Comentario de Juan 5:37 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su apariencia,

5:37, 38 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí — Por ejemplo, había dado testimonio de El en las figuras y sombras de la ley, y en las muchas profecías acerca del Mesías y su reino que fueron cumplidas por Jesús. También cuando Jesús se bautizó (Mat 3:17), y otra vez lo haría en la transfiguración de Jesús (Mat 17:5).

— Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, — «El testimonio que Dios mismo ha dado en su palabra, en las Escrituras del Antiguo Testamento» (HAWM). Véase también 1Jn 5:9-12. Esto concuerda con lo que Jesús dice en el versículo 39. Algunos creen que esto significa que los judíos no podían oír la voz de Dios ni ver el aspecto de Dios en Jesús (14:24; 2Co 4:4; Col 2:9; Heb 1:3, etc.), pero esta reprensión tenía que ver con la condición de los judíos aun antes de nacer Jesús. El dice que » nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto». Afirma que los judíos simple y sencillamente no conocen a Dios, que ¡nunca lo han conocido! y que siempre han estado lejos de El y que no pueden oír su voz ni ver su aspecto en la Revelación que les ha dado. Por eso, para ellos El era un extraño, el «Dios no conocido» (compárese Hch 17:23). Compárese el ver. 42, «no tenéis amor de Dios en vosotros»; también, 8:39-44.

— ni tenéis su palabra morando en vosotros (1Jn 2:14; 1Jn 2:24; 1Jn 3:9; 1Jn 3:17) ; porque a quien él envió, vosotros no creéis. — Si la palabra de Dios hubiera morado en ellos, habrían creído en Cristo a quien el Padre envió. En este discurso (5:37-45) Jesús lanza cargos severos contra los judíos. Compárese 8:39-44.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

el Padre que me envió. Jua 5:32; Jua 6:27; Jua 8:18; Mat 3:17; Mat 17:5.

nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto. Jua 1:18; Jua 14:9; Jua 15:24; Éxo 20:19; Deu 4:12; 1Ti 1:17; 1Ti 6:16; 1Jn 1:1, 1Jn 1:2; 1Jn 4:12, 1Jn 4:20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

el Padre … ha dado testimonio: Este no es una referencia a la voz en el cielo durante el bautismo de Cristo, sino a las Escrituras (v. Jua 5:39).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

el Padre … ha dado testimonio. Cp. Mat 3:17; Mar 1:11; Luc 3:22.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

5:37, 38 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí — Por ejemplo, había dado testimonio de El en las figuras y sombras de la ley, y en las muchas profecías acerca del Mesías y su reino que fueron cumplidas por Jesús. También cuando Jesús se bautizó (Mat 3:17), y otra vez lo haría en la transfiguración de Jesús (Mat 17:5).
— Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, — «El testimonio que Dios mismo ha dado en su palabra, en las Escrituras del Antiguo Testamento» (HAWM). Véase también 1Jn 5:9-12. Esto concuerda con lo que Jesús dice en el versículo 39. Algunos creen que esto significa que los judíos no podían oír la voz de Dios ni ver el aspecto de Dios en Jesús (14:24; 2Co 4:4; Col 2:9; Heb 1:3, etc.), pero esta reprensión tenía que ver con la condición de los judíos aun antes de nacer Jesús. El dice que » nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto». Afirma que los judíos simple y sencillamente no conocen a Dios, que ¡nunca lo han conocido! y que siempre han estado lejos de El y que no pueden oír su voz ni ver su aspecto en la Revelación que les ha dado. Por eso, para ellos El era un extraño, el «Dios no conocido» (compárese Hch 17:23). Compárese el ver. 42, «no tenéis amor de Dios en vosotros»; también, 8:39-44.
— ni tenéis su palabra morando en vosotros (1Jn 2:14; 1Jn 2:24; 1Jn 3:9; 1Jn 3:17) ; porque a quien él envió, vosotros no creéis. — Si la palabra de Dios hubiera morado en ellos, habrían creído en Cristo a quien el Padre envió. En este discurso (5:37-45) Jesús lanza cargos severos contra los judíos. Compárese 8:39-44.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL TESTIMONIO DE DIOS

Juan 5:37-43

Y el Padre, Que es Quien Me envió, ha dado testimonio de Mí. Vosotros no habéis oído nunca Su voz, ni habéis visto Su aspecto. No tenéis Su Palabra morando en vuestro corazón porque no creéis en el Que Él ha enviado. Escudriñáis las Escrituras porque creéis que es en ellas donde está la vida eterna. Son ellas las que dan testimonio de Mí; pero vosotros os negáis a venir a Mí para tener la vida. Yo no recibo ninguna gloria humana; pero os conozco, y sé que no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de Mi Padre, y sin embargo no Me recibís. Al que viene en su propio nombre, a ése sí le recibís.

La primera parte de esta sección puede tomarse de dos formas:, (i) Puede que se refiera al testimonio invisible de Dios en el corazón humano. En su primera carta escribe Juan: » El que; cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio (de Dios) en sí mismo» (1Jn 5:9-10 ). Los judíos habrían insistido en que ninguna persona puede ver a Dios. Aun en la promulgación de los Diez Mandamientos, «oísteis la voz de Sus palabras, mas, a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis» Dt 4:12 ). Así es que aquí puede querer decir: «Es verdad que Dios es invisible; y también lo es Su testimonio, porque es la respuesta que surge en el corazón humano cuando la persona se ve confrontada conmigo.» Cuando nos vemos confrontados por Cristo, vemos en El al Que es supremamente amable y supremamente sabio; esa convicción es el testimonio de Dios en nuestro corazón. Los estoicos mantenían que la forma suprema de conocimiento no viene por el pensamiento, sino por lo que ellos llamaban «impresiones irresistibles;» una convicción que se apodera de la persona como si alguien le hubiera puesto la mano en el hombro para arrestarla. Puede que aquí Jesús quisiera decir que la convicción de Su soberanía en nuestro corazón es el testimonio interior de Dios.

(ii) Puede ser que lo que Juan quería decir es que el testimonio que Dios da de Jesucristo se encuentra en las Escrituras. Para los judíos, las Escrituras eran el sumo bien. «El que ha adquirido las palabras de la Ley, ha adquirido la vida eterna.» «Al que tiene la Ley, le rodea un cinto de gracia en este mundo y en el mundo venidero.» «El que diga que Moisés escribió por su propia cuenta aunque sólo fuera un versículo de la Ley, es un despreciador de Dios.» «Este es el libro de los mandamientos de Dios y de la Ley, que dura para siempre. Todos los que se adhieren a él están destinados para la vida eterna; pero los que lo abandonan, morirán» (1 Baruc 4:1-2). «Si la comida, que te da la vida sólo para una hora, requiere una acción de gracias antes y después de tomarla, ¡cuánto más merece una acción de gracias la Ley, de la que depende el mundo por venir!» Los judíos escudriñaban la Ley y, sin embargo, no reconocieron a Cristo cuando vino. ¿Qué les pasó? ¿Cómo fue posible que los mejores estudiantes de la Biblia del mundo, que leían las Escrituras continua y meticulosamente, rechazaran a Jesús? ¿Cómo pudo suceder eso?

Está claro que no leían las Escrituras como es debido.

(a) Las leían con la mente cerrada. No para buscar a Dios, sino para encontrar argumentos que apoyaran sus puntos de vista. No amaban a Dios de veras; amaban sus propias ideas acerca de Dios. Era tan probable que el agua penetrara en una roca, como que la Palabra de Dios penetrara en sus mentes. No aprendían teología humildemente en la Sagrada Escritura, sino que usaban la Escritura para defender una teología que habían compuesto ellos mismos. Todavía existe el peligro de someter la Biblia a nuestras creencias en lugar de viceversa.

(b) Cometían una equivocación todavía más grave: creían que Dios les había dado una Revelación escrita. La Revelación de Dios está en la Historia. No se trata de que Dios haya hablado, y nada más; Dios actúa. La Biblia misma no es Su Revelación, sino el relato de Su Revelación. Pero ellos adoraban las palabras de la Biblia.

No hay más que una manera adecuada de leer la Biblia: como testimonio de Jesucristo. Entonces, muchas de las cosas que nos dejan perplejos, o que nos inquietan a veces, se ven claramente como etapas del camino, señalando anticipadamente a Jesucristo, Que es la suprema Revelación, y a Cuya luz hay que poner a prueba toda otra Revelación. Los judíos adoraban a un Dios que escribía, más que a un Dios que actuaba; y, por tanto, cuando vino Cristo, no Le reconocieron. La misión de la Escritura no es dar la vida, sino señalar al Que la da.

Aquí hay dos cosas supremamente reveladoras.
(i) En el versículo 34, Jesús había dicho que el propósito de Sus palabras era que ellos se salvaran. Aquí dice: «No busco la gloria que me puedan dar los hombres.» Es decir: «No estoy discutiendo porque quiero que se me dé la razón. No estoy hablando así porque quiero apabullaros y ganar vuestro aplauso, sino porque os amo y quiero salvaros.»
Aquí hay algo tremendo. Cuando se arma una controversia; ¿cuál es nuestra actitud fundamental? ¿Nos damos por ofendidos? ¿Nos picamos? ¿Nos sentimos heridos en la negra honrilla? ¿Queremos hacerles tragar a los demás nuestras opiniones porque los tenemos por tontos? Jesús hablaba como hablaba solamente porque amaba a las personas. Su tono podía ser serio; pero en esa seriedad dominaba el acento del amor anhelante; Le centelleaban los ojos, pero la llama era la del amor.
(ii) Jesús dice: «Al que viene en su propio nombre, a ése sí le recibís.» Había habido una sucesión de impostores que pretendían ser el Mesías, y todos habían tenido seguidores (cp Mr 13:6; Mr 13:22 ; Mt 24:5; Mt 24:24 ). ¿Por qué sigue la gente a los impostores? Porque son «personas cuyos programas están de acuerdo con los deseos de los demás.» Los mesías impostores venían prometiendo imperios y victoria y prosperidad material; Jesús vino prometiendo una Cruz. La característica del impostor es que ofrece el camino fácil; Jesús ofrece a la humanidad un camino duro para ir a Dios. Los impostores perecieron; pero Cristo vive.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Estos vv. retoman el testimonio del “otro” del v. Jua 5:32. El testimonio con que Jesús cuenta es mayor, «más valioso» (DHH), «tiene más peso» (NIV), «es más importante» (CEV), «de mayor valor» (BI).

Para Jesús no es suficiente depender del testimonio de Juan. El “yo” de Jesús aquí es enfático. Las obras apuntan no a Jesús, sino que señalan también al Padre. Las obras aluden a un quehacer específico encomendado por el Padre. En unas culturas se entiende que las obras no hablan, ni dan testimonio. Aclara la idea una traducción como sigue: «Lo que yo hago, que es lo que el Padre me encargó que hiciera, comprueba que de veras el Padre me ha enviado» (DHH), “las cosas que hago demuestran quien soy”, “lo que yo hago muestra que vengo del Padre”, “lo que estoy haciendo muestra que el Padre me ha enviado”.

En Jua 5:37 aspecto conlleva la idea de «forma» (NRS, NEB, RSV), «rostro» (BJ), «figura» (NVI), «cara a cara» (TLA), «cara» (TEV). En síntesis, se refiere a la apariencia o forma externa. Detrás del sentido está Éxo 19:9 (cf. Jua 1:18).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Jua 8:18; (ver Mat 3:17; Mar 1:11; 2Pe 1:17).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

ñ 278 Mat 17:5; Mar 1:11; Jua 8:18; Jua 12:30; 1Jn 5:9

o 279 Deu 4:12; Jua 1:18; Jua 6:46; 1Ti 1:17; 1Jn 4:12

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

37 (1) Esto se refiere al testimonio que el Padre dio del Señor cuando éste fue bautizado ( Mat_3:17). En esa ocasión los judíos oyeron la voz del Padre y vieron la forma del Espíritu Santo ( Luc_3:22), aunque antes de esa ocasión ellos nunca habían oído Su voz ni visto Su forma.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

El Padre que me envió…Mat 3:17; Mar 1:11; Luc 3:22.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

BD342(2) Los verbos ἀκηκόατε y ἑωράκατε están coordinados por el tiempo perfecto, en el cual ver y oir son igualmente esenciales (comp. Jua 3:32).

BD445(4) Καὶ οὐ, en el v. 38, después de las cláusulas negativas (οὔτε … οὔτε …), no indica correlación, sino una continuación independiente: y ustedes no tienen su palabra.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

g Mat 3:17; Mar 1:11; Luc 3:22.

Fuente: La Biblia Textual III Edición