Comentario de Juan 11:38 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva y tenía puesta una piedra contra la entrada.
11:38 Jesús, (oun, Entonces, LBLA; por lo tanto) profundamente conmovido otra vez, — «Algunos de ellos» (ver. 37) insinuaban que al dejar que Lázaro muriera Jesús demostraba que en realidad no hizo un milagro en el caso del ciego y, por lo tanto, (por causa de esta desconfianza), Jesús estaba profundamente conmovido otra vez. — vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. — Compárese la cueva en la que Lázaro fue sepultado y el sepulcro cavado en piedra en el cual Jesús fue sepultado. Si Cristo hubiera sido sepultado en una cueva, los enemigos podrían haber argumentado la posibilidad de que su cuerpo hubiera sido sacado secretamente a través de una salida de la cueva, y habría sido más difícil probar que en verdad había resucitado.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
profundamente conmovido otra vez. Jua 11:33; Eze 9:4; Eze 21:6; Mar 8:12.
Era una cueva. Gén 23:19; Gén 49:29-31; Isa 22:16; Mat 27:60, Mat 27:66.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
una cueva: Tener un lugar de entierro privado indica que la familia era rica.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
11:38 Jesús, (oun, Entonces, LBLA; por lo tanto) profundamente conmovido otra vez, — «Algunos de ellos» (ver. 37) insinuaban que al dejar que Lázaro muriera Jesús demostraba que en realidad no hizo un milagro en el caso del ciego y, por lo tanto, (por causa de esta desconfianza), Jesús estaba profundamente conmovido otra vez.
— vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. — Compárese la cueva en la que Lázaro fue sepultado y el sepulcro cavado en piedra en el cual Jesús fue sepultado. Si Cristo hubiera sido sepultado en una cueva, los enemigos podrían haber argumentado la posibilidad de que su cuerpo hubiera sido sacado secretamente a través de una salida de la cueva, y habría sido más difícil probar que en verdad había resucitado.
Fuente: Notas Reeves-Partain
b. Lázaro vive de nuevo (vv. Jua 11:38-44)
Análisis de discurso
TÍTULO: Nos apegamos a la mayoría de las versiones sugiriendo el sencillo título Resurrección de Lázaro. En algunas culturas será difícil una frase como “la resurrección de Lázaro”, por lo que se debe buscar una frase activa como “Lázaro vive de nuevo” o “Jesús revive a Lázaro”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jesús, profundamente conmovido otra vez, “De nuevo profundamente estremecido en lo íntimo de su ser”, traduce el mismo verbo del v. Jua 11:33 : “estremecido en su espíritu”, “dolido hasta el alma”, por lo que se debe cuidar en la traducción que sean similares en ambos versículos. En el v. Jua 11:33 el verbo está unido a “su espíritu”, mientras que aquí está unido a “en sí mismo”. Se debe traducir esta frase pensando más en la intensidad que en la naturaleza de la emoción, más en la cualidad que en el carácter de la misma. Como se vio en el v. Jua 11:33, este verbo lleva la idea de enojo, ira o disgusto, como el resoplar intenso por alguna contrariedad, pero el contexto inmediato en este versículo hace difícil una lectura literal de este tipo, sobre todo si se nota que aquí no se especifica la causa de ese “estremecimiento iracundo”.
Con ese sentir profundo en su ser “Jesús se encaminó a la tumba”. Esta es la primera oración del versículo, la que se puede ampliar para evitar dar la idea que la de Lázaro es una tumba o sepultura en la tierra: “Jesús se dirigió al lugar donde estaba el sepulcro”. El resto del versículo explica el lugar donde Lázaro fue sepultado: Era una cueva y tenía una piedra puesta encima, «Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una gran piedra» (LPD) o “la tumba era un agujero en la roca y una piedra delante la cubría”. Por evidencias arqueológicas se sabe que este tipo de tumba era horizontal.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— tapada con una piedra: En la Palestina de los tiempos de Jesús, las tumbas estaban a menudo excavadas en la falda de un ribazo rocoso y se cerraban mediante una gran piedra redonda y plana. Ver Mat 27:60; Mar 15:46.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
e 658 Mat 8:28; Jua 5:28
f 659 Mat 27:60; Mar 15:46
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
profundamente conmovido. Véase coment. en el vers. 33.
una cueva. Las cuevas eran comúnmente usadas como sepulcros (cp. Gn 23:17– 20; 49:29).
Fuente: La Biblia de las Américas
En estos versículos se nos refiere la historia del milagro más maravilloso que hizo nuestro Señor. La descripción está hecha en un lenguaje tan sencillo que no es posible aclararla más por medio de ningún comentario. Pero las palabras que entonces pronunció nuestro Señor son sobremanera interesantes y merecen especial atención.
Notemos, en primer lugar, lo que nuestro Señor dijo concerniente a la piedra que cubría el sepulcro de Lázaro. Cuando hubo llegado al sepulcro dijo a los circunstantes. «Quitad la piedra..
Ahora bien ¿por qué dijo nuestro Señor estar palabras? Era sin duda tan fácil para él mandar que la piedra se moviera sin tocarla como llamar a un cadáver que yacía en el sepulcro. Pero eso no era su modo de proceder. En ese, como en otros muchos casos, él quiso dejar al hombre algo que hacer. En ese como en otros casos enseñó la gran lección de que su poder omnipotente no destruye la responsabilidad humana. Aún cuando iba a resucitar un muerto, no quería que los hombres estuvieses ociosos.
Este es un asunto de grande importancia. Cuando trabajamos por el bien espiritual de los demás, cuando instruimos a nuestros niños en la religión, cuando en nuestra conducta diaria procuramos practicar la justicia y la piedad cuando intentamos todo esto nos encontramos débiles y flacos. «Sin Cristo no podemos hacer nada.» Más, no obstante, es preciso que recordemos que el Señor espera que hagamos todo lo que podamos. «Quitad la piedra.» Nos dice todos los días.
Cuidemos de no permanecer en la indolencia por hacer alarde de humildad. Esforcémonos cada día en hacer todo lo que esté a nuestro alcance, seguros de que Cristo nos ayudará y nos concederá su bendición.
Notemos, en segundo lugar, las palabras que nuestro Señor dirigió a María, cuando ella se opuso a que se quitase la piedra del sepulcro esa santa mujer le falto la fe cuando estaban al descubrir el sepulcro en donde yacía su hermano. Creía que todo sería en vano. «Señor,» dijo ella, «hiede ya.» Entonces pronunció nuestro Señor esas solemnes palabras de reconvención: «¿No te he dicho que si creyeres, verás la gloria de Dios?.
No es improbable que nuestro Señor aludiera en esa pregunta al mensaje que había enviado a Marta y a María cuando su hermano se enfermó. Pero es quizá más probable que quisiera recordar a Mareta el precepto tantas veces repetido acerca del deber de creer.
Es como si hubiera dicho: «María, María, tu estás olvidando la gran doctrina de la fe, que siempre te he inculcado. Cree, y todo irá bien. No temas; mas cree..
¡Cuan expuestos no estamos a que nos falte la fe a la hora de la prueba! ¡Cuán fácil no es decantar la fe en los días de salud y de prosperidad, y cuán difícil no es practicarla en los días de la adversidad, en los días de tinieblas profundas, cuando ni el sol, ni la luna, ni la estrellas resplandecen! Recordemos las palabras de nuestro Señor y pidamos a Dios nos conceda tanta fe, que cuando nos sobrevengan las desgracias, las suframos con paciencia y creamos que todo está bien hecho.
Notemos, en tercer lugar, las palabras que nuestro Señor dirigió a Dios Padre cuando la piedra fue quitada del sepulcro. Helas aquí: «Padre, gracias te doy porque me has oído. Y yo sabía que siempre me oyes, más por causa del pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que tú me has enviado..
Estas palabras son del todo distintas de las que los profetas o los apóstoles emplearon cuando obraron milagros. No son en realidad una oración sino más bien una alabanza. Implica evidentemente que hay entre el Padre y el Hijo una comunicación constante y misteriosa, comunicación que el hombre no alcanza a explicar o concebir. No hay duda que nuestro Señor quiso enseñar a los judíos que entre él y el Padre había una unión completa, unión que se manifestaba en todo lo que él hacía y en todo lo que enseñaba.
Que sea pues uno de los principios establecidos de nuestra religión que el Salvador a quien nos hemos acogido no es nada menos que eterno Dios, un Ser a quien el Padre siempre oye, un Ser que en todos sus actos obra de consuno con Dios. Muy consolador es para el cristiano poseer ideas claras acerca de la dignidad del mediador, y poder decir como el Apocalipsis: «Yo se a quien he creído, y estoy cierto que es poderosos para guardar mi depósito para aquel día..
Notemos, por último, las palabras que nuestro Señor le dirigió a Lázaro cuando lo levantó del sepulcro. Luego que hubo orado a su Padre clamó a gran voz: «Lázaro, ven fuera.» Al sonido de esa voz la reina del terror soltó al cautivo, y el que antes estaba muerto salió del sepulcro.
Es imposible ponderar lo grande de este milagro. La mente del hombre no alcanza a abarcar la magnitud del acto. A la luz del día y en presencia de muchos testigos hostiles ¡un muerto de cuatro días fue vuelto a la vida instantáneamente! Fue esa una prueba concluyente de que nuestro Señor ejercía dominio sobre el mundo material: un cadáver ya corrompido fue vivificado. Fue esa también una prueba concluyente de que nuestro Señor tenía dominio absoluto sobre el mundo de los espíritus: una alma que había dejado su morada terrenal fue llamada del Paraíso para que se uniera otra vez al cuerpo. Con razón afirma la iglesia evangélica que el que podía hacer tales obras era «Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos.» Rom. 9.5 Al terminar la consideración de este pasaje no podemos menos de reconocer que contiene mucho de consolador. Es consoladora la idea de que el Salvador de los pecadores, de cuya misericordia depende la felicidad de nuestras almas, tiene poder infinito en el cielo y en la tierra. Es consoladora la idea de que, por sumergido que un hombre esté en el cieno del pecado, Jesucristo los puede levantar y convertir, diciéndole a él como dijo a Lázaro: «Ven fuera.» No menos consoladora es la idea de que, cuando nosotros mismos bajemos a la tumba bajaremos con la condición plena de que resucitaremos otra vez. La voz de Aquel que llamó a Lázaro penetrará hasta nuestro sepulcro mandándonos salir.
Fuente: Los Evangelios Explicados
enfurecido… → §238.