Biblia

Comentario de Hebreos 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Hebreos 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión.

Resumen : En este capítulo el autor continúa enfatizando la superioridad de Jesucristo sobre Moisés. Como es superior a la casa el que la construyó, así lo es Cristo a Moisés, porque siendo Dios es Cristo el constructor de la casa de Dios, ya sea en la dispensación mosaica o en la cristiana. Además, como el hijo sobre la casa es superior al siervo en ella, así es superior Cristo a Moisés. Los dos han sido fieles en sus dos capacidades respectivas

— el uno como hijo, el otro como siervo — pero el hijo es superior al siervo. A éste quien es superior debemos considerar. Es el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión. Al no hacer esto los lectores hebreos, podrían caer ante la tentación de volverse a la ley de Moisés, dejando al superior por el inferior.

Luego, el ejemplo de la peregrinación literal de los israelitas bajo Moisés en el desierto se presenta como ilustración de la nuestra espiritual bajo Cristo, en que como muchos de ellos no entraron en la tierra prometida a causa de su incredulidad, así nosotros los cristianos tampoco entraremos en el reposo de los cielos si somos engañados por el engaño del pecado. Debemos,

pues, exhortarnos para que no nos pase lo que a ellos pasó, sino que seamos firmes y fieles hasta el fin de nuestra carrera cristiana.

3:1 — «hermanos santos». Véase 2:11. Son cristianos apartados (santificados) por Cristo (2:17).

— «participantes» (metokoi). Se emplea en 1:9, «compañeros», y en 3:14. En forma verbal se emplea en 2:14, «participó».

— «llamamiento celestial». Así se contrasta este llamamiento con el de Israel que era terrenal. Es celestial este llamamiento porque (1) viene del cielo (Flp 3:14; 1Co 1:2) (2) nos llama a la gloria de los cielos (2:10); (3) como miembros de la iglesia somos ciudadanos del reino de los cielos (Col 1:13), nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3:20), y la Cabeza de la iglesia reside en los cielos (Apo 14:1; Apo 14:13). Somos llamados por el evangelio (2Ts 2:14).

— «apóstol y sumo sacerdote». Moisés era el «apóstol» (el enviado — griego, apostolos) del Antiguo Testamento (Éxo 3:10; Éxo 3:13-15). Cristo es el del Nuevo (Mat 10:40; Mat 15:24; Luc 4:18; Jua 3:17; Jua 17:18; Jua 20:21; 1Jn 4:14). Es el «mensajero (ángel) del pacto», según Mal 3:1.

Siendo enviado de Dios, es apóstol, y dando su vida en sacrificio por nosotros y ofreciendo ese sacrificio a Dios (2:17), es sumo sacerdote. Aunque Moisés era «apóstol» de Dios, no era sumo sacerdote a la vez.

— «de nuestra profesión». Es decir, el objeto de nuestra confesión. Confesamos que Jesucristo es el gran apóstol y sumo sacerdote de Dios. Pedro confesó (aunque en otras palabras) esta verdad, Mat 16:16. La palabra griega jomologia (profesión, o confesión; es preferible «confesión») se emplea también en 2Co 9:13; 1Ti 6:12-13; Heb 4:14; Heb 10:23; y en forma verbal, en 13:15.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

hermanos santos. Col 1:22; Col 3:12; 1Ts 5:27; 2Ti 1:9; 1Pe 2:9; 1Pe 3:5; 2Pe 1:3-10; Apo 18:20.

participantes. Heb 3:14; Rom 11:17; Rom 15:27; 1Co 9:23; 1Co 10:17; 2Co 1:7; Efe 3:6; Col 1:12; 1Ti 6:2; 1Pe 5:1; 2Pe 1:4; 1Jn 1:3.

de la vocación celestial. Rom 1:6, Rom 1:7; Rom 8:28-30; Rom 9:24; 1Co 1:2; Efe 4:1, Efe 4:4; Flp 3:14; 1Ts 2:12; 2Ts 1:11; 2Ts 2:14; 1Ti 6:12; 2Ti 1:9; 1Pe 5:10; 2Pe 1:10; Jud 1:1; Apo 17:14.

considerad. Isa 1:3; Isa 5:12; Isa 41:20; Eze 12:3; Eze 18:28; Hag 1:5; Hag 2:15; Jua 20:27; 2Ti 2:7.

al Apóstol. Jua 20:21; Rom 15:8.

y Sumo Sacerdote. Heb 2:17; Heb 4:14, Heb 4:15; Heb 5:1-10; Heb 6:20; Heb 7:26; Heb 8:1-3; Heb 9:11; Heb 10:21; Sal 110:4.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Cristo es más digno que Moisés, Heb 3:1-6;

por lo tanto si no creemos en él, seremos más dignos de castigo que Israel y su duro corazón, Heb 3:7-19.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Heb 4:1-16

Esta es la segunda exhortación (Heb 2:1-4).

hermanos santos la une con el concepto de santificación en Heb 2:11.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

participantes es la misma palabra griega que se traduce como compañeros en Heb 1:9. El llamamiento celestial de estos compañeros es a heredar la salvación (Heb 1:14) y la gloria futura en Cristo (Heb 2:10). El autor de Hebreos invita a los creyentes judíos a considerar la fidelidad de Jesucristo.

apóstol significa «el que fue enviado». Este es el único pasaje del NT. en que se llama apóstol a Jesús. El título indica que Jesús fue enviado por Dios para revelar al Padre (Jua 4:34; Jua 6:38; Jua 7:28, Jua 7:29; Jua 8:16). La frase en toda la casa de Dios se tomó de Núm 12:7Casa se refiere al tabernáculo, el centro del culto israelita. Moisés obedeció fielmente las instrucciones de Dios sobre el tabernáculo. De la misma manera, Jesús fue obediente al Padre con la misión que le encomendó. Por medio de ese acto, Dios fundó su nueva casa, la Iglesia.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

HERMANOS SANTOS. Es probable que se le escribiera esta carta a un grupo de judíos que, después de su conversión a Cristo, se habían visto expuestos a la persecución y al desánimo (Heb 10:32-39), Se deduce que los lectores eran verdaderos creyentes nacidos de nuevo por lo siguiente:

(1) Heb 2:14, que menciona el peligro de irse alejando de la salvación;

(2) Heb 3:1, donde se les llama a los lectores «hermanos santos, participantes del llamamiento celestial»;

(3) Heb 3:6, donde se les llama casa de Dios. Para más pruebas de que los lectores eran salvos por Cristo, véanse Heb 3:12-19; Heb 4:14-16; Heb 6:9-12; Heb 6:18-20; Heb 10:19-25; Heb 10:32-36; Heb 12:1-29; Heb 13:1-6; Heb 13:10-14; Heb 13:20-21.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

AL APÓSTOL Y SUMO SACERDOTE. Bajo el antiguo pacto, Moisés (vv. Heb 3:2-5) fue el apóstol (i.e., enviado por Dios con su autoridad) y Aarón (Heb 5:1-5) el sumo sacerdote del pueblo de Dios. Ahora bajo el nuevo pacto, esos dos oficios se combinan en la persona de Jesucristo.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Cristo superior a Moisés, 3:1-6.
1 Vosotros, pues, hermanos santos, que participáis de la vocación celeste, considerad al Apóstol y Pontífice de nuestra confesión, Jesús, 2 fiel al que le hizo, como lo fue Moisés en toda su casa. 3 Y es tenido por digno de tanta mayor gloria que Moisés, cuanto mayor que la gloria de la casa es la del que la fabricó. 4 Pues toda casa es fabricada por alguno, pero el Hacedor de todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés fue fiel en toda su casa, como ministro que había de dar testimonio de las cosas que se habían de decir; 6 pero Cristo está como Hijo sobre su casa, que somos nosotros, si retenemos firmemente hasta el fin la confianza y la gloria de la esperanza.

