Comentario de Gálatas 2:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Luego, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén, junto con Bernabé, y llevé conmigo también a Tito.
2:1 — Después, pasados catorce años, — Catorce años después de su primera visita a Jerusalén (Hch 9:26-29). El no se refiere al viaje de Hch 11:27-30, porque, aunque «volvieron de Jerusalén» (12:25) estuvieron entre «los hermanos que habitaban en Judea». Este viaje no tuvo importancia en cuanto a su relación con los apóstoles y, por eso, con respecto a su apostolado; se omite pues en este relato a los gálatas. El propósito de este párrafo es demostrar que aunque él no recibió el evangelio de los otros apóstoles, ellos sí lo aceptaron y aprobaron.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
catorce años. Gál 1:18.
fui otra vez a Jerusalén. Hch 15:2-4.
con Bernabé. Gál 2:13; Hch 4:36, Hch 4:37; Hch 11:25, Hch 11:30; Hch 12:25; Hch 13:2, Hch 13:50; Hch 14:12; Hch 15:25, Hch 15:36-39; 1Co 9:6; Col 4:10.
también conmigo a Tito. Gál 3:1-29; 2Co 8:16, 2Co 8:23; Tit 1:4.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Les cuenta del viaje a Jerusalén y su propósito, Gál 2:1, Gál 2:2;
y que Tito no fue circuncidado, Gál 2:3-10;
y que resistió a Pedro y la razón de hacerlo, Gál 2:11-13;
por qué él y otros, siendo judíos, creen en Cristo para ser justificados por la fe y no por las obras, Gál 2:14-19;
y que los que son de este modo justificados, ya no viven en pecado, Gál 2:20, Gál 2:21.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Esta sección de la narración puede corresponder a (Hch 11:30; Hch 12:25), si la carta fue escrita primero, a (Hch 15:1-41), o si fue escrita después. El escenario parece favorecer a la visita de (Hch 11:1-30; Hch 12:1-25), aunque el tema es el mismo que en (Hch 15:1-41).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Después, pasados catorce años puede indicar doce años completos más fracciones del primer y el último año (Gál 1:18). Este intervalo de tiempo podría contarse desde la visita previa de Pablo a Jerusalén (Gál 1:18, Gál 1:19), pero más probablemente desde su conversión (Gál 1:15, Gál 1:16). Este era el punto en que Pablo recibió el mensaje del evangelio, centro de la discusión en toda esta sección (Gál 1:11-24; Gál 2:1-14).
subí otra vez a Jerusalén: Si Gálatas fue escrito antes del concilio de Jerusalén, este viaje es el que se registra en (Hch 11:30). De lo contrario, es una referencia al concilio de Jerusalén (Hch 15:1-41).
Bernabé es un sobrenombre hebreo que significa: «Hijo de consolación» (Hch 4:36). Bernabé se reunió brevemente con Pablo en Jerusalén durante su primera visita después de la conversión (Hch 9:26, Hch 9:27). Después sirvieron juntos en los acontecimientos que se narran en (Hch 11:25-30; Hch 12:25; Hch 13:1-52; Hch 14:1-28; Hch 15:1-39).
Tito no se menciona en Hechos, pero era un convertido de Pablo (Tit 1:4) y un eficaz ministro asociado por un número de años (2Co 2:13).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
La asamblea o concilio de Jerusalén, 2:1-10.
1 Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén, acompañado de Bernabé y llevando conmigo a Tito. 2 Subí en virtud de una revelación, y les expuse el evangelio que predico entre los gentiles, particularmente a los que eran algo, no sea que corriese o hubiese corrido en vano. 3 Pero ni Tito, que iba conmigo, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse, 4 a pesar de los hermanos intrusos que se infiltraron solapadamente para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y reducirnos a servidumbre; 5 a los cuales ni por un momento cedimos, para que la verdad del Evangelio se mantuviese íntegra entre vosotros. 6 De los que eran algo – lo que hayan sido en otro tiempo no interesa, que Dios no es aceptador de personas – , éstos que eran algo, digo, nada me añadieron; 7 antes al contrario, cuando vieron que yo había recibido el evangelio de la incircuncisión, como Pedro el de la circuncisión – 8 pues el que obró en Pedro para el apostolado de la circuncisión, obró también en mí para el de los gentiles – , 9 Santiago, Cefas y Juan, los que eran tenidos como columnas, reconocieron la gracia a mí dada, y nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión, para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos. 10 Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con mucha solicitud.
Prosigue el Apóstol defendiendo ante los gálatas la genuinidad del evangelio que les había predicado. Si hasta aquí ha tratado de mostrarles que tiene un origen divino (1:11-24), ahora va a completar la exposición añadiendo que los mismos apóstoles de Jerusalén, tan ensalzados por los que tratan de denigrarle a él, han dado su plena aprobación a ese evangelio y le han confirmado a él en su misión entre los gentiles, sin que le pidiesen hacer cambio alguno (2:1-10). Es ésta una historia fácil de comprender en cuanto a esa idea o plan general; sin embargo, por lo que toca a matices e interpretaciones de textos concretos, hay no pocos puntos oscuros, como iremos haciendo notar.
Primeramente, el problema histórico. Habla San Pablo de una segunda “subida” a Jerusalén, al cabo de catorce años (v.1). Pues bien, ¿a cuál subida, de las cinco que conocemos por los Hechos (9:26; 11:30; 15:4; 18:22; 21:15), se alude aquí? Ello tiene importancia, no sólo porque, una vez lograda la identificación, con una narración podremos completar la otra, sino también porque ese dato de los “catorce años” nos podrá dar un valioso punto de apoyo para la cronología paulina. Pero, desgraciadamente, la cosa ha sido y sigue siendo muy discutida. Hay quienes (W. M. Ramsay, V. Weber, E. Osty, F. Amiot) el viaje de que aquí habla San Pablo lo identifican con el llamado de las “colectas,” mencionado en Hec 11:30; otros (J. Weiss, G. Ricciotti, S. Lyonnet), en cambio, lo identifican con el de la subida a Jerusalén para el concilio, mencionado en Hec 15:2. Ni faltan, como ya expusimos ampliamente al comentar Hec 15:1-29, quienes sostienen que Hec 11:30 y 15:2 aluden a un mismo viaje a Jerusalén, el segundo que Pablo realizaba después de su conversión, que sería el aludido en Gal 2:1, pero que Lucas en los Hechos, debido a la diversidad de fuentes utilizadas, presenta como desmembrado. Creemos que no hay motivos para negar la realidad de dos viajes distintos, como Lucas los presenta, sacrificando sus datos a teorías muy subjetivas de crítica literaria. De otra parte, también nos parece claro que la correspondencia de Gal 2:1 es con Hec 15:2 y no con Hec 11:30. De ello hablamos ya al comentar esos dos pasajes de los Hechos, y no hay por qué volver a repetir aquí las razones. Si Pablo habla de que subió, acompañado de Bernabé y de Tito, “en virtud de una revelación” (v.2), eso no se opone a lo que dice Lucas de que habían ido comisionados por la iglesia de Antioquía (Hec 15:2). Una cosa no impide la otra. En cuanto al dato “catorce años” (v.1), no es fácil saber si Pablo cuenta desde la subida que mencionó anteriormente (Hec 1:18), como parece pedir la gramática, o desde la conversión, que constituiría el eje de la narración y punto de partida para ambas fechas. En el primer caso, suponiendo que la asamblea de Jerusalén se celebrara el año 49, como con bastante probabilidad podemos concluir a base de Hec 18:12, tendríamos que la conversión del Apóstol había tenido lugar muchos años antes; en el segundo caso, serían sólo catorce años antes y, por tanto, hacia el año 36, que es la fecha que, al tratar de la cronología paulina, propusimos como más probable. En realidad, incluso en la primera hipótesis, puede tratarse sólo de catorce años, y ni siquiera completos; pues en la manera bíblica de contar, conforme era uso en el antiguo Oriente, el año empezado, aunque se tratase sólo de pocos días, se contaba como completo, de ahí que “tres años” podrá equivaler en realidad a un año y algunos meses, y catorce años a doce y algunos meses.
Esto supuesto, pasemos a la cuestión fundamental. ¿A qué sube Pablo a Jerusalén? Atendida la narración de los Hechos, la cosa es clara. Sube porque era la única manera de cortar las disensiones surgidas en la comunidad de Antioquía a raíz de las exigencias de los judaizantes: “si no os circuncidáis conforme a la Ley de Moisés, no podéis ser salvos” (Hec 15:1-2). Pablo, evidentemente, no podía ceder. Pero, mientras no apareciese claro que también los apóstoles de Jerusalén pensaban lo mismo y le daban la razón, la unidad de la Iglesia estaba en peligro. He ahí la necesidad, perentoria y urgente, de subir a Jerusalén. Mientras se le pudiese objetar, como parece hacían esos judaizantes de Antioquía (cf. Hec 15:1.24), que no era así como pensaban los Doce, todo su trabajo apostólico podía resultar vano, al menos en gran parte, deshecho enseguida por las discordias y divisiones. Creo que todo esto, deducido de la narración de los Hechos, puede darnos mucha luz para interpretar la narración de la carta a los Gálatas, que estamos comentando.
En efecto, es así como resultan más fáciles de entender algunas frases que, de lo contrario, podrían parecer oscuras. Cuando San Pablo, v.g., dice (v.2) que sube a Jerusalén y les expone, particularmente a los que eran algo, el evangelio que predicaba entre los gentiles “no sea que corriese o hubiese corrido en vano” (μη ττωβ εΐβ κενόν τρέχω ή εδραμον ), no ha de entenderse esto como si el Apóstol no estuviese seguro de la verdad de su evangelio mientras no contara con la aprobación de los Doce y particularmente de Pedro. Esa duda y angustia de ahora no sería compatible con sus rotundas afirmaciones anteriores sobre lo seguro que estaba de su doctrina (Hec 1:8-9) y del origen divino de su evangelio (Hec 1:12). Equivocadamente, pues, interpretaron la frase algunos autores antiguos, como Tertuliano, y la interpretan algunos predicadores modernos, que la citan, buscando en ella la prueba de que las revelaciones personales no dan seguridad, si no son confirmadas externamente por las autoridades de la Iglesia. No es que neguemos la verdad, en general, de esa tesis; pero negamos que tenga aquí algo que ver el texto bíblico citado. De lo que San Pablo manifiesta temor no es de que pueda o no ser falso su evangelio, sino de que el fruto de su predicación pueda resultar en gran parte vano, si no aparece claro que también los apóstoles de Jerusalén aprueban su doctrina 228.
Otra frase que puede también recibir luz de la narración de los Hechos es aquella con que San Pablo caracteriza a los que se oponen a su evangelio, llamándoles “pseudohermanos” intrusos (παρείσακτους ψευδαδέλφους ), que se infiltraron solapadamente (τταρει -σήλβον ) para espiar (κατασκοπήσαι ) la libertad que tenemos. y reducirnos a servidumbre” (v.4). Piénsese en el gran éxito del primer viaje apostólico de Pablo entre los gentiles y la alegría que esto produjo (cf. Hec 13:48; Hec 14:27; Hec 15:3)” Y cómo esos judaizantes de Jerusalén se infiltraron, por así decirlo, en el campo de Pablo (cf. Hec 15:1.5.24), tratando de reducirlos a la servidumbre de la Ley, y se verá con cuánta razón el Apóstol habla de esa manera. A esa pretensión de los judaizantes Pablo se opone con todas sus fuerzas (cf. Hec 15:2), a fin de que, como dice a los gálatas, la verdad del Evangelio “se mantuviese íntegra entre vosotros” (v.5). Evidentemente, ese “entre vosotros” ha de tomarse en sentido inclusivo, no exclusivo; pues Pablo al obrar de ese modo no pensaba solamente en los gálatas, sino en los gentiles en general, convertidos y por convertir, cuya suerte defendía, y entre los cuales estaban también los gálatas. Falsamente, pues, algunos autores han pretendido apoyarse en este texto para deducir que la evangelización de los gálatas, a quienes escribe San Pablo, es anterior al concilio o asamblea de Jerusalén.
Y queda un último punto, el principal. Nos referimos a la aprobación del evangelio de Pablo por parte de los apóstoles de Jerusalén. Esta aprobación está expresada en nuestra perícopa de varias maneras. Primeramente, con el hecho mismo de no exigir la circuncisión de Tito (v.3), que parece era conocido de los gálatas, y a quien seguramente Pablo, en un rasgo de valentía y juego claro muy propio de su temperamento (cf. v. 11-12), había querido llevar consigo para obligar a provocar una respuesta de aplicación inmediata 229; en segundo lugar, con la expresión “nada me añadieron (έμοΐ . ουδέν προσανέ εντο ) con que se responde a lo que el Apóstol había dicho antes de que “les expuso el evangelio que predicaba entre los gentiles” (v.2); y, por fin, con esa locución metafórica final tan expresiva de “reconocieron la gracia que me había sido dada a mí, y nos dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión, para que nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos” (v.9). Notemos únicamente que esa división de zonas, unos con dedicación a los gentiles y otros con dedicación a los judíos, no ha de entenderse en sentido absoluto, como si Pedro y su grupo hubiesen de predicar exclusivamente a los judíos, y Pablo y el suyo exclusivamente a los gentiles; sabemos que Pablo solía comenzar siempre su evangelización por los judíos (cf. Hec 13:5)” y es de creer que Pedro, después del caso de Cornelio (cf. Act ίο , 28.47; Hec 11:17), tampoco se eximiría de evangelizar a los gentiles (v.14; cf. Hec 15:11; Hec 21:25). Pero, al menos entonces, en aquel momento histórico, ésas iban a ser principal y preferentemente las zonas de evangelización de cada uno. Téngase en cuenta, además, que más que de una repartición de carácter étnico, parece que se trataba de una repartición de carácter geográfico o territorial, designando por “circuncisos” el apostolado en Palestina, y por “gentiles” el apostolado en el mundo gentil. Por lo demás, sabemos que Pablo tenía empeño en mantener cierta delimitación territorial para el apostolado (cf. Rom 15:20; 2Co 10:16), aunque eso no era obstáculo para que, si llegaba el caso, interviniese también en campo trabajado por otros (cf. Rom 1:13; Hec 28:31). Quizás la expresión, sin tratar de concretar tanto, aluda más bien a la legitimidad de esos dos tipos de predicación misional, el representado por Pablo y el de los apóstoles de Jerusalén.
En cuanto a la expresión “los que eran algo” o, más literalmente, “los que figuraban ser algo” (oí δοκουντεβ ειναί τι ), conque San Pablo designa hasta cuatro veces a los apóstoles de Jerusalén (v.2. 6.9), y más directamente a tres de ellos (cf. v.q), conviene que hagamos algunas precisiones. La frase, sobre todo en su traducción de la Vulgata (qui videbantur esse aliquid), podría dar la impresión de que el Apóstol hablaba de ellos con cierta ironía, tratando de rebajar su autoridad, como dando a entender que no eran tanto como parecían. Igual se diga de aquella otra, especie de paréntesis, en el v.6: “lo que hayan sido en otro tiempo no me interesa, que Dios no es aceptador de personas” (όποιοι ποτέ ήσαν ουδέν μοι διαφέρει , πρόσωπον ó Θεόβ ανθρώπου ου λαμβάνει ), con la que parecería insinuar cierto sentimiento de desprecio hacia ellos. Desde luego, sacadas las frases de su contexto, no negamos que pudieran tener ese sentido peyorativo; mas dicho sentido queda aquí excluido por el contexto. Pablo ha venido hablando de ellos con respeto (cf. 1:17-19), y se precia de que “le den la mano en señal de comunión” (v.9). Lo que sucede es que la frase oí δοκοΰντεβ , y así es usada ya en los autores clásicos griegos, pierde ese aspecto ambiguo de su etimología (parece, y no es), y significa simplemente los notables, los que sobresalen entre los demás, los jefes. Tal es el sentido en que aquí la usa San Pablo. Si hubiéramos de ver en ella algo de ironía, esa ironía estaría más bien en el hecho de repetirla hasta cuatro veces en pocas líneas; y la ironía recaería no sobre los apóstoles, sino sobre los adversarios de Pablo, quienes es probable que gustasen de esa expresión “los notables” para designar a los Doce, con el intento de rebajar a Pablo, y por eso el Apóstol la recogería y repetiría varias veces, como diciendo: pues bien, esos tan “notables” nada me añadieron., esos tan “notables” me dieron la mano. Algo parecido habrá que decir de la frase-paréntesis del v.6, puesta también por Pablo pensando en sus adversarios. Al Apóstol le interesaba hacer constar que “los notables” habían aprobado su evangelio; pero le interesaba no menos recalcar que era apóstol como ellos, habiendo recibido directamente de Dios su evangelio, conforme les había expuesto anteriormente (cf. 1:11-12). Y como había peligro de que sus adversarios desorbitasen el alcance de lo primero en perjuicio de lo segundo, como si la legitimidad de su evangelio dependiese de la aprobación de los Doce que había ido a buscar a Jerusalén, intercala el paréntesis y dice: cualquiera haya sido su situación privilegiada (alude probablemente a las ventajas históricas de los Doce sobre él, que no había convivido con el Señor), en realidad nada me interesa, pues Dios no mide por esas cosas externas, y soy tan apóstol como ellos. ; pero, en fin, esos “notables” (con ello cerraba todo posible escape a sus adversarios) nada me añadieron. Hay autores que interpretan el paréntesis como una alusión al origen humilde de los apóstoles, simples pescadores incultos, a los que San Pablo trataría de defender, señalando que Dios no es “aceptador de personas”; sin embargo, esa interpretación no encaja en este contexto, pues los judaizantes de Galacia no negaban la autoridad de los Doce, sino que, al contrario, la sobrevaloraban, con el intento de rebajar a Pablo.
La frase que cierra la perícopa: “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres.” (v.10), es ya fácil de entender. San Pablo aludirá muchas veces a este su compromiso moral con los fieles de Jerusalén (cf. Rom 15:26; 1Co 16:3; 2Co 8:4; Hec 24:17).
El incidente de Antioquía,Hec 2:11-14.
11 Pero cuando Cefas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí, porque se había hecho reprensible; 12 pues antes de venir algunos de los de Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto aquéllos llegaron, se retraía y apartaba, por miedo a los de la circuncisión. 13 Y consintieron con él en la misma simulación los otros judíos, tanto, que hasta Bernabé se dejó arrastrar a su simulación. 14 Pero cuando yo vi que no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
Este incidente entre Pedro y Pablo en Antioquía parece que tuvo lugar poco después del concilio de Jerusalén, antes de que el Apóstol saliera para su segundo viaje misional (cf. Hec 15:30-35). Debemos advertir, sin embargo, que no pocos autores modernos (Th. Zahn, W. Sanday, J. Munck, P. Féret, L. Gerfaux, J. Dupont) prefieren suponer que tiene lugar antes del Concilio, pues después de aquella solemne decisión no parece explicable el comportamiento de Pedro. Dicen que dicho episodio alegado por Pablo como confirmación de su independencia apostólica no está ya en relación cronológica con la sucesión de acontecimientos, a que se refirió anteriormente (Hec 1:15.18; Hec 2:1.10); de ahí que el Apóstol abandone la fórmula “después de” (επειτα ) que jalonaba los viajes (cf. 1:18; 2:1), para volver al “pero cuando” (oτε δε ), con que había comenzado su argumentación (cf. 1:15; 2:11). Desde luego, las razones alegadas tienen su peso; pero seguimos creyendo que el sentido obvio del texto de Galatas pide para este episodio una cronología posterior al concilio de Jerusalén. San Pablo lo cuenta aquí a los gálatas como nuevo e impresionante argumento a favor de la independencia de su evangelio, recibido directamente de Dios. Aunque expresamente no se dice, es claro que se da por supuesto que Pedro cedió ante las razones de Pablo, pues de lo contrario no sería argumento a su favor, sino viceversa.
En qué consistió el incidente, lo vemos con bastante claridad. Parece que Pedro, que había bajado a Antioquía no sabemos con qué motivo, no tenía inconveniente en comer y mezclarse con los cristianos procedentes del gentilismo, sin atender a las prescripciones judaicas sobre trato con gentiles y pureza de los alimentos (cf. Hec 10:14.28; Hec 11:3). Y esto, a juzgar por el tono de la narración, lo venía haciendo habitualmente desde que bajó a Antioquía (v.12. 14). Pero llegan de Jerusalén “algunos de los de Santiago” 230, y desaparece aquella pacífica convivencia, pues Pedro, por miedo a los de la circuncisión, comienza a “retraerse” de los cristianos no judíos, a tenor de las prescripciones de la Ley, aparentando una obligación que en su fuero interno negaba (v.12). Y a Pedro, dada la autoridad de que gozaba, siguen “otros judíos” antioquenos, que comienzan también a evitar mezclarse con sus hermanos cristianos no judíos, consintiendo en la misma “simulación” (v.15). Lo mismo hace Bernabé, el gran amigo y compañero de Pablo en sus viajes misionales (cf. Hec 9:27; Hec 11:25; Hec 13:2; Hec 15:2), lo cual debió de impresionar a éste extraordinariamente.
Tal era el hecho. De suyo, el que un judío hecho cristiano siguiera observando las prescripciones de la Ley, no estaba por entonces prohibido. Así se hizo en los primeros días de la Iglesia (cf. Hec 2:46; Hec 3:1; Hec 10:14), Y así seguían haciendo, mucho tiempo después, los fieles de Jerusalén (cf. Hec 21:20). El mismo Pablo parece que observaba muchas de las prácticas piadosas mosaicas (cf. Hec 18:18; Hec 24:11-12; Hec 28:17). ¿Qué había, pues, de malo en la conducta de Pedro? Está claramente indicado en una de las frases que Pablo le dirige: “¿Por qué tú, que has vivido como gentil y no como judío, obligas a los gentiles a judaizar?” (v.14). He ahí la falta de Pedro, (cf. Hec 15:10-11), y el mismo Pablo califica su conducta de “simulación” (v.13), sino de imprevisión de consecuencias, que podían resultar fatales para el cristianismo. Efectivamente, en otras circunstancias, la conducta de Pedro, observando fielmente la Ley, como parece lo siguió haciendo hasta su muerte Santiago (cf. Hec 21:18-20), es probable que no hubiera provocado por parte de Pablo reprensión alguna. El mismo Pablo, porque juzgó que así convenía mejor en aquel momento, hizo circuncidar a Timoteo (cf. Hec 16:3), y en Jerusalén no tuvo inconveniente en ceder a lo que se le pedía, apareciendo como observador de la Ley (Hec 21:21-26; cf. 1Co 9:20-22). Pero, en todos esos casos, ningún daño se hacía a la condición de los gentiles. No así ahora, en el caso de Antioquía. Esa “simulación” por parte de Pedro, cuyo ejemplo arrastró a otros muchos e incluso a Bernabé, podía resultar de fatales consecuencias, dado que era como una retractación de lo que había venido haciendo, y esto ante numerosos cristianos procedentes del gentilismo, que con ello se veían como obligados o a “judaizar” o a resignarse a una especie de aislamiento y de inferioridad respecto de los cristianos procedentes del judaísmo.
Por eso Pablo considera “reprensible” (κατεγνωσμένος ) el modo de obrar de Pedro (v.11), haciéndole frente “en su mismo cara” (v.11) y “delante de todos” (v.14), es decir, en una reunión pública, estando él presente. El caso era público, y públicamente había que solucionarlo. Y decimos que no tiene fundamento, pues Pablo da claramente la impresión de que está hablando a Pedro muy en serio, como ya en su tiempo hacía observar San Agustín a San Jerónimo, quien en un principio se había inclinado a dicha opinión 231.
Ni se crea que esta escena, de ser histórica y real, compromete la dignidad de Pedro, Pablo no ataca la persona de Pedro ni su doctrina, ni siquiera sus intenciones, que, a lo que parece, no eran sino mantener la paz y evitar fricciones con “los de la circuncisión.” El reproche no se comprende sino porque los dos apóstoles estaban de acuerdo sobre los principios. Lo que ataca es su actitud práctica, no regulada por “la verdad del Evangelio” (v.14), que afirma plena libertad respecto a las prescripciones rituales de la Ley mosaica; y la ataca no en general, pues también Pablo había obrado de modo parecido en otras ocasiones, sino en esas circunstancias concretas de Antioquía, por las consecuencias dañosas que para el cristianismo podía traer. Hubo, pues, en Pedro una falta de previsión.
Apretada síntesis del evangelio de Pablo,1Co 2:15-21.
15 Nosotros somos judíos de nacimiento, no pecadores procedentes de la gentilidad; 16 y sabiendo que no se justifica el hombre por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído también en Cristo Jesús, esperando ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, pues “por las obras de la Ley nadie se justifica.”17 Mas si, buscando ser justificados por Cristo, somos aún tenidos por pecadores, ¿será que Cristo es ministro de pecado? De ninguna manera. 18 Porque si vuelvo a edificar lo que había destruido, a mí mismo me doy por trans-gresor. 19 En efecto, yo por la Ley he muerto a la Ley, por vivir para Dios; estoy crucificado con Cristo, 20 y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. 21 No desecho el don de Dios; pues si por la Ley se obtiene la justicia, en vano murió Cristo.
Pocos pasajes como éste de la carta a los Gálatas, en que en tan pocas líneas encontremos una síntesis tan completa de lo que constituye, pudiéramos decir, el evangelio de Pablo. Otro pasaje parecido es el de Rom 3:21-26. Por lo que a este de Calatas se refiere, son frases densas de sentido y escasas de palabras, en que el Apóstol acumula toda una serie de razonamientos, tratando de hacer ver la inconsecuencia lógica en que se encuentran todos aquellos que, después de haber creído en Cristo, buscan todavía la justicia en la observancia de la Ley. Tres son las ideas fundamentales, íntimamente enlazadas, que dominan todo el pasaje: justificación por la fe, Cristo causa de esa justificación, nuestra unión mística con El. Dicho de otra manera, Cristo es presentado como solución única y plenaria del problema de la “justificación,” que, en fin de cuentas, no es sino el problema.de la “salud,” meta ansiada de judíos y gentiles, como explicamos al comentar Rom 1:16-17.
Se ha discutido, y aún se sigue discutiendo, si estos versículos forman parte del discurso de Pablo en Antioquía, o más bien se trata de reflexiones que el Apóstol hace a los gálatas, una vez terminado en el v.14 lo relativo al incidente antioqueno. La opinión tradicional, y que todavía hoy defienden la mayoría de los autores (Cornely, Lagrange, Bover), es que Pablo sigue refiriéndose al discurso de Antioquía. En efecto, eso parece pedir la expresión “nosotros. Judíos de nacimiento” (v.15), conque comienza la narración, sin que haya motivos para suponer que en los versículos siguientes, incluso cuando se deja el pronombre plural y se usa el singular de sentido genérico (v. 18-21), cambien los interlocutores. Además, ese “insensatos gálatas” (Rom 3:1), que viene a continuación de esta narración, parecido al “me maravillo” de principios de la carta (Rom 1:8), parece pedir principio de sección en una distribución lógica del pensamiento, siendo, por tanto, un nuevo indicio de que la narración del incidente antioqueno no termina hasta 2:21. Cierto que la doctrina que aquí desarrolla y defiende San Pablo – justificación por la fe en Jesucristo y no por las obras de la Ley – sobrepasa el caso pie Pedro, que en modo alguno negaba esa doctrina (cf. Hec 15:11); pero téngase en cuenta que Pablo está hablando en una reunión pública, y que no miraba sólo a Pedro y a los arrastrados por él a la misma simulación, sino a un público más amplio, en el que cabían tendencias judaizantes mucho más cerradas. Pensando en ese público y abarcando el problema en toda su amplitud, Pablo habría juzgado oportuno exponer ahí en Antioquía la teoría de la justificación por la fe, idea maestra de su evangelio, y cuyo resumen nos habría conservado en este pasaje de la carta a los Gálatas.
Comienza exponiendo (v. 15-16) la tesis fundamental: todos, incluso los judíos, son justificados por la fe en Jesucristo (parte positiva), y no por las obras de la Ley (parte negativa). Aduce como prueba el hecho de que también ellos, Pedro, Pablo Bernabé., judíos de nacimiento y no pecadores de la gentilidad (cf. 1Ma 2:48; Mat 5:47 = Luc 6:32; Rom 9:4-5), han buscado en Cristo la justicia, sabiendo (είδότεβ ) que no se la daban las obras de la Ley. Como confirmación escriturística cita (v.16), sin fórmula explícita, el texto de Sal 143:2, cosa que hace también en Rom 3:20, dentro de un contexto muy semejante 232. Sobre el concepto de “justificación” y qué incluya esa “fe” que se nos exige para la justificación, ya hablamos al comentar Rom 1:16-17 y 3:21-31, sin que haya por qué volver a insistir en lo dicho allí. Notemos únicamente que si Pablo niega el valor justificante de las obras de la Ley, ello no quiere decir que en el Antiguo Testamento no fuese obligatoria la observancia de la Ley; pero, aun entonces, la justificación de los patriarcas y demás personas justas no era fruto de las solas obras legales, sino que se daba en virtud de los méritos previstos de Cristo, mediante la fe en las promesas divinas de redención (cf. Rom 2:6; Rom 3:20; Rom 4:1-25).
Por lo que toca a los v. 17-18, parece que la intención de Pablo es hacer ver lo absurdo e inconsecuente que resultaría, después de haber abandonado la Ley y buscado la justificación por la fe en Cristo (como habían hecho Pedro, Pablo, Bernabé.), volver ahora a la observancia de esa Ley, como si de ella dependiese nuestra justificación. Sería algo así como volver a construir un edificio que antes hubiéramos destruido, declarándonos con ello “transgresores” de una Ley que no debíamos haber dejado (v.18); además, sería hacer una injuria a Cristo, que fue quien nos indujo a dejar la Ley y seguirle a El, convencidos como íbamos de que conseguiríamos la justificación, cuando, en realidad, lo que hacía con nosotros era reducirnos al mismo nivel de los gentiles o “pecadores” (ν .17). San Pablo, por respeto a Jesucristo, considera eso tan blasfemo que pone la conclusión en forma interrogativa, rechazándola con un enérgico “De ninguna manera.”
En los ν . 19-20 añade un nuevo argumento que, de no tener en cuenta otros escritos del Apóstol, podría parecer poco menos que un jeroglífico, particularmente en algunas frases: “por la Ley he muerto a la Ley., estoy crucificado con Cristo., ni vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí.” Ello supone, si es que esas frases habían de resultar inteligibles para los gálatas, que hemos de ver en ellas las líneas maestras de una enseñanza anterior, que probablemente era corriente en la predicación del Apóstol. La idea central en estos versículos, que lo penetra y llena todo, es la idea de la solidaridad con Cristo, cabeza de la humanidad regenerada, igual que lo es Adán de la humanidad caída (cf. Rom 5:12-21). Hemos de reconocer que nuestro actual individualismo, aflojando los lazos de familia y de nación, comprende bastante peor que antiguamente esta idea de solidaridad. Para San Pablo, en el orden sobrenatural, es idea básica: los cristianos todos estamos unidos a Cristo, formando con El un todo, que sigue las mismas vicisitudes (cf. Efe 2:5-6); esa unión se realiza en cada uno de nosotros mediante el bautismo, por el que quedamos incorporados y como sumergidos en Cristo, en su muerte y en su vida, haciéndonos así aptos para participar de los beneficios del Calvario (cf. Rom 6:3-11).
Esto supuesto, añadida la idea de que una ley, sea cual sea, no cuenta con los muertos (cf. Rom 7:1-4), es ya más fácil entender lo que aquí dice San Pablo. Su afirmación fundamental es que el cristiano “ha muerto a la Ley” (v.19), es decir, ha quedado desligado de sus dominios, rompiendo con ella toda relación, como la rompen los muertos respecto de las funciones vitales, que es de donde se toma la metáfora. Y ¿cuándo ha muerto el cristiano a la Ley? La respuesta la da San Pablo en ese mismo v.1g: “estoy crucificado con Cristo”; es decir, el cristiano muere a la Ley al ser incorporado místicamente a la muerte de Cristo mediante el bautismo, formando un todo con Cristo muerto. Y un segundo paso: como la Ley, provocando pecados que no podía reparar (cf. Rom 3:20; Rom 4:15; Rom 5:20; Rom 7:7-11), fue en cierto sentido la causa de la muerte de Cristo (cf. 3:13-14; Rom 7:24-25; Rom 8:3-4; Gol 2:14), resulta que, en fin de cuentas, es también la causa de nuestra muerte mística con Cristo, lo que equivale a decir que “por la Ley hemos muerto a la Ley” 233. Esa muerte, sin embargo, no es final de carrera, como si hubiéramos de quedar ahí, sino que es punto de partida hacia la resurrección con Cristo, dejando muerto el hombre viejo y comenzando a “vivir para Dios” (v.1g) o, dicho de otro modo, a “no vivir ya nosotros, sino Cristo en nosotros” (v.20). De esta nueva “vida” a la que nace el cristiano por su inserción a Cristo en el bautismo, habla con mucha frecuencia San Pablo en sus cartas (cf. Rom 5:17-18; Rom 6:4-11; 2Co 5:15-17; Col 3:9-11). La expresión “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (v.20) la considera el P. Bover como un “arranque sublime de lirismo místico,” con la que el Apóstol suprime de un plumazo su persona y su vida, para dar lugar a la persona y vida de Cristo. Claro es que eso no quiere decir que en el cristiano desaparezca su personalidad física; también el cristiano, como luego , aclara el Apóstol, habrá de seguir “viviendo en carne,” es decir, con esa vida física que es común a todos los mortales, pero será una vida espiritualizada por la fe, nuevo principio sobrenatural y vital resultante de nuestra incorporación a Cristo (cf. Rom 8:1-17; Efe 3:17). El inciso “que me amó y se entregó por mí” (v.20), es como una exclamación agradecida del Apóstol al dador de esa nueva “vida,” exclamación que han continuado repitiendo los cristianos de todos los tiempos y que comentaba así San Agustín: Si Cristo se entregó por mí, ello significa que yo era pecador y que la Ley no me había podido justificar.
Con razón, pues, San Pablo, como resumiendo toda su argumentación anterior y yendo al fondo del problema, dice que la actitud de los judaizantes equivale a “desechar el don de Dios” (v.21), es decir, la obra amorosa de redención contrapuesta a la Ley, llevada a cabo por Cristo y planeada por el Padre (cf. v.20:3:18). En efecto, si es por la Ley como conseguimos la justicia, Cristo ha muerto en vano (v.21), o, lo que es lo mismo, ha muerto sin razón suficiente, puesto que nos podíamos haber salvado igualmente sin contar con El, consecuencia absurda que es una injuria a Cristo y que debe hacer pensar a los judaizantes.
Fuente: Biblia Comentada
pasados catorce años … otra vez a Jerusalén. Este fue el período desde su primera visita a Jerusalén (Gál 1:18) hasta aquella a la que se refiere Pablo aquí, con motivo de la convocación del concilio de Jerusalén (Hch 15:1-22) para se resolviera el asunto de la salvación de los gentiles. En el aspecto lingüístico, la expresión «otra vez» no tiene que referirse a la próxima visita y puede significar tan solo «una vez más», sin relación con la cantidad de visitas que pudieran tener lugar durante el lapso de tiempo. De hecho, Pablo sí visitó Jerusalén durante ese período de catorce años para entregar ayudas a la iglesia local y aliviar el hambre que azotó a la región (Hch 11:27-30; Hch 12:24-25), pero él no se refiere aquí a esa visita porque no tenía relevancia para la defensa de su autoridad apostólica. Bernabé. Vea la nota sobre Hch 4:36. El primer aliado de Pablo que estuvo dispuesto a responder por él ante los apóstoles en Jerusalén (Hch 9:27), y se convirtió en su compañero de viaje durante su primer viaje misionero (Hch 13:2-3). Tito. Un hijo espiritual de Pablo y colaborador allegado (Tit 1:4-5). Como un gentil incircunciso, Tito fue una prueba fehaciente de la eficacia del ministerio de Pablo. Vea la Introducción a Tito: Autor y fecha.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Pablo ofrece una reseña biográfica breve con los acontecimientos importantes de su vida para continuar la defensa de su apostolado y probar la autenticidad del evangelio de gracia que él vivía para proclamar.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:1 — Después, pasados catorce años, — Catorce años después de su primera visita a Jerusalén (Hch 9:26-29). El no se refiere al viaje de Hch 11:27-30, porque, aunque «volvieron de Jerusalén» (12:25) estuvieron entre «los hermanos que habitaban en Judea». Este viaje no tuvo importancia en cuanto a su relación con los apóstoles y, por eso, con respecto a su apostolado; se omite pues en este relato a los gálatas. El propósito de este párrafo es demostrar que aunque él no recibió el evangelio de los otros apóstoles, ellos sí lo aceptaron y aprobaron.
— subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, — Hch 15:1-41. ¿Por qué fueron a Jerusalén y no a otro lugar? Para juntarse con los otros apóstoles. «Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen» (Hch 16:4). Estas ordenanzas llevaron mucho peso por haber salido de los apóstoles en Jerusalén.
— llevando también conmigo a Tito. — (véase el ver. 3).
Fuente: Notas Reeves-Partain
UNO QUE NO SE DEJABA INTIMIDAR
Gálatas 2:1-10
Catorce años después subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a teto. Subí a consecuencia de un mensaje que había recibido directamente de Dios; y les presenté el Evangelio que tengo costumbre de predicar entre los gentiles, porque no quería pensar que el trabajo que estaba tratando de hacer y que había hecho no iba a servir para nada. Esto lo hice en una conversación privada con los que eran más considerados en la Iglesia. Pero, ni siquiera a Tito, que estaba conmigo y que era griego, le obligaron a circuncidarse. Es cierto que trataron de circuncidarle para complacer a algunos falsos hermanos que se habían introducido furtivamente en nuestra comunidad, y habían incorporado a nuestra compañía para espiar la libertad que disfrutamos en Cristo, porque deseaban reducirnos a su propio estado de esclavitud. Pero no les rendimos sumisión ni por un instante. Permanecimos firmes para que la verdad del Evangelio siguiera con vosotros. Pero de los que eran más considerados -lo que fueran antes no me importa lo más mínimo, Dios no tiene favoritos-, esos hombres de reputación no me impartieron ningún conocimiento nuevo; pero, por otra parte, cuando vieron que a mí se me había confiado la predicación del Evangelio en el mundo no judío, exactamente igual que a Pedro se le había confiado en el mundo judío porque el Que actuó en Pedro para hacerle apóstol del mundo judío actuó también en mí para hacerme apóstol del mundo no judío y cuando se percataron de la gracia que se me había otorgado, Santiago, Cefas y Juan, a los que todos consideraban los pilares de la Iglesia, nos dieron señal de compañerismo a mí y a Bernabé, totalmente de acuerdo en que nosotros fuéramos al mundo no judío, y ellos al mundo judío. La única cosa que nos encargaron fue que nos acordáramos de los pobres -que es algo que yo siempre tengo presente.
En el pasaje anterior, Pablo ha demostrado la independencia de su Evangelio; aquí está interesado en demostrar que esa independencia no es anarquía, y que su Evangelio no es algo cismático ni sectario ni distinto de la fe que se ha entregado a la Iglesia.
Después de un trabajo de catorce años, subió a Jerusalén llevando consigo a Tito, un joven amigo y adepto que era griego. Esa visita no fue fácil en ningún sentido. Al escribir, Pablo muestra una cierta inquietud mental. Hay un desorden de palabras en el original que es difícil de reproducir en español. El problema de Pablo era que no podía decir demasiado poco para no parecer que estaba abandonando sus principios; y no podía decir demasiado, porque parecería estar en desacuerdo con los responsables de la Iglesia. El resultado de tamaña tensión fue que la sintaxis se le quebró y desconectó a Pablo reflejando su ansiedad.
Desde el principio, los verdaderos responsables de la Iglesia aceptaron la posición de Pablo; pero hubo otros que se propusieron domesticar su espíritu ardiente. Había algunos que, como ya hemos visto, aceptaban el Evangelio, pero creyendo que Dios no concedía ningún privilegio a los que no fueran judíos; y que, por tanto, antes de que un gentil pudiera ser cristiano, tenía que ser circuncidado y asumir la totalidad de la Ley. Estos judaizantes, como se los llama, tomaron el caso de Tito como un prueba. Hay una batalla detrás de este pasaje; y parece probable que los responsables de la Iglesia presionaran a Pablo para que, por mor de la paz, cediera en el caso de Tito. Pero él se mantuvo firme como una roca. Sabía que ceder habría sido someterse a la esclavitud de la ley y dar la espalda a la libertad que hay en Cristo. Por último, la determinación de Pablo obtuvo la victoria. En principio se aceptó que llevaría a cabo su obra en el mundo no judío, y Santiago y Pedro la suya en el mundo judío. Hay que tener muy en cuenta que no ‘se trataba de predicar dos evangelios diferentes; era el mismo Evangelio el que se predicaba en dos esferas diferentes, por personas diferentes, especialmente cualificadas para hacerlo.
De este cuadro se deducen claramente ciertas características de Pablo.
(i) Era un hombre que daba a la autoridad el debido respeto. No iba por libre. Fue y habló con los responsables de la Iglesia, aunque tuviera sus diferencias con ellos. Es una ley de vida importante, y olvidada con frecuencia, que por mucha razón que tengamos, nada se puede obtener con rudeza. No hay nunca razones para que la cortesía y las firmes convicciones no puedan ir de la mano.
(ii) Era un hombre que no se dejaba intimidar. Menciona repetidas veces la reputación que disfrutaban los responsables y los pilares de la Iglesia. Pablo los respetaba y trataba con cortesía; pero permanecía inflexible. Hay tal cosa como respeto; y hay tal cosa como sumisión rastrera a los que el mundo o la iglesia considera grandes. Pablo estaba siempre seguro de que buscaba, no la aprobación de los hombres, sino la de Dios.
(iii) Era un hombre consciente de tener una tarea especial. Estaba convencido de que Dios le había confiado una tarea, y no permitía que ni la oposición desde fuera ni el desánimo desde dentro le impidieran cumplirla. La persona que sabe que. Dios le ha confiado una tarea siempre descubrirá que Dios le ha dado también una fuerza suficiente para llevarla a cabo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 2
3. SEGUNDO ARGUMENTO: LOS PRIMEROS APÓSTOLES RECONOCIERON LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA DE PABLO (2,1-10).
a) Pablo expuso su Evangelio ante los primeros apóstoles (2/01-05).
1 Luego, al cabo de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito.
Catorce años pasaron antes de que Pablo volviera a Jerusalén. Es un período largo. Durante esos años el misionero Pablo trabajó en su propio campo de misión entre los gentiles. Comienza hablando del gran número de años transcurridos para mostrar que su predicación permaneció independiente. En la conciencia de su vocación encuentra el misionero fuerza para un largo camino.
Su compañero en el viaje a Jerusalén fue Bernabé. Era descendiente de la diáspora judía de Chipre y su verdadero nombre era José. El sobrenombre significa «hijo de la profecía». Probablemente era uno de los profetas cristianos dotados del Espíritu. Los gálatas deben haber oído hablar de él como hombre importante. Había sido de los primeros en acudir a la comunidad primitiva de Jerusalén y fue enviado a la ciudad cosmopolita de Antioquía como hombre de confianza. Llevó hacia allá a Pablo y le acompañó en el primer viaje misionero18. Bernabé procedía, pues, del mismo medio que Pablo. Ambos, como judíos de la diáspora, estaban especialmente preparados, ya por su origen, para misionar entre los gentiles.
Como ayudante, Pablo lleva consigo a Tito. Tito era «griego», es decir: pagano de origen (2,36. Pablo le tomó consigo a pesar de que no había recibido la circuncisión (2,3). Tal vez le llevó a Jerusalén precisamente por esto: con vistas a la discusión esperada sobre el valor de la ley. El encuentro personal entre hombres puede ayudar a tender un puente sobre concepciones diversas.
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18. Cf., a este propósito, los datos contenidos en Hec 4:36 s; Hec 11:22.25s; cap. 13-14.
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2 Subí allá a consecuencia de una revelación y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles -pero privadamente a los que son tenidos en consideración-, no fuera que tal vez yo corriera o hubiera corrido en vano.
El viaje no se debió a iniciativa privada ni a inseguridad personal. Fue consecuencia de una revelación de Dios. No tiene interés el camino ni la forma en que ésta se produjo. Lo que importa es que el Apóstol se entrega confiadamente a la dirección de lo alto. También los Hechos de los apóstoles muestran cómo Pablo se deja dirigir en su actividad por el Espíritu Santo19. Dios mismo es quien impulsa la misión y conduce a la meta.
Pablo expuso su Evangelio a la comunidad de Jerusalén. Va allá para exponer a la comunidad primitiva su mensaje, tal como lo ha predicado por espacio de media vida de un hombre. Una indicación divina le ha movido a dejar que en Jerusalén den su opinión sobre el mensaje. La comunidad primitiva debe decidir sobre el mensaje de Pablo20. E1 Apóstol está convencido de que no hay más que un Evangelio y de que él lo ha predicado hasta ahora, pero sabe igualmente que en Jerusalén hay apóstoles. Por orden de Dios busca entrevistarse con ellos. Que la entrevista fue favorable a Pablo lo indica ya el Apóstol al escribir a los gálatas: sigue predicando a los gentiles el mismo mensaje que antes. La decisión está en manos de los que son tenidos en consideración. Se refiere a los apóstoles, como autoridades de la comunidad. A ellos ha sido enviado él por Dios, no ellos a él. Eran apóstoles antes que él. El principio de atender a los orígenes, en problemas de unidad. es un principio revelado por Dios.
Pablo está auténticamente preocupado. No es que estuviera inseguro de lo suyo. Su actividad la compara a una carrera sin descanso. «¿No sabéis que los que corren en el estadio, corren todos, pero uno solo se lleva el premio?» (1Co 9:24). A los cristianos de Filipos escribe Pablo: «Hacedlo todo sin murmuraciones y sin discusiones… llevando la palabra de vida, lo cual será para gloria mía en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano, ni habré trabajado en vano» (Flp 2:14-16). Si las comunidades no llegan a ser lo que deben, Pablo habría corrido en vano, habría perdido la corona que Cristo le ofrece. El apóstol no puede limitarse a trabajar según su propia «buena conciencia». Debe tener en cuenta toda la Iglesia de Dios y su futuro.
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19. Cf. Hec 16:6 s; Hec 19:21; Hec 20:22 s.
20. Pablo usa una palabra que en los documentos de la época significaba «poner algo ante uno para que dé su opinión o decida sobre ello».
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3 Pues bien, ni siquiera Tito, que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.
La entrevista giró en torno al tema del valor de la ley. Pablo no menciona aquí las conversaciones fundamentales. Da sólo la conclusión práctica: Tito, el incircunciso, no fue obligado a circuncidarse. Los apóstoles no le ordenaron que se sometiera a la circuncisión judía. Tampoco necesita, pues, seguir la ley. Los cristianos están libres de la ley.
4 Por mor de los intrusos, falsos hermanos, que se habían introducido para espiar la libertad que nosotros poseemos en Cristo Jesús, y ello con el fin de reducirnos a esclavitud …
En las comunidades se han introducido falsos hermanos. Se han infiltrado. Se trata de miembros de la comunidad que no merecen el nombre de hermanos. Lo que hacen no es corrección fraterna. Presumen de celosos. Lo más grave de todo es que actúan como espías. Crean confusión en la comunidad de los hermanos. Producen inseguridad en la comunidad. Respecto a Antioquía, los Hechos de los apóstoles transmiten el siguiente informe: «Algunos venidos de Judea andaban enseñando a los hermanos que si no se circuncidaban según el rito de Moisés no podían salvarse» (Hec 15:1). Quien espía a su hermano no merece el nombre de hermano.
Los falsos hermanos quieren esclavizar a la comunidad. La intención de estos falsos hermanos es colocar a los cristianos bajo el yugo de la esclavitud. Claro está que eso no lo dicen abiertamente, pero ése es su objetivo. Es la consecuencia de la circuncisión. Pablo les abre los ojos a los gálatas: también entre ellos se han introducido ahora falsos hermanos; hablan de salvación por la ley, exigen la circuncisión. Quien les sigue, se entrega a la esclavitud, renuncia a la libertad.
Se trata de nuestra libertad. El estado de libre, de hombres emancipados, lo tenemos en Cristo. Esto significa, primero, que Cristo es quien nos ha dado esta libertad (Hec 5:1.13). Significa, además, que quien ha sido incorporado a Cristo por el bautismo (Hec 3:26-29) vive en el ámbito de la libertad, es hijo de Dios por la fe. ¿Quién quiere poner en duda esta libertad?
5 Ni por un instante tuvimos la deferencia de ceder ante ellos, con el fin de mantener entre vosotros la verdad del Evangelio.
Pablo no cedió. El menosprecio que Pablo siente hacia los falsos hermanos le lleva a mostrar insistentemente cuál es el papel de ellos. Ahora vuelve a coger el hilo del discurso. No cedió ante los falsos hermanos, ni siquiera un instante. Había hecho circuncidar a Timoteo antes de tomarle consigo para el primer viaje misionero (Hec 16:3), pero en el caso de Tito permanece firme. Aquí, en Jerusalén, se trata de la verdad del Evangelio. En el caso de Timoteo no sucedía así. En Jerusalén se llegó a un acuerdo. Los falsos hermanos no convencieron. Los apóstoles no exigieron que Tito se circuncidara. Decidieron a favor de Pablo. Pablo defendió su convicción con tenacidad.
El resultado es que la verdad del Evangelio continúa firme entre los gálatas (y entre todos los etnicocristianos). Pablo, para llegar al acuerdo, no consultó sólo a su conciencia. Tenía también ante los ojos a sus comunidades. Debían quedar libres de la carga de la ley. Por eso no consiente que se falsifique el Evangelio de la libertad. Su Evangelio es la verdad (cf. 2,14; 5,17). Está amenazado por las exigencias de los falsos maestros gálatas. Pablo vela apasionadamente por el mensaje que Cristo le ha confiado. Es un mensaje de liberación: libera de la esclavitud de la ley.
b) Se reconoció su Evangelio y su apostolado (2/06-10).
Los versículos 6-10 forman un sólo período, largo y rico de contenido; sólo el último versículo esta algo fuera de lugar. Se trata aún de la reunión de Jerusalén. No se le impuso a Pablo ninguna carga adicional, a no ser la solicitud por la comunidad madre de Jerusalén, los «pobres» (2,10). Los primeros apóstoles, que marcan la pauta, reconocieron la gracia especial y la vocación de Pablo para los gentiles y reconocieron que era el mismo Señor quien se las había dado a él, como a Pedro. Hicieron un pacto con él, le «tendieron la mano» (2,9) y se repartieron el campo misional.
6 Por el contrario, por lo que respecta a los que son tenidos en consideración -lo que ellos habían sido en un tiempo no hace diferencia: en Dios no hay acepción de personas-, digo que aquellos venerables no me impusieron nada, …
La decisión la tomaron los que eran tenidos en consideración. Se refiere a las autoridades de la Iglesia de Jerusalén. Todos, incluso Pablo, las consideraban y reconocían como tales.
Al ponerse a hablar de ellas observa Pablo -antes de pasar al tema propiamente dicho- que aquí no le interesa su «pasado». No se trata ahora de lo que hayan sido antes. Como predicadores del Evangelio, pueden referirse a su trato con el Jesús terreno y con el resucitado, pero estos rasgos de su personalidad no importan en el problema de que aquí se trata.
En Dios no hay acepción de personas. No tiene en cuenta el «aspecto», la calidad humana de una persona. En caso contrario, con certeza no habría llamado a Pablo. Dios acepta por igual a los judíos y a los gentiles. Jesús, en su actitud, sobre todo con los pecadores, reveló este Dios imparcial que a todos acepta y de todos se compadece. Al Evangelio de Pablo -esto interesa a los gálatas- no se le hizo ninguna añadidura. Dios exige a los hombres fe, no obras conformes a la ley. La circuncisión no es necesaria para la salvación. Así lo decidieron los primeros apóstoles en Jerusalén. Todo se reduce a lo que Pablo predicó, antes y ahora, como Evangelio.
…7 sino que, al contrario, viendo que la evangelización de los incircuncisos se me había confiado a mí, como a Pedro la de los circuncisos…
Lo que Pablo y sus acompañantes dijeron, hizo que las autoridades de Jerusalén vieran. La comunidad escuchaba en silencio cuando Pablo y Bernabé contaban «cuántas señales y prodigios había obrado Dios ente los gentiles por medio de ellos» (Hec 15:12). Las decisiones de la Iglesia se siguen, a menudo, de la consideración de la acción de Dios. La experiencia y la historia de la Iglesia pueden llevarnos a conocer la continuidad de la fe. No sólo se reconoce en Jerusalén que Pablo es apóstol y tiene el Evangelio, sino que también se cae en la cuenta de que le ha sido confiada la evangelización de los incircuncisos. Pablo refleja aquí, con expresiones judías, la forma de pensar de los judeocristianos. La expresión «incircunciso», para designar a los gentiles, tenía un sentido despectivo. Aunque Pablo la usa aquí, los gálatas saben muy bien que Dios no les mira despectivamente. No establece diferencias entre las personas. El nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, ha sido convocado de entre judíos y gentiles.
A Pablo se le ha confiado el Evangelio para los gentiles. Dios se lo ha dado para que lo conserve fielmente. El Apóstol no puede tocarlo. No puede añadirle nada; debe predicarlo sin abreviarlo.
Igual que a Pedro, también a Pablo confió Dios el Evangelio. No hay diferencias en el contenido del mensaje: es el mismo en todos los apóstoles. Lo que es diverso es el campo de trabajo. La división no es radical, sin duda, así como tampoco la designación de ambos fue casual. Pedro, procedente de Palestina, ocupa ya en el primer pentecostés cristiano el centro de la comunidad de Jerusalén. Pablo, que proviene de la diáspora, fue destinado a evangelizar a los gentiles. Es consciente de haber sido enviado especialmente a los gentiles. Su éxito misionero se lo confirma. También las autoridades de la Iglesia de Jerusalén se dan ahora cuenta de esto. Pedro y Pablo predican el mismo Evangelio, pero cada uno en su forma y a hombres diversos. «¿Qué importa «ellos» o «yo»? Esto es lo que proclamamos y esto es lo que creéis» (1Co_1 5:1 1).
… 8 (pues el que impulsó a Pedro al apostolado de los circuncisos, me impulsó a mí para los gentiles)…
Dios impulsó a ambos apóstoles. Los éxitos conseguidos en la misión no pueden entenderse de otra forma. Los oyentes no acogieron la palabra de Dios «como palabra de hombre, sino -como es en realidad- como palabra de Dios», así escribe Pablo a los tesalonicenses. Y añade que ésta «ejerce su acción en vosotros los creyentes» (1Te 2:13). La palabra de Dios fue acompañada por signos del poder divino (Hec 5:12). Así interviene Dios a favor de sus mensajeros. Los signos muestran la elección de aquellos en quienes se producen. «Cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además poder del Espíritu Santo» (1Te 1:5).
…9 y reconociendo la gracia que se me había dado, Santiago, Cefas y Juan, los reconocidos como columnas, nos tendieron la mano, a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos.
Los primeros apóstoles no sólo se dieron cuenta de que a Pablo le había sido confiado el Evangelio, sino que reconocieron, además, la gracia que le había sido concedida. Es la gracia que recibió con su misión de apóstol. Convierte al apóstol en tal: «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí; antes al contrario, he trabajado más que todos ellos, no precisamente yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Co 15:10). Con la tarea y con el cargo, da Dios la fuerza necesaria para desempeñarlos. Los tres reconocidos como columnas dieron la mano a Pablo y a su compañero de Antioquía. Se nombra a Santiago en primer lugar. Parece ser que gozaba de gran estima entre los enemigos de Pablo en Galacia. En la comunidad primitiva ocupaba una posición especial. También a Pedro y a Juan se les da gran importancia en la narración de lo ocurrido en Jerusalén que aparece en los Hechos 22. Los tres apóstoles principales confirman que Pablo participa del único apostolado de Cristo. La decisión va, pues, a favor de Pablo. Las tres columnas representan a toda la Iglesia. Igual que el nombre de Cefas, esta expresión presupone la imagen de la Iglesia como un edificio. La Iglesia reposa sobre las columnas; sin ellas, cae23. Pablo y su cargo de apóstol están de acuerdo con ellas. Los tres apóstoles tendieron la mano a Pablo y a su acompañante. Cerraron un trato. Aparece aquí claramente expresada la comunión de los apóstoles ente sí. El contenido del acuerdo amistoso es éste: Pablo, con Bernabé, evangelizará a los gentiles; los otros tres, evangelizarán a los judíos. Con esta decisión se reconoce que Pablo es apóstol. Se afirma además que está en comunión con los demás apóstoles. La decisión quiere ser algo más que una mera delimitación de campos de trabajo. Da la directriz fundamentaI para el trabajo del momento. No se busca una mera convivencia pacífica, sino una colaboración en la misma obra. La delimitación pastoral del campo de trabajo no debe crear una escisión, sino servir a la obra común.
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22. Cf. Hec 3:1; Hec 4:13; Hec 8:14.
23. Los textos rabínicos muestran que en el judaísmo se designaba a Abraham y a los maestros más significados de la ley con el titulo de «columnas».
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10 Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres; cosa que he procurado cumplir con diligencia.
Como consecuencia del acuerdo se impone a Pablo y a los etnicocristianos una deuda de gratitud: que se acuerden de los pobres. Lo único que se pidió a Pablo fue que pensara en los pobres de Jerusalén. ¿Quiénes son esos pobres? Son los pobres, especialmente numerosos, de la comunidad primitiva de Jerusalén. Pero no hay que olvidar que los miembros de esa comunidad primitiva se consideraban a sí mismos como los pobres, a quienes el Señor había prometido el reino de los cielos (Mat 5:3; Luc 6:20) 24. De hecho, Pablo nunca justifica sus colectas entre los etnicocristianos con la pobreza de Jerusalén, sino con el hecho de que la Iglesia proviene de Jerusalén. «Porque Macedonia y la Acaya han tenido a bien hacer una colecta para socorrer a los pobres que hay entre los santos de Jerusalén. Así les ha parecido, y obligación les tiene. Porque si a los gentiles se les hace participar en los bienes espirituales de los judíos, deben también aquéllos hacer participar a éstos en sus bienes temporales» (Rom 15:26 s).
Con diligencia se ocupó Pablo de satisfacer esta deuda. Sabe que Jerusalén no le dio nada en lo relativo a su Evangelio. No está, pues, obligado a Jerusalén en el sentido de que desde allí se le haya dado el mensaje del Evangelio. Pero Jerusalén es la ciudad de la comunidad primitiva, es, considerada históricamente, el «centro rector» de la Iglesia, la Iglesia madre de todas las Iglesias. Los donativos de los etnicocristianos dan testimonio de su solidaridad agradecida con Jerusalén y, en el fondo, de la unidad de la Iglesia de Cristo.
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24. Parece ser que también en Qumrán «los pobres» era un título honorífico que la comunidad se atribuía. En la Regla de la guerra, de Qumrán (Rom 14:7) se encuentra también la expresión «pobres de espíritu» (cf. Mat 5:3).
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4. TERCER ARGUMENTO: PABLO HIZO VALER LA VERDAD DEL EVANGELIO FRENTE A PEDRO (Mat 2:11-21).
Después de que Pablo hizo valer la verdad de su Evangelio en el concilio apostólico de Jerusalén (Mat 2:1-10), se produjo aún una situación importante, que sirve a Pablo para mostrar cómo Pedro mismo tuvo en cuenta su Evangelio.
a) Pedro no fue consecuente en Antioquía (2/11-13).
11 Pero cuando vino Cefas a Antioquía, me opuse a él abiertamente, porque era culpable. 12 Pues antes de que vinieran algunos de los de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, empezó a retraerse y separarse, por miedo a los circuncisos.
Pablo se dio cuenta de las consecuencias que podrían derivarse de la conducta de Pedro y le hizo frente. ¡Se opuso a él abiertamente! En Antioquía, pidió cuentas a Pedro. Sobre esta breve noticia aparece casi como un título el hecho de que Pedro era culpable. Su misma conducta le ha condenado, antes de que Pablo le pida cuentas. El hecho de que la conducta de uno esté en contradicción con lo que enseña, no condena su doctrina, pero sí le condena a él, porque sus palabras y sus obras no van de acuerdo.
¿En qué consistió la culpa de Pedro? Consistió en una inconsecuencia, peligrosa para la Iglesia. En Antioquía, Pedro compartía la mesa, incluso la mesa eucarística, con los etnicocristianos. De repente aparecen algunos judeocristianos, enviados por Santiago, y Pedro comienza a tener miedo. Por miedo a los judeocristianos se retrae poco a poco de los etnicocristianos. Se separa. Contradice así, prácticamente, el sentido profundo de la eucaristía, que une a todos los hombres en Cristo.
Pedro obra por miedo, no por convicción. Probablemente la convivencia con los etnicocristianos no le parecía algo tan fuera de dudas como les parecía a Pablo y a Bernabé; por eso, en su miedo, presta a los enviados de Jerusalén más atención de la que permite la verdad del Evangelio.
Los simples fieles tienden fácilmente a dar valor decisivo a la conducta de los dirigentes de la Iglesia, incluso cuando se trata de decisiones de política eclesiástica. Eso es lo que sucede en este caso. Pablo se da cuenta y se opone decididamente.
13 Y le imitaron en esta disimulación los demás judíos, de manera que hasta Bernabé fue arrastrado a disimular con ellos.
La conducta de Pedro se extiende a los demás judeocristianos. Le imitaron en esta disimulación. Se refiere a los judeocristianos de la comunidad de Antioquía. De los enviados de Santiago se supone, sin más, que se separaban de los etnicocristianos. El ejemplo de Pedro hace escuela. Todos están pendientes de aquel que ha de trazar la norma de conducta. El ejemplo de un hombre influye más que la verdad fundamental de una doctrina.
Incluso Bernabé, habituado a tratar con los etnicocristianos, es arrastrado por la ola del disimulo. La unidad de la comunidad está seriamente amenazada. Se estaba produciendo en Antioquía el mismo proceso que se produce ahora entre los gálatas. Agitadores judeocristianos amenazan la existencia de la comunidad; amenazan incluso la verdad del Evangelio.
b) Pablo pidió cuentas a Pedro (2/14).
Si en Antioquía bastó reprender la inconsecuencia de la conducta de Pedro (2,14), al dirigirse a los gálatas el Apóstol debe someter a examen los principios fundamenta]es que allí resultan afectados (2,15-21).
14 Pero cuando vi que no andaban derechamente según la verdad del Evangelio, le dije a Cefas delante de todos: Si tú, siendo como eres judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
Pablo vio claramente lo que pasaba. Los judaizantes no andaban derechamente según la verdad del Evangelio. No se puede disculpar su actitud indicando que, con todo, Pedro predicaba, en lo esencial, el mismo Evangelio que Pablo. En la práctica, Pedro ha negado el Evangelio. Ha caminado vacilando, no derecho y firme. Ha negado prácticamente la unidad de judíos y gentiles, a la que Cristo ha conducido los hombres. Cristo «de dos pueblos ha hecho uno solo, y ha destruido el muro de separación. la enemistad; en su carne ha abolido la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas» (Efe 2:14 s). La nueva humanidad ya no está dividida por la ley: es la Iglesia constituida por judíos y gentiles.
Pablo muestra a Pedro la doblez que hay en su conducta. Aunque es judío, no vive como judío; no obra por convicción. Como apóstol de Cristo, como «hombre nuevo», no está ligado a la ley. También Pedro lo sabe. Cuando en Antioquía se apartó de esta actitud vital cristiana se contradijo a sí mismo. Obligaba a los etnicocristianos a seguir las costumbres judías. Si querían tener de nuevo comunión de mesa con Pedro debían tomar sobre sí la circuncisión y toda la ley. ¿Cómo puedes hacer eso, Pedro? ¿Cómo puedes tener tan cortos alcances? ¿Cómo puedes lastrar y extraviar así a los cristianos procedentes de la gentilidad?
Estas preguntas no las hizo Pablo en una conversación privada. Las hace delante de todos, ante la comunidad reunida. Puesto que Pedro había dado escándalo públicamente, había que ponerlo en claro también públicamente ante la Iglesia. Ninguna falsa consideración debía impedirlo. Pablo tuvo la valentía de plantear la aclaración ante todos.
c) No nos justifica la ley (2/15-21). Los versículos 15-21 aparecen, a primera vista, como discurso que Pablo dirigiera a Pedro en Antioquía «delante de todos» 25. Pero, ante todo, quieren ser una exposición de la verdad fundamental que se negaba prácticamente en Antioquía. Entre los gálatas, los falsos maestros se oponían públicamente -y radicalmente- a la verdad del Evangelio (Efe 1:6 s.9). El discurso que aquí tenemos ante nosotros no es una reproducción literal del que Pablo pronunció en Antioquía 26. Pero expone los principios que estaban amenazados en Antioquía, ya que esos mismos principios, son los que están amenazados en las comunidades de Galacia. En último término, también los lectores de hoy deben tenerlos en cuenta.
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25. Los versículos 2,15-21 están en íntima relación con 2,14. «Nosotros (v. 15) se refiere, por un lado, a Pablo y, por otro, a Pedro y a los judaizantes. Si se entendiera referido a los gálatas, no tendría sentido, ya que ellos procedían del mundo gentil.
26. Esta observación es muy importante para decidir sobre el valor histórico de la perícopa 1,11-2,21. Los versículos 1,11-2,14 están escritos con fines defensivos. Tampoco lo que los Hechos narran de estos acontecimientos está escrito con intención histórica. Así se explican las «discrepancias» entre Gál 1-2 y los Hechos de los apóstoles.
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15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles. 16a Sin embargo, sabiendo que el hombre no se justifica por las obras de la ley, sino solamente por las fe en Jesucristo…
Para entender bien lo que sigue, y toda la carta, debemos conocer el significado exacto de las palabras «justificación» y «justificar». Estas palabras no nos son familiares en el uso religioso; suscitan, ante todo, imágenes jurídicas. Para el judaísmo del tiempo de Jesús, justificación era la idea central en la relación del hombre pecador con Dios santo. La pregunta fundamental sonaba así: ¿Cómo podré presentarme como justo ante Dios en el juicio y ser justificado (es decir, proclamado justo) por él? ¿Cómo puedo presentarme, siendo pecador, ante Dios? Pablo recoge estas expresiones, pero las llena con nuevo contenido. Ante todo, no piensa sólo en el juicio final, sino en la vida actual en la tierra y enseña que ya ahora el hombre es justificado (es decir, hecho justo) por Dios por medio de la muerte de Jesús.
La justificación es ya ahora un hecho real y efectivo, de forma que el pecador se transforma en justo, los pecados se borran de hecho y se da la gracia; el hombre viejo se transforma en hombre nuevo. Con esto aparece claramente que el problema de la justificación ha de ser el problema central del Apóstol, en el que se separan la antigua alianza y la nueva. Toda nuestra vida se decide con la respuesta a esta pregunta: ¿Estoy ya justificado? Y, si es así, ¿cómo debo vivir?
Pablo sabe que coincide con Pedro y con los demás judeocristianos en ser judío de nacimiento. Esto solo es ya un título. Los judíos tienen la ventaja de poseer muchas cosas que otros no poseen: «la adopción de hijos, la presencia de Dios, los pactos, la ley, el culto y las promesas» y, por último, «los padres», «de quienes desciende Cristo según la carne» (Rom 9:4 s).
Los gentiles, al contrario, son pecadores. Pablo no habla con ironía al usar aquí una expresión que corresponde al modo judío de pensar. Los gentiles no sólo no cumplen la ley; ni siquiera la conocen. El judío era consciente de que entre gentiles no podía existir celo por la ley. Estaba orgulloso de su posesión espiritual.
Frente a esta ventaja del judío existe un pero: el hombre no se justifica por las obras de la ley. «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios. Son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención en Cristo Jesús» (Rom 3:23 s). Las obras que pide la ley no tienen fuerza para justificar al hombre delante de Dios, de tal forma que pueda presentarse con la cabeza alta ante el tribunal de Dios.
El hombre se justifica por la fe en Cristo Jesús. Esta fe, que recibe su fuerza de la acción redentora de Cristo, es el medio de la justificación. La justificación no proviene de las obras de la ley, sino de la fe. Esta fe consiste en hacer profesión de Cristo Jesús; es nuestra respuesta afirmativa al Mesías Jesús, a su persona, a su obra, a su palabra. Jesús es el mediador de la salvación enviado por Dios, con el que llegó la fe como poder (Rom 3:23-25). Con su llegada ha terminado el camino judío hacia la salvación, se ha suprimido la ley como camino de salvación.
… 16bc nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley, ya que por la práctica de la ley ninguna carne será justificada.
Ahora llega Pablo al punto culminante. Nosotros -aunque somos judíos- hemos creído. En el bautismo hemos hecho profesión de fe en el Mesías Jesús y la hacemos desde entonces. Hemos recibido en el bautismo el estado de cristianos y vivimos en él. La fe es, a la vez, la decisión de fe tomada una vez en el pasado y la actitud creyente que llena nuestro presente. Hemos entrado en el camino de salvación de la fe y caminamos hacia nuestra justificación.
La finalidad de la fe es la justificación. Cuando los judíos, en el bautismo, se hicieron cristianos, perseguían la justificación en Cristo por la fe. Ya sabían entonces que no se podía alcanzar ese objetivo por la práctica de las obras de la ley. Y renunciaron a su judaísmo.
El libro de los salmos indicaba ya a los judíos que ningún hombre es justo ante Dios. Pablo usa libremente esta cita de la Escritura (Sal 143:2)27. Subraya la pecaminosidad de todos los hombres con la fuerte expresión «ninguna carne». Pero añade también las palabras siguientes, decisivas en nuestro contexto: «por la práctica de la ley». Es cierto que la humanidad vivía de las obras de la ley. Judíos y gentiles querían ser justificados ante Dios por sus obras (véase más adelante 4,10). Pero en el momento en que los judíos pasaron a ser cristianos rechazaron este esfuerzo por justificarse ellos mismos y se entregaron al camino de la fe. Pablo sigue estando en ese camino. Los judeocristianos deben atenerse también a su decisión por el cristianismo.
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27. En el texto hebreo, el versículo del salmo dice así: «¡No entables pleito con tu siervo! ¡Ningún viviente es justo ante ti!» La traducción griega (los Setenta) dice, en cambio, en la segunda parte del versículo: «¡Ningún viviente será justificado ante ti!» Se identifica el juicio con el juicio final futuro, en el que tendrá lugar la justificación del hombre. Esto es lo que aparece en Pablo.
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17 Si, pues, procurando ser justificados en Cristo, resulta que somos aún pecadores, entonces ¿quiere decir que Cristo ha sido un ministro del pecado? ¡De ningún modo!
Pablo se encuentra en el centro de la discusión teológica. He aquí la objeción que se le presenta: sería inconcebible, sería incluso una blasfemia afirmar que, según lo dicho, Cristo es ministro del pecado. Ahora bien, la justificación por la fe hace de Cristo un ministro del pecado; esta dificultad se presenta como una objeción piadosa, concebida para velar por el honor del Mesías. Una cosa es cierta: para poder afirmar que tanto judíos como gentiles son justificados por Cristo, es necesario que, en el momento en que vienen a la fe, sean pecadores. Cristo, pues -ésta es la objeción- exigió los pecados. Luego está a su servicio y no al servicio de la justicia. Es la misma forma de pensar de aquellas personas piadosas que criticaban el trato de Jesús con los pecadores. «Los escribas y fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, decían a sus discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come y bebe con publicanos y pecadores?» Habiéndolo oído Jesús, les dijo: «No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»» (Mar 2:16 s) 28.
Pablo rechaza decididamente la objeción que mueve la piedad. ¡No, en modo alguno! El Apóstol ha entendido exactamente y en su esencia la voluntad del Mesías. No se limita a afirmarlo; intenta dar a continuación una fundamentación teológica.
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28. Cf. Luc 15:1 s y la parábola del propietario de la viña, Mat 20:1-15.
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18 En efecto, si lo que antes derribé, ahora lo reedifico, estoy con ello demostrando que fui un transgresor.
Pablo responde a la objeción de los piadosos. Da la razón de su no. Empieza calificando de transgresión lo que hacen los que rechazan la justificación por Cristo. Cuando usa aquí la primera persona no se refiere a sí mismo; habla en el estilo directo y vivo de los judeocristianos. Lo mismo vale para los versículos 19-20.
Pablo pone el caso de un judío que ha derribado la ley y la reedifica. Al hacerse creyente y bautizarse se ha desentendido de la ley, sus exigencias y sus obras. Ha echado abajo el obrar según la ley como camino hacia la salvación. Pero ahora hace lo que nadie habría esperado: implanta de nuevo la ley. Quiere constituirla de nuevo en camino eficaz hacia la justificación.
Tal atrevimiento no es sólo una inconsecuencia. Quien obra así demuestra que es un transgresor. No es Cristo quien es servidor del pecado, sino aquel que implanta de nuevo la validez de la ley. Por la cruz de Cristo ha sido crucificado y evacuado este mundo con su principio legal (Mat 6:14). Quien resucita de nuevo ese principio para sí, es transgresor, porque infringe los requisitos de cuyo cumplimiento espera la salvación.
Esta motivación de la negativa paulina está hecha sobre todo con vistas a Pedro. él y los judeocristianos que le siguen están en vías de convertirse en transgresores. También los gálatas, aunque etnicocristianos, están muy cerca de elevar las obras a camino de salvación (Mat 4:8-10). Todo cristiano está en peligro de entrar de nuevo por el camino de las obras de la ley. Si lo hace, no es justificado por Dios, sino que demuestra ser un transgresor.
19 Pues yo, por le ley, morí para la ley a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo.
El segundo motivo, positivo, de la negativa de Pablo radica en lo que acontece en el yo humano en el bautismo. Quien piense en ello se dará cuenta de que Cristo no es ministro del pecado. El cristiano ha muerto para la ley. Antes era un objeto viviente sobre el que actuaba el poder poco tranquilizador de la ley. Ahora ya no está a disposición de la ley. Respecto a la ley y sus exigencias es como un muerto. La ley ya no puede contar con él.
El cristiano vive para Dios. Dios es ahora el poder bajo el que está su vida, a quien sirve su vida, hacia quien él la ha dirigido. Ya no presta atención a la ley, sino a Dios. Cristo murió al pecado una vez para siempre, y el cristiano, igual que él, ha muerto al pecado. El Resucitado vive para Dios; también vive para Dios aquel que en el bautismo ha sido crucificado con Cristo. «Considerad que estáis muertos al pecado y que vivís ya para Dios en Cristo Jesús» (Rom 6:11). La nueva vida del bautizado le marca una nueva dirección vital. Se dirige sólo e inmediatamente a Dios.
¿Cómo hay que entender las palabras de Pablo de que el bautizado ha muerto por la ley? ¿Nos ha matado la ley? De hecho, la ley es la causante de nuestra muerte. Igual que podemos decir que Cristo murió en la cruz por los pecados y venció a esos pecados en su muerte, puede decir Pablo: «Cristo nos ha adquirido, sacándonos de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición» (Rom 3:13). Fue crucificado por el poder de la ley. Es cierto que el poder de la ley mató a Cristo por voluntad de Dios, pero, con todo, le mató injustamente. La cruz no arrancó sólo a Cristo de este mundo, de la esfera del poder de la ley; arrancó también a los creyentes, que fueron crucificados con Cristo.
La eficacia de la muerte de Cristo en la cruz se le comunica al hombre en el bautismo. Ha sido crucificado con Cristo. «Ha sido injertado con Cristo por medio de la representación de su muerte» (Rom 6:5). Ha sido sepultado. Este «ser consepultado» tiene como fin que «así como Cristo fue resucitado de entre los muertos», «así también procedamos nosotros con nuevo tenor de vida» (Rom 6:4).
20 Y ya no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me ha amado y se ha entregado por mi.
Pablo sigue razonando su negativa al reproche que se le hace de que pone a Cristo como ministro del pecado. Considera ahora la vida que vive el bautizado.
Cristo vive en mí. Esto puede decirlo el bautizado. Esta vida de Cristo en él es tan fuerte que la dirección de la vida ya no puede atribuirse al propio yo. Ya no vivo yo. Ya no pasa como sucedía antes: que el hombre «dirigía» su propia vida mediante sus obras. La vida del cristiano está determinada por Cristo, que actúa e impera en él. Cristo vive en los cristianos por el Espíritu. «No vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Dios, ése no es de Jesucristo (Rom 8:9). La justificación en Cristo no sólo produce la muerte del hombre viejo; crea uno nuevo, cuyo yo es lugar donde se desarrolla la vida de Cristo. Por eso puede decir el Apóstol: «Para mí, el vivir es Cristo» (F1Pe 1:21).
Pero Pablo sabe bien que vive aún «en la carne». El cristiano no ha abandonado aún su cuerpo carnal, terrestre. Su vida humana terrena no ha sido aún abolida. Pero «si andamos según la carne, no por eso combatimos según la carne: pues las armas de nuestro combate no son carnales» (2Co 10:3 s). En eso se funda la situación de lucha de la vida cristiana: en que el bautizado pertenece ya al nuevo eón, es nueva criatura, pero vive aún en la carne, que pertenece al mundo viejo que ha incurrido en la muerte. Para Pablo, carne no designa en primer lugar lo material del cuerpo. sino la miseria esencial del mundo viejo, crucificado con la muerte de Cristo.
La vida terrena del cristiano se vive en la fe en el Hijo de Dios. Esa es la nueva forma de ser que corresponde a la nueva vida. La fe no sólo conduce a la nueva vida; la envuelve, la acompaña y la sustenta. La nueva vida no puede experimentarse inmediatamente. Está escondida. «Habéis muerto, y vuestra vida está oculta, juntamente con Cristo, en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros seréis manifestados juntamente con él, en gloria» (Col 3:3 s).
Esta fe del bautizado no es una confianza genérica en la misericordia de Dios. Es fe en el Hijo de Dios que, en su obrar, hace visible a Dios, su Padre. Este obrar del Hijo es una prueba de su amor a mí y de la donación de sí mismo por mí. Si la miro con fe, mi vida se me aparece como un regalo del amor de Cristo, como una gracia que me ha sido concedida gracias a la entrega de sí mismo que hizo el Hijo de Dios; no la veo como una vida que hay que planear arbitrariamente y vivir guiándose por la propia subjetividad 29.
Quien se hace cargo de esto y lo convierte en realidad, no hace a Cristo ministro del pecado. Sabe que Cristo sirve al honor del Padre. Cuando Cristo justifica al pecador, recibe éste su vida, nueva, de la mano de Dios.
21 Yo no anulo la gracia de Dios; pues si por la ley viniese la justificación, Cristo habría muerto en vano.
Pablo termina la primera parte de la carta con una afirmación, que se apoya en el hecho (que los contradictores del Apóstol no pueden negar) de que Cristo no puede haber muerto en vano. Si hubiera sido posible alcanzar la justicia por la ley, Cristo no habría tenido que morir. Su muerte no habría tenido razón de ser. La entrega de sí mismo a la muerte realizada por el Hijo de Dios no puede haber sido un acontecimiento inútil.
El hecho de que Pablo afirme, con tanta fuerza, que él no anula la gracia, permite sospechar que se defiende contra una acusación. Esta acusación podría provenir de los judaizantes que rodeaban a Pedro y a Santiago, pero también podría proceder de los contradictores de Galacia. Para ellos, «gracia» significa los privilegios especiales del pueblo de Israel, tal como el apóstol los enumera en otros lugares 30. Pablo no descarta la gracia de Dios. Pero bajo esa palabra no entiende él la ley y la justicia esperada de ella, sino la vida nueva que proviene sólo de la muerte de Cristo (2,20b).
Los gálatas están a punto de caer fuera de esta gracia, al querer ser justificados por la ley (5,4)31. Pero si se aniquila la gracia de Cristo, si se la priva de significado, Cristo habría muerto en vano. Y esto no puede ser. Si eso es imposible, también lo es la justificación por las obras de la ley.
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29. Cf. Stg 4:13-16.
30. Por ejemplo, Rom 9:4 s. Cf., a este propósito, una frase del libro de Baruc (sirio), libro que no pertenece a la Biblia y data de los años posteriores a la destrucción del templo. Promete la herencia del mundo futuro a «los que no se aparten de la gracia y hayan observado la verdad de la ley» (Rom 44:14). Aquí, el judaísmo entiende en el mismo sentido la ley y la gracia.
31. Cf. Rom 5:17.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Sección Autobiográfica (Gál 1:11-24; Gál 2:1-21)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Pablo y los apóstoles de Jerusalén llegan a un acuerdo (Gál 2:1-10)
Análisis de discurso
El capítulo 2 de la Carta a los Gálatas contiene la descripción de dos eventos muy importantes, uno de los cuales aconteció en Jerusalén (Gál 2:1-10), y el otro, en Antioquía (Gál 2:11-21). La sección que ahora nos ocupa (Gál 2:1-10) se puede aislar con cierta facilidad para su análisis, pues es introducida por una nueva información de tiempo y por la presentación de nuevos personajes; factores que la convierten en una unidad narrativa cerrada. Se trata de un encuentro de los principales líderes de las iglesias, tanto de Jerusalén como de Antioquía, que tiene como intención discutir algunas situaciones vitales para la misión y la unidad cristianas.
El tema central es decidir si los creyentes en Cristo no judíos deberían o no hacerse judíos antes de ser considerados miembros del pueblo de Dios con pleno derecho. Según parece, los partidarios de la respuesta afirmativa exigían la circuncisión y el seguimiento de otros mandamientos de la ley de Moisés, principalmente los que estaban relacionados con las costumbres alimenticias y la celebración de algunas fechas especiales. Santiago, Pedro y Juan se presentaron como líderes de la iglesia de Jerusalén, en tanto que la iglesia de Antioquía estuvo representada por Pablo y Bernabé, acompañados también por Tito, un griego convertido en cristiano.
Se podría dividir este pasaje en tres pequeñas secciones: 1) versículos Gál 1:1-3, introducción a las circunstancias del encuentro, subrayando la presencia de Tito y su condición de no circuncidado; 2) versículos Gál 1:4-6, la afirmación de que los líderes de Jerusalén no le exigieron nada nuevo a Pablo, a pesar de la presión de aquellos a quienes Pablo califica de “falsos hermanos” (v. Gál 1:4); y 3) versículos Gál 1:7-10, el acuerdo respecto a la división del trabajo misional, sellando la conformidad y el compañerismo con un apretón de manos.
Pablo quiere demostrar la independencia de su misión y de su teología respecto de cualquier autoridad humana. Por esa razón, subraya que hizo su viaje a Jerusalén motivado por una revelación de Dios y no por iniciativa propia, o por orden de alguien. Pablo no informa de qué manera recibió la revelación, si fue algo puntual ―como un sueño o una voz audible― o si sucedió dentro de un proceso largo de reflexión. Tal vez el apóstol no consideraba importante la forma, sino solamente el contenido.
La intención de Pablo al ir a Jerusalén es exponer en detalle el contenido del mensaje que él está predicando entre los no judíos, conocido, probablemente, de manera distorsionada en dicha ciudad. El centro de este mensaje, como se puede descubrir en Gálatas ―y también en otras cartas de Pablo, especialmente en Romanos― es que los no judíos son aceptados por Dios sólo por el hecho de creer en Jesucristo, sin necesidad de hacerse judíos. Eso es lo que Pablo llama “la verdad del evangelio”. En este sentido, la presencia del incircunciso Tito es muy importante como ejemplo tangible de la enseñanza paulina. Si Pablo logra defender con éxito su posición respecto a Tito, podrá sostener dicha posición en relación con todos los no judíos. Así, Tito es ofrecido a los gálatas, que en su gran mayoría no son judíos, como una figura de identificación.
Sin embargo, esta enseñanza requiere la conformidad de los líderes de Jerusalén, pues, de lo contrario, se corre el peligro de provocar el surgimiento de dos iglesias con mensaje propio y orientación exclusiva a grupos étnicos diferentes. Todos están de acuerdo en que esa no es la voluntad de Dios.
Para entender bien esta sección, así como toda la carta, es necesario tener presente que en Galacia ―como también en otros lugares donde se desarrolla la misión paulina― actúan con mucha efectividad otros misioneros cristianos que atacan las enseñanzas del apóstol y exigen la circuncisión y el cumplimiento de otros mandamientos. Probablemente, algunos de estos maestros también se encuentran en Jerusalén, tratando de influir en Santiago, Pedro y Juan. Si el resultado del encuentro de líderes no hubiera llegado al acuerdo deseado, Pablo habría considerado su trabajo como un “correr en vano” (v. Gál 1:2), como una carrera inútil.
No se sabe con certeza cuáles eran los argumentos exactos de los maestros rivales, pero se considera como algo muy probable que estuvieran fundados en la Biblia, quizás con el énfasis puesto en que la circuncisión fue ordenada por Dios como signo permanente de su alianza con Israel (cf. Gén 17:7-14). Pablo usa como estrategia discursiva la desautorización de sus oponentes. Con ese propósito, utiliza los recursos que le ofrece la retórica polémica, los cuales casi nunca son objetivos y mesurados. Desde esta posición, se entiende mejor el uso que Pablo hace de los calificativos tan fuertes que usa: 1) designa a los maestros rivales como “seudo hermanos”; 2) afirma que su acceso a la comunidad fue ilegítima, tramposa; y 3) les aplica una metáfora tomada del ámbito político-militar, presentándolos como “espías” de la libertad cristiana, tanto de la suya como de la de sus acompañantes.
En cierta manera, los apóstoles de Jerusalén fungían como árbitros de los argumentos de ambas partes, aunque, probablemente, se inclinaban más por los argumentos de los maestros rivales de Pablo. No obstante, al final Pablo se impuso, utilizando complicados argumentos bíblicos y presentando testimonios de vida concretos. Por ello, Pablo es claro al afirmar que estos líderes “nada nuevo le comunicaron” (v. Gál 1:6). El mutuo reconocimiento es para Pablo una necesidad teológica y no sólo una reflexión pragmática.
En medio de este procedimiento humano de discernimiento, no libre de conflictos, Pablo también deja claro que fue Dios mismo el que dirigió el proceso de entendimiento y el que otorgó tanto a Pedro como a él sus apostolados específicos (v. Gál 1:8).
La nota final respecto a “acordarse de los pobres” (v. Gál 1:10) es muy importante, pues revela la esencia del espíritu cristiano, que es de fraternidad y comunión. De este encuentro surgió la idea de organizar una colecta para los pobres de Jerusalén. La colecta sería un símbolo pragmático y una prueba del mutuo reconocimiento, y fue tomada tan en serio por Pablo, que le dedicó años de su vida y mucho espacio en sus cartas.
TÍTULO: Llamar «Concilio» (BJ) al encuentro de los líderes en Jerusalén nos parece exagerado. El ejemplo de la NVI es, en este caso, mejor: «Los apóstoles aceptan a Pablo». Títulos como «Segundo viaje a Jerusalén» (BA) o «Pablo y los otros apóstoles» (TLA) nos parecen ambiguos. Creemos que el título: “Pablo y los apóstoles de Jerusalén llegan a un acuerdo” expresa con claridad el contenido de la sección.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén. No está claro a partir de qué evento de la vida de Pablo hay que contar los catorce años que transcurrieron antes de que fuera nuevamente a Jerusalén, si desde su llamamiento o desde su primera visita a Pedro. Cualquiera sea la opción, el lapso de tiempo entre ambas visitas fue muy largo, y eso es lo que Pablo quiere comunicar. Este énfasis puede expresarse como sigue: “Sólo después de transcurridos catorce años volví a subir a Jerusalén”. TLA presenta aquí una traducción interesante al señalar que Pablo fue a Jerusalén siguiendo una revelación, la cual, en realidad, se registra en el versículo Gál 2:2 : «Catorce años después, Dios me hizo ver que yo debía ir a Jerusalén».
Al mencionar a sus acompañantes, Pablo da a entender los diferentes roles que desempeñaban Bernabé y Tito. Literalmente, el texto griego dice: “Con Bernabé, tomando conmigo también a Tito”, lo cual es traducido por la mayoría de las versiones de manera muy cercana al original. Por ejemplo: Con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. Algunas versiones utilizan giros idiomáticos que se alejan un poco del texto original. En efecto, «con Bernabé, llevando a Tito con nosotros» (BL) indica que la decisión de llevar a Tito proviene de Pablo y Bernabé; por otra parte, «en esa ocasión me acompañaron Bernabé y Tito» (TLA) pone a Bernabé y Tito en el mismo nivel, subordinados a Pablo. Hay que conservar en la traducción el sentido de igualdad entre Pablo y Bernabé, pues en la narración ambos son un equipo que representa a las comunidades de Antioquía; es decir, ambos están en una situación de igualdad en estatus de autoridad. Tito, en cambio, parece que tiene sólo la función de acompañante, y esto por iniciativa de Pablo solamente, no de Bernabé. Por lo general, las versiones presentan bien esta situación: «Con Bernabé, y llevé a Tito conmigo» (DHH96), «esta vez con Bernabé, llevando también a Tito» (NVI), “junto con Bernabé, acompañándome también Tito” (Vidal: 83).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Hch 4:36; 2Co 2:13.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— a Jerusalén: Debe tratarse, con toda probabilidad, del viaje que se menciona en Hch 15:1-41.
— Tito: Ver INTRODUCCIÓN a la carta a Tito y nota a 2Co 2:13.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La conferencia en Jerusalén. Dado que este pasaje es de gran importancia para reconstruir la historia temprana de la iglesia cristiana, los estudiosos del NT le han prestado mucha atención. Se han desarrollado argumentos técnicos y detallados, destinados especialmente a determinar si la ocasión a la que Pablo se refiere es la visita que se relata en Hech. 11:29, 30, o el llamado “concilio apostólico” de Hech. 15 (ver Introducción).
En medio de este debate es fácil perder de vista la cuestión principal: ¿Qué quiere decirnos el relato? Hay buenas razones para creer que Pablo está respondiendo a una acusación de los judaizantes, que podría haber sido presentada más o menos en esta forma: “En una etapa de su ministerio, a Pablo se le obligó a asistir a una reunión en Jerusalén, someterse en privado a los “tres” (Jacobo, Pedro y Juan) y acceder a obedecer sus instrucciones, como lo prueba su deseo de recolectar fondos para los cristianos de Judea.” Si así fuera, Pablo podría estar tratando el tema, no porque sienta la obligación de relatar cada contacto que tuvo con los apóstoles de Jerusalén (ese aspecto de su argumento termina al final del cap. 1), sino porque sus oponentes lo habían planteado y lo habían utilizado en forma errónea. En otras palabras, Pablo debe aclarar las cosas.
Lo primero que debemos notar es que Pablo pone énfasis en la causa y el propósito de su visita (2). La causa fue una revelación: no la obediencia a un mandato humano, sino la sujeción a una instrucción divina. El propósito era informar a los líderes sobre su ministerio y así asegurarse de que sus grandes esfuerzos apostólicos no fueran en vano. Esta es una expresión notable (cf. también Fil. 2:16 y 1 Tes. 3:5, posiblemente en alusión a Isa. 49:4), y nos dice algo sobre las tensiones que seguramente se sintieron en la conferencia. Al menos desde una perspectiva humana, Pablo parecía pensar que era muy posible que la iglesia en Jerusalén tomara una decisión equivocada y destruyera el ministerio a los gentiles. La confianza del Apóstol en la voluntad de Dios nunca fue presuntuosa. El comprendía la realidad del pecado y del mal, así como el pe so de su propia responsabilidad. Aunque estaba seguro de que Dios cumpliría sus promesas y perfeccionaría su obra (Rom. 8:28; Fil. 1:6), ese hecho no se convirtió en excusa para ser pasivo y “dejar que Dios se ocupara” del problema. Pablo continuaría haciendo todos los esfuerzos posibles por correr la carrera (cf. Fil. 3:12-14), dependiendo constantemente del obrar de Dios (Fil. 2:12, 13).
En segundo lugar, observemos que el Apóstol es franco en cuanto a la lucha que caracterizó la reunión (3-5). En la iglesia había un “partido de la circuncisión”, personas a las que el Apóstol consideraba falsos hermanos, cuya real motivación era socavar la libertad espiritual que ofrece el evangelio. Aparentemente, queriendo tomar a Tito, que era gentil, para hacer de él un modelo, habrán insistido en que se circuncidara. Pablo no nos dice explí citamente cuál fuera la reacción inicial de Pedro, Jacobo y Juan, pero hay buenas razones para pensar que estos líderes, quizá preocupados por la unidad de la iglesia, hayan considerado la idea de ceder ante los reclamos del grupo que pedía la circuncisión. No obstante, dado su especial llamamiento, Pablo comprendía en una forma muy profunda las implicaciones del tema en cuestión. Han de haber sido momentos de emociones violentas, co mo lo sugiere la sintaxis gr. desigual de estos versículos. De cualquier modo, el Apóstol se negó a ceder a los reclamos de los falsos hermanos, ni por un momento, … para que la verdad del evangelio permaneciese a vuestro favor (a favor de los gentiles). En resumen, los líderes no obligaron a Tito a circuncidarse.
En tercer lugar, Pablo dedica la mitad de su relato sobre el concilio de Jerusalén a explicar el resultado de esta conferencia, expresado tanto en forma negativa (6, 10) como positiva (7-9). Contrariamen te a lo que afirmaban los judaizantes, la realidad es que los “tres” no impusieron cambios en su ministerio ni su mensaje. Es cierto que estos líderes querían que Pablo se preocupara por la situación de los pobres en Judea, pero ese pedido no estaba en desacuerdo con su especial ministerio, por lo que el Apóstol estuvo feliz de acceder a él. (Bien podría haber cierta conexión entre este pedido y la ofrenda de la que Pablo habla en Rom. 15:25-27 y 2 Cor. 8-9. Dicho sea de paso, es importante observar que Pablo no veía ningún conflicto entre su ministerio de predicación y sus esfuerzos por satisfacer las necesidades físicas de los pobres.)
Más importante, sin embargo, fue el resultado positivo. Jacobo, Pedro y Juan le mostraron respeto y lo trataron como a un igual. Se dice específicamente que ellos reconocieron que Dios le había dado a Pablo un don apostólico especial para trabajar entre los gentiles (v. 9). Hay cierta ironía en este hecho. Pablo mismo no apelaría a los “tres” como si dependiera de su autoridad (lo cual no hacía ninguna diferencia en la validez de su ministerio). ¡Los judaizantes, que sí habían apelado a esa autoridad, eran, sin embargo, quienes violaban el acuerdo de Jerusalén pidiendo que los gentiles se circuncidaran!
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
2.1 Pablo se había convertido más o menos por el 35 d.C. Los catorce años que menciona, probablemente, han sido calculados desde el momento de su conversión. Sin embargo, este viaje a Jerusalén no era el primero. Muchos piensan que hizo su primer viaje a Jerusalén alrededor del 38 d.C. (véase Act 9:26-30) y otros viajes aproximadamente en 44 d.C. (Act 11:29-30; Gal 2:1-10), 49/50 d.C. (Hechos 15), 52 d.C. (Act 18:22, donde la iglesia que se menciona se refiere a la iglesia de Jerusalén) y 57 d.C. (Act 21:15ss). Así, es posible que Pablo haya visitado Jerusalén en otras ocasiones también.2.1 Bernabé y Tito eran dos amigos muy cercanos de Pablo. Bernabé y Pablo visitaron juntos Galacia en su primer viaje misionero. Pablo escribió una carta personal a Tito, un creyente fiel y líder de la iglesia, que servía en la isla de Creta (véase el libro de Tito). Para mayor información relacionada con Bernabé, véase su perfil en Hechos 13. Para datos adicionales vinculados con Tito, véase la carta que Pablo le escribió, la que se halla en el Nuevo Testamento.2.1 Después de su conversión, Pablo empleó muchos años preparándose para su ministerio, al cual Dios lo había llamado. Este período de preparación incluyó un tiempo a solas con Dios (1.16, 17) como también un tiempo de consulta con otros creyentes. Con frecuencia los cristianos nuevos, en su fervor, quieren empezar un ministerio a tiempo completo sin invertir tiempo en el estudio de la Biblia y sin recibir clases de maestros calificados. No es necesario que esperemos para hablar de Cristo, pero será necesario un entrenamiento adecuado para emprender un ministerio especial, sea como voluntarios o a tiempo completo. Mientras esperamos el tiempo de Dios, debiéramos continuar con nuestro estudio, aprendizaje y crecimiento.2.2, 3 A pesar de que Dios había enviado especialmente a Pablo a los gentiles (Act 9:15-16), estuvo dispuesto a discutir su mensaje con los líderes de la iglesia en Jerusalén (Hechos 15). Esta reunión previno un mayor resquebrajamiento en la iglesia y esta formalmente reconoció la aprobación de los apóstoles a la predicación de Pablo. Algunas veces evitamos consultar con otros porque tememos que los problemas o argumentos puedan desarrollarse. No obstante, debiéramos discutir abiertamente nuestros planes y acciones con amigos y consejeros. La buena comunicación permite que todos entiendan la situación mejor, reduce los comentarios y contribuye a la edificación de la unidad en la iglesia.2.2 Dios le dijo a Pablo, por revelación, que consultara con los líderes de Jerusalén sobre el mensaje que estaba predicando a los gentiles, luego ellos entenderían y aprobarían lo que él estaba haciendo. La esencia del mensaje de Pablo, tanto a judíos como a gentiles, fue que la salvación de Dios es ofrecida a todos sin importar la raza, sexo, nacionalidad, riqueza, nivel social, educación o cualquier otra cosa. El perdón viene por medio de la confianza en Dios (véase Rom 10:8-13).2.3-5 Cuando Pablo llevó a Tito, un cristiano griego, a Jerusalén, los judaizantes (falsos hermanos) dijeron que debía circuncidarse. Pablo rechazó de plano sus demandas. Los apóstoles estuvieron de acuerdo en que la circuncisión era un rito innecesario para aplicarse a los gentiles convertidos. Varios años después, Pablo personalmente circuncidó a Timoteo, otro cristiano griego (Act 16:3). A diferencia de Tito, sin embargo, Timoteo era medio judío. Pablo no negó a los judíos el derecho a circuncidarse, simplemente él estaba diciendo que los gentiles no debieran ser obligados a ser judíos antes de llegar a ser cristianos.2.4 Estos falsos hermanos se parecían al partido de los fariseos (Act 15:5). Estos fueron los estrictos líderes religiosos del judaísmo, alguno de los cuales se habían convertido. No sabemos si eran representativos de los convertidos bien intencionados o si trataban de pervertir el cristianismo. La mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que ni Pedro ni Santiago formaban parte de esta conspiración.2.5 Normalmente pensamos tomar una posición contra aquellos que podrían guiarnos a una conducta inmoral, pero Pablo había tomado una línea dura contra los más «morales». No debemos ceder ante aquellos que hacen guardar las normas hechas por el hombre como una condición para la salvación, incluso cuando tales personas son de moralidad brillante o de posición respetable.2.6 Es fácil clasificar a la gente sobre la base de demandas jerárquicas y ser intimidados por gente poderosa. Pero Pablo no fue intimidado por «los que tenían reputación de ser algo» porque todos los creyentes son iguales en Cristo. Debiéramos respetar a nuestros líderes espirituales pero nuestra lealtad final es a Cristo. Debemos servirle con todo nuestro ser. Dios no nos clasifica de acuerdo a nuestro nivel social, El mira la actitud de nuestros corazones (1Sa 16:7).2.7-9 Los líderes de la iglesia («columnas») -Jacobo, Cefas y Juan- se dieron cuenta de que Dios estaba usando a Pablo para alcanzar a los gentiles, así como Pedro era usado para alcanzar a los judíos. Después de oír el mensaje de Pablo y Bernabé ellos le dieron su aprobación («la diestra en señal de compañerismo») para continuar trabajando entre los gentiles.2.10 Aquí los apóstoles se referían a los pobres en Jerusalén. Mientras muchos gentiles convertidos disfrutaban de holgura económica, la iglesia en Jerusalén sufría los efectos de una hambruna severa en Palestina (véase Act 11:28-30). Fue por eso que en este viaje Pablo recaudó fondos para los cristianos judíos (Act 24:17; Rom 15:25-29, 1Co 16:1-4; 2 Corintios 8). La necesidad de que los creyentes cuiden de los pobres es un tema permanente en la Biblia, pero con frecuencia no hacemos nada por tomarlo en cuenta. Hemos sido atrapados en el interés egoísta de satisfacer nuestros deseos y necesidades. Tal vez no vemos demasiada pobreza para recordar las necesidades de los pobres. El mundo está lleno de pobres, aquí y en otros países. ¿Qué puede usted hacer para ayudarles?2.11 Antioquía de Siria (diferente de Antioquía de Pisidia) era el centro principal de tráfico comercial en el mundo antiguo. Densamente poblada por griegos, en su oportunidad llegó a ser un centro importante del cristianismo. En Antioquía los creyentes fueron llamados por primera vez cristianos (Act 11:26). Antioquía de Siria se convirtió en el centro de operaciones de la iglesia gentil y la base de las operaciones de Pablo.2.11ss Los judaizantes acusaron a Pablo de diluir el evangelio y hacerlo más fácil para que lo aceptaran los gentiles, al mismo tiempo Pablo acusó a los judaizantes de anular la verdad del evangelio, agregándole condiciones a esta. La base de la salvación fue el tema: ¿se obtiene la salvación por medio de Cristo solamente, o se alcanza por medio de Cristo y además se adhiere a la ley? El argumento emergió cuando Pedro, Pablo, los judaizantes y algunos de los cristianos gentiles se juntaron en Antioquía para disfrutar de una comida juntos. Pedro, probablemente, pensó que manteniéndose lejos de los gentiles, promovería armonía, él no quería ofender a Santiago y los cristianos judíos. Santiago tenía una posición muy prominente y presidió el concilio en Jerusalén (Hechos 15). Pero Pablo criticó la acción de Pedro de haber violado el evangelio. Al reunirse Pedro con los judaizantes, de forma implícita apoyaba su declaración de que Cristo no era suficiente para ofrecer salvación. Hacer concesiones es un elemento importante para llevarse bien con otros, pero nunca debiéramos comprometer la verdad de la Palabra de Dios. Si nosotros sentimos que debemos cambiar nuestras creencias cristianas, para estar de acuerdo con nuestros acompañantes, caminamos en un terreno peligroso.2.11, 12 Aunque Pedro fue un líder de la iglesia actuó como un hipócrita. El sabía lo que debía hacer, pero se dejó llevar por el temor de lo que pudieran pensar Santiago y los otros. Pro 29:25 dice: «El temor del hombre pondrá lazo». Pablo sabía que tenía que enfrentarse a Pedro antes de que sus acciones dañaran a la iglesia. Por lo tanto, Pablo enfrentó públicamente a Pedro. Note, sin embargo, que no fue a los otros líderes, no escribió a las otras iglesias indicando que no siguieran el ejemplo de Pedro. En cambio, se enfrentó a Pedro cara a cara. Algunas veces cristianos, aún líderes honestos, cometen errores; siendo necesaria la participación de otros cristianos sinceros para hacerles recapacitar. Si está convencido que alguien está haciéndose daño a sí mismo o a la iglesia, intente un acercamiento directo. No hay lugar en el cuerpo de Cristo para mantenerse al margen.2.15, 16 Si las leyes judías no pueden salvarnos ¿por qué debemos seguir obedeciendo los Diez Mandamientos y las otras leyes del Antiguo Testamento? Pablo no decía que las leyes eran malas, en otra carta que escribió manifestó: «La ley a la verdad es santa y el mandamiento santo, justo y bueno» (Rom 7:12). En cambio, decía que por medio de la ley nunca podremos ser aceptables delante de Dios. La ley aún juega un papel importante en la vida de un cristiano. La ley: (1) nos protege del pecado dándonos normas para nuestra conducta; (2) nos convence de pecado, dándonos la oportunidad de pedir el perdón de Dios; (3) nos lleva a confiar en la suficiencia de Cristo porque nosotros nunca podremos cumplir los Diez Mandamientos a la perfección. Por la ley es imposible salvarnos, pero después de que llegamos a ser cristianos, la ley puede ser una valiosa guía para vivir como Dios requiere.2.17-19 Al estudiar el Antiguo Testamento. Pablo se percató de que no podía obtener salvación por medio de la obediencia a las leyes de Dios. Los profetas sabían que el plan de salvación no estaba basado en el cumplimiento de la ley (para referencias véase el cuadro en el capítulo 4). Porque nosotros podemos ser infectados por el pecado, no podemos cumplir las leyes de Dios perfectamente. Afortunadamente, Dios ha provisto un camino de salvación que depende de Jesucristo, no de nuestros propios esfuerzos. Aunque conocemos esta verdad, debemos guardarnos de la tentación de usar el servicio, las buenas obras, las dádivas o cualquier otro esfuerzo como un sustituto de la fe.2.20 ¿Cómo hemos sido crucificado con Cristo? Legalmente, Dios nos ve como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros pecados murieron con El, ya no estamos más condenados (Col 2:13-15). En cuanto a la relación, hemos llegado a ser uno con Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza cuando, en unidad con El, morimos a la vida vieja (véase Rom 6:5-11). En nuestra vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que crucificar nuestros deseos pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a Cristo. Esta también es una forma de morir con El (Luk 9:23-25). Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos sido crucificado con Cristo, también hemos resucitado con El (Rom 6:5). Legalmente, hemos sido reconciliado con Dios (2Co 5:19) y somos libres para poder crecer a la semejanza de Cristo (Rom 8:29). Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el pecado, el poder de la resurrección de Cristo está disponible (Eph 1:19-20). No estamos solos, Cristo vive en nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra esperanza para el futuro (Col 1:27).2.21 Los creyentes de hoy todavía están en peligro de actuar como si Cristo hubiera muerto en vano. ¿Cómo? Al reemplazar el legalismo judío por sus propias marcas de legalismo cristiano, le están dando a la gente leyes extras para obedecer. Al creer que ellos pueden ganar la aceptación de Dios por medio de lo que hacen, no confían plenamente en la obra de Cristo en la cruz. Al tratar de apropiarse el poder de Dios para cambiar a sí mismos (santificación), no confían en el poder de Dios para salvarlos (justificación). Si pudiéramos salvarnos por ser buenos, entonces no habría sido necesaria la muerte de Cristo. Pero la cruz es el único camino para la salvación.CARACTERISTICAS DE UN EVANGELIO VERDADERO Y DE UN EVANGELIO FALSOCaracterísticas de un evangelio falso2.21 : Trata la muerte de Cristo sin darle importancia3.12 : Dice que deben obedecer la ley a fin de ser salvos4.10 : Trata de ganar el favor de Dios al cumplir con ciertos ritos5.4 : Confía en que al guardar las leyes se borrarán sus pecadosCaracterísticas de un evangelio verdadero1.11, 12 : Enseña que la fuente del evangelio es Dios2.20 : Sabe que la vida se obtiene por medio de la muerte, confiamos en el Dios que nos ama y murió, de manera que podamos morir para el pecado y vivir para El3.14 : Explica que todos los creyentes tienen al Espíritu Santo por la fe3.21, 22 : Declara que no podemos ser salvos por guardar la Ley; el único camino de salvación es por la fe en Cristo, la que está a disposición de todos3.26-28 : Dice que todos los creyentes son uno en Cristo, de modo que no hay posibilidad de discriminación5.24, 25 : Proclama que somos libres del dominio del pecado y que el poder del Espíritu Santo nos llena y guía
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 47 Hch 15:2
b 48 Hch 9:27
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
1 super (1) Como consta en Hch 15, esto sucedió después de que varias iglesias habían sido levantadas en el mundo gentil por medio del ministerio de Pablo (véase Hch 13—14). Esto indica que la predicación del evangelio llevada a cabo por Pablo para levantar iglesias gentiles no tenía nada que ver con los creyentes que estaban en Jerusalén y Judea.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
17 (B) El evangelio de Pablo fue aprobado por los jefes de la Iglesia de Jerusalén (2,1-10). 1. una vez más a los catorce años: La traducción habitual, «catorce años después», ha sido cuestionada (p.ej. por S. Giet, RSR 41 [1953] 323-24), porque en otros lugares Pablo utiliza dia con gen. para significar «durante (el curso de)». Este significado, unido al uso de «de nuevo» parece dar a entender un cálculo de la fecha realizado a partir de la conversión de Pablo (ca. 36 d.C.). La correlación de esta visita a Jerusalén con los datos que constan en Hch es uno de los problemas exegéticos más difíciles del NT. Sin embargo, resulta inevitable la impresión de que Gál 2 se refiere al mismo acontecimiento que se menciona en Hch 15 (al menos los w. 1-12) -pese a todos los demás intentos de relacionarlo con otro distinto-. Sin embargo, sigue habiendo muchos problemas (→ Pablo, 79:25.32.35-37). Bernabé: Véase 1 Cor 9,6. Según Hch 4,36, era un levita chipriota de nombre José, llamado Bernabé por los apóstoles (con la etimología popular de «hijo de la consolación»). Hch 13,1 lo presenta como un profeta o maestro de Antioquía que se convirtió en compañero de Pablo durante el primer viaje misionero (hasta el «concilio» de Jerusalén). Tito: Cristiano de origen gentil (véase v. 3), compañero de Pablo durante el tercer viaje misionero, que suavizó las relaciones de Pablo con la comunidad corintia (véanse 2 Cor 2,13; 7,6.13-14; 8,6.16.23;12,18) . 2. por una revelación: ¿Quién la tuvo? Si fue Pablo, lo dice al menos para demostrar que no lo convocaron los apóstoles de Jerusalén. (En Hch 15,2, la razón de la visita se presenta como una decisión de la comunidad antioquena.) en privado… a los más autorizados: Su argumento menosprecia levemente a las «columnas» de Jerusalén, que eran los apóstoles anteriores a él (1,16). 3. no… obligado a circuncidarse: ¿Quiere decir Pablo que Tito de hecho no estaba circuncidado o que no fue «obligado» a circuncidarse, sino que consintió en someterse a ello? El tenor general del pasaje parece favorecer la primera respuesta; es decir, Pablo ganó su pleito en favor de la no circuncisión de los gentiles conversos. 4. falsos hermanos: En Hch 15,5, unos conversos judeocristianos parecidos, de quienes se indica su origen farisaico, presionan en pro de la circuncisión de los gentiles y de la obligación de éstos de observar la ley mosaica, la libertad que tenemos en Cristo Jesús: La Carta Magna de Gál: en Cristo Jesús hemos sido liberados de la ley (5,1.13). 5. ni por un momento cedimos: Pablo se gloría como si hubiera determinado la decisión de la asamblea. Hch 15,7-11, sin embargo, atribuye ese mérito a Simón. 6. los que tenían autoridad: Santiago, Cefas y Juan (2,9). qué tipo de personas eran: Afirmación difícil, parentética, que parece significar que a Pablo no le intimidaba el prestigio alcanzado por las «columnas» por el hecho de haber sido testigos oculares del ministerio de Jesús. Tal experiencia y tal prestigio no podían pesar más que la verdad del evangelio dado por Dios, no me añadieron nada: Las columnas reconocieron que el evangelio de Pablo no era deficiente, pese a las afirmaciones de los judaizantes. (Para la relación de «nada» con Hch 15,19-29, → Pablo, 79:33.35-37). 7. lo mismo que Pedro a los circuncisos: Así Pablo fue reconocido par de Pedro, y el campo de misión quedó repartido entre ellos (Rom 15,17-21; cf. Hch 15,12). El reparto se debe entender geográficamente, no étnicamente, pues Pablo con frecuencia empezaba por los judíos su evangelización de una región (1 Cor 9,23-24; Rom 2,10-11; cf. Hch 13,46; 17,1-8; 18,4). Mientras que normalmente Pablo utiliza el nombre «Cefas» (1 Cor 1,12; 3,22; 9,5; 15,5; Gál 1,18; 2,9.11.14), aquí emplea «Pedro» (2,7-8), quizás porque repite la terminología utilizada en el debate de la asamblea (véase Betz, Galatians 97). 9. Santiago, Cefas, Juan: A Santiago, el «obispo» de Jerusalén, se le da precedencia respecto a Cefas y Juan, hijo de Zebedeo. Este orden indica además que incluso la cabeza de la comunidad de Jerusalén aceptó el evangelio y misión de Pablo. ¿Se les llama a los tres styloi, «columnas», porque eran un triunvirato que regía la Iglesia madre de Jerusalén? (Véase C. K. Barrett, en Studia paulina [Fest. J. de Zwaan, ed. J. N. Sevenster et al., Haarlem 1953] 1-19.) 10. que nos acordásemos de los pobres: La única obligación impuesta por el «concilio». Se trata probablemente de los «cristianos pobres de Jerusalén» (Rom 15,26), es decir, los económicamente pobres en comparación con los cristianos de origen gentil de las ciudades helenísticas, pero también de quienes viven la piedad de los anáwim judeocristianos de Palestina (véase J. Dupont, Les Beatitudes [3 vols., París 1958-69] 2. 13-51). Sobre si se pueden relacionar o no con los antiguos ’ebyónim de Qumrán, véase L. E. Keck, ZNW 56 (1965) 100-09.
18 (C) El evangelio de Pablo puso en tela de juicio la falta de coherencia de Pedro en Antioquía (2,11-14). Las columnas de la Iglesia de Jerusalén no sólo aprobaron el evangelio de Pablo, sino que en la Iglesia antioquena, de origen gentil y judío, dicho evangelio resultó ser la única respuesta. 11. me enfrenté con él abiertamente: Aunque franco en su defensa, Pablo al parecer consideraba a Cefas una persona de más peso que él (véase PNT 24-32). Presumiblemente, tanto Cefas como Pablo llegaron a Antioquía poco después de que en el «concilio» de Jerusalén se tomara la decisión relativa a la circuncisión, pues era censurable: Por sus propios actos, explicados en 2,12-13. Pablo no hace referencia en este lugar, ni en ningún otro, a lo que Lucas cuenta de él en relación con dos hechos: que hizo circuncidar a Timoteo (Hch 16,3) y que posteriormente se sometió al ritual de un voto de nazireato (Hch 21,20-26). Aunque en 1 Cor 9,20 establece un principio rector (cf. Rom 14,21), en Antioquía estaba en juego una cuestión mayor, que afecta a la unidad de la Iglesia misma. 12. algunos de los de Santiago: Difícilmente pueden ser los «falsos hermanos» de 2,4, pues el problema concierne ahora a leyes alimentarias judías, muy distinto del de la circuncisión, que había quedado zanjado en Jerusalén (2,3-9; cf. Hch 15,1-12). En el «concilio», el problema alimentario no llegó a plantearse ni a resolverse (aun cuando el relato de carácter compuesto de Hch 15 puede hacer pensar de primeras que sí; → Pablo, 79:33-37). comenzó a retraerse: Cefas se negó a seguir comiendo con los cristianos de origen gentil, y daba la impresión de que sólo los cristianos de origen judío, que seguían observando leyes como Lv 17,8-9.10-12.15, eran los auténticos cristianos, por miedo a los partidarios de la circuncisión: No está claro por qué «tenía miedo» Cefas; pero Pablo lo entiende como un signo de su falta de convicción acerca del evangelio. 13. los demás judíos: Judeocristianos. se pusieron a disimular como él: Aunque la influencia de Cefas sobre una minoría de la comunidad antioquena se podría explicar de diversas maneras, Pablo la veía como una incoherencia y una contemporización política. De ahí que reprendiera a Cefas públicamente por ella. 14. la verdad del evangelio: La «libertad que tenemos en Cristo Jesús» (2,4-5), no sólo respecto a la costumbre de la circuncisión, sino también respecto a las leyes alimentarias judías. A Pablo le pareció mal lo que hacía Cefas porque éste no «caminaba derechamente» según esta verdad, es decir, era poco ortodoxo en su conducta (véase G. D. Kilpatrick, en Neutestamentliche Studien [Fest. R. Bultmann, ed. W. Eltester, BZNW 21, Berlín 1954] 269-74). si tú, que eres judío, vives como gentil: Véase 2,12. ¿por qué obligas a los de origen gentil a comportarse como judíos?: Puesto que el ejemplo de Cefas había descaminado ya a Bernabé y a otros, tendía a afectar a los cristianos de origen gentil de manera análoga. ¿Fue eficaz la reprensión de Pablo? El pasaje da a entender que sí; Pablo menciona su oposición a Cefas con el fin de establecer la validez y lógica de su propio evangelio. Lc dijo a Cefas lo que quería decirle. Otra cuestión es si el problema de las reglas alimentarias quedó o no zanjado en Antioquía con ese incidente. Parece que volvió a plantearse tras la partida de ambos, Cefas y Pablo, y la Iglesia antioquena mandó a pedir instrucciones a Santiago, el de Jerusalén (Hch 15,13-33; → Pablo, 79:35-37).
19 (III) Propositio: El evangelio de Pablo expuesto (2,15-21). Pablo pasa a proponer un conciso resumen de su enseñanza sobre la fe y las observancias judías; tal vez presente una formulación distinta de lo que le dijo a Cefas en Antioquía. 15. nosotros: Fundamentalmente Cefas y Pablo, judíos de nacimiento: Lit., «por naturaleza», o condición natural (véase Rom 2,27). Pablo reconoce así su propio origen judío, no pecadores de origen pagano: Pablo compara irónicamente su privilegio (haciéndose eco de la pretensión de sus adversarios judaizantes) con la suerte de los paganos, que no sólo no observaban la ley mosaica, sino que ni siquiera la poseían. Dada su condición de anomoi, «sin ley», eran pecadores (Rom 2,12); sin embargo, Pablo sabía que tanto judíos como griegos eran igualmente pecadores (Rom 3,9.23). 16. el hombre no es hecho justo: La pas. del vb. dikaioun expresa la situación de los hombres que comparecen ante el tribunal de Dios; expresa el aspecto jurídico de lo que sólo la benevolencia divina puede llevar a cabo en favor de la humanidad como resultado de la fe (→ Teología paulina, 82:68-70). por obras de la ley: Es decir, realizando actos prescritos por la ley mosaica. Sobre esta frase a modo de eslogan, → Teología paulina, 82:100. por medio de la fe en Cristo Jesús: Lit., «por medio de (la) fe de Cristo Jesús», con un gen. que habitualmente se toma por objetivo, debido a la frase siguiente; cf. Rom 3,22, donde se encuentra un gen. parecido y en cuyo contexto (3,28) la «fe» es la de un hombre (anthrópos) creyente. Véanse además Betz, Galatians 117; Bonnard, Galates 53. Para los intentos de entender la frase referida a la «fidelidad de Cristo», véanse G. Howard, HTR 60 (1967) 459-65; L. T. Johnson, CBQ 44 (1982) 77-90. también nosotros hemos creído: Pablo apela a la convicción, que él y Cefas en su respectiva conversión comparten, de que un judío ha de caer plenamente en la cuenta de su incapacidad para alcanzar la justicia por las «obras de la ley». Ningún mortal es hecho justo: Se cita implícitamente Sal 143,2: «Ningún viviente es justo ante ti». Pablo omite «ante ti», reduciendo el matiz forense del salmista, pero añade «por (hacer) las obras de la ley». El sentido del salmo queda así muy limitado (cf. Rom 3,20).
20 17. por medio de Cristo: A primera vista, en Christó parece ser la fórmula paulina que expresa la unión con Cristo (→ Teología paulina, 82:121); pero en este caso, en contraste con «por las obras de la ley», lo más probable es que sea instrumental, hemos resultado también nosotros pecadores: Es decir, como los paganos (2,15), porque en cuanto «cristianos» somos «sin ley». ¿será que Cristo está al servicio del pecado?: Esta trad. entiende la partícula ara como interrogativa (BAGD 104), pero también podría introducir una conclusión (BAGD 103): «Entonces Cristo es…». Debido a la exclamación que sigue se prefiere la pregunta. ¡de ninguna manera!: Negación enérgica utilizada tras preguntas retóricas (véase Rom 3,4.6.31). Pablo rechaza decididamente tal idea y la vuelve contra el imaginario objetante. Someterse de nuevo a la ley supondría verse otra vez mezclado con el pecado. 18. si ahora edifico de nuevo lo que destruí: Primera razón para justificar el rechazo. Los comentaristas discuten su significado exacto: o bien Pablo admitiría al restablecer la ley como norma de conducta que había pecado al abandonarla; o, menos probablemente, al restablecer la ley como norma se comprometería a una vida de cierta transgresión (Rom 7,21-23; 4,15). En cualquier caso, queda patente que quien «está al servicio del pecado» no es Cristo, sino los judaizantes. 19. por la ley morí a la ley: Segunda razón. La pista para aclarar este difícil versículo se encuentra en el reconocimiento de que Cristo como tal no está «al servicio del pecado» y de que el cristiano, crucificado con él, vive ahora para Dios. Vivir para Dios no es precisamente pecaminoso, pero esta situación del cristiano se hizo posible en virtud de la crucifixión con Cristo. Así crucificado, ha muerto a la ley («está muerto a la ley», Rom 7,6; cf. 2 Cor 5,14-15). Pero, ¿cómo es posible que esta situación se dé «por la ley»? Su causa próxima es la crucifixión de Cristo mismo, pero su causa remota es la ley, cuya maldición se dirigió contra Cristo (3,13). La ley mosaica y la mentalidad que generó entre los hombres fueron responsables de la negativa a prestar fe a Cristo y de la crucifixión de éste -y por tanto, indirectamente, de la emancipación de los cristianos que creen en él-, he quedado crucificado con Cristo: Véase Rom 6,8-11. Por medio de la fe y el bautismo, el cristiano se ha identificado (tiempo pf., que expresa el estado de identificación) con las fases de la pasión, muerte y resurrección de Cristo (→ Teología paulina, 82:120), y así puede «vivir para Dios». 20. Cristo vive en mí: En estas palabras queda expresada la perfección de la vida cristiana; no es meramente una existencia dominada por una nueva motivación psicológica («vivir para Dios»), puesto que la fe en Cristo no constituye una nueva meta de actuación. Más bien reestructura a los hombres, proporcionándoles un nuevo principio de actividad en el plano ontológico de su mismo ser. De ahí resulta una simbiosis del cristiano con Cristo, el Kyrios glorificado que, a partir de la resurrección, se ha convertido en «Espíritu que da vida» (1 Cor 15,45), en el principio vital de la actividad cristiana. vivo de fe en el Hijo de Dios: Este es el profundo conocimiento que Pablo tiene de la experiencia cristiana: la nueva estructuración de la vida humana, física incluso, por la influencia trascendente de la inhabitación de Cristo. Dicho conocimiento debe penetrar en la conciencia psicológica personal para que cada cual se dé cuenta en la fe de que la verdadera vida sólo procede de la entrega redentora y vicaria del Hijo de Dios. 21 .no quiero hacer estéril la gracia de Dios: Como hacían los judaizantes, que insistían en las obligaciones legales y en los logros humanos, dando a entender de ese modo la ineficacia de la entrega de Cristo.
21 (IV) Probatio: En el plan de Dios, la humanidad se salva por la fe, no por la ley (3,1-4,31). Pablo brinda ahora la base de la tesis que acaba de proponer en los w. 15-21. Apelará a la experiencia de los gálatas y hará uso de argumentos de la Escritura para demostrar su tesis acerca del reinado de la fe y la libertad cristiana.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Jerusalén… → Hch 11:30; Hch 15:2.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R581 Aquí la preposición διά se usa con el genitivo para referirse a un intervalo de tiempo: catorce años más tarde; parece que διά significa: después -M56).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
g Hch 11:30; Hch 15:2.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
?INTRODUCCION ? NOTAS?CAPITULO I I V. 1, 2:? ?Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo? ?a Tito. (Pero subí según una revelación), y para no correr o haber corrido en vano, consulté en privado? ?con los que tenían cierta reputación, acerca del evangelio que predico entre los gentiles.? ??Después de haber aportado pruebas suficientes de que fue hecho apóstol no por la instrucción recibida de? ?algún hombre sino por la revelación recibida de Dios, Pablo se dispone ahora a probar que él tuvo a esta? ?revelación por tan cierta y firme que ningún juicio humano, ni el de los mismos apóstoles, podía infundirle? ?temores, y que tampoco dio pasos atrás, por más que se le importunara.? ??En primer lugar, el apóstol dice: «Después, pasados catorce años». Si a éstos les sumas los tres años? ?mencionados antes (cap. 1:18) , hallarás que Pablo había predicado ya por espacio de diecisiete o dieciocho años antes de que buscara esta consulta con los apóstoles. Está visto que esto quita toda posibilidad de revocar lo que había predicado en tantos lugares y a tanta gente. Por ende, Pablo subió a Jerusalén no en defensa propia, como si hubiera temido haber predicado doctrina falsa durante estos diecisiete años (que es lo que opina Jerónimo);?1? antes bien, quería demostrar a otros que él no había corrido en vano, ya que también los demás apóstoles aprobaban su correr. Pues si hubiese estado en dudas acerca de si su enseñanza era correcta o falsa, habría sido una tremenda e inaudita irresponsabilidad y un grave pecado (impietas) de su parte el postergar la necesaria consulta y burlar a tanta gente con una enseñanza dudosa. En segundo lugar, Pablo no habría «subido» jamás si no lo hubiese impulsado a ello una revelación? ?de Dios. La actitud impertinente de otros no fue en modo alguno el móvil; menos aún fue una sospecha en? ?cuanto a la credibilidad de su doctrina lo que le hizo buscar esta discusión, pues en este sentido no había? ?necesidad alguna de subir a Jerusalén.? ??En tercer lugar, Pablo subió a la propia Jerusalén, sede de los dirigentes tanto de la sinagoga como? ?de la iglesia. Estaba dispuesto a consultar con todos; no lo arredraban ni la muchedumbre de los judíos ni? ?los más celosos defensores de la ley. En cuarto lugar: no subió solo, sino con Bernabé y Tito, quienes por ser de distinto origen?2? «eran sumamente indicados para servir de testigos. De este modo, Pablo quería contrarrestar la opinión de que él actuaba de una manera cuando estaba presente, y de otra cuando estaba ausente. En efecto: de favorecer demasiado a los judíos, lo delataría el pagano Tito; de inclinarse excesivamente al lado de los gentiles, se le opondría el judío Bernabé. Por este motivo llevó consigo a estos dos (¡notable señal de confianza!) y se valió de ambos como testigos. Además, mostrándose con ellos en público, quería poner de manifiesto que le era perfectamente lícito ser un gentil con Tito y un judío con Bernabé (?I Co. 9:12-22?), y quería comprobar con el ejemplo de ambos la libertad que otorga el evangelio: este evangelio permite dejarse circuncidar, y sin embargo no exige la circuncisión como acto necesario. Este mismo criterio, entiende Pablo, debía aplicarse también a la ley en su totalidad.? ??Acerca del significado del verbo «consulté» y «di mi asentimiento?3? ya se habló con suficiente? ?extensión en párrafos anteriores. Digno de notar es además el giro hebreo, o mejor dicho, propio del lenguaje escritural, que emplea el verbo «correr» como sinónimo del oficio de enseñar, o de anunciar la? ?palabra de Dios. Esta figura fue tomada de los mensajeros en su doble calidad de «enviados» y «corredores? ?». Ya cité anteriormente el pasaje de Jeremías (23:21): «Ellos corrían sin que yo los hubiera enviado».?4? ?Podríamos agregar también el ?Salmo 147? (v. 15): «Velozmente corre su palabra», y muchos otros pasajes? ?en que la Escritura se expresa de esta manera. Con ellos se indica que los heraldos de la palabra de Dios? ?deben ser mensajeros voluntariosos y fieles, que estén dispuestos a correr más que a andar. Así se lee p. ej. en ?Isaías 52? (v. 7): «¡Cuán hermosos son los pies de los que traen buenas nuevas, etc.»; Ezequiel, capítulo? ?1 (v. 5 y sigtes.), describe a sus «seres vivientes» como provistos de pies y en actitud de correr, y en ?Efesios 6? (v. 15) se nos exhorta a «tener calzados los pies con el apresto del evangelio». Y con todos estos oficios que las Sagradas Escrituras asignan a los pies -el correr, el ser enviados, y funciones similares- se entiende el ministerio de la palabra de Dios. En una forma no muy diferente representan también los poetas a su Mercurio.? ??Nótese además que catorce años más tarde, Pablo encuentra en Jerusalén a los apóstoles, si no a? ?todos, al menos a Pedro, Jacobo y Juan, y consulta con ellos. No es que aquella fábula que se divulgó en? ?cuanto a la separación de los apóstoles ocurrida en el año decimotercero?5? me tenga tan preocupado; más? ?bien hago mención de ella como advertencia para que no caigamos tan fácilmente en futilidades similares? ?(que tanto abundan hoy en día), desestimando afirmaciones clarísimas de las Escrituras y aceptando sin? ?discriminación cualquier invención supersticiosa adornada con algún distintivo de piedad.? ??Lo que significan las palabras «qui videbantur esse aliquid,?6? ya lo explica, Erasmo en sus «Anotaciones? ?». En efecto, también San Jerónimo tiene «qui videbantur», esto es, los que gozaban de mayor? ?prestigio y reputación. «Esse aliquid» (ser algo) es por lo tanto un agregado.?
Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero
[8] Finalizando el exilio de la Casa de Israel-Efrayím.
[1] Por lo menos no ser obligado antes de entrar a la madurez y a un pleno entendimiento de lo que significaba su propio retorno. Como se ve más tarde, parte de la herejìa de los gálatas era circuncidar a gentes que no habían creìdo inclusive, o que no habían creído en entendimiento alguno. El orden adecuado de las cosas sería primero confiar en Yahshua, y luego sellar ese crecimeinto y fe con la circuncisión. En lugar de eso, el hombre utilizó la circuncisión como un punto de entrada a la comunidad, como lo hacía el grupo de Jerusaleñ y la comunidad de Qumran en el Mar Muerto.
[2] Las Buenas Nuevas eran la proclamación de la libertades de la esclavitud y de la religión para los exiliados de Galut-Yah. Estos mencionados hermanos de Jerusaleñ estaban viniendo bajo el agua y tergiversando la verdad de las Escrituras utilizando la circuncisión de una manera cronológicamente errónea y con estándares hechos por el hombre como requisitos para ingresar y complacer a la comunidad y complacer a la comunidad. Esto se conoció como “las obras de la ley,” u “obras de leyes de hombre.”
[3] Plan divino para acabar el exilio de la Casa de Israel.
[4] La palabra Griega usada en Gal 2:7 para el ministerio de Shaul hacia los incircuncisos es la palabra Akrobustia (Griego de Strong G203), que literalmente significa “prepucios desechados.” Estaba contrastando el ministerio a los circuncisos , o los “akrobustia” con el ministerio de Jacobo y Kefa a los circuncisos, o los “peritome” (Griego de Strong G4061). La misma palabra peritome se usa para describer la misión de Jacobo, Kefa y Yochanan. Peritome es en relación a aquellos que viven y habitan dentro de la identidad de circuncidados, o en otras palabras la “Casa de Judah.” La elección de “akrobustia” es adecuada, ya que describe lo que Shaul estaba haciendo entre las naciones, o entre los Galut-Yah. Él estaba primeramente y mayormente buscando a las ovejas perdidas de la Casa de Yisrael (Efrayím), según las instrucciones de Yahshua. Akrobustia no significa “gentiles paganos” en sentido estricto, sino un grupo selecto dentro de los gentiles, o naciones. El término Akrobustia, en contraste con peritome, es en relacion a aquellos que fueron circuncidados, pero que por medio de la desobediencia y rebelión habían desechado sus prepucios, siendo así uno que es nacido y criado como incircunciso (aperitome) gentil pagano. Lo opuesto de un ministerio a los peritome (el cual tenían Jacobo y Kefa) hubiera sido a los aperitome, o “nunca circuncidados.” Aun así Shaul no declara un ministerio a los aperitome, o nunca circuncidados. Su ministerio, según su propia descripción, era a los Akrobustia, o aquellos que habían tenido la circuncisión pero lo habían desechado del todo.
[5] A 300 millas al norte de Jerusaleñ, como se detalla en las Escrituras, fue parte alguna vez de Assyria, el área inicia de dispersión Efraimita.
[6] Am-amaya en Arameo significa “las naciones,” o “el pueblo con conecciones espirituales o conciudadanas similares mantenidas en tinieblas espirituales.” Según el Targum Arameo, o la exégesis sobre Isa 9:2, el pueblo (Hebreo “am”) andando en tinieblas, eran la Casa de Israel (diez tribus). Ellos eran los am-amaya.
[7] La palabra hebrea para separar es prush. Así que Pedro se separaba , o se volvía un Prush, o un Fariseo en su conducta separatista.
[8] ¿Con qué mensaje estaban viniendo? Un mensaje diferente que imponía condiciones previas a los Efrayimitas que regresan con el fin incluso de que fueran salvos. Ese es y era un mensaje de esclavitud. Vemos a estos mismos tipos en Hec 15:1-3.
[9] Vinieron con condiciones añadidas a las establecidas por el rabinato de Jerusaleñ , poniendo de inmediato precondiciones tales como la circuncisión a estos exiliados que regresan.
[10] En lugar de la unidad entre las dos casas errantes de Israel, este mensaje proveniente de los legalistas de Jerusaleñ estaba renovando viejas heridas y estorbando la reconciliación entre las dos casas la cual el Moshiach vino a traer, y por ello es que es otro evangelio.
[11] La verdad de las Buenas Nuevas de acuerdo al reglamento final de Hechos 15 es que los Israelitas que retornan no tenían que llevar a cabo ni obedecer cualquier acto de imposición inmediata para recibir la entrada a la Ciudadanía de Israel. Sin embargo, el reglamento fuertemente implicaba cómo la circuncision de Abraham, que ocurriría en una feja más tardía (24 años más tarde), era cuando la madurez personal llegara.
[1] Viviendo en la luz como en Est 8:16.
[2] ¿Quiénes eran los arameos? ¿Dequiénes eran padres? En Arameo, la Targum Onkelos (la traducción aramea de Deu 26:5 usada en todas la sinagogas antiguas del primer siglo durante el tiempo de Yahshua) dice: “Un Arameo trató de destruir a mi padre.” El Arameo fue Labán, tío de Jacob y Jacob es nuestro padre a quien Labán trató de destruir. Las diez tribus más tarde fueron conocidas como griegos, arameos e incluso romanos de acuerdo a la literatura rabínica. En la literatura rabínica Edom a menudo es Escrito Erom, o Aram como en Arameo.
[3] Los arameos, o “las gentes,” se consideraba que estaban en tinieblas como dice Isa 9:2.
[4] El fuerte pensamiento que se expresa aquí es Luz versus tinieblas, no Judío versus gentil. Si Pedro que es un hijo de Luz vive en tinieblas por medio de la separación de sus hermanos Efrayimitas, entonces no está en la posición de pedirles, o atraerlos a vivir en La Luz.
[5] Luz.
[6] Tinieblas.
[7] Pablo le recuerda a Kefa que los Judíos tienen la Luz para mostrarla a aquellos arameos que desean compañerismo en comer juntos. En lugar de ser amoroso y que hiciera brillar la Luz, Kefa le hizo a los Yisraelitas arameos lo mismo que Labán el Arameo le hizo a Yacov. Kefa trató de destruirles en su búsqueda por una repatriación completa y equitativa de regreso a la comunidad-ciudadanía. Tan pronto como llegaron los del “club de la circuncisión va primero,” él traicionó a los Yisraelitas arameos y al mensaje de la restauración de las dos casas. Esta traición exhibió contemplación e hipocrecía, lo cual era pecaminoso y en contra de la naturaleza iluminada de un Judío regenerado.
[8] El resultado final de sus acciones fue la negación de derechos completos e iguales como Yisrael redimido a los arameos, sin ninguna precondición para la salvación. Necesitaba ser reprendido, ya que pronto dejó de ser un restaurador de Yisrael, para ser un Fariseo/Prush que significa “un separatista.”
[9] No un término refiriendose a la Torah ya que nunca es encontrado en la Torah, o el Pacto Renovado. Aquí está la fuente de este mismo término. Rollos Del Mar Muerto 4Q-255-264a, 5Q11 columna 5, Líneas 20-24: «Ellos deben ser inscritos por grado, un hombre más arriba que su compañero—según sea el caso—por virtud de su entendimiento y obras. De este modo cada uno obedecerá a su compañero, el inferior a su superior.»
[10] Una frase fácil de entender, o “código” que vívidamente describe lo que el “club de la circuncisión va primero”” estaba haciendo: Estaban imitando a la comunidad de Qumran, al tener un auto designado “maestro de la justicia” y sus ancianos deciden qué es lo que atañe a la salvación y aceptación ante YHWH. Esta lista incluye mayormente regulaciones hechas por el hombre, a la par de algunos mandamientos de la Escritura que son sacados del entendimiento correcto , o son mal aplicados.Por ejemplo, enseñar que nadie puede ser salvo hasta que primero evite el cerdo (o sea, observar las instrucciones de alimentación), y realice la circuncisión, sería tomar mandamientos de la Escritura fuera de la comprensión correcta y aplicarlos mal. La verdad es que la mayoría de nosotros entramos a estas verdades más tarde durante nuestro andar en la salvación y no antes. Esta frase “obras de ley” aparecerá por todo Gálatas, y no se refiere a guardar la Torah Esta frase “obras de ley” no se halla en ninguna de las otras cartas de Shaul, ni en ninguna otra parte de las Escrituras. Como tal no tiene un segundo testigo, o tercer testigo. Por lo tanto no puede estar refiriéndose a la Torah. Porque cuando YHWH confirma una verdad en la tierra, se halla en varias partes de Su palabra. El Mismo hecho de que ese término está tan aislado y lmitado a lo concerniente al “club de la circuncisión va primero” dentro de una comunidad en particular, debe llevar a cualquier individuo de mente abierta al entendimiento de que la frase “obras de la ley” no se refiere a la Torah de YHWH, sino más bien a las permutaciones del hombre.
[11] “Obras de ley,” u “obras de nomos” pueden significar cualquier tipo de ley. Ejemplos del uso de nomos pueden ser las leyes agrícolas, leyes sanitarias, leyes del ejércirto, leyes para conducir, leyes de transporte, leyes de aviación federal, leyes de códigos de construcción, etc. Todas estas leyes se describen en Griego con la palabra nomos y a menos que el contexto lo permita, la palabra nomos no necesariamente significa la nomos de YHWH, o Torah.
[12] Si la Torah de YHWH no puede declarar a un hombre justo ante YHWH, qué haría pensar que un grupo de reglas y medias verdades del mismo hombre, o “obras de ley” pudieran hacer a alguno hombre justificado? Por ello es claro que ni por la Torah, ni por las “obras de ley” del hombre puede ser justificada una persona.
[13] La religión hecha por el hombre en su vida que fue destruída cuando Pablo vino a Moshiaj y a la Torah.
[14] El violaría la verdadera Torah, porque a sabiendas estaría pecando de nuevo al tomar partido en varias formas de error y elitismo religioso, y de este modo destruir la restauración de las dos casas.
[1] Muerto a todos los intentos del hombre por las “obras de ley” ley” tal como Pedro había encontrado en el incidente donde rompió el compañerismo de comer juntos bajo su presión. Pablo murió a esa clase de elitismo para siempre y no desea ser parte de él, ni él ni que lo sean los demás en Galut-Yah.
[2] La vida en YHWH y Su Torah de igualdad para todos es mucho mejor que la muerte dentro de los sistemas humanos de jerarquía, de apartheid espiritual.
[3] Nota: No sólo la fe en Yahshua, sino que ahora él vive la verdadera fe de Torah de Yahshua. Hay una gran diferencia entre “fe en” y la fe de.” Ambas son necesiarias para el Israelita que regresa.
[4] Esto se aplica tanto a la Torah de YHWH como a los sistemas humanos de rangos de espiritualidad.
[13] Pedro no erraba en la doctrina, pues pensaba, como Pablo, que no era necesaria la observancia de la ley de Moisés. Erraba en su condescendencia con los judíos, porque se abstenía de comer con los cristianos convertidos del gentilismo, y daba a los judíos un pretexto para obligar a los demás fieles a observar la ley de Moisés.[19] Anunciando la nueva ley que había de establecer el Mesías.[20] Para darme la vida de la gracia.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat