Comentario de 2 Corintios 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Por esto, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que nos fue dada, no desmayamos.
4:1 — «Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio». La frase «por lo cual» conecta lo que dijo anteriormente (cap. 3) acerca del ministerio (la gloria del nuevo pacto sobre la del antiguo y la competencia de su ministerio en el nuevo pacto) con lo que ahora enfatiza, que es el efecto en su carácter y disposición de sufrir injustamente que tiene el referido ministerio (3:6). Rehusa desmayar. — según la misericordia… no desmayamos». Compárese 3:4. Pablo había perseguido la iglesia del señor, pero fue «recibido a misericordia» (1Ti 1:12-14). El nunca se olvidaba de esa misericordia que se le mostró. Dios le perdonó cuando fue bautizado en Cristo (Hch 22:16) y ahora sufría mucho a manos de los incrédulos, y aun de los mismos hermanos en la fe, pero no desmayaba. Teniendo delante de sí continuamente lo glorioso del nuevo pacto, y lo que Dios había hecho por él para salvarle, todo lo aguantaba.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
teniendo nosotros este ministerio. 2Co 3:6, 2Co 3:12; 2Co 5:18; Efe 3:7, Efe 3:8.
que hemos recibido. 1Co 7:25; 1Ti 1:13; 1Pe 2:10.
no desmayamos. 2Co 4:16; Isa 40:30; Gál 6:9; Efe 3:13; Flp 4:13; 2Ts 3:13; Heb 12:3; Apo 2:3.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Declara como ha usado con toda sinceridad y fiel diligencia en predicar el evangelio, 2Co 4:1-6,
y como las tribulaciones y persecuciones que diariamente sufre por ello, redundan para la gloria de Dios, 2Co 4:7-11.
para el beneficio de la iglesia, 2Co 4:12-15,
y para el apóstol gloria eterna. 2Co 4:16-18.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Ahora Pablo saca la conclusión de lo que dijo acerca de su ministerio en (2Co 3:4-18).
este ministerio es el ministerio del NT. (2Co 3:6), un ministerio del Espíritu (2Co 3:6), de vida (2Co 3:7), y de justicia (2Co 3:9). Es un ministerio glorioso (2Co 3:7-12), de libertad (2Co 3:17). Pablo no llevó a cabo su ministerio con su capacidad humana sino con la misericordia de Dios (2Co 3:5, 2Co 3:6).
desmayamos significa «cansarse», «flaquear», o «desalentarse». No importa cuan difícil sea la tarea o cuan grande la oposición. Pablo no calló sino que habló con intrepidez porque estaba motivado por la gracia de Dios (2Co 3:12; 1Ts 2:1-12).
oculto significa «secreto». Pablo rechazó la astucia; es decir, ser inescrupuloso o estar adulterando la palabra de Dios (2Co 2:17). Aparentemente, a Pablo se le acusó de ser astuto (2Co 2:16) y de que su predicación era engañadora. Pablo defendió su ministerio porque se basó en la veracidad de la Palabra de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Pablo, heraldo de la verdad, 4:1-6.
1 Por esto, investidos de este ministerio de la misericordia, no desfallecemos, 2 sino que, desechando todo indigno tapujo y toda astucia, en vez de adulterar la palabra de Dios, manifestamos la verdad y nos recomendamos nosotros mismos a toda humana conciencia ante Dios. 3 Si nuestro evangelio queda encubierto, es para los incrédulos, para los que se pierden, 4 cuya inteligencia cegó el dios de este mundo, para que no brille en ellos la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. 5 Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor, y, cuanto a nosotros, nos predicamos siervos vuestros por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, es el que ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios que brilla en el rostro de Cristo.
Sigue San Pablo en la misma línea temática de los versículos anteriores, pero en estilo ya más polémico. No es él como sus adversarios, que adulteran la palabra de Dios y usan de tapujos indignos, sino que, habiendo recibido toda su “suficiencia” de Dios (cf. 3:5-6), predica siempre con sinceridad y franqueza (v.1-2; cf. 3:12). Si no todos aceptan su predicación, es debido a sus malas disposiciones, provocadas y atizadas por el demonio o “dios de este mundo,” que trata de restar almas a Cristo, impidiéndoles que conozcan el Evangelio, en el que resplandece Jesucristo, imagen de Dios (v.3-4; cf. 2:11; Efe 2:2; Jua 12:31). La afirmación de que Jesucristo es “imagen de Dios” la encontramos también en Col 1:15 y Heb 1:3; y prácticamente a ella equivale la expresión que viene luego: “gloria de Dios en el rostro de Cristo” (v.6). La gloria de Dios, que era inaccesible (cf. Jua 1:18), reverberando en el rostro de Cristo, como antes transitoriamente en el de Moisés (cf. 3:7), se hizo accesible; y nosotros podemos ver en Cristo, en su persona y acciones, como encarnadas las perfecciones divinas. Como Dios es imagen adecuada; como hombre, es imagen visible; y estas dos propiedades, adecuación y visibilidad, hacen que Jesucristo sea la única imagen perfecta de Dios.
Todavía insiste San Pablo, con ese “pues” del v.5, en que la culpa de que algunos no acepten el Evangelio no está de la parte del predicador. Ellos no tratan de predicarse a sí mismos para ganar aplausos, sino que predican únicamente a Cristo, que es el auténtico “Señor” (cf. 1Co 8:6), considerándose como simples “siervos de los fieles por amor de Jesús” (v.5). En sustancia, es la misma idea expresada ya en 1Co 3:22. Ha sido Dios, aquel mismo Dios que al principio del mundo hizo brillar la luz de entre las tinieblas (cf. Gen 1:3), quien ha iluminado también sus corazones para que prediquen a Jesucristo, reflejo de la gloria del Padre (v.6). No parece caber duda que San Pablo, aunque habla en plural y lo que dice se aplica a todos los apóstoles, está pensando sobre todo en su caso, cuando el Señor, con un milagro no menor al de la creación de la luz, le iluminó a él en el camino de Damasco (cf. Gal 1:15-16).
Vasos de barro en las manos de Dios,Gal 4:7-18.
7 Pero llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no parezca nuestra. 8 En mil maneras somos atribulados, pero no nos abatimos; en perplejidades, no nos desconcertamos; 9 perseguidos, pero no abandonados; derribados no nos anonadamos, 10 llevando siempre en el cuerpo la mortificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. 11 Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. 12 De manera que en nosotros obra la muerte, en vosotros la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: “Creí, por eso hablé”; también nosotros creemos, y por esto hablamos; 14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros; 15 porque todas las cosas suceden por vosotros, para que la gracia difundida en muchos acreciente la acción de gracias para gloria de Dios. 16 Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día. 17 Pues por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable, 18 y no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales; las invisibles, eternas.
En toda esta perícopa, San Pablo, refiriéndose particularmente a los apóstoles o ministros del Evangelio, no hace sino desarrollar una paradoja: la de que no somos nada de parte nuestra, pero podemos mucho con la ayuda de Dios. Precisamente, siendo nosotros tan poca cosa, es como resalta más la grandeza y poder divinos en la difusión del Evangelio.
La tesis fundamental está ya claramente enunciada en el v.7. La expresión “vasos de barro” parece ser literariamente una reminiscencia de Gen 2:7, aunque en este contexto no se refiera exclusivamente al cuerpo, sino al hombre todo entero, con capacidades tan limitadas y sujeto a mil miserias y debilidades. El “tesoro” de que los apóstoles son portadores es el ministerio mismo apostólico, dignidad sublime que Dios les ha confiado. A continuación (v.8-9), San Pablo, con gran riqueza de estilo y valiéndose de imágenes que recuerdan las luchas de los atletas, traza un breve cuadro de lo que es la vida de un apóstol: de una parte (la nuestra), debilidades y temblores; de otra (la gracia), fortaleza y triunfos.
Esos dos aspectos los resume en el v.10 diciendo que los apóstoles llevan siempre en el cuerpo la “mortificación” (νέκρωσις ) de Jesús, para que también la “vida” de Jesús se manifieste en su cuerpo. Hay aquí un pensamiento sumamente interesante que vamos a intentar aclarar. Trata San Pablo de dar a entender que la vida de un apóstol o ministro del Evangelio debe ser una reproducción de la vida de Cristo. Pues bien, la vida de Cristo tiene dos aspectos completamente distintos: Cristo paciente, que sufre y muere para redimir a los hombres, y Cristo glorioso, que vive vida pujante e indefectible, fruto de aquella redención dolorosa. Es lo que debe aparecer también en los apóstoles: de una parte, continuas tribulaciones, que se funden con las de Cristo y forman con ellas cierta unidad (cf. 1:5; Col 1:24), y de otra, manifestación de vida pujante interior con que pueden resistir a tantas tribulaciones, y que, a su tiempo, aparecerá con todo su esplendor en el cielo, junto a Cristo resucitado. La misma idea se repite en el v.11; y prácticamente también en el v.12, aunque aquí el aspecto glorioso o de “vida” se pone explícitamente sólo en los fieles, que se aprovechan de la obra redentora de los sufrimientos de Cristo, con los que van asociados los de los apóstoles. Sin embargo, no cabe duda que el primero que participa de esa vida es el mismo apóstol que la propaga (cf. v.16).
En los v.13-18 se declara más esa vida, atendiendo a su fase final de desarrollo, que es la vida de gloria en el cielo, y cuya esperanza sostiene a los apóstoles en sus tribulaciones. San Pablo comienza citando Sal 116:10, para, decirnos que el mismo espíritu de fe y confianza en Dios que tenía el salmista tiene también él, sabiendo que Dios “le resucitará” a su debido tiempo y podrá “estar con sus fieles” en el cielo (v.13-14; cf. Rom 8:11). Esta última expresión está rebosando cariño,y debía servir de estímulo a los corintios, pensando también ellos en la suerte gloriosa que les esperaba. Les vuelve a repetir (v.15; cf. v.5) que los apóstoles están para los fieles, aunque, como fin último, buscan la gloria de Dios: habiendo más fieles, habrá más que den gracias (cf. 1:11). Insiste todavía en recordar (v.16-18) que la esperanza del premio futuro, de mucho más peso que las momentáneas tribulaciones presentes, da ánimo a los apóstoles para “no desmayar,” sabiendo que, aunque el “hombre exterior” se vaya deshaciendo con las fatigas, el “hombre interior” va creciendo progresivamente en la vida de gracia, que desembocará en la vida de gloria, llevando consigo incluso la glorificación del cuerpo (v.16-18; cf. Rom 8:11; 1Co 15:22-28). De la noción de hombre “exterior” e “interior” ya hablamos en la introducción a esta carta.
Fuente: Biblia Comentada
este ministerio. El evangelio del nuevo pacto de Jesucristo. desmayamos. Un término fuerte en griego que se refiere a rendirse del todo por cobardía. Así no fue como Pablo respondió a los ataques constantes que enfrentó. La tarea de ministrar el nuevo pacto era demasiado noble como para desmayar y perder el ánimo (cp. Gál 6:9; Efe 3:13). Puesto que Dios lo había llamado a proclamarlo, Pablo no podía abandonar su llamado. En lugar de esto, confió en Dios para fortalecerlo (cp. Hch 20:24; 1Co 9:16-17; Col 1:23; Col 1:25).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
4:1 — «Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio». La frase «por lo cual» conecta lo que dijo anteriormente (cap. 3) acerca del ministerio (la gloria del nuevo pacto sobre la del antiguo y la competencia de su ministerio en el nuevo pacto) con lo que ahora enfatiza, que es el efecto en su carácter y disposición de sufrir injustamente que tiene el referido ministerio (3:6). Rehusa desmayar.
–según la misericordia… no desmayamos». Compárese 3:4. Pablo había perseguido la iglesia del señor, pero fue «recibido a misericordia» (1Ti 1:12-14). El nunca se olvidaba de esa misericordia que se le mostró. Dios le perdonó cuando fue bautizado en Cristo (Hch 22:16) y ahora sufría mucho a manos de los incrédulos, y aun de los mismos hermanos en la fe, pero no desmayaba. Teniendo delante de sí continuamente lo glorioso del nuevo pacto, y lo que Dios había hecho por él para salvarle, todo lo aguantaba.
Fuente: Notas Reeves-Partain
CEGUERA ESPIRITUAL
2 Corintios 4:1-6
Puesto que Dios ha tenido la misericordia de encomendarnos esta parcela de Su servicio, no nos desanimamos. Nos hemos negado a involucrarnos con métodos subrepticios o vergonzosos. No actuamos con astucia desaprensiva. No adulteramos el Mensaje que Dios nos ha encomendado predicar. Por el contrario, exponiendo la verdad con toda claridad, nos presentamos a la conciencia humana en todas sus formas a la vista de Dios. Porque, si es un hecho que la Buena Nueva que predicamos está velada para algunos, se trata de los que están condenados a perecer. En su caso, ha sido el dios de este mundo el que les ha cegado la mente a los que se niegan a creer, para que no les amanezca la luz del Evangelio que habla de la gloria de Cristo, en Quien podemos ver a Dios. No nos proclamamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como el Señor; nosotros no somos más que vuestros servidores por amor de Jesús. Esto es lo que tenemos que hacer, porque es Dios Quien ha dicho: «De las tinieblas resplandecerá la luz;» y Él la ha hecho resplandecer en nuestro corazón para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.
En este pasaje, Pablo tiene algo que decir, ya sea directamente o por implicación, acerca de cuatro clases diferentes de personas.
(i) Empieza por sí mismo. Dice que él nunca se desanima en el cumplimiento de la gran tarea que se le ha encomendado, y por implicación nos dice por qué. Dos cosas le mantienen en activo. (a) La conciencia de una gran tarea. El que es consciente de una gran tarea es capaz de cosas sorprendentes. Una de las obras geniales de la música es el Mesías de Hándel. Se sabe que la totalidad de la obra la compuso y escribió en no más de veintidós días, durante los cuales Hándel apenas se permitió comer o dormir. Una gran tarea lleva consigo su propia fuerza. (b) Está el recuerdo de una merced recibida. Pablo tenía el propósito de pasarse la vida tratando de hacer algo en respuesta al amor que le había redimido.
(ii) Entonces, por implicación, Pablo tiene algo que decir de sus oponentes y calumniadores. De nuevo nos llega el eco de cosas desagradables. Por detrás de esto podemos descubrir que sus enemigos le habían hecho tres acusaciones. Habían dicho que usaba métodos subrepticios, que hacía uso de una astucia desaprensiva para obtener su propósito y que adulteraba el mensaje del Evangelio. Cuando se malentienden nuestros motivos, se tergiversan nuestras acciones y se retuercen nuestras palabras, es un consuelo recordar que esto también les pasó a Pablo y a Jesús.
(iii) Pablo sigue hablando de los que han rechazado el Evangelio. Insiste en que lo ha proclamado de tal manera que cualquiera que tuviera conciencia tendría que admitir su desafío e invitación. Sin embargo, algunos parecían estar sordos a la llamada y ciegos a su gloria. ¿Por qué?
Pablo dice algo muy duro de ellos. Dice que el dios de este mundo les ha cegado la mente para que no crean. En toda la Escritura, los diferentes autores son conscientes de que en este mundo hay un poder del mal. A veces lo llaman Satanás, y a veces el diablo. Tres veces Juan pone en labios de Jesús la frase el príncipe de este mundo y su derrota (Jn 12:31 ; Jn 14:30 ; Jn 16:11 ). Pablo, en Ef 2:2 , habla del príncipe de la potestad del aire, y aquí del dios de este mundo. Hasta en la Oración Dominical hay una referencia a este poder maligno, porque es probable que la traducción más correcta de Mt 6:13 sea «híbranos del maligno.» Detrás de esta idea tal como aparece en el Nuevo Testamento hay ciertas influencias.
(a) La religión persa que se conoce como el zoroastrismo ve en todo el universo la batalla entre el dios de la luz y el dios de las tinieblas, entre Ormuz y Ahrimán. Lo que decide el destino de cada persona es el bando que elija en este conflicto cósmico. Cuando los judíos estuvieron dominados por los persas entraron en contacto con esa idea, que sin duda influyó en su manera de pensar.
(b) Es característica de la fe de Israel la concepción de las dos edades: la presente y la por venir. Cuando empezó la era cristiana, los judíos habían llegado a creer que la edad presente era irremediablemente mala y estaba destinada a la destrucción cuando amaneciera la edad por venir. Se podría decir que la edad presente estaba dominada por el dios de este mundo y en enemistad con el Dios verdadero.
(c) Hay que tener presente que esta idea de un poder maligno y hostil no es tanto una idea teológica como un hecho de experiencia. Si lo consideramos teológicamente, nos encontramos con serias dificultades. (¿De dónde salió el poder del mal en un universo creado por Dios? ¿Qué se propone?) Pero si lo consideramos como un hecho de experiencia, todos sabemos lo real que es el mal en el mundo. Robert Louis Stevenson dice en algún lugar: «¿Conoces la Estación Caledonia de Edimburgo? Una mañana fría, con viento del Este, me encontré allí con Satanás.»
Todo el mundo conoce la clase de experiencia de la que habla Stevenson. Por muy difícil que sea la idea del poder del mal, ya sea filosófica o teológicamente, la experiencia no la puede descartar. Los que no pueden aceptar el Evangelio son los que se han entregado hasta tal punto al mal que hay en el mundo que ya no pueden escuchar la invitación de Dios. No es que Dios los haya abandonado, sino que ellos mismos, con su conducta, se han vuelto insensibles a Dios.
(iv) Pablo tiene algo que decir de Jesús. La gran idea que presenta aquí es que en Jesucristo vemos a Dios tal como es. «El que me ha visto -dijo Jesús-, ha visto al Padre» (Jn 14:9 ). Cuando Pablo predicaba, no decía: «¡Miradme a mí!», sino: «¡Mirad a Jesucristo! En Él veréis la gloria de Dios Que ha venido a la Tierra de forma que los seres humanos Le puedan conocer.»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 4
3. LA LUZ EN EL MUNDO (4/01-06).
Con una amplia riqueza de palabras y de imágenes, describe Pablo el ministerio apostólico como la luz de Dios en las tinieblas del mundo. Al hacerlo, explica de nuevo, con mayor claridad, sus verdaderos objetivos, para defender su ministerio y su conducta ministerial frente a las suspicacias y ataques de que era objeto en Corinto (4,2.5). Esto mismo ha hecho ya en los capítulos 2 y 3, desde perspectivas siempre nuevas.
a) Predicación sin astucia (4,1-2).
1 Por lo tanto, investidos de este ministerio, como misericordiosamente lo hemos sido, no desfallecemos.
Pablo repite una vez más: lo que hace de un hombre un apóstol no es su propio merecimiento o su capacidad, sino la misericordia de Dios (que le llama y le habilita para el ministerio apostólico). Y como sabe que no depende de los hombres, sino que le ayuda la gracia de Dios, no se cansa ni desfallece, ni siquiera frente a las dificultades que tiene que superar en Corinto.
2 Por el contrario, hemos renunciado a los encubrimientos vergonzantes, no procediendo con astucia, ni falsificando la palabra de Dios, sino, con la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.
Pablo sabe que puede tener la conciencia tranquila. No tiene que avergonzarse de secretas iniquidades. ¿Qué quiere decir con esto? Se trata de las mismas imputaciones y acusaciones que ya ha mencionado con anterioridad: «Nuestra invitación no procedía de error o de mala conciencia, ni se fundaba en el engaño… Porque nunca procedimos con palabras de adulación, como sabéis, ni con pretexto de codicia» (1Te 2:3-5). Pablo piensa en las acusaciones de codicia (1Te 12:7 s), de hipocresías en su conducta (1Te 1:13 s), de adulteraciones de la palabra de Dios (1Te 2:17). él ejerce el verdadero servicio del apóstol, predicando el Evangelio verdadero sobre el plan y la obra de Dios. Si el Evangelio no es escuchado y aceptado en todas partes, la culpa no es de la predicación de Pablo. Así como antes ha asegurado la sinceridad de su palabra (3,12), ahora afirma solemnemente de nuevo la rectitud de su conciencia ante Dios y ante los hombres.
b) Ceguera e incredulidad (4,3-4a).
3 Y si nuestro Evangelio todavía velado, lo está en aquellos que van camino de perdición: 4a en aquellos incrédulos cuya mente obcecó el dios de este mundo…
Pablo se defiende en especial contra la acusación de que su predicación es incomprensible y obscura y que se calla lo importante. Pablo ha sido acusado ya otras veces de esto mismo por sus adversarios. Por qué y con qué fundamento, no está claro para nosotros. En todo caso, el apóstol concede que hay cosas obscuras en su Evangelio, pero sólo para los incrédulos, para los que van camino de perdición. Es bien cierto que la gloria del Evangelio está encubierta para aquellos cuyos sentidos ha cegado Satán, de tal modo que no pueden ver la luz del Evangelio, sino que permanecen en las tinieblas de la incredulidad.
c) Resplandor de la fe (4,4b-6).
4b …para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
El Evangelio tiene un brillante resplandor. Lo recibe de la gloria de Cristo que procede, a su vez, de que Cristo es imagen de Dios. Para Pablo la palabra «imagen» significa algo esencialmente distinto de lo que entendemos en nuestro lenguaje actual. Para nosotros «imagen» significa la copia de una persona. La persona permanece en su lejanía, mientras que la copia, debido a la semejanza con lo copiado, debe traernos el recuerdo del modelo inicial. Para Pablo, en la copia se hace visible y manifiesto lo copiado 35. Y así, a Cristo se le puede llamar «imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col 1:15). Esta expresión no es una débil comparación, sino que para Pablo tiene el valor de una fórmula doctrinal de fe. No quiere decir que Cristo sea algo parecido a Dios, una mera copia de la divinidad. Pablo quiere afirmar, como fe suya y de la Iglesia, que en Cristo se ha manifestado en el mundo y ha entrado en el mundo el Dios eterno. Cristo es la imagen eterna de Dios. Es la manifestación (epifanía) de Dios en el mundo. En este mismo sentido dice Cristo en el evangelio de Juan: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jua 14:9).
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35. Así entiende el judaísmo (y la antigüedad, en general) la naturaleza de la imagen. Por eso precisamente prohíbe el decálogo que se hagan imágenes de Dios (/Ex/20/04s).
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5 Pues no nos proclamamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor, y a nosotros como a servidores vuestros por amor a Jesús.
Pablo insiste de nuevo en la defensa de su servicio. él no se predica a sí mismo, sino a Cristo. No puede predicarse a sí mismo en ningún concepto. En efecto, su predicación dice siempre lo mismo: que Cristo es el Señor. La confesión «Cristo es el Señor» significa que el Mesías, levantado de la muerte a la gloria de Dios, es el Señor de la Iglesia y del mundo. Está aquí condensada la fórmula más breve de confesión de fe de la Iglesia primitiva 36. En esta predicación suya reconoce Pablo a Cristo como su Señor personal y a sí mismo como servidor de Cristo. Así pues, no se puede predicar a sí mismo, sino sólo siempre a este Señor. Como servidor de Cristo- y por amor a su Señor- es servidor de los demás, también de la Iglesia de Corinto. El mismo Cristo se hizo servidor de todos y pudo decir de sí mismo: «El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mar 10:45). Aludiendo a este ejemplo, amonesta el mismo Pablo: «Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino más bien, con humildad, teniéndoos recíprocamente como superiores; no atendiendo cada uno solamente a lo suyo, sino también a lo de los demás. Tened entre vosotros estos sentimientos, los mismos que tuvo Cristo Jesús… que… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2:3-5.8), El servidor de este Señor no puede hacer otra cosa sino servir a los demás.
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36. Cf. 1Co 8:6; 1Co 12:3; Flp 2:11.
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6 Porque Dios, que dijo: «De entre las tinieblas brille la luz», es quien hizo brillar la luz en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.
Pablo ha dicho de la gloria de Cristo que es la gloria de Dios (Flp 4:4). Ahora, en una grandiosa visión a través de la historia y de la historia de la salvación, concibe a Dios como el origen de toda luz y de toda gloria en el mundo. Fue Dios el que, al principio de la creación, hizo la luz, como se relata en las primeras líneas de la Escritura: «Dijo Dios: Haya luz. Y hubo luz» (Gen 1:3). Este mismo Dios brilla de nuevo sobre la faz de Cristo, por medio del cual se revela al mundo. Y brilla siempre, una y otra vez en los corazones de los que creen. Acaso Pablo piense en la hora de su conversión de Damasco, cuando Jesús, a quien perseguía, se le reveló como el Cristo de la gloria 37.
Pero él quiere ir más lejos y hablar de la fe en general: la luz y la claridad de la fe son producidas siempre por la clara luz de Dios, que brilla sobre el rostro de Cristo. Dios es siempre, desde el comienzo, aquel que crea la luz en las tinieblas, porque él mismo es luz. Este mismo y único Dios se hace visible constantemente en la historia de la salvación en acciones y palabras, en gestos y símbolos. Similarmente, el Evangelio de Juan dice que Cristo, como luz de Dios, estuvo siempre en el mundo, pero que ahora se ha revelado en su plenitud (Jua 1:4.5.9) 38. En frases como la de 4,4 y 4,6 intenta explicar Pablo el origen de la fe y de la incredulidad. Y afirma que ninguna de las dos, fe o incredulidad, son una mera decisión del hombre. Cuando el hombre pasa de largo ante Dios, sin creer, puede pensar, desde luego, que lo hace por propia decisión. Pero Pablo afirma que es porque le ha cegado su enemigo, Satán (4,4). Cuando el hombre llega a la fe, no puede gloriarse de ello. Es Dios quien instala la fe en el corazón por medio de su luz (4,6). Desde luego, Pablo no niega que en la fe o la incredulidad se dé también una decisión personal del hombre, pues habla repetidas veces de «la obediencia a la fe» (Rom 1:5). En la fe escucha el hombre a Dios y en la obediencia le sigue, mientras que en la incredulidad rehúsa oir y obedecer. En Pablo se dan, y no en escaso número, estas afirmaciones opuestas acerca de la conducta y la acción de Dios y del hombre, que son difíciles de conciliar desde una perspectiva lógica. Pero la fe sabe que estas afirmaciones describen una realidad en la que Dios y el hombre actúan de consuno, Dios como soberano Señor, y el hombre como siervo que escucha y como amigo.
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37. Hec 9:3; Gal 1:15 s, 38. Los padres de la Iglesia han interpretado la Sagrada Escritura desde esta afirmación fundamental de que puede llegarse a conocer a Dios a través de sus acciones salvíficas, siempre iguales. Dios es -para citar un ejemplo- el que purifica y santifica en el agua, casta y fecunda. Por tanto, los padres aplican al sacramento del bautismo todos aquellos pasajes del Antiguo Testamento en los que Dios salva por medio del agua Y así, cuando la liturgia consagra actualmente el agua bautismal en la noche de pascua, se leen y se aplican al bautismo los relatos de la creación de las aguas, del diluvio y del paso de Israel por el mar Rojo.
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4. ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (4/07-18).
Un nuevo círculo de ideas se abre en 4,7-5,10. Pablo sigue describiendo el servicio del apóstol. Ahora muestra cómo en la vida y en el ministerio apostólico se asocian la vida y la muerte, el tiempo y la eternidad. En una primera parte (4,7-18) aparece la vida del apóstol como un tránsito de la muerte a la vida. El discípulo sigue a su Señor, en una comunidad íntima de vida y de sufrimientos, a través de la pasión, hasta la gloria. El peso de la pasión pone en libertad, para este tiempo, las fuerzas de la paciencia, de la constancia, de la esperanza y de la seguridad de la salvación.
a) El apóstol y la vida y muerte de Jesús (4,7-13).
7 Pero este tesoro lo llevamos en vasos de barro, para que se vea que este extraordinario poder es de Dios y no de nosotros.
Pablo ha descrito la gloria como distintivo del ministerio apostólico. Pero la realidad parece ser muy diferente. La realidad es sufrimiento, persecución, abatimiento. El mismo Pablo ve la contraposición. Pero hay otros, tanto judíos como romanos -incluidos los corintios-, que perciben el contraste con mucha más brutalidad que el apóstol. Este contraste es lo que intenta explicar ahora.
Desde luego, el ministerio apostólico es un tesoro inapreciable. Pero depositado en vasos de barro. La imagen tiene un doble sentido. El tesoro está contenido en un recipiente que no tiene ningún valor, que no permite adivinar que encierra en su interior una cosa preciosa. Quien sólo ve el vaso de barro, no sospecha que hay un tesoro. Pero, además, un vaso de barro es un recipiente extremadamente frágil. Debe ser guardado con suma precaución. Si se rompiera el vaso, se perdería el tesoro, falto de protección y consistencia. El apóstol tiene que saber que cuando fue llamado se le concedió un gran tesoro, y debe conservarlo con un servicio fiel. La imagen es válida además, para todos los discípulos, en general. El hombre exterior, sometido a la pasión y la muerte, oculta en su interior, como un tesoro, una naturaleza y una vida espiritual superior a todo, y la posesión salvífica de una gracia inapreciable.
Pablo descubre el sentido de la contraposición entre el vaso y su contenido. Si el apóstol fuera un hombre que actuara y llamara la atención por sus cualidades externas, se le atribuirían a él los éxitos, y entonces la acción divina no sería ni conocida ni alabada. Por eso Dios hace que los depositarios de su gracia sean hombres frágiles, para que se conozca que su fuerza es fuerza de Dios, que emana de Dios, y no pueda ser confundida con la fuerza humana. Así, la fuerza del apóstol se manifiesta como extraordinario poder de Dios. Es poder extraordinario porque desborda todas las normas usuales entre los hombres. El apóstol, como todo cristiano, experimenta siempre dos cosas: su propia miseria y la ayuda todopoderosa de Dios.
8 Nos vemos atribulados por todas partes, pero no abatidos; acorralados, pero no sin esperanza de un resquicio; 9 perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados…
En los versículos 8-12 se contraponen en diversos aspectos la debilidad humana y la fuerza divina, primero con fórmulas concisas y luego con frases más largas. El primer miembro describe siempre la pesada carga de sufrimiento que el apóstol debe soportar; el segundo miembro testifica siempre que el apóstol nunca se verá abatido, y en esto se manifiesta justamente la fuerza de Dios. Esta es la maravilla, siempre nueva, experimentada por la fe.
El apóstol (y todo creyente, absolutamente hablando) es perseguido por el enemigo, pero nunca es abandonado a su suerte por el auxiliador divino. Acaso el perseguidor llegue a poner las manos sobre su víctima y consiga derribarle con su fuerza salvaje. Pero, como a través de un milagro, se verá imposibilitado de asestar el golpe definitivo y mortal.
10 …llevando siempre y por todas partes, en el cuerpo, el estado de muerte que llevó Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Hasta ahora los contrastes se habían formulado desde aspectos humanos, en general. A partir de aquí adquieren un carácter íntimamente cristiano y creyente. Pablo se sabe expuesto a un morir constante, y esto trae a su memoria los continuos peligros y privaciones, las cargas corporales y espirituales que amenazan aplastarle. Está siempre en peligro de muerte. Y puede comprender por qué debe ser así, cuando piensa en el mismo Jesús, que pasó a la vida a través de la muerte. Así como el apóstol anuncia la pasión de Jesús 39, así también debe exponerla y realizarla en su propia vida. Pero, de acuerdo con la historia de la vida de Jesús, cuando el peligro de muerte es más apurado, sobreviene el cambio. Jesús pasó, a través de la muerte, a la muerte, a la nueva vida, conseguida en la resurrección y en la subida al Padre.
También el apóstol, después de su pasión, vive esta vida. La vive ya ahora como la fuerza que supera todo sufrimiento y preserva de la aniquilación la vida corpórea, y la vive también, y sobre todo, como la fuerza inmaterial y espiritual que se afirma frente a todo sufrimiento.
Esta fuerza de la vida actual llegará a su plenitud en la futura vida eterna (4,14). Pablo habla una y otra vez de la vida y la muerte como de la ley del ser cristiano: «Padecemos con él y así también con él seremos glorificados» (Rom 8:17). O bien: «Para conocerlo a él, la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos» (Flp 3:10). Estas frases son come el cumplimiento de la sentencia del Señor: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mar 8:34).
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39. En la predicación: 1Co 1:23; 1Co 2:2; Gal 3:1; en la liturgia: 1Co_1 1:26.
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11 Pues nosotros, aunque vivos aún, nos vemos siempre entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
Vida y muerte, muerte y vida, no son cosas sucesivas; acontecen ambas al mismo tiempo en un mismo creyente. Así, Cristo es la forma de la vida del discípulo, pues ambas se encuentran dentro de una misma comunión de sufrimiento y vida.
Pablo habla repetidas veces de esta comunión de muerte y vida con Cristo, especialmente en el gran capítulo sobre el bautismo en la carta a los Romanos. En él se dice: «Por medio del bautismo fuimos juntamente con él sepuItados en su muerte… así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. Porque, si estamos injertados en él, por muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección» (véase todo el pasaje Rom 6:3-11). Aquí, la muerte y la vida de Cristo no son sólo un ejemplo de imitación moral, sino un prototipo, que se repite en el cristiano mediante la eficacia de los sacramentos, que se extiende hasta él y que él debe llevar a su plenitud en su propia vida. En 2Cor 4 Pablo no habla expresamente de esta muerte y resurrección sacramental. Pero sacramento y vida son cosas inseparables para Pablo. Así, la doctrina del bautismo de la carta a los Romanos (cap. 6) forma unidad con la doctrina de la vida de la segunda carta a los Corintios (cap. 4), del mismo modo que deben formar unidad en toda vida cristiana.
12 Así la muerte opera en nosotros, y en vosotros la vida.
Pablo concluye la línea de su pensamiento con un brusco cambio de dirección. Vuelve a repetir, sintetizando, que la muerte opera en él. Pero no dice, siguiendo la línea lógica, que también actúa en él la vida, sino que la vida opera en vosotros. Esta vida es la riqueza espiritual de la comunidad de Corinto y, rebasando Corinto, de toda la Iglesia. Pablo piensa así no sólo porque la comunidad ha sido edificada por la palabra y las fatigas del apóstol. Se da aquí una correspondencia intima de entrega, de representación y de salvación, en virtud de la cual la muerte de uno es la vida de otro. Se expresa así la conciencia del apóstol, de que es no sólo maestro, guía y padre de la comunidad, sino sacerdote e intermediario, que se ofrece a sí mismo por la Iglesia y de cuyo sacrificio brota la vida de aquélla. La ofrenda de la vida del Apóstol produce frutos en la Iglesia. «Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero, si muere, produce mucho fruto» (Jua 12:24).
13 Pero, teniendo el mismo espíritu de la fe según lo que está escrito: «Creí y por eso hablé» (Sal 116:10), nosotros también creemos y por esto hablamos…
Pablo ha puesto al descubierto, sin reservas, sus tribulaciones y necesidades. Puede hablar de sus flaquezas, experimentarlas día tras día, porque habla en la fe. A esto se debe que no pueda abatirle la conciencia de su debilidad. Habla con aquel mismo espíritu de fe con que oraba el salmista, liberado de un peligro de muerte… «Yo creí y por eso puedo cantar las alabanzas de Dios» (Sal 116:10). Así, la fe confesará y experimentará siempre las maravillas de Dios. Pero el hombre no puede ya, sin más, decidirse a creer por su sola decisión personal. La fe es un efecto del Espíritu, una obra de Dios en el hombre (Sal 4:6).
b) La Iglesia y la vida y muerte de Jesús (Sal 4:14-15).
14…sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros.
La fuerza que permite a Pablo, a pesar de todas sus tribulaciones, hablar y actuar, es la fe en el Señor resucitado40. En efecto, la resurrección de Cristo es garantía de la resurrección; la vida del resucitado es fundamento de la vida indestructible de la Iglesia. El Dios eterno, que no abandonó a Cristo en la muerte, no permitirá que ninguna fe sea en balde, ni dejará la vida abandonada a la muerte. Pablo expone esta idea insistentemente cuando predica la resurrección: «El que resucitó a Jesús de entre los muertos, dará vida también a nuestros cuerpos mortales» (Rom 8:11); o bien: «Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que están muertos» (1Co 15:20).
Después de la resurrección, los resucitados son presentados ante el trono de Dios, pero no para ser juzgados, sino realmente como en triunfo: «Ahora ya os ha reconciliado por su cuerpo de carne, mediante la muerte, para presentaros santos, sin tacha e irreprochables ante él» (Col 1:22). Pablo se refiere, en primer término, a su propia persona. Pero no puede hablar de su esperanza de vida sin incluir a la comunidad. También en la vida eterna están unidos el apóstol y su Iglesia. La expresión empleada indica muy bien que, aun sin pensarlo expresamente, Pablo da por supuesto que la comunión personal iniciada en la tierra se continuará también en el cielo, es decir, que el apóstol sabe que se dará lo que nosotros llamamos «encuentro personal».
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40. El Nuevo Testamento habla desde luego de la resurrección de Jesús (Mc S,31; Hec 10:41; 1Te 4:14), pero también, y más frecuentemente aún, de que Jesús es despertado, levantado (texto griego: egerthenai, anestesen, etc.) de entre los muertos (Mat 16:21; Mat 28:6 s; Hec 2:24; Hec 13:33 s; Rom 4:24 s; 1Co 15:4 y passim). En la primera expresión, utilizada hoy casi en exclusiva, se acentúa más el poder mismo de Jesús; en la segunda, el amor del Padre, que ha despertado a su Hijo de entre los muertos.
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15 Todo esto por vosotros; a fin de que la gracia, multiplicándose al pasar por tantos, haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios.
El apóstol y la comunidad forman un todo. Todo cuanto el apóstol proyecta, hace y padece, sucede por vosotros, por la Iglesia. Sin embargo, el fin último y definitivo no es la Iglesia, sino la honra y gloria de Dios. La gracia divina, que llama y lleva a la fe, debe amplificarse cada vez más, a medida que son más los que llegan a la fe. Cuantos más creyentes, más oraciones y más acciones de gracias a Dios. El fin último de toda predicación y de todo trabajo misionero es llegar a crear un poderoso coro de acción de gracias que suba de la tierra al cielo (véase el comentario 1,11; 9,12).
c) Tiempo y eternidad (4,16-18).
16 Por eso no desfallecemos; por el contrario, aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, nuestro hombre interior, sin embargo, se va renovando día tras día.
Pablo resume las confesiones que ha expuesto anteriormente (4,7-12) y les pone fin con sentencias densa y sólidamente formuladas 41. El hombre exterior, es decir, la parte corporal y perecedera del hombre, puede destruirse, y su fuerza vital puede agotarse. Pero el hombre interior, que es la parte espiritual e imperecedera del hombre, o, cristianamente entendido, el hombre determinado por la fe y el Espíritu, el Cristo en devenir en los cristianos, es creado nuevamente día tras día por la fuerza y el amor de Dios. Este hombre interior es «el hombre nuevo, que se va renovando… según la imagen del que la creó» (Col 3:10), la «nueva criatura» (2Co 5:17) por antonomasia.
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41. Pablo emplea aquí, acaso sin caer en la cuenta, el lenguaje de la filosofía religiosa griega (y también greco-judaica) de su época, que, lo mismo que el apóstol, habla del hombre corporal exterior y del hombre espiritual interior (parecidamente también en Rom 7:22; Efe 3:16). En la época del Nuevo Testamento un escrito de mentalidad religiosa greco-oriental (Corpus Hermeticum) dice (Efe 1:15): «EI hombre es una doble naturaleza, mortal en cuanto cuerpo, pero inmortal en cuanto a la naturaleza humana». Cf. la nota 42.
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17 Porque el momento pasajero de nuestra tribulación va produciendo en nosotros un peso eterno de gloria cada vez más inmenso.
La salvación que la fe experimenta ya ahora día tras día, aparecerá también como la salvación futura y definitiva del último día. La tribulación actuaI es -comparada con la gloria futura- pequeña. «Los sufrimientos del tiempo presente no merecen compararse con la gloria venidera que en nosotros será revelada» (Rom 8:18). De la necesidad se hace gloria. Y esto, desde luego, no en el sentido de que el hombre paciente y mártir pueda merecer la recompensa eterna. Nadie dice con más energía que Pablo que la justificación, y más aún la gloria, son siempre un don y una gracia (Rom 3:24-28; Efe 2:8). Pero, mediante la gracia de Dios, la muerte engendra vida.
18 Nosotros no aspiramos a estas cosas que se ven, sino a las que no se ven. Porque las que se ven son efímeras, pero las que no se ven son eternas.
El mundo eterno, al que está orientada la fe, no es visible. Por tanto, el cristiano no busca las cosas visibles, sino las invisibles, tal como deduce la formulación conscientemente paradójica del texto. Que sean invisibles no disminuye en nada el valor de los bienes eternos, sino que, bien entendido, lo aumenta. En efecto, lo visible es perecedero, mientras que lo invisible es eterno. Por lo mismo, la fe no se contenta con las cosas visibles, sino que busca las invisibles. En otra ocasión, Pablo describe con palabras conmovidas y conmovedoras la fe y la vida en cuanto orientadas hacia la meta eternamente permanente (Flp 3:8-16). Parecidamente se expresa, sobre la fe, la carta a los Hebreos: «La fe es soporte de las realidades que se esperan, y prueba de las que no se ven» (Heb 11:1) 42.
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42. Los exegetas indican que (como en 4,16) también aquí parece que Pablo utiliza el lenguaje de la filosofía y la religión griegas (y greco-judaicas) que, como él, hablan de lo visible y perecedero, y de lo eterno e imperecedero: «Lo corpóreo es lo visible y perecedero, lo invisible es siempre igual e inmortal». Casi en la misma época neotestamentaria dice el Corpus Hermeticum 4,9: «Lo visible divierte; lo invisible nos deja ser incrédulos». Y nuevamente Séneca, Cartas, 58,24: «Son sólo imágenes, que conservan por poco tiempo su forma. Nada es consistente, nada es firme. Las deseamos como si siempre hubieran de existir, o como si siempre las hubiéramos de poseer. Débiles y perecederos, sólo permanecemos unos instantes. Levantemos nuestros corazones a lo que es eterno.» Estos ejemplos demuestran hasta qué punto la predicación del Evangelio se servía de las palabras y los conceptos contemporáneos para hacerse entender. No hay aquí una especie de mescolanza religiosa. En estos casos el Nuevo Testamento pretende decir a los oyentes lo mismo que Pablo en el Areópago: «Lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciaros» (Hec 17:23). El Evangelio no es hostil a la cultura; el mundo no es esencialmente malo y, por tanto, impugnable, sino que el Evangelio, la cultura auténtica y el verdadero humanismo pueden tener íntima conexión.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
La conducta de Pablo en el ministerio
1, 2 Dado que le había sido confiado un ministerio tan grande, dice Pablo, no desmayamos. Por esa razón también rechazamos los tapujos de vergüenza, o como traduce DHH: “Hemos rechazado las cosas vergonzosas que se hacen a escondidas.” Expresado en forma negativa, esto implicaba la negación a proceder con astucia o a adulterar la palabra de Dios (es decir, mezclarla con ideas extrañas; cf. con comentario sobre 2:17). Positivamente, implicaba una clara demostración de la verdad. Aunque debemos luchar por hacer que la verdad de la palabra de Dios sea clara para las personas en las situaciones en que se encuentran, no necesitamos, como tampoco Pablo, manipularla para hacerla eficaz. Presentada en una forma directa, y en dependencia del Espíritu Santo, la palabra de Dios alcanzará los objetivos por los cuales Dios la envía (cf. Isa. 55:10, 11).
3, 4 La referencia de Pablo a aquellos para los cuales nuestro evangelio está encubierto es esencialmente a sus contemporáneos judíos que no comprendían que sus propias Escrituras señalaban a Cristo (cf. 3:14, 15) y cuyo entendimiento ha sido cegado por el dios de esta edad presente. Sin em bargo, en base a otras referencias en esta carta es claro que Pablo no consideraba que la actividad del dios de esta edad presente (Satanás) estuviera limitada a los judíos (cf. 2:11; 11:3, 14). Aquellos cu yas mentes han sido cegadas no pueden ver el resplandor del evangelio, y el evangelio trata de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios. Cuando Pablo habla de Cristo como la imagen de Dios, puede estar refiriéndose a su humanidad (cf. Gén. 1:26: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”) o a su transcendencia (algunas veces se personificaba a la sabiduría como la imagen de Dios; cf. Prov. 8:22-31; Col. 1:15-20). 5-6 Si el evangelio trata de la gloria de Cristo, entonces Pablo no predica sobre sí mismo (como hacen otros), sino que predica a Cristo Jesús como Señor y se considera un siervo de aquellos a quienes les predica. La base del ministerio de Pablo es el privilegio de haber visto por sí mismo la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo (inicialmente, en el camino a Damasco). Sólo podemos predicar a otros el Cristo que nosotros mismos hemos conocido.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
4.2 Predicadores, maestros y cualquiera que hable acerca de Jesús, deben recordar que se hallan en la presencia de Dios, El oye cada palabra. Cuando le hable a la gente acerca de Cristo, tenga cuidado en no distorsionar el mensaje para complacer al auditorio. Proclame la verdad de la Palabra de Dios.4.3, 4 El evangelio está disponible y revelado a todos, excepto a aquellos que se niegan a creer. Satanás es el «dios de este siglo». Su trabajo es engañar y aquellos que no creen serán enceguecidos por él (véase 11.14, 15). El atractivo del dinero, el poder y el placer enceguecen a la gente para ver la luz del evangelio. Todos aquellos que rechazan a Cristo, prefiriendo una vida mundana, convierten a Satanás en su Dios.4.5 El centro de la predicación de Pablo fue Cristo, no él mismo. Cuando testifique, dígale a la gente lo que Cristo ha hecho, no en qué consisten sus habilidades y logros. Las personas deben ser presentadas a Cristo no a usted. Y si oye a alguien que predique acerca de sí mismo o trata de expresar sus propias ideas antes que las de Cristo, tenga cuidado: es un falso maestro.4.5 Pablo sirvió voluntariamente a la iglesia en Corinto, a pesar de los profundos desacuerdos que tuvieron con él. Cualquier servicio requiere un sacrificio de tiempo y de deseos personales. Llegar a ser un seguidor de Cristo significa servir a otros, aun cuando ellos no satisfagan nuestras aspiraciones.4.7 El mensaje invalorable de salvación en Jesucristo ha sido confiado por Dios a hombres frágiles y falibles («vasos de barro»). El enfoque de Pablo, sin embargo, no era en un envase perecedero sino en su valioso contenido: el poder de Dios obrando en nosotros. Aun siendo débiles, Dios nos usa para difundir las buenas nuevas y nos da poder para cumplir con la obra. Si sabemos que el poder es suyo, no nuestro, podemos evitar que el orgullo se apodere de nosotros y esto nos motiva a mantener un contacto diario con Dios, nuestra fuente de poder. Nuestra responsabilidad es dejar que la gente vea a Dios por medio nuestro.4.8-12 Pablo nos recuerda que aunque podamos estar al final de nuestra soga, nunca estaremos al final de la esperanza. Nuestros cuerpos perecederos están sujetos al pecado y al sufrimiento pero Dios nunca nos abandona. Como Cristo obtuvo la victoria sobre la muerte, tenemos vida eterna. Todos nuestros riesgos, humillaciones y pruebas son oportunidades para demostrar el poder y la presencia de Cristo en y a través de nosotros.4.15-18 Pablo enfrentó sufrimientos, pruebas y angustia al predicar las buenas nuevas, pero sabía que un día terminarían y que obtendría el reposo de Dios en recompensa. Cuando enfrentamos dificultades, es más fácil enfocar el dolor antes que la meta final. Así como los atletas se concentran, pensando en la línea de llegada, y pasan por alto su incomodidad, nosotros también debemos concentrarnos en la recompensa a nuestra fe y en el gozo que permanece para siempre. No importa qué nos suceda en esta vida, tenemos la seguridad de la vida eterna en la que todo sufrimiento terminará y las tristezas y el gemido huirán (Isa 35:10).4.16 Es fácil desmayar. Todos enfrentamos problemas, en nuestras relaciones o en el trabajo, que nos inducen a pensar en echar a un lado las herramientas y abandonarlo todo. Antes que rendirse cuando la persecución arreciaba, Pablo se concentró en experimentar la fortaleza interior proveniente del Espíritu Santo (Eph 3:16). No permita que la fatiga, el dolor o la crítica lo motive a abandonar la tarea. Renueve su compromiso de servir a Cristo. No renuncie a su recompensa eterna por causa de la intensidad del dolor actual. Su debilidad permite que el poder de la resurrección de Cristo le fortalezca momento a momento.4.17 Nuestros problemas no debieran desanimarnos o disminuir nuestra fe. En cambio, debemos entender que hay un propósito en nuestro sufrimiento. Los problemas y las limitaciones humanas tienen varios beneficios: (1) nos recuerdan los sufrimientos de Cristo por nosotros; (2) nos alejan del orgullo; (3) nos ayudan a mirar más allá de esta corta vida; (4) prueban nuestra fe a otros; y (5) le dan la oportunidad a Dios para demostrar su gran poder. ¡Vea sus problemas como oportunidades!4.18 Nuestra esperanza suprema cuando experimentamos terrible enfermedad, persecución o dolor es descubrir que esta vida no es todo lo que hay, ¡hay una vida después de la muerte! Saber que viviremos por siempre con Dios en un lugar sin pecado y sufrimiento puede ayudarnos a vivir sobre el dolor que enfrentamos en esta vida.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 133 Rom 11:13; 1Ti 1:12
b 134 Hch 9:15
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
este ministerio. Pablo se refiere a su misión apostólica y a su ministerio del nuevo pacto (3:6).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) En 3:12-18 el apóstol describe cómo son constituidos los ministros del nuevo pacto. En este capítulo, desde el v.1 hasta el v.6, continuó el tema relatando cómo ellos, los ministros del nuevo pacto, se conducían para llevar a cabo su ministerio; desde el v.7 hasta el v.18, él describió la clase de vida que ellos vivían, una vida que los hacía uno con su ministerio. Este capítulo trata varios aspectos de su experiencia, los cuales corresponden a lo tratado en el cap.3 con respecto al ministerio del nuevo pacto y también lo confirman: (1) la paz de los vs.8-9, la cual experimentó el apóstol como resultado de la manifestación de la vida en medio de la confusión, corresponde a la justicia como fruto de paz ( Stg_3:18), es decir la expresión adecuada y ordenada de la imagen de Dios, mencionada en 3:9; (2) la vida de los vs.10-12 corresponde al Espíritu mencionado en 3:6,8, 17-18; (3) la renovación del v.16, corresponde a la transformación, mencionada en 3:18; y (4) el eterno peso de gloria del v.17, corresponde a los grados de gloria de 3:18.
1 (2) El ministerio descrito en 2:12 – 3:18, es decir, un solo ministerio que todos los apóstoles de Cristo comparten. Aunque sean muchos, tienen un solo ministerio: el ministerio del nuevo pacto para el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios. Todas las obras de los apóstoles tienen como fin llevar a cabo este ministerio único, es decir, ministrar a Cristo a la gente para la edificación del Cuerpo de Cristo.
1 (3) Véase la nota 13 (3) de 1 Ti. 1.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
no desmayamos, (cp. Luc 18:1; 2Co 4:16; Gál 6:9; Efe 3:13; 2Ts 3:13). Pablo atribuye su efectividad a la misericordia de Dios.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
18 4,1-6. Tanto el tema como el tono de esta sección recuerdan 3,1-6. Pablo devuelve el golpe a quienes han denigrado su ministerio. 1-2. Se desarrolla la idea introducida en 3,12.
1. según la misericordia con que fuimos favorecidos: Antes de su conversión (3,5-6), Pablo había perseguido a los cristianos (1 Cor 15,9; Gál 1,13.23). no somos pusilánimes: Otra manera de expresar la parrhésia de 3,12, que rechaza la acusación de 10,9-11. 2. por nuestra parte hemos renunciado: La rara voz media de apeipon distancia a Pablo de sus adversarios (2,17; 3,13), aun cuando ello entrañe un elogio de sí mismo (3,1). Lo que se quiere decir es que los otros debieran renunciar a las prácticas que a continuación se enumeran, y no que él las haya empleado alguna vez (cf. 1 Tes 2,1-12). cosas escondidas vergonzosas: Las cosas que uno espera que nunca salgan a la luz. Las dos oraciones siguientes explican lo que Pablo tiene que impugnar (12,16). procediendo sin escrúpulos: Al escribir 1 Cor 9,19-23, Pablo se había expuesto a la acusación de no tener escrúpulo alguno de adoptar cualquier medio para alcanzar sus fines, adulterando la palabra de Dios: El vb. doloun es diferente del de 2,17, pero el significado es el mismo, manifestando la verdad abiertamente: La de Pablo es una revelación plena y completa del evangelio (Gál 2,5.14), sin disimular ni omitir nada, como afirmaban sus adversarios, conciencia: En este caso, la facultad de auténtico discernimiento (véase M. E. Thrall, NTS 14 [1967-68] 123-25), quizá equivalente a «el amor de la verdad» (2 Tes 2,10). 3. aun cuando nuestro evangelio esté velado: La concesión de que su predicación haya sido ineficaz en parte supone una acusación, posiblemente la de que no había hecho muchos conversos judíos (3,14-15). los que se pierden: Presentados en el v. 4 como incrédulos (véase el comentario a 2,15). 4. el dios de este mundo: Posiblemente Beliar (6,15), que se debe distinguir de Satanás (véase el comentario a 1 Cor 5,5) . Pero es más probable un gen. objetivo (BDF 167), de manera que la traducción sería: «el dios que es este mundo» (cf. Flp 3,19). El pecado desempeña el mismo papel en Rom 3,9; 6,6-23. cegó las inteligencias: Compárese 3,14. el resplandor del evangelio: El evangelio es una fuerza iluminadora (Rom 1,16), porque entrega la gloria de Cristo, quien refleja (3,18) la gloria de Dios (4,6) y se compara con Moisés (3,7), el mediador de la antigua alianza (3,14). la imagen de Dios: La definición de la auténtica humanidad (Gn 1,26-27) se aplica únicamente a Cristo y a Adán antes de la caída (1 Cor 11,7). 5. no nos predicamos a nosotros mismos: Alusión a que otros en su mensaje daban más importancia a sus personas que a Cristo (véase el comentario a 12,12). Cristo Jesús como Señor: Pablo hace suya una fórmula confesional (1 Cor 12,3; Flp 2,10-11; Rom 10,9). 6. el dios que dijo: La cita libre de Gn 1,3 permite determinar que se trata del Creador, que permanece activo para iluminar (Is 9,2). El deliberado contraste con el dios de este mundo (v. 4) pone de relieve la necesidad de la gracia en la recepción del evangelio, en el rostro de Cristo: El contraste con Moisés (3,7) es deliberado. En efecto, Pablo dice a sus adversarios que no es él quien debe ser comparado con Moisés, sino Cristo.
(Fitzmyer, J. A., «Glory Reflected on the Face of Christ [2 Cor 3:7-4:6] and a Palestinian Jewish Motif», TS 42 [1981] 630-44. Lambrecht, J., «Structure and Line of Thought in 2 Cor 2:14-4:6», Bib 64 [1983] 344-80. Richard, E., «Polemics, OT, and Theology: A Study of 2 Cor 3:l-4:6», RB 88 [1981] 340-67. Theobald, M., Die überstrómende Gnade [FB 22, Wurzburgo 1982] 167-239.)
19 (C) Ministerio y mortalidad (4,7-5,10). Los adversarios de Pablo interpretaban los padecimientos y tribulaciones de éste como una refutación de su pretensión de ser apóstol. Tal debilidad no podía administrar el poder salvador de Dios. Respondiendo a esto, Pablo insiste en que el sufrimiento es esencial al apostolado auténtico y a la vida cristiana.
20 (a) La manifestación de Jesús (4,7-15). Lo que aquí se ofrece es «una interpretación del curriculum vitae Pauli como el curriculum mortis et vitae Jesu» (Furnish, II Corinthians 288). Los sufrimientos de Pablo lo asimilan a Jesús y le permiten demostrar la auténtica humanidad que Jesús encarnó. 7. vasijas de barro: La debilidad y fragilidad de la existencia humana contrasta tan intensamente con lo que los apóstoles han conseguido, que en ellos debe de haber actuado una fuerza divina (3,5; 13,4) . 8-9. Catálogos parecidos de penalidades aparecen en 6,4-5; 11,23-29; 12-10; 1 Cor 4,9-13, pero en este caso la formulación antitética está pensada para confirmar el v. 7. 10. el morir de Jesús: La existencia terrena del Jesús histórico en cuanto entregada a la muerte, la vida de Jesús: La humanidad auténtica manifestada por el Jesús histórico (2,16). en el cuerpo/en nuestro cuerpo: Se trata del comportamiento de Pablo (1 Cor 11,1) en cuanto complementa su predicación verbal. 11. nosotros, los que vivimos: Quienes están vivos tanto física como existencialmente (Rom 6,11; Col 2,13) se encuentran de manera continua en peligro mortal. Esto explica el v. 10a. en nuestra carne mortal: Sarx tiene el mismo significado que soma en el v. 10. El término fue escogido debido al adj. Pone de relieve la vulnerabilidad de la existencia física. 12. la muerte actúa en nosotros: Pablo está siendo triturado por el sufrimiento (v. 16), pero esto forma parte del plan de Dios, la vida en vosotros: El nuevo ser de la humanidad auténtica (v. 10) es la meta del ministerio (1 Cor 4,15c; Gál 4,19). 13. espíritu de fe: Una fe activa imbuida del poder del Espíritu. según lo que está escrito: Esto introduce una cita exacta de Sal 116,10 (LXX 115,1). creemos y por eso hablamos: La interpretación que Pablo hace de sus sufrimientos (w. 10-11) se enraíza en la fe, no en la razón. 14. nos resucitará: El pensamiento de la muerte lleva a Pablo a la recompensa de la resurrección, que arrebata a la muerte su poder. 15. La acción de gracias de la comunidad crece en proporción al número cada vez mayor de quienes aceptan el mensaje, lleno de gracia, de Pablo (3,5-6) y así se hacen capaces de dar gloria a Dios (véase 1 Cor 2,7).
(Fridrichsen, A., «Zum Thema «Paulus und die Stoa”», ConNT 9 [1944] 27-31. Spicq, C., «L’Image sportive de 2 Cor 4:7-9», ETL 13 [1937] 209-29.)
21 (B) ENCARAMIENTO DEL MIEDO A LA MUERTE (4,16-5,10). Pablo declara su confianza comparando lo que es de valor permanente con lo que es sólo transitorio. 16. no somos pusilánimes: Véase el comentario a 4,1. hombre exterior/interior: La persona entera considerada desde el punto de vista de la visibilidad (v. 18). La incapacidad cada vez mayor de Pablo se puede ver; su fe y esperanza en perpetuo crecimiento, no. El uso de «hombre interior» en Rom 7,22 es diferente (véase H. R Rüger, ZNW 68 [1977] 132-37). 17. La enorme desproporción entre humillación y recompensa se expresa desde la perspectiva del tiempo y el peso. 18. cosas que se ven/que no se ven: Se distingue entre lo que no tiene importancia (p.ej., las apariencias externas), en lo cual suelen centrar su atención los adversarios de Pablo (5,12), y las cosas que realmente importan (Flp 1,10).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
ver nota 2Co 3:7-9
Fuente: Biblia Textual IV Edición
[13] Sal 116 (115), 1.