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Comentario de Lucas 24:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 24:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado.

El gran clímax de la obra de Jesús en la tierra es su resurrección y ascensión al cielo. Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Rom 1:4). 1Co 15:16, “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

24:1 El primer día de la semana, — Los cuatro escritores (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) dicen “el primer día de la semana”. El v. 13 dice que “el mismo día” los dos discípulos iban a Emaús. Entonces el v. 21 dice que “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. Por lo tanto, “el primer día”, “el mismo día”, era el “tercer día”. Además, el “tercer día” equivale a “después de tres días” (Mat 27:63, “después de tres días”; v. 64, “hasta el tercer día”). En este día Jesús resucitó. Por eso, la iglesia de Cristo se reúne el primer día para adorar a Dios. Hch 2:47, la iglesia fue establecida el primer día de la semana; Hch 20:7, los discípulos celebraban la cena del Señor el primer día de la semana; 1Co 16:2, y ofrendaba el primer día de la semana.

— muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado (23:56; tenían prisa porque “En este clima en particular, la descomposición del cuerpo era muy rápida”, GH) , y algunas otras mujeres con ellas. (No dice que vinieron “gozosas”. Todavía estaban muy tristes). 2 Y hallaron removida (corrida, FL) la piedra del sepulcro — Mat 28:2, “Y hubo un gran terremoto; porque en ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella”. Esta gran piedra (Mar 16:4) era una rueda que corrió en una ranura y cubrió la entrada del sepulcro. Se rodaba a la izquierda para abrirse, pero el ángel la quitó de su ranura y se sentó sobre ella.). No quitó la piedra para que Jesús saliera, sino para que la gente pudiera ver que la tumba estaba vacía. El cuerpo resucitado de Cristo no fue impedido ni por paredes o puertas (v. 36) ni por esta piedra.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

El primer día de la semana. Mat 28:1; Mar 16:1, Mar 16:2; Jua 20:1, Jua 20:2.

vinieron al sepulcro. Luc 24:10; Luc 8:2, Luc 8:3; Luc 23:55, Luc 23:56; Mat 27:55, Mat 27:56; Mar 15:40.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Algunas mujeres vienen al sepulcro, Luc 24:1-8.

Ellas informan a los demás, Luc 24:9-12.

Cristo mismo se aparece a dos discípulos que iban camino a Emaús, Luc 24:13-35;

luego se aparece a los apóstoles, y reprueba su incredulidad, Luc 24:36-46;

les encomienda una comisión, Luc 24:47, Luc 24:48;

les promete el Espíritu Santo, Luc 24:49;

y asciende al cielo, Luc 24:50-53.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

muy de mañana: Las mujeres llegaron temprano en la mañana para ungir el cuerpo de Jesús. Jua 20:1 señala que aún estaba oscuro, mientras Mat 28:1 habla del alba. Mar 16:2 dice que era muy temprano. Algunos manuscritos sólo mencionan que iban las mujeres de Luc 23:55.

 EN PROFUNDIDAD

La crucifixión

Los romanos utilizaron uno de los métodos de tortura más dolorosos jamás inventados para darle muerte a Jesús (Luc 23:33). La crucifixión fue usada por muchas naciones en la antigüedad, dentro de las que se cuentan Asiria, Media y Persia. La idea se puede haber originado en la práctica de colgar los cuerpos de ejecutados en estacas para la exhibición pública. Esto desalentaba la desobediencia civil y constituía una burla para los derrotados enemigos militares (Gén 40:19; 1Sa 31:8-13).

Los griegos también practicaron la crucifixión en estacas o cruces, en donde se destaca Alejandro Magno, quien colgó a dos mil personas en cruces cuando destruyó la ciudad de Tiro. Durante el período de control romano y griego en Palestina, el gobernador judío Alejandro Jannio crucificó a ochocientos fariseos que se oponían a él. Sin embargo, hasta en los días del historiador judío Josefo, tales ejecuciones se condenaban y consideraban abominables y detestables.

Desde los primeros días del Imperio Romano, se mataba en la cruz a los esclavos rebeldes y a los bandidos. Esta práctica continuó bastante tiempo después del período del NT. como uno de los castigos máximos para los crímenes políticos y militares, tales como la deserción, el espionaje, la revelación de secretos y la sedición. Sin embargo, después de la conversión de Constantino, la cruz se convirtió en un símbolo sagrado y se abolió su uso como medio de ejecución.

La crucifixión consistía en fijar a la víctima con clavos en las muñecas o con tiras de cuero a una viga transversal unida, a su vez, una estaca vertical. Algunas veces se ponían bloques o clavijas en la estaca para darle apoyo a la víctima mientras colgaba de la viga transversal. En ocasiones, también se clavaban los pies a la estaca. Mientras la victima cuelga de los brazos, la sangre no puede circular más hasta los órganos vitales. Sólo el apoyo en la clavija puede darle a la víctima un poco de alivio.

Pero llega el agotamiento y este es seguido de la muerte; aunque esto no ocurre hasta transcurrido varios días. Si la víctima ha sido golpeada cruelmente, es poco probable que dure mucho tiempo viva. Para apresurar la muerte, los ejecutores quiebran las piernas de la víctima con un garrote. No puede continuar la circulación sanguínea de su cuerpo y la muerte por asfixia llega muy pronto. Por lo general, se dejaban abandonados los cuerpos para que se descompusieran o para ser comidos por animales de rapiña.

Para los judíos, la crucifixión representa la forma de morir más repugnante: «maldito por Dios es el colgado» (Deu 21:23). No obstante, fue el propio concilio judío que buscó y obtuvo la autorización romana para crucificar a Jesús (Mar 15:13-15).

El apóstol Pablo resumió la importancia vital de la manera en que murió Cristo cuando escribió: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios» (1Co 1:23, 1Co 1:24). Pero, fuera de la agonía y fealdad de la crucifixión, Dios cumplió el mayor bien de todos: La redención de los pecadores.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 24.

Las mujeres van el sepulcro. 24:1-11 (Mat 28:1-8; Mar 16:1-8; Jua 20:1-10). Cf. comentario a Mat 28:1-8.
1 Pero el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al monumento, trayendo los aromas que habían preparado, 2 y encontraron removida del monumento la piedra, 3 y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Estando ellas perplejas sobre esto, se les presentaron dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes. 5 Mientras ellas se quedaron aterrorizadas y bajaron la cabeza hacia el suelo, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, ha resucitado. Acordaos cómo os habló estando aún en Galilea, 7 diciendo que el Hijo del hombre había de ser entregado en poder de los pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercer día. 8 Ellas se acordaron de sus palabras, 9 y, volviendo del monumento, comunicaron todo esto a los Once y a todos los demás. 10 Eran María la Magdalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas. Dijeron esto a los apóstoles, 11 pero a ellos les parecieron desatinos tales relatos y no los creyeron.

Lucas tiene una fuente probablemente independiente para los relatos de Pascua, y todo lo narra en el espacio de un día: el primer día de la nueva era.
Lc es el más extenso y explícito en el relato de la visita de las mujeres al sepulcro; dirá al final del relato quiénes eran: María Magdalena, Juana y María de Santiago, y añade que iban también “todas las demás que estaban con ellas.” Al llegar, ven con extrañeza removida, “girada,” la piedra que cierra el sepulcro. Es cita no sólo histórica, sino que hace ver una especial intervención de alguien allí, ya que el peso de la misma era “muy grande” (Mc). Llevaban “aromas” para completar el tipo especial de embalsamamiento. Esto hace ver que ignoraban la guardia puesta al sepulcro (Mt). Al entrar en el sepulcro y no encontrar el cuerpo de Cristo, quedaron perplejas. Pero es el momento en que se les aparecen dos varones” con vestiduras resplandecientes. Esto es lo que les hace a las mujeres, con un gesto muy realista, bajar la cabeza hacia el suelo (Lagrange) l. Esta duplicidad de personajes entronca a Lc con la fuente de Jn en el relato de la aparición a la Magdalena (Mat 20:12). Los ángeles les anuncian la resurrección. Pero se ve más desarrollado el discurso que en Mt-Mc. En ello no deben de ver otra cosa que el anuncio que les hizo estando aún en Galilea. Mt-Mc evocan el anuncio de que las “precederá” en Galilea; Lc, por orientarlo todo a Jerusalén, lo evoca “estando” en Galilea (Osty). Es esto una prueba de la libertad del plan redaccional de Lc, Su enfoque teológico terminativo y orientacional de su evangelio es Jerusalén. Por eso retoca el mensaje de Mc (Mat 16:7), no orientándoles a Galilea, sino recordándoles lo que el Señor les dijo “estando aún en Galilea,” por lo que no pone el mensaje de Mt-Mc. Aunque esta profecía había sido hecha a los Doce (Lc 9:Luc 22:44; Luc 18:31), las mujeres la conocían (v.8). Se refiere a las dos primeras profecías de la pasión y resurrección, aunque Lucas omite la resurrección en el segundo anuncio, que no falta en Mt-Mc. El tercer anuncio debe de hacerlo ya en Judea (Lc 31ss; Luc 19:11). v.5 “Buscar entre los muertos” = buscar en un cementerio.
Vueltas del sepulcro, lo comunican a los Once y “a todos los demás.” Con esto último prepara la escena de “dos de ellos” que iban a Emaús. Pero a ellos les parecieron fantasías de mujeres, y no les creyeron. Es notable ver la actitud de incomprensión en que aún estaban los discípulos con relación a una absoluta seguridad de su resurrección. El estudio comparativo de los cuatro relatos evangélicos se da en el Comentario a Mat 28:1-8.
En el v.3 de este capítulo, Lc dice que las mujeres no hallaron el cuerpo “del Señor (Κοριού ) Jesús.” Es un dato de gran importancia y reflejo del estilo de Lc. En cambio, Cristo es llamado así varias veces en los Hechos (Mat 1:21; Mat 4:33; Mat 8:16) y en las epístolas. En conjunto, unas 40 veces. Es la expresión con la que la Iglesia primitiva proclamaba la divinidad de Cristo (Flp 2:11). Cristo es el “Kyrios.” 1
En el v.10, Lc pone en lugar de Salomé (Mar 16:1) a Juana. Lo que es muy verosímil por su información (Luc 8:3).

Pedro visita el sepulcro,Luc 24:12 (Jua 20:3-10).
12 Pero Pedro se levantó y corrió al monumento, e inclinándose, vio sólo los lienzos, y se volvió a casa admirado de lo ocurrido.

Sólo Jn y Lc traen este relato. Lc lo esquematiza al mínimum. Omite la compañía de Juan. Pero el relato es el mismo. Aquí es sólo Pedro el que va al sepulcro, a pesar de que los discípulos creen que el relato de las mujeres es pura fantasía. Pedro entró y vio sólo los “lienzos” (οθόνια ) y se volvió a los suyos “admirado” de lo ocurrido. El contacto con el relato de Juan parece claro, pero las diferencias entre Lc y Jn son numerosas e importantes. Acaso ambos utilizasen una “fuente” común 2, retocada o completa por cada uno. Si Lc dependiese directamente de Jn – la fecha de composición de Jn parece impedirlo – , ¿no hubiese sido una dependencia más material y acusada? Y la “admiración” de Pedro es doble: una por el hecho de la desaparición del cuerpo de Cristo; pero también por el hecho de ver allí los “lienzos” en que había sido envuelto el cuerpo. No se trataba, pues, de un robo. Ya que, si esto hubiese sido, no se hubiesen dejado allí ni desprendido del cuerpo los lienzos que lo envolvían. Flota ya en ello, en el relato de Lc, la fe de Pedro en la resurrección. Pero el comentario de Jn lo hace ver claramente. Ante ello “creyeron,” y comprendieron la Escritura que anunciaba su resurrección (Jua 20:8-9).
Los contactos literarios entre Luc 24:12 y Jua 20:3-10, especialmente los v.5-6, han planteado diversas variantes críticas, como aparecen en el Ν . Τ . de Nestlé, en el aparato crítico correspondiente, hasta omitirlo algunos. Pero el estilo es de Lc (Lagrange). Acaso se quiera contraponer el impacto causado en Pedro frente a la incredulidad de los otros. Y si Jn conoce literariamente el relato de Lc, puede modificarlo como testigo ocular. Más aún, este texto lucano “podría representar muy bien el estado primitivo de la tradición” (Benoit, o.c., p.289). Jn, con la presencia en su relato del discípulo “al que amaba Jesús” (Jua 20:2-8), podría ser una amplificación histórica del cuarto evangelista.

Los discípulos de Emaús,Jua 24:13-35 (Mar 16:12-13).
13 El mismo día, dos de ellos iban a una aldea que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús, 14 y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos. 15 Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos, 16 pero sus ojos no podían reconocerle. 17 Y les dijo: ¿Qué discursos son éstos que vais haciendo entre vosotros mientras camináis? Ellos se detuvieron entristecidos, 18 y, tomando la palabra uno de ellos, por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días? 19 El les dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado. 21 Nosotros esperábamos que sería El quien rescataría a Israel; mas, con todo, van ya tres días desde que esto ha sucedido. 22 Nos asustaron ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento, 23 no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía. 24 Algunos de los nuestros fueron al monumento y hallaron las cosas como las mujeres decían, pero a El no le vieron. 25 Y El les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! 26 ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? 27 Y, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a El se refería en todas las Escrituras. 28 Se acercaron a la aldea adonde iban, y El fingió seguir adelante. 29 Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos. 30 Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y desapareció de su presencia. 32 Se dijeron unos a otros: ¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras? 33 En el mismo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a sus compañeros, 34 que les dijeron: El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón. 35 Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo le reconocieron en la fracción del pan.

