Pues cuando edifico de nuevo las mismas cosas que derribé, demuestro que soy transgresor.
2:18 — Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. — Pablo no hizo tal cosa y él no usa el «yo» enfático; más bien quiere decir, «si alguno». Los culpables eran Pedro, Bernabé y los otros hermanos judíos que ya no comían con los hermanos gentiles. Es necesario entender la palabra transgresor en el contexto: no transgresor de la ley de Cristo sino de la ley de Moisés, transgresor con respecto a «las cosas que destruí», es decir, los requisitos de la ley de Moisés. Las destruyeron cuando no les hicieron caso y comían con los gentiles. Pero su conducta (al hacer caso a estos requisitos dejando de comer con los gentiles) indicaba que edificaban otra vez lo que destruyeron. Según esto, pues, eran transgresores de la ley cuando comían con los gentiles. De esta manera se excluyeron de la justicia según la ley, y también se estaban excluyendo de la justicia por la fe de Jesucristo. Esto fue la consecuencia de sus acciones.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Gál 2:4, Gál 2:5, Gál 2:12-16, Gál 2:21; Gál 4:9-12; Gál 5:11; Rom 14:15; 1Co 8:11, 1Co 8:12.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
las cosas que destruí. El sistema falso de salvación por medio del legalismo (vea la nota sobre Gál 1:13), abolido mediante la predicación de la salvación solo por gracia y solo mediante la fe.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:18 — Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. — Pablo no hizo tal cosa y él no usa el «yo» enfático; más bien quiere decir, «si alguno». Los culpables eran Pedro, Bernabé y los otros hermanos judíos que ya no comían con los hermanos gentiles. Es necesario entender la palabra transgresor en el contexto: no transgresor de la ley de Cristo sino de la ley de Moisés, transgresor con respecto a «las cosas que destruí», es decir, los requisitos de la ley de Moisés. Las destruyeron cuando no les hicieron caso y comían con los gentiles. Pero su conducta (al hacer caso a estos requisitos dejando de comer con los gentiles) indicaba que edificaban otra vez lo que destruyeron. Según esto, pues, eran transgresores de la ley cuando comían con los gentiles. De esta manera se excluyeron de la justicia según la ley, y también se estaban excluyendo de la justicia por la fe de Jesucristo. Esto fue la consecuencia de sus acciones.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA VIDA CRUCIFICADA Y RESUCITADA
Gálatas 2:18-21
Si yo reconstruyo las mismas cosas que he echado abajo, no consigo más que quedar como transgresor. Porque por medio de la Ley yo he muerto a la Ley para vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo. Es verdad que estoy vivo; pero ya no soy yo el que vive, sino Cristo el Que vive en mí. La vida que estoy viviendo ahora, aunque sigue siendo en la naturaleza humana, es una vida que vivo por fe en el Hijo de Dios, Que me amó y Se dio a Sí mismo por mí. No voy a cancelar la Gracia de Dios; porque, si yo hubiera podido llegar a estar en paz con Dios por medio de la Ley, entonces la muerte de Cristo habría sido innecesaria.
Pablo habla desde las profundidades de la experiencia personal. Para él, el reerigir toda la fábrica de la Ley habría sido cometer un suicidio espiritual. Dice que por la Ley él murió a la Ley parra poder vivir para Dios. Lo que quiere decir es esto: Él había probado el camino de la Ley. Había intentado, con toda la terrible intensidad de su cálido corazón, ponerse en relación con Dios mediante una vida que buscaba obedecer cada pequeño detalle de esa Ley. Había encontrado que tal intento no producía más que un sentimiento cada vez más profundo de que todo lo que él pudiera hacer nunca le pondría en la debida relación con Dios. Lo único que había hecho la Ley era mostrarle su propia indefensión. En vista de lo cual, había abandonado inmediata y totalmente aquel camino, y se había arrojado, pecador y todo como era, en los brazos de la misericordia de Dios. Había sido la Ley lo que le había conducido a la Gracia de Dios. El volver a la Ley no habría hecho más que enredarle otra vez totalmente en el sentimiento de alejamiento de Dios. Tan grande había sido el cambio, que la única manera en que podía describirlo era diciendo que había sido crucificado con Cristo para que muriera el hombre que había sido, y el poder viviente en su interior ahora era Cristo mismo.
» Si yo pudiera ponerme en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente la Ley, ¿qué falta me haría entonces la Gracia? Si yo pudiera ganar mi propia salvación, entonces, ¿por qué tenía que morir Cristo?» Pablo estaba totalmente seguro de una cosa: de que Jesucristo había hecho por él lo que él nunca podría haber hecho por sí mismo. El otro hombre que revivió la experiencia de Pablo fue Martín Lutero. Lutero era un dechado de disciplina y penitencia, de autonegación y de autotortura. «Si alguna vez -decía- una persona pudiera haberse salvado por medio del monacato, esa persona sería yo.» Había ido a Roma. Se consideraba un acto de gran mérito el subir la Scala Sancta, la gran escalera sagrada, de rodillas. Estaba poniendo todo su empeño buscando ese mérito, y repentinamente le vino la voz del Cielo: «El justo vivirá por la fe.» La vida de paz con Dios no se podía obtener por medio de ese esfuerzo inútil, interminable, siempre derrotado. Solo se podía recibir arrojándose al amor de Dios que Jesucristo había revelado a la humanidad.
Cuando Pablo Le tomó la Palabra a Dios, la medianoche de la frustración de la Ley se convirtió en el mediodía de la Gracia.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
En este versículo Pablo explica desde su perspectiva la imposibilidad de la acusación que se le hace de alejar a la gente del cumplimiento de la ley: Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, trasgresor me hago. Las imágenes de “destruir” y “volver a edificar” son tomadas del ambiente de la construcción. El texto no especifica a qué se refiere Pablo con las cosas, pero es probable que indique algunos aspectos de la ley, tal vez relacionados con las costumbres alimenticias.
En diversas ocasiones se acusó a Pablo de ser inconsecuente en su enseñanza. TLA evita la ambigüedad de las cosas y traduce: «Si yo digo que la ley no sirve, pero luego vuelvo a obedecerla [ ]».
El texto original concluye la frase con la expresión “trasgresor a mí mismo me constituyo”. La idea es que uno mismo es consciente de que ha actuado en forma equivocada y queda públicamente desautorizado. Las versiones enfatizan alguno de los dos aspectos: Transgresor me hago, «demuestro que estoy totalmente equivocado» (TLA), «yo mismo soy el culpable» (DHH96), «a mí mismo me declaro transgresor» (BJ), «estoy mostrando que entonces fui culpable» (BA). Más claro aún: “Queda claro que he estado actuando con malicia”, “todo mundo pensará que no soy hombre de fiar”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
REFERENCIAS CRUZADAS
w 97 Gál 5:2; Col 2:14
x 98 Gál 5:4
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
18 (1) Es decir, estimar como pérdida, tener por estiércol ( Flp_3:7-8). Se refiere al hecho de que Pedro renunciara a la práctica judía de no comer con los gentiles.
18 (2) Es decir, volver al judaísmo. Esto se refiere al retorno de Pedro a la observancia judía de no comer con los gentiles.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
M35 El acusativo παραβάτην se usa con sentido de predicado (es decir, para predicar algo de un sustantivo que ya está en acusativo). Así, la última parte de este versículo debe traducirse: me constituyo en transgresor.
T115 Εἰ se usa aquí con el presente de indicativo para referirse a un incidente real.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
?V. 18:? ?Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, trasgresor me hago.?Esto quiere decir: «Si mediante la predicación acerca de la fe enseñé que en Cristo hemos sido? ?justificados y que la ley ha sido cumplida, con, ello destruí también el pecado. Si ahora me pusiera a? ?enseñar que la ley todavía debe observarse, y que todavía no ha sido cumplida: ¿qué haría yo con esto sino? ?reimplantar los pecados y decir que aún tenemos la obligación de vencerlos por medio de nuestras propias? ?obras? Y lo único que lograría con tal proceder seria demostrar que he obrado mal antes, o que estoy? ?obrando mal ahora, quiere decir, me haría trasgresor, más aún, me apartaría de Cristo en el cual fui justificado, y me entregaría de nuevo a la ley y a los pecados, retornando al mismo estado de trasgresor en que me hallé antes de llegar a la fe en Cristo.»?También aquí, el apóstol emplea una de esas expresiones tan propias de él, lo que conduce a discrepancias? ?entre los intérpretes. En opinión de San Jerónimo, con lo «destruido» Y «vuelto a edificar» ha de? ?entenderse la ley, más precisamente, la ley ceremonial. Aunque correcta, esta opinión es demasiado restrictiva como para adecuarse en forma satisfactoria a los demás pasajes bíblicos pertinentes. San Agustín ve en lo «destruido» las obras de la ley, mejor dicho el ánimo orgulloso y presumido que se moría en las obras de la ley. Tampoco quiero rechazar esta interpretación. Sin embargo, comparamos lo dicho en esta frase con el contexto precedente y con otros pasajes, parece que lo que el apóstol destruye es el pecado (como ya lo afirmé antes) y no la ley. Que ésta sea la interpretación correcta, se desprende ante todo de ?Romanos 3? (v 31), donde Pablo recalca que él «no invalida la ley por la fe, sino que la confirma». En ?Romanos 6? (v. 6) en cambio habla de destruir los pecados: «para que el cuerpo del pecado sea destruido». Pues los pecados, que existían y que «abundaba» por haber sido introducida la ley (?Ro. 5:20?), son destruidos por la fe: en efecto, el pecado no es destruido si no hay cumplimiento de la ley. La ley empero se cumple sola y exclusivamente por medio de la fe. Así sucede que la fe confirma la ley y al mismo tiempo destruye los pecados; pues al tiempo que por la fe se satisfacen las exigencias de la ley, cesan también los pecados, y la ley permanece en vigencia.?Lo otro, «volver a edificar los pecados», significa entonces: predicar nuevamente la ley, y considerar? ?imprescindible su observancia y cumplimiento. Pero donde persiste la obligación de cumplir la ley,? ?todavía no se ha establecido la justicia, más aún: allí sigue existiendo el pecado; pues precisamente en esto? ?consiste el pecado: en que todavía no se ha dado cumplimiento a la ley. De esta manera, los pecados de los? ?cuales antes se enseñaba que habían sido destruidos por la fe, vuelven a aparecer. En consecuencia, edificar? ?el pecado es lo mismo que debilitar, destruir e invalidar la ley. En cambio, destruir el pecado es lo mismo? ?que establecer, edificar y cumplir la ley. Cualquiera pues que enseña que ha sido cumplida la ley y establecida? ?la justicia, con toda seguridad destruye los pecados. Y esto lo hace quien enseña que por la fe en? ?Jesucristo somos hechos justos, vale decir, cumplidores de la ley. Pero quien sostiene que la ley debe? ?cumplirse y que la ,justicia todavía no ha sido establecida, con toda seguridad da nueva vigencia y vida a? ?los pecados, constituye a los hombres en deudores de la ley y los obliga a guardarla.?Como dije: esto es, creo yo, lo que el apóstol tenía en mente al escribir estas palabras. Pues es muy? ?común en él la afirmación de que mediante el pecado se destruye la ley, como p. ej. en ?Romanos 8? (v. 3):? ?«Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne», es decir, no se la cumplía; porque la? ?carne no cumple la ley, por lo tanto la «debilita». Pero también en otros pasajes de las Escrituras hallamos? ?el mismo giro. Así leemos en ?Jeremías 35? (v. 16): «Los hijos de Jonadab tuvieron por firme el mandamiento? ?que les había dado su padre», y en el mismo capítulo (v. 14) : «Fueron firmes las palabras de Jonadab que? ?les mandó». E1 ?Salmo 141? (v. 6) dice: «Oirán mis palabras, por cuanto éstas tuvieron poder»,?71? o sea: fueron hechas una potencia, fueron afirmadas y cumplidas. El ?Salmo 17? por su parte declara: «No fueron debilitadas mis huellas»,?72? esto es: mis caminos fueron afirmados y cumplidos. En cambio, el ?Salmo 10? dice: «Porque destruyeron lo que tú habías llevado a cabo»,?73? i.e. «tu ley» -así reza en el texto hebreo- «la? ?han hecho pedazos», etcétera.?Pero también de lo expuesto anteriormente por Pablo mismo se podrá desprender con claridad que? ?éste es el sentido intentado. Pues allí (v. 17) el apóstol decía que «los que han sido justificados en Cristo no? ?son hallados pecadores», con lo que se demuestra en forma convincente que en ellos, los pecados han? ?quedado destruidos. Si a pesar de esto fuesen hallados pecadores, los pecados que ya habían sido destruidos serían ahora restaurados. Pero esto sería una blasfemia contra Cristo, quien destruyó para nosotros el pecado y la muerte si es que depositamos nuestra fe en él. Así dice también San Juan (?1 Jn. 3: 9?): «El que es nacido de Dios, no practica el pecado». Por otra parte: que el apóstol habla aquí no sólo pie las leyes ceremoniales, sino en forma muy general de la ley entera: esto, creo, está lo suficientemente claro. Pues muy poco habría logrado Cristo con destruir los pecados contra la ley ceremonial solamente. Pero como él destruyó también los pecados contra el Decálogo, esta victoria mayor hace evidente que fueron destruidos asimismo los pecados contra la ley ceremonial, por lo que la observancia de todas las leyes ha llegado a ser ahora una observancia enteramente libre.?Sin embargo, me veo obligado una vez más a dirigir una advertencia al lector habituado a la teología? ?común y corriente. Quizás se sienta algo confundido al oír que la ley está cumplida para todos los que? ?creen en Cristo. Pues dirá: «¿Por qué se nos enseña entonces que debemos cumplir el Decálogo y los tantos mandamientos contenidos en el Evangelio y en los escritos de los apóstoles, y por qué se nos exhorta cada día a que hagamos las obras que allí se prescriben?» La respuesta Es, como ya se dijo antes: ¿Cómo sucede que los que fueron justificados por la fe en Cristo, no son pecadores y sin embargo son pecadores? En efecto: tanto lo uno como lo otro se afirma en la Escritura en cuanto al hombre justo. Juan escribe en su? ?primera carta cap. 1 (v. 8): «Si decimos que no tenemos pecados, nos engañamos a nosotros mismos, y la? ?verdad no está en nosotros»; y más adelante, en el último capítulo (v. 5:18): «Sabemos que todo aquel que? ?ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues su procedencia de Dios, 190 es decir, el hecho de haber? ?nacido de Dios, le guarda, y el maligno no le tocará.» Además, cap. 3 (v. 9): «Todo aquel que es nacido de? ?Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar». Fíjate bien en? ?lo que dice el apóstol: «No puede pecar»; y sin embargo, si el hombre dice que no tiene pecado, miente (?1? ?Jn. 1:10?). Una contradicción similar podemos observar también en Job: Dios, que es incapaz de mentir,? ?llama a Job «varón justo e inocente», cap. 1 (v. 8); no obstante, él mismo confiesa más adelante repetidas? ?veces ser un pecador, especialmente en cap. 9 (v. 20) y 7 (v. 21): «¿Por qué no quitas mi pecado?», etc.?Ahora bien: lo que dice Job tiene que ser verdad; porque si estuviera diciendo mentiras en presencia de? ?Dios, de seguro Dios no le llamaría justo. ¡Por lo tanto, Job es un justo, y al mismo tiempo un pecador!74 ¿Quién podrá resolver lo contradictorio de estos diversos aspectos? ¿O dónde estará el punto en que se tocan? En el propiciatorio, por cierto?75? en cuya contemplación los rostros de los querubines se encuentran, mientras que en otras partes aparecen dirigidos en direcciones opuestas.?76? Por lo tanto: ya que mediante la fe se produce en los creyentes un comienzo de justicia y de cumplimiento de la ley, lo que aún resta de? ?pecado y de ley por cumplir no les es imputado, precisamente a causa de Cristo en quien creen. Pues esta fe misma, una vez nacida, se impone la tarea de expulsar de la carne lo que resta del pecado, mediante? ?diversas aflicciones, duro trato de sí mismo, y mortificaciones de la carne, para que de esta manera la ley de Dios sea aceptada con agrado y cumplida no sólo en el espíritu y en el corazón, sino también en la carne que sigue ofreciendo resistencia a la fe y al espíritu que ama y cumple la ley, como tan acertadamente lo? ?describe S. Pablo en ?Romanos 7? (v. 22 y sigte.). Por consiguiente: si miras las cosas contra el fondo de la fe, la ley está cumplida, los pecados destruidos, no queda ningún remanente de la ley; pero si miras las cosas contra el fondo de la carne, en la cual no mora el bien (?Ro. 7:18?), te verás obligado a admitir que los que son justos en espíritu por medio de la fe, aún siguen siendo pecadores.?Toda la preocupación del apóstol se concentra, por lo tanto, en esto: que nadie haga el presuntuoso? ?intento de introducir justicia en su corazón mediante las obras de la ley, como si allí no estuviera reinando? ?ya la justicia que proviene de la fe -esa justicia que es la fuente desde la cual fluyen a la carne las obras de? ?la ley y su cumplimiento. Permíteme que te lo muestre con un ejemplo: Cristo, que es sin pecado alguno y? ?que es la cabeza de los justos, no adeuda absolutamente nada a la ley, ni tampoco necesita que nadie le? ?instruya acerca de lo que debe hacer, puesto que ya lo hace todo, y en medida más abundante de lo que la? ?ley lo enseña. Sin embargo, él gobierna y ejercita a su cuerpo y carne, vale decir, a la iglesia, para derramar? ?en ella su justicia; pues tal como él mismo es obediente a su Padre en todo, él quiere hacer que también su? ?cuerpo, que aún no es tan obediente ni libre del pecado, sea llevado a esta obediencia. De la misma manera, el espíritu del hombre justo ya es sin pecado, por la fe, y no le adeuda nada a la ley. Pero tiene todavía ese cuerpo que no se le asemeja y que es rebelde. Y sobre este cuerpo, el espíritu actúa y lo ejercita para que también llegue a ser sin pecado, justo, santo, y semejante a él.?De ahí que los mandamientos sean necesarios solamente para los pecadores. Ahora bien: debido a? ?su carne, también los justos son pecadores. Sin embargo, esta pecaminosidad no es cargada en su cuenta, a causa de la fe que tiene su hombre interior. Este hombre interior, hecho semejante a Dios, persigue, odia y crucifica el pecado que aún habita en su carne, hasta alcanzar la completa perfección, tanto en la carne? ?como en el espíritu, en la vida venidera. Y entonces ya no adeudará nada a ninguna ley. Desde un punto de? ?vista, pues, está cumplida la ley, estamos libres de deudas para con la ley, y están destruidos los pecados.?Pero los que tratan de alcanzar justicia mediante las obras de la ley, vuelven a edificar incluso el pecado de? ?la incredulidad, en oposición a la fe que está en el espíritu. Y no sólo eso, sino que por medio de las obras? ?de la ley, estos más perversos entre los hombres ensalzan el pecado que habita en la carne -este pecado al? ?cual la fe expulsa durante la vida entera, de modo que llega a ser como si no existiera- y sobre esto edifican? ?su justicia, su cumplimiento de la ley, en lugar de edificarlos sobre la fe. En efecto: se tienen a sí mismos? ?por justos si dieron cumplimiento a las obras de la ley; pero la realidad es que ni tienen fe en Cristo, la cual? ?es la «justicia interior», ni tampoco pureza de la carne, sino que solamente simulan tenerla. Pero así no son? ?justos ni por dentro ni por fuera; antes bien, con esa simple apariencia exterior se engañan a sí mismos y a? ?los demás hombres.?Por consiguiente, los mandamientos son necesarios, no para que alcancemos la justicia mediante el? ?cumplimiento de las obras que ellos exigen, sino para que, siendo ya justos, sepamos de qué manera nuestro espíritu ha de crucificar la carne y gobernarla en las cosas de esta vida. Pues si no hacemos esto, la carne se engríe, rompe el freno y derriba al jinete, que es el espíritu de la fe. El freno es para ponérselo al caballo, no al jinete.?
Fuente: Comentario de Gálatas por Martin Lutero
‡ En otras palabras, si vuelvo al antiguo sistema de usar ley como medio para ser justificado delante de Dios, lo único que lograré es demostrar que estoy violando la ley como pecador.