Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían: —Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.
17:32 — Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. — Pablo termina donde comenzó, hablando de Jesús y la resurrección (ver. 18). Parece que Pablo no tuvo la oportunidad de presentar las «pruebas indubitables» de la resurrección de Jesucristo. Apenas estaba llegando al corazón de su tema cuando dejaron de escuchar. Le habían escuchado aunque denunciaba la idolatría; esto indica que su «religión» era muy superficial. Eran muy «religiosos» (tenían muchísimas imágenes, estatuas, etc.), pero tenían muy poca fe en sus «demonios».Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
unos se burlaban. Hch 17:18; Hch 2:13; Hch 13:41; Hch 25:19; Hch 26:8, Hch 26:24, Hch 26:25; Gén 19:14; 2Cr 30:9-11; 2Cr 36:16; Luc 22:63; Luc 23:11, Luc 23:36; 1Co 1:23; 1Co 4:10; Heb 11:36; Heb 13:13.
te oiremos … otra vez. Hch 24:25; Luc 14:18; 2Co 6:2; Heb 3:7, Heb 3:8.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La mención que Pablo hace de la resurrección de los muertos provocó una gran reacción entre los atenienses. Los griegos repudiaban la idea de un cuerpo resucitado. Aunque abrazaban el concepto de que el alma vive para siempre, repudiaban la idea de la resurrección porque consideraban que el cuerpo era maligno, algo para desechar. La idea, conocida como dualismo, deriva de las enseñanzas de los filósofos griegos Sócrates y Platón. En ellas se sostiene que todo lo físico es malo y que todo lo espiritual es bueno, y que no importa lo que uno haga con el cuerpo porque a la larga el espíritu es el bueno. Lamentablemente, los atenienses se apegaron a esta filosofía lo que los cegó a la verdad del evangelio.
EN CONTEXTO
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El discurso de Pablo en el Areópago
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No está clara la visita de Pablo al Areópago ni el consejo que allí tuvo lugar, pero puede ser que se tratase de un juicio para defender sus ideas. Pese a que las antiguas referencias sobre los consejos en el Areópago son muy pocas, está claro que se trató de un cuerpo aristocrático que aconsejaba al rey. Por lo tanto se presume que tuvo funciones reales después de que los ateneos depusieran su monarquía (alrededor del año 800 a.C. Con el surgimiento de la democracia en el año 500 a.C. este consejo perdería algo de su poder, por lo que se convirtió en un grupo considerado y numeroso con funciones religiosas.
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Durante el siglo I a.C. el consejo del Areópago reconquistó gran parte de su antigua autoridad. La asamblea en la que Pablo habló, era el cuerpo principal de gobierno en Atenas, una posición que permanecería hasta el advenimiento de la dominación cristiana en siglo IV d.C
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
resurrección de los muertos. La filosofía griega no creía en la resurrección corporal.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
17:32 — Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. — Pablo termina donde comenzó, hablando de Jesús y la resurrección (ver. 18).
Parece que Pablo no tuvo la oportunidad de presentar las «pruebas indubitables» de la resurrección de Jesucristo. Apenas estaba llegando al corazón de su tema cuando dejaron de escuchar. Le habían escuchado aunque denunciaba la idolatría; esto indica que su «religión» era muy superficial. Eran muy «religiosos» (tenían muchísimas imágenes, estatuas, etc.), pero tenían muy poca fe en sus «demonios».
Sin embargo, siendo materialistas (como los saduceos), tenían mucho celo por su filosofía que negaba el estado futuro. Así es que reaccionaron inmediatamente al oír la palabra «resurrección» porque eso afectó su opinión predilecta, su prejuicio fuerte, su partido personal.
Negaban la inmortalidad del alma; decían que el alma es material y que cuando el hombre muere su alma queda aniquilada. Desde luego, decían que después de la muerte no hay recompensa ni castigo. Para los griegos el cuerpo era el enemigo (la cárcel) del espíritu. Por eso, no querían saber nada de la resurrección del cuerpo.
Los «testigos» del Atalaya también son materialistas; su tema predilecta es que al morir el hombre, muere también su alma y espíritu. También les gusta mucho argumentar que la tierra es eterna, otra vez demostrando su actitud materialista.
La mayoría de la gente de este mundo tiene su «hasta aquí» en cuanto a escuchar la palabra de Dios. Hch 7:51-54, los judíos escucharon a Esteban hasta que les reprendió por su dureza de corazón; 22:22, «le oyeron hasta esta palabra» (la resurrección). Muchos «evangélicos» escucharán hasta que se mencione la necesidad del bautismo; algunos hermanos escucharán hasta que se predique sobre la ofrenda, o sobre el divorcio y segundas nupcias, o sobre las instituciones de la iglesia; hay hermanas que escucharán hasta que se predique sobre la modestia o hasta que se condene la obra diabólica de las feministas.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA REACCIÓN DE LOS ATENIENSES
Hechos 17:32-34
Cuando oyeron lo de la Resurrección de los muertos, algunos se rieron de que se trajera tal cosa al tribunal; pero otros dijeron:
Nos gustaría que nos hablaras de eso otra vez.
En ese punto de la discusión, Pablo se marchó del tribunal. Hubo algunos que se relacionaron con él y que hicieron la decisión de ser creyentes; entre ellos Dionisio, que era miembro del Tribunal del Areópago, una mujer que se llamaba Dámaris y algunos otros.
Parecería que, en general, Pablo tuvo menos éxito en Atenas que en ningún otro sitio. Era típico de los atenienses que lo único que querían era hablar; no querían actuar, ni casi llegar a ninguna conclusión. Les atraían las acrobacias mentales y el estímulo del paseo intelectual sin compromiso.
Hubo tres reacciones principales: (a) Algunos se burlaron. Les divertía la apasionada seriedad de aquel extraño judío. Se puede reducir la vida a un chiste; pero los que lo hagan se darán cuenta tarde de que lo que tomaron por comedia termina en tragedia. (b) Algunos aplazaron la decisión. El día más peligroso es cuando uno se da cuenta de lo fácil que es dejar las cosas para mañana. (c) Algunos creyeron. El prudente se da cuenta de que es de locos rechazar lo que Dios ofrece generosamente.
Se dan los nombres de dos convertidos. Uno fue Dionisio el Areopagita. Como ya se ha dicho, el Areópago estaba formado por no más de treinta personas; así que Dionisio debe de haber formado parte de la aristocracia intelectual de Atenas. La otra persona que se convirtió fue Dámaris. La posición de una mujer en Atenas era muy restringida. Es dudoso que una mujer respetable se encontrara en la plaza del mercado, y menos en el Areópago. Es probable que se tratara de una conversión de una vida de vergüenza a una vida gloriosa y auténtica. Aquí tendríamos otro ejemplo de cómo llega la invitación del Evangelio a todas las clases y condiciones de hombres y mujeres.
PREDICANDO EN CORINTO
Su posición geográfica hacía de Corinto una ciudad clave de Grecia. Grecia está casi dividida por el mar en dos partes. A un lado está el Golfo de Arenas con su puerto Cencreas, y al otro el Golfo de Corinto con su puerto Laqueo. Entre los dos hay una lengua de tierra de menos de ocho kilómetros de ancho, y en ese istmo estaba Corinto. Todo el tráfico terrestre de Norte a Sur de Grecia tenía que pasar inevitablemente por Corinto, que por eso le llamaban «El Puente de Grecia». El viaje por mar pasando por la extremidad Sur de Grecia era muy peligroso. El cabo más al Sur era el cabo Malea, y el rodearlo era proverbialmente malo. Los griegos tenían un proverbio: «Si vas a rodear Malea, haz el testamento.» Por consiguiente, el comercio de Este a Oeste del Mediterráneo también pasaba por Corinto, usando una pista de acarreo por la que los barcos se deslizaban de un lado al otro del istmo. Por eso Corinto era «el mercado de Grecia».
Pero Corinto era mucho más que un gran centro comercial. Era la sede de los Juegos ístmicos, que eran los más importantes después de los Olímpicos.
Corinto tenía fama de ser una ciudad malvada. Los griegos habían acuñado el verbo «corintiarse» para indicar una vida de toda clase de excesos y vicios. Si salía un corintio a escena en una comedia, era un borracho. La colina de la Acrópolis que dominaba la ciudad era, además de una fortaleza, un templo de Afrodita. En sus «mejores» días había en el templo un millar de sacerdotisas de Afrodita que eran en realidad «prostitutas sagradas» que, por las tardes, bajaban a las calles de la ciudad para practicar su «sacerdocio». Se había hecho proverbial que «No todo el mundo puede pagarse un viaje a Corinto.»
Esta era la ciudad en la que Pablo vivió y trabajó y obtuvo algunos de sus mayores triunfos. Escribiendo a los corintios hizo una lista de toda clase de maldad: «¿Es que no sabéis que las malas personas no pueden llegar a poseer el Reino de Dios que se nos ha prometido? No os engañéis, que ni los viciosos sexuales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los que practican la homosexualidad, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los sucios de lengua, ni los estafadores van a heredar el Reino de Dios.» Y entonces viene la frase triunfal: «¡Eso es lo que erais algunos de vosotros! Pero ya os habéis despojado de las inmundicias, y consagrado a Dios, y tenéis una nueva relación con Él mediante el Nombre de Jesús y el Espíritu de nuestro Dios» (1Co 6:9-11 ). La iniquidad de Corinto era la oportunidad para Cristo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
(Ver Hch 24:25).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— resurrección: A los griegos les resultaba especialmente difícil aceptar la resurrección entendida como recuperación del cuerpo material. El contexto de la filosofía socrático-platónica en el que se movían, era favorable a la inmortalidad del espíritu, pero no a la recuperación de la parte corporal que consideraban básicamente mala.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
a 939 1Co 1:23
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
algunos…otros. Era lógico que los atenienses reaccionaran de esta manera. Unos ridiculizaron, pero otros creyeron, entre ellos Dámaris y Dionisio, el areopagita (vers. 34), quien llegó a ser obispo de la iglesia de Atenas, y murió como mártir.
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit., también otra