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Comentario de Juan 11:47 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 11:47 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: —¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales.

11:47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, — Los fariseos y los sacerdotes (saduceos) se odiaban unos a otros, pero odiaban aun más a Jesús; por eso, sepultaban sus diferencias para conspirar contra El (Mat 26:3; Mat 26:14) . Compárense los enemigos, Pilato y Herodes (Luc 23:11-12).

— y dijeron: ¿Qué haremos? (¿Qué hacemos? LBLA, tiempo presente, indicando una emergencia, MV; sus palabras nos recuerdan de la parábola de los labradores malvados que al ver al hijo dijeron, «Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra», Luc 20:14). Porque este hombre hace muchas señales. — ¡He aquí el testimonio de los enemigos de Cristo! No dijeron que Lázaro no estaba muerto, ni negaron el milagro; más bien confirmaron lo que Abraham dijo al rico: «tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos» (Luc 16:31).

Recuérdense los detalles (las evidencias) que claramente confirman la resurrección milagrosa de Lázaro: (1) los amigos de la familia (los que llegaron para acompañar a Marta y a María en su pesar) sabían que Lázaro estaba muerto; (2) Lázaro había estado en el sepulcro por cuatro días y «hieda ya»; (3) durante esos cuatro días Jesús ni siquiera estaba allí; por eso, no podía participar en ninguna conspiración para engañar a la gente; (4) habría sido imposible engañar a Marta y a María para que creyeran que su hermano había resucitado si no lo hubiera hecho en realidad; y (5) todos, incluso estos enemigos de Jesús, creyeron que fue un milagro (PTB).

Ellos reconocían que hasta ese momento estaban perdiendo la batalla contra Jesús. Cuando «enviaron alguaciles para que le prendiesen» (7:32), no lo hicieron, diciendo «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» (7:46). También se objetó Nicodemo diciendo, «¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?» (7:51). Jesús, sin embargo, seguía día tras día haciendo maravillosas obras, y ellos no habían hecho nada para detenerlo.

Esta pregunta demuestra su arrogancia, porque con ella implican que pudieran haber hecho algo para vencer al Hijo de Dios quien en esos momentos había vencido la muerte misma.

Al comentar sobre este milagro William Barclay, un modernista, dice, «Al analizar todas las dificultades que presenta esta historia nos vemos obligados a decir que no sabemos qué fue lo que sucedió en Betania… No importa, en realidad, si Jesús resucitó un cuerpo en el año 30 de nuestra era». ¡Este comentarista compartió la incredulidad de los judíos! Para concluir su comentario sobre este capítulo él dice, «Sea lo que fuere que digamos sobre Jesús, debemos inclinarnos en admiración ante su coraje que desafió la muerte». Suponiendo que Jesús no hubiera hecho este milagro ¿sería digno de admiración? Los incrédulos no pueden reconocer su inconsecuencia cuando enseñan que Jesús era un hombre bueno y admirable aunque, según ellos, El haya mentido y engañado con respecto a sus milagros.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

reunieron al concilio. Sal 2:2-4; Mat 26:3; Mat 27:1, Mat 27:2; Mar 14:1; Luc 22:2; Hch 4:5, Hch 4:6, Hch 4:27, Hch 4:28; Hch 5:21.

¿Qué hacemos? Jua 12:19; Hch 4:16, Hch 4:17; Hch 5:24.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

reunieron el concilio. Alertado por los fariseos, un comité del sanedrín compuesto por principales sacerdotes (aquellos que habían sido sumos sacerdotes en el pasado y varios miembros de sus familias) y fariseos, convocaron una sesión extraordinaria del sanedrín. Los fariseos no podían por sí mismos emprender alguna acción judicial contra Jesús. Aunque estaba sujeto a control romano, el sanedrín era la máxima entidad jurídica en Israel y ejercía todo el poder judicial, legislativo y ejecutivo en aquel momento histórico. En el tiempo de Jesús, el sanedrín con sus setenta miembros era dominado por los principales sacerdotes, y casi todos los sacerdotes eran saduceos. Los fariseos constituían una minoría influyente. Aunque los fariseos y los saduceos solían tener enfrentamientos frecuentes, su odio mutuo hacia Jesús los unió en las acciones descritas en estos capítulos.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, — Los fariseos y los sacerdotes (saduceos) se odiaban unos a otros, pero odiaban aun más a Jesús; por eso, sepultaban sus diferencias para conspirar contra El (Mat 26:3; Mat 26:14) . Compárense los enemigos, Pilato y Herodes (Luc 23:11-12).
— y dijeron: ¿Qué haremos? (¿Qué hacemos? LBLA, tiempo presente, indicando una emergencia, MV; sus palabras nos recuerdan de la parábola de los labradores malvados que al ver al hijo dijeron, «Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra», Luc 20:14). Porque este hombre hace muchas señales. — ¡He aquí el testimonio de los enemigos de Cristo! No dijeron que Lázaro no estaba muerto, ni negaron el milagro; más bien confirmaron lo que Abraham dijo al rico: «tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos» (Luc 16:31).
Recuérdense los detalles (las evidencias) que claramente confirman la resurrección milagrosa de Lázaro: (1) los amigos de la familia (los que llegaron para acompañar a Marta y a María en su pesar) sabían que Lázaro estaba muerto; (2) Lázaro había estado en el sepulcro por cuatro días y «hieda ya»; (3) durante esos cuatro días Jesús ni siquiera estaba allí; por eso, no podía participar en ninguna conspiración para engañar a la gente; (4) habría sido imposible engañar a Marta y a María para que creyeran que su hermano había resucitado si no lo hubiera hecho en realidad; y (5) todos, incluso estos enemigos de Jesús, creyeron que fue un milagro (PTB).
Ellos reconocían que hasta ese momento estaban perdiendo la batalla contra Jesús. Cuando «enviaron alguaciles para que le prendiesen» (7:32), no lo hicieron, diciendo «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» (7:46). También se objetó Nicodemo diciendo, «¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?» (7:51). Jesús, sin embargo, seguía día tras día haciendo maravillosas obras, y ellos no habían hecho nada para detenerlo.
Esta pregunta demuestra su arrogancia, porque con ella implican que pudieran haber hecho algo para vencer al Hijo de Dios quien en esos momentos había vencido la muerte misma.
Al comentar sobre este milagro William Barclay, un modernista, dice, «Al analizar todas las dificultades que presenta esta historia nos vemos obligados a decir que no sabemos qué fue lo que sucedió en Betania… No importa, en realidad, si Jesús resucitó un cuerpo en el año 30 de nuestra era». ¡Este comentarista compartió la incredulidad de los judíos! Para concluir su comentario sobre este capítulo él dice, «Sea lo que fuere que digamos sobre Jesús, debemos inclinarnos en admiración ante su coraje que desafió la muerte». Suponiendo que Jesús no hubiera hecho este milagro ¿sería digno de admiración? Los incrédulos no pueden reconocer su inconsecuencia cuando enseñan que Jesús era un hombre bueno y admirable aunque, según ellos, El haya mentido y engañado con respecto a sus milagros.

Fuente: Notas Reeves-Partain

Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el Concilio. El texto establece la relación entre la reunión del concilio y el informe del versículo anterior con la partícula “por tanto”. Los “archisacerdotes” son los “principales sacerdotes”, “los líderes sacerdotales” o “los jefes de los sacerdotes” que en algunos idiomas tienen su equivalencia en “los superiores de entre los sacerdotes”.

Se discute entre los comentaristas si esta fue una reunión formal o informal del sanedrín o “concilio”. “Se reunieron con” se entiende mejor como “convocaron una reunión”, “convocaron al consejo” o, como la BJ lo expresa: «convocaron un consejo», sugiriendo así que fue una reunión informal. En algunas culturas, por el carácter religioso del sanedrín o concilio, sería mejor evitar el término “consejo” que alude al máximo organismo municipal o ayuntamiento. Sólo aquí en el evangelio el texto translitera en griego la palabra hebrea sanedrín (synedrion ), y es la única vez en el Nuevo Testamento que aparece en singular y sin artículo: “un concilio”. Si se acepta el artículo indeterminado se sugiere también una reunión informal, pero si se traduce “el concilio” o, aún más, “el Concilio”, se está sugiriendo una reunión oficial y formal, como lo indica la mayoría de las versiones modernas. Incluso varias refuerzan esta comprensión utilizando mayúsculas: «Junta Suprema» (TLA, DHH), «Consejo Supremo» (BI), «Consejo de Ancianos» (LPD).

Y dijeron: ¿Qué haremos?, pues este hombre hace muchas señales, «¿Qué vamos a hacer con este hombre que hace tantos milagros?» (TLA). Esta pregunta se puede entender en dos sentidos: (1) Varias traducciones la toman en forma deliberativa, a manera de consulta: «¿Qué vamos a hacer?» (CEV, NEB). (2) Otras la toman como una pregunta retórica que supone una respuesta negativa, ante la imposibilidad de detener a Jesús: «¿Por qué no hacemos algo?» (NAB).

El “ellos se preguntaban entre sí” muestra la actitud de deliberación. Los verbos de la pregunta están en tiempo presente: “¿Qué hacemos?” o “¿Qué estamos haciendo?”. En algunos idiomas la acción continua arroja más luz con el tiempo en presente del verbo “hacer”, y en algunos casos, por el contexto el sentido deliberativo, se puede expresar mejor con dos preguntas: “¿Qué hacemos? ¿No ven que este hombre sigue haciendo muchas señales milagrosas?”. La BI deja las preguntas y traduce con indicativos: «Es necesario tomar alguna medida. Este hombre está haciendo muchas cosas sorprendentes».

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— Consejo Supremo: Ver VOCABULARIO BÍBLICO.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

p 670 Sal 2:2

q 671 Núm 14:11; Jua 7:31; Jua 12:37; Hch 4:16

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

los principales sacerdotes y los fariseos. Véase coment. en 7:32.

¿Qué hacemos? Los líderes judíos, en un momento de pánico, se preguntan unos a otros sobre qué hacer ante los milagros realizados por Jesús.

señales. Véase coment. en 2:11. Estos líderes ya no pueden poner en duda la realidad de los milagros del Señor, pero sus propios intereses les impiden ver el mensaje que las señales están confirmando (vers. 48).

Fuente: La Biblia de las Américas

Los últimos versículos del capítulo once de San Juan nos presentan un lúgubre cuadro de la naturaleza humana. Al separarnos de Jesucristo y del sepulcro de Betania y al volver los ojos hacia Jerusalén y hacia los gobernantes de los judíos, podemos con razón decir: «Señor, ¿qué especie de ser es el hombre?.
Es de observarse en estos versículos cuan tremenda es la maldad del corazón humano en su estado natural. Se había obrado un gran milagro á corta distancia de Jerusalén. Un hombre que había estado muerto cuatro días había sido resucitado en presencia de muchos testigos. El hecho había sido palpable, y nadie podía negarlo; y, á despecho de todo, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos no querían creer que el que había hecho ese milagro debía ser reconocido como Mesías. «Este hombre,» confesaron ellos, «hace muchos milagros.» Más en lugar de ceder en vista de las pruebas que de su divinidad tenían, se sumergieron más hondamente en la maldad, y conspiraron, para matarlo. ¡Grande, á. la verdad, es el poder de la incredulidad! Guardémonos de pensar que los milagros tengan por sí mismos la virtud de convertir el alma y de hacer al hombre cristiano. Esa idea es un engaño completo.
Imaginar, como lo hacen algunos, que si presenciasen alguna cosa maravillosa en apoyo del Evangelio, se dejarían de vacilar y se dedicarían á servir á Jesucristo, es meramente un sueño vano. Lo que nuestras almas necesitan es la gracia del Espíritu y no milagros. Los judíos de los días de nuestro Señor sirven de prueba ante el mundo de que pueden verse prodigios y portentos, y todavía permanecer endurecido como piedra.
La incredulidad del hombre es una enfermedad más profundamente arraigada de lo que generalmente se cree. Resiste la lógica de los hechos, el raciocinio, la sanción pública. Nada puede vencerla sino la gracia de Dios. Si nosotros creemos, debemos dar fervientes gracias á nuestro Padre celestial; mas no debemos sorprendernos si muchos de nuestros semejantes estuvieren tan endurecidos como los judíos.
Observemos, también, cuan crasa es la ignorancia con que los enemigos de la religión obran y raciocinan, Los príncipes de los judíos se dijeron: «Si no intervenimos con este Jesús, nos perderemos. Si no lo contenemos y ponemos fin á sus milagros, los romanos tomarán parte y destruirán nuestra nación.» Los sucesos posteriores probaron que los que así hablaron estaban tan errados en juicio como eran miopes en el modo de ver los acontecimientos futuros. Se precipitaron como locos por el camino que se habían escogido, y precisamente lo mismo que tanto temían tuvo lugar. No dejaron en sosiego á nuestro Señor, más lo crucificaron y le dieron muerte. Y ¿qué sucedió entonces? Que la misma calamidad que querían evitar les sobrevino: los ejércitos romanos vinieron, destruyeron á Jerusalén y se llevaron cautiva á toda la nación.
Al cristiano que esté bien versado en la historia seria superfluo recordarle que los anales de la iglesia registran muchos otros sucesos análogos. Los emperadores romanos persiguieron á los cristianos durante los tres primeros siglos, y creyeron que era de su deber no dejarlos en libertad. Pero cuanto más los perseguían tanto más crecía su número. La sangre de los mártires fue la semilla de la iglesia. Los romanistas ingleses persiguieron á los protestantes en los tiempos de la reina María, pensando que la verdad estaba en peligro si los dejaban en entera libertad. Mas cuántos más quemaban, tanto más estrecha hacían la adhesión del pueblo a las doctrinas de la Reforma. En una palabra, constantemente se están cumpliendo en este mundo las siguientes palabras del Salmo segundo: «Estarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán en uno contra Jehová y contra su ungido.» Pero «El que mora en los cielos se reirá: el Señor se burlará de ellos..
Debemos observar, finalmente, cuánta importancia dan los hombres malos á las ceremonias externas, en tanto que sus corazones están llenos de pecado. Se nos dice que muchos judíos subieron á Jerusalén antes de la pascua para purificarse. Es de temerse que muchos de ellos no se cuidaban de la pureza del corazón. Se afanaban por cumplir con los lavatorios, los ayunos y demás prácticas ascéticas que formaban la esencia de la religión que prevalecía entre ellos en la época que nuestro Señor estuvo sobre la tierra; y sin embargo, pocos días después se prestaron ansiosos á derramar sangre inocente, dando muerte á su Mesías.
Por desgracia no es raro que estos extremos se toquen en la misma persona. La experiencia nos enseña que una mala conciencia procura buscar sosiego manifestando celo por la causa de la religión, en tanto que descuida los puntos más cardinales de la fe. Precisamente las mismas personas que están prontas á ir de Seca en Meca á fin de purificarse exteriormente, son á menudo las que no vacilarían en ayudar a crucificar á Jesucristo si tuvieran la oportunidad. Esta aserción parecerá sorprendente, mas se apoya en hechos indisputables. En las ciudades donde se observa hoy la cuaresma con más rigor es precisamente donde se cometen, en el carnaval que se sigue, los actos más escandalosamente inmorales. En algunas partes del mundo cristiano, los hombres que observan de una manera más estricta las semanas de ayuno, y los que más valor dan á la absolución del sacerdote, son los que, después de pasada esa temporada de ascetismo, ¡no vacilan en asesinar! Convenzámonos de ello: una religión que consiste principalmente de exterioridades no tiene valor alguno ante los ojos de Dios. La pureza que Dios exige no es la pureza que resulta de lavatorios y ayunos y de un ascetismo espontáneo, sino la pureza del corazón. Las ceremonias pueden satisfacer á algunos hombres, mas no promueven la verdadera piedad. En el Sermón en el Monte es donde se encuentra la divisa del reino de Cristo: » Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán á Dios,» Mat 5:8; Col 2:23.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R880 En la pregunta de este versículo se implica que no se estaba haciendo nada: ¿Qué estamos haciendo? (el presente de indicativo rara vez se usa con un sentido deliberativo en lugar del futuro -BD366[4]).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

O, muchos milagros

Fuente: La Biblia de las Américas