Biblia

Comentario de Lucas 24:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 24:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

He aquí, el mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.

24:13 Y he aquí, dos de ellos (Mar 16:12) iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. — La conversación de Cristo con ellos (la explicación de las Escrituras) sería en ese momento de más provecho si no lo reconocieran. El v. 30 dice que, estando Cristo “sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron”. La Biblia no explica esto y no conviene especular en cuanto a cómo sus ojos “estaban velados” y cómo después “le reconocieron”. Estos textos no fueron escritos para contestar toda pregunta que pudiéramos hacer sobre la naturaleza exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Aunque los apóstoles podían ver y palpar que era de “carne y huesos” (v. 39), aprendemos en Mar 16:12, “después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo”. Compárese el v. 36, “Jesús se puso en medio de ellos”. Debemos concentrarnos en la cosa importantísima: la resurrección corporal de Jesús. El fenómeno que estamos observando (ojos velados, ojos abiertos, se desapareció de su vista, se puso en medio de ellos, etc.) indica claramente que aunque Cristo resucitó corporalmente, El era diferente y, obviamente, no había resucitado para volver a la misma clase de vida que llevaba antes de morir. No resucitó para enseñar y predicar en las sinagogas y en el templo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

dos de ellos. Luc 24:18; Mar 16:12, Mar 16:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El incidente de Emaús sólo se registra en Lucas.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

los ojos de ellos estaban velados: Los discípulos no reconocieron que Jesús estaba con ellos (v. Luc 24:15). Esto indica que Jesús estaba en el mismo cuerpo en el que murió, aunque glorificado. De otra manera, no había necesidad de evitar que lo reconociesen.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

dos de ellos. Es evidente que no hacían parte de los once discípulos. Según el v. Luc 24:18 uno se llamaba Cleofas. Emaús. No se menciona en otro lugar de las Escrituras. Su ubicación exacta se desconoce, pero la tradición afirma que corresponde a un pueblo llamado El-Qubeibe, ubicado unos 11 km al NE de Jerusalén.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

24:13 Y he aquí, dos de ellos (Mar 16:12) iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. – La conversación de Cristo con ellos (la explicación de las Escrituras) sería en ese momento de más provecho si no lo reconocieran. El v. 30 dice que, estando Cristo “sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron”. La Biblia no explica esto y no conviene especular en cuanto a cómo sus ojos “estaban velados” y cómo después “le reconocieron”. Estos textos no fueron escritos para contestar toda pregunta que pudiéramos hacer sobre la naturaleza exacta del cuerpo resucitado de Jesús. Aunque los apóstoles podían ver y palpar que era de “carne y huesos” (v. 39), aprendemos en Mar 16:12, “después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo”. Compárese el v. 36, “Jesús se puso en medio de ellos”. Debemos concentrarnos en la cosa importantísima: la resurrección corporal de Jesús. El fenómeno que estamos observando (ojos velados, ojos abiertos, se desapareció de su vista, se puso en medio de ellos, etc.) indica claramente que aunque Cristo resucitó corporalmente, El era diferente y, obviamente, no había resucitado para volver a la misma clase de vida que llevaba antes de morir. No resucitó para enseñar y predicar en las sinagogas y en el templo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL OCASO QUE SE CONVIRTIÓ EN AMANECER

Lucas 24:13-35

Ahora, mirad: aquel mismo domingo iban dos de los amigos de Jesús de camino a la aldea de Emaús, que estaba a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban hablando de todo lo que había pasado. Y mientras hablaban y discutían entre sí, ¡Jesús en persona se les acercó y sé puso a caminar con ellos! Pero ellos estaban ofuscados, y no le reconocieron.
-¿Qué es lo que vais hablando en el camino? -les preguntó Jesús.
Entonces se detuvieron, reflejando en sus rostros la amargura de su corazón; y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le dijo a Jesús:
-¡Tú debes de ser el único forastero que ha estado en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días!

-Pues, ¿qué ha pasado? -les preguntó Jesús.

-Pues lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta que hablaba y actuaba con el poder de Dios en medio del pueblo; y que nuestros principales sacerdotes y gobernadores le entregaron para que le condenaran a muerte, y le crucificaron. ¡Y nosotros que habíamos creído que El era el que había de redimir a Israel! Pero no resultó así; y, además, ya hace tres días que pasó todo. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos dieron una noticia increíble: habían ido a la tumba de madrugada, y no consiguieron encontrar el cadáver; y volvieron diciendo que si habían visto visiones de ángeles, y que si les habían dicho que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron a la tumba, y se la encontraron vacía como habían dicho las mujeres; pero no vieron a Jesús:

A esos les dijo Jesús:

–¡Pero qué torpes y qué cortos de entendederas sois para creer todo lo que los profetas habían anunciado! ¿Es que no era menester que el Mesías padeciera todo eso antes de entrar en su gloria?
Y Jesús empezó por Moisés y siguió con todos los Profetas, haciéndoles ver todo lo que decían de Él las Escrituras.
Ya estaban cerca del pueblo adonde iban, y Jesús hizo como que iba más lejos. Pero ellos le insistieron en que, se, quedara, y le dijeron:
-¡Quédate con nosotros, que ya es tarde y está oscureciendo!
Así es que entró en la casa, y se quedó con ellos. Y fijaos: cuando se sentaron a la mesa, Jesús cogió el pan y dio gracias a Dios, y lo partió y se lo dio. ¡Y entonces se dieron cuenta, y le reconocieron! Y Él desapareció. Y se dijeron:
-¡Ahora comprendemos por qué nos emocionábamos tanto en el camino cuando nos hablaba y nos descubría el sentido oculto de las Escrituras!
E inmediatamente se levantaron de la mesa y se pusieron en camino para volver a Jerusalén. Cuando llegaron, encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos, que decían:
-¡Es un hecho que ha resucitado el Señor, y se le ha aparecido a Simón!
Y los dos de Emaús contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando les partió el pan.

Esta es otra de las historias breves inmortales del mundo. (i) Nos habla de dos personas que iban caminando hacia el ocaso. Se ha sugerido que esa fue la causa de que no reconocieran a Jesús. Emaús está al Oeste de Jerusalén. Era por la tarde, y el Sol iba descendiendo de forma que los cegaba. Fuera por lo que fuera, está claro que el cristiano no camina hacia el ocaso, sino hacia el amanecer. Se ha dicho que, hace mucho, los israelitas iban caminando por el desierto hacia el amanecer (Nm 21:11 ). El cristiano tiene delante, no una noche que se le echa encima, sino una aurora que rompe y eso fue algo de lo que, en el dolor de su desilusión, los dos que iban camino de Emaús no se habían dado cuenta.

(ii) Nos habla de la habilidad de Jesús para hacer que las cosas tengan sentido. La situación les parecía a aquellas dos personas que no tenía explicación. Los sueños y las ilusiones se les habían hecho añicos. Se refleja toda la desilusión más dolorosa y el sentimiento más hondo de frustración del mundo en sus palabras: «¡Y nosotros que habíamos creído que Él era el que había de redimir a Israel!» Eran las palabras de personas cuyas esperanzas estaban muertas y enterradas. Pero entonces vino Jesús, y habló con ellos, y se les aclararon las tinieblas y el sentido de la vida. Cierto narrador hace decir a uno de sus personajes: «Yo no sabía lo que era la vida hasta que la vi en tus ojos.» Cuando se cierne sobre nosotros el desaliento, sólo en Jesús podemos comprender todo lo que encierra la vida.
(iii) Nos habla de la cortesía de Jesús. Hizo como que iba para más lejos. No quería que se sintieran obligados, y esperó que fueran ellos los que le invitaran. Dios nos ha dado a los hombres el regalo más valioso y más peligroso del mundo: la libertad; podemos usarla para invitar a Cristo a nuestra vida, o para dejarle que se aleje.
(iv) Nos habla de cómo se les dio a conocer en el partimiento del pan. Esto siempre suena como una alusión a la Comunión, pero no tenemos por qué limitarlo así. Fue en una comida normal, en una casa normal, en la que se partió un pan corriente, en la que aquellas dos personas reconocieron a Jesús. Se ha hecho la sugerencia hermosa de que tal vez aquellos dos habían estado en la multiplicación de los panes y los peces y, cuando Jesús partió el pan en su casita, recordaron y reconocieron su gesto. No es sólo en la mesa de la Comunión donde nos podemos encontrar con Cristo; también puede ser a la mesa en nuestro comedor.

1 ¡Bendita casa, do te han recibido, amigo de las almas, Salvador; do huésped moras sin igual querido, y todo lo bendices con tu amor!

2 Do todos alrededor de Ti se juntan, los ojos a Ti vuelven con afán, los labios por tus órdenes preguntan, las manos prontas a tu voz están.

El cristiano vive siempre y en todas partes en un mundo que está lleno de Cristo.

(v) Nos habla de cómo estas personas, cuando recibieron tan gran alegría, se apresuraron a compartirla. Eran otros doce kilómetros de vuelta a Jerusalén, y ya de noche; pero no podían guardarse la Buena Noticia. El Evangelio no es nunca del todo nuestro hasta que lo hemos compartido con otros.

(vi) Nos habla de cómo, cuando por fin llegaron a Jerusalén, encontraron a otros que habían tenido una experiencia parecida. La gloria de los cristianos es que viven en una compañía de gente que ha tenido la misma experiencia. Se ha dicho que la verdadera amistad empieza cuando las personas comparten un recuerdo común, y se pueden decir: «¿Te acuerdas?» Cada uno de nosotros los cristianos formamos parte de una comunidad de personas que comparten una experiencia y un recuerdo común de su Señor.
(vii) Nos dice que Jesús se le apareció a Pedro. Esa seguirá siendo una de las grandes historias jamás contadas; pero es maravilloso el que Jesús dedicara una de sus primeras apariciones precisamente al hombre que le había negado. Es la gloria de Jesús que Él puede devolverle la dignidad a un pecador arrepentido.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— Emaús: Se discute la localización de esta aldea. Según la mayoría de los mss., estaría situada a unos 60 estadios al oeste de Jerusalén. Es decir, a unos 11 km, pues el estadio equivalía a unos 185 metros. Pero otros mss., entre ellos alguno de reconocido valor, hablan de 160 estadios, es decir, unos 30 km. Esta última distancia parece excesiva para que los dos discípulos se decidieran a recorrerla de vuelta, siendo ya noche cerrada.

— once kilómetros: Lit. sesenta estadios (o bien, ciento sesenta, según algunos mss.). Ver nota anterior.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La caminata a Emaús (cf. Mar. 16:12, 13). El v. 16 quiere decir que Dios impidió que los dos discípulos reconocieran a Jesús y no que él tuviera una apariencia distinta (aunque ver Mar. 16:12). Pretendiendo no saber nada, se enteró de qué era lo que les entristecía y que se rumoreaba que su tumba estaba vacía. Estaban seguros de que Jesús había sido un profeta (lo máximo a que podían llegar aquellos que no creían en su resurrección). Habían esperado que él fuese quien redimiese a Israel, pero no podían entender cómo había sido rechazado por los gobernantes. Recordaban que había existido una profecía de su resurrección al tercer día, pero no habían sabido de nadie que lo hubiera visto. Jesús respondió que el sufrimiento era un preludio necesario para que el Mesías en trara en su gloria como rey y les dirigió a las Escrituras que así lo profetizaban (ver sobre 18:31). El lenguaje usado para describir cómo tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y lo compartió inevitablemente hace recordar -al menos para los lectores de Luc.- la descripción de Jesús en los milagros de alimentación y en la última cena (9:16; 22:19; Mar. 8:6). Sea que los dos discípulos hayan o no recordado (¿habrían estado presentes en alguno de ellos?), fue como que un velo hubiera caído de sus ojos y pudieron reconocer a Jesús. Se dieron cuenta de que, aun desde mucho antes, mientras Jesús les iba hablando en el camino, habían sentido una extraña sensación. Inmediatamente, se levantaron para ir a Jerusalén de regreso y contarlo a los demás. El breve resumen de Mar. 16:12 (que no es una parte genuina del texto del Evangelio) dice que los discípulos no les cre yeron, pero esto se refiere a su incredulidad en un momento posterior de la historia (vv. 37, 41).

Notas. 13 Emaús a menudo se identifica con el-Qubeibeh, a unos 11 km. al noroeste de Jerusalén, pero quizá es más probable que sea Amwas (hoy Nicópolis) a unos 31 km. al noroeste. (Si es así deberíamos seguir algunos mss. de Luc. que mencionan una distancia de 160 estadios.) 18 Cleofas puede ser el mismo de Juan 19:25. Su compañero, ignoramos su nombre, pudo haber sido su esposa, pero no tenemos forma de saberlo.21 Los discípulos sabían que Jesús había dicho que algo importante ocurriría al tercer día y que se daba por sentado que su tumba estaba vacía. Pero eso no era una evidencia adecuada de la resurrección que sólo podría probarse con la aparición del mismo Señor. 27 Las Escrituras judías consistían en tres partes: la Ley de Moisés (de Gén. a Deut.), los Profetas (Jos., Jue., de 1 Sam. a 2 Rey. y los profetas, excepto Dan.) y los Escritos (todos los demás libros del AT). La omisión aquí del tercer grupo (en contraste con el v. 44) no es significativa; los escritos del AT aquí se describen en términos de su contenido profético más bien que como una lista. 34 Sobre la aparición a Simón, ver 1 Cor. 15:5.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) O: “siete millas [romanas] y media”. Lit.: “sesenta estadios”. Gr.: sta·dí·ous he·xé·kon·ta; lat.: sta·di·ó·rum se·xa·gín·ta; unas 7 mi. inglesas. Compárese con Mat 5:41, n; véase Ap. 8A.

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

13 super (1) Un estadio equivale a unos 180 metros; por lo tanto, 60 estadios equivalen a unos 11 kilómetros.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

dos de ellos. Uno de ellos es identificado como Cleofas (v. Luc 24:18); el otro podría haber sido su mujer (v. Luc 24:32, «nuestro corazón»). Muchos identifican a Cleofas con la persona mencionada en Jua 19:25, en cuyo caso el nombre de su mujer era María.

Emaús. Su situación es incierta, aunque se hallaba a menos de 12 km. de Jerusalén.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

La historia que estos versículos contienen ha sido referida solamente en el Evangelio de S. Lucas. De todas las once apariciones que Cristo efectuó después de su resurrección, ninguna es tan interesante como la de que trata el pasaje de que nos ocupamos.Notemos el estímulo que en estos versículos se presenta á los creyentes para que hablen entre sí acerca de Jesucristo. Se nos dice que dos discípulos iban de camino para Emmaús, y hablaban de la crucifixión de su Maestro. Y después encontramos estas palabras notables: “Y preguntándose el uno al otro, el mismo Jesús se llegó, é iba con ellos juntamente.”
La conversación sobre asuntos espirituales es un medio de gracia de la mayor importancia. Así como con el hierro se aguza el hierro, la mente de los creyentes recibe un impulso de la comunicación recíproca de sus pensamientos. Todos los que practican ese canje de ideas reciben bendiciones especiales. Las siguientes palabras de Malaquías fueron escritas para provecho de la iglesia en todos los siglos: “Entonces los que temen á Jehová hablaron cada uno á su compañero. Y Jehová escuchó, y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen á Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán míos, dijo Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de hacer tesoro.”…. Mal 3:16-17.
¿Tenemos entrevistas con los demás cristianos para conversar sobre asuntos espirituales? Quizá leemos la Biblia, oramos en secreto y concurrimos á los actos del culto público. Todo esto es bueno, muy bueno; mas si no pasamos de ahí dejamos de hacer uso de un gran privilegio. Debemos “considerarnos los unos á los otros para provocarnos á amor y á buenas obras.” Debemos “exhortarnos” y »edificarnos” mutuamente. Heb 10:24; 1 Tes.
Heb 5:11. ¿O es que no tenemos tiempo para semejantes entrevistas? Meditémoslo bien: pensemos en el tiempo que gastamos en conversaciones frívolas, ociosas, de ningún provecho: ¿O es que no hallamos nada que decir sobre asuntos espirituales, y que sentimos que somos mudos y la lengua nos pesa para hablar acerca de Jesucristo? Si así fuere, algo de malo debe existir en nuestro interior. El que tiene un corazón recto delante de Dios por lo general tendrá como expresarse. “De la abundancia del corazón habla la boca.” Mat 12:34.
Aprovechemos la lección que contiene la historia de los dos viandantes que iban á Emmaús. Hablemos acerca de Jesús cuando estemos en la casa, cuando andemos por el camino, y siempre que nos encontremos con algún discípulo con quien podamos conversar. Si creemos que estamos encaminándonos al cielo donde Cristo será el objeto principal de nuestro pensamiento, acostumbrémonos desde acá en la tierra á las prácticas del cielo.
Observemos, en segundo lugar, cuan ligero é imperfecto era el conocimiento de algunos de los discípulos de nuestro Señor. Se nos cuenta que los dos discípulos confesaron francamente que la crucifixión de Cristo había frustrado sus esperanzas. “Nosotros esperábamos,” dijeron, “que él era el que habían de redimir á Israel.” Según parece, lo que ellos esperaban era una especie de redención política de la nación judía por medio de un conquistador. La redención espiritual por medio de una muerte expiatoria era una idea que ellos no comprendían del todo.
Una ignorancia corno esta es á primera vista bien sorprendente en verdad. No es extraño que nuestro Señor pronunciara las siguientes palabras de reconvención: “¡O insensatos y tardos de corazón para creer!” Y sin embargo, esa misma ignorancia nos enseña una lección útil, pues nos demuestra que tenemos muy poca razón para admirarnos de la oscuridad espiritual que ofusca la mente de los cristianos indiferentes. Millares y millares de los que nos rodean están tan en completa ignorancia respecto del significado de la pasión de Cristo como los viandantes que iban á Emmaús.
Alabado sea Dios por que bajo mucha ignorancia puede ocultarse la gracia divina. Es sin duda muy útil poseer conocimientos claros y exactos, pero no es indispensable para la salvación; y muchos poseen conocimientos sin poseer la gracia divina. Sentir una convicción profunda del pecado, someterse humilde y voluntariamente al plan divino de salvación, estar dispuesto á abandonar toda preocupación que choque con ese plan-he aquí lo que principalmente se debe hacer. Los discípulos practicaron eso, y por lo tanto nuestro Señor siguió con ellos y los guió al conocimiento de la verdad.
Observemos, en tercer lugar, al leer estos versículos, cuan llena está el Antiguo Testamento de alusiones á Cristo. Se nos dice quo nuestro Señor, “comenzando desde Moisés y de todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras las cosas tocantes á él.”
¿Cómo habremos de explicar estas palabras? ¿De qué modo declaró nuestro Señor las cosas que, acerca de él, contiene el Antiguo Testamento? La contestación es corta y sencilla. Cristo fue la realidad que simbolizaban todos los sacrificios establecidos por la ley de Moisés ; Cristo fue el verdadero Libertador y el verdadero Rey que los jueces y libertadores de Israel no hicieron más que prefigurar ; Cristo fue aquel Profeta más “grande que Moisés, aquel Profeta de que trataban tanto las páginas de las antiguas profecías; Cristo era la verdadera simiente de la mujer que habían de quebrantar la cabeza de la serpiente, la verdadera simiente en la cual habían de ser benditas todas las naciones, el verdadero Siloh ante el cual se congregarían los pueblos, el verdadero Azazel, la verdadera serpiente de bronce, el verdadero Cordero del cual habían sido emblemas todas las ofrendas diarias, el verdadero Sumo Sacerdote representado por todos los descendientes de Aarón. Estas y otras cosas análogas fueron sin duda las que explicó nuestro Señor en el camino de Emmaús.
No olvidemos, al leer la Biblia, que Cristo es la figura céntrica de todo el libro. En tanto que lo tengamos ante los ojos no hay riesgo de que nos extraviemos en la adquisición de conocimientos espirituales. Más si lo perdemos de vista, la Biblia nos parecerá oscura y difícil de comprender. La clave de la Biblia es Jesucristo.
Observemos, por último, cuánto agrada á Cristo que sus discípulos le dirijan súplicas. Se nos dice que, cuando los discípulos se acercaban á Emmaús, nuestro Señor hizo como que iba más lejos El deseaba ver si estaban cansados de su conversación. Pero no lo estaban, pues lo detuvieron por fuerza, diciendo: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y está ya declinando el día. Y entró para quedarse con ellos.”
Sucesos como este no son raros en las páginas de la Sagrada Escritura. Nuestro Señor tiene á veces á bien poner á prueba nuestro amor, y con este fin reserva sus mercedes hasta tanto que se las pidamos. No es con frecuencia que nos concede dones sin que los hayamos pedido ó solicitado. El se complació en hacer que expresemos nuestros deseos y que pongamos en ejercicio nuestras facultades espirituales, y por lo tanto aguarda hasta que le dirijamos nuestras plegarias. Así lo hizo en Panuel con Jacob. “Déjame,” le dijo, “que el alba sube.” Entonces Jacob le dijo en respuesta estas palabras bien dignas de encomio: “No te dejaré ir, si no me bendices.” La historia de la madre Cananea, la de los dos ciegos de Jericó, la del príncipe de Cafarnaum, y la parábola del juez injusto y del amigo á medía noche enseñan otro tanto.
Con esta inteligencia procedamos en nuestros ruegos, si es que acostumbramos orar. Supliquemos mucho y con frecuencia, no sea que dejemos de obtener la bendición del cielo por falta de pedir. No seamos como aquel rey judío que hirió la tierra tres veces y luego cesó. 2Ki 13:18. Bien al contrario, recordemos aquellas palabras del Salmista: “Ensancha tu boca, y henchirla he.” Psa 81:10.

Fuente: Los Evangelios Explicados

cuyo nombre… Lit. la cual tenía por nombre.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M34 El acusativo σταδίους indica la extensión del espacio: alrededor de sesenta estadios (es decir, unos once kilómetros).

M93 Ἐν αὐτῇ τῇ ἡμέρα presenta una excepción del uso idiomático normal de αὐτός; aquí el significado parece ser: en el mismo día; y no en el día mismo. [Editor. Posiblemente la frase prepositiva ἐν αὐτῇ se considere definida sin el artículo; comp. Luc 23:12.]

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., 60 estadios

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. la cual tenía por nombre.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[37] 24.13 Literalmente, sesenta estadios.

Fuente: Peshitta en Español