Comentario de Lucas 19:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad.
19:1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. 2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico — la Biblia no dice ni implica que Zaqueo había ganado su riqueza por medios fraudulentos o extorsioncitas.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Jericó. Jos 2:1; Jos 6:1; Jos 6:26; 1Re 16:34; 2Re 2:18-22.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Conversión de Zaqueo, un publicano, Luc 19:1-10.
Parábola de las diez minas, Luc 19:11-27.
Jesús entra triunfalmente a Jerusalén, Luc 19:28-40;
llora sobre ella, Luc 19:41-44;
echa a los cambistas fuera del templo, Luc 19:45, Luc 19:46;
enseña diariamente en el templo y los gobernantes buscan destruirle, pero temen al pueblo, Luc 19:47, Luc 19:48.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Zaqueo, como jefe de los publicanos, es muy posible que licitara el derecho a cobrar los impuestos y luego, contratara a otro cobrador de impuestos para hacer el trabajo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
CONVERSIÓN DE ZAQUEO. Jesús todavía estaba procurando salvar a los perdidos (v. Luc 19:10) sólo unos días antes de su crucifixión; ese era el propósito de su venida (cf. Luc 15:3-7; Eze 34:16). Zaqueo, un recaudador de impuestos, «jefe de los publicanos», se ganaba la vida cobrándole al pueblo más de lo que debía. Por esa razón, los publicanos eran despreciados por el pueblo. El interés de Jesús por Zaqueo debe impulsar al creyente a llevar el evangelio a los indeseables de la sociedad, porque todas las personas están perdidas y necesitan la salvación.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 19.
Zaqueo el publicano, 19:1-10.
1 Entrando, atravesó Jericó. 2 Había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de publícanos y rico. 3 Hacía por ver a Jesús, pero a causa de la muchedumbre no podía, porque era de poca estatura. 4 Corriendo adelante, se subió a un sicómoro para verle, pues había de pasar por allí. 5 Cuando llegó a aquel sitio, levantó los ojos Jesús y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa. 6El bajó a toda prisa y le recibió con alegría. 7 Viéndolo, todos murmuraban de que hubiera entrado a alojarse en casa de un pecador. 8 Zaqueo, en pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo. 9 Díjole Jesús: Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham; 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
La escena es en la Jericó herodiana, a 3 kilómetros al sur de la vieja, que era la única habitada. Lc es el único que narra esta escena. A la fascinación que causan las riquezas, y que Lc expuso en el pasaje del joven que no “siguió” a Cristo por sus muchas riquezas, la conversión de Zaqueo presenta un ejemplo en contrapartida. Es otro caso, aquí con hechos, del tema de la misericordia de Cristo, tan destacado por Lc.
Zaqueo, que significa “el puro,” “el justo,” o, si es abreviatura de Zacarías, “Dios se acordó,” es presentado por Lc en dos caracteres íntimamente unidos entre sí. Es “jefe de publícanos” y hombre “rico.”
Los publícanos eran los recaudadores de los impuestos de Roma a Israel. Por eso eran aborrecidos por los judíos, como cofautores de la dominación romana. La autoridad de Roma admitía de éstos una cantidad alzada, y luego ellos podían resarcirse en los cobros del pueblo. Ello dejaba un margen de abuso manifiesto en los beneficios. Acaso por eso era “rico.” Máxime siendo “jefe” de los publícanos de toda aquella zona de Jericó (cf. Luc 3:12-13).
El buen deseo se ve en este hombre de “estatura pequeña,” por lo que se sube a un árbol, y no tiene reparo en “correr” para situarse por donde Cristo ha de pasar.
A su paso, Cristo lo miró, lo llamó, y Lc dijo que bajase “pronto” – en esta palabra hay un ansia espiritual de ganarle – , porque “hoy tengo (δε i) que hospedarme en tu casa.” El bajó “con toda prisa.” Este rasgo de Lc corresponde al ansia que Cristo tiene de él. Y lo recibió en su casa “con alegría.” La murmuración judía no podía faltar al ver que se hospedaba en la casa de un “pecador.” Esta palabra tenía para ellos el sentido de un hombre inmerso en toda impureza “legal,” que aquí también podía ser moral por su oficio.
Lc es rápido en la descripción. Pero va a lo fundamental de los hechos. Zaqueo está convertido. El confiesa su satisfacción: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuadruplo.”
En la Ley se exigía el cuadruplo en casos de robo (Exo 21:37; Exo 22:1). Pero en caso de fraudes sólo se exigía una quinta parte, a más de la devolución o compensación de lo defraudado (Lev 5:24; Num 5:6.7). En el uso de esta época sólo estaba vigente la satisfacción de una quinta parte sobre lo robado 1.
Así, la oferta de Zaqueo es: la primera, como una indemnización; y la segunda, un acto de generosidad muy por encima de lo que la justicia exigía entonces.
Con Cristo llegó a Zaqueo la “salud.” También él, aunque degradado por los fraudes y malos negocios, era digno de ser hijo de Abraham: de la suerte de los judíos dignos y rectos. Y, sin duda, también a toda su “casa” (Hec 10:2; Hec 11:14; Hec 16:15.31; Hec 18:8), lo mismo que antes participarían de “riqueza de iniquidad.”
Y se hace ver que ésta era la misión de Cristo. Lo criticaban por “comer y beber con los publícanos y pecadores” (Luc 15:1) y les respondió con las parábolas de la misericordia. Y aquí se responde, aparte de los hechos, con destacar que ésta era la misión del Hijo del hombre: que “ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” Esta sentencia de Cristo debe de provenir de otro contexto. Pero es el complemento “sapiencial” al hecho de esta conversión. San Ambrosio ve en Zaqueo un fruto maduro que cae del árbol a la primera sacudida que le hace Cristo 2.
Siendo histórica la escena, es de una destacada temática y elaboración lucana: Cristo invitado a un banquete (v.5); alegría (v.6); desprendimiento (v.8); salud universal (v.10a); Cristo amigo de pecadores (v.l0b). La propuesta de Bultmann que sea una reelaboración de Mar 2:14-17, no tiene base.
Parábola de las minas,Mar 19:11-28 (Mat 25:14-30). Cf. comentario a Mat 25:14-30.
11 Oyendo ellos esto, añadió Jesús una parábola, por cuanto estaba próximo a Jerusalén, y les parecía que el reino de Dios iba a manifestarse luego. 12 Dijo, pues: Un hombre noble partió para una región lejana para recibir la dignidad real y volverse; 13 llamando a diez siervos suyos, les entregó diez minas y les dijo: Negociad mientras vuelvo. u Sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron detrás de él una legación, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. 15 Sucedió que, al volver él, después de haber recibido el reino, hizo llamar a aquellos siervos a quienes había entregado el dinero, para saber cómo habían negociado. 16 Se presentó el primero, diciendo: Señor, tu mina ha producido diez minas. 17 Díjole: Muy bien, siervo bueno; puesto que has sido fiel en lo poco, recibirás el gobierno de diez ciudades. 18 Vino el segundo, que dijo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. 19 Díjole también a éste: Y tú recibe el gobierno de cinco ciudades. 20 Llega el otro diciendo: Señor, ahí tienes tu mina, que tuve guardada en un pañuelo, 21 pues tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger lo que no pusiste y segar donde no sembraste. 22 Díjole: Por tu boca misma te condeno, mal siervo. Sabías que yo soy hombre severo, que rengo donde no deposité, y siego donde no sembré. 23 ¿Por qué, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver, lo hubiera recibido con los intereses? 24 Y dijo a los presentes: Tomadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez. 25 Le dijeron: Señor, ya tiene diez minas. 26 Díjoles: Os digo que a todo el que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 27 Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y, delante de mí, degolladlos. 28 Y diciendo esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.
La parábola de las “minas” de Lc es la misma parábola de los “talentos” de Mt. Es generalmente admitido, y basta para ello la comparación y estructura de ambas. No obstante, la finalidad que se expone es distinta. En Mt es la necesidad de rendir los dones que Dios concedió a cada uno; pues se ha de rendir cuenta de ellos a él en su juicio, en la parusía. En Lc, en cambio, la finalidad es distinta, buscada, seguramente, por el mismo evangelista. La trae con elementos que no tiene Mt, y en éstos está su finalidad. Se ve ya en la introducción. Cristo cuenta la parábola “porque estaba próximo a Jerusalén y les parecía que el reino de Dios iba a manifestarse luego.” La sobreexcitación mesiánica se agudizaba, después de tantos milagros de Cristo, al ir a celebrar la Pascua 3.
Por eso, la finalidad directa de la parábola no es, como en Mt, rendir cuentas de los ahorros aunque alude incidentalmente a la parusía (v.19), sino hacer ver la necesidad de la ida de Cristo y la tardanza de su retorno en la parusía. Mientras, se han de rendir los dones de Dios, para darle cuenta a El en su venida.
Era esto una grave preocupación en la Iglesia primitiva (2Pe 3:4; 2Te 2:1ss). Comparada con Mt se ve que en ésta se mezclan dos parábolas. Son las siguientes, con una introducción-tema:
V.II=tema/ v.12-13 y 15b-26 (las minas)! 14-15a.27 (adquisición de un reino: es alegoría) /v.28=indicación histórico-geográfica.
En el “Evangelio de los Nazarenos,” apócrifo, se encuentra otra versión de esto. Son tres siervos: uno gasta su “mina” con rameras; otro la aumenta con el comercio; el otro la esconde y no gana nada. Por ello, uno es aceptado con alegría; otro, reprendido; y el tercero es puesto en prisión.” 3
Esta parábola es mixta; tiene varios elementos alegorizados.
El auditorio, aunque no se dice, son los apóstoles. Parece que son los que pueden relacionar la ida a Jerusalén con esta declaración allí, pública y oficial, de su mesianismo.
v.12. Este “hombre” que va a recibir la dignidad real es Cristo, que va a lograr el mérito de establecer el reino mesiánico en la cruz. Volverá visiblemente en la parusía, como lo exige el contexto de rendir cuentas. La imagen parece tomada de la ida a Roma de Herodes el Grande, y después de su hijo Arquelao, para lograr la dignidad real de Augusto. La primera fue el año 40 antes de Cristo, y la segunda, el 4 después de Cristo. 4
v.13. La “mina” era la moneda tipo en Grecia. Era equivalente a 100 dracmas (igual a 100 denarios).
v.14. El aborrecimiento de sus conciudadanos se refiere a los Herodes. Y hasta enviaron una legación para que no le confirmasen la dignidad real, porque no querían que reinase sobre ellos. Esta historia refleja la ida a Roma de Arquelao, el odio que contra él había y la embajada que se envió tras él para esto 4. En sentido alegórico, este rey es Cristo. Sus “conciudadanos,” en frase redonda, le “aborrecían.” La embajada se pone para más acusar a los que no quieren que reine sobre ellos. Pero también se ve cumplido esto en el proceso de Cristo ante Pilato al pedir su muerte y proclamar que no tienen más rey que al Cesar.
v.15. Vuelve después de recibir el reino. Es Cristo en su parusía. Mt lo dice claramente. Vuelve “después de mucho tiempo.” Ya desde aquí coincide con Mt. Los dones de Dios se los ha de hacer fructificar. El fijar el número en la rendición de cuentas de tres siervos es por razón de abreviar. Pero en ellos está un máximum, un medio y una falta total de rendimiento.
v.17. El gobierno sobre “diez ciudades” es premio a la fidelidad que tuvo al rey en su ausencia. Reinará con él. Su fidelidad le ha ganado la plena confianza del rey. Así participará de su confianza en el gobierno del reino.
v.24-25. Extraña que se dé la “mina” del que no la había hecho fructificar al que rendía el máximum. Con ello se indica que el que más rinde es más digno de premio. Lo mismo que el despojo de los bienes dados al que no los hace rendir.
v.26. La primera parte es el comentario a lo anterior: “a todo el que tiene se le dará.” En cambio, al que no produjo se le quitarán, en castigo, esos dones que no hizo rendir. Bienes que aquí están dados y fructificados o esterilizados en orden al reino, a la vida eterna. “Al que no tiene” esa fructificación, “aun lo que tiene,” esos primeros dones dados por Dios y por él no fructificados, “le será quitado” en castigo. Este doble proverbio, incluso en forma más paradójica, se encuentra citado en otros pasajes evangélicos (Mat 13:12; Mar 4:25; Luc 8:18).
v.27. El degüello de sus enemigos ante él es un modo oriental de describir un castigo máximo. Es el infernal, sentenciado oficialmente en la parusía 5.
En su sentido original debió de ser una parábola de “crisis” dirigida a los fariseos, que no hicieron rendir los dones que se les dieron – la ciencia de Dios – para llevar el pueblo judío al reino, y el anuncio de su responsabilidad ante la parusía.
Entrada mesiánica en Jerusalén,Luc 19:29-40 (Mat 21:1-9; Mar 11:1-10; Jua 12:12-29). Cf. comentario a Mat 21:1-9.
29 Al acercarse a Betfagé y Betania, en el monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y, entrando en ella, hallaréis un pollino atado, que todavía no ha sido montado por nadie; desatadlo y traedlo. 31 Y si alguno os dijere: ¿Por qué lo soltáis? diréis así: El Señor tiene de él necesidad. 32 Fueron los enviados y lo hallaron así como les había dicho. 33 Desatando ellos el pollino, les dijeron sus amos: ¿Por qué desatáis el pollino? 34 Les respondieron: El Señor tiene necesidad de él. 35 Lo llevaron a Jesús, y, echando sus mantos sobre el pollino, montaron a Jesús. 36 Según El iba, extendían sus vestidos en el camino. 37 Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, comenzó la muchedumbre de los discípulos a alabar alegres a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, 38 diciendo: ¡Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! 39 Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40 El contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras.
Los cuatro evangelistas relatan aunque con variantes, este “ingreso mesiánico” de Cristo en Jerusalén, en el viaje a su muerte.
El relato es común a los tres sinópticos. En el Comentario a Mt se expone. Jn lo matiza más. Sin embargo, Lc da una serie de detalles de este cortejo. La gran aclamación comenzó al “acercarse a la bajada del monte de los Olivos.” Era el momento en que se divisaba bien Jerusalén, y el entusiasmo se desbordó (v.37). El asno podía ser la cabalgadura de un príncipe que entraba en son de paz (Zac 9:9).
La aclamación que le dan es:
“Bendito el que viene (Luc 7:20). el Rey (Jua 12:14.15), en nombre del Señor (Sal 118:26); paz en el cielo, y gloria en las alturas”
Las primeras aclamaciones son títulos mesiánicos. La redacción de Lc, comparada con la de Mt-Mc, está más comprensible para sus lectores helenistas. Los dos últimos hemistiquios son una alabanza a Dios por enviar al Mesías. Omite a Mar 11:10 acaso porque sus lectores no piensen en un “reino” davídico material.
Los fariseos invitan a Cristo a que corte aquellas aclamaciones. Pero, aparte que ellos lo decían por envidia, era la “hora” del mesianismo, la “hora” de Dios. Por ello, si ellos callasen, gritarían las piedras. La frase podría ser un proverbio (Hab 2:11). Estos v.39-40 son propios de Lc. Algo parecido se encuentra en el Talmud b. (Hagigah 16 a).
No hay que figurarse el cortejo como algo insólito. No debió de pasar del volumen, o poco más, de una caravana que llegaba a la Ciudad Santa. Lo inesperado y rápido del desarrollo del mismo explica el pasar inadvertido o no inquietante para la autoridad romana, máxime en aquellos días de exacerbación mesiánica, en los cuales una intervención imprudente podía peligrosamente acentuarlos. La valoración que parece probable se expone en Comentario a Mat 21:1-9.
Llanto sobre Jerusalén,Mat 19:41-44.
41 Así que estuvo cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: 4 ¡Si al menos en este día conocieras lo que hace a la paz tuya! Pero ahora está oculto a tus ojos. 43 Porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán, y te estrecharán por todas partes, 44 y te abatirán al suelo a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán en ti piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu visitación.
Propio de Lc. Al bajar el monte de los Olivos, ya acercándose a Jerusalén, y contemplarla, y enfrente el templo herodiano, “lloró” a causa de la ciudad. Lc acompañaban la aclamación de sus discípulos y gentes galileas y algunos judíos. Pero veía lo que le aguardaba a él y a ella. ¡Si Jerusalén hubiese conocido “en este día,” como extrema tabla de salvación, toda la misión de paz mesiánica que El le traía! Pero eran muchas las pasiones que estaban en juego contra El. Y la historia de un pueblo que esperaba al Mesías para su gloria y su paz, cuando éste llegó., lo va a crucificar. Es lo que el Señor ve y por lo que derrama sus lágrimas. Pero con ellas, como garantía de su verdad, da la profecía de su castigo. Es la catástrofe de Jerusalén en el año 70.
La descripción, detallista, no supone, parece, el cumplimiento de la ruina de Jerusalén para su descripción. Son los elementos usuales para la descripción del asedio de una ciudad. Algo semejante se encuentra en Isaías para hablar del asedio de Jerusalén por los asirios (Isa 29:3-7) 6, y más aún en Ezequiel (Isa 4:2.3). Si hubiera sido redactado literariamente este pasaje después de los hechos – no en sentido profético de Cristo – , posiblemente hubiera tenido una descripción más vivida, y concretamente el “incendio” del templo. Es posible objeción a la fecha de la composición de este evangelio. Cabría, sin embargo, que procediese el relato de una “fuente” anterior y que se hubiese respetado e incorporado, o por querer respetar el estilo “profético” con clisés tradicionales. En todo caso es discutible su valoración.
La descripción de esta catástrofe en Flavio Josefo y la arqueología han probado la verdad del mensaje profético del Señor.
Todo ello por “no haber conocido el tiempo de su visitación.” “La visita de Dios” es frase frecuente en el A.T. para indicar castigos o premios. El “tiempo de su visitación” es todo el período mesiánico de Cristo, de enseñanza y milagros, en Galilea y Judea, en sus repercusiones en Jerusalén, y, más en concreto, sus “visitas” – enseñanzas y milagros mesiánicos – en Jerusalén (= paz).
Expulsión de los mercaderes del templo,Isa 19:45-48 (Tm 21:12-13; Mar 11:15-19; Jua 2:13-22). Cf. comentario a Jua 2:13-22.
45 Entrando en el templo, comenzó a echar a los vendedores, 46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. 47 Enseñaba cada día en el templo; pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas, así como los primates del pueblo, buscaban prenderle, 48 y no sabían qué hacer, porque el pueblo todo estaba pendiente de El escuchándole.
La descripción que hace Lc de la expulsión de los mercaderes del templo es la más sintética de todas. Casi es una alusión, ante la descripción de Mt-Mc y, sobre todo, Jn, que le da un mayor complemento histórico y una expresa valoración teológica. Casi es una alusión a este pasaje.
Cristo, al purificar el templo expulsando a unos y otros, dice que “mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.” La cita es de Jeremías (Jua 7:11). El pasaje de Lc es demasiado concreto. Pero, a la luz del relato de Jn (Luc 20:1-2), se ve que fue un acto de tipo mesiánico.
En cuanto al momento histórico de la escena, parece que los sinópticos la han desplazado, retardando su narración a la última Pascua, cuando el momento histórico parece ser el de Jn, es decir, la primera Pascua. Es en Jua 2:13-22 donde se hace el Comentario a este pasaje ?
No deja de extrañar que Lc, que tanto destaca la oración, y la oración de Cristo, no comente más este tema. Acaso “deja este aspecto para Act 7 y los días de la Iglesia” (C. Stuhlmueller). Aquí se lo prepara como escenario de su enseñanza.
1 Strack-B., Kommentar. Ii P.25ü. 2 Ml 15:1792. 3 Josefo, Antiq. XIV 14:4-5. 4 E. Hennecke, N.T. Apocrypha 1:149 4 Josefo, Antiq. XVIII 9:3-4; Bl Ii 2:1-3. 5 Vosté, Parabolae. Ii P.522-533; Marechal, évang. S. St. Lúe 1946) P.225-228; M. Zerwick, Die Parabel Vom Thonanwarter, Lúe 19:11-27: Bibl. (1959) 654-674; J. Jeremías, Die Gleichnisse. P.72-78. 6 Rev. Bibl. (1894) 263ss.
7 Ervijn,L’expulsion des vendeurs du Temple: Rev. Bibl. (1929) 178-200: The clean-sing ofthe Temple: Bullet. J. Rylands Libr. (1950) 271-282; N. Q. Hamilton, Temple Cleansing and Temple Bank: Journ. Bibl. Literat. Exeg. (1964) 365-372; I. Buse, The Cleansing of the Temple in the Sinopties and in John: Exp. Tim (1958) 22ss.
Fuente: Biblia Comentada
19:1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. 2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico – la Biblia no dice ni implica que Zaqueo había ganado su riqueza por medios fraudulentos o extorsioncitas.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL HUÉSPED DEL QUE TODOS DESPRECIABAN
Lucas 19:1-10
Luego entró Jesús en Jericó, e iba cruzándolo cuando sucedió algo. Allí vivía un tal Zaqueo, que era el jefe de los publicanos, y era muy rico. Tenía interés en ver quién era Jesús; pero no podía porque era muy bajito y había mucha gente rodeando a Jesús. Así es que lo que hizo fue adelantarse corriendo, y encaramarse a un sicomoro para verle cuando pasara por allí.
Cuando llegó Jesús a aquel lugar, miró hacia arriba y le dijo:
-¡Zaqueo, bájate de ahí a toda prisa, que hoy necesito parar en tu casa!
Y Zaqueo se bajó del árbol a toda prisa, y se alegró mucho de que Jesús le visitara; pero toda la gente no hacía más que criticar a Jesús por haberse alojado con un pecador despreciable. Zaqueo se puso en pie, y le dijo al Señor:
Mira, Señor: voy a darles a los pobres la mitad de todo lo que tengo, y a los que haya cobrado de más se lo voy a devolver cuadruplicado.
-Hoy ha venido a esta casa la salvación -dijo Jesús-; porque, al fin y al cabo, este también es hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Jericó era una ciudad muy importante y rica. Estaba en el valle del Jordán, y controlaba el acceso a Jerusalén y el paso al Este del Jordán. Tenía un gran palmeral, y bosques de balsameras mundialmente famosos que perfumaban el aire varios kilómetros a la redonda. Sus jardines de rosas también eran célebres. También lo llamaban » La Ciudad de las Palmeras», y Josefo dice que era cuna región divina», «la más feraz de Palestina.» Los Romanos comercializaron e hicieron famosos sus dátiles y bálsamo.
Todo eso convirtió a Jericó en uno de los principales centros de impuestos de Palestina. Ya hemos estudiado los impuestos y el negocio de los publicanos (Lc 5:27-32 ). Zaqueo había llegado a la cima de su profesión, por lo que sería el hombre más odiado del distrito. La historia tiene tres etapas:
(i) Zaqueo era rico, pero no era feliz. No podía por menos de sentirse solo, porque había escogido una profesión que le convertía en un descastado. Había oído hablar de Jesús, que recibía a los publicanos y a los pecadores, y quería saber si tendría algo para él. Despreciado y odiado por los hombres, Zaqueo buscaba el amor de Dios.
(ii) Zaqueo decidió ver a Jesús, y no dejó que nada se lo impidiera. El mezclarse con la multitud requería valor en su caso, porque muchos aprovecharían la oportunidad para pegarle una patada o un puñetazo o algo peor, de forma que Zaqueo acabaría el día con más cardenales que la curia romana. Pero aun así no podía ver nada, porque era bajito; así es que tuvo una gran idea: salió corriendo, se adelantó a la comitiva, se subió a un árbol corpulento y frondoso cuyas ramas daban sombra a la carretera, y allí se dispuso a ver lo que pasaba sin ser visto ni molestado.
(iii) Zaqueo se comprometió con la comunidad al anunciar su cambio. Cuando Jesús le hizo saber que pararía en su casa aquel día, y cuando Zaqueo descubrió que había encontrado un nuevo amigo maravilloso, hizo la mayor decisión de su vida: decidió darles a los pobres la mitad de todo lo que tenía; y la otra mitad no se la reservó para sí mismo, sino para hacer restitución de los fraudes que hubiera cometido. En esto de la restitución fue mucho más allá de lo que mandaba la ley, que obligaba a devolver por cuadruplicado o quintuplicado sólo lo que se hubiera robado violentamente (Ex 22:1 ). Si se trataba de un robo ordinario y no se podían devolver las cosas, había que pagar el doble de su valor (Ex 22:4 ; 7). Si se confesaba el robo y se hacía restitución voluntariamente, había que devolver el valor de lo robado más una quinta parte (Lv 6:5 ; Nm 5:7 ). Zaqueo estaba decidido a hacer más de lo que demandaba la ley, y mostrar en sus obras que era un hombre cambiado. La conversión es algo que no se demuestra con palabras, sino con obras.
(iv) La historia termina con una gloriosa afirmación: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.» Debemos tener cuidado con el sentido que damos a la palabra perdido. En el Nuevo Testamento no quiere decir condenado, sino sencillamente que no está en su sitio, y que no se sabe dónde está. Cuando encontramos aquello que habíamos perdido, lo volvemos a poner en su sitio. Una persona está perdida cuando no está en contacto con Dios; y es hallada cuando una vez más ocupa su debido lugar como hijo o hija obediente en la casa y familia de su Padre Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 19
c) Zaqueo (Lc/19/01-10).
1 Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 2 Y había allí un hombre, llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y muy rico, 3 el cual trataba de ver quién era Jesús, pero no podía por causa de la multitud, ya que él era pequeño de estatura. 4 Y echó a correr hacia delante y se subió a un sicómoro para ver a Jesús, pues tenía que pasar por allí.
Jesús va por la ciudad. Hay gran aglomeración. Un hombre de estatura pequeña, al que nadie hace sitio, se abre paso por entre la multitud. Echa a correr delante de la gente. Trepa a un sicómoro que se halla junto al camino. El hombrecillo se llama Zaqueo («Dios se ha acordado» = Zacarías). El hombre era jefe de publicanos. Tiene arrendados los impuestos de la aduana y del mercado y los recauda por medio de ayudantes. Jericó era ciudad aduanera lindante con la provincia de Arabia, era ciudad exportadora de bálsamo. En su calidad de publicano, era Zaqueo, para los judíos, pecador; como rico que era, presentaba también un «caso difícil» para el mensaje de Jesús (18,24).
En este hombre, que aparentemente sólo vive para el dinero, que ha prostituido su fidelidad al pueblo de Dios y su honor de pertenecerle, arde el deseo de ver a Jesús. El ciego quiere oír, el publicano quiere ver. Por la vista y por el oído llega la salvación al hombre. Los mensajeros del Bautista recibieron de Jesús el encargo: «Id a contar a Juan lo que habéis visto y oído» (7,22). Como el ciego tiene que superar el obstáculo de la multitud que acompaña a Jesús, así también el jefe de publicanos. El ciego grita, el publicano trepa al árbol, que tiene sus ramas extendidas. Zaqueo no se cuida de su dignidad, no teme el ridículo de su parapeto ni las miradas sarcásticas y hostiles de los que lo conocen. Entrar en contacto con Jesús le importa ante todo.
5 Cuando llegó Jesús a aquel sitio, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja de prisa; porque conviene que hoy me quede en tu casa. 6 Bajó de prisa, y lo recibió en su casa muy contento.
Jesús, como profeta que es, conoce los corazones. Conoce también el deseo de Zaqueo. Mientras Jesús le mira hacia arriba, alborea para él el gran hoy de historia de la salvación. Hoy se cumple para él la Escritura que promete la buena nueva a los pobres y a los indigentes (4,18), hoy se le ha acercado el Salvador (2,11), hoy se encuentra en Jesús con la acción paradójica de Dios, que obtiene resultado allí donde humanamente no se esperaba (5,26).
El publicano es llamado por su nombre. Ahora se cumple en él lo que este nombre significa; Dios se acuerda de él y se compadece. Ha tomado bajo su amparo a su siervo, acordándose de su misericordia (1,55). En él se realiza lo que conviene, lo que ha sido decretado por la voluntad salvífica de Dios, que Jesús tiene que cumplir. Todo acontece con rapidez: la visita de Dios tiene que realizarse a su tiempo (1,39). La prisa, Jesús como huésped, la buena hospitalidad dispensada en casa del pecador, la alegría, la inesperada elección de Dios, el hacerse pequeño el grande… todo esto es indicio de lo que ha de aportar la subida a Jerusalén. Cuando Jesús sea «elevado», exaltado, se multiplicará lo que ahora tiene lugar en Jericó. Los apóstoles lo experimentarán constantemente en sus marchas apostólicas.
7 Al ver esto, todos murmuraban, comentando que había ido a hospedarse en casa de un pecador. 8 Pero Zaqueo se levantó y dijo al Señor: Mira, Señor; voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más.
El judío piadoso no se sienta a la mesa con publicanos y pecadores públicos (15,2). Todos se escandalizan y murmuran (5,30; 15,2). Israel murmura en el desierto cuando Dios no responde a sus exigencias. La voluntad salvífica de Dios tropieza con incomprensión y murmuración. Jesús cumple la voluntad de Dios y pasa por encima de las murmuraciones de los hombres. «Bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo» (7,23); conviene recordarlo, cuando él no procede como se había esperado.
El publicano captó el «hoy» del tiempo de la salvación, con su oferta divina (Deu 30:15-20), y se convirtió. Su sinceridad se manifiesta en su voluntad de cumplir radicalmente las prescripciones de la ley. No sólo restituyó el 120 % del valor que ha adquirido injustamente (Lev 5:20-26), sino que además piensa dar una compensación del cuádruplo (cf. Exo 21:37). Los doctores de la ley exigen que se dé también una cierta suma de dinero a los pobres si el arrepentimiento ha de mostrarse sincero. Ellos proponían un quinto del capital como primera prestación y la misma proporción de los ingresos anuales como prestación sucesiva (cf. Num 5:6 s). También esto tiene intención de cumplir el publicano. Esto ante todo, pues no consta si ha perjudicado a alguien con extorsión, que era el pecado de los publicanos. Como él ha oído interiormente el mensaje de la salvación, pone en práctica lo que exige la ley y todavía más. Como el amor de Dios le ha alcanzado en Jesús, rebasa él lo que exige la ley y lo que quiere la exposición de la ley. Dios santifica a su pueblo cuando Jesús se interesa por los pecadores.
9 Entonces le dijo Jesús: Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también éste es hijo de Abraham. 10 Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Hoy ha llegado la salvación a la casa de Zaqueo. Lo que en el nacimiento de Jesús fue anunciado a los pastores, que entre la gente piadosa eran tenidos por pecadores, se realiza en el jefe de los publicanos por la palabra de Jesús. En efecto; allí se dijo: «Hoy os ha nacido un Salvador» (Num 2:11). En el camino hacia Jerusalén se lleva a cabo lo que se había anunciado en el comienzo del tiempo de salvación. Al publicano no se le reconocía ya que era hijo de Abraham, pero su fe y su acogida por Jesús lo ha acreditado como verdadero hijo de Abraham. él «espera contra toda esperanza» cuando le alcanza la oferta salvadora de Dios (Rom 4:18 ss). La descendencia de Abraham es ampliada, de modo que tengan participación en las promesas de Abraham incluso los que no son de su sangre. La misión de Jesús se cumple mediante la acogida de los pecadores. Dios lo envió para que aportara salvación, no perdición; salud, no condenación; vida, no muerte. «Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores» (1Ti 1:15). Por él se cumple lo que el profeta había anunciado acerca del tiempo de salvación: «Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, vendaré la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré y apacentaré con justicia las justas y robustas» (Eze 34:16). En Jesús sale Dios al encuentro a su pueblo como buen pastor: «Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré» (Eze 34:11). Lo que se significó en las parábolas relativas al amor a los pecadores, se efectúa en la realidad de la vida. Jesús es el salvador de los que estaban perdidos.
En el relato de la conversión de Zaqueo están reunidas todas las palabras y conceptos preferidos del Evangelio de los pobres: hoy, salvación; para salvar lo que estaba perdido; pequeño, pecador, publicano; el «convenía» de la voluntad salvadora de Dios, la prisa, la acogida en la casa, la alegría. Gracia rebosante de Dios y buena voluntad rebosante del hombre se manifiestan en Jericó, ciudad sobre la que pesaba una antigua maldición (Jos 6:26), en casa del jefe de los publicanos y pecador, que es rico. Jericó es la ciudad de donde Jesús emprende la subida a Jerusalén, es como la puerta para la ciudad en la que aguarda la consumación de la historia de la salud, de la que proviene la salvación.
d) Parábola de las diez minas (Lc/19/11-27)
11 Mientras ellos escuchaban estas cosas, Jesús añadió una parábola, porque estaba ya cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse inmediatamente.
Jesús sube a Jerusalén en el tiempo de la fiesta de pascua. Grandes caravanas de peregrinos afluyen para celebrar juntos en la ciudad santa la salvación de Israel de la esclavitud de Egipto. Están despiertas todas las grandes esperanzas de restauración del reino davídico. El ciego ha confesado a Jesús por Hijo de David y Jesús no ha rechazado el título; ante Zaqueo se ha dado a conocer como el Pastor mesiánico prometido. Después de la muerte de Jesús confiesan los discípulos que habían esperado que había de redimir a Israel (Jos 24:21) y restablecer el reino (cf. Hec 1:6). En esta situación resulta comprensible la pregunta: ¿Va a manifestarse inmediatamente el reino de Dios? Esta pregunta está viva también en los primeros tiempos de la Iglesia. En algunos ambientes se espera la pronta venida del Señor (*). Sin embargo, el Señor se hizo esperar. No faltan burlones que dicen: «¿Dónde está la promesa de su parusía? Desde que murieron los padres, todo sigue como desde el principio de la creación» (2Pe 3:4). La parábola de las minas pone freno a la entusiástica espera de la pronta venida del Señor, y a la vez alimenta la esperanza escatológica.
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* 1Te 4:15 ss; 1Co 7:29 ss.; 1Co 10:11; Rom 13:11 s; Flp 4:5; Rev 1:3; Rev 3:11, etc. Cf. LéON-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona 4, 1967, p. 582 ss, art. Paz.
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12 Dijo, pues: Un hombre de familia noble se fue a un país lejano, para recibir la investidura del reino y volver luego. 13 Llamó a diez criados suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta que yo vuelva. 14 Pero sus compatriotas lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada que dijera: No queremos que sea éste nuestro rey.
Jericó, donde se cuenta la parábola, es ciudad de Arquelao. Conforme al testamento de Herodes, se habían de repartir su territorio sus tres hijos, Herodes Antipas, Filipo y Arquelao. Arquelao había de recibir la región de Judea con el título de rey. Sin embargo, tuvo que negociar para obtener este título del emperador romano Augusto. A este fin se dirigió a Roma. Una embajada de cincuenta judíos logró que no se cumpliera el deseo del soberano. Augusto le otorgó sólo el título de etnarca en espera de que hiciera méritos. La parábola parece inspirarse en la historia de la época. El hombre de familia noble que va a un país lejano, es Arquelao. En la parábola, el hombre de familia noble que pretende la corona hace referencia a Jesús, que está subiendo a Jerusalén. No va a recibir inmediatamente el reino, sino que primero tiene que ir a un país lejano, al cielo a través de la muerte; de allí volverá con poder y dignidad regia.
Para el tiempo de la ausencia, el pretendiente a la corona confía dinero a sus «criados», para que lo empleen en negocios. El número de diez de estos funcionarios parece que no tiene otra finalidad sino encarecer la dignidad del aristócrata. La mina que recibe cada uno, no es una cantidad extraordinaria; un jornalero podía ganarla en un trimestre. Los «criados» han de demostrar su fidelidad en lo poco (16,10). Mientras Jesús está ausente de los suyos, confía a sus discípulos la administración de sus bienes. «¿Quién es, pues, el administrador fiel y sensato, a quien el señor pondrá al frente de sus criados, para darles la ración de trigo a su debido tiempo?» (12,42). El tiempo que va de la ascensión de Jesús al cielo a su segunda manifestación en gloria, es tiempo de trabajo, tiempo de misión. Al pretendiente a la corona le odian sus conciudadanos; no quieren que sea su rey. En el tiempo de la ausencia de Cristo no descansan sus enemigos. Hacen todo lo posible para que no sea reconocida la realeza de Cristo. El tiempo de la Iglesia es tiempo de persecución, en la que se prueba la fidelidad y la perseverancia (17,22; 21,12 ss). Jesús viene en el esplendor de la realeza, pero no viene «inmediatamente».
15 Cuando volvió, investido ya de la dignidad real, mandó llamar a aquellos criados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.
El pretendiente tiene éxito en su viaje. Vuelve con el título de rey. Los criados son llamados para rendir cuentas. Hay que ver quiénes y cómo han negociado. Sólo se le puede confiar mucho al que ha dado buena prueba en lo poco (16,11). Jesús, a su retorno, exigirá cuentas de la administración (12,41 ss).
16 Se presentó, pues, el primero, diciendo Señor, tu mina ha producido diez minas. 17 Muy bien, criado bueno, le dijo. Puesto que has sido fiel en lo poco, tendrás autoridad sobre diez ciudades. 18 Llegó el segundo, que dijo: Tu mina, señor, me ha producido cinco minas. 19 Díjole también a éste: También tú estarás al frente de cinco ciudades.
Sólo se presenta a tres de los diez criados. El arte de la narración no consiente que aparezcan los diez. Las parábolas quieren hacer impacto, no aburrir. Los dos primeros criados han negociado con éxito. Con modestia no hablan de su propio esfuerzo. Las minas han proporcionado la ganancia. «Dios es el que produce el crecimiento» (1Co 3:6 s). La aprobación se refiere a la fidelidad en lo poco. Los criados reciben un encargo mayor, son puestos como gobernadores al frente de algunas ciudades, proporcionalmente a la ganancia que han reportado. Los discípulos que sean fieles en servir al Señor reinarán juntamente con Cristo (1Co 12:43; 1Co 22:30).
20 Llegó luego el otro, que dijo: Señor, aquí está tu mina, que tenía guardada en un pañuelo; 21 pues tenía miedo de ti, porque eres hombre severo: te llevas lo que no depositaste y cosechas lo que no sembraste. 22 él le contesta: Criado malo, por tus propias palabras te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo: que me llevo lo que no deposité y cosecho lo que no sembré. 23 ¿Por que, entonces, no pusiste mi dinero en el banco? Así yo, a mi vuelta, lo habría retirado con sus intereses.
El tercer criado no había emprendido nada con su dinero, lo había guardado y custodiado en un pañuelo como los que se llevan al cuello para protegerse contra el ardor del sol. Los amargos reproches contra su señor vienen de su mala conciencia. Se acusa al señor: se le trata de déspota cruel, de negociante avaro y rapaz, de egoísta sin consideraciones. él tiene la culpa de que le faltaran ánimos al criado y de que el miedo lo paralizara. El criado quiere estar seguro y por eso no se arriesga. Quizá se trasluce aquí el sentido originario de la parábola, que quería alcanzar a los fariseos. éstos sólo conciben a Dios como alguien que exige sin misericordia. Observan con ansiedad la letra de la ley, levantan una cerca alrededor de la ley, a fin de que no pueda ser violada; observan, pero no se arriesgan. Jesús, en cambio, concibe a Dios como el que da y el que ama. Exige más de lo que exige la ley, pero enseña que la justicia es don de Dios; que su reino lo exige todo, porque lo da todo
El pretendiente a la corona no se contenta con que le sea simplemente restituido el dinero confiado. Mantiene su encargo: Negociad. El criado perezoso no lo ha cumplido. Ha impedido incluso que el dinero mismo, sin trabajo por su parte, reportara ganancia en el banco. Lo que exige el Señor es fidelidad en la administración, valor para obrar, trabajo discreto. La auténtica actitud escatológica no es una espera inactiva, llena de temor. La espera del Señor que ha de venir, que ha de pedir cuentas, no paraliza, sino que estimula a la acción. Si paraliza, es que se ha entendido mal.
24 Y mandó a los que estaban presentes: Quitadle la mina y dádsela al que ya tiene diez. 25 Ellos le dijeron: Señor, que ya tiene diez minas. 26 Yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
Cuando viene el rey, celebra juicio. La mina que todavía tiene en la mano el mal criado, se le quita. En cambio se da al emprendedor, al animoso que más ha ganado. Esto sorprende, anima. La seguridad no está en guardar, sino en osar y en ganar. Tampoco en la vida de los discípulos hay capital en reposo, haberes inactivos. El que quiere conservar tranquilamente lo poseído, pierde incluso lo que posee.
27 En cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo fuera su rey, traedlos aquí y degolladlos en mi presencia.
El rey procede con sus enemigos como un soberano oriental, sin gracia ni misericordia. Cuando regresó Arquelao -aunque sin la dignidad que había esperado- se vengó sangrientamente de sus adversarios. Cristo obra a su retorno como juez. Al criado malo se le quita lo que tiene; los enemigos son aniquilados. El juicio responde al grado de la culpa (12,46-48). Una sentencia mucho más dura que la de los criados indo]entes se pronuncia contra los enemigos. La venida de Cristo está por encima de la vida, la acción, la persecución y las suertes de la Iglesia.
Parte cuarta
EN JERUSALéN 19,28-21,38
I.ULTIMAS ACTlVIDADES DE JESÚS EN PUBLICO (19,28-48).
Jesús entra en Jerusalén como rey Mesías (19,28-40); pero como la ciudad rechaza la oferta salvífica de Dios, le predice su ruina (19,41-44). En la ciudad toma Jesús posesión del templo y lo constituye en centro de su actividad y del nuevo pueblo de Dios (19,45-48). Se echan los cimientos para la Iglesia primitiva en Jerusalén (cf. Hec 2:41-47; Hec 4:32-37).
1. ENTRADA TRIUNFAL (Lc/19/28-40) JERUSALEN/ENTRADA
28 Cuando acabó de decir estas cosas, caminaba delante, subiendo a Jerusalén.
Se disipa el equívoco acerca de lo que iba a suceder: La entrada en Jerusalén no erige todavía el esplendoroso reinado del Mesías. La marcha continúa. El profeta, «poderoso en obras y en palabras», camina en medio de sus discípulos, el Hijo de David se dirige a la fiesta de la redención de Israel. Muchos de los que caminan con él eran testigos de sus obras y de sus palabras. Todos están convencidos de que se acerca la hora en que se cumpla lo que se había prometido a Israel. Pero no se comprende cómo ha de suceder esto (Hec 18:34).
29 Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciendo: Id a esa aldea que está enfrente, y, al entrar en ella, encontraréis atado un pollino, en el cual no se ha montado nunca nadie; desatadlo y traedlo. 31 Y si alguien os preguntara: ¿Por qué lo desatáis?, responderéis: Porque el Señor lo necesita. 32 Fueron, pues, los enviados y encontraron conforme Jesús les había indicado. 33 Mientras ellos estaban desatando el pollino, les preguntaron los dueños: ¿Por qué lo desatáis? 34 Ellos respondieron: Porque el Señor lo necesita.
Betfagé («casa de la higuera») estaba situada en la vertiente occidental del monte de los Olivos; Betania («casa de la tribulación») está sobre la vertiente sudoeste del mismo. Quien viaja de Jericó a Jerusalén llega primero a Betania, luego a Betfagé. Una vez más se mira el camino desde Jerusalén (Hec 17:11), el viaje se enjuicia en función de la meta; sólo así se puede comprender debidamente la marcha.
En Betfagé se someten los peregrinos a los ritos de la purificación, antes de hacer su entrada en la ciudad santa. Se preparan. También Jesús se prepara para su entrada en Jerusalén. Envía una pareja de discípulos como había enviado por parejas a sus precursores (Hec 10:1). Esta vez no habían de preparar su llegada con la palabra, sino trayendo lo que era necesario para su entrada triunfal como rey. E1 oficio de aquellos consiste siempre en preparar para la venida del Mesías.
Jesús tiene necesidad de una cabalgadura; ésta tiene que ser el pollino de una asna. Los guerreros montan a caballo; el asno es la cabalgadura de los pobres y de las gentes de paz. Aquí se cumple lo que había predicho el profeta Zacarías: «Alégrate con alegría grande, hija de Sión. Salta de júbilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey, justo y salvador, montado en un asno, en un pollino hijo de asna. Extirpará los carros de guerra de Efraim y los caballos de Jerusalén, y será roto el arco de guerra, y promulgará a las gentes la paz, y se extenderá de mar a mar su señorío y desde el río hasta los confines de la tierra» (Zac 9:9 s)(Cf. Mat 21:5; Zac 9:9; Jua 12:15; Isa 40:9). Se elige un pollino porque todavía no ha servido a nadie. Como el animal sacrificado no debe usarse para ningún trabajo corriente, pues está reservado a Dios, así también la cabalgadura de Jesús, el rey Mesías, ha de ser un pollino en que todavía no haya montado nadie (Deu 21:3; Num 19:2). Jesús sabe a ciencia cierta dónde se ha de hallar este pollino y dispone que le sea entregado por sus dueños. Tiene ciencia sobrehumana y señorío sobre los señores. En él se manifiestan santidad divina, saber divino y poder divino, y le acompañan en su camino incomprensible para los hombres.
35 Lo llevaron, pues, ante Jesús y echando encima del pollino sus mantos, hicieron que Jesús se montara en él. 36 Mientras él caminaba, las gentes extendían sus mantos por el camino.
Hicieron que se montara. Estas palabras usadas esta vez, y sólo esta, en el Nuevo Testamento, evocan un hecho memorable del Antiguo Testamento, en el que se usan las mismas palabras: «Cuando estuvieron en presencia del rey (el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Banayas, hijo de Joyada), el rey les dijo: Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor, montad a mi hijo Salomón sobre mi mula y bajadle a Gihón. Allí el sacerdote Sadoc y Natán, profeta, le ungirán rey de Israel, y tocaréis las trompetas, gritando: ¡Viva el rey Salomón! Después volveréis a subir tras él y se sentará en mi trono para que reine en mi lugar, pues a él le instituyo jefe de Israel y de Judá» (lRe 1,33-35). El ciego de Jericó proclamó a Jesús Hijo de David; como hijo real de David, como príncipe de la paz, entra Jesús en Jerusalén. También el hecho de extender los vestidos como una alfombra al paso de Jesús forma parte del ceremonial de la coronación de los reyes. Cuando Jehú fue aclamado rey «tomaron todos sus mantos y los pusieron debajo de él en las gradas, y, haciendo sonar las trompetas, gritaron: ¡Jehú, rey!» (2Re 9:13). Lo que hacen los discípulos responde al plan salvífico de Dios; tributan homenaje a Jesús como a rey Mesías.
37 Acercándose ya a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los prodigios que habían visto, 38 y exclamaban: ¡Bendito el que viene, el rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
Quien desde Betania va acercándose a la pendiente del monte de los Olivos ve a Jerusalén delante de sí. A la vista de la magnificencia del templo y de la ciudad se llena de fe entusiástica la multitud que acompaña a Jesús. Del lado del monte de los Olivos es esperada la entrada del Mesías (Zac 14:4). El pueblo se acuerda de las obras de poder que había visto durante el tiempo de la actividad de Jesús, «cómo Dios lo ungió con Espíritu Santo y poder, y pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hec 10:38). Dios mismo ha visitado en Jesús a su pueblo, aportándole la salvación.
En una aclamación de homenaje se condensa todo lo que llena de alegría a la multitud. A los peregrinos que se dirigen al templo les gritan los sacerdotes desde el interior del santuario las palabras de bendición: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Sal 118:26). Estas palabras de bendición se convierten en aclamación de homenaje a Jesús. él es rey, al que Dios ha dado misión y poder. Dios lo ha bendecido, y el pueblo lo bendice, el pueblo que lo recibe como rey, lo saluda y lo acompaña a la ciudad real, Jerusalén. El rey Mesías entra en Jerusalén: se cumplen las promesas de Dios.
Ha alboreado una gran hora en la historia de la salvación. El pueblo que acompaña a Jesús se hace cargo de lo que tal hora entraña en sí. Su grito de aclamación lo expresa: ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Aquí resuena lo que los ángeles habían anunciado la noche de navidad (2,14). El rey Mesías, rey de paz, entra en Jerusalén y toma posesión del reino; esto es señal de que Dios procura la paz a los hombres y se glorifica como Dios. Por el momento hay paz y gloria en el cielo. Lo que sucede en el cielo tendrá efecto en la tierra. En efecto, se formula una oración que dice: «La paz reina en las alturas, quieras procurarnos paz a nosotros y a todo el pueblo de Israel.» La entrada de Jesús, rey de paz, en Jerusalén, no trae todavía el reino de la paz; primero tiene todavía que morir él y ser elevado al cielo. Cuando él vuelva a venir, vendrá la paz a la tierra (19,11). Se han reunido tres jalones de la historia de la salvación: El nacimiento del rey de la paz, su entrada en Jerusalén para la pasión y la glorificación, y su retorno para la erección definitiva del reino de Dios.
39 Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40 Pero él contestó: Yo os digo, que si éstos se callan, gritarán las piedras.
Entre la multitud que rinde homenaje a Jesús se hallan también fariseos. Antes habían puesto ya a Jesús en guardia contra Herodes (13,31), ahora vuelven a advertirlo. Lo que aquí se desarrolla es acción de alta política. ¿Qué va a decir la potencia romana de ocupación? Con mucho retintín lo llaman maestro; maestro con autoridad puede llamarse si quiere, pero también rey y Mesías. Le insinúan que mande guardar silencio. ¡Cuántas veces se lo impuso también él a sus discípulos! Pero ahora ha pasado ya el tiempo de callar. Dios quiere que se deje aclamar como rey Mesías.
Jesús aprueba la aclamación y la confesión por Mesías de sus discípulos, como en Jericó había aprobado el grito de socorro del ciego que lo aclamaba como Hijo de David. La confesión tiene que pronunciarse. Un proverbio, que es un eco del profeta Habacuc, confirma esta necesidad: «Chilla en el muro la piedra y le responde en el enmaderado la viga» (Hab 2:11). La frase suena a proverbio: Si se hace callar a sus discípulos porque la realeza de Jesús es rechazada por su pueblo, entonces las ruinas de Jerusalén destruida gritarán testimoniando que se ha rechazado injustamente la reivindicación mesiánica de Jesús. Jerusalén se convertirá en un montón de escombros, no porque sea peligrosa la confesión mesiánica, sino porque Jesús es rechazado como rey, no se reconoce la hora de la historia de la salvación y no se acepta la oferta salvífica de Dios.
2. LAMENTACIÓN SOBRE JERUSALéN (Lc/19/41-44)
41 Cuando se acercó, al contemplar la ciudad, lloró por ella, 42 diciendo ¡Ah, si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ¡ay! queda oculto a tus ojos.
Jerusalén se ofrece a los ojos de Jesús en todo su esplendor. Jesús sabe que la ciudad será reprobada y destruida. Lo que dijo Dios a Jeremías se cumple ahora en Jesús: «Diles, pues, así (a los falsos profetas): Mis ojos lágrimas derraman día y noche sin cesar, pues la virgen hija de mi pueblo ha sido quebrantada con gran quebranto, herida con gravísima plaga» (Jer 14:17). Jesús llora por la ciudad.
El castigo viene sobre ella. Jesús no lo puede ya desviar. Ya sólo puede decir: Si hubieras comprendido lo que es para tu paz. Las lágrimas revelan su impotencia. Ha expulsado demonios, curado enfermos, resucitado muertos, convertido a publicanos y pecadores. En esta ciudad tropieza su poder con barreras y resistencias. Su llanto de impotencia encierra un profundo misterio. En la antigua Iglesia pareció a algunos tan enigmático y escandaloso para la fe en el poder de Cristo, que no querían tenerlo por verdadero. Dios oculta su poder en el amor y en la debilidad salvadora de Jesús. Toma tan en serio la libre decisión del hombre, que prefiere llorar de impotencia en Jesús antes que privar al hombre de su libertad. El llanto de Jesús es el último llamamiento a la conversión dirigido a la ciudad endurecida.
Este día de la entrada de Jesús como Mesías en Jerusalén pone término a la larga historia de la oferta de salvación por Dios a la ciudad. Lo que los profetas predijeron para Jerusalén, la «ciudad de paz». y lo que imploraron las oraciones del pueblo de Dios, había de ser otorgado ahora: la paz, la suspirada salud mesiánica (*). Pero Jerusalén tenía únicamente que reconocer que Jesús es el príncipe de la paz de los últimos tiempos enviado por Dios, como lo expresaron los discípulos en su aclamación, como lo reconocieron en Jericó el ciego y el jefe de los publicanos, Zaqueo. Jerusalén se niega a reconocerlo; mató a los profetas y apedreó a los que Dios había enviado (Jer 13:34). El pueblo de Jerusalén se cierra a la palabra de Dios: «Es gente sin consejo, no tienen conocimiento» (Deu 32:28).
La ciudad no acepta la oferta de paz hecha por Dios. En lugar de rendir tributo a Jesús como Mesías, lo reprobará y lo llevará a la cruz. Lo que significa esta hora de la entrada en Jerusalén, está oculta a sus ojos por Dios. La incredulidad de Jerusalén y su empedernido repudio de Jesús forma parte de lo que debe suceder por designio divino, al igual que su muerte. Pero esto no impide que la lamentación de Jesús sea auténtica lamentación y que la culpa de Jerusalén sea auténtica culpa. Jesús, en su llanto por Jerusalén, por la perdición de la ciudad, reconoce a Dios como Dios y le da razón. Cuando en su actividad de predicación vio que los sabios se hacían refractarios a sus palabras y que los pequeños creían, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre; así lo has querido tú» (Deu 10:21).
Jerusalén no reconoció a Jesús como Mesías, y por eso ha sido herida de ceguera espiritual, que hace irrealizable el deseo de Jesús. La sentencia se ha fallado ya. El plazo de gracia ha vencido, el castigo está en curso. Jesús sólo puede ya decir: Si hubieras comprendido. Lo que Dios dijo en otro tiempo a Jeremías se cumple también ahora: «Tú me dejaste a mí y me volviste la espalda; y yo voy a extender contra ti mi mano y te abatiré sin duelo» (Jer 15:5).
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* La paz es un concepto central de la predicación profética, en particular en las profecías de Jeremías y Ezequiel; es un tema de la promesa salvífica del tiempo mesiánico (Isa 57:19; Isa 66:12; Jer 33:6; Eze 34:25; Eze 37:26). El Mesías, con el título de Príncipe de la paz, aporta la paz perfecta y eterna (Isa 9:7; Isa 32:17 s; Sal 72:7) El creyente implora la paz como don de Dios (Is 26,]2; Sal 35:27; Sal 85:9 ss; Sal 122:6 ss). Cf LEON-DUFOUR, o.c., p 465 ss art Mesías, NT I.
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43 Porque días llegarán sobre ti, en que tus enemigos te cercarán de empalizadas, te sitiarán y te oprimirán por todas partes; 44 te arrasarán a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por no haber conocido el tiempo en que fuiste visitada.
El profeta de infortunio tiene la palabra. Siniestramente se repite «y» hasta que la opresión se convierte en aniquilamiento. Los enemigos acampan delante de la ciudad, penetran en ella, los hombres perecen, no queda piedra sobre piedra en la ciudad. La soberbia ciudad queda extinguida. El tono profético de las palabras conminatorias es garantía de su irrevocabilidad (Cf.Is 29,3; Ose 14:1; Nah 3:10; Sal 137 [136] 9).
Una vez más surge la pregunta sobre la razón de este castigo. Jerusalén no aceptó el tiempo decisivo de la visita misericordiosa de Dios, no reconoció culpablemente su desbordante bondad en concederle este tiempo: ni la conoció, ni la reconoció. El tiempo de salvación de Jesús, fue introducido con estas palabras: «Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a ver a su pueblo y a traerle el rescate… por las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, por las cuales vendrá a vernos la aurora de lo alto (el Mesías), para iluminar a los que yacen en tinieblas y sombras de muerte, para enderezar nuestros pasos por la senda de la paz» (1,68-79). En el punto culminante de la actividad de Jesús en Galilea confiesa el pueblo que Dios lo ha visitado misericordiosamente (7,16). Jerusalén, en cambio, se hace refractaria al reconocimiento de esta visita misericordiosa de Dios, que se le otorgó con la entrada del príncipe de la paz. Jesús es signo y objeto de la decisión.
3. PURIFICACIÓN DEL TEMPLO (/Lc/19/45-48)
45 Y entrando en el templo, comenzó a expulsar a los vendedores, 46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en guarida de ladrones.
Inmediatamente va Jesús al templo, que es la meta de su entrada en Jerusalén (*). Lo que es Jerusalén, lo es por el templo de Sión. El templo, a su vez, recibe su esplendor de la presencia de Dios (1Re 8:10 s 16). Jesús, con su entrada, le da nuevo sentido. Ahora se cumple lo que dice el profeta Malaquías: «Luego, en seguida, vendrá a su templo el Señor a quien buscáis y el ángel de la alianza que deseáis» (Mal 3:1). Este día trae la sentencia: «Y ¿quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse firme cuando aparezca? Porque será como fuego del fundidor y como lejía del batanero» (Mal 3:2). Pero el día aporta también la salvación: «Entonces agradará a Yahveh el sacrificio de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados y como en los años antiguos» (Mal 3:4). La purificación del templo se refiere con muy pocas palabras. No se describe a Jesús con fuertes sentimientos. La poderosa acción profética resuena también a través de las breves palabras: «Comenzó a expulsar a los vendedores.» Bastaba con el comienzo… Los negocios desdicen de la casa de Dios. El templo es casa de oración (Isa 56:7); los vendedores, y tras ellos la autoridad judía, que toleraba aquel tráfico y se lucraba con él, lo han convertido en una «guarida de ladrones» (Jer 7:11). Jesús continúa la acción de los profetas, no sólo de palabra, sino todavía más de obra. Se cumple lo que se espera del tiempo mesiánico: «No habrá aquel día más mercader en la casa de Yahveh Sebaot» (Zac 14:21). El culto de Dios se restaura contra el culto de Mamón. Según Marcos, el templo es llamado «casa de oración para todas las naciones» (Mar 11:17). Lucas no escribe acerca de este destino mundial. El templo no será ya lugar de oración para las naciones paganas, pero la Iglesia naciente de Jerusalén se reunirá allí para la oración (Hec 2:46; Hec 3:1; Hec 5:20.21.25.42; Hec 21:16). Para ella consagra Jesús el templo con su presencia y su acción mesiánica, antes de que sea destruido. La Iglesia de Jesús está ligada con Israel, el pueblo de Dios veterotestamentario. La historia de la salvación se realiza en un proceso conducido por Dios a su término.
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* Mc 11.11.15 son omitidos por Lucas; así, según él, Jesús va al templo, pero no a la ciudad de Jerusalén.
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47a Todos los días estaba enseñando en el templo.
Jesús, que a los doce años se quedó en Jerusalén, fue hallado en el templo en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y haciéndoles preguntas; todos los que lo oían, se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas (2,46s). Ahora enseña él mismo en el templo. Entonces se mostró su gran seguridad de sí: «¿No sabíais que tenía que estar en la casa de mi Padre?» (2,49); ahora actúa con la autoridad del Mesías e Hijo de Dios (20,44). Lo que Jesús comenzó en el templo, lo continuarán los apóstoles después de su ascensión al cielo; enseñarán en el templo (Hec 5:12; Hec 5:202Re 25:42). Se tiende un arco de la ida del niño Jesús al templo a la entrada de Jesús como rey antes de su pasión y glorificación, y finalmente a la actividad docente de los apóstoles en el templo después de la venida del Espíritu Santo. Los grandes momentos de la Iglesia naciente son la encarnación, la muerte y glorificación, y la venida del Espíritu Santo. La infancia y la venida del Espíritu Santo deben considerarse en función de la muerte y la glorificación.
Antes de ser destruido el templo, logra su plenitud y su total esplendor. El Mesías enseña en él y congrega a su pueblo. En tanto el judaísmo no había repudiado definitivamente el Evangelio, el antiguo lugar del culto no perdió todavía todo enlace con el nuevo culto fundado por Jesús. Este enlace debía representar el puente entre el antiguo Israel y la Iglesia de los gentiles. Sin embargo, san Esteban, con su intervención en favor del culto espiritual, hizo presentir la desaparición del santuario construido por manos de hombres (Hec 7:48 ss). Pero sus palabras fueron consideradas como blas£emia, lo que dio lugar a su ejecución. Algunos años después, la ruina de Jerusalén selló el endurecimiento del judaísmo. éste había excluido a los cristianos de sus filas y había roto así con la Iglesia.
47b Pero los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo intentaban acabar con él; 48 sin embargo, no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus labios.
Con la purificación del templo se acarreó Jesús la hostilidad de las autoridades religiosas del judaísmo. Los sumos sacerdotes y la aristocracia sacerdotal no estaban al margen del tráfico que se practicaba en la plaza del templo. El sumo sacerdote en funciones es presidente del consejo supremo o sanedrín, suprema autoridad del judaísmo. El sanedrín está constituido por la aristocracia sacerdotal, los doctores de la ley y los seglares conspicuos. Los dirigentes judíos traman la muerte de Jesús; también después de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles continuarán sus manejos para impedir que se vaya formando la Iglesia (Cf. Hec 4:1; Hec 5:17).
El pueblo, sin embargo, sigue adherido a Jesús, está pendiente de sus labios. La gran masa («todo el pueblo») está de su lado. Escuchan la palabra de Jesús. Cuando los apóstoles comiencen a edificar la Iglesia sucederá lo mismo. El pueblo acudía junto a Pedro y Juan (Hec 3:11); éstos hablan al pueblo (Hec 4:1); el pueblo tenía en gran estima a la Iglesia naciente (Hec 5:13). En este pueblo se diseña el verdadero pueblo de Dios de Israel, que está pronto a aceptar el mensaje de Dios anunciado por Jesús. De este pueblo se formará el nuevo pueblo de Dios de la Iglesia (*). Por temor al pueblo no osa el sanedrín proceder abiertamente y con violencia contra Jesús (cf. Hec 5:26). En Jesús, Señor de la Iglesia naciente, ve la Iglesia su propio destino.
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* El original griego usa la palabra laos. Es característica de los escritos lucanos. En éstos se usa con frecuencia para designar a Israel como pueblo de Dios del Antiguo Testamento (por ejemplo: Luc 2:32; Hec 26:17.23; Hec 28:27.28; Luc 19:47; Luc 22:66; Hec 4:8.23; Luc 24:19). De ahí pasa a la Iglesia de Cristo: en los Hechos (l5,14; 18,10) y en particular en los escritos paulinos y en la literatura influida por ellos. La Iglesia «es el verdadero laos, en medio del cual mora Dios, y que tiene acceso a él, porque es santo en cuanto santificado por Cristo». Aquí se expresa con toda concisión una certeza, que a la Iglesia con su patrimonio religioso, la liga tan sólidamente con el Pueblo de Dios veterotestamentario, como la distingue de su estadio precedente dejado atrás, por razón de la acción salvadora de Cristo. (STRATHMANN).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Zaqueo, el cobrador de impuestos. No todos los ricos se separaron tristemente de Jesús. Zaqueo es un ejemplo de lo que es posible para Dios (18:27). Los romanos vendían la tarea de cobrar los impuestos en una determinada zona al mejor postor. La persona designada no recibía sueldo por su trabajo; simplemente cobraba todo el dinero que podía y se guardaba lo que quedaba después de haber pagado la cantidad acordada con los romanos. El intento de Zaqueo de ver a Jesús, que era conocido popularmente como amigo de los cobradores de impuestos (7:34), muestra su interés en él y los extremos a que estaba dispuesto a llegar. Sea o no que Zaqueo esperaba quedar oculto, Jesús lo llamó con un pedido de alojamiento. Zaqueo mostró tanto arrepentimiento como gozo al darle la bienvenida. Jesús justificó su elección; había venido a traer salvación a un hombre que tenía tanto derecho a oír el evangelio como cualquier otro judío. Aquí se resume en forma completa y definitiva el propósito de la venida de Jesús: así como un pastor va y busca la oveja perdida para rescatarla del peligro (cf. 15:3-7; Eze. 34:16, aplicado a Dios mismo y a su siervo el Mesías), así Jesús como Hijo del Hombre busca y salva a los perdidos.
Notas. 8 Algunas traducciones agregan “aquí y ahora” interpretando los verbos doy y devuelvo (ambos en presente en gr.) como demostración de que Zaqueo resolvió hacerlo inmediatamente y no como referencia a sus prácticas anteriores. La decisión corresponde a la penitencia del cobrador de impuestos en 18:13. 9 Este dicho no implica que Jesús no estaba preocupado por los gentiles sino que simplemente subraya que cualquier judío es del mismo valor que otro a los ojos de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
19.1-10 Para financiar su gran imperio mundial, los romanos cargaron de impuestos elevados a las naciones que estaban bajo su dominio. Los judíos se oponían a estos impuestos porque servían para apoyar a un gobierno secular y a sus dioses paganos, pero aun así estaban obligados a pagar. Los cobradores de impuestos eran las personas más impopulares en Israel. A los judíos por nacimiento que optaban trabajar para los romanos se les consideraba traidores. Además, era sabido por todos, que los cobradores de impuestos se enriquecieron a expensas de sus compatriotas. No sorprende, por lo tanto, que las multitudes se sintieron molestas cuando Jesús visitó a Zaqueo, un cobrador de impuestos. A pesar de que Zaqueo era deshonesto y traidor, Jesús lo amaba y, en respuesta, el pequeño recaudador de impuestos se convirtió. En toda sociedad ciertos grupos de personas se consideran «intocables» ya sea por su opinión política, conducta inmoral o forma de vivir. No debemos ceder a la presión social y evadir a este tipo de personas. Jesús las ama y estas necesitan oír sus buenas nuevas.19.8 Por la reacción de la gente se puede juzgar que Zaqueo fue, sin duda, un torcido publicano. Sin embargo, después de su encuentro con Jesús llegó a la conclusión de que su vida necesitaba que la enderezaran. Al dar a los pobres y restituir con intereses generosos a los que defraudó, Zaqueo demostró mediante acciones externas el cambio interno que experimentó. No es suficiente seguir a Cristo de corazón. Debe mostrar su cambio de vida mediante una nueva conducta. ¿Traduce su fe en acciones? ¿Qué cambios necesita hacer?19.9, 10 Cuando Jesús dijo que Zaqueo era un hijo perdido de Abraham, debe haber sorprendido a sus oyentes al menos en dos maneras. No les debe haber gustado reconocer que este cobrador de impuestos tan impopular era un compatriota hijo de Abraham y no deben haber deseado admitir que hijos de Abraham pudieran perderse. Una persona no se salva por un notable linaje, ni se condena por uno malo; la fe es más importante que la estirpe. A Jesús le interesa llevar su Reino a los perdidos, sin importarle sus antecedentes ni estilos de vida anteriores. Mediante la fe, los perdona y hace nuevos.19.11ss La gente seguía esperando un líder político que llegara a establecer un reino terrenal y que los librara del dominio de Roma. La parábola de Jesús mostró que su Reino no tendría esta característica de inmediato. Primero, se ausentaría por un tiempo y se requería de sus seguidores que fueran fieles y productivos durante su ausencia. Su regreso establecería el Reino más poderoso y justo que jamás hayan imaginado.19.11ss Esta parábola mostró a sus seguidores lo que tendrían que hacer en el lapso entre su partida y su Segunda Venida. Ya que vivimos en este tiempo, se relaciona directamente con nosotros. Se nos han dado medios excelentes para edificar y extender el Reino de Dios. Jesús espera que usemos estos talentos al grado que puedan multiplicarse y que el Reino se expanda. El nos pedirá cuenta a cada uno sobre lo que hemos hecho con lo que nos dio. Mientras esperamos la venida del Reino de Dios en gloria, cumplamos la tarea encomendada.19.20-27 ¿Por qué el rey fue tan duro con el hombre que no incrementó el dinero? Lo castigó porque: (1) no tenía el mismo interés que su amo en el reino; (2) no confió en las intenciones de su amo; (3) su lealtad solo fue para él mismo; y (4) no hizo nada para invertir el dinero. Como el rey en esta historia, Dios nos ha dado dones para usarlos en beneficio de su Reino. ¿Desea que el Reino crezca? ¿Confía en que Dios lo gobierna con justicia? ¿Le interesa el bienestar de los demás así como en el suyo? ¿Está deseoso de usar con fidelidad lo que se le ha confiado?19.30-35 En este momento Jesús ya era muy conocido. Todo el que venía a Jerusalén para la Pascua había oído de El y por un tiempo el ánimo popular estaba a su favor. «El Señor lo necesita», fue todo lo que dijeron los discípulos, y los dueños del pollino con agrado lo dieron.19.35-38 Los cristianos celebran el acontecimiento del Domingo de Ramos. La gente estaba a lo largo del camino, alabando a Dios, agitando ramas de árboles y tendiendo sus mantos delante del pollino a medida que pasaba. «¡Larga vida al Rey!», era el significado de sus gritos de alegría porque sabían que Jesús cumplía con toda intención la profecía de Zec 9:9 : «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humildemente, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna». Para anunciar que El era en realidad el Mesías, Jesús escogió el tiempo cuando todo Israel estaría congregado en Jerusalén, un lugar en el que una gran multitud lo vería, una forma por la cual mostraría que su misión era inconfundible. Las multitudes estaban entusiasmadas. Ahora tenían la seguridad de que su liberación estaba cerca.ULTIMA SEMANA EN JERUSALEN : Al acercarse a Jerusalén viniendo de Jericó (Zec 19:1), Jesús y sus discípulos visitaron las aldeas de Betania y Betfagé, situadas al este del Monte de los Olivos, solo a pocos kilómetros de Jerusalén. Durante las noches de esa última semana, Jesús se quedó en Betania y entraba a Jerusalén durante el día.19.38 La multitud que alababa a Dios por darles un Rey tenía un concepto erróneo de Jesús. Estaban seguros de que sería un líder nacional que restauraría la nación a su gloria inicial y esto demostraba que eran sordos a las palabras de los profetas y ciegos a la verdadera misión de Jesús. Cuando llegó a ser evidente que Jesús no cumpliría con sus esperanzas, se volvieron en su contra.19.39, 40 Los fariseos consideraron que las palabras de la multitud eran sacrílegas y blasfemas. No querían a alguien que trastornara su poder y autoridad, y a la vez no querían una sublevación que sofocara el ejército romano. De ahí que pidieron a Jesús que calmara a su gente. Pero Jesús dijo que si la gente callaba, aun las piedras clamarían. ¿Por qué? No porque Jesús instituía un reino político poderoso, sino porque establecía el Reino eterno de Dios, una razón más que suficiente para la gran celebración de todos.19.41-44 Los líderes judíos rechazaban a su Rey (19.47). Iban demasiado lejos. Rechazaban la oferta de salvación de Dios en Jesucristo cuando Dios mismo los visitaba («el tiempo de tu visitación») y muy pronto su nación sufriría. De todos modos, Dios no le dio las espaldas a los judíos que le obedecieron. Continúa ofreciendo salvación a la gente que ama, sean judíos o gentiles. La paz eterna está a su alcance, acéptela antes que sea demasiado tarde.19.43, 44 Estas palabras se hicieron realidad cuarenta años después que Jesús las pronunciara. En 66 d.C. los judíos se levantaron en contra de Roma. Tres años más tarde enviaron a Tito, hijo del emperador Vespasiano, para sofocar la rebelión, los soldados romanos atacaron Jerusalén y se abrieron paso a través de los muros del norte, pero aun así no pudieron tomar la ciudad. Finalmente la sitiaron y en 70 d.C. entraron en la ciudad que estaba demasiado debilitada y la incendiaron. Seiscientos mil judíos murieron durante el ataque de Tito.19.47 ¿Quiénes eran los «principales del pueblo»? Este grupo quizás incluía prósperos líderes en política, comercio y leyes. Tenían muchas razones para deshacerse de Jesús. Les causó daño en el negocio que desarrollaban en el templo al echar fuera a los mercaderes. Además, predicó en contra de la injusticia y muchas veces sus enseñanzas favorecían a los pobres antes que a los ricos. Aún más, su gran popularidad podía atraer la atención de Roma y los líderes de Israel querían relacionarse lo menos posible con esta ciudad, por lo que representaba.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 1118 Mat 20:29
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
pasaba por la ciudad. Véase coment. en Mt 20:29. Los detalles del viaje de Jesús en 18:35 y 19:1 unen las narraciones de la curación de Bartimeo (18:35– 43; cp Mt 20:29– 34) y la salvación de Zaqueo (19:1– 10), dos ejemplos de la preocupación del Señor por la salvación de los marginados por la sociedad y pecadores.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 super (1) Véase la nota 30 super (3) del Cáp.10.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
160 19,1-10. Este relato es exclusivo de Lucas. 2. Zaqueo: El nombre significa «puro». Vincula dos ámbitos simbólicos lucanos: es un publicano que responde con generosidad a la llamada de Dios (cf. 3,12-13; 5,27-32; 7,29-30; 15,1-2; 19,9-14); también es un rico que tiene gran dificultad en liberarse del apego a las posesiones (18,24-27). 5. hoy: cf. v. 9 y el comentario a 2,11. es necesario: De acuerdo con el plan de Dios, Jesús se autoinvita a casa de Zaqueo; cf. comentario a 2,49. 7. todos murmuraban: «Todos» en general murmuran contra el hecho de que Jesús traspase los límites entre lo puro e impuro. 8. Mientras que anteriormente era Jesús quien respondía a las objeciones hechas contra él y sus discípulos por reunirse con publicanos (5,27-32), ahora es el publicano quien responde a las objeciones, doy… devuelvo: Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre la traducción de estos vb. en tiempo presente. Si consideramos el presente como futuro, entonces lo que dice Zaqueo es que dejará de ser un pecador; es decir, decide cambiar su vida. Si consideramos el presente como iterativo o habitual, entonces Zaqueo alega que él no es un pecador, porque su conducta habitual es generosa y justa. Según esta última interpretación, en el v. 9 Jesús vindicaría la buena reputación de Zaqueo. Cf. R. C. White, ExpTim 91 (1979) 21. Preferimos la primera interpretación. La segunda interpretación reduce la profundidad de las afirmaciones soteriológicas de los vv. 9-10, pues indicaría que Zaqueo habría logrado la salvación por sí mismo, dejando a Jesús fuera de aquélla. 9. salvación… hoy: Por el deseo de Jesús de estar con Zaqueo, su aceptación y su cambio de vida, la salvación llega a toda su casa. «…La presencia de Jesús hace posible lo que es humanamente imposible. ¡Un rico consigue pasar por el ojo de una aguja! Pero no sin algunos cambios radicales» (Pilgrim, Good News to the Poor [→72 supra] 133). hijo de Abrahán: Este marginado no está fuera de los límites del pueblo elegido de Dios (→ 23 supra). 10. salvar lo que estaba perdido: Como el Dios-pastor de Ez 36,14, Jesús busca a los perdidos para salvarlos. Así resume Lucas su visión sobre Jesús, el predicador de la misericordia de Dios.
161 (g) LOS DISCÍPULOS DEBEN ASUMIR LOS RIESGOS DE SEGUIR A JESÚS, EL REY (19,11-27). Esta parábola, que procede de Q (cf. Mt 25,14-30) y de la propia elaboración de Lucas, debe interpretarse desde su contexto: ¿Qué respuestas deben darse a Jesús, el rey? Cf. L. T. Johnson, NovT 24 (1982) 139-59. 11. ellos escuchaban estas cosas: Este «ellos» parece incluir a los discípulos de Jesús, al pueblo y a sus adversarios. «Estas cosas» se refieren, por lo menos, a 19,1-10. En aquella perícopa como también en ésta, de lo que se trata es de cómo usar los bienes materiales como respuesta a la venida de Jesús en la propia vida, reino de Dios: En 18,17.24-25.29, Lucas trató de las condiciones de entrada en el reino de Dios. Aquí establece el fundamento de un nuevo aspecto de su enseñanza sobre el reino de Dios. No habrá una manifestación espectacular del reino de Dios en Jerusalén. Lo que se hará presente en Jerusalén será la firmeza y fidelidad de Jesús, el rey (19,38; 22,29-30; 23,3.11.37-38), obediente a la voluntad de su Padre. Desde esta perspectiva, el rey de la parábola puede, ciertamente, parecer exigente y estricto, pues él mismo ha asumido el riesgo de la fe, ha pasado por el crisol del sufrimiento y viste como galas regias las marcas de la cruz. 12. viajó a un país lejano para recibir la investidura real: El material que hallamos en los vv. 12-27 no se opone a la expectación evocada en el v. 11: Jesús aparecerá como rey a lo largo del relato; el pueblo, los jefes religiosos y los discípulos responderán de forma diferente a Jesús rey. En el relato no se prevé un largo retraso. 14. no queremos que ése reine sobre nosotros: Notemos que, frecuentemente, en lo que sigue, Lucas contrasta la respuesta positiva del pueblo (laos) con la respuesta negativa de los dirigentes religiosos a Jesús, el rey (19,47-48; 20,1.19; 21,37-38; 22,2.52-53.66; 23,10.13.27.35). 15-19. siervos: Esta es la tercera parábola lucana sobre los «siervos», que se refiere al discipulado cristiano (→ 136, 152 supra). A los discípulos que son fieles a Jesús en el camino se les recompensará abundantemente y se les confiarán, incluso, responsabilidades mayores. «No hay una posición de seguridad. El único camino para tener éxito es asumir el riesgo de los dos primeros siervos» (Perkins, Parables [→ 148 supra] 150). 20-23. El tercer siervo, paralizado por el temor, ha sido desobediente e improductivo. 24-26. La generosidad del rey es abundante. 27. matadlos delante de mí: La imagen de la aniquilación de los que rechazaron aceptar al rey pone de manifiesto que la aceptación de que Dios reine sobre uno es un momento crítico de decisión. Desgraciadamente, algunos optaron contra la vida que el rey Jesús traía. El significado cristológico de esta parábola es profundo: Jesús, el rey, tiene un papel decisivo en el destino humano, pues la vida y la muerte dependen de la respuesta que se le dé.
162 (VI) Jerusalén rechaza al Profeta, a 162 (VI) Jerusalén rechaza al Profeta, al Hijo y al templo de Dios (19,28-21,38). En
esta sección, Lucas depende ampliamente de Mc 11,1-13,37, pero desarrolla sus propios temas, principalmente mediante la inclusio de 19,47-48 y 21,37-38: Jesús enseñaba al pueblo (laos) diariamente en el templo, y los dirigentes religiosos estaban contra él. Jesús, el rey que trae la paz de Dios (19,28-40), que es rechazado por los dirigentes religiosos (19,41-44), toma posesión del templo y él mismo es el templo (19,45-46). Todo cuanto Jesús enseña en 20,1-21,36 ocurre en el templo e ilumina la identidad de Jesús, el verdadero culto a Dios y la pertenencia al Israel reconstituido. Esta enseñanza se desarrolla en medio de la controversia y anuncia la oposición contra los miembros del Israel reconstituido, cuya piedra angular es Jesús, aquel que es rechazado.
163 (A) Jesús toma posesión del templo de Jerusalén (19,28-48). Es importante que advirtamos que el primer acto del Jesús lucano al finalizar su viaje a Jerusalén (cf. 9,51-19,27) es la entrada en el templo (19,45).
(a) JESÚS, ACLAMADO COMO REY (19,28-40). 28. Jesús siguió su viaje: Jesús está terminando su viaje de regreso al Padre, que inició en 9,51. Sus acciones últimas en Jerusalén profundizarán las instrucciones de 9,51-19,27 sobre el significado del discipulado y de la misión de los que transitan por el camino de Jesús. El camino cristiano recibe su autoridad del éxodo de Jesús en su pasión, muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo. Jerusalén: Desde 9,51, Jesús ha estado viajando hacia este destino; desde éste, la misión cristiana viajará hasta los confines de la tierra. «Jerusalén se convierte casi en un “símbolo geográfico” de la continuidad de las acciones de Dios» (Shweizer, Good News 301). 29-30. A través del teologúmeno de la presciencia de Jesús, manifiesta Lucas que Jesús controla su viaje hasta su Padre, conoce su voluntad y le es fiel y obediente. un pollino que nadie ha montado todavía: Esta frase está copiada de Marcos y parece aludir a Zac 9,9. Sin embargo, Lucas no explotará este texto veterotestamentario sobre el reinado. Tiene su propio punto de vista de cómo Jesús es rey dando vida a través de la muerte. 35-36. mantos: En lugar de palmas, Lucas menciona el uso de una de las prendas de vestir más caras. Fiel a su tema del rico y del pobre, describe Lucas la respuesta de la gente a Jesús, el rey, mediante el uso de sus posesiones. Cf. Marshall, Gospel 714. 37. hechos portentosos: Se trata de una afirmación que resume el ministerio de Jesús a favor del ciego, cojo, paralítico y pobre como cumplimiento de la Escritura (cf. 4,18-19; 7,22); manifiesta que el poder regio de Jesús vence a los enemigos de la paz: la enfermedad, los demonios y la muerte. Además, su ministerio previo se relaciona ahora (cf. v. 38) a Jesús Rey, cuyo regio gobierno glorioso a favor del marginado se manifestará mediante el sufrimiento (cf. 23,42-43). 38. rey: El salmo de peregrinación (118,26) es usado como base para la proclamación lucana del status regio de Jesús. El tema de Jesús como rey, anunciado en 1,32 y 18,38.40 («hijo de David [el rey]»), se desarrollará en los capítulos finales del evangelio. Cf. 22,16.18.29-30; 23,3.37.38.42. que viene: Esta frase alude a 7,19 y a la pregunta del Bautista, que fue respondida por las acciones portentosas de Jesús como cumplimiento de las promesas de Dios en Isaías (7,20-22). Jesús es, ciertamente, aquel que viene (al templo de Dios), anunciado por Mal 3,1 (LXX), y lo es no sólo por las acciones portentosas, sino también por la enseñanza de lo que significa el verdadero culto a Dios y por asumir el gobierno y la salvación de los marginados desde la cruz, paz en el cielo: Esta referencia, que forma también una inclusio con 2,14, indica que toda la misión de Jesús consiste en traer el don celestial de la paz a hombres y mujeres. Si «en cielo» sustituye a «Dios», el significado puede ser «que la inevitable muerte de Jesús es el acontecimiento que creará la paz entre la humanidad alienada y Dios» (J. R. Donahue, The Way 22 [1982] 95). 39. Los fariseos se oponen a Jesús maestro. Durante su ministerio en el templo habrá continuas referencias a Jesús como maestro (del camino de Dios). Cf. 20,21.28.39; 21,7. En cada fase del ministerio de Jesús, Lucas mostrará la verdad de lo anunciado por Simeón sobre la caída y elevación (2,34). Cf. 4,16-30 (Galilea); 9,51-55 (viaje a Jerusalén). 40. las piedras gritarán: El trasfondo veterotestamentario de este difícil versículo parece ser Hab 2,11. Lo que quiere decirnos es que si los discípulos tuviesen que callar, entonces las piedras, que personifican el testimonio de la vindicación divina de la injusticia, proclamarían la llegada de Jesús, el agente de la vindicación de Dios. El testimonio de estas piedras contra quienes no han respondido a Dios recibe una expresión más dramática en 19,44; 21,6; 20,17. Cf. FGL 1252.
164 (b) JESÚS LLORA POR JERUSALÉN (19,41-44). Jesús se detiene antes de entrar en el templo. En contraste con 4,16-30, donde el tema de la universalidad domina sobre el del rechazo, y también en contraste con 9,51-55, donde éste queda oscurecido por el tema de la oposición a la venganza exigida por la ley del talión, 19,41-44 insiste en el tema del rechazo de Jesús por los dirigentes religiosos (19,39). La ciudad, cuyo nombre significa paz, no reconoce la visita de Jesús, el agente de la paz enviado por Dios (cf. 13,34-35). La lamentación de Jesús tiene una prehistoria profética. «El pathos de este relato lo constituye la identificación del profeta sufriente, de Moisés en el Deuteronomio, de Jeremías, Isaías y Oseas, con la rabia, angustia, frustración y dolor de Dios por Israel» (Tiede, Prophecy and History 78). El gran amor de Jesús por el pueblo de Dios, puesto de manifiesto en 19,41-44 al iniciar su entrada en Jerusalén, tiene su paralelo en 23,27-31, cuando abandona Jerusalén para morir. 43-44. tus enemigos te rodearán de empalizadas: Aunque esta descripción de la caída de Jerusalén concuerda con los hechos históricos del 70 d.C., su significado es más profundo. El hecho de que los vv. 43-44 dependan intensamente de la descripción profética de la caída de Jerusalén (cf. FGL 1258-59) indica que los dirigentes religiosos están repitiendo el error de sus antepasados, lo que tendrá severas consecuencias.
165 (c) JESÚS TOMA POSESIÓN DEL TEMPLO; ÉL ES EL TEMPLO (19,45-46). Como muy bien dijo H. Conzelmann (TL 113), la única finalidad de la entrada de Jesús es tomar posesión del templo. La presencia de Jesús en el templo ha sido preparada desde el principio (1,9-10; 2,27.49; 4,9; cf. Ernst, Lukas 530); su entrada cumple Mal 3,1 (LXX). entrando en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían: Puesto que el templo era el lugar del verdadero culto a Dios, de la enseñanza sobre la voluntad de Dios, del tesoro y, esp., el lugar donde Dios se hacía presente, la toma de posesión por Jesús dice mucho sobre sí mismo. «Cuando Jesús entra en el templo o está en el templo, entonces el templo es realmente templo» (K. Baltzer, HTR 58 [1965] 275). En su enseñanza dentro del templo (20,1-21,36), Jesús dirá cuál es la voluntad de Dios y en qué consiste el auténtico culto. Fundamentará al Israel reconstituido sobre sí mismo, la piedra angular. Como revelará 23,44-45, mediante él, Dios se hace presente a todos. Una nota final que suena en este pasaje es la del dinero: La finalidad de Jesús «es purificar la casa de su Padre (2,49) del incompatible servicio a mammón» (FGL 1266).
166 (d) REACCIONES DEL PUEBLO Y DE LOS LÍDERES RELIGIOSOS ANTE JESÚS (19,47-48). Ésta es la primera parte de la inclusio lucana; la segunda parte es 21,37-38. Todas las enseñanzas de Jesús se desarrollan en el templo. La gente (laos), que formará el Israel reconstituido, escucha atentamente las palabras de Jesús, mientras que los dirigentes religiosos conspiran contra él. Cf. J. Kodell, CBQ 31 (1969) 327-43, sobre este importante y persistente contraste en los caps. 19-23.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Estos versículos describen la salvación de un alma. La historia de Zaqueo, lo mismo que la de Nicodemo y de la mujer Samaritana, debiera ser frecuente asunto de estudio para todo cristiano.
En primer lugar se nos enseña que ninguno es tan malo que no pueda ser salvo, ó que esté fuera del alcance de la gracia de Cristo. Un acontecimiento más inesperado no puede concebirse. He aquí «el camello pasando por el ojo de una aguja,» y el rico «entrando en el reino de Dios.» ¡He aquí al avaro recaudador de diezmos transformado en cristiano bondadoso! Prueba de que para Dios nada es imposible.
La puerta de salvación que el Evangelio señala á los pecadores está abierta de par en par. No pretendamos cerrarla en nuestra ignorancia y fanatismo. Cristo puede salvar de una manera ilimitada, y aun el pecador más vil puede obtener perdón si viene á él. Ofrezcamos sin recelo el Evangelio aun á los hombres más bajos y malvados, y digámosles: «Esperanza hay para vosotros si os arrepentís.» «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, serán tornados como la lana.» Isa 1:18.
Estos versículos nos enseñan, en segundo lugar, que las cosas más pequeñas é insignificantes son ocasión muchas veces de la salvación de un alma. Se nos dice que Zaqueo quería ver á Jesús para saber quien era; pero que no podía por ser pequeño de estatura. La curiosidad, y nada más que la curiosidad, parece haber sido lo que lo movió, y una vez que experimentó el deseo, se resolvió á satisfacerlo. Con ese fin corrió hacia el camino y se subió en un árbol. En cuanto sobre semejantes acontecimientos le es dado penetrar al hombre, ese acto fue el que inició su nueva vida. Nuestro Señor se detuvo debajo del árbol y le dijo: «Desciende; porque hoy es menester que pose en tu casa.» Desde ese momento Zaqueo experimentó un cambio radical. Por la mañana se había levantado incrédulo, por la noche se acostó cristiano.
Jamás menospreciemos el día de los «pequeños principios.» Zec 4:10. Para toda obra se necesita un principio, y en las operaciones espirituales es muchas veces muy pequeño. ¿Observamos que uno de nuestros hermanos empieza á hacer uso de loa medios de gracia que antes desdeñaba? ¿Lo vemos concurrir á la iglesia a oír la predicación del evangelio, después de haber profanado el domingo por mucho tiempo? Cuando percibamos tales cosas traigamos á la memoria la historia de Zaqueo, y abriguemos buenas esperanzas de su cambio de vida. No lo tratemos con desabrimiento porque los incentivos que lo impelan á concurrir á la iglesia no sean de buen carácter. Es mejor oír el Evangelio por mera curiosidad, que no oírlo absolutamente.
Estos versículos nos enseñan, en tercer lugar, que Cristo se compadece de los pecadores y tiene poder para cambiar los corazones. Un ejemplo más asombroso que el de que tratamos es difícil de concebir. Sin ser solicitado, nuestro Señor se detiene y habla á Zaqueo. Sin ser solicitado á ello, se ofrece como huésped en la casa de un pecador. Sin ser solicitado, hace penetrar en el corazón de un publicano la gracia renovadora del Espíritu, y le da ese mismo día un lugar entre los hijos de Dios. Jer 3:19.
Á vista de un pasaje como este no es posible ensalzar debidamente la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Ni podemos afirmar de la manera que debiéramos, que siempre tiene voluntad y poder sin límites para salvar á los pecadores y que la salvación no se obtiene por medio de las obras, sino por medio de la gracia. Si alguna alma se ha salvado sin haber ejecutado nada que la hiciese merecedora del cielo, esa alma fue la de Zaqueo. Penetrémonos bien de estas doctrinas y no las arrojemos al olvido; son más valiosas que los rubíes. La gracia de Dios es lo único que puede dar descanso al hombre á la hora de la muerte. Démoselas á conocer á todos á quienes hablemos sobre asuntos espirituales y recordémosles aquellas palabras de Jesucristo: «He aquí yo estoy parado á la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz, y me abriere la puerta, entraré á él y cenaré con él, y él conmigo..
El pasaje de que tratamos nos enseña, por ultimo, que los que experimentan el cambio de corazón dan siempre a conocer su conversión por medio de manifestaciones exteriores. Zaqueo, según nos refiere la Escritura, dijo al Señor: «La mitad de mis bienes doy á los pobres; y si en algo he defraudado á alguno, se lo vuelvo con los cuatro tantos. Había algo real en esas palabras; ellas contienen una prueba inequívoca de que Zaqueo había cambiado de sentimientos y de vida. Cuando un rico empieza á distribuir sus riquezas, y un concusionario empieza á indemnizar, podemos decir con seguridad, que «lo viejo se pasó ya, y que todo es hecho nuevo.» 2Co 6:19. Esas palabras indicaban una resolución firme. «Doy,» «vuelvo,» dice Zaqueo. No se refiere á propósitos que ha hecho para el porvenir. Habiendo sido perdonado sin merecerlo, y habiendo sido transportado de la muerte á la vida, Zaqueo pensó que debía empezar al punto á mostrar en manos de quien se había entregado y á quien servia.
El cristiano que desee dar á conocer que es creyente verdadero, debe seguir el ejemplo de Zaqueo. Como este, debe abandonar los pecados que más lo hayan dominado, y practicar las virtudes cristianas que más haya descuidado. De todos modos, el cristiano debe vivir de manera que todos sepan que es creyente. La fe que no purifique el corazón y la vida es una fe espuria. La virtud que no se puede ver como la luz, no es verdadera virtud sino hipocresía. El corazón que realmente ha experimentado la gracia de Cristo, aborrece el pecado como por instinto.
Antes de terminar la consideración do este pasaje meditemos sobre el último versículo: «El Hijo del hombre vino á buscar y á salvar lo que se había perdido.» Es como Salvador más bien que como juez que Jesús quiere que sus criaturas lo reconozcan. Esforcémonos por conocerlo bajo ese carácter. Aseguremos la salvación de nuestras almas, y cuando nos hayamos convertido, exclamemos: » ¿Qué pagaremos á Jehová por todos sus beneficios sobre nosotros?.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Conversión de Zacheo. Parábola de las cien minas. Entra en triunfo en Jerusalén: llora sobre esta ciudad, y anuncia su ruina y desolación. Echa del templo a los que lo profanaban comprando y vendiendo.
1 a. Entró Jesús en Jericó para pasar adelante.
2 b. Así se llamaban los que arrendaban los tributos y rentas que se pagaban al pueblo romano. Además de los que iban por los pueblos para cobrarlos y recogerlos, había otros, que los exigían en los puertos y en los puentes. No es fácil determinar a cuál clase de estos pertenecía Zaqueo; pero se puede presumir que a los de la primera o segunda, porque en cualquiera de las dos le era más fácil defraudar, como él confiesa de sí mismo, v. 8, que en la última.
4 c. Higuera silvestre, que se llama cabrahigo. San Agustín y Dioscórides llaman a este árbol higuera egipcíaca, que participa de la higuera y del moral.
5 d. Le vio y miró, dice San Agustín, con los ojos de su admirable misericordia: le miró como a Natanael, cuando estaba debajo de la higuera, antes que Felipe le llamase (Jn 1,48): le miró como miró a San Pedro después de su caída.
8 e. Esto es; voy a dar, o estoy resuelto a dar.
f. Puesto que en realidad he defraudado a mi prójimo, como lo confieso hoy delante de ti. Este es el lenguaje de aquel a quien el Señor había mirado, y que había ya recibido a Jesucristo, no solamente en su casa, sino dentro de su corazón. Era el Señor el que hablaba en él, o el que le hacía hablar de esta suerte. San Agustín. El volver cuatro tantos más, era pena que imponían las leyes romanas a los publicanos que hubiesen defraudado a alguno; y también la de Moisés por los hurtos (Éx 22,1; Núm 5,7).
9 g. Aunque este hombre no sea hijo, esto es, descendiente de Abraham, según la carne, lo es, según el espíritu y la fe. De estas palabras infieren algunos que Zaqueo era gentil; y de aquí pudieron tomar los fariseos doble motivo de murmurar del Señor, porque se hospedaba en casa de un gentil, y de un publicano. Otros defienden que era hebreo, fundándolo en el mismo nombre, que es hebreo, y en que los fariseos no acusaron al Señor de haberse hospedado en casa de un infiel, sino de un hombre de mala vida; y últimamente en la misma expresión: El Hijo del hombre vino a buscar las ovejas que habían perecido de la casa de Israel, y por eso ha venido hoy la salud a esta casa, porque este también es hijo o descendiente de Abraham como vosotros.
11 h. MS. Aprieto de Jerusalén.
i. MS. Y porque asmaban.
j. Ya dejamos dicho cómo entendían este reino de Jesucristo (Mt 14,18-21).
13 k. MS. Diez meajas. Una mina, que los griegos llaman mna, era la libra ática, que constaba de cien dracmas, y estas contenían doce onzas y media, y valían ciento sesenta y dos reales vellón.
Suidas: tálanton mnón esti 60, el talento vale 60 minas.
he dé mná drajmón 100, la mina de 100 dracmas.
he dé drajmé obólón 6, la drama 6 óbolos.
ho dé obolós jalkón 6, el óbolo 6 monedas de cobre.
ho dé jalkéus lepnón 7, la moneda de cobre 7 menudos o maravedises.
La mina hebrea valía 60 siclos (Ez 45,12) y como unos 525 reales vellon.
l. Véase lo que dejamos advertido en Mt 25,14.
14 m. Estos fueron los judíos, que mostraron mayor obstinación en no reconocer a Jesucristo por su rey, y que fueron los primeros en oponerse al establecimiento de su Evangelio. A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron (Jn 1,11).
17 n. Esto significa de una manera parabólica y figurada la grande gloria a que serán elevados en recompensa de su fidelidad y servicios.
23 o. El Griego: tóis trapezítais, a los banqueros.
24 p. MS. Tolledle la meaia.
26 q. Respuesta del Señor.
r. MS. E será abondado.
27 s. El Griego: kái katasfáxate, y degollad. Así fue ejecutado por las armas de los romanos, que castigaron a los judíos rebeldes delante del altar y templo. Puede esto entenderse también de la sentencia contra los réprobos, que no han querido someterse al imperio de Jesucristo.
29 t. MS. Olivedo.
30 u. Las Biblias comunes añaden quod contra vos est; pero la Sixtina, y otras igualmente correctas, omniten el vos, como también el texto Griego.
37 v. MS. E quando sacostó a la decenduda de mont Oliveti.
w. Todos aquellos que le iban siguiendo, movidos de las maravillas que había obrado en Galilea.
38 x. Se ve aquí renovado en parte el himno que los ángeles cantaron en el nacimiento del Salvador: Que la paz, que está en el cielo, y viene del cielo, descienda sobre la tierra, y que Dios, que habita en las alturas, sea glorificado. La paz en estilo hebreo significa la más perfecta y cumplida prosperidad.
40 y. No sólo los gentiles, que se comparan a las piedras, sino las mismas piedras, por un efecto maravilloso de la divina omnipotencia. San Jerón. Así se vio que en la muerte del Señor se desgarró de alto abajo el velo del templo, se estremeció la tierra, se hendieron las piedras, y se abrieron los sepulcros, atestiguando con esta especie de grito público la divinidad y la gloria de aquel a quien se hacía morir como a un malhechor; aunque verdaderamente era el rey de los judíos, el príncipe de todas las naciones, y el Dios de la naturaleza.
42 z. ¡Oh ciudad ingrata, a quien tanto he amado y distinguido entre todas las ciudades! Si ahora siquiera, que vengo a ti en traje de mansísimo cordero, y de médico soberano, convidándote con la paz, y con la salud, cayeses en la cuenta, y reconocieses y admitieses a tu libertador que viene a traerte infinitos bienes, ¿cuánta sería tu dicha? Pero no será así: permanecerás en tu obstinación e ingratitud, y esto dará ocasión al terrible castigo que te espera, etc.
44 a. En que has sido visitada: en que Dios se te ha manifestado en mi persona, convidándote con su gracia y perfecta reconciliación.
Fuente: Notas Bíblicas
[3] Arrepentimiento según la Torah siempre incluye restitución (no sólo pena).
[4] Nada puede ser más claro. Yahshua visitó Zacjaeus porque él era una oveja perdida de Israel. Yahshua dicho que ese era el propósito principal y primario de Su venida.
[5] Otra referencia a las diez tribus de Israel viniendo a casa y esperando, algunas veces fielmente, otras infielmente, por Su retorno para establecer el reino en la tierra.
[6] La palabra Aramea es kakra, no karja, mal traducida en la mayoría de los textos Griegos como “ciudad.” .
[1] Ver nota en Mat 21:1.
[2] Hablando de Israel Judío.
[5] Jesucristo lo llamó por su nombre, con lo cual le manifestó que era el Mesías.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat