Comentario de 1 Corintios 14:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo, que profeticéis.

Los capítulos 12, 13, y 14 constituyen un solo contexto: los dones espirituales. En este capítulo 14 Pablo corrige ciertos abusos en el empleo de los dones, y regula sus usos. Después de mostrar que el don de profecía es superior al de lenguas (ver. 1-25), Pablo regula los usos de los dones en el culto público (ver. 26-40).

De las correcciones y reglamentos que Pablo presenta en este capítulo, deducimos que en parte el problema en la iglesia en Corinto consistía en que se hablaban lenguas, no importando que no hubiera interpretación, en que varios hablaban al mismo tiempo, causando confusión, y en que ciertas mujeres participaban en el culto público.

Aunque no existen los dones milagrosos hoy en día, los principios promovidos por el apóstol Pablo en este capítulo nos gobiernan en el culto público hasta la fecha. Por ejemplo, véase 14:40.

14:1 — Los ver. 1-5 muestran por qué era mayor el don de profecía que el don de lenguas (sin interpretación).

— Seguid el amor — Véase 12:31, comentarios.

La referencia aquí en particular es al amor para con los hermanos (en la asamblea). El tiempo presente del verbo indica que los hermanos habían de estar procurando alcanzar, o de estar persiguiendo, (como quien ha ido de cacería), al amor, y esto habitualmente. Debía ser así, algo continuo, porque es el camino más excelente (12:31).

— y procurad los dones espirituales — Sobre “procurad”, véanse 12:31 y 13:4, comentarios.

Sobre la frase “dones espirituales”, véase 12:1, comentarios. Esos dones eran tan indispensables en la infancia de la iglesia como lo es la Biblia hoy en día. Pablo no menospreciaba “los espirituales” en nada. Los corintios habían de hacer las dos cosas: perseguir el amor, y anhelar los dones espirituales. Por eso entiendo que mejores son las versiones que dicen, “y”, que las que dicen, “pero”.

Los dones habían de ser usados para el beneficio de todos (véase 12:7, comentarios)

Todos podían (y pueden) amar, pero tendrían los dones solamente las personas a quienes Dios los diera. El amor debía ser (y debe ser) perseguido; los dones nada más se anhelaban.

Aunque el camino de amor es el camino más excelente, al mismo tiempo los corintios no habían de dejar de anhelar los dones (para su uso correcto).

— pero sobre todo que profeticéis — La preferencia de los corintios, al anhelar o aspirar dones, había de ser el don de profecía. Pablo de inmediato procederá a darles la razón.

La profecía se presentaba en la lengua del pueblo (en este caso, en el griego), y por eso todo el mundo podía comprenderla. (Era la lengua universal de aquel tiempo). Por eso era don principal (ver. 5), el segundo en el orden de importancia (12:28) y el primero para los corintios. Sobre este don importante, véase 12:10,28, comentarios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Seguid el amor. 1Co 13:1-8, 1Co 13:13; Pro 15:9; Pro 21:21; Isa 51:1; Rom 9:30; Rom 14:19; 1Ti 5:10; 1Ti 6:11; 2Ti 2:22; Heb 12:14; 1Pe 3:11-13; 2Pe 1:7; 3Jn 1:11.

procurad los dones espirituales. 1Co 12:1, 1Co 12:31; Efe 1:3.

sobre todo que profeticéis. 1Co 14:3-5, 1Co 14:24, 1Co 14:25, 1Co 14:37, 1Co 14:39; 1Co 13:2, 1Co 13:9; Núm 11:25-29; Rom 12:6; 1Ts 5:20; 1Ti 4:14.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La profecía es elogiada, 1Co 14:1,

y preferida antes que hablar en lenguas, 1Co 14:2-5,

comparando instrumentos musicales, 1Co 14:6-11.

Ambas cosas deben apuntar a la edificación, 1Co 14:12-21,

como su verdadero y correcto fin, 1Co 14:22-25.

El verdadero uso de cada don es enseñado, 1Co 14:26,

A las mujeres les es prohibido hablar en la iglesia, 1Co 14:34-40.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Como el 1Co 12:31, este versículo es un eje que conecta el versículo precedente con el siguiente.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Seguid el amor: La palabra griega que se traduce seguir (dioko) tiene los siguientes significados: «apresurarse», «correr», «correr detrás», «aspirar a». Podemos tomar o dejar muchas cosas en la vida, pero no el amor. Debemos seguir al amor como un tesoro imposible de calcular. El fruto del Espíritu prepara a los creyentes para el ejercicio de los dones de la gracia del Espíritu.

procurad los dones espirituales (neumatikoncf. 1Co 12:1). La mayoría de los intérpretes piensan que esto quiere decir que los creyentes deben buscar ciertos dones; el de profecía, especialmente; para servir al Cuerpo de Cristo. Dos asuntos pueden hablar contra tal punto de vista. Primero, la palabra griega que se traduce procurad (zeloo) es la misma en el 1Co 12:31 y puede indicar un deseo negativo, no positivo. Entonces 1Co 14:1 diría, «sigue el amor, pero desea lo espiritual, cuando usted debería más bien profetizar». Segundo, la palabra dones no está en el texto griego y, como en el 1Co 12:1, hay que omitirla. El contexto parece indicar que lo espiritual (neumatika) es un adjetivo para describir algún tipo de expresión específica, tal vez lenguas en éxtasis. Por consiguiente, en contraste a lo «espiritual» (¿lengua extática?) que ellos desean incorrectamente, deberían desear profetizar. ¿Por qué? Porque el propósito principal de los dones es edificar, pero al que habla lengua sólo Dios le entiende. De ese modo nadie le entiende.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

PROCURAD LOS DONES ESPIRITUALES. Los creyentes que tienen amor verdadero por los demás en el cuerpo de Cristo deben desear los dones espirituales a fin de poder ayudar, consolar, animar y fortalecer a los que tienen necesidad (cf. 1Co 12:17). No pueden esperar pasivamente a que Dios les dé los dones del Espíritu Santo (1Co 12:7-10). Más bien, deben desear, buscar y pedir con anhelo esos dones, sobre todo los que sirven para animar, consolar y fortalecer (vv. 1Co 14:3; 1Co 14:13; 1Co 14:19; 1Co 14:26).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Superioridad del carisma de profecía sobre el de lenguas, 14:1-25.
1 Esforzaos por alcanzar la caridad, aspirad a los dones espirituales, sobre todo al de profecía; 2 porque el que habla en lengua habla a Dios, no a los hombres, pues nadie le entiende, diciendo su espíritu cosas misteriosas; 3 mas el que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación. 4 El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; el que profetiza edifica a la Iglesia. 5 Yo veo muy bien que todos vosotros habléis en lenguas, pero mejor que profeticéis; pues mejor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a menos que también interprete para que la Iglesia reciba edificación. 6 Ahora bien, hermanos, si yo fuere a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharía, si no os hablase con revelación o con ciencia o con profecía o con doctrina? 7 Las cosas inanimadas, por ejemplo, la flauta o la cítara, que producen también sonidos, si no los producen con distinción, ¿cómo se conocerá lo que con la flauta o la cítara se toca? 8 Como también, si la corneta diera un toque indefinido, ¿quién se prepararía para la lucha? 9 Así también vosotros, si con el don de lenguas no proferís un discurso inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís? Seríais como quien habla al aire. 10 Tantas hablas como hay en el mundo y no hay quien no tenga la suya. 11 Pero si no conozco la significación de las voces, seré para quien me habla un bárbaro, y el que me habla será para mí un bárbaro. 12 Ya, pues, que sois amantes de los carismas, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia. 13 Por eso, el que habla en lenguas, ore para poder interpretar. 14 Porque si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. 15 ¿Qué hacer, pues? Oraré con el espíritu y oraré también con la mente; salmodiaré con el espíritu, pero salmodiaré también con la mente. 16 Pues si tú das gracias a Dios en espíritu, ¿cómo podrá decir amén a tu acción de gracias el simple asistente? Porque no sabe lo que dices. l? Tú muy bien darás gracias, pero el otro no se edifica. 18 Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros; 19 pero en la iglesia prefiero hablar diez palabras con sentido para instruir a otros, a decir diez mil palabras en lenguas. 20 Hermanos, no seáis niños en el juicio, sed párvulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio. 21 Está escrito en la Ley: “En lenguas extrañas y con labios de extranjeros hablaré a este pueblo, y ni así me entenderán, dice el Señor.” 22 De suerte que las lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos, mientras que la profecía no es para los infieles, sino para los creyentes. 23 Supongamos, pues, que la iglesia toda se halla reunida en un lugar y que todos hablan en lenguas: si entraren no iniciados o infieles, ¿no dirían que estáis locos? 24 Pero si profetizando todos entrare algún infiel o no iniciado, se sentirá argüido de todos, juzgado por todos, 25 los secretos de su corazón quedarán de manifiesto, y cayendo de hinojos, adorará a Dios, confesando que realmente está Dios en medio de vosotros.

Terminada la digresión sobre la caridad, vuelve San Pablo al tema de los carismas. Y aunque, al principio, se expresa de modo general: “aspirad a los dones espirituales” (v.1), de hecho, luego no habla sino de dos de ellos, la profecía y el don de lenguas o glosolalia, como hoy suele denominarse. Es precisamente este pasaje el que más datos positivos ofrece para conocer la naturaleza de estos dos carismas, que ya habían sido mencionados en las listas anteriores (cf. 12:8-10.28-30). Como se deduce de todo el conjunto, la diferencia esencial consiste en que la profecía es útil en el plano comunitario (v.3~4.24-25), mientras que la glosolalia es útil, sí, al glosólalo (v.4. 14.17), pero no a los demás (v.2.6.9.16), a no ser que vaya acompañada del carisma de interpretación, sea por el mismo glosólalo (v.5. 13), sea por otro cualquiera de los presentes (v.27-28).
Comienza el Apóstol comparando entre sí los dos carismas y recomendando la preferencia por el de profecía, que sirve para edificación de la Iglesia, mientras que el de glosolalia sólo edifica al glosólalo si no hay quien interprete (v.1-5). Se ve claro que el don de glosolalia, como ya explicamos al comentar Hec 2:4, más que destinado a la instrucción de los fieles, estaba destinado a la oración o trato con Dios, y ni el mismo glosólalo, que permanecía en una especie de éxtasis o exaltación psíquica, entendía el significado preciso y concreto de sus palabras. Eso deja entender la expresión “diciendo su espíritu cosas misteriosas” (v.2), como quedará claro con lo que el Apóstol dice luego más adelante (v. 13-17). De poco valdría – añade – que yo fuera a vosotros hablando en lenguas, si no os hablase “con revelación o con ciencia o con profecía o con doctrina” (v.6), es decir, de una manera inteligible. No está claro si el Apóstol alude aquí a cuatro carismas diferentes, o más bien a dos tan sólo, los de “profeta” y “doctor” (profecía y doctrina), que tienen como objeto propio comunicar la revelación (el profeta) y la ciencia (el doctor). Más probable parece esto último.
A fin de hacer ver mejor la inutilidad del don de lenguas en orden al bien de la comunidad, propone el Apóstol dos comparaciones: una sacada de la música y otra del uso ordinario de las lenguas. Un instrumento musical, dice, que emitiese sonidos confusos, sin atender a observar el tono y los debidos intervalos, ¿a qué valdría?; igual sucede con el glosólalo (v.7-9). Y entre tanta abundancia de lenguas como hay en el mundo, si me encuentro con otros cuya lengua desconozco, y ellos la mía 186, ¿qué provecho vamos a sacar? Pues ya que tanto gustáis de los carismas, buscad aquellos que sean de utilidad a la Iglesia (v. 10-12).
De todo esto saca el Apóstol la siguiente conclusión: quien tenga don de lenguas ore para que se le conceda también el de interpretar, pues únicamente así podrá comunicar a los demás las inspiraciones recibidas del Espíritu Santo y ser útil a la comunidad” ^.13-19). Es muy discutida la interpretación de las palabras “espíritu” (πνεύμα ) y “mente” (voüg), que en estos versículos se repiten varias veces. Prefieren algunos entender por “espíritu” la parte afectiva del ser, y por “mente” la parte intelectiva. Otros, y a esta sentencia nos inclinamos, creen que lo mismo “espíritu” que “mente” se refieren a la parte intelectiva o superior del alma, pero el término “espíritu” alude a lo más íntimo y elevado de esa facultad intelectiva, en cuya intimidad siente el glosólalo su especial contacto con Dios, mientras que el término “mente” designa más bien la facultad lógica y discursiva, que saca de una instrucción dada conceptos precisos y determinados (cf. Rom 7:23; Rom 8:2-8). La alusión a la respuesta “amén” que deben dar los fieles (v.16), prueba que ya entonces, a imitación de los israelitas (cf. Deu 27:15; 1Cr 16:36; Sal 106:48), había tal uso en la Iglesia.
Como recomendación general, el Apóstol dice a los corintios, demasiado entusiasmados por la glosolalia, que no sean niños que se dejan guiar únicamente por las apariencias externas; que sean niños en la sencillez, pero hombres maduros en el juicio (v.20). Y valiéndose de un texto de Isaías (v.21; cf. Isa 28:11-12), les vuelve a insistir en que la glosolalia debe ser pospuesta a la profecía, pues, en los planes de Dios, más que a los creyentes, se dirige a los incrédulos, al contrario que la profecía (v.22). El texto de Isaías alude en sentido literal a aquellos judíos contemporáneos del profeta que se niegan a escucharle, a los cuales Dios amenaza con la invasión de los asirios, pueblo cuya lengua desconocen, y que serán instrumento en sus manos para hacerles comprender lo que Isaías, cuya lengua conocían, no les pudo enseñar. Es el caso del glosólalo, lenguaje también incomprensible, como entonces el de los asirios, y que más bien es señal para los incrédulos, a fin de llamarles la atención e inducirles a que busquen el buen camino. Y San Pablo da todavía un paso más, afirmando que, incluso respecto de los infieles, el don de profecía es más útil que el de glosolalia; pues si entrasen infieles en nuestras asambleas y vieran a muchos hablando en lenguas, más bien los tendrán por locos, mientras que si se trata de profetas y ven que penetran en los secretos de su corazón, no podrán menos de confesar que Dios está realmente entre los cristianos (v.23-25).

Normas prácticas para el aso de los carismas,Isa 14:26-40.
26 ¿Qué, pues, decir, hermanos? Que cuando os juntéis, tenga cada uno su salmo, tenga su instrucción, tenga su revelación, tenga su discurso en lenguas, tenga su interpretación, pero que todo sea para edificación. 27 Si algunos han de hablar en lenguas, sean dos o a lo más tres, por turno, y uno interprete. 28 Si no hubiere intérprete, cállese y hable para sí mismo y para Dios. 29 Cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y los otros juzguen. 3° Y si hablando uno, otro que está sentado tuviere una revelación, cállese el primero, 31 porque uno a uno podéis profetizar todos, a fin de que todos aprendan y todos sean exhortados. 32 El espíritu de los profetas está sometido a los profetas, 33 porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, 34 las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la Ley. 35 Si quieren aprender algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque no es decoroso para la mujer hablar en la iglesia. 36 ¿Acaso creéis que la palabra del Señor ha tenido origen en vosotros o que sólo a vosotros ha sido comunicada? 37 Si alguno cree ser profeta o estar dotado de algún carisma, reconocerá que esto que os escribo es precepto del Señor. 38 Si alguno lo desconoce, será él desconocido. 39 Así que, hermanos míos, aspirad al don de profecía y no estorbéis hablar en lenguas; 40 pero hágase todo con decoro y orden.

Después de todo cuanto el Apóstol ha venido diciendo sobre los carismas, establece aquí algunas normas prácticas que deben observarse en las reuniones litúrgicas, a fin de que todo proceda con orden y decoro. En visión de conjunto, podemos reducirlas a cuatro: que no hablen muchos en cada reunión, que no hablen varios a la vez, que los glosólalos no hable ninguno si no hay quien interprete, que las mujeres se callen.
Comienza proponiéndoles la norma general de que en el uso de los carismas han de proceder de modo “que todo sea para edificación” (v.26). En la lista sumaria de carismas que ofrece: “salmo-instrucción (= doctor) -revelación (= profeta) -discurso en lenguas-interpretación,” sólo encontramos nuevo el “salmo,” no mencionado en las anteriores listas del c.12. Parece que se trataba de un carisma, en virtud del cual, el fiel así favorecido prorrumpía en cánticos improvisados destinados a alabar a Dios (cf. v.15; Efe 5:18-19; Col 3:16), como habían hecho Zacarías y la Virgen Santísima (cf. 16 1:46.67).
Respecto de los favorecidos con el don de lenguas, que lo empleen sólo en privado, si es que no hay intérprete; y en caso de que haya intérprete, que hablen sólo dos o tres y por turno (v.ay-aS). En cuanto a los profetas, que tampoco hablen más de dos o tres, y que no se interrumpan (v.29 -33). No está claro quiénes sean esos “otros,” que deben juzgar de lo que hablen los profetas (v.29). No parece necesario que hayan de ser también ellos “profetas”; de suyo habría que pensar en los favorecidos con el carisma de “discreción de espíritus,” cuya finalidad es precisamente la de distinguir si las inspiraciones proceden o no del Espíritu (cf. 12:10), pero es posible que San Pablo aluda a toda la asamblea cristiana en general, que debe juzgar según la analogía de la fe (cf. 12:3; Gal 1:8; Tes 5, 21). La recomendación a los profetas a que tengan calma, pues uno a uno podrán profetizar todos (v.31), no debe entenderse de la misma asamblea, sino de reuniones sucesivas, ya que antes ha dicho que no hablen sino dos o tres. Y que no le arguyan de que no pueden resistir al Espíritu y cumplir esa norma, pues la libertad del profeta siempre está a salvo (v.32; cf. Jon 1:3), y Dios, que les inspira, es Dios de paz, que no puede querer ese desorden que resultaría de profetizar todos juntos (v.33).
Por lo que toca a las mujeres, que no hablen en las asambleas; y, sobre lo que les interese saber, que pregunten a los maridos en casa (v.34~35; cf. 1Ti 2:12). San Pablo recalca mucho esta sujeción de la mujer al hombre (cf. 11:7-9; Efe 5:22-24; Col 3:18), cosa muy inculcada en el Antiguo Testamento ya desde las primeras páginas del Génesis (cf. Gen 3:16). Ni se opone lo que aquí dice con lo que había dicho antes en 11:5, donde habla de mujeres que “oran y profetizan”; pues lo que aquí prohibe no es el que “profeticen,” si es que están adornadas de ese carisma (cf. Hec 2:17; Hec 21:9), sino el que tomen parte, como los hombres, en la liturgia e instrucciones a la asamblea.
Como previendo posibles objetantes contra estas normas, San Pablo vuelve a repetir, igual que había hecho cuando la cuestión del velo en la cabeza (cf. 11:16), que tal es la costumbre de las otras iglesias v.33), y los corintios no tienen por qué introducir novedades (v.36). Los que de verdad sean “profetas” o estén dotados de otro cualquier carisma reconocerán que ésa es la voluntad de Dios, en cuyo nombre y con cuya autoridad habla él (v.37; 11Te 4:8); los que eso no reconozcan, tampoco el Señor los reconocerá a ellos por suyos (v.38; cf. 8:3).
En resumen, que aspiren al don de profecía, de tanta utilidad para la Iglesia; y en cuanto al de glosolalia, que no lo estorben, con tal de que los glosólalos se mantengan dentro de los límites indicados (v.39). Y que todo se haga “con decoro y orden” (v”40),

Fuente: Biblia Comentada

Seguid el amor. Un mandato para todo creyente. Debido a que la falta de amor era un problema espiritual que se había arraigado en la iglesia de los corintios, el amor piadoso que acaba de describirse debía ser procurado por ellos con determinación y diligencia especiales. procurad los dones espirituales. El amor no debe impedir el uso de estas capacidades espirituales. Como Pablo ha hablado acerca de no apetecer los dones más visibles (1Co 12:31) y no elevar unos dones por encima de otros (1Co 12:14-25), algunos podrían pensar que es mejor hacerlos todos a un lado para mantener la unidad. Lo cierto es que los dones espirituales son concedidos por Dios en su soberanía y asignados a cada creyente porque son necesarios para la edificación de la Iglesia (1Co 12:1-10). En este contexto «procurar» es una referencia a su uso colectivo y fiel en el servicio del Señor, no a un anhelo egoísta de poseer un don admirado que uno no ha recibido. Como congregación, los corintios deberían anhelar la expresión y el ejercicio pleno de todos los dones. El mandato se expresa en plural para recalcar que se trata del deseo corporativo y mancomunado de la Iglesia. sobre todo que profeticéis. Este don espiritual era deseable en la vida de la iglesia porque servía de una manera que las lenguas no podían, para la edificación de toda la Iglesia (v. 1Co 14:5).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección se enfoca en los dones espirituales en la iglesia y trata un tema vital aunque controvertido. La situación de falsedad religiosa en Corinto incluyó manifestaciones espirituales espurias que debían ser confrontadas. La iglesia fue informada por Pablo sobre este tema y su conducta habría de ser regulada por la verdad y el Espíritu.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Los capítulos 12, 13, y 14 constituyen un solo contexto: los dones espirituales. En este capítulo 14 Pablo corrige ciertos abusos en el empleo de los dones, y regula sus usos. Después de mostrar que el don de profecía es superior al de lenguas (ver. 1-25), Pablo regula los usos de los dones en el culto público (ver. 26-40).
De las correcciones y reglamentos que Pablo presenta en este capítulo, deducimos que en parte el problema en la iglesia en Corinto consistía en que se hablaban lenguas, no importando que no hubiera interpretación, en que varios hablaban al mismo tiempo, causando confusión, y en que ciertas mujeres participaban en el culto público.
Aunque no existen los dones milagrosos hoy en día, los principios promovidos por el apóstol Pablo en este capítulo nos gobiernan en el culto público hasta la fecha. Por ejemplo, véase 14:40.

14:1 – Los ver. 1-5 muestran por qué era mayor el don de profecía que el don de lenguas (sin interpretación).
— Seguid el amor – Véase 12:31, comentarios.
La referencia aquí en particular es al amor para con los hermanos (en la asamblea). El tiempo presente del verbo indica que los hermanos habían de estar procurando alcanzar, o de estar persiguiendo, (como quien ha ido de cacería), al amor, y esto habitualmente. Debía ser así, algo continuo, porque es el camino más excelente (12:31).
— y procurad los dones espirituales – Sobre “procurad”, véanse 12:31 y 13:4, comentarios.
Sobre la frase “dones espirituales”, véase 12:1, comentarios. Esos dones eran tan indispensables en la infancia de la iglesia como lo es la Biblia hoy en día. Pablo no menospreciaba “los espirituales” en nada. Los corintios habían de hacer las dos cosas: perseguir el amor, y anhelar los dones espirituales. Por eso entiendo que mejores son las versiones que dicen, “y”, que las que dicen, “pero”.
Los dones habían de ser usados para el beneficio de todos (véase 12:7, comentarios)
Todos podían (y pueden) amar, pero tendrían los dones solamente las personas a quienes Dios los diera. El amor debía ser (y debe ser) perseguido; los dones nada más se anhelaban.
Aunque el camino de amor es el camino más excelente, al mismo tiempo los corintios no habían de dejar de anhelar los dones (para su uso correcto).
— pero sobre todo que profeticéis – La preferencia de los corintios, al anhelar o aspirar dones, había de ser el don de profecía. Pablo de inmediato procederá a darles la razón.
La profecía se presentaba en la lengua del pueblo (en este caso, en el griego), y por eso todo el mundo podía comprenderla. (Era la lengua universal de aquel tiempo). Por eso era don principal (ver. 5), el segundo en el orden de importancia (12:28) y el primero para los corintios. Sobre este don importante, véase 12:10,28, comentarios.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL FALSO CULTO Y EL VERDADERO

1 Corintios 14:1-19

Haced de este amor el objetivo de vuestra vida.

Anhelad los dones espirituales, especialmente el de comunicar a otros la verdad. Porque, el que habla en una lengua, no está hablando a los hombres, sino a Dios; porque nadie más le puede entender, aunque por el Espíritu hable cosas que sólo los iniciados puedan comprender. Sin embargo, el que proclama la verdad a sus semejantes dice cosas que los edifican, los animan y los confortan. El que habla en una lengua edifica su propia vida espiritual; pero el que proclama la verdad edifica la vida espiritual de la iglesia.
Me gustaría que todos hablarais en lenguas, pero todavía más el que pudierais proclamar la verdad. El que proclama la verdad es más que el que habla en lenguas, a menos que se interpreten las lenguas para que la iglesia pueda recibir edificación espiritual.
Porque fijaos, hermanos: si llego a vosotros hablando en lenguas, ¿qué bien os haría? Ninguno, a menos que os comunique algún mensaje especial que haya recibido directamente de Dios, o algún conocimiento espiritual, o proclamándoos la verdad, o enseñándoos algo.
Hay instrumentos que, aunque no tienen vida, sí tienen voz, como la flauta o el arpa. Pero, si no guardan los debidos intervalos entre las notas, ¿cómo se va a reconocer la melodía que se toca con la fauta o con el arpa? Si la trompeta hiciera un ruido sin sentido, ¿quién se iba a preparar para la batalla? Así que también vosotros, si dais en una lengua un discurso cuyo significado no puede captar nadie, ¿cómo se podrá entender lo que se dice? ¡Es como si estuvierais hablando al aire!
Hay tantos idiomas en el mundo que son realmente innumerables, y nada carece de un idioma que le es propio. Pero, si no entiendo lo que uno está tratando de decirme en su idioma, soy como un extranjero para el que habla por lo que a mí respecta.
Así que, si tenéis interés en los dones espirituales, concentraos en cultivar aquellos que son útiles para la edificación de la iglesia.
Por tanto, el que hable en una lengua, que pida a Dios que le conceda el poder interpretar lo que dice; porque, si oro en una lengua, mi espíritu ora, pero mi mente no saca ni el más mínimo provecho.
Entonces, ¿qué conclusión se saca de todo esto? Oraré con el espíritu, pero también con la inteligencia; cantaré con el espíritu, pero también con la inteligencia. Porque, si estás alabando a Dios sólo en el espíritu, ¿cómo va a decir el «amén» de costumbre a tu acción de gracias el que ocupa el lugar de un mero miembro de la iglesia, si no se ha enterado de nada de lo que has dicho? Está bien que alabes a Dios; pero los demás no reciben ninguna edificación.
Gracias a Dios puedo hablar en lenguas más que ninguno de vosotros; pero en las reuniones de la iglesia prefiero decir cinco palabras inteligibles, para así enseñar a otros también, más bien que diez mil palabras en una lengua que nadie entiende.

Esta capítulo es muy difícil de entender porque trata de una experiencia que está fuera de la experiencia de muchos de nosotros. Pablo compara dos series de dones espirituales.
En primer lugar, el hablar en lenguas. Este fenómeno era muy corriente en la Iglesia Primitiva. Una persona entraba en éxtasis, y en ese estado fluía de su boca un torrente de sonidos que no correspondían a ninguna lengua conocida. A menos que se interpretaran, nadie tenía idea de lo que pudieran significar. Aunque nos parezca extraño a muchos de nosotros, en la Iglesia Primitiva era un don muy apreciado. Pero tenía sus peligros. Por una parte, era algo anormal y se admiraba mucho, lo que hacía que la persona que lo poseía corriera el riesgo de caer en un cierto orgullo espiritual; y por otra parte, el mismo deseo de poseerlo producía, por lo menos en algunos, una especie de autohipnotismo que inducía a un hablar en lenguas totalmente falso.

Paralelamente al don de lenguas, Pablo sitúa el don de profecía. En la traducción no hemos usado la palabra profecía, porque podría haber complicado aún más una situación ya bastante complicada de por sí. En este caso, y corrientemente de hecho, no tiene nada que ver con el sentido que se le da vulgarmente a esta palabra, que es el de predecir el futuro, sino con el de proclamar la voluntad y el mensaje de Dios. Ya hemos dicho que la predicación reflejaría el sentido original bastante bien, aunque también aquí tendríamos que tener cuidado con las acepciones vulgares. Aquí hemos conservado y traducido la idea original de proclamar un mensaje.

En toda esta sección, Pablo trata de los peligros y las deficiencias del don de hablar en lenguas impropiamente usado, y de la superioridad del don de proclamar la verdad de manera que todos la puedan comprender.
Podemos seguir mejor la línea de pensamiento de Pablo analizando el pasaje por partes.
Empieza por afirmar que las lenguas se dirigen a Dios y no a las personas, que no las pueden entender. El que practica este don de lenguas puede que esté enriqueciendo su propia experiencia espiritual, pero no reporta ningún beneficio a las almas de los demás miembros, porque a estos les resulta ininteligible; y, por otra parte, el don de proclamar la verdad produce algo que todos pueden entender, y que es de provecho para todas las almas.

Pablo pasa a usar ciertas ilustraciones y analogías. Supongamos que les va a ministrar; pero, si no hace más que hablarles en lenguas, ¿para qué sirve eso? No tendrían ni idea de lo que les estaba diciendo. Tomemos el caso de un instrumento músico. Si se obedecen las leyes normales de la armonía, puede producir una melodía; pero si no, no produce más que un caos de sonidos. Tomemos el ejemplo de la trompeta. Si hace la llamada correcta, puede mandar a la tropa avanzar, retirarse, acostarse o levantarse, etcétera, etcétera. Pero, si no hace más que producir una mezcla de sonidos sin sentido, la tropa no sabrá qué hacer. En este mundo hay muchas clases de idiomas; pero, si dos personas se encuentran, y ninguna entiende el idioma de la otra, le suena a chino lo que le dice, y no le encuentra ningún sentido.
Pablo no niega la existencia del don de lenguas. Ni se puede decir que fuera para él una cuestión de que «las uvas no estaban maduras», porque tenía el don más que ninguno de los corintios; pero insiste en que cualquier don tiene valor en la medida en que beneficia a toda la congregación; y, por tanto, si se usa en público el don de lenguas, es inútil a menos que se interprete. Ya sea que una persona esté hablando, u orando, o cantando, debe hacerlo no sólo con su espíritu sino también con la inteligencia. Debe saber de qué se trata, y los demás deben poder entender. Así es que Pablo llega a la terminante conclusión de que en una congregación cristiana es mejor decir unas pocas palabras inteligibles que lanzar una tromba de sonidos ininteligibles.

De este difícil pasaje surgen ciertas verdades de valor universal.

El versículo 3 concreta la finalidad de la predicación. Es triple. (i) Debe encaminarse a la edificación; es decir, a incrementar el conocimiento del Evangelio, y la capacidad de vivir la vida cristiana. (ii) Debe aniMarcos En todas las compañías hay deprimidos y desanimados. Los sueños no se hacen realidad; los esfuerzos resultan improductivos; el examen de conciencia no revela más que fracasos e incapacidades. En la comunión cristiana, uno tiene que encontrar algo que le anime el corazón y fortalezca el brazo. Se decía de cierto predicador, que predicaba el Evangelio como si anunciara una gran depresión en la Antártida. Un culto puede empezar humillándonos con el recuerdo de nuestro pecado; pero será un fracaso si se acaba sin mostrar los recursos de la gracia de Dios que nos capacita para conquistarlo. (iii) Debe tender a confortar. » Nunca se pone el sol sin que algún corazón se quebrante.» Están lo que llamaba Virgilio «las lágrimas de las cosas.» En cualquier compañía de personas habrá siempre algunas a las que la vida ha dañado; y en la comunión cristiana deben de poder encontrar «gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado» (Isa 61:3 ).

El versículo 5 nos dice las cosas que Pablo consideraba la base y la sustancia de la predicación. (i) Procede de una Revelación directa de Dios. No se puede hablar de parte de Dios a menos que se haya escuchado a Dios. Se dice de un gran predicador, que, una y otra vez, se detenía como para escuchar una voz. Nunca damos a las personas o a los estudiantes ver- dades que hemos producido o, ni siquiera, descubierto; transmitimos verdades que se nos han confiado. (ii) Puede que aporte algún conocimiento especial. Nadie puede ser un experto en todas las materias; pero cada uno tiene un conocimiento personal de algo. Se ha dicho que todo el mundo puede escribir un libro interesante si expone sencilla y sinceramente todo lo que le ha sucedido. Las experiencias de la vida nos dan a cada uno de nosotros algo especial, y la predicación más efectiva consiste en dar testimonio de lo que hemos descubierto que es verdad. (iii) Consiste en proclamar la verdad. En la Iglesia Primitiva, la primera predicación que se hacía en una comunidad era la directa proclamación de los Hechos del Evangelio. Hay cosas que no se pueden discutir. «Háblame de tus certezas -decía Goethe-, que para dudas ya tengo yo bastantes.» Comoquiera que terminemos, es bueno empezar con los Hechos de Cristo. (iv) Pasa a la enseñanza. Se llega a un momento en que uno tiene que preguntar: «¿Qué quiere decir todo eso?» Sencillamente porque somos criaturas pensantes, la religión implica teología. Y puede que la fe de muchas personas se derrumbe, y la lealtad de muchas personas se enfríe, porque no se han pensado las cosas hasta sus últimas consecuencias.

De todo este pasaje surgen dos principios generales en relación con el culto cristiano.

(i) El culto no debe ser nunca egoísta. Todo lo que se hace en él debe hacerse para el bien de todos. Ninguna persona, ya sea que lo esté dirigiendo o que esté participando en él, tiene ningún derecho a seguir sus propias preferencias personales. Debe buscar el bien de toda la congregación. La prueba definitiva de cualquier parte del culto es: «¿Puede esto serle de ayuda a alguien?» Y no: «¿Servirá esto para desplegar mis dones particulares?» Es: «¿Acercará esto más a cada uno de todos los que están aquí a los demás y a Dios?»

(ii) El culto debe ser inteligible. Las cosas más importantes son las más sencillas; el lenguaje más noble es esencialmente el más sencillo. A fin de cuentas, sólo lo que satisface mi inteligencia puede confortarme el corazón, y sólo lo que puede captar mi inteligencia puede aportarle fuerza a mi vida.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 14

3. NORMAS PRACTICAS (14,1-40).

a) Por qué debe preferirse la profecía (14,1-25).

La norma básica es el provecho de la comunidad (1Co/14/01-05).

1 Procurad conseguir el amor; pero aspirad a los dones del Espíritu, sobre todo al de profecía. 2 Pues el que habla lenguas no habla para los hombres, sino para Dios, ya que nadie lo entiende, aunque en Espíritu hable misterios. 3 Por el contrario, el que profetiza habla a los hombres, y edifica, y exhorta, y anima; 4 el que habla lenguas se edifica a sí mismo, mientras que el que profetiza edifica a la Iglesia. 5 Yo quisiera que todos hablaseis lenguas, pero mucho más que profetizarais. El que profetiza es más que el que habla lenguas, a no ser que las interprete para que la Iglesia reciba edificación.

Ni siquiera después de haber expuesto a tan radiante luz la norma y el valor supremo -el amor- se ahorra el Apóstol el examen de los casos particulares. Lo mismo hizo respecto al problema de la carne inmolada a los ídolos. En estos detalles se manifiesta su prudencia y su amor pastoral. Sabía muy bien cuán difícil resulta a los humanos sacar consecuencias claras y lógicas allí donde éstas contradicen a sus inclinaciones. Y así, desea hacer todo lo que está en su mano para inclinar a los corintios hacia aquellas instrucciones prácticas que él estima justas y necesarias. No ahorra reflexiones ni ejemplos que puedan servir a su propósito. De aquí los variados argumentos, que se desenvuelven en diferentes niveles, para convencer al mayor número posible. Afortunadamente, este pasaje nos permite llegar a conocer más datos sobre estos dos dones del Espíritu.

El que habla lenguas habla para Dios, habla misteriosamente, se edifica a sí mismo. Esto no es malo, pero los otros no participan en nada. El que habla por inspiración, habla a los otros, que reciben edificación, aliento y consuelo. Se ve, pues, que este profetizar o hablar por inspiración no se distingue radicalmente de los fines de la predicación o de la exhortación espiritual que, en el caso presente, consigue su eficacia gracias al poder carismático. Para el don de lenguas no nos es tan fácil hallar algo similar en nuestros días. Sirve para expresar el arrobamiento o arrebato extático, alejado de la comprensión de los demás y, por tanto, incapaz de demostrar que es auténtico. Por otra parte, ocurría que el que hablaba lenguas podía decir después, en lenguaje común y comprensible, lo que había dicho antes en el estado de enajenamiento. El Apóstol no opondría ninguna limitación a esto, del mismo modo que tampoco se pronuncia, en principio, en contra del don de lenguas en cuanto tal.

Se explica con algunos ejemplos (1Co/14/06-11).

6 Ahora bien, hermanos, si me presento a vosotros hablando lenguas, ¿qué provecho os aportaría yo, si no os hablara con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza? 7 Es lo que pasa con los instrumentos inanimados que producen sonido, por ejemplo, la flauta o la cítara, si no da notas que se distingan; ¿cómo se sabrá lo que la flauta o la cítara toca? 8 Y también, si la trompeta emite un sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla? 9De la misma manera, si vosotros mediante el don de lenguas no proferís discursos inteligibles, ¿cómo se podrá comprender lo que estáis diciendo? Parecerá que estáis hablando al viento. 10 Tal cantidad de idiomas como habrá en el mundo y ninguno es inarticulado. 11 Sin embargo, si no conozco el significado de ese idioma, seré para el que me habla un extraño, y él lo será para mí.

Pablo recurre, una vez más, a su propio ejemplo: si él se presentase en las comunidades por él visitadas dando curso libre a su don de lenguas, ¿de qué les serviría a ellos? Es importante comprobar, por este texto, qué es lo que el Apóstol pretende llevar con sus visitas pastorales: revelación, conocimiento, profecía, doctrina. Se tiene la impresión de que estos cuatro elementos no son citados por orden sistemático, ni abarcan toda la materia. Son ejemplos de la auténtica ganancia que la comunidad tiene derecho a esperar de él. El ejemplo de los instrumentos músicos es rico en consecuencias, debido acaso a que las manifestaciones glossolálicas tienen algo de musical, pero similar a aquellos géneros músicos cuyo contenido no se puede desentrañar. ¿Podrían recordarse aquí las modernas formas musicales, cuya utilización en la celebración litúrgica es afirmada por unos y combatida por otros? Debemos encomendar al futuro la tarea de dilucidar hasta qué punto pueden ser expresión auténtica de una celebración litúrgica. Lo que es seguro es que los cantos de la liturgia son una manifestación procedente muchas veces del entusiasmo que rodeaba la locución de lenguas de aquel tiempo. Lo dicho es válido respecto del canto en general, pero mucho más especialmente del modo cómo se cantaba.

De los ejemplos, Pablo pasa ya a la cosa misma, al lenguaje del que hablaba en lenguas. Dado que hablan una lengua completamente incomprensible, es como si hablaran «al viento», o dicho de una forma menos cruda: se hablan unos a otros sin entenderse, como entre hombres que emplean una lengua extranjera y desconocida. Para este concepto tenía el heleno culto de aquel entonces la expresión «bárbaro», que significaba primariamente no una falta de cultura, sino los sonidos ininteligibles de una lengua extraña. Pablo toca, pues, un poco el orgullo nacional, cuando da a entender a los corintios que, con su don de lenguas, se portan propiamente como bárbaros.

La experiencia litúrgica de la comunidad (1Co/14/12-19).

12 Así también vosotros, ya que aspiráis con ardor a los dones del Espíritu, procurad tenerlos en abundancia para la edificación de la Iglesia. 13 Por eso, el que habla lenguas, ore para que se le conceda la interpretación. 14 Si oro valiéndome del don de lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente se queda sin fruto. 15 Entonces, ¿qué? Oraré con el espíritu y oraré también con la mente; cantaré himnos con el espíritu y los cantaré también con la mente. 16 Pues, si pronuncias alabanzas en espíritu, ¿cómo podrá decir amén a tu acción de gracias el que ocupa el lugar de los no iniciados, si no entiende lo que dices? 17 Tu acción de gracias será excelente, pero al otro no le sirve de edificación. 18 Gracias a Dios, hablo más que todos vosotros en lenguas; 19 pero en una asamblea prefiero hablar cinco palabras inteligibles, para instruir también a los otros, que no diez mil por el don de lenguas.

¿Qué debe hacer entonces aquel que tiene el don de lenguas? No tiene por qué negarlo o despreciarlo. Debe pedir el don de interpretación (¿por sí mismo o por medio de otros?). En el fondo, pues, de todos estos discursos, orientaciones y exhortaciones se encuentra el convencimiento de que tampoco respecto de estos dones extraordinarios del Espíritu se halla el hombre en una situación meramente pasiva o involuntaria. Una y otra vez debe repetirse que los corintios habían aportado estas ideas de los cultos paganos. Pero no responden al modo de actuar el Espíritu Santo en el hombre a quien se le concede la gracia. El Espíritu no quiere desencadenar las fuerzas incontroladas de lo irracional. Cuando, al hablar del don de lenguas, que aquí -y solamente aquí- equipara a la oración, distingue el Apóstol entre «orar con el espíritu» y «orar con la mente»; espíritu significa aquella fuerza o ámbito del hombre que es elevada por encima de sí misma en la inspiración, mientras que la «mente» puede compararse en cierto sentido con la conciencia. Aunque el espíritu (el pneuma) del hombre puede tener posibilidades muy superiores a las de su mente, necesita, con todo, la cooperación de ambos -mente y espíritu- si quiere conseguir frutos auténticos.

Advertimos, pues, con creciente claridad, que la glossolalia puede tener el sentido de una oración de súplica, de un salmo de alabanza, de una bendición o de una acción de gracias. Son, pues, formas litúrgicas pronunciadas en voz alta, que no sólo acontecen externamente en presencia de la comunidad, sino en las que la comunidad debía tomar parte, tal y como se hace en nuestra liturgia actual con el «amén». Naturalmente, no quiere afirmarse aquí que la comunidad diga «amén» solamente cuando y porque aquel que ora en espíritu ha terminado. Un formalismo de este género es algo inconcebible para el Apóstol, quien considera que el amén de la comunidad viene causado por aquella misma fuerza de verdad y plenitud que tiene la palabra de Dios a la Iglesia, una palabra que se apoya en Cristo (cf. 2Co 1:20-21).

Pablo cierra esta mención litúrgica con el acento personal más fuerte que pueda imaginarse: en la asamblea prefiere pronunciar cinco palabras que digan algo a los demás que diez mil en el éxtasis de la glossolalia.

Concordancia con la experiencia misional (1Co/14/20-25).

20 Hermanos, no seáis niños en la inteligencia; sedlo, sí en la malicia; pero en la inteligencia sed adultos. 21 En la ley está escrito que «con hombres de lenguas extrañas y con labios extranjeros hablaré a este pueblo, y ni aun así me escucharán, dice el Señor» (Isa 28:11 s). 22 Por lo tanto, el don de lenguas es un signo, no para los creyentes, sino para los infieles; mientras que la profecía lo es, no para los infieles, sino para los creyentes. 23 Si, pues, la Iglesia entera se congrega en asamblea y todos hablan con el don de lenguas, y entonces entran no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos? 24 Si, por el contrario, todos profetizan y entra un infiel o un no iniciado, es acusado por todos, es juzgado por todos; 25 los sentimientos ocultos de su corazón se hacen manifiestos, y entonces, postrándose, adorará a Dios, exclamando: Verdaderamente, está Dios entre vosotros.

Por tercera vez en esta carta se dice a los corintios que con su conducta están dando aún los primeros pasos infantiles. Hay una infancia espiritual que es auténtica, una infancia que equivale a la perfección exigida por Jesús (Mat 18:3) y que Pedro alaba (1Pe 2:2). Pero estos pasajes no se refieren a una falta de juicio, necesaria en un hombre ya maduro. Pablo saca un nuevo ejemplo de Isaías. Hay en este profeta un pasaje en el que Dios amenaza a su pueblo con hombres de lengua desconocida (dado que este versículo se corresponde con otro de Deu 28:49 puede decir el Apóstol que se afirma «en la ley»). El texto quería dar a entender que los asirios se apoderarían del país. Pablo recurre a esta sentencia para subrayar, frente a los corintios, que las «lenguas extrañas» no son siempre signo de la benevolencia o de la proximidad de Dios. En todo caso, lo cierto es que los creyentes reciben más inspiración de un lenguaje inteligible, aunque hablar lenguas extrañas puede impresionar más a los no iniciados.

Merece la pena notar que, de acuerdo con todo esto, también se admitía a los no cristianos en las reuniones de la comunidad; se trataba probablemente de aquellos que habían mostrado algún interés y querían comprobar lo que ocurría. En ningún caso les perjudicará a estos tales el que en la asamblea todos hablen por inspiración del Espíritu, pues de este modo la conciencia de los no iniciados afectada y estremecida, se abrirá y quedará libre, para su propia salvación.

b) Consecuencias para la conducta (Deu 14:26-40).

Sólo deben hablar dos o tres (1Co/14/26-33a).

26 En definitiva, ¿qué, hermanos? Cuando os congregáis, cada uno puede tener un himno, una enseñanza, una revelación, un lenguaje, una interpretación: Que todo sirva para edificación. 27 Si se habla en don de lenguas, que hablen dos o a lo sumo tres, y por turno, y que haya uno que interprete, 28 si no hay intérprete, haya silencio en la asamblea y que cada uno hable consigo mismo y con Dios. 29 En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y los demás juzguen. 30 Pero si otro que está sentado recibe una revelación, que se calle el primero. 31 Pues podéis profetizar todos por turnos para que todos reciban instrucción y consuelo, 32 y los espíritus de los profetas a los profetas están sometidos; 33a pues Dios no es Dios de desorden, sino de paz.

Con el último ejemplo alude ya Pablo a una situación que pedía la intervención de alguien que pusiera orden. La riqueza espiritual de la comunidad (Deu 1:5) debe manifestarse también y sobre todo en la asamblea litúrgica. Todos pueden usar su derecho, pero sólo dentro de aquellos límites y con aquel orden que aseguran la consecución del fin, que es la edificación de la comunidad, y no lo contrario. ¡Qué imagen de una comunidad viviente y de su liturgia! Todos sus miembros tienen una u otra cualidad. Naturalmente, se presupone una comunidad pequeña, pues de otra suerte las reuniones se prolongarían indefinidamente. Una vez más, la enumeración está muy lejos de parecer algo sistemático, menos aún que la de los carismas, algunos de los cuales muestran aquí su eficacia práctica. Es indudable que se ha vuelto a situar aquí el don de lenguas al final con toda intención, y debido también a su propósito de añadir algunas cosas sobre este punto. Se menciona en primer lugar el «himno». Al pie de la letra se dice «salmo». Probablemente no se piensa en los ciento cincuenta salmos del Antiguo Testamento, sino en composiciones poéticas libres, de estructura similar a la de los salmos 34. No nos engañaremos mucho si consideramos el benedictus (Luc 1:68 ss), el magnificat (Luc 1:46 ss) y los cantos del Apocalipsis 35 como ejemplos de estas composiciones. También el posterior Te Deum puede ofrecernos una idea de estos salmos o cantos de alabanza.

De clase muy distinta es la aportación de la «enseñanza», mencionada en segundo lugar. Podemos advertir la alta estima en que la tiene Pablo. No se había reservado aún a maestros especiales de tipo oficial, sino que era un don libre del Espíritu. Consistía, en buena parte, en la exposición de las Escrituras, y se enfrentaba con la tarea de interpretar cristianamente todo el Antiguo Testamento.

«Revelación» quiere decir apertura, descubrimiento de interconexiones ocultas que, probablemente, no se quedaban en la región de los principios, como la enseñanza, sino que descendía a las situaciones concretas.

Se citan a continuación el don de lenguas y el de interpretación, para colocarlos bajo la regla suprema: que todo sirva para edificación. Aquí edificación no tiene el sentido restringido de intimidad, sino que se refiere a la cohesión y fortalecimiento de la comunidad en la fe. Detrás de esta frase se encuentra la imagen del edificio de la Iglesia, construida por Dios, pero destinada también a ser edificada mediante la colaboración de sus propios miembros (cf. 1Pe 2:5 ss).

Siguen a continuación las normas concretas: que hablen dos, o a lo sumo tres, de los que poseen el don de lenguas, y esto sólo en el caso de que esté presente un intérprete. Pablo no admite, pues, el principio de que alguien sea de tal modo arrebatado por el Espíritu que no pueda hacer otra cosa. Presupone, más bien, que en este sometimiento al orden es donde se manifiesta el verdadero espíritu. También a los profetas se les somete a una limitación similar. En este punto hay que distinguir entre aquellos miembros de la comunidad que hablan por inspiración, en ocasiones excepcionales, y aquellos otros que forman, junto con los apóstoles y los doctores, la estructura ministerial básica. Respecto de los primeros, la comunidad puede, e incluso debe, someterlos a prueba, para ver si sus palabras proceden del Espíritu divino.

«Los espíritus de los profetas a los profetas están sometidos»: bajo la pluralidad de los espíritus no es preciso entender aquí naturalezas independientes, ni al Espíritu Santo, ni a otros espíritus; se refiere más bien a los órganos del hombre que, bajo aquel influjo, entran en acción. Tales «espíritus» pueden oponerse entre sí y alzarse unos contra otros, no porque la palabra de Dios llegue inmediatamente hasta ellos, sino porque el elemento humano desempeña aquí un gran papel. Lo que procede de Dios sólo puede proporcionar unidad, paz y orden.

……………

34. De acuerdo con esto, Col 3.16 y Efe 5:19 se han llamado siempre himnos y cantos.

35. Rev 4:8 ss; Rev 5:9 s; Rev 7:10 ss; Rev 11:15 ss; Rev 12:10.

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Las mujeres deben callar (1Co/14/33b-35).

33b Como en todas las Iglesias de los santos, 34 las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar, sino que se muestren sumisas, como manda la ley. 35 Y si quieren aprender algo, que lo pregunten a sus propios maridos en casa; pues no está bien visto que una mujer hable en una asamblea.

Como si mantuviera una vinculación directa con 11,5; y como si con este fuerte argumento quisiera prevenir toda resistencia, pide el Apóstol, remitiéndose al uso general de la Iglesia (es sumamente rara la expresión «Iglesias de los santos») que las mujeres guarden silencio en las asambleas de la comunidad. Pero ¿no tuvimos que admitir en aquel pasaje que el Apóstol les concede sin traba alguna el derecho a orar en la asamblea y a hablar bajo la inspiración del Espíritu, con la única condición de que no lo hicieran con la cabeza descubierta? Puede mantenerse esta opinión. Si analizamos más en detalle sus palabras, vemos que lo que se prohíbe a las mujeres no es que comuniquen a los demás una inspiración que se les haya participado -de lo que tenemos ejemplos, como el de las cuatro hijas del diácono Felipe (Hec 21:9)-, sino que discutan sobre lo dicho. La razón de esta limitación es que la sociedad de aquel tiempo, tanto judía como griega, lo tenía por inconveniente. Si Pablo invoca, además, en su apoyo, la ley, la Escritura, porque la situación no era tan clara para los nacidos en el helenismo como para los nacidos en el judaísmo, para los cristianos se trata ya de algo indiscutible y definitivo. En nuestras asambleas litúrgicas hemos ido de hecho mucho más allá: en ningún caso parece bien interrumpir al predicador para preguntarle algo. Se podría, pues, prescindir de la palabra «mujeres» en este versículo o remplazarla por «los laicos» o por un «todos», aunque ciertamente para esto no pueda recurrirse a la Escritura. La verdad es que las cosas no pueden ser de otra manera, tal como se celebran nuestras asambleas litúrgicas actuales, Razón de más para urgir otras reuniones en las que se trate de la palabra de Dios, de la cosa de Dios en el mundo, y en las que los laicos no sólo escuchen, sino que mantengan un diálogo auténtico, para el que deben hacerse aptos.

Todos deben atenerse a las costumbres en uso y al orden apostólico (1Co/14/36-40).

36 ¿O es que la palabra de Dios salió de vosotros o a vosotros solos llegó? 37 Si alguno cree ser profeta o estar inspirado, reconozca que lo que escribo es una orden del Señor; 38 y si no lo reconoce, tampoco él será reconocido. 39 Así que, hermanos míos, aspirad a la profecía y no impidáis el hablar en lenguas; 40 pero todo esto hacedlo con decoro y con orden.

Pablo podía haber puesto aquí el punto final de su tema. Por sus frases se percibe cuán profunda era la inclinación que los corintios sentían a juzgarlo todo desde su propio punto de vista y a someterlo todo a discusión. En contra de esto se pronuncia Pablo con determinación: nadie es cristiano sólo para sí mismo, de modo que cada cual pueda juzgar de acuerdo exclusivamente con sus opiniones personales. Ser cristiano sólo es posible como miembro del cuerpo de Cristo, es decir, dentro de un orden y de una subordinación. Y aunque pudiera ocurrir que «de suyo» siempre se encontraran argumentos que esgrimir en contra, tal cosa no puede proceder de un buen espíritu. Pablo lanza aquí todo el peso de su autoridad apostólica. Por eso no hay razón para discutir el problema del origen de este mandamiento que el Apóstol asegura ser del Señor. Sabe que ésta, y sólo ésta, es la mente de Cristo y así se la ha transmitido a la Iglesia. Quien no quiera saber nada de esto, de este tal no quiere saber nada Dios.

El Apóstol no podía consentir que su última palabra fuera esta acerada sentencia, que tiene mucho, parecido con la amenaza de una tácita excomunión. Vuelve a dirigirse de nuevo a los corintios como a hermanos y sintetiza de una manera concisa el contenido esencial y la meta de todo el capítulo.

A modo de epílogo:

Sentido de las posibilidades carismáticas

del pueblo de Dios en la

Iglesia actual.

No podemos tampoco nosotros dar por concluido este amplio tema sin intentar dar una respuesta a la pregunta del interés que todo esto puede tener hoy para nosotros. ¿No han desaparecido hace ya mucho tiempo todos estos fenómenos? ¿No es, por tanto, algo sin importancia pretender saber si eran, en concreto, y bajo qué forma, testimonios admirables del Espíritu Santo, o más bien discutibles productos de las fuerzas del espíritu humano? Frente a esto, quisiéramos afirmar que para nuestra actual situación cristiana y eclesial tiene este capítulo muchas enseñanzas. Expongamos una vez más, brevemente, el contenido permanente de estas páginas.

1º. El carisma no significa necesariamente un fenómeno milagroso. Tales fenómenos milagrosos eran muy raros, incluso entre los carismáticos corintios. El aspecto decisivo de lo carismático es su carácter de servicio. El modo con que Pablo trata los carismas existentes en Corinto manifiesta que procura recortar lo espectacular en beneficio de lo más sencillo. «Carisma, en su sentido más lato, es el llamamiento de Dios, dirigido a un particular, para determinado servicio de la comunidad, y que capacita, a par, para ese servicio» 36.

2º. Por otra parte, es indudable que la ausencia casi total de carismas significa no sólo una falta deplorable, sino una auténtica culpa de la Iglesia, considerada como un todo. Podemos y debemos partir de la afirmación de que el Espíritu Santo quiere suscitar en la Iglesia, en todas las épocas, aquellos dones que ésta necesita. La casi total y absoluta clericalización de la Iglesia, el hecho de que sólo puedan ejercer funciones eclesiales los ministros oficialmente consagrados, no es conciliable con la imagen de la Iglesia del Nuevo Testamento, sino que puede y debe ser considerado como una limitación, un empobrecimiento. ¿Deberíamos ver aquí la razón profunda de la creciente ausencia -que puede comprobarse hoy en todos los países- de vocaciones sacerdotales? ¿De qué otra manera puede dar a entender el Espíritu Santo que la vida de la Iglesia no debe discurrir por el camino de un estrechamiento clerical? Es absolutamente incuestionable que el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sepa hacer frente a las tareas -actualmente mucho mayores y más numerosas- de dar testimonio del Evangelio y de introducir en el mundo las fuerzas liberadoras. Pero esto no significa que desee que se aumente el número de sacerdotes (en el sentido preferentemente cúltico en que se les ha entendido hasta ahora), sino más bien que se reconozca a todos los miembros de la Iglesia su participación en el ministerio profético y sacerdotal.

3º. A esta luz entendemos nosotros la importancia transcendental de las enseñanzas del concilio Vaticano II sobre el pueblo mesiánico de Dios y sobre su caudal carismático 37. Por vez primera en la historia universal de la Iglesia, el magisterio oficial ha vuelto a percibir y recoger los temas, ya básicamente abordados y delimitados por Pablo en su carta a los corintios. ¿No podemos echar aquí los cimientos de nuestra esperanza de que irrumpirá una nueva primavera en la Iglesia? ¿O, para decirlo con la expresión empleada por el papa Juan XXIll, un nuevo pentecostés? Esto sucede en el mismo instante y dentro de aquel contexto en que el ministerio apostólico ha comenzado, por su parte, a despojarse de toda exigencia de mando o dominio, para entenderse como servicio. En este carácter de servicio volverán a reunirse con fraterno espíritu el ministerio y el carisma, tan frecuentemente contrapuestos hasta ahora por propios y extraños. No deben reducirse el uno al otro, ni disolverse el uno en el otro. La Iglesia no es una sociedad ni meramente carismática ni meramente jerárquica; no se debe entender ni como un vivir puramente espiritual ni como una realidad exclusivamente jurídica.

4º. Los nuevos conocimientos adquiridos en materia bíblica en nuestros días comienzan a darse la mano con otra serie de conocimientos nacidos del planteamiento de los problemas a escala ecuménica. Es indudable que la Iglesia católica debe agradecer a su jerarquía la decisión y la fidelidad con que ha custodiado la herencia apostólica. Si las comunidades separadas han conservado también, por su parte, de manera indiscutible, la sustancia apostólica, debemos atribuirlo a su riqueza carismática. Con todo, los bienes carismáticos sólo parcialmente pueden sustituir al ministerio jerárquico y éste, a su vez, no hace superfluos los carismas. La Iglesia vive de ambos y de ambos necesita para lograr su plenitud. Por un lado se deberá prestar mayor atención a aquello que la Iglesia católica debe reconocer a las Iglesias protestantes y por el otro cabe esperar que las Iglesias protestantes lleguen a conocer y reconocer el ministerio apostólico. Los estudios bíblicos, por una parte, la acción ecuménica, por otra, y el replanteamiento de la historia de la Iglesia a partir de las distintas confesiones cristianas contribuirán, sin duda, a una abertura creciente frente a la gran tarea de la renovación de la Iglesia, cuyas primeras etapas, ciertamente fecundas, estamos viviendo.

……………

36. H.KUNG. La Iglesia, Herder. Barcelona 2. 1969, p. 227.

37. En la Constitución dogmática sobre la Iglesia, en el capitulo II, artículos 12 y 13, y en el capítulo IV, artículos 32 y 33.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— comunicar mensajes de parte de Dios… lenguaje misterioso: Para estas expresiones que se repiten numerosas veces a lo largo del presente capítulo, ver notas a 1Co 12:10.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

1Co 12:31; 1Co 14:39; 1Co 11:4-5; 1Co 13:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Profecías, lenguas y la iglesia

Procurar el amor debe ser la prioridad en la asamblea cristiana. Repitiendo su afirmación de 12:31 y retomando la instrucción de anhelar los dones mejores, Pablo revela que tiene en mente el don de la profecía. 2 El Apóstol indica por qué esto es así. Las lenguas no se dirigen a los hombres, sino a Dios. 3 La profecía, por otra parte, se dirige al pueblo de Dios y satisface tres necesidades del corazón humano: edificación, exhortación y consolación. La fe cristiana es única porque ha utilizado palabras que hablan de edificación al querer fortalecer, exhortar y consolar a sus miembros. 5 El deseo de Pablo es que todos hablen en lenguas, pero, agrega, dada la posibilidad de elegir, él preferiría que profetizaran. El profeta es mayor que el que habla en lenguas, a menos que éste interprete para que la iglesia pueda ser edificada. Nuevamente se repite la intención edificadora de la reunión de los cristianos.

6 Pablo discute con aquellos que aparentemente ponían tanto énfasis en las lenguas, poniéndose a sí mismo como ejemplo. A menos que él traiga alguna revelación … conocimiento … profecía … o enseñanza, ¿de qué servirá su ministerio? Presenta dos ejemplos. 7 En la música, es vital que pueda ser entendido el sonido de la flauta o del arpa (esta última gozaba de gran aprecio en el siglo I, y sus ejecutantes deleitaban a multitudes que llenaban los teatros para escuchar sus extensos repertorios). 8 La trompeta debe dar las señales correctas para que las tropas se alisten para la batalla. 9 Pablo aplica las ilustraciones: Así también vosotros. Nadie puede discernir cuál es la melodía, ni reconocer la señal, si el lenguaje es incomprensible. 10-12 Desde la torre de Babel es incontable el número de idiomas existentes, y los idiomas no reconocidos convierten en extranjeros tanto a quienes los pronuncian como a los que los escuchan. Así también vosotros, repite Pablo (12). Elogia el profundo deseo que hay en ellos de poseer dones espirituales y los anima a buscar aquellos que edifican.

En los vv. 1-19 Pablo ha argumentado sobre por qué debe anhelarse más profetizar que hablar en lenguas. Edificar o fortalecer, exhortar y consolar a la iglesia, son aspectos cruciales del reunirse como pueblo de Dios, y esto se produce por medio del don de profecía.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

14.1 La profecía puede involucrar acontecimientos futuros pero su propósito central es comunicar la Palabra de Dios a la gente, proveyendo discernimiento, precaución, corrección y estímulo.14.2 El don de hablar en lenguas fue motivo de preocupación de la iglesia en Corinto porque causaba desorden en la adoración. El hablar en lenguas es un don legítimo del Espíritu Santo pero los creyentes corintios lo estaban usando como un signo de superioridad espiritual antes que como un medio de unidad espiritual. Los dones espirituales son de beneficio sólo cuando se usan apropiadamente para ayudar a todos en la iglesia. No los ejercitamos para hacernos sentir bien.14.2ss Pablo da varios puntos en relación con el hablar en lenguas: (1) es un don espiritual de Dios (14.2); (2) es un don deseable a pesar de que no es un requisito de fe (12.28-31); (3) es menos importante que la profecía y la enseñanza (14.4). Aunque Pablo mismo hablaba en lenguas, da mayor prioridad a la profecía (enseñanza) porque beneficia a toda la congregación, mientras que el hablar en lenguas beneficia prioritariamente al que lo practica. El culto público debe ser comprensible y benéfico a toda la iglesia.14.5-12 Así como cada nota de un instrumento musical puede ser ejecutado en orden para que la música sea precisa, de igual manera Pablo menciona que las palabras predicadas en un lenguaje entendible son de más ayuda y claridad. Hay muchos idiomas en el mundo (14.10) y las personas que hablan diferentes idiomas raramente pueden entenderse entre sí. Sucede lo mismo con el hablar en lenguas. A pesar de que es un don muy beneficioso para gente que adora en forma privada, lo mismo que cuando se hace en público y hay interpretación, Pablo dice que prefiere hablar cinco palabras que se entiendan y no diez mil que no se entiendan (14.19).14.13-20 Si una persona tiene el don de hablar en lenguas, debería orar por el don de conocer lo que está diciendo (interpretación), así podrá más tarde proclamarlo públicamente. De esta manera toda la iglesia se edifica con el don.14.15 Hay un lugar adecuado para el intelecto de la cristiandad. Tanto en la oración como en el canto, la mente y el espíritu se involucran. Al cantar podemos pensar en el significado de las palabras. Cuando volcamos nuestros sentimientos a Dios en oración, no cerramos nuestra capacidad de pensar. Los verdaderos cristianos no son intelectuales estériles ni emocionalistas irreflexivos. Véanse también Eph 1:17-18; Phi 1:9-11; Col 1:9.14.22, 25 La forma en que los corintios estaban hablando en lenguas no ayudaba a nadie porque los creyentes no comprendían lo que se estaba diciendo y los no creyentes pensaban que los que hablaban en lenguas estaban locos. El hablar en lenguas se suponía que debía ser una señal para los no creyentes (como lo fue en Hechos 2). Después de hablar en lenguas, los creyentes suponían que se explicaría lo que se había dicho y que se daría el crédito a Dios. Luego los incrédulos serían convencidos de una realidad espiritual y motivados a buscar la fe cristiana con un poco más de interés. Aunque esta es una forma de llegar a los incrédulos, Pablo dice que la predicación clara es mejor (14.5).14.26ss Todo lo que se haga en las reuniones de adoración deben beneficiar a los adoradores. Este principio se refiere a cada aspecto: canto, predicación y el ejercicio de los dones espirituales. Aquellos que contribuyen en el servicio (cantantes, predicadores, lectores) deben ser motivados principalmente por el amor, hablando palabras que ayuden a fortalecer la fe de otros creyentes.14.33 En la adoración, todo debe ser hecho en armonía y con orden. Aunque los dones del Espíritu Santo se ejerciten, no hay excusa para el desorden. Cuando hay caos, la iglesia no permite que Dios obre en favor de los creyentes, como quisiera.14.34, 35 ¿Significa esto que la mujer no puede hablar en los servicios religiosos de hoy? Es claro, por 11.5, que la mujer oraba y profetizaba en la adoración pública. También es claro, por los capítulos 12 al 14, que a ella se le dan los dones espirituales y se la anima a ejercitarlos dentro del cuerpo de Cristo. Las mujeres tienen mucho con que contribuir para participar en los servicios religiosos.En la cultura de Corinto no le estaba permitido a la mujer confrontar al hombre en público. Aparentemente algunas mujeres que se convirtieron pensaban que el cristianismo les daba libertad de hacerlo. Esto causó división en la iglesia. Más aún, las mujeres de aquella época no recibían formación religiosa formal como los hombres. Ellas podían formular preguntas en el servicio de adoración que podrían ser respondidas en la casa sin necesidad de interrumpir una actividad pública. Pablo respondió que la mujer no podía alardear de su libertad en Cristo durante la adoración pública. La exhortación de Pablo apunta a promover la unidad, no a enseñar acerca del rol de la mujer en la iglesia.14.40 La adoración es vital para la vida del individuo y para la totalidad de la iglesia. Los servicios en nuestras iglesias debieran ser conducidos en una forma ordenada de modo que podamos adorar, ser enseñados y estar preparados para servir a Dios. Aquellos que tienen la responsabilidad de planificar la adoración debieran asegurarse del orden y la dirección en vez de caos y confusión.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 679 1Co 12:1

b 680 Rom 12:6; 1Ts 5:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el amor…los dones espirituales. Los dones espirituales deben ser practicados en el contexto del amor; si no, pueden causar divisiones en la iglesia (v. coment. en 12:12).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) Este mandato se basa en la revelación que se encuentra en 12:31— 13:13. Seguir el amor es procurar crecer en vida con miras a desarrollar los dones en vida. Por lo tanto, debe ser complementado por un deseo ferviente de tener el don más provechoso, el don de profecía.

1 super (2) Véase la nota 31 super (1) del cap.12 (así también en el v.39).

1 super (3) Puesto que profetizar significa hablar por el Señor y proclamar al Señor, es decir, ministrar a Cristo a la gente, lo cual es el elemento principal en la reunión de la iglesia, se requiere que la vida divina llene tal profetizar y así sea su contenido. El amor es la manera más excelente de experimentar la vida divina y de hacer que la vida divina sea el contenido del don de profecía para la edificación de la iglesia. Por consiguiente, debemos seguir el amor y anhelar este don mayor.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

pero sobre todo que profeticéis. La profecía es preferida a las lenguas porque es clara (v. 1Co 14:2) y edifica a la iglesia (v. 1Co 14:4).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

¡Seguid… Exhortación perentoria para actuar fervientemente → Mat 5:9 nota; procurad las cosas del Espíritu… → §223.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R993 Ἵνα expresa el contenido del verbo ζηλοῦτε (equivale a ὅτι): que ustedes profeticen (comp. el v. 12).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

El imperativo activo del griego expresa un mandato perentorio. Es decir, perseguid.

14.1 g 12.1.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[5] Las lenguas no son galimatías ni movimientos de labios, sino verdaderas lenguas reconocibles y habladas en el mundo hoy día.

[6] La profecía es una predicción de la palabra escrita, más que una declaración del futuro, la cual generalmente se situa bajo la categoría de palabras de conocimiento acerca de cosas específicas que YHWH revela.

[7] Lo opuesto a un Israelita hablando en profecía, que son lenguas más interpretación. Si hay lenguas sin interpretación, entonces los Israelitas en vez de ser edificados se les crea un caos, la Escritura compara a ese caos a dos paganos hablandose el uno al otro en diferentes idiomas.

[1] Las lenguas fueron dadas para asistir a otros, para edificar a las diez triibus de Israel que están volviendo.

[2] Esto Significa que ninguno con una palabra recibida departe de YHWH tiene nada que ver con algo parecido a interrumpir, en la adoración, o en la liturgia o algo similar. Si él tiene el verdadero y genuino don, él puede retener esa palabra aún durante meses, hasta que haya una unción o oportunidad en el servicio , para darlo sin causar confusión.

[3] Esto no significa que las mujeres no pueden hablar o ministrar. Simplemente significa que no pueden alzar la voz preguntando a sus esposos durante el culto. Ellas tienen que esperar hasta llegar a casa. Esta situación fue causada a por razón de que las primeras singagoas Israelitas Nazarenas en el primer siglo se reunían en lugares donde el hombre y la mujer se sentaban separados, y tenían que gritar a través de la habitación para ser escuchadas. La causa de este mandamiento de guardar silencio no era por razón de las mujeres en si mismas, sino era más bien la forma de sentarse de los Judíos ortodoxos de los primeros Israelitas Nazarenos que se reunían en sinagogas hasta aproximadamente el 130 EC.

[4] Los Israelitas deberían de enseñar a aquellos que quieren aprender, y no a aquellos que piensan que no tienen nada más que aprender, o desaprender. Pasa de estos y vete a otros.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[15] De una manera que no sólo yo, sino todos los fieles entiendan lo que digo en la oración pública.[20] No seáis como los niños, que admiran todo lo que les parece extraordinario, aunque nada entienden.[22] Is 28, 11.[29] Juzguen si es el Espíritu de Dios el que inspira a los otros.[30] Recibiere de Dios algún conocimiento sobre la materia de que se trata.

Fuente: Notas Torres Amat

* Literalmente “profetizar,” pero en el sentido de contar la buena noticia, más que predecir el futuro. Aquí se usan los términos “hablar el mensaje de Dios,” “el mensaje profético de Dios,” o “hablar en lugar de Dios”.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento