Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios; a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:
Pablo, apóstol de Jesucristo. Rom 1:1; 1Co 1:1; Gál 1:1.
a los santos y fieles. Rom 1:7; 1Co 1:2; 2Co 1:1; Hch 19:1-41 Hch 20:1-38.
que están en Efeso. Efe 6:21; Núm 12:7; Luc 16:10; Hch 16:15; 1Co 4:12, 1Co 4:17; Gál 3:9; Col 1:2; Apo 2:10, Apo 2:13; Apo 17:14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El saludo y acción de gracias por los efesios, Efe 1:1-3,
Pablo alaba a Dios por nuestra elección, Efe 1:4, Efe 1:5,
y adopción por gracia, Efe 1:6-10;
la cual es la verdad y la fuente idónea del hombre, Efe 1:11, Efe 1:12.
Y por lo sublime de este misterio no puede ser fácilmente alcanzable, Efe 1:13-15,
él ora para que ellos puedan llegar al pleno conocimiento y posesión de esto en Cristo, Efe 1:16-23.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
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EN ROMA, PABLO ESTABA OFICIALMENTE PRESO. AUNQUE ESTABA restringido en sus movimientos, continuó la dirección de la iglesia primitiva y la predicación del evangelio. Los romanos podían tener preso a Pablo, pero no podían aprisionar la divulgación de las buenas nuevas. Numerosas asambleas locales brotaron a lo largo de las rutas de los tres viajes misioneros de Pablo. Los miembros de estas iglesias aún proclamaban el evangelio, no sólo con sus palabras, sino también con sus vidas. Pablo escribió la carta a los efesios para fortalecer estas congregaciones. Quería que entendieran la realidad espiritual que había tras los numerosos grupos que se reunían en casas por todo el mundo Mediterráneo, y quería que se estimularan en la fe los unos a los otros. Ellos eran el Cuerpo de Cristo.
Efesios, como gran parte de los escritos de Pablo, destaca la verdad de la salvación por la fe sola y no por obras ni por esfuerzos humanos. La primera parte de la epístola (caps. Efe 1:1-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21) se preocupa de las doctrinas centrales de la fe cristiana, mientras la segunda mitad de la carta (caps. Efe 4:1-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-24) describe cómo deben reflejarse las verdades espirituales en el comportamiento del cristiano. Algunos dividirían la segunda mitad de la carta en dos secciones: primero la conducta del cristiano y luego el conflicto espiritual con las fuerzas del mal. Esta división destaca el conocido pasaje que describe la armadura espiritual del cristiano.
Toda la carta enfatiza la verdad de que todos los creyentes están unidos en Cristo porque la Iglesia es el único Cuerpo de Cristo. En los primeros capítulos, Pablo describe cómo Dios formó este nuevo Cuerpo con judíos y gentiles con su Hijo como cabeza. Por medio de la muerte de Jesús, Dios reconcilió consigo al mundo pecador. Esta reconciliación con Dios tiene sus efectos sobre la tierra. Pueblos normalmente divididos, como judíos y gentiles en el primer siglo, fueron reconciliados entre sí por medio de Cristo. En Efesios, Pablo exhorta a sus lectores que vivan la verdad espiritual de estar unidos con Cristo. Judíos o gentiles tenían que trabajar juntos para hacer una realidad la unidad de la Iglesia. En el resto de su carta, Pablo da una cantidad de formas prácticas en que los miembros de la Iglesia pueden unirse contra las fuerzas del mal. Cada individuo tiene que hacer su parte con el fin de que todo el cuerpo trabaje adecuadamente. Cada persona debe exhibir el amor, la paciencia, humildad y gentileza de Cristo en el uso de sus dones para edificación de la Iglesia. De padre a hijo, patrón a empleado, cada persona tiene una tarea específica en el Cuerpo de Cristo (Efe 5:22-33).
Pablo se identifica como su autor al principio y al centro de la epístola (Efe 1:1; Efe 3:1). La evidencia interna apoya a Pablo como autor. El hecho de que el autor se describa como preso señala hacia Pablo, porque Lucas lo presenta con arresto domiciliario en Roma en Hch 28:1-31. Esta carta es muy parecida a Colosenses en su contenido, lo que sugiere que ambas cartas fueron escritas durante el mismo tiempo de presidio en Roma, más o menos en el año 60 d.C. El vocabulario y el pensamiento de la carta son típicos de Pablo, con su característico énfasis en la justificación por la fe (Efe 2:8). Los nuevos usos de palabras antiguas son simplemente un ejemplo del genio y la versatilidad del apóstol. Finalmente, los padres de la iglesia primitiva atribuyen unánimemente a Pablo la Epístola a los Efesios.
Los estudiosos modernos reconocen los claros temas paulinos en la carta, pero algunos utilizan esta característica de ella para probar una teoría alternativa sobre la autoría de Efesios. Ellos pretenden que cuando se hizo la colección del cuerpo de epístolas paulinas, alguien produjo Efesios como una introducción a los escritos de Pablo. Sin embargo, esta elaborada teoría todavía tiene que sobrepasar la convincente evidencia de la autoría paulina de la carta.
Éfeso era la capital de la provincia romana de Asia (actualmente parte de Turquía). Localizada en la intersección de diversas rutas principales de comercio, Éfeso era un centro comercial vital en el Imperio Romano. Era el lugar de un famoso templo a Diana, diosa de la fertilidad, que era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Sin embargo, más importante aún, Éfeso figura prominente y dramáticamente como centro de sus viajes misioneros en esa región.
Pablo visitó Éfeso brevemente al final de su segundo viaje misionero. Cuando partió, dejó a Priscila y Aquila para que continuasen su ministerio en esa ciudad (Hch 18:18-21). En su tercer viaje misionero, Pablo pasó unos tres años en Éfeso. Cuando el mensaje del apóstol fue despreciado por los judíos en la sinagoga de Éfeso, Pablo enseñó las Escrituras a griegos y judíos en la escuela de Tirano. El ministerio de Pablo estuvo marcado por diversos milagros en el poder del Espíritu. Como resultado, la ciudad se convirtió en el centro del ministerio de evangelización para alcanzar al resto de la provincia de Asia. En efecto, tantas personas se convirtieron en Éfeso y renunciaron a su paganismo que los artesanos de la ciudad iniciaron un alboroto porque el evangelio amenazaba su negocio de confección y venta de ídolos.
En Hch 20:17-38 Pablo advierte a los ancianos de la iglesia en Éfeso acerca de «lobos rapaces» que no perdonarían la congregación. Alrededor de cuatro décadas más tarde Jesús mismo dictaría al apóstol Juan una carta para la misma congregación (Apo 2:1-7). Elogia a los efesios por oír a Pablo y no tolerar a los falsos maestros, pero los exhorta a volver al primer amor a Dios.
Hay mucha evidencia en el sentido de que al principio el libro de Efesios fue una carta circular que se envió a diversas congregaciones en la provincia de Asia, de la cual Éfeso era la capital. En algunos manuscritos falta «en Éfeso» en Efe 1:1. Otro indicio que Efesios era una circular, es la falta de referencias personales. Las frases en Efe 1:15 y Efe 3:2 dan a entender que Pablo sólo oyó de los receptores, pero nunca se encontró con ellos. Esto es especialmente notable dado que Pablo pasó tres años ministrando en Éfeso. Parece probable que el apóstol mencionara a algunos de los efesios por nombre en esta epístola. Además de la falta de referencias personales, el contenido y enseñanza de la carta es en sí muy general. Pablo se refiere a la Iglesia como el Cuerpo de Cristo como un todo, y no se dirige a una iglesia local en particular. Si las cartas a los Corintios están repletas de problemas locales, Efesios carece completamente de ese tipo de alusiones.
La idea de que Efesios es una carta circular no es sin paralelo. En un modo todas las epístolas del NT. son circulares en el sentido de que a la larga circularon entre muchas iglesias. Aunque la cuestión del destinatario es interesante, no afecta el sentido ni la importancia de la carta. En mayor o menor grado, todas las cartas del NT. son para la edificación general de la Iglesia.
Bosquejo
I. Doctrinas para los miembros del Cuerpo de Cristo Efe 1:1-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21
A. Saludos de gracia de Pablo Efe 1:1, Efe 1:2
B. La elección de Dios Efe 1:3-12
C. El sello del Espíritu Efe 1:13-23
D. La salvación por gracia por medio de la fe Efe 2:1-10
E. La unidad del Cuerpo de Cristo Efe 2:11-22
F. El misterio del Cuerpo de Cristo Efe 3:1-21
II. Deberes de los miembros del Cuerpo de Cristo Efe 4:1-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-24
A. Andar con dignidad Efe 4:1-6
B. Edificar el Cuerpo con los dones que uno tiene Efe 4:7-16
C. Vestir el nuevo hombre Efe 4:17-32
D. Ser imitadores de Dios Efe 5:1-21
1. Andar en amor Efe 5:1-7
2. Andar en la luz Efe 5:8-14
3. Andar en sabiduría Efe 5:15-17
4. Andar en el Espíritu Efe 5:18-21
E. Fomentar la armonía doméstica Efe 5:22-33; Efe 6:1-9
1. Entre marido y mujer Efe 5:22-33
2. Entre hijos y padres Efe 6:1-4
3. Entre siervos y amos Efe 6:5-9
F. Vestir toda la armadura de Dios Efe 6:10-20
G. Salutación de gracia de Pablo Efe 6:21-24
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Efe 2:1-22; Efe 3:1-21
La primera mitad de Efesios, como en gran cantidad de las epístolas de Pablo, enfatiza las doctrinas o creencias sobre las que se desarrollan los deberes y comportamiento en la segunda mitad.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Los saludos en las epístolas del NT. siguen la forma de una carta típica del primer siglo: primero se menciona al autor y luego a los receptores, seguido esto por una bendición o los mejores deseos por una buena salud. La diferencia está en el contenido de la bendición: las cartas paganas mencionan dioses o diosas inexistentes, como Diana o Apolo; los apóstoles invocan al único Dios verdadero y a su Hijo Jesucristo para bendecir a sus lectores. En Efesios, Pablo se refiere a sí como apóstol porque fue comisionado personalmente por Jesucristo, con especial autoridad para predicar el evangelio. En el NT. santos se refiere a todos los creyentes apartados por Dios en Cristo.
Éfeso: Esta carta pudo ser una circular para las iglesias cercanas a Éfeso.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
EN CRISTO JESÚS. Todos los creyentes «fieles» tienen vida sólo «en Cristo Jesús».
(1) Los términos «en Cristo Jesús», «en el Señor», «en él», y otros similares, ocurren 160 veces en los escritos de Pablo (36 veces en Efesios). «En Cristo» significa que el creyente ahora vive y actúa bajo la influencia de Cristo Jesús. La unión con Cristo es el nuevo medio ambiente del creyente. «En Cristo» los creyentes tienen comunión consciente con su Señor, y en esa relación se considera la vida de ellos como la vida de Cristo que vive en ellos (véase Gál 2:20, nota). Esa comunión personal con Cristo es el aspecto más importante de la experiencia cristiana. La unión con Cristo se produce como un regalo de Dios mediante la fe.
(2) La Biblia contrasta la nueva vida «en Cristo» con la vida sin la regeneración «en Adán». Mientras que la vida antigua se caracteriza por la desobediencia, el pecado, la condenación y la muerte, la nueva vida «en Cristo» se caracteriza por la salvación, la vida en el Espíritu, la gracia abundante, la justicia y la vida eterna (véanse Rom 5:12-21; Rom 6:1-23; Rom 8:1-39; Rom 14:17-19; 1Co 15:21-22; 1Co 15:45-49; Flp 2:1-5; Flp 4:6-9; y el ARTÍCULO LA FE Y LA GRACIA, P. 1582. [Rom 5:21]).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Introducción a Efesios
Bosquejo
Saludos (Efe 1:1-2)
I. Doctrina poderosa: La redención del creyente (Efe 1:3-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21)
A. La preeminencia de Cristo en la redención (Efe 1:3-14)
1. Su preeminencia en el plan del Padre (Efe 1:3-6)
2. Su preeminencia en la participación del creyente (Efe 1:7-12)
3. Su preeminencia en el sello del Espíritu (Efe 1:13-14)
Oración: Por la iluminación espiritual del creyente (Efe 1:15-23)
B. Los resultados de la redención en Cristo (Efe 2:1-22; Efe 3:1-21)
1. Nos libra del pecado y de la muerte y da nueva vida en Cristo (Efe 2:1-10)
2. Nos reconcilia con otros que se salvan (Efe 2:11-15)
3. Une a los creyentes en Cristo en una familia (Efe 2:16-22)
4. Revela la sabiduría de Dios por medio de la iglesia (Efe 3:1-13)
Oración: Por la realización espiritual del creyente (Efe 3:14-21)
II. Instrucciones practicas: La vida del creyente (Efe 4:1-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-20)
A. La nueva vida del creyente (Efe 4:1-32; Efe 5:1-21)
1. En armonía con el propósito de Dios para la iglesia (Efe 4:1-16)
2. Una nueva vida de pureza (Efe 4:17-32; Efe 5:1-7)
3. La vida como hijos de luz (Efe 5:8-14)
4. Cuidadoso y lleno del Espíritu (Efe 5:15-21)
B. Las relaciones familiares del creyente (Efe 5:22-33; Efe 6:1-9)
1. Esposas y esposos (Efe 5:22-23)
2. Padres e hijos (Efe 6:1-4)
3. Esclavos y amos (Efe 6:5-9)
C. La lucha espiritual del creyente (Efe 6:10-20)
1. Su aliado: Dios (Efe 6:10-11 a)
2. Su enemigo: Satanás y su ejército (Efe 6:11 b, 12)
3. Sus pertrechos: toda la armadura de Dios (Efe 6:13-20)
Conclusión (Efe 6:21-24)
Autor: Pablo
Tema: Cristo y la iglesia
Fecha : ca. 62 d.C.
Trasfondo
Efesios es una de las cumbres de la revelación bíblica y tiene un lugar único entre las epístolas de Pablo. En lugar de haber sido martillada en el yunque de la controversia doctrinal o de problemas pastorales como muchas otras epístolas de Pablo, Efesios da la impresión de un rico desborde de revelación que se origina en la vida de oración de Pablo. Pablo escribió esta epístola mientras estaba preso por la causa de Cristo (Efe 3:1; Efe 4:1; Efe 6:20), probablemente en Roma. Efesios tiene numerosas afinidades con Colosenses y tal vez se escribió poco después de ella. Tíquico, colaborador de Pablo, pudo haber llevado ambas epístolas a su destino (Efe 6:21; cf. Col 4:7).
Se cree que Pablo escribió Efesios pensando en muchos lectores y no solo en la iglesia de Éfeso, quizá como una epístola circular para las iglesias de la provincia de Asia. Originalmente cada iglesia de Asia Menor pudo haber incluido su propio nombre en Efe 1:1, testificando de la importancia de su profundo mensaje para todas las verdaderas iglesias de Jesucristo. Muchos piensan que Efesios es la epístola a los laodicenses, mencionada por Pablo en Col 4:16.
Propósito
El propósito inmediato de Pablo para escribir Efesios se implica en Efe 1:15-17. Él desea en oración que sus lectores crezcan en fe, amor, sabiduría y revelación del Padre de la gloria, y que vivan de manera digna del Señor Jesucristo (e.g., Efe 4:1-3; Efe 5:1-2). Pablo, por tanto, procura fortalecer su fe y sus fundamentos espirituales revelando la plenitud del propósito eterno de Dios de redención «en Cristo» (Efe 1:3-14; Efe 3:10-12) para la iglesia (Efe 1:22-23; Efe 2:11-22; Efe 3:21; Efe 4:11-16; Efe 5:25-27) y para cada persona (Efe 1:15-21; Efe 2:1-10; Efe 3:16-20; Efe 4:1-3; Efe 4:17-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-20).
Visión panorámica
Hay dos temas fundamentales en el NT:
(1) como redime Dios a los seres humanos y
(2) como deben vivir los redimidos. Los caps. Efe 1:1-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21 de Efesios tratan del primer tema, mientras que Efe 4:1-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-24 enfocan el segundo.
(1) La sección de los caps. Efe 1:1-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21 comienza con un párrafo de apertura que es uno de los pasajes más profundos de la Biblia (Efe 1:3-14). Este magnífico himno de redención rinde alabanza por la elección, la predestinación y la adopción del Padre de los creyentes como sus hijos (Efe 1:3-6), porque el Hijo los redimió por su sangre (Efe 1:7-12) y por el Espíritu como su sello y depósito de garantía de su herencia (Efe 1:13-14). En estos capítulos Pablo recalca que en la redención por gracia mediante la fe Dios reconcilia al creyente consigo (Efe 2:1-10) y con otros que se salvan (Efe 2:11-15), y lo une en Cristo en un cuerpo, la iglesia (Efe 2:16-22). La meta de la redención es de «reunir todas las cosas en Cristo… las que están «en los cielos, como las que están en la tierra» (Efe 1:10).
(2) Los caps. Efe 4:1-32; Efe 5:1-33; Efe 6:1-24 se componen de instrucciones prácticas para la iglesia sobre las exigencias que la redención en Cristo hace a la vida individual y colectiva de los creyentes.
Entre las treinta y cinco directrices dadas en Efesios sobre cómo deben vivir los redimidos, se acentúan tres amplias categorías.
(1) A los creyentes se les llama a una vida nueva de pureza y separación del mundo. Se les llama a «ser santos y sin mancha delante de Él» (Efe 1:4), a «ser un templo santo» (Efe 2:21), a que vivan de una manera digna «de la vocación» con que fueron llamados (Efe 4:1), a que lleguen «a la unidad de fe» (Efe 4:13), a vivir en «justicia y santidad» (Efe 4:24), a andar «en amor» (Efe 5:2; cf. Efe 3:17-19) y a ser santificados «por la palabra» (Efe 5:26) para que Cristo tenga una «iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Efe 5:27).
(2) A los creyentes se les llama a un nuevo modo de vida en las relaciones familiares y vocacionales (Efe 5:22-33; Efe 6:1-9). Se han de regir esas relaciones por principios que señalan a los creyentes como diferentes de la sociedad secular en la cual viven.
(3) Por último, se invita a los creyentes a permanecer firmes contra todas las artimañas satánicas y las formidables «huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe 6:10-20).
Características especiales
Las principales características de esta epístola son cinco.
(1) El despliegue de la gran verdad teológica de los caps. Efe 1:1-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-21 lo interrumpen dos de las más poderosas oraciones apostólicas del NT: una pide sabiduría y revelación en el conocimiento de Dios (Efe 1:15-23); la otra se enfoca en el conocimiento del amor, del poder y de la gloria de Dios (Efe 3:14-21).
(2) «En Cristo», una expresión paulina de peso (160 veces en las epístolas de Pablo), tiene especial importancia en Efesios (unas 36 veces). «Toda bendición espiritual» y todo asunto practico de la vida se relaciona con estar «en Cristo».
(3) En Efesios se hace hincapié en el propósito eterno de Dios y su objetivo para la iglesia.
(4) Hay un énfasis multifacético sobre la función que desempeña el Espíritu Santo en la vida cristiana (Efe 1:13-14; Efe 1:17; Efe 2:18; Efe 3:5; Efe 3:16; Efe 3:20; Efe 4:3-4; Efe 4:30; Efe 5:18; Efe 6:17-18).
(5) A veces se considera Efesios como una epístola «gemela» de Colosenses, porque ambas tienen ciertas semejanzas de contenido y fueron escritas alrededor del mismo tiempo (véanse los bosquejos de ambas epístolas).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Introducción, 1:1-2.
Saludo epistolar, 1:1-2.
1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles de Jesucristo en Efeso: 2 sean con vosotros la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
El saludo, que aquí dirige San Pablo a los destinatarios, es en todo semejante al de las otras cartas. Las expresiones que pudieran ofrecer alguna dificultad, tales como “apóstol de Jesucristo,” “santos,” “gracia y paz,” quedan ya explicadas anteriormente (cf. Rom 1:7; Gal 1:1). Es extraño que no asocie a su nombre el de alguno de sus compañeros, como suele hacer otras veces (cf. 1Co 1:1; Flp 1:1; Col 1:1); quizás ello se deba al carácter vago e impersonal que quiere dar a la carta. Por lo que respecta a la expresión “en Efeso” (v.1), no consta si es o no auténtica 255.
I. El Plan Divino de Salud, 1:3-3:21.
El “misterio en los designios eternos de Dios, 1:3-14.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; 4 por cuanto que en El nos eligió antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante El en amor, 5 predestinándonos a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, por la que nos ha hecho gratos en su Amado, 7 en quien tenemos la redención por la virtud de su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia, 8 que superabundante mente derramó sobre nosotros en toda sabiduría y prudencia, dándonos 9 a conocer el misterio de su voluntad, conforme a su benévolo designio, que se había propuesto, n para realizarlo en la plenitud de los tiempos, de recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra. 11 En El, en quien hemos sido hechos herederos, predestinados, según el propósito de aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria nosotros los que ya antes habíamos esperado en Cristo; 13 en el cual también vosotros, que escuchasteis la palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salud, en el que habéis creído, fuisteis sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, 14 que es arras de nuestra herencia, para la redención de su adquisición, para alabanza de su gloria.
La acostumbrada acción de gracias de otras cartas, que suele preceder al tema propiamente dicho (cf. Rom 1:8-15; 1Co 1:4-9), aquí está hecha de manera que entra a formar parte del tema mismo de la carta. La fórmula empleada: “Bendito sea el Dios y Padre.,” ya la explicamos al comentar 2Co 1:3.
En cuanto al contenido de lo que aquí expone el Apóstol en forma de acción de gracias, es de una riqueza doctrinal extraordinaria; sin duda, una de las páginas más densas de doctrina de todo el Nuevo Testamento. La forma reviste a veces tonos líricos, de ahí que algunos autores consideren todo el pasaje como un himno. Tres veces, a modo de estribillo, se repite la frase “para alabanza de la gloria de Dios” (v. 6.12.14). Hay cierto ritmo en la construcción gramatical y tono como litúrgico, quizás tratando de conservar el eco de las acciones de gracias eucarísticas (cf. 5:19-20). El pensamiento dominante es la economía de la redención o plan divino de salud, por el cual Dios, desde toda la eternidad, determinó salvar a la humanidad. El Apóstol atribuye a Dios Padre la gloria y la iniciativa de este plan de salud universal (v.3-4), plan que se realiza en Cristo y por Cristo (v.5-7), y al que el Espíritu Santo contribuye con su acción santificadora (v.13-14). Gramaticalmente el estilo resulta bastante embrollado, a causa de la abundancia de ideas, que se van encadenando unas a otras, formando todo el pasaje (en el texto original) desde el v.3 al v.14 un solo período, cargado de pronombres relativos, que sirven de enlace entre los diversos incisos o proposiciones. Para mayor claridad en la exposición, podemos distinguir cuatro apartados, que corresponden a otras tantas fases o etapas en el desarrollo del pensamiento paulino: enunciado general del tema (v.3), designio eterno de Dios (v.4-6), redención por Cristo y en Cristo (v.7-10), salud para judíos y gentiles (v.11-14).
Comienza el Apóstol con la afirmación general de que Dios “nos bendijo en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos” (v.3). En los versículos siguientes concretará cuáles son esos beneficios de que Dios nos ha colmado y que constituyen el plan divino de salud. Habla de bendición “espiritual,” en cuanto que son beneficios que proceden del Espíritu y pertenecen a la esfera del espíritu o parte superior del hombre (cf. Rom 8:2-11; Gal 5:16-25). La expresión “en los cielos” viene a ser casi sinónima del adjetivo “espiritual,” señalando que se trata de beneficios celestes, por su origen y por su destino, ya que nos los dispensa Dios desde el cielo y están destinados a recibir allí su consumación definitiva 256. Todos estos beneficios nos son concedidos “en Cristo,” es decir, en cuanto estamos unidos a Cristo, formando algo uno con El.
Después de esa afirmación de carácter general, el Apóstol comienza la enumeración de dichos beneficios. El primero y fundamental es que Dios “nos eligió (εξελέξατο ) para ser santos., predestinándonos (προορίσας ) a la adopción de hijos suyos., conforme al beneplácito de su voluntad” (v.4-5). Parece que San Pablo presenta la “predestinación” simplemente como una modalidad de la “elección,” y su objeto o término real es la filiación adoptiva. Sin embargo, la expresión griega también puede traducirse habiéndonos predestinado, en cuyo caso la predestinación sería presentada como acto divino, lógicamente anterior al de la elección. Sea como sea, de lo que no cabe dudar es que para San Pablo la raíz o última razón de todo está en el “beneplácito” divino: porque Dios así lo quiere. Conforme a ese beneplácito, nos eligió para ser santos. y nos predestinó a la adopción de hijos suyos. No se trata aquí de elección y predestinación a la gloria, en el sentido en que suelen poner esta cuestión los teólogos, sino de elección y predestinación a la condición de cristianos. Es la misma idea expuesta en Rom 8:28-30, y que ya en su lugar comentamos. La elección se realiza “en Cristo” (v.4), unidos al cual Dios nos contempla y ama desde toda la eternidad; es también “mediante Cristo” (v.5), el Hijo natural de Dios, como se nos concede la filiación adoptiva (cf. Rom 8:14-17; Gal 4:5), y “somos gratos” a Dios (v.6). Causa final suprema de todo este plan divino de bendicion es “la alabanza de la gloria de su gracia” (v.6), es decir, que las criaturas todas reconozcan y alaben la grandeza o “gloria” de Dios (cf. Exo 24:16; Jua 1:18; Rom 1:20), manifestada en ese modo de proceder gracioso (favor no merecido) con el cristiano. La expresión “en amor” (εν αγάπη , v.4) puede referirse, bien a “nos eligió” (Ecumenio, Santo Tomás), bien a “predestinándonos” (San Jerónimo, Knabenbauer, Vosté), bien a “santos e inmaculados” (Prat, Huby). Gramaticalmente es muy difícil decidir la cuestión. En el primero o segundo caso se aludiría al amor de Dios a nosotros, fuente y raíz de elección y predestinación (cf. 2:4-5); en el tercer caso se aludiría más bien al amor de nosotros a Dios, como tratando de explicar en qué consiste concretamente la “santidad” del cristiano, es decir, en la práctica de la caridad (cf. 1Co 13:1-13; Gal 5:14; Col 3:14).
Expuesto así, en sus líneas generales, el plan divino de salud, a continuación el Apóstol (v.y-10) fija su mirada en Cristo, eje central de la obra redentora. Es por nuestra unión a Cristo, con quien formamos un mismo cuerpo, como entramos en el plan divino de salud, obteniendo la “redención” (άττολύτρωσιν ) y la remisión de nuestros pecados (v.7; cf. Rom 3:24-25). La expresión “según las riquezas de su gracia” (v.7), bastante frecuente en el Apóstol (cf. 2:7; Rom 2:4), es un hebraísmo para indicar la abundancia de dones con que Dios (el Padre) nos ha favorecido, cosa que se vuelve a recalcar en el v.8, mencionando expresamente, aparte los ya indicados de “redención” y “remisión de nuestros pecados,” la “sabiduría” (σοφία ) y la “prudencia” (φρόνησις ). Parece que con el término “sabiduría” alude el Apóstol al conocimiento especulativo de los grandes misterios de la fe (cf. v.17; 1Co 2:6; 1Co 12:8), mientras que con el término “prudencia” se refiere más bien al conocimiento práctico, en orden a la acción. Concretamente, el contenido de esa “sabiduría” se expresa en los v.8-10: “dándonos a conocer el misterio de su voluntad. de recapitular en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra.” He ahí lo que constituye la idea base y como la sustancia del plan divino de bendición “recapitular en Cristo todas las cosas” (άνακεφαλοαώσασβαι τα πάντα εν τω Χριστώ ). Mucho se ha discutido sobre el sentido preciso que haya de darse al término “recapitular.” Fuera de este pasaje, sólo aparece este término otra vez en el Nuevo Testamento (cf. Rom 13:9). Parece, atendido todo el contexto, que San Pablo se refiere a que en Cristo, como bajo una sola cabeza, habían de ser reagrupadas y pacificadas todas las cosas, dispersas antes por el pecado, reagrupación y pacificación que afecta sobre todo a los hombres (cf. v.22-23; Rom 2:14-22), pero que se extiende también al resto de la creación, sometida toda a Cristo (cf. v.21; Rom 4:10; Col 1:15-20; Rom 8:19-23; 1Co 15:24-28). A este plan divino de “recapitulación en Cristo” llama San Pablo “misterio” (v.9; cf. Rom 16:25; τ Coro 2:7; Col 2:2), pues por largo tiempo estuvo oculto a toda criatura, habiendo sido revelado únicamente ahora, al llegar el momento de su realización “en la plenitud de los tiempos” (v.10; cf. Gal 4:4) 257.
San Pablo se fija, finalmente, en los hombres redimidos, que divide en dos grupos, judíos (v. 11-12) y gentiles (v.13-14), partícipes por igual de la salud divina. De los primeros, entre los cuales se pone a sí mismo (“hemos sido.”), dice que “en El (Cristo) han sido hechos herederos” (έκληρώ 3ημεν , ν .ιι ), es decir, gracias a su incorporación y unión vital a Cristo, han entrado a participar de la “herencia” mesiánica o bienes de la redención (cf. Rom 8:17). La frase “nosotros los que ya antes habíamos esperado en Cristo” (v.12), alude a las esperanzas mesiánicas, característica fundamental de la vida religiosa judía. En cuanto a los gentiles (“también vosotros.”), han entrado también a participar de esos mismos bienes por su “fe en el Evangelio” (cf. Gal 3:29; Gal 4:7); y buena prueba de ello es que han sido sellados (έσφραγίσ ^ητε ) con el Espíritu Santo prometido, que es arras (άρραβών ) de nuestra herencia” (v.13-14). Las dos imágenes, la de “sello” y la de “arras,” con que San Pablo caracteriza la función del Espíritu Santo, ya las explicamos al comentar 2Co 1:22; le llama Espíritu Santo “prometido” (aíccs), con alusión sin duda a las reiteradas promesas que de El había hecho Jesucristo, anteriormente hechas ya en el Antiguo Testamento (cf. Hec 1:4-5). La expresión “para la redención de su adquisición” (εΐβ άπολύτρωσιν τήβ περιποιήσεως , ν . 14), no es del todo clara. Literariamente está inspirada en el hecho histórico de la liberación de Israel, al que Dios rescató de la servidumbre de Egipto, haciendo de él su heredad o posesión (cf. Exo 19:4-5; Deu 7:6-8); parece que San Pablo alude aquí a la liberación plena, en la etapa escatológica, que Dios hará del nuevo Israel, la Iglesia (cf. Gal 6:16), adquirida con el precio de la sangre de su Hijo (cf. Hch 20:28; 1Pe 2:9). Esta liberación comienza ya aquí abajo, en la tierra, por la justificación y purificación del pecado, pero no recibirá su consumación definitiva hasta que llegue la visión de Dios, en el cielo (cf. Rom 8:23), a cuya etapa final, de cuya consecución tenemos ahora como “arras” el Espíritu, aludiría aquí San Pablo. Y todo “para alabanza de la gloria de Dios” (v.14), expresión que, a manera de estribillo, se repite por tercera vez (cf. v.6.12).
Grandeza de la “esperanza” cristiana,Rom 1:15-23.
15 Por lo cual, yo también, conocedor de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros y de hacer de vosotros memoria en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo y Padre de la gloria os conceda espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de El, 18 iluminando los ojos de vuestro corazón. Con esto entenderéis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas y la gloria de la herencia otorgada a los santos, 19 y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, según la fuerza de su poderosa virtud, 20 que El ejerció en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y de todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino también en el venidero* 22 A El sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por encima de todo cabeza de la Iglesia, 23 que es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todos,
Después del himno de triunfo, cantando en panorama de conjunto el plan divino de salud (v.3-14), San Pablo se dirige a Dios Padre para darle gracias por la “fe” y “caridad” de los efesios y pedirle que les ilumine más y más cada día a fin de que entiendan la grandeza de la “esperanza” cristiana (v. 15-18); esperanza que no puede fallar, pues se apoya en el poder de Dios, tan claramente manifestado en lo realizado con Jesucristo (v. 19-23).
Es de notar que aquí, como en muchos otros lugares (cf. Rom 5:1-5; 1Co 13:13; Gal 5:5-6; Gol 1:4-5; 1Te 5:8), San Pablo se complace en mencionar juntas las tres virtudes teologales, fundamento de la vida cristiana (v. 15-18). La expresión “Dios de Jesucristo y Padre de la gloria” (v.17), que pudiera parecer un poco extraña, es muy semejante a la empleada en 2Co 1:3, a cuyo comentario remitimos; los dos genitivos “de sabiduría y de revelación” (σοφίαβ και άττοκαλύψεως ), dependientes del sustantivo “espíritu,” mutuamente se complementan, y están significando un conocimiento íntimo y profundo de Dios y de sus planes de salud, al que el hombre por solas sus propias fuerzas no puede llegar. El v.18 no hace sino desarrollar más la misma idea, concretando en la “esperanza” cristiana el objeto de ese conocimiento; con el término “esperanza,” que tiene aquí sentido objetivo, se designa todo el conjunto de bienes de gracia y de gloria al que los cristianos hemos sido “llamados,” y que recibimos en calidad de “herencia,” una vez elevados al plano de hijos adoptivos.
Tratando de completar su pensamiento y evitar que nos desalentemos ante las dificultades, San Pablo añade que toda esa gran riqueza de bienes, reservados al cristiano, son obra del “poder” de Dios (v.19), cuya extraordinaria eficacia fácilmente puede colegirse por lo realizado con Jesucristo (v.20-23). Aunque, dentro del contexto general del pasaje, esta exaltación de Cristo es presentada simplemente como un ejemplo que permita formarnos idea del gran “poder” de Dios, San Pablo se complace en irla detallando en un maravilloso crescendo, que culmina con la prerrogativa de haber sido constituido “cabeza” de la Iglesia. Parece que, en la mente de San Pablo, esto es una dignidad superior incluso a la de ser soberano sobre todos los ángeles y tener sujetas a sí todas las cosas; y es que entre cabeza y cuerpo no hay separación y Cristo está unido más íntimamente con los fieles que con los ángeles, hasta el punto de que, en cierto sentido, la Iglesia puede considerarse como elevada al orden mismo hipostático. La expresión “sentándole a su diestra” (v.20) es una expresión figurada, tomada de Sal 110:1, con la que se designa el supremo honor conferido a Cristo, superior al conferido a cualquier otro, ya en los cielos, ya en la tierra, como luego se concreta en los v.21-22. Los nombres con que San Pablo designa las jerarquías angélicas (v.21) son simbólicos, y eran ya tradicionales en la literatura judía. También era frecuente la expresión “siglo presente” y futuro para designar los períodos anterior y posterior al Mesías (v.21; cf. Gal 1:4). Igualmente, la expresión “tener nombre” (v.21), como equivalente de existir; pues en el lenguaje semítico el “nombre” es prácticamente el sustitutivo de la cosa 258.
En cuanto a las relaciones entre Cristo y la Iglesia (v.22-23), San Pablo emplea algunas expresiones que han sido y son diversamente interpretadas. La dificultad está, sobre todo, en la última frase, que nosotros hemos traducido por “plenitud del que lo llena todo en todos” (το πλήρωμα ταΰτα πάντα εν πασιν πληρουμένου ). Nada decimos de la frase anterior, cuando el Apóstol habla de Cristo cabeza y de la Iglesia cuerpo, pues es ésta una imagen que ya hemos explicado ampliamente en la introducción a la carta; pero ¿qué significa lo de que la Iglesia es “plenitud” (πλήρωμα ), de Cristo?
La respuesta no es fácil. El término griego πλήρωμα , muy usado en el lenguaje de la época, puede tener sentido activo (lo que completa o llena una cosa) o sentido pasivo (lo que está completo o lleno). Igual se diga del participio πληρουμένου , usado al final de la frase. Según que apliquemos uno u otro significado a estos términos, el sentido de la frase paulina cambia completamente. La opinión más corriente entre los Padres (Orígenes, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo), defendida también hoy por bastantes autores (Prat, Médebielle, M. Sales, Ricciotti, Prado), da a πλήρωμα sentido activo, y al participio πληρουμένου sentido pasivo, considerando a la Iglesia como complemento o parte integrante de Cristo, que es completado por sus miembros. Desde luego, el pensamiento sería muy paulino (cf. Col 1:24), y parece ser continuación natural de la metáfora de cabeza y cuerpo: así como el cuerpo humano es complemento de la cabeza, sin el cual ésta no puede ejercer sus funciones, así la Iglesia es complemento de Cristo, sin la cual éste, supuesta la voluntad divina de salvar a los hombres asociados en un organismo del que Cristo es cabeza, no puede ejercer sus funciones de Redentor y Santificador. A nadie, pues, debe extrañar que el Apóstol diga que la Iglesia “completa” a Cristo, o que Este, para “estar completo,” necesita de la Iglesia. Sin embargo, gran número de autores modernos (Knabenbauer, Huby, Cerfaux, González Ruiz, Leal) prefieren dar a πλήρωμα sentido pasivo, que es el que suele tener prevalentemente, y sentido activo al participio πληρουμένου , que estaría en forma deponente. En cuyo caso, el sentido de la frase paulina cambia totalmente: no es ya la Iglesia la que llena o completa a Cristo, sino que es Cristo quien llena o completa a la Iglesia, en la que, como en una fuente o receptáculo, vuelca todo el torrente de sus gracias y fuerza santificadora. San Pablo llamaría “pleroma” de Cristo a la Iglesia, no porque la Iglesia “complete” a Cristo, sino porque ésta “está llena” de Cristo, formando con El un solo ser, un solo organismo, cuyo principio unificador y vivificante es Cristo-cabeza. Ni ello se opone a la idea, muy paulina, de que la Iglesia es como una prolongación o complemento de Cristo, de la cual necesita para llevar al mundo su acción salvadora (cf. 4:11-16); mas este aspecto, que es un hecho, no lo consideraría aquí San Pablo, atendiendo más bien a hacer resaltar la absoluta supremacía de Cristo, cuyo influjo unificador y vivificador se extiende a todo y a todos (cf. 4:10; Col 1:17; Col 1:2, Col 1:9-10).
Entre las dos interpretaciones, nos inclinamos abiertamente por la segunda, más en consonancia con Col 1:19 y 2:9, en que nuevamente aparece el término “pleroma.” Para una exposición más amplia remitimos a la introducción a Colosenses.
Fuente: Biblia Comentada
La Epístola de Pablo a los Efesios
TítuloLa carta está dirigida a la iglesia en la ciudad de Éfeso, capital de la provincia romana de Asia (Asia Menor, Turquía moderna). Debido a que el nombre Éfeso no es mencionado en todo el manuscrito de los primeros que hubo, algunos eruditos creen que la carta era una encíclica, teniendo el propósito de ser circulada y leída entre todas las iglesias en Asia Menor y simplemente fue enviada primero a los creyentes en Éfeso.
Autor y fecha
No hay indicación de que el hecho de que Pablo fue el autor sea cuestionado. Él es indicado como el autor en la salutación de apertura (Efe 1:1; Efe 3:1). La carta fue escrita desde la prisión en Roma (Hch 28:16-31) en algún momento entre el 60 62 d.C. y por lo tanto, frecuentemente se hace referencia a ella como una epístola de la prisión (junto con Filipenses, Colosenses, y Filemón). Pudo haber sido compuesta casi contemporáneamente con Colosenses e inicialmente enviada con esa epístola y Filemón por Tíquico (Efe 6:21-22; Col 4:7-8). Vea la Introducción a Filipenses: Autor y fecha para una discusión de la ciudad de la cual Pablo escribió.
Contexto histórico
Es probable que el evangelio fue traído primero a Éfeso por Priscila y Aquila, una pareja excepcionalmente dotada (vea Hch 18:26) quienes fueron dejados ahí por Pablo en su segundo viaje misionero (Hch 18:18-19). Localizada en la boca del río Caister, en el lado este del Mar Egeo, la ciudad de Éfeso fue quizás mejor conocida por su magnífico templo de Artemisa o Diana, una de las siete maravillas del mundo antiguo. También fue un importante centro político, educativo, y comercial, clasificado con Alejandría en Egipto, y Antoquía de Pisidia, en la parte sur de Asia Menor.
La fuerte iglesia comenzada por Priscila y Aquila fue más tarde firmemente establecida por Pablo en su tercer viaje misionero (Hch 19:1-41) y fue pastoreada durante unos tres años. Después de que Pablo partió, Timoteo pastoreó la congregación durante quizás un año y medio, primordialmente para contrarrestar la falsa enseñanza de unos pocos hombres influyentes (tales como Himeneo y Alejandro), quienes probablemente eran ancianos en la congregación ahí (1Ti 1:3; 1Ti 1:20). Debido a esos hombres, la iglesia en Éfeso estaba plagada de «fábulas y genealogías interminables» (Efe 1:4) y por ideas ascéticas y contrarias a la Biblia, tales como la prohibición del matrimonio y la abstención de ciertos alimentos (Efe 4:3). Aunque esos falsos maestros no entendían correctamente las Escrituras, propagaron sus interpretaciones impías con confianza (Efe 1:7), las cuales produjeron en la iglesia «disputas más bien que edificación de Dios que es por fe» (Efe 1:4). Treinta años o algo así más tarde, Cristo le dio al apóstol Juan una carta para esta iglesia indicando que su pueblo había dejado su primer amor por Él (Apo 2:1-7).
Temas históricos y teológicos
Los primeros tres capítulos son teológicos, enfatizando doctrina del NT, mientras que los últimos tres capítulos son prácticos y se enfocan en conducta cristiana. Quizá, sobre cualquier otra cosa, esta es una carta de aliento y amonestación, escrita para recordarle a los creyentes de sus invaluables bendiciones en Jesucristo; y no solo para estar agradecido por esas bendiciones, sino también para vivir de una manera digna de ellas. A pesar de, y en parte aún debido a, las grandes bendiciones de un cristiano en Jesucristo, él puede tener la certeza de que será tentado por Satanás para que este satisfecho y complacido en sí mismo. Fue por esa razón que, en el último capítulo, Pablo le recuerda a los creyentes de la armadura completa y suficiente provista para ellos a través de la Palabra de Dios y por su Espíritu (Efe 6:10-17) y de su necesidad de oración vigilante y persistente (Efe 6:18).
Un tema clave de la carta es el misterio (lo cual significa una verdad que en el pasado no había sido revelada) de la iglesia, la cual es «que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio» (Efe 3:6), una verdad completamente escondida a los santos del AT (cp. Efe 3:5; Efe 3:9). Todos los creyentes en Jesucristo, el Mesías, son iguales delante del Señor como sus hijos y como ciudadanos de su reino eterno, una maravillosa verdad que solo los creyentes de esta época actual poseen. Pablo también habla del misterio de la iglesia como la novia de Cristo (Efe 5:32; cp. Apo 21:9).
Una verdad importante enfatizada es la de la iglesia como el cuerpo presente, espiritual, terrenal de Cristo, también una verdad distinta y previamente no revelada del pueblo de Dios. Esta metáfora muestra a la iglesia, no como una organización, sino como un organismo vivo compuesto de partes mutuamente relacionadas e interdependientes. Cristo es la Cabeza del cuerpo y el Espíritu Santo es su sangre de vida, por decirlo así. El cuerpo funciona a través del uso fiel de los dones espirituales de sus diferentes miembros, otorgados de una manera única y soberana por el Espíritu Santo en cada creyente.
Otros temas principales incluyen las riquezas y plenitud de bendición para los creyentes. Pablo escribe de «las riquezas de su gracia» (Efe 1:7), «las inescrutables riquezas de Cristo» (Efe 3:8), y «las riquezas de su gloria» (Efe 3:16). Pablo amonesta a los creyentes a ser «llenos de toda la plenitud de Dios» (Efe 3:19), llegar «a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efe 4:13), y a «sed llenos del Espíritu» (Efe 5:18). Sus riquezas en Cristo están basadas en su gracia (Efe 1:2; Efe 1:6-7; Efe 2:7), su paz (Efe 1:2), su voluntad (Efe 1:5), su beneplácito y propósito (Efe 1:9), su gloria (Efe 1:12; Efe 1:14), su llamado y herencia (Efe 1:18), su poder y fortaleza (Efe 1:19; Efe 6:10), su amor Efe 2:4), su hechura (Efe 2:10), su Espíritu Santo (Efe 3:16), su ofrenda y sacrificio (Efe 5:2), y su armadura (Efe 6:11; Efe 6:13). La palabra «riquezas» es usada cinco veces en esta carta; «gracia» es usada doce veces; «gloria» ocho veces; «plenitud» o «pleno» seis veces; y la frase clave «en Cristo» (o «en Él») unas doce veces.
Retos de interpretación
La teología general de Efesios es directa, no ambigua, y no presenta ideas o interpretaciones cuyos significados sean seriamente contendidos. No obstante, hay algunos textos que requieren de pensamiento cuidadoso para interpretarlos correctamente, específicamente: 1) Efe 2:8, donde uno debe decidir si la salvación o la fe es el don; 2) Efe 4:5, en donde el tipo de bautismo debe ser discernido; y 3) Efe 4:8, en su relación con el Sal 68:18.
Bosquejo
I) Salutación (Efe 1:1-2)
II) El propósito de Dios para la Iglesia (Efe 1:3-23; Efe 2:1-22; Efe 3:1-13)
A) Predestinación en Cristo (Efe 1:3-6 a)
B) Redención en Cristo (Efe 1:6 b Efe 1:10)
C) Herencia en Cristo (Efe 1:11-14)
D) Recursos en Cristo (Efe 1:15-23)
E) Nueva vida en Cristo (Efe 2:1-10)
F) Unidad en Cristo (Efe 2:11-22; Efe 3:1-13)
III) La plenitud de Dios para la Iglesia (Efe 3:14-21)
IV) El plan de Dios para la vida fiel en la Iglesia (Efe 4:1-6)
V) El Hijo de Dios capacita y edifica a la Iglesia (Efe 4:7-16)
VI) El patrón y principios de Dios para los miembros de la Iglesia (Efe 4:17-32)
VII) Los estándares de Dios para la fidelidad en la Iglesia (Efe 5:1-21)
A) Al andar en amor (Efe 5:1-7)
B) Al vivir en la luz (Efe 5:8-14)
C) Al andar en sabiduría y sobriedad (Efe 5:15-18 a)
D) Lleno del Espíritu de Dios (Efe 5:18 b Efe 5:21)
VIII) Los estándares de Dios para la autoridad y sumisión en la Iglesia (Efe 5:22-33; Efe 6:1-9)
A) Maridos y mujeres (Efe 5:22-33)
B) Padres e hijos (Efe 6:1-4)
C) Jefes y empleados ((Efe 6:5-9)
IX) La provisión de Dios para las batallas espirituales de sus hijos (Efe 6:10-17)
A) La batalla del creyente (Efe 6:10-13)
B) La armadura del creyente (Efe 6:14-17)
X) La apelación de Dios para la oración en la Iglesia (Efe 6:18-20)
XI) Bendición (Efe 6:21-24)
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
apóstol. La palabra significa «mensajero» y sirvió como un título oficial para Pablo y los doce discípulos (incluido Matías, Hch 1:26), quienes fueron testigos oculares del Jesús resucitado y escogidos por Dios para poner los cimientos de la iglesia mediante su predicación, enseñanza y elaboración de las Escrituras, como fue ratificado por las señales que los acompañaron (cp. 2Co 12:12). Vea la nota sobre Efe 4:11. los santos y fieles. Designación de aquellos que han sido apartados por Dios del pecado para Él mismo, y hechos santos por medio de su fe en Jesucristo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
SALUDOS AL PUEBLO DE DIOS
Efesios 1:1-2
Esta es una carta de Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a todos los consagrados a Dios que viven en Éfeso y son fieles a Jesucristo: ¡Gracia sea a vosotros y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo!
Pablo empieza esta carta con las dos únicas credenciales que poseía.
(i) Es apóstol de Cristo. Cuando Pablo decía eso, tenía en mente tres cosas. (a) Quería decir que pertenecía a Cristo. Su vida no le pertenecía para hacer con ella lo que quisiera; era propiedad de Jesucristo, y tenía que vivir siempre como Jesucristo quería que viviera. (b) Quería decir que Jesucristo le había enviado. La palabra apóstolos procede del verbo apostellein, que quiere decir enviar. Se puede usar, por ejemplo, de un escuadrón naval que se envía en una expedición. Se puede usar de un embajador enviado por su país de origen. Describe a un hombre que es enviado con alguna misión especial. El cristiano se ve en todos los momentos de su vida como miembro de la comunidad que está al servicio de Cristo. Es un hombre con una misión: la de servir a Cristo en este mundo. (c) Quería decir que todo el poder que tuviera la tenía por delegación. El sanedrín era el tribunal supremo de los judíos. En cuestiones de religión, el sanedrín tenía autoridad sobre todos los judíos del mundo. Cuando el sanedrín llegaba a una decisión, esa decisión se le encomendaba a un apóstolos para que se la comunicara a las personas a las que concernía y para que comprobara que se cumplía. Cuando un apóstolos así era enviado, detrás de él y en él se hallaba la autoridad del sanedrín, cuyo representante era. El cristiano es el representante de Cristo en el mundo, pero no se le deja llevar a cabo esa tarea dependiendo de su propia fuerza y poder; la fuerza y el poder de Jesucristo están con él.
(ii) Pablo continúa diciendo que es apóstol por la voluntad de Dios. El tono de su voz no es aquí de orgullo, sino de simple admiración. Hasta el final de su vida Pablo estaba maravillado de que Dios hubiera escogido a un hombre como él para hacer Su obra. Un cristiano no debe nunca llenarse de orgullo por la tarea que Dios le asigna, sino llenarse de admiración de que Dios le haya tenido por digno de participar en Su obra.
Pablo pasa a dirigir su carta a los que viven en Éfeso y son fieles a Jesucristo. Un cristiano es una persona que vive siempre una doble vida. Los amigos de Pablo eran personas que vivían en Éfeso y en Cristo. Un cristiano tiene una dirección humana y otra divina; y ese es precisamente el secreto de la vida cristiana. Alister MacLean cuenta la historia de una señora del Noroeste de Gran Bretaña, que llevaba una vida muy dura pero vivía siempre en una serenidad perpetua. Cuando le preguntaban cuál era su secreto contestaba: «Mi secreto consiste en navegar todos los mares manteniendo siempre el corazón en el puerto.» Dondequiera que esté el cristiano, está en Cristo.
Pablo empieza con su saludo de costumbre: «Gracia sea a vosotros y paz.» Aquí tenemos dos grandes palabras de la fe cristiana.
Gracia tiene siempre dos connotaciones principales, como en español. La palabra griega es jaris, que puede querer decir encanto. Tiene que haber algo precioso en la vida cristiana. Cuando el Cristianismo deja de ser atractivo, deja de ser cristiano. La gracia describe siempre un regalo, y un regalo que le habría sido imposible a una persona el procurarse, y que nunca habría podido ganar o merecer de ninguna manera. Siempre que mencionamos la palabra gracia, debemos pensar en la absoluta amabilidad de la vida cristiana, y la absoluta generosidad inmerecida del corazón de Dios.
Cuando pensamos en la palabra paz en relación con la vida cristiana debemos tener cuidado. En griego la palabra es eiréné, que traduce la palabra hebrea shalóm. En la Biblia paz no es nunca una palabra puramente negativa. Nunca describe a secas la ausencia de guerra o de problemas. Shalóm quiere decir todo lo que contribuye al bien supremo de una persona. La paz cristiana es algo totalmente independiente de las circunstancias exteriores. Una persona puede que viva en abundancia y lujo y disfrutando de todo lo bueno de este mundo, puede que tenga las mejores casas imaginables, y las cuentas corrientes más abultadas, y sin embargo no tenga paz. Por otra parte, una persona puede que esté pasando necesidad en la cárcel, o muriendo en el patíbulo, o viviendo una vida carente de toda comodidad y tranquilidad, y estar en perfecta paz. La explicación es que no hay más que una fuente de paz en todo el mundo, y está en hacer la voluntad de Dios. Cuando estamos haciendo algo que sabemos que no deberíamos hacer, siempre hay una inquietud acechándonos en el fondo de nuestra mente. Pero, si estamos haciendo algo realmente difícil, hasta algo que no queremos hacer, o que no nos ha de reportar ningún beneficio material pero que sabemos que es lo que Dios quiere que hagamos, tenemos una profunda calma en el corazón. «En Su voluntad está nuestra paz.»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 1
Introducción
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
La llamada carta a los Efesios pertenece al grupo de las cartas de la cautividad. El estrecho parentesco, en el contenido y en la forma, con la carta a los Colosenses permite suponer que fue escrita muy poco después de ésta, probablemente durante la primera cautividad romana (61-63). El Apóstol se dirige a unos cristianos que no lo conocen personalmente; por eso los destinatarios de la carta no pueden ser los fieles de éfeso, donde Pablo había actuado a lo largo de tres años, sino algunas comunidades de las proximidades de éfeso, sobre todo en el valle del Lico, donde, junto a Colosas, tenemos noticias de iglesias en Hierápolis y Laodicea.
La ocasión de la carta fueron ciertas corrientes espirituales, de talante judaico y pregnóstico, que ya apuntan en la carta a los Colosenses. Un culto exagerado de las «potencias» o ángeles ponía allí en peligro la primacía peculiar de Cristo, tanto en la obra de la creación como en la obra de la redención, y dio al Apóstol la oportunidad de destacar con nuevas luces esa primacía incondicionada de Cristo. Esto es igualmente válido para la carta a los Colosenses, pero este pensamiento fundamental alcanza mayor profundidad en la carta a los Efesios y se concentra principalmente en este círculo de ideas: Cristo, cabeza de su Iglesia, la única Iglesia compuesta de judíos y paganos, que él mismo se construye como cuerpo suyo, a la que se une como a su esposa, y llena con toda la plenitud de su vida divina, con la cual y a través de la cual inicia su señorío, no sólo sobre la humanidad, sino sobre el conjunto de la creación. Con razón a la carta a los Efesios se la ha llamado la carta de la lglesia. En ella el pensamiento teológico de san Pablo alcanza su apogeo y su más rico desarrollo. La carta a los Efesios es una nueva visión panorámica de la realidad de la revelación cristiana, y así representa, para la época tardía de su redacción, lo que la carta a los Romanos supuso en los primeros tiempos de la actividad teológica del Apóstol Pero, al lado de estas ideas madres que sobresalen, la carta a los Efesios nos ofrece la posibilidad de penetrar en el interior de la vida de fe del Apóstol. Si queremos articular de alguna manera esta vida de fe, nos encontramos, por parte de Dios, ante la común obra trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y, por parte del hombre, ante la respuesta a esta acción divina en la fe, la esperanza y el amor. Será útil realizar un breve vuelo de reconocimiento sobre esta panorámica.
Con esta triple expresión: «Padre, Hijo y Espíritu Santo» empieza ya el primer versículo del himno introductorio: «Bendito el.. Padre.., que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los cielos en Cristo»* Todavía más explícita es la expresión de esta acción trinitaria de Dios en este versículo: «Por medio de él (Cristo) los unos y los otros tenemos acceso, en un solo Espíritu, al Padre» (2, 18), y más adelante, refiriéndose a la idea central de la Iglesia: «En el cual (Cristo) también vosotros sois coedificados hasta formar el edificio de Dios en el Espíritu» (2, 22). En estos versículos se pone además de manifiesto cómo san Pablo no trata de la igualdad esencial de las divinas personas desde una perspectiva teológica, sino desde una visión historico-soteriológica, refiriéndose a su posición en la obra salvadora de Dios en pro de la humanidad.
En este aspecto el Padre tiene una primacía. él, desde la eternidad, ha planeado amorosamente la obra de salvación, y su propia gloria, «la alabanza del señorío de su gracia», es el objetivo final de esta obra en toda la eternidad (1, 612.14; 2, 7). Pero unido estrechamente a él está el centro de toda esta planificación, actuación y realización: Cristo, el Señor, el mediador. A ambos se hace alusión, por ejemplo, en la gran visión panorámica del himno introductorio, donde con ocho versículos densos y llenos (1, 3-10) se presenta al Padre solo como sujeto operante, al cual le corresponde una actuación octodimensional, mientras que al mismo tiempo se nombra expresamente seis veces al Hijo, por quien y en el cual acontece todo esto.
Ante el Padre y el Hijo parece que el Espíritu Santo quede en segundo lugar. Sin embargo, en nuestra carta se habla de él quizá con más insistencia que en el resto de las cartas paulinas, de suerte que se puede decir con razón que un soplo de pentecostés recorre toda la carta. Al final del himno aparece el Espíritu Santo como el sello de Dios en los creyentes, «prenda de nuestra herencia», el gran don del tiempo mesiánico, como lo habían proclamado los profetas (1, 13-14). Conforme va avanzando la carta, el Espíritu Santo se nos muestra como aquél, por quien el Padre envía el don del conocimiento de la fe y de la revelación (1, 17; 3, 5) él es el que reúne los miembros de Cristo en un solo cuerpo (2, 18); él es el alma en este cuerpo (4, 4); él, el principio impulsor de la construcción del templo de Dios (2, 2); él, la potencia fontal del crecimiento espiritual (3, 16); él también, como propiedad personal, es el huésped del alma, que hay que procurar no disgustar (4, 30); de él deben los creyentes «llenarse», aún más, «embriagarse» (5, 18); él es el que de la palabra de Dios hace una espada en la lucha espiritual (6, 17). Así se realiza la construcción trinitaria de la realidad de la fe, en la que vivimos, y a la que respondemos en la fe, en la esperanza y en el amor.
Por la fe nos salvamos (2, 8), por la fe habita Cristo en nosotros (3, 17). Esto pertenece al patrimonio paulino común. Pero lo peculiar de la carta a los Efesios (como en el resto de las cartas de la cautividad) es la particular insistencia de Pablo en un conocimiento de la fe cada vez más profundo. Así ya en el himno introductorio (1, 8-9), donde entre las bendiciones de Dios se nombra en primera línea -juntamente con la elección, la filiación divina, la redención y la remisión de los pecados- la gracia que se nos da en forma de sabiduría y comprensión: Dios nos ha ungido con la idea de recapitular todas las cosas en Cristo como cabeza. Dos veces ora Pablo, en la carta, por sus fieles, y las dos pide para ellos el conocimiento: un espíritu de sabiduría y de revelación implora para ellos -«iluminados los ojos de vuestro corazón»-, para que puedan saber en qué consiste nuestra esperanza (1, 17-19). Lo mismo al principio. Y posteriormente en 3, 16-19, donde los bienes superiores, como la fuerza del Espíritu, la inhabitación de Cristo, el amor perfecto, sólo se imploran como presupuestos para un conocimiento perfecto del misterio de Cristo y de su amor. De este conocimiento espera Pablo que los fieles se llenen de toda la plenitud de Dios.
Entre los objetos del conocimiento de fe, cuya posesión se implora, ocupa el primer lugar en la carta a los Efesios -mucho más que en el resto de los escritos paulinos- el bien de la esperanza, que el Padre ha preparado a sus hijos como «herencia» (1, 18), que ya poseemos en Cristo, nuestra cabeza glorificada, y cuyo anticipo y garantía lleva ya en sí cada bautizado en su calidad de templo del Espíritu Santo (1, 14). Es la bienaventuranza en la presencia de Dios; bienaventuranza cuyo rasgo característico en san Pablo es la propiedad de ser gustada comunitariamente (1, 18), del mismo modo que nosotros, en una pregustación común, la vamos conociendo cada vez más aquí en la tierra (3, 18). Cuando Pablo en nuestra carta habla de la «vocación» del cristiano, siempre aparece en el trasfondo esta idea fija sobre la «riqueza de la gloria de su herencia» (1, 18; 4, 4). Y así la esperanza, junto con la Iglesia y la posesión del Espíritu, da a nuestra carta su cuño característico.
En tercer lugar está el amor. Pablo dejaría de ser el mismo de 1Co 13:4-7, si para él, en esta carta a los Efesios, el amor no fuera también inevitablemente por la humildad, o sea el olvido de sí mismo (4, 2); renunciar de buena gana a todas las pequeñas exigencias y pretensiones del yo. Más o menos característico de nuestra carta es, asimismo, la insistencia con que se recomienda el amor como la fuerza «que trabaja intensamente por conservar la unidad del Espíritu» (4, 3) y que sabe sacrificarse por la paz, que es Cristo (4, 3; 2, 14). éste sería, por así decirlo, el lado negativo: «conservar la unidad del Espíritu» (4, 3). Pero el amor, en su aspecto positivo, va mucho más allá: es el brote vital en el cuerpo de Cristo, a través del cual Cristo mismo se va construyendo su propio cuerpo y va haciéndolo crecer (4, 16). El amor aparece también como la consecuencia y exigencia lógica que resulta de la verdad central de nuestra carta: todos nosotros somos un cuerpo en Cristo, en unidad recíproca, y con Cristo, y por Cristo unidos con Dios. El amor para Pablo no es más que ajustarse a esta realidad envolvente, vivir y realizar esta verdad (4, 15). Incluso las recomendaciones particulares contenidas en la segunda parte de la carta (4, 25-32) hay que mirarlas desde este punto de vista, sobre todo lo que Pablo precisa tan cuidadosamente sobre el amor familiar (5, 21-6, 9). Comoquiera que el débil y el fuerte tienen que actuar conjuntamente en la vida común de cada día, es fácil llegar a fricciones que pongan en peligro la unidad en el cuerpo de Cristo. De aquí las apremiantes exhortaciones del Apóstol a una amorosa sumisión por una parte, y, por otra, a una deferencia afectuosa de la mujer y el marido, de los hijos y los padres, de los esclavos y los amos…
Estas breves indicaciones pueden ayudar, en la lectura reflexiva de la carta, a reconocer ya desde ahora sus rasgos fundamentales y a dejarse guiar por ellos.
ENCABEZAMIENTO 1,1-2
SALUDO Y BENDICIÓN (1/01-02).
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos (en éfeso) y fieles en Cristo Jesús: 2 gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
La carta tiene un remitente y unos destinatarios, pero no vemos la correspondencia que pudiera haber entre uno y otros.
Remitente es Pablo, el mismo Pablo de Tarso, tal como había crecido y madurado a lo largo de sesenta o setenta años. Pero él se presenta como Apóstol, como un enviado, detrás del cual está, como el verdadero autor de la carta, el que envía al Apóstol: Jesucristo. Y detrás de Jesucristo está el Padre; por eso se llama «Apóstol… por voluntad de Dios». Por voluntad de Dios se entiende siempre, en nuestra carta, el plan divino de salvación, y la vocación de Pablo a la función apostólica «por voluntad de Dios» quiere decir que esta vocación forma parte del plan de salvación. Por tanto, no nos salimos del sentido literal de la expresión paulina si vemos en ello una clara alusión al origen de este mensaje: Apóstol-Cristo-Dios. Y así podemos recorrer a la inversa la ruta seguida por la palabra de Dios para desembocar finalmente, en forma de carta paulina, en el corazón humano.
Los destinatarios: Pablo se dirige a los santos en éfeso. Pero esta expresión «en éfeso»- falta en los mejores manuscritos, y ello demuestra que no es original, como, por otra parte, se deduce por consideración interna: a través de toda la carta no hay ninguna alusión personal a los destinatarios; cosa inconcebible, siendo así que Pablo actuó en éfeso durante más de tres años 1. Hay aquí ya desde el principio una laguna; laguna que muy bien puede ser llenada por cualquiera de nosotros: concretamente se refiere a ti, a vosotros, a nosotros. La laguna es una casualidad; pero bien pudiéramos ver en su fondo una profunda verdad.
Santos y «fieles en Cristo Jesús» llama Pablo a los destinatarios. «Santo» tiene aquí su significado primitivo: «entresacado del mundo y consagrado a Dios». éste es el efecto del bautismo que ha hecho de nosotros unos consagrados a Dios, unidos en Cristo, templos del Espíritu Santo. Meras obras de Dios, que precisamente por eso se llaman «santos», como hoy decimos «cristianos». Y la expresión «en Cristo Jesús» es en parte equivalente de «santo»: Cristo es «nuestra santificación» (cf. 1Co 1:30).
Se los llama también fieles o creyentes, porque lo que los hace cristianos es la fe (juntamente con el bautismo). Para Pablo la fe es «un don de Dios» (1Co 2:8), y al mismo tiempo un abrirse a la acción de Dios; esto explica la alegría, llena de agradecimiento, con que el Ap6stol se dirige a los destinatarios como «fieles en Cristo Jesús» (cf. 1,15). La bendición es como de costumbre: gracia y paz. Es como una mutua fusión, en un plano superior, del mundo grecooccidental con el mundo semítico oriental. En todas las cartas griegas aparece en este lugar el verbo khairein, que significa «alegrarse», «alegría». Pablo hace derivar este mundano khairein hacia el sonido emparentado de kharis, «gracia». ésta es para el cristiano la nueva fuente de una nueva alegría: la conciencia del favor divino, que se ha mostrado tan extraordinariamente generoso y se sigue mostrando aún en Cristo Jesús.
El saludo semítico oriental es «paz», pero en esta expresión se contenía mucho más que lo que se expresa en nuestro concepto de «paz». Comprendía todo lo que hoy significamos con «salvaci6n». «Salvación» significa salud y felicidad terrestre. En el pueblo judío la expresión «salvación» fue enriquecida con la proyección hacia la era mesiánica de salvación con todos sus bienes. En san Pablo finalmente y en el cristianismo primitivo el deseo de paz se convertía en deseo de participar cada vez más en la plenitud mesiánica lograda. Y ésta naturalmente sólo puede venir de Dios y de Cristo, y de su total consecución es garantizador Dios como «Padre nuestro» y Jesucristo como «el Señor».
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1. Parece que la designación del lugar «en éfeso» corresponde al texto de un ejemplar de la carta, siendo así que en el texto original había una línea en blanco que después había que rellenar según la comunidad a la que se enviaba el respectivo ejemplar. Puede pensarse en Hierápolis, Laodicea.
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Parte primera
EL MISTERIO DE CRISTO También los gentiles han sido llamados a la plena salvación de Cristo 1,3-3,21
I. BENDECIDOS CON TODA BENDICIÓN ESPlRITUAL (1,3-14).
1. LA BENDICIÓN GRATUITA DE DIOS (1/03-10).
a) Gracias por la bendición de Dios (1,3).
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los cielos en Cristo.
Inmediatamente empieza Pablo con un himno al plan divino de salvación. Y esta obligada alabanza de Dios nos da qué pensar. María entonó su Magnificat, y lo comprendemos; Zacarías cantó su Benedictus, y sabemos por qué. Pero aquí no hay ningún pretexto visible para este himno de alabanza con que empieza nuestra carta. Todo lo contrario: Pablo escribe en calidad de prisionero. Reflexionemos sobre lo que esto significa: prescindiendo de todas las privaciones exteriores, con el impulso del Redentor en el corazón, con el encargo divino de llevar el Evangelio a todo el mundo, con la preocupación por todas las iglesias que de él necesitan, Pablo está allí detenido día tras día y año tras año, encajonado entre cuatro irritantes paredes que lo circundan. Y en medio de este dolor y -humanamente hablando- del fondo de la oscuridad se levanta este canto de acción de gracias a Dios. Ciertamente, le basta el pretexto de una carta a una comunidad lejana y desconocida, le basta el recuerdo de una fe común, para que su alma se desborde en acción de gracias y en alegría radiante. Así es el cristiano Pablo, y así se presenta ante sus cristianos: desbordante de alegría en la fe y de gratitud. Pero esto no es más que el comienzo de aquella plenitud, de aquella indestructible alegría en la fe, que, descollando de la más simple monotonía y surgiendo lozana de en medio de las tribulaciones, nos aporta el testimonio deslumbrante de que nuestro cristianismo es un «mensaje alegre», no sólo en el nombre, sino en la realidad misma.
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». En sí cabría justificar aquí la alusión, en la alabanza, a Dios creador. Muy poderosas razones habría para ello. Pero para Pablo retrocede el Dios creador para dar paso al Dios de la revelación, «el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». ¡Qué nombre de Dios! En el Antiguo Testamento, Dios se llamó a sí mismo y quiso ser llamado «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Ya este título era una vibrante confesión de fe. Pascal narra cómo en una venturosa noche pascual se le reveló por primera vez la profundidad y la alegría que llevaba consigo este nombre: «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Ello quiere decir que Dios no es el lejano y frío Dios de los filósofos, sino el Dios de la historia, que desde una infinita lejanía se inclina sobre los hombres y que en un determinado momento de la historia, en un determinado lugar de nuestra tierra escoge a los hombres como amigos, hombres cuyos nombres conocemos: Abraham, Isaac y Jacob. Y en consecuencia este Dios, en una movida historia de casi un milenio y medio, se ha ido siempre compadeciendo de su pueblo, a pesar de tanta infidelidad, de tanta apostasía y de tanta traición, en atención a aquellos antepasados, sus amigos. Necesitamos conocer este trasfondo para valorar lo que para el judío Pablo significa nombrar a Dios, no ya el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, sino «el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Es la suma de todo el cristianismo: Jesucristo es nuestro Señor, nos pertenece. En él podemos llamar «Padre nuestro» a Dios, en un sentido nuevo sin precedentes.
«Que nos ha bendecIdo con toda bendición espiritual en los cielos en Cristo». Así resume Pablo el contenido total del don con que Dios nos ha agraciado. ¡Extraño concepto! ¿A quién de nosotros, requerido para ello, se le ocurriría usar una fórmula semejante para describir brevemente el don divino de la salvación? Pero, precisamente, cuando la fórmula paulina nos sorprende, cuando su mentalidad religiosa difiere de la nuestra, hay que intentar acomodar la nuestra a la suya. Pablo llama a la bendición de Dios una bendición «espiritual». Esta palabra lleva siempre consigo, en san Pablo, una actuación del Espíritu Santo, ligada a su presencia personal en nosotros. Y así tenemos en esta breve fórmula de nuestra salvación una alusión a las tres personas de la Santísima Trinidad: el Padre nos bendice con toda bendición, al darnos su Espíritu Santo, por medio de Cristo Jesús. Pero ¿a qué viene aquí la sorprendente expresión «en los cielos»? 2 Lo que Pablo quiere aquí decir está claro en 2,6: Dios «nos ha resucitado con Cristo y nos ha hecho sentar en los cielos en Cristo Jesús». Esta es la formulación conceptual más fuerte del pensamiento paulino: la resurrección de Cristo es ya nuestra resurrección, y su señorío es nuestro señorío. Porque es resurrección y señorío de la cabeza que con sus miembros forma un cuerpo: el Cristo total. Todo esto está incluido en nuestro texto, cuando Pablo habla de «toda bendición», con la que Dios nos ha bendecido «en los cielos en Cristo»; todo lo que en la bendición se nos da está en el orden de la donación divina, que no tiene otra finalidad que introducirnos en la órbita del señorío de Cristo. Tan vitalmente segura es para Pablo su esperanza cristiana, que habla de ella como si fuera ya la posesión anticipada de lo que nos aguarda en el señorío del Padre y del Hijo. Igualmente la alegría de la fe en san Pablo, que aquí encuentra su obligada expresión, es la alegría de una esperanza desbordante, asegurada por el don del Espíritu Santo (1,14) y por el señorío de Cristo, nuestra cabeza en el cielo. El contenido detallado de esta bendición se expone en 1,4-14.
En estos versículos se ve un corazón rebosante de expresiones de acción de gracias. No esperemos un discurso pulcro y ordenado. No, los pensamientos se llaman unos a otros con la fuerza misma con que unos empujan a otros. Pero esto mismo es para nosotros un valor positivo, ya que nos muestra el orden de los valores según la escala vital de la fe del Apóstol y nos describe la auténtica pista de nuestro itinerario de creyentes.
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2. Muchos exegetas intentan superar esta dificultad traduciendo: «con dones celestiales». Esta traducci6n es estrictamente correcta, pero la expresión aparece cuatro veces en esta breve carta (1,20; 2.6; 3,10; 6,12) y siempre en el mismo sentido de referencia local.
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b) Elegidos desde la eternidad (1,4-6a).
4 Por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en amor.
«Nos ha elegido en él antes de la creación del mundo». ¿Quién de nosotros piensa en esta «elección desde la eternidad»? Para Pablo es el pensamiento que más le estimula: desde la eternidad yo, cristiano, fui objeto de un amor divino. Ni pensar siquiera en algún mérito previo por nuestra parte. Aquí reside la pura liberalidad de Dios; y para poderme amar a mí, no sólo como criatura, sino como hijo, con amor paterno, me ha elegido desde la eternidad «en Cristo Jesús». Esto quiere decir: desde siempre mi vinculación al pensamiento divino pasaba por Cristo Jesús y sólo por esta unión con Cristo pude ser digno del amor del Padre.
Esta elección tiene un fin próximo y un fin último. El fin próximo es una verdadera vida cristiana en este mundo. Con tajante brevedad es definido así por Pablo: «para ser santos e inmaculados en su presencia». «Santo» significa separado de todo lo profano y consagrado definitivamente al servicio de Dios. Y precisamente por esta definitiva pertenencia a Dios, esta vida tiene que ser «inmaculada»; e inmaculada «en presencia de Dios», o sea: no sólo con conciencia de su presencia, sino con la pureza moral, que solamente es tal a los ojos del Dios tres veces santo.
Pero ¿no quiere esto decir que en la presencia de Dios ni los mismos ángeles son puros? ¿No es acaso una exigencia extrahumana? Sí, extrahumana; es «cristiana». ¿O hemos olvidado ya aquello de que hemos sido escogidos a tan alta santidad «en él», en Cristo? En una palabra «inmaculados», no en virtud de nuestras posibilidades naturales, sino como la «nueva criatura», que está íntimamente ligada con Cristo, que «se ha vestido de Cristo», que vive de la vida de Cristo y por eso vive la vida de Cristo. ¿Cómo no iba a ser santa e inmaculada aun a los ojos de Dios esta vida de Cristo en nosotros y apropiada por nosotros? Cristo hace nuestra su propia santidad (1Co 1:30). ¿Cómo no iba a mirar el Padre con infinita complacencia a un ser humano, que se presenta a él, vestido con la santidad de su Hijo?
Ciertamente la moralidad de esta vida de Cristo en nosotros queda siempre desgraciadamente imperfecta. Pero el mismo esfuerzo por la perfección cristiana, por muy necesario que sea, es de importancia relativamente mínima, comparado con lo que Dios obra en nosotros: «Cristo en nosotros». Cristo en nosotros: éste es el objeto propio de la complacencia divina, aun antes que pudiéramos pensar en las consecuencias éticas que de ahí se derivan.
¿Son muchas estas consecuencias? Sí y no. Según Pablo hay una por todas, el amor: «santos e inmaculados en amor». En esta breve fórmula de vida cristiana aparece el amor en toda su imponente y solitaria grandeza. No es una virtud entre tantas. Es la esencia de todas ellas; es toda la ley 3, y sin él el resto no vale nada (1Co 13:1-3), y con él aun la nada se torna valiosa a los ojos de Dios; pues es amor derivado de su amor, del amor de aquel que es el amor 4.
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3. Mat 22:40; Rom 13:10; Gal 5:14; Stg 2:8.
4. Cf. 1Jn. Muchos relacionan de otra manera este final «en amor», conectándolo con lo siguiente, y lo entien- den del amor de Dios a nosotros. Pero esta fórmula «en amor» aparece cinco veces en nuestra carta y significa siempre el amor de los cristianos entre si:Stg 3:17; Stg 4:2.15s; Stg 5:2.
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5 El nos predestinó a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad…
Pablo confirma lo que ya ha dicho, repite la verdad fundamental de nuestra elección en Cristo, pero lo hace desde una nueva perspectiva, y nos da con ello otra vez un concepto esencial de la existencia cristiana. De una manera más libre repite lo anterior: «Nos predestinó a ser hijos suyos adoptivos». En esa expresión «suyos» («hijos suyos») podemos rastrear algo del origen personal de nuestra nueva filiación: Dios nos quiere poseer como hijos suyos, como si en ello tuviera alguna ganancia su corazón paternal. Y de nuevo, lo decisivo: «por Jesucristo». No se trata de una filiación en sentido traslaticio, como si fuéramos recogidos por compasión entre las inmundicias de la calle y llamados hijos sin serlo en realidad. No, somos hijos de Dios con toda verdad, precisamente porque lo somos «por Jesucristo». O sea: no sólo porque Cristo, con su redención, nos haya hecho dignos de Dios; sino porque él mismo, el Hijo, habita en nosotros por medio de un vínculo vital misterioso y nos asume a todos nosotros para ser, juntamente con él, uno solo ( Gal 3:28), «hijos en el Hijo», según la expresión de los padres de la Iglesia.
«…según el beneplácito de su voluntad..,» Como antes la palabra «elegido», así ahora la expresión «predestinó» quiere decir que de todo esto Dios solo es la fuente. Es éste un pensamiento que obsesiona a Pablo más que ningún otro. Está constantemente acentuándolo, hasta hacer expresamente este subrayado: «según el beneplácito de su voluntad» o «según el benévolo designio de su voluntad» (la expresión griega incluye ambas cosas: el beneplácito y la consiguiente voluntad y decisión, pero siempre un beneplácito derivado del puro favor y gracia). Pablo sigue subrayando: la gracia de Dios, soberanamente libre, es el único fundamento de nuestra elección y de nuestra predestinación, de nuestra santidad en Cristo y de nuestra filiación en él.
…6a para alabanza de la gloria de su gracia…
Dios no es solamente la fuente primordial de su actuación gratuita, sino también el fin último de esta actuación. Dos veces más todavía subrayará Pablo en el mismo himno (v. 12 y 14) este pensamiento. En ninguna otra parte del NT se expresa tan claro y en tres lugares tan cercanos, que Dios actúa para gloria suya. él da a conocer, a través de la donación, su propia gloria y, sobre todo a las criaturas espiritualmente dotadas, el esplendor de su gracia. En esta notificación, en esta comunicación de sus bienes consiste ya la propia glorificación de Dios. Ahora bien, el hecho de que las criaturas agraciadas y favorecidas respondan a ello con reconocimiento, con el reconocimiento que corresponde a su ser, significa, concretamente en el caso del hombre, corresponder con alabanza de gratitud, salida del corazón, y con una vida que se ajuste a esta gratitud y no la desmienta, sino que sea profunda, auténtica y verdadera. Esto es lo que se llama la «gloria extrínseca» de Dios, porque no puede aumentar la gloria intrínseca infinita de Dios. Sin embargo, Dios no puede renunciar a esta gloria, porque así lo exige la íntima naturaleza de sus criaturas. Esto es lo que significa: Dios crea y actúa para su gloria.
No obstante, hay aquí algo que choca con nuestra sensibilidad. «Buscar la propia gloria»; sin poderlo remediar, nos resistimos a aceptar esto, y con razón. Aquí habla nuestra íntima esencia de seres creados. Ser criatura significa no tener nada por sí mismo, significa haber recibido y continuar recibiendo todo lo que uno es, posee, puede o hace. Todo. Siempre que un ser humano busca su gloria, el reconocimiento por lo que él tiene o hace, como si no lo hubiera recibido, allí hay algo que en el fondo no está bien. Nuestra íntima sensibilidad es más consciente de lo que creemos. Y aun todo un Dios, que buscara su gloria, caería bajo el mismo juicio -y esto lo hacemos instintivamente-, si realmente lo concibiéramos con categorías humanas. Aquí está el defecto, comprensible en un hombre que piensa dentro de sus dimensiones de criatura de Dios. Ahora bien, Dios es en sentido verdadero «el completamente otro». Si la criatura es esencialmente un don de Dios, Dios es esencialmente por sí solo. Nada tiene, pues, de extraño que para él valga todo lo contrario de lo que vale para la criatura. Para la criatura, ponerse como fin a sí misma, buscar la propia gloria, es un desorden esencial. Para el Creador, buscarse a sí mismo exclusivamente como último fin es la íntima esencia de su santidad. A la inversa, la santidad de la criatura consiste en no buscar otra cosa que a Dios solo.
Cuando leemos en nuestro himno que Dios obra «para alabanza de la gloria de su gracia», tenemos que superar el momentáneo malestar que este pensamiento puede producirnos en un primer instante, recordando que Dios no es un superhombre, por infinitas que sean las dimensiones con las que nos lo imaginemos, sino que es el «completamente otro». Dejémonos embargar por la alegría profunda de esta realidad: este Dios inabarcable es nuestro Dios, que se inclina paternalmente a nosotros y nos otorga la gracia en «su Amado».
c) Agraciados en el Amado (Gal 1:6b-7).
…(para alabanza de la gloria de su gracia) 6b con la que nos ha agraciado en el Amado.
Otra vez Cristo está en el centro. Toda la gracia del Padre nos ha venido por su Hijo. No solamente en el Hijo, porque es el único mediador, el portador de la gracia, sino en un sentido profundamente más venturoso, porque realmente Cristo mismo es la gracia en persona. Porque la gracia, de la que aquí se trata, no es otra cosa que «Cristo en nosotros». Pero aquí aparece como única excepción la expresión en el Amado en lugar de la corriente «en Cristo». Detrás de esto se esconde un doble pensamiento paulino: con respecto a Dios y con relación a nosotros.
Con respecto a Dios se subraya el alto precio del favor que -humanamente hablando- nos ha concedido. Este favor le ha costado nada menos que su propio Hijo, en el sentido de aquel versículo de san Juan, tan repetido pero tan poco seriamente tomado: «Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su unigénito Hijo» (Jua 3:16); y lo entregó a manos humanas, que lo clavaron en la cruz.
Con relación a nosotros esta expresión «agraciados en el Amado» 5 significa sencillamente lo que ya repetidas veces nos ha dicho: en él como en el único Amado somos también nosotros -por nuestra misteriosa vinculación con él- objeto del infinito beneplácito de Dios, el Padre que ya en nosotros no ve sino los rasgos de su amado Hijo. ¡Cuánta confianza debe alentar en un cristiano que se sabe amado con el amor del Padre a su propio Hijo!
…7a en él tenemos la redención por medio de su sangre…
¿Y nuestros pecados? ¿Quedan ahogados en este mar de gracia y amor? Sí, pero no como si no fueran tomados en serio; muy al contrario, son considerados con trágica seriedad: «En él tenemos la redención por medio de su sangre». ¡Sangre! Estamos demasiado acostumbrados a hablar y a oir hablar de la sangre de Cristo. La sangre, cuando realmente fluye, estremece profundamente a todo el hombre. Derramarse la sangre es como derramarse la vida Tenemos que aprender a tomar totalmente en serio a la sangre de Cristo. Aquí está toda la realidad de la muerte en cruz de nuestro Señor. Tan cruel debe parecernos a nosotros como realmente lo fue para aquellas santas personas que estaban al pie de la cruz y para las que el gotear de esta sangre era como un martilleo estremecedor en el alma.
El secreto para renovar cosas ya hace tiempo sabidas y, por lo mismo, inoperantes, está en la fructuosa meditación de los textos sagrados. Hay cosas que, por demasiado conocidas, no se «explican». Quizá no necesiten «explicación», pero sí una penetración, cada vez más nueva, a través de palabras y conceptos hasta llegar a la realidad que las sostiene.
Lo mismo pasa cuando aquí oímos o leemos la palabra «redención». Para Pablo, como para todo judío piadoso, el concepto de redención estaba estrechamente ligado a la gran vivencia fundamental de su pueblo: la liberación de la esclavitud de Egipto. El mismo Dios ha recordado insistentemente en el Antiguo Testamento y le ha hecho recordar a su pueblo la hazaña salvadora de su omnipotencia, y había una liturgia, sobre todo la fiesta de la pascua, toda ella dedicada a reproducir vivamente aquella realidad. Esta liberación de Egipto era solamente una figuración anticipada de la liberación, en cuya plena realidad nos encontramos ya los cristianos. Ciertamente se impone tomar en serio la esclavitud de la que nos ha salvado la «redención por medio de su sangre». Pablo nos va a explicar su pensamiento en este sentido (Jua 2:13).
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5. La palabra griega traducida por «nos ha agraciado» es un verbo que solamente emplea otra vez en todo el NT en el pasaje en el que el ángel saluda a María como la «llena de gracia» (Luc 1:28).
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…7b (en él tenemos) el perdón de los pecados según la riqueza de su gracia.
«Según la riqueza de su gracia»: Hay aquí como un doble pensamiento. Por una parte, este perdón de nuestros pecados es algo tan grande, que absorbe toda la riqueza de la gracia de Dios. Pero, ahondando más en la profundidad teológica de la expresión, resulta que este perdón de los pecados no es algo meramente negativo, sino que trae consigo primariamente la plenitud de la gracia, y tan íntimamente nos transforma que nos convertimos en objeto del beneplácito de Dios. Y esto tanto más, cuanto que a esta riqueza de su gracia no solamente está vinculado el perdón de los pecados, sino al mismo tiempo algo completamente nuevo…
d) Ordenados, en el plan divino, a recapitularlo todo en Cristo (Luc 1:8-10).
…(según la riqueza de su gracia) 8, que ha prodigado con nosotros en toda clase de sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según el benévolo designio que en él se había propuesto, referente a la economía de la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas en Cristo, lo que está en los cielos y lo que está sobre la tierra.
Este es el nuevo favor, añadido a los ya enumerados: Dios nos ha consagrado a nosotros, sus hijos, en el misterio de su voluntad. Tenemos que saber en qué maravilloso plan divino de salvación ha de participar nuestra pequeña vida. No podemos entrar en las particularidades de estos versículos tan densos, siendo así que hay en ellos bastante oscuridad en todos los aspectos. Pero los puntos capitales son éstos: Pablo vuelve sobre los tres pensamientos que han dominado hasta ahora en el himno: 1.° el plan de salvación tiene como punto de partida la sola voluntad gratuita de Dios; 2.° ha sido preparado desde la eternidad; esta idea se expresa cuando se dice que Dios «predestina» algo, o mejor: se propone un designio; pero sobre todo 3.° Cristo es también aquí el medio: «en él» ha planificado Dios, «en él» realizará su plan. Y con esto apunta «la plenitud de los tiempos». «Plenitud de los tiempos» no es aquí propiamente la venida de Cristo, «cuando se cumplió el tiempo» (Gal 4:4), sino preferentemente todo el acontecer definitivo desde la primera venida de Cristo hasta su retorno en gloria. No solamente comienzo, sino realización y prosecución de los últimos tiempos.
En estos tiempos Dios proseguirá su objetivo de «recapitular todas las cosas en Cristo». El verbo griego, en sentido estricto, sólo significa «recapitular»6, pero en una carta como la nuestra, cuyo mensaje específico es Cristo como cabeza de su Iglesia y como cabeza de toda la creación, es lógico suponer que Pablo escogió esta palabra y le dio un nuevo sentido, ya que no podría sustraerse a las implicaciones de la palabra «cabeza» incluida en el mismo verbo «recapitular». Lo que Pablo intenta decir con esto, lo veremos en los v. 22.23 de este mismo capítulo.
Lo que bajo Cristo (cabeza) tiene que reunirse se expresa bíblicamente así: «todo lo que hay en los cielos y en la tierra», o más brevemente: todo, el todo. En la carta a los Colosenses destaca más vivamente esta verdad cuando se dice de Cristo: «Todo fue creado por y para él…. y todo tiene en él su subsistencia» (1,16-17). Este es también el misterio de la voluntad de Dios, su plan eterno: Cristo tiene que ser la cabeza de todo. Tiene que darle sentido y existencia, unidad y cohesión.
Dios nos ha comunicado este misterio suyo, y esto es para Pablo una gracia, que se coloca en primera línea con la predestinación eterna, con la filiación divina, con la redención y el perdón de los pecados. Con este conocimiento del sentido del mundo, Dios nos ha dado «toda clase de sabiduría e inteligencia». Sabiduría, con la que se aclaran todas las cosas en su sentido profundo; e inteligencia, que descubre el recto camino de la vida. Tenemos que cooperar con la gran obra de Dios. Y del pequeño mundo de nuestra vida, del pequeño reino de nuestra alma y de todo lo que allí acontece, hemos de hacer un trasunto de lo que debe ser el gran mundo: dejemos que Cristo sea en nuestro pequeño mundo la cabeza vitalizadora de todo, que dé sentido a todo, que lo encauce todo y que sea el vínculo que a todo le dé cohesión.
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6. La palabra «recapitular» corresponde etimológicamente al original.
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2. LOS CREYENTES Y SU CAMINO HACIA LA SALVACIÓN (1/11-14).
Para Pablo, la naciente cristiandad, como en general la humanidad, se divide en dos grupos principales: «nosotros», es decir, los creyentes que procedentes del pueblo escogido han llegado a la fe, y «vosotros», los creyentes venidos de la gentilidad.
a) Los judeocristianos (1,11-12).
11 En él fuimos también agraciados con la herencia, predestinados -según el previo decreto del que lo hace todo conforme a la decisión de su voluntad- 12 a ser nosotros alabanza de su gloria, los que antes ya teníamos puesta la esperanza en Cristo.
Los judíos no están en el mismo nivel que los demás pueblos. Como pueblo escogido por Dios están -vistos a la luz de la revelación- por encima de todos los demás. Pablo lo sabe y lo reconoce. Pero precisamente por ello se esfuerza en subrayar, con la mayor urgencia posible, que este privilegio hay que agradecerlo únicamente a la libre elección realizada por la gracia de Dios. De aquí la reiteración de las expresiones paulinas: «predestinados» hubiera sido ya bastante; pero no, añade aún esto: «según previo decreto del que lo hace todo conforme a la decisión de su voluntad». Aquí se especifica a Dios precisamente por su incondicionada libertad, por aquello que lo manifiesta esencialmente como Dios. Así como Dios es la fuente de la elección de su pueblo, así también él mismo -su gloria- es su último fin. Aquí tenemos, referido solamente a Israel, el principio fundamental del Apóstol: todo de Dios solo, y a Dios solo toda la gloria.
Y Cristo de nuevo aparece como el mediador: el versículo empieza con la expresión «en él» montada al aire, indicando con ello la ligación con la expresión «en Cristo», que da sentido a todo el conjunto. La elección de Israel era solamente un capítulo de este plan divino, en cuyo centro está Cristo. En él fue elegido Israel, en él tiene toda la razón de su existencia, hacia él ha dirigido su esperanza, como el mismo Pablo confiesa: «Nosotros…, los que antes ya teníamos puesta la esperanza en Cristo». Y así Israel estaba ya en Cristo, aun en su patria espiritual, incluso antes de que él viniese a este mundo.
b) Los étnicocristianos (1,13-14).
13 En él también vosotros, tras haber oído la palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación; en él, repito, después de haber creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 el cual es prenda de nuestra herencia para la redención de aquellos que han llegado a ser la propiedad de Dios, para alabanza de su gloria.
Pablo abruma con la exuberancia de su expresión. Pero este llamarse los pensamientos unos a otros, casi pisarse y dar vueltas alrededor de una misma frase, replegada a su vez sobre sí misma, corresponde a su propia situación de espíritu. Lo que aquí Pablo quiere decir antes que nada es esto: también vosotros habéis recibido el gran don de Dios, el Espíritu Santo, cuya efusión fue prometida desde antiguo para los tiempos venideros del Mesías. Con este pensamiento central se unen estos otros dos: el recuerdo del camino, que ha llevado a recibir el sello del Espíritu y que ya era una gracia de Cristo: o sea, el haber oído la palabra de la verdad y el haberla recibido con un corazón fiel; y, en segundo lugar, la alusión al final venturoso, para el que han sido sellados por el Espíritu. Todo esto se apretuja en un solo versículo, tanto más cuanto que Pablo no se dispensa de subrayar cómo todo esto -la proclamación de la palabra, la aceptación de la fe y la sigilación en el Espíritu- fue un acontecimiento logrado «en él».
El Evangelio se llama aquí: «la palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación». Ambas palabras sonaban muy bien en el mundo de Pablo: «verdad» tenía que ver con «sabiduría», y «salvación» con «felicidad». Entonces como hoy, más que hoy, en todas partes se pronunciaban con elogio estas expresiones: «palabras de la verdad» y «caminos de salvación». Podemos imaginarnos lo que esto significó cuando en medio de esta confusión irrumpió Pablo -prejuzgado ya en la opinión pública como judío y, como tal, de poca o ninguna representación- con la pretensión de ser un enviado del verdadero Dios, y con una audacia y una confianza que no son de este mundo, predica sin más la verdad y la salvación: con su palabra, con toda su vida, que es «el incienso ofrecido por Cristo a Dios, tanto para los que se salvan como para los que se pierden: para éstos es un olor mortal que mata, para aquéllos un olor vital que vivifica» (2Co 2:15s). De esta poderosa conciencia de la misión habla Pablo, cuando a su predicación la llama solamente «la palabra de la verdad» y «la buena nueva de nuestra salvación». él mismo se reconoce como Apóstol de aquellos a los que no ha predicado (como aquí), pero que «oyeron» el mensaje y pertenecen a la órbita de su actividad misionera. En definitiva, lo que aquí nos enseña Pablo es la conciencia de misión, conciencia cristiana que supera y sobrevive al mundo.
«Después de haber creído»: esto dice san Pablo, que traducido a nuestro lenguaje es: se han hecho cristianos por la fe y el bautismo. Y así han sido sellados «con el Espíritu Santo de la promesa». Lo que aquí choca un poco es la manera como Pablo habla de la tercera persona de la Santísima Trinidad, que es también Dios juntamente con el Padre y con el Hijo y que aquí se le nombra como un «sello», lo cual nos sugiere más bien una propiedad de Dios. Pablo habla del Espíritu Santo, como una cosa, un instrumento de Dios: es sello por el hecho de habitar personalmente con todo su poder y magnificencia. ¿Se han trocado los papeles? El templo es para Dios, no Dios para el templo; y aquí el huésped divino es donado a lo mejor de su templo, para que lo santifique, lo conserve, lo purifique y lo haga agradable al Padre.
Esto es lo maravilloso del amor divino: el hombre, esencialmente ordenado sólo a Dios como último fin, se convierte ahora -en el plan de salvación- en el medio, el centro de atención de las tres divinas personas. Y en este caso el amor aporta realmente cierta plenitud. Pablo, en su forma de hablar, toma este amor completamente en serio: como Dios actúa sólo el Padre; el Hijo es hombre y mediador, aún más, el precio con que Dios adquiere lo que ya era suyo; y el Espíritu Santo es la garantía personal de nuestra pertenencia a Dios. Por eso Pablo no ora como nosotros: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo», sino que usa la fórmula de la antigua Iglesia (anterior al arrianismo): «Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo». Las luchas sostenidas en pro de la verdadera divinidad de Cristo y del Espíritu Santo nos han aportado una preciosa claridad y seguridad; pero ahora, dotados ya de esta seguridad, debemos volver a Pablo, para comprender más profundamente la maravilla del amor, que hizo de Cristo un hombre y mediador, y del Espíritu Santo un sello y garantía de nuestra salvación.
Pero este sello, el Espíritu Santo, en su calidad de sello de nuestra pertenencia a Dios, no es algo que descansa y termina en sí mismo, sino que es una fuerza operante. Así fue prometido por los profetas para los tiempos del Mesías, y el mismo Pablo se refiere a ello, cuando lo llama «el Espíritu Santo de la promesa». Pedro, en su discurso de pentecostés, citaba al profeta Joel: la efusión del Espíritu es el signo de la irrupción de la era mesiánica (Hec 2:17-21). Pero mucho más significativo es el célebre texto de Ezequiel (Hec 36:26s): «Os daré un nuevo corazón, y pondré en medio de vosotros un nuevo espíritu, …y pondré el espíritu mío en medio de vosotros, y haré que guardéis mis preceptos y observéis mis leyes». Así pues, lo que el «Espíritu de la promesa» como «sello» de nuestra pertenencia a Dios obra en nuestros corazones, no es más que un gozoso y espiritual acceso a la voluntad y al mandato de Dios.
«Prenda de nuestra herencia» es llamado el Espíritu Santo. Su presencia, por muy digna de altísima estima que sea, no se resalta como un valor en sí, sino con relación al fin, para el que se nos da. «Prenda» o «señal» es el pago parcial que se entrega como prueba de que la suma total será satisfecha. Esta se llama «nuestra herencia» y nos recuerda de nuevo nuestra filiación divina, de la que ya se ha hablado (Hec 1:5). «Y si hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo» (Rom 8:17). La herencia será el mismo Dios en su gloria. Y como quiera que la prenda es de la misma naturaleza que la suma total, resulta que la prenda es ya Dios mismo, aunque todavía encubierto: el Espíritu Santo. Merece la pena penetrar un poco en la profundidad de este pensamiento: Dios «adquirió» para sí a Israel y a la Iglesia, y, en consecuencia, nosotros nos podemos sentir seguros, agarrados a la mano protectora del Padre todopoderoso.
Pero ¿cómo se explica que aquí se hable, con tanta naturalidad, de la redención como de algo futuro? ¿No se nos ha dicho ya en el himno que «hemos sido agraciados en el Amado, en él tenemos la redención por medio de su sangre» (v. 6.7)? He aquí la propiedad de la existencia cristiana tal como la presenta san Pablo: las grandes realidades de nuestra fe son ya presencia, fundamental y radicalmente, según su esencia; y, sin embargo, vamos camino de su consumación. Tenemos el cumplimiento de lo prometido, pero no la plena consumación. Estamos redimidos, tenemos en Cristo la redención, pero sólo en el día del Señor alcanzará su máxima virtualidad. Como cristianos pertenecemos a dos mundos. Esta es la dificultad de nuestra existencia cristiana, pero al mismo tiempo es nuestro consuelo. «Para alabanza de su gloria». Acabamos de ver cómo la sigilación con el Espíritu Santo tiene por finalidad «nuestra redención». Pero el hombre -como hemos visto- no puede ser al mismo tiempo el último fin del hombre y último objetivo propio. Por eso al terminar subraya Pablo por tercera vez la gran verdad: como Dios es la fuente de todo, también es el fin último de todo. Y así nuestro himno no podía terminar sino con estas palabras: «para alabanza de su gloria».
II. GRATITUD Y PETICIÓN DEL APÓSTOL (1,15-23).
1. GRATITUD POR LA FE Y EL AMOR DE LOS DESTINATARIOS (1/15-16).
15 Por eso, por lo que a mí toca, habiendo oído hablar de la fe que hay entre vosotros en el Señor Jesús, y del amor a todos los santos, 16 recordándoos en mis oraciones, no ceso de dar gracias por vosotros.
Aquí empieza propiamente la carta con esa característica acción de gracias que encabeza casi todos los escritos de san Pablo. El hecho de que esta acción de gracias esté ligada al himno anterior con la expresión «por eso» aporta una nueva luz a la comprensión de la carta: mientras más claro brilla en lo precedente la actuación de Dios, más hondamente deben sentir Pablo y sus lectores cuán grande es aquella fe y aquel amor con que los destinatarios se entregan al plan de Dios y se muestran dignos de su gracia y bendición.
Pablo ha oído hablar de su «fe en el Señor Jesús». Esta expresión «en el Señor Jesús» no es propiamente el objeto directo de la fe: creer en el Señor Jesús, sino que es el fundamento en que se apoya la vida de fe: «en él».
El amor en segundo lugar, aunque propiamente se trata de lo mismo: «La fe, que actúa a través del amor» (Gal 5:6). «Amor a todos los santos», o sea algo muy distinto y superior a la simple amabilidad humana. Es un amor que en cada bautizado ve a un verdadero hermano en Cristo. Es hermano, porque en el bautismo ha nacido del mismo seno materno y está unido con los que lo aman por la única y misma vida de Cristo. Y así amar es realmente lo mismo que creer.
Cierto que no todo era perfecto en aquellas comunidades, pero para Pablo cualquier demostración de fe y de amor era ya obra de Dios. Esta característica paulina, creada por el Apóstol como encabezamiento de las cartas, cristalizó en una fórmula habitual: Pablo ve lo bueno, siempre y primero lo bueno, aun en medio de lo imperfecto; todo esto es un don de Dios… Por eso la acción de gracias…
2. PETICIÓN DEL ESPÍRITU EN BENEFICIO DE ELLOS (1/17-23).
a) Que conozcan a Dios (Gal 1:17).
17 Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él…
Pablo pide para los suyos un conocimiento creciente en la fe. El fundamento de esta especial confianza, con la que ora, se expresa en la forma como habla de Dios, del cual espera el cumplimiento de su petición. Para él, Dios es aquí «el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria». Ya el himno introductorio había empezado así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Muchos comentaristas creen que hay que pulir un poco la frase, quitando el artículo (el Dios) y traduciendo: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor…» Pero aquí, en nuestro pasaje, no evitan la presunta dureza, que para nuestra sensibilidad entraña el que Pablo hable de «el Dios de Jesucristo». Por lo tanto, no hay que pulir nada, sino aprender cómo Pablo toma completamente en serio -a pesar de ser un perfecto conocedor de la divinidad de Cristo 7- su calidad de hombre y mediador. El texto medular es sin duda 1Ti 2:5, ya que ningún teólogo occidental se hubiera atrevido a formular así: «Hay un solo Dios, y hay también un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús». Pablo subraya en forma típicamente oriental la verdad parcial, que en aquel momento le interesa, con una agudeza y decisión que nos llena de asombro; y deja al lector el campo abierto para acudir a otros textos que exponen con la misma claridad la otra cara de la verdad.
«El Dios de nuestro Señor Jesucristo» es para Pablo ante todo el Dios al que Jesucristo, como criatura y hombre, se ha dirigido y ha orado. Pero hay más aún: con esta expresión se trata de aumentar al máximo la confianza del orante. Por eso ora al Dios, en el que Jesucristo nos ha enseñado a ver nuestro Padre. Al Dios, que nos ha dado su propio Hijo: «¿Cómo no nos va a dar, juntamente con él, todo lo demás?» (Rom 8:32). Sobre todo, al Dios, ante el cual «nuestro Señor Jesucristo» realmente nos pertenece, y a cuyo lado está como mediador nuestro, y por eso puede decir: «Cuando pidiereis algo al Padre en mi nombre, os lo concederá» ( Jua 16:23; cf. 15,16).
Pablo llama a Dios «el Padre de la gloria». Esta expresión semítica es equivalente a esta otra: «el Padre en su gloria», o aquí en este caso: «el Padre por causa de su gloria». Esto quiere decir que Pablo ve aquí una garantía de que Dios está dispuesto a escuchar. El concepto hebreo bíblico de gloria de Dios, al que Pablo se refiere, dice mucho más que la simple noción de gloria. La palabra kabod significa primeramente gravedad, peso, plenitud y, por consiguiente, riqueza. Pablo se dirige aquí al Dios rico, ya que se reconoce a sí mismo como pobre e indigente. Es el creyente que se dirige a Dios, a quien considera tan soberanamente rico en su felicidad divina, que la hace desbordar como un don de amor y de gracia.
Esto significa kabod, pero también quiere decir «gloria» y se refiere con ello a un Dios que busca su gloria y la encuentra en el don. Cuando el hombre del Antiguo Testamento pide que Dios «glorifique» o «santifique» su nombre, quiere decir con ello que Dios debe mostrarse, por medio de su actuación socorredora, dador, salvador, benévolo (cf. /Ez/39/25-29).
En este sentido ora Jesús: «glorifica tu nombre», y desde el cielo viene la respuesta: «Lo he glorificado y lo glOrificaré de nuevo» (Jn ]2,27s). En este sentido nos ha enseñado Jesús a orar: «Santificado sea tu nombre», o sea primero y ante todo Dios mismo. Y cuando se dirige a Dios como el «Padre de la gloria», quiere con ello referirse a Dios, 1.° como soberanamente rico, 2.° como aquel que busca y realiza su gloria, «para alabanza de su gloria» (v. 6.12.14), y juntamente con esto está, 3.° tácitamente incluida la promesa de que, cuando Dios se glorifica en nosotros, no debemos retener nada en nosotros, sino que en acción de gracias y alabanza debemos hacer revertir a él toda la gloria 8.
El objeto de la oración es: «espíritu de sabiduría y de revelación». «Espíritu de sabiduría», o sea una sabiduría como don y realización del Espíritu. «Sabiduría», en la antigüedad, significaba un saber vital. Y así Pablo pide que nuestra fe (y naturalmente Dios) se convierta realmente en una fuerza impulsora de nuestra vida; que domine todo nuestro pensar y nuestro hacer, nuestros méritos y nuestros deseos. Y así hay una acción recíproca, pues el obrar produce un conocimiento más profundo. Nada hace a la fe más viva que el hecho de vivirla (cf. Jua 7:17).
Y «de revelación». Igualmente se trata aquí de un don del Espíritu (kharisma), que el mismo Apóstol se atribuye (ICar 14,6), lo presupone en los otros (1Co 14:26) y en nuestro texto lo desea a sus fieles. Se trata aquí no de una revelación y conocimiento de nuevas verdades, sino de un descubrimiento subjetivo de la verdad conocida ya en la fe, de una interiorización más profunda y más vital. Partiendo de la misma raíz -«revelar» o «desvelar»-, es como si se levantara un velo o cayera una cortina o -por decirlo así- como si amaneciera en nuestro interior. Era ya algo «sabido», y sin embargo es como si abriéramos los ojos por primera vez.
Ambas cosas -el espíritu de sabiduría y de revelación- deben servir al «conocimiento de él». Naturalmente sólo puede significarse aquí un conocimiento profundo. La palabra usada es explicada una vez por el mismo Pablo en el sentido de «toda la riqueza de la plenitud de la inteligencia» (Col 2:2), lo que viene a significar: toda la riqueza de una inteligencia que produce una profunda plenitud interior.
CON-D: Ahora bien, en el lenguaje bíblico «conocer a Dios» no quiere decir nunca (como entre los griegos) conocer la existencia o la esencia de Dios. Se refiere fundamentalmente a conocer la actuación de Dios, los caminos de Dios, la voluntad de Dios. Y esto no con una concepción fría y objetiva, sino con un conocimiento que es más propiamente «reconocimiento» y comprensión amorosa 9. Y así aquí el «conocimiento de Dios» es solamente una fórmula abreviada de todo lo que a continuación se presenta como objeto del conocimiento: la actuación de Dios, sobre todo respecto a nosotros.
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7. Cf. Flp 2:7.11; Col 1:15; Col 2:9; Rom 9:5.
8. Compárese cómo el pensamiento en la gloria de Dios empuja ya a Pablo en su momento de orar:Rom 3:16; Col 1:11.
9. Cf. Jer 2:8; Jer 9:5; Jer 22:16.
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b) Que conozcan la meta gloriosa de la esperanza cristiana (Jer 1:18).
…18 iluminados los ojos de vuestro corazón, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamada, cuál la riqueza de la gloria de su herencia entre los santos.
«Iluminados los ojos de vuestro corazón»: Cuando un semita habla de «corazón», quiere con ello significar la sede de todas las facultades superiores, muy principalmente del conocimiento. Pero para él, mucho más que para nosotros, conocer, sentir, querer e incluso actuar forman un todo indivisible. Y así, a través de este rodeo, es correcta nuestra primera y espontánea manera de entender la expresión de ojos «del corazón», refiriéndola a la verdad profunda, que realmente no se da sin una colaboración activa del corazón, es decir, sin amor.
¿Y qué tienen que conocer? Pablo ha oído hablar de la fe y del amor de los destinatarios de la carta, y da gracias por ello. Pero ahora pide que se les conceda el pleno conocimiento de la esperanza. La esperanza cristiana tiene en nuestra carta un papel preponderante. Ya al principio del himno introductorio, produciéndonos no pequeña sorpresa, ha colocado en el cielo «toda la bendición espiritual» con la que Dios nos ha bendecido. Y de esto mismo se trata aquí nuevamente en primer lugar y con más detalles. Pero no se trata de las cosas que hay que conocer, y que de hecho son archisabidas por el más simple de los creyentes; no se trata propiamente de un saber, sino de un comprender hondamente, de un juzgar y valorar en lo profundo del alma, de un dejarse aprehender por lo inefable, que se nos ha dado y que nos aguarda.
Pablo habría podido decir: «cuál es la esperanza de nuestra llamada, cuál la gloria de nuestra herencia». Sin embargo, dice: «cuál es la esperanza de su llamada y cuál la riqueza de la gloria de su herencia». Es una pequeña diferencia, pero tiene su importancia: ¡qué esperanza no será aquella a la que Dios mismo nos ha llamado, y qué herencia aquella que es también herencia de Dios! Esto equivale a tomar a Dios mismo como punto de comparación y de medida. Obsérvese la gradación, claramente perceptible en los dos miembros de la frase, gradación que en el tercero se desarrolla aún más: así el pensamiento de Pablo avanza y se robustece.
«…entre los santos». Para Pablo la gloria, hacia la que vamos, es una gloria esencialmente comunitaria, y en esto precisamente consiste su felicidad. Con esto se confirma maravillosamente aquello de que una alegría participada es una doble alegría. Así como en la misma vida terrena de la Iglesia, piensa Pablo menos en los individuos que en el conjunto, de la misma manera para él la felicidad del cielo es esencialmente un coro de muchas voces llenas de júbilo.
c) Cristo, garantía de nuestra esperanza (1,19-23).
…19 y cuál la extraordinaria grandeza de su poder con respecto a nosotros los que creemos, según la medida de la acción de su poderosa fuerza, 20 que desplegó en Cristo resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, y virtud, dominación y todo nombre que se nombre no sólo en este «eón», sino en el venidero.
La tercera cosa, cuyo conocimiento pide el Apóstol, es para él tan grande, que no encuentra suficiente una insistente acumulación de expresiones para referirse a «la extraordinaria grandeza de su poder con respecto a nosotros los que creemos»; grandeza que se refiere a lo que el poder omnipotente de Dios ha hecho en Jesucristo. Pero ¿cómo se pueden unir estas cosas? ¿Cómo es posible que la acción de Dios, realizada de una vez para siempre en su propio Hijo, sea la medida de su «poder con respecto a nosotros los creyentes»? Aquí recurre de nuevo el pensamiento fundamental de 2,5 ss: lo que el Padre ha hecho a Cristo, lo ha hecho a nosotros los creyentes: pues al ser bautizados en la muerte y resurrección de Cristo hemos recibido una comunidad de vida y de destino, que únicamente puede producirse por la unidad vital de la cabeza y los miembros. Sólo desde esta perspectiva se comprende que Pablo mida con la glorificación de Cristo la fuerza que Dios ha de demostrar -por no decir que ya ha demostrado- con respecto a los creyentes. Otra observación: aquí no se nos enseña nada nuevo; sólo se nos recuerda algo ya supuesto previamente. El lector podrá quizá sorprenderse por la redundancia del lenguaje usado por Pablo. Pero debemos recordar que para la sensibilidad religiosa del Apóstol la resurrección del Señor y nuestra propia resurrección -futura, pero ya fundamentalmente comenzada- era un pilar inamovible en su vida de fe. «Sentarle a su derecha en el cielo» es una expresión bíblica para indicar con ella que Cristo, por su glorificación, ha sido introducido en el ámbito del pleno señorío divino.
Algo extraño nos resulta leer aquí que la primacía de Cristo es concebida como una supremacía sobre todas las potencias angélicas. Por primera vez se nombran en la carta estas potencias, y volverán a aparecer hasta ser presentadas como potencias hostiles (6,11s). De estas potencias se habla muy frecuentemente en las dos epístolas gemelas -a los Colosenses y a los Efesios-, precisamente porque en la región de éfeso se había iniciado un falso culto a los ángeles y a las potencias, para menoscabar la validez universal de Cristo en el plano de la salvación. Pablo habla aquí desde el punto de vista de sus adversarios, sin tomar quizá posición respecto a la existencia de estas potencias. Mucho menos piensa en clasificarlas o en exponer una angelología. La multiplicidad de jerarquías angélicas le viene muy bien para destacar, con una plenitud literariamente expresiva, el único pensamiento verdaderamente importante, o sea que Jesucristo, el glorificado, en todo caso domina todo lo que hay y puede haber en la tierra y en la eternidad; lo conocido y lo desconocido, o sea «todo nombre que se nombre»: cualquiera que fuese el sonido pomposo que intente cubrir personalidades misteriosas: «principados, potestades, virtudes, dominaciones» .
No creamos que, por tratarse de algo extraño y propio de aquella época, podamos dispensarnos de la aplicación de este texto a nuestra condición actual. ¿Es realmente Cristo el único señor en nuestra vida? ¿No hay cosas y personas, que se interponen entre Cristo y nosotros e impiden que «resulte él el primero en todo» (/Col/01/18b), como le corresponde? Ciertamente nosotros no admitimos que estas potencias sean en nuestra vida más poderosas que Cristo, pero ¿no lo son cada vez más en realidad?
22 Y lo puso todo debajo de sus pies, y a él lo dio, como cabeza sobre todas las cosas, a la Iglesia, 23 que es precisamente su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todos (o: que lo domina todo en su plenitud).
Se trata de Cristo, elevado sobre todos los cielos y potencias. Para expresar esto, nuestro pensamiento se va instintivamente a consideraciones y expresiones topográficas. Esto tiene una consecuencia: mientras más alto y elevado pensemos a Cristo, más lejos se nos irá. Sin embargo, ocurre todo lo contrario: precisamente por su elevación hace posible aquella realidad misteriosa de la unificación corporal -en un sentido «pneumático» (1Co 15:44)- de la cabeza y los miembros. Así se explica que Pablo haga bajar de nuevo a Cristo desde su altura celestial a nuestro nivel y nos lo muestre -con gran sorpresa nuestra- presente en una zona definida de su universal dominio; ciertamente, en una zona vital: la Iglesia, de la que él es la cabeza.
Cristo, cabeza de la Iglesia he aquí un concepto empleado ya por Pablo en sus cartas a los Corintios y a los Romanos, donde se puede ver el desarrollo sucesivo de la idea. Pero en las cartas de la cautividad (a los Colosenses y a los Efesios), escritas más tarde, este pensamiento llega a ser dominante. La imagen de cuerpo se ha ido formando poco a poco; la Iglesia como cuerpo de Cristo, teniendo a Cristo por cabeza, es la presentación más perfecta de esta concepción. Así ha enseñado el Apóstol, a lo largo de su vida, a sentir y a ver a la Iglesia. El texto, que comentamos, es uno de los testimonios más expresivos al respecto.
La conexión con lo anterior se obtiene a través de la cita bíblica de 1,22: «Y puso todo debajo de sus pies» (/Sal/008/07). Literalmente el salmo se refiere a la metáfora de un rey que manifiesta su victoria poniendo el pie sobre el cuello del enemigo vencido. Con esto se completa lo que en 1,19-21 se dice sobre el poder y la altura del Señor glorificado. Este señorío se expresa de una manera condensada en la pequeña palabra «todo». Todo, el conjunto total, en todas las zonas y regiones, sobre todo en el mundo invisible del espíritu, lo ha sometido Dios a él. Es la misma expresión de la carta a los Hebreos: «Dios lo ha sometido todo a él y no ha dejado nada que no se lo haya sometido» (2,8). En este pasaje se amplía y se ilumina de nuevo la soberanía universal de Cristo en conexión con la Iglesia.
Dios «lo dio como cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia». Esto quiere decir, en primer lugar, que esta soberanía sobre todas las cosas la ejerce Cristo como cabeza de la Iglesia. La Iglesia no está al margen del «todo» -de toda la realidad del mundo-, pero tampoco se reduce a ser una parte de este conjunto cósmico, separada de él o incluida en él; sino que, por el contrario, Cristo es cabeza de toda la realidad cósmica por ser cabeza de la Iglesia. Su soberanía sobre todas las cosas la ejerce como cabeza de la Iglesia. Iglesia y mundo, la superioridad espiritual de Cristo y su «soberanía» cósmica, son una misma cosa. Pensamiento atrevido y robusto, en cuya profundidad hay que sumergirse para captar toda su fuerza…
Dios ha hecho a Cristo no solamente Señor del universo, sino que le ha dado esta tarea en calidad de cabeza de su cuerpo, la Iglesia. Este misterio penetra nuestra carta desde el principio hasta el fin. En esta imagen se concentra la perspectiva de una verdad que iremos considerando cuidadosamente en conexión con otros pasajes de la epístola. Con ello también se dice que cabeza y cuerpo, Cristo e Iglesia forman una unidad indisoluble. Los miembros de un cuerpo y su parte principal, la cabeza, son una unidad. El que está en la Iglesia y fue llamado a ella y en ella bautizado, pertenece a Cristo tan íntimamente como la mano o el corazón a su propio cuerpo. Una separación de la Iglesia, incluso un interior alejamiento de su fuerza vital y del fuego de la gracia, es siempre también separación y alejamiento de Cristo…
Aún más: la metáfora significa que la Iglesia está sometida a Cristo como a su cabeza. La cabeza ejerce la soberanía; los demás miembros obedecen. De la cabeza proceden la dirección y la guía. Y así como Dios ha dado al Señor el universo como ámbito de su soberanía, así también lo ha puesto al frente de la Iglesia. El camino hacia esta altísima gloria y dignidad pasó por la humillación. De la gloria a la humillación y de la humillación a la gloria: éste es el camino del Redentor. él es el Señor propio de la Iglesia, y toda la dirección que en ella se realiza en palabra y obra por parte de los obispos y el papa, no es más que una realización de la cabeza invisible. A él, Señor y soberano del universo, ofrecemos nuestro acatamiento y nuestra humilde obediencia…
La metáfora dice todavía más: toda vida y crecimiento de la Iglesia viene de Cristo. La gracia, la vida, que circula por el cuerpo, son vida y gracia de la cabeza. Allí está la fuente, el origen, el «sacramento primario». El que entra en el torrente circulatorio de esta vida, o sea en la Iglesia, será constantemente alimentado, fortalecido, fecundado y vivificado por esta cabeza, para crecer en todos sentidos en servicio de los otros, para edificación y plenificación, cada vez mayor, de todo el cuerpo…
En una palabra: la lglesia como cuerpo visible es la manifestación de la cabeza invisible, o sea «Cristo visible» en este mundo. Y siendo la Iglesia el cuerpo de Cristo, tiene la misma tarea que hubo de cumplir el cuerpo físico de Cristo en su vida terrena: ser instrumento visible para introducir en el mundo invisible. En los miembros y en el organismo visible de la Iglesia en el mundo se debe ver y experimentar lo que es su misterio íntimo, únicamente accesible a la fe. Un miembro en la Iglesia, un hombre «en Cristo» y la Iglesia como totalidad: he aquí la personificación y la presencia visible del Señor invisible. Pero esta soberanía de Cristo no puede vivirse en un contexto de poder o de juego de fuerzas políticas, sino como soberanía sobre el mal en sus múltiples formas. ¡Qué tarea y responsabilidad para cada miembro de la comunidad y para toda la Iglesia!
Al lado de esta definición de la Iglesia hay una segunda, que no es nada fácil de entender: (la Iglesia), «que es precisamente su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todos». ¿Qué significa esto: la Iglesia es la plenitud de Cristo? Se podría entender así: la Iglesia es su «plenitud», porque es llenada por Cristo, regalada y gobernada por él. Pero también así: la Iglesia es su «plenitud», porque ella misma le da a él toda su plenitud, haciendo de Cristo un Cristo perfecto. Ambas interpretaciones dan un sentido profundo y contienen verdad. Pero la cuestión es saber lo que san Pablo quiso realmente decir.
La segunda explicación parece estar más cerca del concepto «cuerpo de Cristo»: la Iglesia es llamada aquí «plenitud» en concepto paralelo con «su cuerpo». La cabeza sin los restantes miembros no forma un todo completo e incluso necesita de ellos para alcanzar la plenitud corporal; igualmente la lglesia, como cuerpo, forma juntamente con la cabeza el Cristo total 10. Así lo han entendido muchos padres en la antigüedad, y muchos comentadores modernos.
La primera explicación, no obstante, parece más acertada: en Cristo se contiene la plenitud de la Iglesia, plenitud que se deriva de aquel que lo llena todo en todos (los miembros). Aquí resalta más la posición supereminente de Cristo. En la carta a los Colosenses se dice expresamente en dos pasajes que en Cristo habita la plenitud (de Dios): «…pues en él tuvo a bien recibir toda la plenitud» (1,19), y más adelante: «pues en éste reside toda la plenitud de la deidad corporalmente» (2,9). Así aparece Cristo como cabeza de la Iglesia, lleno de toda la riqueza y fuerza vital de Dios, de una manera incomparable y única. En calidad de tal, es él también la plenitud de la Iglesia, que participa de esta riqueza y es llenada por él hasta el tope; a esto se refiere Pablo cuando sigue adelante en el pasaje últimamente citado: «…y vosotros habéis sido llenados en él» (Col 2:9), en él tenéis la capacidad de participar en esta completa plenitud divina. ¡Qué maravillosa visión de la Iglesia! Tres grandes círculos de ideas se entrecruzan: Cristo plenitud, Cristo cabeza de la Iglesia, Cristo cabeza del universo: su dignidad de Dios, su significación para la Iglesia y su posición soberana en el universo están íntimamente ligadas entre sí. De este modo, nuestra Iglesia corporal en nuestro pequeño mundo viene a ser como una plataforma, de la que parte Cristo y de la que se sirve para llevar a su plenitud a toda la creación y realizar de ese modo el «misterio de su voluntad», o sea: «recapitular todas las cosas en Cristo, las que están en los cielos y las que están en la tierra, en él» (Col 1:10).
Así pues, todo el universo está proyectado hacia Cristo, pero la Iglesia es como el espacio, en el que se ejerce propiamente la soberanía de Cristo, se reconoce y se proclama. Nada que signifique progreso -material, social, científico o cultural- puede permanecer extraño a esta misión consagradora de la Iglesia. Y ningún miembro de la Iglesia puede sustraerse a tener una parte, por modesta que sea, en esta inmensa tarea. Un cristiano no puede menos de actuar como tal en el pequeño mundo que está a su alcance: ahí debe realizar la soberanía de Cristo (Col 1:18). Y así cada pequeño mundo se convierte en un foco de irradiación, y con la fuerza de irradiación concentrada de todos estos pequeños mundos se va realizando la penetración de Cristo en todo el universo.
……………
10. «Plenitud», así entendida, impulsa a entender lo siguiente de Cristo, «que en todo extremo es llenado en todo» (pasivo) o «que en todo extremo se llena en todo» (medio).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
INTRODUCCIÓN
El doctor J. Vernon McGee, que escribió una excelente introducción a esta extraordinaria epístola, dice lo siguiente:
«Cuatro hombres salieron de Roma en el año 62 d.C, para dirigirse a la provincia de Asia, que estaba localizada en lo que hoy conocemos como Asia Menor. Estos viajeros llevaban en su equipaje cuatro de los más sublimes escritos de la fe cristiana; documentos preciosos que serían invalorables si existieran hoy. Roma no llegó a entender el significado de estos escritos salidos de la pluma de un prisionero desconocido, si lo hubiera sabido habría buscado a estos mensajeros y destruido las cartas.
Cuando se despedían del apóstol, Pablo les entregó a cada uno una epístola para llevarla a sus propias comunidades. Estas cuatro cartas son conocidas como “las epístolas carcelarias de Pablo”, debido a que las escribió mientras se hallaba prisionero en Roma esperando la vista de su causa ante el emperador Nerón, a quien el apóstol había apelado en su derecho como ciudadano romano.
Podemos identificar bien a estos cuatro hombres y sus respectivos destinos:
1. Epafrodito de Filipos (Flp 4:18) llevó la carta a los Filipenses.
2. Tíquico de Éfeso (Efe 6:21) llevó la carta a los Efesios.
3. Epafras de Colosas (Col 4:12) llevó la carta a los Colosenses.
4. Onésimo, un esclavo de Colosas (Flm 1:10), llevó la carta a Filemón (quien era su amo).
Estas cuatro cartas presentan un cuadro bien compuesto de Cristo, la iglesia y la vida cristiana, y el funcionamiento e interrelaciones de todos ellos. Estas diferentes facetas presentan la vida cristiana en su más alta expresión.
EFESIOS nos presenta “a la Iglesia que es su cuerpo”. Esta es la Iglesia invisible de la que Cristo es la cabeza.
COLOSENSES nos presenta a Cristo, “la cabeza del cuerpo, la Iglesia”. Aquí el énfasis está sobre Cristo más bien que sobre la Iglesia.
FILIPENSES nos habla del cristiano viviendo con Cristo como el elemento dinámico de la vida: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4:13).
FILEMÓN nos presenta la vida cristiana en acción en una sociedad pagana: «Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta» (Flm 1:17-18).
El evangelio se puso en acción en el primer siglo y funcionó.» (Exploring Through Ephesians, P. 3.)
1. La iglesia en Éfeso fue fundada por Pablo durante su segundo viaje misionero.
2. Después de pasar dieciocho meses en Corinto (Hch 18:11), marchó a Éfeso con Aquila y Priscila (Hch 18:18).
3. Se quedó en Éfeso muy poco tiempo pero prometió volver (Hch 18:19-21).
4. Aquila y Priscila permanecieron en Éfeso donde Dios los usó para instruir en los detalles de las Escrituras a un gran predicador llamado Apolos (Hch 18:24-26).
5. Pablo regresó a la ciudad durante su tercer viaje misionero y se quedó durante tres años (Hch 19:8-10; Hch 20:31.
6. Su estadía en Éfeso quedó marcada por tres eventos notables:
a. La experiencia de los discípulos de Juan (Hch 19:1-12).
b. El caso de adivinación de los hijos de Esceva (Hch 19:13-20).
c. El episodio de los defensores de Diana (Hch 19:21-41).
7. Durante su permanencia en Éfeso escribió 1 y 2 Corintios. (Véase 1Co 16:8-9.)
8. Obró muchos milagros (Hch 19:12).
9. Los ancianos de la iglesia de Éfeso le visitaron más tarde en Mileto, durante una breve parada allí en su camino a Jerusalén (Hch 20:16-38).
10. Se cree que Pablo se refiere a esta carta en Col 4:16.
11. Los creyentes de Éfeso fueron los únicos que recibieron más de una carta de un escritor bíblico. El apóstol Juan les envió también un mensaje (Apo 2:1-7).
12. Esta iglesia disfrutó más que ninguna otra de grandes predicadores. Entre ellos estaban Pablo, Apolos, Juan y Timoteo.
13. Efesios es como el libro de Josué del Antiguo Testamento.
14. El doctor Pierson la llamó «la tercera epístola celestial de Pablo». Se ha hablado de ella como los Alpes del Nuevo Testamento, como la cumbre de las Escrituras.
I. La Iglesia es comparada con un cuerpo (cap. Efe 1:1-23)
A. La creación de este cuerpo (Efe 1:1-14).
1. Fue planeado y llevado a cabo por el Padre (Efe 1:1-6).
Nos bendijo.
Nos escogió.
Nos predestinó.
Nos adoptó.
Nos aceptó.
¡Todo esto sucedió antes de la fundación del mundo! (v. Efe 1:4). Notemos lo siguiente en relación con estos seis versículos:
a. Pablo escribe a «los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso». El doctor J. Vernon McGee ha escrito:
«La preposición en cuando precede al nombre de Cristo se convierte en la palabra más importante de esta epístola. Los teólogos han acumulado una buena cantidad de términos teológicos impresionantes para definir nuestra salvación; palabras tales como redención, expiación, justificación, reconciliación, propiciación y sacrificio vicario sustitutorio de Cristo. Estos términos están bien, pues representan aspectos de las muchas facetas de nuestra salvación; pero ninguno, sin embargo, parece del todo adecuado. ¿Qué significa, pues, ser salvos? Esta es una pregunta que la Biblia la responde de la manera más simple: “en Cristo”. Ser salvo significa estar en Cristo. El pecador que ha confiado en Cristo para su salvación tiene tanto derecho en el cielo como Cristo mismo —o no tiene ningún derecho— porque está en Cristo.» (Exploring Through Ephesians, p. 11.)
b. Pablo escribe: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (véase v. Efe 1:3). La palabra «bendito» es eulogetos y significa «hablar bien de, alabar, celebrar».
Este adjetivo se usa sólo para Dios. (Véanse Mar 14:61; Luc 1:68; Rom 1:25; Rom 9:5; 2Co 1:3; 2Co 11:31; Efe 1:3; 1Pe 1:3.)
Cuando la palabra «bendito» se refiere al hombre, el término griego es makarios, y se traduce por «bienaventurado o feliz». (Véase Mat 5:3-11.) Es decir, Dios desea que sus hijos lo bendigan hablando bien acerca de él. Además, Dios lo escucha y lo registra en su libro de memorias. (Véase Mal 3:16.)
Notamos también que Pablo distingue cuidadosamente la diferencia entre la relación de Cristo con el Padre y nuestra relación con él. Véase también Jua 20:17 donde Jesús hace lo mismo. (Véanse también Jua 1:14, Jua 1:18; Jua 3:16-18; 1Jn 4:9; Apo 1:5.)
2. Fue comprado y adquirido por el Hijo (Efe 1:7-12).
a. Nos redimió.
b. Nos perdonó.
c. Nos reveló la voluntad y el camino de Dios.
d. Nos aseguró una herencia.
e. Reunió «todas las cosas…así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Efe 1:10).
f. Todo esto ocurrió «en la dispensación del cumplimiento de los tiempos» (véase Efe 1:10).
Nota especial: La palabra de la que se traduce «dispensación» aquí es oikonomia, y se emplea tres veces en el texto griego de Efesios. El apóstol escribe en relación con:
(1) La dispensación del cumplimiento de los tiempos (Efe 1:10).
(2) De la administración [o dispensación] de la gracia de Dios (Efe 3:2).
(3) La dispensación del misterio (Efe 3:9). Creo que nos será de ayuda el que definamos ahora el concepto de dispensacionalismo como aparece desarrollado por Pablo.
La palabra griega oikonomia la encontramos diecinueve veces en el Nuevo Testamento, y la encontramos traducida por los siguientes términos en español:
Mayordomo (Luc 3:8; Luc 12:42; Luc 16:11; 1Co 4:1-2; Tit 1:7; 1Pe 4:10).
Mayordomía (Luc 16:2-4).
Comisión, dispensación, administración (1Co 9:17; Efe 1:10; Efe 3:2; Col 1:25).
Dispensación (Efe 3:9).
Edificación (1Ti 1:4).
Veamos las siguientes definiciones de dispensación:
«Es un período durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios» (De la Biblia Anotada de Scofield, p. 4.)
De manera que la idea esencial de la palabra dispensación es la del manejo o administración de los asuntos de una familia.
«En cuanto al uso de la palabra en las Escrituras se refiere, una dispensación puede definirse como una mayordomía, una administración, una supervisión o el manejo de los bienes de otro. Como hemos visto, esto incluye responsabilidad, el rendir cuentas, y la fidelidad por parte del mayordomo…. una dispensación es primordialmente un arreglo de mayordomía y no un tiempo determinado (aunque obviamente el convenio existirá durante un cierto período)…. “Una dispensación es básicamente el convenio y no el tiempo; y una definición adecuada tendrá esto en consideración. Una definición breve de una dispensación es como sigue: Una dispensación es una economía, o administración, distinguible en el cumplimiento del propósito de Dios.”» (Charles C. Ryrie, Dispensacionalismo hoy, Editorial Portavoz, pp. 29–30.)
En resumen: el dispensacionalismo contempla el mundo como una casa de familia dirigida por Dios. El Señor dispensa o administra los asuntos de este mundo-hogar conforme a su voluntad y según las diferentes etapas de la revelación en el proceso del tiempo. Estas diferentes etapas marcan distintamente las varias economías en la realización de su propósito total, y estas economías son las dispensaciones.
«Una dispensación es una período de tiempo en el que se expresa la perspectiva divina de la historia humana. En otras palabras, las dispensaciones son las categorías de la historia humana, el bosquejo divino de la historia, la interpretación divina de la historia humana» (R.B. Thieme, Dispensations, p. 8.)
Las divisiones del dispensacionalismo, Se han dado varios números de dispensaciones.
Algunos ven cuatro, Scofield da siete, la siguiente lista sugiere nueve.
(1) La dispensación de la inocencia: desde la creación del hombre hasta su caída (Gén 1:26 — Gén 3:6).
(2) La dispensación de la conciencia: desde la caída del hombre hasta el diluvio (Gén 3:7 — Gén 6:7).
(3) La dispensación del gobierno civil: desde el diluvio hasta la dispersión de Babel (Gén 6:8 — Gén 11:9).
(4) La dispensación de la promesa o el gobierno patriarcal: desde Babel hasta el monte Sinaí (Gén 11:10 — Éxo 18:27).
(5) La dispensación de la ley mosaica: desde el monte Sinaí hasta Pentecostés (Éxo 19:1 — Hch 1:26).
(6) La dispensación de la esposa del Cordero: la Iglesia: desde Pentecostés hasta el rapto (Hch 2:1 — Apo 5:14).
(7) La dispensación de la ira del Cordero: la tribulación: desde el rapto hasta la Segunda Venida (Apo 6:1 — Apo 20:3).
(8) La dispensación del gobierno del Cordero: el milenio: desde la Segunda Venida hasta el juicio del gran trono blanco (Apo 20:4-15).
(9) La dispensación de la nueva creación del Cordero: el mundo sin fin: desde el juicio del gran trono blanco hasta la eternidad (Apo 21:1 — Apo 22:21).
Al tener este bosquejo en mente, uno puede ver que en Efe 1:10; Efe 3:2, Efe 3:9, Pablo está describiendo la sexta dispensación, esto es, la de la Iglesia.
3. Fue enseñado y protegido por el Espíritu (Efe 1:13-14).
a. Él nos sella, lo que indica:
(1) Propiedad (1Co 6:19-20; 2Ti 2:19).
(2) Seguridad (Efe 4:30).
(3) Obra terminada (Jer 32:9-10; Jua 17:4; Jua 19:30).
b. Se convierte en nuestras arras. Las arras es algo de valor (dinero, joyas) que se entrega en garantía del cumplimiento de un compromiso. Todo esto sucedió en el momento de la salvación.
Nota: Es llamado «el Espíritu Santo de la promesa» (Efe 1:13) debido a que Cristo mismo había prometido que vendría. (Véanse Jua 14:16-17; Jua 16:7, Jua 16:13; Hch 1:4-5) En el versículo Efe 1:14 tenemos la tercera y última doxología que hallamos en estos pocos versículos. (Véanse los versículos Efe 1:6; Efe 1:12; Efe 1:14.)
B. La consagración de este cuerpo (Efe 1:15-23). Pablo pidió en ferviente oración que la iglesia de Éfeso pudiera conocer:
1. Al Dios de la gloria.
«Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él» (Efe 1:17).
2. La gloria de Dios.
a. Como se ve en sus santos. Pablo había orado pidiendo que pudieran conocer la persona de Dios, y ahora pide que puedan conocer también el programa y el poder de Dios.
«Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza» (Efe 1:18-19).
b. Como se ve en su Hijo.
«La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero» (Efe 1:20-21). (Véanse también Rom 8:38; Efe 3:10; Efe 6:12; Col 1:16; 1Pe 3:22.)
c. Como se ve en su iglesia.
«Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo» (Efe 1:22-23).
De manera que el creyente lucha desde la victoria y no por la victoria. Dios ha actuado ya y hemos ganado. (Véanse también Mat 28:18; Sal 8:6; Sal 110:1; 1Co 15:25-26.)
II. La iglesia es comparada con un templo (cap. Efe 2:1-22).
A. Lo que una vez éramos (Efe 2:1-3, Efe 2:11-12).
1. Estábamos muertos en delitos y pecados.
2. Obedientes a Satanás.
3. Éramos hijos de ira (por naturaleza y por elección).
4. Vivíamos en los deseos de la carne.
5. Estábamos separados de Cristo.
6. Alejados de la ciudadanía de Israel.
7. Ajenos a los pactos de la promesa.
8. Sin esperanza.
9. Sin Dios en el mundo.
B. Lo que Dios hizo (Efe 2:4-6).
1. Nos amó con misericordia.
2. Nos dio vida en Cristo.
3. Nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales.
C. El Por qué lo hizo Dios (Efe 2:7). «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.»
De manera que nosotros, que tan cumplidamente merecíamos su ira, mostraremos su gracia por toda la eternidad.
D. Cómo lo hizo Dios (Efe 2:8-9, Efe 2:13).
1. Por gracia mediante la fe.
2. Totalmente aparte de todo mérito humano.
3. Por medio de la sangre de Cristo.
E. Lo que ahora somos (Efe 2:10; Efe 2:14-22).
1. Somos hechura de Dios. El término griego para hechura (Efe 2:10) es poema, de donde procede nuestra palabra poema. Dios tiene atesorados dos poemas en este universo:
a. El poema de la creación (véanse Rom 1:20; Apo 4:11).
b. El poema de la salvación (véanse Efe 2:10; Apo 5:9). Podemos, pues, estar seguros de nuestra salvación. Esta salvación no es por obras (Efe 2:8-9), pero sí para producir buenas obras (Efe 2:10).
2. Nosotros los gentiles estamos unidos a Israel en Cristo. Porque él nos reconcilia con Dios en un solo cuerpo (Efe 2:16). Crisóstomo escribió una vez:
«Esto no quiere decir que nos ha elevado a la alta dignidad de ellos, sino que nos ha puesto a ambos en una dignidad superior. Les daré una ilustración. Imaginemos que hay dos estatuas, una de plata y la otra de plomo, y las dos son fundidas, y de las dos sale oro. Así nos ha hecho él uno de los dos.»
3. Se nos asegura que tenemos acceso al Padre (Efe 2:18).
4. Somos «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» (Efe 2:20).
5. Nosotros somos también «un edificio, bien coordinado… para ser un templo santo en el Señor… para morada de Dios en el Espíritu» (Efe 2:21-22).
III. La Iglesia es asemejada a un misterio (cap. Efe 3:1-21).
A. Su explicación de este misterio (Efe 3:1-13). Pablo abre su corazón.
1. El cuándo de este misterio:
«Que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu» (Efe 3:5).
Cualquiera que sea este misterio, Pablo nos declara aquí que lo santos del Antiguo Testamento no supieron de él.
2. El qué de este misterio:
«Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio» (Efe 3:6).
En el Antiguo Testamento se conocía la salvación de los gentiles, pero por medio de hacerse prosélitos de los judíos (véanse Isa 11:10, Isa 42:6; Isa 60:3; Zac 2:11; Mal 1:11). Compare estos versículos del Antiguo Testamento con Efe 3:5-6; Rom 16:25; Col 1:26.
3. El quién de este misterio:
«Del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo» (Efe 3:7-8).
Pablo se presenta aquí a sí mismo como el más pequeño de todos los santos. (Véanse también 1Co 15:8-9; 2Co 12:11; 1Ti 1:15-16.)
4. El porqué de este misterio:
«Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (Efe 3:10).
Y así el mundo se transforma en una universidad donde tanto los demonios como los ángeles pueden estudiar la gracia de Dios. (Véanse también Efe 1:21; Efe 6:12; Col 1:16; Col 2:15; 1Pe 1:12.)
B. Su ruego acerca de este misterio (Efe 3:14-21). Pablo dobla sus rodillas. Hallamos dos grandes oraciones en esta epístola.
1. En Efe 1:15-23 ora por los ojos de los creyentes:
«Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento» (Efe 1:18). Quería que conocieran el tremendo poder de Dios.
2. En Efe 3:14-21 por el corazón de los creyentes:
«Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones» (Efe 3:17) Quería que experimentaran el tierno amor de Cristo.
Notemos rápidamente dos elementos de este amor
3. El alcance de su amor.
a. Abarca toda la familia a lo largo de todo el tiempo (Efe 3:15, véanse también Efe 1:10; Heb 12:23).
b. Se ciñe al miembro individual en el tiempo presente (Efe 3:16, véase también 2Co 4:16).
4. La naturaleza de su amor. «… que excede a todo conocimiento…» (Efe 3:19).
5. La suficiencia del amor de Dios.
«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (Efe 3:20-21).
IV. Se compara la iglesia con un hombre nuevo (cap. Efe 4:1-32).
A. El nuevo hombre y su posición (Efe 4:4-16).
1. La unidad de esta nueva posición (Efe 4:4-6). Siete grandes estabilizadores:
a. Un cuerpo (el cuerpo de Cristo: la Iglesia). (Véanse 1Co 12:12, 1Co 12:27; Efe 5:30.)
b. Un Espíritu (el Espíritu Santo). (Véase 1Co 12:4.)
c. Una esperanza. Las Escrituras declaran que esta esperanza es:
(1) Buena (2Ts 2:16).
(2) Mejor (Heb 7:19).
(3) Bienaventurada (Tit 2:13).
(4) Gloriosa (Col 1:27).
(5) Viva (1Pe 1:3).
(6) Firme (Heb 3:6; Heb 6:11).
(7) Eterna (Tit 3:7).
d. Un Señor (el Salvador) (1Co 12:5).
e. Una Fe (Jud 1:3; 2Co 13:5; 1Co 16:13; Gál 1:23; Flp 1:27; 1Ti 1:2; 1Ti 4:1; 1Ti 5:8; 2Ti 4:7; Tit 1:4).
f. Un bautismo (en el cuerpo de Cristo. Rom 6:3-4; 1Co 12:13; Col 2:9-12; Gál 3:27-28; 1Pe 3:21).
g. Un Dios (El Padre) (Deu 6:4; 1Co 12:6).
2. El unificador de esta nueva posición (Efe 4:7), un gran Salvador.
a. Su viaje (Efe 4:7-10). El doctor Homer Kent escribe lo siguiente en relación con estos versículos:
«Pablo, primeramente, emite una declaración de que Dios ha dado a los creyentes [dones] para capacitarlos, a fin de que alcancen el objetivo de andar en unidad (Efe 4:7). El párrafo anterior ha subrayado el hecho de la unidad al señalar la unidad de los creyentes en varios aspectos. Ahora Pablo expone que cada creyente es un participante individual y receptor de las gracias divinas que necesita. “Gracia” (charis, Efe 4:7) aparentemente es el equivalente de charisma, el término más corriente del Nuevo Testamento referido a los varios dones espirituales dados por Cristo a los creyentes. Podría referirse, sin embargo, a la gracia interior subjetiva procedente de Dios y que luego tiene como resultado el charisma, el don manifestado (ver Expositor’s Greek Testament).
La “gracia” de cada persona corresponde a la medida de lo que Cristo, en Su sabiduría soberana, ha dado libremente. No todos reciben los mismos dones, ni el mismo número de dones, ni la misma medida de un mismo don.
Cristo reparte como mejor le parece.
La prueba escritural (Efe 4:8-10) citada en el arriba mencionado aserto, está sacada del Sal 68:18. “Subiste a lo alto, condujiste cautivos y tomaste dones para los hombres.” Las circunstancias históricas del Salmo no están claras. Describe un regreso triunfante y victorioso, probablemente el de David al monte Sion. Si el salmo fue destinado a ser mesiánico (como el uso aquí en Efesios sin duda sugiere), entonces David se considera como un tipo de Cristo, cuya victoria en la pasión fue seguida por la ascensión.
Los puntos principales de esta cita, más significativos para el autor, fueron la ascensión victoriosa y la distribución de dones a los hombres. Algunos otros aspectos, sin embargo, también son de especial interés. “El llevó cautiva la cautividad” es traducido por “llevó cautivos” (BJ), y “él llevó una multitud de cautivos” (RSV). Interpretado con respecto al Mesías, esto suele ser relacionado con la conquista por Cristo de sus enemigos: Satanás, el pecado, la muerte, la maldición. Otros (una minoría, pero incluyendo a muchos de los padres antiguos), explican estos “cautivos” como amigos, o como los redimidos en la tierra, o como los santos del Antiguo Testamento en el Hades (he., sheol).
En apoyo de esta última interpretación, se dan argumentos como los siguientes:
1. Lo que es llevado cautivo es subido al cielo. Esto no es cierto en cuanto a Satanás, el pecado, la muerte o la maldición.
2. El tiempo pasado (aoristo) “llevó cautivo” no se ajusta a la regeneración de creyentes posteriores tan acertadamente como lo haría respecto a alguna acción previa.
3. La interpretación de que esto se refiere al descenso de Cristo al reino de los muertos cuando Él murió, concuerda bien con (1Pe 3:19-20).
4. Concuerda con (Mat 27:50-53), donde la liberación visible de algunos de los santos del Antiguo Testamento del Hades puede insinuar la liberación espiritual de todos los santos.
5. Esto armoniza con el aparente cambio de lugar del paraíso, que en la era del Nuevo Testamento se afirma que está arriba y equiparado con el cielo (2Co 12:2-4).» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, pp. 77–78.)
b. Sus dones (Efe 4:11). «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.»
c. Su meta (Efe 4:12-16). «A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.»
B. El nuevo hombre y su disposición (Efe 4:1-3, Efe 4:16-32).
1. Su caminar (Efe 4:1-3; Efe 4:17-19).
a. Positivo: adaptado al paso del Salvador (Efe 4:1-3).
(1) En humildad (Flp 2:3; Mat 11:29).
(2) En mansedumbre (2Co 10:1).
(3) En paciencia (Gál 5:22).
(4) En tolerancia (Col 3:13).
(5) En unidad (Jua 17:21; 1Co 12:13).
b. Negativo: evitando andar como los sensuales (Efe 4:17-19).
2. Sus palabras (Efe 4:15; Efe 4:29). «Sino que siguiendo la verdad en amor…. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.»
3. Sus obras (Efe 4:20-28, Efe 4:30-32).
a. Debe despojarse del viejo hombre «que está viciado conforme a los deseos engañosos» (Efe 4:22).
b. Debe revestirse del nuevo hombre «creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24).
c. Debe controlar su lengua (Efe 4:25). «Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.»
Crisóstomo, el gran padre de la iglesia, escribió hace siglos sobre este versículo:
«No permitamos que el ojo mienta al pie, ni el pie al ojo. Si hay un foso profundo y su boca está cubierta con ramas y hojas dando la apariencia al ojo de ser terreno firme, ¿No usaría el ojo al pie para averiguar si el terreno es firme y resiste? ¿Dirá el pie una mentira al ojo o le dirá la verdad? Y de igual manera, si el ojo ve una serpiente o una bestia salvaje, ¿le mentirá al pie?»
d. Debe controlar su carácter (Efe 4:26-27). «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.»
Moody una vez señaló que él no daría un peso por un cristiano sin temperamento, pero que no daría ni un centavo por un cristiano que no sepa controlar su genio. Hay, por supuesto, un enojo justo (véase Mar 3:5). Sin embargo, a Satanás le gusta usar a las personas descontroladas.
e. Debe dejar de robar (Efe 4:28). El doctor Homer Kent escribe:
«La verdadera expresión de Pablo es “el que hurta”. Es un participio presente y difícilmente puede ser aplicado a uno que “hurtaba” antes de ser convertido. Más bien, parece indicar la continua práctica de la ratería que aún caracterizaba a algunos de estos cristianos, debemos tener en cuenta que muchos de los primeros cristianos procedían de la esclavitud donde ratear era la forma de vida. La conversión no quita tales hábitos en el acto, especialmente en asuntos donde no se ha desarrollado una fuerte conciencia. Además, reconozcamos que robar, en el sentido más amplio, no es desconocido entre los creyentes de la actualidad. Los decanos de estudiantes en escuelas cristianas pueden decirnos mucho acerca de este problema. Las declaraciones sobre la renta, las reclamaciones contra pólizas de seguros, y los exámenes en la escuela son solamente unos pocos ejemplos de situaciones en que los cristianos muchas veces son menos que honrados.
El mandato escritural no es solamente que se deje de robar, ni siquiera que se haga restitución. El principio cristiano establece que cada hombre trabaje honradamente en lo que sea bueno, no sólo para cubrir sus propias necesidades y así evitar la tentación de robar, sino para acumular algo de sobra, a fin de poder ayudar a otros que tienen necesidad. Esto presenta un vívido contraste a la actitud corriente, que da por sentado que a uno le corresponde todo lo que necesita, tanto si quiere o no quiere trabajar. El trabajar diligentemente quita al individuo algunas de las tentaciones de robar, y el ayudar a otros necesitados les ayuda a ellos a quitar la misma tentación.» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, p. 83.)
f. Dejar de afligir (Efe 4:30). «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.»
g. Debe perdonar a otros como él mismo es perdonado (Efe 4:32).
V. La Iglesia es comparada con una esposa (cap. Efe 5:1-33).
A. La esposa: sus deberes como Iglesia (Efe 5:1-21).
1. Separarse del mundo (Efe 5:1-13). «Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aún se nombre entre vosotros, como conviene a santos. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas» (Efe 5:3, Efe 5:11).
2. Servir (Efe 5:14-16) «Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Efe 5:16).
3. Escudriñar (Efe 5:17). «Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.»
4. Llenarse del Espíritu (Efe 5:18) «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.»
Nota: Este versículo no anima a beber en «forma moderada» como algunos suponen. El término griego para disolución es asotia, y habla de situaciones descontroladas de la vida.
5. Cantar alabanzas (Efe 5:19-20).
«Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.»
B. El Esposo: su devoción a la Iglesia (Efe 5:22-33).
1. Su devoción queda ilustrada mediante el matrimonio (Efe 5:22-24). La institución del matrimonio fue dada por Dios para alcanzar dos propósitos:
a. Para propagación de la especie humana (véase Gén 1:27-28).
b. Con fines de ilustración (véase Efe 5:22-24). Dios eligió la relación humana —el amor de un hombre por su esposa— para ilustrar el amor de Cristo por la Iglesia.
2. Su devoción quedó demostrada en la cruz (Efe 5:25). «… así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.» (Véase también Jua 13:1.)
3. Su devoción se verá consumada en el rapto (Efe 5:26-27). «Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.»
a. La palabra «mancha» se refiere a las imperfecciones exteriores causadas por el mundo.
b. La palabra «arruga» se refiere a las imperfecciones interiores, causadas por la carne.
VI. A la Iglesia se la compara con un soldado (cap. Efe 6:1-24).
A. Campamento de entrenamiento básico (Efe 6:1-9).
1. Padres e hijos:
a. El hijo debe honrar y obedecer a sus padres en el Señor. La palabra «obedecer» aquí es diferente de Efe 5:22. Tanto Sansón como Absalón ofrecen ejemplos lamentables para aquellos que desobedezcan este mandamiento. (Véanse Jue 14:1-3; 2Sa 15:1-12; 2Sa 18:15.)
b. Los padres tienen que instruir y amonestar a su hijo en el Señor. (Véanse Pro 13:24; Pro 19:18; Pro 22:15; Pro 23:13-14; Pro 29:15-17; Deu 6:6-7.)
2. Siervos y amos (Efe 6:5-9).
a. Los siervos deben servir a sus maestros como si sirvieran a Cristo.
b. Los amos deben tratar a sus siervos como tratarían a Cristo. Ambos deben tener en mente que «el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas» (Efe 6:9).
B. La primera línea de batalla (Efe 6:10-24).
1. Nuestro enemigo: el diablo.
a. Su ejército: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe 6:12).
(1) Principados. Esta es una posible referencia a los «generales» de Satanás que supervisan naciones enteras (véase Dan 10:1-21).
(2) Potestades. Puede estar hablando de sus agentes secretos que se posesionan de seres humanos (véanse Mar 5:1-43; Mat 17:1-27).
(3) Gobernadores de las tinieblas. Quizá aquellos demonios que están a cargo de los negocios mundanos de Satanás.
(4) Huestes espirituales. Aquellos demonios encargados de las religiones del mundo.
b. Sus tácticas:
(1) «Las asechanzas del diablo» (Efe 6:11).
K. Wuest, un erudito del griego, escribe: “Asechanzas” es methodeia en griego, y se refiere a engaños y artificios para perjudicar a alguien. Habla de métodos y planes para engañar y dañar.» (Ephesians and Colossians, p. 141.) (Véanse también 1Ti 3:7; 2Co 2:11.)
(2) «Dardos de fuego del maligno» (Efe 6:16). Se refiere a flechas impregnadas en sustancias combustibles y prendidas fuego antes de dispararlas. (Véanse también 1Pe 1:7; 1Pe 4:12.)
2. Nuestro equipo: la armadura de Dios (Efe 6:11, Efe 6:13-17). Consideremos cuidadosamente cada una de las piezas de la armadura mencionadas aquí. Pablo evidentemente usa como ilustración las piezas de la armadura del soldado que le vigilaba en la prisión en Roma, y saca aplicaciones espirituales de cada una.
a. «Ceñidos vuestros lomos con la verdad.» Expositors’ Commentary, dice:
«El primer elemento de este equipo que se menciona es el cinto. Es muy apropiado hacerlo así, porque el soldado podía tener todos los demás elementos, pero al carecer del cinto no se sentía bien vestido ni armado. El cinturón no era un simple adorno para el soldado, sino una parte esencial de su equipo. Ceñido alrededor de la cintura, servía para sujetar la coraza y como sostén de la espada, y especialmente para mantener otras partes del equipo en su lugar, permitiéndole así libertad de movimientos.»
La verdad, como se menciona aquí, se refería probablemente a la confianza completa que se puede encontrar en un cristiano. Cuando la vida de un creyente está manchada por la mentira y la falsedad, inutiliza aquello que mantiene juntas las demás piezas de la armadura.
b. La coraza de justicia. Habla de aquellos actos justos practicados por el creyente. La coraza se usaba para proteger el corazón del soldado. Aquellos actos injustos cometidos por el cristiano le roban de esta protección vital, y ponen a merced de Satanás su corazón espiritual. (Véanse Heb 10:22; Heb 13:9; Stg 1:26; Stg 4:8; 1Jn 3:19-22.)
c. «Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.» El soldado romano usaba sandalias que iban bien sujetas por tiras de cuero al pie y al tobillo, y las suelas llevaban clavos. Esto le daba a él un asiento firme en tiempo de lucha. Esto puede referirse a la seguridad y confianza que vienen por conocer las grandes verdades doctrinales asociadas con el evangelio. (Véanse 1Pe 3:15; Efe 4:14.)
d. «El escudo de la fe.» K. Wuest escribe: «La palabra escudo que se usa aquí designa la protección (grande, rectangular, de 1,22 x 0,76 m [4’ x 2,55’], y curvado hacia dentro) que usaban los soldados de infantería.» Heb 11:1-40 es un comentario sobre esta pieza de la armadura.
e. «El yelmo de la salvación.» El yelmo protegía la cabeza y el cerebro. Esta parte, al igual que las sandalias, puede referirse a la asimilación de la doctrina bíblica, a fin de que nuestros ojos no sean cegados, nuestros oídos cerrados y nuestras mentes confundidas por los ataques del mundo, la carne y el diablo.
f. «La espada del Espíritu.» Esta es la única arma ofensiva que aparece entre las distintas partes de la armadura. Las demás son defensivas en naturaleza. Se identifica la espada del Espíritu como la Palabra de Dios (véase Heb 4:12). Esta es la armadura que se le manda al cristiano que lleve. K. Wuest escribe lo siguiente en relación con el mandamiento que encontramos en Efe 6:13 : «Por tanto, tomad toda la armadura de Dios», «Tomad es analambano en griego, y significa “ponérsela a fin de usarla”. La forma verbal es imperativa aoristo, y la construcción habla de una orden dada al estilo militar, una orden para ser obedecida y sin discusión alguna. Esta armadura debe ser llevada permanentemente, sin relajarse para nada en la obediencia y la disciplina.
El historiador Gibbon cuenta como la relajación en la disciplina y en el ejercicio produjo soldados menos capaces de soportar la fatiga del servicio. Se quejaban del peso de la armadura y se les permitía quitarse partes de ella.» (Ephesians and Colossians, p. 142.)
3. Nuestra exhortación: el camino del éxito.
a. Debemos estar firmes. Pablo nos exhorta al menos cuatro veces a hacerlo (vv. Efe 6:11; Efe 6:13-14). Nunca se le dice al creyente que ataque al diablo, sino que se mantenga firme y lo resista. (Véase 1Pe 5:8-9.)
De manera que cuando seamos tentados a hacer lo malo, huyamos como José (Gén 39:12), pero cuando seamos atacados por hacer el bien, debemos mantenemos firmes como lo hicieron los tres amigos de Daniel
(Dan 3:1-30). Se ha dicho que como peregrinos caminamos, como testigos hablamos, como tentados al mal huimos, y como soldados permanecemos firmes.
b. Debemos orar. (Véanse Mat 17:21; Jud 1:20; 1Ti 2:8; 1Ts 5:17.)
c. Debemos vigilar. (Véanse 1Co 16:13; 2Co 6:5; 2Co 11:27; Mat 24:43; Luc 12:37-40; Hch 20:31; 1Ts 5:6; 1Pe 4:7; 2Ti 4:5; Apo 3:2; Apo 16:15.)
Podemos concluir diciendo que tanto el orar como el vigilar son el doble secreto divino para vencer:
(1) Al mundo (véase Mar 13:33).
(2) A la carne (véase Mar 14:38).
(3) Al diablo (véase Efe 6:18).
Debemos tomarlo como oportunidades para servir a Cristo (véase Col 4:2-3).
4. Nuestros ejemplos: el apóstol Pablo y Tíquico (Efe 6:19-24).
a. Pablo (Efe 6:19-24).
b. Tíquico (Efe 6:21-24). El doctor Homer Kent escribe: «Al finalizar esta carta, Pablo explica que la va a enviar mediante su mensajero Tíquico, quien también fue portador de las epístolas a Filemón y a los Colosenses (Col 4:7). Es lo más probable que las tres cartas fueran llevadas en el mismo viaje.
Tíquico era uno de los colegas de más confianza de Pablo. Procedía de la provincia de Asia (Hch 20:4), y podía haber sido de Éfeso, la capital. Había viajado con Pablo en el tercer viaje misionero y, presumiblemente, le acompañó a Jerusalén con la ofrenda. Ahora estaba en Roma con el apóstol, y tendría la gran responsabilidad de entregar estas tres importantes cartas a sus destinatarios y, asimismo, de conducir al esclavo fugado Onésimo sin novedad a su amo en Colosas. Años más tarde sería enviado una vez más por Pablo a Éfeso (2Ti 4:12). El llamarlo un “hermano amado” subrayaba el afecto personal que Pablo le tenía. Describirlo como “fiel ministro” señala su fiel ejecución de sus responsabilidades espirituales. “En el Señor” corresponde a ambas expresiones y significa la esfera espiritual en que Pablo y Tíquico encuentran la base de su asociación.» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, p. 139.)
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
INTRODUCCIÓN
El doctor J. Vernon McGee, que escribió una excelente introducción a esta extraordinaria epístola, dice lo siguiente:
«Cuatro hombres salieron de Roma en el año 62 d.C, para dirigirse a la provincia de Asia, que estaba localizada en lo que hoy conocemos como Asia Menor. Estos viajeros llevaban en su equipaje cuatro de los más sublimes escritos de la fe cristiana; documentos preciosos que serían invalorables si existieran hoy. Roma no llegó a entender el significado de estos escritos salidos de la pluma de un prisionero desconocido, si lo hubiera sabido habría buscado a estos mensajeros y destruido las cartas.
Cuando se despedían del apóstol, Pablo les entregó a cada uno una epístola para llevarla a sus propias comunidades. Estas cuatro cartas son conocidas como “las epístolas carcelarias de Pablo”, debido a que las escribió mientras se hallaba prisionero en Roma esperando la vista de su causa ante el emperador Nerón, a quien el apóstol había apelado en su derecho como ciudadano romano.
Podemos identificar bien a estos cuatro hombres y sus respectivos destinos:
1. Epafrodito de Filipos (Flp 4:18) llevó la carta a los Filipenses.
2. Tíquico de Éfeso (Efe 6:21) llevó la carta a los Efesios.
3. Epafras de Colosas (Col 4:12) llevó la carta a los Colosenses.
4. Onésimo, un esclavo de Colosas (Flm 1:10), llevó la carta a Filemón (quien era su amo).
Estas cuatro cartas presentan un cuadro bien compuesto de Cristo, la iglesia y la vida cristiana, y el funcionamiento e interrelaciones de todos ellos. Estas diferentes facetas presentan la vida cristiana en su más alta expresión.
EFESIOS nos presenta “a la Iglesia que es su cuerpo”. Esta es la Iglesia invisible de la que Cristo es la cabeza.
COLOSENSES nos presenta a Cristo, “la cabeza del cuerpo, la Iglesia”. Aquí el énfasis está sobre Cristo más bien que sobre la Iglesia.
FILIPENSES nos habla del cristiano viviendo con Cristo como el elemento dinámico de la vida: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4:13).
FILEMÓN nos presenta la vida cristiana en acción en una sociedad pagana: «Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta» (Flm 1:17-18).
El evangelio se puso en acción en el primer siglo y funcionó.» (Exploring Through Ephesians, P. 3.)
1. La iglesia en Éfeso fue fundada por Pablo durante su segundo viaje misionero.
2. Después de pasar dieciocho meses en Corinto (Hch 18:11), marchó a Éfeso con Aquila y Priscila (Hch 18:18).
3. Se quedó en Éfeso muy poco tiempo pero prometió volver (Hch 18:19-21).
4. Aquila y Priscila permanecieron en Éfeso donde Dios los usó para instruir en los detalles de las Escrituras a un gran predicador llamado Apolos (Hch 18:24-26).
5. Pablo regresó a la ciudad durante su tercer viaje misionero y se quedó durante tres años (Hch 19:8-10; Hch 20:31.
6. Su estadía en Éfeso quedó marcada por tres eventos notables:
a. La experiencia de los discípulos de Juan (Hch 19:1-12).
b. El caso de adivinación de los hijos de Esceva (Hch 19:13-20).
c. El episodio de los defensores de Diana (Hch 19:21-41).
7. Durante su permanencia en Éfeso escribió 1 y 2 Corintios. (Véase 1Co 16:8-9.)
8. Obró muchos milagros (Hch 19:12).
9. Los ancianos de la iglesia de Éfeso le visitaron más tarde en Mileto, durante una breve parada allí en su camino a Jerusalén (Hch 20:16-38).
10. Se cree que Pablo se refiere a esta carta en Col 4:16.
11. Los creyentes de Éfeso fueron los únicos que recibieron más de una carta de un escritor bíblico. El apóstol Juan les envió también un mensaje (Apo 2:1-7).
12. Esta iglesia disfrutó más que ninguna otra de grandes predicadores. Entre ellos estaban Pablo, Apolos, Juan y Timoteo.
13. Efesios es como el libro de Josué del Antiguo Testamento.
14. El doctor Pierson la llamó «la tercera epístola celestial de Pablo». Se ha hablado de ella como los Alpes del Nuevo Testamento, como la cumbre de las Escrituras.
I. La Iglesia es comparada con un cuerpo (cap. Efe 1:1-23)
A. La creación de este cuerpo (Efe 1:1-14).
1. Fue planeado y llevado a cabo por el Padre (Efe 1:1-6).
Nos bendijo.
Nos escogió.
Nos predestinó.
Nos adoptó.
Nos aceptó.
¡Todo esto sucedió antes de la fundación del mundo! (v. Efe 1:4). Notemos lo siguiente en relación con estos seis versículos:
a. Pablo escribe a «los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso». El doctor J. Vernon McGee ha escrito:
«La preposición en cuando precede al nombre de Cristo se convierte en la palabra más importante de esta epístola. Los teólogos han acumulado una buena cantidad de términos teológicos impresionantes para definir nuestra salvación; palabras tales como redención, expiación, justificación, reconciliación, propiciación y sacrificio vicario sustitutorio de Cristo. Estos términos están bien, pues representan aspectos de las muchas facetas de nuestra salvación; pero ninguno, sin embargo, parece del todo adecuado. ¿Qué significa, pues, ser salvos? Esta es una pregunta que la Biblia la responde de la manera más simple: “en Cristo”. Ser salvo significa estar en Cristo. El pecador que ha confiado en Cristo para su salvación tiene tanto derecho en el cielo como Cristo mismo —o no tiene ningún derecho— porque está en Cristo.» (Exploring Through Ephesians, p. 11.)
b. Pablo escribe: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (véase v. Efe 1:3). La palabra «bendito» es eulogetos y significa «hablar bien de, alabar, celebrar».
Este adjetivo se usa sólo para Dios. (Véanse Mar 14:61; Luc 1:68; Rom 1:25; Rom 9:5; 2Co 1:3; 2Co 11:31; Efe 1:3; 1Pe 1:3.)
Cuando la palabra «bendito» se refiere al hombre, el término griego es makarios, y se traduce por «bienaventurado o feliz». (Véase Mat 5:3-11.) Es decir, Dios desea que sus hijos lo bendigan hablando bien acerca de él. Además, Dios lo escucha y lo registra en su libro de memorias. (Véase Mal 3:16.)
Notamos también que Pablo distingue cuidadosamente la diferencia entre la relación de Cristo con el Padre y nuestra relación con él. Véase también Jua 20:17 donde Jesús hace lo mismo. (Véanse también Jua 1:14, Jua 1:18; Jua 3:16-18; 1Jn 4:9; Apo 1:5.)
2. Fue comprado y adquirido por el Hijo (Efe 1:7-12).
a. Nos redimió.
b. Nos perdonó.
c. Nos reveló la voluntad y el camino de Dios.
d. Nos aseguró una herencia.
e. Reunió «todas las cosas…así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Efe 1:10).
f. Todo esto ocurrió «en la dispensación del cumplimiento de los tiempos» (véase Efe 1:10).
Nota especial: La palabra de la que se traduce «dispensación» aquí es oikonomia, y se emplea tres veces en el texto griego de Efesios. El apóstol escribe en relación con:
(1) La dispensación del cumplimiento de los tiempos (Efe 1:10).
(2) De la administración [o dispensación] de la gracia de Dios (Efe 3:2).
(3) La dispensación del misterio (Efe 3:9). Creo que nos será de ayuda el que definamos ahora el concepto de dispensacionalismo como aparece desarrollado por Pablo.
La palabra griega oikonomia la encontramos diecinueve veces en el Nuevo Testamento, y la encontramos traducida por los siguientes términos en español:
Mayordomo (Luc 3:8; Luc 12:42; Luc 16:11; 1Co 4:1-2; Tit 1:7; 1Pe 4:10).
Mayordomía (Luc 16:2-4).
Comisión, dispensación, administración (1Co 9:17; Efe 1:10; Efe 3:2; Col 1:25).
Dispensación (Efe 3:9).
Edificación (1Ti 1:4).
Veamos las siguientes definiciones de dispensación:
«Es un período durante el cual el hombre es puesto a prueba con referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios» (De la Biblia Anotada de Scofield, p. 4.)
De manera que la idea esencial de la palabra dispensación es la del manejo o administración de los asuntos de una familia.
«En cuanto al uso de la palabra en las Escrituras se refiere, una dispensación puede definirse como una mayordomía, una administración, una supervisión o el manejo de los bienes de otro. Como hemos visto, esto incluye responsabilidad, el rendir cuentas, y la fidelidad por parte del mayordomo…. una dispensación es primordialmente un arreglo de mayordomía y no un tiempo determinado (aunque obviamente el convenio existirá durante un cierto período)…. “Una dispensación es básicamente el convenio y no el tiempo; y una definición adecuada tendrá esto en consideración. Una definición breve de una dispensación es como sigue: Una dispensación es una economía, o administración, distinguible en el cumplimiento del propósito de Dios.”» (Charles C. Ryrie, Dispensacionalismo hoy, Editorial Portavoz, pp. 29–30.)
En resumen: el dispensacionalismo contempla el mundo como una casa de familia dirigida por Dios. El Señor dispensa o administra los asuntos de este mundo-hogar conforme a su voluntad y según las diferentes etapas de la revelación en el proceso del tiempo. Estas diferentes etapas marcan distintamente las varias economías en la realización de su propósito total, y estas economías son las dispensaciones.
«Una dispensación es una período de tiempo en el que se expresa la perspectiva divina de la historia humana. En otras palabras, las dispensaciones son las categorías de la historia humana, el bosquejo divino de la historia, la interpretación divina de la historia humana» (R.B. Thieme, Dispensations, p. 8.)
Las divisiones del dispensacionalismo, Se han dado varios números de dispensaciones.
Algunos ven cuatro, Scofield da siete, la siguiente lista sugiere nueve.
(1) La dispensación de la inocencia: desde la creación del hombre hasta su caída (Gén 1:26 — Gén 3:6).
(2) La dispensación de la conciencia: desde la caída del hombre hasta el diluvio (Gén 3:7 — Gén 6:7).
(3) La dispensación del gobierno civil: desde el diluvio hasta la dispersión de Babel (Gén 6:8 — Gén 11:9).
(4) La dispensación de la promesa o el gobierno patriarcal: desde Babel hasta el monte Sinaí (Gén 11:10 — Éxo 18:27).
(5) La dispensación de la ley mosaica: desde el monte Sinaí hasta Pentecostés (Éxo 19:1 — Hch 1:26).
(6) La dispensación de la esposa del Cordero: la Iglesia: desde Pentecostés hasta el rapto (Hch 2:1 — Apo 5:14).
(7) La dispensación de la ira del Cordero: la tribulación: desde el rapto hasta la Segunda Venida (Apo 6:1 — Apo 20:3).
(8) La dispensación del gobierno del Cordero: el milenio: desde la Segunda Venida hasta el juicio del gran trono blanco (Apo 20:4-15).
(9) La dispensación de la nueva creación del Cordero: el mundo sin fin: desde el juicio del gran trono blanco hasta la eternidad (Apo 21:1 — Apo 22:21).
Al tener este bosquejo en mente, uno puede ver que en Efe 1:10; Efe 3:2, Efe 3:9, Pablo está describiendo la sexta dispensación, esto es, la de la Iglesia.
3. Fue enseñado y protegido por el Espíritu (Efe 1:13-14).
a. Él nos sella, lo que indica:
(1) Propiedad (1Co 6:19-20; 2Ti 2:19).
(2) Seguridad (Efe 4:30).
(3) Obra terminada (Jer 32:9-10; Jua 17:4; Jua 19:30).
b. Se convierte en nuestras arras. Las arras es algo de valor (dinero, joyas) que se entrega en garantía del cumplimiento de un compromiso. Todo esto sucedió en el momento de la salvación.
Nota: Es llamado «el Espíritu Santo de la promesa» (Efe 1:13) debido a que Cristo mismo había prometido que vendría. (Véanse Jua 14:16-17; Jua 16:7, Jua 16:13; Hch 1:4-5) En el versículo Efe 1:14 tenemos la tercera y última doxología que hallamos en estos pocos versículos. (Véanse los versículos Efe 1:6; Efe 1:12; Efe 1:14.)
B. La consagración de este cuerpo (Efe 1:15-23). Pablo pidió en ferviente oración que la iglesia de Éfeso pudiera conocer:
1. Al Dios de la gloria.
«Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él» (Efe 1:17).
2. La gloria de Dios.
a. Como se ve en sus santos. Pablo había orado pidiendo que pudieran conocer la persona de Dios, y ahora pide que puedan conocer también el programa y el poder de Dios.
«Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza» (Efe 1:18-19).
b. Como se ve en su Hijo.
«La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero» (Efe 1:20-21). (Véanse también Rom 8:38; Efe 3:10; Efe 6:12; Col 1:16; 1Pe 3:22.)
c. Como se ve en su iglesia.
«Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo» (Efe 1:22-23).
De manera que el creyente lucha desde la victoria y no por la victoria. Dios ha actuado ya y hemos ganado. (Véanse también Mat 28:18; Sal 8:6; Sal 110:1; 1Co 15:25-26.)
II. La iglesia es comparada con un templo (cap. Efe 2:1-22).
A. Lo que una vez éramos (Efe 2:1-3, Efe 2:11-12).
1. Estábamos muertos en delitos y pecados.
2. Obedientes a Satanás.
3. Éramos hijos de ira (por naturaleza y por elección).
4. Vivíamos en los deseos de la carne.
5. Estábamos separados de Cristo.
6. Alejados de la ciudadanía de Israel.
7. Ajenos a los pactos de la promesa.
8. Sin esperanza.
9. Sin Dios en el mundo.
B. Lo que Dios hizo (Efe 2:4-6).
1. Nos amó con misericordia.
2. Nos dio vida en Cristo.
3. Nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales.
C. El Por qué lo hizo Dios (Efe 2:7). «Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.»
De manera que nosotros, que tan cumplidamente merecíamos su ira, mostraremos su gracia por toda la eternidad.
D. Cómo lo hizo Dios (Efe 2:8-9, Efe 2:13).
1. Por gracia mediante la fe.
2. Totalmente aparte de todo mérito humano.
3. Por medio de la sangre de Cristo.
E. Lo que ahora somos (Efe 2:10; Efe 2:14-22).
1. Somos hechura de Dios. El término griego para hechura (Efe 2:10) es poema, de donde procede nuestra palabra poema. Dios tiene atesorados dos poemas en este universo:
a. El poema de la creación (véanse Rom 1:20; Apo 4:11).
b. El poema de la salvación (véanse Efe 2:10; Apo 5:9). Podemos, pues, estar seguros de nuestra salvación. Esta salvación no es por obras (Efe 2:8-9), pero sí para producir buenas obras (Efe 2:10).
2. Nosotros los gentiles estamos unidos a Israel en Cristo. Porque él nos reconcilia con Dios en un solo cuerpo (Efe 2:16). Crisóstomo escribió una vez:
«Esto no quiere decir que nos ha elevado a la alta dignidad de ellos, sino que nos ha puesto a ambos en una dignidad superior. Les daré una ilustración. Imaginemos que hay dos estatuas, una de plata y la otra de plomo, y las dos son fundidas, y de las dos sale oro. Así nos ha hecho él uno de los dos.»
3. Se nos asegura que tenemos acceso al Padre (Efe 2:18).
4. Somos «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» (Efe 2:20).
5. Nosotros somos también «un edificio, bien coordinado… para ser un templo santo en el Señor… para morada de Dios en el Espíritu» (Efe 2:21-22).
III. La Iglesia es asemejada a un misterio (cap. Efe 3:1-21).
A. Su explicación de este misterio (Efe 3:1-13). Pablo abre su corazón.
1. El cuándo de este misterio:
«Que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu» (Efe 3:5).
Cualquiera que sea este misterio, Pablo nos declara aquí que lo santos del Antiguo Testamento no supieron de él.
2. El qué de este misterio:
«Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio» (Efe 3:6).
En el Antiguo Testamento se conocía la salvación de los gentiles, pero por medio de hacerse prosélitos de los judíos (véanse Isa 11:10, Isa 42:6; Isa 60:3; Zac 2:11; Mal 1:11). Compare estos versículos del Antiguo Testamento con Efe 3:5-6; Rom 16:25; Col 1:26.
3. El quién de este misterio:
«Del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo» (Efe 3:7-8).
Pablo se presenta aquí a sí mismo como el más pequeño de todos los santos. (Véanse también 1Co 15:8-9; 2Co 12:11; 1Ti 1:15-16.)
4. El porqué de este misterio:
«Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (Efe 3:10).
Y así el mundo se transforma en una universidad donde tanto los demonios como los ángeles pueden estudiar la gracia de Dios. (Véanse también Efe 1:21; Efe 6:12; Col 1:16; Col 2:15; 1Pe 1:12.)
B. Su ruego acerca de este misterio (Efe 3:14-21). Pablo dobla sus rodillas. Hallamos dos grandes oraciones en esta epístola.
1. En Efe 1:15-23 ora por los ojos de los creyentes:
«Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento» (Efe 1:18). Quería que conocieran el tremendo poder de Dios.
2. En Efe 3:14-21 por el corazón de los creyentes:
«Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones» (Efe 3:17) Quería que experimentaran el tierno amor de Cristo.
Notemos rápidamente dos elementos de este amor
3. El alcance de su amor.
a. Abarca toda la familia a lo largo de todo el tiempo (Efe 3:15, véanse también Efe 1:10; Heb 12:23).
b. Se ciñe al miembro individual en el tiempo presente (Efe 3:16, véase también 2Co 4:16).
4. La naturaleza de su amor. «… que excede a todo conocimiento…» (Efe 3:19).
5. La suficiencia del amor de Dios.
«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (Efe 3:20-21).
IV. Se compara la iglesia con un hombre nuevo (cap. Efe 4:1-32).
A. El nuevo hombre y su posición (Efe 4:4-16).
1. La unidad de esta nueva posición (Efe 4:4-6). Siete grandes estabilizadores:
a. Un cuerpo (el cuerpo de Cristo: la Iglesia). (Véanse 1Co 12:12, 1Co 12:27; Efe 5:30.)
b. Un Espíritu (el Espíritu Santo). (Véase 1Co 12:4.)
c. Una esperanza. Las Escrituras declaran que esta esperanza es:
(1) Buena (2Ts 2:16).
(2) Mejor (Heb 7:19).
(3) Bienaventurada (Tit 2:13).
(4) Gloriosa (Col 1:27).
(5) Viva (1Pe 1:3).
(6) Firme (Heb 3:6; Heb 6:11).
(7) Eterna (Tit 3:7).
d. Un Señor (el Salvador) (1Co 12:5).
e. Una Fe (Jud 1:3; 2Co 13:5; 1Co 16:13; Gál 1:23; Flp 1:27; 1Ti 1:2; 1Ti 4:1; 1Ti 5:8; 2Ti 4:7; Tit 1:4).
f. Un bautismo (en el cuerpo de Cristo. Rom 6:3-4; 1Co 12:13; Col 2:9-12; Gál 3:27-28; 1Pe 3:21).
g. Un Dios (El Padre) (Deu 6:4; 1Co 12:6).
2. El unificador de esta nueva posición (Efe 4:7), un gran Salvador.
a. Su viaje (Efe 4:7-10). El doctor Homer Kent escribe lo siguiente en relación con estos versículos:
«Pablo, primeramente, emite una declaración de que Dios ha dado a los creyentes [dones] para capacitarlos, a fin de que alcancen el objetivo de andar en unidad (Efe 4:7). El párrafo anterior ha subrayado el hecho de la unidad al señalar la unidad de los creyentes en varios aspectos. Ahora Pablo expone que cada creyente es un participante individual y receptor de las gracias divinas que necesita. “Gracia” (charis, Efe 4:7) aparentemente es el equivalente de charisma, el término más corriente del Nuevo Testamento referido a los varios dones espirituales dados por Cristo a los creyentes. Podría referirse, sin embargo, a la gracia interior subjetiva procedente de Dios y que luego tiene como resultado el charisma, el don manifestado (ver Expositor’s Greek Testament).
La “gracia” de cada persona corresponde a la medida de lo que Cristo, en Su sabiduría soberana, ha dado libremente. No todos reciben los mismos dones, ni el mismo número de dones, ni la misma medida de un mismo don.
Cristo reparte como mejor le parece.
La prueba escritural (Efe 4:8-10) citada en el arriba mencionado aserto, está sacada del Sal 68:18. “Subiste a lo alto, condujiste cautivos y tomaste dones para los hombres.” Las circunstancias históricas del Salmo no están claras. Describe un regreso triunfante y victorioso, probablemente el de David al monte Sion. Si el salmo fue destinado a ser mesiánico (como el uso aquí en Efesios sin duda sugiere), entonces David se considera como un tipo de Cristo, cuya victoria en la pasión fue seguida por la ascensión.
Los puntos principales de esta cita, más significativos para el autor, fueron la ascensión victoriosa y la distribución de dones a los hombres. Algunos otros aspectos, sin embargo, también son de especial interés. “El llevó cautiva la cautividad” es traducido por “llevó cautivos” (BJ), y “él llevó una multitud de cautivos” (RSV). Interpretado con respecto al Mesías, esto suele ser relacionado con la conquista por Cristo de sus enemigos: Satanás, el pecado, la muerte, la maldición. Otros (una minoría, pero incluyendo a muchos de los padres antiguos), explican estos “cautivos” como amigos, o como los redimidos en la tierra, o como los santos del Antiguo Testamento en el Hades (he., sheol).
En apoyo de esta última interpretación, se dan argumentos como los siguientes:
1. Lo que es llevado cautivo es subido al cielo. Esto no es cierto en cuanto a Satanás, el pecado, la muerte o la maldición.
2. El tiempo pasado (aoristo) “llevó cautivo” no se ajusta a la regeneración de creyentes posteriores tan acertadamente como lo haría respecto a alguna acción previa.
3. La interpretación de que esto se refiere al descenso de Cristo al reino de los muertos cuando Él murió, concuerda bien con (1Pe 3:19-20).
4. Concuerda con (Mat 27:50-53), donde la liberación visible de algunos de los santos del Antiguo Testamento del Hades puede insinuar la liberación espiritual de todos los santos.
5. Esto armoniza con el aparente cambio de lugar del paraíso, que en la era del Nuevo Testamento se afirma que está arriba y equiparado con el cielo (2Co 12:2-4).» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, pp. 77–78.)
b. Sus dones (Efe 4:11). «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.»
c. Su meta (Efe 4:12-16). «A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.»
B. El nuevo hombre y su disposición (Efe 4:1-3, Efe 4:16-32).
1. Su caminar (Efe 4:1-3; Efe 4:17-19).
a. Positivo: adaptado al paso del Salvador (Efe 4:1-3).
(1) En humildad (Flp 2:3; Mat 11:29).
(2) En mansedumbre (2Co 10:1).
(3) En paciencia (Gál 5:22).
(4) En tolerancia (Col 3:13).
(5) En unidad (Jua 17:21; 1Co 12:13).
b. Negativo: evitando andar como los sensuales (Efe 4:17-19).
2. Sus palabras (Efe 4:15; Efe 4:29). «Sino que siguiendo la verdad en amor…. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.»
3. Sus obras (Efe 4:20-28, Efe 4:30-32).
a. Debe despojarse del viejo hombre «que está viciado conforme a los deseos engañosos» (Efe 4:22).
b. Debe revestirse del nuevo hombre «creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efe 4:24).
c. Debe controlar su lengua (Efe 4:25). «Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.»
Crisóstomo, el gran padre de la iglesia, escribió hace siglos sobre este versículo:
«No permitamos que el ojo mienta al pie, ni el pie al ojo. Si hay un foso profundo y su boca está cubierta con ramas y hojas dando la apariencia al ojo de ser terreno firme, ¿No usaría el ojo al pie para averiguar si el terreno es firme y resiste? ¿Dirá el pie una mentira al ojo o le dirá la verdad? Y de igual manera, si el ojo ve una serpiente o una bestia salvaje, ¿le mentirá al pie?»
d. Debe controlar su carácter (Efe 4:26-27). «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.»
Moody una vez señaló que él no daría un peso por un cristiano sin temperamento, pero que no daría ni un centavo por un cristiano que no sepa controlar su genio. Hay, por supuesto, un enojo justo (véase Mar 3:5). Sin embargo, a Satanás le gusta usar a las personas descontroladas.
e. Debe dejar de robar (Efe 4:28). El doctor Homer Kent escribe:
«La verdadera expresión de Pablo es “el que hurta”. Es un participio presente y difícilmente puede ser aplicado a uno que “hurtaba” antes de ser convertido. Más bien, parece indicar la continua práctica de la ratería que aún caracterizaba a algunos de estos cristianos, debemos tener en cuenta que muchos de los primeros cristianos procedían de la esclavitud donde ratear era la forma de vida. La conversión no quita tales hábitos en el acto, especialmente en asuntos donde no se ha desarrollado una fuerte conciencia. Además, reconozcamos que robar, en el sentido más amplio, no es desconocido entre los creyentes de la actualidad. Los decanos de estudiantes en escuelas cristianas pueden decirnos mucho acerca de este problema. Las declaraciones sobre la renta, las reclamaciones contra pólizas de seguros, y los exámenes en la escuela son solamente unos pocos ejemplos de situaciones en que los cristianos muchas veces son menos que honrados.
El mandato escritural no es solamente que se deje de robar, ni siquiera que se haga restitución. El principio cristiano establece que cada hombre trabaje honradamente en lo que sea bueno, no sólo para cubrir sus propias necesidades y así evitar la tentación de robar, sino para acumular algo de sobra, a fin de poder ayudar a otros que tienen necesidad. Esto presenta un vívido contraste a la actitud corriente, que da por sentado que a uno le corresponde todo lo que necesita, tanto si quiere o no quiere trabajar. El trabajar diligentemente quita al individuo algunas de las tentaciones de robar, y el ayudar a otros necesitados les ayuda a ellos a quitar la misma tentación.» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, p. 83.)
f. Dejar de afligir (Efe 4:30). «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.»
g. Debe perdonar a otros como él mismo es perdonado (Efe 4:32).
V. La Iglesia es comparada con una esposa (cap. Efe 5:1-33).
A. La esposa: sus deberes como Iglesia (Efe 5:1-21).
1. Separarse del mundo (Efe 5:1-13). «Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aún se nombre entre vosotros, como conviene a santos. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas» (Efe 5:3, Efe 5:11).
2. Servir (Efe 5:14-16) «Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Efe 5:16).
3. Escudriñar (Efe 5:17). «Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.»
4. Llenarse del Espíritu (Efe 5:18) «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.»
Nota: Este versículo no anima a beber en «forma moderada» como algunos suponen. El término griego para disolución es asotia, y habla de situaciones descontroladas de la vida.
5. Cantar alabanzas (Efe 5:19-20).
«Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.»
B. El Esposo: su devoción a la Iglesia (Efe 5:22-33).
1. Su devoción queda ilustrada mediante el matrimonio (Efe 5:22-24). La institución del matrimonio fue dada por Dios para alcanzar dos propósitos:
a. Para propagación de la especie humana (véase Gén 1:27-28).
b. Con fines de ilustración (véase Efe 5:22-24). Dios eligió la relación humana —el amor de un hombre por su esposa— para ilustrar el amor de Cristo por la Iglesia.
2. Su devoción quedó demostrada en la cruz (Efe 5:25). «… así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.» (Véase también Jua 13:1.)
3. Su devoción se verá consumada en el rapto (Efe 5:26-27). «Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.»
a. La palabra «mancha» se refiere a las imperfecciones exteriores causadas por el mundo.
b. La palabra «arruga» se refiere a las imperfecciones interiores, causadas por la carne.
VI. A la Iglesia se la compara con un soldado (cap. Efe 6:1-24).
A. Campamento de entrenamiento básico (Efe 6:1-9).
1. Padres e hijos:
a. El hijo debe honrar y obedecer a sus padres en el Señor. La palabra «obedecer» aquí es diferente de Efe 5:22. Tanto Sansón como Absalón ofrecen ejemplos lamentables para aquellos que desobedezcan este mandamiento. (Véanse Jue 14:1-3; 2Sa 15:1-12; 2Sa 18:15.)
b. Los padres tienen que instruir y amonestar a su hijo en el Señor. (Véanse Pro 13:24; Pro 19:18; Pro 22:15; Pro 23:13-14; Pro 29:15-17; Deu 6:6-7.)
2. Siervos y amos (Efe 6:5-9).
a. Los siervos deben servir a sus maestros como si sirvieran a Cristo.
b. Los amos deben tratar a sus siervos como tratarían a Cristo. Ambos deben tener en mente que «el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas» (Efe 6:9).
B. La primera línea de batalla (Efe 6:10-24).
1. Nuestro enemigo: el diablo.
a. Su ejército: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe 6:12).
(1) Principados. Esta es una posible referencia a los «generales» de Satanás que supervisan naciones enteras (véase Dan 10:1-21).
(2) Potestades. Puede estar hablando de sus agentes secretos que se posesionan de seres humanos (véanse Mar 5:1-43; Mat 17:1-27).
(3) Gobernadores de las tinieblas. Quizá aquellos demonios que están a cargo de los negocios mundanos de Satanás.
(4) Huestes espirituales. Aquellos demonios encargados de las religiones del mundo.
b. Sus tácticas:
(1) «Las asechanzas del diablo» (Efe 6:11).
K. Wuest, un erudito del griego, escribe: “Asechanzas” es methodeia en griego, y se refiere a engaños y artificios para perjudicar a alguien. Habla de métodos y planes para engañar y dañar.» (Ephesians and Colossians, p. 141.) (Véanse también 1Ti 3:7; 2Co 2:11.)
(2) «Dardos de fuego del maligno» (Efe 6:16). Se refiere a flechas impregnadas en sustancias combustibles y prendidas fuego antes de dispararlas. (Véanse también 1Pe 1:7; 1Pe 4:12.)
2. Nuestro equipo: la armadura de Dios (Efe 6:11, Efe 6:13-17). Consideremos cuidadosamente cada una de las piezas de la armadura mencionadas aquí. Pablo evidentemente usa como ilustración las piezas de la armadura del soldado que le vigilaba en la prisión en Roma, y saca aplicaciones espirituales de cada una.
a. «Ceñidos vuestros lomos con la verdad.» Expositors’ Commentary, dice:
«El primer elemento de este equipo que se menciona es el cinto. Es muy apropiado hacerlo así, porque el soldado podía tener todos los demás elementos, pero al carecer del cinto no se sentía bien vestido ni armado. El cinturón no era un simple adorno para el soldado, sino una parte esencial de su equipo. Ceñido alrededor de la cintura, servía para sujetar la coraza y como sostén de la espada, y especialmente para mantener otras partes del equipo en su lugar, permitiéndole así libertad de movimientos.»
La verdad, como se menciona aquí, se refería probablemente a la confianza completa que se puede encontrar en un cristiano. Cuando la vida de un creyente está manchada por la mentira y la falsedad, inutiliza aquello que mantiene juntas las demás piezas de la armadura.
b. La coraza de justicia. Habla de aquellos actos justos practicados por el creyente. La coraza se usaba para proteger el corazón del soldado. Aquellos actos injustos cometidos por el cristiano le roban de esta protección vital, y ponen a merced de Satanás su corazón espiritual. (Véanse Heb 10:22; Heb 13:9; Stg 1:26; Stg 4:8; 1Jn 3:19-22.)
c. «Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.» El soldado romano usaba sandalias que iban bien sujetas por tiras de cuero al pie y al tobillo, y las suelas llevaban clavos. Esto le daba a él un asiento firme en tiempo de lucha. Esto puede referirse a la seguridad y confianza que vienen por conocer las grandes verdades doctrinales asociadas con el evangelio. (Véanse 1Pe 3:15; Efe 4:14.)
d. «El escudo de la fe.» K. Wuest escribe: «La palabra escudo que se usa aquí designa la protección (grande, rectangular, de 1,22 x 0,76 m [4’ x 2,55’], y curvado hacia dentro) que usaban los soldados de infantería.» Heb 11:1-40 es un comentario sobre esta pieza de la armadura.
e. «El yelmo de la salvación.» El yelmo protegía la cabeza y el cerebro. Esta parte, al igual que las sandalias, puede referirse a la asimilación de la doctrina bíblica, a fin de que nuestros ojos no sean cegados, nuestros oídos cerrados y nuestras mentes confundidas por los ataques del mundo, la carne y el diablo.
f. «La espada del Espíritu.» Esta es la única arma ofensiva que aparece entre las distintas partes de la armadura. Las demás son defensivas en naturaleza. Se identifica la espada del Espíritu como la Palabra de Dios (véase Heb 4:12). Esta es la armadura que se le manda al cristiano que lleve. K. Wuest escribe lo siguiente en relación con el mandamiento que encontramos en Efe 6:13 : «Por tanto, tomad toda la armadura de Dios», «Tomad es analambano en griego, y significa “ponérsela a fin de usarla”. La forma verbal es imperativa aoristo, y la construcción habla de una orden dada al estilo militar, una orden para ser obedecida y sin discusión alguna. Esta armadura debe ser llevada permanentemente, sin relajarse para nada en la obediencia y la disciplina.
El historiador Gibbon cuenta como la relajación en la disciplina y en el ejercicio produjo soldados menos capaces de soportar la fatiga del servicio. Se quejaban del peso de la armadura y se les permitía quitarse partes de ella.» (Ephesians and Colossians, p. 142.)
3. Nuestra exhortación: el camino del éxito.
a. Debemos estar firmes. Pablo nos exhorta al menos cuatro veces a hacerlo (vv. Efe 6:11; Efe 6:13-14). Nunca se le dice al creyente que ataque al diablo, sino que se mantenga firme y lo resista. (Véase 1Pe 5:8-9.)
De manera que cuando seamos tentados a hacer lo malo, huyamos como José (Gén 39:12), pero cuando seamos atacados por hacer el bien, debemos mantenemos firmes como lo hicieron los tres amigos de Daniel
(Dan 3:1-30). Se ha dicho que como peregrinos caminamos, como testigos hablamos, como tentados al mal huimos, y como soldados permanecemos firmes.
b. Debemos orar. (Véanse Mat 17:21; Jud 1:20; 1Ti 2:8; 1Ts 5:17.)
c. Debemos vigilar. (Véanse 1Co 16:13; 2Co 6:5; 2Co 11:27; Mat 24:43; Luc 12:37-40; Hch 20:31; 1Ts 5:6; 1Pe 4:7; 2Ti 4:5; Apo 3:2; Apo 16:15.)
Podemos concluir diciendo que tanto el orar como el vigilar son el doble secreto divino para vencer:
(1) Al mundo (véase Mar 13:33).
(2) A la carne (véase Mar 14:38).
(3) Al diablo (véase Efe 6:18).
Debemos tomarlo como oportunidades para servir a Cristo (véase Col 4:2-3).
4. Nuestros ejemplos: el apóstol Pablo y Tíquico (Efe 6:19-24).
a. Pablo (Efe 6:19-24).
b. Tíquico (Efe 6:21-24). El doctor Homer Kent escribe: «Al finalizar esta carta, Pablo explica que la va a enviar mediante su mensajero Tíquico, quien también fue portador de las epístolas a Filemón y a los Colosenses (Col 4:7). Es lo más probable que las tres cartas fueran llevadas en el mismo viaje.
Tíquico era uno de los colegas de más confianza de Pablo. Procedía de la provincia de Asia (Hch 20:4), y podía haber sido de Éfeso, la capital. Había viajado con Pablo en el tercer viaje misionero y, presumiblemente, le acompañó a Jerusalén con la ofrenda. Ahora estaba en Roma con el apóstol, y tendría la gran responsabilidad de entregar estas tres importantes cartas a sus destinatarios y, asimismo, de conducir al esclavo fugado Onésimo sin novedad a su amo en Colosas. Años más tarde sería enviado una vez más por Pablo a Éfeso (2Ti 4:12). El llamarlo un “hermano amado” subrayaba el afecto personal que Pablo le tenía. Describirlo como “fiel ministro” señala su fiel ejecución de sus responsabilidades espirituales. “En el Señor” corresponde a ambas expresiones y significa la esfera espiritual en que Pablo y Tíquico encuentran la base de su asociación.» (Efesios: La gloria de la Iglesia, Editorial Portavoz, p. 139.)
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
Saludo y Bendición, Efe 1:1-2
El inicio de las cartas adscritas al apóstol Pablo sigue un mismo patrón, y sigue de cerca el formato de las cartas que circulaban en el mundo helénico. Sin embargo, el apóstol le imprimió su propio sello a sus cartas, expandiendo esta parte con elementos tales como: la descripción de su relación con Cristo y con el Padre, la identificación y situación de sus destinatarios, y un saludo característicamente cristiano.
TÍTULO: Un buen número de versiones no colocan ningún título especial para esta corta sección. RV60 tiene: Salutación, la TLA dice: Saludo y LPD pone: Saludo inicial.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Saludo, Efe 1:1
En el saludo encontramos algunas peculiaridades sintácticas de la carta, cuyo análisis será útil para otros casos similares que se presentarán más adelante, y que por ello analizaremos aquí con más detalle. En casos futuros, sólo haremos alusión a este análisis.
La oración inicial no tiene un verbo principal. Se menciona el sujeto de la oración, Pablo; luego, por medio de una aposición, indica su oficio y título: apóstol.
Dos frases preposicionales califican el término apóstol. Ambas añaden dimensiones importantes al tipo de apostolado de Pablo. La primera, de Jesucristo, tiene varios posibles sentidos. ¿Qué tipo de relación se plantea con la preposición “de”? Hay por lo menos dos posibles sentidos:
1. El sentido instrumental sugiere que Pablo es enviado por el Mesías Jesús.
2. El sentido posesivo indicaría la íntima relación que Pablo tiene con Jesús. Es un apóstol propiedad de Jesús. El es su Señor y amo. Apóstol de [cuyo dueño es] Jesucristo.
Ambas posibilidades no se excluyen entre sí y pueden estar presentes en el texto: “Pablo ha sido enviado por su Amo y Señor Jesucristo”. Luego, se añade otra frase preposicional (gobernada por la preposición por) que explica la razón y causa de su oficio: por la voluntad de Dios. Esto implica que Dios lo escogió y nombró a ese oficio por medio de Jesucristo, lo cual sin duda refleja la experiencia relatada en Hch 9:1-43 y luego repetida por Pablo durante sus defensas y testimonios en el mismo libro (caps. Hch 22:1-30—26.) Para Pablo, su apostolado no era algo que él había elegido o decidido hacer; Dios lo había escogido y llamado a ese ministerio.
Esta nota se manifiesta en cada uno de los saludos de sus cartas y es el objeto de defensas acaloradas de Pablo en algunos de sus escritos (2 Corintios, Filipenses, Efesios, Gálatas, 2 Tesalonicenses).
Finalmente, por medio de otra frase preposicional se introduce a los destinatarios de la carta: a los santos y fieles en Cristo Jesús. La preposición a indica el objetivo o destino de la acción (implícita). En esta cláusula la preposición en puede calificar a los dos adjetivos que definen el carácter de los destinatarios, o bien como algunos exegetas leen el texto, puede sólo calificar a fieles. La opción que se siga determinará la exégesis y traducción del texto, como veremos más adelante.
Aunque esta última frase no requiere un verbo para entender su sentido, sin embargo, en algunos casos es útil añadir el verbo implícito que hace más accesible el sentido del texto. Por ejemplo, la DHH le antepone el verbo «saluda». La TLA dice: «les envío mis saludos».
Algunos de los manuscritos más antiguos del v. Efe 1:1 no tienen la indicación de los destinatarios: en Éfeso: el papiro 46, el códice uncial Vaticano en su lectura original, y los minúsculos 424 y 1739 y el texto usado por Orígenes. Marción tenía como destinatarios a los laodicenses. Por ello es que GNT 4ed. ha colocado la frase entre corchetes y algunas de las Biblias de estudio señalan su ausencia en manuscritos antiguos (para una explicación más amplia véase el Comentario textual de Metzger o algún comentario exegético).
Entre las explicaciones para esta omisión, que se pueden encontrar en los comentarios exegéticos de la carta, la más probable es que se trata de una carta circular. Esta fue dirigida a varias comunidades de fe en el Asia Menor, y, por ello, no tenía un destinatario explícito. Esto no niega el que uno de sus destinatarios principales hayan sido las comunidades de fe en la ciudad de Éfeso, capital de la provincia del Asia Menor, durante la segunda mitad del primer siglo de nuestra era. Por esa razón es que muy temprano en la iglesia antigua, muchos añadieron las palabras en Éfeso.
Hay razones internas en la carta por las cuales es dudoso que sea dirigida por Pablo a los Efesios (ver introducción y posteriores comentarios al cuerpo de la carta). Sin embargo, el hecho de que muchos manuscritos sí contienen la frase, ha llevado a los traductores a incluirla en sus versiones, con su nota correspondiente.
Debido a la ausencia de las palabras en Éfeso en los manuscritos más antiguos, tal como hemos señalado, colocamos esta palabra entre corchetes. Sin embargo, su presencia en la oración dificulta la traducción del texto, que literalmente dice:
A los santos a los que son/están [en Éfeso] y/también fieles en Cristo Jesús.
Hemos puesto una barra / para indicar las posibles traducciones de una palabra. De manera que aunque es un poco extraña la expresión, se puede traducir así:
«A los santos que también son fieles en Cristo Jesús». (NVI al pie de página).
En este caso, la conjunción “y” se ha tomado en su sentido explicativo “también”. (véase Hanna 1997:52-54; BDF 1961:228; Wallace 2000:298).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
INTRODUCCIÓN
1. Pablo y Éfeso
Éfeso era en tiempos de Pablo una de las ciudades más importantes y pobladas del Imperio. Capital de la provincia romana de Asia y residencia oficial del procónsul romano, gozaba de una situación de privilegio en la costa del mar Egeo. Estaba muy bien comunicada con las ciudades del interior y era sobre todo célebre por el magnífico templo levantado en honor de la diosa Artemisa (Diana entre los latinos), considerado en su tiempo como una de las siete maravillas del mundo (ver Hch 19:27-40).
Es casi seguro que ya existía en Éfeso una comunidad cristiana cuando Pablo se detuvo brevemente allí por primera vez al regreso de su segundo viaje misionero (Hch 18:19-21). Pero fue más tarde, en el curso de su tercer viaje, cuando hizo de Éfeso, durante casi tres años, el centro de su actividad apostólica (Hch 19:1 — Hch 20:1). Desde allí evangelizó, personalmente o por medio de colaboradores, numerosas ciudades de la comarca.
2. Marco histórico de la carta
La carta a los Efesios (en adelante se utilizara preferentemente la abreviatura Ef), junto con Filipenses, Colosenses y Filemón, forma parte del grupo que desde antiguo se ha denominado “cartas de la cautividad o desde la cautividad” porque en ellas aparece el autor en situación de encarcelado (ver Efe 3:1; Efe 4:1; Flp 1:7; Flp 1:12-14; Col 1:24; Col 2:1; Flm 1:1; Flm 1:9-10; Flm 1:13; Flm 1:23). Si, pues, realmente fue el propio Pablo el que escribió — o dictó — Ef, lo habría hecho encontrándose prisionero en Roma (o en Cesarea del Mar) y no antes del año 58 d. C. Además, algunos detalles de la carta — ausencia de saludos personales y falta de las palabras en Éfeso (Efe 1:1) en algunos importantes mss. — harían pensar en una carta dirigida no solamente a la comunidad de Éfeso, sino a las distintas iglesias cristianas de la región. Pablo la habría escrito para profundizar teológicamente en las relaciones entre Cristo y la Iglesia, y para resaltar el hecho de la unidad de los creyentes.
Pero tal vez las cosas no fueron así. El conjunto de peculiaridades de la carta ha sugerido a numerosos estudiosos modernos la posibilidad de que Ef no sea un escrito directamente paulino. Sería más bien obra de un discípulo de Pablo, profundo conocedor de sus cartas y su teología, que escribe bastantes años después de la muerte del Apóstol en lugar y fecha difíciles de precisar, aunque no lejos de la región de Éfeso ni después, como mucho, de la década de los 90. Estaríamos ante una de las cartas actualmente conocidas como “deuteropaulinas”, en las que discípulos de Pablo juzgan oportuno y conveniente servirse de la autoridad del maestro para explicar, defender y consolidar su enseñanza, que podía estar siendo tergiversada en ciertos ambientes. Esta posibilidad no está descartada con respecto a Ef, pero tampoco puede darse por segura. No faltan especialistas de distintas confesiones cristianas, que siguen sosteniendo la autenticidad estrictamente paulina de Ef. Estos autores responden a las dificultades que plantea la hipótesis de la autenticidad diciendo que Pablo la escribió en los últimos años de su vida cuando su pensamiento teológico había evolucionado sensiblemente, que las circunstancias y necesidades religiosas de los destinatarios eran notablemente distintas a las de las cartas anteriores y, sobre todo, que en la composición de esta carta se sirvió de un ayudante con amplia libertad de maniobra en cuanto a estructura, estilo y vocabulario.
3. La carta y sus peculiaridades
Lo primero que es preciso resaltar es su estrecha relación, tanto literaria como doctrinal, con la carta a los Colosenses. El parecido alcanza a detalles tales como hacer a Tíquico portador de ambas cartas (Efe 6:21-22; Col 4:7-8). Como es obvio, las explicaciones (y las consecuencias) de este hecho indiscutible son distintas según se considere o no a Pablo como el responsable directo tanto de Ef como de Colosenses. En todo caso, hay que suponer a Ef posterior a Colosenses y, si no es Pablo el autor de ambas, lo más probable es que estemos ante dos discípulos distintos del Apóstol.
Ef tiene externamente el aspecto de una carta y así ha sido leída y considerada desde siempre. Pero tiene también un cierto aire impersonal de ensayo y reflexión teológica que la distancian notablemente de las demás cartas paulinas. El estilo es solemne y redundante: abundan las frases enrevesadas y los períodos interminables, algunas imágenes adolecen de falta de claridad y las ideas no acaban de ordenarse de forma progresiva. Desde luego, en este aspecto no es el Pablo de la primera carta a los Corintios. Señalemos también la presencia de motivos litúrgicos, la afinidad con la traducción griega de los LXX y algunos contactos con los escritos de Qumrán.
4. Contenido de la carta
Una brevísima Introducción (Efe 1:1-2) da paso a la primera sección de la carta que tiene carácter teórico-doctrinal (Efe 1:3 — Efe 3:21). Integran esta sección: un himno de alabanza a Dios de clara dimensión trinitaria (Efe 1:3-14); una oración del autor de la carta en favor de sus lectores para que puedan comprender y reconocer el supremo señorío de Cristo sobre toda la creación (Efe 1:15-23); una reflexión sobre la gratuita y universal acción salvadora de Dios en Cristo (Efe 2:1-22); y, finalmente, la constatación solemne y agradecida de que Pablo ha sido elegido por Dios para anunciar a todas las naciones este plan divino de salvación (Efe 3:1-21).
La segunda sección (Efe 4:1 — Efe 6:20) es de índole más bien práctica, aunque siempre va acompañada de la correspondiente fundamentación teológica. Incluye: una exhortación a la unidad dentro de la Iglesia, sin menoscabo de la diversidad de dones del Espíritu (Efe 4:1-13); una invitación al crecimiento espiritual y a vivir una nueva vida en Cristo comportándose como hijos de la luz (Efe 4:14 — Efe 5:14); una serie de normas cristianas de conducta para la vida familiar y social (Efe 5:15 — Efe 6:9); y una sentida plegaria a favor de los lectores de la carta a fin de que luchen contra el mal con todos los medios — el autor los describe como “armas” — que Dios pone a su disposición (Efe 6:10-17).
Concluye la carta con una invitación a orar por todos — incluido el autor de la carta — y con una despedida escueta y solemne (Efe 6:18-24). Sorprende la ausencia total de saludos personales. Quienes sostienen que Pablo es el autor de la carta deberían explicar de forma satisfactoria y convincente este hecho, dado que el Apóstol mantuvo con la comunidad cristiana de Efeso estrechas y prolongadas relaciones.
5. Estructura de la carta
— Saludo (Efe 1:1-2)
I. — EL PLAN SALVADOR DE DIOS EN CRISTO (Efe 1:3 — Efe 3:21)
II. — LA VIDA NUEVA EN CRISTO (Efe 4:1 — Efe 6:17)
— Conclusión (Efe 6:18-24)
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— pueblo de Dios: Lit. santos. Ver nota a Rom 1:7.
— en Éfeso: Estas palabras no están en varios mss. de cierta importancia (ver Introducción a la carta). Si hubiera que prescindir de ellas, la traducción sería: a los que han sido elegidos y creen.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Rom 7:1-7; 1Co 1:1-3; Gál 1:1-3.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Destinatarios y Saludo
Esta parte sigue básicamente la forma de la introducción y los saludos de otras cartas paulinas. Las palabras en Efeso no aparecen en los mss. más antiguos, pero la construcción gramatical que quedó en ellos sugiere que mss. aun más antiguos incluían dos nombres de lugares. A. Van Room sugiere que el texto decía: “A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Hierápolis y Laodicea”, pero es más posible que la inclusión de los nombres Efeso y Laodicea (los dos extremos del viaje que realizaría Tíquico) sean la causa por la que la carta llegó a ser conocida como Ef. (ver Introducción).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
1.1 Pablo escribió esta carta a la iglesia de Efeso y a todos los creyentes, a fin de darles una enseñanza profunda en la manera de nutrir y mantener la unidad de la iglesia. Quiso que circulara esta información importante en forma escrita porque él se hallaba en prisión y no podía visitar las iglesias personalmente. Las palabras «en Efeso» no aparecen en algunos de los manuscritos más antiguos. Por lo tanto, esto se parece mucho a una carta circular a las iglesias locales de la región. Pablo no hace referencia a algún problema en particular ni a una situación local, tampoco incluye saludos personales.1.1 Hacía casi treinta años que Pablo era cristiano. Llevó a cabo tres viajes misioneros y estableció iglesias alrededor del mar Mediterráneo. Cuando escribió Efesios, se hallaba bajo arresto domiciliario en Roma (véase Act 28:16ss). A pesar de hallarse preso, tenía la libertad de recibir visitas y escribir cartas. Si desea más información de Pablo, véase su perfil en Hechos 9.1.1 Efeso fue una de las cinco ciudades mayores del Imperio Romano, junto con Roma, Corinto, Antioquía y Alejandría. Pablo visitó por primera vez Efeso en su segundo viaje misionero (Act 18:19-21) y durante su tercer viaje misionero permaneció allí casi tres años (Hechos 19). Más tarde se reunió con los ancianos de la iglesia de Efeso en Mileto (Act 20:16-38). Efeso era un centro comercial, político y religioso para toda Asia Menor. El templo a la diosa Artemisa (Diana es su equivalente romano) se hallaba localizado allí.1.1 «Fieles en Cristo Jesús» ¡Qué reputación más sobresaliente! Tal título sería muy honroso para cualquier creyente. ¿Qué falta para que otros le den ese calificativo? Practique el ayuno, obedezca con fidelidad a Dios aun en los detalles de la vida y, como en el caso de los efesios, será conocido como una persona fiel al Señor.1.3 «Que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales» significa que en Cristo tenemos todos los beneficios de conocer a Dios: salvación, adopción, perdón, visión, dones del Espíritu, poder para hacer la voluntad de Dios, esperanza de eternidad con Cristo. Por el hecho de vivir en una relación íntima con Cristo, podemos disfrutar de estas bendiciones ahora. Lugares celestiales significa que las bendiciones son eternas, no temporales. Las bendiciones vienen de los lugares celestiales en Cristo, no del reino terrenal de la diosa Diana. Otras referencias a los lugares celestiales en esta carta incluye 1.20; 2.6; 3.10. Estos pasajes muestran a Cristo en su papel victorioso y exaltado como soberano sobre todo.1.4 Pablo dice: «nos escogió en El», para enfatizar que la salvación depende por completo de Dios. No somos salvos porque lo merezcamos, sino por la gracia de Dios que se nos da gratuitamente. No influimos en la decisión de Dios para que nos salve, lo hizo de acuerdo a su plan. Por lo tanto, no hay lugar para creer que la salvación dependa de nosotros ni lugar para el orgullo. El misterio de la salvación se originó en la mente eterna de Dios mucho antes de que existiéramos. Es difícil entender cómo Dios pudo aceptarnos, pero gracias a El somos santos e inocentes ante sus ojos. Dios nos escogió y cuando llegamos a pertenecerle por medio de Jesucristo, nos mira como si nunca hubiéramos pecado. Todo lo que podemos hacer es agradecerle por su maravilloso amor.1.5 «Predestinado» significa darnos un destino de antemano. Esta es otra manera de decir que la salvación es obra de Dios y no lo que nosotros podamos hacer en su infinito amor. Dios nos ha adoptado como sus hijos. Mediante el sacrificio de Jesús, nos ha hecho parte de su familia y nos ha hecho suyos junto con Jesús (Rom 8:17). En la ley romana, los hijos adoptivos tenían los mismos derechos y privilegios que los naturales, incluso si fueron esclavos. Pablo usa esta figura para mostrarnos cuán sólida es nuestra relación con Dios. ¿Ha entrado en esta relación amorosa con Dios? Si desea más información acerca del significado de adopción, busque Gal 4:5-7.1.6 «Con la cual nos hizo aceptos en el Amado» significa que Dios nos aceptó por gracia (a pesar de que no lo merecíamos) y ahora pertenecemos a su querido y amoroso Hijo.1.7 En el primer siglo referirse a la sangre de Jesús era una forma importante de hablar sobre la muerte de Cristo. Su muerte señala dos verdades maravillosas: redención y perdón. Redención era el precio pagado para obtener la libertad de un esclavo (Lev 25:47-54). A través de su muerte, Jesús pagó el precio para liberarnos de nuestra esclavitud al pecado. El perdón se garantizaba en los tiempos del Antiguo Testamento en base a la sangre vertida de animales (Lev 17:11). Ahora recibimos perdón en base al derramamiento de la sangre de Jesús, porque murió y fue el sacrificio perfecto y verdadero. (Véanse también Rom 5:9; Eph 2:13; Col 1:20; Heb 9:22; 1Pe 1:19.)1.7, 8 La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a los que salva. No lo podemos ganar, no lo merecemos. Ningún esfuerzo moral ni religioso lo puede ganar, viene solo por la misericordia y el amor de Dios. Sin la gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibirlo debemos reconocer que no podemos salvarnos a nosotros mismos, que solo Dios puede hacerlo y que solo hay un camino, el amoroso favor es a través de la fe en Cristo.1.9, 10 Dios no escondía a propósito un secreto («el misterio de su voluntad»), pero su plan para el mundo no se comprendería por completo hasta que Cristo resucitara. El misterio de su propósito para enviar a Cristo fue unir a judíos y a gentiles en un solo cuerpo, teniendo a Cristo como cabeza. Mucha gente aún no entiende el plan de Dios, pero en el momento oportuno («la dispensación del cumplimiento de los tiempos»), permitirá que estemos con El para siempre y entonces todos lo entenderán. En ese día, todos se inclinarán ante Jesús como Señor, sea porque lo aman o porque temen su poder (véase Phi 2:10-11).1.11 El propósito de Dios es ofrecer la salvación al mundo, tal como lo planeó mucho tiempo atrás. Dios es soberano, El tiene el control. Cuando su vida parezca caótica, descanse en esta verdad: Jesucristo es el Señor y Dios tiene el control. Su propósito para salvarlo no puede frustrarse, no importa lo que Satanás pretenda hacer.1.13, 14 El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su depósito o arras nos garantiza de que El hará lo prometido. El Espíritu Santo es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato. Su presencia en nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de Dios. Ahora su poder obra en nosotros la transformación de nuestras vidas y es un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad.1.16, 17 Pablo oró para que los efesios conocieran mejor a Cristo. El es nuestro modelo y cuanto más lo conozcamos, más seremos como El. Estudie la vida de Jesús en los Evangelios que muestran cómo era cuando estuvo en la tierra hace dos mil años y conózcalo en oración ahora. ¡El conocimiento personal de Cristo cambiará su vida!1.18 Nuestra esperanza no es un vago sentimiento de que el futuro será positivo, sino una total seguridad de victoria a través de Dios que nos viene por el Espíritu Santo que obra en nosotros. Si desea más información acerca de la esperanza, véanse Rom 8:23-24; Eph 4:4; Col 1:5; 1Th 1:3 y 1Pe 3:15.1.19, 20 El mundo teme el poder del átomo, pero nosotros pertenecemos al Dios del universo, el que no solo creó el poder atómico, sino que también resucitó a Jesucristo de la muerte. El poder incomparable de Dios está a su alcance para ayudarlo. No hay nada demasiado difícil para El.1.20-22 Después que resucitó de la muerte, Cristo es ahora la cabeza suprema de la Iglesia, la verdadera autoridad sobre el mundo. Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios, el esperado de Israel, el que enderezará al mundo quebrantado. Como cristianos debemos tener la certeza de que Dios ha ganado la victoria final y tiene el control de todo. No necesitamos temer a ningún dictador, nación, muerte ni al mismo Satanás. El contrato está firmado y sellado, nuestra espera para obtener la total libertad será por poco tiempo. Pablo dice en Rom 8:37-39, que nada puede separarnos de Dios y su amor.1.22, 23 Plenitud se refiere a Cristo que llena la Iglesia con dones y bendiciones. La Iglesia debe ser la plena expresión de Cristo, quien lo llena todo (véase 3.19). Al leer Efesios, es importante recordar que se escribió a la Iglesia, no a una persona en particular. Cristo es la cabeza y nosotros somos el cuerpo de su Iglesia (Pablo usa esta metáfora en Rom 12:4-5; 1Co 12:12-27 y Col 3:15, así como también a través de todo Efesios). La imagen del cuerpo muestra la unidad de la Iglesia. Cada miembro se involucra con los demás a medida que van cumpliendo con la obra de Cristo en la tierra. No debemos intentar trabajar, servir ni adorar simplemente nosotros. Necesitamos todo el Cuerpo.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) “En Éfeso”, אcABcDVgSyh,p; P46א*B* omiten esta frase.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 0 1Co 1:1
b 1 2Co 1:1
c 2 Rev 2:3
d 3 Jua 15:4; Jua 15:5
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
apóstol. El apóstol Pablo usa este título en la mayoría de sus epístolas, haciendo énfasis en que su apostolado le fue dado por iniciativa divina. Véase coment. en Ro 1:1.
a los santos. Véase coment. en Ro 1:7.
en Cristo Jesús. Las frases en Cristo Jesús y en Cristo se usan 13 veces en esta carta. Con ello se expresa la estrecha relación entre Cristo y el creyente.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Este libro habla en particular de la iglesia, y la revela en sus siete aspectos, como (1) el Cuerpo de Cristo, la plenitud, la expresión, de Aquel que todo lo llena en todo (v.23; 4:13); (2) el nuevo hombre (2:15), un hombre corporativo, que tiene no sólo la vida de Cristo sino también Su persona; (3) el reino de Dios (2:19), con los santos como ciudadanos que poseen los derechos y tienen las responsabilidades del reino; (4) la familia de Dios (2:19), la cual está llena de vida y disfrute; (5) la morada de Dios, donde El puede habitar (2:21-22) : en el aspecto universal, un templo santo en el Señor, y en el aspecto local, la morada de Dios en nuestro espíritu; (6) la novia, la esposa, de Cristo (5:24-25) para el reposo y la satisfacción de Cristo; y (7) el guerrero (6:11-12), un luchador corporativo, que se enfrenta con el enemigo de Dios y lo derrota para realizar el propósito eterno de Dios.
Una característica particular de este libro es que habla desde el punto de vista del propósito eterno de Dios, desde la eternidad, y desde los lugares celestiales. Este libro del Nuevo Testamento está colocado inmediatamente después de la revelación acerca de Cristo en contra de la religión (Gálatas), Va seguido por un libro que trata de la experiencia práctica de Cristo (Filipenses), y nos lleva a Cristo, la Cabeza (Colosenses). Así que, estos cuatro libros son el corazón de la revelación del Nuevo Testamento con respecto a la economía eterna de Dios.
1 (2) Pablo fue hecho apóstol de Cristo, no por el hombre sino por la voluntad de Dios, conforme a la economía de Dios. Esta posición le dio autoridad para presentar en esta epístola la revelación del propósito eterno de Dios con respecto a la iglesia. La iglesia es edificada sobre esta revelación (2:20).
1 (3) Los santos son aquellos que son hechos santos, que son santificados, apartados para Dios de todo lo profano.
1 (4) La frase en Efeso no se encuentra en los mss. más antiguos.
1 (5) Los fieles son aquellos que son fieles en la fe, a la cual se hace referencia en 4:13; 2Ti_4:7 ; Jud_1:3.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
INTRODUCCIÓN A LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS EFESIOS
AUTOR: PabloFECHA: 61
Las cartas de la cautividad Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón son llamadas con frecuencia Cartas de la Cautividad (o Cartas desde la Prisión), ya que todas ellas fueron escritas durante el encarcelamiento de Pablo en Roma (Efe 3:1; Flp 1:7; Col 4:10; Flm 1:9). Se discute si estuvo preso en Roma una o dos veces, aunque dos encarcelamientos parece que cuadran mejor con los hechos. Durante el primero, Pablo estuvo custodiado dentro, o cerca, del cuartel de la guardia pretoriana o en lugar alquilado, cuya renta pagó él mismo durante dos años (Hch 28:30), y durante este tiempo fueron escritas estas epístolas. Preveía que iba a ser liberado (Flm 1:22), y después de esta liberación hizo varios viajes, escribió 1 Timoteo y Tito, le volvieron a arrestar, escribió 2 Timoteo, y fue martirizado (véase la INTRODUCCIÓN a Tito). Estas, pues, son las, cartas de su primer encarcelamiento en Roma, mientras que 2 Timoteo es la carta de su segundo encarcelamiento en Roma.
Carta circular Varias cosas indican que Efesios era una carta circular, un tratado doctrinal en forma de carta, a las iglesias de Asia Menor. Algunos buenos manuscritos griegos omiten las palabras «en Éfeso» (Efe 1:1). No hay ninguna controversia en esta carta, y no trata acerca de problemas de iglesias locales. Puesto que Pablo había trabajado en Éfeso durante unos tres años y normalmente mencionaba a muchos amigos en las iglesias a las que escribía, la ausencia de nombres personales en esta epístola es un argumento fuerte en favor de la idea de su carácter circular. Probablemente, fue enviada primeramente a Éfeso por Tíquico (Efe 6:21-22; Col 4:7-8) y es probablemente la misma carta que él llama «la de Laodicea» en Col 4:16.
La ciudad de Éfeso Probablemente, el cristianismo llegó por primera vez a Éfeso con Aquila y Priscila, cuando Pablo se detuvo brevemente allí en su segundo viaje misionero (Hch 18:18-19). En su tercer viaje, permaneció en la ciudad durante unos tres años y el evangelio se extendió por todo el Asia Menor (Hch 19:10). La ciudad era un centro comercial, político y religioso, estando allí el gran templo de Artemisa (Diana). Como uno de los mayores centros comerciales, tenia el mismo rango que Alejandría y Antioquia. Después de Pablo, Timoteo se hizo cargo de la iglesia de Éfeso por algún tiempo (1Ti 1:3) y más tarde el apóstol Juan fijó en la ciudad su residencia.
Contenido El gran tema de esta epístola es el eterno propósito de Dios de establecer y completar Su cuerpo, la Iglesia de Cristo. Al desarrollar esta tema, Pablo discute la predestinación (Efe 1:3-14), la condición de cabeza que tiene Cristo respecto del cuerpo que es la Iglesia (Efe 1:22-23; Efe 4:15-16), la Iglesia como edificio y templo de Dios (Efe 2:21-22), el misterio de Cristo (Efe 3:1-21), los dones espirituales (Efe 4:7-16), y la Iglesia como Esposa de Cristo.
BOSQUEJO DE EFESIOS
I) Saludos, Efe 1:1-2
II) La posición de los creyentes, Efe 1:3 – Efe 3:21
A) Escogidos y sellados, Efe 1:3-23
B) Salvos por gracia, Efe 2:1-10
C) Unidos en un solo cuerpo, Efe 2:11-22
D) Iguales en el cuerpo (el misterio), Efe 3:1-21
III) La practica de los creyentes, Efe 4:1 – Efe 6:9
A) Con relación a otros creyentes, Efe 4:1-6
B) Con relación a los dones espirituales, Efe 4:7-16
C) Con relación a la vida anterior, Efe 4:17-32
D) Con relación al mal, Efe 5:1-17
E) Con relación al Espíritu Santo, Efe 5:18-21
F) Con relación a la vida de familia, Efe 5:22 – Efe 6:4
G) Con relación a los esclavos y a los amos, Efe 6:5-9
IV) La protección para los creyentes, Efe 6:10-20
A) ¿Contra quién?, Efe 6:10-12
B) ¿Con qué?, Efe 6:13-20
V) Palabras finales, Efe 6:21-24
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
15 (I) Introducción: dirección y saludo (1,1-2). El hecho de que en esta carta seudónima el remitente se presente como Pablo sirve para transmitir la autoridad y presencia del apóstol a una generación pospaulina. La dirección y el saludo siguen el modelo habitual (→ Cartas del NT, 45:6,8A). 1. a los santos y fieles: El autor se dirige a los lectores llamándolos «santos» (denominación utilizada a lo largo de toda la carta [1,4.15.18; 2,19; 3,8.18; 4,12; 5,3; 6,18] y en las cartas paulinas (p.ej., Rom 1,7; 1 Cor 1,2; 6,2]) y fieles (cf. 1,15). Su presentación como santos no sólo los hace miembros del pueblo santo de Dios, sino que también indica su participación en la asamblea celestial -tema que se ha de desarrollar más tarde en Ef (véase el comentario a 1,18)-. Importantes mss. apoyan la omisión de en Ephesǭ, omisión que deja la oración con una construcción muy poco elegante (→ 2 supra); pero incluso su presencia tras tois hagiois resultaría inusitada debido a que el kai pistois que sigue parecería indicar en ese caso a un grupo diferente del de «los santos». La propuesta de que tras tois hagiois se dejó un espacio en blanco que luego se rellenó con el nombre de la comunidad usuaria de la carta deja sin resolver el problema sintáctico.
(Best, E., «Ephesians 1.1 Again», Paul and Paulinism [Fest. C. K. Barrett, ed. M. D. Hooker y S. G. Wilson, Londres 1982] 273-79. Dahl, N., «Adresse und Proomium», TZ 7 [1951] 241-64. Lindemann, A., «Bemerkungen zu den Adressaten und zum Anlass des Epheserbriefes», ZNW 67 [1967] 235-51.)
16 (II) Parte primera: el plan de Dios revelado y realizado (1,3-3,21).
(A) Bendición (1,3-14). Una gran bendición (cf. 1 Cor 1,3-7; → Cartas del NT, 45:8B) precede a la acción de gracias. La bendición es obra del autor; se hace eco de frases de Col y anuncia temas que se desarrollarán en la primera mitad de Ef (P. T. O’Brien, NTS 25 [1978-79] 504-16). Los intentos de distinguir en la bendición una disposición estrófica formal no han resultado satisfactorios (Dibelius, Schille). Un ámbito más fecundo de investigación ha sido comparar la bendición con las Hôdâyôt de Qumrán, que muestran semejanzas de lenguaje, contenido y estructura (J. T. Sanders, ZNW 56 [1965] 215-32, esp. 227-28). 3. bendito sea: La bendición empieza con una fórmula conocida gracias al AT y común en las oraciones judías y cristianas primitivas (cf. Tob 13,1; 1QH 7,20; 10,14; 1 Pe 1,3). con toda bendición espiritual: cf. lQSb 1,5. en Cristo: Esta importante expresión aparece frecuentemente a lo largo de toda la carta (en diversas formas; en autǭ, en hǭ) en contextos referentes a la unidad de judíos y gentiles (p.ej., 2,15; 3,11). J. Alian (NTS 5 [1958-59] 54-62) ha afirmado que en christǭ se debe entender en Ef instrumentalmente, y no en su típico sentido paulino de incorporación a Cristo (→ Teología paulina, 82:121). en lo alto del cielo: El gr. en tois epouraniois se puede traducir también «entre los seres celestiales»; su significado espacial en otros pasajes de Ef (1,20; 2,6; 3,10; 6,12) hace suponer que también en este caso indica un lugar. Es una expresión muy característica de Ef e introduce el tema de la unión de los mundos celestial y terreno. 4. porque nos eligió: La conj. comparativa kathôs se usa en sentido causal (BDF 453.2) al comienzo de la enumeración de razones para bendecir a Dios. El motivo del pueblo elegido de Dios está tomado del AT (p.ej., Dt 14,2; → Pensamiento del AT, 77:81) y conoció un amplio desarrollo en el judaísmo precristiano (1QH 13,10; 15,23; 1QS 1,4; 11,7; lQSb 1,2; 1QM 10,9). santos e irreprochables: cf. Col 1,22. La misma expresión se usa en 5,27 para describir a la intachable novia de Cristo, la Iglesia, purificada en el bautismo. En Ef, estos términos hacen referencia a las cualidades morales de santidad y pureza exigidas a los elegidos de Dios. En la comunidad de Qumrán, el requerimiento de no tener tacha física alguna era «debido a la presencia de los ángeles en la asamblea» (1QSa 2,8-9). Tal pensamiento guarda relación con el de Ef, que también hace hincapié en la participación de la Iglesia en la esfera celestial (2,6; 3,10). 5. por amor nos predestinó: La expresión en agapç se puede entender unida a «santos e irreprochables ante él», al final del v. 4. Si se entiende unida a «nos predestinó», ha de referirse al amor de Dios y crea un paralelo formal de «con toda sabiduría e inteligencia nos dio a conocer», en el v. 9. La idea de predestinación no es extraña al pensamiento paulino (véase Rom 8,28-29 y el comentario correspondiente) y se encuentra también en la LQ (p.ej., 1QH 15,14-17; cf. 1QS 3,15-18 para la idea de que Dios ha determinado el destino de todo mediante su plan inalterable). sus hijos adoptivos: En virtud de su vinculación con Cristo y la Iglesia, los cristianos son miembros de la familia de Dios (véase Rom 8,14-17 y el comentario correspondiente). beneplácito: cf. CD 3,15. 6. por medio de su Predilecto: La presentación de Cristo como Predilecto de Dios recuerda la escena evangélica del bautismo, en la cual la voz del cielo da a conocer a Jesús como ho agapçtos (Mc 1,11 par.). Nótese también el uso de eudokeó («me complazco») en la escena bautismal y el término de la misma raíz eudokia en el v. 5.
17 7. Redención por su sangre: cf. Col 1,14.20. La redención y el perdón son posibles en virtud de la muerte de Cristo, a la cual el cristiano queda incorporado por el bautismo. La mención en los vv. 5-7 de hijos adoptivos, el Predilecto, beneplácito, perdón de los delitos, y la posterior referencia al sello del Espíritu (1,13), hacen suponer que existe cierta dependencia respecto a tradiciones sobre el bautismo. Las resonancias bautismales presentes en toda la carta llevaron a N. Dahl a plantear la hipótesis de que el propósito de Ef era recordar a los nuevos convertidos las consecuencias de su bautismo {TZ 7 [1951] 241-64). Este autor definió la carta como anamnçsis («memoria») y paraklçsis («exhortación») bautismales (Zur Auferbauung des Leibes Christi [Fest. P. Brunner; Kassel 1965] 64). riquezas de su gracia: El equivalente hebreo de esta expresión aparece frecuentemente en la LQ en diversas formas (p.ej., 1QS 4,4; 1QH 1,32). 8-9. con toda sabiduría e inteligencia nos dio a conocer: Véase el comentario al v. 5. Sabiduría e inteligencia son cualidades divinas que subyacen tras la revelación del misterio de la voluntad de Dios. No es imposible, sin embargo, entenderlas unidas al precedente «derramó abundantemente sobre nosotros», como hace la NEB [y LB], y verlas como cualidades humanas conferidas mediante «las riquezas de su gracia». Ef 3,10 apoya su interpretación como cualidades divinas porque conecta explícitamente la sabiduría de Dios con la revelación (gnôristhç) del misterio a la humanidad y a los poderes celestiales (3,9-10). 9. el misterio de su voluntad: El contenido del misterio tiene en Ef un núcleo eclesiológico: en 1,10 se refiere a la recapitulación de todas las cosas en Cristo en favor de la Iglesia (1,22-23); en 3,4-6, a la unión de gentiles y judíos en la Iglesia; en 5,32, a la interpretación de Gn 2,24 como la unión de Cristo y la Iglesia. El trasfondo apropiado para entender mystçrion en Ef es la creencia del judaísmo de la antigüedad tardía de que todo está regulado de acuerdo con los misterios de Dios (R. E. Brown, The Semitic Background of the Term «Mystery» in the New Testament [FBBS 21, Filadelfia 1967]). El Dios del conocimiento tiene el control de todas las cosas, porque el curso inalterable de los acontecimientos fue decretado por él antes de toda la eternidad (1QS 3-4, esp. 3,9-10). No sólo el mundo humano (1QH 1,15), sino también las esferas angélica (1QM 14,14) y cósmica (1QH 1,11-15), han sido determinados por él. Esos misterios han sido revelados a intérpretes escogidos (1QH 1,21; lQpHab 7,4-5; cf. Ef 3,4-6; → Teología paulina, 82:33-34). 10. como un plan: En Col 1,25 oikonomia hace referencia a la encomienda o nombramiento de Pablo para predicar la palabra; en este pasaje de Ef, ese término describe las disposiciones o medidas que constituyen el plan de Dios de recapitular todo en Cristo. En Col 1,19 y 2,19 plçroma hace referencia a la totalidad de la divinidad; en este pasaje de Ef indica el tiempo en que los propósitos eternos de Dios se realizan y llevan a cabo, recapitular todas las cosas: El abrazo cósmico de Cristo que abarca las realidades celestes y terrestres ha sido la meta del plan eterno de Dios. Toda realidad encuentra su significado y perfección en Cristo. 11-14. El autor describe la posición ocupada en el plan de Dios por los destinatarios de la carta, que son los beneficiarios del plan de Dios en Cristo. La sección está compuesta usando palabras y sintagmas procedentes de Col 1,13-14: «herencia», «esperanza», «palabra de verdad», «evangelio», «voluntad», «gloria», «redención». El contraste en estos versículos entre «nosotros» y «vosotros» se ha interpretado como referido a judíos («nosotros») y gentiles («vosotros»). De ser así, la frase hçmas… proçlpikotas en tǭ Christǭ en el v. 12 se debiera traducir «nosotros que esperábamos en el Mesías [antes que los gentiles, o antes de la venida de Cristo]». También es posible interpretar «nosotros» como una referencia a todos los cristianos y «vosotros» como referencia a los destinatarios de la carta. En este caso, el proçlpikotas se puede traducir «nosotros que pusimos nuestra esperanza [de cumplimiento] en Cristo» (BAGD 705). Esta última interpretación de «nosotros» y «vosotros» está apoyada por la primera parte del himno, que utiliza hémeis en referencia a todos los cristianos. Además, el autor de Ef ciertamente incluye a los gentiles entre los que estaban «predestinados a ser herederos».
18 11. Predestinados a ser herederos: Véase el comentario a 1,5. El vb. klçroô, traducido aquí por «ser herederos», recuerda la reiterada presentación de los hijos de la luz en la LQ como pertenecientes a «la heredad de Dios» (p.ej., 1QS 2,2; 1QM 1,5; cf. Ef 5,8). Existe un estrecho paralelo en 1QH 3,22-23: «Haces crecer el lote eterno para el hombre… para que alabe tu nombre con gozo». 13. oísteis… creisteis… fuisteis sellados: La secuencia de vb. es un reflejo de informes misioneros como los de Hch 8,12-17; 10,34-48; 19,2. La conexión existente en esos pasajes entre creer y recibir el Espíritu Santo y el bautismo pone de relieve las alusiones bautismales de esta parte de la bendición. La idea de ser sellados con el Espíritu Santo, «prenda de nuestra herencia», aparece también en 2 Cor 1,22. Como prenda de nuestra futura herencia, el sello del Espíritu Santo hace de la salvación una realidad presente. 14. para el rescate de la propiedad (esclavizada): El significado de la frase es difícil de determinar. Apolytrôsis se puede usar en el sentido de «comprar de nuevo» lo que era una propiedad esclavizada y puede ser una referencia a la libertad que la muerte de Cristo proporciona respecto a los espíritus malignos del universo (véase Ef 2,2-3).
(Cambier, J., «La bénédiction d’Ephesiens 1,3-14», ZNW 54 [1963] 58-104. Coutts, J., «Eph. 1:3-14 and 1 Pet. 1:3-12», NTS 3 [1965-57] 115-27. Deichgräber, R., Gotteshymnus und Christushymnus in der frühen Christenheit [Gotinga 1967] 146-52. Lyonnet, S., «La bénédiction de Eph 1:3-14 et son arrière-plan judaïque», À la rencontre de Dieu [Fest. A. Gelin, Lc Puy 1961] 341-52. Maurer, C., «Der Hymnus von Eph 1 als Schlüssel zum ganzen Briefe», EvT 11 [1951/52] 151-72. Schille, G„ Früchristliche Hymnen [Berlín 1965] 65-73.)
19 (B) Acción de gracias y oración de intercesión (1,15-23). La acción de gracias y el comienzo de la oración (w. 15-16) fueron compuestos a imitación de Flm 4-5 (cf. Col 1,3-4.9-10). El resto de la oración echa mano libremente del vocabulario de Col y de la bendición de Ef (cf. Ef 1,18 y Col 1,12.27; Ef 1,20 y Col 2,10.12; Ef 1,21 y Col 1,16; Ef 1,22-23 y Col 1,18-19.24), pero también incluye ideas de los salmos 110 y 8 para hacer afirmaciones peculiares acerca de la exaltación de Cristo y la Iglesia. 18. entre los santos: En Ef, hagioi puede referirse a la asamblea terrena (1,1.15) o a la asamblea celestial, los ángeles (véase P. Benoit, «Hagioi en Colossiens 1,12», Paul and Paulinism [→ 15 supra] 83-101). En este caso se hace referencia a los ángeles, con quienes ha quedado unida en Cristo la asamblea terrena. La idea tiene estrechos paralelos en la LQ (lQSb 3,25-4,26; 1QH 3,21-23). 19. la excelsa grandeza de su poder: cf. 1QH 4,32; 1QS 11,19-20. 20-23. El poderío de Dios se revela en la resurrección y ascensión de Cristo y en su exaltación sobre todas las fuerzas angélicas. El autor utiliza primitivas afirmaciones confesionales cristianas, que formulaban el acontecimiento Cristo partiendo de Sal 110,1 y 8,7, para inculcar a los lectores la espléndida situación a la que han sido llamados en Cristo. por encima de todo principado…: Véase el comentario a Col 1,15-16. 22. lo constituyó cabeza: El autor anuncia una metáfora importante que va a dominar la carta: Cristo es la cabeza del cuerpo, la Iglesia. Se da aquí un desarrollo del concepto paulino de que el cuerpo de Cristo lo forman juntos muchos miembros diversos (1 Cor 12,12-17; → Teología paulina, 82:122-27). La Iglesia es la beneficiaría del plan de Dios que lo abarca todo y, como beneficiaría del señorío de Cristo sobre todas las cosas y sobre todos los poderes angélicos, la Iglesia -cuerpo de Cristoparticipa del dominio de la cabeza. 23. su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo: El ptc. plçroumenou podría ser pas. («el que es llenado») o medio («el que llena»). Ef 4,10 («que llene todo») apoya que en este caso el ptc. se interprete como medio. En ambos casos la imagen es difícil de comprender, pero puede referirse a Cristo como fuente y meta del crecimiento del cuerpo, tal como se describe en 4,15-16.
(Bates, R., «A Re-examination of Ephesians 123», ExpTím 83 [1972] 146-51. Benoit, P., «The “plçrôma” in the Epistles to the Colossians and the Ephesians», SEA 49 [1984] 136-58. Howard, G„ «The Head/Body Metaphors of Ephesians», NTS 20 [1974] 350-56. De la Potterie, I., «Lc Christ, plçrôma de l’église (Ep 1,22-23)», Bib 58 [1977] 500-24.)
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
º Quizás se trate de la carta a los laodicenses → Col 4:16.
un apóstol… → Rom 1:1; fieles… M↓ añaden en Éfeso → §119.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R582 Διά se usa con sentido de agencia: por la voluntad de Dios (διά también se usa de esta manera en el v. 5).
M108 Τοῖς … πιστοῖς ἐν Χριστῷ significa: los que creen en Cristo y no sencillamente: los que creen a Cristo.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, mediante
Algunos mss. antiguos no incluyen: en Efeso
Fuente: La Biblia de las Américas
un apóstol g Rom 1:1.
1.1 M i añaden en Efeso g §119.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[1] Todos los creyentes son adoptados dentro de la familia de YHWH. No existe cosa tal que los Judíos sean los hijos verdaderament escogidos y que los no-Judíos sean solamente adoptados. Todos los seres humanos son pecadores y todos necesitan la adopción dentro de la familia de YHWH, incluyendo el Israel-Judío.
[2] Este texto en sí destruye cualquier forma de teología de entidad separada en donde los Judíos tienen sinagogas para Shabát y los Cristianos tienen iglesias para la exaltación del domingo y en donde la palabra de YHWH está dividida en dos pactos. Ambos los Judíos, y los no-Judíos que honran la Torah, son llamados a estar en un cuerpo, a medida que Yahshua reúne a todos Sus hijos en un sólo cuerpo. Eso incluye a todos Sus hijos en el cielo, a todos los mensajeros celestiales, y a toda la creación que El vino a reunir en una sola. Todas las cosas dispersas están siendo reunidas, que por definición debe incluir a los exiliados de Israel, de ambas casas.
[3] El entendimiento Hebraico con respecto al tiempo es nodispensacionalista. La salvación de uno es recibida en este mundo, para poder entrar al próximo. Sólo dos periodos de tiempo, sin dispensaciones hechas por el hombre.
* Literalmente, “santos”.
Biblia Peshitta 2006 Notas:
Escrita probablemente en Roma mientras Pablo se hallaba preso, alrededor del 60 d.C. Éfeso estaba ubicada en la costa occidental de Asia Menor, en la ruta comercial principal que comunicaba a Roma con Oriente. Tenía una numerosa población judía con ciudadanía romana, quienes mantenían una sinagoga en la cual predicó Pablo. Aunque la comunidad cristiana de Éfeso comenzó siendo vigorosa y celosa de las cosas de Dios, el Señor la amonesta por su enfriamiento posterior (Rev 2:4).
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento
Fuente: Peshitta en Español