Comentario de Hechos 1:6 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: —Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?
1:6 — Señor, ¿restaurarás el reino a Israel — Dice Mar 1:14 que «Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios». En el Sermón del Monte Jesús describe el carácter de los ciudadanos del reino de Dios. En las parábolas Jesús describe la naturaleza espiritual del reino de Dios.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Señor. Mat 24:3; Jua 21:21.
restaurarás el reino. Gén 49:10; Isa 1:26; Isa 9:6, Isa 9:7; Jer 23:5, Jer 23:6; Jer 33:15-17, Jer 33:26; Eze 37:24-27; Dan 7:27; Ose 3:4; Joe 3:16-21; Amó 9:11; Abd 1:17-21; Miq 5:2; Sof 3:15-17; Zac 9:9; Mat 20:21; Luc 22:29.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Entonces: La afirmación de Jesús de que se estaba a punto de conceder el Espíritu concitó evidente preocupación entre los discípulos sobre el establecimiento del Reino. Ellos esperaban que este hecho ocurriera durante el ministerio de Jesús; ahora, luego de la resurrección, seguramente llegaría el momento. Según el pensamiento del AT. era coherente conectar la llegada del Espíritu con la venida del Reino (Hch 3:21; Isa 32:15-20; Isa 44:3-5; Eze 39:28, Eze 39:29; Joe 2:28-32; Joe 3:1; Zac 12:8-10).
en este tiempo expresa la ansiedad de los apóstoles que esperan el Reino del que hablara Cristo en los días y semanas precedentes (v. Hch 1:3). La expectación y esperanza de la gente era que Cristo establecería su Reino inmediatamente.
EN CONTEXTO
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Poder con un propósito
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En el comienzo de Hechos, los seguidores de Jesús aparecen confundidos y temerosos. Pero al final del libro, se encuentran bien encaminados para transformar el mundo romano con el evangelio. ¿Qué provocó este tremendo cambio? Hch 1:8 nos proporciona la respuesta: «Recibiréis poder». Pero tenga en cuenta que:
(1) El poder prometido no es ni una fuerza ni una autoridad política. Israel disfrutó de superioridad con David y Salomón, pero aquellos días eran un recuerdo lejano. La aparición de Jesús no indica el resurgimiento del dominio judío. En vez de eso, la palabra «poder» significa habilidad o capacidad. Jesús promete que una vez que el Espíritu Santo venga sobre ellos, sus seguidores tendrán una nueva habilidad.
(2) La habilidad tiene más relación con ser que con hacer. Los creyentes serán «testigos». El evangelismo en un proceso y no un suceso. Involucra un estilo de vida completo y no esfuerzos ocasionales.
(3) El poder viene desde afuera y no desde adentro. Los creyentes no elaboraron sus propias maneras para proclamar el evangelio. Buscaron la habilidad sobrenatural del Espíritu que los volvió eficientes en la presentación del evangelio. El poder se presentó cuando el Espíritu Santo llegó, y no antes.
(4) Los creyentes iban a ser testigos de Cristo y no de sí mismos. Ellos iban a hacer discípulos no para sí mismos, sino para el Señor resucitado (Mat 28:18-20).
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
¿restaurarás el reino a Israel … ? Los apóstoles todavía creían que la forma terrenal del reino del Mesías sería restablecida en poco tiempo (cp. Luc 19:11; Luc 24:21). También sabían que Eze 36:1-38 y Joe 2:1-32 conectaban la venida del reino con el derramamiento del Espíritu prometido por Jesús.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:6 — Señor, ¿restaurarás el reino a Israel — Dice Mar 1:14 que «Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios». En el Sermón del Monte Jesús describe el carácter de los ciudadanos del reino de Dios. En las parábolas Jesús describe la naturaleza espiritual del reino de Dios.
Durante el ministerio de Jesús, cuando los apóstoles oían la palabra «reino», tenían otro concepto, porque esperaban un reino terrenal. Querían ocupar puestos elevados en un reino terrenal. Mat 18:1; Mar 9:33-34; Luc 9:46; Mat 20:20-21; Luc 22:24.
Jesús les enseñaba la grandeza verdadera, la que se realiza a través de la humildad y el servicio a otros, pero los apóstoles no compartían ese concepto del reino; más bien sabían que los judíos eran el pueblo escogido de Dios y que al venir su Mesías seguramente les esperaban grandes honores y privilegios.
El sueño dorado de los judíos era la restauración del reino de David en el cual gozarían de la victoria sobre sus enemigos. El reino glorioso de David había caído pero los profetas hablaron de «restaurarlo», Hch 15:15-18 (Amó 9:11-12). Dios prometió dar el trono de David a su Hijo (el Mesías), 2Sa 7:12-13; Luc 1:32-33.
Pero el reino prometido sería el reino espiritual del Mesías, Luc 17:20-21; Jua 18:36. Obsérvese que 2Sa 7:12-13 habla de este reino como la «casa» de Dios. Isa 2:2-4 hace lo mismo. Pablo dice que la casa de Dios es la iglesia (1Ti 3:15). Por lo tanto, Dios no prometió «restaurar» el reino de David para que existiera otra vez cómo había sido, es decir, un poder político que les daría la independencia nacional, mucha gloria terrenal, etcétera. Los que esperan un reino literal de Cristo sobre la tierra que durará por mil años están igualmente equivocados.
Algunos afirman que aún en esta ocasión los apóstoles esperaban un reino político, pero después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando El les enseñaba «durante los cuarenta días… hablándoles acerca del reino de Dios», «les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras» (Luc 24:45). El comenzó «desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (v. 27). Para poder predicar «en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados» fue necesario que entendieran que «fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día» (vers. 46, 47). Al comprender el verdadero significado de textos como Isa 53:1-12, entendían — por fin — que «era necesario que el Cristo padeciera estas cosas» antes de entrar «en su gloria» (v. 26).
¿No sería afectado su concepto del reino por la aclaración de estas profecías? Es muy probable que sí. No es razonable creer que no hubo cambio alguno en su comprensión. Si ahora entendieron que el Mesías tuvo que sufrir antes de tomar su reino, ¿cómo iba a tener un reino terrenal y político? No es necesario morir por los pecados del mundo para poder ocupar un trono político.
Su pregunta no necesariamente implicó un concepto carnal del reino; solamente preguntaron si Jesús iba a restaurar «el reino a Israel en este tiempo». Toda la explicación de Jesús acerca de la necesidad de su muerte y resurrección, y de la necesidad de que El cumpliera la ley, los profetas y los salmos no descartó los muchos textos del Antiguo Testamento que hablan del futuro reino glorioso de Israel. Desde luego, los apóstoles tuvieron que aprender mucho acerca de ese reino y sobre todo en cuanto a su naturaleza universal (la conversión de los gentiles), pero su pregunta no es evidencia de que todavía eran carnales como antes (Mat 20:1-2; Luc 22:24).
Jacobo, el hermano de Jesús, citó una profecía de Amós que habla de reedificar el tabernáculo de David (Hch 15:15-18), y esta expresión significa la misma cosa que «restaurar el reino a Israel». Como dice un comentarista, «Indudablemente sus ideas carnales acerca del reino mesiánico habían sido modificadas ya, aunque hasta dónde, es imposible decir. Pero como ellos esperaban con sencillez alguna forma de restauración del reino de Israel, no se les contradice ni regaña sobre este punto» (Jamieson, Fausett y Brown).
— en este tiempo? — Los apóstoles no preguntan si Jesús iba a restaurarlo, sino cuándo lo haría («¿en este tiempo?»). Jesús «dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente » (Luc 19:11). Al ver los milagros de Jesús el pueblo ansiosamente esperaba la venida de su reino. Dice Jua 6:15, que Jesús entendió «que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey «.
Cuando Jesús fue crucificado parece que murió la esperanza de los discípulos (Luc 24:21), pero ahora la esperanza revive y se atreven a preguntarle cuándo iba a llevar a cabo la gran obra de restaurar el reino.
Jesucristo ocupó el trono de David pero no como los judíos habían esperado. (Luc 1:32-33; Hch 2:30-33; Hch 15:15-18).
(Otro pensamiento incidental, pero muy importante, es éste: los apóstoles preguntaron si Cristo iba a restaurar «en este tiempo» el reino. Esta pregunta indicaba claramente que el reino de Cristo todavía no se había establecido).
El trabajo más difícil del mundo es el de vencer y remover el prejuicio religioso . Ya hemos visto lo difícil de desarraigar el concepto errado del reino que los apóstoles tenían.
En Mat 15:1-39 (Mar 7:1-37) se observa cómo estaban aferrados los fariseos a sus tradiciones. Hoy en día los prejuicios errados del mundo religioso ciegan a millones de personas y no les permiten oír y aprender la verdad. Dice el apóstol Pedro (1Pe 1:18), «sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres».
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL REINO Y SUS TESTIGOS
Hechos 1:6-8
Una de las veces que estaban reunidos con Él, le preguntaron a Jesús:
-Señor, ¿le vas a restaurar el reino a Israel en estos tiempos?
-No os corresponde a vosotros saber cuánto van a durar unas cosas, o cuándo van a suceder otras -les contestó Jesús-. Estas son cosas que el Padre mantiene bajo su control. Pero, independientemente de eso, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo recibiréis poder para ser mis testigos en Jerusalén, y en toda Judasa, y en Samaria, y por todo el mundo.
Jesús se enfrentó con un gran inconveniente a lo largo de su ministerio. El corazón de su mensaje era el Reino de Dios (Mr 1:14 ); pero el problema era que los que le oían se lo figuraban a su manera. Los judíos estaban convencidos de que eran el pueblo escogido de Dios; y creían que eso quería decir que eran los favoritos, que estaban destinados a un honor y a un privilegio especiales, y para dominar el mundo. Todo el curso de su historia demostraba que, humanamente hablando, no podía ser así. Palestina era un país pequeño, de menos de 200 kilómetros de largo por 65 de ancho. Tuvo sus años de independencia, pero luego estuvo dominado por los babilonios, los persas, los griegos y los Romanos. Así es que los judíos empezaron a esperar el día en que Dios intervendría en la historia humana, y haría con su poder lo que ellos no podrían hacer jamás. Esperaban el día en que, por intervención divina, la soberanía que soñaban sería suya. Concebían el Reino de Dios en términos de este mundo, y no como la «política de Dios y el gobierno de Cristo», como decía Quevedo.
¿Cómo lo concebía Jesús? Fijémonos en la oración dominical, en la que encontramos dos peticiones yuxtapuestas:
«Venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo» (Mt 6:10 ; Lc 11:2 ). Ahora bien: es característico de la poesía hebrea, como se puede ver en los Salmos, el decir lo mismo de dos maneras paralelas, la segunda de las cuales amplía o explica la primera. Eso es lo que sucede con estas dos peticiones: la segunda es una definición de la primera; y por tanto vemos que Jesús entendía el Reino de Dios como la sociedad en la Tierra en la que la voluntad de Dios se hace tan perfectamente como en el Cielo. Precisamente por eso sería un Reino basado en el amor, y no en el poder.
Para lograrlo, los humanos necesitamos el Espíritu de Cristo. Ya antes Lucas había hablado dos veces de esperar la venida del Espíritu. No debemos pensar que el Espíritu empezó a existir entonces. Sabemos que hay poderes que han existido mucho tiempo, pero que se han descubierto en un momento determinado. Así sucede con todas las fuentes de energía que se conocen; por ejemplo: la energía atómica no es algo que han inventado los hombres, sino que siempre había existido en la naturaleza, aunque solamente este siglo se ha descubierto y empezado a usar. Así podemos decir que Dios es eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo; pero llegó un momento en el que se experimentó ese poder que siempre había estado presente.
El poder del Espíritu iba a hacerlos testigos de Cristo. Su testimonio iba a operar en una serie de círculos concéntricos cada vez más amplios: primero en Jerusalén; luego en toda Judasa; luego en Samaria, que era un país mediojudío que sería como un puente que los introduciría en el mundo pagano; y finalmente hasta el fin del mundo.
Vamos a fijarnos en varias cosas en relación con el testimonio cristiano:
(i) Un testigo es alguien que puede decir: «Yo sé que esto es verdad.» En un juicio no se admite el testimonio de alguien que sabe algo porque lo ha oído por ahí; tiene que saberlo de primera mano y por propia experiencia. Hubo un tiempo en la vida de John Bunyan cuando él no estaba seguro. Le preocupaba que los judíos dicen que ellos son los que tienen la verdad, y los musulmanes igual, y los de las otras religiones lo mismo. ¿Será el Evangelio algo parecido, un mero «a mí me parece»? Un testigo no dice: «Me parece que sí.» Dice: «Yo sé.»
(ii) Un testigo verdadero no lo es sólo de palabra, sino en toda su vida. Cuando Henry Morton Stanley descubrió a David Livingstone en el África central, después de pasar con él algún tiempo dijo: «Si me hubiera quedado con él un poco más, no habría tenido más remedio que hacerme cristiano. Y la cosa es que él nunca me lo dijo.» El testimonio de la vida de aquel hombre de Dios era irresistible.
(iii) Es un hecho que habla por sí mismo que en griego, la lengua en que se escribió el Nuevo Testamento, la palabra para testigo y la palabra para mártir son la misma. Un testigo tiene que estar dispuesto a ser un mártir. Ser testigo conlleva ser fiel a la verdad cueste lo que cueste.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
La ascensión y la obra a ser hecha en la tierra
6 Los discípulos hicieron la pregunta ¿restituirás el reino a Israel? porque la profecía lo anunciaba. Algunos creyentes hoy siguen esperando un hecho así. 7 La respuesta de Jesús de que a vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones puede implicar que tal expectativa es correcta, aunque no nos corresponda saber el tiempo preciso. El discipu lado no es sobre el conocimiento de tiempos y fechas, sino sobre estar listo. En Hech. esto significa recibir el poder del Espíritu Santo y ser testigos (8). En algún sentido la expresión en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra bien puede representar los hechos narrados en el resto del libro.
9 Así como la frase lo último de la tierra es un lenguaje figurado (ya que no existe algo como “lo último de la tierra”), del mismo modo la descripción de Jesús yendo hacia arriba es meramente un intento de poner en palabras humanas un tipo de movimiento que está fuera de los límites de la experiencia y lenguaje humanos. Estaba dejando la tierra y no hay otra forma que hacia arriba. Después de todo, no imaginamos realmente que el cielo esté “arriba”, más allá de la atmósfera, como si se pudiera ir allá en una nave espacial. Tampoco debemos imaginar que la nube que le ocultó era una nube común del cielo. Es el mismo tipo de nube que encontramos en la transfiguración (Luc. 9:34, 35; cf. Exo. 16:10; Sal. 104:3), una nube que es la revelación de la gloria divina.
Sin embargo, Hech. nos dice que hubo un hecho visible y mirar hacia arriba era una reacción natural a ello, pues estaban fijando la vista en el cielo mientras él se iba (10). Presumiblemente, si Jesús se hubiera desvanecido, los discípulos habrían mirado alrededor más bien que hacia arriba. Los dos hombres vestidos de blanco sin duda eran ángeles (ver una descripción similar en Luc. 24:4, 23). 11 Su mensaje estaba de acuerdo con el de Jesús: el discipulado no es un asunto de estar mirando al cielo. El retorno de Jesús, así como la restauración del reino es seguro, como posiblemente quiere demostrar la palabra misma. No les correspondía es tar preocupados por el regreso. Tenían otras cosas que hacer, como Jesús ya les había indicado. John Stott escribe: “Había algo fundamentalmente anómalo en esa actitud de estar mirando hacia arriba cuando habían sido comisionados para ir hasta lo último de la tierra … Su llamamiento era el de ser testigos y no observadores de las estrellas.”
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “Amo”.
REFERENCIAS CRUZADAS
j 9 Isa 1:26; Dan 7:27; Miq 4:8; Luc 19:11; Luc 24:21
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Señor, ¿restaurarás…el reino a Israel? Los judíos esperaban que el Mesías (el Ungido de Dios) ocuparía el trono de David (2 S 7:16), destruiría el gobierno romano y restablecería el reino de Israel (Sal 2; Is 9:1– 7). Dios había prometido enviar a su Ungido para establecer su dominio en la tierra Sal 2:2– 9; Dan 7:13– 14). Jesús, como el Mesías, había anunciado su reino a Israel (Mt 4:17; 9:35), pero la nación no lo aceptó (Hch 13:45, 46).
Fuente: La Biblia de las Américas
6 super (1) El reino de Israel, el cual los apóstoles y otros judíos devotos buscaban, era un reino material, a diferencia del reino de Dios mencionado en el v. 3, el cual es un reino de vida que Cristo está edificando con la predicación de Su evangelio. Véase la nota 3 super (4).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
el reino a Israel. El reino mesiánico, davídico, milenial, en la tierra. El tiempo de su venida no está revelado (Mat 24:36; Mat 24:42).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
R916 Εἰ se usa para introducir una pregunta directa (en consecuencia, esta partícula no debe traducirse; comp. Luc 13:23).
R1151 No se intenta ningún contraste mediante el uso de la expresión οἱ μὲν οὗν aquí (esta puede significar: entonces los que se habían reunido, o entonces ellos, cuando se hubieron reunido -BD251). [Editor. Μὲν οὖν es una fórmula que aparece frecuentemente en los Hechos para introducir una nueva sección de la narrativa, y significa: así que, entonces. Esta aparece constantemente en una posición posterior al pronombre y, en consecuencia, a la palabra que aparece antes de esta fórmula (comp. Hch 8:4; Hch 8:25; Hch 9:31; Hch 12:5 y Hch 16:5). Así que en este versículo es preferible tomar el artículo y el participio conjuntamente; así apoyamos la anterior sugerencia de Blass.]