Dentro del tema general de la superioridad de la religión cristiana sobre la judía, toca ahora hablar de Moisés. Había sido el mediador de la Antigua Alianza y, por la tradición judía, era considerado como el más grande entre los hombres, superior incluso, bajo ciertos aspectos, a algunas categorías de ángeles. Afirmar la superioridad de Cristo sobre Moisés era algo que siempre hacía impresión a mentalidades judías.
La perícopa está unida literariamente con mucha habilidad a la anterior a través del adjetivo “fiel,” uno de los atributos de Cristo sacerdote (2:17), y que de nuevo se recoge (3:2) para comenzar la comparación con Moisés. En esta comparación, cuya intención evidente es la de hacer resaltar la superioridad de Cristo sobre Moisés, hay una imagen o metáfora que está en la base misma de todo el razonamiento: es la imagen de “casa,” que se emplea tanto para designar la economía mosaica (v.2) como para designar la obra cristiana (v.6). Sin embargo, hay fácil tránsito de la imagen de casa-edificio a la de casa-familia, contribuyendo esto no poco a cierta oscuridad en todo el pasaje.
A fin de vencer en lo posible esa oscuridad, vamos a proceder por partes, distinguiendo tres fases o etapas en el razonamiento: “fidelidad” de Jesucristo y de Moisés (v.1-2); Jesucristo, superior a Moisés, como el arquitecto superior a la casa construida ^.3-4); Moisés actúa como siervo en la casa de Dios, mientras que Jesucristo como hijo sobre su propia casa (ν .5-6). De estos tres apartados, el primero (v.1-2) no ofrece dificultad especial, limitándose a recordar la “fidelidad” de Jesús, que es comparada a la de Moisés, expresamente elogiada por Dios en la Escritura (cf. Num 12:7). Evidentemente, la “fidelidad” o lealtad de Jesús para con Dios fue inmensamente superior a la de Moisés; pero esto aquí se deja de lado. El autor de la carta se contenta con afirmar que Cristo fue “fiel al que le hizo” (tal), es decir, al que le hizo “apóstol y pontífice” (cf. v.1), como “fue fiel Moisés en toda su casa,” es decir, en la administración y gobierno de la “casa” o familia de Dios, que era el pueblo de Israel 416.
El segundo apartado (v.3-4) es el de más difícil interpretación. Se dice, en resumen, que Jesús es tanto más digno de honor que Moisés cuanto es más digno de honor el constructor de una casa que la casa misma (v.3); añadiendo, sin que se vea claramente la hilación, que Dios es el supremo constructor de todas las cosas, y, por consiguiente, también de esa casa (v.4). ¿Qué se quiere decir con todo esto? Desde luego, si tratamos de aquilatar, la respuesta no es fácil. Nada tiene de extraño que Jesús, autor y ordenador de la nueva economía religiosa (cf. v.6; Num 2:10), sea comparado al constructor de una “casa”; aunque sí resulta extraño, al menos para nuestra mentalidad, que Moisés lo sea a la “casa” misma construida. Con todo, la imagen está ahí y no toca a nosotros el cambiarla. Probablemente lo que se intenta decir es que Moisés, aunque legislador y mediador de la antigua obra religiosa, no era autor ni constructor de esa “casa,” como lo es Jesús de la suya, sino simple inquilino o miembro, al que Dios elige para una determinada función, pero sin que le coloque por encima de la “casa” misma. Lo que se añade en el v.4 parece, muy en consonancia con la mentalidad y modo de hablar de los judíos, no tiene otra finalidad sino recordar que, como en todas las cosas, también cuando se trata de establecer una obra de bendición mosaica o cristiana, es siempre Dios, principio y último fin de todo, el supremo constructor y ordenador (cf. 1:1-2; 2:10). No creemos que pueda alegarse este versículo para probar la divinidad de Jesucristo, conforme hacen bastantes autores.
Queda el tercer apartado (v.5-6), que ofrece ya menos dificultad. Prácticamente viene a decirse lo mismo que en el apartado segundo, aunque cambiando un poco la imagen. Jesucristo no es ya el constructor de la casa, sino el hijo que manda sobre ella; y Moisés no es la casa misma, sino un siervo que trabaja en la casa (de Dios). El oficio que se asigna a Moisés es el de “dar testimonio de las cosas que se habían de decir” (είβ μαρτύριον των λαλη 3ησομένων , ν .5). No es claro si con esto se alude simplemente a que transmitía al pueblo lo que Dios le decía, o hay aquí una alusión a su función profética respecto del Mesías, idea que sin duda estaba muy en el ambiente (cf. Lev 24:27; Jua 5:46). Con esta última interpretación, a la que damos bastante probabilidad, resaltaría aún más su inferioridad respecto del Mesías. La “casa” sobre la que manda Jesucristo (v.6) es suya (cf. v.3) y es de Dios (cf. v.4); esa casa “somos nosotros” (v.6; cf. Efe 2:20-21; 1Ti 3:15); pero para pertenecer a ella hay que seguir firmes en la fe, alentados por la “gloria que nos espera” (cf. Rom 5:2; Rom 8:18).

Nueva exhortación a la perseverancia en la fe,Rom 3:7-19.
7 Por lo cual, según dice el Espíritu Santo: “Si oyereis su voz hoy, 8 no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión, como el día de la tentación en el desierto, 9 donde vuestros padres me tentaron y me pusieron a prueba, y vieron mis obras 10 durante cuarenta años; por lo cual me irrité contra esta generación, y dije: Andan siempre extraviados en su corazón y no conocen mis caminos, 11 y así juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso.” 12 Mirad, hermanos, que no haya entre vosotros un corazón malo e incrédulo, que se aparte del Dios vivo; 13 antes exhortaos mutuamente cada día, mientras perdura el “hoy,” a fin de que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado” 14 Porque hemos sido hechos participantes de Cristo en el supuesto de que hasta el fin conservemos la firme confianza del principio; 15 mientras se dice: “Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión.” 16 ¿Quiénes, en efecto, se rebelaron después de haber oído? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por obra de Moisés? 17 ¿Y contra quiénes se irritó por espacio de cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes sino a los desobedientes juró que no entrarían en el descanso? 19 En efecto, vemos que no pudieron entrar por su incredulidad.

De nuevo, como en 2:1-4, se interrumpe la exposición doctrinal, para intercalar una exhortación a los destinatarios a que se mantengan firmes en la fe que han abrazado. La exhortación continuará a lo largo del capítulo cuarto. No deja de llamar la atención el modo cómo el autor se vale de la Escritura. Supone como tres fases o etapas en esa llamada de Dios: la que hizo a los israelitas del desierto, la hecha a los judíos de tiempos del Salmista, y la que hace ahora a los cristianos.
En efecto, como base de la exhortación se toman las palabras de Sal 95:Sal 8:11, en que el salmista invita a los judíos, sus contemporáneos, a que oigan la voz de Dios y se muestren más dóciles que la generación de tiempos de Moisés en el desierto. Fue aquella una generación perversa, en continua rebeldía contra Dios, exigiendo siempre de El nuevos milagros y olvidándose cada día de los del día anterior; por eso Dios, irritado, la castigó a morir en el desierto, no permitiéndole entrar en el reposo de la tierra de Canaán (v.y-n; cf. Exo 17:1-7; Num 14:29-33; Num 20:2-13).
De esta larga cita 417, introducida con la fórmula “dice el Espíritu Santo” (v.7; cf. 2:6), el autor de la carta hace en seguida la aplicación a sus lectores (v. 12-19). La conducta de Dios con la generación del desierto debe servirles de aviso. Recomendación parecida hace San Pablo en 1Co 10:1-13. Si entonces, por su incredulidad, aquella generación fue fuertemente castigada por Dios y excluida de la entrada en el descanso de la tierra prometida (cf. v. 16-19), tema también ahora la generación cristiana, no sea que, incrédula al Evangelio, irrite a Dios y sea excluida del descanso del Señor, primero el de la justicia y unión con Dios acá en la tierra, y luego el de la eterna felicidad en el cielo (cf. v.12-15). Todo da la impresión de que el autor de la carta estaba preocupado por el peligro de la pérdida de la fe en los destinatarios. Por eso insiste en que no basta haber sido incorporados a Cristo por la fe y el bautismo, sino que, para que no nos pase como a la generación del desierto, hay que “conservar hasta el fin la firme confianza del principio” (v.14). También insiste en que el hoy de la llamada divina (v.13 y 15) subsiste al presente para nosotros, como subsistía entonces para los contemporáneos del salmista; pero cuidémonos de no desaprovecharlo mientras perdura, exhortándonos mutuamente a la constancia en la fe, pues pasará y entonces ya no habrá remedio, como sucedió a los de la generación del desierto.

