Comentario de Lucas 13:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios.
13:1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. — Parece que ellos querían hablar de los pecados de otros en lugar de hablar de los suyos. Muchos piensan que hay pecadores “malos” y pecadores “respetuosos y más aceptables”. En el capítulo 7:36-50 Lucas habla de la mujer “pecadora” que fue perdonada de sus “muchos pecados” por Cristo, pero ¿quién no ha tenido “muchos pecados” que necesitan ser perdonados? Sobre este evento no sabemos más. Hch 5:7 habla de un galileo que “llevó en pos de sí a mucho pueblo”, pero eran comunes las manifestaciones y rebeliones, mayormente durante las fiestas.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
los galileos. Los galileos son frecuentemente mencionados por Josefo como el pueblo más turbulento y sedicioso, estando todo el tiempo listos para oponerse a la autoridad romana. Es incierto a que evento se refiere el Señor; pero es muy probable que sea a los seguidores de Judas Gaulonitis, quien se opuso a pagar tributo a Cesar y a someterse al gobierno romano. Un grupo de ellos vino a Jerusalén durante uno de los grandes festivales, y presentó sus oblaciones en el atrio del templo, Pilato traicionándolos, envió una compañía de soldados, quienes los asesinaron, y ‘mezclaron su sangre con la de sus sacrificios.’ Hch 5:37.
había mezclado con los sacrificios de ellos. Lam 2:20; Eze 9:5-7; 1Pe 4:17, 1Pe 4:18.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús predica arrepentimiento acerca del castigo de los galileos y de otros, Luc 13:1-5.
La higuera estéril, Luc 13:6-9.
Él sana a la mujer encorvada, Luc 13:10-17;
muestra la poderosa obra de la palabra en los corazones de sus elegidos, por medio de la parábola del grano de mostaza, y la levadura, Luc 13:18-21;
exhorta a entrar por la puerta estrecha, Luc 13:22-30;
y condena a Herodes y a Jerusalén, Luc 13:31-35.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
No se conocen los detalles de este incidente en el que se derramó sangre judía frente al Templo durante un tiempo de sacrificios.
Pilato tenía fama de ser insensible con los judíos durante los primeros años de su gobierno. Este hecho ocurrió probablemente durante la fiesta de la Pascua o de los Tabernáculos, cuando los galileos se encontraban en el Templo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 13.
Exhortación a la penitencia, 13:1-9.
1 Por aquel tiempo se presentaron algunos, que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían, 2 y, respondiéndoles, dijo: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los otros por haber padecido todo esto? 3 Yo os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis. 4 Aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿creéis que eran más culpables que todos los hombres que moran en Jerusalén? 5 Os digo que no, y que, si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis. 6 Y dijo esta parábola: Tenía uno plantada una higuera en su viña y vino en busca del fruto, y no lo halló. 7 Dijo entonces al viñador: Van ya tres años que vengo en busca del fruto de esta higuera y no lo hallo; córtala; ¿por qué ha de ocupar la tierra en balde? 8 Le respondió y dijo: Señor, déjala aún por este año que la cave y la abone, 9 a ver si da fruto para el año que viene; si no, la cortarás.
El relato es propio de Lc. Está reflejando lo que Cristo rechaza, y que era creencia ambiental, incluso reflejada en los evangelios (Jua 9:2-3): que toda desgracia era castigo por un pecado (Jua 9:3).
Y cita dos casos, conocidos sólo por los evangelios. Uno fue una matanza de galileos que hizo Pilato en el templo mientras ofrecían sacrificios. Este tipo de brutalidades cometidas por los procuradores romanos en el templo, lo mismo que por Arquelao o por otros, no eran raros. Se conocen por Josefo varios casos afines l. Y Pilato era capaz de ellos.
También le hablaron de la “torre de Siloé,” que se desplomó y mató a dieciocho personas. En las excavaciones de 1914, Weil ha descubierto los cimientos de una torre en esta zona. Acaso era una de las torres para guardar el acueducto de Siloé.
La respuesta de Cristo hace suponer que la pregunta venía con esta mentalidad. Pero les dice que eso no es verdad: que su muerte no significa culpa, sino planes de Dios (Jua 9:3). No por morir éstos eran más culpables que los demás galileos o gentes de Jerusalén. Pero les hace una gran advertencia: en el plan de Dios hay horas señaladas para el ejercicio de castigos o desgracias colectivas. Por eso, si no hacen penitencia – galileos y jerosolimitanos – , todos perecerán de la misma manera que estos casos que le contaron. Probablemente esta penitencia (μετανοήτε ) a que alude sea la rectificación moral de conductas para reconocerle como Mesías. Así el castigo llegó pereciendo Israel en la catástrofe del año 70, con la guerra de Vespasiano y Tito.
El anuncio es plastificado con una parábola. Una higuera infructuosa, que sistemáticamente no daba fruto. La higuera simboliza a Israel (Ose 9:10) e incluso al que no da fruto (Jer 8:13). Se la pensó cortar pronto, pero aún hubo paciencia, y se la cultivó con esmero por otro año. Mas no dio fruto. Y hubo que cortarla. Así se trató a Israel, cultivándolo repetidamente con avisos y profetas; luego el Bautista, y, por último, Cristo con su obra de enseñanzas y milagros. Pero Israel, los dirigentes, no le reconocieron por Mesías. Sólo fructificó. la muerte del Mesías. Y así perecieron en la catástrofe el 70 2.
A la hora de la inserción aquí por Lc puede tener ya una mayor amplitud “moral” 3.
Podría proceder la parábola como una versión más de las varias que había de la historia de Ahiqar (s.V a.C.). Pero a la hora del kérigma cristiano acaso pudiese tener una parte “alegórica”: los “tres años” (v.7) y el dueño (Κύριε ) podría ser Cristo (J. Jeremías).
Lc, que omite la maldición de la higuera estéril, encuentra aquí un equivalente – ¿duplicado? – “Vengo – el Mesías – en busca del fruto de esta higuera y no lo hallo; córtala” (v.7).
Curación en sábado de una mujer encorvada,Jer 13:10-17.
10 Enseñaba en la sinagoga un sábado. 11 Había allí una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse. 12 Viéndola Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, estás curada de tu enfermedad. 13 Le impuso las manos y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. 14 Interviniendo el jefe de la sinagoga, lleno de ira porque Jesús había curado en sábado, decía a la muchedumbre: Hay seis días en los cuales se puede trabajar; en ésos venid y curad, y no en día de sábado. l5 Respondióle el Señor y dijo: Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros no suelta del pesebre su buey o su asno en sábado y lo lleva a beber? 16 Pues esta hija de Abraham, a quien Satanás tenía ligada dieciocho años ha, ¿no debía ser soltada de su atadura en día de sábado? 17 Y diciendo esto, quedaban confundidos todos sus adversarios, y toda la muchedumbre se alegraba de las obras prodigiosas que hacía.
Milagro relatado sólo por Lc. Tiene el carácter de los episodios de controversia por curaciones en sábado.
v.13. Cristo, para curarla, “le impuso las manos.” Este término era tenido por propio de la taumaturgia helenística y uno de los argumentos del origen helenístico de los milagros. Pero en el “Génesis apócrifo de Qumrán” (1 QA 20:21.23.29), en el midrash de la escena de Abraham en Egipto, se narra cómo el patriarca sanó al faraón “poniéndole su mano sobre él” o “sobre su cabeza.”
v.15a. En la expresión “Respondióle el Señor” (o Κύριος ), este término tiene, como es normal en el ambiente y redacción de Lc, el sentido trascendente de Cristo.
v.15b. Cristo argumenta “a fortiori” con lo que harían ellos con un buey o un asno en sábado, argumento de los más utilizados por los rabinos 4. Se lee en el Talmud: “No sólo se permite en sábado llevar un animal a abrevar, sino también sacar agua para él.” 5
v.16. El atribuir a Satanás la enfermedad era normal entre ellos, por razón de la amplia y especialísima idea que tenían los semitas del concepto de la “causalidad.” El honor de Dios no destruye el amor al ser humano, que es beneficencia y modo del amor a El. El hecho milagroso de Cristo bien demostró la verdad de este amor a Dios hecho “en sábado.” Cristo interpreta la Ley contra la casuística judía, y lo hacía “como el que tiene autoridad.” El atar y desatar nudos era uno de los 39 trabajos prohibidos en sábado (Shabbath 7:2).
Dos parábolas sobre el reino: el grano de mostaza y la levadura. 13:18-21 (Mat 13:31-33). Cf. comentario a Mat 13:31-33.
18 Decía, pues: ¿A qué es semejante el reino de Dios y a qué lo compararé? 19 Es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto, y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas. 20 De nuevo dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda.
Ambas parábolas se introducen con la forma usual en la literatura rabínica. La parábola de la mostaza hace ver que, siendo algo muy pequeño (Mt), llega a hacerse tan grande, que se convierte en árbol, y las aves del cielo se cobijan en él. La imagen se usa en el A.T. para hablar de los grandes imperios que protegen a sus súbditos (Eze 31:6; Dan 4:9). Aquí es el desarrollo del reino. Al comienzo pequeño y casi inadvertido, llega, a la hora de la composición del Evangelio, a ser la grande y visible Iglesia de Dios. Se acusa preferentemente su fuerza expansiva 6.
La parábola del “fermento,” con igual procedimiento, acusa la vitalidad y expansión del Reino. Puesto en Israel y en el mundo, su vitalidad lo va extendiendo y “fermentando” en Cristo. Se destaca la fuerza transformadora del mismo 7.
El verbo “habitar” (χατεσκήνωσεν ), aquí “anidar,” es término técnico “escatológico.” Estas parábolas debieron de ser pronunciadas en momentos distintos, pues la segunda falta en el Evangelio de Tomás. Responden a los críticos sobre la firmeza del reino, en el que ingresaban gentes pobres y “pecadores.” Cristo les responde con la más absoluta seguridad de su firmeza.
Reprobación de Israel,Dan 13:22-30.
22 Recorría ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino hacia Jerusalén. 23 Le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El le dijo: 24 Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán; 25 una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. El os responderá: No sé de dónde sois. 26 Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas. 27 El dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos, obradores de iniquidad. 28 Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera. 29 Vendrán de Oriente y de Occidente, del Septentrión y del Mediodía, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios, 30 y los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.
En la perspectiva literaria de Lc, aunque Cristo predica en diversos pueblos de Galilea, ya está camino de su ida final a Jerusalén (Luc 9:51).
Se presenta en escena uno que le pregunta si son “muchos los que se salvan.” Por supuesto, se refiere a gentes judías, pues a los gentiles los excluían. Generalmente se admitía que todos los judíos se salvaban, por el hecho de ser tales 8. A veces se excluían en las discusiones ciertos pecados desorbitados. Pero hasta se buscaban, en otras escuelas, medios de salvar esta situación. En cambio, en el apócrifo libro IV de Esdras se dice claramente que son “muchos más lo que perecen que los que se salvan” (4 Esdr 9:15; cf. 8:1). Cristo va a responder a dos preguntas: a esta primera y al concepto erróneo que tenían sobre la salvación de los gentiles.
Saber el número no interesa. Lo que les dice es que para salvarse, para entrar en el Reino, han de esforzarse, han de “luchar” (άγωνι ‘ζεσθε ), pues han de ingresar por una “puerta estrecha” (Mat 7:13ss). El Reino mesiánico era representado frecuentemente bajo la imagen de un banquete. Esta es la imagen subyacente. Muchos buscarán entrar y no podrán, no por falta de capacidad en la sala (cf. Jua 14:2), sino porque no se amoldan a entrar por esa alegórica “puerta estrecha.” Además, en un momento determinado, el dueño de la casa se levantará y cerrará la puerta. Ya no podrán entrar más. Ellos llamarán insistentemente y le alegarán, para que les abra, que le conocen (Mat 7:22), que son sus conciudadanos, que han comido y bebido con él, que le oyeron predicar en sus plazas. Una pintura del fariseísmo, mejor que suponer una aplicación moral original de mayor extensión. Pero les dirá que no les “conoce” – con el sentido enfático de “amor” – (Mat 7:23). No bastaba ser conciudadanos suyos para salvarse, como el rabinismo defendía por su descendencia de Abraham (Luc 3:8; par.), ni haber comido o bebido con él en banquetes a que le invitaron, para espiarle; ni haber oído predicar o presentarle insidias en sus plazas. Cristo los “desconoce” como miembros del Reino. No le “oyeron” como había que oírle, no obraron como exigía ese escucharle. “Apartará” de sí a todos los que fueron así “obradores de iniquidad” (Mat 7:23). Es Cristo, que aparece aquí con los poderes judiciales, que en el A.T. eran poderes divinos exclusivamente reservados a Yahvé, dando sentencia definitiva en el último juicio. Allí tendrán el terrible dolor expresado con la metáfora bíblica de desesperación: “llanto y crujir de dientes” (Mat 8:12).
Frente a esta condena del judaísmo contemporáneo, que no quiere escucharle e ingresar en su Reino, presenta el anuncio profetice del ingreso en el Reino a los gentiles, que ellos no consideraban. La cita de los cuatro puntos cardinales de la tierra (Mat 8:11) hace ver la universalidad de estas gentes, reunidas con los grandes padres y profetas de Israel y “sentados a la mesa en el Reino de Dios.”
Y así se cumple la sentencia varias veces repetida en los evangelios: que “los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos” (Mat 19:30; Mat 20:16). Israel debió ingresar el primero en el Reino, pero culpablemente no lo hizo. San Pablo hará ver en la epístola a los Romanos la verdad de esta sentencia a este propósito (Rom 9-11). Ya que esta sentencia se la encaja en contextos distintos.
Este pasaje de Lc parece una composición hecha con artificio pedagógico, a base de sentencias dispersas del Señor, como se ha ido viendo, al citar con ellas lugares paralelos de Mt. Con el motivo histórico de la pregunta se da la respuesta, estructurada didácticamente con diversas sentencias de Cristo. Algunas parecen estar “moralizadas” ya en la redacción. Lo mismo que se ve el interés en destacar la “universalidad” del reino.
Maniobra de Antipas,Mat 13:31-33.
31 En aquella hora se le acercaron algunos fariseos, diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Heredes quiere matarte. 32 El les dijo: Id y decid a esa raposa: Yo expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero consumaré mi obra. 33 Pues he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no puede ser que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
No se da cronología ni topografía de esta escena, exclusiva de Lc. Probablemente sucede en Perea, del dominio de Herodes Antipas. Unos fariseos le advierten que salga de sus dominios. Procedente de fariseos, el consejo no debía de venir con buen propósito. Probablemente Antipas los utiliza por un doble fin, al que ellos se prestan de buen grado. Uno es que el prestigio de Cristo crece, y puede temer una revuelta, como la temió con motivo del Bautista 9, mandando matarle. Teme pueda suceder algo parecido con Cristo, con peligro de revueltas. Pero teme también su obra de milagros (Luc 23:8), como, después de la muerte del Bautista, al oír hablar de Cristo y sus milagros, creyó que fuese la “reencarnación” de algún profeta o del Bautista. Lo mejor era evitar esto alejándolo. Y así, ante la amenaza, los fariseos, que eran varios testigos, se encargarían de desacreditarle por cobardía de huida. Pero Cristo no atendió aquella malévola insidia.
A no ser que sea una conjura combinada, o de estrategia farisaica, para atraerlo a Judea, donde el Sanedrín ejercía mayores poderes que en el territorio de Antipas.
El llamar a Herodes “zorra” lo dice por la astucia que muestra en este caso. Continuará su obra de expulsión de demonios y curaciones – sus credenciales mesiánicas – “hoy y mañana, y al día tercero consumaré mi obra.” Las expresiones indican, parabólicamente, los períodos de tiempo que tiene señalados en el plan del Padre para realizar su obra mesiánica. Pensar que anuncia su marcha para dentro de tres días sería acceder al deseo de Antipas, y el texto postula lo contrario, lo mismo que esta frase no se compagina bien con el v.33, donde el “tercer día” – período – responde a su estancia en Jerusalén. No le interesan las amenazas, sino el cumplimiento del plan divino. Pero su obra la terminará en Jerusalén. Es una forma primitiva y velada de su muerte. Conviene que el gran Profeta muera en Jerusalén. Era el plan del Padre. “Jerusalén tiene mejores títulos para reclamar la sangre de los mensajeros de Dios.” 9
Vaticinio sobre Jerusalén,Luc 13:34-35 (Mat 23:37-39). Cf. comentario a Mat 23:37-39.
34 Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como el ave a su nidada debajo de las alas, y no quisiste! 35 Se os deja vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Mt sitúa esta amenaza antes del “discurso escatológico.” Lc lo inserta aquí por un “encadenamiento semita.” Ante el anuncio velado de su muerte en Jerusalén, tiene esta evocación, que es una profecía trágica.
Jerusalén mató a profetas y a los que le fueron enviados. La historia de Jerusalén prueba el aserto del Señor 10. Pero la obra de Cristo Mesías era salvadora. Quiso traerlos a sí, bajo el calor de su verdad y amor de Mesías, y Jerusalén no quiso (Isa 31:5). Allí se fraguó su muerte. Pero el castigo llega, e inminentemente: la “casa,” la ciudad, como cabeza de Israel, se quedará desierta. Dios la abandona, Cristo la abandona, y el castigo viene. Será la catástrofe del año 70.
Pero les anuncia que le volverán a ver. ¿Cuándo? Cuando le reconocerán por Mesías. Pues le aclamarán: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” La parusía parece una perspectiva excesivamente lejana, máxime ante la “desescatologización” que tan frecuentemente hace Lc de escenas del Evangelio, ante el retraso de ésta. ¿Pero no hubiera hecho alguna alusión a esto, ya pasada la catástrofe? ¿Acaso es su “venida” profetizada y triunfal en la destrucción de Jerusalén? ¿Acaso a la hora del ingreso de Israel en la fe, como enseña San Pablo? Es “una manifestación de Jesucristo, que no será la manifestación suprema, y cuyo sentido está reservado al porvenir.” 11 Acaso se refiera el evangelista a la segunda parusía (San Justino), que se esperaba en la Iglesia, distinta de la final, y como una manifestación triunfal, la que puede coincidir con la destrucción de Jerusalén, ya que no haría falta suponer una manifestación de total unanimidad judía en esta aclamación. La frase es de Sal 118:26, está relacionado con la fiesta de los Tabernáculos, y de marcado sentido mesiánico.
1 Josefo, Antiq. Xvii 9:3; Xviii 3:2; Xx 5:3; Bell. Ñtd. Ii 3:3; 9:4; V 1:3; J. Blinzler, Die Niedermetzelung Vom Galilaern Durch Pilatus (Lúe 13 Iss)· Nov Test (Leiden 1957) 24-49. 2 Vo s té Parabolae. (1933) Ii P.544-561. 3 N. Faccio, En Verb. Dom. (1951) 257-261. 4 Bonsirven, Le Judmsme Palestinien. (1934) I P.296. 5 Erubin, 20:2; Cf. Bonsirven, Textes. N.642-687.705, Etc. 6 Vosté, Parabolae. I P.221-236. 7 Vosté, Parabolae. I P.237-248; Μ Dldier, Les Paraboks Du Grain De Séneve Et Du Levain (Mat 13:31ss, Par.): Rev. Dioc. De Namur (1961) 385-394; J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu (1970). 8 Lagrange, Le Messianisme. P.169. 9 Josefo, Antíq. XVIII 5:2; J. B. Tyson, Jesús And Herod Antipas: Journ. Bibl. Literal, And Exeg. (1960) P.239-246. 9 T. W. Manson, Sayings P.277. 10 Lagrange, évangüe s. St. Lúe (1927) p.395 v.35. 11 Lagrange, o.c., p.396.
Fuente: Biblia Comentada
los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Este incidente es compatible con lo que se conocía acerca del carácter de Pilato. Es evidente que algunos adoradores de Galilea fueron condenados por Roma, quizá porque eran zelotes sediciosos (vea la nota sobre Mat 10:4) y fueron buscados y asesinados en el templo por autoridades romanas mientras se encontraban en el proceso de ofrecer un sacrificio. Una matanza en esas condiciones habría sido considerada como una blasfemia insoportable. Sucesos como este inflamaban el odio de los judíos hacia Roma y condujeron en últimas a la rebelión y a la destrucción subsiguiente de Jerusalén en 70 d.C.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
13:1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. – Parece que ellos querían hablar de los pecados de otros en lugar de hablar de los suyos. Muchos piensan que hay pecadores “malos” y pecadores “respetuosos y más aceptables”. En el capítulo 7:36-50 Lucas habla de la mujer “pecadora” que fue perdonada de sus “muchos pecados” por Cristo, pero ¿quién no ha tenido “muchos pecados” que necesitan ser perdonados?
Sobre este evento no sabemos más. Hch 5:7 habla de un galileo que “llevó en pos de sí a mucho pueblo”, pero eran comunes las manifestaciones y rebeliones, mayormente durante las fiestas.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL SUFRIMIENTO Y EL PECADO
Lucas 13:1-5
Por entonces estaban allí unos que le contaron a Jesús la matanza que había ordenado Pilato de ciertos galileos, cuya sangre se mezcló con la de los sacrificios que habían ido a ofrecer. Jesús les dijo:
-¿Creéis que a esos galileos les pasó todo aquello porque eran más pecadores que el resto de los galileos? Pues Yo os digo que no. Más aún: os advierto que si no cambiáis de vida, todos vais a sucumbir lo mismo que ellos. ¿O creéis que la torre de Siloé les cayó encima a aquellos dieciocho, y los mató, porque habían acumulado más culpas que todos los demás habitantes de Jerusalén? Pues Yo os digo que no; y os lo advierto: si no cambiáis de vida, todos vais a sucumbir exactamente igual.
Aquí se hace referencia a dos desastres de los que no tenemos otra información, así es que no podemos más que hacer conjeturas.
En primer lugar, el asunto de los galileos a los que asesinó Pilato en medio de sus sacrificios. Como ya hemos visto, los galileos eran bastante propensos a meterse en líos políticos, porque se inflamaban fácilmente. Por aquel tiempo Pilato había tenido serios problemas. Había decidido que Jerusalén necesitaba renovar y mejorar su provisión de agua. Propuso financiar la construcción con parte del dinero del templo. Era una buena causa, y el gasto estaba más que justificado. Pero ante la mera sugerencia de que se usara el dinero del templo, los judíos se rebelaron. Cuando empezaron a reunirse multitudes, Pilato ordenó a sus soldados que se mezclaran con la gente llevando mantos por encima de su uniforme militar para disimularlo. Se les dijo que llevaran porras en vez de espadas. A la señal convenida tenían que caer sobre la multitud y dispersarla. Así se hizo; pero los soldados aplicaron más violencia de la convenida y conveniente, y murió bastante gente. Es casi seguro que habría galileos mezclados en el asunto. Sabemos que Pilato y Herodes estaban enemistados, y sólo se reconciliaron cuando Pilato le mandó a Jesús a Herodes para que le juzgara (Lc 23:6-12 ). Puede que fuera este incidente de aquí el que produjo la enemistad.
En cuanto a los dieciocho que murieron cuando se les cayó encima la torre de Siloé, todavía sabemos menos. La versión Reina-Valera les aplica la palabra culpables, y la palabra original quiere decir literalmente deudores, que, como era corriente en hebreo y aparece en la Oración Dominical, quería decir lo mismo. Pero es posible que ahí esté la clave. Se ha sugerido que eran hombres que habían aceptado trabajar para Pilato en aquel odiado acueducto; y en ese caso, el dinero que ganaban pertenecía a Dios y había que devolvérselo, porque se le había robado; y puede que se hubiera corrido la voz entre la gente de que se les había caído encima la torre porque se habían prestado a hacer un trabajo que Dios no aprobaba.
Pero hay más que un problema histórico en este pasaje. Los judíos consideraban que el pecado y el sufrimiento estaban inseparablemente unidos. Hacía mucho, Elifaz le había dicho a Job: «Recapacita ahora: ¿qué inocente se ha perdido jamás?» (Job 4:7 ). Esa era una doctrina demoledora y cruel, como Job sabía muy bien; y Jesús la negó rotundamente en el plano individual. Como todos sabemos muy bien, son a menudo los más buenos los que tienen que sufrir más.
Pero Jesús siguió diciendo que, si los que le estaban escuchando no se arrepentían, también perecerían. ¿Qué quería decir? Una cosa está fuera de toda duda, y es que Jesús previó y predijo la destrucción de Jerusalén, que sucedió el año 70 d C. (cp. Lc 21:21-24 ). Jesús sabía muy bien que si los judíos seguían con sus intrigas, revoluciones, conspiraciones y ambiciones políticas, sencillamente iban a cometer un suicidio nacional; Jesús sabía que, a fin de cuentas, Roma iba a intervenir y acabar con la nación; y eso fue lo que sucedió. Así que lo que Jesús quería decir era que si la nación judía seguía buscando un reino terrenal y rechazando el Reino de Dios sólo podía tener un fin.
Si lo tomamos así, nos deja, a primera vista, en una situación paradójica: no podemos decir que el sufrimiento del individuo sea la consecuencia inevitable del pecado, pero sí podemos decir que el pecado y el desastre nacionales están íntimamente relacionados. La nación que escoge el mal camino acabará sufriendo por ello. Pero el caso del individuo es muy diferente. No es una unidad aislada, sino unida con otros en la solidaridad de la vida. A menudo puede que uno objete, hasta enérgicamente, al curso que está tomando su nación; pero, cuando llegan las consecuencias de esa decisión nacional, no puede escapar a ellas. El individuo se ve involucrado a menudo en una situación de la que no es personalmente responsable, y si sufre no es por su culpa; pero la nación es una unidad, y escoge su propia política y cosecha su fruto. Siempre es peligroso atribuir el sufrimiento humano al pecado humano; pero es indudable que la nación que se rebela contra Dios va camino del desastre.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 13
b) Los acontecimientos invitan a la conversión (Lc/13/01-09)
1 En aquel tiempo se presentaron unos para anunciarle lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ellos ofrecían. 2 él les respondió: ¿Pensáis que esos galileos, por haber sufrido semejante suerte, eran mas pecadores que todos los demás galileos? 3 Nada de eso -os lo digo yo-; pero, si no os convertís, todos pereceréis igualmente.
Mientras hablaba Jesús del significado de la hora presente como de un tiempo de decisión fijado por Dios, se presentaron algunos, probablemente galileos, que le refirieron cómo el procurador romano, Pilato, había mandado degollar a algunos galileos en el atrio del templo mientras ofrecían sacrificios. Acerca de este hecho no tenemos información fuera del relato evangélico. Sin embargo, no parece imposible en la historia de la administración de Pilato. Los galileos propendían a la lucha, sobre todo si estaban afiliados al partido de los celotas, que querían imponer con la fuerza un cambio político. Pilato era duro y cruel. La acción era tanto más horrorosa, por cuanto la sangre de los sacrificantes se había «mezclado» con la sangre de los sacrificios. La cruel ejecución de los galileos tuvo lugar en una fiesta de pascua; en efecto, debido al gran número de víctimas, los hombres mismos inmolaban los corderos, cuya sangre derramaban los sacerdotes sobre el altar. Las gentes estaban horrorizadas al ver derramada sangre humana, profanados los sacrificios, y a los romanos atentando incluso contra lo que estaba consagrado a Dios.
Las gentes refirieron a Jesús lo sucedido, seguramente porque pensaban que también él quedaría impresionado y hasta quizá podría intervenir. Se preguntaban por qué Dios había dejado matar a aquellos galileos mientras sacrificaban y creían que la explicación estaba en que eran pecadores y habían recibido el castigo que merecían sus pecados. Los judíos decían: No hay castigo sin culpa; las grandes catástrofes presuponen graves pecados. Jesús enfoca el acontecimiento referido a la luz de su predicación acerca del sentido del tiempo presente. Aquí no niega la conexión entre pecado y castigo. Lo que no es correcto es concluir de este hecho que aquellos galileos castigados hubieran sido más pecadores que los demás galileos. Todos son pecadores, todos son reos del castigo de Dios. Por eso todos tienen necesidad de convertirse y de hacer penitencia si quieren librarse de la condenación que les amenaza.
4 Y de aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? 5 Nada de eso -os lo digo yo-; pero, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Tampoco de esta desgracia tenemos noticias extraevangélicas. La muralla sur de Jerusalén corría hacia el este hasta la fuente de Siloé. Probablemente había allí un torreón de la muralla. Podemos conjeturar que este torreón se había derrumbado durante las obras de conducción de aguas ejecutadas por Pilato. Todavía se recordaba la catástrofe. En este suceso se trata de una desgracia que no se debió directamente a intervención humana. En tal caso era todavía más obvio pensar que se trataba de un castigo de Dios. Jesús no niega el carácter de castigo del accidente. Sin embargo, lo sucedido es un aviso y un llamamiento a la conversión. Los dieciocho habitantes de Jerusalén que habían sido víctimas de la catástrofe no eran más culpables que los demás habitantes de la ciudad.
Los acontecimientos de la época no son interpretados por Jesús políticamente, sino sólo en sentido religioso. Dado que Jesús está penetrado de la idea de que se ha iniciado el tiempo final, enjuicia el tiempo con normas propias de los tiempos finales. Lo que sucede en el tiempo es evocación del tiempo final, las catástrofes políticas y cósmicas son señales de la catástrofe del tiempo final. El tiempo final exige decisión, conversión, penitencia. Incluso todas las catástrofes que se producen en el tiempo son una llamada a entrar dentro de nosotros mismos, anuncian la necesidad de volverse a Dios. Es endurecimiento de los hombres el no convertirse a pesar de las pruebas. «El resto de la humanidad, los que no fueron exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos, de modo que no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar. Y no se convirtieron de sus asesinatos, ni de sus maleficios, ni de su fornicación, ni de sus robos» (Rev 9:20 s).
6 Entonces les proponía esta parábola: Un hombre tenía plantada una higuera en su viña; fue a buscar fruto en ella, pero no lo encontró. 7 Dijo, pues, el viñador: Ya hace tres años que estoy viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a estar ocupado inútilmente el terreno? 8 Dícele el viñador: Señor, déjala todavía este año; ya cavaré yo en derredor de ella y le echaré estiércol, 9 a ver si da fruto el año que viene; de lo contrario, entonces la cortarás.
En las viñas de Palestina se suelen plantar también árboles frutales. Su cuidado, al igual que el de las cepas, está confiado al viñador que está al servicio del dueño de la viña. Las viñas eran lugar propicio y preferido para las higueras; por eso se explica que el propietario de la viña espere frutos de la higuera. Sin embargo, tres años había esperado en vano. Hay que arrancar el árbol que absorbe inútilmente los humores de la tierra. Sin embargo, el hortelano quiere hacer todavía una última tentativa bondadosa, a su árbol preferido quiere tratarlo con preferencia. Si esta última prueba resulta inútil, entonces se podrá arrancar ese árbol que no da fruto.
También esta parábola está destinada a interpretar el tiempo de Jesús. Es el último plazo de gracia que el Hijo de Dios recaba de su Padre. La elección de la imagen evoca la acción de Dios en la historia de la salvación. Los profetas habían comparado ya a Israel con una viña. «La viña de Yahveh Sebaot es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío escogido» (Isa 5:7). La historia de la salvación ha alcanzado ahora su meta. El tiempo final ha alboreado, el juicio amenaza, se ofrece la última posibilidad de conversión, la acción de Jesús es el último ruego dirigido a Dios para que tenga paciencia, es la última y fatigosa tentativa de salvación. El tiempo de Jesús es la última posibilidad de tomar decisión causada por el amor de Jesús. Su obra es intercesión por Israel y juntamente acción infatigable encaminada a conducir a Israel a la conversión.
Todo lo que tiene lugar en el tiempo de Jesús es iluminado por el hecho salvífico que se ha iniciado con Jesús; todo: los hechos políticos, las catástrofes históricas, la acción de Jesús. El tiempo final ha llegado. Es la oferta hecha por Dios para que se tome decisión, es invitación a la conversión y a la penitencia. Como Juan, también Jesús predica que hay que hacer penitencia, que no hay que dejarlo para más tarde, que hay que dar fruto con el cambio de vida y con las obras. Jesús va más lejos que Juan. Aunque sabe que el juicio se acerca y que va a caer sobre Jerusalén la sentencia de destrucción; sin embargo, interviene en favor de su pueblo, ofrece amor, sacrificio y vida por Israel, a fin de que todavía se salve. Jesús es intercesor en favor de Pedro (22,32) y de Israel (23,34).
c) Se inicia la era de salvación (Lc/13/10-21)
10 Un sábado, estaba él enseñando en una sinagoga. 11 Y precisamente había una mujer que desde hacía dieciocho años tenía una enfermedad por causa de un espíritu, y estaba toda encorvada, sin poder enderezarse en manera alguna. 12 Cuando la vio Jesús, la llamó junto a sí y le dijo: Mujer, ya estás libre de tu enfermedad; 13 y le impuso las manos. lnmediatamente se puso derecha, y daba gloria a Dios. 14 El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dirigiéndose al pueblo, decía: Seis días hay a la semana para trabajar; venid, pues, en ellos para ser curados, pero no precisamente en sábado. 15 Pero el Señor le contestó: ¡Hipócritas! ¿Acaso cualquiera de vosotros, en sábado, no desata del pesebre su buey o su asno, para llevarlo a beber? 16 Pues entonces, a ésta, que es hija de Abraham, a la que Satán tenía atada desde hace dieciocho años, ¿no había que desatarla de esta atadura, aunque fuera en sábado? 17 Y mientras él decía esto, todos sus adversarios se sentían avergonzados; pero el pueblo entero se alegraba de todas las maravillas realizadas por él.
El tiempo de Jesús es un tiempo de decisión otorgado por Dios: comienzo de la eterna perdición, comienzo de la salvación eterna. La curación de la mujer encorvada es señal del alborear del tiempo de salvación. En pocos rasgos, pero con profundo sentido, se representa lo que significa el tiempo de Jesús. Delante de Jesús, la gran miseria: una mujer que lleva dieciocho años bajo el dominio del mal espíritu, enferma, encorvada, sin posibilidad de erguirse, completamente inclinada hacia la tierra, sin dirigir la mirada hacia arriba. Jesús se enfrenta con esta miseria: mira a la mujer lleno de compasión, la llama, le dirige su palabra, le impone las manos. Con esto se esboza todo lo que Jesús hacía siempre. La salvación alborea en esta mujer: ella se ve libre de las cadenas de Satán y de la enfermedad, se yergue y cobra alientos, se ve en libertad para glorificar a Dios. Lo que la primera aparición en la sinagoga había mostrado en forma programática, se cumplió también ahora: «Proclamar libertad a los cautivos y recuperación de la vista a los ciegos» (4,18). La salud está aquí.
Pero el jefe de la sinagoga no conoce las señales del tiempo. Es uno de esos hipócritas que saben interpretar correctamente las señales en la tierra y en el firmamento, pero se hacen refractarios al alborear del tiempo de salvación y por eso no interpretan tampoco debidamente las señales que se producen. Su interpretación de la ley, su aferrarse encarnizadamente a la tradición humana, su inaccesibilidad al amor y a la misericordia con una persona afligida le quita la posibilidad de comprender debidamente el tiempo. Los adversarios de Jesús acaban confundidos: ante el pueblo y todavía más en el juicio de Dios.
El nuevo sentido que da Jesús al sábado ilumina también el tiempo de salvación que él anuncia y aporta. La ley del reposo sabático se pone al servicio del hombre, en él se glorifica Dios mostrando misericordia a los hombres. El hombre vuelve a recuperar dignidad; no debe posponerse a los animales (al buey y al asno). Ahora se cumplen las grandes promesas que había hecho Dios a Abraham al comienzo de la historia de salvación. La mujer es tratada como hija de Abraham. Se quebranta el dominio de Satán, el hombre se ve libre de las cadenas que le habían echado Satán y su séquito: el pecado, la enfermedad y la muerte. Jesús redime de la pesada carga que había impuesto a los hombres la interpretación de la ley. Por eso dice también: Hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mat 11:28). El sábado se convierte en día de gozo para todo el pueblo. Es la fiesta de la conclusión de la obra de la creación, la glorificación de Dios en la consideración de lo que había sucedido. «Y vio Dios que era muy bueno todo cuanto había hecho» (Gen 1:31). La obra de la creación halla su consumación en la obra salvífica del tiempo final; en la acción salvífica de Jesús se ha dado al sábado su más profundo sentido. El pueblo entero se alegraba de todas las maravillas que se habían realizado en él. «Aún le queda al pueblo de Dios un reposo sabático. Porque el que entra en el reposo de Dios, también él descansa de sus obras, como Dios de las suyas propias» (Heb 4:9-11). Al final no se halla el juicio, sino la redención y salvación definitiva del hombre, a condición de que quiera hacerse accesible al amor de Dios.
18 Decía, pues: ¿A qué se parece el reino de Dios, y a qué lo compararé? 19 Se parece a un grano de mostaza que un hombre tomó y echó en su huerto; creció y se convirtió en árbol, y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas. 20 Y nuevamente dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Se parece a un poco de levadura que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina hasta que fermentó toda la masa.
La fórmula introductoria que dice que el reino de Dios se parece a un grano de mostaza… a un poco de levadura. quiere decir que con el reino de Dios sucede como con… Lo que se compara es el contraste entre la pequeñez de los comienzos y el grandioso final. El grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas en el mundo entero (Mar 4:31), del tamaño de una cabeza de alfiler. Si se echa en la tierra y crece, se hace como un árbol, tan grande que los pájaros pueden anidar en sus ramas. En el lago de Genesaret alcanza el arbusto de mostaza una altura de dos metros y medio a tres. Algo parecido se puede decir de la levadura. La mujer hacía cada mañana el pan para la familia. La víspera metía la levadura dentro de la masa. Muy poco, un puñado basta para gran cantidad de harina (3 medidas = 36,44 litros). Durante la noche fermenta toda la masa gracias a ese poco de levadura. Se compara el comienzo insignificante y oculto con el grandioso resultado final.
El reino de Dios se ha iniciado con la acción de Jesús. Jesús lo anuncia y lo aporta, lo promete a los discípulos. También los discípulos lo anuncian. La acción de Jesús muestra que el reino de Dios está presente: sus curaciones, sus expulsiones de demonios son señales del alborear del reino de Dios. Pero esto no sucede de modo que cada cual pueda decir: Aquí está el reino de Dios. Sólo lo descubre el que tiene la sabiduría de Dios. Sólo la fe es el camino para llegar a este conocimiento. El reino de Dios es todavía un misterio en el que no son iniciados todos, sino solamente los discípulos. Los discípulos deben todavía orar para que venga el reino (11,2). Los discípulos que tienen participación en el reino son todavía un pequeño rebaño (12,32). Como en el caso del grano de mostaza y de la levadura es pequeño el principio, pero con la seguridad de que el reino vendrá con gloria y grandeza. Brota de comienzos pequeños. Ahora sólo ha alcanzado a pocos, pero un día lo penetrará todo.
Jesús, con su predicación y su acción, trajo el reino de Dios. Su tiempo es tiempo de salud, aunque con un comienzo pequeño e imperceptible. Una día alcanzará el reino de Dios su gran desarrollo. La parábola no se refiere sólo al comienzo y al fin, sino también al tiempo intermedio. El grano de mostaza se desarrolla y se convierte en un gran árbol, la levadura está oculta en la masa hasta que todo llega a fermentar; no está inactiva. El período que va desde la entrada de Jesús en el cielo hasta su venida en gloria no está abandonado por la actividad del reino de Dios. El reino de Dios ha venido y todavía tiene que venir, está visible en la acción de Jesús y todavía está en camino, es real y todavía tiene que realizarse… Cierto es que la acción de Jesús es presencia del reino de Dios. Cierto también que la consumación ha de aguardarse todavía; en cambio, sobre el período intermedio entre el principio y el fin no se ha dicho nada claro, porque Jesús se fija ante todo en el principio y en el fin. Sin embargo, crece… No hay poder capaz de detenerlo.
Parte tercera
CAMINO DE JERUSALéN (Continuación)
La vida itinerante de Jesús es renuncia. Así debe ser por disposición divina. Como tal, ha de ser modelo para los que le sigan, y muy en particular para sus discípulos. La primera sección del relato del viaje comenzó con el llamamiento a seguir a Jesús en su marcha hacia Jerusalén (9,51-62), la segunda muestra claramente adónde se va: a Jerusalén, a la ciudad de la glorificación de Jesús, pero también a la ciudad de su muerte. Quien quiera ser glorificado con él, debe estar también resuelto a tomar en serio su seguimiento como discípulo y a elegir. La tercera sección del relato del viaje conducirá cerca de Jerusalén: el reino de Dios está ya presente, el Hijo del hombre ha de venir. ¿Cuáles son las condiciones para que la venida no acabe en condenación, sino en salvación (17,11-19,27)? Lo que tiene lugar durante la marcha de Jesús hacia Jerusalén servirá de enseñanza a la Iglesia, que entra en la gloria mediante una labor itinerante de misión y pasando por persecuciones y sufrimientos. Se ponen en claro cuestiones actuales de la realidad de la Iglesia contemporánea de Lucas, y esto en función de Cristo. No son tratadas sistemáticamente, sino resueltas en escenas gráficas, para cuya composición posee Lucas un arte especial.
Il. EN EL CAMlNO (13,22-17,10).
1. HACIA JERUSALéN (13,22-35).
a) La ciudad de la glorificación (Lc/13/22-30).
22 Y atravesaba ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino a Jerusalén.
Jesús está en camino. Su viaje es viaje de misión, su caminar es acción, su acción es enseñar (Cf.4,15.31; 5,3.17; 6,6; 13,10; 19,47; 20,1.21; 21,37; 23,5). Enseña que las promesas divinas de salvación, contenidas en la Escritura, se están cumpliendo ahora por medio de él (4,21); enseña el camino de Dios (20,21), la forma de vida que aguarda Dios de los hombres; enseña los caminos de salvación (Hec 16:17), lo que es necesario para alcanzar la salvación eterna (cf. 13,23).
Expone su doctrina en ciudades y aldeas; a todos se ofrece la salvación que él anuncia. Todos son llamados a tomar una decisión, a optar por la voluntad de Dios o contra ella en este tiempo de salvación, que se inaugura. Los dos escritos de Lucas están llenos de una dinámica apostólica sin reposo, impuesta por la necesidad de la misión divina (13,33), la voluntad salvadora de Dios. Jesús, que camina de un lugar a otro, es modelo de los apóstoles itinerantes, su camino prepara el testimonio apostólico. De los apóstoles se dice: «Después de dar pleno testimonio y de predicar la palabra del Señor… iban evangelizando muchas aldeas de samaritanos» (Hec 8:25). «Felipe se encontró en Azoto y de paso iba evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea» (Hec 8:40). Sobre todo Pablo es, según los Hechos de los apóstoles, el viajero infatigable. La aparición de Jesús en Israel indica la futura misión de la Iglesia y es su presupuesto histórico. La meta de la marcha de Jesús es Jerusalén (Hec 9:51). Allí le aguarda la «elevación»: pasión y glorificación, muerte y ascensión al cielo. El término de su peregrinación es el cielo; los apóstoles le miraban mientras «se iba» al cielo (Hec 1:10). Lo que Jesús experimenta y enseña en su marcha indica a los discípulos el camino de la resurrección personal y de la salvación. Los apóstoles son «siervos del Dios Altísimo, que anuncian el camino de salvación» (Hec 16:17). «Confirman los ánimos de los discípulos, exhortándolos a permanecer en la fe y diciéndoles que por muchas tribulaciones tenemos que pasar para entrar en el reino de Dios» (Hec 14:22).
23 Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan?
¿Quién se salva? ¿Quién va al cielo? ¿Quién entra en el reino de Dios? Estas son preguntas candentes que se presentan en el camino de la vida. ¿A quién no le escuece en el alma la cuestión de la salvación y de la salud? Uno le pregunta por el número de los que se salvan. ¿Son pocos? Aquel hombre se dirige a Jesús como al Señor. Para él es Jesús una autoridad destacada en cuestiones de la salvación al final de los tiempos. Le hacían estas preguntas: «¿Qué haría yo para heredar la vida eterna?» (Hec 18:18), «¿Cuándo vendrá el reino de Dios?» (Hec 17:20), «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» (Hec 1:6). Como Señor que es, dispone del reino, porque el Padre se lo ha confiado (Hec 22:28).
La doctrina de los fariseos dominante en la época de Jesús decía: «Todo Israel tiene participación en el mundo venidero» (Mishna, Sanhedrín 10,1) En otros círculos se pensaba en forma más pesimista: «Sólo a pocos traerá alivio el mundo venidero, a muchísimos, en cambio, fatiga» (4Esd 5:47). ¿Qué decir? Jesús no zanja la cuestión, no quiere zanjarla. ¿Por qué pregunta el hombre por el número? ¿No busca ocultamente seguridad en el número? Si todo Israel se ha de salvar, entonces está uno seguro. Si el número es pequeño, ¿para qué, pues, molestarse? Los números son un impedimento para lo que quiere Jesús con su predicación. Jesús llama a tomar partido por el actual ofrecimiento de Dios. Esto es lo que importa, no saber el número…
23b él les contestó: 24 Esforzaos por entrar por la puerta estrecha; que muchos -os lo digo yo- intentarán entrar, pero no lo conseguirán.
La salvación al final de los tiempos se asemeja a un banquete que se celebra en una sala cuya puerta es estrecha. Hay que imaginársela muy estrecha. Con una imagen un tanto atrevida dice Jesús en una ocasión que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios (Esd 18:25). Delante de la puerta se produce gran aglomeración. Todos quieren entrar y participar en el banquete. Sólo el que emplea la fuerza puede abrirse paso entre la multitud apiñada. Sólo el que se impone las fatigas de una competición puede lograr entrar.
El deportista pone en juego en los últimos minutos todas las fuerzas que han de decidir la victoria. Para salvarse es necesario emplear todas las fuerzas. Jesús invita: Esforzaos. Los escritos apocalípticos, que por los días de Jesús hablaban mucho del tiempo final y de la gloria, contaban entre las mayores satisfacciones de los que iban por los caminos del Altísimo, «el haber combatido en dura pelea para sofocar la malicia ingénita, de modo que ésta no los lleve de la vida a la muerte» (4Esd 7:92). Jesús mismo combatió de esta manera en el huerto de los Olivos y poniendo en tensión todas sus fuerzas tomó en su mano el cáliz de la pasión y la muerte que le estaba reservada (Esd 22:44). Para llegar a su elevación al cielo tiene que pasar por esta tensión y por este forcejeo. E1 camino de la salvación es el seguimiento de Jesús por el camino de Getsemaní y del Calvario, por la aceptación de la muerte y por la muerte misma (Esd 9:57-62). De estos esfuerzos y de este combate escribe Pablo: «Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, para la que fuiste llamado y cuya profesión hiciste en una hermosa confesión ante muchos testigos» (1Ti 6:12). Y otra vez: «He combatido el buen combate, he realizado plenamente la carrera, he guardado la fe. Y ahora está ya preparada para mí la corona de justicia, con la que me retribuirá en aquel día el Señor, el juez justo, y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan mirado con amor su aparición» (/2Tm/04/07s).
La puerta estrecha sólo está abierta por cierto tiempo. Desde que Jesús anunció el tiempo de salvación, está abierta la puerta (1Ti 4:21). El plazo vencerá cuando venga el Señor a juzgar. ¿Cuándo será esta hora? ¿Cuándo se cerrará la puerta? Nadie lo sabe. Aun cuando el tiempo se «extienda» hasta el fin, permanece incierto el momento en que se ha de cerrar la puerta. Se ha inaugurado el tiempo de salvación, ahora es el tiempo final. El llamamiento de Jesús impele a tomar una decisión, que no se puede diferir.
Muchos… no lo conseguirán. Los discípulos, a quienes el Padre ha tenido a bien dar el reino, son sólo un pequeño rebaño (1Ti 12:32). «Es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella» (/Mt/07/14). Así pues, Jesús, con estas palabras, ¿indica, con todo, un número y resuelve la cuestión de aquel hombre innominado con el pesimismo del libro cuarto de Esdras? Jesús no quiere indicar ningún número; lo que sí quiere es poner en guardia, urgir, estimular a emplear todas las fuerzas, llamar a una decisión.
25 Después que el amo de casa se haya levantado a cerrar la puerta, vosotros os quedaréis fuera y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. Pero él os responderá: No sé de dónde sois vosotros.
La situación ha cambiado. El amo de casa se ha levantado, el banquete comienza, se cierra la puerta. El que no haya entrado todavía tendrá que quedarse fuera. Los que están fuera llaman. Por un agujero de la puerta hablan con el amo de casa. él había enseñado por sus calles. Ellos eran sus contemporáneos. El amo de casa es Jesús. Todo llamar y todo rogar (1Ti 11:9 s) resulta inútil. No se utilizó la puerta que estaba abierta. Se ha perdido definitivamente el «ahora» para entrar. La llamada de Jesús no consiente dilaciones; es la llamada del profeta que prepara para el tiempo final, es la llamada de última hora. Una vez que ha pasado el tiempo de salvación, sólo queda el juicio. El que no aceptó la salvación ofrecida, queda excluido y no es reconocido por Jesús, amo de la casa (cf. 12,9).
26 Entonces os pondréis a decir: Hemos comido y bebido en tu presencia, y en nuestras plazas enseñaste. 27 Pero él os repetirá: No sé de dónde sois; alejaos de mí todos los ejecutores de injusticia.
Los que quedan excluidos recuerdan al amo de la casa sus pasadas relaciones con él. Le recuerdan la comunidad de mesa: Hemos comido y bebido en tu presencia; le recuerdan la comunidad de maestro y discípulos: en nuestras plazas enseñaste. El Señor había entrado con ellos en la comunión del dar y recibir. Había vivido en su pueblo, había ejercido su actividad en medio de ellos. Todas las invocaciones de esta comunidad son ahora en vano. Su palabra no fue tomada en serio, no se procedió según la voluntad de Dios por él anunciada. Son ejecutores de injusticia.
Es voluntad de Dios que se oiga y se ponga en práctica el llamamiento de Jesús, que se siga su doctrina, que se acepte el ofrecimiento hecho por Dios por medio de él. No aprovecha el haber sido del mismo pueblo que Jesús, y ni siquiera el haber sido discípulo suyo, si no se pone en práctica lo que él proclama. «No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (/Mt/07/21).
No salva la comunidad de mesa con Jesús y el bautismo, ni el haber oído su palabra como discípulo, si todo esto no va unido con la obediencia de obra a las palabras de Jesús, con la decisión personal en su favor. Aunque nosotros, cristianos, tengamos comunidad de mesa con Jesús que mora entre nosotros, aunque oigamos su palabra en la liturgia y aunque comamos su carne y bebamos su sangre, todo esto no nos salva si no le obedecemos, si no cumplimos la voluntad de Dios anunciada por él, si no nos decidimos por él (cf. 1Co 10:1-11).
28 Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros echados fuera. 29 En cambio, habrá quienes vengan de oriente y de occidente, del norte y del sur, a ponerse a la mesa en el reino de Dios. 30 Porque mirad que hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.
Allí, delante de la puerta cerrada, habrá llanto y rechinar de dientes. Es el conocido dolor de la desesperación, tantas veces expresado (Mat 8:12; Mat 13:42.50 ; Mat 22:13; Mat 24:51; Mat 25:30). Los que se han quedado fuera, los que han sido excluidos, descubren que rechazaron a la ligera la gracia de Dios y que ahora están irremisiblemente perdidos. Lloran. El remordimiento desesperado sacude todo su ser, su alma y su cuerpo, les rechinan los dientes. Ellos mismos se atormentan pensando que no aprovecharon el momento oportuno ni pusieron en juego todas sus fuerzas para alcanzar la salvación ofrecida.
Su dolor y los reproches que se hacen son tanto mayores, por cuanto ven en los patriarcas y profetas la espléndida salvaci6n que también para ellos estaba preparada, que les estaba destinada especialmente, porque Abraham, Isaac y Jacob eran sus patriarcas e intercesores, porque ellos tenían la enseñanza de los profetas, que conduce a la salvación. «Lanzan gritos los pecadores cuando ven cómo resplandecen aquéllos (los justos)» (Henoc 108,15). Les es especialmente doloroso ver la recompensa que está reservada a los que creyeron en los testimonios del Altísimo (4Esd 7:83). Jesús habla de las suertes escatológicas en el estilo de la apocalíptica de la época, pero lo nuevo de su predicación está en que la decisión sobre salvación o perdición se pronuncia en razón del cumplimiento de su palabra, del seguimiento de Jesús, de la decisión personal en su favor.
Nadie puede culpar a Dios si no logra salvarse, pues hasta los gentiles pueden entrar en el reino de Dios. Ahora se cumple la predicción profética de la peregrinación escatológica a la montaña de Dios: «Yahveh Sebaot preparará a todos los pueblos, sobre este monte, un festín de vinos generosos, de manjares grasos y tiernos, de vinos selectos y clarificados..* Y destruirá a la muerte para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará el oprobio de su pueblo, lejos de toda la tierra» (Isa 25:6-8). Los que se hayan salvado cantarán el cántico de acción de gracias a que aluden las palabras del texto: De oriente y de occidente, del norte y del sur: «Alabad a Yahveh, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan así los rescatados de Yahveh, los que él redimió de mano del enemigo, y los que reunió de entre las tierras de oriente y de occidente, del aquilón y del austro» (Sal 106:1-3).
Los últimos tiempos invierten las condiciones presentes: Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos. Hay paganos que entrarán en el reino de Dios, y judíos que serán excluidos de él. Los judíos habían sido privilegiados en la historia de la salvación. Por sus antepasados habían recibido las promesas llenas de bendiciones de Dios, y por los profetas la palabra y la guía de Dios; pero esta posición privilegiada no basta para salvarlos. Los gentiles estaban privados de los privilegios del pueblo de Dios, pero son admitidos en la celebración del banquete que es imagen del reino de Dios. Se salva el que acepta el mensaje de Jesús, se decide por él y le sigue.
En el tiempo de salvación, que se ha inaugurado con Jesús, ofrece Dios a los judíos como a los gentiles la salvación, de la que se decide según la posición adoptada frente a Jesús. Su palabra exige esfuerzo y lucha, seguimiento en el camino de Jerusalén, donde le aguarda la muerte y la ascensión al cielo. ¿Serán sólo pocos los que se salven? Nadie puede hacer valer derecho alguno a la salvación, pero en Jesús ha ofrecido Dios la salvación a todos.
b) La ciudad de la muerte (Lc/13/31-35).
31 En aquel momento se le acercaron unos fariseos para decirle: Sal y vete de aquí, que Herodes quiere matarte.
Jesús pasaba por el territorio de Herodes Antipas (4 a.C.-39 d.C.), que comprendía Galilea y Perea (al este del Jordán). Los fariseos que se dirigen a Jesús parecen actuar por encargo de Herodes. Al tetrarca le inquieta la actividad de Jesús (Sal 9:7 ss). Teme a él y teme el alboroto que puede suscitar en el pueblo. Por eso quiere verlo lejos de su tierra. Si proyectaba efectivamente matarlo, es cosa de que se puede dudar; en efecto, la ejecución del Bautista hubo que obtenerla de él con astucia (Mar 6:24-26) y todavía no pudo olvidarlo durante largo tiempo (Mar 9:9). Ni siquiera aprovechó la oportunidad legal de matar a Jesús (Mar 23:15). El mensaje llevado a Jesús parece haber sido solamente una «falsa alarma», un tiro al aire con el fin de echar del país al hombre molesto e inquietante. Que se tomara en consideración y se expresara la idea de matar a Jesús, proyecta luz sobre la situación en que él se halla. Jesús se encamina a Jerusalén, donde le aguarda la muerte.
32 Pero él les contestó: Id y decid a ese zorro: Yo expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día tendré terminada mi obra. 33 Sin embargo, hoy, mañana y pasado tengo que seguir mi camino, porque no cabe que un profeta pierda la vida fuera de Jerusalén.
El camino de Jesús no lo determinan los poderes de este mundo. Herodes interpreta la actividad de Jesús como peligro político y causa de desorden, por lo cual quiere alejarlo de su territorio sin hacer uso de la fuerza. Es un zorro, astuto y cobarde. Los zorros sólo salen de noche y secretamente para sus rapiñas; cuando la luz crea peligro, se esconden en sus madrigueras (Eze 43:4 s). Quiere desentenderse de Jesús con ardides, sin tomar partido por él o contra él. Algunos fariseos están identificados con él. Jesús exige decisión.
Herodes presume de poder disponer de la vida de Jesús. Pero no son hombres los que determinan su acción, sino Dios. Con poder divino expulsa Jesús demonios y realiza curaciones. «Dios ungió a Jesús con Espíritu Santo y poder; Jesús pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hec 10:38). Quien es señor que domina a los malos espíritus y libra de las enfermedades no sucumbe a la malicia de un zorro, de un homúnculo como era Herodes. La vida y la acción de Jesús sólo dependen de la voluntad de Dios.
Hoy y mañana realiza Jesús curaciones y al tercer día habrá terminado. Poco tiempo le queda ya para obrar. Su palabra es una advertencia para los que le advierten a él, pues también los fariseos contribuirán a su muerte (6,11; 11,53). Jesús sabe que le aguarda la muerte. No esquiva su muerte, pues ésta es voluntad de Dios que debe cumplirse. Ni su muerte destruye su trabajo, sino que lo corona y lleva a término su obra (12,50; Jua 19:30). La Iglesia se propaga, pese a todas las resistencias; Pablo llega a Roma, meta de su misión, pese a la conspiración de todos los poderes (2Co 11:23-33).
Con misteriosas palabras dice Jesús: hoy, mañana y al tercer día. En el profeta Oseas se hallan estas palabras: «él nos dará vida a los dos días, y al tercero nos levantará y viviremos ante él» (Ose 6:2). Proviene de un cántico de penitencia, que el profeta pone en boca de los dos pueblos hermanos, Efraím y Judá. En el infortunio nacional que ha pesado sobre ellos ve el profeta la mano de Dios que castiga, pero tiene también la firme seguridad de que Dios volverá a reanimar a los dos pueblos. Con sus misteriosas palabras parece Jesús aludir a este dicho del profeta y anunciar su resurrección (*). Su muerte, a la que sale al encuentro en Jerusalén, no es su fin; seguirá su revivificación y su glorificación. La palabra del profeta y la historia del pueblo de Dios aguardan este «tercer día» como día de la salvación. La marcha de Jesús hacia Jerusalén, donde le aguardan muerte y resurrección, cumple todas las promesas de la historia de nuestra salvación.
Dado que Jesús se reconoce como profeta, sabe también que le ha de tocar la suerte de los profetas (**). El profeta no puede perder la vida fuera de Jerusalén. Los judíos no son sólo «hijos de los profetas» (Ad 3,25), sino también hijos de los asesinos de los profetas (6,23; 11,47s). «¿A quién de entre los profetas no persiguieron vuestros padres? Hasta dieron muerte a los que preanunciaban la venida del Justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos» (Ad 7,52). Una antigua queja se encierra en estas palabras de san Esteban. El profeta Jeremías formula contra su pueblo la queja: «La espada ha devorado a vuestros profetas como devora el león» (Jer 2:30). Nehemías reprocha a su pueblo: «Mataron a tus profetas, que los reprendían para convertirlos a ti» (Neh 9:26) (***). En Jerusalén se tocan las gracias de la proximidad de Dios y la obstinada rebelión contra la voluntad de Dios. El curso de la historia de la salud llega también a su término en el hecho de marchar Jesús hacia Jerusalén: la máxima gracia de la proximidad de Dios, la recusación hasta la ejecución de aquel en quien Dios visita a su pueblo (Neh 7:16).
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* El tercer día es muy significativo en la historia de Israel: Exo 19:10-11; Jos 1:11; Gen 22:4; ,3; Est 13:8-15, 15.
** Especialmente en Lucas aparece Jesús frecuentemente como profeta: Est 7:16-39; Est 24:19; Hec 3:22 s; Hec 7:37; cf. Jua 4:19; Jua 6:14; Jua 7:40; Jua 9:17.
*** Cf.también Jer 26:20-23; 2Cr 24:21; 1Re 19:10.14.
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34 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que meta a los profetas y apedrea a los que fueron enviados a ella! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo sus alas! Pero vosotros no quisisteis. 35 Mirad que vuestra casa se quedará para vosotros. Pero yo os digo: Ya no me veréis hasta que llegue el momento en que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
El profeta, Jesús mismo, ejecuta la lamentación sobre Jerusalén. Los enviados de Dios en los tiempos pretéritos ofrecieron de parte de Dios la salvación a esta ciudad, pero Jerusalén los mató y los apedreó como a blasfemos. La historia del repudio de Dios alcanza ahora su punto culminante. La palabra de Jesús es la última palabra de Dios, llamamiento a la decisión de los últimos tiempos.
Todo el amor de la acción salvadora de Dios en la historia está recogida en la misión y predicación de Jesús. En todo tiempo se había dejado oír ya en el Antiguo Testamento la palabra relativa al ave que cuida de sus polluelos y los protege, pero nunca con tanta ternura como en las palabras de Jesús. Dios «halló a su pueblo en tierra desierta, en región inculta, entre aullidos de soledad; lo rodeó y le enseñó, lo guardó como a la niña de sus ojos. Como el águila que incita a su nidada, revolotea sobre sus polluelos, así él extendió sus alas y los cogió, y los llevó sobre sus plumas» (/Dt/32/10s). «Como las aves que revolotean, así protegerá Yahveh Sebaot a Jerusalén, protegiendo, librando, preservando, salvando» (Isa 31:5). «¡Cuán magnífica es, oh Yahveh, tu misericordia; ampáranse los hombres a la sombra de tus alas!» (Sal 3:8) (*).
Jesús quería recoger a los hijos de Jerusalén, a todo Israel, ponerlos bajo la protección de Dios, cobijarlos en su amor, conducirlos a la salvación. Pero la oferta de salvación de Dios bocha por Jesús fue desechada. Vosotros no quisisteis. Esta ciudad, confiando soberbiamente en lo que es y tiene, repudia al que quiere traerle una nueva palabra de Dios. Se siente segura. Dios no tiene ya más que pedirle. La historia del amor de Dios y la historia del pecado, en el que el hombre se afirma contra Dios, halla su término, que acaba en catástrofe, en la marcha de Jesús hacia Jerusalén (Mat 21:33-39).
Jerusalén sucumbirá por haberse sustraído al llamamiento y a la guía de los mensajeros de Dios. La ciudad es grande y espléndida porque Dios la había elegido para su morada Esto se ha consumado con Jesús, pues con Jesús ha aparecido la gloria de Dios en el templo (Mat 2:21-37). Pero cuando Jesús sea entregado a muerte en esta ciudad, descargará sobre ella la catástrofe. Se le retirará la protección y el cuidado de Dios, quedará entregada a sus propias gentes, y su fin será la destrucción. Se cumplen las palabras del profeta Jeremías: «He desamparado mi casa, he abandonado mi heredad, he entregado lo que más amaba en manos de enemigos» (/Jr/12/07). Las amenazas de ruina fulminadas por los profetas son asumidas y llevadas a cumplimiento por Jesús: «Yo exterminaré a Israel de la tierra que le he dado y echaré lejos de delante de mí esta casa, que he consagrado a mi nombre, e Israel será el sarcasmo y la burla de todos los pueblos. Y esta casa será una ruina, y cuantos pasen cerca de ella se quedarán pasmados y silbarán» (/1R/09/07s). El fin de Jesús en Jerusalén es también el fin de Jerusalén.
La muerte que aguarda a Jesús en Jerusalén no es su fin. Viene un tiempo en que será saludado con la bendición con que se saluda a los peregrinos al final de su peregrinación en la montaña del templo: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Sal 118,[117],26). Jesús es el que viene, que viene por encargo de Dios que otorga la salvación, el Mesías. Jerusalén, la ciudad de la muerte, es también la ciudad de su glorificación. La muerte que allí se le prepara terminará en su exaltación, en su venida como Hijo del hombre con poder y gloria (cf. 22,69) (**).
El misterio de esta ciudad es el hecho de morar Dios en ella. Jerusalén ha sido condenada a la ruina, pero aún brilla un rayo de esperanza. Los habitantes de su ciudad dirán: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Antes de que Jesús venga en gloria, Israel se convertirá y luego prestará homenaje a Jesús en su venida. «El encallecimiento ha sobrevenido a Israel parcialmente, hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado. Y entonces todo Israel será salvo» (Rom 11:25 s). La Iglesia perseguida no es una Iglesia amargada; no se retira al ghetto abandonando el mundo a sí mismo y a los poderes demoníacos, sino que «muriendo» actúa todavía, porque cree en la promesa de triunfo y de gloria hecha por Dios y en su voluntad salvadora.
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* Cf. también Sal 17(16),8; 57(58),2; 61(60),5; 63(62),8; 91(90),4.
** El v. 35b es obscuro; algunos quieren referir la aclamación a la entrada de Jesús en Jerusalén antes de su pasión (Rom 19:38); pero parece que las palabras «Ya no me veréis hasta que llegue el momento en que digáis…» se deben referir a la muerte; en este caso la aclamación habrá de referirse a la segunda venida.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
(ver Hch 5:37).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— Pilato: Ver nota a Mat 27:2. No existe noticia expresa de este suceso en otros documentos. Pero sí hay constancia histórica de numerosas intervenciones sangrientas de Pilato. La expresión “mezclar sangre” es, sin duda, figurada.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Necesidad del arrepentimiento. Dos enseñanzas breves subrayan la necesidad de respuesta a la crisis provocada por la venida de Jesús. Algunos peregrinos que habían venido a celebrar la Pascua en Jerusalén murieron en manos de las tropas romanas mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. La información está plenamente acorde con el carácter de Pilato, aunque este episodio en particular fue demasiado insignificante como para provocar un comentario de Josefo en su historia de este período. La respuesta de Jesús a esa historia fue la de contradecir la creencia judía y ortodoxa de que la magnitud de la calamidad que había sufrido aquella gente indicaba que eran pecadores recalcitrantes. También sería necio decir que la gente que fue aplastada accidentalmente por una construcción que se derrumbó era excepcionalmente pecadora. (Este episodio tampoco fue tan importante como para aparecer en un libro de historia.) Más bien, la nación judía en conjunto era pecadora a los ojos de Dios, y todos sus miembros sufrirían el destino de los pecadores si no se arrepentían.
El estado de la nación era como un árbol que no producía fruto. Sólo merecía la destrucción, y el terreno que ocupaba sería usado para plantar un árbol sano. Pero así como el propietario estaba dispuesto a abonarlo y darle otra oportunidad, Dios estaba dispuesto a permitir a Israel otra oportunidad para el arrepentimiento. Si la gente no llegaba a responder, su destino sería su propia responsabilidad. El siervo de la parábola puede representar a Jesús como un abogado ante Dios a favor de un Israel que no lo merece.
Notas. 6 Los árboles frutales de todo tipo eran plantados en viñas. La higuera es usada metafóricamente para describir a Israel en Ose. 9:10. 7 El fruto no podía obtenerse de un árbol durante los tres primeros años (Lev. 10:23); por lo tanto, este árbol presuntamente tenía seis.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
13.1-5 Quizás Pilato dio muerte a los galileos porque pensó que se rebelaron en contra de Roma; a lo mejor los que murieron al caer la torre de Siloé trabajaban para los romanos en un acueducto. Los fariseos, que se oponían a usar la fuerza para enfrentar a Roma, dirían que los galileos buscaron la muerte por rebelarse. Los zelotes, un grupo revolucionario antirromano, manifestarían que los obreros del acueducto merecían morir por su cooperación. Jesús aclaró que ni los galileos ni los obreros debieran culparse por su calamidad. En cambio, cada cual debiera preocuparse por su día de juicio.13.5 Cuando una persona muere en un trágico accidente o sobrevive a él milagrosamente, no es una medida disciplinaria. Todos moriremos, es parte de la vida. Pero Jesús ha prometido al que cree en El que no perecerá, sino que tendrá vida eterna (Joh 3:16).13.6-9 A menudo en el Antiguo Testamento, un árbol con fruto simboliza la vida piadosa (véanse, por ejemplo, Psa 1:3 y Jer 17:7-8). Jesús subrayó lo que le sucedería a la otra clase de árbol, aquel que ocupó tiempo y espacio y no produjo nada para el paciente agricultor.Esta era una manera de advertir a sus oyentes de que Dios no iba a tolerar para siempre esta infecundidad. Luk 3:9 incluye la versión de Juan el Bautista sobre el mismo tema. ¿Disfruta usted del trato especial de Dios sin dar nada a cambio? Si no, responda a la paciencia del agricultor y prepárese a dar fruto para Dios.13.10-17 ¿Por qué sanar se consideraba trabajo? Los líderes religiosos lo veían como parte de la profesión de un médico y estaba prohibido practicar la medicina en el día de reposo. El principal de la sinagoga no vio más allá de la Ley a la compasión de Jesús para sanar a esta mujer encorvada. Jesús lo avergonzó junto con los demás líderes al señalar su hipocresía. Podían desatar su ganado y cuidar de él, pero no querían regocijarse cuando se liberaba una vida del poder de Satanás.13.15, 16 Los fariseos ocultaron tras su juego de leyes evitar las obligaciones del amor. Nosotros también podemos usar la letra de la Ley para evadir nuestra obligación de cuidar a otros (por ejemplo, dar nuestro diezmo con regularidad, pero luego no ayudar a un vecino necesitado). La necesidad de la gente es más importante que las leyes. Dedique tiempo para ayudar a las personas con amor, aunque comprometa su imagen pública.13.16 En nuestro mundo caído, la enfermedad es común. Sus causas son variadas: nutrición inadecuada, contacto con la fuente de infección, falta de defensas e, incluso, ataque directo de Satanás. Sin importar la causa inmediata de nuestra enfermedad, podemos ubicar su fuente original en el diablo, autor de todo lo malo en nuestro mundo. La buena nueva es que Jesús es más poderoso que cualquier demonio o enfermedad. Muchas veces El nos da sanidad física y cuando vuelva pondrá fin a toda enfermedad, lesión e impedimento físico.13.18-21 La expectación general en los oyentes de Jesús era que el Mesías vendría como un gran rey y líder para liberarlos de Roma y restaurar la gloria inicial de Israel. Pero Jesús dijo que su reino empezaba sin alborotos, como la pequeña semilla de mostaza que crece y se convierte en un árbol inmenso, o como la levadura que se agrega a la masa para convertirla en pan. El Reino de Dios avanza poco a poco hacia el exterior hasta que todo el mundo se transforme.13.22 Esta es la segunda vez que Lucas nos recuerda que Jesús intencionalmente iba a Jerusalén (la anterior aparece en 9.51). Aun cuando sabía que estaba en camino hacia la muerte, continuó predicando a grandes multitudes y sanando. La perspectiva de la muerte no varió la misión de Jesús.13.24, 25 Hallar la salvación requiere más concentración y esfuerzo de lo que muchas personas esperan invertir. Es obvio que no podemos salvarnos solos ni hay manera en que podamos hacer algo en favor de Dios. Debemos esforzarnos en «entrar por la puerta angosta» en un deseo diligente de conocer a Dios y procurar con fervor establecer una relación sin importar el costo. Debemos cuidar de no pasar por alto esta acción porque la puerta no estará abierta para siempre.13.26, 27 El Reino de Dios no necesariamente lo poblará la gente que esperamos encontrar allí. Muchos líderes religiosos muy respetables que proclaman lealtad a Jesús no estarán allí porque en secreto eran moralmente corruptos.13.27 La gente deseaba saber quién se salvaría. Jesús explicó que a pesar de que muchos saben algo acerca de Dios, solo algunos han aceptado su perdón. Escuchar sus palabras o admirar sus milagros no es suficiente, es fundamental dar la espalda al pecado y confiar en Dios para recibir su salvación.13.29 El Reino de Dios incluirá gente de todas partes del mundo. El rechazo de Israel hacia Jesús como el Mesías no detendrá el plan de Dios. El verdadero Israel incluye a todas las personas que creen a Dios. Este es un hecho importante para Lucas al dirigir su mensaje a una audiencia gentil (véanse también Rom 4:16-25; Gal 3:6-9).13.30 Habrán muchas sorpresas en el Reino de Dios. Algunos que ahora desprecian, se honrarán después; algunos influyentes aquí se quedarán afuera de las puertas del Reino. A muchas personas «sobresalientes» (a los ojos de Dios) de esta tierra, el resto del mundo virtualmente las pasa por alto. Lo que le importa a Dios no es la popularidad terrenal, nivel social, riqueza, herencia ni poder, sino nuestra entrega a Dios. ¿Cómo conjuga sus valores con lo que la Biblia dice que debemos valorar? Ponga a Dios en primer lugar y se unirá a la gente de todo el mundo que estará en la fiesta en el reino de los cielos.13.31-33 A los fariseos no les interesaba proteger a Jesús de algún peligro. Trataban de atraparlo. Los fariseos urgían a Jesús a que se fuera no porque temían a Herodes, sino porque no querían que se quedara en Jerusalén. Pero ni Herodes ni los fariseos podían determinar la vida, obra y muerte de Jesús. Dios mismo planeó y dirigió la vida de Jesús, y su misión se reveló en el tiempo de Dios y de acuerdo a su plan.13.33, 34 ¿Por qué Jesús consideró a Jerusalén? Jerusalén, la ciudad de Dios, simbolizaba toda la nación. Era la ciudad más grande de Israel y la capital espiritual y política de la nación. Judíos alrededor del mundo la visitaban a menudo. Pero Jerusalén tenía la fama de rechazar a los profetas que Dios enviaba (1Ki 19:10; 2Ch 24:19; Jer 2:30; Jer 26:20-23) y rechazaría al Mesías como lo hizo con sus antecesores.SIETE MILAGROS EN EL DIA DE REPOSOJesús ordena al demonio que salga de un hombre: Mar 1:21-28Jesús sana a la suegra de Pedro: Mar 1:29-31Jesús sana a un paralítico en el pozo de Betesda: Joh 5:1-18Jesús sana al hombre de la mano seca: Mar 3:1-6Jesús restaura a una mujer encorvada: Luk 13:10-17Jesús sana a un hombre hidrópico: Luk 14:1-6Jesús sana a uno que nació ciego: Joh 9:1-16Durante siglos, los líderes religiosos judíos fueron agregando reglas a la Ley de Dios. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que el sábado era día de reposo (Exo 20:10-11). Pero los líderes religiosos agregaron a ese mandamiento uno que decía: «No sanarás en el día de reposo» porque eso es «trabajo». Siete veces Jesús curó personas en sábado. Al hacerlo, desafiaba a aquellos líderes religiosos a mirar bajo sus reglas lo que debían ser sus verdaderos propósitos: honrar a Dios mediante la ayuda al necesitado. ¿Hubiera agradado a Dios si Jesús no hubiera ayudado a aquella gente necesitada?
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 865 Hch 5:37
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Parece ser que algunos galileos habían venido a Jerusalén a ofrecer sacrificios y fueron matados por Pilato, probablemente por desobedecer alguna ley romana (los galileos eran muy independientes y posiblemente desafiaron su cumplimiento). Aunque no existe ningún dato extrabíblico de este evento, el historiador Josefo cita algunos incidentes similares; por ejemplo, la matanza de unos tres mil judíos por Arquelao en el siglo I a.C. A Pilato se le conocía por su falta de sensibilidad con el pueblo judío.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Ahora bien indica que los vs. 1-9, que tratan más ampliamente el asunto del arrepentimiento, son continuación de los últimos versículos del cap. 12. El Señor usó los dos incidentes de los vs. 1-5 para recordarles a los judíos que ése era el momento en que ellos debían arrepentirse; de no ser así, todos perecerían como las víctimas de aquellos dos incidentes.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Aunque no existe ninguna otra información acerca de este incidente, parece ser que algunos galileos fueron matados por los soldados de Pilato mientras ofrecían sacrificios en el templo, de modo que se mezcló su sangre con la sangre de los sacrificios. Lo que Cristo quiere poner de relieve es que esto no les sucedió por ser peores pecadores que otros galileos, sino que todos necesitan arrepentirse (vv. Luc 13:2-3).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
138 (j) TODOS NECESITAN ARREPENTIRSE (13,1-9). Este pasaje, que encontramos sólo en Lucas, enseña a los discípulos que Jesús es compasivo pero no blandengue. Exige a los pecadores que se arrepientan antes de que sea demasiado tarde. El doble mandato de Jesús al arrepentimiento (vv. 3.5) constituye la base de la pregunta posterior sobre si serán pocos los que se salven (13,23). 1. galileos cuya sangre mezcló Pilato con sus sacrificios: Este dato no está atestiguado en ninguna otra parte. 2-3. La catástrofe del v. 1 (y también la del v. 4) no le ocurrió a esta gente porque fuesen manifiestos pecadores. Con su consejo de que los discípulos aprendan de la inesperada muerte de aquella gente a arrepentirse y a estar preparados para el juicio, Lucas conecta este pasaje con el tema del juicio del cap. 12, p.ej., vv. 20.40.46. 3. si no os arrepentís, también vosotros pereceréis de igual modo: Este versículo se repite casi al pie de la letra en el v. 5. Suena a refrán. Lucas también desarrolla su tema de la paz y de la no violencia: «…Jesús no muestra ningún signo de odio o venganza al ser informado de la crueldad de Pilato contra sus compatriotas» (Ford, My Enemy 101). 6-9. higuera: Por una parte, es una parábola sobre la compasión, que conforta al discípulo que sucumbe a lo largo del camino cristiano. Y, por otra, es una parábola que critica severamente a discípulos pasivos e improductivos.
139 (k) UN EJEMPLO DE LA NATURALEZA DEL REINO DE DIOS (13,11-17). En este rico pasaje, que encontramos exclusivamente aquí, muestra Lucas el significado del reino de Dios en acción; posteriormente, en 13,18-21, lo ilustrará mediante parábolas. 10. sinagoga: →56 supra. sábado: → 58.81 supra. 11. mujer: El reino de Dios no es solamente para hombres. Esta «pequeña», que responde al poder del reino de Dios en su vida alabándolo (v. 13), está en oposición a los dirigentes religiosos, cuya visión sobre cuándo puede Dios actuar les ciega ante la presencia de su reino y la necesidad de arrepentirse. 15-16. Jesús argumenta de lo menor a lo mayor: Si soltáis a los animales en sábado, ¿por qué no puedo yo liberar a un ser humano en sábado? hija de Abrahán: La herencia religiosa judía no está restringida a los sanos o a los varones. Esta mujer pertenece al Israel reconstituido (→23 supra). Cf. también 19,9, donde Jesús declara que Zaqueo, jefe de publícanos, otro marginado, es un «hijo de Abrahán». Lo que Jesús ha hecho por esta mujer es cumplir su encargo de liberar a los cautivos de las cadenas del mal (4,18). sábado: Lo que Jesús realiza en sábado es realmente una celebración de su sentido más profundo, es decir, la liberación de los efectos del orden caído. El objetivo del sábado, como Jesús lo ve, no es prohibir las obras de misericordia, sino fomentarlas. Cf. Busse, Wunder (→67 supra) 289-304; Wilson, Luke and the Law (→58 supra) 37; Witherington, Women (→ 127 supra) 68-71.
140 (1) EL REINO DE DIOS CRECE A PESAR DE LAS OPOSICIONES (13,18-21). Estas dos parábolas sobre el reino, que se encuentran solamente en Lucas, tienen su paralelo en Mt 13,31-33. Estas parábolas no acentúan el contraste entre la insignificancia del comienzo y la grandeza del resultado final. En lo que se centran es en el crecimiento, que se desarrolla inexorablemente. En el contexto previo a estas parábolas, Lucas puso el acento en la oposición a Jesús (cf. 11,13-13,17); en lo que sigue, el tema de la oposición no será menos intenso (14,1-24; 15,1-2). Estas parábolas tranquilizan a los discípulos, que, en acompañando a su maestro en el viaje, tendrán que afrontar también la violenta oposición. También ayudan a explicar por qué la misión del reino de Jesús encontró la oposición. 19. pájaros del cielo construyeron sus nidos en sus ramas: Esta alusión compuesta del Sal 104,12 y Dn 4,9.18 se refiere a los diferentes seres humanos que encuentran su refugio en el reino de Dios. El tema lucano del universalismo se hace presente. Jesús padeció la oposición porque aceptaba comer con los marginados como símbolo del reino de Dios (cf. 13,28-29). 21. levadura que una mujer toma y mete: Al hombre de la parábola anterior corresponde ahora una mujer. R. VV. Funk (Int 25 [1971] 149-70) ha llamado la atención sobre tres extraños elementos de esta parábola: (1) El reino de Dios se compara con un elemento impuro y corrupto, la levadura; (2) el reino de Dios está oculto bajo la imagen de la levadura; (3) está oculto en la cantidad de harina utilizada para celebrar una epifanía divina (Gn 18,6; Jue 6,19). La comparación del reino de Dios con algo que es impuro desafía el concepto común de pureza y está en sintonía con el evangelio lucano (p.ej., 8,26-56). Este reino está ciertamente oculto, esp. para los sabios y entendidos (10,21). En este reino Jesús proclama con palabras y hechos que está aconteciendo una epifanía de Dios para todos los que abran los ojos y oídos para verlo y escucharlo. Los discípulos pueden estar seguros de que el reino de Dios está en acción, como el poderoso agente corruptivo, la levadura, y de que logrará su objetivo a pesar de todos los indicios contrarios.
141 (B) Parte segunda de la instrucción sobre el sentido del camino cristiano (13,22-17,10). Lucas continúa explotando el rico simbolismo del viaje de Jesús a Jerusalén y su cita con la voluntad de Dios, e instruye a los discípulos en las variadas dimensiones del camino cristiano.
(a) INSISTENCIA EN LA NECESIDAD DE ARREPENTIMIENTO (13,22-30). Lucas construye esta unidad fundamentándose en los mandatos de arrepentimiento hallados en 13,3.5, y utilizando, posiblemente, material procedente de Q para los vv. 24-29. Insiste en que el camino cristiano exige una total fidelidad a Jesús, y proporciona compañeros de viaje de todos los ámbitos y lugares de la tierra para el banquete escatológico. 24. puerta estrecha: El contraste implícito parece ser el que existe entre las grandes puertas de las ciudades, por las que puede pasar una multitud de una sola vez, y aquellas otras puertas más pequeñas. 25-27. cierre la puerta: Lucas cambia la imagen por una puerta que Jesús cierra a los que se contentaban con jactarse de que lo conocían y sabían de su mensaje. No basta con comer y beber ocasionalmente con Jesús. Hay que participar en su vida, cuyo símbolo es la comunión de mesa con los humildes. 28-29. Abrahán, Isaac y Jacob: El reino de Dios se describe ahora como banquete escatológico (cf. Is 25,6-8). Quienes no quieren comprometerse con el camino de Jesús se encuentran fuera de él. Misericordiosamente, Dios abre el banquete a todos los pueblos. Son éstos quienes forman ahora el Israel reconstituido. 30. Lucas toca su querido tema de la inversión.
(b) JESÚS VIAJA OBEDIENTEMENTE A JERUSALÉN (13,31-35). Lucas acentúa en este pasaje la obediencia de Jesús a la voluntad de Dios (cf. 9,51) y su tierno afecto a la ciudad santa, Jerusalén, y a sus habitantes. Bajo estos amplios temas, prosigue Lucas con su típico motivo de la oposición a Jesús, el portavoz de Dios. 31. unos fariseos: Se trata de la única referencia positiva a los fariseos en todo el evangelio. 32. zorro: Jesús considera a Herodes Antipas (cf. 3,1.19-20; 9,7-9; 23,6-10) un personaje astuto y taimado. No deberíamos pasar por alto la importancia de esta crítica contra una personalidad política. En el evangelio lucano no se considera sacrosanto ni el orden social romano ni tampoco aquellos que, como Herodes, lo apoyan. Jesús los critica libremente. «Más aún, Jesús no se somete a los modelos y prácticas sociales aceptadas por los romanos y sus aliados. Rechaza la violencia y explotación que, sin embargo, ellos aceptaban como elementos normales de la existencia; sus enseñanzas y comportamiento iban en contra de muchos otros modelos que aceptaban y aprobaban» (R. J. Cassidy, Jesús, Politics, and Society [Maryknoll 1978] 61-62; trad. esp.: Jesús, política y sociedad [Madrid 1988]). → 170 infra. al tercer día alcanzaré mi objetivo: Herodes no impedirá que Jesús prosiga llevando a cabo su misión del reino. Cuando a Dios le parezca conveniente, Jesús llegará a Jerusalén, y allí será levantado al tercer día como vindicación de Dios. 33. es necesario que continúe mi viaje: Con total resolución, acepta Jesús la voluntad de Dios, tal y como indica el término «es necesario» (gr. dei). Jerusalén no es solamente el lugar del asesinato de Jesús, sino también su agente. Sobre el motivo del «profeta rechazado», gracias al cual Lucas da sentido a la muerte de Jesús en Jerusalén, cf. -«→ 61 supra. 34. gallina: Con esta imagen de tierno afecto y cálida protección, el Jesús lucano expresa su compasión por su propio pueblo. 35. casa: No se refiere necesariamente al templo. El trasfondo veterotestamentario parece ser Jr 22,1-9, donde «casa» significa la corte del rey. En el relato lucano de la pasión, son principalmente los dirigentes religiosos, los sumos sacerdotes, los responsables de la muerte de Jesús, cf. F. D. Weinert, CBQ 44 (1982) 68-76. bendito: Siguiendo la línea narrativa lucana, se trata de una referencia a 19,38 (→ 163 infra).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
El asesinato de los galileos a que alude el primer versículo de este pasaje, es un acontecimiento sobre el cual no sabemos nada de cierto. Relativamente a las razones que tuvieran algunas de los oyentes de nuestro Señor para hacer alusión a él, solo podemos formar conjeturas. Más, sea de esto lo que fuere, Jesús se valió de esta oportunidad para hablar a los circunstantes respecto de sus almas. Como lo hacía de costumbre, se refirió al acontecimiento y aplicándolo a lo que se proponía enseñar, mandó a sus interlocutores que examinasen su corazón y pensasen en que estado estaban sus relaciones con Dios. Es como si les hubiera dicho: «¿Qué os va en que esos galileos murieran asesinados? Considerad vuestros hechos. A menos que os arrepintáis, todos vosotros pereceréis también..
Notemos primeramente en estos versículos como estamos mucho más dispuestos a hablar de la muerte de los demás, que de la nuestra.
La muerte de los galileos fue, sin duda, asunto general de conversación en Jerusalén, y en toda la Judea. Ya podemos imaginarnos que todos sus pormenores y circunstancias fueron repetidos por millares de hombres que no pensaban en el fin de su propia existencia. Lo mismo sucede hoy día: un asesinato, una muerte repentina, un naufragio, un accidente de ferrocarril, se apoderan de los ánimos de toda una población, y están en boca de todos los que encontramos de día en día. Y sin embargo, a esas mismas personas les disgusta hablar de su propia muerte y de la suerte que les espera más allá del sepulcro. Tal es la naturaleza humana en todos los siglos. En lo que toca a religión, todos están dispuestos a hablar de los demás más bien que de sí mismos.
El estado de nuestras propias almas debiera ser lo que primero ocupara nuestra atención. Con sobra de razón se ha dicho que la verdadera religión empieza siempre por el «Yo.» El hombre convertido piensa primero, en todo caso, en su propio corazón, en su propia vida, en sus propios merecimientos, en sus propios pecados. ¿Llega a sus oídos la noticia de una muerte repentina? El se dice para sí: «¿Habría estado yo preparado para tal evento?» ¿Le refieren algún crimen horroroso? Se pregunta: «¿Han sido perdonados mis pecados, y me he arrepentido de mis culpas?» ¿Sabe que algunos hombres irreligiosos están cometiendo toda clase de pecados? Se interroga: «¿Quién me ha hecho diferir de ellos?»»¿Qué sino la gracia de Dios ha podido librarme de seguir las mismas sendas?» Aspiremos a pensar siempre de este modo. Tomemos interés en todo lo que acaezca en torno de nosotros; tengamos piedad y compasión de todos los que son víctimas de la violencia o de una muerte repentina; más no olvidemos hacer un examen de conciencia y fijar en la memoria las lecciones que nos enseñe la experiencia de los demás.
Observemos, además, en estos versículos de que manera tan explícita nuestro Señor proclama la necesidad universal del arrepentimiento. Dos veces dice con ahínco: «Antes si no os arrepintiereis todos pereceréis así..
La verdad que estas palabras expresan, es uno de los principios fundamentales del cristianismo. «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gracia de Dios.» Todos nosotros hemos nacido en el pecado, y en nuestro estado natural no podemos agradar a Dios. Dos cosas son absolutamente indispensables para la salvación de cada uno de nosotros: el arrepentimiento y la fe en el Evangelio. Sin arrepentimiento delante de Dios y sin fe en nuestro Señor Jesucristo, ninguno puede ser salvo.
En las Sagradas Escrituras se nos explica de una manera clara e inequívoca la naturaleza del verdadero arrepentimiento. Empieza por la percepción del pecado; crea en seguida pesar por las culpas cometidas; y después impele al penitente a confesarlas ante Dios. El cambio de vida y el odio al pecado dan a conocer a los demás hombres que realmente ha habido arrepentimiento; más la fe viva en nuestro Señor Jesucristo es su más importante distintivo.
Que el arrepentimiento es necesario para la salvación, ninguno que escudriñe las escrituras y medite sobre el asunto podrá dudarlo. Sin arrepentimiento no puede haber perdón de los pecados. Toda persona que ha sido perdonada ha sido también penitente. De los que han sido lavados en la sangre del Redentor no ha habido uno que no haya percibido sus pecados sentido pesar por ellos. Sin el arrepentimiento no estaremos jamás en aptitud de entrar en el cielo. No podríamos ser felices si llegáramos al reino de la Gloria con un corazón que amara aún el pecado, pues no sentiríamos júbilo en la sociedad de los santos y de los ángeles, y nuestro ánimo no se encontraría en estado de gozar una eternidad de pureza. Que estas verdades se graben profundamente en nuestro corazón. Si hemos de salvarnos, preciso es que nos sintamos arrepentidos y que tengamos fe.
Terminemos este tema haciéndonos esta solemne pregunta «¿Hemos arrepentido?» Vivimos en un país cristiano; pertenecemos a una iglesia cristiana; tenemos ceremonias y culto cristianos; y con nuestros oídos hemos oído hablar del arrepentimiento centenares de veces; más ¿nos hemos arrepentido? ¿Percibimos realmente cuan grande es nuestra propia culpabilidad? ¿Sentémonos contritos por nuestros pecados? ¿Hemos confesado a Dios nuestras culpas e implorado perdón ante el trono de la gracia? ¿Hemos cesado de hacer mal y abandonado nuestras malas costumbres? ¿Aborrecemos de todo corazón todo lo que sea contrario a los preceptos de Dios? Estas son cuestiones serias y merecen grave consideración. El asunto de que tratamos no es insignificante. En él se nos va nada menos que la vida, la vida eterna. Si morimos impenitentes y sin que nuestro corazón haya sido renovado, sería mejor que nunca hubiéramos nacido.
Si todavía no nos hubiéramos arrepentido, hagámoslo sin tardanza, pues de ello tendremos que dar cuenta. «Arrepentíos, pues y convertíos» fueron las palabras de Pedro a los judíos que habían crucificado a nuestro Señor. Hechos 8.22. «Arrepiéntete y ruega a Dios,» fue la exhortación dirigida a Simón el Mago cuando estaba «en hiel de amargura y en prisión de iniquidad..
Todo nos estimula a arrepentirnos. Cristo nos invita; en las Escritura se nos prometen bendiciones; gloriosas aseveraciones de que Dios tiene voluntad de recibirnos abundan en la Santa palabra; y «hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente.» Levantémonos pues, y dirijámonos a Dios.
Si ya nos hemos arrepentido repitamos ese acto hasta el fin de nuestra vida. En tanto que estemos revestidos de este cuerpo mortal, tendremos pecados que confesar y culpas que lamentar. Arrepintámonos y humillémonos más profundamente cada año. Que cada vez que llegue nuestro cumpleaños aborrezcamos más el pecado y amemos más a Cristo. Un sabio santo de la antigüedad dijo: «Espero llevar mi arrepentimiento hasta a la puerta misma del cielo..
Fuente: Los Evangelios Explicados
R686 En los escritos de Lucas (como ocurre en este versículo) αὐτός seguido de un artículo es a veces sólo un pronombre demostrativo, como llega a ser en el griego posterior, con el significado: aquel mismo.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, derramado junto
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. mezcló.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
Exhorta al pueblo a penitencia y a que escarmiente con los castigos que Dios ejecuta en los pecadores. Sana a una mujer en día de sábado, y condena la superstición que había acerca de su observancia. Compara el reino de los cielos al grano de mostaza y a la levadura. De la puerta estrecha, y de cómo una vez cerrada, muchos llamarán inútilmente. Dice que Herodes es una raposa, y que Jerusalén será abandonada por su crueldad.
1 a. Estos eran unos sediciosos de Galilea, que Pilato había hecho morir, mientras estaban sacrificando en Jerusalén, a donde habían ido con ocasión de alguna grande fiesta; y por esto dice que su sangre se mezcló con las víctimas que sacrificaban. No consta por qué Pilato los hizo matar; pero el P. Lamy, y otros intérpretes son de sentir que este gobernador, encendido en ira, porque impedían que se sacrificasen víctimas por la salud del imperio o de César, los hizo pasar a cuchillo al mismo tiempo que ellos hacían sus sacrificios.
2 b. Esta respuesta del Señor da a entender que miraban aquel suceso como un castigo de la impiedad de aquellos galileos, y al mismo tiempo esperaban oír lo que Jesucristo decía sobre él. Mas el Señor tomando de aquí ocasión para corregir sus juicios, y para humillarlos, les dice que de estos sucesos no se debía colegir la mayor o menor gravedad de los pecados, puesto que Dios no ejecutaba en ellos mismos iguales o mayores castigos siendo mucho más reos que aquellos; y que tuviesen entendido, que si no se arrepentían de sus pecados, perecerían como ellos; esto es, con una mala muerte, que es la de los pecadores; La muerte de los pecadores muy mala (Sal 33,22).
4 c. El Señor, para confirmar la misma doctrina, les propone otro ejemplo semejante de diez y ocho personas, sobre las cuales cayó la torre de Siloé. Esta se llamaba así, por estar cerca de la fuente de Siloé, que salía a pie del monte de Sión. De esta fuente se formaba la piscina de Siloé, en donde el Salvador mandó al ciego de nacimiento que se lavase después de haberle ungido los ojos con barro, que amasó con tierra y con su saliva (Jn 9,7).
d. Mas culpables.
6 e. Esta higuera representa la nación de los judíos, en la que buscó largo tiempo el fruto de sus buenas obras, sin haberle jamás hallado. Jesucristo, representado por el que cuidaba de la viña, no dejó medio de cultivarla con el mayor esmero durante su vida mortal, exhortándolos y predicándoles continuamente, y obrando en beneficio suyo infinitas maravillas; pero como no se aprovecharon de estas instrucciones y avisos, fueron últimamente echados de la tierra en que Dios los había establecido. Esta parábola se aplica también a los pecadores impenitentes.
f. MS. Llantada en su uinna.
7 g. Algunos entienden estos tres años, de los que empleó el Señor después de su bautismo predicando para su conversión a los judíos.
h. MS. ¿Por qué tien la tierra encobada. El Griego: katargéi, es una carga inútil a la tierra.
9 i. Queda el sentido suspenso, y así se sobrentiende: verémos si así da fruto; o si así diere fruto, la podrás dejar; pero si no, etc.
11 j. Una enfermedad extraordinaria e incurable con que el diablo la atormentaba.
k. En esta mujer se representan los hombres, que habiendo sido criados por Dios con la cabeza levantada y derecha, para que miren hacia arriba, y aspiren continuamente a las cosas del cielo; se ven agobiados del peso de sus pecados y pasiones, y por ello andan siempre encorvados y cosidos con las cosas de la tierra.
l. MS. Que non podie catar ariba ni miaia.
14 m. El que presidía a los otros se llamaba Rosch Hakahal, príncipe de la sinagoga o congregación. Para este empleo eran escogidos hombres de edad adelantada y de consumada prudencia y sabiduría.
n. MS. En que deue ombre latrar.
o. Este hombre quiso cubrir la oculta envidia que le consumía con una capa de falso celo por la observancia del sábado.
16 p. Oprimida con una dura esclavitud.
17 q. MS. Enuergoncauan todos.
r. Porque no tenían que poderle responder.
s. Porque no estaban preocupados contra el Señor, ni le miraban con ojos de envidia, como los fariseos y escribas.
19 t. El Griego: kateskénosen, hicieron su nido.
21 u. MS. Fasta ques liebda todo.
23 v. Nótese que la pregunta fue de uno solo, quidam, el Señor dirige la respuesta a muchos: dixit ad illos. Quizá para mostrar que la pregunta hecha por vana curiosidad no merecía respuesta; pero quiso de ella tomar ocasión el Señor para dar a todos una lección muy importante.
24 w. El Señor no responde derechamente a su curiosa e inútil pregunta; solamente les da a entender, que son pocos, y que ellos debían procurar con el mayor esfuerzo ser del número de estos pocos.
x. Tendrán un ciego y estéril deseo de la bienaventuranza; pero no la constancia y firmeza que conviene para andar por un camino tan estrecho (Jn 7,34; 8,21; 13,33; Rom IX,31).
25 y. El Griego: egerthé, se levantare.
z. El Griego: kúrie, kúrie, Señor, Señor (Mt 25,10).
26 a. Aunque estas palabras hablan generalmente con todos los discípulos de Jesucristo, parece que miran particularmente a los judíos, que habían comido y bebido a su presencia, cuando los alimentó en el desierto milagrosamente, y cuando en diversas ocasiones le convidaron a comer en sus casas. También los había enseñado, y enseñaba todos los días en sus plazas públicas y sinagogas. Pero al mismo tiempo les desengaña, diciendo, que todo esto de nada les aprovecharía, por no haberlo querido reconocer por su Salvador. ¿Y qué pueden esperar los cristianos, si más favorecidos de Dios que los judíos mismos, no escuchan a Dios, cuando los llama, sino que desprecian sus avisos y consejos? (Pr 1,24).
29 b. De Norte y Mediodía. Esto es; los gentiles, y toda suerte de naciones extranjeras.
31 c. Es creíble que Herodes incitado por los mismos fariseos dijese alguna cosa contra Jesucristo; y esto les dio motivo para venir a darle este aviso, con el fin de hacerle salir de aquella provincia, en donde su envidia no lo podía sufrir.
32 d. A ese príncipe impío, artificioso y cobarde, a quien hace sombra la virtud y fortaleza de los otros.
e. Que forme contra mi vida los designios que quiera; porque yo debo emplear aun algún tiempo en mi ministerio, que es dar salud espiritual y temporal, y hacer bien a todo el mundo, y predicar el reino de Dios; y pasado este tiempo, consumaré o acabaré mi sacrificio con la muerte.
33 f. A cumplir mi ministerio, y la obra de la redención del género humano.
g. Porque esta ciudad es como el lugar destinado para derramar la sangre de los profetas. Algunos de estos habían sido muertos fuera de Jerusalén, como Jeremías en el Egipto, y Ezequiel en la Caldea; pero la mayor parte pereció en esta ciudad, que llenando la medida de su iniquidad, hizo morir a la misma vida, y al que las Escrituras llamaban por excelencia el Profeta.
35 h. Es el Salmo 118, que se cantaba con mucha frecuencia en las familias.
Fuente: Notas Bíblicas
[3] Tanto Judíos como Efrayimitas tienen que arrepentirse del pecado, para prevenir una segunda muerte de perecer en el Lago de Fuego.
[4] El símbolo secundario de la nación de Israel, después del árbol del olivo, ambos hacen la viña de YHWH.
[5] La paciencia de YHWH cono todo Israel.
[1] La mujer es un tipo de Israel, siendo el 18 el número de la vida, o jayim, que significa que cuando Israel encuentra a Yahshua, todas las cosas se enderezan como dicho Isaías en el capítulo 40.
[2] Una parábola sobre el crecimiento del Israel del Pacto Renovado de acuerdo con la multiplicación física, que contiene tanto a los nacidos espiritualmente como a los miembros espiritualmente muertos. Las aves representan a demonios y falsedades-mentiras.
[3] Ver nota en Mat 13:33.
[4] Muchos de las multitudes de Israel.
[5] Sin la obediencia a la Torah, Yahshua no reconocerá el servicio de uno, o el espíritu a través del cual esta persona opera.
[6] Observe que todos los patriarcas Hebreos y por implicación las matriarcas, estarán allí. Así que ésto no es un rechazo a Israel. Más bien es un rechazo a una generación de líderes que voluntariamente le rechazaron.
[7] En contraste con los líderes Judíos de esa generación, la referencia aquí es el retorno de los exiliados de Israel de las cuatro esquinas de la tierra a los cuales fueron esparcidos. La referencia a las cuatro esquinas, como en Isa 11:12 y Jer 31:8, siempre se refiere únicamente a Israel, y a su regreso en los últimos día a través de Moshiaj. Estos versículos entonces no significan el quitar el reino de Israel, sino más bien una expansión del reino a todo Israel, aún a aquellos que se encuentran en las cuatro esquinas de la tierra, ésto es Efrayim/Israel.
[8] El papel invertido de las dos casas. Efrayím entra antes que Judah, quien entra plenamente en la Segunda Venida.
[9] Reuniendo a Israel. La verdadera y primaria misión de Moshiaj.
[10] Más bien que reunir a Israel en ese tiempo, la casa permanecerá dividida y por lo tanto desolada en lo que se refiere a la unidad y sanidad inmediata.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero