Comentario de Juan 7:14 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando ya había pasado la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba.

7:14 Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. — No hizo lo que sus hermanos sugirieron, porque no hizo milagros, sino que simplemente seguía enseñando. Al subir al templo a la mitad de la fiesta, su llegada llamó menos la atención de la gente.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

a mitad de la fiesta. Jua 7:2, Jua 7:37; Núm 29:12, Núm 29:13, Núm 29:17, Núm 29:20, Núm 29:23.

subió Jesús al templo. Jua 5:14; Jua 8:2; Jua 18:20; Hag 2:7-9; Mal 3:1; Mat 21:12; Luc 19:47.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

la mitad de la fiesta debió ser el cuarto de los siete días de fiesta. Durante la primera mitad de la fiesta Jesús se mantuvo alejado de la multitud (v. Jua 7:10). Durante la segunda mitad comenzó a enseñar públicamente. Esta es la primera mención de Jesús enseñando en el Templo que hace el Evangelio de Juan.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

la mitad de la fiesta. Jesús pudo haber esperado hasta la mitad de la fiesta para impedir una «entrada triunfal» prematura que algunos habrían tratado de imponerle motivados por presiones políticas. al templo, y enseñaba. Jesús enseñaba conforme a la costumbre de los maestros o rabinos de su tiempo. Ciertos rabinos de renombre se instalaban en los alrededores del templo para exponer temas del AT a las multitudes que se sentaban a escucharlos.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

La hostilidad creciente hacia Jesús no fue obstáculo para su ministerio de enseñanza. Jesús no dejó de ratificar con denuedo sus declaraciones acerca de su identidad y su misión. En medio de la fiesta de los tabernáculos, durante la cual judíos provenientes de todo Israel habitaban en Jerusalén, Jesús comenzó a enseñar otra vez. En esta sección, Jesús estableció la justificación de su ministerio y enseñó con autoridad como Hijo de Dios. En este pasaje se presentan cinco razones por las que deben aceptarse como verdaderas las afirmaciones de Jesús acerca de Él mismo: 1) su conocimiento sobrenatural se originaba en el Padre mismo (vv. Jua 7:15-16), 2) sus enseñanzas y su conocimiento podían confirmarse por medio de pruebas (v. Jua 7:17), 3) sus acciones demostraban su abnegación y espíritu sacrificado (v. Jua 7:18), 4) su influencia en el mundo era asombrosa (vv. Jua 7:19-20) y 5) sus obras demostraban su identidad como el Hijo de Dios (vv. Jua 7:21-24).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

7:14 Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. — No hizo lo que sus hermanos sugirieron, porque no hizo milagros, sino que simplemente seguía enseñando. Al subir al templo a la mitad de la fiesta, su llegada llamó menos la atención de la gente.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LAS CREDENCIALES DE JESÚS

Juan 7:14, 25-30

Cuando el festival iba ya por la mitad Jesús subió al recinto del templo y se puso a enseñar. Algunos de los de Jerusalén decían:
-¿No es este el que estaban buscando para matarle? ¡Y fijaos! ¡Está hablando en público, y no le dicen nada! ¿Será que las autoridades han descubierto sin lugar a dudas que este es el Ungido de Dios? Pero no podría ser así; porque Éste sabemos de dónde es, y cuando venga el Ungido de Dios nadie sabrá de dónde ha venido.

A eso Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:

-¡Conque me conocéis, y sabéis de dónde soy! Pero no he venido por mi propia cuenta, sino que el que me envió es real. Vosotros no le conocéis, pero yo sí, porque he venido de Él, y Él es quien me ha enviado.
A todo esto, les habría gustado encontrar la manera de arrestarle; pero nadie le puso la mano encima, porque su hora no había llegado todavía.

Ya hemos visto que es probable que los versículos 15-24 deban colocarse detrás Dt 5:47 ; así que, para restablecer la conexión, pasamos del versículo 14 al 25.