Fuente: Biblia Comentada

hermanos santos. La frase solo ocurre aquí y en 1Ts 5:27, donde algunos manuscritos omiten «santos». El escritor se dirige a creyentes que tienen un «llamamiento celestial» (cp. Flp 3:14). En otro pasaje se describen como personas que desean una «ciudad celestial» (Heb 11:16) y como aquellos que entran a «Jerusalén la celestial» (Heb 12:22). Son «santos» en el sentido de que han sido apartados para Dios y pertenecen al reino celestial porque son ciudadanos del cielo más que ciudadanos de la tierra. llamamiento. Como en todo el resto de las epístolas del NT, esto hace referencia al llamado eficaz a salvación en Cristo (cp. Rom 8:30; 1Co 7:21). considerad. El escritor solicita la atención completa de los lectores y su observación diligente de la superioridad de Jesucristo. apóstol y sumo sacerdote. Un apóstol es alguien «enviado» que tiene los derechos, el poder y la autoridad de quien lo envía. Jesús fue enviado a la tierra por el Padre (cp. Jua 3:17; Jua 3:34; Jua 5:36-38; Jua 8:42). El tema del sumo sacerdocio de Cristo que se inició en Heb 2:17-18 y se menciona aquí de nuevo, será retomado más adelante en Heb 4:14-16; Heb 5:1-14; Heb 6:1-20; Heb 7:1-28; Heb 8:1-13; Heb 9:1-28; Heb 10:1-18 con más detalles. Entretanto, el escritor presenta la supremacía de Cristo frente a Moisés (vv. Heb 3:1-6), Josué (Heb 4:8) y todos los demás héroes nacionales y predicadores del AT que eran tenidos en muy alta estima por los judíos. Jesús mismo habló de su superioridad a Moisés en el mismo contexto en el que habló de haber sido enviado por el Padre (Jua 5:36-38; Jua 5:45-47; cp. Luc 16:29-31). Moisés había sido enviado por Dios para libertar a su pueblo de Egipto y el yugo histórico de esclavitud (Éxo 3:10). Jesús fue enviado por Dios para libertar a su pueblo del Egipto espiritual y la esclavitud al pecado (Heb 2:15). de nuestra profesión. Cristo es el centro de nuestra confesión de fe en el evangelio, tanto en el credo como en el testimonio público y personal. El término se emplea de nuevo en Heb 4:14 y Heb 10:23 (cp. 2Co 9:13; 1Ti 6:12). Los tres usos que ocurren en Hebreos se presentan con un sentido de urgencia. Seguro los lectores no estarían dispuestos a abandonar a Cristo, a quien habían profesado, y rechazar todo lo que Él había hecho por ellos, si tan solo pudieran entender la superioridad de su persona y obra.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección presenta la superioridad de Jesús sobre Moisés quien era reverenciado por los judíos. El Señor había hablado con Moisés «cara a cara, como habla cualquiera a su compañero» (Éxo 33:11) y había dado a él la ley (Neh 9:13-14). Los mandamientos y rituales de la ley eran prioridades supremas de los judíos y para ellos Moisés y la ley eran sinónimos. Tanto el AT como el NT se refieren a los mandatos de Dios como la «ley de Moisés» (Jos 8:31; 1Re 2:3; Luc 2:22; Hch 13:39). Sin embargo, por grande que hubiera sido Moisés, Jesús era infinitamente mayor.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Resumen : En este capítulo el autor continúa enfatizando la superioridad de Jesucristo sobre Moisés. Como es superior a la casa el que la construyó, así lo es Cristo a Moisés, porque siendo Dios es Cristo el constructor de la casa de Dios, ya sea en la dispensación mosaica o en la cristiana. Además, como el hijo sobre la casa es superior al siervo en ella, así es superior Cristo a Moisés. Los dos han sido fieles en sus dos capacidades respectivas–el uno como hijo, el otro como siervo–pero el hijo es superior al siervo. A éste quien es superior debemos considerar. Es el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión. Al no hacer esto los lectores hebreos, podrían caer ante la tentación de volverse a la ley de Moisés, dejando al superior por el inferior.
Luego, el ejemplo de la peregrinación literal de los israelitas bajo Moisés en el desierto se presenta como ilustración de la nuestra espiritual bajo Cristo, en que como muchos de ellos no entraron en la tierra prometida a causa de su incredulidad, así nosotros los cristianos tampoco entraremos en el reposo de los cielos si somos engañados por el engaño del pecado. Debemos,
pues, exhortarnos para que no nos pase lo que a ellos pasó, sino que seamos firmes y fieles hasta el fin de nuestra carrera cristiana.

3:1 — «hermanos santos». Véase 2:11. Son cristianos apartados (santificados) por Cristo (2:17).
–«participantes» (metokoi). Se emplea en 1:9, «compañeros», y en 3:14. En forma verbal se emplea en 2:14, «participó».
–«llamamiento celestial». Así se contrasta este llamamiento con el de Israel que era terrenal. Es celestial este llamamiento porque (1) viene del cielo (Flp 3:14; 1Co 1:2) (2) nos llama a la gloria de los cielos (2:10); (3) como miembros de la iglesia somos ciudadanos del reino de los cielos (Col 1:13), nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3:20), y la Cabeza de la iglesia reside en los cielos (Apo 14:1; Apo 14:13). Somos llamados por el evangelio (2Ts 2:14).
–«apóstol y sumo sacerdote». Moisés era el «apóstol» (el enviado — griego, apostolos) del Antiguo Testamento (Éxo 3:10; Éxo 3:13-15). Cristo es el del Nuevo (Mat 10:40; Mat 15:24; Luc 4:18; Jua 3:17; Jua 17:18; Jua 20:21; 1Jn 4:14). Es el «mensajero (ángel) del pacto», según Mal 3:1.
Siendo enviado de Dios, es apóstol, y dando su vida en sacrificio por nosotros y ofreciendo ese sacrificio a Dios (2:17), es sumo sacerdote. Aunque Moisés era «apóstol» de Dios, no era sumo sacerdote a la vez.
–«de nuestra profesión». Es decir, el objeto de nuestra confesión. Confesamos que Jesucristo es el gran apóstol y sumo sacerdote de Dios. Pedro confesó (aunque en otras palabras) esta verdad, Mat 16:16. La palabra griega jomologia (profesión, o confesión; es preferible «confesión») se emplea también en 2Co 9:13; 1Ti 6:12-13; Heb 4:14; Heb 10:23; y en forma verbal, en 13:15.

Fuente: Notas Reeves-Partain

MÁS GRANDE QUE EL MAYOR

Hebreos 3:1-6

Hermanos que estáis consagrados a Dios, que compartís el llamamiento celestial: por todo lo dicho debéis fijar vuestra atención en Jesús, en Quien creéis como Apóstol y Sumo Sacerdote de Dios, Que fue fiel al Que Le nombró, como Moisés lo fue sobre toda la Casa de Dios. Pero a Él se Le consideró digno de mayor honor que a Moisés, porque el que edifica y equipa una casa tiene mayor honor que la casa misma. Todas las casas han tenido alguien que las ha construido y equipado; pero Dios es el Que construye y equipa todo el universo. Moisés fue fiel en toda la Casa, pero su papel era el de un servidor, y su misión era dar testimonio de las cosas que algún día se iban a confirmar; pero Cristo fue fiel sobre toda la Casa porque es Hijo, y nosotros somos Su Casa si nos mantenemos firmes hasta el final en nuestra confianza y en nuestra gloriosa esperanza.

Recordemos la convicción con que empieza el autor de Hebreos. La base de su pensamiento es que la suprema Revelación de Dios ha venido por medio de Jesucristo, y que sólo por medio de Él tenemos acceso directo a la presencia de Dios. Empezó demostrando que Jesús es superior a los profetas; luego siguió demostrando que Jesús es superior a los ángeles, y ahora se propone demostrar que Jesús es superior a Moisés.

A primera vista esto nos parece un anticlímax; pero no lo sería para los judíos, porque Moisés ocupaba un lugar absolutamente único. Era el hombre con quien Dios había hablado cara a cara, como se habla con un amigo. Fue el que recibió directamente los Diez Mandamientos, la misma Ley de Dios. La Ley era para los judíos la cosa más grande del mundo, y Moisés y la Ley estaban inseparablemente unidos. En el siglo II d C., un maestro judío llamado José ben Jalafta, comentando este mismo pasaje en el que se dice que Moisés fue fiel en toda Su casa, dijo: «Dios llama a Moisés fiel en toda Su casa, y así le ensalza por encima de todos los mismos ángeles servidores.» Para los judíos, el orden que está siguiendo el autor de Hebreos es el único lógico e inevitable. Ha demostrado que Jesús es superior a los ángeles; ahora debe demostrar que también es superior a Moisés, que era superior a los ángeles.

De hecho, esta cita que usa para hablar de la grandeza de Moisés es la prueba de la posición única que le asignaban los judíos. «Moisés fue fiel en toda Su casa» (Nm 12:6 s). Ahora bien, la base del argumento de Números es que Moisés es diferente de todos los profetas. A éstos Dios Se les da a conocer por visiones; pero habla con Moisés «cara a cara». Para un judío habría sido imposible concebir que nadie pudiera estar más cerca de Dios que Moisés; y, sin embargo, el autor de Hebreos nos dice que Jesús siempre ha estado más cerca de Dios que Moisés.

Exhorta a sus lectores a que fijen su atención en Jesús. La palabra que usa (katanoein), es sugestiva. Quiere decir más que mirar o fijarse en algo. Se puede mirar una cosa y hasta fijarse en ella sin verla de veras. La palabra quiere decir fijar la atención en algo hasta penetrar en su significado y percibir la lección que encierra, para aprenderla. En Lc 12:24 Jesús usa la misma palabra cuando dice: «Considerad los cuervos.» No quiere decir simplemente «Mirad los cuervos», sino » Mirad los cuervos y enteraos y aprended la lección que Dios está tratando de enseñaros por medio de ellos.» Si hemos de llegar a entender el Evangelio, una mirada de reojo no bastará; tiene que haber una observación concentrada en la que «ceñimos los lomos de nuestro entendimiento» en un esfuerzo decidido para descubrir el significado que tiene para nosotros.

En cierto sentido, la razón está implícita en la manera de dirigirse a sus lectores como hermanos «que comparten el llamamiento celestial.» El llamamiento que recibimos los cristianos tiene un doble sentido: es un llamamiento desde el Cielo, y hacia el Cielo; es una voz que nos viene de Dios para que nos pongamos en marcha hacia Dios. Es un llamamiento que exige atención concentrada tanto por su origen como por su destino. No nos podemos permitir despachar con una mirada desinteresada la invitación de Dios hacia Dios.

¿Qué vemos cuando fijamos nuestra atención en Jesús? Vemos dos cosas.
(i) Vemos al gran Apóstol. Esta es la única vez que se llama Apóstol a Jesús en el Nuevo Testamento. Que el autor de Hebreos lo hace intencionadamente está claro porque no da este título a ningún hombre; lo reserva para Cristo.

¿Qué quiere decir con esta palabra? Apóstolos en griego quiere decir literalmente uno que es enviado. En la terminología judía se usaba para describir a los enviados del Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos: los apostoloi que enviaba estaban revestidos de su autoridad y eran portadores de sus órdenes. En el mundo griego apóstolos solía querer decir embajador. Así es que Jesús es el Embajador supremo de Dios, cargo que tiene dos características relevantes.

(a) El embajador está revestido de la autoridad del Rey que le envía. En una ocasión, el rey de Siria Antíoco Epífanes invadió Egipto. Roma quería pararle los pies, y envió a un mensajero que se llamaba Popilio, para que le dijera que abandonara su proyecto de invasión. Popilio alcanzó a Antíoco en la frontera de Egipto y se pusieron a hablar, porque ya se conocían de Roma. Popilio no tenía un cuerpo de ejército, ni siquiera una guardia personal. Finalmente Antíoco le preguntó para qué había venido. Popilio le dijo tranquilamente que había venido a decirle que Roma quería que abandonara la invasión y que se volviera a casa. «Lo consideraré» -le respondió Antíoco-. Popilio sonrió inexorablemente; cogió el bastón y trazó un círculo alrededor de Antíoco. «Considéralo -le dijo- y haz tu decisión antes de salir de este círculo.» Antíoco se lo pensó unos segundos, y dijo: «Está bien; me iré a casa.» Popilio mismo no tenía soldados a su disposición; pero detrás de él estaba todo el poder de Roma. Así es como vino Jesús de parte de Dios, y toda la Gracia y la misericordia y el amor y el poder de Dios estaban en Su Apóstolos.

(b) La voz del embajador es la voz del rey o del país que le envía. En un país extranjero la voz del embajador de España es la voz de España. Jesús vino con la voz de Dios, y Dios habla por medio de Él.

(ii) Jesús es el gran Sumo Sacerdote. ¿Qué quiere decir eso? Es una idea a la que el autor de Hebreos volverá una y otra vez. Por lo pronto vamos a sentar las bases simplemente de lo que eso quiere decir. La palabra latina para sacerdote es pontifex, que quiere decir el que construye un puente. El sacerdote es la persona qué construye un puente entre Dios y el hombre. Para hacerlo tiene que conocer al hombre y a Dios. Debe poder hablar a los hombres por Dios, y a Dios por los hombres. Jesús es el Sumo Sacerdote perfecto porque es perfectamente Hombre y perfectamente Dios; puede representar al hombre ánte Dios, y a Dios ante los hombres. Es la Persona en la que el hombre viene a Dios y Dios al hombre.

Entonces, ¿de qué depende la superioridad de Jesús sobre Moisés? La imagen que está en la mente del autor de Hebreos es la siguiente: Concibe el mundo como la casa y la familia de Dios. Usamos la palabra casa en dos sentidos: en el sentido de un edificio, y en el de una familia. Los griegos usaban la palabra oikos en el mismo doble sentido. El mundo, entonces, es la casa de Dios, y la humanidad es la familia de Dios. Pero ya nos ha presentado a Jesús como el Creador del universo. Ahora bien, Moisés era sólo una parte del universo de Dios, parte de la casa. Pero Jesús es el Creador de la casa, y el Creador tiene que ser más que la casa que es Su obra. Moisés no creó la Ley; sólo fue el intermediario para que se promulgara. Tampoco creó la casa; solamente sirvió en ella. Moisés no habló de sí mismo; todo lo que dijo era un-anuncio de las grandes cosas que Jesús diría y haría un día. Moisés, en resumen, era el servidor; pero Jesús es el Hijo. Moisés sabía un poco acerca de Dios; Jesús es Dios. Ahí está el secreto de Su superioridad.

Ahora el autor de Hebreos usa otra, figura. Cierto, todo el mundo es la casa de Dios; pero, en un sentido especial, la Iglesia es la Casa de Dios, porque Dios la ha hecho con ese fin especial. Los judíos llamaban al templo la Casa, y dividen la Historia de Israel en varias casas según el templo que hubiera entonces. Esa es una figura muy querida para los autores del Nuevo Testamento (cp. 1Pe 4:17 ; 1 Timotea 3:15, y especialmente 1Pe 2:5 ). El edificio de la Iglesia permanecerá indestructible siempre que sus piedras vivas estén firmes; es decir, siempre que todos sus miembros estén fuertes en la gloriosa y confiada esperanza que han puesto en Jesucristo. Cada uno de nosotros es como una piedra de la Iglesia; si una piedra es débil, el Edificio no está completo. La Iglesia permanece firme sólo cuando todas sus piedras vivas están arraigadas y fundadas por la fe en Jesucristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 3

6. JESÚS, HIJO DE DIOS (3/01-06).

1 Por lo tanto, hermanos del pueblo santo, que compartís una vocación celestial, poned vuestro pensamiento en el apóstol y sumo sacerdote, objeto de nuestra profesión de fe, a Jesús, 2 que ha sido fiel al que lo constituyó, como a su vez lo fue Moisés en la casa de Dios. 3 Porque él ha sido considerado tanto más digno de gloria que Moisés, cuanto mayor es el honor del propio constructor que la casa misma. 4 Toda casa tiene un constructor; pero el constructor del universo es Dios. 5 Moisés fue fiel en toda la casa de Dios en su calidad de mayordomo, para dar testimonio a cosas que habrán de decirse más tarde. 6 Cristo, por el contrario, en su calidad de Hijo, está al frente de su propia casa: casa que somos nosotros, con tal que mantengamos firme hasta el final la confianza y la gozosa satisfacción de la esperanza.

La carta lleva adelante su exposición cristológica no por ella misma, sino para poner un modelo ante los ojos de los creyentes de ánimo decaído. Deben aprender a poner su pensamiento en Jesús y a tener así participación en él (cf. 3,14) o convertirnos en casa de Dios (usando la expresión utilizada en el texto). «Casa de Dios» es un título honorífico del pueblo de Israel, de la santa comunidad cultual de la antigua alianza. Ahora han entrado los cristianos en posesión de la herencia del antiguo pueblo de Dios, son la casa que Dios se ha preparado, caso que se mantengan firmes en su vocación celestial con la misma fidelidad que mostró Cristo para con Dios. Que el autor insista ahora tanto en la fidelidad del «apóstol 10 y sumo sacerdote… Jesús» y le dedique incluso una prueba de Escritura que nosotros no podemos seguir ya en detalle, es cosa que se explica por la situación de la comunidad a que se dirige.

La fidelidad comienza a flaquear, algunos descuidan ya el asistir a las asambleas cultuales (cf. 10,25), de aquí a la apostasía de la fe no hay sino un paso. A la vez no hay que olvidar que la apostasía de la fe puede producirse de diversas maneras. No sólo mediante la ruptura abierta con la comunidad de salvación, sino también con oposición interior, con un comportamiento indigno de la vocación celestial venida del cielo y que lleva al cielo.

……………

10. Aquí tenemos el único pasaje del Nuevo Testamento en que se llama «apóstol» a Jesús. El título, apli cado a Jesús, significa «enviado de Dios» y responde, por tanto, a los numerosos textos, especialmente del Evangelio de san Juan que hablan de que el Hijo ha sido enviado por el Padre.

…………………..

III. NO ENDUREZCÁIS VUESTROS CORAZONES (3,7-4,13).

1. TEXTO DE SAL /Sal/095/07-11 (3/07-11).

7 Por eso, como dice el Espíritu Santo, «Hoy, si oís su voz, 8 no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión, el día de la tentación en el desierto, 9 cuando vuestros padres me tentaron y pusiéronme a prueba, aunque vieron lo que yo había hecho 10 en cuarenta años. Por eso me irrité contra esta generacíón; y dije: Siempre andan desviados en sus corazones, y no reconocieron mis caminos. 11 Así que juré en mi cólera: jamás entrarán en mi reposo.»

Del Espíritu Santo proviene el texto que la carta toma como base de su homilía amonestadora y -como pronto veremos- prometedora. El mismo Espíritu Santo ha de descubrirnos el sentido de sus palabras y reblandecer la dureza de nuestros corazones. La peregrinación del pueblo elegido por el desierto hacia la tierra prometida, el lugar de reposo de Dios 11, parece haber sido en fecha muy temprana tema preferido de la primitiva predicación cristiana. A los corintios, que propendían a la lascivia y a la idolatría, les había hecho ya presente san Pablo el escarmiento de la generación del desierto (1Co 10:1-13). Pero, mientras el apóstol alude directamente a las narraciones del Pentateuco, la carta a los Hebreos elige la segunda parte del salmo 95 como base para su homilía. La elección del salmo tiene importancia por cuanto en conjunto ofrece el carácter de un cántico litúrgico procesional que invita a entrar en el santuario: «¡Venid, cantemos jubilosamente a Yahveh; cantemos gozosos a la roca de nuestra salvación! Lleguémonos a él con alabanzas, aclamémosle con cánticos. Venid, postrémonos en tierra ante él; doblemos nuestra rodilla ante Yahveh, nuestro hacedor» (Sal 95:1.2.6)12 En primer lugar llama la atención el que esta invitación gozosa y solemne al culto divino esté asociada con el recuerdo de las fatigas y extravíos del tiempo del desierto. Pero en realidad las dos ideas no son tan diferentes como pudiera parecer. En efecto, el acercamiento cultual a la presencia de Dios sólo tiene valor de signo con respecto a lo que tiene lugar en el plano profano de ia vida. El que el hombre entre realmente en el lugar de reposo de Dios no depende precisamente de su observancia litúrgica, sino de su obediencia a Dios en las pruebas de la vida cotidiana. El texto de los Setenta seguido por nuestra carta (como también en los demás casos), tradujo los toponímicos hebreos de Meribá y Massá conforme a su sentido etiológico 13. «Rebelión» y «tentación» (en el sentido de tentar, de «poner a prueba» a Dios) se convirtieron así como en etapas siempre actuales en la peregrinación por el desierto de la vida humana.

……………

11. Cf. Deu 12:9; Isa 66:1; 1Re 8:56; Sal 134:14; Hec 7:49.

12. La Iglesia utiliza desde antiguo este salmo como «invitatorio» en el rezo cotidiano de las horas.

13. Numerosas narraciones veterotestamentarias tratan de explicar cómo surgió el nombre de un lugar. Por eso se designan estas historias como etiológicas (del griego aitia = causa, motivo); cf. Exo 17:1-17.

……………

2. GUARDARSE DE LA INCREDULIDAD Y EL PECADO (3/12-14).

12 Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros se halle un corazón malvado e incrédulo que lo aparte del Dios vivo; 13 por el contrario, animaos mutuamente cada día, mientras aquel hoy perdura, sin que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14 Porque hemos sido asociados a Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el final la confianza del principio.

El autor se dirige aquí a la entera comunidad y no, como se podía prever, a los cristianos que están en peligro de renunciar a su fe. Como hermanos que son, tienen todos el deber de atender unos a otros y de cuidarse especialmente de aquellos que no prestan ya oídos a la voz de Dios. La responsabilidad pastoral incumbe no sólo a los que «dirigen» (Exo 13:17); a todo cristiano se invita a tener los ojos abiertos cuidando de que no se pierda el hermano, a todos se confía -como se diría hoy- la función «sacerdotal» de apoyar y consolar, la paraklesis 14. Una palabra de estímulo o de amonestación puede actuar contra el endurecimiento del corazón, ese endurecimiento del alma que vuelve a los hombres amargados, descontentos y egoístas. El que se deja engañar por el pecado acaba por perder su vínculo con el Dios viviente, renuncia a la comunión con Cristo y se aparta de la comunidad de salvación, de los llamados al reposo celestial de Dios. Aislamiento y soledad son el destino del que no puede mantener firme la confianza que en un principio le había dado la fe.

……………

14. La palabra paraklesis está materialmente relacionada con la función del Paráclito, el Espíritu Santo «consolador».

……………

3. CONMINACIÓN A LOS DESOBEDIENTES (3/15-04/02).

15 Cuando la Escritura dice: «Hoy, si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la rebelión», 15 ¿Quiénes fueron los que escucharon y se rebelaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por la gestión de Moisés? 17 ¿Y contra quiénes se irritó Dios durante cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tirados por el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los rebeldes? 19 Y en realidad vemos que, debido a su incredulidad, no pudieron entrar.

(Exo 4:1). Así pues, temamos, no sea que, aun quedando en pie la promesa de entrar en el reposo de Dios, alguno de vosotros se encuentre con que se ha quedado atrás. 2 Porque también a nosotros, como a ellos, ha sido anunciado el Evangelio; pero a ellos no les sirvió de nada la palabra oída, por no estar, en los que la oyeron, unida con la fe.

A los israelitas que habían salido de Egipto había jurado Dios que no entrarían en su lugar de reposo, en la tierra prometida. La carta a los Hebreos hubiera podido contentarse con sacar de este hecho referido por la Escritura enseñanzas para la comunidad cristiana. Pero para el autor no es la Escritura sólo una palabra de otro tiempo y para otro tiempo, sino una interpelación dirigida inmediatamente al hoy. Por eso su utilización homilética del texto se extiende mucho más allá de su mera aplicación moral: quiere convencer a los lectores, u oyentes, de la actualidad de lo que el Espíritu Santo anunció anticipadamente. Ahora bien, si el mensaje conminatorio del salmo 95 sigue estando en vigor, ¿en qué ha de basar la comunidad cristiana su esperanza de poder entrar en el descanso de Dios? En primer lugar pone en claro el autor que la cólera de Dios sólo se dirigió contra los pecadores, los desobedientes y los incrédulos. De aquí se sigue que para los creyentes está despejado el camino que lleva al reposo de Dios. El mensaje conminatorio se convierte en un mensaje gozoso, en una buena nueva. Nosotros somos el pueblo de Dios que peregrina, constantemente tentado a querellarse con Dios, a perder de vista la meta de las promesas y a no hacer caso de la voluntad de Dios. La auténtica fe, en cambio, da prueba de sí en la obediencia y en la adhesión imperturbable a la palabra de Dios. Más aún, la palabra de Dios debe entrar con nosotros, los oyentes, en una especie de combinación 15 química, pues, de lo contrario, nos aprovecharía tan poco como a los israelitas de tiempos de Moisés.

……………

15. La palabra usada en el texto griego designa siempre un estado de íntima fusión de dos cosas (por ejemplo: Dan 2:43, mezcla de hierro y barro; 2Ma 15:39, mezcla de agua y vino). El aglutinante es en nuestro pasaje la fe.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— creyentes: Lit. santos: ver nota a Rom 1:7.

— a quien ha sido enviado como sumo sacerdote: Lit. al apóstol y sumo sacerdote. Es el único pasaje del NT en que el término apóstol se aplica a Jesús.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Heb 2:17.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La fidelidad de Cristo

Hermanos santos sugiere una relación familiar entre verdaderos creyentes, tanto hombres como mujeres. Son peregrinos que participan del llamamiento celestial (v. 1) para reinar con Cristo en el “mundo venidero” (2:5). El mayor aliento es el de persistir en el viaje de la fe, o sea considerad (o sea “poner la atención en”) a Jesús. De esa manera el autor expone muy sencillamente la preocupación central de su “palabra de aliento”. Los cristianos deben centrarse en Jesús como apóstol, enviado por Dios para ser la revelación definitiva de su personalidad y voluntad, y como sumo sacerdote, haciendo posible una relación eterna con Dios. Tal enseñanza está diseñada para alentar al cansado, desafiar al perezoso y desobediente y dar nueva seguridad a aquellos que están dudando y alejándose.

2-5 La fidelidad de Jesús a Dios como quien le constituyó (DHH, “lo nombró para este servicio”) se compara con la fidelidad de Moisés. Tal fidelidad nos invita a confiar plenamente en Cristo. El autor alude a Núm. 12:7 donde se pone de relieve el papel fundacional de Moisés como revelador de la voluntad de Dios para Israel. Sin embargo, Jesús es digno de una gloria superior a la de Moisés porque, como Hijo de Dios, es el constructor de la casa (o familia) en la cual sirvió Moisés. Fue a través de su Hijo que Dios hizo el universo (1:2) y por medio de él salvó y estableció la comunidad de la fe (vv. 3, 4). El papel de Moisés en la casa de Dios fue el de actuar como siervo y como testigo (gr. eis martyrion) de lo que se había de decir después. Aun el sistema de culto que Moisés recibió el mandato de establecer era una preparación y un anticipo de las realidades que habían de venir con el Mesías (cf. 8:5; 10:1).

6 El Hijo ahora gobierna sobre su casa (de Dios). Esto comprende a todos los verdaderos creyentes desde el comienzo de la historia humana hasta el presente, o sea, todos los salvados o perfeccionados por la obra del Hijo. Sin embargo, una nota de advertencia suena en las palabras si de veras retenemos la confianza y el gloriarnos de la esperanza. Esta forma un puente al pasaje que sigue, donde se discute la posibilidad de dejar atrás a Cristo. El sacrificio de Jesús nos da confianza para entrar en el lugar santísimo (10:10; cf. 4:16). El derecho de acceso a Dios es su don para nosotros en Cristo y no debe ser descartado por razón alguna (10:35, 36). Necesitamos retener y ejercitar aquello para que podamos perseverar en hacer la voluntad de Dios y obtener lo que él ha prometido. Del mismo modo, hay una esperanza objetiva que se nos da en el evangelio. Esta debería continuar siendo nuestro gloriarnos o la base de exultación.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

3.1 Este versículo tenía un significado especial para los cristianos judíos. Para los judíos, la más alta autoridad humana era el sumo sacerdote. Para los cristianos, la más alta autoridad humana fueron los apóstoles de Dios. Jesucristo, apóstol de Dios (significa «enviado») y Sumo Sacerdote, es la autoridad suprema de la Iglesia.3.1-6 El autor emplea diferentes figuras para explicar la relación de Jesucristo con los creyentes: El es (1) apóstol («enviado») de Dios, al que debemos escuchar; (2) nuestro Sumo Sacerdote, por medio del cual vamos a Dios el Padre; y (3) el gobernante de la casa de Dios («hijo sobre su casa»), al que debemos obedecer. La Biblia está llena de diferentes nombres y figuras de Jesucristo, y cada una de ellas revela algo más de su naturaleza y ministerio. ¿Qué le enseña estas imágenes acerca de su relación con Cristo?3.2, 3 Para el pueblo judío, Moisés fue un gran héroe; libró de la esclavitud egipcia a sus antepasados y los llevó hasta la frontera de la tierra prometida. El también escribió los cinco primeros libros del Antiguo Testamento y fue el profeta por medio del cual Dios dio la ley; por lo tanto, Moisés fue el profeta más grande de las Escrituras. Pero Jesucristo, como figura principal de la fe, es digno de mayor honor que Moisés, que solo fue un siervo humano. Jesucristo es más que humano; El es Dios mismo (1.3). Así como Moisés libró al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, de igual modo Cristo nos libra de la esclavitud del pecado. El autor de Hebreos pregunta: ¿Por qué conformarse con Moisés cuando usted puede tener a Cristo, el que designó a Moisés?3.5 Moisés fue fiel al llamado de Dios; no solo libraría a Israel, sino que también prepararía el camino para el Mesías («para testimonio de lo que se iba a decir»). Todos los creyentes del Antiguo Testamento también sirvieron para preparar el camino. Por lo tanto, conocer el Antiguo Testamento es el mejor fundamento para comprender el Nuevo Testamento. Al leer el Antiguo Testamento, vemos (1) cómo Dios usa a las personas para lograr sus propósitos, (2) cómo El usa acontecimientos y personalidades para ilustrar verdades importantes, (3) cómo, por medio de los profetas, anunció al Mesías, y (4) cómo mediante el sistema expiatorio preparó a la gente para que entendiera la obra del Mesías. Si incluye el Antiguo Testamento en su lectura regular de la Biblia, el Nuevo Testamento llegará a ser más claro y tendrá mayor sentido para usted.3.6 Porque Cristo mora en nosotros, los creyentes podemos permanecer con valor y esperanza hasta el fin. No somos salvos por perseverar, pero la perseverancia revela que nuestra fe es verdadera. Sin esa fidelidad permanente, pudiéramos fácilmente ser alejados por los vientos de la tentación, las falsas enseñanzas o la persecución. (Véase también 3.14.)3.7-15 Muchas veces la Biblia nos advierte que no endurezcamos el corazón. Eso significa que nos rebelemos contra Dios hasta el punto de que ya no podamos volvernos a El en busca del perdón. Tal endurecimiento comienza cuando nos negamos a obedecer la voluntad revelada de Dios. Los israelitas endurecieron el corazón cuando desobedecieron el mandato de Dios para conquistar la tierra prometida (aquí llamada «provocación»; véanse Números 13; 14; 20 y Salmo 95). Procuremos con cuidado obedecer la Palabra de Dios y no permitamos que se endurezca nuestro corazón.3.11 El reposo de Dios tiene varios significados en las Escrituras: (1) el séptimo día de la creación y el sábado semanal que se conmemoraba (Gen 2:2; Heb 4:4-9); (2) la tierra prometida de Canaán (Deu 12:8-12; Salmo 95); (3) paz con Dios ahora gracias a nuestra relación con El mediante la fe (Mat 12:28; Heb 4:1, Heb 4:3, Heb 4:8-11), y (4) nuestra vida eterna futura con Cristo (Heb 4:8-11). Es posible que los judíos cristianos lectores de Hebreos conocieran todos esos significados.3.12-14 Nuestro corazón nos aparta del Dios vivo cuando obstinadamente nos negamos a creer en El. Si persistimos en nuestra incredulidad, finalmente Dios nos dejará solos en nuestros pecados. Pero Dios puede darnos un nuevo corazón, nuevos deseos y un nuevo espíritu (Eze 36:22-27). Un antídoto para un corazón incrédulo es un constante compañerismo con otros creyentes, hablar cada día acerca de nuestra fe mutua, ser conscientes del engaño del pecado (atrae pero también destruye) y animarnos los unos a los otros con amor e interés.3.15-19 Los israelitas tuvieron problemas para entrar en la tierra prometida porque dejaron de confiar en Dios. No creyeron que Dios podía ayudarles a vencer a los gigantes de la tierra (véase Números 14, 15). Por esa razón Dios los envió al desierto donde anduvieron errantes durante cuarenta años, una alternativa desdichada para el don maravilloso que El había planeado para ellos. La pérdida de confianza en Dios siempre nos priva de recibir lo mejor de su parte.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) O: “de la invitación”.

(2) Lit.: “sacerdote principal de nuestra confesión”.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 83 Rom 8:30; 1Co 1:9; Flp 3:14; 1Ts 2:12; 2Ti 1:9; 2Pe 1:10

b 84 Jua 3:17; Jua 7:29

c 85 Heb 8:1; Heb 9:15

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote. Como Apóstol , Jesús representa a Dios ante la humanidad, y como Sumo Sacerdote , El representa al hombre ante Dios (v. coment. en Ro 1:1).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Ser santo equivale a ser separado para Dios con un propósito definido. (Véase la nota 2 (3) de Ro 1.) Aquí al llamar «hermanos santos» a los destinatarios del libro, el escritor tenía la intención de recordarles que no deben permanecer como hombres profanos en el judaísmo, sino que deben ser separados para Dios con miras a Su propósito.

1 (2) Véase la nota 14 (1) .

1 (3) La idea principal de este libro está centrada en la naturaleza celestial de las cosas positivas. Primero, nos muestra que hoy Cristo está sentado en los cielos (1:3). El entró en los cielos (9:24); traspasó los cielos (4:14) y llegó a ser más sublime que los cielos (7:26). Más adelante, este libro nos revela el llamamiento celestial (v.1), el don celestial (6:4), las cosas celestiales (8:5), la patria celestial (11:16) y la Jerusalén celestial (12:22). También nos dice que estamos inscritos en los cielos (12:23) y que hoy Dios nos amonesta desde los cielos (12:25). En el Antiguo Testamento todo lo que el judaísmo sustentaba tenía naturaleza terrenal. En este libro el escritor deseaba mostrar a los cristianos hebreos el contraste entre la naturaleza celestial del Nuevo Testamento y la naturaleza terrenal del Antiguo Testamento para que pudieran abandonar lo terrenal y adherirse a lo celestial.

1 (4) El Apóstol es Aquel que nos fue enviado de Dios y con Dios ( Jua_6:46 ; Jua_8:16 , Jua_8:29). El Sumo Sacerdote es Aquel que regresó a Dios de entre nosotros y con nosotros ( Efe_2:6) . Cristo, como el Apóstol, vino a nosotros con Dios para compartir a Dios con nosotros a fin de que pudiéramos participar de Su vida, naturaleza y plenitud divinas. Cristo, como Sumo Sacerdote, fue a Dios con nosotros para presentarnos delante de El a fin de que cuidara cabalmente de nosotros y de todo nuestro caso. Como Apóstol, El es tipificado por Moisés, quien vino de Dios para servir a la casa de Dios (vs.2-6), y como Sumo Sacerdote, es tipificado por Aarón, quien fue a Dios llevando la casa de Israel y sus asuntos (4:14 7:28).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

19 (III) Jesús, sumo sacerdote miseri­cordioso y fiel (3,1-5,10).
(A) Jesús, el Hijo fiel, superior a Moisés (3,1-6). El autor inicia en este momento una consideración sobre la misericordia y fideli­dad de Jesús en orden inverso al formulado en 2,17. 1. hermanos santos, partícipes de una vo­cación celestial: Los cristianos son «santos» porque están consagrados por Jesús, y «hermanos» debido a su común relación con él (2,11). Están llamados a seguirle hasta el inte­rior del santuario celestial donde desempeña ahora la función de sumo sacerdote en favor de ellos, fijos vuestros ojos en Jesús: El vb. es un aor. ingresivo. El peligro de apartarse del cristianismo se debe al olvido de lo que Cristo ha hecho por ellos; ahora deben poner cons­tantemente en él su mirada espiritual, el após­tol y sumo sacerdote: Éste es el único lugar del NT donde Jesús es llamado «apóstol». Signi­fica que él es el enviado por Dios como su pa­labra definitiva a los seres humanos (1,2). Puesto que el interés del autor se centra prin­cipalmente en la obra de Jesús como sacerdo­te, y no en su enseñanza, a lo que se refiere principalmente es a la palabra-acontecimiento. Tal vez eso explique la omisión del artículo de «sumo sacerdote»; los dos títulos probablemente constituyen una unidad (K. Rengstorf, «Apostolos», TDNT 1.423-24), pero no exac­tamente una unidad como la concibe Rengstorf (apóstol-revelador-palabra: sumo sacerdote-expiador-obra). al que confesamos: Lit., «de nuestra confesión». Ésta es la primera de las tres veces (cf. 4,14; 10,23) en que el autor ha­bla de una homología, «confesión», hecha por aquellos a quienes se dirige. Probablemente se refiere a un reconocimiento bautismal de Je­sús como Hijo de Dios (nótese el tono bautis­mal del contexto). Su enseñanza sobre Jesús como «apóstol y sumo sacerdote» pretende ser una interpretación nueva de lo que los cris­tianos han confesado en su bautismo (cf. G. Bornkamm, Studien zu Antike und Christentum [BEvT 28, Múnich 1963] 188-203; Michel, Hebraer 173). Sin embargo, lo que en este pun­to le interesa al autor no es el contenido de la confesión, sino su potencialidad para dar a aquellos a los que se dirige fortaleza y apoyo en sus tribulaciones (cf. V. Neufeld, The Earliest Christian Confessions [NTTS 5, Grand Ra­pids 1963] 133-37).
20 2. La comparación entre Jesús y Moi­sés se debe probablemente al hecho de que Je­sús es el mediador de la nueva alianza (9,15), lo mismo que Moisés lo fue de la antigua. El carácter de mediador de Moisés no estaba des­conectado del sacerdocio y los sacrificios; su sacrificio en el momento del establecimiento de la alianza se recuerda en 9,19-20, aunque en Heb no se le da la designación de «sacerdo­te». Cuanto el autor habla del sacrificio de Je­sús, el antitipo veterotestamentario no es Moi­sés, sino el sumo sacerdote aaronita en el desempeño de sus funciones el día de la ex­piación (9,6-15). Sin embargo, Filón habla del sumo sacerdocio de Moisés (Quis rer. div. 182; De praem. 53), y es posible que el autor piense en dicho sacerdocio al contraponer en este momento a Jesús y Moisés, al que le hizo: No se trata de una referencia al origen de Jesús, sino a su designación para el cargo (cf. Schierse, Verheissung [→ 12 supra] 109). El vb. se uti­liza con ese significado en 1 Sm 12,6, «El Señor… que hizo a Moisés y Aarón…». La fide­lidad de Moisés «en toda su casa [de Dios]» procede de Nm 12,7; esta sección ha sido con­siderada un midrás sobre ese versículo (Montefiore, Hebrews 72). Aunque M. R. D’Angelo ve en este pasaje una alusión a ese texto, con­sidera que el lugar veterotestamentario citado es 1 Cr 17,14 LXX y que la cita es «una refe­rencia deliberada al oráculo de Natán» (Moses in the Letter to the Hebrews [SBLDS 42, Mis­soula 1979] 69); tal opinión es rechazada por
E. Grásser (ZNW 75 [1984] 15 n. 66). La «ca­sa» de Dios en la que Moisés fue siervo fiel es Israel.
21 3. cuanto la dignidad del constructor de la casa supera a la casa misma: Aunque este versículo y el siguiente no existieran, y los vv. 5 y 6 siguieran inmediatamente al v. 2, la su­perioridad de Jesús sobre Moisés parecería quedar suficientemente indicada: Moisés fue el siervo fiel en la casa de Dios (v. 5), Cristo es el Hijo fiel al frente de la casa (v. 6). Sin em­bargo, el v. 3 está estrechamente conectado con las diferentes posiciones formuladas en los w. 5-6. En cuanto siervo dentro de la casa (Israel), Moisés formaba parte de la casa; Cris­to, en cuanto Hijo al frente de ella, era, junto con Dios, su constructor. En su calidad de Hijo preexistente, tenía parte en la obra creadora de Dios (1,2-3); cf. Kuss, Hebraer 49; O. Michel, «Oikos», TDNT 5.126-27. Para una opi­nión parecida («Jesús en cuanto Hijo… perte­nece a la familia del constructor»), véase W. Loader, Sohn und Hoherpriester (WMANT 53, Neukirchen 1981) 77-78. 4. toda casa tiene su constructor, mas el constructor de todo es Dios: Algunos especialistas entienden el v. 4b como un paréntesis (Héring, Hebrews 25; Moffatt, Hebrews 42; Spicq, Hébreux 2.67); sin embar­go, parece que el pensamiento del autor sólo fluye de manera lógica si se extiende el parén­tesis al versículo entero y éste se entiende, no como un «aparte edificante» (Moffatt), sino como algo exigido por la argumentación. La casa del v. 2 es la casa de Dios, pero al usar Nm 12,7 el autor ha cambiado el pron. posesivo de la Ia a la 3a pers. («su casa» por «mi casa»). Es­te cambio, necesario dada la transformación del estilo directo del AT, se podría interpretar mal; «su casa» se podría interpretar errónea­mente como la casa de Moisés, en lugar de la de Dios. Para evitar tal malentendido y refor­zar así el argumento del v. 3 de que Moisés no fue quien construyó la casa, sino simplemente parte de ella, el autor recuerda quién la cons­truyó: Dios, que construyó todas las cosas. 5. como servidor, para atestiguar cuanto había de anunciarse: Aquello en lo que se hace hincapié aquí no es el papel de Moisés como mediador de la antigua alianza ni como legislador; más bien, Moisés es quien predijo la dispensación cristiana, cuanto había de anunciarse: A saber, por medio del Hijo de Dios (1,2; 2,3). 6. La «casa» es la comunidad cristiana. Su continui­dad con el antiguo Israel queda indicada por el hecho de que no hay dos casas, sino una so­la; la antigua continúa en la nueva. (Para la metáfora de los cristianos como «casa de Dios», véanse 1 Tim 3,15; 1 Pe 4,17; Ef 2,19; como «templo de Dios», véase 1 Cor 3,6; en la LQ véanse 1QS 8,5-9; 9,6.) Para las repercu­siones de que Cristo sea el Hijo que está «al frente de» la casa, véase el comentario al v. 3. si es que mantenemos la confianza y nos gloria­mos en lo que esperamos: La mayoría de los mss. añaden «firme hasta el fin», pero tal adi­ción no se encuentra en B ni en P4′ y parece ser una interpolación procedente del v. 14. Aun­que el gr.parrhésia, «confianza», podría signifi­car «audacia» y apuntar a un reconocimiento abierto de la fe ante el peligro y la tribulación (Montefiore, Hebrews 73), las exhortaciones de Heb a la fidelidad no parecen estar motiva­das por el peligro de la persecución, que re­queriría una confesión audaz, sino más bien por el peligro de «extraviarse» (2,1), que re­quiere confianza.

22 (B) Advertencia basada en la infide­lidad de Israel (3,7-4,13). 7. el Espíritu San­to: El espíritu de Dios, inspirador de las Escri­turas, habla a través de ellas. No se deben ver en la expresión conceptos trinitarios. El ver­sículo inicia una sección de advertencia basa­da en la experiencia de Israel durante la pere­grinación por el desierto. El argumento se apoya en la primitiva concepción cristiana que ve la redención realizada por Cristo como un nuevo éxodo. En el AT, el éxodo había servido como símbolo del regreso de los judíos del exi­lio de Babilonia (Is 42,9; 43,16-21; 51,9-11); en el NT, la obra redentora era considerada como un nuevo éxodo, experimentado en primer lu­gar por Jesús mismo (Lc 9,31) y después por sus seguidores (1 Cor 10,1-11). Los destinata­rios de Heb están todavía en camino hacia la meta de su éxodo: el santuario celestial adon­de les ha precedido Jesús (6,20). Se han can­sado y están en peligro de interrumpir su via­je. De ahí la advertencia para que no dejen de alcanzar la meta, como aquellos hebreos que se rebelaron contra Dios. La cita de los vv. 7b-11 está tomada de Sal 95,7b-l 1, pero difiere en muchos aspectos de la lectura de los LXX. La diferencia principal es que, mientras que los LXX (y el TM) conectan los «cuarenta años» (v. 10) con la ira de Dios, en este caso van con la frase anterior, «vieron mis obras», aunque en el v. 17 se sigue el orden de los LXX. La ra­zón de la trasposición no está clara. 9. vues­tros padres me pusieron a prueba: cf. Éx 17,7; Nm 20,2-5. 11. Cf. Nm 14,1-23. mi descanso: La tierra de Palestina; cf. Nm 20,12; Dt 12,9. Kasemann considera que el motivo de Heb del viaje del pueblo de Dios hasta su descanso asignado es un tema gnóstico (Wandering [–> 8 supra] 67-75; contra esto, véase C. Colpe, Die religionsgeschichtliche Schule [FRLANT 78, Gotinga 1961]), pero el equivalente veterotestamentario parece ser una explicación satis­factoria de la fuente de la cual echó mano el autor de Heb. (Para la opinión de que a Heb no le interesa el viaje de Israel como tal, sino únicamente la negativa de los hebreos a entrar en la tierra prometida debido al miedo que te­nían de que sus habitantes les dieran muerte [Nm 14,11-12.21-23.27-35], véase O. Hoñus, Katapausis [WUNT 11, Tubinga 1970] 116-46; de manera parecida Strobel, Hebraer 112). 12. el Dios vivo: El calificativo «vivo» aplicado a Dios significa que éste se maniñesta en sus obras (cf. Jos 3,10; Jr 10,10). La expresión «apostatar del Dios vivo» se toma frecuente­mente como indicio de que Heb no fue escrito para cristianos judíos en peligro de recaer en el judaísmo, sino para convertidos paganos; en el caso de un regreso al judaísmo, se argu­ye, no se hablaría de «apostatar del Dios ver­dadero». Sin embargo, el autor no habla sim­plemente del Dios verdadero, sino del Dios verdadero en cuanto vivo, es decir, en cuanto actúa y, concretamente, en cuanto se mani­fiesta en Cristo. Alejarse del cristianismo es, entonces, apostasía del Dios vivo, aun cuando fuera un regreso al judaísmo, donde se pasa por alto el acto supremo de Dios. 13. mientras todavía es hoy: El autor anticipa lo que va a de­cir en 4,2-11. El «descanso» en el que Israel iba a entrar era sólo una prefiguración de aquel descanso al que están llamados los des­tinatarios de la epístola; y todavía está abierto a ellos, siempre y cuando perseveren en la fe con la cual iniciaron su vida como cristianos.
14. hemos llegado a ser compañeros de Cristo: Probablemente la participación significa com­partir el destino común de entrar en el san­tuario celestial.
23 16-19. Cf. Nm 14,1-38; Dt 1,19-40. De­bido al miedo que les producía la perspectiva de entablar batalla con los cananeos, los he­breos se negaron a entrar en la tierra de Canaán. En castigo, el Señor decretó que todos, salvo los exploradores Caleb y Josué y quienes habían nacido después de la salida de Egipto, murieran en el desierto sin llegar a entrar en la tierra prometida. El autor hace hincapié en la conexión entre desobediencia (v. 18) e incre­dulidad (v. 19). 4,2. el evangelio nos ha sido predicado a nosotros lo mismo que a ellos: De­bido a que la promesa hecha a los hebreos de que entrarían en Palestina prefiguraba la pro­mesa hecha a los cristianos de que entrarán en el cielo, el autor utiliza terminología neotestamentaria para describir lo que había oído Is­rael; fue «el evangelio». 3-4. El «descanso» de Dios se ve con una dimensión más honda que no lo limita a Palestina. Sal 95,11 llama a esa tierra descanso de Dios («mi descanso») por­que era el lugar de descanso que iba a dar a su pueblo (contra G. von Rad, que ve la espiri­tualización del concepto en el salmo mismo; véase Gesammelte Studien zum Alten Testa­ment [Múnich 1965] 101-08 [trad. esp.: Estu­dios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca 1982]). El autor lo entiende como una partici­pación en el descanso en el que Dios entró des­pués de que la obra de la creación hubiera quedado completada. Quienes sean fieles en­trarán en la morada de Dios, descrita aquí como un lugar de descanso, y no como el san­tuario celestial (modo habitual en que la de­signa el autor) ni como la ciudad permanente (13,14).
24 6-9. El autor intenta encontrar dentro del salmo su personal interpretación del des­canso de Dios. El sustantivo hebr. equivalente a «descanso» en Sal 95,11 es menüha y es dife­rente del vb. «descansar» en Gn 2,2 (sábat), pe­ro los LXX utilizan en ambos casos una pala­bra derivada de la misma raíz gr.: katapausis (Sal 95,11) y katapauó (Gn 2,2). De ahí que el autor de Heb encuentre en el texto del salmo una base para su interpretación. Sostiene él que lo que se les prometió a los hebreos no fue Palestina, sino una participación en el descan­so propio de Dios tras la creación; cf. la idea ju­día de que el sábado, que refleja ese descanso, es «la imagen del mundo venidero» (Gen. Rab.17 [12a]). Debido a su incredulidad, muchos de los hebreos del período del éxodo quedaron ex­cluidos de ese descanso, y ni siquiera los que entraron en Palestina bajo el mando de Josué (v. 8) entraron en el descanso prometido, que es una realidad mayor que la tierra prometida. (Puesto que la forma gr. de «Josué» es la mis­ma que la de «Jesús», el nombre como tal po­ne de relieve tanto la semejanza como el con­traste entre la figura del AT, que condujo a los hebreos a Palestina, y Jesús, que conduce a sus seguidores al descanso celestial de Dios.) Si no fuera así, Dios no seguiría ofreciendo la promesa mucho después de que Palestina hubiera sido ocupada. Sin embargo, sigue haciéndolo, como demuestra el mandato «de David» a los israelitas de su tiempo. Dicho mandato tam­bién va dirigido a los cristianos: «Si hoy escu­cháis su voz, no endurezcáis vuestros corazo­nes» (Sal 95,7-8). Debido a que la promesa sigue en pie, «queda un descanso sabático pa­ra el pueblo de Dios» (v. 9), una participación en el descanso sabático de Dios mismo.
25 11. esforcémonos por entrar: Aunque el vb. spoudazó, «esforzarse», también puede sig­nificar «apresurarse», el contexto no hace pen­sar en este significado. No se trata en absolu­to de darse prisa para entrar en el descanso, sino más bien de perseverar en el esfuerzo ne­cesario para alcanzarlo. 12-13. Estos dos ver­sículos continúan la exhortación a perseverar, pues la palabra de Dios juzga correctamente, dado que nada le es desconocido; a su luz han de ser juzgados dignos o indignos de entrar en el descanso de Dios los miembros de la pre­sente generación. 12. la palabra de Dios: Esto hace referencia al v. 7. Es la Palabra que habla a los seres humanos, invitándoles a la fe y la perseverancia. Es una Palabra salvadora, pero también juzga, puesto que condena a quienes se niegan a escucharla, viva y eficaz: La Pala­bra se describe de una manera calculada para poner de relieve su eficacia: produce vida (cf. Dt 32,47) y consigue su propósito (cf. Is 55,10-11) . No parece que el autor pretenda más que una personificación de la Palabra, aunque al­gunos ven aquí una referencia a la palabra de Dios encarnada en Jesús (cf. H. Clavier, «Ho logos tou theou dans l’épitre aux Hébreux», New Testament Essays [Fest. T. W. Manson, ed. A. J. B. Higgins, Manchester 1959] 81-93; R. Williamson, ExpTim 95 [1983-84] 4-8). más cortante que espada alguna de dos filos: cf. Is 49,2; Prov 5,4; Sab 18,16. El poder de penetra­ción de la Palabra se describe con lenguaje filoniano (cf. Quis rer. div. 130-31), pero en su contexto Filón no habla del poder de la Pala­bra con respecto al juicio, como ocurre aquí. alma y espíritu: Algunos ven en estas palabras una concepción del ser humano como com­puesto de cuerpo, alma y espíritu (E. Schweizer, «Pneuma», TDNT 6.446); es difícil estar de acuerdo con F. F. Bruce en que «sería cierta­mente aventurado sacar de estas palabras conclusión alguna acerca de la psicología de nuestro autor» (Hebrews 82). Estos compo­nentes humanos, como las correlativas «arti­culaciones y médulas», están íntimamente co­nectados, y la declaración de que la Palabra es lo bastante cortante para separarlos se hace simplemente para insistir en su poder de pe­netración. capaz de juzgar las reflexiones y pen­samientos del corazón: El autor atribuye a la Palabra ese conocimiento de los seres huma­nos que sólo tiene Dios (cf. Hch 1,24; 15,8). 13. desnudo y patente: El ptc. gr. tetrachélismena, «patente», guarda relación con el sustanti­vo trachélos, «cuello». El contexto indica que es sinónimo de «desnudo», pero ninguna de las explicaciones de cómo llegó a adoptar ese significado resulta realmente satisfactoria. Las palabras gr. de la última frase de este versículo pueden significar «acerca de quien hablamos» o «a quien hemos de dar cuenta». Esto último se ajusta mejor al contexto. Williamson (véase el comentario al v. 12) considera probable que el significado sea «con quien el Logos (Pala­bra) está presente en favor nuestro», y compa­ra esta frase con Jn 1,1.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

JESÚS… M↓ Jesucristo; Apóstol…Rom 1:1 nota.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

O, confesión, o, profesión

Fuente: La Biblia de las Américas

M i añaden el Mesías.

3.1 Apóstol g Rom 1:1 nota.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[4] Case de Israel donde Moisés sirvió.

[5] el Moshiach Yahshua es el constructor del Israel del Renovado Pacto, mientras que Moisés sirvió en la casa. El constructor es siempre mayor que el obrero en la casa. Esto contrasta la grandeza de Yahshua y Moisés a estos Hebreos, un continuo problema con los Nazarenos de nuestros días, quienes desean ver a Moisés, o la Torah en algún tipo de pedestal igual con Yahshua, un problema prevaleciente en el primer siglo también. Simplemente, no hay comparación de igualdad entre el Creador y el creado.

[6] El Israel del Primer Pacto era una sombra de la renovación que vendría a través de El Constructor mismo.

[7] El Espíritu que hoy habla está rogando al Israel del Renovado Pacto que haga diferente y tenga diferentes resultados que las muertes de nuestros padres. El quiere que obedezcamos y tengamos vida eterna.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[2] Al pueblo de los judíos, de que fue caudillo.[7] Sal 105 (104), 8.[13] El tiempo de esta vida, hasta cuando llegue el día perpetuo de la eternidad.[14] Estamos unidos e incorporados con Jesucristo, desde cuando renacimos con él, recibimos la nueva vida de la gracia y fuimos hechos miembros de Cristo por medio del bautismo. Ef 3; Gal 3; 2 Cor 10.

Fuente: Notas Torres Amat

* Literalmente, “apóstol”.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento