Biblia

Comentario de Lucas 24:36 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 24:36 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Mientras hablaban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a vosotros.

Jesús se puso en medio de ellos. Mar 16:14; Jua 20:19-23; 1Co 15:5.

Paz a vosotros. Luc 10:5; Isa 57:18; Mat 10:13; Jua 14:27; Jua 16:33; Jua 20:26; 2Ts 3:16; Apo 1:4.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús se puso en medio de ellos: Aunque Jesús está «ausente», se hace presente y aparece nuevamente frente a ellos.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Jesús se puso en medio de ellos. Las puertas estaban cerradas y aseguradas (Jua 20:19). Vea la nota sobre el v.Luc 24:31.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

EN EL APOSENTO ALTO

Lucas 24:36-49

No habían acabado de contar su historia cuando Jesús se puso en medio de todos ellos y los saludó:

-¡La paz sea con vosotros!

Todos se llenaron de miedo y de espanto, porque pensaban que estaban viendo un fantasma.
-¿De qué os asustáis y por qué se os ocurren esas cosas? ¡Miradme las manos y los pies! ¡Mirad! ¡Soy Yo! ¡Tocadme y miradme! Un fantasma no es una persona de carne y hueso como, veis que soy Yo.
Cuando les dijo eso, les enseñó las manos y los pies. Y, como todavía ellos creían que aquello era demasiado bueno para ser verdad,
y estaban como alucinados, les dijo:

-¿Tenéis algo de comida?

Entonces le dieron un trozo de pescado asado; y lo cogió y se lo comió delante de ellos. Y les dijo:
-Cuando estaba con vosotros ya os decía Yo que era menester que se cumpliera todo lo que se había dicho de Mí en la Ley de Moisés, y en los Profetas, y en los Salmos. .
A continuación les ayudó a entender las Escrituras, y les dijo:
-Ya veis que estaba escrito que el Mesías había de padecer, y que resucitaría al tercer día, y que se proclamaría en. su Nombre el arrepentimiento que conduce al perdón de los pecados en todas las naciones, empezando por Jerusalén. Y vosotros sois los que tenéis que decirle todo esto al mundo entero. Fijaos bien: Yo os enviaré al Que el Padre os ha prometido; pero esperad en Jerusalén hasta que seáis revestidos de un poder de lo Alto.

Aquí leemos cómo vino Jesús a los suyos que estaban en el aposento alto. En este pasaje resuenan algunas de las notas características de la fe cristiana. Escuchémoslas.

(i) Se hace hincapié en la realidad de la Resurrección. El Señor Resucitado no era un fantasma o una alucinación: era realmente Él. El Jesús que murió era el mismo Cristo que resucitó. El Evangelio no está basado en sueños de mentalidades fantasiosas o en visiones calenturientas, sino en uno que en realidad se enfrentó y luchó con la muerte, y la venció, y resucitó.

(ii) Se hace hincapié en la necesidad de la Cruz. Era a la Cruz a lo que apuntaban todas las Escrituras. La Cruz no fue una emergencia que Dios se vio obligado a aceptar porque otras medidas le habían fallado y su plan había fracasado. Era una parte esencial del plan de Dios, porque es el único lugar en todo el universo en el que podemos ver, en un instante, el amor eterno de Dios.

(iii) Se hace hincapié en la urgencia de la misión. Tiene que llegar a todos los hombres la llamada al arrepentimiento y la oferta del perdón. La Iglesia no se podía quedar indefinidamente en el aposento alto; tenía que ir a todo el mundo. Después del aposento alto vino la misión universal de la Iglesia. Habían pasado los días de aflicción, y había que llevar la Nueva de gran gozo a todos los hombres.

(iv) Se hace hincapié en el secreto del poder. Tenían que esperar en Jerusalén hasta que viniera sobre ellos el poder de lo Alto. Hay ocasiones en las que los cristianos parece que están perdiendo el tiempo, esperando pasivamente. Pero la acción sin preparación, a menudo falla. Hay un tiempo para esperar en Dios, y un tiempo para trabajar para Dios.

Hasta en medio de tareas apremiantes y problemas agobiantes es menester buscar un tiempo para esperar en Dios. No es un tiempo perdido, porque cuando nos apartamos un momento de las tareas y preocupaciones recibimos de lo Alto las fuerzas para cumplirlas y asumirlas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Hch 1:3; 1Co 15:5.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jesús vuelve a aparecer a los discípulos (cf. Mat. 28:16-20; Mar. 16:14-20; Juan 20:19-23). Los discípulos necesitaban ser convencidos de que estaban viendo a una persona auténtica y que realmente era Jesús, y que se calmaran sus temores ante esta manifestación sobrenatural. Por eso, Jesús les mostró su cuerpo físico de carne y hueso, y sus manos y pies con las señales de los clavos. Para dar más pruebas de la realidad de su presencia, comió algo mientras estaba con ellos.

Hay una repetición de la instrucción dada a los dos discípulos en el camino a Emaús, como para lograr que todos los discípulos entendieran las profecías del AT sobre la venida de Jesús. Otros dos factores se introducen. El mandato de predicar el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones fue presentado y demostrado que se basaba en las profecías del AT. Los que fueron testigos de las apariciones después de la resurrección (un grupo mayor que los once) recibieron la promesa de Dios de que su poder los capacitaría para testificar de Jesús.

Finalmente, los llevó fuera de Jerusalén a Betania donde les dio una bendición de despedida y luego fue llevado de ellos al cielo. Volvieron a Jerusalén y esperaron allí en gozosa expectativa el cumplimiento de su promesa.

Notas. 36-53 La historia tiene semejanzas no sólo con la de Juan 20:19-23, sino también con la de Mat. 28:16-20 en la que Jesús aparece a los discípulos en Galilea y les da sus últimas instrucciones. No hay grandes problemas con que Jesús apareciera a los discípulos tanto en Jerusalén (como en Luc., Hech. y Juan 20) y en Galilea (como en Mar. y Juan 21). La aparición final de Mat. 28 no coincide con la ascensión y es posible que Jesús repitiera su mandato más de una vez a los discípulos.

Podría tomarse la narración como si la resurrección y la ascensión ocurrieron el mismo día, el domingo de Pascua. Pero esto contradiría la posterior afirmación de Lucas en Hech. 1. De allí se deduce que aquí tenemos descripto brevemente lo que debe haber ocurrido en un período más largo. 43 La descripción del Señor resucitado en términos definidamente físicos perturba a algunos lectores, pero si su encarnación involucra al Hijo de Dios vistiéndose de carne y huesos verdaderos, es difícil entender por qué su cuerpo resucitado no debería incorporar lo mismo. 47 Sobre la profecía de la predicación a los gentiles, ver Isa. 2:3; 42:6; 49:6; 51:4, 5; Rom. 15:9-12. 50 Betania estaba al pie del monte de los Olivos (cf. Hech 1:12). 53 Continuamente no debe entenderse demasiado lit. (cf. 2:37) como muestra Hech. 1:13, 14.

I. Howard Marshall

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) “Y les dijo: ‘Tengan paz’”, P75אAB; DIt omiten estas palabras.

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Esta aparición es probablemente la misma que la de Juan 20:19– 23 y 1 Co 15:5. Es la última aparición de Jesús en el evangelio de Lucas y lleva directamente al relato de la gran comisión (vers. 44– 49 ) y a la ascensión (vers. 50– 53).

Fuente: La Biblia de las Américas

Observemos en este pasaje las palabras de extraordinaria, bondad con que nuestro Señor se presentó ante sus discípulos después de la resurrección. Se nos dice que de súbito se puso en medio de ellos y les dijo: “Paz á vosotros.”
Estas palabras son sorprendentes si se considera á quiénes fueron dirigidas. Fueron dirigidas á once discípulos que tres días antes habían abandonado á su Maestro y huido; que habían violado sus promesas; que habían olvidado los votos que habían hecho de morir por la fe; que se habían ido á sus respectivos hogares, y habían dejado que su Maestro muriese solo. Uno de ellos hasta lo había negado tres veces: todos ellos se habían portado como desleales y cobardes. Y sin embargo, ved lo que el Señor hace en vista de semejante conducta. No les dirige ni una palabra de reconvención: ni una sola expresión de desagrado se desprende de sus divinos labios. Con calma y con serenidad se presenta en medio de ellos, y empieza por hablarles de paz. “¡Paz á vosotros!”En estas palabras conmovedoras se deja ver una prueba más de que el amor de Cristo sobrepuja todo entendimiento. él se complace en perdonar al que le ofende. él “se deleita en la misericordia.” Está más pronto á conceder el perdón que el hombre á recibirlo. Aunque nuestros pecados sean como la grana, está siempre dispuesto á emblanquecerlos como la nieve, á borrarlos, á cargarlos sobre sus hombros, á sepultarlos en las profundidades del mar, á olvidarlos para siempre. Todas estas son frases bíblicas que enseñan la misma verdad. El hombre en su estado natural rehúsa entenderlas. Ni debe esto sorprendernos. Un perdón gratuito, completo é inmerecido no concuerda con el carácter del hombre, pero sí con la naturaleza de Jesucristo.
¿Quién es el pecador, que por grandes que sean sus pecados, deba temer allegarse á semejante Salvador? Jesucristo posee misericordia en abundancia. ¿Quién es el reincidente, que, por mucho que se haya apartado del buen camino, deba temer volver sobre sus pasos? “En Cristo no hay enojo.” Isa 27:4. El tiene voluntad de recobrar y atraer hacia sí aun á los más malos. ¿Quién es el santo que no ha de amar á semejante Salvador, y tributarle santa obediencia? Hay perdón acerca de él; para que sea temido. Psa 130:4. ¿Qué cristiano no ha de perdonar á sus hermanos? Los discípulos de un Salvador cuyas palabras expresaban tanta paz deben ser pacíficos, suaves, blandos de corazón. Col 3:13.
Observemos, además, hasta qué punto cedió nuestro Señor a la falta de valor y de fe de sus discípulos. Refiéresenos que como sus discípulos se espantasen de verlo y no creyesen que era él, les dijo: “Mirad mis manos y mis pies que yo mismo soy. Palpad y ved.”
Nuestro Señor pudo con justicia haber mandado á sus discípulos que creyesen en él. Pudo haberles preguntado: “¿Qué ha venido á ser de vuestra fe? ¿Por qué no creéis en mi resurrección, siendo así que me estáis viendo con vuestros propios ojos?” Mas no lo hizo así. Su condescendencia fue todavía mayor: apeló á los sentidos corporales de los once, y les mando que lo tocasen con sus propias manos, y que se satisficiesen que él era algo tangible y no un espíritu ó un fantasma.
Esta circunstancia entraña un gran principio que haremos bien en atesorar en nuestro corazón. Nuestro Señor quiere que empleemos los sentidos en materias religiosas para juzgar de la certeza de un hecho ó la verdad de un aserto. Es cierto que el Cristianismo encierra verdades que están fuera del alcance de la razón humana. Pero en cuanto á lo que es opuesto á la razón, ó contrario á los sentidos, nuestro Señor enseñó que no debemos creerlo. Una doctrina que contradiga los sentidos no dimana de Aquel que mandó á los once que le tocasen las manos y los pies.
Recordemos este principio cuando tratemos de la doctrina romanista del cambio del pan y del vino en la Cena del Señor. Tal cambio no tiene lugar. Nuestros propios ojos y nuestro propio paladar nos dicen que el pan es pan y el vino, vino, después de la consagración lo mismo que antes. La doctrina de la transubstanciación es falsa y contraria á la Escritura.
Recordemos también este principio cuando tratemos de la doctrina romanista de la regeneración del bautismo. No hay relación íntima entre el bautismo y la regeneración del hombre. Nuestros propios ojos y nuestros propios sentidos nos están diciendo que hay millares de bautizados que no tienen el Espíritu de Dios, que carecen de la gracia divina y que son siervos del demonio y del mundo. Nuestro Señor no nos exige que creamos lo que es contrario á nuestros sentidos. Por lo tanto, la doctrina de que la regeneración sigue invariablemente al bautismo, no merece crédito. La conducta del Señor con sus discípulos nos enseña, por otra parte, una lección de aplicación práctica. Esa lección es que debemos tratar con suavidad á los discípulos débiles, y que los instruyamos en proporción á lo que puedan comprender. Á semejanza de nuestro Señor, debemos ser pacientes y longánimes. No debemos dejar de enseñar á persona alguna, porque no lo comprenda todo de una vez. Ni hemos de desdeñar medios que parezcan pequeños y pueriles, si con ellos podemos persuadir á los hombres á que adopten la verdadera fe. Acaso para ello se necesite de mucha paciencia. Pero el que no puede tratar así á los de tierna edad, á los ignorantes, á los personas iliteratas, no posee el espiritu de Cristo. Bueno sería que los creyentes recordasen con más frecuencia las siguientes palabras de S. Pablo: “Me he hecho para los flacos como flaco, por ganar á los flacos.” 1Co 9:22.

Fuente: Los Evangelios Explicados

M↓ añaden Jesús.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

B435 El participio tiene un sentido temporal: Y mientras ellos hablaban estas cosas, El mismo se paró en medio de ellos.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas

M i añaden Jesu250?s.

Fuente: La Biblia Textual III Edición