La gente se sorprendió de encontrar a Jesús predicando en el recinto el templo. A lo largo de los lados del atrio de los Gentiles se extendían dos grandes pórticos con columnas: el pórtico Real y el de Salomón. Eran lugares en los que se reunía la gente, y donde a veces enseñaban los rabinos, y sería allí donde se encontraba Jesús entonces. Por lo menos parte de la gente, los que eran de Jerusalén, conocían muy bien la hostilidad de las autoridades hacia Jesús; y se sorprendieron de ver el valor con que desafiaba a las autoridades, y más aún de que le permitieran enseñar públicamente. De pronto se les ocurrió una posibilidad sorprendente: «¿Podría ser que este fuera el Mesías, el Ungido de Dios, y que las autoridades lo hubieran reconocido?»
Pero tan pronto como se les ocurrió aquella idea, la rechazaron. Y la razón era que ellos sabían. que Jesús era de Nazaret, y quiénes eran sus padres, hermanos y hermanas. Su identidad no tenía ningún misterio, lo cual le descartaba como posible Mesías, ya que la creencia popular era que el Mesías aparecería misteriosamente. Creían que estaría oculto esperando, y algún día eclosionaría repentinamente en el mundo sin que nadie supiera de dónde había salido. Creían que el Mesías nacería en Belén, el pueblo de David; pero también creían que eso sería todo lo que se sabría de él. En el evangelio de Juan no se hace referencia al nacimiento de Jesús en Belén que relata Lucas.

Había un dicho rabínico: «Tres cosas se presentan inesperadamente: el Mesías, las oportunidades y los alacranes.» El Mesías aparecería tan por sorpresa como las oportunidades que Dios envía o los alacranes que están escondidos entre las piedras. En años posteriores, cuando Justino Mártir estaba hablando y discutiendo con un judío sobre sus creencias, el judío dijo acerca del Mesías: » Aunque el Mesías hubiera nacido ya y estuviera en algún sitio, no sabría ni él mismo que era el Mesías, ni tendría ningún poder hasta que viniera Elías a ungirle y darle a conocer.» La creencia popular era que el Mesías aparecería en el mundo de improviso y misteriosamente. Esas condiciones no se daban en Jesús; para los judíos, su origen no tenía ningún misterio.

Esta creencia era característica de una cierta actitud mental que prevalecía entre los judíos y que no ha desaparecido ni mucho menos: la que busca a Dios en lo extraordinario. La enseñanza del Evangelio es precisamente la inversa. Si Dios sólo está en lo sobrenatural, está muy poco en el mundo; mientras que, si está en las cosas normales, está siempre presente y en todo. El Cristianismo no considera este mundo como un lugar que Dios visita raras veces, sino como un mundo del que Dios no está nunca ausente.
En respuesta a estas objeciones, Jesús hizo dos afirmaciones, ambas escandalizadoras para la gente y para las autoridades. Dijo que era verdad que sabían quién y de dónde era Él; pero era igualmente verdad que, en último término, Él había venido directamente de Dios. Y en segundo lugar, dijo que ellos no conocían a Dios, pero Él sí. Era todo un insulto el decirle al pueblo de Dios que no conocían a Dios, y una pretensión increíble la de decir que Él, Jesús, era el único que le conocía, que estaba en una relación única y exclusiva con Dios de la que no participaba nadie más.
Aquí tenemos uno de los grandes virajes de la vida de Jesús. Hasta aquí, las autoridades le habían tenido por un revolucionario que quebrantaba el sábado, lo cual era ya para ellos un crimen considerable; pero desde ahora ya no sería culpable sólo de quebrantar el sábado, sino del pecado supremo de blasfemia. Tal como ellos lo veían, Jesús hablaba de Israel y de Dios de una manera que ningún ser humano tenía derecho a emplear.

Este es el dilema que sigue presentándonos: O lo que Jesús decía de Sí mismo era falso, en cuyo caso sería culpable de una blasfemia que nadie se ha atrevido a pronunciar jamás; o lo que decía de sí mismo era la verdad, en cuyo caso Él es el que pretende ser y no puede describirse en otros términos que como el Hijo de Dios. Cada persona tiene que decidirse a favor o en contra de Jesucristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

2. Jesús a mitad de la fiesta (Jua 7:14-36)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

a. Origen de la enseñanza de Jesús (vv. Jua 7:14-18)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Señala que Jesús sube a la fiesta cuando ya había empezado, y no al principio cuando sus hermanos querían: Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba, «Mediada ya la fiesta, Jesús se presentó en el templo y se puso a enseñar» (BI). La NVI traduce: «Jesús esperó hasta la mitad de la fiesta». A la mitad de la fiestase entiende también como “las celebraciones de los Tabernáculos habían avanzado a la mitad de la semana” o “las festividades estaban ya avanzadas en la semana”. El templo es la misma palabra que se usa en Jua 2:14 para referirse a toda la edificación y no sólo al santuario.

Y enseñaba está en un tiempo que expresa acción constante. Varias versiones prefieren el giro verbal “y comenzó a enseñar”. En algunos contextos culturales habrá que especificar los destinatarios de esa enseñanza, como: “y enseñaba a la gente en el templo” o “siguió enseñando a la multitud allí en el templo”.

La enseñanza de Jesús es clave en este pasaje. Enseñar era obligación de los escribas y doctores de la ley. Para los judíos la enseñanza en el templo se refería a la ley. Para Juan enseñar tiene un sentido muy especial porque en este evangelio sólo Jesús enseña en la sinagoga o en el templo. De los judíos, escribas o fariseos no se dice que enseñan.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

REFERENCIAS CRUZADAS

n 384 Luc 19:47

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

la fiesta. Es decir, la fiesta de los Tabernáculos (vers. 2).

Fuente: La Biblia de las Américas

En este pasaje se nos enseña:
1. Que obediencia sincera á la voluntad de Dios es uno de los medios por los cuales se obtienen claros conocimientos espirituales. Nuestro Señor dijo: “ El que quisiere hacer Su voluntad conocerá de la doctrina si es de Dios, ó si yo hablo de mí mismo.”
Es una queja harto común la de que es difícil determinar en qué doctrina ó qué sistema religioso se encuentra la verdad. Para probar la existencia de esa dificultad se llama atención á la gran diversidad de opiniones que en materias de dogma prevalecen en el seno mismo de la iglesia cristiana. En muchos casos esa pretendida imposibilidad de encontrar la verdad se alega Como excusa para vivir sin ninguna religión.
Bueno seria que las personas que se encuentran imbuidas de tales ideas meditasen seriamente sobre las palabras que quedan citadas; pues el argumento que expresan no puede ser contestado ó evadido con facilidad, enseñando como enseñan que el verdadero secreto para obtener la clave de la ciencia espiritual es practicar sinceramente lo que sepamos, y que, si concienzudamente hacemos uso de la luz divina que nos ha sido concedida, pronto nuestras mentes serán más y más iluminadas. En una palabra, en cierto sentido es verdad que obrando llegaremos á saber.
En vez, pues, de decir como lo hacen algunos, que es menester que lo sepamos todo con claridad antes de obrar, debiéramos exclamar: “Haremos uso diligentemente de la luz que poseemos, en la creencia que de ese modo recibiremos nuevos conocimientos.” ¡Cuántos misterios no se despejarían si observáramos esta conducta!
Necesario es no olvidar que Dios nos dirige como á criaturas racionales, y no como á brutos ó seres inanimados. El se complace en alentarnos, á fin de que hagamos esfuerzos de nuestra parte y de que empleemos con solicitud todos los medios que estén á nuestro alcance. Mucho hay en religión que es suficientemente claro y sencillo. Practiquemos eso, y así llegaremos al conocimiento de lo que es profundo. Por mucho que algunos digan acerca de la imposibilidad de encontrar la verdad, siempre es de notarse que esos hombres saben más de lo que practican. Si sinceramente desean, poseer la verdad ¿porqué no empiezan con los conocimientos de que disponen?
2. Que la alabanza propia de parte de los ministros del Evangelio es diametralmente opuesta á los preceptos de Jesucristo. He aquí las palabras de nuestro Señor: “El que habla de sí mismo gloria propia busca; mas el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero, y no hay en él injusticia.”
“Cualquiera persona reflexiva percibirá al punto la verdad de estas palabras. El ministro que tenga verdadera vocación reconocerá la majestad de su Maestro y su propia debilidad, y todo en sí mismo le parecerá indigno. El que, por otra parte, sabe que no ha sido llamado interiormente por el Espíritu Santo, procurará ocultar sus faltas ensalzándose á sí mismo y haciendo alarde de lo elevado de su dignidad. El deseo mismo de ensalzarnos es un síntoma que indica alguna desorganización moral.
¿Hay algún lector que desee ejemplos de esta verdad? Pueden citarse, por una parte, á los escribas y fariseos de los tiempos en que nuestro Señor estuvo en la tierra. Si hubo algo por lo cual se distinguieron más esos hombres, fue el deseo de que se les tributaran encomios. Puede citarse, por otra, á S. Pablo. El sentimiento dominante que se nota en todas sus epístolas es la humildad y el celo por la gloria de Cristo. “Soy el menor de todos los santos.” “No soy digno de ser llamado apóstol.” “Soy el primero de los pecadores.” “No nos predicamos á nosotros mismos, sino á Jesucristo, el Señor; y nosotros siervos vuestros por amor de Jesús.” Eph 3:8; 1Co 15:9; 1Ti 1:15; 2Co 4:5.
¿Quiere alguno saber por medio de qué señal puede distinguirse en nuestros días el verdadero siervo de Dios del falso pastor? Que recuerde las expresivas palabras de nuestro Señor y note con cuidado cuál es el principal objeto de alabanza del ministro. No es el pastor aprobado de Dios el que exclama: “ ¡He aquí la iglesia! ¡He aquí los sacramentos! ¡He aquí al clero!” Lo es el que dice: “ He aquí el Cordero.” Feliz, á la verdad, es el ministro que se olvida de sí mismo en el pulpito y se complace en ocultarse tras la sombra sacrosanta de la cruz. En su obra será bendecido, y por medio suyo muchos recibirán la felicidad.
3. Que hay riesgo de que seamos demasiado atropellados en la formación de, nuestros juicios. Los judíos de Jerusalén estaban prontos á condenar á nuestro Señor como trasgresor de la ley de Moisés, porque, por medio de un milagro, había sanado en día sábado. Cegados por el encono, se olvidaron que con el cuarto mandamiento no se intentó jamás prohibir obras de necesidad ó de misericordia. Que nuestro Señor había hecho una obra en el sábado es indudable, pero esa no era una obra prohibida por la ley. Por eso atrajeron sobre sí esas palabras de reconvención: “ No juzguéis según lo que parece, mas juzgad justo juicio.”
Estamos á menudo muy propensos á engañarnos con lo que en la apariencia es bueno. Consideramos á algunos hombres como muy buenos cristianos porque exteriormente profesan ser religiosos, y cumplen con comedimiento los deberes del domingo. Nos olvidamos que no todo lo que parece ser bueno lo es, y que la conducta diaria, los gustos, las costumbres, los hábitos, el carácter privado, en fin, forman el verdadero índice de lo que es el hombre. En una palabra, es que nos olvidamos del precepto de nuestro Señor: “No juzguéis según lo que parece.”
Estamos también muy propensos, por otra parte, á engañarnos con lo que en la apariencia es malo. Reputamos á algunos hombres como si no fueran verdaderos cristianos á causa de haberles notado algunos defectos ó inconsecuencias. Menester es recordar, que los mejores hombres no dejan de ser criaturas humanas, y que los santos (hombres justos) más eminentes están sujetos á la tentación, sin dejar por ello de ser santos. De que notemos algo de malo en la superficie no vayamos á concluir que todo es censurable. El hombre más piadoso puede desgraciadamente caer en el pecado por algún tiempo y, sin embargo, la gracia que posee en su corazón puede al fin salir triunfante. ¿Es aquel hombre religioso, generalmente hablando? Entonces, cuando caiga, suspendamos nuestro juicio, y no dejemos de esperar que se reforme. “Juzguemos justo juicio.”
En todo caso, procuremos ser justos en los juicios que formemos acerca de nosotros mismos. Precavámonos de formar opiniones erróneas acerca de nuestro propio carácter. En eso, por lo menos, procedamos con equidad, justicia é imparcialidad. No nos lisonjeemos con la idea de que somos sin mancha porque sin mancha aparecemos ante los ojos de los demás hombres. No olvidemos que “Jehová ve el corazón.” 1Sa 16:7. Juzguémonos, pues, á nosotros mismos con rectitud, y acusémonos mientras vivamos, no sea que el Señor nos juzgue en el último día y nos condene para siempre. 1Co 11:31.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R885 Ἐδίδασκεν se usa como un imperfecto incoativo: comenzaba a enseñar.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego