Biblia

Comentario de Lucas 22:39 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 22:39 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.

22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos (“llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní”, Mat 26:36) ; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación (v. 46). — Jesús comprendía el peligro de la tentación del diablo, como también la debilidad del hombre. Si no oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que nos pueden destruir. «Velar» significa estar vigilante, mantenerse despierto, esperando tentaciones y pruebas y estando prevenidos (Mat 24:43; Mat 26:38; Mat 26:40-41). Compárense Hch 20:31; 1Co 16:13; Col 4:2; 1Ts 5:6; Apo 3:2-3; Apo 16:15. «Orar» significa que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, y que necesitamos ayuda de El para encontrar la salida de toda tentación (1Co 10:13) y para tener la fuerza espiritual para soportar toda prueba.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y saliendo, se fué. Mat 26:36-38; Mar 14:32-34; Jua 18:1, Jua 18:2.

como solía, al monte de los Olivos. Luc 21:37; Mar 11:11, Mar 11:19; Mar 13:3.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

monte de los Olivos: Mat 26:36 le da el nombre de Getsemaní, mientras que Jua 18:1 habla de manera más general de un huerto.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

monte de los Olivos. Vea las notas sobre Luc 19:29; Mat 24:3. sus discípulos también le siguieron. Mat 26:36-37 y Mar 14:32-33 ofrecen más detalles. Él dejó a la mayoría de los discípulos a la entrada de Getsemaní, y llevó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan para orar.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

22:39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos (“llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní”, Mat 26:36) ; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación (v. 46). – Jesús comprendía el peligro de la tentación del diablo, como también la debilidad del hombre. Si no oramos y velamos, hay peligro de entrar sin darnos cuenta en tentaciones que nos pueden destruir. «Velar» significa estar vigilante, mantenerse despierto, esperando tentaciones y pruebas y estando prevenidos (Mat 24:43; Mat 26:38; Mat 26:40-41). Compárense Hch 20:31; 1Co 16:13; Col 4:2; 1Ts 5:6; Apo 3:2-3; Apo 16:15. «Orar» significa que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, y que necesitamos ayuda de El para encontrar la salida de toda tentación (1Co 10:13) y para tener la fuerza espiritual para soportar toda prueba.

Fuente: Notas Reeves-Partain

HÁGASE TU VOLUNTAD

Lucas 22:39-46

Jesús salió en la dirección acostumbrada al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegó al lugar adonde iba, les dijo:
-Pedidle a Dios que no tengáis que arrostrar la furia de la tentación.
Jesús se apartó de ellos a una distancia de un tiro de piedra, y se puso a orar de rodillas:
-Padre, si te parece bien, líbrame de tener que apurar este cáliz; pero que suceda lo que Tú quieres, no lo que quiero yo.
Entonces se le apareció un ángel del Cielo para darle fuerzas. Jesús estaba experimentando una verdadera agonía, y. oraba cada vez más intensamente; y le caían hasta la tierra grandes gotas de un sudor de sangre. Pasado algún tiempo se levantó de la postura de la oración, y vino adonde estaban sus discípulos, y los encontró dormidos de pura tristeza.
-¿Cómo podéis dormir? ¡Levantaos y orad para que no tengáis que arrostrar la furia de la tentación!

El espacio era tan limitado en Jerusalén que no había jardines. La gente acomodada tenía jardines privados en el monte de los Olivos. Algún amigo de Jesús le permitiría usar su jardín, y allá se retiró a pelear su solitaria batalla. Sólo tenía treinta y tres años, y nadie quiere morir a esa edad. Sabía lo que era la crucifixión. Estaba en agonía; la palabra griega se refiere a la lucha desesperada por la vida. No hay escena comparable en toda la Historia. Era el momento decisivo de la vida de Jesús. Todavía podía volverse atrás y evitarse la cruz. La salvación del mundo estaba pendiente de aquella decisión de Jesús mientras sudaba grandes gotas de sangre en Getsemaní. ¡Y Él venció!

Un famoso pianista dijo del Nocturno en Do sostenido de Chopin: «Tengo que contároslo. Chopin se lo dijo a Liszt, y él me lo dijo a mí. En esta pieza todo es dolor y tristeza. ¡Y qué dolor y tristeza!, hasta que empieza a hablar con Dios y a orar; entonces todo vuelve a estar bien.» Eso fue lo que pasó con Jesús. Fue a Getsemaní a oscuras, y salió con luz, porque había hablado con Dios. Fue a Getsemaní en agonía, y salió de allí en victoria y con paz en el alma, porque había hablado con Dios.
Todo depende de la forma en que digamos: «Hágase tu voluntad.»
(i) Puede decirse en un tono de resignación impotente, como el que se sabe en las garras de un poder contra el que no puede luchar. Esas palabras pueden indicar la muerte de la esperanza.
(ii) Puede decirse como si uno hubiera llegado a una rendición total, en reconocimiento de una derrota completa.
(iii) Puede decirse en un tono de frustración porque el sueño que se esperaba no se va a realizar. Estas palabras pueden ir cargadas de desilusión y hasta rabia, porque no hay nada que se pueda hacer.
(iv) Puede decirse con el acento de una confianza perfecta. Así es como lo dijo Jesús. Estaba hablando con Uno que es un Padre, con un Dios cuyos brazos eternos le sostenían y rodeaban aun en la cruz. Se sometía, pero a un amor que no le dejaría. Lo más difícil de la vida es aceptar lo que no podemos entender; pero hasta eso lo podemos hacer si hemos recibido en Cristo la seguridad del amor de Dios.

1 ¡Cristo, mi alegría, – pan del alma mía, siempre fiel a mí!
¡Cómo te he buscado, – cómo me he angustiado sediento de Ti!
Siempre tuyo quiero ser, – nada anhelo en este mundo sino sólo a Ti.

2 A su amor me entrego – y a Satán no temo: no puede dañar.
Aunque el mundo tiemble, – mi .temor ardiente Jesús calmará.
El dolor puede atacar – y el pecado asaltarme: ¡Él no ha de fallarme!

3 Cuando la tristeza – llame a mi puerta, ¡Cristo, alégrame!
Si Tú estás conmigo, – mi aflicción olvido. ¡Tenme junto a Ti!
Y, aunque gima de dolor – cantará el alma mía: ¡Cristo, mi alegría!

JOHANN FRANK – FEDERICO FLIEDNER

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— monte de los Olivos: Ver nota a Mat 21:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La oración y el arresto de Jesús (ver Mat. 26:36-56; Mar. 14:32-50; Juan 18:1-11)

El jardín de Getsemaní estaba al pie del monte de los Olivos. Consciente de las tentaciones que los rodeaban, Jesús urgió a sus discípulos a orar. Entonces se retiró y oró que, si fuera posible, fuera alejada de él la copa de sufrimiento e ira (cf. Isa. 51:22; Mar. 10:38) que tenía por delante. Sin embargo, como Hijo obediente se colocó sin reserva a disposición del Padre. Después de intensa angustia se levantó y encontró dormidos a sus apóstoles y volvió a urgirlos a orar. Sólo el que ha orado permanece firme durante las horas siguientes. Mientras hablaba, el traidor (mencionado despectivamente como el que se llamaba Judas) llegó con los oficiales destinados a mantener el orden en el templo y le dio su traicionero saludo. Los discípulos se dieron cuenta de lo que estaba por ocurrir; de inmediato apareció una de las dos espa das (38) y fue usada. Sin embargo, Jesús contuvo a sus discípulos y luego se volvió a la turba: ¿Era aquélla la forma de arrestar a un pacífico predicador? ¡Ciertamente había llegado la hora del mal!

Notas. 40 Como aquel lugar era donde Jesús solía ir (39), Judas sabría dónde encontrarlo. 43, 44 Estos versículos son omitidos por algunos de los mejores mss. como se indica en la RVA, lo que da una amplia razón para pensar que eran un agregado al texto, pero su lenguaje es el de Lucas y pueden haber sido genuinos. El sudor de Jesús era co mo sangre en cuanto al tamaño de las gotas más que al color.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

z 1343 Mat 26:30; Mar 14:26; Jua 18:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

como de costumbre. El Señor con frecuencia se iba al Getsemaní para orar (21:37; cp. Mt 26:36), y no iba a permitir que el inminente peligro de la traición de Judas le impidiera seguir esta importante parte de su vida

Fuente: La Biblia de las Américas

Los versículos arriba citados contienen la narración que hace S. Lucas de las agonías de nuestro Señor en el jardín. Pasaje es este que debiéramos leer con señalada reverencia. El episodio que en él se refiere es una de » las profundidades de Dios.» Al leerlo nos vienen á la memoria aquellas palabras del éxodo: «Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar donde tú estas, tierra santa es.» Exod. 3: 6.
En este pasaje se nos presenta primeramente un ejemplo de lo que los creyentes deben hacer cuando se encuentran en trabajos. El Jefe mismo de la iglesia presenta el modelo que ha de imitarse. Se nos dice que habiendo venido al monte de las Olivas, la víspera de ser crucificado, «puesto de rodillas, oró..
Es un hecho bien digno de notarse que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo se da un mismo remedio para los que estén agobiados de trabajos. ¿Qué dice el libro de los Salmos? «Llámame en el día de la angustia; librarte he.» Psa 50:15. ¿Qué dice el apóstol Santiago? «¿Está alguno entre vosotros afligido? haga oración.» Jam 5:18. La oración fue el remedio de que usó Jacob cuando estaba temiendo la saña de Esaú; la oración fue el remedio de que usó Job cuando sus bienes y sus hijos le fueron arrebatados; la oración fue el remedio que Ezequías empleó cuando recibió la amenazante carta de Senaquerib; y finalmente, la oración fue el remedio que el mismo Hijo de Dios empleó cuando se hizo hombre. En la hora de su misteriosa agonía oró.
Si queremos consuelo en la aflicción procuremos emplear ese remedio. Que el primer amigo á quien acudamos sea Dios; que la primera súplica que llagamos sea dirigida al trono de la gracia. Ningún pesar debe estorbárnoslo; ninguna desgracia debe enmudecernos. Si más no podemos decir, exclamemos á lo menos: «Violencia padezco, confórtame.» Isa 38:14.
En estos versículos percibimos, en segundo lugar, qué especie de oraciones debe el creyente hacer á Dios en tiempo de angustia. En este caso también nuestro Señor presenta un modelo á su pueblo. Se nos refiere que dijo: «Padre, si quieres, pasa esta copa de mí; empero no se haga mi voluntad, mas la tuya.» Y tengamos presente que el que así se expresó reunía en una sola persona dos naturalezas distintas: una divina y otra humana. Cuando pidió que no se hiciera su voluntad, se refirió á su voluntad como hombre.
Las palabras que, en el caso á que aludimos, usó nuestro Señor, nos dan á conocer con exactitud el giro que han de tomar las oraciones del creyente cuando esté atribulado. Á semejanza de Jesús, debe sin reserva expresar á su Padre celestial sus deseos y sus necesidades; pero también como El, en todo lo que haga, debe someterse completamente á la voluntad de su celestial. Necesario es que recuerde que puede haber sabías, aunque ocultas, razones para que sea afligido.
La resignación es una de las más bellas virtudes que enaltecen el carácter del cristiano. El hijo de Dios debe practicarla en todo tiempo si desea ser como Jesús; pero jamás es tan necesaria como en las horas de duelo, y nunca es tan bella como cuando el creyente, postrado de rodillas, implora á Dios le conceda alivio en su dolor. Aquel ha dado grandes pasos hacia adelante en el camino de la religión que puede decir antes de apurar el cáliz de la amargura: «No se haga mi voluntad, mas la tuya..
Estos versículos nos presentan, en tercer lugar, una prueba de la gravedad extraordinaria del pecado. Se percibe esto en las agonías de Cristo, en el sudor de sangre, en todos sus misteriosos sufrimientos de cuerpo y alma que se nos describen en el pasaje citado. Acaso el que lea la Biblia superficialmente no comprenda esto; sin embargo, no por eso es menos cierto.
¿Cómo se explican las agonías profundas que nuestro Señor experimentó en el jardín? ¿Como esa angustia y esos sufrimientos intensos? ¿Cómo, sino que fueron causados por los pecados que iba á expiar, por los pecados de un mundo infiel? Sí, fue el enorme peso de la maldad del género humano lo que hizo al Hijo de Dios sudar gotas de sangre, y fue eso lo que le hizo dar gemidos y derramar lágrimas. La causa de la agonía de Cristo fue, pues, el pecado del hombre. Heb 5:7.
¿Queremos percibir tal como es en sí la gravedad de nuestras culpas? ¿Queremos odiar el pecado implacablemente? ¿Queremos formarnos una ligera idea de las penas eternas? ¿Queremos saber hasta que punto Cristo puede compadecerse de los que se encuentren en angustias? Traigamos á la memoria la sublime escena de Getsemaní.
Estos versículos nos presentan, por último, un ejemplo que demuestra cuan débiles son los hombres, aun los más justos.
Se nos dice que mientras el Señor estaba en su agonía, sus discípulos dormían. A pesar de que Jesús les había mandado expresamente que orasen y los había prevenido contra la tentación, la carne venció al espíritu.
Pasajes como estos son sumamente instructivos, y nos persuaden á ser humildes. Cuando aun los apóstoles se condujeron de esta manera, el cristiano debe estar alerta, no sea que de repente caiga en tentación. También nos hacen conformar con la muerte, y desear la glorificación del cuerpo, pues solo será cuando eso suceda que podremos servir á’ Dios día y noche sin sentir cansancio.

Fuente: Los Evangelios Explicados

g 16.1.

Fuente: La Biblia Textual III Edición