Comentario de Romanos 8:12 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Así que, hermanos, somos deudores, pero no a la carne para que vivamos conforme a la carne.
8:12 — “vivamos conforme a la carne,” significa conforme a una vida mundana. ¿A qué, pues, somos deudores? La respuesta se implica, aunque no está estipulada: Al espíritu para atender a las cosas que son del espíritu.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
hermanos, deudores somos. Rom 6:2-15; Sal 116:16; 1Co 6:19, 1Co 6:20; 1Pe 4:2, 1Pe 4:3.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
moriréis: En este lugar la muerte no se refiere a la muerte física, porque quienes viven según el Espíritu también morirán físicamente. Se refiere a la experiencia de los que viven sus vidas sin Dios.
por el Espíritu: Al andar según el Espíritu (v. Rom 8:4), al pensar espiritualmente (v. Rom 8:6), el creyente puede hacer morir las obras pecaminosas y vivir para Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
la carne. Nuestra condición humana no redimida, aquella mezcla de pasiones pecaminosas que el pecado genera a través del único dominio que le queda, nuestro cuerpo (vea las notas sobre Rom 6:6 ; Rom 6:12; Rom 7:5).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
8:12– “vivamos conforme a la carne,” significa conforme a una vida mundana. ¿A qué, pues, somos deudores? La respuesta se implica, aunque no está estipulada: Al espíritu para atender a las cosas que son del espíritu.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA ENTRADA EN LA FAMILIA DE DIOS
Romanos 8:12-17
Así es que, hermanos, tenemos una obligación, pero no con nuestra naturaleza humana pecadora, para vivir conforme a sus principios; porque si vivís conforme a los principios de la naturaleza humana pecadora, vais camino de la muerte; pero si matáis las obras del cuerpo por medio del Espíritu, viviréis. Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, esos y sólo esos son los hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un estado cuya condición dominante es la esclavitud, para volver a caer en una situación de terror; sino que habéis
recibido un estado cuya característica dominante es la adopción, que nos hace clamar: «¡Abbá, Padre!» El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, entonces somos también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo. Si sufrimos con Él, también seremos glorificados con Él.
Pablo nos presenta otra gran alegoría de las suyas, con las que nos describe la nueva relación que tienen los cristianos con Dios. Dice que el cristiano es adoptado como hijo en la familia de Dios. Para entender la profundidad del sentido de este pasaje tenemos que saber algo de lo seria y complicada que era la adopción entre los Romanos.
Lo que hacía de la adopción un asunto tan complicado y difícil era la patria potestas romana; es decir, la autoridad del padre sobre toda la familia. El padre tenía poder para disponer absolutamente de la familia; y, en los primeros tiempos, hasta de vida o muerte. En relación con su padre, un hijo nunca alcanzaba la mayoría de edad; siempre estaba bajo la patria potestas, y era propiedad absoluta de su padre, que podía disponer de él como quisiera. Ya se comprende que esto convertía la adopción por otra familia en un paso difícil y serio. Por la adopción, una persona pasaba de estar bajo una patria potestas a estar bajo otra.
Tenía dos etapas. La primera se llamaba mancipatio, y se llevaba a cabo mediante una venta simulada en la que se usaban simbólicamente unas monedas y una balanza. El simbolismo de la venta se llevaba a cabo tres veces: el padre hacía como que vendía a su hijo dos veces, y otras dos volvía a comprarlo; pero la tercera vez ya no le compraba, por lo cual se consideraba que quedaba rota la patria potestas. Luego seguía la ceremonia de vindicatio. El padre adoptante se dirigía al praetor, uno de los magistrados Romanos, y presentaba el caso legal para la transferencia a su patria potestas de la persona que iba a adoptar. Cuando todo esto se completaba, quedaba consumada la adopción. No cabe duda de que era un proceso sumamente serio e impresionante.
Pero aún nos interesan más para comprender la alegoría de Pablo las consecuencias de la adopción. Las principales eran cuatro: (i) La persona adoptada perdía todos los derechos que le hubieran correspondido en su vieja familia, y adquiría todos los de un hijo legítimo de la nueva familia. En el sentido legal más estricto, adquiría un nuevo padre. (ii) Automáticamente quedaba constituido heredero de las propiedades de su nuevo padre. Aunque después le nacieran a éste otros hijos, eso no afectaba a sus derechos. Sería inalienablemente coheredero con ellos. (iii) Para la ley, la vida anterior de la persona adoptada se borraba completamente. Por ejemplo: si tenía deudas, quedaban canceladas. Se le consideraba una nueva persona que empezaba una vida nueva sin la menor vinculación con el pasado. (iv) Para la ley era hijo de su nuevo padre en todos los sentidos. La historia de Roma contaba un caso que dejaba bien claro hasta qué punto esto era verdad. El emperador Claudio adoptó a Nerón para que le sucediera en el trono. No eran parientes antes. Claudio ya tenía una hija, Octavia. Para consolidar la alianza Nerón se quería casar con ella; no había entre ellos ningún lazo de consanguinidad; sin embargo, para la ley eran hermanos, así es que no se podían casar a menos que el senado romano dictara una ley especial.
Eso es lo que está pensando Pablo aquí. Y usa además otra figura de la adopción romana: dice que el Espíritu de Dios da testimonio a nuestro espíritu de que somos de veras hijos de Dios. La ceremonia de adopción se llevaba a cabo en presencia de siete testigos. Supongamos que el padre adoptante muriera, y se pusiera en duda el derecho a la herencia del hijo adoptivo; uno o más de los siete testigos se personaría y juraría que la adopción había sido genuina. Así quedaba garantizado el derecho de la persona adoptada. En nuestro caso, dice Pablo, es el mismo Espíritu Santo el que da testimonio de que Dios nos ha adoptado como sus hijos.
Vemos que todos los pasos de la adopción romana tenían un significado concreto para Pablo como ejemplo de nuestra adopción en la familia de Dios. Hubo un tiempo en el que estábamos bajo el control absoluto de nuestra naturaleza humana pecadora; pero Dios, en su misericordia, nos ha tomado como su exclusiva posesión. El pasado ya no tiene ningún derecho sobre nosotros; Dios es el único que tiene derecho absoluto. El pasado está cancelado, y las deudas borradas; empezamos una vida nueva con Dios, y somos herederos de todo lo que es suyo. Ahora somos coherederos con Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios. Lo que Cristo hereda, nosotros lo heredamos también. Si Cristo tuvo que sufrir, nosotros también heredamos ese sufrimiento; pero como Cristo resucitó a la vida y a la gloria, nosotros también heredamos esa vida y gloria.
En esta alegoría de Pablo, cuando una persona llega a ser cristiana entra en la familia de Dios. No había hecho nada para merecerlo; Dios, el gran Padre, en su maravilloso amor, ha tomado al perdido, indigente, desahuciado y endeudado pecador, y le ha adoptado en su familia, de forma que sus deudas han quedado canceladas, y hereda la gloria.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
a 485 Gál 5:19
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
12 super (1) Después de ser salvos, todavía es posible que vivamos conforme a la carne al poner la mente en la misma. Pero cuando estamos en el espíritu y andamos conforme al espíritu, somos librados de la carne y ya no somos deudores a la carne.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
R996 Τοῦ con el infinitivo aquí es explicativo (comp. MT217; tiende hacia un sentido consecutivo -BD400[2]). [Editor. Si τοῦ ζῆν se toma como explicativo, expresaría el contenido de la deuda: vivir según las demandas de la carne; pero si es consecutivo, entonces expresa el resultado de no estar atado a la carne: para que vivamos conforme a la carne (sino por el Espíritu). La última sugerencia parece más probable, ya que el punto principal de Pablo en este contexto es el contraste entre caminar en la carne y caminar en el Espíritu (comp. el v.4).]
R1095 Οὐ niega a τῇ σαρκί y no al infinitivo.
T238 Τῇ σαρκί se usa como dativo de ventaja: para la carne.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
‡ O “no tenemos obligación”.