Comentario de Lucas 14:15 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Al oír esto, uno de los que estaban sentados juntos a la mesa le dijo: —¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!

14:15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. — Esta figura indica la comunión con Dios. Sal 23:5; Mat 8:11-12; Apo 3:20; Apo 19:9. La siguiente parábola tiene que ver con esta comunión con Dios, comparada a “una gran cena”. Compárese Mat 22:2, “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Bienaventurado el que coma pan en el reino de los cielos. Luc 12:37; Luc 13:29; Luc 22:30; Mat 8:11; Mat 25:10; Jua 6:27; Apo 19:9.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Bienaventurado el que coma: Uno de los invitados a la mesa reflexiona sobre la gloria que resulta del sentarse en la mesa de Dios, que representa el ser salvo y vivir en la presencia de Dios. Posiblemente el hombre supuso que muchos de los que estaban en la mesa con Jesús también estarían presentes en la mesa de Dios. Jesús responde a la suposición del hombre con una advertencia.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

PARÁBOLA DE LA GRAN CENA. Aunque esta parábola tenía que ver con Israel y su rechazo del evangelio, también es aplicable a las iglesias y a cada creyente en la actualidad.

(1) El tema de esta parábola es el día de la resurrección en su futura gloria celestial (vv. Luc 14:14-15; cf. Luc 22:18), es decir, el retorno de Cristo para llevar a su pueblo al reino celestial.

(2) Los que inicialmente aceptaron la invitación, pero luego se negaron a ir representan a los que han aceptado, o aparentado aceptar la invitación de Jesucristo para salvación, pero se ha enfriado su amor por Él y por el reino celestial (vv. Luc 14:17-20).

(3) Tales personas han dejado de poner sus metas en las cosas celestiales (vv. Luc 14:18-20). Han rechazado la exhortación bíblica a pensar en «las cosas de arriba, no en las de la tierra», mientras esperan la aparición de Cristo (Col 3:1-4). Su esperanza y su vida se centra en las cosas de este mundo, y ya no anhelan una patria mejor, «esto es, celestial» (Heb 11:16).

(4) Los vv. Luc 14:21-23 indican que también hay quienes tienen el corazón puesto en Cristo y el cielo y no lo tienen ajustado a lo que les ofrece este mundo. Ellos exclaman con el Espíritu y la novia: «Amén; sí, ven, Señor Jesús» (Apo 22:20).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

el que coma pan en el reino. Es probable que este hombre creyera en la noción popular de que solo los judíos serían invitados al banquete celestial (vea la nota sobre Mat 8:12). Quizá fue un dicho que pronunció a la ligera o con pretensiones de piedad, sin mucha reflexión seria. Cristo contestó con una parábola que ilustra la inclusión de los gentiles.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

14:15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. – Esta figura indica la comunión con Dios. Sal 23:5; Mat 8:11-12; Apo 3:20; Apo 19:9. La siguiente parábola tiene que ver con esta comunión con Dios, comparada a “una gran cena”. Compárese Mat 22:2, “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL BANQUETE DEL REY Y SUS HUÉSPEDES

Lucas 14:15-24

Cuando uno de los comensales oyó lo que había dicho Jesús, exclamó:
-¡Felices los que estén invitados al banquete del Reino de Dios!

Entonces Jesús les contó otra parábola:

-Una vez un hombre organizó un gran banquete e invitó a mucha gente. Y cuando llegó el momento, mandó a su siervo a decirles a los convidados: «¡Venid, porque ya está todo preparado!» Pero los convidados empezaron a disculparse como si se hubieran puesto de acuerdo. Uno dijo: «Acabo de comprar una propiedad y no tengo más remedio que ir a verla. Discúlpame, por favor.» Y otro dijo: «Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y ahora mismo iba a probarlos; así que haz el favor de excusarme.» Y otro dijo: «Acabo de casarme. Comprenderás que no puedo ir.» Cuando volvió el siervo, se lo hizo saber todo a su señor, que se puso furioso y le dijo: «¡Sal a toda prisa por las plazas y por las calles de la ciudad, y tráete para acá a todos los pordioseros, mancos, cojos y ciegos que te encuentres!» Al cabo de un rato el siervo volvió y le dijo a su señor: «Señor, ya se ha hecho como mandaste; pero todavía queda sitio.» Y el señor le dijo al siervo: «¡Pues salte por los caminos y los senderos, y obliga a entrar a todos los que encuentres, hasta que se me llene la casa! Porque os aseguro que ninguno de los que estaban convidados va a probar mi banquete!»

Los judíos tenían una serie de historias acerca de lo que iba a suceder cuando llegara la nueva era. Una de estas era la del banquete mesiánico, en el que leviatán, el monstruo marino (Job 41:1 ), sería el plato de pescado y behemot (Job 40:15 ) el de carne. En este banquete estaba pensando el que dijo: «¡Felices los que estén invitados al banquete del Reino de Dios!» Naturalmente, estaba pensando sólo en los buenos judíos, porque los gentiles y los pecadores no tendrían parte en la fiesta de Dios. Y por eso contó Jesús esta parábola.

En Palestina, cuando se hacía una fiesta, se fijaba la fecha con mucha antelación y se mandaban las invitaciones para que se dijera si se aceptaban. Pero no se decía la hora; así es que, cuando llegaba el día y todo estaba preparado, iban los siervos a avisar a los invitados. Era un grave insulto el haber aceptado la invitación y luego no asistir.

El dueño de la casa de la parábola representa a Dios. Los convidados originales eran los judíos. A lo largo de toda su historia habían estado esperando el día en que Dios interviniera; ese día había llegado, y ellos rechazaron la invitación. Los pordioseros y minusválidos de la calle representan a los publicanos y pecadores que recibieron a Jesús, mientras que los religiosos le rechazaron. Los de los caminos y las sendas del campo eran los gentiles, para los que había sitio en la fiesta de Dios. Belgel, el gran comentarista de tiempos de la Reforma, dice: «Tanto la naturaleza como la gracia aborrecen los vacíos.» Así que, cuando los judíos no acudieron a la invitación de Dios, la recibieron los gentiles.
Hay una frase de esta parábola que desgraciadamente se usa mal: «¡Pues salte por los caminos y los senderos, y obliga a entrar a todos los que encuentres!» Hace mucho, Agustín de Hipona usaba este texto para justificar la persecución religiosa. Se tomaba como una orden para hacer cristianos a la fuerza, y como la razón para la Inquisición, las torturas, los autos de fe, las campañas contra los herejes, el bautismo o la muerte para los vencidos en supuestas guerras santas, etcétera, etcétera, cosas que son la vergüenza de la llamada civilización ,cristiana. Debemos entender esa frase de acuerdo con otra: «El amor de Cristo nos constriñe» (2Co 5:14 ). En el Reino de Dios no existe más que una obligatoriedad: la del amor.

Pero, aunque esta parábola presenta una amenaza a los judíos que rechazan la invitación de Dios y una gloriosa oportunidad para los pecadores y los gentiles que nunca habían soñado con recibirla, también contiene verdades de carácter permanente que son tan actuales hoy como entonces. Los convidados presentan excusas nada diferentes de las que se ponen hoy.

(i) El primer invitado dijo que había comprado un terreno, y que iba a verlo. Esto sucede cuando dejamos que los negocios usurpen los derechos de Dios. Es posible estar tan inmerso en las cosas de este mundo que no se tiene tiempo para dar culto. a Dios ni aun para orar.

(ii) El segundo invitado dijo que había comprado cinco yuntas de bueyes y que iba a probarlos. Esto es dejar que las novedades usurpen los derechos de Cristo. Sucede a menudo que, cuando se entra en una nueva situación se está tan absorto que no se tiene tiempo para ir al culto ni para orar. Se da el caso de personas que se compran un coche, o un chalé, y dicen: «Antes íbamos al culto los domingos; pero ahora salimos al campo, que buena falta nos hace a todos, y especialmente a los chicos.» Es peligrosamente fácil que algo nuevo, como un juego, o un hobby, o un amigo, desalojen de nuestro horario los deberes espirituales.

(iii) El tercer invitado dijo, más enfáticamente que los otros: «Acabo de casarme. Comprenderás que no puedo ir.» Una de las leyes maravillosamente humanitarias del Antiguo Testamento establecía: «Cuando alguno fuere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para hacer feliz a la mujer que tomó» (Dt 24:5 ). Sin duda esa ley era la que se aplicaba este hombre. Una de las tragedias de la vida es que las cosas buenas hacen que nos olvidemos de Dios. No hay nada más maravilloso que el hogar; pero no se pretende que se use de una manera egoísta. Los que viven juntos, viven todavía mejor con Dios; se sirven mejor mutuamente si sirven también a otros; el ambiente del hogar es aún más maravilloso cuando los que viven en él se acuerdan de que también son miembros de la familia y de la casa de Dios.

EL BANQUETE DEL REINO

Antes de salir de este pasaje, conviene que nos fijemos en que los versículos 1 a 24 tratan de fiestas y banquetes. Jesús comparaba su Reino y su servicio con una fiesta. El Reino se parecía a la ocasión más feliz que se conocía en la vida. No cabe duda de que no hay que pensar que el Evangelio prohíbe pasarlo bien.
Siempre ha habido un tipo de cristianismo que le quita toda la gracia a la vida. Juliano hablaba de esos cristianos paliduchos y con pecho de tabla que nunca veían que el sol brillaba también para ellos. Swinburne apostrofaba contra Cristo:

«Tú has ganado, pálido Galileo; El mundo se ha puesto gris con tu aliento.»

Ruskin, que se crió en un hogar rígido y estrecho, cuenta que le regalaron una vez un caballito de juguete, y que una tía suya muy «piadosa» se lo quitó, diciendo que los juguetes no eran para los niños cristianos. Hasta un pensador tan sanote como A. B. Bruce dice que uno no se puede figurar al niño Jesús jugando con los otros chicos cuando era pequeño, o sonriendo cuando era hombre. W. M. Macgregor, en sus Conferencias Warrack, habla con su magistral ironía de uno de los pocos errores de John Wesley, que fundó un colegio en Kingswood, cerca de Bristol, y dispuso que no se debían permitir juegos ni en el colegio ni en sus terrenos, porque «el que juega de niño sigue jugando de mayor.» No se tenían vacaciones. Los chicos se levantaban a las 4 de la mañana, y pasaban la primera hora del día de oración y meditación, y los viernes ayunaban hasta las 3 de la tarde. W. M. Macgregor califica todo el sistema de «estúpido desafío a la naturaleza.»

Tenemos que tener presente que Jesús pensaba en el Reino como una fiesta. Un cristiano lúgubre es un monstruo de la naturaleza. El gran filósofo Locke definía la risa como «una gloria repentina.» Al cristiano no se le prohíbe ningún placer sano, porque para él la vida es una fiesta de bodas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 13:29; Apo 19:9.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El banquete celestial (cf. Mat. 22:1-10). La mención de la resurrección llevó a uno de los invitados a la feliz situación de los que compartirán el banquete celestial. Respondiéndole, Jesús planteó la cuestión de qué tipo de personas será invitado. La doble invitación (16, 17) era característica de las prácticas antiguas. Para aquel auditorio las excusas para no asistir deben haber sonado muy inadecuadas, y seguramente estaban disfrutando mucho del humor del relato hasta que se dieron cuenta de que ésa era la forma en que, a los ojos de Jesús, ellos estaban tratando la invitación de Dios. Por lo tanto, es bueno expresar el tipo de sentimientos piadosos mencionados en el v. 15: el punto vital es si uno ha aceptado la invitación celestial. Pero la historia prosigue mostrando cómo Dios invita a los que no tienen posición alguna en la sociedad. Jesús ya se está defendiendo por llevar el evangelio a los publicanos y pecadores (ver 15:1-32).

La historia similar de Mat. 22:1-10 hace surgir la cuestión de si Jesús originalmente contó una parábola que sus discípulos desarrollaron en dos formas diferentes o contó dos similares pero distintas. De cualquier modo, podemos preguntarnos cuál es el punto principal de cada versión.

Notas. Una historia judía, que data del siglo V a. de J.C., y que podría estar basada en una tradición anterior, habla de un ambicioso cobrador de impuestos que trató de lograr una posición social entre los aristócratas tradicionales invitándolos a cenar, pero fue ásperamente rechazado por ellos. Para no perder la comida invitó a los pobres en lugar de aquéllos. Si la historia era conocida en tiempos de Jesús, proyecta una interesante luz sobre la parábola. 16, 17, 23 Puede haber aquí alusiones alegóricas a las invitaciones de Dios en el AT, y por medio de Jesús a los judíos y finalmente a los gentiles.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) O: “esté en el banquete”.

REFERENCIAS CRUZADAS

ñ 927 Luc 13:29; Rev 19:9

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Bienaventurado el que. Una observación aparentemente piadosa, hecha con el propósito de embotar la fuerza del punto que Cristo estaba enseñando.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Los versículos arriba trascritos contienen una da las parábolas instructivas que se encuentran en el Evangelio. A olla dio lugar la siguiente observación que hizo un hambre que estaba sentado con js la masa, en casa de un fariseo: «Bienaventurado el que comerá pan en el reino de los cielos.» No se nos dice que objeti tenían esas-palabras Tal vez el que las pronunció era de aquella clase de personas que desean ir al cielo y gustan de oír hablar sobre asuntos religiosos, pero nunca dan un poso más adelante. Nuestro Señor aprovechó la oportunidad para recordarle a él y á todos los que estaban presentes, que hay muchos que han invitados á entrar en el reino de los cielos; pero que sin embargo nunca llegan allí porque desatienden la invitación.
La parábola nos enseña en primer lugar, que Dios .ha provisto abundantes los medios por los el hombre puede ser salvo.
Esto es lo que significan las siguientes palabras: «Un hombre hizo una gran cena, y llamó a muchos. He aquí el Evangelio.
E Evangelio contiene todo lo que los pecadores han menester para ser salvos. Por naturaleza todos nos hallamos desamparados y prontos á perecer; mas el Eterno concede para la salvación de nuestras almas la paz con él y el perdón de los pecados; la justificación y la santificación; la gracia en esta vida y la gloria en la otra. No hay nada que un corazón culpable ó una conciencia alarmada pueda desear, que Cristo no pueda otorgar. Cristo, en una palabra, es la figura que descuella en la gran cena. «Yo soy el pan de la vida,» dice El, «el que á mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás.» «Mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida.» «El que come mi carne y bebe mi sangre en mí mora, y yo en él.» Joh 6:35, Joh 6:55-56.
En esta parábola se nos enseña, en segundo lugar, que las invitaciones y los ofrecimientos contenidos en el Evangelio son muy latos y comprensivos. El señor honrado que dio la cena envió á sus siervos á decir á los convidados: » Venid, que ya todo está aparejado..
De parte de Dios nada falta para la salvación del hombre. El Padre está pronto á recibir á los que, por medio de Cristo, se alleguen á El. El Hijo está pronto á limpiar de sus pecados á los que acudan á él. El Espíritu Santo está pronto á descender sobre todos los que imploren su auxilio. Si el hombre quiere obtener la vida eterna Dios tiene una voluntad sin límites de que se salve.
Con Jesucristo como Mediador, los pecadores pueden acercarse á Dios sin temor. La palabra «venid » se dirige á todos sin excepción. ¿Estamos agobiados y cargados? «Venid á mí,» dice Jesús, «que yo os haré descansar.» Mat 11:28. ¿Tenemos sed? «Si alguno tiene sed,» dice el Señor, » venga á mí y beba.» Joh 7:37. ¿Estamos necesitados y sufriendo de hambre? «Venid,» dice el mismo Salvador, » comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.» Ninguno podrá decir que no se le alentó para que solicitara la vida eterna. Las siguientes palabras de nuestro Señor acallarían sus quejas: «Al que á mí viene no le echo fuera.» Joh 6:37.
Se nos enseña, en tercer lugar, en esta parábola, que muchos de los que reciben las invitaciones que el Evangelio contiene rehúsan aceptarlas. Cuando el siervo anunció que todo estaba preparado, comenzaron todos á una á excusarse. Uno tenia una frívola disculpa y otro, otra. Solo en una cosa estaban acordes: en que no querían venir. la parábola se nos presenta un vivido bosquejo de la manera como es recibido el Evangelio donde quiera que se le proclama. Millares de pecadores hacen todos los días lo mismo que queda descrito en la parábola. Se les exhorta á que acudan á Cristo, y rehúsan hacerlo.
No es por ignorancia de las doctrinas evangélicas que tantas almas se pierden: es por amor al mundo y por la falta de voluntad de hacer uso de los conocimientos que se poseen. No es de hombres notoriamente corrompidos que el infierno está lleno, sino de los que dan atención excesiva á asuntos que en sí mismos son lícitos. No es el odio franco al Evangelio lo que hemos de temer, sino el espíritu de esos hombres que por todo se disculpan, que todo lo difieren y retardan, y que están prontos á aducir cualquiera razón para no servir á Cristo siempre que se les exhorte á ello. La infidelidad y la falta de moral causan la ruina de millares de almas; pero las disculpas comedidas y corteses causan mayores pérdidas. Ninguna disculpa puede justificar al hombre que rehusé los llamamientos de Dios y no acuda á Cristo.
En esta parábola se nos enseña, por último, que Dios quiere la salvación de las almas, y ha ordenado que se empleen todos los medios posibles para persuadir á los hombres á que acepten el Evangelio. Se nos dice que, cuando los que fueron invitados primero á la cena rehusaron aceptar la invitación, el padre de familias dijo á su criado: «Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.» Y cuando el siervo hubo hecho esto, y todavía había espacio, el señor le dijo: » Ve por los caminos, y por los vallados, y fuérzalos á entrar para que se llene mi casa..
No puede haber mucha controversia respecto del significado de estas palabras. Nos justifican al afirmar de la manera más explícita que Dios tiene grande amor y compasión para con el pecador. Su clemencia es inagotable. Si algunos no quieren recibir la verdad, hace que se invite á otros en su lugar. Su piedad para con los infieles no es fingida ó imaginaria.
Pero, sobre todo, las palabras citadas justifican á todo predicador y á todo maestro del Evangelio en el empleo de todos los medios que estén á su alcance, á fin de conmover á los pecadores y persuadirlos á que se arrepientan de sus pecados.
Si no quieren presentarse delante de nosotros en público, preciso es que los visitemos privadamente. Si no concurren á la iglesia á oír los sermones, es preciso predicarles de casa en casa. Y no debemos tener embarazo en usar de medios que pudieran parecer poco suaves; pues es necesario que instemos á tiempo y fuera de tiempo. 1Ti 4:2. Á muchos de los no convertidos es preciso que los tratemos como si estuvieran aletargados ó en estado de demencia, que no se aperciben de las circunstancias en que se encuentran. Es preciso llamarles la atención al Evangelio repetidas veces. Ni hemos de ahorrar palabras ni esfuerzos. Debemos tratarlos como si fueran á cometer suicidio, y decirles: Ni podemos, ni queremos dejaros que continuéis por la senda en que habéis entrado. Los hombres irreligiosos tal vez no nos comprendan, tal vez hagan burla de todo celo y fervor religioso y lo apelliden fanatismo. Pero el hombre piadoso, animado como está del deseo de anunciar el Evangelio, no se cuidará de lo que diga el mundo, y traerá á la memoria las palabras de la parábola.
Examinemos nuestras conciencias al terminar esta parábola. Las verdades que contiene deben tener elocuencia para nosotros. La exhortación ha sido hecha á nosotros de la misma manera que á los judíos. Á nosotros nos dice el Señor constantemente: «Venid a la cena,» y » Venid hacia mí..

Fuente: Los Evangelios Explicados

coma… Lit. comerá.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit., reclinados

O, Dichoso

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. comerá.

Fuente: La Biblia Textual III Edición