El mismo día de la resurrección del Señor, en el cómputo judío el primer día de la semana, “dos de ellos,” de los discípulos que estaban reunidos con los apóstoles (v.9), tuvieron que salir de camino de Jerusalén. Probablemente fuesen “peregrinos” que, cumplidos los primeros ritos pascuales, se volvían a su pueblo. Era ésta una aldea (χώμη ) llamada Emaús, que dista “sesenta estadios” de Jerusalén.
La topografía de esta “aldea” es dudosa, pues está sometida a un problema crítico. Hay dos lecturas del mismo: unos manuscritos ponen que estaba situada a “sesenta estadios” ( =Mar 11:5 km.); otros, a “ciento sesenta estadios” (= 30 km.). Críticamente la primera lectura está mucho más sostenida por los códices. Los que defienden la primera lectura ponen la topografía en el actual El-Qubeibe, que está a esta distancia exacta; los otros lo sitúan a 32 kilómetros, en el actual Amwas 2.
En su caminar, preocupados por los acontecimientos, se les une en el camino, como un viajero más, Cristo. Pero ellos no le reconocieron. El texto dice: “pero sus ojos estaban retenidos (έχρατουντο ; tenebantur = Vg.) para no reconocerle.” Algunos autores (Maréchal, etc.) piensan que se trata de una acción sobrenatural que les impedía reconocer a Cristo. La frase no debe de exigir una acción de este tipo. Era sencillamente que la apariencia de Cristo resucitado, cuerpo glorioso, se les mostró en una forma no ya la ordinaria. Como fue en el caso de Magdalena, que piensa sea un hortelano (Jua 20:14ss) y donde se dice que “no le conoció,” pero sin alegar una acción sobrenatural que se lo impidiese; o cuando Cristo resucitado se les aparece junto al Ti-beríades, y de momento no le reconocieron los discípulos (Jua 21:4-7).
La conversación se inicia con la preocupación que les embaraza, por lo que pasó en Jerusalén. El impacto tuvo que ser muy grande en la ciudad, pues Cristo era muy conocido, los peregrinos de todo Israel estaban allí con motivo de la fiesta pascual y la crucifixión era siempre un acto espectacular. El nombre de uno de ellos, Cleofás, acusa la información histórica de Lc o su fuente.
Estos peregrinos hablan de Jesús Nazareno, nombre con que era conocido (Mat 21:11), pero como de un “profeta.” Sin embargo, con este nombre piensan en el Mesías, pues “esperaban que rescataría a Israel.” Estaban en la promesa mosaico-mesiánica. Y le reconocen “poderoso en obras y palabras,” estilo de Lc (Hec 7:22), con el que los peregrinos proclaman la obra salvadora doctrinal de Cristo y su vida de milagros (cf. Jua 6:14.15).
El desánimo en ellos está patente. Su “esperanza” no se ve. Esperaban que “rescataría a Israel,” y van tres días de su muerte. Reflejan estos peregrinos la concepción judaica de la escatología mesiánica de “formas complejas o confusas,” que ya aparece en la petición del buen ladrón (Lc), y según la cual se esperaba que el gran período mesiánico se inauguraría con la resurrección de los muertos 3. Y aunque aluden a la visita de las mujeres al sepulcro, y que no hallaron el cuerpo de Cristo, y que habían tenido una “visión” de ángeles, que les dijeron que vivía, y que algunos discípulos fueron al sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, el desánimo y la desilusión se acusa en ellos. La cifra de tres días, tan anunciada por Cristo para su resurrección, estaba muy fija en ellos. El alma permanecía tres días sobre el cadáver y lo abandonaba al cuarto (Talmud).
Este es el momento en que Cristo les explica lo que en las Escrituras se decía de El: que por el sufrimiento entraría en “su gloria.” Hacía falta deshacer el concepto judío de un Mesías triunfante política y nacionalmente; había de sufrir. Por eso apeló al gran argumento en Israel: las Escrituras. Y comenzó por Moisés (Pentateuco) y los Profetas. No faltó en la exposición, de seguro, la profecía mesiánica del “Siervo de Yahvé.” Así “era preciso” que el plan del Padre, revelador de las Escrituras, se cumpliese. Y así el Mesías entraría en “su gloria.” Pronto van a ver parte de esta vida sobrenatural que tiene en su aparición a ellos, a pesar del desconocimiento que tienen de El y su misteriosa desaparición. A la hora en que Lc lo refiere, no debe ser ajeno a él, en la expresión “su gloria,” la plena irradiación de su divinidad a través de su humanidad (Flpi 2:6-11; Jua 17:5-24).
El resto del relato, Cristo a la mesa con estos peregrinos, tiene una dificultad clásica. Cristo, como invitado, “tomó el pan (en sus manos), lo bendijo, lo partió y se lo dio.” ¿Qué significa este acto? ¿Es la simple bendición del pan ritual en la mesa? ¿O es que Cristo realizó allí el rito eucarístico? Estos peregrinos le reconocieron en la “fracción.” Pero éstos no asistieron a la última Cena ni es fácil que hubiesen oído explicar este rito a los apóstoles. Mas, por otra parte, esta expresión del relato parece un clisé del rito eucarístico de la consagración del pan en los sinópticos. La discusión sobre esta doble posibilidad de la expresión tuvo una gran resonancia en los exegetas de los siglos XVI y XVII, habiendo partidarios de ambas tendencias.
Si el relato se considera histórico en todos sus detalles, se impone el sentido no eucarístico, ya que estos discípulos no habían asistido a la última Cena. Sería el rito ordinario de partir el pan y bendecirlo en la comida, hecho, como invitado de honor, por Cristo. Si la expresión viene a tener una coincidencia con la fórmula sinóptica eucarística, pudiera ser un clisé con el que se expresaba el rito de la bendición de la mesa, de donde el mismo Cristo lo parece tomar para el rito nuevo eucarístico. Era una buena semejanza, basada en la misma naturaleza de las cosas.
Dom Dupont presenta una objeción y una solución nueva. La objeción es que esta fórmula, para los lectores gentiles de Lc, que no conocían el formulismo diario de la bendición judía del pan, los llevaba, sin más, a ver en ello el rito eucarístico.
Por lo que él propone un comentario por amplificación del autor, deliberadamente eucarístico en el relato de Lc. Primero Cristo se detiene en la enseñanza de las Escrituras, que llevan a Cristo, y luego él, por la consagración eucarística, está ante ellos por su real presencia eucarística y resucitado.
“Lo que aquí se intenta no es, como en las apariciones de Jesús a sus apóstoles, el hecho mismo de la aparición, el hecho que Jesús viene, se presenta, se muestra. Para los discípulos de Emaús no basta que Jesús esté allí; es preciso aún más: que se le reconozca.” No es una narración con finalidad apologética, sino con un deliberado enfoque teológico. Dada esta enseñanza, Cristo desaparece 4.
Pero Lc a veces no explica en su evangelio expresiones muy judías (Luc 20:17). El evangelio procede, en parte, de una catequesis, donde las explicaciones habían de tener mayor volumen. Por eso, la síntesis evangélica puede omitir cosas supuestas. Además, es muy poco probable que los lectores de Lc no conociesen este tipo de bendición judía de la mesa cuando el mismo “ágape” debió de tener su origen en los preludios judíos de la cena del Señor 5. Y esto suponía una explicación de lo mismo. Además, esta narración está situada entre hechos manifiestamente apologéticos de este capítulo de Lc.
Si la frase “fracción del pan,” anterior a su específico uso cristiano, es aquí síntesis de “tomó el pan, lo partió.,” ambas fórmulas son del rito judío. Y Cristo tenía su rito, como se ve en los sinópticos. De aquí que el clisé de la “bendición” del pan en Emaús pudiese, por su uso eucarístico, revertir sobre la fórmula histórica primitiva de bendición de la comida, evocando a esta hora, en cierto sentido, la Eucaristía, pero sin exigir, por ello, el que fuese la Eucaristía este rito. Lo mismo que se lee, citado por San Jerónimo, en el apócrifo Evangelio a los Hebreos: Cristo “tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio al Justo Santiago, y le dijo: Hermano mío, come tu pan, porque resucitó el Hijo del hombre de entre los muertos.” Y no se trata de la Eucaristía.
Por último, la narración de la explicación que Cristo les hace de las Escrituras tiene un manifiesto valor apologético: les trata de hacer ver el verdadero mesianismo profético.
Benoit ve en la terminación de este relato histórico un complemento redaccional procedente de la liturgia: se escucha a Cristo en la lectura y luego se entra en contacto con El por la Eucaristía 5.
Estos discípulos, conociendo a Cristo en el rito del pan, por ser característica suya la bendición, o el tono de voz, volvieron presurosos a Jerusalén. Allí encontraron a los Once y a “sus compañeros” (v.9). Fácilmente se imagina la viveza con que contaron su encuentro con Cristo. Pero no les creyeron (Mar 16:13), al menos en un principio. Pero también ellos supieron que el “Señor,” el Kyrios, confesándose así la divinidad de Cristo, como lo hacía con este nombre la Iglesia primitiva, se había aparecido a Pedro. Sólo por Lc, en los evangelios, se sabe esta aparición. Acaso dependa de Pablo (1Co 15:5). Pero con ello se destaca a un tiempo el amor del perdón del Señor al Pedro negador y el prestigio de éste en la comunidad cristiana.
Aparte del hecho histórico nuclear, es bastante frecuente ver en la estructura final de este relato un valor adicional, acaso de origen o inspiración litúrgica, lo mismo que su aplicación al proceso de la fe en los cristianos. Estos del relato son “discípulos” – seguidores de Cristo – al principio no entienden su “misterio”; pero luego de reconocerle, por su explicación de las Escrituras, no dudan en creer; ruegan que se quede con ellos pues “anochece” – realidad ¿y simbolismo de tipo joanneo? – ; después de reconocido, Cristo desaparece.
Este pasaje tiene un esquema de cierta semejanza con el episodio del apóstol Felipe y eunuco en el camino de Gaza, también de Lc (Hec 8:26-40): ignora las profecías de Is sobre el Cristo doliente; se le hace una explicación de ellas; las acepta, y cree y se bautiza; se le ruega que esté con él en su coche; terminada la explicación de la Escritura y recibido el bautismo, desaparece.

Aparición a los apóstoles,Hec 24:36-43 (Mar 16:14; Jua 20:19-23).
36 Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. 37 Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38 El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? 39 Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. 40 Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? 42 Le dieron un trozo de pez asado, 43 y, tomándolo, comió delante de ellos.

Mc, más sintético, y Lc dan el mismo enfoque a este relato. Cristo censura a los Once porque no creyeron a los que se les había aparecido.
Lc destaca el aspecto apologético del mismo. Ellos creen ver un espíritu; pero El les demuestra que no lo es, mostrándoles y haciéndoles palpar sus manos y sus pies; los espíritus “no tienen carne y huesos, como veis que yo tengo.” Y ante la duda aún de ellos, por “fuerza del gozo y de la admiración,” les da otra prueba. Pidió algo de comer, y ante ellos comió “un trozo de pez asado.” 6 Lc posiblemente destaca este aspecto histórico-apologético, en parte, por sus lectores de la gentilidad, que negaban la resurrección de los cuerpos (1Co 15:12ss). Jn, en cambio, en la misma escena destaca, junto con el aspecto apologético, que llega al máximum con la incredulidad de Tomás, y que tendrá la respuesta a los ocho días, el aspecto sacramental: el poder que Cristo les confiere de perdonar los pecados. Quiere dejar bien asentada la resurrección, como garantía de la colación que les hace de este poder sacramental. Los matices redaccionales, con su fundamental y manifiesta escena histórica, están en función del propósito intentado.
El v.40 falta en el texto occidental y en algunos manuscritos sirios. Algunos autores (v.g. Nestlé.) lo omiten. Se piensa si los otros códices lo tomaron de Jn (20:20 = “mostró manos y costado”). Si Lc no procede de otra “fuente,” entonces es él quien cambia la frase de Jn en “manos y pies,” puesto que él no había hablado del costado traspasado de Cristo.
Lagrange nota que era extraño hablar de “pez asado” en Jerusalén (v.42) 6 , pero era corriente en Galilea. ¿Hay un desplazamiento de parte o de toda esta escena? (cf. Jua 21:9).
Naturalmente, el cuerpo glorioso de Cristo no necesitaba alimento (cf. Tob 12:16-22), pero podía compartirlo, como garantía corporal ante ellos.

Ultimas apariciones e instrucciones a los apóstoles,Tob 24:44-49.
44 Les dijo: Esto es lo que yo os decía estando aún con vosotros: que era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos de mí. 45 Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, 46 y les dijo: Que así estaba escrito que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos, 47 y que se predicase en su nombre la conversión y la remisión de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros daréis testimonio de esto. 49 Pues yo os envío la promesa de mi Padre; pero habéis de permanecer en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto.

Este pasaje, sin conexión necesaria con lo anterior, y en forma corporal, quiere responder, en su fondo, a las conversaciones de Cristo con los apóstoles en los 40 días en que les habló del reino (Hec 1:3). Al menos a esto responden, de hecho, las sentencias de este “sumario.”
En su exposición hay una síntesis del kérigma: el “cumplimiento” (v.44; cf. Hec 2:16; Hec 3:18; Hec 3:24; el sufrimiento del Mesías y su resurrección al tercer día (Hec 2:23ss; Hec 3:13-15; Hec 4:10); junto con el arrepentimiento de los pecados. Tal viene a ser, amplificado, el discurso de Pablo en Antioquía de Pisidia (Hec 13:26-41).
Varios son los puntos que recoge Lc:
Hacerles ver por la Escritura que enuncia en sus tres partes, y sobre todo al especificar los Salmos – quizá por su gran valor mesiánico, ya que, generalmente, sólo se citaban la Ley y los Profetas – , que el plan del Padre no era el mesianismo ambiental, nacionalista y político, sino que el Mesías había de morir y resucitar. Y entonces “les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, y les dijo que así estaba escrito que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos.”
La frase de “abrirles la inteligencia para que entendiesen las Escrituras,” podría tener dos sentidos: o que Cristo les concede un carisma para que ellos penetren este sentido de las Escrituras, a diferencia de los de Emaús, a los que él abiertamente se las explicaba (Luc 24:26.27), o que se trate de una frase fundamentalmente equivalente a la de los de Emaús, aunque la redacción literaria sea algo distinta, pues aquí mismo dice Lc que después de “abrirles la inteligencia,” que es hacer comprender, “les dijo que así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos.” Es decir, explicación hecha por él mismo. Probablemente este segundo sentido sea preferible 7. Se les capacitó para que tuviesen una visión nueva – la auténtica – del A.T. Que se predicase en “su nombre,” del Cristo muerto y resucitado, la “penitencia” (μετάνοια ) para la remisión de los pecados. Esta “penitencia” es cambiar el modo de ser, y de ver en El, con su mesianismo de cruz y de resurrección, al único Salvador que Dios puso para la salvación. En los Hechos de los Apóstoles dirá San Pedro ante el Sanedrín: “En ningún otro (Cristo) hay salud, pues ningún otro nombre (semitismo por persona) nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hec 4:12). Con la “conversión” a este Mesías y a su doctrina, se tiene la remisión de los pecados.
Esta predicación de Cristo Mesías y la salvación aneja a su fe es para “todas las naciones.” Es el universalismo de la fe (Mat 28:19.20). Pero en el plan de Dios será irradiada esta Buena Nueva comenzando por Jerusalén (Hec 1:8). Era todavía la bendición del Mesías al pueblo que lo crucificó, y como gran beneficio, al tiempo que pasaba el privilegio de Israel a las gentes. El mismo San Pablo reconocerá estas “primacías” privilegiadas de Israel.
Los apóstoles serán “los testigos” de toda esta verdad y enseñanza. La expresión “a todas las gentes,” vocabulario del Ν . Τ ., pero que es el mesianismo profético, refleja también, redaccionalmente, la Iglesia primitiva ya en marcha (cf. Mar 16:20).
Pero van a ser preparados con la gran fuerza renovadora y fortalecedora de Pentecostés. Van a recibir el Espíritu Santo, de cuyo envío y obras tanto habló Jn en los discursos de la cena. El complemento de esto lo expone Lc en los Hechos de los Apóstoles (Hec 1:48; c.2).
La enseñanza – orden (Mat 28:19-20) – de que se “predique” a “todas las gentes” la salvación en “su nombre,” tema frecuente en Hechos de los Apóstoles (Mat 2:38; Mat 3:6; Mat 4:10.30), es la proclamación de la divinidad de Cristo, pues tiene dos poderes de Yahvé: el perdón de los pecados y el “enviar” la promesa del Padre: el Espiritu Santo.

La ascensión,Mat 24:50-53 (Mar 16:19-20; Hec 1:9-12).
50 Los llevó hasta cerca de Betania, y, levantando sus manos, les bendijo, 51 y mientras los bendecía, se alejaba de ellos y era elevado al cielo. 52 Ellos se postraron ante El y se volvieron a Jerusalén con grande gozo. 53 Y estaban de continuo en el templo bendiciendo a Dios.

La parte deuterocanónica de Mc sólo consigna el hecho de la ascensión del Señor en presencia de los apóstoles. Lc describe algo más. Acaso sólo pone un resumen de lo que pudiera ser ya en su propósito la escritura del libro de los Hechos, en donde da una más amplia descripción de la ascensión. El relato no tiene conexión cronológica con lo anterior.
Lleva un día a los apóstoles hacia Betania, en el monte de los Olivos (Act). La tradición señala un lugar en la cima del monte de los Olivos como lugar de la ascensión 8.
En su ascensión, Cristo, “levantando sus brazos” al modo de los sacerdotes en el templo, “los bendecía” (cf. Lev 29:22ss; Eco 50:22-23) 8. Parte del v.51 es críticamente discutido9. Evoca casi literalmente la “ascensión” de Elias (cf. 2Re 2:11).
Ellos “se postraron” ante El. Esta frase es críticamente muy discutida 10. Era el acto de acatamiento ante la majestad de Cristo, que así subía a los cielos. Cuando, ante la pesca milagrosa (Luc 5:8ss), Pedro, admirado, “se postró” a los pies de Jesús, diciéndole que se apartase de él porque era pecador, ahora era la reacción espontánea ante Cristo subiendo a los cielos n. Pero puede estar influenciado todo ello por la descripción que se hace del sumo sacerdote Simón, hijo de Onías, ante quien, “levantando sus manos sobre la congregación. para dar la bendición., se postraban en tierra” (Eco 50:22.23).
Volvieron a Jerusalén. Se comprende el “gozo” de ellos al ver este término apoteósico del Cristo crucificado. Lc, que comienza su evangelio en el templo con el oficio sacerdotal de Zacarías, lo termina igualmente en el templo con la asidua oración de los apóstoles. Es una amplia construcción literaria de “inclusión semita.” “Continuamente,” y en Lc es una forma ordinaria totalitaria para indicar una gran frecuencia, asistían a los actos de culto en el templo. El cristianismo no rompió de golpe con ciertas prácticas judaicas. El templo era el lugar de la oración, y allí, siguiendo el plan de Dios, asistían asiduamente, preparándose para la recepción del Espíritu Santo prometido. Ya se espera el nuevo culto en el antiguo templo. El “gozo” es tema característico de Lc.

1 Benoit, Passion Et Résurrection Du Seigneur (1966) P.281, Propone Otra Interpretación Cf. comentario A Mt T.L P.438. – L Schmitt.L Récit De La Resurrection Dans L’evangile De Lúe: Rev. Se. Relig. (1951) 80-100. – 2 N. Sanders, En Xts (1954) P.29ss. – 2 Nestlé, N.T. Graece Latine, Ap. Crít. A Luc 24:13; Abel, La Distance Dejérusalem A Enmaüs: Rev. Bib. (1925) 350ss; Vlaud, Quobeibeh, Emmaüs Evangelique (1930); Vln-Cent, Les Monuments De Quobeibeh: Rev. Bib. (1931) 57-91; Rvzv, Emmaüs Etlancienne Tradition: Rech. Se. Relig. (1944) 395-415; Plrot, Emmaüs, En Dict. Bib. Suppl. Ii 1049-1063. – 3 Bonsirven, Le Judatsme Palestinien Au Temps De J.-Ch. (1934) I P.418-419. – 4 Dupont, Le Repas D’emmaüs: Lum. Et Vie (1957) 81.91-92; Cf. P.77ss; Les Pele-Rins D’emmaüs: Mise. Bib. Ubach P. 349-374. – 5 1 Cor Ll,20ss; Spicq, építres Aux Corinthiem (1949) P.249. Benoit, Passion Et Résurrection Du Seigneur (1966) P.314-319; R. Orlett, An Inflwnce Ofthe Early Liturgy Upon The Emmaus Account: Cath. Bibl. Quart. (1959) 212- – 6 Las Palabras De La Vulgata Que Añade: Etfavum Mellis, Son Rechazadas Por Todos Los Críticos. Sobre La Autencidad Lucana Del V.40, Cf. Nestlé, Ν . Τ . Graece Et Latine, Ap. Crít. V.40. – 6 évang. S. St. Lúe (1927) P.613. – 7 George, Uintelligence Desécntures (Luc 24:44-53): Bib. Et Vie Chrét. (1957) 65- – 8 Vwcent-Abel,Jerusalem Ii C.14; Plrot, Endict. Bib. Suppl. I 628-644; Per-Rella, / Luoghi Santi (1936) P.430-442. – 8 Cf. A. Vanhoye, Epistolae Adhebraeos, Textus De Sacerdotio Christi (1969) P. 16-1ί. – 9 Nestlé, N.T. Graece Et Latine, Ap. Crít. A Lev 24:51. – 10 Nestlé, O.C., Ap. Crít. A Lev 24:52. – 11 Larrañaga, Ila Ascensión Del Señor En El N.T. (1943) 2 Vols.; Benoit, L’ascensión: Rev. Bíbl. (1949) 151-203; P. A. Van Stempvoort, The Interpretaron Ofthe Ascensión In Luk And Acts: N.T. Stud. (Cambridge 1958) 30-42; E. Schillebeeckx, Ascensión And Pentecost: Worship (1961) 336-363; P. Brunner, The Ascensión Ofchrist- Mythor Reality: Dialog. (1962) 38-39.

Fuente: Biblia Comentada

trayendo las especias. Vea la nota sobre Luc 23:55. Las mujeres no esperaban encontrar a Jesús resucitado; solo se proponían terminar de ungir su cuerpo para la sepultura. Vea la nota sobre Mar 16:1.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El gran clímax de la obra de Jesús en la tierra es su resurrección y ascensión al cielo. Jesús “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Rom 1:4). 1Co 15:16, “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.
24:1 El primer día de la semana, — Los cuatro escritores (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) dicen “el primer día de la semana”. El v. 13 dice que “el mismo día” los dos discípulos iban a Emaús. Entonces el v. 21 dice que “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. Por lo tanto, “el primer día”, “el mismo día”, era el “tercer día”. Además, el “tercer día” equivale a “después de tres días” (Mat 27:63, “después de tres días”; v. 64, “hasta el tercer día”). En este día Jesús resucitó. Por eso, la iglesia de Cristo se reúne el primer día para adorar a Dios. Hch 2:47, la iglesia fue establecida el primer día de la semana; Hch 20:7, los discípulos celebraban la cena del Señor el primer día de la semana; 1Co 16:2, y ofrendaba el primer día de la semana.
— muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado (23:56; tenían prisa porque “En este clima en particular, la descomposición del cuerpo era muy rápida”, GH) , y algunas otras mujeres con ellas. (No dice que vinieron “gozosas”. Todavía estaban muy tristes). 2 Y hallaron removida (corrida, FL) la piedra del sepulcro — Mat 28:2, “Y hubo un gran terremoto; porque en ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella”. Esta gran piedra (Mar 16:4) era una rueda que corrió en una ranura y cubrió la entrada del sepulcro. Se rodaba a la izquierda para abrirse, pero el ángel la quitó de su ranura y se sentó sobre ella.). No quitó la piedra para que Jesús saliera, sino para que la gente pudiera ver que la tumba estaba vacía. El cuerpo resucitado de Cristo no fue impedido ni por paredes o puertas (v. 36) ni por esta piedra.

Fuente: Notas Reeves-Partain

¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS
AL QUE VIVE?

Lucas 24:1-12

La madrugada del domingo, las mujeres fueron a la tumba con las especias aromáticas que habían preparado, con algunas mujeres más; y se encontraron la piedra que cerraba la tumba quitada de su sitio. Entraron, y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Y, fijaos: cuando estaban ahí sin saber qué pensar de aquello, de pronto se les presentaron dos varones con ropa deslumbrante. Ellas se llevaron tal susto que no se atrevían ni a levantar la mirada del suelo; pero los varones les dijeron:
-¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al Que está vivo? ¡No está aquí, porque ha resucitado! Acordaos de lo que os dijo cuando estaba con vosotras en Galilea: que era menester que el Hijo del Hombre fuera entregado a la jurisdicción de los pecadores, que le crucificarían; pero que al tercer día resucitaría.
Entonces se acordaron ellas de lo que les había dicho Jesús. De vuelta de la tumba les dieron la noticia a los once apóstoles y a todos los demás; fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las otras que habían ido con ellas las que trataron de decírselo todo a los apóstoles; pero a ellos les sonaba todo aquello a locura, y no lo tomaban en serio.
Sin embargo Pedro se puso en pie de un salto y salió corriendo en dirección a la tumba; y cuando llegó, y entró, vio el sudario sin el cuerpo. Luego se volvió a casa maravillado de lo que había sucedido.

El shabat judío, nuestro sábado, es el séptimo día de la semana, y conmemora el descanso de Dios cuando completó la Creación: El domingo cristiano es el primer día de la semana, y conmemora la Resurrección de Jesús. Aquel primer domingo cristiano, las mujeres fueron a la tumba para llevar a cabo los últimos quehaceres del amor y embalsamar el cuerpo de su amado muerto con aromas y ungüentos. En Oriente, las tumbas se hacían muchas veces en la roca. El cadáver se envolvía en largas tiras de lino, como vendas, y se colocaba en un poyo de la roca. Luego se cerraba la tumba con una gran piedra circular. Cuando llegaron las mujeres se encontraron con que la piedra no estaba en su sitio, y la tumba abierta.

Aquí nos encontramos con una de esas discrepancias en los relatos de la Resurrección a las que dan tanta importancia los que no quieren creer. En Marcos, el mensajero de la tumba es un joven con una túnica larga blanca (16:5); en Mateo, es un ángel del Señor (28:2). Aquí son dos varones con vestiduras deslumbrantes; y en Juan son dos ángeles (20:12). Es cierto que hay algunas diferencias de detalle; pero también es cierto que lo que importa está muy claro y siempre igual: el hecho de la tumba vacía. Si, como algunos sugieren, todos estos relatos se inventaron para presentar algo que no había ocurrido, habría sido facilísimo ponerse de acuerdo en los detalles también. Ningún juez espera que los testigos presenciales coincidan en todos los detalles de su testimonio. Si dos firmas son exactamente iguales, una por lo menos es falsa. Las diferencias son una prueba de la honradez de los evangelistas, y de la verdad de la Resurrección.

Las mujeres volvieron con la mejor noticia de la Historia, pero los apóstoles no las creyeron. Aquello les sonaba a cuento. La palabra que se usa en el original se emplea en las historias médicas para referirse a las tonterías que se dicen en un estado febril agudo o de locura. Sólo Pedro se lanzó a comprobar si aquello era cierto. Esto dice mucho de Pedro. El que negara a su Maestro no se podía haber mantenido oculto; y, sin embargo, tenía el coraje moral necesario para enfrentarse con los que conocían su vergüenza. El que había actuado como «una paloma incauta», se iba convirtiendo en «una roca».

La pregunta ineludible y desafiante de esta historia es la que dirigieron a las mujeres los mensajeros: «¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al que está vivo?»
Todavía hay muchos que buscan a Jesús entre los muertos.
(i) Hay quienes le consideran el hombre más grande y el más noble héroe que haya habido jamás, y el que vivió la vida más encantadora que se haya vivido en la Tierra pero que murió hace mucho tiempo. Eso no es. Jesús no está muerto: ¡está vivo! No es meramente un héroe del pasado, sino una realidad viviente del: presente.
(ii) Hay quienes consideran a Jesús meramente como un hombre cuya vida hay que estudiar, cuyas palabras hay que examinar y cuya enseñanza hay que analizar. Esto se ve claramente en los muchos grupos de estudio que proliferan mientras desaparecen las reuniones de oración. Sin duda, el estudio es necesario; pero Jesús no es meramente un objeto de estudio, sino Alguien con quien puede uno encontrarse y vivir cada día. No es meramente el personaje de un libro, ni siquiera del mayor libro del mundo, sino una presencia viva.
(iii) Hay quienes ven en Jesús el modelo y ejemplo perfecto. Y lo es; pero un ejemplo perfecto puede ser algo descorazonador. A algunos de nosotros nos daban en el «cole» un cuaderno de caligrafía a la cabecera de cuyas páginas había una línea de escritura perfecta que teníamos que reproducir. ¡Qué pobre era el resultado que lográbamos en nuestro esfuerzo para reproducir aquel modelo perfecto! Pero, a veces, el maestro se nos acercaba, se sentaba a nuestro lado, nos cogía la mano en la suya, y nos guiaba los trazos. ¡Qué bien nos salían entonces, y con qué concentración nos mordíamos la lengua! Eso hace Jesús con nosotros: no se limita a ser un dechado perfecto que nunca podremos reproducir, sino que nos guía y fortalece para que podamos seguir su ejemplo. No es sólo un modelo de vida; es también una presencia que nos ayuda a vivir.
Podría ser que nuestra vida cristiana careciera de este elemento esencial porque hemos estado buscando al que está vivo entre los muertos.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 24

V. LA GLORIFICACION DE JESUS (24,1-53).

Los relatos lucanos de pascua tienen tres características que los distinguen de los demás. Las apariciones del Resucitado tienen lugar únicamente en Jerusalén y sus alrededores; ninguna de ellas nos vuelve a trasladar a Galilea. En Mateo aparece Jesús únicanente en Galilea; Juan refiere apariciones en Jerusalén y en Galilea. Lucas se mantiene fiel al plan de su obra histórica incluso en el relato de la resurrección. El camino de Jesús conduce, según la voluntad de Dios, a Jerusalén, donde había de verificarse su partida y se había de llevar a término todo lo que está escrito de él (cf. relato del viaje, 9,51 ss); en Jerusalén reciben fuerza sus apóstoles elegidos, cuando viene sobre ellos el Espíritu Santo, y desde allí partirán como testigos hasta los confines de la tierra (Hec 1:8).

Todos los acontecimientos del relato lucano de pascua tienen lugar en un día: el domingo de pascua. Si no tuviéramos, además de los Evangelios, los Hechos de los apóstoles, apenas si podríamos dudar de esto. A esta exposición parecen haber movido a Lucas intereses cultuales litúrgicos. La Iglesia primitiva celebra el culto (1Co 16:2; Hec 20:7) el «primer día» de la semana, el «día del Señor» (Rev 1:10). En este día se hace conmemoración de los acontecimientos pascuales. «Por esto celebramos el día octavo con alegría, en él resucitó Jesús de entre los muertos y, después de haberse aparecido, subió a los cielos» (carta de Bernabé 15,9). La celebración cristiana del domingo tiene sus raíces en los acontecimientos de la vida de Jesús.

Hay tres grupos de testigos que presencian los acontecimientos pascuales: las mujeres de Galilea (v. 1-12), dos del grupo de los que rodean a los apóstoles (v. 13-35), y los once (v. 36-53). La Iglesia entera (Hec 1:13s) proclama el mensaje pascual; vive y actúa en virtud del hecho pascual, es Iglesia pascual.

1. EL MENSAJE PASCUAL (Lc/24/01-12).

Es antiquísima convicción cristiana que Jesús fue resucitado por Dios de entre los muertos. Esta fe la profesó en símbolos (1Co 15:3-4), la expresó en la predicación (discursos en los Hechos de los apóstoles), la cantó en himnos (Plp 2,6-11). La seguridad en que reposa esta fe, la aporta Lucas en la narración del sepulcro vacío, con la que todos los Evangelios comienzan los relatos pascuales, de modo que tienen que enmudecer los reparos que se oponen a este hecho. A causa de la segura posesión de la fe pascual se ha de narrar con una alegría nada disimulada, cómo, a pesar de todos los impedimentos internos de los hombres, se llegó efectivamente a la fe en el resucitado.

1 El primer día de la semana, muy de madrugada, fueron ellas al sepulcro, llevando las sustancias aromáticas que habían preparado. 2 Pero encontraron que la piedra había sido retirada ya del sepulcro. 3 Entraron, pues, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.

Las testigos de la sepultura vienen a ser testigos del sepulcro vacío. Entre la sepultura de Jesús y el descubrimiento del sepulcro vacío se halla el día de reposo. El amoroso servicio del embalsamamiento apremia a las mujeres para ir al sepulcro ya muy de madrugada. ¿Quien habría podido precederlas? Se descubre algo sorprendente: la gran piedra que cerraba el sepulcro había sido retirada, el sepulcro está vacío. Ambos hechos, comprobados por las mujeres, reclaman una explicación. ¿Qué explicación se ofrece? A las mujeres, por de pronto ninguna. No hallan respuesta a esta pregunta y están desconcertadas, sin saber qué hacer. No piensan en la resurrección ni en un posible robo del cadáver, que es como en círculos judíos se quería impugnar la predicación pascual de los apóstoles (Mat 27:62-66; Mat 28:11-15).

De manera sorprendente se les da la explicación de los dos hechos que han observado.

4 Y mientras ellas estaban desconcertadas por esto, se les presentaron de pronto dos hombres con vestiduras deslumbrantes. 5 Ellas se asustaron y bajaron la vista hacia el suelo; pero ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de cómo os anunció, cuando estaba todavía en Galilea, 7 que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de hombres pecadores y había de ser crucificado, pero que al tercer día había de resucitar. 8 Entonces ellas recordaron sus palabras. 9 Regresaron, pues, del sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a todos los demás.

Las vestiduras resplandecientes, deslumbrantes, designan a las dos figuras como mensajeros de Dios. El resplandor de la gloria de Dios los envuelve (Mat 2:9). Lo que aquí se anuncia es mensaje de Dios. También la aparición repentina los acredita como enviados del cielo (Mat 2:9; Hec 12:7): avanzaron hacia las mujeres desde el fondo de lo invisible (Hec 2:9; Hec 12:7). Se distinguen como dos hombres; su testimonio es valedero (Deu 19:15). El mensaje que anuncian es el mensaje pascual de la Iglesia: Dios ha resucitado a Jesús, al que se había depositado en el sepulcro. Jesús vive. Uno que vive no mora entre los muertos; no hay que buscarlo en el sepulcro; no está aquí. Una verdad trivial, expresada en forma de proverbio. El mensaje de la resurrección de Jesús es mensaje de Dios. No se obtiene del sepulcro vacío, sino por revelación de Dios. Ahora bien, el sepulcro vacío confirma este mensaje de Dios.

Lo que han dicho los mensajeros venidos de la esfera divina, se ve asegurado por la palabra profética de Jesús. Cuando todavía moraba en Galilea, predijo su muerte de cruz y su resurrección al tercer día (9,22.44). La entrega en manos de los pecadores, la crucifixión y la resurrección radican en la necesidad impuesta por el plan salvífico de Dios. Este plan salvífico, anunciado por Jesús, el mayor y más poderoso de todos los profetas, se cumple en su resurrección. La última y más profunda garantía de la seguridad de nuestra fe pascual, no es el sepulcro vacío, ni la aparición celestial de los mensajeros de Dios, sino la palabra profética, la palabra de Dios, proferida últimamente y de manera acabada por su Hijo (Heb 1:2). A esta palabra remite el cielo mismo: las mujeres deben recordar la predicción de Jesús durante su vida terrestre.

Las mujeres, recordando las palabras proféticas de Jesús, ven confirmado el mensaje pascual enviado del cielo, y ellas mismas se convierten en pregoneras. Según Marcos (Heb 16:7s) reciben el encargo de anunciar el mensaje pascual a los discípulos y a Pedro, pero no lo anuncian; según Lucas, son anunciadoras sin tener necesidad de encargo. Quien ha percibido la buena nueva, se vuelve apóstol de la misma (Heb 2:18, Heb 2:2, Heb 2:38). El temor y el espanto causado por lo inaudito no cierra a las mujeres la boca (Mar 16:8), sino que la alegría que lleva consigo el mensaje pascual, las impele a anunciarlo. Comienza el tiempo de la Iglesia misionera.

10 Eran éstas María Magdalena, Juana y María la de Santiago; ellas y las demás que las acompañaban referían estas cosas a los apóstoles. 11 Pero a ellos les parecieron estas palabras como un delirio: por eso no les daban crédito.

Se menciona por sus nombres a tres de las mujeres. María Magdalena y Juana, «la mujer de Cuza, administrador do Herodes» (8,3), nos hacen remontar a los tiempos de Galilea: «Con él iban los doce y algunas mujeres» (8,1s). De suyo no tienen los apóstoles la menor razón de negarse a creer el relato de estas mujeres; a pesar de ello, no las creen. Lo que cuentan las mujeres les parece como delirio febril, como un desvarío. La fe pascual sólo halla en los apostoles resistencia: su origen no se debe precisamente a credulidad…

12 Pedro, sin embargo, salió corriendo hacia el sepulcro; se asomó a él y no vio más que los lienzos. Entonces se volvió a casa, maravillado de lo ocurrido (*).

El jefe de los apóstoles se convence de que el sepulcro está vacío. Mira atentamente dentro de la cámara sepulcral y sólo ve los lienzos en que se había envuelto el cadáver. No puede explicarse lo que ha pasado allí. Se maravilla, se extraña de lo que ha visto. Ahí están los lienzos, y el cadáver no está. Le parece que ha debido de haber intervención divina, y sin embargo abandona el sepulcro sin considerar el mensaje pascual. El que se maravilla y se asombra, está quiza ya en el umbral de la fe, pero todavía no cree y no está al abrigo de la duda. El sepulcro vacío y los lienzos vacíos no son un camino para llegar a la fe en la resurrección de Jesús. Sin embargo, el evangelista está convencido de que después de la resurrección ya no está en el sepulcro el cadáver de Jesús y quc no hay que buscarlo allí. Jesús resucita con el cuerpo.

……………

* Se pone en duda la autenticidad del versículo por su afinidad con Jua 20:4s; sin embargo, tiene su peculiaridad y, por razón de 24,34, no se habría interpolado si no hubiera formado parte del material tradicional.

……………….

2. EL RESUCITADO, RECONOCIDO (Lc/24/13-35).

Jesús, después de la resurrección, asegura a su Iglesia: «Mirad: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mat 28:20). Así corona él la habitación de Dios con su pueblo de la alianza: «Donde están dos o tres congregados por razón de mi nombre, allí estoy yo entre ellos» (Mat 18:20). En la resurrección lleva Dios a su término y acabamiento el hecho de Cristo, sella la proclamación de Cristo y confirma la confesión de Cristo por los fieles. Cuando la antigua Iglesia celebra el banquete cultual, tiene la convicción de que el Resucitado está presente. El marana tha (1Co 16:22) que fue plasmado en el culto de la primitiva comunidad de Palestina y de allí pasó, como fórmula estereotipada, intraducida, incluso al culto de la cristiandad de habla griega, es una profesión de fe en el Señor resucitado y que ha de venir: «Señor, ven.» En la celebración de la cena del Señor está presente Cristo resucitado y exaltado. En el Resucitado tiene la Iglesia existencia, su predicación tiene confirmación, su culto, contenido. Todos estos motivos resuenan en «la más bella y más impresionante» de las narraciones pascuales, que nos legó Lucas en el relato de los dos discípulos que se encuentran en el camino con el Resucitado. Aquí no narra solamente como historiador, no defiende la fe pascual como apologeta, no anuncia el mensaje pascual como evangelista, sino que como narrador religioso quiere abrir el camino al gozo pascual, hacer que los corazones se inflamen por el Resucitado. Esta narración tiene un equivalente en san Juan: el encuentro del Resucitado con María Magdalena. En un caso como en el otro está presente el Resucitado, pero no es reconocido; allí su palabra, «María», abre los ojos; aquí, la fracción del pan que practica el Resucitado.

13 Aquel mismo día, dos de ellos iban de camino a una aldea llamada Emaús, que dista de Jerusalén sesenta estadios. 14 Iban comentando entre sí todos estos sucesos. 15 Y mientras ellos comentaban e investigaban juntamente. Jesús mismo se le acercó y caminaba con ellos. 16 Pero sus ojos estaban coma imposibilitados para reconocerlo.

Los dos hombres, que el día de pascua caminan de Jerusalén a Emaús (el-qubebe, 11 kilómetros al noroeste de Jerusalén), forman parte del grupo que rodea a los once. Su pensar, sus palabras, sus discusiones giran en torno a Jesús; en esto se muestran ser sus discípulos. Jesús, que los sigue sin hacerse notar, los alcanza. Camina con ellos. Todo el evangelio de Lucas ha pintado a Jesús como caminante. La Iglesia es Iglesia en marcha, Iglesia peregrinante, y Jesús camina con ella.

Los dos discípulos no reconocen a Jesús, como tampoco lo reconoce María Magdalena cuando se le aparece (Jua 21:14). La fuerza que tiene vendados los ojos de los discípulos es lo increíble del mensaje pascual: un cadáver no recobra la vida y no sale del sepulcro. Jesús resucita con la intervención y el poder de Dios. Es un presente de Dios que el Resucitado aparezca a una persona y se le haga visible: «A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible, no a todo el pueblo, sino a los testigos señalados de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él» (Hec 10:40s). La vida del Resucitado no continúa sin más su vida terrestre. Es también gracia de Dios que el aparecido y hecho visible sea reconocido como Jesús resucitado. Los hechos de la historia de la salvación son causados por Dios, y son también explicados, interpretados por Dios.

17 él les preguntó: ¿Qué cuestiones son esas que venís discutiendo entre vosotros por el camino? Ellos se detuvieron con semblante triste. 18 Y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: ¿Pero eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo sucedido allí en estos días? 19 él les contestó: ¿Qué? Lo de Jesús Nazareno -le respondieron ellos-, un hombre que fue profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; 20 y cómo nuestros sumos sacerdotes y jefes lo entregaron a la pena de muerte y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él iba a ser quien libertara a Israel; pero con toda eso, ya es el tercer día desde que esto sucedió. 22 Verdad es que algunas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado: fueron muy de madrugada al sepulcro 23 y, no habiendo encontrado su cuerpo, volvieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, los cuales aseguran que él está vivo. 24 También fueron al sepulcro algunos de los nuestros y lo encontraron todo exactamente como habían dicho las mujeres. Pero a él no le vieron.

La suerte de Jesús resulta inexplicable para los dos discípulos. Se habla por una parte y por otra. Con discusiones humanas no se consigue nada. En el semblante triste se pinta la esperanza decepcionada, el desconcierto agobiante y la tristeza que paraliza. Tal era el estado de ánimo que había causado el viernes santo en los discípulos estremecidos. En las palabras del discípulo que lleva la conversación, Cleofás, se diseña la imagen del Jesús de Nazaret anterior a pascua. Era poderosa en obras y palabras. Su obrar produce fuerza y se dirige contra los poderes demoníacos del mundo. En sus palabras habla por la boca de la omnipotencia y domina la esfera de influencia de los poderes del mal, que se imponen con enfermedades, pecado y muerte. Tras la curación de un poseso dice el pueblo: «¿Qué palabra es ésta que manda con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos, y salen? (4,36). «Y una fuerza del Señor le asistía para curar» (5,17). Dios lo ungió con Espíritu Santo y virtud; por eso pasó haciendo el bien y sanando a los que estaban dominados por el demonio (Hec 10:38). Dios lo acreditó con obras de poder, milagros y prodigios que Dios realizaba por él (Hec 2:22). Jesús es profeta como Moisés, que era «poderoso en sus palabras y obras» (Hec 7:22). Como tal fue acreditado por Dios y reconocido por los hombres (Luc 7:16). Aun después del viernes santo no cabe a Cleofás la menor duda de que Jesús de Nazaret era profeta.

En Jerusalén ha sucedido algo que ha puesto en conmoción a toda la ciudad (cf. 24,18). Los sumos sacerdotes y dirigentes del pueblo, del pueblo a que pertenece Cleofás, hicieron entrega de Jesús a Pilato para que lo condenara a muerte; ellos fueron los que crucificaron a Jesús. Con este fin de Jesús se puso también fin a la esperanza de los dos discípulos en Jesús. Jesús les parecía ser más que un profeta dotado de poder; esperaban que él realizaría la gran esperanza de Israel y lo salvaría de las manos de todos los que lo odian (1,68.71; 2,38). Lo que se había dicho proféticamente sobre el niño Jesús, parecía cumplirse con su vida y su acción; las multitudes que habían visto las poderosas obras de Jesús lo aclamaron como rey Mesías (19,37) y aguardaban que ahora erigiera en Jerusalén el reino de Dios (19,11). Que el Mesías hubiera de acabar su vida en la cruz sufriendo miserablemente, que hubiera de morir como un criminal, arrojado fuera de la ciudad santa, era cosa que contradecía todas las expectativas mesiánicas de los judíos. ¿Cómo iba a salvar a Israel de las manos de sus enemigos, si él mismo sucumbió a sus manos? La predicación apostólica sobre Jesús de Nazaret comienza con la acción de Jesús y habla de su entrega a la muerte, pero luego siguen las frases triunfales: «A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible… éste es constituido por Dios juez de vivos y muertos» (Hec 10:40-42). «Sepa, por tanto, con absoluta seguridad toda la casa de Israel que Dios ha hecho Señor y Cristo (Mesías) a este Jesús a quien vosotros crucificasteis» (Hec 2:36). El colofón de la predicación sobre Cristo es el anuncio de que ha resucitado: «Si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados» (1Co 15:17).

Los dos discípulos conocen el mensaje de la resurrección de Jesús. Saben, por su predicción, que al tercer día tiene que resucitar (1Co 24:6; 1Co 9:22). Han oído el mensaje de las mujeres. Han visto el sepulcro vacío. Todo esto no basta para convencerlos. A él no le han visto. Las apariciones del Resucitado confirman el mensaje pascual. ¿Pero son suficientes las apariciones? Jesús camina con los discípulos, y ellos no lo reconocen. ¿Cómo se llega a la fe de que Jesús vive? ¿De que está con nosotros?

25 Entonces les dijo él: ¡Oh, torpes y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas! 26 ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera esas cosas para entrar en su gloria? 27 Y comenzando por Moisés, y continuando por todos los profetas, les fue interpretando todos los pasajes de la Escritura referentes a él.

¿Por qué se muestran los discípulos refractarios al mensaje pascual? Su inteligencia está aherrojada, y su corazón, centro de las decisiones religiosas, está embotado y perezoso. Dios hizo que sus profetas anunciaran el mensaje pascual. Quien acepta sus oráculos con fe, no ve ya defraudada por la muerte de Jesús en cruz la esperanza que tenía depositada en él. La fe requiere también comprensión para con Dios y un corazón abierto a su mensaje. Como los ojos de los discípulos están impedidos para no ver al Resucitado que camina con ellos, así también su corazón está totalmente cerrado para que no comprendan los dichos de los profetas. Para la fe pascual es preciso que se acabe con la cerrazón del corazón.

Según el designio de Dios, el camino de la glorificación del Mesías pasa por la pasión y la muerte. «Dios cumplió así lo que ya tenía anunciado por boca de todos los profetas: que su Mesías había de padecer» (Hec 3:18). «éste fue entregado según el plan definido y el previo designio de Dios, y crucificado por manos de paganos» (Hec 2:23). Este camino del Mesías hacia la gloria a través del sufrimiento es una necesidad impuesta por el plan de Dios, que abarca ambas cosas: para esta vida la cruz, para la otra la gloria.

Cristo entró en su gloria a través de la pasión. La gloria es poder divino, esplendor divino, modo divino de ser. Lo que en la transfiguración se hizo visible por breves momentos (Hec 9:32), lo ha recibido ahora Jesús para siempre por medio de su pasión; en esta gloria se ha de manifestar visiblemente: «Verán al Hijo del hombre venir en una nube con poderío y gran majestad» (Hec 21:27). La transfiguración es la anticipación del tiempo final; en el tiempo intermedio está todavía oculta la gloria del Hijo del hombre, aun cuando Jesús la posee ya. Como Jesús, después de su muerte, entra en su reino (Hec 23:42), así entra también en su gloria. El Padre le ha destinado esta gloria, porque él ha recorrido el camino de las pruebas y de los sufrimientos (Hec 22:29). «Dios ha hecho Señor y Mesías a Jesús, a quien crucificaron los judíos» (Hec 2:36).

El Resucitado interpreta a los discípulos la Sagrada Escritura. En la Escritura se habla abundantemente de él. En la ley y en los libros proféticos, en todas las Escrituras, en todos los libros de los profetas. De lo que habla la Sagrada Escritura es de Cristo, de su pasión y de su glorificación. El Resucitado da a los discípulos, y por ellos a la Iglesia. la más importante regla hermenéutica para la inteligencia de la Sagrada Escritura. La clave de la Sagrada Escritura es Cristo resucitado; de él dan testimonio las Escrituras (Jua 5:39-47). «Los profetas investigaban a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el espíritu de Cristo que estaba en ellos y que testificaba de antemano los padecimientos reservados a Cristo y la gloria que a estos seguiría» (1Pe 1:11). Quien no conoce la Escritura, tampoco conoce a Cristo; quien no conoce a Cristo, tampoco conoce la Escritura. Sólo quien se ha «convertido al Señor», quien capta con fe que Jesús de Nazaret es el Mesías e Hijo de Dios anunciado per Dios, que es el Resucitado y glorificado, capta el sentido de las Escrituras. «Hasta el día de hoy», dice Pablo, «en la lectura del Antiguo Testamento, sigue sin descorrerse el mismo velo (de los ojos de los judíos), porque éste sólo en Cristo queda destruido. Hasta hoy, pues, cuantas veces se lee a Moisés, permanece el velo sobre sus corazones; pero cuantas veces uno se vuelve al Señor, se quita el velo» (2Co 3:14-16).

28 Cuando se acercaron a la aldea adonde iban, él hizo ademán de continuar su camino adelante. 29 Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros; que es tarde y el día se acabó ya. Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, recitó la bendición, lo partió y se la dio. 31 Por fin se les abrieron los ojos y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. 32 Entonces se dijeron el uno al otro: ¿Verdad que dentro de nosotros ardía nuestro corazón cuando nos venía hablando y nos explicaba las Escrituras?

Se ha alcanzado la meta de la marcha: la casa de uno de los dos discípulos. Jesús es invitado y rogado: quieren que se quede con ellos. El que acepta la invitación debe, conforme a la usanza oriental, hacerse de rogar y ser forzado amablemente (14,23). El caminante que explica a los discípulos la Escritura y les descubre el misterio del Mesías doliente y glorificado, es recibido como huésped con gran ansia y satisfacción. En los apóstoles itinerantes, que descubren la inteligencia de la Escritura por medio del Resucitado, viene el Resucitado mismo (Mat 10:40 ss).

Jesús se sienta a la mesa con los dos discípulos y asume la función que le corresponde como a invitado, la fracción del pan, gesto propio del padre de familia. La comida de los judíos comenzaba con la bendición y fracción del pan. Lo que aquella noche sucedió en Emaús pudo ser considerado históricamente, una comida corriente. Lucas, sin embargo, lo sitúa en una perspectiva más alta. Lo pinta con los colores del banquete eucarístico. La relación de la cena en Emaús en la tarde de Pascua, la percibimos, no de la boca de Cleofás, sino de las palabras de Lucas. Tal como El entendió esta comida, «partir el pan» es para él celebrar la eucaristía (Hec 2:42.46; Hec 20:7). Las palabras de la celebración de la eucaristía dan también la impronta a las palabras de la cena en Emaús: «Tomó el pan y, recitando la acción de gracias, lo partió y se lo dio a ellos» (cf. 22,l9). Al anochecer, cuando terminaba el día, comió Jesús con los discípulos la última cena, en la que instituyó la cena pascual en forma de cena eucarística; al anochecer se reunían también los cristianos para la cena eucarística (Hec 20:8s) (*). El relato de los discípulos de Emaús no es sólo una anécdota edificante, sino que contiene una verdad importante. La Sagrada Escritura da testimonio del Cristo resucitado, y la eucaristía da al Resucitado mismo vivo y presente. La eucaristía es el gran signo de la resurrección del Señor, el signo en que se reconoce que el Señor vive y está presente. La eucaristía no es sólo memorial de la muerte del Señor, sino también memorial de la resurrección. La muerte y la resurrección están unidas entre sí inseparablemente. La celebración eucarística hace presente no sólo el sacrificio de la cruz, sino también la resurrección de aquel que vive. Es signo, por el que reconocemos que Jesús resucitó verdaderamente. Mediante ella se obtiene la capacidad de reconocer al Señor.

¿Es acaso accidental, casual, el que tres veces se hable de permanecer con los discípulos? Estos ruegan a Jesús: «Quédate con nosotros»; él entra en la casa «para quedarse con ellos»; se sienta con ellos a la mesa. Jesús, en su condición de resucitado, está con sus discípulos hasta el fin del mundo (Mat 28:20). En la eucaristía se realiza esta permanencia del Resucitado con su Iglesia. Juan, con quien Lucas coincide no raras veces, designa como fruto precioso de la eucaristía la permanencia con Jesús: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece, y yo en él» (/Jn/06/56). Esta permanencia del Resucitado no es mera presencia, sino acción salvífica. Parte de esta acción está constituida por el don del conocimiento del Resucitado. Se les abren los ojos y reconocen a Jesús.

Tan pronto como los discípulos reconocen a Jesús, desaparece él de su vista. La entera narración tiene puesta la mira en el reconocimiento del Resucitado. Lo que no logró la aparición del Resucitado, lo que tampoco consiguió la interpretación de las Escrituras y su inteligencia, sino que únicamente lo preparó, eso se realiza en la celebración de la eucaristía. Una vez se logró el objetivo de la aparición, se hizo Jesús invisible. Jesús no mora ya entre los hombres como en el tiempo anterior a pascua: ha entrado en la gloria de Dios (cf. 24,26), que «habita en la región inaccesible de la luz, a quien ningún hombre vio ni pudo ver» (1Ti 6:16). A los que Dios designa como testigos del Resucitado, les otorga el don de serles visible (Hec 10:40), aunque normalmente es invisible. A esta invisibilidad vuelve de nuevo Jesús una vez reconocido.

Ahora comprenden también los discípulos lo que les sucedía cuando Jesús les explicaba las Escrituras en el camino. Su corazón ardía. Quizá se acuerdan de las palabras del salmo de lamentación: «Hundido en el silencio, callado ante la suerte, mi dolor se exacerbaba. Me ardía el corazón dentro del pecho; se encendía el fuego en mi meditación» (Sal 39[38],3s). Con este corazón abrasado lucha el orante implorando esperanza y socorro en su vida que le aparece vacía y sin sentido. Con la interpretación de ]a Escritura por el Resucitado despierta de nuevo la esperanza; en la celebración de la eucaristía adquieren los discípulos la certeza de que Jesús vive y de que el caminante es el Resucitado. Ambas cosas son necesarias: la Escritura y la eucaristía. La Escritura inflama el corazón tardo, la eucaristía quita la falta de comprensión (cf. 24,25). Mediante la Escritura interpretada en sentido pascual y mediante el banquete de la eucaristía aparece en la conciencia fiel la presencia del Resucitado, hace que el corazón se inflame y conozca.

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* El relato de los discípulos de Emaús tiene la misma estructura que el de Hec 8:26 40 :

Dos hombres de camino (de Jeru- lén a Gaza). Un hombre de camino (de Jerusa- salén a Emaús).
Van hablando de los acontecimientos de aquellos días: la muerte del profeta poderoso. El eunuco va leyendo Is 53, el cántico del Siervo doliente de Dios.
Los discípulos cuentan los hechos que los desconcertaban. El eunuco dice que no entiende el pasaje que lee.
Jesús explica los sucesos conforme a la Escritura. Felipe, iluminado por el Espíritu, explica la Escritura.
Jesús parte el Pan. Felipe confiere el bautismo.
Jesús desaparece de repente. Felipe desaparece de repente.
Los discípulos regresan convertidos. El eunuco regresa cristiano.

En ambos relatos, la Escritura prepara para el rito: una vez para la eucaristía, la otra para el bautismo.
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33 Y en aquel mismo momento se levantaron y regresaron a Jerusalén, donde hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: ¡Es verdad! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos refirieron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Después de la gran vivencia en que los discípulos habían reconocido en el Resucitado la acción salvífica de Dios, regresan a Jerusalén, donde se hallaban reunidos los once y «los que estaban con ellos». Regresan (*), como todos los que han experimentado la visita misericordiosa de Dios: los pastores (Isa 2:20), Jesús mismo (Isa 4:1.14), los apóstoles (Isa 9:10), los setenta discípulos (Isa 10:17), el leproso curado (Isa 17:15), el pueblo que había sido testigo de la crucifixión de Jesús (Isa 23:48). Regresan «para alabar y glorificar a Dios por todo lo que habían oído y visto», para referir y para proclamar lo que ha obrado Dios, para reconocer lo que hasta entonces no habían reconocido. Los dos discípulos regresan en el mismo momento, porque la alabanza y proclamación de Dios es cosa que urge (Isa 1:39; Isa 2:16; Isa 19:5). El mensaje del Resucitado debe llevarse a Jerusalén, porque de allí ha de partir al mundo entero (Isa 24:47; Hec 1:8).

Los once y los que se hallan con ellos están ya convencidos de que Jesús vive, pues el Resucitado se ha aparecido a Simón Pedro. La primera aparición fue concedida a Pedro (1Co 15:4s; cf. Jua 20:2). Pedro tiene el encargo de confirmar a sus hermanos (Jua 22:32). La Iglesia se edifica mediante la fe en el Resucitado. Lo que los dos discípulos habían vivido en el camino de Emaús y en la fracción del pan, concuerda con el mensaje pascual de la Iglesia primitiva; ésta edifica su fe pascual sobre la fe de los once, y ésta se confirma con la aparición del Resucitado, que fue otorgada a Simón Pedro.

Lucas se interesa por tradiciones particulares que se hallan al margen de la tradición apostólica. Habla de la misión de los setenta (Jua 10:1 ss), refiere recuerdos que le contaron las mujeres con las que se encontró el Señor (Jua 8:1; Jua 7:11 ss; 36 ss; Jua 10:38 ss; Jua 23:27 ss), y sabe también -quizá por Cleofás- de los discípulos a los que el Señor resucitado apareció en el camino. Los testigos secundarios no dejan de ser tenidos por fidedignos, pero la fe de la Iglesia no se edifica sobre su testimonio; ésta reposa sobre el fundamento de los apóstoles, cuya fortaleza es Pedro. Lo que presenciaron los testigos secundarios queda confirmado por el testimonio de los once.

La Sagrada Escritura, la celebración de la eucaristía y la profesión de fe de la Iglesia son los pilares sobre los que se apoya la certeza (Jua 1:4) de nuestra fe en la resurrección de Jesús. La narración de los discípulos que se encontraron con el Resucitado en el camino de Emaús, se cierra en forma significativa con estas palabras: Lo habían reconocido al partir el pan. En la celebración de la eucaristía se congrega la comunidad creyente para leer la Sagrada Escritura, para hacer la profesión de fe y para partir el pan. Por medio del Señor presente en la fracción del pan le comunica Dios el don de reconocer al Resucitado. Así la fe no sólo produce el efecto de descubrir a los hombres el misterio pascual, sino que ella misma es ya una irradiación de este misterio. Es un efecto de la acción de Dios en la resurrección de Cristo. Es causa y efecto a la vez, causando y presuponiendo a la vez el contacto con la resurrección.

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* Una palabra preferida por Lucas: 37 veces en el NT; de ellas, 21 en el evangelio de Lucas, 12 en los Hechos de los apóstoles.

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3. ENCARGO Y DESPEDIDA DEL RESUCITADO (24,36-53).

El día de Pascua de Jesús se cierra con una aparición del Resucitado a todos los discípulos. En este caso se presenta la realidad del cuerpo resucitado de tal manera que quede disipada toda duda (v. 36-43), se da una nueva inteligencia de la Escritura y el encargo de la misión mundial (v. 46-49), y se narra la despedida de Jesús de sus discípulos (v. 50-53).

a) El cuerpo de Jesús resucitado (Lc/24/36-43).

La exposición de Lucas hace patente su objetivo apologético. En ciertos círculos no se quería admitir que Jesús había resucitado con su cuerpo. Contra éstos se trata ahora de poner de relieve la corporeidad de la resurrección.

36 Mientras estaban comentando estas cosas, él mismo se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz esté con vosotros. 37 Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38 Pera él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y por qué surgen dudas en vuestro corazón? 39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y vedme, porque un espíritu no tiene carne y huesos, como estáis viendo que los tengo yo. 40 Dicho esto, mostróles las manos y los pies.

Como había desaparecido repentinamente de la vista de los discípulos de Emaús, también ahora se presenta Jesús repentinamente en medio de los once y de los que están con ellos. Jesús no está ya sometido a las leyes del espacio y del movimiento en el espacio. El modo de existir del Resucitado no es ya el modo de existir del Jesús terrestre, del Jesús del viernes santo. La aparición repentina, inesperada e inexplicable del Resucitado causa miedo y terror. La resurrección de Jesús y su aparición en figura corporal es cosa que sobrepasa la capacidad de comprensión humana y la expectativa humana. Ni siquiera viendo y oyendo su saludo de paz logran los discípulos convencerse de que es él; sin embargo, habían llegado ya a la fe en la resurrección (24,34).

Los discípulos ven la aparición, pero la interpretan como la de un espíritu sin cuerpo, como un fantasma; según otra antigua lectura, como producto de la fantasía, como artilugio del diablo. En las dudas y falsas interpretaciones de los discípulos se anticipan ya dudas e interpretaciones erróneas de posteriores adversarios del mensaje de la resurrección. En la exposición de Lucas se reflejan las polémicas de la misión cristiana, Las apariciones del Resucitado no son producto de la fantasía, no son meras visiones internas.

Lo que ven los discípulos es Jesús mismo. La aparición es idéntica con él. Soy yo mismo. De ello, dan testimonio las manos y los pies, que llevan las marcas de los clavos (Jua 20:25.27). Jesús aparece con verdadera corporeidad. Los discípulos pueden tocar el cuerpo del SeÑor. La aparición tiene carne y huesos, que son la armazón de la carne. Aunque pudiera engañarse la vista, el sentido del tacto no se engaña, pues es el sentido más objetivo de todos. Jesús muestra a los discípulos sus manos y sus pies. ¿Tienen ya la prueba? Tras sus palabras es ya más que suficiente.

41 No acabando ellos de creer aún de pura alegría y llenos de admiración, les preguntó: ¿Tenéis aquí algo que comer? 42 Ellos le presentaron un trozo de pescado asado. 41 él lo tomó y comió delante de todos.

Al miedo y al terror sigue la alegría. Las palabras y la convincente oferta de Jesús no conducen todavía a la fe, sino solamente a la admiración. El evangelista los excusa: la alegría les impide todavía creer. El mensaje de la resurrección de Jesús es demasiado bello para ser verdadero. Al fin y al cabo, su resurrección y aparición ¿no es producto del ansia humana, creación de los discípulos, que habían estado con el Señor, habían puesto en él toda su esperanza y lo consideraban como el gran logro de su vida? Toda la esperanza de los cristianos se concentra en la verdad de la resurrección de Jesús. Debe, pues, fundamentarse sólidamente. La alegría de los discípulos tiene su razón de ser. Se ofrece una nueva prueba de la verdad de la resurrección y de la corporeidad del Resucitado. Jesús come delante de sus discípulos un trozo de pescado asado. Para prevenir toda volatización del cuerpo resucitado y toda transformación en algo espiritual, la predicación de la Iglesia primitiva se remitió a las comidas en común del Resucitado con los discípulos: «A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible… a nosotros que comimos y bebimos con él después de haber resucitado él de entre los muertos» (Hec 10:40s). Jesús, en su condición de resucitado, no tiene ya necesidad de alimento, pues ha entrado ya en la vida eterna (Hec 24:26). Se demuestra como el que vive, asumiendo paradójicamente en sí las señales de quien está sujeto a la muerte. De este modo de existir del cuerpo resucitado sólo se puede hablar con imágenes menguadas e insuficientes (1Co 15:35-49).

El crucificado y sepultado, pero resucitado de entre los muertos muestra un modo característico de existir. Aparece en una corporeidad visible, audible y tangible. No es un fantasma, sino un ser humano de carne y hueso, que se declara dispuesto a dejarse tocar para disipar las dudas acerca de su corporeidad, que está delante de los ojos de los que le sirven la comida. Sin embargo, Jesús es distinto de como era antes de su muerte, se muestra libre de todo condicionamiento propio de la existencia corporal y dispone libremente de su forma variable de aparecerse (/Mc/16/12). Con todo lo que se insiste en la corporeidad del Resucitado, sin embargo, la realidad de ésta suscita dudas, causa terror y no deja creer por la alegría. El Resucitado aparece y desaparece, sin que se note su venida y su partida. Para reconocerlo se requieren ojos abiertos por Dios. De la pasión y de la existencia terrenal, ha pasado ya a la gloria de Dios y, sin embargo, se adapta todavía a lo terrestre, y en este sentido es imperfecto. El modo de existencia del Resucitado no se puede describir plenamente; apenas si se puede insinuar en fórmulas llenas de contradicciones.

b) Testamento del Señor a su partida (Lc/24/44-49).

En las últimas palabras que el Resucitado dirige a los apóstoles les da nueva inteligencia de la Escritura (v. 44s), los instruye sobre el universalismo de la voluntad salvífica de Dios (v. 46s) y les promete el Espíritu Santo (v. 48s).

44 Después les dijo: éstas son las palabras que yo os dije cuando todavía estaba con vosotros: tiene que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. 45 Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras.

El Señor dejó a los apóstoles y a la Iglesia sus palabras, que él pronunció en su vida terrena, así como la tradición de las acciones que realizó. Junto a su presencia personal, que para la Iglesia es invisible e inaudible, se halla la tradición de su obrar, el recuerdo del tiempo de Cristo. Este tiempo se caracteriza como el tiempo en que Jesús estaba todavía con sus apóstoles visible, experimentable. Se acerca el tiempo en que partirá y se alejará de ellos; entonces también tendrán término las apariciones del Resucitado y la Iglesia aguardará su venida (17,22). Para este tiempo se nos han dejado como precioso legado las palabras del Jesús terreno y la vista de sus acciones. La vida de Cristo se ve como hecho histórico, al que la lglesia mira retrospectivamente y que influye en la fe y en la vida de la actualidad.

La actividad terrena de Jesús está dominada por la aserción del cumplimiento de las Escrituras. Al comienzo de su actividad pública se dice: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura escuchado por vosotros» (4,21). Antes de elevarse al cielo, recuerda que había dicho: Debe cumplirse todo lo que está escrito. La Escritura entera con todas sus partes: ley, profetas, salmos (ketubim), habla de Cristo. Jesús trae el cumplimiento de la Ley (16,17s), la realización de las profecías (4,21), el culto de alabanza por las grandes obras que Dios llevó a cabo por Jesús. El tiempo de Jesús es el tiempo de la realización de las promesas.

Aunque Jesús, en su vida terrena explicó la Escritura a los discípulos, cuya inteligencia siguió cerrada a la comprensión de la Escritura, todavía no creían que Jesús es el Mesías, todavía les estaba oculta la verdadera imagen del Mesías. La Escritura habla del Mesías, del Resucitado de entre los muertos. Esto no lo podían ellos comprender (18,31-34). El Resucitado, al que Dios, mediante la resurrección, acreditó como Mesías, abre la inteligencia para la comprensión de la Escritura. La fe en Jesús es obra del Resucitado, como también la nueva inteligencia de la Escritura. Sólo si la Escritura del Antiguo Testamento se entiende a la luz de pascua, conduce al conocimiento de Jesús, salvador de Israel y del mundo. Después de la resurrección, la ignorancia de la Escritura se convierte en culpa (Hec 3:17s). Para el judío incrédulo es la Escritura una acusación; para la Iglesia, que creyendo en la resurrección la entiende rectamente, es salud y salvación.

46 Y les dijo: Así está escrito: que el Mesías tenía que padecer, que al tercer día había de resucitar de entre los muertos 47 y que en su nombre había de predicarse la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén.

La Escritura anuncia la salvación para todos los pueblos. ésta es su sustancia y su verdadero objetivo. La salud se basa en la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Se proclama en nombre de Jesús, por encargo suyo, bajo su acción. En este nombre hay salvación (Hec 4:12). El nombre de Jesús es su presencia activa. Cuando los apóstoles predican en nombre de Jesús, cuentan con la promesa: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mat 28:20). A todas las naciones se predica la salvación; también aquí se cumple la Escritura; la profecía universalista del segundo Isaías se cumple en la predicación del Bautista: «Todos han de ver la salvación de Dios» (Mat 3:6; Isa 40:5), en el cántico de alabanza de Simeón: «Luz para iluminar a las naciones» (Isa 2:32; Isa 42:6), en la predicación de Jesús: «Vendrán de oriente y de occidente» (Isa 13:28 ss; Isa 49:12). La salvación comienza a predicarse en Jerusalén. Viene de los judíos (Jua 4:22). En Abraham son benditas todas las generaciones de la tierra (Hec 3:25; Gen 12:3). Se anuncia conversión y perdón de los pecados. La conversión (penitencia) es presupuesto para el perdón de los pecados; a esto sigue la vida. Cristo glorificado es el «autor de la vida» (Hec 3:15), pero también de la conversión y del perdón: «A éste ha exaltado Dios a su diestra como príncipe y salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de los pecados» (Hec 5:31). La promesa profética que Jesús cumple en su acción, es hecha por los apóstoles a todos los pueblos: «…libertad a los cautivos y recuperación de la vista a los ciegos» (Hec 4:18; Isa 61:1; Isa 42:7). Según Mateo, el Resucitado da el encargo: Bautizad a todos los pueblos (Isa 28:19). El bautismo presupone penitencia y conversión y sella una y otra. Se ha realizado la predicción del Antiguo Testamento acerca de la salud para todos los pueblos y el mensaje de salvación. Los Hechos de los apóstoles dan testimonio de ello. Los apóstoles anuncian a Jesús de Nazaret como Cristo (Mesías), su muerte salvífica -muerto por los pecados- y la resurrección; ofrecen penitencia y perdón de los pecados. En uno de los primeros sermones de san Pedro se dice: «Nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén, al cual incluso mataron, colgándolo de un madero. A éste, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió hacerse públicamente visible… Y nos ordenó predicar al pueblo y dar testimonio de que él es el constituido por Dios en juez de vivos y muertos. Todos los profetas le dan testimonio de que por su nombre obtiene la remisión de los pecados todo el que cree en él» (Hec 10:39-43). La predicación comienza en Jerusalén, va a Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra (Hec 1:8). Lo que Mateo presenta como manifiesto y encargo del Resucitado (Hec 8:18-20), lo propone Lucas en forma de predicción. La predicación a todas las naciones se pone, como cumplimiento de la Escritura, en una misma línea con la pasión y la resurrección. Al tiempo de las promesas sigue el tiempo de Jesús como centro y punto medio del tiempo; después de la ascensión viene el tiempo de la Iglesia, tiempo del testimonio y de la misión.

48 Vosotros sois testigos de esto. 49 Y mirad: Yo voy a enviar sobre vosotros lo prometido por mi Padre. Vosotros, pues, permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto.

Se expresa el hecho y el encargo: los apóstoles son testigos de aquello en que se han cumplido las predicciones, testigos de la muerte y de la resurrección de Jesús, testigos de su encargo misionero y de la predicación de la salud extendida al mundo entero. Ellos habían estado con Jesús, desde su bautismo en el Jordán hasta su ascensión al cielo (Hec 1:21). Ellos aportan lo que se exige a los testigos. El mensaje de los apóstoles no es especulación y sabiduría humana -en forma mística, si se quiere- sino hecho histórico, y su interpretación divina sobre la base de la Escritura.

Cristo por su parte ofrece a los apóstoles el apoyo del Espíritu Santo para su mensaje salvífico. Sus palabras de promesa van encabezadas por su yo, el yo de quien tiene autoridad y derecho de libre disposición, como se lee en Mateo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mat 28:18). Tan pronto como haya ido al Padre y haya sido glorificado (Jua 15:26) enviará la promesa del Padre, el Espíritu Santo, al que Dios había prometido para el tiempo de salvación (Joe 3:1-5; Hec 2:16-21). El Espíritu Santo, con el que Jesús mismo fue ungido para su acción (Hec 10:38), se da también a los apóstoles. El tiempo de la Iglesia es el tiempo del Espíritu Santo. «Elevado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado lo que vosotros estáis viendo y oyendo» (Hec 2:33).

Primeramente tienen los apóstoles que esperar el Espíritu Santo; tienen que establecerse en la ciudad y permanecer en ella; en estas palabras se da quizá a entender también: permanecer reflexionando y meditando (Hec 10:39). Se refiere que los apóstoles, después de la ascensión de Jesús a los cielos, perseveraban unánimes en la oración con las mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos (Hec 1:14). La ciudad es Jerusalén; es el centro de la obra histórica lucana, la ciudad de la muerte de Jesús, la ciudad del Resucitado, la ciudad de la venida del Espíritu Santo, la ciudad contra la que se cumple el juicio de Dios porque no ha reconocido sus misericordiosas visitas.

En Jerusalén serán los apóstoles revestidos de la fuerza de lo alto. La fuerza de lo alto es el Espíritu Santo. La fuerza y el Espíritu están íntimamente ligados entre sí. En la fuerza del Espíritu regresa Jesús a Galilea después de haber vencido al tentador, para empezar allí su obra y proclamar el suspirado año de salvación (Hec 4:14). La fuerza del Espíritu se da a los apóstoles después que Jesús ha vencido al tentador en su pasión y muerte y ha sido elevado al cielo. En la fuerza del Espíritu continúan la obra de Jesús entre todas las naciones. «Y con gran fortaleza, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y gozaban todos ellos de gran estimación» (Hec 4:33). No hacen los milagros con su propia fuerza ( Hec 3:10), sino en virtud y en nombre de Jesucristo (Hec 4:7.10). El tiempo de Jesús comienza con la «aurora de lo alto» (Hec 1:78); el tiempo de la Iglesia, con la «fuerza de lo alto». Los apóstoles son revestidos de esta fuerza, como Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y fuerza (Hec 10:38). El traje de ceremonia de los apóstoles es la fuerza de lo alto; Esta les da poderes divinos, como los tenía Jesús. «Ellos (los apóstoles) fueron a predicar por todas partes, cooperando el Señor con ellos y confirmando su palabra con las señales que la acompañaban» (Mar 16:20).

Al comienzo del tiempo de Cristo se halla el mensaje de gracia: «EI Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te envolverá en su sombra» (Mar 1:35). Al comienzo del tiempo de la Iglesia se halla la promesa de Cristo, de que enviará la promesa del Padre, el Espíritu Santo, a los apóstoles y a los que están con ellos, y los pertrechará con la fuerza de lo alto. El Espíritu Santo suscita desde el seno de María al Santo, al Hijo de Dios (Mar 1:35); el Espíritu Santo produce mediante la Iglesia los santos, los hijos de Dios, como se llama a los cristianos. La fecundidad de María, como la fecundidad de la Iglesia, viene por la fuerza de lo alto. María es figura de la Iglesia.

e) Ascensión de Jesús (Lc/24/50-53).

Esta sección discrepa algo de Hec 1:3-11. Según los Hechos de los apóstoles, Jesús, «con numerosas pruebas se les mostró vivo (a los discípulos) después de su pasión, dejándose ver de ellos por espacio de cuarenta días y hablándoles del reino de Dios» (Hec 1:3). Según el Evangelio, parece que todo lo que narra Lucas en el capítulo 24 tuvo lugar el día de pascua, que el testamento del Señor que partía de este mundo (v. 44-49) y su ascensión (v. 50-53 se sitúan inmediatamente después de la aparición la noche del día de pascua. A lo que parece, Lucas, en su exposición del día de pascua, se dejó guiar por intenciones litúrgicas: cada domingo de la comunidad es un día de pascua. Conforme a su concepción teológico-literaria, anticipó también el relato de la muerte del Bautista (Hec 3:8 ss) sin atenerse a la sucesión histórica de los hechos; así también, el sermón de Jesús en Nazaret. Io sitúa programáticamenle al comienzo de su actividad (4sí4-30), aunque históricamente hay que situarlo seguramente más tarde. Numerosas relaciones entre el Evangelio y los Hechos de los apóstoles muestran que Lucas tenía ya planeada la concepción de los Hechos cuando escribió el Evangelio; por eso no se puede suponer que quisiera corregir el Evangelio, por ejemplo, con los datos de los Hechos de los apóstoles sobre la ascensión. Lucas no se deja guiar por intenciones de biografía histórica.

50 Después los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. 51 Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y era llevado al cielo.

«Hasta cerca de Betania» quiere decir la región sobre el monte de los Olivos próxima a Jerusalén (Hec 19:28s; Hec 1:12). Desde allí había avanzado como rey Mesías hacia Jerusalén (Hec 19:28-38). En ningún otro lugar podía comenzar su marcha para entrar en la gloria después de llevada a cabo su obra. Betania está situada en el camino del desierto a Jerusalén. El comienzo del tiempo de salvación se anuncia con estas palabras: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor… y todos han de ver la salvación de Dios» (Hec 3:4 ss). En este camino del desierto a Jerusalén se despide Jesús de los discípulos, y es elevado al cielo; de allí envía el Espíritu Santo; comienza el tiempo de la Iglesia. Sobre la acción de los apóstoles se dice al final de los Hechos: «Sabed, pues, que a los gentiles ha sido ya transferida esta salvación de Dios, y ellos escucharán» (Hec 28:28).

El que todavía no había bendecido nunca a sus apóstoles, les da ahora solemnemente la bendición. El acto de levantar las manos muestra a Jesús como sacerdote que bendice. Quizá debe esta escena traer a la memoria las palabras del Eclesiástico, donde se dice del sumo sacerdote Simón: «Entonces Simón, bajando, levanta sus manos sobre la congregación de los hijos de Israel para dar con sus labios la bendición de parte de Dios y gloriarse en su nombre. De nuevo se postraban en tierra para recibir de él la bendición» (Eclo 50.22s). Jesús, que se despide para ir al cielo, hace patente la bendición que se da en él mismo: en él serán benditas todas las naciones de la tierra (Hec 3:25). El Evangelio de Lucas comienza con un sacerdote que, después de ofrecer el sacrificio, no pudo bendecir a causa de su duda (Hec 1:22). El ministerio de Zacarías era una liturgia inacabada. Al final del Evangelio aparece de nuevo un sacerdote, que da remate a su obra con su bendición. La liturgia ha llegado a su término. Toda la fuerza de bendición del Crucificado y glorificado viene sobre los apóstoles.

Mientras les daba la bendición se aparta Jesús de los suyos. Aunque esté lejos de ellos, su bendición queda con ellos. Se apartó de ellos. ¿Se apartó de ellos como se apartó de los discípulos de Emaús? ¿Se hizo invisible a los ojos? Lo que aquí se dice quiere significar otra cosa. La palabra está rodeada por el marco de la despedida. Así, con el fin de disipar toda duda, hasta en importantes manuscritos se añadió: «Y era llevado al cielo» (cf. Hec 1:9). En la ascensión se aparta Jesús de los suyos; lo que aquí se quiere acentuar es la despedida, no precisamente la ascensión al cielo. Los días de las apariciones del Resucitado han llegado a su fin. Los benéficos días de Jesús en la tierra han terminado. Se ha alcanzado la meta de todas las peregrinaciones de Jesús; ahora es elevado (Hec 9:51). El tiempo de Cristo, desde el bautismo hasta la ascensión, ha concluido. Ahora no viene ya ningún día que se iguale a estos días. El Resucitado vive ahora a una distancia absoluta hasta que venga de nuevo.

52 Ellos, después de adorarlo, se volvieron a Jerusalén, llenos de inmenso gozo. 53 Y estaban continuamente en el templo, bendiciendo a Dios.

Como en la bendición del sumo sacerdote la comunidad se postra en adoración, así también los apóstoles se postran ante el Señor que se aleja. La ascensión se efectúa en una liturgia solemne. La Iglesia se congrega en presencia del sumo sacerdote que bendice. Es posible que estas palabras de adoración pasaran del libro del Sirácida al Evangelio -no todos los manuscritos contienen esta lectura- y que Lucas escribiera más sencillamente. Lo que sigue, lo presenta sobriamente y en forma contenida, se limita prácticamente a indicar lo que hace la comunidad apostólica después de la partida del Señor. Vuelve a Jerusalén, con lo cual cumple obedientemente el último encargo del Señor.

Llenos de inmenso gozo. ¿Cómo pueden alegrarse los apóstoles cuando se aleja de ellos Jesús? La ascensión de Jesús al cielo pone fin a su estancia en la tierra, pero da remate y coronamiento a su resurrección. Se ha dado un paso más adelante, hasta que lleguen los tiempos del refrigerio y envíe Dios al preelegido Cristo Jesús; en efecto, «el ciclo debe retenerlo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde antiguo» (Hec 3:20s). La alegría de los testigos de la ascensión es el comienzo del gran júbilo de la consumación final. Una vez más vuelven a reunirse el comienzo y el final del Evangelio. Cuando se anunció el nacimiento de Juan Bautista, se dijo al sacerdote Zacarías: «Para ti será motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento» (Hec 1:14). El nacimiento de Jesús va acompañado de este mensaje: «Mirad: os traigo una buena noticia que será de grande alegría para todo el pueblo» (Hec 2:10). El Evangelio es buena nueva, desde el principio hasta el fin. A su entrada en Jerusalén Jesús, con autoridad, tomó posesión del templo para sí y para su pueblo (Hec 19:45 ss). Allí echó los cimientos de su Iglesia. El templo fue continuamente, a las horas de oración, lugar de reunión de la comunidad de la ascensión y por mucho tiempo fue toda vía lugar de reunión de la comunidad de pentecostés (Hec 2:46; Hec 3:1 ss; Hec 5:12.20s; 42). Otra vez vuelven a enlazarse el comienzo y el fin del Evangelio. Los dos puntos culminantes de la historia de la infancia están constituidos por la doble aparición del niño Jesús en el templo (Hec 2:22-38; Hec 2:41-50.); éste es también el lugar de los que «esperan la liberación de Israel» (Hec 2:38).

En el templo resuena la alabanza de Dios por la Iglesia. Dios bendijo a la Iglesia de la ascensión por medio del sumo sacerdote Cristo; ella bendice a Dios, le tributa alabanza y acción de gracias en oraciones e himnos. Cuando nació el Bautista, dijo Zacarías alabando a Dios: «Bendito sea el Señor Dios de Israel» (Hec 1:64.68). Simeón toma al niño Jesús en los brazos y alaba a Dios con el himno: «Mis ojos vieron tu salvación, la que tú preparaste a la vista de todos los pueblos» (Hec 2:28.30). Ahora comienza a realizarse lo que expresó este himno de alabanza. La salvación está preparada, alabando a Dios se ofrece a los pueblos. Se inicia la liturgia de la alabanza perpetua de Dios.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Luc 23:56; Jua 20:1; Jua 20:19; Hch 20:7; 1Co 16:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— el primer día de la semana: Ver nota a Mat 28:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La tumba vacía (cf. Mat. 28:1-10; Mar. 16:1-8; Juan 20:1-10). Los dos hombres, vestidos con vestiduras resplandecientes, asociadas con seres celestiales (cf. 9:29), criticaron con gentileza a las mujeres por esperar que encontrarían en la tumba a alguien que había profetizado su resurrección de los muertos (9:22; 18:33). El hecho de que se de el nombre de las mujeres (10) quizá tenía la intención de identificarlas como testigos confiables.

No llama la atención el hecho de que la historicidad del relato haya sido cuestionada. P. ej., se ha sugerido que de hecho las mujeres fueron a una tumba equivocada, pero es increíble que tanto ellas como los visitantes posteriores pudieran haber errado al respecto. O se argumenta que, aunque los relatos de “apariciones de resurrección” pueden ser históricos en general, el de la tumba vacía fue elaborado más tarde y es legendario. Pero la tradición de la tumba vacía probablemente aparece implícitamente en un relato tan antiguo como el de 1 Cor. 15:3-7, y de acuerdo con el NT se entiende que la resurrección es corporal. Sostener que los huesos de Jesús quedaron enterrados en Palestina es presentar una comprensión de la resurrección diferente de la del NT, y descansa en meras suposiciones.

Sin embargo, si la historia de la tumba vacía y las apariciones se acepta, aún es difícil armonizar los varios relatos, tal como ocurriría con los de algún episodio conmovedor moderno que haya sido visto por diferentes testigos. Esto absuelve a los testigos de cualquier acusación de colusión, pero deja sueltos algunos cabos. (Para un intento de tratar este problema, ver J. Wenham, Easter Enigma [Paternoster Press, 1984].)

Notas. 1 La mención de varias mujeres contrasta con la visita de María Magdalena yendo sola a la tumba según Juan 20:1-10. Dos o más historias separadas pueden haber sido tenidas en cuenta en el relato de Luc. 3 Aquí y en varios otros lugares de este capítulo (5, 12, 36, 40, 51, 52) hay una cantidad de frases omitidas por algunos mss. y por lo mis mo en algunas versiones, como en general en la RVA. Otras las incluyen, ya que la evidencia para omitirlas no está bien fundamentada. 4 En Mar. se menciona sólo a un joven y sus palabras son algo diferentes. En particular, Lucas no incluye el mandato para que los discípulos fueran a Galilea (Mar. 16:7; cf. Mar. 14:28). Probablemente Lucas lo omitió porque no se describe ninguna aparición en Galilea. 9 La declaración de Mar. 16:8 de que las mujeres no dijeron nada a nadie por temor no contradice lo que se dice aquí. Probablemente Marcos quiso decir que no dijeron nada a nadie inmedia tamente, excepto a los once. 12 Ver Juan 20:1-10.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

24.1 Las mujeres trajeron ungüentos a la tumba, de la misma manera que acostumbramos llevar flores en muestra de amor y respeto. Las mujeres fueron a sus casas y guardaron el día de reposo como ordenaba la Ley, desde el atardecer del viernes hasta el atardecer del sábado, antes de volver a la tumba para llevar juntas sus especias y perfumes.24.1-9 Los dos ángeles (en apariencia de «dos varones con vestiduras resplandecientes») preguntaron a las mujeres por qué buscaban en la tumba al que vive. A menudo vemos personas que buscan a Dios entre los muertos. Estudian la Biblia como si fuera un simple documento histórico y van a la iglesia como si asistieran a un servicio fúnebre. Pero Jesús no está entre los muertos, ¡El vive! Reina en los corazones de los cristianos y es la cabeza de su Iglesia. ¿Busca a Jesús entre los que viven? ¿Considera que está activo en el mundo y en la Iglesia? Examine las pruebas de su poder, abundan a su alrededor.24.4 Inferimos por la información que nos dan los Evangelios de Mateo y Juan, que estos varones con vestiduras resplandecientes eran ángeles. Cuando los ángeles aparecen a la gente toman semejanza de hombres.24.6, 7 Los ángeles recordaron a las mujeres que Jesús anunció con detalles todas las cosas que le sucederían (9.22, 44; 18.31-33).24.6, 7 La resurrección de Jesús de la muerte es el hecho central de la historia cristiana. Sobre ella, la Iglesia está construida; sin ella, no existiría hoy la Iglesia cristiana. La resurrección de Jesús es única. Otras religiones tienen sistemas éticos sólidos, conceptos acerca del paraíso y escrituras sagradas. Solo los cristianos tienen un Dios que se hizo hombre, literalmente murió por su pueblo y resucitó en poder y gloria para gobernar a su Iglesia para siempre.¿Por qué la resurrección es tan importante? (1) Como Cristo resucitó de la muerte sabemos que el reino de los cielos irrumpió en la historia. Nuestro mundo ahora se dirige a la redención, no a la perdición. El poder de Dios está empeñado en destruir el pecado, al crear vidas nuevas y preparadas para la Segunda Venida de Jesús. (2) Gracias a la resurrección sabemos que la muerte se ha conquistado y que nosotros también resucitaremos para vivir por siempre con Cristo. (3) La resurrección da autoridad al testimonio de la Iglesia en el mundo. Mire la predicación de los primeros evangelistas en Hechos: ¡El mensaje más importante de los apóstoles fue la proclamación de que Jesucristo resucitó de la muerte! (4) La resurrección da sentido a la fiesta cotidiana de la Iglesia, la cena del Señor. Como los discípulos en el camino a Emaús, partimos el pan con nuestro Señor resucitado que viene en poder para salvarnos. (5) La resurrección nos ayuda a encontrar significado aun en medio de la más grande tragedia. No importa qué llegue a sucedernos, a medida que caminamos con el Señor, la resurrección nos da esperanza para el futuro. (6) La resurrección nos asegura que Cristo vive y gobierna su Reino. El no es una leyenda, realmente vive. (7) El poder de Dios que hizo que Jesús resucitara está a nuestra disposición, al grado que podemos vivir para El en un mundo malo.Los cristianos pueden verse unos a otros en forma diferente: defender una gran variedad de creencias en relación con la política, estilo de vida e incluso teología. Pero hay una creencia central que une e inspira a todos los verdaderos cristianos: ¡Jesucristo resucitó de la muerte! (Si desea más información referente a la importancia de la resurrección, véase 1Co 15:12-58.)24.11, 12 Las personas que oyen acerca de la resurrección por primera vez quizás necesiten tiempo antes de entender del todo esta historia maravillosa. Como los discípulos, pueden atravesar cuatro etapas diferentes de creencia: (1) Pensar que es una historia de hadas, imposible de creer. (2) Como Pedro, analizar los hechos, pero sin llegar a convencerse del todo. (3) Solo cuando tengan un encuentro personal con Cristo aceptarán el hecho de la resurrección. (4) Luego, a medida que se entreguen a El y le dediquen sus vidas sirviéndole, empezarán a comprender por completo la realidad de su presencia.24.12 Por Joh 20:3-4 concluimos que Juan también corrió a la tumba con Pedro. Es casi seguro que «el otro discípulo» fue Juan, el autor del cuarto Evangelio.24.13ss Los dos discípulos que venían de Emaús erraron en su comprensión de la más grande historia porque se preocupaban demasiado de sus desalientos y problemas. Por eso no se dieron cuenta que la persona que iba con ellos era Jesús. Para colmo, iban en la dirección equivocada, lejos del compañerismo de los creyentes en Jerusalén. Nosotros también estamos a punto de perder a Jesús y propensos a alejarnos de la fortaleza que se halla en otros creyentes, cuando nos preocupan nuestras esperanzas y planes frustrados. Solo cuando reconocemos a Jesús en medio de otros, será posible experimentar el poder y la ayuda que El puede darnos.24.18 La noticia de la crucifixión de Jesús se esparció por toda Jerusalén ya que era la semana de Pascua y peregrinos judíos visitaban la ciudad provenientes de todo el Imperio Romano, así se enteraron de su muerte. Este no era un acontecimiento de poca importancia, que afectara solo a los discípulos, toda la nación estaba interesada.24.21 Los discípulos de Emaús esperaban que Jesús libraría a Israel de sus enemigos. Muchos judíos creían que las profecías del Antiguo Testamento señalaban a un Mesías político o militar; no se dieron cuenta que el Mesías vino para rescatar a la gente de la esclavitud del pecado. Cuando Jesús murió, por lo tanto, perdieron toda ilusión. No entendieron que la muerte de Jesús ofrecía la más grande esperanza.24.24 Estos hombres sabían que la tumba estaba vacía, pero seguían sin advertir la resurrección de Jesús porque estaban muy tristes. A pesar de las evidencias, del testimonio de las mujeres y de las profecías bíblicas que se ocupaban de este hecho, no creían. Hoy la resurrección sigue sorprendiendo a muchas personas. A pesar de dos mil años de evidencia y testimonio, mucha gente aún se resiste a creer. ¿Qué más hacía falta? Para estos discípulos fue necesario que el Cristo viviente se pusiera en medio de ellos. Para muchas personas hoy se requiere la presencia viva de los cristianos.24.25 ¿Por qué llamó Jesús insensatos a estos hombres? A pesar de que conocían muy bien las profecías bíblicas, fallaron en entender que el Cristo sufriente era la senda a la gloria. No podían entender por qué Dios no intervino para salvar a Jesús de la cruz. Estaban tan atados a la idea de la admiración de un mundo de poder político y militar, que no estaban preparados para los valores antagónicos del Reino de Dios, donde el último será primero y donde la vida emana de la muerte. El mundo no ha cambiado sus valores: el concepto de un siervo sufriente es tan impopular hoy como lo fue hace dos mil años. Pero no tenemos solamente el testimonio del Antiguo Testamento que los profetas dieron, tenemos además el de los apóstoles en el Nuevo Testamento y el de la historia de la Iglesia cristiana que señalan la victoria de Cristo sobre la muerte. ¿Podemos pasar por alto los valores de nuestra cultura y depositar nuestra fe en Jesús? ¿O seguiremos insensatos y confundidos ante sus buenas nuevas?24.25-27 Después que los dos discípulos dijeron a Jesús que estaban tristes y confundidos, El les contestó abriendo las Escrituras y las aplicó a su ministerio. Cuando estamos confundidos con preguntas o problemas, podemos también recurrir a las Escrituras y hallar la ayuda oportuna. Si como estos dos discípulos no entendemos lo que la Biblia dice, podemos buscar a otros creyentes que la conocen y tienen sabiduría para aplicarla a nuestra situación.24.27 Desde la simiente prometida en el Génesis (3.15), a través del siervo sufriente en Isaías (cap. 53), al que traspasaron en Zacarías (12.10) y el ángel del pacto en Malaquías (3.1), Jesús vuelve a referir a estos discípulos al Antiguo Testamento. Cristo es el hilo que atraviesa todas las Escrituras, el tema central que las enlaza. A continuación incluimos varios pasajes clave que Jesús tal vez mencionó en el camino hacia Emaús: Génesis 3; 12; Salmos 22; 69; 110; Isaías 53; Jeremías 31; Zacarías 9; 13; Malaquías 3.24.33, 34 Pablo también menciona que Jesús apareció a Pedro solo (1Co 15:5). Este hecho no se incluye en los Evangelios. Jesús mostró interés personal por Pedro porque este se sintió completamente indigno después de negar a su Señor. A pesar de que Pedro se arrepintió, Jesús se acercó a él y lo perdonó. Muy pronto Dios lo usaría en la edificación de su Iglesia (véase la primera mitad del libro de Hechos).24.36-43 El cuerpo de Jesús no fue una simple visión ni un fantasma. Los discípulos lo tocaron y El comió. Por otro lado, su cuerpo humano no se restauró como el de Lázaro (Juan 11), El podía aparecer y desaparecer. Su cuerpo resucitado era mucho más real que antes, ahora era inmortal. Esta clase de cuerpo se nos dará en la resurrección de los muertos (véase 1Co 15:42-50).24.44 Podemos suponer que pasaron muchos días entre los versículos 43 y 44, porque Jesús y sus seguidores viajaron a Galilea y regresaron antes de que El volviera al cielo (Mat 28:16; Juan 21). En su segundo libro, Hechos, Lucas deja en claro que Jesús empleó cuarenta días con sus discípulos entre su resurrección y ascensión.24.44, 46 «La ley de Moisés, en los profetas y en los salmos» es una manera de referirse al Antiguo Testamento. En otras palabras, todo el Antiguo Testamento señala al Mesías. Por ejemplo, su papel como profeta se predice en Deu 18:15-20; sus sufrimientos se profetizaron en el Salmo 22 e Isaías 53; su resurrección en el Psa 16:9-11 e Isa 53:10-11.24.45 Jesús abrió el entendimiento de estas personas para que comprendiesen las Escrituras. El Espíritu Santo tiene hoy esa tarea en nuestras vidas cuando estudiamos la Biblia. ¿Se ha preguntado alguna vez cómo lograr entender un pasaje difícil de la Biblia? Aparte de leer el pasaje en su contexto, consultar a otras personas y obras de referencias, ore que el Espíritu Santo le abra su entendimiento para comprender y le dé el discernimiento necesario para poner en acción la Palabra de Dios en su vida.24.47 Lucas escribió al mundo de habla griega. Quería que supieran que el mensaje de Cristo de amor y perdón de Dios debía difundirse por todo el mundo. No debemos pasar por alto el alcance del evangelio de Cristo. Dios quiere que todo el mundo oiga las buenas nuevas de salvación.24.50-53 Mientras los discípulos estaban parados y mirando, Jesús empezó a ascender en el aire y pronto desapareció en el cielo. Ver partir a Jesús debió haber sido terrible, aunque sabían que mantendría su promesa de estar con ellos a través del Espíritu Santo. Este mismo Jesús, que vivió con los discípulos, que murió y resucitó de entre los muertos, nos ama y ha prometido estar con nosotros siempre. Podemos conocerle cada vez más mediante el estudio de las Escrituras, de la oración y por dejar que el Espíritu Santo nos ayude a ser como El es.24.51 Cuando Jesús volvió al cielo, su presencia física abandonó a los discípulos (Act 1:9), pero el Espíritu Santo llegó muy pronto para consolarles y darles el poder que necesitaban para esparcir las buenas nuevas de salvación (Act 2:1-4). Hoy, la obra de salvación de Jesús está consumada y El está sentado a la diestra de Dios donde posee toda autoridad, en el cielo y en la tierra.24.53 El Evangelio de Lucas describe a Jesús como el ejemplo perfecto de una vida conforme al plan de Dios: su niñez la vivió en obediencia a sus padres y asombró a los líderes religiosos en el templo, como adulto sirvió a Dios y a otros a través de la predicación y la sanidad, y finalmente sufrió sin quejarse cuando lo condenaron. Este énfasis se ajustaba muy bien a la mentalidad de una audiencia griega que admiraba los altos valores relacionados con el ejemplo y el autodesarrollo, y que a menudo discutía el tema de la perfección. A los griegos, sin embargo, les era difícil entender la importancia espiritual del mundo físico. Para ellos, lo espiritual fue siempre más importante que lo físico. Para ayudarles a comprender al Dios-Hombre, que unía lo físico y lo espiritual, Lucas enfatiza que Jesús no fue un fantasma, sino realmente un ser humano que alimentó y sanó gente porque le preocupaba tanto su salud física como el estado de sus almas.Como creyentes que vivimos de acuerdo al plan de Dios, también debiéramos obedecer a nuestro Señor en cada detalle, en nuestra preocupación de restaurar el cuerpo de las personas, así como también sus almas, para que tengan la sanidad y la salvación de Dios que les está reservada. Si queremos saber cómo tener una vida perfecta, miremos a Jesús como nuestro ejemplo.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1462 Mat 28:1; Mar 16:1; Jua 20:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el primer día de la semana. Es decir, el domingo (v. coment. en Mt 28:1).

Fuente: La Biblia de las Américas

Véase coment. en Mt 28:6. Hay dos temas importantes en la narrativa de la resurrección por Lucas: Uno es el énfasis en la redención (24:7, 26, 46) que prepara para la predicación del evangelio en Hechos (cp. Hch 2:31– 38; 13:30– 33); y otro es el cumplimiento de las profecías del A.T.(24:6– 8, 25– 27, 44– 46), que ofrece una buena transición para la misión de la iglesia en Hechos (24:49; cp. He 1:8).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Véanse las notas 1 (2) de Mt 28 y 1 (1) de Jn 20.

1 (2) Se refiere a las mujeres del v.10 y de 23:55.

1 (3) Véase la nota l (2) de Jn 20.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

195 (VIII) Vindicación de Jesús, promesa del Espíritu y Ascensión (23,56b-24,53). Lucas ha llegado al final de la primera parte de su relato kerigmático de los acontecimientos que se han realizado entre los creyentes (cf. 1,1-4, y el énfasis sobre la promesa y el cumplimiento en 24,5-8.25.27.32.44-47). Con las apariciones de Cristo resucitado en Jerusalén, los discípulos pasan de la tristeza a la alegría, de la perplejidad al entendimiento, de la falta de fe a la fe, abriendo finalmente sus ojos para ver en el Señor resucitado lo que Dios tiene preparado para toda la creación.
(A) Las mujeres evangelizadoras (23,56b-24,12). Cf. Mc 16,1-8; Mt 28,1-8; Jn 20,1-13. Lucas fundamenta su insistencia en la importante función de las mujeres en la vida de la Iglesia, en el encargo que reciben de ser las primeras que proclamen la fe pascual. 1. muy ele mañana: El poder de la tiniebla (22,53) da paso a la luz del alba de la victoria de Jesús sobre la muerte (cf. 1,78-79). 5. no está aquí, ha resucitado: Como cumplimiento de su promesa de vindicación (9,22), Dios ha vindicado a su Hijo obediente y justo, que ha sufrido inocentemente, a Jesús. Éste es el evangelio pascual. 6. recordad: cf. también v. 8. El significado de esta palabra clave en Lucas y en el AT no debiera reducirse a una mera recopilación de lo previamente dicho. Recordar es actualizar en el presente, con energía y visión nueva y profunda, el sentido de las acciones y las palabras del pasado de la historia de la salvación. La misma palabra gr. mimneskesthai se encuentra cargada de sentido en 1,54.72; Hch 10,31; 11,16. Otras palabras relacionadas con ésta, en 22,19; 22,61; Hch 17,32; 20,31.35. Cf. TDNT4.677; P. Perkins, Resuirection (Garden City 1984) 154-55; R. H. Smith, Easter Gospels (Minneápolis 1983) 109. Galilea: De acuerdo con la geografía teológica de Lucas, todas las apariciones acontecen en Jerusalén y cercanías. Desde Jerusalén, vínculo de continuidad entre promesa y cumplimiento de la revelación de Dios, el kerigma cristiano se extenderá hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). 7. Los más cercanos paralelos a este dicho se encuentran en 9,22 y 9,44. Recordemos que en ambos lugares no se decía explícitamente que estuviesen presentes las mujeres discípulas (→ 101 supra, sobre el uso que hace Lucas de la analepsis o «flashback» conclusivo). 8. La revelación de la vindicación de Jesús da nuevo sentido y energía a la recopilación que las mujeres hacen de las palabras de Jesús. 9. anunciaron: Las fieles mujeres discípulas son las primeras que proclaman el evangelio pascual. El término gr. anengeilan, que es el que se utiliza en nuestro texto, queda flojo si lo traducimos por «contaron». Cf. paralelos en 9,36; Hch 26,20; y la observación de J. Schniewind, TDNT 1.66. El vb. tiene la connotación de «mensaje de la resurrección, con sentido especializado». 11. no las creyeron: Lucas emplea el mismo vb. gr. epistoun para describir la respuesta de los apóstoles al mensaje pascual de las mujeres, y, en Hechos (p.ej., 28,24), para describir la respuesta negativa a la proclamación cristiana. Los apóstoles tienen que recorrer su propia odisea desde la incomprensión a la comprensión y a la fe. 12. Este versículo debe mantenerse, pues se encuentra en los manuscritos más fiables y es afín a la teología lucana. vio: La visión de Pedro no es todavía la visión de la fe. Cf. 24,34. lienzos: → 194 supra. lo sucedido: Esta oración genérica se encuentra en 23,47.48; 24,18. Los ojos abiertos por el Señor Jesús resucitado verán el significado de lo que Dios ha realizado para todos en su Elegido.

196 (B) Emaús y regreso al camino del discipulado (24,13-35). Este bello relato, exclusivo de este evangelio, destella con temas lucanos, esp., el camino, la fe como visión y la hospitalidad. 13. iban de camino: Los dos discípulos han abandonado el camino de Jesús, pues no había cumplido sus expectativas (cf. v. 21). Su infidelidad está en contraste con la fidelidad de las mujeres (23,49-24,12). El lector debe recordar el tema lucano del camino que tan dominante es como imagen del discipulado en 9,51-19,27. Este relato está lleno del vocabulario del camino (vv. 15.17.28.29.32.33.35), y cuenta cómo Jesús resucitado reconcilia a dos caminantes, que, una vez perdonados e iluminados, regresan inmediatamente a Jerusalén. 16. pero sus ojos estaban ofuscados y no eran capaces de reconocerlo: A través de todo su evangelio, Lucas ha jugado con el tema de la visión (9,45; 18,34; 23,8.35.47-49). Ahora lo articula en los vv. 23-24.31.32.35, al contamos cómo el Cristo resucitado abre los ojos de sus discípulos para que contemplen su verdadero sentido en el plan de Dios. Pero como el relato clarificará, los ojos de los discípulos se abren totalmente sólo cuando éstos muestran hospitalidad hacia un desconocido. 19. Jesús de Nazaret: Con ironía teológica, Lucas desarrolla su tema de la fe como visión, puesto que lo que dicen los discípulos en este versículo es el credo cristiano (cf. Hch 2,22-24; 10,38). La mera recitación de este credo no suscitará la visión de la fe. 20-21. lo entregaron: La ironía lucana se intensifica en cuanto que los hechos narrados por los discípulos cumplen las profecías de Jesús en 9,22; 13,32-33; 18,31-33. Recitar los hechos de la vida de Jesús y demostrar cómo éstos se conectan con sus profecías, no abre los ojos de la fe. 22-24. algunas de nuestras mujeres: Lucas, inexorablemente, conduce a casa su irónico mensaje. La proclamación del evangelio pascual de las fieles mujeres discípulas encuentra resistencia y no abre los ojos a la fe. 25-27. empezando por Moisés: Lo que positivamente contribuye a la fe (cf. v. 32) es la interpretación que Jesús hace de su vida como cumplimiento de todas las promesas de Dios desde un extremo al otro de la Escritura. Dios ha exaltado a la gloria a su profeta rechazado, al Hijo justo que ha sufrido inocentemente. 29. quédate con nosotros: Lucas añade ahora los toques finales a su tema de la fe como visión. Los discípulos que alojan al desconocido abrirán finalmente sus ojos. «Así, el señorío de Jesús no llega a conocerse o a manifestarse en hechos de guerra ni venganza, o mediante signos terribles y poderosos, sino que se alcanza mediante una cruz y se expresa en una comida, es decir, en un acto de hospitalidad, paz, fraternidad y sororidad» (R. H. Smith, Easter Gospels [→ 195 supra] 122). 30. se reclinó con ellos… tomó el pan: Esta comida no debe interpretarse inmediatamente como eucaristía, sino que debe relacionarse con el tema de la comensalidad que Lucas ha desarrollado en todo su evangelio. Mediante este tema, muestra la llegada del reino de Dios en la comida que Jesús comparte con la gente, esp. con los marginados. Jesús, que en su última cena había dicho que no volvería a comer con sus discípulos hasta la llegada del reino de Dios (22,16.18), comparte ahora la comida con ellos, mostrando, por consiguiente, que el reino de Dios ya ha llegado. Ahora sus compañeros de mesa no son los publícanos, sino sus propios discípulos que se habían apartado de su camino; perdonados, son devueltos de nuevo al camino, que es su camino. Pero todo esto les sucede porque han sido hospitalarios. 32. ardía nuestro corazón: Al preocuparse de ofrecer hospitalidad a un desconocido, la tristeza, necedad y torpeza de corazón de los discípulos se transforman en alegría, comprensión profunda y entusiasta entrega al camino de Jesús. 34. se ha aparecido a Simón: La oración de Jesús ha sido eficaz. Simón Pedro ha sido también perdonado y está capacitado para fortalecer a sus hermanos cristianos en el camino (cf. 22,31-34). Cf. Dillon, From Eye-Witnesses to Ministers of the Word (→55 supra) 69-155; R. J. Karris, Int 41 (1987) 57-61; B. P. Robinson, NTS 30 (1984) 481-97.

197 (C) Encargo y Ascensión (24,36-53). Se entremezclan en esta sección final del evangelio de Lucas los temas de la paz (v. 36), la comensalidad (vv. 41-43), el cumplimiento de las promesas de Dios en Jesús (vv. 44-47), el perdón de los pecados (v. 47), Jerusalén (vv. 47.52), testimonio (v. 48), Espíritu Santo (v. 49), finalización del camino de Jesús hacia Dios (v. 51) y el templo (v. 53). El evangelio en su conjunto culmina con la descripción lucana de la actitud de los discípulos: la adoración de Jesús (v. 52). La mayor parte de este material es exclusivo de Lucas. 36. les dijo: La paz con vosotros: Este texto está apoyado por la mayor parte de manuscritos antiguos; debe considerarse auténtico. Sin embargo, tanto éste como algunos fragmentos o la totalidad de 22,19b-20; 24,3.6.12.40.51.52, son omitidos por otros antiguos manuscritos, esp. por D. La prueba de la autenticidad de estas ocho lecturas (y también de Mt 27,49) no es convincente. Westcott y Hort las denominaron «no interpolaciones [en inglés: “non-interpolations”] en el texto occidental». Cf. B. M. Metzger, TCGNT 191-93; K. Snodgrass, JBL 91 (1972) 369-79. paz: La bendición de una vida íntegra y plena, prometida en 2,14, realizada por Jesús mediante su ministerio del reino (cf,, p.ej., 7,50), y proclamada en 19,38, es ahora el don permanente que el resucitado hace a sus discípulos. 38. ¿por qué os asustáis?: No se refiere al relato de Emaús (24,13-35), con su camino que va desde la increencia hasta la fe. Se trata, más bien, de un nuevo relato, que, en esta ocasión, va desde la duda hasta la adoración (v. 52). 43. en su mesa: Este es el modo en que debe traducirse la frase gr. enopion auton, que literalmente significa «ante ellos». Los argumentos a favor de esta traducción proceden de la utilización que hallamos en los LXX (p.ej., 2 Re 11,33; 3 Re 1,25) y del texto lucano de la comida del Señor resucitado con sus discípulos (Hch 1,4; 10,41). De este modo, el interés principal de este versículo no es insistir en la realidad corporal de Jesús, sino más bien en la victoria de Jesús sobre la muerte, simbolizada en la reanudación de la comunión de mesa con sus discípulos. Cf. Dillon, From Eye-Witnesses to Ministers of the Word (→ 55 supra) 200-01. 44. Toda la Escritura -Ley, Profetas y Escritos encuentra su cumplimiento en Jesús resucitado. 45. abrió la inteligencia para que comprendieran: Lucas prosigue con su tema de la revelación como apertura de ojos y mente. Cf. comentario a 24,16. 47. perdón de los pecados… a todas las naciones: Hch 26,23 nos ayuda a responder a la pregunta suscitada por este versículo: ¿Cómo es posible que Jesús el Mesías pueda predicar a todas las naciones cumpliendo así la Escritura? Lo hará a través de Pablo y la Iglesia. Con esto consigue Lucas su universalismo cristológico. «Jesús es el Mesías en sentido real y total únicamente si la salvación de Dios, realizada por él, llega «hasta los confines de la tierra’’» (J. Dupont, «La portée christologique de l’evangélisation des nations d’aprés Luc 24,47», Neues Testament und Kirche [Fest. R. Schnackenburg, ed. J. Gnilka, Friburgo 1974] 143). 48. vosotros sois testigos: Este encargo se dirige a un grupo más amplio que los Once (cf. 24,9.33). El contexto lucano sugiere que también se incluye a las mujeres. Cf. Perkins, Resurrection (→ 195 supra) 166-67. 49. la promesa de mi Padre: El Espíritu Santo es quien anima la continuación del relato lucano de cómo Dios ha cumplido sus promesas. Cf. Hch 1-2.

198 50-53. Estos versículos contienen numerosas referencias a 1,5-2,52, pues Lucas concluye su obra con una inclusión. 50. los llevó fuera: Lucas juega con el tema del éxodo y utiliza el vb. gr. exagein, que es empleado por los LXX para describir cómo Dios saca a su pueblo de la esclavitud de Egipto mediante el éxodo. Jesús está a punto de concluir su éxodo (cf. 9,31) hacia su Padre, alzando las manos… los bendecía: Parece haber una alusión consciente a Eclo 50,20-24, donde encontramos la siguiente secuencia: bendición del sumo sacerdote Simón, adoración y alabanza de la asamblea. Ésta es la única vez en todo el evangelio en que se dice que Jesús bendice a la gente. En la conclusión de la liturgia de su vida, Jesús bendice a sus discípulos. Compárese con Zacarías (1,21-22). 51. fue llevado al cielo: En Hch 1,6-11, presenta Lucas otro relato de la ascensión. A éste se le ha denominado adecuadamente relato «doxológico» pues subraya la adoración a Jesús. El relato de Hechos es más bien una interpretación «eclesiástica», que conduce al relato lucano de cómo la ekklesia de Dios debe abandonar la actitud de una adoración entusiasta para viajar por los caminos del mundo con la buena nueva. Cf. P. A. van Stempvoort, NTS 5 (1958-59) 30-42. Lucas también «desea indicar que el camino que Jesús realizó no terminó… en la más absoluta nada, sino en el corazón de Aquel a quien Jesús llamaba su Padre» (G. Lohfink, Death is not the final word [Chicago 1977] 18). Cf. también J. A. Fitzmyer, TS 45 (1984) 409-40. 52. se postraron ante él: Alcanzamos el clímax de los vv. 36-53, y por supuesto de todo el evangelio, pues ésta es la primera y única vez en la que dice Lucas que los discípulos adoran a Jesús. La cristología de Lucas se acerca a la de Jn 20,28. Jerusalén: El evangelio comienza y termina en la ciudad santa, pero son tantos los acontecimientos ocurridos mientras tanto, que, lógicamente, influyen en el cambio de perspectiva de los lectores sobre el significado de esta ciudad, alegría: cf. el mensaje de los ángeles en 2,10. «Es un claro objetivo de Lucas relacionar el comienzo y el fin, el nacimiento y la partida. Mediante esta relación deja claro que la promesa del comienzo se cumple al final, y, además, que toda esta vida es una gran alegría para los seres humanos» (G. Lohfink, Die Himmelfahrt Jesu [SANT 26, Múnich 1971] 253). 53. templo: El evangelio comienza y termina en el templo, que, para Lucas, es el nexo de continuidad entre lo antiguo y lo nuevo. A la primitiva comunidad de Hechos la encontramos adorando en el templo (Hch 3). bendiciendo a Dios: cf. 1,64; 2,28. Esta es la reacción que Lucas desea obtener de sus lectores, para que tomen en serio su relato kerigmático y confiesen, con profunda convicción, que cuanto Dios ha realizado en Jesús es para nuestro bien y nuestra salvación (cf. 1,1-4).
[Traducido por José Pérez Escobar]

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

de la semana… Lit. de los sábados. TR añade y algunas otras mujeres con ellas.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M39 La expresión en genitivo ὄρθρου βαθέως significa: muy de mañana.

T187 El uso de μιᾷ, que significa: primer, puede ser semítico.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. de los sábados. Es decir, el primer día de la semana.

24.1 TR añade y algunas otras mujeres con ellas.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Los ángeles hacen saber a las mujeres que Jesucristo ha resucitado. Dan estas la nueva a los Apóstoles. Pedro corre al sepulcro, y queda admirado de no hallar el cuerpo del Señor. Aparece a los discípulos, que iban a Emmaús; les explica las Escrituras, y le reconocen, cuando parte el pan. Vuelven a avisar a los otros. Aparece a todos juntos, y les comunica la inteligencia de las Escrituras. Les promete el Espíritu Santo, y se sube al cielo.

1 a. Esto es; el domingo (Mt 28,1; Mc 16,2).

b. El Griego: kái tines sún autáis, y algunas otras mujeres con ellas.

2 c. MS. La labde tirada del monumento.

4 d. Dos varones, duo viri, esto es, dos ángeles en figura de hombres. Estos, que estaban dentro del sepulcro, son diferentes del que estaba a la puerta, después de haber quitado la piedra que lo cerraba (Mt 28,2; Mc 16,5).

9 e. A los demás que habían recibido la doctrina de Jesús, y ellas sabían que eran sus discípulos.

11 f. MS. E ellos tenienlo por antoianza.

g. La muerte del Señor, y todas las demás aflicciones que habían acompañado esta muerte hicieron tal impresión en el espíritu de los Apóstoles, que parecieron más incrédulos que las mismas mujeres. Mas como este grande misterio debía ser el principal fundamento de la religión cristiana, esta misma incredulidad pasajera de los Apóstoles contribuyó mucho más a que quedase establecido y sentado con pruebas más evidentes e infalibles este misterio.

12 h. Porque ni él, ni San Juan que le acompañó, tenían aun sobre este misterio la inteligencia que la fe sola podía darles (Jn 20,9). El Señor les había hablado de él frecuentemente, y a San Pedro le dio una fuerte reprensión, porque movido de un sentimiento humano, le había querido apartar del pensamiento de padecer la muerte de que hablaba (Mt 16,23). Este ejemplo nos debe convencer que el ánimo y entendimiento del hombre no puede entrar en las verdades del Evangelio, si el Señor no le da el don de su inteligencia, como se lee al fin de este capítulo.

13 i. Este mismo domingo en que resucitó Jesucristo.

j. Esta aldea o castillo se llamó después Nicópolis. San Jerón. Algunos quieren que este castillo sea diferente de la ciudad del mismo nombre, que después fue llamada Nicópolis, y que distaba de Jerusalén ciento setenta y seis estadios, o veinte y dos millas romanas.

k. Un estadio constaba de ciento veinte y cinco pasos geométricos; y sesenta estadios equivalen a siete millas y media romanas, y como a dos leguas nuestras.

16 l. Esto es; Jesús suspendía la impresión que su cuerpo hubiera debido hacer naturalmente sobre sus ojos, y que hubiera hecho que le reconociesen en el momento (Mc 16,12).

18 m. No consta del nombre del otro. Orígenes le llama Simón, o Simeón. San Epifanio afirma que era Natanael, y San Ambrosio le nombra Amaon. Otros quieren que fuese Santiago, hijo de Cleofás, fundados en lo que dice San Pablo (1Cor 15,7), y en un lugar del Evangelio según los hebreos, alegado por San Jerónimo, in Catal. cap. II, en donde se leía que Jesucristo había aparecido a Santiago, que tenía por sobrenombre el Justo, que le reconoció en la fracción del pan. Y esto parece más probable. Fuera de que el hecho mismo de responder Cleofás, da a entender que era el mayor, y de mayor respeto, y bajo del fundamento dicho, padre del que le acompañaba en el viaje.

19 n. Hablan del Señor con mucho elogio; pero no dicen que le tenían por el Mesías que esperaban, aunque dan a entender que estaban con muchísima expectación.

21 o. Estos discípulos eran aun carnales, y no esperaban de Jesucristo como Mesías mas que sacudir por su medio el yugo de la dominación romana, y el establecimiento de un reino temporal. Y viendo que habían pasado tres días después de su muerte, creían que no les quedaba ya más que esperar. A esto mira la reprensión que les hace después el Salvador.

24 p. El Griego: ouk éidon, no le vieron.

25 q. MS. E de corazon tardinero para creer.

28 r. Mostró hacer aquello que efectivamente hubiera hecho, si no le hubieran instado y aun forzado a quedarse con ellos. Bien sabía que le obligarían a detenerse; pero quiso portarse en esta ocasión como hombre, y darles lugar a que ejercitasen con él la hospitalidad, que tanto les había encomendado mientras vivió en su compañía.

29 s. Le instaron y obligaron a fuerza de ruegos.

t. El Griego: tóu méinai, para quedarse.

30 u. El sentimiento de los Padres es, que les dio su sacratísimo cuerpo, recompensando así la caridad que habían usado con él recibiéndole en su casa. El principal efecto que hizo este pan divino en estos dos discípulos, fue abrirles los ojos para que le conociesen, y conociéndole dejasen todas sus dudas y la infidelidad de sus corazones.

32 v. El efecto esencial de la palabra de Dios es abrasar las almas, cuando no encuentra impedimento en ellas. Porque las palabras del Señor son como fuego (Jer 23,29). Y David nos las representa como dardos encendidos (Sal 118,140).

35 w. En San Marcos (16,13), se dice que no dieron crédito, ni a la aseveración de la Magdalena, ni a la de estos dos discípulos. Algunos lo creerían principalmente de los Apóstoles; pero la mayor parte no lo creerían, pues, como se dice en el v. 41, aun apareciéndoseles en esta ocasión, y teniéndole presente, y viéndole por sus ojos, por la maravilla, sorpresa y gozo no acababan de creerlo.

36 x. Improvisamente, y cuando por temor de los judíos tenían las puertas cerradas.

y. Este era el modo ordinario con que los saludaba, pues él mismo era el autor de la verdadera paz.

37 z. Porque como estaban cerradas las puertas, y no le habían visto entrar, creyendo que esto fuese imposible a un cuerpo, le tuvieron por un espíritu; y aun algunos antiguos afirman que se imaginaban alguna visión como la de Samuel.

40 a. Para calmar su turbación y temor les mandó que se acercasen a él, les mostró sus pies y sus manos; y para convencerlos de la verdad que les decía, hizo que le tocasen. El Señor por su resurrección dio a su cuerpo una nueva calidad, y esta misma se verá en nuestros cuerpos, cuando resucitemos; porque lo que será puesto en tierra como un cuerpo todo animal, resucitará como un cuerpo todo espiritual (1Cor 15,44), mudando no de sustancia, sino de estado y condición por la gloria que adquirirá.

41 b. Para convencerlos aun más, les pidió algo que comer. El exceso de la alegría los tenía tan transtornados y tan fuera de sí, que no creían lo mismo que tocaban y veían, y desconfiando de su propios sentidos, se persuadían que estaban soñando.

42 c. El Griego: apó melisíou keríou, de un panal de abejas.

43 d. Comió realmente, no por alguna necesidad que tuviese, sino porque podía hacerlo. San Agustín. El rayo ardiente del sol, añade el Santo, atrae el agua de la tierra de una manera muy diferente de aquella, que una tierra quemada bebe esta misma agua, cuando cae deshecha en lluvia. Y sería, continúa el mismo Santo, una felicidad imperfecta, si un cuerpo resucitado no tuviese la facultad del comer; pero su felicidad sería también imperfecta, si tuviera necesidad de hacerlo.

44 e. Los hebreos distinguen el Antiguo Testamento en estas tres partes, ley, profetas, Hagiógrafos; y entre estos últimos dan el primer lugar a los Salmos.

45 f. Quitándoles un como velo, que les impedía ver la luz de la verdad, que se encerraba en las palabras de Jesucristo y de la Escritura (Lc 9,41). De aquí se ve que las Escrituras encierran oscuridad, y que los mismos Apóstoles no las entendieran, si Jesucristo no se las explicara.

46 g. Como si les dijera: Así es como lo han escrito Isaías, Jeremías, David y Jonás, etc.

47 h. Porque a esta ciudad principalmente había sido prometido el Mesías.

48 i. Vosotros que lo habéis visto todo, daréis testimonio a todo el mundo de mi vida, de mi doctrina, de mi muerte, y sobre todo de mi resurrección.

49 j. Envio; esto es, voy a enviar, o enviaré luego.

k. El prometido de mi Padre, el Espíritu Santo, que bajará sobre vosotros, y que mi Padre os ha prometido por la boca de los profetas (Is 44,3; Ez 36,26; 39,29; Jl 2,28; Hch 2,19).

l. El Griego: la ciudad de hierousalém, de Jerusalén.

50 m. Sobre el monte de los Olivos, y dejándose ver por un nuevo milagro de solos sus discípulos. Lo que sucedió cuarenta días después de su resurrección.

n. Como un padre que se ausenta de sus hijos. Esta última bendición del Hijo de Dios los dispuso para el retiro y para la oración, y los preparó para recibir la plenitud de la gracia apostólica.

51 o. El Griego: kái aneféreto, y era elevado hacia lo alto en la hora de su admirable Ascensión a los cielos.

52 p. Postrados por tierra, considerándole ya, no como un maestro o como un profeta, sino como Rey de la gloria, y Señor del universo.

53 q. En las horas destinadas para orar: fuera de estas se estaban retirados y encerrados en el cenáculo, en donde oraban, esperando la venida del Espíritu Santo (Hch 1,13).

Fuente: Notas Bíblicas

[3] Mia ton sabbaton en Griego. Las palabras “primer” y “día” no aparecen en el Griego.

[4] Diagamos cerca de 6-8 PM durante havdalah, o motzei/salida del Shabát.

[5] Posiblemente como un testigo doble a Judah y Efrayím. y

[6] Probablemente porque eran mujeres en una sociedad dominada por hombres.

[7] Un tipo de dos casas, divagando en exilio fuera de Jerusalén, ciegos a su Moshiaj y Su Torah.

[8] Hermandad de dos casas esperando por una revelación de Yahshua.

[9] Para los retornantes Efrayimitas que han sido llamados extraños, o no Israelitas, no se sientan mal. Están en una compañía muy elite, como aquí los propios discípulos de Yahshua le llaman a El un “extraño.”

[10] La verdad plana: que el verdadero Moshiaj debe redimir y reunir ambas casas.

[1] El último estudio.

[2] Peshitta: Nótese el lenguaje en el Arameo (“a un lugar lechos”) que es opuesto al Griego. Posiblemente a Europa, África, Asia Menor, y otros lugares para reunir a los exiliados a través de las apariciones de las post resurrección.

[3] Peshitta.

[4] Peshitta.

[5] Este texto declara que Yahshua no se levanto como un espíritu, o un espíritu invisible. Sino que El se levanto como un humano estimado sin la sangre, ya que fue derramada para nuestra expiación y perdón. Mientras era un forma diferente de cuerpo, o cuerpo espiritual, era todavía con una forma, teniendo tanto carne como huesos, que les permitió a los discípulos a tocarle y sentirlo.

[6] Beth-Anya, o “Casa de Higos.” Hay un tremendo simbolismo aquí, cuando Yahshua bendice ambas casas en Su bendición terrenal final, cuando ambas casas hacen la higuera, como un símbolo del Israel nacional en toda la Escritura.

[7] Posiblemente la Bendición Aronica.

[8] Es por eso que en Hechos capitulo 2, ellos estaban en la Casa Casa de El Padre, o el Templo, cuando El Espíritu cayo, ya que se les mando cuidadosamente que no salieran del lugar, hasta que la promesa de El Sspíritu hubiera llegado. Esto se convertirá en critico para entender el Israel del Pacto Renovado, en la descripción que sigue de Lucas como se encuentra en los Rollos de Hechos.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[13] Emmaús significa aguas calientes o termales.[21] Los judíos creían que elMesías liberaría a Israel de toda dominación extranjera y que su reino era material.

Fuente: Notas Torres Amat

* Es decir, el domingo.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento