Por esto, respondió Jesús y les decía: —De cierto, de cierto os digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.
5:19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, — Cuando Jesús sanó al paralítico (5:8, 9), demostró la voluntad y el poder de Dios. No dijo que era igual al Padre con espíritu independiente o jactancioso; por el contrario, sigue afirmando que El no tenía voluntad aparte de la voluntad del Padre y, por eso, que no hacía nada aparte de su voluntad. Siempre estaban unidos en todo. — sino lo que ve hacer al Padre; — Jesús no solamente observaba lo que el Padre hacía, sino que El tenía conocimiento sobrenatural (divino) de todo lo que el Padre hace. Esta frase es otra afirmación de la omnisciencia de Cristo.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
De cierto, de cierto os digo. Jua 5:24, Jua 5:25; Jua 3:3.
no puede el Hijo hacer nada. Jua 5:30; Jua 8:28; Jua 9:4; Jua 12:49; Jua 14:10, Jua 14:20.
todo lo que el Padre hace. Jua 14:16-23; Gén 1:1, Gén 1:26; Isa 44:24; Col 1:16.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Como resultado del milagro (Jua 5:1-9) y la disputa que lo siguió (Jua 5:10-18), Jesús presenta un extenso discurso (Jua 5:19-47). En este, hizo declaraciones (Jua 5:19-30), dio pruebas de sus declaraciones (Jua 5:31-39) y desafía a sus oponentes (Jua 5:40-47).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Su primera declaración es una relación especial con el Padre: igualdad. Explica esto más ampliamente con cuatro declaraciones, cada una comenzando con «porque» (Jua 5:19-22). Su segunda declaración tiene que ver con su relación con el pueblo, que tiene la capacidad de dar vida y juzgar (Jua 5:24-30).
No puede el Hijo hacer nada por sí mismo significa que la acción del Hijo aparte del Padre es imposible debido a la unidad del Padre y el Hijo (v. Jua 5:17).
todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo es una afirmación de deidad y unidad con el Padre.
EN CONTEXTO
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¿Trabaja Dios los domingos?
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Jesús ofreció una réplica singular a sus críticos en la controversia sobre la observancia del día de reposo (Jua 5:16, Jua 5:17). Dios «reposó» el séptimo día de la creación y lo «santificó» (Gén 2:2, Gén 2:3), o lo apartó como algo especial. Más tarde, uno de los Diez Mandamientos convirtió el día séptimo en un día santo, un Sábado o día de reposo en Israel (Éxo 20:8-11). Esto no debería confundirse con el domingo, el cual celebra la resurrección de Cristo de la muerte.
De acuerdo a la tradición legal rabínica, el hombre sanado estaba violando el día de reposo por llevar su cama (Jua 5:10), y Jesús también por sanarlo ese día (Jua 5:16). Pero Jesús dijo que incluso Dios «viola» su propio día de reposo porque continúa trabajando (Jua 5:17). Aunque ha completado su creación, continúa manteniéndola y proporcionando el sustento de vida a sus criaturas, incluso los domingos.
El punto es que ningún día es malo para hacer algo bueno.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
De cierto, de cierto. Cp. los vv. Jua 5:24, Jua 3:1-36; Jua 1:51. Esta es una forma enérgica de afirmar: «lo que les digo es la verdad». En respuesta a la hostilidad judía frente a lo que implicaban sus declaraciones de igualdad con Dios, Jesús continuó sin temor e incluso con mayor denuedo, certitud y empuje. En esencia, Jesús estableció un vínculo directo entre sus actividades de sanidad en el día de reposo y la obra de su Padre. El Hijo nunca emprendió acciones independientes que lo enfrentaran al Padre porque el Hijo solo hace aquellas cosas que coinciden con todo lo que el Padre hace. Jesús dio a entender de este modo que el único que pueda hacer lo que el Padre hace debe ser tan grande como el Padre.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
5:19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, — Cuando Jesús sanó al paralítico (5:8, 9), demostró la voluntad y el poder de Dios. No dijo que era igual al Padre con espíritu independiente o jactancioso; por el contrario, sigue afirmando que El no tenía voluntad aparte de la voluntad del Padre y, por eso, que no hacía nada aparte de su voluntad. Siempre estaban unidos en todo.
— sino lo que ve hacer al Padre; — Jesús no solamente observaba lo que el Padre hacía, sino que El tenía conocimiento sobrenatural (divino) de todo lo que el Padre hace. Esta frase es otra afirmación de la omnisciencia de Cristo.
En los vers. 19-23 Cristo presenta pruebas de lo que dijo en el vers. 18. El no afirma que el Hijo imita al Padre, sino que la voluntad y acciones del Hijo y la voluntad y acciones del Padre son idénticas. Para probar o ilustrar esta verdad introduce cuatro afirmaciones con la palabra porque: porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, porque el Hijo es amado por el Padre, porque el Hijo tiene autoridad para levantar a los muertos, y porque el Hijo juzgará al mundo.
— porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. — Este texto afirma enfáticamente que Jesucristo era omnipotente: ¡todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente! También afirma que sus obras son las mismas. Cuando Jesús sanaba en el día de reposo, en realidad el Padre estaba sanando en el día de reposo. Jesús no dijo que El podía hacer lo que el Padre hace, es decir, que El tenía el mismo poder, sino que las acciones de Jesús son las acciones del Padre; por eso, las acciones de Jesús siempre están en perfecta armonía con la voluntad del Padre. Como niño de doce años de edad Jesús había expresado este mismo pensamiento: «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Luc 2:49). Lo que Jesús hacía, de principio a fin, era la obra del Padre.
Algunos hermanos que profesan ser conservadores en sus creencias tuercen Flp 2:7 para enseñar la herejía de que cuando Cristo vino a la tierra, se despojó a sí mismo de los atributos de deidad (omnipotencia, omnisciencia, inmutabilidad, etc.), y que solamente tenía el poder o autoridad que recibía del Padre o del Espíritu Santo; es decir, que inherente o intrínsecamente Cristo no poseía los atributos de Dios. Tal doctrina contradice este texto y muchos otros y niega la deidad de Cristo.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL PADRE Y EL HIJO
Juan 5:19-20
Jesús continuó diciéndoles:
-Os digo la pura verdad: El Hijo no puede hacer nada que proceda de Él mismo, sino sólo lo que ve hacer al Padre. El Hijo actúa de la misma manera que actúa el Padre; porque el Padre ama al Hijo y Le enseña todo lo que ÉL mismo hace. Y aún Le mostrará obras mayores que éstas, de tal manera que os quedaréis alucinados.
Así empieza la respuesta de Jesús a la acusación que le habían hecho los judíos de que se hacía igual a Dios. Establece tres cosas acerca de Su relación con Dios.
(i) Establece Su identidad con Dios. La verdad sobresaliente acerca de Jesús es que en Él vemos a Dios. Si queremos conocer los sentimientos que Dios tiene para con la humanidad, si queremos saber como reacciona ante el pecado, si queremos ver cómo considera la condición humana, no tenemos más que mirar a Jesús. La mente de Jesús es la Mente de Dios; las palabras de Jesús son las palabras de Dios; las acciones de Jesús son las acciones de Dios.
(ii) Esta identidad no se basa tanto en la igualdad como la obediencia total. Jesús no hacía nunca lo que a Él le parecí mejor, sino siempre lo que Dios quería que hiciera. Precisamente porque Su voluntad estaba totalmente sometida a la de Dios es por lo que podemos ver a Dios en Él. Jesús es para con el, lo que nosotros debemos ser para con Jesús.
(iii) Esta obediencia no consiste en sumisión a un poder, sino en amor. La unidad entre Jesús y Dios es la unidad del amor: A veces conocemos dos mentes que tienen una misma manera de pensar, o dos corazones que laten al unísono. En términos humanos esa es la descripción perfecta de la relación entre Jesús y Dios. Hay una identidad tan completa de mente y voluntad y corazón que el Padre y el Hijo son Uno.
Pero este pasaje tiene todavía más que decirnos sobre Jesús.
(i) Nos habla de Su completa confianza. Está completamente seguro de que lo que la humanidad estaba viendo entonces no era más que el principio. En términos puramente humanos, lo único que podía esperar razonablemente Jesús era la muerte. Las fuerzas de la ortodoxia judía se estaban uniendo en contra suya, y el fin era ya seguro. Pero a Jesús no Le cabía la menor duda de que el futuro estaba en las manos de Dios, y que nadie podía impedirle que hiciera lo que Dios Le había enviado a hacer.
(ii) Nos habla de Su completa intrepidez. Era seguro que no Le entenderían. Que Sus palabras inflamarían las mentes de Sus oyentes y pondrían en peligro Su vida estaba fuera de toda cuestión. No habría situación humana en la que Jesús estaría dispuesto a reducir Sus pretensiones o a adulterar la verdad. Presentaría Sus credenciales y diría la verdad sin dejarse intimidar por lo que amenazaran con hacerle. Para Él lo único importante era ser fiel para con Dios, y no el evitar los peligros a que Se pudiera exponer.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CREDENCIALES INSOSLAYABLES
Juan 5:19-29
Jesús continuó diciéndoles:
-Os digo la pura verdad: El Hijo no puede hacer nada que proceda de Él mismo, sino sólo lo que ve hacer al Padre. El Hijo actúa de la misma manera que actúa el Padre; porque el Padre ama al Hijo y Le enseña todo lo que Él mismo hace. Y aún Le mostrará obras mayores que éstas, de tal manera que os quedaréis alucinados. Porque, como el Padre resucita a los muertos y los hace vivir otra vez, así también el Hijo hace vivir a los que quiere. Tampoco juzga el Padre a nadie, sino que ha dejado todo el proceso del juicio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre Que Le envió.
» Os digo la pura verdad: El que escucha Mi palabra y cree en el Que Me ha enviado tiene la vida eterna, y no está abocado al juicio, sino que ha cruzado de la muerte a la vida.» Os digo la pura verdad: Está para sonar la hora, y ya ha llegado, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y, cuando la oigan, vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en Sí mismo, también Le ha dado al Hijo que tenga vida en Sí mismo; y también Le ha dado autoridad para ejercer el proceso del juicio, porque para eso es el Hijo del Hombre. No os sorprendáis de esto; porque está para sonar la hora cuando todos los que estén en las tumbas oirán Su voz, y saldrán; los que hayan obrado el bien saldrán a una resurrección que les dará la vida, mientras que los que hayan obrado indebidamente saldrán a una resurrección que desembocará en el juicio.
Aquí llegamos al primero de los largos discursos del Cuarto Evangelio. Cuando leamos pasajes así debemos recordar que Juan no se propone tanto darnos las mismísimas palabras que dijo Jesús como lo que Jesús quería decir. Juan estaba escribiendo allá por el año 100 d C. Había pasado setenta años pensando en Jesús y en las cosas maravillosas que había dicho. Muchas de esas cosas no las había entendido del todo cuando se las oyó decir a Jesús; pero; más de medio siglo de meditar bajo la dirección del Espíritu Santo le había enseñado un sentido cada vez más profundo de las palabras de Jesús. Así es que nos presenta, no sólo lo que Jesús dijo, sino también lo que quería decir.
Este pasaje es tan importante que tenemos que estudiarlo primero en conjunto, y luego por secciones.
En primer lugar, pues, vamos a considerarlo en conjunto. Debemos tratar de pensar, no sólo en cómo nos suena a nosotros; sino también en cómo les sonaría a los judíos que lo oyeron por primera vez. Tenían un trasfondo de ideas y pensamientos, de teología y creencias, de literatura y religión, que está muy lejano del nuestro; y, para entender un pasaje como éste, debemos intentar introducirnos en la mentalidad de los judíos que lo oyeron por primera vez. .
Este es un pasaje maravilloso, porque está entretejido con pensamientos y expresiones que son las credenciales de Jesús como el Mesías prometido. Muchas de estas credenciales no las vemos ahora tan claramente, pero estarían tan claras como el agua para los judíos, y los dejarían estupefactos.
(i) La credencial más clara se encuentra en el título de Jesús como Hijo del Hombre. Sabemos que ese extraño título es muy corriente en los evangelios. Tiene una larga historia. Nació en Dn 7:1-14 . La versión Reina-Valera traduce correctamente, no El Hijo del Hombre, sino un hijo de hombre (Dn 7:13 ).
El detalle importante del pasaje estriba en el hecho de que Daniel se escribió en días de terror y de persecución, y contiene una visión de la gloria que sucedería algún día al sufrimiento que estaba pasando el pueblo de Dios. En Dn 7:1-7 , el vidente describe bajo el simbolismo de bestias a los grandes imperios paganos que han ejercido dominio en el mundo. El león con alas de águila (7:4) representa al imperio de Babilonia; el oso con tres costillas en la boca, como si estuviera devorando un cadáver (7:5), al imperio de Media; el leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas (7:6) representa al imperio de Persia; y la bestia grande y terrible de dientes de hierro y diez cuernos (7:7), al imperio de Macedonia. Todos estos poderes terribles pasarán, y la autoridad y el dominio se le darán a uno semejante a hijo de hombre. El sentido es que los imperios que han ejercido la soberanía han sido tan salvajes que sólo se los podía describir en términos de bestias feroces; pero va a venir al mundo un poder tan benigno y amable que será humano y no bestial. En Daniel, la frase describe la clase de poder que va a gobernar el mundo.
Alguien tendrá que introducir y ejercer ese poder; y los judíos tomaron ese título y se lo aplicaron al Escogido de Dios que algún día traería la nueva era de compasión y amor y paz; y así llegaron a llamar al Mesías esperado El Hijo del Hombre. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento surgió toda una literatura que trataba de la era dorada por venir.
Una obra que ejerció una influencia especial fue el Libro de Enoc, en el que aparece una y otra vez una gran figura que se llama Aquel Hijo del Hombre, que está esperando en el Cielo hasta que Dios le envíe a la Tierra para introducir Su Reino y asumir el mando. Así que, cuando Jesús se llamaba a Sí mismo El Hijo del Hombre, no estaba haciendo otra cosa que llamarse a Sí mismo el Mesías. Aquí presentaba unas credenciales tan claras que no dejaban lugar a dudas.
(ii) Pero no es que Jesús presente Sus credenciales come el Mesías de Dios sólo en estas palabras, sino que está implícito en frase tras frase. El mismo milagro que había realizado en el paralítico era una señal de que Jesús era el Mesías. La descripción que nos hace Isaías de la nueva edad de Dios incluía que «el cojo saltaría como un ciervo» (Isa 35:6 ). Y en la visión de Jeremías, cojos y ciegos se reunirían (Jer 31:8 s).
(iii) Tenemos la declaración que hace Jesús en repetidas ocasiones de que Él resucitará a los muertos y será su juez. En el Antiguo Testamento, Dios era el único que podía resucitar a los muertos y que tenía el derecho de juzgarlos: «Yo, soy Yo, y no hay más dioses a Mi lado: Yo hago morir, y Yo hago vivir» (Dt 32:39 ). «El Señor mata y Él da la vida» (1S 2:6 ). Cuando el general sirio Naamán acudió a que le curaran de la lepra, el rey de Israel dijo alucinado de desesperación: «¿Soy yo Dios, que mate y dé vida?» (2R 5:7 ). El poder para hacer morir y vivir pertenecía inalienablemente a Dios; y lo mismo sucedía con el juicio. «El juicio es de Dios» (Dt 1:17 ).
En el pensamiento de épocas sucesivas, esta función de resucitar y, posteriormente, juzgar a los muertos se le reconoció como una de sus atribuciones al Mesías cuando viniera a inaugurar la nueva era de Dios. Enoc dice del Hijo del Hombre: «La totalidad del juicio se le confió» (Enoc 69:26s). Jesús, en nuestro pasaje, dice que los que hayan obrado el bien resucitarán para la vida, y los que hayan obrado el mal resucitarán para la muerte. El Apocalipsis de Baruc establece que cuando llegue la era de Dios: «El aspecto de los que ahora obran maliciosamente se pondrá peor de lo que es ahora, porque habrán de sufrir tormento,» mientras que los que han confiado en la Ley y obrado de acuerdo con ella estarán cubiertos de belleza y esplendor» (Baruc 51:1-4). Enoc dice que ese día: «La Tierra se rasgará, y todo lo que viva en ella perecerá, y tendrá lugar el juicio de toda la humanidad» (Enoc 1:5-7). El testamento de Benjamín dice: «Toda la humanidad resucitará: algunos serán exaltados, y algunos humillados y avergonzados.»
Para Jesús, el hablar así era un acto de un valor sin igual y extraordinario. Tiene que haber sabido que el presentar esas credenciales les sonaría sin duda a blasfemia a los líderes judíos más ortodoxos, y sería atraerse la muerte. Los que oyeran tales afirmaciones no podrían hacer más que una de dos cosas: aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, o rechazarle y odiarle como blasfemo.
Ahora vamos a estudiar este pasaje por secciones.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
2. La hostilidad de los judíos contra Jesús el Hijo (Jua 5:19-30)
Análisis de discurso
Esta sección comienza con “por eso”, “por tanto”, dentro del estilo de Juan, haciendo referencia al contexto anterior. En ninguna otra parte del evangelio se ve a Jesús defendiendo su relación con el Padre, su misión y su autoridad divinas. Su actividad como juez es la misma actividad del Padre. A simple vista el argumento que se presenta aquí, en su conjunto, parece una serie de sentencias que se articulan con gran solidez. El argumento pasa ahora a otro nivel, donde Jesús defiende su filiación con el Padre. Algunos biblistas han visto este material organizado de forma elaborada siguiendo una repetición paralela de los mismos temas entre vv. Jua 5:19-24 y vv. Jua 5:25-30 o una forma circular o quiásmica, siendo el v. Jua 5:24 el centro eje del quiasmo, donde la idea central del “Hijo” se traba entre el tiempo presente y el futuro con las ideas de “vida” y “juicio”. Y así la sección empieza (v. Jua 5:19) y termina (v. Jua 5:30) reafirmando que Jesús hace lo mismo que aprendió de su Padre.
TÍTULO: La mayoría de las traducciones han optado por señalar la autoridad de Jesús: La autoridad del Hijo (RV60, RV95, BA), La autoridad del Hijo de Dios (DHH, TLA) o variantes como Explicación: autoridad del Hijo (NBE). La BJ titula Discurso sobre la obra del Hijo. Sugerimos el título La autoridad del Hijo para dar vida eterna para concretizar el tipo de autoridad a la que se refiere Jesús en este discurso.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
a. Juicio como delegación del Padre (vv. Jua 5:19-24)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Respondió entonces Jesús y les dijo. Como oración de estilo semita puede ser traducida en forma más sencilla: «Respondió entonces Jesús» (RV60), «Jesús prosiguió diciendo» (BI), «Jesús, pues, tomando la palabra, les decía» (BJ), “Así Jesús respondió a sus acusaciones”.
“Amén, amén” es la misma forma estilística semita de Jua 1:51 : “en realidad les aseguro”, de cierto, de cierto, «les aseguro» (TLA, DHH). Ella marca las dos secciones del discurso (Jua 5:19, Jua 5:24, Jua 5:25). Su respuesta presenta dos oraciones compuestas invertidas, las que están enlazadas por “porque”. No puede el Hijo hacer nada por sí mismo expresa la misma idea del v. Jua 5:30. En ambos versículos el verbo “poder” está explícito en el texto griego. Por su cuenta es una expresión muy juanina equivalente a “por mi cuenta” (cf. Jua 7:18; Jua 8:28; Jua 11:51; Jua 12:49; Jua 14:10; Jua 15:4; Jua 16:13; Jua 18:34).
Se plantean serios problemas al traducir este párrafo en vista de las muchas referencias al “Padre” y al “Hijo”, términos difíciles de usar en otros idiomas sin que se exprese el posesivo. Es decir, que los términos deben aclarar de quién se es padre y de quién se es hijo. Aún más, en algunos idiomas es imposible para una persona hablar en tercera persona para referirse a sí misma. Si se tradujera este texto literalmente a un idioma receptor la gente entendería que Jesús estaba hablando de otra persona y no de sí mismo.
En estos casos en lugar de decir no puede el Hijo hacer nada por sí mismo es mejor traducir: «Yo, el hijo de Dios, no puedo hacer nada por mi propia cuenta» (TLA), “Yo soy Hijo de Dios y no puedo hacer nada por mí mismo”. La siguiente declaración de la misma forma se leería así: «hago lo que veo que hace Dios, mi Padre» (TLA), “Yo hago lo que veo a mi Padre hacer”. La oración final se leería: “Lo que mi Padre hace, yo como su Hijo también lo hago”.
La segunda parte del versículo es un contraste: «Solamente hace lo que ve hacer al Padre» (DHH). Traducir “su Padre” en vez de “al Padre” es legítimo y aclara más en otros idiomas. En el v. Jua 5:17 Jesús se refiere a “mi Padre”, por tanto en las ocasiones cuando “el Padre” se usa en el contexto de parentesco es posible por lo general expresar la equivalencia “mi” o “nuestro”, según la relación de parentesco entre el hablante y el oyente. Aquí Jesús se refiere a sí mismo en tercera persona (“el Hijo”), y por consiguiente se refiere a Dios como “su Padre”.
La última parte del versículo se leerá mejor si continúa después del “porque” que da la razón de la primera parte de la declaración de Jesús. Si se traduce literalmente “porque las cosas que Aquél hace, estas cosas también el Hijo igualmente hace” resulta muy confuso. Hay que buscar una equivalencia, en primer lugar, para “aquel” que obviamente se refiere a “mi Padre”: “pues lo que hace mi Padre, lo mismo hago yo también”. Algunas versiones ignoran el “porque” y traducen la última oración compuesta después de un punto seguido: Todo lo que hace el Padre, también lo hace el Hijo.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 5:30; Jua 7:16; Jua 18:28; Jua 8:22; Jua 8:42; Jua 12:49; Jua 14:10.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La revelación del Padre y el Hijo
Los vv. 19-23 dan la respuesta de Jesús al reclamo de los judíos de que pretendía ser igual a Dios. Las palabras de cierto os digo destacan la especial importancia de las que siguen (como también el v. 24). La forma en que Jesús usó el título Hijo resulta de su costumbre de dar a Dios el nombre de Padre. Muestra una relación particularmente íntima. Jesús da cuatro razones para apoyar su pretensión: el Hijo actúa precisamente como el Padre (19); el Padre muestra sus planes al Hijo (20); el Hijo, como el Padre, tiene poder de dar vida (21); el Hijo ha recibido del Padre autoridad para juzgar (22). Esta secuencia de razones que apoyan la posición del Hijo tiene dos propósitos principales. En primer lugar, que los oyentes se sorprendieran (20), y en segundo lugar, que pudieran honrar al Hijo como honran al Padre. Por sí misma, la primera hubiera llevado a honrar a un hacedor de maravillas, pero la segunda corrige esto y señala la verdadera posición del Hijo. De las cuatro razones dadas antes, la más significativa es la que enfoca el amor del Padre por el Hijo (20). Da la base por la cual el Padre revela todo por medio del Hijo.
La convicción de que el Padre resucita a los muertos (21) es apoyada tanto por el AT como por la literatura rabínica. Si bien la referencia primaria puede ser a la resurrección física final, también involucra la idea de la resurrección espiritual. El v. 25 sugiere que los muertos que oirán al Hijo de Dios son aquellos que responden espiritualmente hoy, aunque los vv. 28, 29 se refieren al fin de los tiempos. El verdadero punto aquí es que el Hijo tiene el poder de dar vida en la misma forma en que lo tiene el Padre. No hay oposición entre el v. 22 y 3:17. Las palabras de 3:17 excluyen el juicio como la principal razón para la misión de Jesús, si bien esta afirmación apunta a la autoridad del Hijo para juzgar cuando lo crea apropiado.
La segunda afirmación de importancia contenida en los vv. 24-29 se introduce por un comentario que vincula oír con creer. La relación es esencial para recibir la vida eterna. También hay una estrecha relación entre lo que Jesús enseñó y lo que Dios le había mandado hacer. La vida eterna aquí se define como una traslado de la muerte a la vida. La idea de la vida es aquí una esfera diferente de aquella en que opera la muerte. Es posible que el v. 25 pueda incluir a quienes fueron levantados físicamente de la muerte a la vida durante el ministerio de Jesús, pero las palabras y ahora es parecen oponerse a esa interpretación. Vale la pena notar que cuando se habla de la resurrección (25), Jesús usó el título Hijo de Dios, pero cuando habla del juicio (27) habló del Hijo del Hombre. El segundo título, a diferencia del primero, no tiene artículo en gr. y en general debe ser interpretado sobre su condición de verdadero hombre. El juicio será hecho por alguien que conoce realmente la humanidad. La hora mencionada en el v. 28 es diferente de la que se menciona en el v. 25, porque aquí se tiene en mente la resurrección final. El contraste entre el levantamiento de los que hicieron el bien y el de los que hicieron el mal significa que, aunque los creyentes han sido juzgados antes, pueden mirar hacia adelante esperando la realización plena de la resurrección física, mientras que aquellos que han hecho el mal (y presumiblemente son los incrédulos) no tienen por delante sino una condenación que esperar. En el v. 30 Jesús afirmó la justicia de su juicio sobre la base de que estaba en armonía con aquel que lo envió. Aunque el juicio se concede al Hijo, está totalmente de acuerdo con la voluntad del Padre. La sección siguiente (31-47) se ocupa del testimonio de Jesús.
Jesús no tenía necesidad de testificar de sí mismo dado que su voluntad era idéntica a la del Padre (31, 32). En su caso, el testimonio sobre sí mismo sería falso porque indicaría que necesitaba distinguir entre él mismo y el Padre. Esto no está en conflicto con 8:14, donde Jesús no estaba considerando la hipótesis imposible de su testimonio en conflicto con el del Padre. Aquí el otro que testifica es el Padre cuyo testimonio siempre es verdadero.
El testimonio de Juan el Bautista era valioso pero inadecuado (33-35). Ciertamente el testimonio de Juan llevó a algunos a Cristo, pero era inconcebible que Jesús necesitara descansar en tal testimonio. El testimonio de Juan es comparado con una lámpara, pero él mismo no era la luz, aunque señalaba a la luz. Se dice que el propósito de todo testimonio es que la gente sea salva, lo que sólo es posible por la fe en Jesús (24).
Jesús apela luego al testimonio de sus obras. Son de un tipo especial porque el Padre las había comisionado. Por esa razón, el testimonio de las obras de Jesús es mayor que el testimonio de las palabras de Juan. Pero ese testimonio había caído en tierra improductiva. Aunque el Padre había dado testimonio de Jesús, los oyentes no habían oído su voz o reconocido su presencia (37). El hecho simple era que debido a la incredulidad la palabra de Dios (primordialmente las Escrituras) no habitaba en ellos y esta consideración llevaba a la sección siguiente.
Aquellos que no creían en Jesús no descuidaban las Escrituras. De hecho, el v. 39 señala la bien conocida diligencia entre los judíos en el estudio de la Torah. El problema estaba en su idea de que eso era suficiente para la salvación. Pero perdieron la partida cuando no admitieron que debían aceptar el testimonio de la Escritura sobre Jesús, que era su principal propósito. El v. 40 expresa fuertemente el tema en cuanto a que era un deliberado rechazo de Jesús, quien es la fuente de vida. En efecto esto quiere decir que estaban espiritualmente muertos. Jesús no aceptaba ni testimonio ni alabanza humanos (41). No tenía una confirmación oficial para su misión. Los oyentes judíos perdieron por completo la confirmación de Dios mismo sobre la misión de Jesús (43).
La referencia en el v. 42 al amor de Dios podría significar el amor de la gente hacia Dios o el amor de Dios por la gente, o ambos. Lo más probable es que se refiere a su falta de amor a Dios, teniendo en cuenta el contexto. Estaban más preocupados por la alabanza humana que por la de Dios (44). Eran muy distintos de los verdaderos judíos a quienes se refiere Pablo en Rom. 2:29. Cuando Jesús apeló a Moisés, estaba tocando un punto sensible para aquellos judíos amantes de la Torah. En el gran juicio final Moisés mismo los condenaría. Aunque hay pocas referencias específicas al Mesías en la Torah, su línea general era la de preparar el camino para el liberador que vendría (46). En todo su estudio de la Escritura, habían errado el punto esencial. Jesús fue directamente al grano al decirles (47) que no creían lo que Moisés había escrito. Con toda su devoción al estudio de la Escritura, no creían realmente lo que decía. Habría sido difícil para los judíos devotos captar esta distinción, pero sin ella quedaban sin posibilidad de creer la verdad que Jesús estaba presentando.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) “Jesús”, P66 AVg; P75B: “él”.
(2) O: “cosa que se origine de él”.
REFERENCIAS CRUZADAS
m 249 Jua 5:30; Jua 8:28; Jua 12:49
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
R1181 En la última parte de este versículo y en el v. 26, καί significa: eso precisamente.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., aquél