Comentario de Juan 4:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Vino una mujer de Samaria para sacar agua, y Jesús le dijo: —Dame de beber.

4:7-8 — Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Gén 24:13-14; Éxo 2:16). Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. — Los discípulos hubieran ofrecido dinero para sacar agua, pero Jesús concedió a la mujer la oportunidad de hacerle un favor (JWM).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Dame de beber. Jua 4:10; Jua 19:28; Gén 24:43; 2Sa 23:15-17; 1Re 17:10; Mat 10:42.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

samaritanos: Cuando Asiria conquistó el reino norteño en 722 a.C se llevó la mitad de la población a otro país y trajo gentiles. Los judíos que quedaron en el reino del norte se casaron con los extranjeros que llegaron; así, perdieron su pureza racial. Estos judíos mezclados racialmente fueron los samaritanos. Cuando Babilonia conquistó y llevó al destierro a los judíos del reino del sur, estos se mantuvieron judíos inalterablemente. Después que volvieron a la Tierra Santa, los judíos puros no se relacionaron con los samaritanos. Para empeorar las cosas, los samaritanos construyeron un templo rival en el monte Gerizim. Como resultado de todo esto, los judíos y los samaritanos se odiaban.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

UNA MUJER DE SAMARIA. La conversación de Jesús con la mujer de Samaría demuestra su dedicación al propósito de su Padre celestial y su propio deseo de conducirla a la vida eterna. La pasión consumidora de Jesús era salvar a los perdidos (véase Luc 15:1-32; cf. Pro 11:30; Dan 12:3; Stg 5:20), un propósito mucho más importante para Él que la comida y la bebida (v. Jua 4:34). El que sigue a Cristo debe imitar su ejemplo, reconociendo que a su alrededor hay personas dispuestas a oír la Palabra de Dios. Debe hablarles de Jesucristo, el único que puede satisfacer su necesidad espiritual.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Vino una mujer de Samaria a sacar agua. Era usual que las mujeres vinieran en grupos para sacar agua en la mañana o en la tarde para evitar el calor del sol. Si la mujer vino sola a las doce del mediodía (vea la nota sobre el v.Jua 4:6), esto podría indicar que su vergüenza pública (vv. Jua 4:16-19) la llevó a aislarse de las otras mujeres. Dame de beber. El hecho de que un hombre judío hablara con una mujer en público, y que además le pidiera algo, siendo ella samaritana, constituía una completa violación de la costumbre social rigurosa y de la enemistad que prevalecía entre los dos grupos. Además, un «rabí» y líder religioso no sostenía conversaciones con mujeres de mala reputación (v. Jua 4:18).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

4:7-8 — Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Gén 24:13-14; Éxo 2:16). Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. — Los discípulos hubieran ofrecido dinero para sacar agua, pero Jesús concedió a la mujer la oportunidad de hacerle un favor (JWM).

Fuente: Notas Reeves-Partain

1. Encuentro de Jesús con la samaritana (Jua 4:7-26)

a. Primer diálogo: el agua de vida (vv. Jua 4:7-15)

1) Jesús pide agua para beber (vv. Jua 4:7-10)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Una mujer de Samaria. En algunos idiomas puede ser normal decir “una mujer samaritana” o “una señora del pueblo de Samaria”. En otros idiomas habrá que buscar cómo expresar la relación de la mujer con su pueblo, por ejemplo: “una mujer oriunda de Samaria” o “una mujer que tiene su hogar en Samaria”.

Dame de beber como lectura literal se entiende como: «Dame un poco de agua» (TLA, DHH), “dame agua para beber”, “dame un poco de agua”. Aunque se entiende que el pedido de Jesús es agua, en algunas culturas hay que explicitarlo para evitar algún malentendido. En algunas sociedades se puede entender que Jesús actúa con malos modales. Por eso es necesario introducir alguna fórmula que indique respeto hacia la mujer, como por ejemplo: “Por favor, deme agua”. También esa solicitud se puede presentar en forma de pregunta: “¿Me quiere dar un poco de agua, por favor?”, “¿Puede hacerme el favor de darme agua?”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

una mujer de Samaría. Sobre los samaritanos, véase nota en Luc 10:33.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

En su entrevista con Nicodemo nuestro Señor nos dio á conocer como procede con los gazmoños que tienen ideas exageradas de su propia justicia. En su entrevista con la Samaritana nos dio á conocer como procede á veces con las mujeres de ánimo carnal y cuya inmoral es mala en demasía.
Notemos, ante todo, cuánto tino, á la par que condescendencia, manifiesta nuestro Señor en su conducta para con una pecadora abandonada. Nuestro Señor estaba sentado á orillas del pozo de Jacob cuando una mujer de Samaria viene á sacar agua. Al punto le dice: » Dame de beber.'» No aguarda á que ella le hable primero, ni empieza por reconvenirla á causa de sus pecados, aunque estos no le eran desconocidos. Da principio á la entrevista por pedir un favor. Se dirige á la mujer hablándole del agua, cosa en que ella naturalmente estaría pensando más. Sencilla como puede parecemos esta súplica abrió el camino para tratar de asuntos espirituales; cerró el abismo que separaba á la Samaritana de Jesús y así dio origen á la conversión de aquella.
Es en vano pensar que las personas ligeras é ignorantes se acerquen á nosotros de su propia voluntad para adquirir conocimientos en las cosas espirituales. Preciso es que nosotros nos les acerquemos de una manera cortés y amigable; pero al mismo tiempo agresiva. También es en vano esperar que tales personas estén naturalmente dispuestas á recibir nuestras enseñanzas y á comprender y reconocer lo acertado de nuestro proceder. Es menester, pues, que obremos con prudencia, examinando de qué manera es más probable que nos granjeemos sus simpatías y obtengamos su atención. Sobre todo hemos de tratarlas con cariño, guardándonos de darles á conocer que comprendemos nuestra superioridad.
Observemos, en segundo lugar, cuan dispuesto está Jesucristo á conceder mercedes á los pecadores. Dijo á la Samaritana que si le hubiera pedido «El le daría agua viva.» La conocía perfectamente bien desde el principio, sin embargo le dijo que si le hubiera pedido le habría dado agua viva, es decir, le habría dado el agua viva de la gracia, de la misericordia y de la paz.
Que Jesucristo tiene una voluntad sin límites de recibir á los pecadores es una verdad que debiéramos atesorar en nuestros corazones y comunicar á otros. Constantemente está extendiendo su mano benigna hacia los desobedientes y rebeldes. Se compadece y se apiada de los más viles pecadores, aun cuando ellos no se acuerdan de él. Pronto está á conceder gracia y toda clase de bendiciones á los que alcen hasta él su voz. Nunca falta á esa sublime promesa: » Pedid y se os dará; buscad y hallaréis.» Los réprobos percibirán en el último día que si nada obtuvieron fue porque nada pidieron.
Notemos, en tercer lugar, cuan excelentes son los dones que concede Jesucristo comparados con las cosas de este mundo.
Nuestro Señor dijo á la Samaritana: » Cualquiera que bebiere de esta agua volverá á tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré para siempre no tendrá sed..
Todo el que no esté cegado por la preocupación ó por el amor al mundo concederá la verdad de este principio. Millares de hombres hay que poseen todos los bienes terrenos que se pueden desear, y, sin embargo, se sienten aburridos y descontentos. Hoy día sucede lo mismo que en los tiempos de David: «Muchos dicen: Quién nos mostrará el bien» Psa 4:6. Las riquezas, el rango, la posición social, el poder, la ciencia, las diversiones–nada de esto puede satisfacer el alma.
El que beba de esas aguas infaliblemente volverá á tener sed. Nuestro corazón no puede estar satisfecho hasta que creamos en Cristo. Solo Jesús puede llenar el vacío de nuestro interior, y concedernos una felicidad sólida y duradera. La paz que él comunica es una fuente que, en empezando á brotar, corre por toda la eternidad. Sus aguas pueden tener épocas de escasez; pero son aguas vivas que jamás se secarán completamente.
Notemos, en cuarto lugar, cuan absoluta es la necesidad que un alma tiene de la convicción del pecado antes de que pueda convertirse á Dios. La mujer samaritana permaneció sin conmoverse, según parece, hasta que nuestro Señor la descubrió como infractora del séptimo mandamiento. Esas palabras escrutadoras, «Ve, llama á tu marido,» parecen haberle penetrado la conciencia como una saeta. Desde aquel instante, ignorante como era, empezó á hablar como si de veras y sinceramente quisiese hallar la verdad. Y la razón es clara: percibió que su mal espiritual había sido descubierto, y por primera vez se conoció á sí misma.
Conducir á los pecadores irreflexivos á esta condición especial del alma es el fin que se han de proponer los maestros y los ministros del Evangelio, á imitación de su Maestro. No es sino cuando el hombre empieza á sentir su culpabilidad y su desamparo, que puede hacerse algo en bien de su alma. Hasta que un pecador se vea como Dios lo ve, permanecerá indiferente, liviano y sin conmoverse. Ante todo, hemos de esforzarnos en convencer á los hombres de su pecado, en despertarles la conciencia y en quitarles de delante de los ojos el prisma que les impide verse tales como son. Con este fin debemos presentarles la santa ley de Dios en toda su profundidad y extensión; y protestar contra toda práctica opuesta á ella, por muy en consonancia que esté con la moda y las costumbres del día. He aquí el único modo de hacer bien. El hombre no aprecia en su debido valor el bálsamo que ofrece el Evangelio si no percibe su enfermedad.
Advirtamos, en quinto lugar, lo inútil que es una religión que solo se compone de ceremonias. Cuando la mujer samaritana se apercibió del verdadero estado de su alma, empezó á hacer preguntas acerca de la excelencia respectiva del culto samaritano y el judío. Nuestro Señor le contestó que el culto verdadero, el culto aceptable á Dios, no depende del lugar en que se ofrece sino del estado del corazón del que lo rinde.
Todos estamos por naturaleza inclinados á hacer consistir la religión en ritos y ceremonias, y á dar particular importancia a nuestro modo de adorar á Dios. Es preciso precavernos de semejante espíritu, especialmente cuando estamos pensando seriamente en el estado de nuestras almas. Al acercarnos al trono de la gracia el corazón es lo principal. «Jehová ve el corazón.» 1Sa 16:7. Los servicios más suntuosos celebrados en una magnífica catedral son ofensivos á Dios si en ellos no toma parte el corazón. Un puñado de creyentes reunidos en una choza para leer la Biblia y para orar es quizá más aceptable á los ojos de Dios que la más numerosa congregación que jamás se reunió en S. Pedro de Roma.
Notemos, por último, que Jesucristo en su misericordia se halla dispuesto á revelarse á los más grandes pecadores. Se deja conocer esto en la manera con que terminó su conversación con la mujer de Samaria. «Yo soy,» le dijo, «que hablo contigo.» En ninguno otro pasaje de los Evangelios se nos refiere que nuestro Señor hiciera una manifestación tan plena de su naturaleza y su misión.
Y téngase presente que esa manifestación fue hecha no á los eruditos escribas ni á los morales fariseos, sino á una mujer que hasta aquel momento había sido ignorante, indiferente ó inmoral.
Por mala que sea la vida que haya llevado un hombre, no deben perderse las esperanzas de que Cristo se compadezca de él y lo libre del peso de sus pecados. La mujer samaritana, el ladrón penitente, el carcelero de Filipo, el publicano Zaqueo, pueden citarse como ejemplos que comprueban esta aserción. En gloria suya sea dicho que, como un gran médico, cura á muchos que parecen incurables.
¿Qué somos y cómo nos conducimos? Acaso, á semejanza de la mujer samaritana, hayamos sido indiferentes, negligentes, culpables en todo lo relativo á lo espiritual. Esto no obstante, no debemos perder las esperanzas. Aquel Ser divino que habló con la mujer samaritana junto al pozo, vive á la diestra de Dios y es inmutable. Pidámosle y él nos dará agua viva.

Fuente: Los Evangelios Explicados

M127 El infinitivo πεῖν se usa como un sustantivo: dame un trago.

T135 El infinitivo ἀντλῆσαι tiene la idea de propósito: con el propósito de sacar agua (comp. el v. 15)

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego