Después de esto, él descendió a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí no muchos días.
2:12 — Después de esto descendieron a Capernaum, — Mateo habla de Capernaum como la ciudad de Jesús (Mat 9:1, «vino a su ciudad»). Hizo muchas señales en esta ciudad (Mat 11:23).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
descendió a Capernaum. Jua 6:17; Mat 4:13; Mat 11:23.
y sus hermanos. Jua 7:3-5; Mat 12:46; Mat 13:55, Mat 13:56; Mar 6:3; Hch 1:13, Hch 1:14; 1Co 9:5; Gál 1:19.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
descendieron: Caná estaba en las tierras altas, y Capernaum estaba en la costa noroeste del Mar de Galilea, o sea, bajo el nivel del mar. Para ir de Caná a Capernaum tenían que «descender». Por otra parte, Jerusalén estaba ubicada en la cima de una colina y uno tenía que «subir» para llegar allí (Jua 2:13).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Después de esto. La frase «después de esto» (o una similar como «después de estas cosas») es una expresión conjuntiva utilizada con frecuencia en la narración de este Evangelio (p. ej. Jua 3:22; Jua 5:1; Jua 5:14; Jua 6:1; Jua 7:1; Jua 11:7; Jua 11:11; Jua 19:28; Jua 19:38). Aquí Juan pone este versículo como transición para explicar el desplazamiento de Jesús de Caná de Galilea a Capernaum y su llegada a Jerusalén para la celebración de la Pascua. Capernaum estaba ubicada en el extremo NO de Galilea, a unos 25 km al NE de Caná.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Juan se valió de este pasaje en el cual Jesús limpió el templo en justa indignación, para reforzar su tema principal acerca de Jesús como el Mesías prometido y el Hijo de Dios. En este pasaje subraya tres atributos de Jesús que confirman su deidad: 1) su celo por la reverencia (vv. Jua 2:13-17), 2) su poder de resurrección (vv. Jua 2:18-22), y 3) su percepción de la realidad (vv. Jua 2:23-25).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:12 — Después de esto descendieron a Capernaum, — Mateo habla de Capernaum como la ciudad de Jesús (Mat 9:1, «vino a su ciudad»). Hizo muchas señales en esta ciudad (Mat 11:23).
— él, su madre, sus hermanos (adelphoi) — La lectura objetiva de estas palabras bíblicas convencerá a cualquiera que, como Jesús tenía madre, también tenía hermanos uterinos. Sus nombres eran Jacobo (Santiago), José, Judas y Simón (Mar 6:3). Pero la Iglesia Católica Romana, para «comprobar» su dogma de la supuesta virginidad perpetua de María enseña que la palabra hermanos significa parientes o primos. Sin embargo, Mateo no dice anepsioi (primos) ni sungeneis (parientes), sino adelphoi (hermanos) . Mat 1:24-25, hablando de José, dice, «recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito», dando a entender que después de nacer Jesús, José y María fueron esposos en el sentido normal del matrimonio. ¿Cuál es el propósito del dogma de la supuesta virginidad perpetua de María? Obviamente es para probar que el celibato es más santo y piadoso que el matrimonio. La Biblia no enseña tal doctrina (Mat 19:4-6; Heb 13:4; 1Co 7:2).
— y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA INDIGNACIÓN DE JESÚS
Juan 2:12-16
Después de eso bajó Jesús a Capernaúm con su madre, hermanos y discípulos, y se quedaron allí un poco de tiempo.
Era cerca de la fiesta judía de la Pascua, y Jesús subió a Jerusalén. En el templo encontró a los que estaban vendiendo becerros y ovejas y palomas, y a los cambistas sentados a sus mesas. Y Jesús hizo un azote de cuerdas y los echó a todos del templo, con ovejas y becerros y todo, y tiró las monedas de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que estaban vendiendo palomas:
-¡Quitad de aquí todo esto, y dejad de hacer un mercado de la casa de mi Padre!
Después de la fiesta de boda de Caná de Galilea, Jesús y sus familiares y amigos hicieron una corta visita a Capernaúm, que estaba como a unos treinta kilómetros, en la orilla septentrional del Mar de Galilea.
Poco después, Jesús se puso en camino para celebrar la fiesta de la Pascua en Jerusalén. La Pascua era el 15 de Nisán. Según la ley, todos los varones que vivieran a menos de veinticinco kilómetros de Jerusalén estaban obligados a asistir.
Aquí nos encontramos con un detalle muy interesante. A primera vista parece que la cronología de la vida de Jesús en el Cuarto Evangelio no coincide con la de los otros tres, en los que no se nos dice que Jesús fuera a Jerusalén más que una vez. La fiesta de la Pascua cuando tuvo lugar Su crucifixión es la única que mencionan, y Su única visita a Jerusalén a excepción de la que hizo cuando fue al templo de muchacho. Pero Juan nos cuenta no menos de tres pascuas la de este pasaje, la de Jn 6:4 y la de Jn 11:55 . Además, según la narración de Juan, Jesús estaba en Jerusalén en una fiesta innominada en 5:1, era la fiesta de los Tabernáculos en 7:2, 10, y en la fiesta de la Dedicación en 10:22. De hecho, en los otros tres evangelios el ministerio principal de Jesús tiene lugar en Galilea; en el Cuarto, Jesús pasa sólo períodos breves en Galilea (2:1-12; 4:43 – 5:1; 6:1 – 7:14); y su actividad principal es en Jerusalén.
Lo cierto es que no hay aquí ninguna contradicción. Lo que pasa es que nos cuentan la historia desde diferentes puntos de vista. No se contradicen, sino se complementan. Mateo, Marcos y Lucas se concentran en el ministerio en Galilea, y Juan, en Jerusalén: Aunque los otros tres nos hablan sólo de una visita a Jerusalén y de una Pascua allí, implican que tiene que haber habido muchas otras. En la última visita nos presentan a Jesús llorando por Jerusalén: » ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como una gallina que junta a sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!» (Mt 23:37 ). Jesús no habría podido decir eso si no hubiera dirigido repetidas llamadas a Jerusalén, y si aquella visita fuera la primera. No debemos hablar de contradicciones entre el Cuarto Evangelio y los otros tres, sino usarlos a los cuatro para tener una información lo más completa posible de la vida de Jesús.
Pero sí hay una dificultad que no debemos soslayar. Este pasaje nos refiere el incidente conocido como La Purificación del Templo: Juan lo coloca al principio del ministerio de Jesús, mientras que los otros tres evangelistas lo ponen al final (Mt 21:12 s; Mr 11:15-17 ; Lucas 19:-45s). Esta diferencia requiere una explicación, y se han propuesto varias.
(i) Se ha sugerido que Jesús purificó el templo dos veces, una al principio y otra al final de Su ministerio. No resulta muy convincente porque, si hubiera hecho algo tan sorprendente una vez, no es probable que hubiera tenido la posibilidad de hacerlo otra vez. Su reaparición en el templo habría sido la señal para que se tomaran tales precauciones que la repetición habría resultado imposible.
(ii) Se ha sugerido que Juan es el que tiene razón. Pero el suceso encaja mucho mejor al final del ministerio de Jesús. Es
una secuela natural del ardiente coraje de Jesús en la Entrada Triunfal, y un preludio previsible de la Crucifixión. Si tenemos
que escoger entre la cronología de Juan y la de los otros tres evangelistas, debemos escoger la de estos.
(iii) Se ha sugerido que, cuando murió Juan, su evangelio no estaba terminado del todo; que dejó varios relatos en hojas sueltas de papiro, sin encuadernar. Y se ha sugerido que la que contenía este relato se traspapeló y se insertó posteriormente en un lugar que no era el que le correspondía. Esto es posible, pero no probable, porque supone que el que ordenó el manuscrito no conocía el orden correcto ni los otros evangelios.
(iv) Debemos tener presente siempre que Juan, como ha dicho alguien, tiene más interés en la verdad que en los detalles. No era su propósito escribir una biografía cronológica de Jesús; sino sobre todo, mostrar que Jesús es. el Hijo de Dios y el Mesías. Es probable que Juan estuviera recordando las profecías acerca de la venida del Mesías. «…Y vendrá súbitamente a Su templo el Señor a Quien vosotros buscáis, y el Ángel del Pacto a Quien deseáis vosotros. ¡He aquí viene, dice el Señor de los Ejércitos! ¿Y quién podrá soportar el tiempo de Su venida? ¿O quién podrá quedar en pie cuando Él se manifieste? Porque Él es como fuego purificador, y como detergente de lavadores… para purificar a los hijos de Leví… hasta que Le,,, ofrezcan al Señor las ofrendas correctas. Entonces Le será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados y los tiempos antiguos» (Mal 3:1-4 ). En la mente de Juan resonaban estas tremendas profecías. Su interés principal no era contar cuándo limpió Jesús el templo, sino que de hecho lo hizo como estaba profetizado del Mesías prometido. Lo más verosímil es que Juan colocara este incidente emblemático aquí, en el frontispicio de su historia, para presentar a Jesús como el Mesías de Dios, Que había venido para purificar el culto y abrir la puerta de acceso a Dios. No es la fecha el interés principal de Juan, eso era lo de menos. Su interés supremo era demostrar que las acciones de Jesús nos le presentan como el Prometido de Dios. Justamente al principio nos muestra a Jesús actuando como el Mesías de Dios.
LA INDIGNACIÓN DE JESÚS
Juan 2:12-16 (continuación)
Fijémonos ahora en por qué actuó Jesús de esa manera. Su indignación es una cosa aterradora, la figura de Jesús con el azote de cuerdas inspira el máximo temor. Debemos ver qué fue lo que le movió a aquella manifestación de indignación al rojo vivo en los atrios del templo.
La Pascua era la más importante de todas las fiestas judías. Como ya hemos visto, la ley establecía que todos los varones judíos adultos que vivieran a no más de veinticinco kilómetros de Jerusalén estaban obligados a .asistir. Pero no eran sólo los judíos de Palestina los que venían para la Pascua; en aquel tiempo los judíos estaban diseminados por todo el mundo, y. no olvidaban su fe ancestral y su madre patria, y era el sueño y el propósito de todos ellos, estuvieran donde estuvieran, el celebrar la Pascua en Jerusalén por id menos una vez en la vida. Aunque nos suene a exageración, es probable que tantos como dos millones y cuarto de judíos se reunieran a veces en la Ciudad Santa para celebrar la Pascua.
Había un impuesto que tenían que pagar todos los judíos de diecinueve años para arriba. Era el tributo del templo. De que todos cumplieran dependía el que el ritual y los sacrificios del templo se pudieran llevar a cabo día tras día. El impuesto era de medio siclo. Debemos recordar cuando hablemos de dinero que en aquel tiempo, el salarió de un obrero era el equivalente de menos .de diez pesetas al día. El medio siclo eran unas quince, así es que era el sueldo de día y medio. Para todos los efectos prácticos, en Palestina se usaban muchos tipos de moneda: las de plata de Roma; Grecia, Egipto, Tiro y Sidón y de la mismas Palestina, todas estaban en circulación y eran válidas. Pero el tributo del templo se tenía que pagar en siclos galileos o en los del santuario, que eran las únicas monedas judías; las demás eran paganas y, por tanto, inmundas. Valían para pagar las otras deudas, pero no la que se tenía con Dios.
Los peregrinos llegaban de todas las partes del mundo con toda clase de monedas; así es que, en los atrios del templo se colocaban los cambistas. Si hubieran sido honrados, habrían estado cumpliendo una finalidad justa y necesaria; pero lo que hacían era cobrar una moneda más por cada medio siclo, es decir, una sexta parte más, y otra moneda más por cada medio siclo que tuvieran que devolver al cambiar monedas mayores. Si, por ejemplo, venía alguien con una moneda que equivaliera a dos siclos, tenía que pagar una moneda para que se la cambiaran, y otras tres para que le devolvieran el cambio de tres medios siclos. En otras palabras: que los cambistas le sacaban el sueldo de un día por la operación.
El tributo del templo y el sistema de cambio de moneda se elevaban a cantidades fantásticas. La renta anual del templo se ha calculado en 20,000,000 de pesetas, y las ganancias de los cambistas 2,000,000 pero téngase presente que el sueldo de un obrero serían unas 10 pesetas diarias. Cuando Crasso capturó Jerusalén y saqueó la tesorería del templo en el año 54 a C. se llevó 500,000,000 de pesetas sin llegar a agotarlo. El que los cambistas cobraran comisión cuando cambiaban
las monedas de los peregrinos no se veía mal. El Talmud establecía: «Es menester que cada uno tenga medio siclo para pagar su cuota. Por tanto, cuando trae un siclo para cambiarlo por dos medios siclos está obligado a dejar que el cambista saque algún beneficio.» La palabra para comisión era kollybas, y a los cambistas se los llamaba kollybistai. Esta palabra kollybos dio origen al personaje de comedia que se llamar Kollybos en griego y Collybus en latín, equivalentes al famoso usurero shakesperiano Shylock. Lo que exasperaba a Jesús era que los cambistas abusaran de los modestos peregrinos de la Pascua con comisiones exorbitantes. Era una injusticia social flagrante y desvergonzada y, lo que es peor, se perpetraba en nombre de la verdadera religión.
Además de los cambistas estaban los que vendían becerros, corderos y palomas. Era corriente que una visita al templo fuera acompañada de un sacrificio. Muchos peregrinos querrían hacer una ofrenda de acción de gracias por haber hecho un buen viaje a la Santa Ciudad; además, la mayor parte de los acontecimientos de la vida y de la familia de los judíos tenían su sacrificio apropiado.
Parecería por tanto que se ofrecía una ayuda natural para que se pudieran comprar las víctimas para los sacrificios en los atrios del templo. Podría haber sido así; pero la ley imponía el que los animales que se ofrecieran fueran perfectos y sin defecto. Las autoridades del templo, tenían inspectores (mumjeh) que examinaban las víctimas antes del sacrificio. La inspección ya costaba una ma’ah. Si el fiel compraba el animal fuera del templo se lo podían rechazar en la inspección; ya se podía estar seguro de que le encontrarían algún defecto que les permitiera declararlo no apto.
Se podría pensar que aquello no habría importado mucho; pero es que un par de palomas podía costar sólo el equivalente de diez pesetas aunque, recordemos: ese era el sueldo de un día, mientras que en el templo costarían no menos de ciento cincuenta pesetas. Aquí había otro abuso descarado a costa de los pobres y humildes peregrinos, a los que se obligaba a pasar por el aro de comprar sus víctimas en el templo si querían hacer un sacrificio… Y de nuevo lo peor del caso era que aquella injusticia se agravaba por el hecho de que se perpetraba en nombre de la más pura religión.
Estas eran las cosas que despertaban la indignación de Jesús. Se nos dice que hizo un azote de cuerdas. Jerónimo pensaba que la actitud de Jesús ya haría que no hiciera falta usarlo. «Una ardiente luz estelar fulguraban Sus ojos, y la majestad de la divinidad resplandecía en Su rostro.» Precisamente porque amaba a Dios, Jesús amaba a los hijos de Dios, y le era imposible permanecer impasible contemplando cómo se abusaba de aquella manera de los adoradores de Jerusalén.
LA INDIGNACIÓN DE JESÚS
Juan 2:12-16 (conclusión)
Hemos visto que fue la explotación de los peregrinos por parte de gente sin conciencia lo que movió a Jesús a aquella manifestación de indignación; pero la historia de la purificación del templo responde a razones todavía más profundas por las que Jesús dio aquel paso tan drástico.
No hay dos evangelistas que coincidan exactamente al darnos las palabras de Jesús. Cada uno de ellos nos conserva su versión personal. Y es al reunir todos los relatos como obtenemos una idea clara de lo que dijo Jesús. Así es que vamos a empezar por recordar las diferentes formas en que nos han transmitido los evangelistas las palabras de Jesús, en la versión Reina-Valera. Mateo nos las transmite de la siguiente manera: «Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecha cueva de ladrones» (Mt 21:13 ). Marcos pone: «MI casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Mr 11:1 :7):; Lucas dice: «Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» Lc 19:46 ). Y aquí Juan: «Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado» .Jn 2:16 ).
Jesús tenía por lo menos tres razones para hacer lo que hizo.
(i) Actuó así porque se estaba profanando la casa de Dios.
En el templo se daba a Dios un culto sin reverencia. La reverencia es una cosa instintiva. El artista Edward Seago nos cuenta que llevó a dos niños gitanos a visitar una catedral de Inglaterra. Eran unos chiquillos muy traviesos en circunstancias normales; pero, desde el momento en que entraron en la catedral, estuvieron sorprendentemente tranquilos y callados; y luego, todo el camino hasta llegar a la casa. Hasta la tarde no volvieron a sus habituales travesuras. En sus corazones naturalmente indisciplinados había una reverencia instintiva.
El culto sin reverencia puede ser una cosa terrible. Puede que sea un «culto» que se hace rutinaria o formalmente, las oraciones más solemnes se pueden leer como las listas de las subastas. Puede que sea un «culto» que no tiene en cuenta la santidad de Dios y que suena como si según la frase de H. H. Farmer- «el adorador se llevara muy bien con la Divinidad.» Puede que sea un culto para el que no están preparados ni el que lo dirige ni la congregación. Puede que sea el uso de la casa de Dios para fines y con medios en los que se olvida la reverencia y la verdadera función de la casa de Dios. En aquel atrio de la casa de Dios de Jerusalén se regatearían los precios, se discutirían las monedas viejas o desgastadas… En fin, que habría ruidos y gestos y discusiones más propios de un mercado. Puede que esa forma de irreverencia no sea corriente ahora; pero hay otras formas de ofrecerle a Dios un culto irreverente.
(ii) Jesús hizo lo que hizo para mostrar que toda esa parafernalia de sacrificios animales era totalmente impertinente. Hacía siglos que venían diciéndolo los profetas. «¿Para qué me sirve, dice el Señor, la multitud de vuestros sacrificios? ¡Estoy harto de holocaustos de carneros y de sebo de animales cebados; no Me gusta la sangre de los toros, de las ovejas o de los chivos… No Me traigáis más ofrendas vanas» Isa 1:11-17 ). «Porque cuando saqué a vuestros padres de Egipto no les dije nada ni les di mandamientos acerca de holocaustos y sacrificios» Jer 7:22 ). «Con sus ovejas y con sus vacas andarán buscando al Señor, pero no Le encontrarán» Os 5:6 ). «Les encantan los sacrificios; sacrifican carne y la comen, pero el Señor no Se complace en ellos» Os 8:13 ). «Porque Tú no te complaces en sacrificios; si yo hubiera de ofrecer holocaustos, a Ti no Te agradaría» Sal 51:16 ). Un coro de voces proféticas denunciaba la impertinencia de los holocaustos que humeaban constantemente en los altares de Jerusalén. Jesús actuó así para demostrar que ningún sacrificio animal podrá nunca realizar la reconciliación de la humanidad con Dios.
No estamos totalmente libres de esa tendencia hoy en día. Es cierto que no Le ofrecemos a Dios sacrificios de animales; pero podemos identificar Su culto con la instalación de vidrieras de colores o de un órgano más sonoro, o con piedra o madera tallada, cuando el verdadero culto brilla por su ausencia. No es que estas cosas sean condenables, ¡lejos de eso! A menudo, ¡gracias a Dios!, son ofrendas de corazones fieles y agradecidos. Cuando ayudan a la verdadera devoción; cuentan con la bendición de Dios; pero cuando son su sustituto, hastían el corazón de Dios.
(iii) Había todavía otra razón para que Jesús actuara de aquella manera. Marcos añade un curioso detalle que no se encuentra en los otros evangelios: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones» Mr 11:17 ), siguiendo con la cita de Isa 56:7 . El templo constaba de una serie de atrios que conducían al templo propiamente dicho y al Lugar Santísimo. La primera parte era el Atrio de los Gentiles; luego venía el Atrio de las Mujeres; después, el de los Israelitas; por último, el de los Sacerdotes. Toda esa compraventa se hacía en el Atrio de los Gentiles que era el único al que podían acceder los que no fueran israelitas. A partir de aquel lugar les estaba prohibida la entrada. Así que si había algún gentil cuyo corazón Dios hubiera tocado, podía llegar al Atrio de los Gentiles para meditar y orar y buscar a Dios. El Atrio de los Gentiles era el único lugar, de oración que conocía.
Las autoridades del templo y los comerciantes judíos estaban convirtiendo el Atrio de los Gentiles en un lugar de confusión y jaleo en el que era prácticamente imposible orar. Los mugidos de los becerros, los balidos de las ovejas, el zureo y el revoloteo de las palomas, los gritos de los vendedores, el tintineo de las monedas, los pregones y los regateos… todo eso combinado convertía el Atrio de los Gentiles en un lugar donde no se podía dar culto a Dios. El jaleo del atrio exterior del templo les cerraba el acceso a la presencia de Dios a los gentiles que Le buscaran. Tal vez era eso lo que más angustiaba a Jesús, y puede que por eso Marcos nos conservara la frase que nos lo indica. A Jesús se Le conmovían las entrañas porque en la Casa de Oración se le cerraba el acceso a la presencia de Su Padre a los que Le buscaban sinceramente.
¿Hay algo en la vida de nuestra iglesia: esnobismo, exclusividad, frialdad, falta de hospitalidad, tendencia a hacer de la congregación un club cerrado, arrogancia, tiquismiquis que excluye al sincero buscador? Recordemos la indignación de Jesús contra los que les hacían difícil, o imposible, a los buscadores extranjeros el establecer contacto con Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
empieza con una frase de transición muy juanina: Después de esto, lo que indica una secuencia temporal indefinida pero breve. Son fórmulas sinónimas en todo el evangelio y se pueden traducir también como “después de estas cosas” o simplemente con un «después» (BJ). No es posible determinar la extensión del tiempo ni su precisión, pudiendo ser inmediatamente o después de algunas horas o días.
Aunque el texto solo explicita el sujeto con el pronombre “él”, se entiende que se refiere a Jesús, y por eso algunas versiones traducen «Jesús» (TLA, BA, BI) que sustituye a “él”. El verbo en singular usa un sujeto compuesto inclusivo: descendieron, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos, o, como en otras versiones, se conserva el verbo y el sujeto en singular, pero los demás elementos del sujeto compuesto pueden traducirse como complementos circunstanciales: «Jesús bajó con su madre, sus hermanos y sus discípulos» (BP, BJ, DHH, NVI,).
“Bajó” o “descendió” expresa una situación geográfica. Caná está en lo alto de unas colinas, mientras que Cafarnaúm está a la orilla del mar de Galilea. “Descendió” se puede usar también para traducir el verbo katébei. Pero habrá que tener cuidado, si se usa un verbo con sentido de bajar, que no se dé la idea de bajar a un pozo o a una mina. Se trata de dirigirse a un lugar por un camino descendente.
No muchos días es una expresión semita que indica un breve período de tiempo. En algunos idiomas es difícil ser tan indefinido en cuanto a períodos o relaciones temporales. La idea es que estuvieron en Cafarnaúm apenas «unos pocos días» (DHH, LPD), «unos cuantos días» (BI, BA) o, concretamente, “no más de una semana”.
Reflexión bíblica y pastoral
Este es un bello y famoso pasaje bíblico, lleno de simbolismo y detalles interesantes, que ha sido interpretado desde múltiples perspectivas, donde cada interpretación ha arrojado mucha luz para su comprensión, pero también abierto nuevas controversias.
Nos parece muy significativo que Jesús realiza la primera “señal” o “signo” en un pueblito de Galilea, Caná, y la realiza teniendo como escenario una boda, que en las tradiciones bíblicas estaba cargada de significados religiosos profundos, especialmente porque mucha gente imaginaba el reino mesiánico por venir como una boda plena de abundancia y felicidad.
Jesús no es un asceta o un solitario, sino un hombre alegre que comparte los acontecimientos felices de su pueblo y celebra fiestas y comidas comunitarias. En estas bodas también están presentes su madre y algunos de sus discípulos. Es su madre la que le informa que el vino de la fiesta se ha terminado. Este detalle puede indicar que las familias de los novios eran humildes ya que no habían podido disponer de vino suficiente para la celebración. Además, el quedarse sin vino en una fiesta de bodas podía ser un acontecimiento humillante para la sensibilidad social en aquella cultura. Parece que la madre de Jesús está preocupada y atenta a esta situación de necesidad y espera que Jesús pueda hacer algo para remediarla. Madre e hijo se muestran sensibles y solidarios con la gente en apuros.
Pero Jesús no actúa por mediación de nadie, sino solo cuando “su hora ha llegado”. Él convierte el agua en vino, y en vino de mucha calidad, pero solo cuando lo considera conveniente, devolviendo la alegría a la fiesta y la tranquilidad a los anfitriones. Y este milagro Juan lo presenta como la “primera señal”, es decir, como señal de la irrupción de tiempos mesiánicos, de la llegada de una realidad diferente que supera las limitaciones y carencias del presente. En Jesús llegan tiempos de vino nuevo, de bodas alegres, de abundancia generosa de parte de Dios, de plenitud mesiánica.
Juan interpreta el evento también como manifestación de la gloria de Jesús. Esa gloria es la que irán revelando las siete señales del evangelio y que alcanzará su plena revelación en la cruz, obra máxima del amor generoso de Dios. Y todo lo narra Juan para que creamos, y para que creyendo podamos tener vida eterna.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— Cafarnaún: Ver nota a Mat 4:13.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Jesús echa fuera a los mercaderes del templo. El v. 12 es un vínculo entre este episodio y el anterior. Capernaúm fue la ciudad que Jesús eligió para vivir durante su ministerio en Galilea. El hecho de que él se quedara allí sólo unos pocos días muestra que la Pascua estaba cerca. Algunos ven en la mención de la Pascua de los judíos (13) una distinción de ella con la fiesta cristiana. Pero lo más probable es que la expresión se use para indicar dónde fue celebrada la Pascua, eso es, en Judea, para beneficio de los lectores que no sabían por qué Jesús iba a Jerusalén. La expulsión de los animales del área del templo (el patio exterior) sirvió como un acto simbólico. Se implica así que los animales no deberían haber estado para nada en el templo y ése es el sentido en que debe ser entendida la denuncia sobre el ambiente de mercado que allí había. El látigo (15) era necesario para controlar los animales más que para castigarlos. Los cambistas de dinero lo convertían en moneda tiria que era requerida para el impuesto del templo que todos los judíos debían pagar. En sí misma la práctica no era mala pero se abusaba con tipos exorbitantes de cambio.
Ha habido mucha discusión de si hubo una o dos limpiezas, dado que los Sinópticos colocan el hecho al final del ministerio de Jesús. Generalmente se supone que Juan lo puso antes por motivos simbólicos. Pero no es imposible que haya habido otra limpieza después de dos o tres años. Las referencias específicas al tiempo aquí favorecen eso. Pero Juan parece más preocupado con los significados profundos en los hechos del ministerio de Jesús y ordena su material para echar luz sobre ellos; en este caso, la misión de Jesús era limpiar los abusos del judaísmo. El v. 17 muestra que sólo después los discípulos vieron la importancia del pasaje del Sal. 69:9 en relación con este episodio.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
k 92 Mat 12:46; Mat 13:55; Mar 3:31; Luc 8:19; Hch 1:14; 1Co 9:5; Gál 1:19
l 93 Mat 4:13
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
bajó a Capernaúm. Caná estaba en la región montañosa al oeste del mar de Galilea. Capernaúm estaba situada en la costa noroeste del mar de Galilea; era una ciudad importante en los días de Jesús. El Señor la hizo centro de su s actividades.
su madre, sus hermanos. El N.T. claramente muestra que María tuvo otros hijos con José después del nacimiento de Jesús.
Fuente: La Biblia de las Américas
En estos versículos el evangelista narra el segundo milagro que hizo nuestro Señor.
Es de advertirse en este pasaje, en primer lugar, cuanto reprueba Jesucristo toda conducta irreverente en el recinto de la casa de Dios.
Durante el tiempo que vivió sobre la tierra jamás obró de una manera tan enérgica y manifestó tanta indignación como en la ocasión de que tratamos. Nótese que en el corto período de tres años descubrió la misma profanación dos veces la primera al principio, la segunda al fin de su ministerio. Dos veces, pues, expresó su indignación en los términos más enérgicos. El suceso fue repetido a fin de imprimir más fuertemente en nuestra mente la lección que de él se desprende.
Este pasaje debe despertar muchos remordimientos de conciencia. ¿No hay acaso hombres que aunque se llaman cristianos, se conducen todos los domingos de una manera tan indigna como los judíos? ¿No hay acaso hombres que en la casa de Dios no piensan en otra cosa que en su dinero, sus tierras, sus ganados y todos sus negocios? ¿No hay acaso hombres que «caen en todo mal en medio de la compañía y de la congregación»? Prov. 5.14. La iglesia y las capillas cristinas son indudablemente muy distintas de un templo judaico. No están construidas de acuerdo con un modelo recibido de Dios; no tienen altares ni lugares santos; sus paramentos no son simbólicos. Mas son lugares donde se lee la Palabra de Dios y donde Jesucristo está presente de una manera especial.
Quienquiera que desee rendir en ellos culto a Dios debe conducirse con comedimiento y con reverencia.
Este pasaje deja comprender, en segundo lugar, como se pueden recordar las verdades de la religión largo tiempo después de haber sido enunciadas; y como a la larga, se puede percibir en ellas un significado que al principio estaba oculto.
Nuestro Señor dijo a los judíos: «Destruid este templo y en tres días yo lo levantaré.» El aludía al templo de su cuerpo, más sus discípulos no le comprendieron entonces. No fue sino dos o tres años después, cuando hubo resucitado de entre los muertos, que el significado de estas palabras vino, de repente, a iluminar su mente. Por dos años fueron confusas y para ellos sin sentido: por dos años permanecieron en su memoria como la semilla encerrada en una urna, sin producir fruto. Pero al fin de ese período las tinieblas desaparecieron, y fueron confirmados en la fe.
Y lo mismo que aconteció en aquel tiempo a los discípulos sucede el día de hoy. No son arrojados al viento los sermones que se predican en las iglesias, aunque los oyentes no parezcan prestar atención; la instrucción que se da en las escuelas dominicales y durante las visitas del párroco no deja de producir frutos; los textos de la Escritura que los padres de familia enseñan a sus hijos no son perdidos. Que los predicadores, los maestros y los padres de familia continúen en su buena obra, que siembren con constancia y fe la semilla de la verdad. Sus palabras producen una impresión más duradera de lo que creen.
En este pasaje se nos da a conocer, por último, cuan perfecto es el conocimiento que nuestro Señor Jesucristo tiene del corazón humano.
Estando por primera vez en Jerusalén no se confiaba en los que decían que creían en él. Que estaban asombrados de los milagros que le habían visto hacer, es cierto; que tenían una especie de convicción moral de que él era el Mesías, parece innegable. Más no eran verdaderos discípulos (Juan 8.31), ni se habían convertido. Aunque sus emociones habían sido excitadas hasta cierto punto, su corazón no era recto a los ojos Dios. Nuestro Señor sabía bien que la palabra había caído en sus corazones como la semilla de la parábola, en terreno pedregoso. Tan pronto como les sobreviniesen persecuciones o tribulaciones, su pretendida fe se marchitaría y llegaría a su fin. Tal vez a Andrés, Pedro, Juan, Felipe y Natanael les pareció extraño que su Maestro no recibiese con brazos abiertos a esos creyentes. Pero ellos solo podían juzgar por las apariencias, en tanto que su Maestro podía leer los corazones. «El sabía lo que había en el hombre..
La verdad de que venimos tratando debiera hacer temblar a los hipócritas y a los mentidos creyentes. Acaso logren ellos engañar a los hombres; más no pueden engañar a Cristo. Acaso puedan cubrirse con el manto de la religión y parecer, como sepulcros blanqueados, puros ante los ojos de los hombres. Pero los ojos de Cristo penetran más allá de la superficie y ven la corrupción interior. Esos hombres son bien conocidos en el cielo ya que no lo son sobre la tierra, y su verdadero carácter será descubierto ante la congregación de las naciones, si murieren sin arrepentirse. Escrito está: «Yo conozco tus obras: que tienes nombre que vives y estás muerte.» Apo.3.1 Pero la verdad tiene dos fases, como la columna de nube que era oscura del lado de los egipcios y luminosa del lado de los hebreos. éxodo 14.20. Si es tenebrosa para los hipócritas, es resplandeciente para los verdaderos creyentes. El verdadero cristiano es débil muchas veces, pero sincero. Hay, por lo menos, algo que puede decir cuando esté agobiado con sus culpas o apesarado por causa de las calumnias de un mundo falaz: «Señor, yo soy un miserable pecador; pero pienso seriamente sobre la religión y son sincero. Tu sabes todas las cosas: tu sabes que te amo. Tu conoces todos los corazones y sabes que aunque el mío es débil, se adhiere a ti.» El falso cristiano quisiera ocultarse de los ojos de un Salvador omnisciente; el verdadero cristiano desea que los ojos de Dios sigan todos sus pasos.
Fuente: Los Evangelios Explicados
los hermanos… M↓ registran sus hermanos.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R680 La presencia de αὐτός aquí indica énfasis.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
g Mat 4:13.