Comentario de Juan 9:26 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Luego le dijeron: —¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? — Habiendo fracasado en su interrogación acerca de Jesús, vuelven a preguntar acerca del milagro, esperando encontrar ocasión contra el hombre o contra Jesús. Esta vana y fútil repetición de sus preguntas demuestra claramente que ellos habían perdido la batalla. No lograron nada ni con los padres ni mucho menos con el hijo. Ya no sabían qué hacer. Por eso, como toda persona confusa, «volvieron» a su pregunta inicial (9:15): ¿Qué te hizo? ¿Cómo? Ellos eran fiscales profesionales y para tales cosas este hombre era un neófito; de esa manera se demostraba la fuerza de la verdad y la debilidad de la mentira. La mano de Dios estaba en todo esto. Del mal El saca el bien. La desesperación de los judíos hizo posible la repetición del testimonio del hombre que nació ciego. ¡La repetición vale mucho!Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Cómo: Los fariseos trataron de nuevo de debilitar la evidencia como cuando un abogado trata de refutar el testimonio de un testigo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? — Habiendo fracasado en su interrogación acerca de Jesús, vuelven a preguntar acerca del milagro, esperando encontrar ocasión contra el hombre o contra Jesús. Esta vana y fútil repetición de sus preguntas demuestra claramente que ellos habían perdido la batalla. No lograron nada ni con los padres ni mucho menos con el hijo. Ya no sabían qué hacer. Por eso, como toda persona confusa, «volvieron» a su pregunta inicial (9:15): ¿Qué te hizo? ¿Cómo? Ellos eran fiscales profesionales y para tales cosas este hombre era un neófito; de esa manera se demostraba la fuerza de la verdad y la debilidad de la mentira.
La mano de Dios estaba en todo esto. Del mal El saca el bien. La desesperación de los judíos hizo posible la repetición del testimonio del hombre que nació ciego. ¡La repetición vale mucho!
Fuente: Notas Reeves-Partain
La reacción de los judíos aparece aquí en dos preguntas insistentes. La primera tiene un sentido general y la segunda es más específica, refiriéndose a la curación de la ceguera, aunque suenan como repetitivas. ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?, “¿Qué fue lo que te hizo? ¿Cómo fue que te curó esa ceguera?”. En algunos idiomas se podría formular una sola pregunta, por ejemplo: “¿Qué fue lo que ese hombre te hizo para poderte curar esa ceguera?”. También la pregunta se puede formular de tal manera que enlace la idea expresada por el hombre curado al final del versículo anterior: “¿Qué cosas te hizo en los ojos para que ahora nos digas que estás viendo?”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Se advierte en estos versículos cuánto mal entendidos son muchas veces los pobres que los ricos. El hombre á quién el Señor restituyó la vista era evidentemente un hombre de baja condición. Sin embargo, él percibió lo que los orgullosos gobernantes de los judíos no habían podido percibir, á saber: que el milagro que nuestro Señor había hecho era una prueba incontestable de que su misión era divina. «Si este hombre no fuera de Dios,» exclamó, «no pudiera hacer nada.» A la verdad, desde el día que recibió la vista hubo un cambio radical en el curso de su vida.
Lo misino puede observarse en otros pasajes de la Sagrada Escritura. Los siervos de Faraón veían «el dedo de Dios» en las plagas de Egipto, en tanto que el corazón de su señor permanecía endurecido. Los criados de Naaman reconocieron lo sabio del consejo de Elíseo, en tanto que su amo se iba lleno de ira. Los ricos, los grandes y los nobles son a menudo los que más se tardan en aprender lecciones espirituales. Los bienes que poseen y la elevada posición que ocupan les ofuscan el entendimiento y les impiden entrar en el reino cíe Dios. Escrito está que no muchos sabios según la carne, no muchos nobles, no muchos poderosos son llamados. 1Co 1:26.
Se advierte, también en estos versículos, con cuánta crueldad é injusticia tratan á veces los hombres no convertidos á los que no están de acuerdo con ellos. No pudiendo los fariseos intimidar al hombre que había sido curado, resolvieron expulsarlo de la iglesia judía. Porque gallardamente rehusó descreer el testimonio de sus propios sentidos, lo arrojaron de su gremio y lo expusieron al escarnio del público.
Los perjuicios temporales que semejante acto acarreaba á la víctima eran, á la verdad, muy graves. Quedaba de hecho privado de los privilegios de la iglesia judía, y los verdaderos israelitas lo menospreciaban y le tenían recelo. Más no podían dañar su alma, porque lo que los malos ligan en la tierra no es ligado en el cielo. «La maldición sin causa nunca vendrá.» Pro 26:2.
En todos los siglos los hijos de Dios han tenido que sufrir vejaciones de ese linaje. La excomunión, la persecución y el aprisionamiento han sido siempre armas favoritas de los tiranos eclesiásticos. Incapaces, como los fariseos, de contestar argumentos, han recurrido á la injusticia y á la violencia. Que el discípulo de; Cristo se consuele con saber que hay una iglesia de la cual nadie puede arrojarlo, una lista de miembros de la cual nadie puede borrar su nombre.
Aquel solamente es bienaventurado; y aquel solamente es réprobo á quien Jesucristo pronunciará como tal en el último día.
Se advierte, además, en estos versículos cuan grandes son la bondad y condescendencia da Jesucristo, acababa apenas nuestro hombre de ser expulsado de la sinagoga cuando Jesús se vio con él, lo dirigió palabras consoladoras, y se reveló á el de una manera más completa que á ninguna otra persona, salvo la mujer samaritana.
Este es un ejemplo entre muchos que nos dan á conocer el carácter del Salvador. él percibe todo lo que su pueblo sufre por amor suyo, y se compadece de todos, de los más nobles así como de los más humildes. De todas sus pérdidas, padecimientos y persecuciones guarda estricta cuenta. ¿No está todo en su libro? El sabe llevarles consuelo al corazón en tiempos de necesidad, y dirigirles palabras de amor cuando todos los hombres parecen aborrecerlos. A la hora en que los hombres nos abandonan es que Jesús se acerca y nos dice: «No temas, que yo soy contigo: no desmayes, que yo soy tu Dios: que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.» Isa 41:10.
Se advierte, por último, en estos versículos, cuan peligroso es poseer conocimientos si no hacemos buen uso de ellos. Los príncipes de los judíos estaban plenamente persuadidos de que poseían y conocían toda la verdad religiosa. Les causaba indignación hasta la mera idea de que fuesen ignorantes en ese respecto, ó que tuvieran los ojos cerrados á la luz espiritual. «¿Somos nosotros también ciegos?» exclamaron. Jesús, entonces, pronunció esa enérgica respuesta: «Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado; mas ahora decís: Vemos; por tanto vuestro pecado permanece..
Poseer conocimientos es sin duda un gran bien. El hombre que no puede leer y que ignora la Biblia completamente es digno de lástima, pues se halla á merced de cualquiera maestro falso que lo haga abrazar un credo absurdo ó á adoptar alguna práctica perniciosa. Puede decirse, casi sin limitación alguna, que cualquiera clase de instrucción es preferible á la ausencia de toda instrucción.
Mas cuando los conocimientos producen resultados puramente intelectuales, y ni tienen influjo ninguno sobre el corazón ni modifican la conducta, su posesión viene á ser peligrosa. Y cuando, además de esto, el que los tiene es presuntuoso y fatuo, y se imagina que lo sabe todo, los resultados para el alma son en extremo desastrosos. Hay más esperanza acerca del que dice: «Yo soy un miserable ó ignorante pecador, y necesito que Dios me dé sabiduría,» que para el que siempre está diciendo: «Yo sé, yo sé, no soy ignorante,» y sin embargo, no abandona sus pecados. El pecado de ese hombro «permanece..
Hagamos uso diligentemente de los conocimientos que sobre religión poseamos, y pidamos constantemente á Dios que nos conceda más. Que nuestra oración continua sea como aquella que tantas veces ofreció David y que se encuentra en el Salmo ciento diez y nueve: » El camino de tus mandamientos hazme entender; y meditaré en tus maravillas.’