Comentario de Hechos 16:25 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban.
16:25 — Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; — De esta manera demostraban su fuerza y madurez espiritual. Pablo nunca dejó que las prisiones estorbaran su ministerio (Philippians 7, 13, 17; Col 4:10; Col 4:18; Flm 1:10; Efe 6:10).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
pero a medianoche. Job 35:10; Sal 22:2; Sal 42:8; Sal 77:6; Sal 119:55, Sal 119:62; Isa 30:29.
orando. Sal 50:15; Sal 77:2; Sal 91:15; Mat 26:38, Mat 26:39; Luc 22:44; Heb 5:7; Stg 5:13.
cantaban himnos a Dios. Hch 5:41; Sal 34:1; Mat 5:10, Mat 5:11; Luc 6:22, Luc 6:23; Rom 5:3; Rom 12:12; 2Co 4:8, 2Co 4:9, 2Co 4:16; 2Co 4:17; 2Co 6:10; Flp 2:17; Flp 4:4-7; Col 1:24; Col 3:15-17; 1Ts 5:16-18; Stg 1:2; 1Pe 1:6-8; 1Pe 4:14.
y los presos los oían. Esd 3:12, Esd 3:13; Sal 71:7; Zac 3:8.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
orando … cantaban … los presos les oían: La palabra que se traduce oían significa «escuchar con placer» como cuando se escucha una música hermosa. Es en los momentos difíciles cuando la luz de los testigos de Cristo brilla con más fuerza (Flp 2:14-16).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
ORANDO… CANTABAN HIMNOS. Pablo y Silas hablan sufrido la humillación del encarcelamiento, tenían los pies sujetados en el cepo y las espaldas laceradas. Con todo, en medio de semejante sufrimiento oraban y cantaban himnos de adoración a Dios (cf. Mat 5:10-12). De su experiencia misionera se aprende:
(1) que el gozo del creyente es interior, no condicionado por las circunstancias exteriores; la persecución no puede destruir su paz ni su alegría (Stg 1:2-4);
(2) que los enemigos de Cristo no pueden destruir la fe del creyente ni su amor a Dios (Rom 8:35-39);
(3) que aun en las peores circunstancias Dios suplirá suficiente gracia para los que están en su voluntad y sufren por causa de su nombre (Mat 5:10-12; 2Co 12:9-10);
(4) que «el glorioso Espíritu de Dios» reposa sobre los que sufren por el nombre de Cristo (1Pe 4:14).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
16:25 — Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; — De esta manera demostraban su fuerza y madurez espiritual. Pablo nunca dejó que las prisiones estorbaran su ministerio (Philippians 7, 13, 17; Col 4:10; Col 4:18; Flm 1:10; Efe 6:10).
No estaban enojados ni disgustados por causa de la injusticia que habían sufrido. En lugar de murmurar, oraban y cantaban himnos a Dios. En lugar de quejarse contra Dios, lo alababan. El enojo, el disgusto y el odio no nos permiten orar y cantar himnos. «Orad sin cesar» (1Ts 5:17), aunque sea en la cárcel a medianoche. «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias» (Flp 4:6).
— y los presos los oían (escuchaban, LBLA). — Dios los oían y también los presos los oían. ¡Cómo les habrá extrañado el sonido de oraciones y cantos que salía del calaboso de más adentro ! Sin duda, aun antes del terremoto estos presos estaban favorablemente impresionados con Pablo y Silas. ¿Qué clase de hombres serán estos que después de sostener azotes, no solamente no maldicen, sino que oran y cantan himnos?
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL CARCELERO DE FILIPOS
Hechos 16:25-40
A la medianoche Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los otros presos los oían. Repentinamente se produjo un terremoto tan violento que sacudía los cimientos de la cárcel. Inmediatamente se abrieron de golpe todas las puertas de la cárcel, y las cadenas de todos los presos se soltaron de la pared. Cuando el carcelero se despertó sobresaltado y vio que las puertas estaban abiertas, desenvainó la espada dispuesto a suicidarse, porque creía que todos los presos se habían escapado.
-¡No hagas eso -le gritó Pablo-, que todos estamos aquí!
El carcelero pidió que le trajeran una luz, entró a toda prisa, todo tembloroso, y se postró a los pies de Pablo y Silas. Los sacó de la mazmorra, y les preguntó:
-Señores, ¿qué es lo que tengo que hacer para estar a salvo?
-Entrégate al Señor Jesucristo, y os salvaréis tú y todos los tuyos -le contestaron. Y seguidamente les comunicaron el mensaje del Señor a él y a todos los suyos. Sin tiempo que perder, aunque era medianoche, el carcelero se hizo cargo de ellos y les lavó las heridas de la paliza. Luego se bautizaron él y toda su familia, y después los llevó a su casa y les preparó una comida, y toda la familia celebró con mucha alegría el haberse convertido.
Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron recado con unos alguaciles:
-Pon en libertad a esos hombres.
El carcelero se lo hizo saber a Pablo:
-Los magistrados han dado orden de que se os pon- ga en libertad, así es que .salid. ¡Ya podéis marcharos, y que os vaya muy bien!
Nos azotan públicamente sin ser culpables de nada -respondió Pablo- y nos meten en la cárcel sin tener en cuenta que somos ciudadanos Romanos, ¿y ahora nos van a despachar como si no hubiera pasado nada? ¡Que se lo han creído! ¡Decidles que vengan a sacarnos en persona!
Los alguaciles les llevaron el recado a los magistrados de lo que había dicho Pablo, y los magistrados se echaron a temblar cuando se enteraron de que se trataba de ciudadanos Romanos. Así es que vinieron a presentar sus disculpas, los acompañaron en la salida de la cárcel y les pidieron que se marcharan de la ciudad. Pero ellos, cuando salieron de la cárcel se fueron a casa de Lidia, y no se marcharon hasta después de ver a los miembros de la comunidad cristiana y de hablar con ellos para darles ánimo.
Lidia pertenecía a la clase alta; la muchacha esclava, a la más baja, y el carcelero romano era de la clase media en la que había otros muchos funcionarios. En esos tres personajes tenemos una muestra de la sociedad de Filipos.
Vamos a fijarnos en la escena de este pasaje. Sucede en un distrito en el que los terremotos no eran infrecuentes. Las puertas se cerraban con una barra de madera que se encajaba en dos ranuras, lo mismo que las cadenas. El terremoto hizo que se soltaran las barras, así que las puertas se abrieron y las cadenas se soltaron. El carcelero estaba a punto de quitarse la vida, porque la ley romana decía que si se escapaba un preso el carcelero tenía que sufrir su condena.
Vamos a fijarnos en los personajes.
En primer lugar tenemos a Pablo. Notamos tres cosas en él: (i) Era capaz de ponerse a cantar himnos cuando estaba agarrotado en el cepo de una mazmorra a medianoche después de una paliza despiadada. Hay algo que no se le puede quitar a un cristiano, y es Dios y la presencia de Jesucristo. Estando con Dios se es libre hasta en una prisión, y hay luz hasta a medianoche. (ii) Estaba dispuesto a abrirle la puerta de la salvación hasta al carcelero que le había colocado en el cepo en la celda más inhóspita. Pablo era incapaz de guardar rencor. Podía predicarle el Evangelio al que le había asegurado en el cepo. (iii) Sabía mantener su dignidad. Reclamaba sus derechos como ciudadano romano. El azotar a un ciudadano romano era un crimen que se castigaba con la muerte. Pero Pablo no reclamaba sus derechos para sí mismo, sino para los cristianos que dejaba en Filipos. Quería que se viera que no carecían de amigos influyentes.
En segundo lugar, tenemos al carcelero. Es interesante que dio muestras de la autenticidad de su conversión bien pronto. En cuanto conoció a Cristo lavó las heridas del látigo que tenían los presos en la espalda, y les sirvió de comer. Si la fe no nos hace compasivos y amables, no es sincera. A menos que un supuesto cambio de corazón se manifieste en un cambio de obras, es falso.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
g 869 Sal 42:8
h 870 Efe 5:19; Col 3:16; Stg 5:13
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
R507 El verbo ἐπακροάομαι aparece con αὐτῶν con el sentido de: oir a.