¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
8:31 — “a esto,” es decir, a este propósito y plan de Dios de redimir a la humanidad perdida. Si tiene todo esto a Dios por autor y consumador, ¿quién puede hacerlo fallar? Seguramente el plan de Dios se llevará a cabo. La pregunta de Pablo en este versículo implica la suficiencia del evangelio. Dado que el hombre no es más poderoso que Dios, no puede derrotar tales planes de Dios para que fracasen.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿Qué, pues, diremos a esto? Rom 4:1.
Si Dios es por nosotros. Gén 15:1; Núm 14:9; Deu 33:29; Jos 10:42; 1Sa 14:6; 1Sa 17:45-47; Sal 27:1-3; Sal 46:1-3, Sal 46:7, Sal 46:11; Sal 56:4, Sal 56:11; Sal 84:11, Sal 84:12; Sal 118:6; Isa 50:7-9; Isa 54:17; Jer 1:19; Jer 20:11; Jua 10:28-30; 1Jn 4:4.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Ahora Pablo hace una serie de cuatro preguntas retóricas con relación al propósito eterno de Dios.
¿Qué, pues, diremos a esto? En esencia, este versículo es la conclusión que Pablo hace para los primeros ocho capítulos de Romanos. ¿Cuál será nuestra respuesta acerca de lo que se ha dicho? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Esta no es una de las cuatro preguntas retóricas; más bien es la respuesta a la primera pregunta. La única respuesta de Pablo es que él tiene la total seguridad que el propósito eterno de Dios se cumplirá porque Dios es Dios.
¿quién contra nosotros? no significa que no tengamos adversarios. Los versículos Rom 8:35 y Rom 8:36 listan un gran número de adversarios. Con esto Pablo quiere decir que no hay adversario tan grande que frustre el propósito eterno de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Si Dios es por nosotros. La construcción en griego se traduce mejor «puesto que Dios es por nosotros».
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
P ablo termina su enseñanza acerca de la seguridad del creyente en Cristo con una intensificación de las preguntas y respuestas que sus lectores todavía podrían requerir. El resultado es una expresión casi poética de alabanza a la gracia de Dios por haber completado la obra de salvación para bien de todos los escogidos que creen. Es un himno sobre la seguridad de salvación.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
8:31– “a esto,” es decir, a este propósito y plan de Dios de redimir a la humanidad perdida. Si tiene todo esto a Dios por autor y consumador, ¿quién puede hacerlo fallar? Seguramente el plan de Dios se llevará a cabo.
La pregunta de Pablo en este versículo implica la suficiencia del evangelio. Dado que el hombre no es más poderoso que Dios, no puede derrotar tales planes de Dios para que fracasen.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL AMOR DEL QUE NADA NOS PUEDE SEPARAR
Romanos 8:31-39
Entonces, ¿qué podemos decir nosotros a todo esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra nuestra? Si Dios mismo no escatimó ni el dar a Su propio Hijo, sino Le entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo vamos a pensar que no nos dará generosamente con Él todas las cosas? ¿Quién se atreverá a acusar a los que Dios ha elegido, si es Dios Quien los absuelve? ¿Y quién nos va a condenar, si el Que intercede por nosotros es Jesús, el que murió y resucitó y está sentado ala diestra de Dios? ¿Quién o qué nos podrá apartar del amor de Cristo? ¿Pruebas, opresión, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? Porque escrito está: «Por causa de Ti nos están matando a todas horas, y nos consideran como ovejas para la matanza.» ¡Pero si en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó! Así es que yo estoy convencido de que no nos puede apartar del amor que Dios nos ha mostrado en nuestro Señor Jesucristo ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni la edad presente, ni la edad por venir, ni poderes, ni alturas, ni profundidades, de esta o de ninguna otra creación, nos podrá apartar del amor que Dios nos ha mostrado en nuestro Señor Jesucristo.
Este es uno de los pasajes más líricos del apóstol Pablo. En el versículo 32 hay una maravillosa alusión que impactaría a cualquier judío que conociera bien el Antiguo Testamento: » Por amor a nosotros Dios no escatimó ni el dar a su propio Hijo; no cabe duda de que esa es la garantía definitiva de que nos ama lo suficiente para suplir todas nuestras necesidades.» Las palabras que usa Pablo refiriéndose a Dios son las mismas que Dios usó acerca de Abraham, que Le demostró su lealtad a ultranza cuando estuvo dispuesto a sacrificarle a su propio hijo único Isaac cuando Dios se lo mandó. Dios le dijo: «No te has negado a darme a tu hijo, a tu único hijo» Ge 22:12 ). Pablo parece decir: » Considera el ejemplo más grande del mundo que ha dado un hombre de su lealtad a Dios; así es la lealtad de Dios contigo.» De la misma manera que Abraham fue tan leal a Dios que estuvo dispuesto a sacrificarle lo más precioso que tenía, Dios es tan leal a los hombres que estuvo dispuesto a sacrificar a su propio Hijo único por ellos. Sin duda podemos confiar en una lealtad así para todo.
Es difícil decidir cómo hemos de tomar los versículos 3335. Se pueden tomar de dos maneras, cada una de las cuales tiene un sentido excelente y contiene una preciosa verdad.
(i) Podemos tomarlos como dos afirmaciones seguidas de dos preguntas que les hacen referencia: (a) Es Dios el que declara a los hombres no culpables -esa es la afirmación-. Siendo así, ¿quién se atreverá a condenar a los hombres? Si es Dios Quien ha declarado a los hombres no culpables, entonces están a salvo de que nadie los condene. (b) Ponemos nuestra fe en Cristo, Que murió y resucitó y vive para siempre -esta es la afirmación-.Siendo así, ¿puede haber algo en este o en otro mundo que nos pueda separar de nuestro Señor Resucitado?
Si lo interpretamos así, se establecen dos grandes verdades: (a) Dios nos ha declarado no culpables; por tanto, nadie nos puede condenar. (b) Cristo ha resucitado; por tanto, no hay nada que nos pueda separar de Él.
(ii) Pero hay otra manera de interpretarlo. Dios nos ha declarado no culpables. Entonces, ¿quién nos puede condenar? Y la respuesta es que Jesucristo es el Juez de toda la humanidad, el único que tiene derecho a condenar -pero, lejos de condenar, está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros; así que estamos a salvo.
Puede que Pablo esté diciendo algo muy maravilloso en el versículo 34. Está diciendo cuatro cosas acerca de Jesús: (a) Que murió. (b) Que resucitó. (c) Que está a la diestra de Dios. (d) Que allí intercede por nosotros. Ahora bien: el primer credo de la Iglesia Cristiana, que sigue siendo la quintaesencia de todos los credos, dice: «Fue crucificado, muerto y sepultado; al tercer día resucitó de la muerte, y está sentado a la diestra de Dios; de allí vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.» Tres afirmaciones de la declaración de fe de Pablo coinciden con las del credo de la Iglesia Primitiva: que Jesús murió, que resucitó y que está sentado a la diestra de Dios. Pero la cuarta es diferente. En el credo es que Jesús vendrá como Juez de vivos y muertos. En Pablo, que Jesús está a la diestra de Dios defendiéndonos como nuestro Abogado. Es como si Pablo dijera: «Creéis que Jesús es el Juez que está ahí para condenaros; y bien pudiera, porque tiene derecho. Pero os equivocáis. No está ahí como Fiscal, sino como Abogado encargado de nuestra defensa.»
Yo creo que la segunda forma es la correcta. En un tremendo salto de pensamiento, Pablo contempla a Cristo, no como Juez, sino como Amador de las almas de los hombres.
Con fervor de poeta y en rapto de amante, Pablo prosigue cantando que nada .nos puede separar del amor de Dios que se nos ha manifestado nuestro Señor Resucitado.
(i) Ni la aflicción, ni las penalidades de la vida, ni el peligro nos pueden separar (versículo 35). Los desastres del mundo no separan de Cristo al que es Suyo, sino le acercan más a Él.
(ii) En los versículos 38 y 39 Pablo hace una lista de cosas terribles.
(a) Ni la vida ni la muerte nos pueden separar de Cristo. En la vida, vivimos con Cristo; en la muerte, morimos con Él; y como morimos con Él, también resucitamos con Él. La muerte, lejos de ser una separación, es solamente un paso hacia una más íntima unión; no es el final, sino «la puerta en el Cielo» que nos da acceso a la presencia de Jesucristo.
(b) Los poderes angélicos no nos pueden separar de Él. En aquel tiempo, los judíos habían desarrollado mucho la creencia en los ángeles. Todo tenía su ángel: había ángeles de los vientos, de las nubes, de la nieve, del granizo y de la escarcha, del trueno y del rayo, del frío y del calor, y de las estaciones. Los rabinos decían que no había nada en el mundo, ni siquiera una brizna de hierba, que no tuviera su ángel. Según los rabinos había tres rangos de ángeles: el primero incluía tronos, querubines y serafines; el segundo, poderes, señoríos y fuerzas, y el tercero, ángeles, arcángeles y principados. Pablo se refiere a estos ángeles en más de una ocasión (Ef 1:21 ; Ef 3:10 ; Ef 6:12 ; Col 2:10; Col 2:15 ; 1Co 15:24 ). Ahora bien: los rabinos -y recordemos que Pablo había sido uno de ellos-creían que los ángeles eran poco amigos de los humanos. Creían que se habían enfadado cuando Dios creó a los hombres; se habían puesto celosos, porque no querían compartir a Dios con otra especie. Los rabinos tenían la leyenda de que, cuando Dios se apareció en el monte Sinaí para darle la Ley a Moisés, estaba rodeado de sus ejércitos de ángeles, que no estaban de acuerdo con que se diera la Ley a Israel y asaltaron a Moisés cuando subía a la montaña y le hubieran impedido llegar arriba si Dios mismo no hubiera intervenido. Así es que Pablo, haciéndose eco de las ideas de su tiempo, dice que «ni siquiera los mezquinos y celosos ángeles nos pueden separar del amor de Dios, por mucho que lo intenten.»
(c) No hay época de la Historia que nos pueda separar de Cristo. Pablo habla de cosas presentes y cosas por venir. Sabemos que los judíos dividían el tiempo en esta era presente y la era por venir. Pablo está diciendo: «En este mundo presente no hay nada que nos pueda separar de Dios en Cristo; llegará el día cuando este mundo será sacudido y amanecerá la nueva era. Pero no importa; porque entonces tampoco, cuando se acabe este mundo y se haga realidad el nuevo, el lazo de unión con Cristo permanecerá.»
(d) Ninguna influencia maligna (poderes) nos separará de Cristo. Pablo menciona específicamente altura y profundidad. Son términos de astrología. El mundo antiguo estaba obsesionado con la idea de la tiranía de las estrellas. Creían que todas las personas nacemos bajo una cierta estrella que decide nuestro destino. Todavía hay algunos que creen en la influencia de las estrellas; pero en el mundo antiguo era una creencia más general y obsesiva. La altura (hypsóma) era cuando una estrella estaba en su cenit, y se suponía que su influencia era máxima; profundidad (hathos) era cuando estaba en su nadir, dispuesta a empezar a ascender y ejercer su influencia en alguna persona. Pablo dice a los que estaban -y a los que están- obsesionados con estas cosas: «Las estrellas no te pueden hacer ningún daño. En su subir y bajar son impotentes para separarte del amor de Dios.»
(e) Ni ningún otro mundo nos podrá separar de Dios. La palabra que usa Pablo para otro es héteros, que significa realmente diferente. Está diciendo: «Supongamos que, inexplicablemente, como por arte de magia, os encontrarais en otro mundo totalmente diferente de éste. Estaríais a salvo: seguiría envolviéndoos el amor de Dios.»
Aquí tenemos una visión que despeja toda soledad y todo temor. Pablo está diciendo: «Podéis pensar en cualquier cosa aterradora que pueda producir este mundo o cualquier otro mundo diferente: ninguna de ellas conseguirá separar al cristiano del amor de Dios que se encuentra en Jesucristo. Que es Señor de todo terror y de todo mundo.» En Él se hace realidad la seguridad que anunciaba proféticamente el Salmo 27:
El Señor es mi luz y mi salvación. ¿De quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida. ¿De quién he de atemorizarme?
EL PROBLEMA DE LOS JUDÍOS
En los capítulos 9 al 11 Pablo se enfrenta con uno de los problemas más desconcertantes que se le presentan a la Iglesia Cristiana: el problema de los judíos. Los judíos eran el pueblo escogido de Dios; habían ocupado un lugar exclusivo en el propósito de Dios; y sin embargo, cuando vino al mundo el Hijo de Dios, Le rechazaron y Le crucificaron. ¿Cómo se puede explicar esta trágica paradoja? Este es el problema que Pablo trata de resolver en estos capítulos, complicados y difíciles. Antes de empezar a estudiarlos en detalle, será conveniente que veamos en líneas generales la solución que Pablo nos presenta.
Hay algo que debemos tener presente antes de empezar a desentrañar el pensamiento de Pablo, y es que estos capítulos no se escribieron con ira, sino con profundo dolor de corazón. Pablo no podía olvidar que era judío, y estaba dispuesto a dar su vida para traer a sus hermanos de raza a Jesucristo.
Pablo no niega nunca que los judíos eran el pueblo escogido. Dios los había adoptado como propios; les había dado los pactos, el culto del Templo y la Ley; les había concedido la presencia de Su misma gloria, y les había dado los patriarcas.
Pero, sobre todo, Jesús era judío, de la tribu de Judá, como estaba profetizado. Pablo acepta como axioma en toda esta cuestión que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de la Salvación.
Lo primero que Pablo aclara en su argumento es que, si bien es cierto que los judíos, como nación, rechazaron y crucificaron a Jesús, también lo es que no todos los judíos Le rechazaron; algunos Le recibieron y creyeron en Él, porque todos los primeros seguidores de Jesús eran judíos. A continuación, Pablo repasa la historia, e insiste en que lo que hace que un hombre sea judío no es el ser descendiente de Abraham. Repetidas veces en la historia de Israel hubo un proceso de selección -Pablo lo llama elección- en el que algunos descendientes de Abraham fueron elegidos, y otros rechazados. En el caso del mismo Abraham, su hijo Isaac, que nació en cumplimiento de la promesa de Dios, fue elegido; pero Ismael, que nació sencillamente como el resultado de un proceso natural, no lo fue. En el caso de Isaac, su hijo Jacob fue elegido; pero el mellizo de éste, Esaú, no. Esta selección no era el resultado de los méritos personales, sino de la sabiduría y la soberanía de Dios.
Además, el verdadero pueblo escogido nunca era toda la nación, sino un resto fiel, unos pocos que eran leales a Dios cuando todos los demás Le negaban. Ese fue el caso en los días del profeta Elías, cuando permanecieron fieles al Señor siete mil, mientras la mayoría de la nación se había apartado para seguir a Baal. Era una parte esencial de la enseñanza de Isaías, que dijo: «Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, sólo un resto de ellos se salvará» (Isa 10:22 ; Rm 9:27 ). Lo que Pablo deja bien sentado es que nunca fue toda la nación el pueblo escogido. Siempre hubo selección por parte de Dios.
Sin embargo, el que Israel fuera rechazado no fue insensible ni caprichoso. Se le cerró la puerta a Israel para que pudiera abrírsele a los gentiles. Dios endureció el corazón de los judíos y cegó sus ojos con el propósito final de abrirles el camino de la fe a los gentiles.
¿Qué error fundamental cometieron los judíos? Pablo sostiene que, aunque estaba en el plan de Dios el que los judíos fueran rechazados, sin embargo no tenía por qué haber sucedido. No se podía desembarazar de la paradoja eterna -ni lo pretendía- de que, al mismo tiempo, todo es cosa de Dios y el hombre es libre. El error fundamental de los judíos fue que intentaron llegar a la perfecta relación con Dios por su propio esfuerzo. Trataron de ganarse la Salvación; mientras que los gentiles se limitaron a aceptar con perfecta confianza lo que Dios les ofrecía. Los judíos deberían haber sabido que la única manera de llegar a Dios era mediante la fe, y que los logros humanos no llevan a ninguna parte. Así lo expresó Isaías: «Nadie que ponga en Él su confianza quedará defraudado» (Isa 28:16 ; Rm 10:11 ). Y Joel: «Todos los que invoquen el Nombre del Señor se salvarán» (Jl 2:32 ; Rm 10:13 ). Es verdad que nadie puede tener fe hasta oír el ofrecimiento de Dios; pero a los judíos se les hizo el ofrecimiento. Ellos se aferraron al mérito humano de la obediencia a la Ley; se lo jugaron todo a sus obras; pero deberían haber sabido que el camino que conduce a Dios es el de la fe, porque ya se lo habían dicho los profetas.
Una vez más es necesario subrayar que todo esto era el plan de Dios, y que Su propósito era que los gentiles pudieran entrar. Por tanto, Pablo se vuelve ahora a los gentiles. Les dice que no caigan en el orgullo. Están en la posición del acebuche del que se han injertado algunas ramas en el olivo cultivado. No merecieron la Salvación más que los judíos; de hecho, dependen de los judíos, porque no son más que ramas injertas: la raíz y el tronco son el pueblo de Israel. El que fueran elegidos y los judíos rechazados no debe producir orgullo en el corazón de los gentiles, porque si no ellos también serán rechazados.
¿Acaban aquí y así las cosas? ¡De ninguna manera! El propósito de Dios es que los judíos sientan envidia de la relación que los creyentes gentiles tienen con Él, y eso los mueva a solicitar su admisión. Moisés dijo: «Os hago tener celos de los que no son la nación; os provocaré a envidia con los que no Me conocían» (Dt 32:21 ; Rm 10:19 ). Al final, los gentiles serán el instrumento para la Salvación de los judíos: «Y así se salvará todo Israel» (Rm 11:26 ).
Vamos a resumir los pasos por los que Pablo llega a este final de su argumento:
(i) Israel es el pueblo escogido.
(ii) Pertenecer a Israel quiere decir más que ser descendiente natural. Siempre ha habido elección dentro de la nación, y los verdaderamente elegidos eran el resto fiel.
(iii) La selección que Dios hace no es injusta.
(iv) Dios endureció el corazón de los judíos, pero sólo para abrirles la puerta a los gentiles.
(v) El error de Israel era depender de los méritos humanos sobre la base de la Ley; el único acceso a Dios es el del corazón totalmente confiado.
(vi) Los gentiles no tienen por qué estar orgullosos; porque no son más que ramas del olivo borde injertas en el olivo cultivado. Y eso es algo que no debemos olvidar jamás.
(vii) La cosa no termina ahí; los judíos se sentirán tan avergonzados y envidiosos del privilegio que han recibido los gentiles que, al final, éstos los harán entrar.
(viii) Así que, al final, tanto los judíos como los gentiles se salvarán.
La gloria se encuentra al final del argumento de Pablo. Empezó diciendo que algunos eran aceptados y otros rechazados. Pero acaba diciendo que la voluntad de Dios es que todos se salven (Cp. 1 Timoteo 2:4 ).
EL TRÁGICO FRACASO
Romanos 9:1-6
Os digo la verdad, como corresponde a los que estamos unidos a Cristo. No estoy mintiendo si os digo en conciencia y de acuerdo con el Espíritu Santo que soporto una ardiente pesadumbre y una angustia permanente en mi corazón. Porque estaría dispuesto a que me cayera una maldición que me desterrara totalmente de la presencia de Cristo si de esa manera se salvaran mis hermanos, los que son mis parientes por naturaleza. Porque son israelitas; Dios los hizo miembros de Su propia familia, y les confió la gloria, los pactos, la Ley, el culto del Templo, las promesas… Suyos son también los patriarcas; y de ellos, en cuanto a Su naturaleza humana, vino el Ungido de Dios. ¡Bendito sea siempre el Dios que está sobre todo! Amén.
Pablo empieza intentando explicar el que los judíos rechazaran a Jesús como Mesías; y empieza, no con rabia, sino con angustia; no en una tempestad de airada condenación, sino con el dolorido sentir de un corazón quebrantado. Pablo compartía el sentimiento del Dios al Que amaba y servía: odiaba el pecado, pero amaba al pecador. Nadie ni siquiera empezará jamás a intentar salvar a nadie a menos que empiece por amarle. Pablo veía a los judíos, no como culpables a los que había que azotar con ira, sino como personas a las que había que anhelar con amor.
De buena gana habría dado Pablo su vida si así hubiera podido ganar a los judíos para Cristo. Tal vez sus pensamientos le transportaban a uno de los grandes episodios de la historia de su pueblo. Cuando Moisés subió a la montaña para recibir la Ley de la mano de Dios, el pueblo que había dejado abajo pecó haciéndose un becerro de oro y adorándolo. Dios estaba airado con ellos; y entonces Moisés hizo la gran oración: «Así que, si quieres, perdónales su pecado; y si no, Te lo suplico, bórrame del libro que has escrito» (Ex 32:32 ).
Pablo dice que, por amor a sus hermanos, estaría dispuesto a que cayera sobre él la maldición de Dios si así se pudiera remediar algo. La palabra que usa es anáthema, que es una palabra terrible. Cuando algo era anatema, estaba bajo maldición; estaba consagrado para una destrucción total. Cuando se tomaba una ciudad pagana, todo lo que había en ella se destruía totalmente porque estaba contaminado (Dt 3:6 ; Dt 2:34 : Jos 6:17 ; Jos 7:1-26 ). Si alguien trataba de seducir a Israel para apartarle del culto al único Dios verdadero, se le condenaba irremisiblemente a una destrucción total (Dt 13:8-11 ). La cosa más amada que Pablo tenía en su vida era la seguridad de que nada le podía separar del amor de Dios en Jesucristo; pero, si así podían salvarse sus hermanos, estaba dispuesto a perderla.
Aquí tenemos una vez más la gran verdad de que el que quiera salvar al pecador tiene que empezar por amarle. Cuando un hijo o una hija ha hecho algo por lo que merece castigo, muchos padres y madres cargarían con gusto con el castigo si pudieran. Como Myers hace decir a Pablo en su famoso poema inglés:
«Como un escalofrío de anhelo insoportable, que me recorre todo cual toque de trompeta, ¡Oh, para que se salven entregar vida y alma, ofreciéndolo todo en sacrificio a Dios!»
Eso fue lo que sintió e hizo Cristo. Pablo también tenía el mismo sentimiento. Si hemos de ser instrumentos para la Salvación de otros, eso es lo que debemos sentir.
Pablo no negó ni por un momento que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de Dios. Y enumera sus privilegios:
(i) En un sentido especial eran hijos de Dios, especialmente elegidos y adoptados en la familia de Dios. «Vosotros sois los hijos del Señor vuestro Dios» (Dt 14:1 ). «¿Es que no es Él vuestro Padre, el que os crió?» (Dt 32:6 ). «Israel es mi primogénito» (Ex 4:22 ). «Cuando Israel era un chico, le amé; y de Egipto llamé a Mi hijo» (Os 11:1 ). La Biblia está llena de esta idea de la especial relación filial de Israel con Dios, que el pueblo rehusó aceptar hasta las últimas consecuencias.
Boreham dice en algún lugar que, cuando era pequeño, estaba una vez de visita en casa de un amigo. Había una habitación en la que tenía prohibido entrar. Se encontraba una vez en la habitación de enfrente cuando se abrió la puerta y vio dentro a un chico de su misma edad, pero en un estado sobrecogedor de idiotez animal. Vio que la madre se acercaba al chico. Había visto al joven Boreham, sano e inteligente, y miraba a su hijo, no pudiendo por menos de hacer una comparación que le partía el corazón. La vio arrodillarse al lado de la cama del idiota, y la oyó decir gimiendo de angustia: «Te he alimentado, y vestido, y querido… ¡y tú ni siquiera me reconoces!» Eso era lo que Dios hubiera podido decir de Israel; solamente que en este caso aún era más terrible, porque el rechazo de Israel era deliberado y consciente. Es terrible llegar a partirle el corazón a Dios.
(ii) Israel tenía la gloria. La shejina o kabod aparece una y otra vez en la historia de Israel. Era el divino esplendor de luz que descendía cuando Dios visitaba a su pueblo (Ex 16:10 ; Ex 24:16 s; 29:43; 33:18-22). Israel había visto la gloria de Dios, y sin embargo Le había rechazado. A nosotros se nos ha concedido contemplar la gloria del amor y la Gracia de Dios en el rostro de Jesucristo, y sería terrible que escogiéramos el camino del mundo.
(iii) Israel tenía los pactos. Un pacto es la relación en que entran dos personas, un acuerdo de interés mutuo, un compromiso de amistad recíproca. Una y otra vez Dios se había acercado al pueblo de Israel y había entrado en una relación especial con él. Lo hizo con Abraham, Isaac y Jacob, y en el monte Sinaí cuando dio la Ley.
Ireneo distingue cuatro grandes ocasiones en las que Dios llegó a un acuerdo con los hombres. La primera fue el pacto con Noé después del diluvio, y la señal fue el arco iris en los cielos, que representaba la seguridad que Dios daba de que no habría otro diluvio. El segundo fue el pacto que Dios hizo con Abraham, y su señal fue la circuncisión. El tercero fue el pacto que estableció con la nación de Israel en el monte Sinaí, y su base fue la Ley. Y el cuarto es el Nuevo Testamento en Jesucristo, cuya señal y garantía es el Espíritu Santo.
Es maravilloso pensar que Dios se acerca a los hombres y entra en una relación concertada con ellos. La verdad es que Dios no ha abandonado nunca a los hombres. No hizo ademán de acercarse para luego abandonarlos, sino que se ha acercado una y otra vez; y aún lo sigue haciendo con cada alma humana individual. Está a la puerta, y llama; y es la tremenda responsabilidad de la voluntad humana que puede negarse a abrir.
(iv) Israel tenía la Ley. No podía pretender ignorar la voluntad de Dios, porque Dios le había dicho cómo quena que viviera. Si Israel pecaba, lo hacía a sabiendas y no por ignorancia; y el pecado consciente es el pecado contra la luz, que es el peor de todos.
(v) Israel tenía el culto del Templo. El culto es, en esencia, el acercamiento del alma a Dios; y Dios había dado a los judíos en el culto del Templo una manera para que se acercaran a Él. Si estaba cerrada la puerta de acceso a Dios eran ellos los que la habían cerrado.
(vi) Israel tenía las promesas. No podía decir que no conocía su destino. Dios les había dado a conocer la tarea y el privilegio que les tenía reservado en Su propósito. Sabían que estaban destinados para grandes cosas en la economía de Dios.
(vii) Israel tenía a los patriarcas. Tenía una tradición y una historia; y no hay mayor miseria que la del que se atreve a ser infiel a su tradición y avergonzarse de la herencia que ha recibido.
(viii) Y aquí viene la culminación: de Israel vino el Mesías, el Ungido de Dios. Todo lo demás había sido la preparación; y sin embargo, cuando vino, Le rechazaron. El mayor pesar que puede sentir una persona es haberle dado a un hijo todas las oportunidades de éxito, el haberlo dedicado y sacrificado todo para darle las mejores oportunidades, y descubrir que el hijo, por desobediencia o rebeldía o dejadez, ha dejado de aprovecharlas. Ahí está la tragedia; porque se hacen baldíos los esfuerzos del amor, y no se hacen realidad sus sueños. La tragedia de Israel consistió en que Dios le había preparado para el día de la venida de Su Hijo, y toda aquella preparación resultó frustrada. No es que fuera quebrantada la Ley de Dios, sino que Su amor fue desdeñado. No es la ira de Dios la que se oculta tras las palabras de Pablo, sino el corazón quebrantado de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Celebración de la seguridad del creyente
Podemos ver esta hermosa celebración de nuestra seguridad en Cristo, que es casi un himno, como una respuesta a lo que Pablo acaba de decir (28-30, o 18-30, o aun 1-30), pero es mejor considerarla como una reflexión final del conjunto de los caps. 5-8. Se da en dos partes. En la primera de ellas (31-34) Pablo nos recuerda que Dios es por nosotros: al darnos su Hijo al mismo tiempo nos ha asegurado todo lo que necesitamos para pasar por esta vida y alcanzar la salvación final. Nadie, entonces, podrá presentar ninguna acusación contra nosotros con éxito o hacer que seamos condenados en el juicio. Porque Dios es quien nos ha elegido y justificado, y su propio Hijo es quien responde a cualquier acusación que se haga en contra de nosotros. La segunda parte del himno (35-39) celebra el amor de Dios en Cristo por nosotros. Es tan imposible que algo nos separe de ese amor como que alguien pueda presentar una acusación contra nosotros. Ningún peligro o desastre terrenal puede hacerlo (35b, 36). Aunque podemos esperar estos sufrimientos, como Pablo nos recuerda con su cita del Sal. 44:22: En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Tampoco hay algún poder espiritual (los ángeles, principados y poderes, mencionados en el v. 38) que pueda separarnos del amor de Dios. Por cierto, no hay nada en toda la creación que pueda separarnos del nuevo régimen en el que el amor de Dios en Cristo reina sobre nosotros.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “está; puede estar”.
REFERENCIAS CRUZADAS
w 535 Sal 118:6; 1Jn 4:4
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
R630 La idea de en nombre de, por el beneficio de uno (por ὐπέρ) surge con fuerza especial en casos en que κατά se contrasta con ὑπέρ.
M53 Πρός se usa con un sentido transferido y significa: en vista de.
BD496(2) La pregunta retórica se usa en el versículo 31 para expresar una exaltación regocijada; a la cual se anexan pares de preguntas con sus pretendidas respuestas.