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Comentario de 1 Corintios 15:50 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 1 Corintios 15:50 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción.

15:50 — Pero esto digo ( compárese 10:19) , hermanos — Los versículos del 50 al 54 dan contestación a la pregunta de ¿qué será de los vivos en el día de la resurrección general? La transformación del cuerpo terrenal al cuerpo celestial ocurrirá en el día de la resurrección final aun en los vivos, y sin que hayan muerto primero.

Pablo afirma, o explica, esto a los hermanos, porque acabó de decirles lo de los ver. 35-49.

— que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios — La frase “la carne y la sangre” no implica cierta condición moral, sino que sencillamente (en este contexto) el estar el hombre en un cuerpo “terrenal”, en el que se recibe de Adán de generación en generación (compárense Mat 16:17; Gál 1:16; Efe 6:12; Heb 2:14). Este cuerpo físico no tiene la naturaleza apropiada para la existencia en el reino de Dios más allá del Juicio Final. Por eso tiene que haber un cambio al cuerpo “celestial” (los ver. 47,48, comentarios).

El cristiano no sencillamente recibe el reino eterno de Dios (2Ti 4:18; 2Pe 1:11), sino lo hereda como hijo de Dios (Hch 20:32; Rom 8:16-17; Col 3:24; 1Pe 1:4).

El término “reino de Dios”, o, “reino de los cielos” se refiere a la iglesia de Dios en esta vida como también a la existencia de los salvos eternamente en el cielo después del Juicio Final. Es así porque el reino que el cristiano recibe es eterno (Heb 12:23; Heb 12:28). La iglesia, compuesta de los salvos (Hch 2:47), reina con Cristo ahora, y ese reino será entregado a Dios en el Día Final (los ver. 25-28, comentarios), y los salvos entonces comenzarán a reinar para siempre (Apo 1:9; Apo 5:10, “reinamos”, tiempo presente; 20:4; 22:5).

— ni la corrupción hereda la incorrupción — Sobre la antítesis, corrupción-incorrupción, véase ver. 42, comentarios.

En el paralelismo de este ver. 50, Pablo combina la frase “carne y sangre” con la palabra “corrupción” (porque el cuerpo físico muere y se pudre). Con la frase “reino de Dios” combina la palabra “incorrupción” (porque el pueblo redimido de Dios ya en el cielo tendrá cuerpos celestiales que no morirán ni se corromperán).

Dado que el cuerpo que el hombre ahora conoce no tiene la naturaleza necesaria para vivir para siempre en el reino eterno, y para gozar de sus bendiciones, tiene que haber un gran cambio del cuerpo terrenal y corruptible, sea que esté muerto dicho cuerpo, sea que esté vivo en el momento de la segunda venida de Cristo. Habrá un cuerpo preparado para gozar de un hogar preparado (Jua 14:2).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

pero esto digo. 1Co 1:12; 1Co 7:29; 2Co 9:6; Gál 3:17; Gál 5:16; Efe 4:17; Col 2:4.

que la carne. 1Co 6:13; Mat 16:17; Jua 3:3-6; 2Co 5:1.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

la carne y la sangre no pueden entrar en la gloriosa existencia de un cuerpo inmortal (vv. 1Co 15:35-49). Algo debe ocurrir para que esta carne llegue a ser incorruptible (v. 1Co 15:42).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Nadie puede vivir en la gloria eterna de Dios en el cielo en su condición terrenal presente. Vea las notas sobre Rom 8:23. Tenemos que ser transformados (v. 1Co 15:51).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

15:50 — Pero esto digo ( compárese 10:19) , hermanos – Los versículos del 50 al 54 dan contestación a la pregunta de ¿qué será de los vivos en el día de la resurrección general? La transformación del cuerpo terrenal al cuerpo celestial ocurrirá en el día de la resurrección final aun en los vivos, y sin que hayan muerto primero.
Pablo afirma, o explica, esto a los hermanos, porque acabó de decirles lo de los ver. 35-49.
— que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios – La frase “la carne y la sangre” no implica cierta condición moral, sino que sencillamente (en este contexto) el estar el hombre en un cuerpo “terrenal”, en el que se recibe de Adán de generación en generación (compárense Mat 16:17; Gál 1:16; Efe 6:12; Heb 2:14). Este cuerpo físico no tiene la naturaleza apropiada para la existencia en el reino de Dios más allá del Juicio Final. Por eso tiene que haber un cambio al cuerpo “celestial” (los ver. 47,48, comentarios).
El cristiano no sencillamente recibe el reino eterno de Dios (2Ti 4:18; 2Pe 1:11), sino lo hereda como hijo de Dios (Hch 20:32; Rom 8:16-17; Col 3:24; 1Pe 1:4).
El término “reino de Dios”, o, “reino de los cielos” se refiere a la iglesia de Dios en esta vida como también a la existencia de los salvos eternamente en el cielo después del Juicio Final. Es así porque el reino que el cristiano recibe es eterno (Heb 12:23; Heb 12:28). La iglesia, compuesta de los salvos (Hch 2:47), reina con Cristo ahora, y ese reino será entregado a Dios en el Día Final (los ver. 25-28, comentarios), y los salvos entonces comenzarán a reinar para siempre (Apo 1:9; Apo 5:10, “reinamos”, tiempo presente; 20:4; 22:5).
— ni la corrupción hereda la incorrupción – Sobre la antítesis, corrupción-incorrupción, véase ver. 42, comentarios.
En el paralelismo de este ver. 50, Pablo combina la frase “carne y sangre” con la palabra “corrupción” (porque el cuerpo físico muere y se pudre). Con la frase “reino de Dios” combina la palabra “incorrupción” (porque el pueblo redimido de Dios ya en el cielo tendrá cuerpos celestiales que no morirán ni se corromperán).
Dado que el cuerpo que el hombre ahora conoce no tiene la naturaleza necesaria para vivir para siempre en el reino eterno, y para gozar de sus bendiciones, tiene que haber un gran cambio del cuerpo terrenal y corruptible, sea que esté muerto dicho cuerpo, sea que esté vivo en el momento de la segunda venida de Cristo. Habrá un cuerpo preparado para gozar de un hogar preparado (Jua 14:2).

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA CONQUISTA DE LA MUERTE

1 Corintios 15:50-58

Esto sí quiero deciros, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni puede la corrupción heredar la incorrupción. Fijaos bien en esto, porque os estoy hablando de cosas que sólo pueden entender los iniciados. No todos moriremos; pero todos experimentaremos una transformación en un instante, en un abrir y cerrar de ojo, cuando suene la trompeta final. Al toque de trompeta resucitarán incorruptibles los muertos, y nosotros seremos transformados. Porque esto corruptible debe asumir la incorrupción, y esto mortal debe revestirse de inmortalidad; y entonces será cuando suceda lo que está escrito: «La muerte ha sido absorbida por la victoria.» ¡Oh muerte! ¿Dónde está tu victoria? ¡Oh muerte! ¿Qué ha sido de tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado depende de la ley. ¡Gracias a Dios, Que nos concede la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Así que, queridos hermanos, mostraos firmes, inalterables, superándoos siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo no es nunca inútil en el Señor.

Una vez más debemos recordar que Pablo está tratando de cosas que superan el lenguaje y trascienden la expresión. Debemos leer esto como leeríamos la mejor poesía, y no como si estuviéramos analizando un tratado científico. El argumento sigue una serie de pasos hasta llegar a su clímax.
(i) Pablo insiste en que, tal como somos, no tenemos posibilidad de heredar el Reino de Dios. Puede que estemos bien dotados para enfrentarnos con la vida de este mundo, pero no lo estamos para la vida del mundo venidero. Puede que uno sea capaz de correr lo suficiente para coger el autobús; pero tendría que ser otra persona para participar en la olimpíada. Puede que uno escriba suficientemente bien para divertir a sus amigos; pero tendría que ser otro para merecer el premio Cervantes. Una persona puede que hable bastante bien en su club; pero no podría ni empezar a hablar entre expertos en la materia. Una persona tiene que cambiar para entrar en otro nivel de vida; y Pablo insiste en que tenemos que experimentar una transformación radical para entrar en el Reino de Dios.
(ii) Además supone que ese cambio radical va a tener lugar durante su vida presente. En este punto, si lo entendemos correctamente, Pablo estaba en un error; pero no en que ese cambio tendría lugar cuando volviera Jesucristo.
(iii) De ahí pasa Pablo a proclamar triunfalmente que no hay por qué tener miedo a ese cambio. El temor de la muerte siempre ha atormentado a la gente. Asediaba al doctor Johnson, que era uno de los hombres más grandes y buenos que haya habido jamás. Una vez le dijo Boswell que había habido un tiempo en que él no temía a la muerte. Johnson le contestó » que nunca había tenido ni un solo momento en el que la muerte no le resultara algo terrible.» Una vez, la señora Knowles le dijo que no debería darle horror lo que es la puerta de la vida. Johnson le contestó: «Ningún ser humano racional puede enfrentarse con la muerte sin serias aprensiones.» Declaraba que el miedo a la muerte era tan natural a una persona, que se pasaba toda la vida intentando no pensarlo.
¿De dónde sale el temor a la muerte? En parte, del miedo a lo desconocido. Pero aún más, del sentimiento de pecado. Si creyéramos que nos podíamos encontrar con Dios sin problemas, morir nos parecería, como a Peter Pan, una gran aventura. Pero, ¿de dónde procede el sentimiento de pecado? Viene del reconocimiento de estar bajo una ley. Mientras no veamos a Dios nada más que en términos de ley de justicia, siempre nos veremos a nosotros mismos como criminales ante el tribunal, sin la menor esperanza de ser declarados inocentes. Pero eso es lo que Jesús vino a abolir. Vino a decirnos que Dios no es ley, sino amor; que no actúa por legalismo, sino por gracia; que vamos al encuentro, no de un juez, sino de un Padre que está esperando que Sus hijos vuelvan a casa. Para eso nos dio Jesús la victoria sobre la muerte, desterrando su temor con la maravilla del amor de Dios.
(iv) Por último, al final del capítulo, Pablo hace algo a lo que nos tiene acostumbrados. De pronto, la teología se convierte en desafío; de pronto, las especulaciones adquieren un carácter intensamente práctico; de pronto, el vuelo del pensamiento pasa a ser una demanda de acción. Termina diciendo: «Si tenéis esa gloriosa perspectiva a la vista, manteneos firmes en la fe y el servicio de Dios; porque, haciéndolo así, todos vuestros esfuerzos no resultarán baldíos.» La vida cristiana no es fácil, pero la meta hace que valga la pena la lucha para llegar. «Para mí está fuera de toda duda que lo que se sufre en este mundo no tiene comparación con la gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros» (Rm 8:18 ).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

1Co 6:10.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— carne y sangre: Más que al ser humano en su condición débil y mortal, se refiere al ser humano sometido al dominio del pecado, como se indica en nota a Rom 7:5.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La seguridad de la victoria

50 La transformación es necesaria porque la carne y la sangre, es decir, el cuerpo terrenal, no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción. 51 Pablo les cuenta un secreto, un misterio, es decir, algo que no había sido conocido anteriormente en la historia humana, pero que ha sido revelado al siervo de Dios (cf. 1 Cor. 4:1). No todo el pueblo de Dios dormirá el sueño de la muerte, es decir, morirá, pero es absolutamente seguro que todos serán transformados. 52 La venida de Cristo ocurrirá en un instante y el final será anunciado con el sonido de la trompeta (cf. Zac. 9:14). Entonces los muertos se levantarán y el pueblo de Dios será transformado. 54 Cuando esto suceda, acontecerá lo que predijo el profeta: la muerte será sorbida en victoria (Isa. 25:8).55 Nue vamente Pablo puede citar la profecía de Ose. 13:14 que es precedida por la promesa de que el Señor librará a su pueblo de la tumba. De las dos preguntas formuladas en el v. 55, a la segunda se responde en el v. 56 y a la primera en el v. 57. 56 El pecado fue la causa de la muerte (Gén. 2:17). Por medio de la ley llega el reconocimiento del terrible poder del pecado (cf. Rom. 7:7-14, donde Pablo explica en detalle la afirmación que aquí formula brevemente). 57 Cristo invadió el dominio de la muerte y le robó su aguijón. Esta es la gran victoria por la que debemos agradecer a Dios.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

p 834 Jua 3:3

q 835 1Pe 1:23

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

la carne y la sangre no pueden heredar. El argumento final de Pablo sobre la resurrección del cuerpo es la necesidad de la transformación del cuerpo humano, que es corruptible, para poder participar, ya incorruptible, en el futuro reino de Dios.

Fuente: La Biblia de las Américas

50 super (1) La carne y la sangre son los componentes del cuerpo anímico, el cual es corruptible y no está calificado para heredar el reino de Dios, que es incorruptible. La corrupción no puede heredar la incorrupción. Nuestro cuerpo corruptible tiene que ser resucitado en un cuerpo incorruptible para que podamos heredar el reino incorruptible de Dios en resurrección.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

R405 El verbo singular aparece con un sujeto compuesto por cuanto el autor inicialmente sólo tenía el primer sujeto en mente (comp. 1Co 13:13): la carne y la sangre no pueden heredar.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., la corrupción

Lit., la incorrupción

Fuente: La Biblia de las Américas

‡ Literalmente, “de carne y sangre”.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento