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Comentario de Lucas 23:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 23:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.

23:1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. — «Muy de mañana» (Mar 15:1). El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el «juicio» de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de «todo el concilio» (Mar 15:1); es decir, tomaron acción oficial. Jua 18:28, “y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua”. Hch 10:28; Hch 11:3. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la pascua (Luc 11:39; Mat 23:24).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 22:66; Mat 27:1, Mat 27:2, Mat 27:11; Mar 15:1; Jua 18:28.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús es acusado delante de Pilato, y enviado a Herodes, Luc 23:1-7.

Herodes se burla de él, Luc 23:8-11.

Herodes y Pilato se hacen amigos, Luc 23:12.

El pueblo pide a Barrabás, Pilato lo suelta, y Jesús es entregado para ser crucificado, Luc 23:13-25.

Él les dice a las mujeres que lamentan por él, acerca de la destrucción de Jerusalén, Luc 23:26-33;

ora por sus enemigos, Luc 23:34-38.

Dos malhechores son crucificados con él, Luc 23:39-45.

Su muerte, Luc 23:46-49.

Su entierro, Luc 23:50-56.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El gobernador romano Pilato era el responsable de cobrar los impuestos y de mantener la paz. Puede ser que se encontrara en Jerusalén por audiencias judiciales, en un procedimiento denominado «investigación judicial». Esto es probable por el hecho de que otros fueran crucificados junto a Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

PILATO. Pilato era el gobernador romano de Jerusalén en el tiempo de la Pascua. A Jesús lo llevaron ante él porque bajo la ley romana los judíos no podían llevar a cabo legalmente la pena de muerte contra nadie. Pilato se ha convertido en un símbolo de los que toman decisiones religiosas basadas en la conveniencia política en vez de la verdad y la justicia. Cada creyente debe tener cuidado de no comprometer la Palabra de Dios debido a intereses egoístas; siempre debe defender lo que es justo.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 23.

Acusación ante Pilato, 23:1-5 (Mat 27:11-14; Mar 15:1-5; Jua 18:28-38). Cf. comentario a Mat 27:11-14 y a Jua 18:28-38.
1 Levantándose todos, le llevaron a Pilato, 2 y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos encontrado a éste pervirtiendo a nuestro pueblo; prohibe pagar tributo al Cesar y dice ser El el Mesías rey. 3 Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? El respondió y dijo: Tú lo dices. 4 Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre: Ningún delito hallo en este hombre. 5 Pero ellos insistían, diciendo: Subleva al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

Los cuatro evangelistas recogen que la primera acusación que se hace contra Cristo ante Pilato no es la divinidad, que es por lo que le condena el Sanedrín, sino la realeza: el proclamarse Mesías. Confesión que Cristo había hecho en su vida, pues era su misión. Pero deformado, por deformación involuntaria o maldad, que prohibía pagar tributo al Cesar, cuando era todo lo contrario. Pilato, del exámen de Cristo, no ve nada punible. Pilato confiesa tres veces la inocencia de Cristo (Luc 23:4.14-21; lo mismo que en Jua 18:38; Jua 19:4.6). La narración de Jn da bien el sentido. Y aquí se supone un interrogatorio de fondo similar al de Jn (Jua 18:15-38). La respuesta tajante de Cristo en Lc resulta equivoca si no se supone un interrogatorio que la precise lo mismo que en Mt-Mc. Pilato vio en El un idealista oriental. Pero le acusan de “subversión” con su enseñanza. Y al dar el volumen de la misma Judea-Galilea, dan a Pilato oportunidad para una hábil maniobra. Se lo va a remitir a Antipas. La frase “no encuentro culpa” era expresión de la jurisprudencia romana, que daba por terminada una sentencia por falta de pruebas (Stuhlmueller).

Cristo es enviado a Herodes Antipas,Jua 23:6-12.
6 Oyendo esto Pilato, preguntó si aquel hombre era galileo, 7 y, enterado de que era de la jurisdicción de Herodes, le envió a éste, que estaba también en Jerusalén por aquellos días. 8 Viendo Herodes a Jesús, se alegró mucho, pues desde hacía bastante tiempo deseaba verle, porque había oído hablar de El y esperaba ver de El alguna señal. 9 Le hizo bastantes preguntas, pero El no le contestó nada. 10 Estaban presentes los príncipes de los sacerdotes y los escribas, que insistentemente le acusaban. 11 Herodes con su escolta le despreció, y por burla le vistió una vestidura blanca y se lo devolvió a Pilato. 12 En aquel día se hicieron amigos uno del otro Herodes y Pilato, pues antes eran enemigos.

Sólo Lc trae este relato. Pero ya en la descripción que hace Lc de Antipas, a propósito del Bautista, deja literariamente preparada esta escena (Luc 9:9).
Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande. Desde el año 4 (d. C.) era tetrarca de Galilea. Se le considera el más inteligente de los hijos de Herodes. Pero era hombre sensual y frivolo. Algunas veces subía, por política, a Jerusalén a las fiestas ‘, hospedándose en el palacio de los Asmoneos 2. ¿Siempre?
Pilato, al oír que Cristo “era,” es decir, vivía en Galilea, ve una buena solución para eximirse de aquel enojoso asunto para él, pues reconociendo la inocencia de Cristo, ve en ello una imposición y exigencia de los judíos, a los que odiaba. Los gobernadores romanos no podían administrar justicia a sus súbditos fuera de su jurisdicción 3. Pero el caso de Antipas era distinto, y el procurador de Roma podía delegar en Antipas, además príncipe vasallo de Roma, su jurisdicción en este caso, y en su territorio.
Pilato esperaba que Antipas se hiciese cargo definitivamente de aquel asunto. En todo caso, esperaba una declaración de inocencia. Pues si hubiese un crimen delictivo, el tetrarca lo hubiese encarcelado o muerto allí. Aparte que, si creyese que iba a sentenciarle a muerte, la acusación recaería sobre él, por mostrar poco celo por Roma.
La llegada de Cristo a Antipas agradó mucho a éste. La razón era que había oído hablar mucho de El y “esperaba ver alguna señal,” un prodigio. Lo consideró como un bufón o como persona entregada a artes ocultas, que divertían por entonces a las cortes. Y, por eso, “le hizo muchas preguntas.” Pero Cristo nada contestó. Cristo no venía con sus milagros a divertir, sino a salvar. Antipas, que en un principio no dio importancia a las acusaciones de los sanedritas, ahora, seguramente para salir de aquella situación, permite que le acusen. Pero no les hace caso. La venganza de Cristo la va a buscar por otro lado, menos comprometido para él. Lc mandó poner “una vestidura brillante” (έσθητα λαμπράν ), después que él con su corte le “despreció.” Probablemente esto último se refiere a que Antipas, con una frase despectiva, logró que le hiciese coro la corte servilista que tenía. La “vestidura brillante” piensan algunos que sería al tipo de la clámide roja (χλαμύδα χοχχί ‘νην ) que le pondrán en la coronación de espinas 4, o una vestidura blanca, símbolo de inocencia, y aquí de irrisión, locura 5; para otros era una parodia del vestido real judío, que era blanco 6. De un pasaje de las actas apócrifas del apóstol Santo Tomás se deduce que ponerse vestidos reales viene a ser equivalente a ponerse vestidos brillantes 7. El sentido, pues, de esta vestimenta irrisoria de Cristo es representarlo, en sus pretensiones de Rey Mesías, como rey de burla.
Y, desde aquel día, Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues “antes eran enemigos.” Se ignora el motivo de esta enemistad. Acaso por haber hecho colocar Pilato unos escudos de oro con inscripciones romanas ofensivas en el antiguo palacio de Herodes 8, o por la matanza de galileos que hizo en el templo mientras ofrecían sacrificios (Luc 13:1). Lo que se sabe es que Antipas era “persona gratísima” a Tiberio 9 y que le servía de “espía” de sus representantes I0. A Pilato le convenía estar bien con Antipas. Y utilizó, hábilmente, el caso de Cristo para lograr también un golpe político con el tetrarca.
Dibelius pretende que esta escena de Lc está construida a base de noticias históricas, tales como Luc 9:7-9 (Antipas teme y desea ver a Cristo, ante los milagros que oye de él); de Actos 13:1 (como fuentes de información), y lo que dice Luc 8:3 (informes de la mujer de Cusa, administrador de Antipas; Dibelius, en NTW [1915] p.l 13ss). Que Lc necesitó ”fuentes,” es claro. Como los testigos que cita son “históricos,” han de informar la verdad. ¿A qué viene aquí la pasada – en total despropósito – escena de Antipas para esta historia?
Bultmann dice que Lc halló la “leyenda” hecha. Pero pudo (!) arreglar la cronología y prescindir de la geografía palestinense, con vistas al desarrollo temático de su teología. No obstante, pretende apoyarse en testigos presénciales y “fuentes” conocidas; incluso apunta cuál sea ésta para el material de Herodes (Hec 13:1; Luc 8:3; Bultmann, en HST 273). Pero, si el relato, en su conjunto, es ya conocido por múltiples testigos presenciales, sabido por el kérigma y por otros evangelios, ¿por qué habla de “leyenda”? Y si el relato, por tanto, es histórico, ¿por qué Lc tiene que “arreglarlo”? ¿Para que sea impugnado por múltiples testigos presenciales? ¿Y cuál es aquí la tesis teológica de Le? ¿No es esto una más de las construcciones hipotéticas de Bultmann?

Continuación del proceso ante Pilato: condenación. 23:13-25 (Mat 27:15-26; Mar 15:6-15; Jua 18:39-40; Jua 19:1-16). Cf. comentario a Mat 27:15-26 y a Jua 18:39-40; Jua 19:1-16.
13 Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: 14 Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, y, habiéndole interrogado yo ante vosotros, no hallé en él delito alguno de los que alegáis contra El. 15 Y ni aun Herodes, pues nos lo ha vuelto a enviar. Nada, pues, ha hecho digno de muerte. 16 Le corregiré y le soltare. 17 Tenía que soltarles uno por la fiesta. 18 Pero todos a una comenzaron a gritar, diciendo: Quítale y suéltanos a Barrabás, 19 el cual había sido encarcelado por un motín ocurrido en la ciudad y por homicidio. 20 De nuevo Pilato se dirigió a ellos, queriendo librar a Jesús. 2I Pero ellos gritaban diciendo: Crucifícale, crucifícale. 22 Por tercera vez les dijo: ¿Qué mal ha hecho? Yo no encuentro en El nada digno de muerte; le corregiré y le soltaré. 23 Pero ellos a grandes voces instaban pidiendo que fuese crucificado, y sus voces prevalecieron. 24 Decidió, pues, Pilato, acceder a su petición. 25 Soltó al que por motín y homicidio había sido puesto en la cárcel, según le pedían, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

El relato de Lc, terminada la escena de Herodes, sigue al modo de los otros dos sinópticos, excepto que omite la escena de la flagelación y la escena burlesca que los soldados hacen a Cristo en el pretorio. Esta última omisión, debida, seguramente, al público gentil a quien destina su evangelio.
La condenación es a petición del pueblo; es una exigencia fanática del mismo. Mc explícita más en su relato que el motivo es por hacerse rey. Juan destaca también la exigencia judía de respetar su Ley, castigándole por hacerse Hijo de Dios. Lc-Mt dejan el tema planteado al entregar a Cristo a Pilato, por ‘hacerse Rey; pero en la condena sólo presentan el pugilato entre Pilato, que quiere defenderle, y los judíos, que piden su muerte. La condena religiosa del sanedrín interesaba menos – y hasta sería menos comprendida – por el público gentil al que destina su evangelio Hec 18:14-16). Por eso destaca el aspecto “político” de la condena.
Los elementos de este relato se exponen en el Comentario a Mat 27:15-26 y a Jua 10:39-40 νJua 19:1-16.

Camino del Calvario,Jua 23:26-32 (Mat 27:31-32; Mar 15:20-22; Jua 19:16-17). Cf. comentario a Mat 27:31-32.
26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevase detrás de Jesús. 27 Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se herían y lamentaban por EL. 28 Vuelto a ellas Jesús, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29 porque días vendrán en que se dirá: Dichosas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron. 30 Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Ocultednos, 31 porque, si esto se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué será? 32 Con EL llevaban otros dos malhechores para ser ejecutados.

Lc es el único que cuenta dos datos propios en esta Vía Dolorosa.
Viendo el desfallecimiento de Cristo, el centurión, seguramente, fue el que “requisó” a Simón de Cirene para que “llevase la cruz detrás (¿πισθεν ) de Jesús” Simón debió de llevar sólo el patibulum, que era lo ordinario, pero él solo 10. Con ello buscaba descargar del peso a Cristo desfallecido. Por lo que es error arqueológico presentar a Cristo cargado con la cruz y al Cireneo llevándola también, pero levantándola por la parte inferior. Con esto se lograba lo contrario de lo que se pretendía: cargar todo el peso sobre Cristo.
Luego de decir que le seguía gran “muchedumbre de pueblo” y “de mujeres que se herían en el pecho y lamentaban por El,” va a narrar las palabras de Cristo a estas piadosas mujeres.
Era costumbre en los duelos funerales la presencia de lloronas (Mat 9:23), que con gritos ν gestos desgarradores mostraban el dolor. En los duelos de alguna persona muy insigne tomaba parte el pueblo. Pero en los casos de condenados a muerte estaban prohibidas estas manifestaciones, que se podían interpretar o prestar a protestas . Este grupo de mujeres jerosolimitanas eran gentes afectas a El. Acaso podían ser parte de la “cofradía” que existía en Jerusalén para ofrecer “vino mirrado” a los ajusticiados, como un alivio narcotizante, según se lee en el Talmud. 11 No debió de ser un grupo numeroso, y por eso pudo no llamar especialmente la atención, menos aún la preocupación de la escolta de la custodia. Pero Cristo, en su caminar, se “volvió” a ellas para agradecerles aquella compasión, acaso también para evitarles complicaciones legales de continuar así, y, sobre todo, para hacerles la profecía de la destrucción de Jerusalén. Sabe lo que es el dolor de madre. Por eso, ante el dolor de la muerte de sus hijos, guerreros muertos o cautivos en la destrucción de la ciudad, desearían no haber sido madres. Pero el castigo va a ser terrible. Si se hace esto con el “leño verde,” que es El, ¡qué ha de suceder con el “seco,” que es Jerusalén, que no quiso recibir al Señor en las horas benéficas de su visitación!
El v.30 está tomado de Oseas (Mat 10:8) que describe una catástrofe social, lo mismo que el n.30 evoca a Mar 19:43.

La crucifixión y muerte,Mar 23:33-46 (Mat 27:33-50; (Mar 15:33-40; Jua 19:18-30). Cf. comentario a Mat 27:33-50 y a Jua 19:18-30.
33 Guando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben qué hacen. Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos. 3S El pueblo estaba allí mirando, y los príncipes mismos se burlaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido. 36 Y le escarnecían también los soldados, que se acercaban a El ofreciéndole vinagre 37 y diciendo: Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Había también una inscripción sobre El: “El Rey de los judíos (es) éste.” 39 Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros. 40 Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía, diciendo: ¿Ni tú, que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? 41 En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo ha hecho. 42 Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. 43 El le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso. 44 Era ya como el mediodia, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde, 45 obscurecióse el sol, y el velo del templo se rasgó por medio. 46 Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto, expiró.

Dentro del cuadro general de la crucifixión de Cristo en el Calvario, con algunas variantes, hay algunos elementos propios de Lc y otros más desarrollados.
Lc es el que recoge la primera palabra de Cristo en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben qué hacen” (v.34). Este versículo tiene un problema crítico: falta en códices muy importantes (Alef, B), en minúsculos y en versiones. Sin embargo, las ediciones críticas lo admiten 11. Por crítica externa está incomparablemente más apoyada la genuinidad. Y por crítica interna, nada está más en consonancia con la conducta de Cristo, que está muriendo por perdonar a los seres humanos. Se piensa que su supresión, sin que sea la razón del todo evidente, se deba al abuso que de esta palabra hacían los herejes, por pensar que era demasiada indulgencia para los judíos y los pecadores (Harnack).
Esta palabra debió de ser pronunciada por Cristo en diversos momentos de su crucifixión e incluso ya crucificado. Lc usa el imperfecto “decía” (έλεγεν ), que, puesto en función de otros actos reiterativos de esta misma escena (v.34-39), hace ver que aquí tiene, no valor de acción pasada, sino repetida.
El perdón que Cristo pide a su “Padre” – la mejor invocación que podía hacer, ya que estaba siendo crucificado por haber revelado que era su “Hijo” – se refiere probablemente a los dirigentes de Israel, los verdaderos culpables de su muerte. Los soldados romanos no sabían quién era Cristo; se limitaban a cumplir una ordenanza. Pero, si los dirigentes sabían quién era Cristo, ¿cómo dice que “no saben qué hacen”? Cristo sólo presenta al Padre un hecho: el hecho actual pasional de su ceguera. No alude a su acto voluntario “en causa.” San Pablo dirá que, si lo hubiesen conocido como tal, nunca le hubiesen crucificado (1Co 2:8). Pero no lo conocieron culpablemente. Y Cristo sólo presenta esta ceguera pasional como hecho actual. Es la misericordia de Cristo volcándose por los seres humanos (Hec 3:17; Hec 13:27).
Sin embargo, parece que esta palabra tiene en el intento de Cristo un mayor alcance. Pide perdón por todos los hombres, va que el pecado de todos es la causa real de su crucifixión. Pues en todas las palabras de Cristo en la cruz, excepto en la segunda, al buen ladrón, que tiene un carácter más personal, todas las demás tienen, directa o indirectamente, un sentido universal por todos los hombres. En el “sentido pleno” de ella, probablemente, tiene este sentido universal 12.
Lc pone todavía ante el cuadro de los que escarnecen a Cristo a los “soldados” de la custodia, que repetían lo que oían a los príncipes de los sacerdotes: que, si era el Mesías, bajase de la cruz. Era el odio del soldado – romano o samaritano – al judío.
En boca de los príncipes de los sacerdotes pone, como sinónimo del Mesías, el “Elegido” (δ εκλεχτός ).
En cambio, deja para lo último, para darle un desarrollo especial, la escena de los dos ladrones crucificados con El; los otros dos sinópticos sólo aluden a que estos “bandidos” le ultrajaban.
Según el derecho judío, no podían ser ejecutadas dos personas el mismo día 13, pero la crucifixión y la justicia aquí eran romanas. Y en el uso romano esto era frecuente, o por comodidad de no repetir más ejecuciones, o por ejemplaridad de la pena. En las “actas de los mártires” son frecuentes las ejecuciones colectivas. Quintilio Varo condenó una vez a 2.000 judíos a la cruz.
Estos que van a ser crucificados con Cristo eran “malhechores” y “salteadores,” bandidos que asaltan a mano armada. Es la conducta que justifica su muerte en aquella época que Josefo refleja con numerosas alteraciones sociales 14.
Cuando Cristo estaba en la cruz, el mal ladrón le injuriaba. Mt-Mc ponen que lo injuriaban los crucificados con El. Se pensó, como solución fácil, que primero lo injuriaban los dos, y luego uno se convirtió. Pero psicológicamente es increíble que, de haber sido así en un principio, el buen ladrón censure al otro en la forma que lo hace. La razón es que Mt-Mc hablan de categorías de los que injuriaban a Cristo, y así los grupos anteriores condicionan esta redacción literaria en plural.
La escena debió de tener lugar algún tiempo después de la crucifixión. Pues supone el haberse este ladrón recuperado algo de los espasmos del suplicio; también requiere esto el ver que insultaba a Cristo con las palabras que oye a los asistentes.
La injuria era que, si era el Mesías, que había de estar dotado de poderes prodigiosos, que bajase de la cruz y que los bajase con El. Así sería más espectacular su triunfo. Era iniquidad. Pero probablemente también servilismo, a ver si lograba una conmiseración en los presentes, y que, excepcionalmente, un movimiento de masas le perdonase la vida (Hec 7:56-58; Luc 4:28-30).
Pero el buen ladrón le reprende, y, reconociendo la justicia de la pena a sus culpas, proclama la inocencia de Cristo, al tiempo que, por los insultos que el otro dirige a un inocente, demuestra no temer a Dios, que le aguarda ya en su tribunal. Seguramente el buen ladrón había oído hablar de Cristo: de su vida de portentos y de su mesianismo. Y ahora, ante su majestad y conducta en la cruz, se confirmaba en ello. Aquella conducta era sobrehumana.
Y, volviéndose a Cristo, le pidió que se “acordase de él,” no cuando llegase a su reino, como vierte la Vulgata (cum veneris in regnum tuum), sino conforme al texto griego: “cuando vengas con tu reino” (εντη βασιλεία σου . Lc pide que se acuerde de él cuando venga a establecer su reino en el momento “escatológico,” a la hora de la resurrección de los cuerpos. Aunque algunos críticos admiten la lección griega como vierte la Vulgata, Lagrange, en el comentario sobre San Lucas, hace ver cómo esta lección es original, mientras la otra es una corrección. La forma imperfecta (έλεγε v) puede indicar que se lo pedía reiteradamente.
Uno de los temas más oscuros del mesianismo es la concepción del mismo según las especulaciones rabínicas. Se lo concibe de varias formas. Una de las preferidas es la concepción mesiánica de “formas complejas o confusas.” Es la de los que “confunden los días del Mesías y la consumación última escatológica; porque la resurrección y el juicio son situados en los tiempos mesiánicos.” 15 Es la concepción que se refleja en este relato.
La respuesta de Cristo es prometerle, con gran solemnidad, que “hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Este disponer por parte de Cristo de la suerte eterna de los seres humanos le presenta dotado de poderes divinos.
No es un profeta que anuncia una revelación tenida; es Cristo que aparece disponiendo él mismo de la suerte eterna de un hombre. Y esto es poder de Dios.
El “paraíso,” palabra persa, significa jardín. Los judíos conocían éste como lugar de las almas justas bajo el nombre de “Gran Edén,” “Jardín del Edén.” 16 Al descender Cristo al infierno, confirió la visión beatífica a las almas ya justificadas 17. Los autores suelen valorar esta expresión no de lugar, sino de participación de la felicidad con Cristo (Flp 1:23). Se basan en la locución análoga “seno de Abraham,” que no indica propiamente lugar, sino participación en la felicidad del padre de los creyentes. Lo mismo que en otras locuciones semejantes: “estar entre los santos,” “congregarse con los padres.” 18
Las expresiones “estar con Cristo” (2Co 5:8; Flp 1:23; Rom 14:8ss) y el enfático “hoy” (Gal 2:20; Rom 8:17) recuerdan la teología paulina.
Sobre el mediodía, es decir, desde la hora de la crucifixión de Cristo hasta las tres de la tarde, en que muere, una oscuridad se extiende por todo el Calvario y acaso por el horizonte perceptible. La frase “toda la tierra” no exige una universalidad mundial, ni siquiera de Palestina. Son fórmulas rotundas, y más en Lc, tan propicio a expresar literariamente el impacto de algo grande por la expresión “todo.” El significado de este fenómeno, puesto en función de los profetas, es signo de venganza divina por el deicidio.
También Lc relata la rotura del velo del templo, que significaba que se hacía profano el viejo culto (cf. Heb 9:12; Heb 10:20). Pero lo pone conjuntamente con las “tinieblas,” y antes de la muerte de Cristo, mientras que Mt-Mc lo ponen después; y Mt como parte de un “sumario” de hechos prodigiosos; y Mc abreviado. Sobre el valor histórico de estos fenómenos, cf. Comentario a Mat 27:45 y 51-53.
El grito que Cristo da al morir, si, en absoluto, podía ser natural, tal como lo describen los evangelistas, junto con las expresiones literarias que usan, hace ver que lo presentan como fenómeno sobrenatural, que acusa la libertad de Cristo en su muerte 19.
Lc es el único evangelista que recoge la séptima “palabra” de Cristo en la cruz al morir. Con ese “gran grito,” Cristo pronuncia esta “palabra,” tomada del Sal 31:6, mesiánico, al que Lc recoge antepuesta la palabra “Padre.” Cristo, al utilizarla, conecta mesiánicamente con ella y la enriquece de contenido. Libremente “depone” (παρατί ‘θεμαί ) su “espíritu” – semitismo por vida – en las “manos” – semitismo por voluntad – de su Padre. Cristo muere libremente. Nada sucede en El al margen de su voluntad. Si el proceso natural de su muerte va a llegar, no llegaría si El no lo autorizase. Quiso sincronizar el proceso natural de su muerte con su voluntad de morir (Jua 10:17-18). En cambio, omitió el que citan Mt-Mc, posiblemente por sus lectores, ya que les podía confundir su “abandono.”

Glorificación de Cristo por el centurión y asistentes. 23:47-49 (Mat 27:54-56; Mar 15:37-41).
47 Viéndolo el centurión, glorificó a Dios diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. 48 Toda la muchedumbre que había asistido a aquel espectáculo, viendo lo sucedido, se volvía hiriéndose el pecho. 49 Todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido de Galilea estaban a distancia y contemplaban todo esto.

En un pequeño esquema, Lc pone la reacción de las gentes ante la muerte de Cristo.
El primero es el centurión, que lo proclama “justo.” La grandeza y dominio sobrehumano de Cristo en su muerte le hace proclamar que no era lo que los judíos decían, sino un hombre “justo.” En Mt-Mc, el centurión lo proclama “Hijo de Dios.” Podía ser porque Mt-Mc hacen una cita “quoad sensum,” o porque el centurión refleja ser verdad lo que los sanedritas decían ser mentira: ser “Hijo de Dios,” valorado por él al modo mitológico; o por una interpretación posterior; o por el enfoque distinto de los evangelistas: Mateo-Marcos buscarían expresar la confesión mesiánico-divina de Cristo, mientras que Lc buscaría destacar el valor apologético de la inocencia del mismo, por lo que quiere destacar su inocencia de no agitador político ante sus lectores étnicos 20, o acaso, por escribir para lectores étnico-cristianos, en un mundo en el que se hablaba mitológicamente de hijos de dioses, quisiera Lc evitar una mala inteligencia de la expresión.
Con la fórmula rotunda de su estilo, dirá que “toda la muchedumbre” que asistió al Calvario, al ver lo sucedido – conducta de Cristo, tinieblas, terremoto, etc. – , se “volvía hiriéndose el pecho” en señal de arrepentimiento. Con esta fórmula Lc quiere acusar el fuerte impacto causado. Pero ¿cuál es el intento exacto de esta afirmación de Lc? ¿Cómo se compagina esto con el que los discípulos, después del Calvario, estaban “encerrados” por miedo a los judíos? (Jua 20:19). ¿Hay un adelantamiento de los efectos cristianos posteriores al Calvario, conectados con el impacto de lo sucedido allí?
Por un contexto lógico-histórico dice que “todos” sus conocidos, jerosolimitanos unos, otros galileos, y seguramente que entre ellos los apóstoles, como lo sugiere el caso concreto de la presencia de Juan, “desde lejos,” pues la guardia de la custodia no permitía acercarse allí a nadie, “contemplaban todo esto.” ¿Por qué ninguno de los sinópticos, y Mt-Mc citan a Magdalena junto a la cruz, no citan a María, su Madre?

La sepultura. 23:50-56 (Mat 27:57-61; Mar 15:42-47; Jua 19:38-42). Cf. comentario a Mat 27:57-61 y Jua 19:42-47.
50 Un varón de nombre José, que era consejero, hombre bueno y justo, 51 que no había dado su consentimiento a la resolución y a los actos de aquéllos, originario de Arimatea, ciudad de Judea, que esperaba el reino de Dios, 52 se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; 53 y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un monumento cavado en la roca, donde ninguno había sido aún sepultado. S4 Era día de la Parasceve y estaba para lucir el sábado. 55 Las mujeres que habían venido con El de Galilea le siguieron y vieron el monumento y cómo fue depositado su cuerpo. 56 A la vuelta prepararon aromas y mirra. Durante el sábado estuvieron quietas por causa del precepto.

La primera parte de la descripción coincide con Mt-Mc. Juan completa bastante la escena.
Lc dice que era la “Parasceve,” o preparación de la Pascua, ν que “estaba para lucir (¿πέφωσχεν ) el sábado.” El sentido de este estar “para lucir” el sábado, cuando éste comenzaba al ponerse el sol, acaso sea debido a la costumbre judía de encender la “lámpara el sábado” con especial abundancia de luminarias. Como cosa extraña para Lc, pudo haber recogido el término con esta significación 21.
Como los otros sinópticos, pone a las mujeres observando bien el sepulcro y el lugar donde ponían el cuerpo. Como no conocían este sepulcro y podía tener varios “loculi,” no quieren que, cuando vuelvan, pasado el reposo sabático, a completar el especial embalsamamiento, pudieran encontrarse con la duda de dónde había sido depositado. Sobre la finalidad a que iban, puede verse en el Comentario a Mat 28:1, lo mismo que los lugares paralelos y a Jua 19:42-45.

1 Josefo, Antiq. XVIII 5.3. 2 Holzmeister, Hist. Aetat. . T. (1938) P.69-76. 3 Dig. I 18:3. 4 Blinzler, El Proceso De Jesús, Vers. Esp. (1959) P.250-251. 5 Kastner, Jesús Von Pilatus (1912) P.75. 6 Josefo,. I. IIAntiq. Viii 7:9; Xix8:2; Delbrueck, En Zeit. Tur Neut. Vviss. (1942) 124-145. 7 Hennecke, Neut. Apokryphen (1924) P.260. 8 Filón, Legatio Ad Caium 38-299-305. 9 Josefo, Antiq. XVIII 2:3. 10 Josefo, O.C., XVIII 4:5; Cf. XVIII 5:1; J. B. Tvsqk Jesús And Herodes Antipas: Journ. Bibl. Literal. Exeg (1960) 239-246. 10 “Pahbulum Feral Per Urbem” (Plauto, Carbonaria 2). 11 Sanhedrin, 43a; W Kaser, Exegetische Und Theologische Erwagungen Zur Seligpreí-Sung Der Kindeslosen Lúe 233qb Znw (1963. 240-254 11 Nestlé, N.T. Graece Et Latine, Ap. Crit. A Lev 23:34; Lev 23:12 M. De Tuya, Palabras En El Calvario (1961) P. 11-21; Del Cenáculo Al Calvario (1962) P.500-506; D. Daube, “For They Not What They Do,” Luc 23:34 : S Patrist 4:58-70. 13 Sanhedrin Vi 4. 14 Josefó, Antiq. VI 10:8; Xx 8:10; B. I. Ii. 15 Bonsirven, Le Juda’isme Palestinien Au Temps De J.-Ch. (1934) I P.419. 16 Strack-B., Kommentar. Ii P.264-268. 17 S. Th., Sum. Theol Iii Q.52 A.5. 18 Strack-B., O.C., Ii P. 225-227; Frey, En Rev. Bib. (1932) 100-103; M. De Tuya, Palabras En El Calvario (1961) P.25-37; L. Delo1r, Hodie Mecum Eris In Para-Diso (Lúe. 23:43): Rev. Di Namur. 19 Cf. comentario A Mat 45:50-51; M. De Tuya, Del Cenáculo Al Calvario (1962) P.572-573. 20 Mann, The Centurión Ai The Cross: Expos. Times (1908-1909) 563-564; M. De Tuya, Del Cenáculo Al Calvario P.583-585. 21 Llghfoot, Horae Hebraica 21 Et Talmudicae. H.L. Cf. Persio, Sai. V 176ss; Tert., Ad Nat. I 13.

Fuente: Biblia Comentada

toda la muchedumbre de ellos. Es decir, todo el sanedrín, unos setenta hombres. Al menos un miembro del concilio, José de Arimatea, estaba en desacuerdo con la decisión de condenar a Cristo (vv. Luc 23:50-52). llevaron a Jesús a Pilato. Vea la nota sobre Mat 27:2.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

23:1 Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. — «Muy de mañana» (Mar 15:1). El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el «juicio» de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de «todo el concilio» (Mar 15:1); es decir, tomaron acción oficial. Jua 18:28, “y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua”. Hch 10:28; Hch 11:3. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la pascua (Luc 11:39; Mat 23:24).

Fuente: Notas Reeves-Partain

JUICIO ANTE PILATO

Y SILENCIO ANTE HERODES

Lucas 23:1-12

Inmediatamente se levantó la sesión, y todos a una llevaron a Jesús a Pilato. Cuando llegaron ante él, se pusieron a acusar a Jesús:
-Hemos descubierto a este -dijeron- conspirando para provocar problemas políticos en nuestra nación, a intentando que la gente deje de pagar tributo al Emperador, y pretendiendo ser un rey, el Mesías.

Pilato entonces le preguntó a Jesús:
-¿Eres tú el rey de los judíos?
-¡Tú lo has dicho! -le contestó Jesús.
Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente:
-Yo no veo que este sea culpable de ningún crimen.

-¡Está alborotando a la gente, difundiendo su propaganda por toda Judasa; empezó en Galilea y ahora ha llegado hasta aquí! porfiaban ellos.
Cuando les oyó mencionar a Galilea, Pilato preguntó si Jesús era de allí. Y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Jesús, aprovechando que Herodes se encontraba en Jerusalén aquellos días. Herodes dio muestras de estar encantado de ver a Jesús, porque hacía mucho tiempo que lo estaba deseando, por lo mucho que había oído hablar de Él; esperaba verle hacer algún milagro. Herodes le hizo muchas preguntas a Jesús; pero Jesús no le contestó a nada. A todo esto, los sacerdotes y los escribas estaban allí acusando a Jesús con saña. Por último Herodes, rodeado de sus soldados, se puso a mostrarle su desprecio a Jesús y a burlarse de El; le vistió con un atuendo regio, y se le devolvió a Pilato. Con este motivo se reconciliaron Pilato y Herodes, que hacía tiempo que estaban enemistados.

En tiempos de Jesús los judíos no tenían autoridad para ejecutar la pena capital, que tenía que imponer el procurador romano y ser ejecutada por las autoridades romanas. Por eso llevaron los judíos a Jesús a Pilato. El crimen del que le acusaban da muestra a todas luces de su malignidad. Ante el Sanedrín, el crimen había sido la blasfemia, porque Él había osado llamarse Hijo de Dios. Esa acusación ni se le mencionó a Pilato; porque sabían que no tendría ningún peso para él, sino que la habría considerado cosa de la religión o de la superstición judía. El cargo que querían sustanciar contra Jesús era exclusivamente político, y lleva el sello de la mentalidad y astucia de los saduceos. De hecho fueron los saduceos aristócratas y colaboracionistas los que consiguieron la crucifixión de Jesús, porque temían que resultara un elemento disturbador y produjera una situación en la que ellos perdieran la riqueza y el poder que tenían.
La acusación ante Pilato era realmente triple. Acusaban a Jesús de: (a) agitación sediciosa; (b) animar a la gente a no pagar tributo al Emperador, y (c) atribuirse el título de rey. Todo esto era falso, y ellos lo sabían; pero recurrieron a las mentiras más calculadas y maliciosas en su loco deseo de eliminar a Jesús.

No en vano Pilato era un oficial romano experimentado: vio sus intenciones, y no tenía ningunas ganas de complacerlos. Pero tampoco los quería ofender. Se les había escapado decir que Jesús era galileo; o lo habían dicho para añadir leña al fuego, porque Galilea era » la cuna de los rebeldes». Pero aquello le ofrecía a Pilato una salida de escape. Galilea era la jurisdicción de Herodes Antipas, que se encontraba casualmente en Jerusalén, probablemente para cumplir la Pascua. Así es que Pilato le remitió el caso a Herodes. Herodes era una persona a la que Jesús no tenía nada que decir. ¿Por qué?
(i) Herodes consideraba a Jesús un mero espectáculo, y Jesús era el Rey al que había que someterse. El famoso maestro estoico griego Epicteto solía lamentar que había gente que venía de todo el mundo a sus clases para verle, como si fuera una estatua, y no para aceptar y poner en práctica sus enseñanzas. Jesús no es sólo una figura que vale la pena contemplar, sino el Maestro que nos enseña a vivir victoriosamente.

(ii) Herodes tomó a Jesús a broma: se burló de Él, y le vistió de una ropa de rey para reírse de Él. Para decirlo de otra manera: se negó a tomar a Jesús en serio. Se le mostró a su corte como una curiosidad divertida, y nada más. Y lo trágico es que, todavía, la inmensa mayoría de la gente se niega a tomar a Jesús en serio. Si no fuera así, prestarían más atención a su Palabra.

(iii) El versículo 11 se puede traducir: » Herodes y sus soldados trataron a Jesús con desprecio.» Y también: » Herodes, con sus soldado detrás, pensó que Jesús no tenía ninguna importancia.» Es decir: seguro en su puesto como rey, con la fuerza que le daba su guardia, pensó que ese carpintero Nazareno no tenía la menor importancia. Y aún hay muchos que, consciente o inconscientemente, llegan a la conclusión de que Jesús no tiene ninguna importancia, que es un elemento que se puede omitir en la vida. No le dan lugar en su corazón ni influencia en sus vidas, y creen que se pueden pasar sin Él. Para un cristiano, lejos de no tener ninguna importancia, Jesús es el más importante de todo el universo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 23

1. ANTE PILATO (Lc/23/01-05)

1 Se levantó, pues, toda la asamblea en pleno, y lo llevaron ante Pilato. 2 Y comenzaron a acusarlo: Hemos encontrado a este hombre pervirtiendo a nuestro pueblo, prohibiendo pagar los tributos al César y diciendo que él es rey, el Mesías.

Según el estilo judío de Palestina, en los asuntos oficiales aparece siempre ante las autoridades romanas un contingente masivo de dignatarios. Se quiere hacer presión en Pilato. Algo análogo sucede a Pablo en Corinto: «Era entonces procónsul de Acaya, Galión. Y amotinados los judíos contra Pablo, lo condujeron al tribunal, diciendo: Este hombre anda incitando a todos a dar culto a Dios en forma contraria a la ley» (Hec 18:12). La pasión de Cristo ha de levantar los ánimos de los cristianos: si son perseguidos como Jesús, no les sucede nada extraño.

En las grandes fiestas, el procurador, que reside en Cesarea marítima, va a Jerusalén y se aloja en el palacio de Herodes, en el ángulo nordeste de la ciudad (*). Allí parece haber sido conducido también Jesús. Al tribunal romano no le interesan cuestiones religiosas (Hec 18:14s; Hec 23:29; Hec 25:18 ss). Por esto, la acusación contra Jesús debe formularse políticamente, y las reivindicaciones religiosas de Jesús deben interpretarse también políticamente: su predicación ambulante se explica como subversión del pueblo, su reivindicación de mesianidad (Mesías, Cristo, ungido), como alta traición. Contra el emperador romano, que en Oriente es denominado rey. Con estos manejos nacionalistas que se echan en cara a Jesús, se le hace aparecer marcado con el sello de afiliado al movimiento de los zelotas. Por esta razón debe también, por motivos religiosos, oponerse a que se pague el tributo al César, aunque de palabra hubiera respondido en otro sentido a esta cuestión. Lo que Jesús había evitado constantemente, no se le toma en cuenta; se le echa en cara aquello a que se había opuesto. La acusación se basa en sofismas y en embustes. Como ahora «toda la asamblea» de los sanedritas incita al procurador contra Jesús, así también más tarde los manejos calumniosos de los judíos incrédulos inducirán a las autoridades a proceder judicialmente contra los cristianos. «Les judíos instigaron a las mujeres devotas y distinguidas y a los principales de la ciudad, y levantaron una persecución contra Pablo y Bernabé, arrojándolos de sus confines» (Hec 13:50) (Cf. también Hch 14.19; Hec 17:5-8; Hec 17:13; Hec 18:12s; Hec 24:1). La Iglesia carga con la suerte de Cristo, y esto le comunica alientos.

……………

* Varían las opiniones acerca del lugar donde Jesús compareció ante el tribunal romano: en el palacio de Herodes o en la torre Antonia (donde comienza tradicionalmente la calle de la amargura).

……………

3 Entonces Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? él contestó: Tú lo dices.

El procurador instituye un interrogatorio (Hec 23:14); de las tres acusaciones elige la fundamental: Jesús es rey. Pilato formula la pregunta como corresponde al procurador romano y como se la han insinuado los acusadores: en sentido político, secularizada. Se evita la palabra Mesías (ungido, Cristo). ¿Jesús, rey de los judíos ? ¿Rey en sentido político? ¿Rey en el sentido de los zelotas, que querían sacudir por la fuerza la dominación romana? Si Jesús formula la pretensión de ser rey político de los judíos, entonces, tarde o temprano, él y sus adeptos acabarán por rebelarse contra Roma y negarse a pagar los impuestos. Todos los que después de Jesús formularon pretensiones mesiánicas siguieron personalmente este camino o indujeron a seguirlo a sus adeptos. ¿Pero la pretensión mesiánica tiene sólo sentido político? Jesús esquiva dar una respuesta clara: Tú lo dices, no yo. Estas palabras quieren hacer reflexionar. El procurador romano piensa sólo políticamente, entiende el título de Cristo sólo en sentido político. En este sentido no es Jesús rey de los judíos. «Tú lo dices» no quiere negar totalmente el título de rey. Jesús es el ungido, el Cristo, el Mesías, es el rey, pero… en otro sentido. Entró en Jerusalén como rey mesiánico, montado sobre un asno. Viene a Jerusalén, pero no ocupa la ciudad, sino el templo. Ejerce su soberanía con autoridad, pero enseñando. En Lucas está insinuado lo que la defensa de Jesús formula explícitamente en Juan: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no fuera yo entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí… Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad» (Jua 18:36s).

4 Dijo luego Pilato a los sumos sacerdotes y al pueblo: Yo no encuentro delito alguno en este hombre. 5 Pero ellos insistían con más ahinco: Está amotinando al pueblo con la que enseña por toda judea, desde que comenzó por Galilea hasta llegar aquí.

Los principales acusadores de Jesús son los sumos sacerdotes, los sacerdotes influyentes del sanedrín; a ellos les siguen las gentes del pueblo, una masa que se había reunido para asistir al proceso. Pilato declara a Jesús inocente del delito de que se le acusa. Recela de la fidelidad de los judíos al emperador, y por el interrogatorio de Jesús comprende que son ajenas a él las miras políticas; se hizo sin duda cargo de la esfera religiosa, en la que tenía sus raíces la acusación (cf. Jua 18:38). No quiere mezclarse en asuntos y disputas religiosas (cf. Hec 18:14s).

Se intensifica la presión sobre Pilato mediante la masa y con la tenaz repetición de las acusaciones. Con una técnica semejante se había ya una vez ablandado a Pilato y se le había forzado a ceder. Ahora se pone en primer término la subversión del pueblo. Se ha tocado directamente la esfera de poder del procurador y del Estado romano: Judea. Los intentos comenzaron en el foco de los disturbios políticos, en Galilea. Allí estalló también la revuelta de Judas el Galileo (6 d.C.). Entonces desempeñó un importante papel el censo de la población ordenado con vistas al pago de los impuestos (cf. Hec 5:37). Jesús no es una figura anodina. Viene del país de los rebeldes. Fascina a las gentes por toda Palestina, hasta el territorio de la jurisdicción de Pilato. El éxito religioso de Jesús se presenta, con todos los medios, como éxito político, a fin de que se acabe con él.

2. ANTE HERODES (Lc/23/06-12)

6 Al oír esto Pilato, preguntó si aquel hombre era galileo, 7 y cuando se enteró de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo mandó a Herodes, que también estaba en Jerusalén por aquellos días.

Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, era príncipe vasallo de Roma y gozaba de autoridad judicial soberana. Jesús, que procedía de Galilea y que además había iniciado allí, por lo menos en parte, el «delito» que se le echaba en cara podía ser remitido al tribunal del señor de su región por el procurador de Judea. Entonces Herodes, por razón de la fiesta de pascua, se hallaba en Jerusalén. Solía alojarse en el palacio de los Asmoneos, al oeste del templo. Allá es remitido el acusado. La nueva vista de la causa daría lugar por lo menos a que se pronunciase un dictamen judicial o a que se fallase una sentencia decisiva (Hec 25:13 ss). Pilato quería desentenderse de aquel proceso molesto. Quizá esperaba también con este gesto de reconocimiento de Herodes reparar algunas provocaciones con que había ofendido al insignificante príncipe semita, que gozaba del favor del emperador. El Evangelio no investiga las razones políticas y psicológicas de esta medida, limitándose a señalarla por su significado en la historia de nuestra salvación. En tiempo de persecuciones oraba así a Dios la Iglesia de Jerusalén: «Señor, tú eres el que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto en ellos hay. Tú, el que en el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre y siervo tuyo David, dijiste: ¿Por qué se amotinaron las naciones y los pueblos maquinaron cosas vanas? Se han juntado los reyes de la tierra y los príncipes se han confabulado contra el Señor y contra su ungido. Porque en verdad se confabularon en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y tribus de Israel, para hacer lo que tu mano y tu designio tenía predeterminado que sucediera. Ahora, pues, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar con toda entereza tu palabra, alargando tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús» (Hec 4:24-30). Herodes y Pilato, judíos y gentiles son culpables respecto a Jesús, Señor del mundo. Sin embargo, no pueden eliminar a Jesús, sino que tienen que cooperar para que Dios le dé el señorío del mundo. La Iglesia amenazada y perseguida cobra fuerzas de la pasión de Jesús. En el discurso escatológico se predice que los discípulos serán llevados por el nombre de Jesús ante reyes y gobernadores (Hec 21:12); Jesús pasó anteriormente por ello. La Iglesia perseguida lleva consigo la persecución de Jesús. Su martirio tiene su razón de ser en el designio de Dios por el que también se hace comprensible el martirio de Jesús. Los cristianos, los siervos de Dios, están asociados con el santo siervo de Dios, Jesús, el que Dios ungió; están asociados con él en la persecución y en la gloria.

8 Al ver Herodes a Jesús, se alegró mucho; porque desde hacía bastante tiempo estaba deseando verlo por lo que había oído acerca de él, y hasta esperaba verlo hacer algún milagro. 9 Hízole, pues, muchas preguntas; pero él nada le respondió.

El tetrarca de Galilea es caprichoso, condescendiente con jovialidad, religiosamente indiferente, hombre de mundo, amigo de construcciones fastuosas y de banquetes opíparos, un hombre que quiere vivir tranquilo, diplomático astuto que va en busca de sensación, algo así como son caracterizados los atenienses: «Los atenienses… no se ocupan en otra cosa que en decir u oír la última novedad» (Hec 17:21). Herodes se alegra al ver a Jesús. Espera ver algún milagro del taumaturgo. Los prestidigitadores entretienen al público de la corte con sus juegos de manos. Jesús proporcionará a Herodes un cosquilleo divertido… Pablo experimentará algo parecido en el Areópago por parte de los filósofos epicúreos y estoicos: «Tú traes algo que suena extraño a nuestros oídos. Nos gustaría saber lo que esto quiere decir» (Hec 17:19s). Los más santos designios de Dios se rebajan al nivel de sensaciones. También esto es persecución…

Jesús no responde con palabras ni con obras. Sus milagros son signos del reino de Dios que se inicia. Su palabra es mensaje profético que llama a la decisión de fe y sitúa ante la alternativa de salvación o ruina, de vida o muerte. El poder de hacer milagros y la palabra no se han dado a Jesús para su propia utilidad. Contra tal oferta del tentador se decidió también Jesús al comienzo de su actividad (Hec 4:1-13). Tampoco ahora cae en la tentación, ahora que se halla ante la decisión por la libertad o la condenación. Quien pide signos, por el mero gusto de ver, se marcha con las manos vacías (Hec 9:9; Hec 8:19 ss). Quien reclama signos no recibe otro que la predicación de conversión y penitencia (Hec_1 1:29 ss).

El silencio de Jesús es señal del siervo de Yahveh «Como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores» (Isa 53:7). El silencio es para los griegos signo de la divinidad: el silencio, símbolo de Dios. Bajo este silencio no se oculta la impotencia, que aguarda el día de la venganza, sino la callada obediencia a los designios de Dios.

10 Entre tanto, los sumos sacerdotes y las escribas estaban allí, acusándolo con vehemencia. 11 Entonces Herodes, con su escolta, después de tratarlo con desprecio y de burlarse de él, mandó ponerle una vestidura espléndida y lo devolvió a Pilato.

Los sanedritas de Jerusalén podían temer que el príncipe galileo interviniera en favor del galileo Jesús y desbaratara sus planes de acabar con él. El tetrarca gustaba ya de oír en otro tiempo al Bautista (Mar 6:20) y se había interesado por Jesús (Mar 9:9). Las acusaciones se hacen violentas. La fuerza persuasiva que falta se suple con tenacidad y obstinación. También la sesión ante Herodes se cierra con sentencia absolutoria. Jesús es más ridículo que peligroso, más un soñador ajeno a la realidad, que un rebelde político; candidato a la corona, pero no rey; un quijote, pero no un revolucionario. Herodes manda poner a Jesús una vestidura espléndida, una toga cándida. Jesús lleva ahora la vestidura de pretendiente. Es declarado candidato ridículo al trono, y como tal es ridiculizado.

La reivindicación de realeza de Jesús, que no se acredita con poder y esplendor regio (cf. Jua 18:36), como piensan los hombres, no se toma en serio, es ridiculizada, caricaturizada. Un pobre loco… Un idealista ajeno a la realidad… Escándalo para los judíos, locura para los gentiles… (/1Co/01/23).

12 Y aquel mismo día, Herodes y Pilato, que antes estaban enemistados entre sí, se hicieron amigos.

Pilato había hecho colocar escudos votivos en su palacio de Jerusalén. Los judíos veían en ello una provocadora profanación de la ciudad santa mediante signos paganos. Una embajada judía se presentó en Roma ante el emperador Tiberio con quejas contra Pilato. En esta embajada había tomado parte también Herodes Antipas. Esta pudo ser una razón de la enemistad. Remitiendo a Jesús al tribunal de Herodes reconoce Pilato públicamente la soberanía de Herodes y entabla así de nuevo relaciones normales con el tetrarca. El Evangelio ve en esta reconciliación aspectos de historia de la salud. Herodes y Pilato, judíos y paganos, se reúnen en Jerusalén contra el santo siervo de Yahveh, al que Dios ha ungido como Mesías. Judíos y paganos declaran su inocencia, pero al mismo tiempo se hacen culpables contra él. Comienza ya la gran obra de la unión, que se consuma cuando Jesús es exaltado y glorificado (cf. Isa 49:7-13). Jesús «es nuestra paz» (Efe 2:14).

3. CONDENADO (Lc/23/15).

13 Entonces Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, 14 y les dijo: Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; pero ya véis que yo, tras haber hecho la investigación delante de vosotros, no encontré en él delito alguno de esos que le acusáis. 15 Ni tampoco Herodes, por lo cual nos lo ha devuelto. Por consiguiente, ya véis que no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Así que le daré un escarmiento y lo pondré en libertad.

La masa ante la cual celebra el proceso Pilato ha aumentado aún más. Pilato ha convocado a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo. En un principio estaba la entera asamblea de los sanedritas (y la guardia, 23-1), luego los sumos sacerdotes y el pueblo (Efe 2:4), ahora los sumos sacerdotes y los jefes (los ancianos o miembros restantes del sanedrín, descontando sacerdotes y el pueblo -pueblo de Dios-, que hasta ahora estaba del lado de Jesús. El entero pueblo judío tiene que habérselas con Jesús. Se halla ante su gran decisión histórica. Herodes y Pilato se confabulan con los gentiles y el pueblo de Israel para hacer lo que ha prefijado la mano de Dios y su poderoso designio.

Pilato proclama el resultado del proceso. La acusación se compendia en un punto: agitación del pueblo contra el Estado romano. La investigación ha conducido a la conclusión de que la acusación no está justificada. La vista de la causa se ha efectuado ante el pueblo con plena publicidad. Todos podían convencerse de que Pilato no había obrado ilegalmente. La sentencia de Pilato se ve confirmada también por la de Herodes. El veredicto reza así: Jesús no ha cometido ningún delito digno de muerte. La inculpabilidad política de Jesús indica que la causa que sostiene no va contra los intereses del Estado. La sentencia era de importancia fundamental para la Iglesia que se iba propagando en el imperio romano. El Estado romano conoce y reconoce lo inofensivo de la acción y del mensaje de Jesús. El juez conoce los sentimientos y la voluntad de los sumos sacerdotes y de la masa que los sigue. Se declara pronto a hacer una concesión. Antes de dejar en libertad a Jesús, será sometido a la pena de azotes (Mar 15:15). La flagelación se efectúa de una manera bárbara. Se despoja de los vestidos al reo, se lo ata a un poste o a una columna, o se lo tendía en el suelo, y luego era azotado por varios verdugos hasta que estos se cansaban, o colgaba la carne en jirones del cuerpo ensangrentado. Por lo regular acompañaba la flagelación a la crucifixión (Mar 15:15). Pilatos quiere ordenarla como castigo separado (Jua 19:1-5). Lucas evita la palabra «azotar», tampoco habla de la ejecución de este castigo. Tiene consideración con los romanos. Pilato sucumbe a la obstinación de la masa y se lanza así por un camino fatal. Se convierte en instrumento del sanedrín, que quiere acabar con Jesús. El sanedrín tiene mayor culpa que Pilato (Jua 19:11).

17 En cada fiesta tenía que soltarles un preso. 18 Pero ellos comenzaron a gritar todos en masa ¡Fuera con él! ¡Suéltanos a Barrabás! 19 A éste lo habían metido en la cárcel por un motín ocurrido en la ciudad y por un homicidio.

El procurador tenía que libertar un preso en la fiesta de la pascua. Esto se debía, sin duda, a un privilegio que los romanos habían otorgado a los judíos (*). La masa lanza el nombre de Barrabás en medio del proceso. Este hombre había combatido por la independencia, había amotinado al pueblo y en una revuelta había cometido un homicidio. Es culpable precisamente de eso de que los sanedritas acusan a Jesús. Sin embargo se pide la libertad del revoltoso y homicida y se exige que se elimine violentamente a Jesús. Después de la resurrección dirá Pedro a los judíos: «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, mientras éste se inclinaba a dejarlo en libertad. Vosotros, pues, negasteis al santo y al justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino» (/Hch/03/13s). Los marcados contrastes son tremendamente trágicos. El pueblo se decide contra el santo y justo en favor de un revoltoso sin escrúpulos; contra el autor de la vida que guía a la vida, en favor de uno que destruye la vida.

……………

* Se puede discutir la autenticidad del v. 17; seguramente se tomaría de Mar 15:6, y se insertaría aquí para mejor inteligencia del hecho. Diversas indicaciones en el Talmud y en textos jurídicos paralelos confirman este uso transmitido en los Evangelios.

……………

20 Pilato, deseoso de poner en libertad a Jesús, les dirigió de nuevo la palabra. 21 Pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo, crucifícalo! 22 Insistió Pilato por tercera vez. ¿Pues qué mal ha hecho éste? Yo no he encontrado en él ningún delito de muerte; así que le daré un escarmiento y lo pondré en libertad.

Desde la acusación de alta traición está la pena de muerte en el trasfondo del proceso, se reclama luego abiertamente (Mar 23:18), y al final se determina bajo la forma de crucifixión (Mar 23:21). En el derecho romano se consideraba la alta traición como delito capital y se castigaba según los casos con la cruz, con la entrega a las fieras en el circo o con la deportación a una isla. Los miembros dirigentes del consejo supremo de los judíos traman para Jesús la muerte en cruz. Hay que acabar absolutamente con él. El que muere crucificado pierde la vida, la honra, la existencia delante de Dios. La Escritura dice: «Es maldito el que está colgado» (Deu 21:23; cf. Gal 3:13).

Por tercera vez reconoce Pilato la inocencia de Jesús (Gal 23:4.13-16.22). Las declaraciones de inculpabilidad van in crescendo: la primera es el resultado de la investigación de Pilato, la segunda es además apoyada por Herodes, la tercera tiene lugar en presencia del rebelde y homicida. Así aparece un hombre que ha perpetrado eso por lo cual es acusado Jesús… ¿Pues qué mal ha hecho éste, Jesús? Ecce homo (Jua 19:5).

Cada vez que Pilato declara la inocencia e inculpabilidad de Jesús se endurece la actitud de la muchedumbre. Los sumos sacerdotes y el pueblo persisten en la resistencia (Jua 22:5), el pueblo entero grita (sin interrupción): ¡Crucifícalo! (Jua 22:18). Ininterrumpidamente gritan a lo que dice Pilato: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Tres veces intenta Pilato ganarlos para su sentencia. Lo remite al tribunal de Herodes (Jua 22:7); quiere escarmentarlo (Jua 22:16); repite esta cruel solución de compromiso (Jua 22:22). No los jueces romanos, sino las multitudes de los judíos, que acusan a Jesús ante su tribunal, son las que empujan a la muerte a Jesús. Lucas no sitúa en el campo visual la débil condescendencia, la deficiencia e injusticia de Pilato, sino la creciente obstinación de los enemigos de Cristo. Ahora se colma la medida de la oposición a Dios. Dando una mirada retrospectiva a la historia del proceder de Dios con su pueblo, saca Esteban la siguiente conclusión en su discurso ante el consejo supremo: «¡Gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros. ¿A quién de entre los profetas no persiguieron vuestros padres? Hasta dieron muerte a los que preanunciaban la venida del Justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos» (Hec 7:51s).

23 Pero ellos insistían, pidiendo a grandes voces que fuera crucificado, y su griterío se hacía cada vez más violento.

Pilato sucumbe ante el griterío fanático de las masas. Los acusadores lo dominaban con su griterío; él sucumbió a sus fanáticas exigencias. Su griterío se impuso. El furioso gritar aparece casi despersonalizado. En este griterío confuso actúa el poder de las tinieblas. Tras la masa del pueblo y sus dirigentes combate el poder de las tinieblas contra el Señor de la gloria (Hec 22:53; cf. 1Co 2:6 ss).

24 Por fin, Pilato decretó que se ejecutara lo que ellos pedían. 25 Puso, pues, en libertad al que ellos reclamaban, al que había sido encarcelado por motín y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

Las palabras no contienen una sentencia expresa de muerte del juez Pilato. Indicios no faltan de que tal sentencia fue fallada de hecho. Pilato se sentó en el tribunal para dictar la sentencia (Jua 19:13). La tabla en que se notificaba la culpa indica que Jesús fue condenado por alta traición (Jua 23:38). La ejecución de la condena fue llevada a cabo por soldados romanos (Jua 23:47). ¿Por que se expresa Lucas de una manera tan velada: «Pilato lo entregó al arbitrio de ellos»? La voluntad de los judíos que estaban ante el tribunal de Pilato era que Jesús fuera crucificado. Pedro declara en su primer sermón el día de pentecostés: «Hombres de Israel, oíd estas palabras: a Jesús de Nazaret, hombre acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y señales que por él realizó Dios entre vosotros, como bien sabéis; a éste, entregado según el plan definido y el previo designio de Dios, vosotros, crucificándolo por manos de paganos, lo quitasteis de en medio» (Hec 2:22s) (Cf. también Hec 2:36; Hec 3:15; Hec 5:30; Hec 7:52; Hec 13:27s; 1Te 2:14 ss). La culpa más profunda de la crucifixión de Jesús recae sobre los dirigentes judíos y el pueblo de Jerusalén, que con su griterío se prestó como instrumento al odio de aquéllos. No se puede hablar de culpa colectiva de todos los judíos. En la parábola de los viñadores malvados patentiza Jesús la culpa de los escribas y pontífices en su muerte (1Te 20:16.19). A los habitantes de Jerusalén se predice la destrucción de su ciudad, porque ésta no ha aceptado y reconocido la misericordiosa visita de Dios por medio de Jesús (1Te 19:43 ss). La voluntad de los judíos que estaban delante de Pilato era que Jesús fuera crucificado. El procurador romano entrega a Jesús. Había hecho todo lo imaginable por establecer la inculpabilidad política de Jesús. La masa de pueblo judía, bajo la guía de los sanedritas, lo forzó con todos los medios a condescender. Pilato queda en gran manera descargado. Al evangelista, al hacer su exposición, no le interesa precisamente investigar la culpa por la ejecución de Jesús y repartirla equitativamente. Para la misión de la Iglesia era más importante poner a plena luz el testimonio del juez romano, a saber, que Jesús y su causa no son sospechosos políticamente ni peligrosos para el Estado. El Estado romano no tiene motivo alguno para perseguir a la Iglesia, puesto que por razón de su fundador no tiene veleidades ni aspiraciones de influencia política. Las autoridades romanas no deben dejarse influenciar y engañar por las calumnias judías contra los apóstoles de Cristo, propaladas por todas las ciudades del imperio romano, ni deben dar crédito a tales patrañas.

Para la Iglesia es siempre el proceso de Jesús un documento que le muestra cómo debe comportarse frente al Estado. Es también un documento por el que puede ver el Estado cómo ha de entender debidamente a la Iglesia. Lo que experimentó Jesús ante el tribunal de Pilato levanta los ánimos de la Iglesia cuando ésta se ve tratada por los poderosos y jueces de la tierra como Jesús fue tratado por Pilato. Para no implicarse en dificultades políticas se entrega a Jesús, como más tarde los procuradores romanos Félix y Festo estarán a punto de sacrificar a Pablo, entregándolo a sus fanáticos adversarios ( Hec 24:25 ss; Hec 25:9). El tiempo de la Iglesia es esencialmente tiempo de pasión, cuyos aprietos y tentaciones sólo cesarán cuando venga el Hijo del hombre. El Señor conforta a su Iglesia, porque él fue el primero en experimentar el destino de ser condenado por alta traición y como causante de desórdenes, mientras que se dio libertad al verdadero reo de alta traición y homicida.

La resolución de condenarle a muerte, adoptada por los sanedritas, puede realizarse. La historia de cómo se realizó comenzó con la promesa de entregárselo hecha por Judas. Termina con las palabras «y a Jesús lo entregó (Pilato) al arbitrio de ellos». La palabra «entregar» caracteriza no sólo al principio y al fin del proceso de Jesús, sino a la pasión entera; según las actas judías de procesos y de martirios, se entrega al mártir en manos de los que han de atormentarlo y matarlo (Cf. también Hec 21:11; Hec 28:17). La palabra «entregar» expresa, juntamente con el acontecimiento histórico, también su interpretación. La entrega no es sólo obra de hombres, sino en último término obra de Dios. El Señor lo entregó por nuestros pecados (Isa 53:12). En la entrega de Jesús a la voluntad de los judíos se cumplió la propia voluntad de Dios revelada en la Escritura (Isa 24:26s) (Hec 2:23; Hec 3:18; Hec 13:27; Hec 26:23). En el martirio no sólo se desencadena poder humano; se trata también de un drama salvífico divino.

IV. LA MUERTE DE JESÚS (Hec 23:26-56).

El camino de Jesús hacia la muerte y su muerte misma se presentan de tal modo que Jesús aparece ante la Iglesia como mártir. En el martirio se da conocimiento a la misión y la vida de Jesús. El triunfo del martirio se manifiesta ya antes de que Jesús haya expirado. La Iglesia perseguida experimenta con Jesús el poder en la impotencia de la muerte en el martirio.

1. VÍA DOLOROSA (Lc/23/26-32).

26 Cuando lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.

Por lo regular, la sentencia se ejecutaba inmediatamente después de su promulgación. De la ejecución se encargaba la guardia del procurador cuando imponía Pilato un castigo militar. Lo conducían. Lucas no hace mención de los soldados romanos. Tampoco contó cómo se habían burlado de Jesús (Mar 15:16s). No son los romanos los que cargan con la culpa de los tormentos y de la ejecución de Jesús, por lo menos no cargan con la culpa principal (Jua 19:11). El camino del palacio de Herodes hasta el lugar de la ejecución fuera de las murallas de la ciudad (Mat 28:11; Jua 19:20) era de unos 300 metros. Pasaba por calles animadas, pues la pena de crucifixión debía servir de escarmiento. Jesús llevaba, como era corriente, el palo transversal de la cruz. El palo largo, el madero vertical, lo aguardaba, clavado en tierra, en el lugar de la ejecución. El evangelista no habla de todo lo que estaba implicado en este sencillo «lo conducían». Sólo pone de relieve lo que sirve para animar a los mártires cristianos.

En el camino echan mano de Simón de Cirene para que lleve la cruz de Jesús. Lucas elige un término civil en lugar del militar empleado por Marcos (15,21): «lo obligaron». Las tropas romanas de ocupación tienen derecho a enrolar a cualquiera para servicios públicos. Lucas tiene consideración con los romanos; la ejecución de Jesús no aparece como obra de los soldados romanos. Simón vuelve del campo, de su terreno que había comprado quizá para cavar un sepulcro. Era judío de la diáspora, que venía de Cirene -quizá para prepararse para la vida futura en la proximidad del templo; se creía, en efecto, que la resurrección de los muertos comenzaría en el monte de Sión. Simón lleva la cruz detrás de Jesús; con ello cumple lo que exige Jesús a sus discípulos: «El que quiere venir en pos de mí (ser mi discípulo), niéguese a sí mismo, cargue cada día con su cruz y sígame» (9,23). «Quien no lleve su cruz y viene tras de mí, no puede ser mi discípulo» (14,27). El sentido del martirio cristiano consiste en llevar cada uno su propia cruz juntamente con Cristo que lleva la cruz. También la cruz cotidiana, impuesta por la vida cristiana con los imperativos del día -la Iglesia es Iglesia perseguida- forma parte del llevar la cruz de Jesús.

27 Una gran muchedumbre de pueblo lo seguía, y también mujeres, las cuales iban llorando y lamentándose por él. 28 Vuelto Jesús hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad, más bien, por vosotras y por vuestros hijos. 29 Porque se acercan días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles! ¡Bienaventurados los senos que no engendraron y los pechos que no criaron! 30 Entonces se pondrán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Sepultadnos. 31 Porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué no se hará con el seco?

El «pueblo», el pueblo de Dios, vuelve a aparecer aquí, y también las mujeres que en los entierros judíos suelen encargarse de las lamentaciones por el difunto (8,52). El círculo de las plañideras y de los que se lamentan se amplía hasta convertirse en un duelo del pueblo, cuando se trata de la muerte de personalidades destacadas. Los judíos no permiten que se hagan lamentaciones en público por los que mueren en el patíbulo (Deu 21:22s). Jesús, sin embargo, es objeto de tales lamentaciones -las mujeres se golpeaban el pecho y lloraban- en el camino hacia el lugar de la ejecución. A él se le hacen como a maestro, profeta y rey de su pueblo. Las mujeres que se lamentan dan un testimonio valeroso de que Jesús no era un criminal. Hombres temerosos de Dios guardaron también gran luto por el mártir Esteban (Hec 8:2).

A las mujeres que se lamentan habla Jesús como profeta, lleno de soberanía y de grandeza. Sus palabras están revestidas del lenguaje de los profetas de infortunio: «Hijas de Jerusalén» (Isa 3:16), «Se acercan días» (Amo 4:2), «Dirán a los montes: Caed sobre nosotros…» (Ose 10:8). Jesús había actuado como profeta, y como profeta lleva a término su obra. Por parte de la ciudad que asesina a los profetas, sufre ahora el destino de muerte de todos los profetas (Ose 13:34). Jesús es fiel hasta el fin. La constancia y perseverancia es su grandeza, y también la grandeza de los cristianos, porque el tiempo de la Iglesia es tiempo de persecución (Ose 21:19).

El camino, la marcha de Jesús hacia la muerte es más que una lamentable catástrofe personal. No lloréis por mí. Su ejecución atrae sobre Jerusalén el castigo de Dios. Llorad por vosotras y por vuestros hijos. La ciudad, que en todo tiempo resistió a los profetas y les dio muerte, que con lo que ahora sucede colma la medida del empedernimiento, esta ciudad recibirá su castigo (Ose 11:50s; Ose 13:34s; Ose 19:11-27.41-44; Ose 20:9-19; Ose 21:20-24). Le sobrevendrán cosas intolerables. Lo que regularmente es la mayor felicidad, se convertirá en infortunio. Entonces se felicitará a las madres que no tengan hijos. La vida será tan insoportable que será preferida la muerte. El juicio y castigo de Jerusalén es el remate de una historia milenaria de infidelidad y rebeldía contra Dios. Es al mismo tiempo modelo y símbolo del juicio universal sobre todo lo malo, sobre todos los repudios de las ofertas de gracia hechas por Dios y sobre todos los poderes hostiles a Dios.

Jesús piensa, más que en su desgracia, en la triste suerte de Jerusalén y de sus habitantes. Llorad por vosotras y por vuestros hijos. Su palabra profética exhorta a la conversión y a la penitencia. La vista de la ciudad (Ose 19:41) y el contacto con sus habitantes, que tienen buenos sentimientos para con él, le impele a revelar el fin de esta ciudad y el amor que le tiene. Su camino a la cruz realiza todos los planes de Dios. Con la lamentación sobre Jerusalén entra él en la ciudad de su muerte y de su repudio y reprobación; en presencia de las mujeres que se lamentan y que deben llorar por la ciudad, la abandona para sufrir la muerte que ella le tiene preparada. No ha reconocido Jerusalén lo que había de proporcionarle la paz.

Lo grave de la hora se dibuja en la marcha misma de Jesús hacia la muerte. El juicio comienza por él, el Justo. él es el Siervo de Dios, que en forma vicaria sufre por los muchos, pero con ello no queda sin vigor la sentencia sobre aquellos por quienes él sufre. Lo que sucede con Jesús es advertencia y llamamiento a la conversión.

Si el juicio de Dios le alcanza en forma tan dura a él, el inocente, ¿qué sucederá a aquellos que no carecen de culpa? Jesús se sirve de un proverbio: «Si el fuego ataca al leño verde, ¿qué han de hacer los que están secos?» El mártir que expía por los otros quiere sacudir los ánimos. De la Iglesia de los mártires dice Pedro: «Porque es ya el tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Y si empieza por nosotros, ¿cuál será el final de los que se rebelan contra el Evangelio de Dios? Y si el justo a duras penas se salva, ¿dónde podrá presentarse el impío y pecador?» (/1P/04/17s).

32 Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ejecutarlos con él.

Los romanos solían practicar a la vez diversas ejecuciones, cosa que no hubiera sido posible según la ley judía. Según Marcos, parece que los dos «malhechores» habían sido combatientes por la independencia; según Lucas no son criminales políticos, sino sencillamente malhechores, pecadores. Jesús es computado entre los criminales y los pecadores. En él se cumple lo que él mismo había dicho a sus discípulos antes de marchar al huerto de los Olivos, y lo que la Escritura había anunciado anticipadamente como su suerte fijada por Dios (22,37; Isa 53:12). Jesús se encuadra entre los malhechores y carga con su castigo, como expiación per ellos. Los criminales están «con él», son sus discípulos…

2. EN EL CALVARIO (Isa 23:33-43).

a) Crucificado (Lc/23/33-34)

33 Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Luego se repartieron sus vestidos echando suertes.

El lugar del suplicio lleva el nombre de Calvario, lugar de la Calavera; así se traduce el nombre hebreo de Gólgota (Jua 19:17). Este nombre caracteriza el lugar, con la designación de «cabeza» (en árabe ra’s), frecuente en Oriente, como un altozano que sobresale ligeramente (un cabezo). Jesús lleva a término su misión en el patíbulo y allí la consuma. «Despreciado, desecho de los hombres» (Isa 53:3).

:Allí lo crucificaron. Sobre la colina se hallaban algunos postes que llevaban en medio una tabla que sirviera de asiento, y arriba, sobre el sitio de la cabeza, una muesca para el palo transversal. Las manos de Jesús fueron clavadas en este palo (Isa 24:39; Jua 20:25). Este se elevó con su carga sobre el poste; luego se sujetaron el palo y los pies. La antigüedad sintió y calificó la muerte en cruz como «la más cruel y terrible de las penas de muerte» (Cicerón), como «la muerte más luctuosa de todas» (Flavio Josefo), como la «pena de muerte propia de esclavos» (Tácito). La cruz coloca a Jesús entre los criminales más infames. El que había entrado en Jerusalén como príncipe de la paz, termina en el patíbulo fuera de la ciudad de la paz, como perturbador del orden y de la paz. Es crucificado como el criminal más vulgar entre dos criminales. Precisamente por el hecho de ser Jesús computado entre los criminales en su calidad de mártir y Siervo de Dios, surge una esperanza luminosa: «Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres, y recibirá muchedumbres por botín; por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores» (Isa 53:12). La imagen de Cristo levanta los ánimos de los cristianos cuando también ellos son ejecutados como criminales por el nombre de Jesús.

Jesús ruega por sus enemigos y por los que lo atormentan (*). Los tormentos y la injusticia no pueden retraerlo del amor. En su derrota sale victorioso. Lo que enseñó, lo vive. él mismo predicó el amor a los enemigos: ahora él también ora por sus enemigos, como lo había exigido (Isa 6:35). Se mantiene fiel a su palabra, aun en las horas tenebrosas. Trata de hacer entrar dentro de sí a Judas en el momento mismo en que lo entrega; sana la oreja del criado herido, que había acudido para participar en su captura; ora por sus enemigos mientras lo crucifican. El Crucificado es la ilustración de la predicación de Jesús, arquetipo de vida cristiana, de oración y de sufrimiento. «Para esto fuisteis llamados. Porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas» (1Pe 2:21).

Con su oración se constituye Jesús en abogado y sumo sacerdote (Heb 7:25; 1Jn 2:1) por sus «traidores y asesinos» (Hec 7:52). Para obtener lo que va a implorar pone Jesús en juego toda la intimidad que lo une con Dios y a Dios con él, y que se expresa con la palabra Padre (abba, más bien «papá»). Además, excusa todavía lo que están haciendo los que lo atormentan y los que los apoyan, sus adversarios entre los judíos. «No saben lo que hacen.» Con esto no se niega la culpa. Si no hubiese habido culpa, habría estado de sobra la intercesión de Jesús. El proceso ha demostrado que sus adversarios no han escatimado mentiras ni odios, obstinación y presión sobre el juez, con objeto de lograr su intento. Pero ¿tienen plena conciencia de lo que significa su suplicio? Están crucificando a Cristo, al Hijo de Dios, al Hijo del hombre (22,66 ss). Conocemos las palabras de Pedro, que censuró a los judíos de Jerusalén primeramente con estas palabras: Vosotros «disteis muerte al autor de la vida», pero inmediatamente añade: «Ahora bien, hermanos, yo sé que obrasteis por ignorancia, como asimismo vuestros jefes» (Hec 3:15.17). Pablo concuerda con él en el discurso que pronunció ante los judíos en Antioquía de Pisidia: «Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes, al condenarlo, cumplieron, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado» (Hec 13:27). Tampoco Pedro y Pablo absolvieron a los judíos de toda culpa; en efecto, la ignorancia y el no reconocer no se limitan a la esfera del conocimiento, sino que tienen también que ver con la decisión de la voluntad. «EI no reconocer no es simplemente no estar uno orientado, lo cual, en cuanto tal, se puede excusar, sino que es también un delito sujeto a la ira de Dios y tiene necesidad de perdón.» Sin embargo, sólo después de la resurrección de Jesús es inexcusable el no haber creído en su mesianidad. Hasta entonces no tomó Dios en cuenta los «tiempos de la ignorancia», no los castigó como correspondía; ahora, después de la resurrección, se produce una mutación (Hec 17:30). La oración del perdón y del amor a los enemigos ilumina los tiempos de persecución de la Iglesia. El protomártir Esteban, bajo las pedradas mortíferas, cae de rodillas y clama con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hec 7:60). Se dirige al Cristo glorificado, al que Dios ha transmitido el poder de juzgar, y ora con su espíritu. Jesús es modelo y fortaleza de los mártires.

Jesús deja muy atrás a los mártires judíos. Sus figuras son veneradas. No puede uno menos de conmoverse al leer el martirio de los hermanos Macabeos y de su heroica madre (2Mac 7). ¿Cómo se comportan con sus enemigos? Amenazan al rey que los manda atormentar: «Pero tú no creas que quedarás impune por haber osado luchar contra Dios» (2Ma 7:19). Insultan a sus enemigos, los escarnecen y excitan su furor, los anatematizan y les anuncian terribles castigos (4Mac 9,15). Jesús perdona, excusa, ora por el perdón de sus adversarios.

Los judíos aguardan de los ajusticiados una confesión de culpabilidad. El ladrón arrepentido hizo tal confesión (23,41). Jesús es el Santo y Justo, pero carga con la culpa de todos, y ora por ellos, particularmente y en primer lugar por los que se han desmandado contra él. Antes de morir cumple toda justicia, la justicia que él mismo exigía; porque es misericordioso como es misericordioso el Padre que está en los cielos (cf. 6,36). Los vestidos y los pocos efectos de los ajusticiados, que eran crucificados desnudos, pertenecen a los verdugos. Para decidir lo que corresponde a cada uno, se echan suertes. El sorteo de las vestiduras de Jesús se refiere con las palabras del Salmo 22(21),19. El designio y plan salvífico de Dios quiere que Jesús muera en la mayor pobreza y deshonra. En el camino hacia su «elevación» habló Jesús con frecuencia e insistentemente de la pobreza y del hacerse pobre; ahora se le quita todo lo que posee, y el lo da de buena gana, porque así lo quiere Dios. Cuando entró Jesús en este mundo fue envuelto en pañales por María; antes de salir de la vida, son repartidos sus vestidos.

Todo lo que tenía se le ha quitado: la libertad con la crucifixión; la honra, al ser contado entre los criminales; los vestidos, como derecho de sus verdugos. Todo lo entregó para hacer bien a los que le odian. Sólo una cosa le ha quedado: el Padre, abba. él quiere enriquecer a los pobres, como lo anuncia el Salmo de pasión que acaba de insinuarse: «De ti parten mis loores en la gran asamblea, ante los que te temen cumpliré yo mis promesas. Los pobres comerán hasta saciarse, los que buscan al Señor le alabarán: su corazón ha de vivir para siempre. Recordarán y volverán hacia el Señor todos los confines de la tierra: ante él se postrarán las familias todas de las gentes.

El reino es del Señor y él es el que domina en las naciones. Sólo a él han de adorar los satisfechos de la tierra, ante él se inclinarán los que bajan al polvo… Su descendencia ha de servirle, del Señor se cantará por las generaciones. A medida que vengan, dirán de su justicia, a las gentes que nazcan, lo que ha hecho» (Sal 22[21l,26-31).

……………

* El v. 34 falta en toda una serie de antiguos e importantes manuscritos. La palabra parece haber resultado molesta para la polémica contra los judíos y su culpa en la muerte de Jesús (cf. 22,43s).

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b) Escarnecido (Lc/23/35-38)

35 El pueblo estaba allí mirando. Y también los jefes arrugaban la nariz, diciendo: Ha salvado a otros; pues que se salve a sí mismo, si él es el ungido de Dios, el elegido.

Se hace distinción entre el pueblo (pueblo de Dios) y sus jefes. El pueblo se ha quedado allí y está mirando. El pueblo lo había escuchado en el templo, nunca aparece activo en el proceso; ahora está otra vez presente. También el pueblo arrugaba la nariz, como los jefes. Lo que ve y experimenta bajo la cruz es superior a él. La muerte en cruz de Jesús es la gran prueba de la fe, que constantemente se debe intentar superar. ¿Puede este crucificado ser el salvador, el Mesías, si él mismo no se puede salvar? El pueblo no dice nada ni participa activamente en las burlas de Jesús, pero interiormente no acaba de vencer el escándalo que le ocasiona la muerte en cruz del Mesías. ¿No intervendrá Dios cuando se ve aniquilado su ungido, su elegido, cuando perece el mártir miserablemente? Los jefes del pueblo «arrugan la nariz», tuercen los labios, desprecian a Jesús y se creen legitimados para ello. Las mofas compendian lo que está contenido en los títulos de Jesús: salvador, ungido de Dios y Mesías (9,35), elegido, siervo de Dios (9,35; Isa 42:1) e Hijo de Dios. Si Jesús es todo eso que dicen estos títulos y tiene el poder que en ellos se expresa, ahora es cuando tiene que demostrar este poder y salvarse… Con semejante tentación comenzó su obra (Isa 4:3), la misma se le ofrece en Nazaret, su ciudad paterna (Isa 4:23); la misma concluye también su camino por la tierra y se le plantea como objeto de decisión antes de ser glorificado. Que la impotencia haya de demostrar el poder de Jesús, es cosa que no se puede comprender. Este hecho paradójico sólo se comprende por la Escritura, y resuena en las palabras de la Escritura: «arrugan la nariz». «Pero yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desprecio del pueblo. Búrlanse de mí cuantos me ven, tuercen los labios y mueven la cabeza» (Sal 22 [21],8)

36 También se burlaban de él los soldados, que se acercaban para ofrecerle vinagre 37 y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Había también sobre él una inscripción: éste es el rey de los judíos.

También los soldados romanos -hasta aquí no ha hablado nunca de ellos el evangelista- se burlan de Jesús. Ofrecen vinagre al sediento. Aquí resuena en lontananza el Salmo: «En mi sed me abrevaron con vinagre» (Sal 69 [68], 22). Jesús se ve atormentado en su angustia.

El título de rey de los judíos ocupaba el centro del proceso. Este título es la culpa de Jesús. ¿Qué clase de rey es éste? Impotente y colgado de la cruz, un auténtico rey de los judíos, sometidos a los romanos. El rey de los judíos no puede salvarse: menos podrá salvar a su pueblo. El Mesías rey crucificado es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles (1Co 1:23).

Cuando los delincuentes se dirigen al lugar del suplicio, llevan colgada al cuello una tabla b]anca o se lleva ésta delante de ellos. En la tabla va escrita la culpa con grandes letras negras o rojas. También la inscripción en la tabla que se clavará sobre la cruz servirá para ridiculizar la realeza de Jesús. Ahí está éste, el crucificado… el rey de los judíos… Pilato y los soldados se burlan de Jesús como el sanedrín se burla de los judíos. Judíos y gentiles se confabulan para ridiculizar la realeza de Jesús. Las mofas contra Jesús alcanzan también a su Iglesia, a su pueblo, a sus testigos y mártires.

c) El ladrón arrepentido (Lc/23/39-43)

39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba ¿No eres tú el ungido? Pues sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Pero, respondiendo el otro, lo reprendía y le decía: ¿Ni siquiera tú temes a Dios, tú que estás en el mismo suplicio? 41 Para nosotros, al fin y al cabo, esto es de justicia; pues estamos recibiendo lo merecido por nuestras fechorías. Pero éste nada malo ha hecho. 42 y añadía: ¡Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino! 43 él le contestó: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

«En aquella noche (de la venida del Señor), dos estarán a la misma mesa: el uno será tomado, y el otro dejado» (1Co 17:34). Junto a la cruz de Jesús se diseña ya esta hora final. Los dos ladrones, que estaban crucificados con Jesús penden de la cruz como él -junto con Jesús-, y sin embargo es muy diferente el desenlace de su vida. Ambos están con él, pero uno sólo exteriormente, el otro también interiormente, con la fe. Ni siquiera el estar con él aprovecha, si falta la decisión personal en su favor (13,26s).

El uno toma parte en las burlas. Si Jesús fuese el Cristo, el ungido de Dios, el Mesías, se salvaría y salvaría a sus dos compañeros de suplicio. Exige que Jesús aporte la prueba de su mesianidad mediante la salvación. Sus palabras son una blasfemia, puesto que hacen befa de los planes salvíficos de Dios, que se realizan en Jesús. El otro malhechor sigue el camino de la fe, que comienza con el temor y veneración de Dios, se somete aI designio y a la sabiduría de Dios, en la que cree, y reconoce también al Crucificado como al Mesías. El que se convierte, reconoce su culpa y la justicia del castigo con que Dios lo visita. El ladrón arrepentido considera su crucifixión como castigo que ha merecido con sus fechorías. Llega a reconocer su culpa gracias a la mirada de Jesús, del que está convencido de que pende de la cruz injustamente. A él se le perdonan los pecados, porque da gloria a Dios, renuncia a justificarse, muriendo reconoce por justo el juicio de Dios, y acepta la muerte con obediencia a la voluntad de Dios y como compañero de Jesús.

Una penitencia y conversión constructiva suponen la confianza y seguridad de que Dios está dispuesto a perdonar. El ladrón arrepentido cifra su esperanza en Jesús. En el ve al salvador. Cree que el Padre da el reino a Jesús (*), porque sigue este camino de la cruz (22,29s). Jesús da el reino a los que hacen suyo su camino (22,29). El ladrón pone su destino futuro en manos de Jesús. En el Antiguo Testamento, quien se halla en grave aprieto y tentación invoca a Dios para que se acuerde de su acción salvífica, de su alianza que él otorga, de los patriarcas, a los que había hecho sus promesas (Gen 9:15; Exo 2:24; Sal 104:8; Sal 110:5, etc.). El ladrón ora a Jesús pidiéndole que se acuerde de él. La súplica del ladrón es acogida por Jesús. El hoy con la promesa de salvación empieza en aquel mismo instante. Jesús, después de su muerte, penetra en el paraíso; el Padre le otorga el reino, el poder y la gloria (el banquete de 22,30). El ladrón arrepentido está con él. Dios otorga el paraíso a Jesús, y él lo da a los suyos. La promesa hecha al ladrón creyente y convertido sienta las bases de la participación en el paraíso de Jesús. Estar con él es el paraíso mismo. Esteban exclamará: «Señor Jesús, acoge mi espíritu» (Hec 5:59), y Pablo: «Aspiro a irme y estar con Cristo» (Flp 1:23; cf. 1Te 4:17).

Jesús es hasta la muerte el libertador y salvador de los pecadores. Como en casa del fariseo salió en defensa de la pecadora, ahora, cuando se promete al ladrón la salvación en la última hora, halla remate y coronamiento lo que Jesús contó en las parábolas (oveja perdida, hijo pródigo, dracma perdida), así como la bondadosa acogida que dispensó al jefe de los publicanos, Zaqueo. Lo más hondo de la misericordia divina se revela en la cruz de Cristo, que da la vida en forma vicaria por los muchos. En los relatos de martirios del judaísmo tardío se repite con frecuencia la observación de que un pagano convertido que participa en la suerte del mártir, recibe también participación en la recompensa del mártir. Jesús es Siervo de Dios y mártir.

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* En lugar de las palabras «Cuando llegues a tu reino», se dan también otras lecciones «Cuando llegues (a reinar) en la gloria del rey», y «El día de tu salvación». Con el pensar de Lucas concuerda mejor que ninguna otra la variante que hemos adoptado en nuestra versión, pues Lucas considera el reino como realidad celestial. El paraíso o el mundo venidero es concebido en la teología rabínica como un lugar supraterrestre (4Esd 7:11).

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3. MUERE JESÚS (Lc/23/44-49)

a) Señales divinas (Esd 23:44-45).

44 Era ya alrededor de la hora sexta, cuando quedó en tinieblas toda aquella tierra hasta la hora nona, 45 por haberse eclipsado el sol. Y el velo del templo se rasgó por medio.

El historiador Lucas, que quiere dar cifras exactas (Esd 3:23), opina que los datos tradicionales son imprecisos. La hora sexta es al mediodía, la hora nona es a las tres de la tarde. Durante estas tres horas quedó toda la tierra en tinieblas. Lucas trata de explicar esto: por haberse eclipsado el sol (*). Dios interviene en el acontecer del mundo. La muerte de Jesús es un acontecimiento que afecta a toda la tierra, a los hombres y al cosmos de los cuerpos celestes. Como el acontecimiento final de la venida del Hijo del hombre irá precedido de trastornos cósmicos, así también al morir Jesús muestra su participación el cosmos, representado por el sol, con su brillo y su fuerza vivificadora y ordenadora. Cuando Dios oscurezca el sol, será esto señal del juicio que se aproxima. También Jesús recuerda el juicio venidero a las mujeres que lloran y se lamentan (23,27S). En la muerte de Jesús quiere Dios inducir al mundo a la conversión (**).

El lugar santísimo, el sancta sanctorum del templo, estaba separado y dividido del santuario, del lugar santo, por un velo. Sólo una vez al año podía entrar allí el sumo sacerdote cuando celebraba el rito propio del día de la expiación. Por intervención de Dios, el velo del templo se rasga a la muerte de Jesús; el acceso al lugar santísimo, que estaba guardado, se abre, el lugar de la manifestación de Dios en el Antiguo Testamento queda profanado y Dios lo abandona; cesan el antiguo templo y sus instituciones. El mundo antiguo y la antigua economía de salvación desaparecen con la muerte de Jesús; surge una nueva economía de la salud y un nuevo orden del mundo.

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* Hay manuscritos en que se lee, como en nuestro texto: «Por haberse eclipsado el sol», en lugar de la lección más corriente: «El sol se oscureció», o «dejó de brillar»; se trataba de prevenir el reparo hecho con frecuencia de que las tinieblas no podían deberse a un eclipse natural de sol.

** Según otra explicación, la creación de Dios se cubre de luto. Con frecuencia se tienen por legendarias aquellas tinieblas; también en este caso se da como explicación que se trataba de grabar la importancia salvífica de la muerte de Jesús, que la muerte de Jesús tiene dimensiones escatológicas y cósmicas.

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b) La muerte (23,46).

46 Entonces Jesús, clamando con voz potente, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto, expiró.

Quizá no sea completamente extraordinario el que algunas personas griten todavía fuerte inmediatamente antes de morir. En todo caso, los crucificados se acaban tras lento agotamiento y pérdida de la conciencia. La «voz potente» de Jesús en la cruz da qué pensar. ¿Es señal de que hasta el último momento tiene Jesús a su disposición una fuerza sobrehumana, de que entrega su vida voluntariamente? (Jua 10:17s).

Jesús concluye su vida con una oración. Jesús ora cuando en su vida se encuentran la muerte y la glorificación: en el bautismo (Jua 3:21), en la transfiguración (Jua 9:28), ahora, en el momento en que por la muerte va a entrar en la gloria. Las palabras de su oración las toma del gran libro de oraciones dado por Dios a su pueblo: los Salmos (Sal 30[31],6). Como siempre, introduce también estas palabras del Salmo con la invocación Padre (abba). El perseguido sin culpa confía su vida al poder de Dios, al amor del Padre. Jesús entrega al Padre el espíritu, que es portador de vida; se lo entrega totalmente. éste pasa a la esfera de poder y de propiedad del Padre. Dios es un Dios fiel, de fiar, Padre; en sus manos y en su bondad paterna está bien asegurada su alma. él no la pierde, sino que quiere guardarla y salvarla. Jesús acaba su vida con entrega, obediencia y confianza. Al poner Jesús su vida en manos de Dios, alaba a Dios como a quien se la ha dado y de quien de nuevo la ha de recìbir.

Los judíos recitan estas palabras como oración vespertina. A las tres de la tarde anuncian las trompetas del templo la hora de la oración vespertina. El Crucificado del Calvario la pronuncia con su pueblo. La dice con voz potente, como lo exigía la usanza piadosa. Probablemente pronunciaría Jesús esta oración vespertina desde los días de su infancia. La oración de la infancia es su oración de la muerte.

La primera palabra de la revelación de sí mismo y de la revelación de Dios fue una palabra acerca del Padre: «¿No sabíais que tenía que estar en la casa de mi Padre?» (2,49). La última palabra que pronuncia hace de nuevo mención del Padre, en cuyas manos encomienda su espíritu, porque él tiene que estar con el Padre.

El mártir san Esteban abandona este mundo con las palabras: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hec 7:59). La oración a Dios, al Padre, se ha convertido en él en una oración a Jesús. El Padre ha dado a Jesús todo poder. En él está la salvación. El mártir Esteban muere imitando al Señor maestro del martirio. Pedro escribe a los cristianos: «Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por criminal, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido. Pero si es por cristiano, no se avergüence, sino dé gloria a Dios por este nombre… Así pues, también los que sufren según la voluntad de Dios, pónganse en manos del Creador fiel, practicando el bien» (1Pe 4:15-19).

Después de la oración exhala Jesús el espíritu: muere. La fuerza vital abandona al cuerpo en la muerte. El yo propiamente dicho, el alma, sobrevive a la muerte. Las almas de los justos son guardadas por Dios en el paraíso para el día de la resurrección (1Pe 23:43) (Cf. Mat 27:50; Jua 19:30).

c) Manifestación de la gloria (Lc/23/47-49).

47 Cuando el centurión vio lo sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: Realmente, este hombre era un justo.

El centurión o capitán de la guardia que custodiaba a Jesús fue testigo del gran drama que se desarrollaba en el Calvario. Gritos de rabia y de dolor de las desgraciadas víctimas, maldiciones y explosiones de su desesperación dan un aspecto horroroso a la ejecución de la pena de la crucifixión. Jesús no maldice a sus verdugos, sino que pide perdón por ellos, no se desespera, sino que se encomienda confiadamente al Dios Padre, no maldice a los que se le burlan, sino que calla. Lo que aquí sucede supera las fuerzas humanas. El centurión está convencido de que aquí está actuando Dios. En Jesús obra Dios: el centurión glorifica a Dios. Cuando nació Jesús, glorificaron a Dios los pastores (Jua 2:20). El pueblo lo glorifica cuando Jesús se muestra poderoso en obras y en palabras (Jua 13:13; Jua 17:15; Jua 18:43). Al final de su vida se une también a este coro de glorificación de Dios la voz del centurión pagano. Se ha cumplido lo que a la entrada de Jesús en este mundo, como también a su entrada en Jerusalén, es proclamado por ángeles y hombres: Gloria a Dios en las alturas (Jua 2:14; Jua 19:38). Dios se glorifica en Jesús. En su vida, en su acción y en su muerte se manifiesta el «Dios de la gloria» (Hec 6:2), su omnipotencia y grandeza, su santidad y sabiduría.

El drama del Calvario demuestra al centurión que Jesús es inocente. Es un justo. Así lo llamó también la mujer de Pilato (Mat 27:19); de ello estaba convencido Pilato cuando decía: «Soy inocente de la sangre de este justo» (Mat 27:24). La antigua Iglesia percibió en estas palabras del centurión más que un testimonio de inculpabilidad; para ella, «el Justo» era un título del Mesías. Pablo recibe este encargo: «El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para conocer su voluntad, y ver al justo, y oír la palabra de su boca, porque le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído» (Hec 22:14s). Los profetas anunciaron la venida del Justo (Hec 7:51s). Jeremías dice: «He aquí que vienen días en que yo suscitaré a David un vástago de justicia, que, como verdadero rey, reinará prudentemente, y hará derecho y justicia en la tierra» (Jer 23:5). El distintivo del tiempo mesiánico es la justicia. Es el Mesías quien cumple perfectamente la voluntad de Dios. Es el santo y justo (Hec 3:13). La vista del Crucificado no retrae de la confesión del Mesías, sino que lleva a ella.

La confesión del centurión pagano es una acusación contra los judíos que no creyeron a Jesús. Esteban formula este reproche: «¡Gentes de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros. ¿A quién de entre los profetas no persiguieron vuestros padres? Hasta dieron muerte a los que preanunciaban la venida del Justo, de quien vosotros ahora os habéis hecho traidores y asesinos» (Hec 7:51s).

La muerte del mártir salva al que es condenado con él y hasta a su mismo verdugo. Los Hechos de los apóstoles asociaron muy estrechamente el nombre de Esteban y el de Saulo, «que estaba de acuerdo con aquella muerte» (Hec 8:1). Ante el sanedrín se presentan contra Esteban iguales testigos falsos con igual acusación (Hec 6:14) que en el proceso contra el Señor (Mar 14:56s). Palabras acerca de la gloria del Hijo del hombre se hallan en el relato de la pasión de los sinópticos (Mar 14:62s) igualmente que en el martirio de san Esteban (Hec 7:55s). Esteban es arrojado fuera de la ciudad (Hec 7:58), como el Señor y con el los creyentes (Mat 21:39; Luc 20:15; Jua 19:17; Heb 13:12s). En los mártires está viva la fuerza del martirio de Jesús, la gloria de Dios.

48 Y toda la multitud que se había reunido allí ante aquel espectáculo, al ver las cosas que habían pasado, regresaba golpeándose el pecho. 49 Todos sus conocidos y algunas mujeres que lo habían seguido desde Galilea estaban allí, mirando estas cosas desde lejos.

El martirio es un espectáculo. El relato está influido por el estilo de los relatos de martirios: «La multitud de la ciudad afluyó al triste espectáculo» (3Mac 5,24). Las multitudes se golpean el pecho en señal de dolor y de arrepentimiento (18,13). Las palabras del relato recuerdan a Zacarías: «Derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración, y alzarán sus ojos a mí; y a aquel a quien traspasaron, le llorarán como se llora al unigénito, y se lamentarán por él como se lamenta por el primogénito» (Zac 12:10). Esta figura admirable, a la que se ha llamado «mártir de Dios», es el arquetipo del buen pastor (Zac 11:4-14); es herido por la espada conforme al propio designio de Dios (Zac 13:7-9). Mas ahora sucede lo maravilloso: el abatido y traspasado por el pueblo (Zac 12:10) es ahora llorado por él con la más amarga lamentación. ¿Por qué esta lamentación fúnebre? Es arrepentimiento por la propia culpa en la muerte del mártir, y dolor por el infortunio que esta muerte acarreará sobre el pueblo de Dios (Zac 13:7-9). Esta lamentación fúnebre tiene lugar sobre un fondo luminoso; es fruto de la recepción de espíritu divino y comienzo de una vida renovada: «Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia» (Zac 13:1). Jesús, el Hijo de David ajusticiado por su pueblo conforme al designio divino, el buen pastor y rey de Israel, que al mismo tiempo es, en sentido muy particular, el único amado y el primogénito, es llorado por las multitudes de Jerusalén, porque se han hecho culpables de la muerte de Cristo. Para la lamentación fúnebre de las mujeres puso Jesús en el primer plano el juicio que amenaza a Jerusalén (23,28 ss). En esta lamentación fúnebre de las multitudes de Jerusalén se anuncia ya la efusión del Espíritu. Con la proclamación de la muerte y de la resurrección después del envío del Espíritu habrá muchos que se convertirán (2,37s).

Todos los conocidos de Jesús se habían alejado de él cuando fue detenido y condenado… y Dios no salió en su defensa. Se cumple un dicho profético; como lo hace casi siempre, Lucas se limita a insinuarlo: «Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos abominable» (Sal 88 [87], 9). «Mis amigos y mis compañeros se alejan por mis llagas, y mis vecinos se quedan lejos» (Sal 38 [37], 12). Ahora están todavía lejos, pero allí se han situado y allí permanecen. Vuelven a hallarse con el Crucificado y gracias a él. El mártir los anima y los recoge.

También las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, sus discípulos (8,2), se hallan allí para ver aquellas cosas. También ellas se sitúan allí y permanecen en pie. Los conocidos y las mujeres son testigos de su muerte, como habían sido testigos de su vida. Comienza a reunirse la Iglesia, como se lee en el cántico del Siervo doliente de Dios: «Librada su alma de los tormentos verá, y lo que verá colmará sus deseos. El Justo, mi siervo, justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos» (Isa 53:11s). El núcleo inicial de la Iglesia lo forman los once apóstoles, las mujeres (que lo habían seguido desde Galilea) y María, la madre de Jesús, y sus hermanos (los «conocidos») (Hec 1:13s).

4. LA SEPULTURA (/Lc/23/50-56)

50 Un hombre llamado José, que era miembro del consejo, hombre bueno y recto 51 -éste no había dado su voto a lo decretado y ejecutado por los demás-, natural de Arimatea, ciudad de Judea, el cual esperaba el reino de Dios, 52 se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús; 53 y después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en piedra, donde nadie había sido puesto todavía.

El que es ajusticiado según el derecho romano, pierde los honores de la sepultura. Su cuerpo debe permanecer insepulto, hasta que, devorado por los animales y por las aves de rapiña, sólo queden de él los huesos. El que por su propia cuenta retira el cadáver de un ajusticiado, se hace punible. El derecho judío, en cambio, no tolera que el ajusticiado quede por la noche suspendido del leño: «Cuando uno que cometió un crimen digno de muerte sea muerto colgado de un madero, su cadáver no quedará en el madero durante la noche, no dejarás de enterrarle el día mismo, porque el ahorcado es maldición de Dios, y no has de manchar la tierra que Yahveh, tu Dios, te da en heredad» (Deu 21:22s). En estos casos prohíben los judíos incluso la lamentación fúnebre. Permiten el sepelio. Pero el ajusticiado se entierra en un terreno especial. Los pecadores no deben reposar al lado de los justos, a fin de que éstos no se vean afectados de deshonor. Las autoridades judías se encargan de que Jesús no quede colgado en la cruz (Jua 19:32). ¿Pero había de ser Jesús enterrado como un criminal en el cementerio de los criminales?

Alguien interviene inesperadamente. Un miembro del consejo, que quizá pertenecía al grupo de los ancianos (la nobleza laica), se cuida del cadáver de Jesús. A este hombre erige el Evangelio un monumento egregio. El hombre se llama José. La ciudad en que vive, o de la que procede, es Arimatea, una ciudad judía en la llanura costera (Ramatain junto a Lida). Es bueno y justo, un hombre generoso, en el que la palabra de Dios lleva fruto (cf. 8,15). Aguarda el advenimiento del reino de Dios; esta esperanza y este anhelo lo hace accesible y atento al mensaje de Jesús. No está convencido de la culpabilidad de Jesús que le achaca el sanedrín, por lo cual no da su aprobación a la resolución y el proceder del consejo.

De los dos que están crucificados con Jesús, le trae Dios un discípulo que está con él en el paraíso, de entre los soldados paganos un confesor, que glorifica su justicia como obra de Dios, del sanedrín que lo condena, un hombre que lo reconoce como portador del reino de Dios y que, cuando está pasando de la muerte a la gloria, le tributa reconocimiento y fe. Dios no pregunta por la procedencia de los que él llama. Dondequiera que halla una persona que con hermoso y buen corazón se abre a Dios, que no se cree justa sino que pone su confianza en la venida del reino de Dios, la acoge en la comunidad de los discípulos de Jesús, que es la comunidad de la salvación.

José tiene que procurarse de las autoridades romanas, de Pilato, el permiso para sepultar a Jesús. El derecho romano ordena que los ajusticiados por los romanos no sean sepultados sino con permiso de las autoridades competentes. Si José quiere obtener este permiso para dar sepultura a Jesús, tiene que superar dos dificultades: José no es pariente de Jesús, Jesús ha sido condenado por delito de lesa majestad. Pilato da el permiso, pues está convencido de la inocencia de Jesús, tanto más que un hombre del consejo supremo se presenta como su garante. El Evangelio piensa en sentido de historia de la salvación. No obstante las dificultades jurídicas, Jesús recibe una sepultura honorable, pues su glorificación comienza ya después de su muerte. Así se cumple el oráculo del profeta: «Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura, mas con un rico tuvo parte después de su muerte» (Isa 53:9) (*). El mártir es reconocido y glorificado. También a Esteban le dan sepultura hombres temerosos de Dios (probablemente judíos que admiran a Esteban) y celebran una gran lamentación fúnebre por él (Hec 8:2).

Se cumple todo lo que exige una digna sepultura. El cadáver es descendido de la cruz (lavado: cf. Hec 9:37), envuelto en lienzos y sepultado en un sepulcro cavado en la roca. Allí yace en una cámara sepulcral sobre un banco de piedra o en una cavidad practicada en la roca. En el sepulcro de Jesús no había sido puesto todavía nadie. Jesús entra en Jerusalén en una cabalgadura en la que no había montado nunca nadie (Hec 19:30). Al santo le compete reverencia; está extraído de la esfera profana y segregado de los pecadores (Heb 7:26). En la muerte y en la sepultura se le reconoce como el santo y justo, cosa que le habían negado los judíos al elegir a Barrabás (Hec 3:14).

En la más antigua profesión de fe se halla también el artículo: Jesús fue sepultado. «Porque os he transmitido, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y que al tercer día fue resucitado según las Escrituras» (1Co 15:3s). «Los habitantes de Jerusalén y sus jefes, al condenarlo, cumplieron, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado; y sin encontrar causa alguna de muerte, pidieron a Pilato que lo quitara de enmedio. Cuando hubieron realizado todo lo que de él estaba escrito, bajándolo de la cruz, lo pusieron en un sepulcro» (Hec 13:27 ss). El sepelio confirma que estaba muerto. El sepulcro es fin y comienzo, monumento de la muerte y de la resurrección, de la humillación y de la exaltación.

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* Así reza el versículo según el texto hebraico y según diferentes manuscritos griegos; otros traducen: «Y fue en la muerte igualado a los malhechores».

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54 Era el día de la parasceve y despuntaba ya el sábado. 55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, siguieron de cerca y observaron el sepulcro y cómo quedaba colocado el cuerpo de Jesús; 56 luego regresaron para preparar sustancias aromáticas y perfumes. Pero guardaron el descanso del sábado según la ley.

El viernes es preparación para el sábado. Cuando se deposita el cadáver en el sepulcro, está terminando este día de preparación. Ya se anuncia el sábado. El lucero vespertino comienza a brillar, y en las casas se encienden las antorchas que anuncian el día de reposo para glorificación de Dios. Comienza a brillar luz sobre las tinieblas del viernes santo. Sobre el sepulcro de Jesús no se extiende una noche sin esperanza, sino que comienza a irradiar vida, luz y gloria. El viernes santo, el sábado del reposo en el sepulcro y el domingo de pascua forman una unidad en la celebración pascual cristiana. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea (Hec 8:2) y son junto a la cruz testigos de la muerte, son también testigos de la sepultura. Ven el sepulcro y observan cómo es depositado el cuerpo de Jesús. Serán también las primeras testigos después de la resurrección de Jesús. Aunque su testimonio sea tenido en menos por algunos, aunque sea rebajado y calificado de «delirio», de vanas habladurías (Hec 24:11; cf. Jua 4:42), sin embargo, también su testimonio merece toda consideración. Se está preparando la labor misionera de las mujeres.

Debido al reposo sabático, no se pueden ya tributar al amado difunto los honores del embalsamamiento. Sin embargo, se prepara ya todo lo necesario, a fin de cumplir el domingo muy de madrugada lo que antes no ha sido posible. El sábado que separa la muerte y la resurrección de Jesús es el gran día de reposo. Las mujeres se reposan, Jerusalén se reposa de su trabajo. El cadáver de Jesús reposa en el sepulcro, el alma de Jesús en las manos del Padre. «El séptimo día descansó Dios de cuanto había hecho» (Gen 2:2). Se ha hecho una profunda fisura en la historia de la salvación. Todo contiene la respiración antes de que comience lo nuevo. Todo está ya dispuesto y preparado para esto nuevo: las mujeres con sus ungüentos, las testigos del primer mensaje de la resurrección, el resplandor lleno de esperanza del sábado que no tendrá fin (Heb 4:1 ss).

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— Pilato: Ver nota a Mat 27:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jesús ante Pilato (ver Mat. 27:1, 2, 11-14; Mar. 15:1-5; cf. Juan 18:28-38). Dado que los judíos en general no tenían poder para ejecutar una sen tencia de muerte (Juan 18:31), era necesario llevar el caso ante las autoridades romanas. Un gobernador romano no escucharía “cuestiones de palabras, de nombres y de vuestra ley” (Hech. 18:14, 15) y por lo tanto la acusación contra Jesús tenía que ser replanteada como de sedición contra Roma. De los dos cargos concretos que se hicieron uno era falso (cf. 20:25), pero el segundo era verdadero aunque no en el sentido en que lo presentaban los judíos (cf. Juan 18:36, 37). De modo que cuando Pilato preguntó a Jesús si él pretendía ser un rey, contestó en tal forma que no se comprometió. Pilato debió haber interrogado más directamente a Jesús antes de dar su veredicto de que no había base para una acusación política contra él.

Notas. Aunque Pilato normalmente residía en la capital administrativa de Cesarea (cf. Hech. 23:33, que no debe confundirse con Cesarea de Filipos, Mar. 8:27), visitaba Jerusalén en la fiesta de la Pascua, como hacía Herodes. 2 Rey expresa el significado de Cristo para los romanos.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

23.1 Pilato era el gobernador romano de Judea, región donde estaba Jerusalén. Parecía experimentar un placer especial en hostigar a los judíos. Por ejemplo, tomó el dinero del templo y lo usó para construir un acueducto y afrentó la religión judía al traer a la ciudad imágenes imperiales. Sin embargo, como Pilato bien sabía, dichos actos podrían causarle dificultades. Si la gente presentaba una queja formal en contra de su administración, Roma podría destituirlo del cargo. Pilato comenzaba a sentirse inseguro en su puesto cuando los líderes judíos trajeron a Jesús para enjuiciarlo. ¿Continuaría molestando a los judíos al poner en riesgo su futuro político o cedería ante sus demandas y condenaría a un hombre que, y estaba seguro de esto, era inocente? Esa fue la pregunta que enfrentó Pilato ese viernes primaveral hace aproximadamente dos mil años. Si desea más información acerca de Pilato, véase su perfil en Marcos 15.23.7 Herodes, llamado también Herodes Antipas, estaba en Jerusalén ese fin de semana para la celebración de la Pascua. (Este fue el Herodes que mató a Juan el Bautista.) Pilato pensó delegar su responsabilidad enviando a Jesús a Herodes, porque sabía que Jesús vivió y trabajó en Galilea. Sin embargo, Herodes no fue de mucha ayuda. Fue escrupuloso con Jesús y disfrutó burlándose de El. A pesar de ello, cuando lo envió de nuevo a Pilato, fue con el veredicto de «inocente». Si desea más información de Herodes Antipas, véase su perfil en Marcos 6.23.12 Herodes era el gobernador medio judío de Galilea y Perea. Pilato era el gobernador romano de Judea y Samaria. Estas cuatro provincias, con otras más, estaban unidas bajo el gobierno del rey Herodes el Grande, pero cuando murió en 4 a.C. el reino se dividió entre sus cuatro hijos. A ninguno se les llamó rey, sino tetrarca (significaba «gobernador de un cuarto de la región»). Arquelao, el hijo que recibió Judea y Samaria, transcurridos diez años lo destituyeron y sus provincias las gobernaron una sucesión de gobernadores romanos de los cuales Pilato fue el quinto.Herodes Antipas tenía dos ventajas sobre Pilato: venía de una monarquía heredada, en parte judía, y permaneció durante más tiempo en su cargo. En el caso de Pilato, también tenía dos ventajas sobre Herodes: era ciudadano romano y enviado del emperador y su posición la crearon para reemplazar al ineficiente medio hermano de Herodes. No es una sorpresa, por lo tanto, que la relación de estos dos hombres fuera tensa. Sin embargo, el juicio de Jesús los unió. Debido a que Pilato reconocía la autoridad de Herodes sobre Galilea, este detuvo el sentimiento amenazante de los políticos romanos, y como ningún hombre sabía lo que debía hacer en este trance, su problema común los unió.JUICIO DE JESUS : Desde el Getsemaní, llevaron a Jesús ante el concilio judío, el que se convocó al amanecer en la casa de Caifás. De allí fueron a la casa de Pilato, el gobernador romano; luego a la casa de Herodes, tetrarca de Galilea, que se encontraba de visita en Jerusalén, y de allí volvieron a Pilato que, desesperado, lo sentenció finalmente a muerte.23.13-25 Pilato quiso liberar a Jesús, pero la multitud a grandes voces demandó su muerte, de modo que Pilato lo sentenció. Sin lugar a dudas no quería arriesgar su posición, la que quizás ya estaba vacilante, y permitir un alboroto en su provincia. Como político de profesión, tenía presente la importancia de un compromiso y vio a Jesús como una amenaza política y no como un ser humano con derechos y dignidad.Cuando las ganancias son jugosas, es difícil ponerse al lado de lo bueno y es fácil ver en nuestros oponentes solo problemas que resolver antes que personas que merecen respeto. Si Pilato hubiera sido en realidad un hombre de valor, habría dado la libertad a Jesús sin importarle las consecuencias. Pero la multitud vociferaba y Pilato se asustó. Cuando enfrente una decisión difícil, no pase por alto los efectos de las presiones. Considere de antemano que las buenas decisiones quizás sean poco agradables y tengan consecuencias: rechazo social, ridículo público, carrera afectada. Piense en Pilato y decida ponerse en el bando de la verdad sin importar la coacción de otros.23.15 A Jesús lo probaron seis veces, tanto por judíos como por autoridades romanas, y nunca lo hallaron culpable de un delito digno de muerte. Aun cuando lo llevaron a los judíos para su ejecución, no pudieron culparlo de felonía. Hasta hoy nadie puede hallar falta alguna en Jesús. Pero, como en el caso de Pilato, Herodes y los líderes religiosos, muchos siguen negándose a recibirlo como Señor.23.18, 19 Barrabás formó parte de una rebelión en contra de los gobernantes romanos (Mar 15:7). Como insurgente político era sin duda un héroe entre algunos de los judíos. Qué ironía, Barrabás, que lo pusieron en libertad, era culpable de los mismos crímenes imputados a Jesús (Mar 23:14).23.18, 19 ¿Quién era Barrabás? Los judíos tenían nombres que los identificaba con sus padres. A Simón Pedro, por ejemplo, se le llama Simón, hijo de Jonás (Mat 16:17). Barrabás no se identifica por el nombre que se le dio, de ahí que no nos sea de mucha ayuda. Barrabás significa «hijo del padre». Pudo haber sido un hijo de nadie y ese es precisamente el asunto. Barrabás, hijo de un padre sin nombre, cometió un crimen. Debido a que Jesús murió en su lugar, liberaron a este hombre. Nosotros también somos pecadores y malhechores en contra de la ley santa de Dios. Como Barrabás, sentenciados a morir. Pero Jesús muere en nuestro lugar, por nuestros pecados y nos pone en libertad. No necesitamos ser «muy importantes» para aceptar nuestra libertad en Cristo. Más aún, gracias a Jesús Dios nos adopta como a hijos y nos da el derecho de llamarlo Abba, «papá» (véase Gal 4:4-6).23.22 Cuando Pilato dijo «le castigaré», se refería a un castigo que podría llevar a Jesús a la muerte. El procedimiento usual consistía en desnudar el torso de la víctima y luego atarles las manos a un poste antes de flagelarlo con un látigo triple con pedazos de metal. El número de latigazos lo determinaba la severidad del crimen; la Ley judía permitía un máximo de cuarenta. Después de flagelado, Jesús soportó otras agonías más como se indica en Mateo y Marcos. Lo abofetearon, golpearon a puñetazos y escarnecieron. Le pusieron una corona de espinas en su cabeza, lo golpearon con una caña y lo desnudaron antes de colgarlo en la cruz.23.23, 24 Pilato no quiso sentenciar a Jesús a la pena de muerte. Pensó que los líderes religiosos solamente lo envidiaban y querían librarse de un rival. Cuando amenazaron a Pilato con denunciarlo ante el César (Joh 19:12), se asustó. Información histórica señala que las autoridades romanas amonestaron a Pilato debido a hostilidades en su región. Lo menos que necesitaba era una revuelta en Jerusalén y durante la Pascua, cuando la ciudad estaba llena de judíos procedentes de todo el imperio. De manera que entregó a Jesús a la chusma para que hicieran con El lo que quisieran.23.27-29 Solo Lucas menciona el llanto de las mujeres judías mientras llevaban a Jesús por las calles para su ejecución. Les dijo que no lloraran por El, sino por ellas mismas. Sabía que solo cuarenta años después los romanos destruirían Jerusalén y el templo.23.31 Este proverbio es difícil de interpretar. Algunos lo interpretan así: Si Jesús que era inocente (árbol verde) sufrió en manos de los romanos, ¿qué sucederá con los judíos culpables (árbol seco)?23.32, 33 La Calavera, también llamada Gólgota, era quizás una colina que se hallaba en las afueras de Jerusalén junto a un camino principal. Los romanos llevaban a cabo ejecuciones públicas para escarmiento de la gente.23.32, 33 Cuando los hijos de Zebedeo le preguntaron si podrían tener un lugar de honor junto a Jesús en su Reino, El les respondió que no sabían lo que pedían (Mar 10:35-39). Ahora que Jesús se preparaba para inaugurar su Reino mediante la muerte, los lugares a su derecha e izquierda los ocuparon hombres que morían: malhechores. Como Jesús explicó a sus dos discípulos hambrientos de poder, una persona que quiera estar cerca de El debe estar preparado para sufrir y morir. El camino al Reino es el camino de la cruz.23.34 Jesús pidió a Dios que perdonara a la gente que le daba muerte: líderes judíos, políticos romanos, soldados y espectadores, y Dios contestó esa oración al abrir el camino de salvación aun para los asesinos de Jesús. El oficial romano y los soldados testigos de la crucifixión dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (Mat 27:54). Pronto muchos sacerdotes se convirtieron a la fe cristiana (Act 6:7). Ya que somos pecadores, todos tuvimos parte en la muerte de Cristo. La buena nueva es que Dios es bondadoso, que nos perdonará y nos dará una nueva vida a través de su Hijo.23.34 Los soldados romanos acostumbraban repartirse las ropas de los malhechores ejecutados. Cuando echaron suertes por las de Jesús, cumplieron la profecía del Psa 22:18.23.38 Este letrero pretendía ser irónico. Era obvio que un rey, desnudado y ejecutado en público, había perdido su reino para siempre. Pero Jesús, que trastorna la sabiduría del mundo, iniciaba su Reino. Su muerte y resurrección significarían un golpe mortal al gobierno de Satanás y quedaría establecida su autoridad eterna sobre la tierra. Pocas personas al leer el letrero esa tarde sombría comprendieron su verdadero significado, pero el letrero estaba en lo cierto. No todo estaba perdido. Jesús era el Rey de los judíos, de los gentiles y de todo el universo.23.39-43 Este hombre a punto de morir, se volvió hacia Jesús en busca de perdón y El lo aceptó. Esto nos muestra que nuestras obras no nos salvan, pero nuestra fe en Cristo sí. Nunca es demasiado tarde para volvernos a El. Aun en su miseria, Jesús tuvo misericordia de este malhechor que decidió creer en El. Nuestras vidas son mucho más útiles y plenas si nos volvemos a Dios a temprana edad, pero incluso los que se arrepienten casi al final estarán con Dios en su paraíso.23.42, 43 El malhechor moribundo tuvo más fe que los demás seguidores de Jesús juntos. Aunque los discípulos seguían amando a Jesús, sus esperanzas por el Reino comenzaron a desvanecerse. Muchos se apartaron. Como uno de sus seguidores dijo con tristeza dos días más tarde: «Pero nosotros esperábamos que El era el que había de redimir a Israel» (24.21). El ladrón, por el contrario, miró al hombre que agonizaba junto a El y dijo: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino». Al parecer, el Reino había llegado a su fin. ¡Qué inspiradora es la fe de este hombre que vio la gloria venidera más allá de la ignominia presente!JESUS LLEVADO A LA MUERTE : Como no pudo cargar su cruz a través de las calles de Jerusalén, se asignó a Simón de Cirene la tarea de ayudarle. A Jesús lo crucificaron junto a dos malhechores comunes en un monte en las afueras de Jerusalén.23.44 Al mediodía, la oscuridad cubrió toda la tierra cerca de tres horas. Parecía que la naturaleza se condolía por la trágica muerte del Hijo de Dios.23.45 Este hecho tan importante simboliza la obra de Cristo en la cruz. El templo tenía tres partes: los atrios, para toda la gente; el Lugar Santo, donde solo los sacerdotes podían entrar; el Lugar Santísimo donde el sumo sacerdote entraba una sola vez al año para ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo. En el Lugar Santísimo se hallaba el arca del pacto y la presencia de Dios en él. El velo que se rasgó era lo que impedía que el Lugar Santísimo estuviera a la vista. Al morir Cristo, desapareció la barrera entre Dios y el hombre. Ahora cada persona puede llegar a Dios directamente mediante Cristo (Heb 9:1-14; Heb 10:19-22).23.50-52 José de Arimatea fue un miembro honorable y rico del concilio judío. También era un discípulo secreto de Jesús (Joh 19:38). Los discípulos que siguieron públicamente a Jesús huyeron, pero José de manera audaz tomó una decisión que pudo haberle costado caro. Estimaba mucho a Jesús, por eso pidió su cuerpo para darle sepultura.23.53 Esta tumba era como una cueva hecha por mano de hombres, cavada en la ladera de una de las muchas colinas de piedra caliza que se hallaban alrededor de Jerusalén. Era lo bastante espaciosa como para caminar en su interior. Después del sepelio, se puso una piedra de gran tamaño para tapar la entrada (Joh 20:1).23.55 Las mujeres galileas siguieron a José a la tumba, de manera que sabían con exactitud dónde encontrar el cuerpo de Jesús cuando volvieran con sus especias y ungüentos una vez pasado el día de reposo. Estas mujeres no pudieron hacer «grandes» obras por Jesús, no se les permitía presentarse ante el concilio judío ni ante el gobernador romano y testificar en su favor; pero hicieron lo que pudieron. Permanecieron junto a la cruz cuando la mayoría de los discípulos huyeron y estuvieron listas para ungir el cuerpo de su Señor. Debido a su devoción, fueron las primeras en enterarse de la resurrección. Como cristianos quizás sintamos que no podemos hacer mucho por Jesús. Pero tenemos el llamamiento a valernos de las oportunidades que se nos conceden, haciendo lo que podemos y no lamentándonos por lo que no podemos hacer.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1392 Mat 27:2; Mar 15:1; Jua 18:28

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Pilato. Véase coment. en Mt 27:2.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) Véanse las notas 2 super (1) de Mt 27 y 1 super (2) de Mr 15.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

187 (C) Para terminar, Jesús inocente en compañía de pecadores (23,1 -56a). A través de esta sección, Lucas subraya la amorosa fidelidad a Dios de Jesús, el justo que sufre inocentemente, y que, en su último suspiro, extiende a todos los pecadores la misericordia de Dios.
(a) JESÚS, EL JUSTO MALTRATADO, ES ENTREGADO A LA CRUCIFIXIÓN (23,1-25). La inocencia de Jesús es un estribillo que late a lo largo de esta sección (vv. 4.14.15.22): él, que es justo, es maltratado. Cf. Mc 15,1-15. 1. Jesús, que no está esposado, viaja hacia su Padre obediente y libremente conforme se cumplen sus predicciones de 9,22.44 y 18,32. Pilato, el prefecto romano (→42 supra), tiene la autoridad para dictar la sentencia de muerte por crucifixión contra un culpable. 2. comenzaron a acusarlo: Las acusaciones contra Jesús no tienen fundamento alguno. Jesús no se opuso al pago del impuesto imperial (cf. 20,20-25). Su reino (cf. 19,38; 22,24-35; 23,35.37.39) no es político. De hecho, consiste en servir (22,24-27). Con ironía, Lucas indica que son los mismos judíos quienes no sólo aprueban la insurrección (23,18-19,25), sino que incluso incitan a la sublevación (cf. Hch 13,50; 14,19; 17,5-8,13; 18,12-17; 21,27). Cf. G. Schneider, «The political charges against Jesús (Luke 23,2)», Jesús and the Politics of His Day (→ 183 supra) 403-14. 4. no encuentro culpa alguna en este hombre: Pilato absuelve a Jesús. 6-12. Este fragmento, que es propio de Lucas, ha sido preparado mediante 3,1.19-20; 9,7-9; 13,31-32. 8. Tres veces menciona Lucas el vb. «ver», estableciendo así un contraste entre el tipo de visión que Herodes aplica a Jesús y el tipo de visión exigido por la fe (cf. 23,35.47-49; 24,12.16.24.31.32.39.45; Hch 26,17-18). 9. Como ocurrirá en el próximo encuentro con Pilato (22,13-25), Jesús permanece en silencio. Es el silencio del siervo justo que sufre inocentemente de Is 53,7; el silencio que surge de la profunda confianza en un Dios fiel. 11. traje blanco magnífico: Puesto que Herodes es tetrarca, no puede tratarse de un traje regio. Puede haber dos niveles de significado. Jesús, que es inocente, es vestido con el color blanco, símbolo de pureza. Jesús es vestido con la ropa utilizada por los candidatos al cargo: ¿A quién elegirá la nación judía? ¿A él o a Barrabás? 12. se hicieron amigos: Incluso cuando parece desprovisto de todo poder, Jesús lleva a cabo una obra salvífica, la reconciliación entre enemigos. Cf. M. L. Soards, Bib 66 (1985) 344-63.

188 13-25. Pilato declara primero inocente a Jesús, en un proceso legalmente correcto, pero posteriormente, cuando todo Israel le pide la muerte de Jesús, actúa cobardemente. 13. Todo Israel, gobernantes y pueblo (laos), está presente. 14-16. Se pone de manifiesto el proceso exhaustivo y completo ordenado por Pilato: detención (v. 14a); acusaciones (v. 14b); investigación o cognitio (v. 14c); veredicto de inocencia (v. 14d); confirmación del veredicto por Herodes (v. 15a); absolución de Jesús (v. 15b); advertencia judicial (v. 16). «Lucas ha puesto especial cuidado en presentar la audiencia de Jesús ante Pilato como un auténtico juicio, legalmente correcto en todos sus aspectos y fácilmente reconocible como tal» (Neyrey, Passion [→ 52 supra] 81). 17. Por razones de crítica interna y externa debe omitirse este versículo. 18. fuera ése: En dos ocasiones más (vv. 21.23) la totalidad de Israel pedirá la muerte de Jesús. Lucas indicará cinco veces que todo Israel optó por la condena de Jesús: vv. 18.23.24.25a.25b. Barrabás: «¡Piden que se sustituya a un criminal por otro criminal! La ironía de la escena es evidente. Más aún, gritan por la liberación de uno que se llama Barrabás, “hijo del padre», y rechazan a aquel que realmente es el Hijo del Padre (recordemos 2,49; 10,21-22; 11,2; 22,29.42)» (FGL 1489). 19. había sido encarcelado por insurrección y asesinato: Aquí y en el v. 25 subraya Lucas la vileza de Barrabás. Jesús morirá para que este tipo de gente sea liberada de la prisión (cf. 4,18-19). 22. Pilato proclama la inocencia de Jesús por última vez. Aunque Pilato menciona el azote o la fustigado, Lucas nunca dice que Jesús fuese azotado o flagelado. Él va hacia su cruz con total dominio de la situación. 23. insistían a grandes voces: Como clarificará 23,35.48, el pueblo de Dios (laos) se arrepentirá de su acción contra Jesús, mientras que los dirigentes religiosos permanecerán firmes en su decisión. 25. se lo entregó a su voluntad: Esto no es una sentencia judicial. El Pilato lucano ya la había emitido: Jesús es inocente. Lucas reduce la responsabilidad de los romanos en la condena y crucifixión de Jesús. En lo que sigue verán los lectores que Dios no permite que la perversión de la noble institución de la ley y la justicia romana impida su voluntad de crear una vida nueva mediante la resurrección y la reconstitución de Israel. Cf. Walaskay, «And so we carne to Rome» (→ 46 supra) 38-49.

189 (b) JESÚS, PROFETA RECHAZADO, LLAMA AL ARREPENTIMIENTO (23,26-31). Cuando Jesús estaba a punto de entrar en Jerusalén (19,41-44) llamó al arrepentimiento a sus habitantes. Ahora que está dejando Jerusalén para ser crucificado, llama de nuevo al arrepentimiento. 26. Cf. Mc 15,20b-21. cuando lo llevaban fuera: Lucas emplea el ambiguo «ellos», cuyo antecedente gramatical es «sumos sacerdotes, dirigentes y pueblo», en 23,13. El evangelista suaviza la responsabilidad romana, echaron tnano: El objetivo de Lucas es parenético. En Lc-Hch, el término gr. epilambanesthai tiene el sentido de «obligar» (Hch 16,19; 18,17; 21,30.33); también tiene el sentido positivo de «echar una mano» a alguien para curarlo o para recomendarlo (9,47; 14,4; Hch 9,27; 17,19; 23,19). Nadie está obligado a convertirse en discípulo; la llamada es gratuita. Como en el caso de Simón, ésta puede producirse de forma inesperada, detrás de Jesús: Terminología propia del discipulado (cf. 9,23; 14,27). 27-31. Jesús emite una severa advertencia para que los habitantes de Jerusalén se arrepintieran de su rechazo a él, el justo e inocente, el profeta de Dios. De no hacerlo, el castigo de Dios caería sobre ellos. Sin embargo, como muestra el modelo del profeta rechazado, el castigo no es la última palabra de Dios para su pueblo. En 23,34a, como en las predicaciones de Hechos, mostrará Lucas que Dios extiende de nuevo el ofrecimiento del perdón a quienes habían rechazado a Jesús. Cf. comentario a 4,24. 29. Lucas expresa la tragedia con un lenguaje que aterra a quienes consideran el embarazo como una bendición especial. Cf. 1,25. 30. caed sobre nosotros: cf. Os 10,8. 31. No está claro el significado de este proverbio. ¿Se refiere el pronombre «ellos» en la frase «ellos hacen esto» a los romanos, a los judíos, a Dios o al poder del mal? ¿Dónde reside el contraste entre «verde» y «seco»? ¿Entre a medio crecer o totalmente crecido, difícil de quemar o fácil de quemar, vivo o muerto? Una paráfrasis del v. 31 que diera razón de los vv. 28-30 podría ser la siguiente: Si han hecho esto con Jesús, es decir, con aquel que da la vida, ¿qué ocurrirá con la muerta e impenitente Jerusalén?

190 (c) JESÚS, ENTRE PECADORES, ORA POR EL PERDÓN (23,32-34). Lo que el profeta Jesús había anunciado en 22,37 se realiza ahora: se encuentra entre malhechores. Cf. Mc 15,22-24. 34a. Padre, perdónalos’. Muchos manuscritos de diferente procedencia omiten la oración por el perdón, que es exclusiva de Lucas. La crítica interna, sin embargo, apoya su autenticidad. El lenguaje y el pensamiento son típicamente lucanos: Padre (cf. 10,21; 11,2; 22,42; 23,46); perdón de los pecados por su ignorancia (Hch 3,17; 13,27; 17,30). Lucas modela la oración de Esteban siguiendo la de Jesús (Hch 7,60). El evangelista presenta dichos de Jesús en cada sección principal del relato de la crucifixión (23,28-31.43.46). La inclusión de un dicho en este lugar está en conformidad con el modo lucano de composición. Esta oración de Jesús es parte esencial de la teología lucana del profeta rechazado y de un Jesús que enseña y pone en obra el amor a los enemigos (6,27-28; 17,4). Podría haber sido eliminada por copistas posteriores porque entraba en conflicto con su interpretación de 22,28-31, o bien porque pensaron que la destrucción de Jerusalén manifestaba la ineficacia de la oración o porque tenían un sentimiento antijudío. Cf. Marshall, Gospel 867-68; Talbert, Reading Luke 219-20. Jesús, que había venido para llamar al arrepentimiento a los pecadores, continúa su ministerio hasta el final, tal como pone de manifiesto la oración a su Padre. 34b. se repartieron sus vestiduras: Se cumple en Jesús lo dicho en el Sal 22,18, uno de los salmos del justo que sufre inocentemente. Sobre el ultraje que implicaba ser dejado al desnudo, → 170 supra. No parece plausible que los romanos permitiesen un taparrabos a un crucificado judío para no ofender la sensibilidad judía.

191 (d) REACCIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS ANTE JESÚS (23,35-49). En los vv. 35-39 se encuentran respuestas hostiles, que, irónicamente, llevan razón, a la revelación de Dios en Jesús crucificado. En los vv. 40-43.47-49 (cf. también 23,50-53), la revelación de Dios es, auténticamente, comprendida y acogida con respuestas positivas de fe y arrepentimiento. Cf. Mc 15,25-39. 35-39. Hay una progresión descendente en aquellos que humillan a Jesús: autoridades religiosas, soldados, un malhechor. 35. el pueblo… las autoridades religiosas: Lucas establece un contraste entre el pueblo (laos), que contempla los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, y las autoridades religiosas, que se burlan de Jesús. Movidos por lo que ven, la gente se arrepentirá de su rechazo de Jesús (cf. 23,13-25). Como ya hizo antes en 23,34b, Lucas se inspira ahora en el Sal 22 para describir lo que le acontece (cf. Sal 22,7-8; Sab 2,18). salvado: Se convierte en la cantinela de la mofa (cf. vv. 37.39). Estas burlas evocan las tentaciones de 4,1-13, pues ahora Jesús experimenta la tentación de salvar su vida, no entregándola sino agarrándose férreamente a ella (cf. 9,24). Lo que salvará a Jesús será su fe en un Dios y Padre misericordioso que lo levantará de la muerte (cf. las predicciones de la pasión y resurrección en 9,22 y 18,33; cf., también, 20,27-40; 22,69). Mesías de Dios: El contenido de esta burla es, irónicamente, cierto (cf. confesión de Pedro en 9,20). el elegido: El contenido de esta burla es también, irónicamente, cierto (cf. 9,35). 36. vinagre: Las acciones de los soldados están en sintonía con otro de los salmos del justo que sufre inocentemente, Sal 69,21. 37. rey de los judíos: Irónicamente, también es cierto esto (cf. 19,38). 39. Mesías: Lucas concluye con la confesión cristiana de fe, que, irónicamente, ha puesto en labios de uno de los que se mofan de Jesús. Los que contemplan esta escena con los ojos de la fe saben que Jesús crucificado es todo aquello que se le está negando.

192 40-43. El malhechor «bueno» inicia las reacciones positivas a Jesús. La teología y soteriología lucanas de la cruz encuentran una poderosa expresión dramática en este «evangelio» dentro del Evangelio. 41. éste no ha hecho nada malo: De nuevo aparece el tema de la inocencia de Jesús. 42. Jesús: A través de los títulos, Lucas prosigue con su confesión del significado de Jesús crucificado: sólo hay salvación en el nombre de Jesús (cf. Hch 4,12). dentro de tu reino: La lectura «dentro de» en lugar de «en» no solamente se apoya en manuscritos fiables, sino que también está de acuerdo con la teología lucana (cf. 22,30), para la que el gobierno regio de Jesús ha comenzado con su muerte y resurrección; cf., también, 24,26. El malhechor tiene una fe profunda en que el Jesús agonizante es realmente rev y que, como tal, puede administrar el perdón y la misericordia. 43. Jesús, que experimentará la victoria de Dios sobre la muerte, declara libre de pecado al malhechor arrepentido. «Es una absolución emitida por aquel que ha sido «establecido por Dios para ser juez de vivos y muertos” (Hch 10,42)» (FGL 1508). hoy: La muerte salvífica de Jesús tiene sentido para el presente, conmigo: Este aspecto de la salvación está también presente en la comensalidad de Jesús con pecadores y en el restablecimiento de los impuros en la comunión con los demás. Cf. R. J. Karris, CurTM 12 (1985) 346-52. paraíso: Esta rica imagen comprende el regreso a la creación original, la comida del fruto del árbol de la vida y la compañía de los justos. Las puertas del paraíso se han abierto de nuevo por la obediencia y la fe del nuevo Adán. Cf. Neyrey, Passion (→ 52 supra) 156-92. 44-45. La creación de Dios y el templo judío responden al sentido de la muerte de Jesús. 44. oscuridad: En Jl 2,31 y Am 8,9, el Día del Señor, un día de juicio, sobreviene en la oscuridad. En Am 8,9, la oscuridad acontece al mediodía. El juicio de Dios contra el mal acontece en la muerte de Jesús. 45. velo del templo se rasgó por medio: Puesto que Lucas tiene una visión positiva del templo, este versículo no puede significar la destrucción de este lugar sagrado (→ 165 supra). Al morir Jesús, el velo exterior del templo, que separaba a todos, menos a los sacerdotes, de Dios, se rasga por la mitad. En Jesús, todos tienen acceso a Dios. Para una opinión diferente, cf. D. D. Sylva, JBL 105 (1986) 239-50.

193 46. Padre, en tus manos pongo mi espíritu: La oración de Jesús se basa en otro salmo del justo que sufre inocentemente (Sal 31,5). Con una profunda fe en su Padre misericordioso, que da la vida a los muertos, concluye Jesús su vida de obediencia a la voluntad de Dios. Ha bebido la copa que Dios le había preparado (cf. 22,42). 47-49. Lucas prosigue su relato de las reacciones positivas a Jesús al regresar a su tema de la visión (cf. 22,8.35). 47. centurión: →46 supra, sobre la opinión positiva que Lucas tiene de los soldados. La reacción positiva de este gentil debería unirse a la de los judíos (vv. 40-43.48.49) como signo del significado universal de la muerte de Jesús, al ver lo sucedido: Mediante el gratuito don de la fe, este gentil contempla el profundo significado del perdón de los enemigos por Jesús, su fidelidad a Dios durante la tentación y su misericordia hacia el malhechor arrepentido. alababa a Dios: En Lc-Hch, esta frase expresa la acogida a la revelación del poder y la misericordia de Dios manifestados en un hecho portentoso (cf. 2,20; 5,26.27; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; Hch 4,21; 21,20). El hecho portentoso que ve el centurión no es la curación de un leproso (17,15), sino que el poder y la misericordia de Dios, para beneficio de los seres humanos, acontecen en la muerte de un ser desprovisto de todo poder, Jesús de Nazaret. este hombre era justo: Mediante su insistencia en la inocencia de Jesús (23,4.14-15.22.41) y el empleo de los salmos del justo que sufre inocentemente, Lucas ha preparado a sus lectores para esta confesión de fe. A través de su comportamiento justo, Jesús ha mostrado que es Hijo de Dios. Siendo fiel a Jesús, Dios ha mostrado que Jesús es su Hijo y que cuida de la creación injustamente tratada y tipificada en Jesús. La lógica del tema del justo de Dios (cf. también Hch 3,14-15; 7,52; 22,14) se manifiesta elocuentemente en Sab 2,18: «Porque si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá, y lo librará de las manos de sus adversarios». Cf. R. J. Karris, JBL 105 (1986) 65-74. 48. gente: →45 supra, sobre el carácter intercambiable entre los términos «gente» y «pueblo». Así, el v. 48 alude a 23,35. Con tres palabras se refiere Lucas a la «visión» para subrayar que aquellos que prefirieron a Barrabás en lugar de Jesús, contemplan ahora el profundo sentido de la muerte de Jesús como muerte que ha acontecido por ellos (cf. 22,19-20). Se arrepienten golpeándose el, pecho (cf. 18,13). 49. los que conocían a Jesús: Este grupo incluye a sus discípulos, que, según Lucas, no lo abandonaron. Estos, junto con las mujeres, contemplan el sentido de cuanto ha acontecido. Como el cap. 24 clarificará, su visión será altamente intensificada, mujeres que ha­bían seguido a Jesús desde Galilea: No se refiere solamente al seguimiento geográfico, sino al seguimiento en cuanto discípulas. Esta analepsis o «flashback», que remite a 8,2-3, exige que el lector vuelva a leer e incluya a las mujeres discípulas en aquellos pasajes donde no aparecen. Cf., más adelante, e) comentario sobre 24,6-8.

194 (e) A JESÚS SE LE DA UN ENTIERRO PROPIO DE UN REY (23,50-56a). José de Arimatea y las fieles mujeres ofrecen respuestas positivas adicionales a la revelación de Dios en Jesús crucificado. 50. sanedrín: A pesar de 22,70 y 23,1, la decisión de los dirigentes religiosos contra Jesús no fue unánime. 51. el reino de Dios: Este tema se ha desarrollado a lo largo del evangelio (p.ej., 4,43 y 23,42). Incluso en su muerte, Jesús es el que trae el reino de Dios. 53. lienzo: En tiempos de Lucas, el lienzo era el símbolo de la inmortalidad, pues procedía del lino, que, a su vez, procedía de la madre tierra. Cf. J. Quasten, AJP 63 (1942) 206-15. José envuelve a Jesús en lino, con la esperanza de la resurrección. En 24,12, Pedro encontrará sólo los lienzos. El símbolo de la vida resucitada apunta a la realidad del Señor Jesús resucitado, quien revela lo que Dios ha preparado para toda la creación, en el que nadie había sido puesto todavía: El inocentemente crucificado y justo Jesús no es arrojado a una fosa común, sino que se le da una sepultura propia de quien es Mesías de Dios, Elegido y rey de los judíos. 55. Cf. comentarios a 23,49 y 24,1-12.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Advirtamos, en primer lugar, cuan falsas fueron las acusaciones que se hicieron contra nuestro Señor. Se nos dice que los judíos lo acusaron de «pervertir la nación, de vedar dar tributo á César, y de alborotar al pueblo.» Es bien sabido que en esta acusación no había nada de cierto. El objeto con que la hicieron los judíos fue preocupar el ánimo del emperador romano contra nuestro Señor.
La calumnia y los falsos testigos son armas favoritas del demonio. El fue mentiroso desde el principio, y es todavía padre de mentiras. Joh 8:44. Cuando ve que no puede suspender las obras de Dios, se vale del artificio de denigrar el carácter de sus siervos, y de hacer nulo su testimonio. Con esa arma atacó á David: «Se levantaron,» dice él, «testigos falsos: lo que no sabía me demandaron.» Con esa arma atacó á los profetas. Según un decir, Elías era «alborotador de Israel; y Jeremías no buscaba la paz del pueblo sino el mal.» Psa 25:2; 1Ki 18:17; Jer 38:4. Con esa arma atacó á los apóstoles, diciendo que eran «pestilenciales,» y que «trastornaban» el mundo. Actos 24:5; 27: 6. Y con esa arma atacó á Jesús durante su vida pública.
El siervo de Cristo no debe sorprenderse si tuviere que apurar el mismo cáliz que apuró su Maestro. Cuando ese Ser inocente, santo, sin mancha, fue atrozmente calumniado, ¿quién podrá escaparse? «Si al mismo padre de familias llamaron Belcebú, ¿cuánto más á los de su casa?» La inocencia perfecta no pone á nadie al abrigo de la mentira, la calumnia y los falsos testimonios. Preciso es sobrellevar esa prueba con paciencia–es parte de la cruz de Cristo.
Observemos, también, de qué naturaleza tan extraña y tan complexa son las razones qué á menudo influyen en el ánimo de los hombres grandes que no han sido convertidos. Cuando nuestro Señor fue enviado por Pilato ante Herodes, rey de Galilea, este «se holgó mucho; porque había mucho que le deseaba ver; porque había oído de él muchas cosas; y tenia esperanza de que le vería hacer un milagro..
Estas palabras son notables. Herodes era un hombre sensual y mundano: había hecho asesinar á Juan el Bautista y vivía en horrible concubinato con la esposa de su hermano. Es de suponerse, pues, que no deseara ver á Jesús. Mas su conciencia estaba intranquila. Los miles de los santos de Dios á quienes había dado muerte se levantaron, sin duda, ante su vista y turbaron su sosiego. Por otra parte, la fama de los milagros de nuestro Señor había penetrado hasta el recinto mismo de su corte. A sus oídos había llegado la noticia de que había aparecido otro adversario del pecado que era aun más fiel y más osado que Juan Bautista, y que ratificaba sus enseñanzas con prodigios que ni los reyes mismos podían obrar. Semejantes rumores naturalmente lo inquietaban y desasogaban. ¡Qué mucho, pues, que se le hubiera avivado la curiosidad y que deseara ver á Cristo! Hay razones para temer que en todos los siglos de la iglesia ha habido hombres ricos de carácter semejante al de Herodes: hombres sin fe y sin Dios, llenos de egoísmo. Sin embargo, aun semejantes hombres sienten de cuando en cuando alarmada la conciencia, y se sobrecogen de temor. Las palabras de los atletas de la religión, que Dios suscita, llegan á sus oídos ; al punto se despiertan del letargo en que se encontraban ; la conciencia los acusa y la zozobra se apodera de ellos ; a pesar suyo se sienten atraídos por el predicador y alaban sus talentos y aun profesan admirar sus aptitudes. Empero, jamás pasan de ahí: como aconteció con Herodes, la voz de la conciencia les aviva la curiosidad; mas también como sucedió á ese rey, sienten el corazón ligado al mundo con cadenas de hierro. Enojados de un lado á otro por el vendaval de las pasiones, nunca tienen sosiego, y después de sus luchas intermitentes de conciencia, mueren en el pecado.
Que la historia de Herodes nos mueva á compadecer á los hombres de distinción y á orar por ellos. Con todo su boato y su esplendor exterior, son á menudo muy infelices. La seda, el terciopelo y la púrpura cubren á menudo corazones en que la paz jamás sienta sus reales.
Notemos, en seguida, cuan fácil es para los hombres no convertidos ponerse de acuerdo en aborrecer á Cristo.
Cuéntasenos que cuando Herodes hizo conducir otra vez á Cristo ante Pilato, «fueron hechos amigos Pilato y Herodes en el mismo día; porque antes eran enemigos entre sí.» No sabemos cual fuera la causa de esa enemistad; mas cualquiera que fuere, quedó olvidada tan pronto como los dos adversarios tuvieron ante sí una víctima á quien ambos odiaban, despreciaban ó temían.
Este episodio presenta un ejemplo de lo que constantemente está teniendo lugar en el mundo. Hombres de las opiniones más divergentes están á menudo unánimes en atacar la verdad. Maestros de las opiniones más opuestas se ponen de acuerdo frecuentemente y forman causa común contra el Evangelio. En la época de que tratamos no era raro ver fariseos y saduceos conspirando juntos para prender á Jesús Nazareno y darle muerte. Y en la época presente suele suceder que romanistas y socinianos, infieles é idólatras, amantes de la molicie y ascetas fanáticos, mentidos progresistas y obstinados recalcitrantes, forman una falange homogénea contra la religión evangélica. Un odio común los liga: el odio de la cruz de Cristo.
El verdadero cristiano no debe extrañar que el mundo le tenga ojeriza. Si alguna vez llega á imaginarse que por medio de una concesión puede granjearse la buena voluntad del hombre, tendrá que pasar por un triste desengaño. Más no por esto ha de conturbarse, sino, antes bien, ha de confiar en la aprobación del cielo. Que tenga presente aquellas palabras de su Maestro: «Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo; mas porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por ese os aborrece el mundo.» Joh 15:19.

Fuente: Los Evangelios Explicados

llevaron… M↓ añaden a Jesús.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas

M i añaden Jesu250?s.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Acusado delante de Pilato, le remite este a Herodes, que le desprecia y escarnece. Pilato procura libertarle, pero inútilmente. El pueblo prefiere a Barrabás, que era un homicida y sedicioso; y Pilato, vencido de los clamores e importunidad de los judíos, le condena a muerte, y es conducido al suplicio. Dice a unas mujeres, que le lloraban, que no lo hiciesen por él, sino por las calamidades que habían de sobrevenir. Es crucificado en medio de dos ladrones, y ruega a su Padre por los mismos que le crucificaban. Le escarnecen todos, y le dan a beber vinagre. La confesión de uno de los dos ladrones. Muere en la cruz, y toda la naturaleza da testimonio de su divinidad. Lo mismo hace el Centurión; y José de Arimatea le da honrosa sepultura.

2 a. Acab en otro tiempo acusó a Elías de alborotar al pueblo, porque le predicaba y exhortaba a que dejase la idolatría. Los escribas y fariseos acusan ahora al Señor de que pervertía al pueblo, porque les enseñaba una doctrina que condenaba la corrupción de sus costumbres. Así en todos tiempos ha sabido la malicia dar color y bulto a los delitos, convirtiendo en veneno los antídotos más saludables.

b. Véase Mt 12,13 y se conocerá la malignidad de esta acusación.

3 c. Si su orgullo les hubiera dejado considerar las obras maravillosas del Señor, y la perfecta correspondencia de todas las acciones de su vida con todo lo que tenían dicho y escrito de él los profetas, hubieran concluido sin duda que era el verdadero Mesías; y que su reino, siendo todo espiritual, no podía mover los celos o sospechas del César, ni de ningún otro potentado de este mundo (Mt 21,22; Mc 12,17; Jn 18,36-37). Por esto Pilato no hizo caso de esta acusación.

4 d. MS. No fallo en est ombre achaque ninguna.

5 e. MS. Mas ellos arreziávanse mas, y dezien.

f. Nombrando Galilea, querían traer a la memoria a Pilato la otra sedición movida en esta provincia, de la que ya hemos hablado en el cap. 13,1. Mas Pilato, conociendo que la envidia tenía más parte en esta acusación que el interés del Estado, no hizo aprecio tampoco de ella.

7 g. Pilato, no queriendo entender en un negocio en que reconocía más pasión que justicia, le remitió a Herodes Antipas, el mismo que hizo degollar al Bautista, y que a la sazón se hallaba en Jerusalén con ocasión de celebrarse la pascua.

9 h. Porque no lo merecía, y porque, como dice San Agustín, es tentar a Dios pedirle señales y prodigios, no por alguna utilidad, sino por sola curiosidad, como lo hacía entonces Herodes.

10 i. MS. Estaban rezios en acusandol.

11 j. El Griego: esthéta lamprán, una vestidura brillante, magnífica, y propia de un rey, queriendo que hiciese el papel de un rey de teatro.

14 k. Pilato, después de haber oído a los acusadores, siguiendo el orden judicial, preguntó al acusado en presencia de los mismos; y aunque nada se nos dice ni de las cuestiones del gobernador, ni de las respuestas del Señor; esto no obstante, se ve claramente que quedó convencido de su inocencia (Véase Jn 18,38; 19,4).

15 l. O no se ha probado ni actuado contra él cosa que merezca la muerte.

16 m. Esta fue una iniquidad de Pilato; porque si le reconocía inocente, ¿cómo podía castigarle sólo por satisfacer el furor de los judíos? La pena de azotes era la ordinaria, con que los romanos castigaban a los delincuentes, cuando los delitos no eran capitales.

17 n. De Pascua. Y lo propuso al pueblo, valiéndose de este motivo para librar a Jesús.

19 o. MS. Malfetria.

22 p. Mt 27,23; Mc 15,14. MS. E enuiarle su uia.

23 q. El texto Griego: hai fonái autón, las voces de ellos; kái tón arjieréon, y de los príncipes de los sacerdotes. En este lugar invalescebant puede también equivaler a praevaluerunt, se salieron con su manía; pudieron más que la resistencia de Pilato; lograron su intento.

26 r. Para crucificarlo.

s. El Griego: ap’ agróu, del campo (Mt 27,32). Este hombre, ocupado en la labor del campo, siendo judío, dejó probablemente su trabajo algún tiempo antes que comenzase el sábado, para ir a celebrar la pascua en Jerusalén.

27 t. MS. Que lo llanien e llorauan.

28 u. Estas palabras se extienden a todas las mujeres que se hallaban en Jerusalén.

v. Ya hemos notado muchas veces que las desgracias y dispersión de la nación de los judíos fueron las que sacaron las lágrimas al Salvador.

29 w. Este tiempo es la ruina de Jerusalén, de la que ya hemos hablado en varios lugares.

31 x. Si la justicia de Dios permitió que los hombres tratasen así a su propio Hijo, porque puso sobre sí los pecados que no eran suyos, ¿qué deben esperar esos mismos hombres, que siendo árboles secos, estériles e inútiles para el Reino de los cielos, están destinados para el fuego eterno del infierno?

33 y. Véase la nota a Mt 27,33.

34 z. No saben lo que hacen, porque no le reconocían por Hijo de Dios. Si le hubieran reconocido por tal, dice San Pablo, no hubieran crucificado al Señor y Rey de la gloria (1Cor 2,8). Pero su orgullo los hizo culpables, poniéndoles un velo, para que no viesen la luz que los alumbraba. Parece que el Señor dijo estas palabras en el mismo acto de crucificarle.

35 a. Los príncipes de los sacerdotes.

36 b. Esta era bebida que usaban los soldados romanos. Para conciliar los Evangelistas, nótese que los judíos, según su costumbre, le dieron vino mezclado con mirra, antes de ser crucificado; y los soldados vinagre puro, después de estar en la cruz. Como era esta su bebida, pudieron dársela luego que le oyeron proferir que padecía sed.

38 c. romaikóis, romanas.

d. MS. Ladinas, e Ebraygas.

39 e. San Mateo y San Marcos dicen que los ladrones, que estaban crucificados con Jesucristo, le escarnecían, etc. Y así pudo suceder, como observa San Ambrosio, que al principio lo hiciesen así, como todos los otros; pero el uno de ellos, penetrado después de un poderoso y eficaz auxilio de la gracia, se convirtió, reconoció al Señor, dio testimonio de su inocencia, le pidió perdón, y mereció oír una sentencia tan favorable.

40 f. Es lo mismo que si le dijera: ¿Cómo puedes tú imitar la inhumanidad de este pueblo, insultando sin ningún temor de Dios a este justo e inocente, tú, que sufres actualmente el mismo suplicio que él? Mas con esta grande diferencia, que nosotros padecemos lo que es debido a nuestros delitos; mas este, a quien insultas de este modo, es inocente, no es reo de culpa alguna.

43 g. Jesús estuvo en la cruz, como Josef en otro tiempo entre dos malhechores. Allí el uno es puesto en libertad, y el otro en un patíbulo; aquí el uno se salva, y el otro perece. Grande fue la fe de este venturoso ladrón, y grande la eficacia de la gracia con que el Señor le movió a que le reconociese y confesase por su Dios y Señor. Desde el momento mismo en que expiró el Hijo de Dios, todos los justos y santos de los siglos pasados estuvieron en su compañía, y gozando de su presencia se hallaron en el paraíso; esto es, en el limbo de los Padres, en medio de unas delicias, que el espíritu del hombre no puede comprender, mientras permanece cercado de esta mortalidad. Porque en el cielo no entraron ni pudieron entrar hasta que el día de la Ascensión fue elevada su sagrada humanidad, y les abrió las puertas. Jesucristo se sirve de las expresiones de los judíos, que llamaban paraíso la mansión de las almas bienaventuradas, porque el paraíso terrestre lo había sido de nuestros primeros padres, mientras perseveraron en la inocencia. A este modo dieron también el nombre de Gehenna al lugar en donde los malos eran atormentados.

44 h. MS. Era ya foscas, hora de sexta.

48 i. Viendo el eclipse del sol contra las leyes naturales, el temblor de la tierra, y todos los demás prodigios con que la naturaleza mostraba su sentimiento, y publicaba la inocencia del Señor, se volvían hiriéndose los pechos en señal de la pena que sentían de haber tenido parte en una injusticia tan grande. Y estos eran los de la plebe, que habían pedido la muerte del Salvador, instigados de los príncipes de los sacerdotes, y de los ancianos (Mt 27,20).

50 j. Véase la nota a Mc 15,4.

53 k. De la cruz.

l. MS. O nunqua ioguiera otro ninguno.

54 m. Viernes.

n. E el sábado alborecie. Este comenzaba a contarse desde puesto el sol del viernes. Algunos quieren que San Lucas, para denotar con más determinación que aquel día de parasceves era viernes, añadió el sabbatum illucescebat, y ya rayaba el sábado. Y así empezar a lucir, no es amanecer, sino lucir, o más bien ir cesando los crepúsculos de la tarde, en que acababa el viernes y empezaba el sábado. Bien sabida es la costumbre de los judíos de encender luces en sus casas, cuando iba a entrar el sábado en honor de este día. Así que puede muy bien hacer alusión a esta costumbre. Otros, que toman el illucescebat por el amanecer del sábado, suponen que aquella piadosa compañía ocupó la tarde, y mucha parte de aquella noche en el descendimiento y entierro del cuerpo del Señor, en la preparación de aromas; porque el ejercicio de estas santas obras nada se oponía a la observancia del sábado.

55 o. O también: Yendo en pos de José.

56 p. Porque en este día prohibía la ley toda ocupación y trabajo (Éx 20,10). Pudieron preparar todo esto el mismo viernes, y antes de entrar el sábado, luego que vieron las disposiciones para quitar al Señor de la cruz, y para darle sepultura.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] Yahshua profetisa la pronta destrucción de Jerusalén y el Templo.

[2] El árbol verde es Judah en la tierra. El árbol seco es el exilio total en las naciones de Judah.

[3] Vea notas en Mar 15:27.

[4] El ladrón en el árbol fue la última persona en el seno de Abraham, o el Paraíso antes que fuera liberado a la ascensión de el Moshiach de acuerdo con Lucas 16.

[1] Hacia el Lugar Separado, no el Lugar Más Separado.

[2] Shabát anual de Aviv 15.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[24] ¡Cuántas veces los gritos del pueblo iluso o seducido hacen callar las razones de la prudencia y de la justicia! La buena intención de Pilatos no fue constante para evitar la crucifixión de Jesucristo.[26] Simón iba detrás de Jesús sosteniendo el extremo de la cruz.[31] Proverbio hebreo que denota que si esos tormentos padece el justo y el santo, ¿qué no deben temer los impíos y pecadores?[35] Jer 42, 1.[42] ¡Admirable fe de este hombre! Ya sabe que el reino de Jesucristo no es de este mundo.

Fuente: Notas Torres Amat