Comentario de Juan 11:30 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
pues Jesús todavía no había llegado a la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
11:30, 31 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. — El verbo llorar traduce la palabra klausei. Esta palabra se usaba del lamentarse y clamar como lo hizo la gente cuando murió la hija de Jairo (Mar 5:38). Los judíos siguieron a María y, por eso, estuvieron presentes para ser testigos de la resurrección de Lázaro (11:42 dice que había una multitud).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
11:30, 31 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. — El verbo llorar traduce la palabra klausei. Esta palabra se usaba del lamentarse y clamar como lo hizo la gente cuando murió la hija de Jairo (Mar 5:38). Los judíos siguieron a María y, por eso, estuvieron presentes para ser testigos de la resurrección de Lázaro (11:42 dice que había una multitud).
Fuente: Notas Reeves-Partain
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado, “Y Jesús no había llegado al pueblo, sino que estaba todavía en el lugar donde lo encontró Marta”. Este versículo confirma lo dicho en el v. Jua 11:20. Las NEB y TEV lo colocan entre paréntesis porque interrumpe la fluidez de la narración.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
la aldea. Es decir, Betania (vers. 18).
Fuente: La Biblia de las Américas
Este pasaje hace resaltar de una manera admirable el carácter compasivo de nuestro Señor Jesucristo; pues nos presenta á Aquel que forma un Dios con el Padre y que es Hacedor de todas las cosas, tomando parte en los pesares del hombre y derramando lágrimas de dolor.
Es de notarse primeramente, cuan grandes son las bendiciones que Dios concede á los que ejecutan actos de bondad y de ternura.
Según parece la casa de Marta y de María estaba llena de visitantes cuando llegó Jesús. Puede tomarse como cosa cierta que muchos de esos visitantes no sabían nada de la vida espiritual de esas santas mujeres; que estaban en completa ignorancia acerca de su fe, su esperanza y su amor hacia Cristo. Mas se condolieron de de ellas en su pesar y fueron á ofrecerles todo el consuelo que podían. Con motivo de tan laudable conducta fueron abundantemente premiados, pues presenciaron el más grande milagro que jamás hiciera Jesús. Para muchos de ellos ese fue el día de su natalicio espiritual. La resurrección del cuerpo de Lázaro motivó la resurrección espiritual de ellos. ¡Cuan pequeños son los acontecimientos de que á veces depende la vida eterna! Ya nos apercibamos de ello ó no, es provechoso para nuestras almas el condolernos de los que estén agobiados por el dolor y por la tristeza. Visitar á los huérfanos y á las viudas, llorar con los que lloran, tomar parte en los pesares de nuestros semejantes, y procurar aliviarlos–ninguno de estos actos puede expiar el pecado y conducirnos al cielo. Sin embargo, ejercen un influjo benéfico en nuestro corazón, y por lo tanto no debemos tenerlos en poco. Tal vez pocos son los que se han apercibido del hecho de que el secreto de la infelicidad de muchos hombres es que viven solo para el «Yo,» en tanto que el secreto de la felicidad de otros es que procuran fomentar el bien de sus semejantes. No fue por pasar el tiempo que Salomón escribió estas palabras: «Mejor es ir á la casa de luto que á la casa de convite.» «El corazón de los sabios, en la casa de luto; mas el corazón de los insensatos en la casa del placer.» Ecles. 7: Mat 2:4. Con demasiada frecuencia se olvida aquel dicho de nuestro Señor: «Y cualquiera que diere á uno de estos pequeñitos un jarro de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su galardón.» Mat 10:42.
Debemos notar, también, cuan profunda y cuan tierna es la compasión que el corazón de Jesucristo abriga para con su pueblo.
Cuando nuestro Señor vio á María y á los judíos llorando, gimió en espíritu y se turbó. Aun más, expresó sus emociones de una manera visible, pues «lloró.» él sabía bien que la tristeza de la familia de Betania se tornaría bien pronto en gozo, y que en el transcurso de unos pocos minutos Lázaro seria devuelto á sus hermanas. Más, aunque sabía todo esto, ¡lloró! El llorar y el guardar duelo consume la salud y nos hacen conocer la debilidad de nuestros cuerpos mortales. Pero esos actos no son malos de suyo. Aun el Hijo de Dios lloró. Jamás debemos ruborizarnos de experimentar sentimientos profundos. Permanecer fríos é indiferentes en presencia de la desgracia no es prueba de virtud. El Salvador en quien los creyentes confían es compasivo y tierno. él se apiada de nosotros en nuestro desamparo. Cuando en la hora de la angustia tornamos á El los ojos y le abrimos nuestros corazones, él sabe lo que sufrimos y puede dolerse de nosotros.
Tengamos esto presente en el curso de la vida, y no vacilemos en seguir las huellas de nuestro Maestro. Esforcémonos por ser hombres de corazón tierno y de espíritu compasivo. Lloremos con los que lloran y regocijémonos con los que se regocijan. Bueno seria para la iglesia y para el mundo si hubiera más cristianos de ese carácter. ¡La iglesia seria más atractiva y el mundo más feliz!
Fuente: Los Evangelios Explicados
Lit. lo encontró.