos, y no alcancemos á cumplir nuestros deseos y aspiraciones; pero, de todos modos, si profesamos creer en Jesucristo, seamos sinceros.

Fuente: Los Evangelios Explicados

rogó… Lit. ruega; entrando… M↓ añaden Jesús.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

B109 En ἐν τῷ λαλῆσαι, la acción denotada por el aoristo de infinitivo, en sentido estricto, precede a la acción del verbo principal; sin embargo, el escritor pudo haber pensado que indica de una manera más o menos exacta, el tiempo en que ocurre la acción del verbo (después -BD404[2]).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., se recostó

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. ruega.

11.37 M i añaden Jesu250?s.

Fuente: La Biblia Textual III Edición