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Comentario de Lucas 18:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 18:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Les refirió también una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar.

18:1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, (por causa de no obtener respuesta inmediata de Dios) — El capítulo anterior y los que siguen apuntan hacia aflicciones y persecuciones para los discípulos de Jesús. Por eso, deben estar listos a persistir en la oración sin desmayar. 1Ts 5:17; 1Pe 5:7. Muchos hijos de Dios desmayan por no orar con toda sinceridad y persistencia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

sobre la necesidad de orar siempre. Luc 11:5-8; Luc 21:36; Gén 32:9-12, Gén 32:24-26; Job 27:8-10; Sal 55:16, Sal 55:17; Sal 65:2; Sal 86:3; Sal 102:17; Sal 142:5-7; Jer 29:12; Rom 12:12; Efe 6:18; Flp 4:6; Col 4:2, Col 4:12; 1Ts 5:17.

y no desmayar. Sal 27:13; Jon 2:7; Gál 6:9; Heb 12:3-5.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La viuda insistente, Luc 18:1-8.

El fariseo y el publicano, Luc 18:9-14.

El niño traído por Jesús, Luc 18:15-17.

Un gobernante casi sigue a Jesús, pero le atraen más sus riquezas, Luc 18:18-27.

La recompensa de aquellos que dejan todo por amor a él, Luc 18:28-30.

Jesús predice su muerte, Luc 18:31-34;

y restaura la vista a un ciego, Luc 18:35-43.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

la necesidad de orar siempre, y no desmayar: Lucas señala el motivo por el que Jesús relató esta parábola.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA NECESIDAD DE ORAR SIEMPRE. Jesús estaba interesado en que sus seguidores oraran continuamente a fin de que se cumpliera la voluntad de Dios en la vida de ellos (véase el ARTÍCULO LA ORACIÓN EFICAZ, P. 464. [1Re 18:42-45]). De esta parábola de la viuda que perseveró, el creyente aprende varias cosas:

(1) que debe perseverar en oración con respecto a todo hasta que vuelva Jesucristo (vv. Luc 18:7-8; Rom 12:12; Efe 6:18; Col 4:2; 1Ts 5:17);

(2) que tiene un adversario en esta vida (v. Luc 18:3), Satanás (1Pe 5:8), pero la oración puede protegerlo de ese «maligno» (Mat 6:13);

(3) que en sus oraciones debe clamar contra el pecado y en favor de la justicia (v. Luc 18:7);

(4) que la oración persistente se cuenta como fe (v. Luc 18:8);

(5) que en los últimos días antes del retorno de Cristo, aumentará la oposición diabólica a sus oraciones (1Ti 4:1). Debido a Satanás y a los placeres del mundo, muchos dejarán de tener una persistente vida de oración (Luc 8:14; Mat 13:22; Mar 4:19).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 18.

La parábola del juez inicuo, 18:1-8.
1 Les dijo una parábola para mostrar que es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él diciendo: Hazme justicia contra mi adversario. 4 Por mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aunque, a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres, 5 mas, porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme. 6 Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo. 7 ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aun cuando los haga esperar? 8 Os digo que hará justicia prontamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

Parábola propia de Lc. Como los discípulos deberán sufrir mucho, para esto les es necesaria la oración, estando alerta para esta venida. En el lugar paralelo del “Apocalipsis sinóptico” se vaticina todo esto, y se les recomienda para ello estar atentos, “vigilantes” y “orar” (Luc 21:36 par.). Esta constante vigilancia por la oración es lo que inculca esta parábola, cuyo tema se enuncia abiertamente al comienzo de ella: “Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer.” No se trata de una oración matemáticamente continua, pero sí muy asidua.
La parábola se centra en un juez acaso venal que no se molesta en hacer justicia a una pobre viuda. Ya los profetas clamaban contra este abuso de los desvalidos. Pero ella urgía le resolviese su asunto, que en el contexto es favorablemente – “hacer justicia” – , e insistentemente volvía a la carga. El mismo temió; le estaba molestando tanta insistencia. Por lo que se decide a hacerle justicia, no sea que “finalmente venga y me dé más quebraderos de cabeza.”
Y Cristo saca la conclusión con un argumento “a fortiori”: Si por egoísmo los seres humanos hacen justicia, favores, ¡cuánto más Dios hará justicia!, por alusión a la parábola, pero con el significado de despachar favorablemente lo que piden, a los “elegidos,” no en contraposición a reprobos, sino en el sentido vulgar y paulino de “fieles,” que asiduamente claman a él, “aun cuando les haga pacientemente esperar” (μαχροθυμεΤ ). Esta última frase es discutida en su sentido preciso !. Sí, ante esa oración perseverante, hará justicia, y prontamente, lo que no está en contradicción con la “espera.” Es un modo hiperbólico de asegurar la certeza del logro de esa oración (Isa 65:24). Aquí termina la parábola. En ella hay expresiones paulinas; v. gr., “orad siempre” (1Te 5:17; 2Te 1:11; Rom 1:10; Rom 12:12; Efe 3:13); “no perdáis ánimos” (2Te 3:13; 2Co 4:1.16, etc.). Pero la segunda parte del versículo – “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” – parece una adición extraña. ¿En qué relación está con lo anterior? Parece estar en una relación conceptual de fondo, o lógica. La parábola enseña la necesidad de una oración perseverante. Pero, a su vez, en el contexto de Lc viene situada aquí por la necesidad de la “vigilancia” ante la venida del Hijo del hombre. A la hora de esta venida, se “enfriará la caridad de muchos” (Mat 24:12), y aparecerán falsos profetas y falsos “cristos,” con portentos, que pretenderán engañar, si fuera posible, a los mismos “elegidos” (Mar 13:22). Evocada por esto, aparece esta pregunta al final de la parábola, en la que se pide la perseverancia en la oración, como insinuándose que por no atender a esta enseñanza, o si no se la atiende, en orden a esta perseverancia, esa “frialdad de la caridad” podrá afectar a muchos 2.
La frase sobre la “justicia” (v.7) podría ser una alusión a las persecuciones de la Iglesia primitiva (cf. Luc 21:12; Rev 6:9-11, etcétera). La reflexión final (v.8b), que, por razones filológicas, no parece ser de Lc 2, debe de tener aquí por trasfondo la parusía
Si la parábola responde originariamente al cuadro anterior de la “venida del Hijo del hombre” (Luc 17:22-37), aunque el v. l8b tiene características de Lc, la parábola debió de referirse a la certeza de la providencia de Dios sobre los discípulos ante las calamidades anunciadas y el temor o vacilaciones de éstos.
El sentido actual que tiene sobre la oración sería una adaptación como el medio ordinario para superar catástrofes (cf. Luc 21:36) y lograr el éxito con su “paciencia” (Luc 18:7; cf. Luc 21:19). Ante la panorámica de la Iglesia primitiva, la Iglesia la extendió y adaptó a sus necesidades.

Parábola del fariseo y el publicano. 18:9-14.
9 Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás. 10 Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. 11 El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, adúlteros, injustos, ni como este publicano. 12 Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. 13 El publicano se quedó allá lejos, y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios!, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que bajó éste justificado a su casa, y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Propia de Lc. El auditorio de esta parábola es distinto del auditorio de la anterior (v.1-9). Por eso, su unión con ella tiene por razón el tema de la oración. Es un contexto lógico, sea de Lc o de la catequesis.
La finalidad de ella es enseñar el valor de la oración, pero con una condición esencial de la misma: la humildad. Es condición esencial, pues todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene. Cristo, según Lc, dijo esta parábola “a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás.” En la oración, pues, la actitud humilde es lo que hace a Dios aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide con exigencia, más o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la parábola con una sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí comenta el sentido del intento: “El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (cf. Luc 14:11; Mat 23:12).
v.9. Dos hombres suben al templo a orar. La escena presenta más bien una oración privada. Uno fariseo: soberbio, engreído por la práctica material de la Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se consideraba siempre “el justo.” El publicano, alcabalero al servicio de Roma y predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente “pecadora,” odiada y despreciable.
v.11-12. La oración de pie era normal. No ora: relata sus necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el orgullo. Además alega obras de supererogación. Ayuna “dos veces” por semana. No había más obligación que el ayuno anual del día de Kippur, el 9 del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los dias segundo y quinto de la semana. 3. Pagaba, además, el diezmo de todo lo que vendía o adquiría (χτάομαι = adquirir; Lev 27:30-33; Deu 14:22-28). La versión de la Vulgata (possideo) no es exacta.
Strack-Billerbeck escribe: “La oración puesta en boca del fariseo no es una invención tendenciosa, sino que expresa perfectamente la realidad.” Como confirmación citan lo siguiente: “Te doy gracias Yahvé, Dios mío, porque Tú me has dado parte con los que se sientan en la casa de la ciencia, y no con los que se sientan en las esquinas de las calles. Porque yo me levanto temprano, y ellos se levantan temprano, yo me levanto temprano para estudiar la Torah, y ellos se levantan temprano para atender a cosas sin importancia. Yo me fatigo y aprovecho con ello, mientras que ellos se fatigan sin ningún provecho. Yo corro hacia la vida del tiempo futuro, y ellos corren hacia la hora de la desesperación.” 4
La oración del publicano, por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia, le trajo la justificación. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba ante Dios sus obras como si fuesen suyas, engreyéndose en su complacencia, no le trajo la “justificación,” que es el único término que aquí se compara (2Sa 19:44 [LXX]; Sal 45:8; Rom 1:25). No le justifican sus obras solas. Conceptual y redaccionalmente se pensaría en Pablo. Es el único pasaje evangélico en que sale con este sentido esta palabra. Su construcción semita hace ver que sus raíces son la predicación de Cristo.
¿Cuál es su sentido original? Pues su redacción es cristiana. La oración del fariseo, conforme a la mentalidad de “premios temporales” a la virtud en el A.T., era un acto de gratitud a Dios. ¿Qué ha hecho, pues, de mal el fariseo? ¿Y qué había hecho el publicano para reparar su culpa? (J. Jeremías). La enseñanza original – la redacción cristiana es una potencialización histórica – es hacer ver el verdadero sentido del amor de Dios en el A.T., destacando, conforme a la valoración profética interpretativa (cf. Sal 51), el valor del arrepentimiento y la desestima de las simples obras si no van vivificadas por el “espíritu.”
El v.14b es discutido su sentido original aquí; aparece en otros contextos (Mat 23:12; Mat 18:4) y se le da un tono de “ética vulgar” (Dibelius), que no parece estar a tono con el sentido original de la parábola, aunque, como adición “sapiencial” sintetiza este caso y alerta ante otros.

Los niños vienen a Cristo. 18:15-17 (Mat 19:13-15; Mar 10:13-16). Cf. comentario a Mat 19:13-15.
15 También le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los discípulos los reprendían. 16 Jesús los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios. 17 En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Sin contexto histórico definido se presenta esta escena que recogen los tres sinópticos. Lc presentaban niños (τα βρέφη ) para que los “tocase” (Lc-Mc). Se diría que para obtener los beneficios de esa “virtud que salía de El”f En el lugar paralelo de Mt es complementado el pensamiento, para que “les impusiera las manos y orase” sobre ellos. Pero, al ver esto, los discípulos reprendían a los que se los traían; creían que era molestar al Maestro. Mas Cristo los llamó; quiso que viniesen a El. Y la historia iba a ser una “parábola en acto.” Los “abrazó” (Mc) y los bendijo. Quiso que viniesen a El porque “de ellos es el reino de los cielos.” ¿Por qué? Se pensó en la inocencia; pero la razón ambiental es otra. Cristo sacará la lección: “el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” ¿Cómo lo recibe el niño, cuando ni se da cuenta realmente de lo que es? El niño, en la mentalidad judía, no significaba casi nada, no contaba: recibía, sin más, todo lo que le daban. Por eso, los niños recibían el reino porque Dios se complace en ellos y se lo da gratuitamente. Esta ha de ser la actitud para recibirlo: no de exigencia o presunción – actitud de los fariseos – , sino de humildad y gratitud: “recibirlo” como generoso don de Dios. Aquí la vuelve, en general, a empalmar con Mc, del que se había apartado en 9:50. Lo seguirá hasta el c.22.

La enseñanza a propósito de un joven rico, 18:18-27 (Mat 19:16-30; Mar 10:17-31). Cf. comentario a Mat 19:16-30.
18 Cierto personaje le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna? 19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 20 Ya sabes los preceptos: No adulterarás, no matarás, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre. 21 Díjole él: Todos esos preceptos los he guardado desde la juventud. 22 Oyendo esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. 23 El, oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico. 24 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios. 26 Dijeron los que le oían: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27 El respondió: Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios.

Los tres sinópticos traen este relato. Lc es el que lo trae más sintéticamente. Era un apio, personaje; término de Lc (12:58;14:1; 23:13.35). La lección que se desprende es el poder fascinador de las riquezas. A un joven, visto con simpatía por Cristo, cultivador de la virtud, al proponérsele un modelo superior de perfección, con el ofrecimiento de ser discípulo de Cristo, al saber que tiene que dejar sus muchas riquezas, “se entristeció.” Lc no dice más. Pero fue el no seguir a Cristo por este camino.
También la sugerencia de la trascendencia de Cristo, hecha sobre la pregunta de Dios “bueno,” es de interés. Su estudio se expone en el comentario a Mat 19:16-30.
Y la lección general que también Cristo enseña es: la riqueza fascina en la vida. ¡Tantas veces es peligro para perder los valores del reino! Pero queda el recurso a Dios. Porque “lo que es imposible a los seress humanos, es posible para Dios.” 4 Es relato que implica y continúa el tema de la oración.

El premio de los apóstoles. 18:28-30 (Mat 19:27-30; Mar 10:28-30). Cf. comentario a Mat 19:27-30.
28 Díjole Pedro: Pues nosotros, dejando todo lo que teníamos, te hemos seguido. 29 El les dijo: En verdad os digo que ninguno que haya dejado casa, mujer, hermanos, padre o hijos por amor a Dios, 30 dejará de recibir mucho más en este siglo, y la vida eterna en el venidero.

Los tres sinópticos unen este pasaje al relato del joven rico que renuncia seguir a Cristo. La situación literaria es lógica. El joven rico no dejó las riquezas para seguir a Cristo, pero ellos dejaron lodo lo que poseían. Poco o mucho, no cuenta tanto como el apego a lo propio, máxime si es un hogar propio, como en el caso de los apóstoles.
Pedro es el que plantea el problema. En Lc la respuesta es sencilla: “En este siglo recibirá mucho más” 5 de lo que dejó, y en el siglo venidero, “la vida eterna.” En Mt se intercala otro premio; probablemente procede de otro contexto distinto. En cuanto a este lugar paralelo, se limita a poner que recibirán ahora “el céntuplo” y se “heredará la vida eterna.” Pero Mc es el que lo pone con una forma más primitiva, y que permite valorar mejor la respuesta. Dice: “recibirá ahora, en este tiempo, el céntuplo, en casas, hermanos, hermanas, madres e hijos, campos, con persecuciones., y luego la vida eterna.” Esto hace ver el sentido preferentemente espiritual de estos premios, dados y valorados en función del reino. La “vida eterna” conecta con la teología de Jn.
La omisión de “persecuciones” aquí, como parte de la suerte de los discípulos, con éstas ya en marcha, extraña; debe de usar otras “fuentes.”

Tercer vaticinio de la pasión,Mat 18:31-34 (Mat 20:17-19; Mar 10:32-34).
31 Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que 32 será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insultado, y escupido, 33 y después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará. 34 Pero ellos no entendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no entendían lo que les decía.

Los tres sinópticos ponen este tercer vaticinio a continuación de la pregunta de Pedro sobre la renuncia de bienes. Es la tercera vez que hace este anuncio a los apóstoles, camino de Jerusalén, donde morirá. Es la descripción más minuciosa. Lc es el único que en los tres anuncios cita que va a tener lugar, con su pasión, muerte y resurrección, el cumplimiento de las Escrituras. Otra vez se resalta que los apóstoles no entendían lo que se les decía. No es que no comprendiesen esto, como se ve muy bien en Mt (Mar 16:22ss), sino que lo que no “comprendían” era que, siendo El el Mesías, que, conforme a las ideas ambientales, sería un triunfador político y glorioso, había de ser condenado por las jerarquías jerosolimitanas y morir. Esta “incompresión” de los apóstoles sobre la muerte del Mesías es una prueba de la necesidad de esta insistencia en inculcarles y persuadirles así su mesianismo de pasión y muerte (cf. Mar 9:32).
Es la predicción más matizada. Su redacción particularizada sugiere ya el cumplimiento de los hechos, ya que Cristo posiblemente utilizó el estilo profético, de naturaleza más vaga, como se expuso en Mt, en la primera predicción.

El ciego de Jericó. 18:35-43 (Mat 20:29-34; Mar 10:46-52). Cf. comentario a Mat 20:29-34.
35 Acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna. 36 Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Lc contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba. 38 El se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. 39 Los que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí. 40 Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado, le preguntó: 41 ¿Qué quieres que te haga? Dijo él : Señor, que vea. 42 Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado, 43 y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios.

Se comenta este milagro en Mat 20:29-34. Tiene dos divergencias clásicas. Se realiza el milagro cuando Cristo “sale” de Jericó (Mt-Mc) o cuando se “acerca” a Jericó (Lc). En Mt son “dos ciegos”; en Mc y en Lc, “un ciego,” llamado Bartimeo. Es dato de interés histórico.
La solución a lo primero parece se debe a la forma redaccional de Lc. Recogiendo el pasaje de la tradición, pero sin precisión topográfica, y sin especial interés en ello, la redactó con una forma vaga: “Al acercarse” a Jericó, es decir, cerca de ella, sin matizar si fue a la entrada o a la salida de Cristo. Es la geografía teológica de Lc.
También se la explica por un procedimiento redaccional especial de Lc. Habría fundido dos narraciones: la de Mc sobre el ciego y la de Zaqueo, que suceden ambas en Jericó. Primero narra el milagro del ciego de Jericó, y luego, también en Jericó, la escena del publicano Zaqueo. Por eso no da especial importancia literaria a este detalle topográfico donde tiene lugar la curación del ciego 6.
Se ha propuesto como solución otra forma de procedimiento redaccional. Cristo al “salir,” o fuera ya de Jericó, tiene la enseñanza parabólica de las minas (Luc 19:11). Antes, dentro de Jericó, tiene lugar la escena de Zaqueo (Luc 19:1ss). Y antes de esta escena narra la curación del ciego. Esto haría, por un procedimiento redaccional tripartito, localizar literariamente la escena de esta narración al “acercarse” o “entrar” en Jericó 7. Sería variación literaria.
Apologéticamente, el milagro tiene gran valor. Cristo sube a Jerusalén para morir como Mesías. Y aquí se le aclama como a tal por la multitud, ya que el título “Hijo de David” era el título mesiánico más usual. Y El lo rubrica con un milagro.
Sin embargo, en los tres sinópticos se usa el título de “Señor,” correspondiendo acaso más al ”Rabboni” que al χυρίος eclesial y el mesiánico de “Hijo de David.”

1 Maréchal, Evang. S. St. Lúe (1946) P.214. 2 Vosté, Parabolae. Ii P.572-583; G. Délling, Das Gleichnis Vom Gottlosen Rich-R (Lw 18:1-8): Znw (1962) 1-25; C. E. B. Cranfield, The Parable Of The Unjust Judge And The Eschatology Of Lk-Acts: Scottisch Journ. Of Theol. (Edinburgh 1963) 297-301; H. Rlensenfeld, Zu “Makrozymeín” (Luc 18:7): Fs. J. Schmid (1963) 214-
2 J. Jeremías, Die Gleischisse., P.190 Y Nota 213. 3 Didaje C.8. 4 Strack-B., Kommentar. Ii P.240-241. 4 S. Légasse, L’appel Du Riche (1966); E. C. Del’oca, Camello Por El Ojo De Una Aguja: Rev. Bibl. Argent. (1963) 43-46. 5 Posiblemente Pudiera Ser La Lectura El “Séptuplo,” Como Cifra Simbólica De Abundancia. Cf. Nestlé, ν. Τ. Graece Et Latine. Ap. Crit. A Luc 18:30.
6 Fonck, En Verb. Dom. (1923) 34-42. 7 Osty, L’évang. S. St. Lúe, En La Sainte Bible De Jerusalem (1948) P. 15-16; G. Pillarella, Sedebat Secus Viam Mendicans (Luc 18:35): Pal. Cler. (1959) 1085-1087.

Fuente: Biblia Comentada

orar siempre. Un tema común en las epístolas de Pablo (vea la Introducción: Retos de interpretación). Cp. Rom 1:9; Rom 12:12; Efe 6:18; 1Ts 5:17; 2Ts 1:11. no desmayar. Es decir, ante las aflicciones y las penalidades de la vida, y ante la evidencia del juicio venidero (descrito en el discurso anterior).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

18:1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, (por causa de no obtener respuesta inmediata de Dios) – El capítulo anterior y los que siguen apuntan hacia aflicciones y persecuciones para los discípulos de Jesús. Por eso, deben estar listos a persistir en la oración sin desmayar. 1Ts 5:17; 1Pe 5:7. Muchos hijos de Dios desmayan por no orar con toda sinceridad y persistencia.

Fuente: Notas Reeves-Partain

INCANSABLES EN LA ORACIÓN

Lucas 18:1-8

Jesús les contó otra parábola sobre la necesidad de ser constantes en la oración y no desanimarse:
-En cierta ciudad había un juez que no tenía temor de Dios ni respetaba a nadie. Y en aquella ciudad vivía una viuda que iba a ver al juez con frecuencia para pedirle que le hiciera justicia en un pleito que tenía con uno que le hacía la vida imposible. El juez no le hizo caso durante bastante tiempo; pero llegó un momento en que se dijo para sus adentros: » Es verdad que yo no tengo temor de Dios ni respeto a nadie; pero esta viuda no deja de fastidiarme, de modo que le haré justicia, no sea que acabe por hacerme polvo del todo»-. Y el Señor insistió-: ¡Fijaos lo que acabó por decir aquel juez tan malvado! ¿Y creéis que Dios no les hará justicia a sus amigos que se lo piden día y noche? ¿Creéis que le dará largas al asunto? ¡Os aseguro que se dará prisa a hacerles justicia! Pero, cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿quedará algo de fe en la Tierra?

Esta parábola tiene dos personajes:
(i) El juez, que parece no haber sido un juez judío. Todas los pleitos judíos ordinarios se llevaban a los ancianos, y no a los tribunales públicos. Según la ley judía, si se llevaba una causa a litigio, un solo hombre no constituía un tribunal. Había siempre tres Jueces: uno por cada una de las partes, y otro independiente.

Este juez parece haber sido uno de los magistrados pagados nombrados por Herodes o los Romanos, y que eran ellos mismos un caso; a menos que el demandante tuviera influencia o dinero para sobornar al juez, no podía esperar que se decidiera su pleito. Se decía que estos Jueces pervertían la justicia «por un plato de lenteSantiago» Hasta se hacían chistes con su nombre, que era dayyané-guezerot, que quería decir Jueces de faltas, y lo cambiaban por dayyané-guezelot, que quería decir «Juecesbandidos».

(ii) La viuda era el símbolo de todos los pobres y marginados. Estaba claro que, como no tenía recursos de ninguna clase, no podía esperar que tal juez le hiciera justicia. Pero tenía un arma: la insistencia. Es posible que lo que el juez temiera fuera la violencia física. La palabra que hemos traducido como » no sea que acabe por hacerme polvo del todo» puede querer decir » me ponga un ojo morado». Se le podía cerrar el ojo a un juez así de dos maneras: o sobornándole, o pegándole un puñetazo. El caso es que la insistencia consiguió su objeto.

Esta parábola se parece a la del Amigo Importuno (Lc 11:5-10 ). No compara a Dios con un juez injusto, sino le contrasta con tal persona. Jesús está diciendo: » Si al fin y al cabo se puede hacer que un juez rapaz e injusto le haga justicia a una viuda por cansancio, ¡cuánto más Dios, que es un Padre amante, les dará a sus hijos lo que necesitan!

Eso es verdad, pero no tenemos por qué suponer que vamos a obtener siempre lo que pidamos. A menudo un padre tiene que negarse a darle a su hijo lo que le pide, especialmente cuando sabe que aquello le va a hacer más mal que bien. Así es Dios.
Nosotros no sabemos lo que nos reserva el futuro; sólo Dios lo sabe, y por tanto sólo Dios sabe si aquello va a ser para nuestro bien ala larga. Por eso Jesús nos dice que no tenemos que desanimarnos en la oración, y por eso dijo que no sabía si quedaría fe en la Tierra cuando El viniera otra vez. No nos cansaremos nunca de orar, y nunca nos faltará la fe si, una vez que le hemos hecho a Dios nuestras oraciones y peticiones, añadimos la perfecta oración: «¡Hágase tu voluntad!»

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 18

c) Orar incesantemente (Lc/18/01-08)

1 Luego les propuso una parábola sobre la necesidad que tenían de orar siempre y no cansarse nunca.

La venida del Hijo del hombre se hace esperar. Los aprietos son grandes (17,22), las persecuciones atormentan, amenaza la tentación de apostasía. En los labios está la pregunta acuciante: «¿Hasta cuándo, Señor?» (Rev 6:10). Sólo la venida del Hijo del hombre proporciona la salvación.

Para que Dios cumpla ésta, que es la más grande de todas las promesas, hay que forzarle con una oración infatigable y perseverante. La venida del día de Dios se acelera mediante una vida moral (2Pe 3:12), mediante penitencia (Hec 3:19) y mediante la oración perseverante. Jesús enseñó a sus discípulos a orar, a implorar que venga el reino de Dios (Hec 11:2). Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria, alboreará la tan suspirada liberación (Hec 21:28). En todo tiempo, sin cejar, hay que rogar que venga el Hijo del hombre, incluso cuando parece que la oración no es escuchada y cuando la fatiga y el hastío pueden inducir a suspenderla.

2 En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni tenía consideración alguna con los hombres. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi adversario. 4 Pero él no quiso durante mucho tiempo. Sin embargo, luego pensó para sus adentros: Aunque no temo a Dios ni tengo consideración alguna con los hombres, 5 por estar esta viuda molestándome le haré justicia, para que no me fastidie más con tanto venir.

El juez es impío, proverbialmente malo, «no temía a Dios ni tenía consideración alguna con los hombres». Desempeñaba su función judicial a su arbitrio, como si no hubiera Dios a quien tuviera que rendir cuentas, y se comporta exactamente como no debe. El encargo de Dios al juez reza así: «Haced justicia al pobre y al huérfano, tratad justamente al desvalido y al menesteroso. Librad al pobre y al necesitado, sacadle de las garras del impío» (Sal 82:3 s). La vIuda es el tipo de la pobre mujer, sin protección de marido, oprimida e inerme. La Escritura exhorta con frecuencia a cuidar de las viudas: «Haced justicia al huérfano, amparad a la viuda» (Isa 1:17). «La religión pura y sin mancha delante de Dios y Padre, es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación, y conservarse limpio del contagio del mundo» (Stg 1:27).

Cuando se trata de un pleito por una deuda o por una herencia, puede intervenir un perito judicial, reconocido como tal, y juzgar como único juez. El juez no quiere salir por el derecho de la viuda; es un hombre indiferente, caprichoso, maligno, sordo a la voz de Dios y de los hombres. La viuda está convencida de que se dará sentencia en su favor, con tal que se celebre el proceso. Pero ¿cómo inducir a ello a] juez? Ella no tiene para dar regalos ¿Qué otra solución le queda, sino volver una y otra vez, presentar su solicitud insistentemente y con perseverancia? Así lo hace, hasta que el juez acaba por hastiarse.

El monólogo del juez descubre sus pensamientos. No le importan lo que se dice de él: así es él y así quiere ser. Lo que le mueve a hacer justicia a la viuda es de lo más bajo que se puede imaginar: quiere que lo deje en paz, estar tranquilo. Comprende que la mujer no tiene intención de ceder y al fin se harta de verse molestado continuamente. Al fin me va a hacer una de las suyas, «me echará los perros a la cara», se dice irónicamente. Lo que le mueve a obrar no es el temor, sino el deseo de acabar con tanta importunidad y con tanta molestia.

6 Entonces dijo el Señor: Considerad bien lo que decía este juez inicuo. 7 Y Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche, aunque les haga esperar? 8a Yo os digo: les hará justicia prontamente.

La explicación empalma con las palabras del juez inicuo, no con los ruegos perseverantes de la viuda. El quid, la moraleja de la parábola, no es la perseverancia de la viuda, sino la certeza de ser escuchados. Si un hombre tan impío y tan sin consideraciones como este juez, por puro egoísmo, para que lo dejen en paz, se deja mover a hacer justicia por los ruegos de la viuda, ¿cuánto más escuchará el Señor los gritos de socorro de sus elegidos? Al fin y al cabo Dios es muy distinto del juez impío.

El evangelista desplaza el acento; se fija ante todo en los ruegos insistentes de la viuda. Ya en la introducción de la parábola se dejaba oír este motivo: Hay que orar siempre sin cansarse nunca. Dios hace justicia a sus elegidos que día y noche claman a él. «EI que sirve al Señor devotamente halla acogida, y su oración subirá hasta las nubes. La oración del pobre traspasa las nubes y no descansa hasta llegar a Dios, ni se retira hasta que el Altísimo fija en ella su mirada, y el justo juez le hace justicia» (Eco 35:20 s).

La Iglesia oprimida puede esperar con toda seguridad que su oración será escuchada. Ella es, en efecto, la comunidad de los elegidos de Dios. Acerca de ellos ha demostrado ya Dios su misericordia, pues precisamente eligió a los que menos títulos podían invocar para ello (Eco 14:16-24). En ellos ama la imagen de su Hijo, el elegido (Eco 9:35), el ungido de Dios, elegido (Eco 23:35). Aunque la oración de los afligidos no sea escuchada inmediatamente y ellos tengan que perseverar soportando la opresión y el sufrimiento, pueden cobrar nuevos ánimos pensando en la suerte del elegido, del Hijo y ungido de Dios. Jesús no recibe sin la cruz el título de elegido. Es manifestado como elegido, cuando en la transfiguración se proclama su camino de la gloria a través de la cruz; con este título es motejado Cristo en la cruz, porque a los judíos les parece imposible que el elegido sea un crucificado (Eco 23:35). Jesús es el elegido porque por la pasión va a la gloria. El camino del elegido deben seguirlo también los elegidos.

La oración perseverante de los elegidos oprimidos no deja de ser escuchada. Dios les hace justicia prontamente sin dilación; por los elegidos abrevia Dios los días difíciles (Mar 13:20-23). No se demora en prestar ayuda a sus elegidos (*). Llega la acción salvadora de Dios, la cual consiste en la nueva presencia de Jesús. No carece de sentido el que la Iglesia ore infinitas veces y sin desfallecer: «Venga a nosotros tu reino», el que cada año celebre el Adviento, el que se mantenga en vela en la celebración de la eucaristía, hasta que él venga (1Co 11:26).

……………

* Los v. 7b y 8 ofrecen dificultades de explicación. ¿Se ha de leer el v. 7b como respuesta a la pregunta de 7a? En este caso, el párrafo se cerraría con una afirmación («y hasta será magnánimo con ellos», es decir, con los elegidos, difiriendo el juicio solo por compasión con su flaqueza). Si 7b se inserta todavía en la pregunta, se podrá traducir: ¿Es que Dios no hará justicia… y mostrará longanimidad con ellos (los elegidos) ? O bien, como arriba «¿…aunque les haga esperar?» En el v. 8a «prontamente» puede interpretarse también «de improviso» (los acontecimientos finales se harán esperar todavía largo tiempo).

……………

8b Sin embargo, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará acaso la fe sobre la tierra?

La Iglesia, en sus aprietos, invoca la venida del Hijo del hombre. él vendrá; la oración es escuchada. Con la venida del Hijo del hombre se aguarda la redención. Que esta venida sea para salvación o para perdición, dependerá de la fe que el Hijo del hombre halle en los hombres cuando venga. La gran tentación en el tiempo de la tribulación es la de apostatar de la fe; esta tentación amenaza también a los elegidos. La elección no comunica una seguridad perezosa, sino que exige constantemente que se vuelva a tomar partido por el Dios que elige. Pablo aguarda con segura confianza la muerte y el juicio porque sabe que ha conservado la fe (2Ti 4:7). La palabra con que se cierra la exposición de la parábola es una pregunta seria dirigida a nosotros: Por Dios no queda, pero ¿y vosotros? Viene la salvación, pero no se otorga sin dura lucha (2Ti 13:24), sin el mayor esfuerzo, sin perseverante fidelidad.

2. CONDICIONES PARA ENTRAR EN EL REINO (2Ti 18:9-30).

¿En qué casos será saludable la venida del Hijo del hombre? ¿Quién saldrá triunfante en el juicio? ¿Quién entrará en el reino definitivo de Dios? La respuesta a estas preguntas se da en tres relatos: la parábola del fariseo y el publicano (2Ti 18:9-14), el relato de la amable acogida dispensada a los niños (2Ti 18:15-17), y el encuentro con un hombre rico que no tuvo valor para seguir a Jesús (2Ti 18:18-30). En el trasfondo de los tres relatos se halla la pobreza como condición para entrar en el reino de Dios. El publicano se siente pobre en lo religioso y moral, el rico tiene que hacerse pobre en sentido económico, el niño es pobre en todos los sentidos, tiene que contar absolutamente con los mayores. Vuelven otra vez las bienaventuranzas y las condiciones formuladas al comienzo del sermón de la Montaña. Mateo, que habla de los pobres «en el espíritu», se fija principalmente en la actitud moral y religiosa. Lucas habla de la pobreza material. «Es posible que Jesús dirigiera su llamamiento a la salvación a determinados sectores del pueblo, pero no por razón de su situación inferior, sino por la apertura religiosa y la buena disposición moral que halló en ellos. Para Mateo, estos sectores encarnan la actitud moral y religiosa que se exige a todos, también a los futuros creyentes en Cristo; para Lucas, en cambio, son en gran parte el recuerdo vivo del mensaje salvífico de Jesús dirigido a los pobres, y de las amenazas dirigidas a los ricos que no quieren convertirse».

a) El fariseo y el publicano (Lc/18/09-14)

9 Dijo también, para algunos que presumían de ser justos y menospreciaban a los demás, esta parábola:

Los rasgos con que se caracteriza a «algunos» que confían en sí mismos, están tomados del retrato de los fariseos. Los fariseos han pasado ya a la historia; no se los menciona; sin embargo, también en la Iglesia existe la propensión velada a presentar a Dios los propios méritos en el cumplimiento de la ley, a invocar las propias obras y a afirmar los propios derechos frente a Dios.

La seguridad con que los fariseos pretenden ser justos, agradar a Dios y dar por descontada su entrada en el reino de Dios, se basa en el propio rendimiento, en la confianza en sí mismos. Quien así piensa, menosprecia a los que no pueden invocar tales méritos. E1 fariseo desprecia al pueblo ordinario, porque no cumple la ley, dado que no conoce la ley y no tiene idea de su interpretación (Jua 7:49). La propia justicia se constituye en medida y criterio para examinar a los otros, para exhortarlos, alabarlos, despreciarlos y reprobarlos. La condena de los otros se convierte en condena de uno mismo (Jua 6:37).

10 Dos hombres subieron al templo para orar: el uno era fariseo y el otro publicano. 11 El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios! Gracias te doy, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todas las cosas que poseo.

Hay un craso contraste entre estos dos hombres que suben al templo. Los dos tienen una misma meta: el templo; una misma voluntad: la de orar; un mismo deseo profundo: ser justificados en el juicio de Dios, poder salir airosos del juicio de Dios. Y sin embargo, ¡qué contraste tan grande!

Los dos oran. Oran en su interior, a media voz (cf.lSam 1,13). Lo que expresan en la oración, lo dicen con plena convicción. El orante está delante de Dios, que todo lo sabe (Mat 6:8). El fariseo está erguido; en el judaísmo se ora de pie (Mar 11:25). Ora en su interior, para sí, como cuchicheando, no a grandes voces delante de los hombres, con alguna exageración. Lo que dice revela su estado de ánimo interior. La oración judía es ante todo acción de gracias y alabanza; su oración es tal como lo exige su doctrina. El fariseo es «justo».

En su acción de gracias se hace patente la confianza en su propia justicia y su desprecio de los otros. Ya no soy como los demás hombres. El fariseo no es ladrón, injusto, adúltero, observa la ley. Va más allá de la ley y hace buenas obras, obras de supererogación. La ley impone el ayuno sólo el día de la expiación (Lev 16:29); el fariseo ayuna dos veces por semana, el lunes y el jueves, a fin de expiar por las transgresiones de la ley por el pueblo. Ni siquiera viola la «cerca de la ley»; por eso da el diezmo de todo lo que posee (Mat 23:23), aunque no está obligado a pagar diezmo por la compra de trigo, mosto y aceite; los que estaban obligados eran los cultivadores (Deu 12:17). Quiere estar seguro de no hacer nada que le exponga a traspasar los límites de la ley. Hubo también salmistas devotos que enumeraron en la oración sus buenas obras (Sal 17[16],2-5); pero en la oración del fariseo pasa pronto Dios a segundo término: el fariseo lo olvida; lo que importa es el yo: Yo no soy como los demás hombres, yo ayuno, yo pago el diezmo… Los demás hombres son el fondo oscuro del espléndido autorretrato. En esta oración se revela uno que se tiene por justo y menosprecia a los otros.

13 En cambio, el publicano, quedándose a distancia, no quería levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten misericordia de mí, que soy pecador.

Quien se llama fariseo se constituye orgullosamente en un ser aparte: «Yo te doy gracias, Señor, Dios mío, porque me has dado participación entre los que se sientan en la casa de la doctrina (en la sinagoga), y no con los que andan por los rincones de las calles… Yo corro, y ellos corren; yo corro con vistas a la obra del mundo futuro, y ellos corren con vistas al pozo del foso.» También el publicano es un ser aparte, es un segregado, esquivado y repudiado como pecador por los buenos. Se queda lejos, pues no merece presentarse entre las personas religiosas. No osa levantar los ojos a Dios, pues el que no es santo no soporta la mirada del Dios santo. Se golpea el pecho, donde tiene la sede su conciencia, pues se lamenta de su propia culpa. Su oración consta de muy pocas palabras, de la invocación «¡Oh Dios!», de la súplica «Ten misericordia de mí» -que recuerda el salmo miserere (Sal 51[50],3)- y de la confesión de que es pecador. La situación del publicano era desesperada. Según las enseñanzas de los fariseos, debía restituir lo que había adquirido injustamente, y además dar un quinto de la propiedad, si quería esperar perdón. El publicano sólo podía esperar que Dios aceptara su «corazón contrito» (Sal 51:19) y por su misericordia le perdonara su pecado.

14 Yo os digo que éste descendió a su casa justificado, y aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.

¿Quién es justo en el juicio de Dios? El fariseo es de una exactitud escrupulosa en el cumplimiento de los muchos y difíciles preceptos de la ley, el publicano es colaborador con los enemigos del pueblo y engañadores. Jesús conoce el juicio de sus oyentes y le contrapone su juicio sorprendente, desconcertante e inaudito: Yo os digo. él es profeta de Dios. Su juicio es juicio de Dios. El publicano es declarado justo delante de Dios, y así, justificado, se va a su casa.

¿Y el fariseo? El publicano se va a casa, justificado, no como aquél. ¿Es que con esto se compara la justicia del fariseo y la del publicano y se antepone la justicia del publicano a la del fariseo? ¿O es que Jesús va más hondo? ¿Rehúsa acaso absolutamente al fariseo la justicia que atribuye al publicano? Ya el primer juicio sería bastante escandaloso, pues esto querría decir que Dios se complace más en el pecador arrepentido que en el justo con sus muchos méritos y su seguridad de sí mismo. Pero si rehúsa la justicia al fariseo, este juicio sólo puede aterrorizar. ¿De qué sirven entonces los méritos adquiridos? Cristo entendió así sus palabras. «Aquello que es alto entre los hombres, es abominación ante Dios» (Sal 16:15). El hombre alcanza la justicia no por su propio esfuerzo, sino por un don de Dios. El hambre y sed de justicia es saciado por el don del reino de Dios (Mat 5:3). ¡Qué frágil es, pues, toda justicia y santidad humana (Mat 5:20) si no interviene Dios y otorga su justicia! Quien se hace cargo de esto deja de despreciar a los demás.

La parábola del fariseo y del publicano se cierra con una sentencia que aparece en el Evangelio una vez aquí, otra vez allá (Mat 14:11; Mat 23:12). El hombre que pone su confianza en sí mismo, se ensalza; el juicio de Cristo, que anticipa el juicio definitivo de Dios, lo humilla. El que se humilla, reconoce su insuficiencia y se pone por debajo de los demás, es ensalzado por el juicio de Jesús. Dios mismo lo justifica cuando sobreviene el juicio.

b) Actitud del niño (Lc/18/15-17)

15 Le presentaron también unos niños para que los tocara; pero los discípulos, al verlos, los reprendían.

Se acercan a Jesús madres, o hermanas mayores, trayéndole niños, niños pequeños. Los pequeñuelos son seres desvalidos; no pueden hacer nada y dependen de los mayores, les están entregados sin remisión. Los traen para que los toque Jesús, no superficialmente, sino para que les imponga las manos, para que les comunique su fuerza y su bendición. Los niños piden la bendición a los padres, los discípulos piden la bendición al maestro. El padre de familia bendice el sábado a los niños antes de la cena, para lo cual les impone las manos. El que pide la bendición, confiesa su insuficiencia, se pone bajo el poder de uno más fuerte, no se basta él mismo.

Los doctores de la ley no tratan con niños: «El sueño por la mañana, el vino al mediodía, charlar con niños y acudir a lugares de reunión de gentes del pueblo bajo son cosas que rebajan.» Los discípulos quieren impedir que se lleven niños a Jesús. Los reprendían, es decir, estaban tentados de reprenderlos, pero no lo hicieron (no como en Mar 10:13 : «los reprendieron»). Los «santos» apóstoles no reprenden a los niños. La Iglesia de después de pascua comprendió a Jesús.

16 Entonces Jesús los llamó junto a sí diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis; pues el reino de Dios es de los que son como ellos. 17 Os aseguro que quien no recibe como un niño el reino de Dios no entrará en él.

Jesús, sin disgustarse por el proceder de los discípulos (Mar 10:14), llama a los niños junto a sí. Los aprecia y estima sin idealizarlos, sin exaltar la inocencia infantil, pues también conoce sus travesuras (Mat 11:16). Su ojo, que está atento para descubrir todo lo que puede recordar el reino de Dios, ve en los niños rasgos que son condición para que entre el hombre en el reino de Dios: el ser pequeño y la necesidad de ayuda. El niño es un símil. No puede hacer valer sus méritos; sólo puede mostrar su indigencia con súplicas. En el niño se muestra como estado de naturaleza lo que se exige en sentido moral a los que quieren entrar en el reino de Dios. Quien no lo acepte a la manera de un niño indefenso, no podrá entrar en el. El que se cree justo, el que invoca sus propios méritos, queda excluido. El reino de Dios es. en efecto, gracia y don. Dios quiere darlo a los pobres que todo lo esperan de él y que reconocen su insuficiencia.

c) El hombre rico (Lc/18/18-30)

18 Uno de los jefes le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? 19 Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno: Dios.

Este «jefe» sería, sin duda. miembro principal de un consejo, de un sanedrín, o de una sinagoga, En todo caso, es un hombre destacado, que encarna el espíritu del judaísmo. Hace la pregunta típica del judío piadoso: ¿Qué debo hacer? ¿Cómo hay que traducir la ley en la práctica? Quizá pensaba en alguna prestación especial. Quería alcanzar la vida eterna y asegurarse, incluso con esfuerzo (Mat 13:24), aunque tuviera que hacerse violencia (Mat 16:16). El personaje tiene hambre de salvación y muestra buenas disposiciones.

La pregunta por la vida eterna es acuciante (Mat 10:25). Quien recibe la vida eterna posee la plenitud de lo que tiene prometido Dios. La posesión de la vida eterna es herencia. Dios prometió la tierra de Canaán como herencia a los padres del pueblo israelita; había de poseerla perpetuamente, como don de Dios. La tierra prometida de Palestina hace referencia a una posesión más espléndida: «Los malvados serán exterminados, pero los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. Los humillados poseerán la tierra y gozarán de gran paz… Conoce Yahveh los días del justo, y su posesión será eterna» (Sal 36:9-18). La tierra prometida es imagen de la salvación. La herencia es el reino de Dios (Mat 5:5), la vida eterna (Mat 10:25).

La vida en sentido pleno es vida indispensable. Tal vida es propia de Dios. él es el Dios viviente (Mat 16:16). Una vida que está sujeta a la muerte no merece llamarse vida. La verdadera vida es otorgada por Dios como bien del tiempo final. Esta vida es vida eterna. El que entra en el reino de Dios recibe vida eterna. Cuando Dios tome plenamente posesión de su reino, quedará vencida la muerte y alboreará la vida eterna.

Jesús se deja llamar maestro, doctor de la ley, pero rechaza la calificación de «bueno». Los doctores judíos de la ley cuidaban ávidamente de su honor. «El respeto a los doctores ha de frisar con el temor de Dios», ha de superar el respeto a los padres, puesto que los padres traen al hombre solamente al mundo, pero el doctor lleva al cielo. Jesús no busca su honor, sino la gloria de Dios (Jua 8:50). Al negarse Jesús a ser celebrado como bueno, ensalza la bondad divina. Uno solo es bueno: Dios. Los fariseos se tienen por buenos, porque observan la ley y practican obras de supererogación. Ahora bien, el hombre sólo es bueno si Dios lo hace bueno. La nueva alianza prometida contiene la garantía de que Dios mismo quiere otorgar a su pueblo todo bien (Jer 32:39 ss). Sólo el que reconoce que no es bueno se vuelve bueno y se salva.

20 Ya conoces los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. 21 él contestó: Todas esas cosas las he cumplido desde la juventud.

Quien quiera entrar en el reino de Dios y poseer la vida eterna, debe observar la ley (Jer 16:17.29). La ley básica del Antiguo Testamento son los diez mandamientos (Exo 20:1316; Deu 5:17-20). Conforme a la idea del Antiguo Testamento, los diez mandamientos se reparten en dos grandes grupos iguales, cada uno de cinco mandamientos. Los cinco primeros se refieren a Dios, los otros cinco al prójimo. Jesús cita cuatro mandamientos del segundo grupo, del primero el respeto a los padres. Este mandamiento se cuenta en el primer grupo, porque el honor testimoniado a los padres es un honor tributado a Dios: Dios es quien da la vida, los padres sirven a Dios transmitiéndola. El comportamiento con el prójimo se antepone aquí al comportamiento con Dios, porque con el amor al prójimo se muestra que se ama verdaderamente a Dios, Jesús se remite a los profetas y pone estas palabras en boca de Dios: «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Ose 6:6; Mat 9:13).

El personaje asegura haber cumplido la ley desde la juventud. Está convencido de que se puede cumplir la ley con todos sus imperativos. Los doctores de la ley lo confirman en su convicción: «Señor del mundo, he recorrido los 248 miembros que tú formaste en mí y no he hallado haberte irritado con uno solo de ellos.» Dado que el judío sabe por la ley lo que tiene que hacer, y puede hacer lo que ha reconocido como justo, por eso sabe también que ha cumplido la voluntad de Dios y que es justo. El jefe habló por convicción, por lo cual también Jesús tomó en serio su palabra.

¿No podía el jefe hablar con tanta seguridad sólo por el hecho de haber hallado la voluntad de Dios fijada en la letra de la ley? Conforme a la exigencia de la letra de la ley quizá puede el hombre decir todavía: «He hecho todo lo que está mandado.» ¿Puede también decirlo conforme a la exigencia del Dios viviente, del Dios que es bueno, que es el único bueno, que toma posesión del reino, que quiere serlo todo en todo? ¿Quién ha cumplido lo que Jesús anuncia como imperativo de Dios: «Sed misericordiosos, como misericordioso es vuestro Padre» (Mat 6:36)?

22 Cuando Jesús lo oyó, le dijo: Todavía te queda una cosa: vende todo cuanto tienes y distribúyelo a los pobres, que así tendrás un tesoro en los cielos; ven luego y sígueme. 23 Pero cuando oyó esto, se puso muy triste, pues era extremadamente rico.

Las palabras de Jesús no quieren añadir una nueva prescripción a las ya existentes en la ley; van mucho más hondo. Dios anuncia al jefe la voluntad del Dios viviente, para aquí y para ahora, para él personalmente, la exigencia que Dios le formula a él en particular. Debe separarse de todo lo que posee. El precio de las posesiones vendidas debe emplearlo en limosnas y en obras de caridad. Y lo que es decisivo: debe ser discípulo de Jesús, seguirle a él; él revela lo que quiere Dios y lo que conduce a la vida.

Las limosnas y las obras de caridad proporcionan un tesoro en el cielo, cuyos intereses disfruta el hombre en este mundo, mientras que el capital le queda reservado para el mundo futuro. Jesús no exige sólo que el jefe dé limosnas, sino que le exige también que renuncie a todo lo que posee, y con ello, para el futuro, que renuncie incluso a la posibilidad de dar limosnas y de granjearse un tesoro en el cielo. No es la limosna la razón por la cual el rico ha de renunciar a lo que posee, sino que Jesús se limita a indicar, para el hombre, una buena manera de desprenderse de lo que posee.

Jesús exige a su interlocutor el desprendimiento de los bienes, porque se trata de seguirle a él a dondequiera que vaya. Tal seguimiento radical, al que es llamado el rico, no se concilia ya con la propiedad, con el Mamón, que reclama el servicio del hombre y hace imposible la entrega total al servicio de Dios (16,13). La renuncia a los bienes lo deja libre para seguir a Jesús. Ante todo quiere Dios que se adhiera a Jesús, que le siga. Así se cumple la ley y los profetas, así se cumple la voluntad de Dios. Con esto queda dada la respuesta decisiva a la pregunta por la posesión de la vida. La renuncia total a la propiedad no es una ley valedera para todos (10,38 ss). Sin embargo, a todos y a cada uno se exige tanta renuncia interior y exterior cuanta sea necesaria para que se anteponga Dios a todas las cosas (12,31) (Ver comentario a 12,22-34). En el caso de este hombre rico, lo que le afecta es quizá otra exigencia que la de separarse de la propiedad. La tristeza le invade. Quedó profundamente desilusionado, pues era extremadamente rico. La riqueza lo ata, el Mamón no lo deja libre. No es capaz de renunciar a la seguridad terrena y de optar únicamente por Dios en el seguimiento de Jesús. La invitación a renunciar a todo le pone de manifiesto su situación interior. Había creído cumplir totalmente la voluntad de Dios porque desde su juventud había observado la ley. Ahora en cambio descubre que rechaza la voluntad de Dios y se le niega. Había acudido a Jesús para asegurarse la vida y ahora comprende que sólo estará seguro si se entrega plenamente a Dios: «Si alguno viene a mí y no aborrece… a sí mismo, no puede ser mi discípulo» (14,26). Sólo el encuentro con Jesús revela la voluntad de Dios.

24 Al verlo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios.

Jesús no habla ya a su interlocutor, sino que anuncia a todos su mensaje. El que tiene posesiones entra difícilmente en el reino de Dios. Se habla del reino en términos de viaje, y precisamente en el relato del viaje a Jerusalén. La vida es una marcha, un viaje, una peregrinación, cuyo término es el reino de Dios. Jesús, en su viaje hacia Jerusalén, es maestro, que enseña el camino de la vida.

Una imagen hiperbólica encarece todavía la dificultad. Todo un camello, con su alta giba, no puede en modo alguno pasar por el diminuto ojo de una aguja. El rico no puede entrar en el reino de Dios. Con la imagen no se quiere convertir la dificultad en imposibilidad, pero sí se quiere subrayar la dificultad. Se trata de despertar a los oyentes, de forzarlos a reflexionar, de inquietarlos. La riqueza en cuanto tal no es una cosa anodina, sino una fuerza que pone en peligro la salvación, porque absorbe al hombre y no lo deja libre para dedicarse a Dios (16,13).

26 Los que lo estaban oyendo dijeron: ¿Y quién podrá salvarse? 27 él contestó: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

La salvación, la entrada en el reino de Dios, la vida: he aquí cuestiones candentes que se plantean en el camino de la vida. El personaje ha fallado ante la exigencia de Jesús. Entonces, ¿quién podrá todavía esperar salvarse? También los oyentes se ven asaltados por la desilusión y la tristeza. Jesús no trata de tranquilizarlos, como hacen los hombres cuando notan que han asustado con sus palabras. Para los hombres es imposible. No se debería pasarse rápidamente de largo esta palabra, para consolarse y tranquilizarse con la que sigue. Hay que comenzar por sentirse tambalear, por perder pie, antes de pasar a esta segunda palabra. Primero tiene el hombre que confesar que por sí mismo no tiene la menor esperanza de salvarse, tiene que percatarse de que no hay escapatoria posible, antes de ponerse en el camino que Dios todavía le muestra. Sólo al borde del abismo podemos echar mano de esta segunda palabra.

Para Dios es posible que el hombre se salve. No se trata de una manera fácil y barata de levantar los ánimos, no se trata de una referencia explícita a la gracia, que lo arreglará todo. Jesús ha dejado sentado bien claro que exige los mayores esfuerzos (13,24; 16,16; 14,25 ss). No retira nada de lo dicho anteriormente. Ahora bien, cuando el hombre reconoce y comprende atemorizado que por sí mismo no puede en modo alguno alcanzar la salvación, ha alcanzado la convicción fundamental en su camino: se ha hecho pobre. Para Dios es posible. La palabra lo libra del temor y lo levanta a una seguridad confiada. El reino de Dios es misericordia para quien pone toda su esperanza en Dios.

28 Pedro dijo entonces: Pues mira nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido.

Aquello a que no se resolvió aquel personaje, los apóstoles lo hicieron. Dejaron lo que poseían: las redes y la barca (5,11), el puesto de cobrador de impuestos (5,28), todo lo que tenían (5,11.28). Según Marcos, dijo Pedro que lo habían dejado «todo», según Lucas, sus «cosas», la propiedad, aquello a que tenían derecho, de que disponían, lo que podían considerar como suyo, incluso sus realizaciones, su actividad. Nada consideraban ya como propio de ellos, de nada podían ya jactarse.

¿Qué quiere decir Pedro? Según Mateo presenta su acción como un título, como un derecho a la recompensa: «Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué habrá, pues, para nosotros?» (Mat 19:27). Vuelve a levantarse una nueva defensa, una nueva seguridad que no es Dios. En la redacción de Mateo sigue la parábola de los obreros de la viña (,16). Lo que hace entrar en el reino de los cielos no es el derecho que pueda hacer valer el hombre, sino la bondad divina operante en Jesús. Lucas no escribió la pregunta de Pedro: «¿Qué habrá, pues, para nosotros?» Jesús añade más bien a la palabra de Pedro la promesa de vida eterna. Pedro y los apóstoles han realizado la palabra dirigida por Jesús al personaje rico. Están delante de la Iglesia como los grandes indicadores en el camino de la salvación.

29 él les contestó: Os lo aseguro: nadie que haya dejado por el reino de Dios casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos, 30 dejará de recibir mucho más en este mundo, y en el mundo venidero, vida eterna.

Los apóstoles habían dejado la propiedad: dinero, campos, bienes. No sólo esto. Dejaron también aquello a que está apegado el corazón: el hogar, la familia. ¿Cuándo puede el hombre decir que lo ha dejado todo? Vuelven aquí de nuevo las exigencias que había formulado Jesús a los que querían ser sus discípulos, cuando comenzó su marcha hacia Jerusalén (Mat 9:57-62). La tradición textual en Marcos (Mat 10:29) no habla de dejar la mujer. En la parábola de la invitación al gran banquete es también la mujer un impedimento para que el invitado acuda al banquete (Mat 14:20). La pobreza y la vida de celibato de los apóstoles son constantemente para la Iglesia la llamada de Jesús a desprenderse de todo para poder responder libremente al llamamiento y a las exigencias de Dios. La propiedad se abandona por causa del reino de Dios (Mat 18:29), por el Evangelio (Mar 10:29) y por el nombre de Jesús (Mat 19:29). El reino de Dios que está viniendo, Jesús que lo proclama y lo trae, la predicación del Evangelio, todo esto está en estrecha conexión. Quien se pone al servicio de la proclamación de la palabra, forma parte de los que siguen a Jesús y se hace accesible al reino de Dios, debe estar bien convencido de que ya no está apegado a la propiedad; Jesús camina hacia Jerusalén, donde le aguarda la muerte, pero también la elevación.

El curso del mundo está dividido en época presente y mundo futuro, tiempo de salvación. El mundo futuro está penetrando ya en el presente. El reino de Dios está en medio de vosotros (Mat 17:20). En el mundo presente recibe el discípulo mucho más de lo que ha dejado: en la comunidad de los hermanos y hermanas creyentes (Hec 11:1; Rom 16:1), por razón de la comunidad de bienes (Hec 2:14), de la hospitalidad (l Tim 5,10; 1Pe 4:9) y del amor le están abiertas todas las casas. En el mundo venidero recibirá vida eterna.

3. AL ENCUENTRO DEL REINO DE DIOS (,27).

Comienza la última etapa del camino hacia Jerusalén. ¿Qué significa esta marcha en la historia de la salvación? ¿Qué no significa? El camino de Jerusalén es marcha hacia la muerte, pero también hacia la resurrección y ascensión a los cielos (1Pe 9:50), como lo indica el tercer anuncio de la pasión (1Pe 18:31-34). Jesús se dirige a Jerusalén como Hijo de David y como salvador, con la curación del ciego y la salvación de Zaqueo se hace visible al comienzo de la última etapa del camino lo que significa para la historia de la salud lo que sucederá en Jerusalén (1Pe 18:35-43; 1Pe 19:1-10). La marcha hacia Jerusalén no aporta todavía la espléndida manifestación de la soberanía regia, la erección del reino; la gloria y esplendor del reino le aguardan a Jesús para después de su partida; luego vendrá de nuevo en poder y gloria. El tiempo que va de la ascensión al cielo a su venida con poder es para los discípulos tiempo de prueba en la labor misionera y en la persecución (1Pe 19:11-27). Su entrada, que para Lucas es entrada en el templo, sienta los fundamentos de la Iglesia, que se desenvuelve entre el tiempo de salvación, de Jesús, y su segunda venida en gloria.

a) Tercer anuncio de la pasión (Lc/18/31-34)

31 Tomando luego consigo a los doce, les dijo: Mirad que subimos a Jerusalén, y se van a cumplir en el Hijo del hombre todas las cosas que fueron escritas par los profetas.

La muerte de cruz, que aguarda a Jesús en Jerusalén, fue incluso para los creyentes desilusión y pesada carga, para muchos fue una sentencia de destrucción válida y definitiva. Sólo a los doce que le habían acompañado en todos sus caminos les impone Jesús esta carga, a ellos que habían renunciado a todo les confía lo que significa para él la entrada en Jerusalén, a ellos quiere mostrarles qué rumbo sigue el camino hacia la gloria. Este camino lo han de seguir y anunciar ellos como camino de la vida.

Jerusalén pasa ahora por su gran hora de la historia de la salvación. El Hijo del hombre hace su entrada en la ciudad. Allí sufre los dolores del Siervo de Dios, como lo había profetizado Isaías, allí será elevado al poder de Dios, como lo había anunciado Daniel acerca del Hijo del hombre (*). En Jerusalén va el siervo de Yahveh, por la pasión y la muerte, a la gloria. «¿No era necesario que el Mesías padeciera esas cosas para entrar en su gloria?» (1Pe 24:26). El sufrimiento es la entrada en la gloria y el fundamento para congregar la Iglesia.

Ahora se cumple lo que habían escrito los profetas. En la transfiguración hablaban Moisés y Elías de la muerte que había de sufrir Jesús en Jerusalén (1Pe 9:31). A lo largo de todas las Escrituras se presenta el camino de Cristo como camino que por la pasión conduce a la gloria ( 1Pe 24:25-27; 1Pe 24:44). Este acontecimiento de la muerte y glorificación de Cristo es el sentido de la historia de la salud (1Pe 1:10 s). En Jerusalén se cumple, se lleva a término el designio salvífico de Dios, se satisface el ansia de Jesús de ver este cumplimiento (1Pe 12:50), de ver realizado lo que se le había encargado (1Pe 13:32; 1Pe 22:37). Allí puede pronunciar la palabra registrada por san Juan: «Todo se ha cumplido» (Jua 19:30).

……………

* Acerca del Hijo del hombre se hacen tres grupos de aserciones: 1) Es un ser supramundano, que ha venido a la tierra y está dotado de los mayores poderes:Jua 5:24; Jua 6:5; Jua 7:34; Jua 9:56; Jua 12:53; Jua 19:10. 2) Está sujeto al sufrimiento y a la muerte:Jua 9:22 ss; Jua 9:44; Jua 9:58; Jua 18:31; Jua 22:22; Jua 22:48; Jua 24:7; lleva los rasgos del siervo de Yahveh (Is 53). 3) Como Hijo del hombre que ha de venir, es soberano, salvador y juez en los últimos tiempos:Jua 11:30; Jua 12:8.40; Jua 17:22-30; Jua 18:8; Jua 21:27, Jua 21:36; Jua 22:69; Hec 7:56; en esto se asemeja al Hijo del hombre de Daniel (Dan 7).

……………

32 Porque será entregado a los gentiles, y se verá burlado, insultado y escupido, 33 y después de azotarlo, lo matarán; pero al tercer día resucitará.

Este anuncio lleva el sello de la historia lucana de la pasión. No se habla de una vista de la causa ante el tribunal judío. Los judíos entregarán el Hijo del hombre a los gentiles. Pedro les echa más tarde en cara: «Vosotros lo entregasteis y negasteis en presencia de Pilato» (Hec 3:13 s). «Vosotros lo entregasteis según el plan definido y el previo designio de Dios, crucificándolo por manos de infieles» (Hec 2:23). En él son culpables judíos e infieles (Hec 4:27-29).

Los gentiles se burlarán de Jesús y le escupirán. Con él se divertirán insolentemente. Con sentimientos impíos se desmandan con el santo Hijo de Dios, al que Dios mismo había ungido como rey Mesías (Hec 4:27; Is 53; Sal 2; Hec 10:38). Esta humillación llega a su límite en la ejecución en la cruz. Según el derecho penal romano, van asociadas la flagelación y la pena de muerte en cruz. Jesús es condenado a la muerte más ignominiosa que conoce el mundo pagano. Es sencillamente aniquilado.

Este aniquilamiento no es el fin, sino el comienzo de su glorificación. Jesús está, sí, en una misma linea con los mensajeros de Dios del Antiguo Testamento y con su suerte, pero, como Hijo del hombre que es, marcha a través de la muerte. No «será» meramente «resucitado» (así Mat 20:19, traducido literalmente), sino que resucitará él mismo. En el hecho pascual no sólo Dios obra en Jesús, sino que el Hijo del hombre tiene el poder de levantarse, de resurgir por sí mismo de la muerte. Al hecho de ser entregado y a la ejecución en la cruz se contrapone la acción soberana del Resucitado.

34 Sin embargo, ellos nada de esto comprendieron; pues estas cosas les resultaban ininteligibles, y no captaban el sentido de lo que les había dicho.

El camino de Jesús es para los apóstoles desde el principio hasta el fin un misterio incomprensible. No comprendieron ni captaron que fuera posible lo que expresan estas palabras. El camino que tiene que seguir Judas es para el pensar humano incomprensible, inescrutable, «ininteligible», oculto. Ni siquiera la Sagrada Escritura, en cuyo centro está este misterio, es capaz de esclarecerlo; sólo cuando el Resucitado descubre a los discípulos el sentido de las Escrituras, cuando él mismo levanta el velo, se hace comprensible este misterio. La misma fe, el mismo hecho de creer que Jesús entra en la gloria a través de la muerte, es también fruto de este camino (cf. 24,25-35).

b) Curación de un ciego (Lc/18/35-43)

35 Al acercarse él a Jericó, había un ciego sentado junto al camino, que estaba pidiendo limosna. 36 Cuando oyó el ruido de la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le contestaron que estaba pasando por allí Jesús de Nazaret. 38 Entonces el ciego se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! 39 Los que iban delante le reprendían para que callara; pero él gritaba todavía mas fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!

En tiempos de Jesús estaba situada Jericó al sur de los antiguos límites de Israel. Herodes el Grande y Arquelao la adornaron con lujosos edificios de estilo romano helenístico. Jesús se acerca a la ciudad (*). El pueblo le rodea; a lo que parece, camina en una caravana de peregrinos que se dirigen a Jerusalén para la fiesta de pascua. De nuevo vemos a Jesús caminando. En Jericó comienza la subida a la ciudad, que es la meta de su viaje.

Junto a la puerta de la ciudad se hallan los mendigos. Entre ellos hay un ciego. Oye cómo pasa la gente. ¿Por qué tal alboroto? La respuesta es muy sencilla: Jesús de Nazaret. Nada más. Sin embargo, este ciego confiesa: Jesús es el Hijo de David, el Mesías rey, que procede de la estirpe de David y que viene a restablecer el reino de David (1,32s). El Mesías fue anunciado por los profetas como salvador de los ciegos: «Los ciegos ven» (Isa 35:5 s); es enviado y ha sido ungido para restituir la vista a los ciegos (Isa 4:18; cf. Isa 61:1), para anunciar a los pordioseros la buena nueva (Isa 4:18). Jesús es el salvador prometido. El ciego grita su confesión de fe y pide socorro a los oídos de todos.

El grito del ciego turba el silencio en que marcha el pueblo, en santa peregrinación. Aunque reprenden al ciego, él grita todavía más fuerte. Su clamor se parece al clamor de los profetas, que son impulsados por la fuerza del espíritu de Dios (Amo 3:8). La fe en la filiación davídica de Jesús es debida a iluminación de Dios (cf. Mat 16:17), que no puede quedar oculta. ¡El ciego ve! Muchos vieron las obras de Jesús y, sin embargo, permanecieron ciegos para no ver lo que es Jesús. Dios dispone esta confesión de Jesús cuando él se dispone a marchar a la muerte. El ciego, que ha recobrado la vista interior, introduce y caracteriza la última etapa del camino y la entrada en Jerusalén.

……………

* Cf. Mar 10:46 : «Al salir él de Jericó…» (también Mat 20:29). No hay necesidad de sutiles y rebuscadas tentativas de armonización; Lucas, por razones literarias, modificó su modelo Marcos: la historia de Zaqueo había que incluirla todavía en Jericó; cierto que aún no acaba de explicarse por qué procedió así.

……………

40 Jesús se paró y mandó que se lo trajeran delante. Cuando el ciego se acercó, le preguntó Jesús: 41 ¿Qué quieres que te haga? él contestó: ¡Señor, que yo vea!

El título de «Hijo de David» es el que más cargado está de esperanzas políticas nacionales. Ahora lo soporta Jesús y lo reconoce, aunque antes lo había prohibido (cf. Mat 9:30). Su camino hacia Jerusalén destruye estas esperanzas y manifiesta otra imagen del Mesías, una imagen que responde al plan salvífico de Dios. El ciego interpela ahora a Jesús como Señor (Marcos: Rabbuni, Maestro). Señor es el título augusto de Jesús en las comunidades helenísticas; él es soberano, al que se ha dado poder divino. Jesús de Nazaret es Hijo de David (Mesías, Cristo) y Señor (Kyrios). Lo que ve el ciego en el camino de Jerusalén, lo anunciaron los ángeles acerca de Jesús recién nacido: un salvador (Jesús), que es el Mesías (el Hijo de David), el Señor (2,11). La Iglesia de los creyentes expresará en un himno esta confesión como fruto del camino hacia Jerusalén: «Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual, Dios a su vez lo exaltó y le concedió el nombre que está sobre todo nombre, para que… toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2:8-11).

42 Y Jesús le respondió: Pues recobra la vista; tu fe te ha salvado. 43 E inmediatamente recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, prorrumpió en alabanzas a Dios.

La curación maravillosa confirma la confesión mesiánica del ciego. Lo que había hecho Dios en él interiormente, se muestra al exterior. La fe en él salva. Sigue a Jesús. Para seguir a Jesús como discípulo hay que empezar por la profesión de fe, confesar que Cristo es el Señor. El camino hacia Jerusalén debe ser recorrido por causa del pueblo ciego. «Vamos palpando como el ciego a lo largo del muro, y andamos a tientas, como quien no tiene ojos. Tropezamos en pleno día como si fuera de noche; estamos a oscuras, como muertos» (Isa 59:10). «Vendrá a vernos la aurora de lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas y sombra de muerte» (Isa 1:79).

El ciego cree, aunque no ve a Jesús, la multitud le amenaza: con sus gritos se trastorna el orden sagrado de la procesión. En el camino hacia Jerusalén, donde se consumará la historia de la salud con la muerte y resurrección de Cristo, recibe el ciego la luz de los ojos; el ciego, que por los judíos era tenido por muerto, es resucitado a la vida, el que era excluido de la comunidad cultual se convierte en discípulo de Jesús. También Jesús, que en su camino ha predicho su pasión, en el mismo camino de la pasión halla discípulos. Las obras de Jesús suscitan las alabanzas de Dios. El ciego sigue a Jesús, glorificando a Dios. Gracias a él, el pueblo entero da gloria a Dios. El ciego, con su fe, reúne una nueva comunidad cultual. La imagen de la Iglesia se hace visible. A la elevación de Jesús sigue la alabanza de Dios por la Iglesia naciente (24,53).

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Luc 11:9-10 y par., Rom 1:10; Rom 12:12; Col 1:3; Col 4:2; 1Ts 5:17; 2Ts 1:11.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El juez injusto. Esta parábola es realmente la conclusión de la enseñanza sobre el futuro en 17:20-37. Como la parábola muy similar en 11:5-8, no enfatiza la comparación de Dios con el juez injusto, sino destaca el contraste. Probablemente, la mujer estaba presentando un asunto financiero al juez y él se negaba a escuchar porque estaba esperando un soborno; ella era demasiado pobre para pagar y su única arma era la insistencia. Si aun un juez que no honra las leyes de Dios y el hombre puede ser inducido a actuar por los clamores incesantes de una viuda, cuánto más actuará Dios para levantar a su pueblo cuando clamen a él.

En el v. 7 sus escogidos son aquellos que han oído su llamado y han respondido a él. Aquí hay una situación de persecución y desean que Dios muestre que ellos están en el buen camino. Claman: “Venga tu reino.” ¿Les hará esperar? sugiere que Dios puede dar la impresión de alguien intratable que no responde a las oraciones, pero ciertamente él contestará sus oraciones sin que la necesidad llegue al extremo. Levantará prontamente a su pueblo. La cuestión realmente vital que se encuentra aquí no es si Dios responderá a la oración, sino si ellos serán un pueblo fiel que ha perseverado en la oración y no ha perdido la esperanza cuando llegue el Hijo del Hombre. La parábola es esencialmente un estímulo para seguir en oración sin perder las fuerzas a través de los tiempos difíciles de la espera antes que llegue el Hijo del Hombre.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

18.1 Insistir en nuestras oraciones hasta obtener respuesta no significa una repetición sin fin, ni estar en reuniones de oración prolongadas y tediosas. La oración perseverante implica ser constantes en nuestras peticiones delante de Dios, como si viviéramos por El de día en día, con la certeza de que responderá. Cuando vivimos por fe, no debemos rendirnos. Dios puede demorar su respuesta, pero siempre tendrá buenas razones y no debemos confundirlas con negligencia de su parte. Al persistir en la oración, crecemos en carácter, fe y esperanza.18.3 Las viudas y los huérfanos formaban la parte más vulnerable del pueblo de Dios y tanto los profetas del Antiguo Testamento como los apóstoles del Nuevo Testamento insistieron que debían atenderse como era debido. Véanse, por ejemplo, Exo 22:22-24; Isa 1:17; 1Ti 5:3; Jam 1:27.18.6, 7 Si los jueces malos ceden ante las presiones constantes, cuánto más un Dios grande y amoroso nos responderá. Si hemos sentido su amor, podemos creer que El responderá nuestros ruegos.18.10 A menudo, las personas que vivían cerca de Jerusalén iban al templo a orar. El templo era el centro de adoración.18.11-14 El fariseo no fue al templo a orar a Dios, sino para anunciar a todo aquel que podía oírle cuán bueno era. El publicano reconoció su pecado y pidió misericordia. Creerse justo por mérito propio es peligroso pues conduce al orgullo, motiva desprecio a otros e impide aprender más de Dios. Debiéramos hacer nuestra la oración del publicano porque necesitamos la misericordia de Dios todos los días. No permita que el orgullo le impida reconocer su necesidad de Dios.18.15-17 Las madres acostumbraban llevar sus hijos al rabino para que les bendijeran y por eso estas madres se reunieron alrededor de Jesús. Los discípulos, sin embargo, pensaron que los niños no eran importantes para ocupar el tiempo del Maestro, eran lo menos importantes de todo lo que El hacía en esos momentos. Pero Jesús los recibió porque los niños tienen la clase de fe y confianza necesarias para entrar en el Reino de Dios. Es importante presentar nuestros niños a Jesús y que nosotros mismos nos acerquemos a El con las actitudes de aceptación y confianza de un niño.18.18ss Este hombre principal buscaba aliento, alguna forma de saber que tenía vida eterna. Quería que Jesús midiera y evaluara sus cualidades o que le diera alguna tarea a fin de asegurar su inmortalidad. De ahí que Jesús le diera una tarea, la única cosa que este hombre sintió que no podría cumplir. «¿Quién, pues, podrá ser salvo?», se preguntaron los presentes. «Nadie puede por sus medios», respondió Jesús. «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». La salvación no se puede ganar, es un don de Dios (véase Eph 2:8-10).18.18, 19 En esencia, la pregunta de Jesús al hombre principal, el que lo llamó «Maestro bueno», fue: «¿Sabes quién soy?» Sin dudas este hombre, que con razón le llamaba bueno, no captó las implicaciones de la declaración de Jesús porque El es Dios mismo.18.22, 23 La riqueza de este hombre trajo cierta clase de paz a su vida y le dio poder y prestigio. Cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que poseía, tocaba su seguridad e identidad. El hombre no entendió que estaría mucho más seguro si seguía a Jesús, más que la estabilidad que le daba sus riquezas. Jesús no pide a todos los creyentes que vendan las cosas que tienen, más bien esta puede ser su voluntad para algunos. Sin embargo, nos pide todo para que no nos atrape algo que quizás consideremos más importante que Dios. Si la base de su seguridad ha cambiado de Dios a lo que usted posee, sería mejor deshacerse de esas posesiones.18.24-27 Debido a que el dinero representa poder, autoridad y éxito, a menudo es difícil para la gente adinerada concientizarse de su necesidad y de su incapacidad para salvarse. Los ricos en talento o inteligencia sufren la misma dificultad. A menos que Dios penetre en sus vidas, estas por sí solas no irán a El. Jesús sorprendió a algunos de sus oyentes al ofrecer salvación al pobre. Hoy en día quizás sorprenda a algunos ofrecérsela a los ricos. Es difícil para una persona autosuficiente aceptar su necesidad e ir a Jesús, pero «lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios».18.26-30 Pedro y los otros discípulos tuvieron que pagar un alto precio al dejar sus hogares y trabajos para seguir al Señor. No obstante, Jesús le recordó a Pedro que seguirle tiene sus beneficios y también sacrificios. Cualquier creyente que haya tenido que dejar algo para seguir a Cristo tendrá recompensa en esta vida y en la venidera. Por ejemplo, si usted debe dejar un trabajo seguro, descubrirá que Dios le ofrece una relación más segura con El ahora y siempre. Si sufre el rechazo de su familia, ganará el amor de la familia de Dios. Los discípulos comenzaron a pagar el precio de seguir a Cristo y El les dijo que serían recompensados. No se fije en lo que ya dejó; piense en lo que ganó y dé gracias por ello. Nunca daremos más que Dios.18.31-34 Algunas profecías de lo que le sucedería a Jesús se hallan en el Psa 41:9 (traición); Psa 22:16-18 e Isa 53:4-7 (crucifixión); Psa 16:10 (resurrección). Los discípulos no entendieron lo que Jesús dijo. Tal parece que concentraron su atención en la parte de su muerte e hicieron caso omiso de lo que mencionó en cuanto a su resurrección. A pesar de que Jesús les habló con claridad, no lograron captar el significado de sus palabras hasta que lo vieron resucitado, cara a cara.18.35 A menudo, los mendigos esperaban junto a los caminos cerca de las ciudades, porque eran los lugares más apropiados para entrar en contacto con la gente. Por lo general, los impedidos en alguna manera no estaban en condiciones de trabajar para vivir. No existía tratamiento médico para estos problemas y la gente tendía a pasar por alto su obligación de ayudar al necesitado (Lev 25:35-38). Esos mendigos tenían muy poca esperanza de salir de esta degradante forma de vivir. Sin embargo, este ciego en particular puso su esperanza en el Mesías. Sin vergüenza clamó procurando ganar la atención de Jesús y este le dijo que su fe le permitió ver. No importa cuán desesperante sea su situación, si clama a Jesús con fe, El lo ayudará.18.38 El ciego llamó a Jesús «Hijo de David», un título para el Mesías (Isa 11:1-3). Esto significa que entendió que Jesús era el Mesías tan esperado, mientras que los líderes religiosos que vieron sus milagros permanecieron ciegos a su identidad y se negaron a reconocerlo como tal.NARRACIONES QUE APARECEN SOLO EN LUCAS1.5-80 : Sucesos especiales preceden los nacimientos de Juan el Bautista y Jesús2.1-52 : Hechos de la niñez de Jesús3.19, 20 : Herodes encarcela a Juan4.16-30 : Jesús rechazado en Nazaret5.1-11 : Jesús proporciona una pesca milagrosa7.11-17 : Jesús resucita al hijo de una viuda7.36-50 : Una pecadora unge los pies de Jesús8.1-3 : Mujeres viajan con Jesús10.1-18.14 : Hechos, milagros y enseñanzas durante los meses antes de la muerte de Jesús19.1-27 : Jesús visita a Zaqueo y después narra la parábola de las diez minas23.6-12 : Juicio de Jesús ante Herodes24.44-49 : Algunas de las palabras finales de Jesús antes de su ascensión.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1062 Sal 55:16; Rom 12:12; Efe 6:18; Flp 4:6; Col 4:2; 1Ts 5:17

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Y les refería…una parábola. La parábola de la viuda y el juez (vers. 1– 8) enfatiza la importancia de perseverar en la oración a la luz de la inminente venida del « Hijo del Hombre» (vers. 8; cp. 17:22– 37). La lección de la perseverancia es la misma de la parábola en 11:5– 13.

Fuente: La Biblia de las Américas

desmayar. i.e., desanimarse porque las respuestas no vienen de inmediato.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

155 18,1-8. Lucas ha relacionado estrechamente esta parábola con 17,20-37, haciendo referencia en el v. 8 a su tema principal, la venida del Hijo del hombre. Extrae lecciones para sus asediadas comunidades: Dios no abandonará a sus elegidos; deben ser fieles y estar en constante oración hasta la venida de Jesús. 1. orar: cf. una parábola parecida en 11,5-8. Como dejará claro el v. 8, no se trata de la mera oración continua. La fidelidad al Dios de Jesús debe ser el motor de la oración. 3. viuda: Tal tipo de mujer, despojada de toda protección masculina en una sociedad patriarcal, es una imagen frecuente en Lc-Hch de la impotencia total (7,11-17; 20,45-21,4). 6. oídlo que dice el juez injusto: Dos son las lecciones obtenidas vía argumentación minus ad maior:Si la persistente súplica de la indefensa viuda triunfa sobre un juez injusto, cuánto no más logrará la persistente oración de los discípulos cristianos; si un juez injusto se rinde a las súplicas de una viuda, cuánto no más lo hará un Dios misericordioso. 8. ¿encontrará fe?: La cuestión decisiva no trata de la vindicación divina de la comunidad de Dios perseguida; Dios los vindicará ciertamente. Lo decisivo aquí es si los discípulos de Jesús le serán fieles durante el largo camino provocado por el retraso de su retorno.

156 (c) LOS DISCÍPULOS DEBEN DEPENDER DE DIOS MÁS QUE DE ELLOS MISMOS (18,9-17). Jesús enseña a sus discípulos, que le siguen en el camino, que no les servirán de nada sus pregonadas obras virtuosas para entrar en el reino de Dios. 9-14. parábola: Esta perícopa, exclusiva de Lucas, es otra historia ejemplar (cf. comentario a 16,1-8a). Los discípulos tienen que concretar en su comportamiento la actitud del publicano. justo: Desde el inicio de su evangelio (1,6), Lucas ha estado jugando con el tema de quién es justo, injusto y quién se autojustifica (p.ej., 5,32; 15,7). La perspectiva de Lucas no es la de Pablo, pues Lucas no relaciona la justificación con la fe, la ley o la cruz, como hace Pablo. Tres son los puntos que Lucas destaca: el vanagloriarse, con total confianza, de las propias buenas obras, no logrará la absolución en el juicio de Dios; al igual que Jesús, debemos comprometemos en obras de justicia, como, p.ej., dar limosna; Dios ha vindicado a su inocente justo sufriente, a Jesús el Cristo (cf. 23,47; Hch 3,14; 7,52; 22,14). Cf. J. Reumann, «Righteousness» in the New Testament (Filadelfia 1982) 135-43; R. J. Karris, JBL 105 (1986) 70-74. 10. fariseos: →76-77 supra. publicano: →46 supra. 11. injusto: La ironía lucana es patente, pues coloca en boca del fariseo una palabra gr. (adikoi), que procede de la misma raíz que «justo» (dikaios): ¿Quién es realmente el injusto aquí? 12. Las obras supererogatorias son concienzudamente señaladas. 13. golpeaba su pecho: Signo de arrepentimiento. Aparece la misma expresión en 23,48, cuya interpretación tiene el mismo sentido que aquí. 14. justificado: El publicano es absuelto en el tribunal de Dios; él ha reconocido su necesidad de la misericordia de Dios y ha mostrado dolor por sus pecados. El fariseo, sin embargo, no necesita del don gratuito de la justificación de Dios, pues se justifica a sí mismo. 15-17. En 9,51, Lucas se apartó del orden del evangelio de Marcos para desarrollar su relato del viaje. Ahora reanuda el contacto con Marcos. Cf. Mc 10,13-16; Mt 19,13-15. niños pequeños… niños: En 9,46-48, Jesús empleó a un niño como advertencia contra el deseo de sus discípulos de ser «el más grande». En 10,21, alabó a su Padre por revelar el sentido de su ministerio a los «pequeños». Ahora propone a los más pequeños de la comunidad humana para dar otra lección. En oposición al fariseo jactancioso de 18,9-14, los discípulos deben acercarse a Dios como un niño pequeño: con espontaneidad, espíritu de dependencia, sentido de asombro, sin credenciales de éxito. Las puertas del reino no se abrirán para quienes se comporten de forma diferente. En contraste con Mc 10,16, Lucas no dice que Jesús bendijese a los niños. En Lucas, Jesús bendice a la gente únicamente tras haber completado la liturgia de su éxodo (→198 infra).

157 (d) LA GRAN DIFICULTAD DE QUE LOS RICOS ENTREN EN EL REINO DE DIOS (18,18-30). En la conclusión de su relato del viaje, Lucas reúne los hilos de los diferentes temas que lo componen. En esta perícopa, y en su opuesta (19,1-10), escoge los temas de la riqueza y de la entrada en el reino de Dios. Cf. Mc 10,17-31; Mt 19,16-30. 18. un hombre importante: Este personaje puede ser un dirigente religioso; cf. uso paralelo en 14,1; 23,13.35; 24,20. vida eterna: →126 supra. Cumplir los mandamientos del amor a Dios y al prójimo conduce a la vida eterna (10,25-37); también conduce a ella el abandono de las posesiones, dándolas a los pobres, y el seguimiento de Jesús. El v. 30, en el que también hay una referencia a la «vida eterna», forma una inclusio con el v. 18. Esta inclusio es sólo uno de los ejemplos del emparejamiento artístico que invade toda la perícopa. Cf. H.-J. Klauck, Claretianum 26 (1986) 28. 19. nadie es bueno sino sólo Dios: Dios es la fuente de toda bondad, incluso de la del ministerio de Jesús. 20. Estos son los mandamientos que rigen las relaciones humanas. En el v. 29 encontramos una referencia a las nuevas relaciones humanas que surgen de la entrega al reino de Dios. 21. todo esto lo he guardado: Este personaje importante habla con profunda convicción. En el v. 28, Pedro, como representante, hablará de la profunda entrega implicada en el seguimiento de Jesús. 22. repártelo entre los pobres: El que ha preguntado debe asumir un estilo de vida de solicitud por los necesitados, tal y como ejemplifica la venta de sus posesiones y su distribución entre los pobres; debe seguir a Jesús. Pedro y sus compañeros ya han hecho todo esto (v. 28); efectivamente, por sus acciones podemos extraer esta misma conclusión. 23. se puso triste: En contraste con Marcos, este personaje, inmensamente rico, no se va. Como ejemplo para los ricos de la comunidad lucana, permanece para escuchar las desafiantes palabras posteriores de Jesús. 24. qué duro: Es difícil que un rico entre en el reino de Dios, pero Dios puede liberar a las personas de su esclavizador apego a las riquezas (v. 27). 25. ojo de una aguja: Esta hipérbole, que pone en contraste el animal más grande de Palestina con la apertura más pequeña, no debería ser desprovista de su fuerza. Buscaremos en vano en el evangelio de Lucas una afirmación de que un rico se salve fácilmente. 26. ¿quién puede salvarse?: La pregunta procede de la esperanza sociorreligiosa de que las posesiones son un signo cierto de la bendición de Dios en la vida presente y futura. 27. es posible con Dios: «…incluso el rico puede ser salvado por Dios; Dios puede romper el hechizo que la riqueza ejerce sobre este tipo de personas» (FGL 1205). 28. nuestras posesiones: La expresión gr. ta idia aparece también en Hch 4,32, en la descripción lucana de la comunión de bienes de la Iglesia primitiva. 29. esposa: → 144 supra.

158 (e) NUEVA PREDICCIÓN DE LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESÚS (18,31-34). Lucas conecta estrechamente este pasaje con el precedente, indicando que el compromiso que Jesús exige a sus discípulos en 18,18-30 no es otro que lo que él mismo se ha exigido. Cf. Mc 10,32-34; Mt 20,17-19. 31. Jerusalén: El final del viaje de Jesús está a la vista, se cumplirá: El plan divino de salvación de los seres humanos apremia a Jesús. 32-33. Aunque se ha denominado con frecuencia a este fragmento la tercera predicción de la pasión (cf. 9,22.44), realmente Lucas ya ha hecho varias referencias a la muerte de Jesús en su relato del viaje con anterioridad a este momento (cf. 12,50; 13,32; 17,25). Al evaluar la posición lucana respecto de las autoridades romanas, deberíamos darnos cuenta de que el v. 32 menciona solamente a los gentiles (→ 46 supra). 34. Tres veces afirma Lucas la incomprensión de los discípulos. Sólo tras la muerte y resurrección de Jesús comprenderán ellos su significado (→ 117 supra y → 196 infra).

159 (f) SUMARIOS SOBRE EL MINISTERIO DE JESÚS HACIA LOS MARGINADOS (18,35-19,10). Aproximando a Jesús a Jericó y al final de su viaje, cuenta Lucas dos historias que resumen todo el ministerio de Jesús y, como era de esperar, aparece también la oposición a este ministerio (18,39; 19,7). 35-43. Cf. Mc 10,46-52. 35. ciego: Dos veces, con anterioridad, ha señalado Lucas que el ministerio de Jesús devuelve la vista a los ciegos como cumplimiento de las promesas de Dios a favor de estos afligidos (4,18; 7,22). En dos ocasiones ha enseñado Lucas que hay que invitar a los ciegos a compartir con generosidad la propia mesa (14,13.21). Ahora, Lucas utiliza una historia de la misericordia de Jesús hacia un mendigo ciego para concluir su relato del viaje y resumir el ministerio de Jesús a favor de los desgraciados de la sociedad. Como manifiesta el contraste entre la insistencia y la fe del ciego y los discípulos (18,31-34), hay otra dimensión en esta historia. Sólo la visión de la fe abre los ojos para ver quién es Jesús y para seguirle. Cf. Busse, Wunder (→ 67 supra) 333; -→ 196 infra. 38. hijo de David: cf. 1,27.32; 2,4; 20,41.44 sobre el rango davídico de Jesús. Reinar en el trono de David es tener compasión por los pobres de la sociedad. 43. El ciego que recupera la vista sigue a Jesús en su camino, alabando a Dios por lo que Jesús le ha hecho.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Jesús mismo explicó el objeto de la parábola que tenemos á la vista. «Y les propuso también una parábola, para enseñar que es menester orar siempre, y no desalentarse.» Téngase presente que estas palabras están íntimamente relacionadas con la doctrina del segundo advenimiento con la cual terminó el capítulo anterior al de que tratamos. La oración constante durante el período que trascurriría entre sus dos venidas es lo que nuestro Señor recomienda á sus discípulos. Como nosotros vivimos en ese período, este es asunto que nos concierne de una manera especial.
Estos versículos nos enseñan, en primer lugar, cuan importante es perseverar en la oración. Nuestro Señor lo demuestra refiriendo la historia de una viuda desamparada que obtuvo justicia de un magistrado malo á fuerza de importunidad.
«Aunque ni temo á Dios, ni tengo respeto á hombre,» dijo el juez, «todavía porque esta viuda me es molesta le haré justicia; por que no venga siempre y al fin me incomode.» Y nuestro Señor mismo hizo la aplicación de la parábola. «Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y Dios no defenderá á sus escogidos que claman á él día y noche, aunque sea longánimo acerca de ellos?» Si con perseverancia se logra tanto de un hombre perverso, ¿cuánto más no obtendrán de un Juez justo los hijos de Dios? La oración es el alma del verdadero Cristianismo. Con ella es que la religión empieza; con ella es que florece. La oración es una de las primeras pruebas que da el cristiano de haberse convertido. Quien la descuida está en gran peligro de extraviarse del verdadero sendero.
Tengamos, pues, presente que es mucho más fácil dar principio al hábito de orar que perseverar en él. El temor de la muerte, fugaces remordimientos de conciencia, ó un acaloramiento del momento pueden tal vez impulsar al hombre á orar algún tanto. Por lo común tenemos tendencia á cansarnos, y á creer, de acuerdo con las sugestiones de Satanás, que nuestros esfuerzos son vanos. Es en tales momentos que debemos recordar la parábola de que venimos tratando. No olvidemos que nuestro Señor nos dijo de una manera explícita que «es menester orar y no desalentarse..
¿Nos sentimos inclinados á pronunciar apresuradamente nuestras oraciones, ó á acortarlas, ó á descuidarlas de un todo? Si así fuere, estemos seguros de que es una tentación de Satanás. Este adversario pretende minar hasta el mismo baluarte de nuestro espíritu para arrastrarnos á los infiernos. Resistamos semejante tentación: por mucho que tardemos en obtener contestación á nuestras peticiones, no dejemos de orar. Por mucha que sea la abnegación y por grandes que sean los sacrificios que se requieran, sigamos orando, y según el lenguaje bíblico, «oremos siempre,» «oremos sin cesar» y «continuemos en la oración.» Tes. 5:17; Col 4:2, Estos versículos nos enseñan, en segundo lugar, que Dios tiene en la tierra un pueblo escogido sobre el cual ejerce una providencia especial. Nuestro Señor dice que «Dios defenderá á sus escogidos que claman á él día y noche.» Dicho pueblo es un pueblo que ora. Sin duda hay muchos que oran por costumbre ó porque son hipócritas; más quien no ore no puede pertenecer al número de los escogidos de Dios.
La elección, que es una de las verdades mas profundas de la Biblia, debe despertar en los cristianos sentimientos de pura gratitud. Si Dios no los hubiera escogido y llamado, no se habrían allegado á su trono. Si no los hubiera elegido por su voluntad, prescindiendo de sus méritos, nada habría habido en ellos que los hiciera dignos de ser escogidos. Acaso las personas irreligiosas se burlen de dicha doctrina. Tal vez el falso cristiano se valga de ella para cometer crímenes y «convierta así la gracia de Dios en disolución.» Pero el creyente que conoce su propio corazón dará siempre gracias á Dios por haberlo predestinado, y confesará que sin la predestinación no puede haber salvación.
Pero ¿qué señales indicarán al cristiano si ha sido elegido? Las Escrituras dicen cuales son. La predestinación va acompañada de la fe en Jesucristo y la obediencia á su santa voluntad. Rom 8:29-30. No fue sino cuando vio la fe activa, la paciente esperanza y las obras de misericordia de los Tesalonicenses que S. Pablo conoció que habían sido elegidos de Dios. Sobre todo hay una distinción que nuestro Señor menciona en el pasaje de que venimos tratando: los escogidos de Dios «claman á él día y noche,» es decir, oran.
Estos versículos nos enseñan por último, que la verdadera fe será muy escasa al fin del mundo. Nuestro Señor manifestó esto por medio de la siguiente pregunta solemne: «empero, el Hijo del hombre, cuando viniere, ¿hallará fe en la tierra?.
Esta pregunta demuestra que es una insensatez pensar que todos los hombres son buenos, y que aunque difieran en algunas materias, son puros de corazón y se van derecho al cielo. ¿De qué sirve cerrar los ojos ante lo que sucede en derredor nuestro? ¿En dónde se encuentra la verdadera fe? ¿Cuántas personas de las que conocemos creen en lo que la Biblia contiene? ¿Cuántos hay que den á conocer por su modo de vivir, por su conducta, que creen que Cristo murió por sus pecados, y que hay un juicio, un cielo y un infierno? Estas son preguntas serias y penosas, poro que merecen atención.
¿Tenemos fe? Si la tenemos, démosle por ello gracias á Dios Acaso seamos débiles, frágiles, expuestos al error y al pecado, ¿mas creemos? He aquí una pregunta de la más alta importancia. Si creemos, seremos salvos. Pero el que no cree no verá la vida y morirá en sus pecados. Joh 3:36; Joh 8:24.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Les… M↓ añaden Jesús; contó… Lit. decía; la necesidad… Lit. serles necesario; ellos… El griego es enfático.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R1075 Πρὸς τό con el infinitivo no se usa para expresar propósito, pero significa: con referencia al deber (comp. B414 y MT218).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

M i añaden Jesu250?s.

18.1 Lit. decía.

18.1 Lit. serles necesario.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

De la perseverancia en la oración. Parábola del fariseo y del publicano. Recibe a los niños, y reprende a los que no querían que se acercasen al Señor. Un rico, a quien Jesucristo manda que lo deje todo para seguirle, se retira lleno de tristeza. Galardón que se dará a los que lo dejan todo por seguir al Señor: revela a sus discípulos su muerte y resurrección; y estando cerca de Jericó, da vista a un ciego.

1 a. El Griego: ekkakéin, emperezarlo.

5 b. MS. Me enoya.

c. O a darme en cara con mi injusticia, que esto insinúan las palabras del texto Griego hupopiáze me.
MS. Porque en la postremería nom seelle.

7 d. ¿Y sufrirá que siempre sean oprimidos? La oración continúa, de que habla aquí Jesucristo, y a la que nos exhorta con la parábola y ejemplo de esta viuda, es un precepto que se pone y toca a todos los fieles. Esta oración consiste principalmente en un deseo continuo de la eterna bienaventuranza, fundado sobre la fe, sobre la esperanza, y sobre la caridad; esperándola de aquel, que sólo nos la puede dar; y esto se ejecuta mejor por los gemidos y suspiros del corazón que por las palabras. Los afanes y negocios de esta vida entibian este deseo, y así es necesario que en ciertas horas nos retiremos a orar, para renovarle con frecuencia. San Agustín. Esta viuda venía en ciertos días y en ciertas horas a importunar de nuevo al juez, aunque su pensamiento estaba siempre ocupado de aquello mismo que solicitaba de tiempo en tiempo.

8 e. En tiempo oportuno y conveniente (Hb 10,37; 2Pe 3,8-9). Si un juez cruel e injusto por último se dejó doblar de la importunidad de una viuda; ¿un Dios justo y clemente no oirá las voces de los que ama, y que claman a él continuamente oprimidos de la injusticia? Muchas veces parece que Dios abandona a los suyos; pero es para probar su fe, ejercitar su paciencia, purificar sus imperfecciones, para mayor mérito y corona suya, y para hacer por último brillar más su justicia sobre los que obstinAdánente los persiguieron.

f. Porque cuando venga a juzgar al mundo, serán muy pocos los que tendrán una fe animada de verdadera caridad.

9 g. Que se creían justos, no siéndolo, poniendo su confianza, no en Dios como debían, sino en su falsa justicia.

11 h. Esta acción de gracias va acompañada de una muy refinada soberbia, porque mirando a todos los otros como pecadores, parece que se tiene a sí mismo por el solo justo que hubiese entre todos los hombres. San Agustín.

12 i. Esto es; el lunes y el jueves. Estos ayunos se guardan aun hoy día por los judíos más observantes. Los rabinos tenían ordenado este ayuno por tres razones: por la ruina del templo; por haber sido quemada la ley; y por las injurias que se hacían al nombre santo de Dios.

13 j. Se ve en el publicano un carácter todo diferente. Metido en un rincón del templo, lleno de confusión, de sentimientos de su propia indignidad, y lejos del lugar santo, en donde habitaba Dios entre los hombres, sin atreverse a levantar los ojos al cielo, a quien consideraba ofendido, e hiriendo su pecho con grandes muestras de dolor, arrepentimiento y compunción, se contentaba con decir a Dios: Señor, tened misericordia de un pecador, tal como yo soy. Veamos, dice San Agustín, cómo estos dos hombres representan su causa ante el Juez soberano de las conciencias. El uno se alaba como justo, y acusa con orgullo a todos los otros pecadores; el otro se reconoce reo, y confiesa con una profunda humildad su miseria. Oigamos ahora la sentencia que se pronuncia: Os declaro, dice Jesucristo, que el publicao volvió justificado a su casa, a diferencia del fariseo. Y aprendamos a merecer ser justificados en los ojos de Dios por una humilde confesión de nuestros pecados.

k. MS. Estaba aluenne. En algún rincón del primer atrio del templo, a donde toda suerte de personas, aunque fuesen profanas, podían entrar (1Re 8,41), y esto por verdadera humildad y sentimiento de su indignidad.

19 l. Véase Mt 19,17.

23 m. Texto Griego: perílupos egéneto, se entristeció sobremanera.

25 n. MS. Por él aforado. Véase la nota a Mt 19,24.

34 o. Estaban imbuidos de lo contrario.

p. Era este un lenguaje o discurso que no comprendían.

Fuente: Notas Bíblicas

[3] Justicia de Torah Israelita.

[4] Confianza verdadera en el Moshiaj basada en la Torah.

[5] El Fariseo representa Judah, y el “lejano” publicano representa a los Efrayimitas paganos. Si Efrayím se humilla a si mismo, él puede retornar y retornará en una total aceptación por El Padre. Judah, por el otro lado, también debe mostrar su actitud de arrepentimiento y cambio, o serán como el que tiene la liturgia correcta en oración, pero no retorna a la nación de Israel justificado por el Moshiach.

[6] Ver notas en Mat 19:17.

[1] Ver notas en Mar 10:25.

[2] Como se confirmo en Marcos 10 los gentiles, o no Judíos hicieron el acto de matarlo de acuerdo a Yahshua mismo.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[27] Que puede dar el espíritu de pobreza a un rico.

Fuente: Notas Torres Amat