Biblia

Comentario de Lucas 18:28 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 18:28 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces Pedro dijo: —He aquí, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido.

18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. — Los apóstoles hicieron lo que Jesús requería del joven rico. Tal vez el “todo” de los apóstoles (con la excepción de Mateo) no se pudiera comparar con las riquezas del joven príncipe, pero el todo de cualquiera es todo, y el dejar todo requiere la sumisión total a la voluntad del Señor. Innegablemente el sacrificio de los apóstoles era muy grande, y ¿qué les esperaba en el futuro ya que habían dejado su empleo? (Pedro dejó su oficio como pescador y dejó posesiones, pero no dejó a su esposa para seguir a Jesús como el clero romano afirma, 1Co 9:5). Al decir esto Pedro no mostraba espíritu orgulloso (como el fariseo de los versículos 11, 12). No se jactaba de lo que había sacrificado. Simplemente hizo una afirmación de lo que habían hecho y Jesús no le reprendió, sino que les prometió grandes bendiciones.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 5:11; Mat 4:19-22; Mat 9:9; Mat 19:27; Mar 10:28; Flp 3:7.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido: Pedro quería seguridad sobre el sacrificio que habían hecho los discípulos en comparación con el principal.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. – Los apóstoles hicieron lo que Jesús requería del joven rico. Tal vez el “todo” de los apóstoles (con la excepción de Mateo) no se pudiera comparar con las riquezas del joven príncipe, pero el todo de cualquiera es todo, y el dejar todo requiere la sumisión total a la voluntad del Señor. Innegablemente el sacrificio de los apóstoles era muy grande, y ¿qué les esperaba en el futuro ya que habían dejado su empleo? (Pedro dejó su oficio como pescador y dejó posesiones, pero no dejó a su esposa para seguir a Jesús como el clero romano afirma, 1Co 9:5). Al decir esto Pedro no mostraba espíritu orgulloso (como el fariseo de los versículos 11, 12). No se jactaba de lo que había sacrificado. Simplemente hizo una afirmación de lo que habían hecho y Jesús no le reprendió, sino que les prometió grandes bendiciones.

Fuente: Notas Reeves-Partain

REFERENCIAS CRUZADAS

h 1096 Mat 19:27

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Notemos primeramente, en estos versículos, que promesa tan halagüeña y tan satisfactoria hace nuestro Señor á todos los creyentes que hacen sacrificios por amor suyo. «Nadie hay,» dice, » que haya dejado casa, ó padres, ó hermanos, ó mujer, ó hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho mas en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna..
Esta promesa es bien particular. No se refiere al galardón que en el otro mundo obtendrá el creyente, á la corona inmarcesible de gloria. Se refiere á la vida presente.
La expresión «mucho más» no debe entenderse en sentido literal; significa que los beneficios que el creyente obtendrá del Señor Jesucristo, serán más que equivalentes á todo lo que haya abandonado. Sentirá tanta paz, tanta esperanza, tanto gozo, tanto consuelo, tanto sosiego en la comunión con el Padre y con el Hijo, que lo que haya perdido quedará más que compensado con lo que gane. En una palabra, nuestro Señor Jesucristo será para el más precioso que sus bienes, sus parientes ó sus amigos. La historia comprueba que, en todos tiempos, los justos han visto cumplida esta promesa.
Centenares de hombres podrían decir en todos los siglos de la iglesia si sus pérdidas no fueron más que compensadas con la gracia de Cristo. «Han gozado de paz, confiando en Jesús.» Isa 26:3. Han podido gloriarse en las tribulaciones y hallar contentamiento en las flaquezas, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor de Cristo. Rom 5:3; 2Co 12:10. Y en las épocas más calamitosas han podido alegrarse con gozo inefable y lleno de gloria; y han tenido por honra el padecer afrentas por el nombre de Jesús. Los amigos muchas veces resultan desleales; los ofrecimientos dé los reyes no siempre son cumplidos; y las riquezas desaparecen como el humo, mas Cristo jamás deja burladas nuestras esperanzas.
Acojamos esta verdad con entusiasmo. No nos desalentemos ante los obstáculos que obstruyan nuestro paso. Lo que los creyentes necesitamos es fe práctica y constante en las palabras de Cristo. La fuente de agua viva está siempre á nuestro alcance, durante nuestra peregrinación en el desierto de este mundo; y sin embargo, por falta de fe, muchas veces sucede que no la vemos y que nos desmayamos en el camino. Gen 21:19.
Notemos, en seguida, la predicción clara y terminante que nuestro Señor hizo respecto de su muerte. Dijo á los discípulos cómo seria entregado á los gentiles, y escarnecido, é injuriado y escupido.
La frecuencia con que nuestro Señor predijo su muerte es una prueba bastante concluyente de la importancia de dicho acontecimiento. Bien sabía que ese era el objeto principal de su venida al mundo; que iba á dar Su vida en rescate de muchos; que iba á ofrecer Su alma en propiciación de nuestros pecados, y á sobrellevar en un madero el peso de nuestras culpas. Procuremos formarnos una idea adecuada de un hecho de tan gran trascendencia Que siempre que pensemos en Jesús meditemos en su crucifixión. La base de toda verdad relativa á Jesucristo es esta: que siendo aún pecadores, El murió por nosotros.
Cristo manifestó su amor hacia los pecadores en su sincero y firme propósito de morir por ellos. Desde sus más tiernos años sabía que iba á ser crucificado. En cuanto á lo que ocurrió durante su pasión, lo había previsto todo, hasta los más minuciosos detalles. El había apurado el acíbar de una angustiosa expectativa. Y sin embargo jamás se desvió ni un paso de la senda que se había trazado. Estaba angustiado hasta que todo fuera cumplido. Luk 12:50. Nosotros no alcanzamos á conocer tan grande amor: es indecible, inescrutable. En él podemos confiar sin temor, pues si Jesús nos amó de tal manera, antes de que le hubiésemos entregado el corazón, es bien seguro que después que hayamos creído, no dejará de amarnos.
La serenidad que conservó nuestro Señor Jesucristo, á vista de su muerte, debiera servir de ejemplo á toda la cristiandad Á semejanza suya bebamos sin murmurar el amargo cáliz que nuestro Padre celestial nos presente, y digamos: «No se haga mi voluntad, mas la tuya.» Quien confíe en nuestro Señor Jesucristo no tiene por qué temer al sepulcro. «El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la ley; mas á Dios gracias, que nos dio la victoria por nuestro Señor Jesucristo.» 1Co 15:57 y 58.
Notemos, finalmente, cuán difícil era para los apóstoles entender todo lo relativo á la muerte de Cristo. Cuando nuestro Señor predijo sus padecimientos, «ellos nada de estas cosas entendían, y esta palabra les era encubierta; y no entendían lo que se decía..
Pasajes como estos se leen con cierta mezcla de lástima y de sorpresa. Nos admiramos de la ignorancia y ceguedad de estos hombres. Nos maravillamos que á vista de anuncios tan explícitos y de tipos tan claros como los de la ley de Moisés, viesen la gloria de Jesús, pero no sus sufrimientos; su corona, pero no su cruz.
Pero ¿no es un hecho que la muerte expiatoria de Cristo ha sido siempre motivo de ofensa para la orgullosa naturaleza humana? ¿Se ignora acaso que, aun el día de hoy, después de que Cristo ha resucitado de entre los muertos y ascendido á la gloria, la historia de la cruz es para muchos una insensatez, y que se rechaza por gran número de personas la doctrina de la sustitución de Cristo? En vez de sorprendernos de que estos discípulos no comprendieron la predicción que acerca de su muerte hizo nuestro Señor, haríamos bien en dirigir los ojos en torno nuestro. Pena sentiríamos al ver que millares de hombres, que se llaman cristianos, no saben que significa la muerte de Cristo.
Estemos alerta, pues atravesamos una época en que abundan por todas partes falsas doctrinas respecto de la muerte del Redentor. Recordemos que Cristo crucificado es realmente el cimiento sobre el cual estriban todas nuestras esperanzas, y que su muerte expiatoria ha dado vida á nuestras almas. No pretendamos agregar cosa alguna al sacrificio del Calvario, como lo hacen los católicos romanos. Su valor era infinito. Nada puede aumentarlo. Digamos como S. Pablo: » Lejos esté de mí el gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.» Gal 6:14.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Lit., lo nuestro

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. te seguimos.

Fuente: La Biblia Textual III Edición