Comentario de Hebreos 6:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios,
Resumen : Los primeros tres versículos presentan una exhortación de los puntos más elevados. Luego, en los versículos 4 al 8, advierte el autor contra la completa apostasía. Entonces anima a los hermanos con expresarles la esperanza que él tenía de que ellos serían exitosos en la carrera cristiana, habiendo conquistado el estado de pereza que caracterizaba a algunos. Los versículos 13 al 15 presentan el ejemplo de Abraham, quien alcanzó la promesa porque tenía la paciencia necesaria. A pesar de persecuciones y ocasiones que nos pueden desanimar, podemos vencer porque tenemos un fortísimo consuelo en la promesa jurada de Dios y podemos asirnos de la esperanza que nos es como segura y firme ancla del alma. No hay razón por qué no seamos salvos eternamente. Esta es la idea que les presenta el autor en los últimos versículos de este capítulo. 6:1 — «los rudimentos de la doctrina de Cristo»; literalmente «dejando el discurso de los principios de Cristo». No es la misma frase griega, como la hallada en 5:12, pero se hace referencia a lo mismo. Dice el autor que no debemos continuar para siempre en el estado de conocimiento rudimentario de las cosas del evangelio de Cristo.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
por tanto, dejando. Heb 5:12-14.
la palabra del comienzo, o los rudimentos de la doctrina. Mar 1:1; Jua 1:1-3; 1Ti 3:16.
vamos adelante a la perfección. Heb 7:11; Heb 12:13; Pro 4:18; Mat 5:48; 1Co 13:10; 2Co 7:1; Efe 4:12; Flp 3:12-15; Col 1:28; Col 4:12; Stg 1:4; 1Pe 5:10; 1Jn 4:12.
no echando otra vez el fundamento. Mat 7:25; Luc 6:48; 1Co 3:10-12; 1Ti 6:19; 2Ti 2:19.
del arrepentimiento. Isa 55:6, Isa 55:7; Eze 18:30-32; Zac 12:10; Mat 3:2; Mat 4:17; Mat 21:29, Mat 21:32; Mar 6:12; Hch 2:38; Hch 3:19; Hch 11:18; Hch 17:30; Hch 20:21; Hch 26:20; 2Co 7:10; 2Ti 2:25, 2Ti 2:26.
de obras muertas. Heb 9:14; Gál 5:19-21; Efe 2:1, Efe 2:5.
de la fe en Dios. Heb 11:6; Jua 5:24; Jua 12:44; Jua 14:1; 1Pe 1:21; 1Jn 5:10-13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Les exhorta a no recaer de la fe, Heb 6:1-10;
sino a ser fieles, Heb 6:11,
diligentes, y pacientes, esperando en Dios, Heb 6:12;
porque Dios cumple lo que promete, Heb 6:13-20.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El autor insta a los lectores de su carta a dejar los rudimentos (Heb 5:12) e ir adelante a la perfección, lo que significa «madurez». Da una lista de seis puntos en dos versículos que llama rudimentos de la doctrina de Cristo («los primeros rudimentos» en Heb 5:12).
(1) arrepentimiento de obras muertas se refiere a un cambio de pensamiento acerca de las demandas de la ley de Moisés (Heb 9:14). Aun cuando la Ley era buena (1Ti 1:8), era débil debido a la debilidad de nuestra naturaleza pecaminosa (Rom 8:3).
(2) Lo que se necesita para la salvación no son las obras sin vida que no pueden salvar, sino la fe en Dios.
(3) bautismos se refiere a los diversos bautismos en el NT. (el bautismo de Cristo, de Juan, de creyentes, y el bautismo espiritual de los creyentes), o a los diversos ritos de purificación que practicaba el pueblo judío.
(4) En el libro de los Hechos, la imposición de manos solía usarse para impartir el Espíritu Santo (Hch 8:17, Hch 8:18; Hch 19:6). Además se usaba para la ordenación al ministerio (Hch 6:6; Hch 13:3). Esta práctica se halla también en el AT. al comisionar a alguien para un cargo público (Núm 27:18, Núm 27:23; Deu 34:9) o en el contexto de presentar una ofrenda expiatoria a Jehová (Lev 1:4; Lev 3:2; Lev 4:4; Lev 8:14; Lev 16:21).
(5) resurrección de los muertos se refiere a la resurrección de todos los hombres en el fin de los tiempos (Apo 20:11-15). La resurrección es una enseñanza del AT. (Isa 26:19; Dan 12:2) que se enseñaba ampliamente en el judaísmo del primer siglo, especialmente por los fariseos. Para los cristianos, la creencia en la resurrección corporal de Jesús era esencial, porque sin su resurrección no hay perdón de pecados (1Co 15:12-17).
(6) juicio eterno se refiere a la creencia de que todo el mundo será juzgado por el Gran Juez. Las Escrituras indican que hay dos juicios: uno para los creyentes, en que Jesús determina la recompensa de cada creyente (1Co 3:12-15), y el otro, un juicio de condenación para los inconversos (Apo 20:11-15).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Plan que el autor piensa seguir, 6:1-8.
1 Por lo cual, dejando a un lado las doctrinas elementales sobre Cristo, tendamos a lo perfecto, no echando de nuevo los fundamentos de la penitencia de las obras muertas y de la fe en Dios, 2 la doctrina sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. 3 I.,o que toca a la perfección, eso es lo que me propongo exponer con la ayuda de Dios. 4 Porque quienes, una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero, 6 y (sin embargo) cayeron, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia, crucificando para sí mismos al Hijo de Dios y poniéndole en ludibrio. 7 Porque la tierra, que absorbe la lluvia caída a menudo sobre ella y produce frutos de bendición para el que la cultiva, recibirá las bendiciones de Dios; 8 pero la que produce espinas y abrojos es reprobada y está próxima a ser maldita, y su fin será el fuego.
No obstante la falta de preparación en los destinatarios para temas elevados (cf. 5:11-14), el autor sigue con su propósito de tratar el tema del sacerdocio de Cristo, sin intentar volver a las explicaciones elementales propias de la primera catequesis (v.1-3); pues repetir una tal instrucción con quienes llevan ya mucho tiempo de convertidos y han gustado las experiencias cristianas, sería totalmente ineficaz (v.4-8).
Son, pues, dos las ideas fundamentales. Primeramente (v.1-3), la del tema que el autor piensa tratar: no serán las “doctrinas elementales sobre Cristo” (v.1), es a saber, penitencia de obras muertas y fe en Dios, bautismos e imposición de manos, resurrección de muertos y juicio eterno (v.2); sino que, dejado todo eso de lado, se elevará a “lo perfecto” (έτη την τελειότητα φερώμε -9α ), es a saber, a una instrucción doctrinal superior, propia de los “perfectos” o espiri-tualmente adultos (v.1; cf. 5:14). Cierto que los destinatarios, debido a su indolencia, son todavía imperfectos y como niños (cf. 5, 11-13), pero son ya cristianos de antiguo (cf. 5:12), y, por lo tanto, deben tratar de asimilar el alimento propio de los adultos. Tal parece ser el sentido que debe darse a ese “por lo cual” (διό ) del v.1, estableciendo la ilación de la presente historia con la anterior.
Es muy interesante, desde el punto de vista histórico, esa relación o catálogo de verdades de las que dice el autor que no piensa tratar (v.2), pues indirectamente se nos da a conocer cuál era el principal contenido de la catequesis apostólica. De los seis puntos enumerados, los dos primeros (penitencia-fe) son de carácter dogmático moral; los dos siguientes (bautismos-imposición de manos), de carácter ritual o sacramental; los dos últimos (resurrección-juicio), de carácter escatológico. Parece que las “obras [muertas” (από νεκρών έργων ), expresión que se vuelve a usar poco más adelante (cf. 9:14), son las obras desprovistas de vida sobrenatural, particularmente los pecados. Hacer “penitencia” (μετάνοια ) de esas obras muertas significa cambio de modo de pensar respecto a ellas, considerándolas como son en sí, con todas sus terribles consecuencias (cf. Rom 1:18-3:20; 7:5; Efe 2:1). Unido a esa penitencia o aspecto negativo ha de ir el lado positivo, es decir, la “fe en Dios,” fundamento y raíz de la justificación o nueva vida (cf. 11:6; Rom 1:16-17). En cuanto al segundo binario (bautismos-imposición de manos), llama la atención el plural “bautismos” (v.2), pues sabemos que el bautismo cristiano es uno solo (cf. Efe 4:5). Creen algunos que se alude, dentro del único bautismo cristiano, al rito de trina inmersión, que entonces estaría en uso; pero parece mucho más probable que se aluda a las diversas lustraciones o ritos de purificación corrientes en aquella época, entre otros el bautismo de Juan (cf. Hec 18:25). La catequesis primitiva necesitaba dar información de todo eso, a fin de aclarar ideas (cf. Hec 19:4). La “imposición de manos” debe ser alusión a la que se hacía después del bautismo para comunicar el Espíritu Santo, primeros vestigios del sacramento de la confirmación (cf. Hec 8:14-17; Hec 19:6). No hay motivos para suponer, tratándose de una catequesis elemental, que se aluda al rito de la ordenación (cf. Hec 6:6; 1Ti 4:14). Tampoco hay por qué suponer que se trate de una ceremonia para reconciliar a los pecadores arrepentidos, de cuya existencia en aquella época no consta. Por lo que toca a la “resurrección de los muertos” y “juicio eterno,” son temas ya conocidos, de que habla con frecuencia San Pablo (cf. Rom 2:16; 1Co 15:12-58; 1Te 4:14; 2Te 1:5-10).
La segunda idea (v.4-8) es más compleja. Parece que el autor, al mismo tiempo que indica la razón de por qué no vuelve a la ca-tequesis elemental, trata de poner en guardia a los destinatarios contra las desastrosas consecuencias de una eventual apostasía: el apóstata es como una tierra que, en lugar de producir los frutos esperados, no produce sino espinas y abrojos, próxima a la maldición o repudio definitivo. Que tengan, pues, cuidado.
Es clásica la dificultad que, apoyados en este pasaje, hacían montañistas y novacianos contra el poder de la Iglesia para perdonar toda clase de pecados. Se afirma, en efecto, que los “una vez iluminados” (άπαξ φωτισ 3ένταβ ) y que “han gustado el don celestial” (γευ -σαμένουβ της δωρεάς της επουρανίου ) y han sido “hechos partícipes del Espíritu Santo” (μετόχους γένηκεντας πνεύματος αγίου ) y “han gustado lo hermoso de la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero” (καλόν γευσαμένους Θεού ρήμα δυνάμεις τε μέλλοντος αιώνος ), y luego “han caído” (και παραπεσόντας ), es “imposible que sean renovados otra vez a penitencia” (αδύνατον . πάλιν άνα -καινίζειν εις μετάνοιαν ). Desde luego, está claro que ese “han caído” (v.6), en este contexto, alude concretamente al pecado de apostasía, no a cualquier clase de pecados. En este sentido, queda ya carente de base esa amplitud que daban al texto los herejes montañistas y novacianos, que incluían también otros pecados, como el homicidio y el adulterio. Pero, aun restringiéndonos al pecado de apostasía, ¿es que se niega la posibilidad de perdón? Nunca lo ha entendido así la Iglesia, que sabe haber recibido de Cristo potestad para perdonar cualquier clase de pecados, con tal que se den las condiciones necesarias de arrepentimiento (cf. Jua 20:23; Mat 16:19; Mat 18:18). La interpretación más probable, dado el contexto, es que se aluda a imposibilidad de renovación a penitencia a base de repetir la catequesis primera, que precedió al bautismo. En efecto, con los que ya una vez fueron iluminados y gustaron las dulzuras y beneficios de la nueva religión422, si se vuelven atrás y reniegan de Cristo, todo eso sería totalmente ineficaz para renovarles nuevamente “a penitencia” (εις μετάνοιαν ), es decir, para hacerles cambiar de modo de pensar, pues ya se les ha dado una vez y no les vale. Claro que eso no quiere decir que la imposibilidad de conversión sea absoluta, pues nada es capaz de atar las manos a la eficacia de la gracia divina (cf. Mat 19:26); se trata más bien de imposibilidad con respecto al apóstol o predicador que debe convertirles, pues no sabe de qué medios usar 423. E incluso con respecto a Dios, que teman esos tales, pues como la tierra, que debía producir frutos y sólo produce abrojos, es desechada por el agricultor y en peligro de ser definitivamente abandonada, así les puede pasar a ellos. Este sería un nuevo matiz que añade la comparación (v.y-8), y que no estaba claramente en la exposición directa (v.4-6).
Palabras de esperanza y de aliento,Mat 6:9-20.
9 Aunque hablamos de este modo, sin embargo, confiamos y esperamos de vosotros, carísimos, algo mejor y más conducente a la salvación.10 Que no es Dios injusto para que se olvide de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y perseverando en servirlos. 11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre hasta el fin la misma diligencia por el logro de la esperanza, 12 no emperezándoos, sino haciéndoos imitadores de los que por la fe y la paciencia han alcanzado la herencia de las promesas. 13 En efecto, cuando Dios hizo a Abraham la promesa, como no tenía ninguno mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: 14 “Te bendeciré abundantemente, te multiplicaré grandemente.” 15 Y así, perseverando en esperar, alcanzó la promesa.16 Porque los hombres suelen jurar por alguno mayor, y el juramento pone entre ellos fin a toda controversia y les sirve de garantía. 17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar solemnemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso el juramento, 18 a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos firme consuelo los que buscamos refugio, asiéndonos a la esperanza que se nos ofrece. 19 La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma, y que penetra hasta detrás del velo, 20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, instituido Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec.
Evidentemente el autor trata de aminorar la impresión pesimista que pudieran haber producido las palabras precedentes. Dice que, no obstante haber hablado del modo que lo ha hecho, él espera de los “carísimos” destinatarios que no haya lugar para esas amenazas (v.9). El cambio de tono es manifiesto.
La razón de esa su confianza la pone en que Dios no es “injusto,” y, por tanto, es seguro que no olvidará las buenas obras que han hecho y siguen haciendo, asistiendo caritativamente a los cristianos necesitados (v.10). Lo que equivale a decir que Dios, como justo premio a las buenas obras que realizan, les prestará una protección especial para que no caigan. El término “santos,” con que son designados los cristianos, era corriente en la iglesia primitiva (cf. Hec 9:13; Rom 1:7; Rom 15:25; 2Co 1:1; 2Co 8:4). No se concreta quiénes eran esos cristianos a los que los destinatarios de la carta ayudaban y si pertenecían o no a su misma comunidad.
Con todo, que no olviden que hay que perseverar siendo diligentes hasta el fin, imitando a los que, mediante la fe y la paciencia (δια πίστεως και μακρο 3υμίαβ ), consiguen alcanzar los bienes prometidos (ν . 11-12). Entre éstos hay que contar, de modo muy especial, al patriarca Abraham, modelo de fe perseverante y heroica (cf. v.15).
Notemos, sin embargo, que, al mencionar a Abraham (v.15), el autor no se contenta con proponerlo como modelo que hay que imitar (v.15), sino que insiste sobre todo en que la “promesa” hecha a él vale también para nosotros los cristianos, como fundamento de nuestra esperanza. Toma aquí el autor esa promesa en toda su amplitud mesiánica, igual que se hace en Rom 4:13-17 y Gal 3:7-29. Primeramente declara cuál fue esa promesa hecha por Dios con juramento (v.13-14; cf. Gen 22:16-17), aclarando que el juramento no podía ser sino “por sí mismo,” pues Dios, al contrario de lo que sucede entre los seres humanos (v.16), no tiene otro mayor por quien jurar (v.13). Hace también la reflexión de que el juramento, conforme admiten todos, es el medio moral de mayor garantía de verdad entre los hombres; una declaración jurada se considera incontrovertible, a causa de la santidad del ser superior que sale garante de ella (v.16). Esto supuesto, viene la aplicación: a fin de darnos absoluta certeza sobre lo que nos prometía, Dios, a su promesa ya de suyo inmutable, añadió el juramento, cosa también inmutable, con lo que, a base de dos cosas inmutables, tengamos firme consuelo nosotros, los que buscamos refugio contra las tempestades y peligros del mundo, asiéndonos a esa esperanza que se nos brinda (v. 17-18).
Mediante una bella imagen, la del ancora, se declara más la firmeza de esa nuestra esperanza (v. 19-20). Es el áncora, agarrada a la arena del fondo del mar, la que sujeta las naves para que permanezcan firmes en su sitio; igual es para nosotros, cristianos, la mencionada esperanza. La idea es la misma expresada ya en el v.18. Lo más sorprendente de esta imagen, que luego se hará muy corriente en la iconografía de las catacumbas, es que está empleada con bastante libertad: es un “áncora” tirada, no hacia abajo, sino hacia arriba, y que va a fijarse “detrás del velo” del santuario del cielo 424, donde está ejerciendo sus funciones de sacerdote Jesucristo, nuestro “Pontífice para siempre, según el orden de Melquisedec.” Con este unir la esperanza del cristiano, simbolizada en el áncora, a la dignidad sacerdotal de Cristo, el autor torna a la tesis enunciada en 5:9-10.
Fuente: Biblia Comentada
dejando ya. Este «dejar» no significa un desprecio o abandono de las doctrinas básicas que son el punto de partida y no deben utilizarse como excusa para detenerse y no avanzar. Estos principios son la puerta de entrada en el camino a la salvación en Cristo. los rudimentos de la doctrina de Cristo. Como «los primeros rudimentos de las palabras de Dios» en Heb 5:12, también se refiere al AT. El escritor se refiere a la enseñanza básica del AT que preparó el camino para el Mesías, la enseñanza inicial acerca de Cristo. Estos «rudimentos» o principios del AT incluyen los seis temas enumerados en los vv. Heb 6:1-2. vamos adelante a la perfección. Es decir, la salvación por fe en Jesús el Mesías. Vea la nota sobre Heb 5:14. El verbo es pasivo para indicar «seamos llevados a la salvación». No es cuestión de que los aprendices sean llevados por sus maestros, sino que ambos son llevados adelante por Dios. El escritor advierte a sus lectores judíos que no tiene valor alguno detenerse en las nociones básicas del AT y repetir («echando otra vez el fundamento») las cosas elementales. arrepentimiento de obras muertas. Esta forma de arrepentimiento propia del AT consiste en apartarse por completo de las obras malignas que acarrean la muerte (cp. Eze 18:4; Rom 6:23) y volverse a Dios. Con demasiada frecuencia el judío solo se volvía a Dios de manera superficial, por medio del cumplimiento de la letra de la ley como evidencia de su arrepentimiento, mientras el hombre interior seguía muerto (Mat 23:25-28; Rom 2:28-29). Esa no era la clase de arrepentimiento que traía salvación (v. Heb 6:6; Heb 12:17; cp. Hch 11:18; 2Co 7:10). En cambio, bajo el nuevo pacto el «arrepentimiento para con Dios» está acoplado de forma inseparable con «la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hch 20:21). El sacrificio expiatorio de Cristo salva de las «obras muertas» (Heb 9:14; cp. Jua 14:6). la fe en Dios. Una fe dirigida solo hacia el Padre es inaceptable sin fe en su Hijo Jesucristo (Hch 4:12; cp. Stg 2:14-20).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En esta sección el escritor expone el Sal 110:4 que fue citado en Heb 5:6. Cristo no solo es superior como apóstol a Moisés y Josué, sino a Aarón como sumo sacerdote (Heb 4:14-16; Heb 5:1-10; cp. Heb 3:1). En medio de su exposición, el escritor da una exhortación relacionada con la condición espiritual de sus lectores (Heb 5:11-14; Heb 6:1-20). Al concluir la exhortación, vuelve al tema del sacerdocio de Cristo (Heb 7:1-28).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Resumen : Los primeros tres versículos presentan una exhortación de los puntos más elevados. Luego, en los versículos 4 al 8, advierte el autor contra la completa apostasía. Entonces anima a los hermanos con expresarles la esperanza que él tenía de que ellos serían exitosos en la carrera cristiana, habiendo conquistado el estado de pereza que caracterizaba a algunos. Los versículos 13 al 15 presentan el ejemplo de Abraham, quien alcanzó la promesa porque tenía la paciencia necesaria. A pesar de persecuciones y ocasiones que nos pueden desanimar, podemos vencer porque tenemos un fortísimo consuelo en la promesa jurada de Dios y podemos asirnos de la esperanza que nos es como segura y firme ancla del alma. No hay razón por qué no seamos salvos eternamente. Esta es la idea que les presenta el autor en los últimos versículos de este capítulo.
6:1 — «los rudimentos de la doctrina de Cristo»; literalmente «dejando el discurso de los principios de Cristo». No es la misma frase griega, como la hallada en 5:12, pero se hace referencia a lo mismo. Dice el autor que no debemos continuar para siempre en el estado de conocimiento rudimentario de las cosas del evangelio de Cristo.
–«vamos adelante a la perfección»; es decir, al estado maduro de conocimiento (Flp 3:10) de las cosas de Cristo. Véase 5:13,14, comentarios. Para evitar la apostasía y la perdición por ella, tenemos que ir adelante a la perfección. Esta actitud es esencial para la salvación. «Vamos adelante» se contrasta con «tardos para oír» (5:11).
–«no echando otra vez el fundamento». No es casa lo que tiene puro fundamento. Una vez echado el fundamento, no es razonable echarlo otra vez. Ahora se debe edificar y completar el edificio. –«arrepentimiento de obras muertas». La palabra arrepentimiento (metanoia) significa cambio de mente o voluntad. No es tristeza, sino que sigue a la tristeza que es según Dios (2Co 7:10). No es cambio de conducta, sino que lo produce (Hch 3:19; Mat 3:8). Las «obras muertas» aquí referidas no son solamente las obras de la ley de Moisés (que no procuraban vida espiritual, sino eran sombras y tipos de las cosas venideras, y por eso ceremonias o formas sin vida), sino también las obras que causaban muerte por ser malas en sí (Gál 5:19-21). Tenemos que cambiar nuestra voluntad respecto a estas obras o cosas. La frase obras muertas aparece también en 9:14.
–«la fe en Dios», con respecto a su existencia, carácter y plan para los hombres. La fe viene por el oír la Palabra de Dios (Rom 10:17). Es esencial para la salvación (Rom 10:10; Heb 11:6). La fe en Jesús se incluye en esta frase aquí tratada (Jua 3:18; Jua 5:23).
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA NECESIDAD DE PROGRESAR
Hebreos 6:1-3
Así que, dejemos ya atrás la enseñanza cristiana elemental, y dejémonos llevar adelante hacia la plena madurez; porque no nos podemos eternizar echando los cimientos, y enseñando acerca del arrepentimiento de las obras muertas, y dando información acerca de los lavatorios, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y la sentencia que perdura por toda eternidad. Dios mediante, eso será lo que hagamos.
El autor de Hebreos está seguro de que el progreso es necesario en la vida cristiana. Ningún maestro llegaría a nada si no hiciera más que empezar por el principio una y otra vez cuando se pusiera a enseñar. El autor de Hebreos dice que sus alumnos deben proseguir adelante hacia lo que él llama teleiotés. La versión Reina-Valera traduce esta palabra por perfección. Pero téleios, el adjetivo, y las demás palabras de la misma familia, tienen un sentido técnico. Pitágoras dividía a sus alumnos en hoi manthanontes, los que están aprendiendo, y hoi téleioi, los mayores. Filón dividía a sus alumnos en tres clases diferentes: hoi arjomenoi, los principiantes; hoi prokoptontes, los que están avanzando, y hoi teleiómenoi, los que están empezando a alcanzar la mayoría de edad. Teléiotés no implica un conocimiento completo, sino una cierta mayoría de edad en la fe cristiana.
El autor de Hebreos quiere decir dos cosas por mayoría de edad. (i) Algo que tiene que ver con la mente. Quiere decir que, conforme una persona va avanzando en edad, debe pensarse las cosas por sí misma. Por ejemplo: debe ser capaz de decir mejor Quién cree que es Jesús. Debe tener una comprensión más profunda, no sólo de los Hechos, sino también del significado de la fe cristiana. (ii) Algo que tiene que ver con la vida.
Conforme uno se va haciendo mayor, debe haber más y más reflejo de Cristo en él. Tiene que estar desembarazándose todo el tiempo de viejas faltas, y adquiriendo nuevas virtudes. Deben amanecer cada día en su vida una nueva serenidad y una nueva nobleza. Como dice la Oración de una monja del siglo XVII, de fuente desconocida:
SEÑOR: Tú sabes mejor que yo que me voy haciendo mayor, y algún día seré vieja. Guárdame del hábito fatal de creer que siempre tengo que decir algo sobre todos los asuntos y en todas las situaciones. Líbrame de empeñarme en arreglarles la vida a los demás. Hazme reflexiva, pero no maniática; dispuesta a ayudar, pero no a mangonear. Con un arsenal de sabiduría como el mío parece una lástima no usarlo todo; pero Tú sabes, Señor, que quiero conservar algunos amigos hasta el final.
Mantén mi mente libre del recital de detalles interminables; dame alas para ir derecha al grano. Sella mis labios a mis angustias y dolores. Crecen como los hongos, y el desplegarlos le va resultando a una cada vez más dulce con el paso de los años. No me atrevo a pedir la gracia suficiente para escuchar con interés las historias de los males de los demás, pero ayúdame a soportarlas con paciencia.
No me atrevo a pedir mejor memoria, pero sí una humildad creciente y no tanta seguridad cuando mis recuerdos parecen estar en conflicto con los de otros.
Enséñame la gloriosa lección de que a lo mejor estoy equivocada.
Manténme razonablemente dulce; no quiero ser una santa -con algunos de ellos no se podía vivir-; pero una vieja gruñona es una de las más logradas obras maestras del diablo. Dame la capacidad de descubrir cosas buenas en lugares inesperados, y talentos en personas insospechadas. Y dame, Señor, la gracia de decírselo. AMÉN.
Uno no se puede parar en la vida cristiana. Se dice de Cromwell que tenía en su biblia de bolsillo un lema en latín: Qui cessat esse melior cessat esse bonus -El que deja de ser mejor, deja de ser bueno.
Este pasaje nos permite ver qué era lo que la Iglesia Primitiva consideraba el Cristianismo básico.
(i) Está el arrepentimiento de las obras muertas. La vida cristiana empieza por el arrepentimiento; y el arrepentimiento (metánoia) es literalmente un cambio de mentalidad. Conlleva una nueva actitud para con Dios, la gente, la vida y el yo. Es un arrepentimiento de obras muertas. ¿Qué entiende el autor de Hebreos por esta extraña frase? Hay muchas cosas que puede que quiera decir, todas relevantes y sugestivas. (a) Puede que las obras muertas sean acciones que traen la muerte. Puede que sean las acciones inmorales, egoístas, impías, desamadas, sucias, que conducen a la muerte. (b) Puede que sean obras que contaminan. Para un judío, lo que más contaminaba era tocar un cuerpo muerto. El hacerlo le dejaba a uno en estado de impureza ritual, y le impedía el acceso al culto hasta que se purificara. Las obras muertas puede que sean las que contaminan el carácter y le separan a uno de Dios. (c) Puede que sean obras que no tienen ninguna relación con el carácter. Para los judíos, la vida era el ritual; si observaban las debidas ceremonias a su debido tiempo, eran buenos. Pero ninguna de estas cosas tenía ninguna influencia en su carácter. Puede que el autor de Hebreos quisiera decir que el cristiano ha roto con los rituales sin sentido y con los convencionalismos de la vida para dedicarse a las cosas que ahondan el carácter y desarrollan el alma y la vida.
(ii) Está la fe que mira hacia Dios. La primera cosa esencial de la vida cristiana es mirar hacia Dios. El cristiano decide sus acciones, no por el veredicto de los hombres, sino por el de Dios. No busca la salvación en sus propios méritos, sino sólo en la Gracia de Dios.
(iii) Está la información acerca de los lavatorios. Esto quiere decir que el cristiano debe darse cuenta de lo que quiere decir de veras el bautismo. El primer libro de enseñanza cristiana para los que estaban a punto de entrar en la iglesia y el primer libro de orden de cultos se llama La Didajé, La enseñanza de los Doce Apóstoles. Se escribió alrededor del año 100 d C., y establece las reglas para el bautismo cristiano. Para entonces todavía no había surgido el bautismo infantil. Las personas venían directamente del paganismo, y el bautismo era la entrada en la iglesia y la confesión de fe. La Didajé empieza por seis capítulos cortos acerca de la fe y de la vida cristiana. Empieza diciéndole al candidato al bautismo lo que debe creer y cómo debe vivir. Y luego, a partir del capítulo siete, prosigue:
» Por lo que se refiere al bautismo, bautizarás de la siguiente manera: Cuando hayas instruido al candidato sobre todas estas cosas, bautízale en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua corriente. Si no dispones de agua corriente, bautízale en cualquier clase de agua. Sino le puedes bautizar en agua fría, úsala caliente. Si no puedes obtener ninguna de las dos, derrama agua tres veces sobre la cabeza del candidato en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Antes de bautizarle, haz que ayunen el candidato y el que le va a bautizar, y que los que puedan hagan lo mismo. Debes exhortar al bautizando a que ayune dos o tres días antes de la ceremonia.»
Esto es interesante. Demuestra que el bautismo de la Iglesia Primitiva era, si se podía, por inmersión total. Nos cuenta que a la persona que iba a recibir el bautismo, o se la sumergía, o se le derramaba agua tres veces, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Tomamos nota de que al bautismo precedía un tiempo de instrucción, porque había que practicar la fe y la vida cristiana antes de recibir el sacramento del bautismo. El candidato tenía que preparar, no sólo su mente, sino también su espíritu, mediante el ayuno. En aquellos días nadie entraba en la iglesia sin saber lo que hacía. Por eso el autor de Hebreos dice: » Antes de recibir el bautismo, ya se os instruyó acerca de las cosas fundamentales de la fe cristiana. No debe haber necesidad de volver a ellas. Ahora tenéis que edificar una fe más plena sobre ese cimiento.»
(iv) Está la imposición de manos. En la práctica judía, esto tenía tres significados. (a) Era la señal de la transferencia de la culpa. El sacrificador ponía las manos sobre la cabeza de la víctima para simbolizar el hecho de que transfería su culpa al animal que ofrecía. (b) Era la señal de la transferencia de la bendición. Cuando un padre bendecía a su hijo, ponía sus manos sobre la cabeza del hijo como una señal de que le transmitía su bendición. (c) Era la señal de que se apartaba a una persona para una tarea especial. A un hombre se le imponían las manos cuando se le ordenaba para el ministerio.
En la Iglesia Primitiva se le imponían las manos al que había sido bautizado, para que recibiera el Espíritu Santo Hch 8:17; Hch 19:6 ). Esto no se ha de entender en sentido material. En aquellos días se miraba a los apóstoles con reverencia porque habían sido los amigos de Jesús en la Tierra. Era realmente emocionante que le tocara a uno una persona que había estado con Jesús y había tocado Sus manos. El efecto de la imposición de manos no dependía de la posición del que las imponía, sino de su carácter y de lo cerca que estaba de Jesús.
(v) Está la resurrección de los muertos. Desde el principio, el Cristianismo fue una religión de inmortalidad. Le daba al hombre dos mundos en los que vivir; le enseñaba que lo mejor estaba todavía por venir, lo que hacía este mundo un lugar de entrenamiento para la eternidad.
(vi) Está la sentencia que perdura por toda eternidad. El Cristianismo fue desde el principio una religión de juicio. A ningún cristiano se le dejaba olvidar que, al final, tendría que encontrarse con Dios, y que lo que Dios pensara de él era infinitamente más importante que lo que pensara la gente, entre otras cosas porque sus consecuencias perdurarían por toda eternidad.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 6
2. CATECISMO DE PRINCIPIANTES Y PALABRAS PARA LOS INICIADOS (6/01-03).
1 Por lo tanto, dejando a un lado la doctrina rudimentaria sobre Cristo, vayamos hacia la perfección. Para ello no volveremos a tratar de los artículos fundamentales: arrepentimiento de las obras muertas y fe en Dios, 2 doctrina sobre abluciones, imposición de manos, resurrección de muertos y juicio final. 3 Y lo vamos a hacer, si Dios quiere.
El autor, mientras por una parte enumera en detalle los temas de que no tiene intención de tratar, designa la materia de su discurso con una sola palabra difícil de traducir: teleiotes, es decir, algo que tiene relación con la «perfección». En contraposición con las enseñanzas fundamentales del cristianismo, se trata de un conocimiento más avanzado de la verdad salvífica, tal como sólo la pueden comprender cristianos maduros. Sin embargo, los capítulos siguientes nos mostrarán todavía suficientemente lo que la carta entiende por una doctrina para «perfectos» o iniciados20.
Aquí debemos detenernos todavía un momento en las enseñanzas de los comienzos. No al acaso las enumeró tan detalladamente el autor. Es un conocido artificio retórico comenzar diciendo que no se tiene intención de hablar de cosas que se quieren inculcar especialmente a los oyentes. De hecho los fundamentos del cristianismo aquí mencionados constituyen la base de ulteriores especulaciones teológicas. Apartarse de las «obras muertas» (cf. 9,14), fe en Dios (11,6), y juicio final (9,27; 10,27.30; 12,23.25.29) son, por tanto, temas que el autor no pierde nunca de vista. Su distinción tiene, por tanto, un significado menos objetivo y sistemático que retórico y psicológico. No quiere tratar a los lectores como a principiantes, aunque así lo exigiría propiamente su estado de ánimo religioso y moral. El designar la carta como una enseñanza para perfectos o iniciados servirá de acicate para su legítima ambición cristiana. Si se mira la cosa objetivamente, lo que siempre importa es llevar adelante y profundizar las enseñanzas de los comienzos. Sería una ilusión pensar que el hombre deba comenzar por apartarse de las «obras muertas» y creer en Dios y luego (como en un segundo acto) aceptar el evangelio de Cristo. La carta sale al paso a este evidente error designando las doctrinas de los comienzos expresamente como «doctrina sobre Cristo».
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20. Una distinción análoga, en que se emplea casi la misma imagen, hace san Pablo en 1Co 3:1-3 (cf. también 2,6-7).
21 .De los temas del catecismo de principiantes resalta claramente que los lectores de la carta habían sido antes paganos. Los judíos no tenían necesidad de ser instruidos sobre la fe en Dios, la penitencia y d juicio.
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3. GUARDARSE DE LA APOSTASÍA IRREVOCABLE (6/04-08).
4 Realmente, a los que ya una vez fueron iluminados, gustaron el don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 gustaron la buena palabra de Dios y los portentos del siglo futuro, 6 pero vinieron después a extraviarse, es imposible renovarlos otra ves llevándolos al arrepentimiento, ya que conscientemente están crucificando al Hijo de Dios y haciéndolo objeto de pública burla. 7 Porque una tierra empapada de lluvia frecuente y que produce una vegetación22 útil a los que la labran, participa de la bendición de Dios; 8 pero si produce espinas y abrojos23, es rechazada y expuesta a maldición, terminando por ser quemada.
Esta seria advertencia sólo se puede comprender debidamente si se tiene en cuenta su género literario. Es la palabra de un pastor de almas que quiere prevenir la apostasía que amenaza y para ello pinta sus terribles consecuencias. No se trata, por tanto, de la decisión de un canonista o moralista sobre la cuestión que vendría a ser aguda en el siglo II, de si cristianos que han apostatado pueden ser recibidos de nuevo en la comunión de la Iglesia caso que se arrepientan sinceramente de su pecado. En otras palabras: el autor no quiere declarar la imposibilidad de una penitencia segunda, sino exhortar a frenar a tiempo y a volver al buen camino. La enumeración de los bienes de gracia conferidos por el bautismo suena inefablemente como un estímulo. El que se dispone a renunciar a la fe y a abandonar la comunidad cristiana piense en las maravillosas experiencias pneumáticas de los primeros años. En tanto no se ha consumado la ruptura definitiva con Cristo, todavía existe la posibilidad de volver a suscitar tales experiencias.
En un cuadro rápido, pero de gran efecto, se presenta el contraste entre los buenos y los malos cristianos. Los primeros se asemejan al paraíso que rebosa gracias y bendiciones del cielo, se revelan como miembros útiles de la comunidad, y pueden esperar con seguridad la felicidad eterna Los otros se parecen a la tierra maldita después de la caída original: sólo proporcionan descontento y desilusión a sus semejantes, y al fin pesa sobre ellos la amenaza del fuego devorador24 de un juicio terrible.
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22.Cf. Gen 1:11.12.
23.Cf. Gen 3:17.18.
24.Cf. 2Pe 3:7.10.12 (destrucción del mundo presente por el fuego).
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4. ESPERANZA FUNDADA DE MEJORAMIENTO (6/09-12).
9 Sin embargo, aunque nos expresamos de esta manera, en vuestro caso, queridos hermanos, confiamos en que vuestra situación es mejor y cercana a la salvación. 10 Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado por su nombre, sirviendo antes a los santos25 y sirviéndoles aún. 11 Lo que deseamos es que cada uno despliegue el mismo esfuerzo hasta el final para realizar la esperanza: 12 que no seáis remisos, sino que imitéis a los que por la fe y la paciencia van heredando las promesas.
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25. Por «santos» no se entiende seguramente ya aquí, como en Rom 15:25-31, a los miembros de la comunidad primitiva de Jerusalén, sino a los cristianos necesitados en la comunidad (cf. 13,24). En esta última cita, dado que se mencionan juntamente con los dirigentes, ¿no significarán un estado especial en la Iglesia con una forma ascética de vida?
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Uno de los más señalados quehaceres del pastor de almas consiste en dar aliento a los que se hallan en peligro y vacilantes. Siguiendo el ejemplo de Cristo «no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha humeante» (Mat 12:20). Hasta las más severas amonestaciones proceden de un amor que quiere buscar al que se ha extraviado y volverlo al redil. Repetidas veces se ha achacado al autor la propensión a una severidad excesiva, se ha dicho que era un rigorista que no conservaba ya inalterado el verdadero espíritu del Evangelio. Tales apreciaciones pueden justificarse si se consideran separadamente algunas de sus aserciones y se toman en cierto modo por dogmas. En cambio, si se tiene en cuenta su inmediata finalidad pastoral, se verá que difícilmente podía el autor expresarse de otra manera. A su hosco pesimismo tocante a la suerte de los que apostatan de la fe responde un optimismo todavía mayor por lo que hace a la salvación de los que -quizá con un último esfuerzo desesperado- se mantienen fieles a Cristo. ¿En qué se basa su confianza? La garantía más segura es la justicia de Dios»26, que no deja sin recompensa ninguna obra buena.
Aunque nosotros mismos queramos olvidar nuestro propio pasado y no queramos reconocer los sacrificios de que en otro tiempo fuimos capaces por amor del prójimo, todo ello está registrado en la memoria eterna de Dios. Es evidente que esta verdad no debe servir de pretexto para ulteriores descuidos y abandonos, como si el cristiano pudiera cruzarse de brazos invocando su diligencia de antaño. Lo que importa es volver a empalmar con un tiempo en el que todavía estaba vivo el amor, distintivo de la fe efectiva. Luego dirige el autor sus exhortaciones no a los cristianos particulares, sino a la entera comunidad. En ella se observan todavía, juntamente con lamentables casos de abandono, loables ejemplos de fervor y de amor pronto a servir. También esto hace esperar confiadamente al autor que no quede sin cumplimiento su deseo de que todos los fieles vuelvan de nuevo al camino de una vida cristiana ejemplar. Una cosa necesitan, sin embargo, todos los miembros de la comunidad: una paciencia apoyada en la fe, que aguarde sin vacilar la realización de la promesa.
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26. Aquí no se trata de la justicia de Dios en sentido paulino (Rom 50:17; Rom 3:21-31 y passim), justicia que justifica al pecador, sino la cualidad de un juez justo, que en su sentencia tiene en cuenta las buenas obras.
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5. ABRAHAM Y LA GARANTÍA DIVINA DE LA PROMESA (6/13-20).
13 Efectivamente, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no teniendo otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo 14 diciendo: «Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré grandemente» (Gen 22:17). 15 Y así Abraham, a fuerza de paciencia, consiguió la promesa. 16 Los hombres suelen jurar por uno mayor, y este juramento les sirve de confirmación por encima de toda discusión. 17 En este sentido, queriendo Dios demostrar más plenamente a los herederos de la promesa lo irrevocable de su decisión, interpuso como garantía un juramento, 18 para que por estas dos cosas irrevocables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos poderoso aliento los que nos acogemos a él, para asirnos a la esperanza que se nos presenta. 19 Como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás de] velo, 20 donde, como precursor y representante nuestro, entró Jesús, constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
La exhortación va volviendo poco a poco al tema del sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Una vez más se hace patente, de manera inconfundible, que la carta no lleva adelante la especulación teológica por el mero gusto de especular o para satisfacer la curiosidad intelectual de los lectores. Todo conocimiento más profundo de Cristo y de su obra redentora sirve para confirmar en la fe y en la esperanza (del amor se hablará de nuevo en Hab 10:24). Lo que principalmente influyó en la flaqueza y en las muestras de abandono en la comunidad fue el hecho de no haberse cumplido todavía la promesa del retorno de Cristo. Los cristianos fatigados de aguardar deben tomar como ejemplo a Abraham. En la argumentación se entrecruzan dos pensamientos que reaparecerán todavía en el ulterior desarrollo de la carta: Dios confirmó con solemne juramento la promesa, por sí misma infalible; solo tras larga y paciente perseverancia vino a ser Abraham heredero de la promesa. La idea del juramento de Dios (la segunda cosa «irrevocable», v. 18) puede parecernos chocante y demasiado humana, aunque en la filosofía de la religión contemporánea de la carta a los Hebreo27 se le daba gran importancia. En el fondo se trata de una imagen, fácilmente comprensible, de lo inquebrantable y definitivo de una promesa de Dios. Como no tardaremos en verlo (Hab 7:20.21), también Jesús fue constituido sumo sacerdote por un juramento de Dios.
El motivo de la paciencia apoyada en la fe, de la esperanza en medio de circunstancias adversas, vuelve a aparecer en la tercera parte de la carta (Hab 10:36; Hab 11:13.39; Hab 12:1). Aquí importa al autor más el hecho de que nuestra esperanza cristiana de salvación ha echado ya sólidas raíces en el mundo celestial o, como se dice en el lenguaje cultual y náutico de la carta, «como a un ancla firme y segura de nuestra vida nos asimos a esta esperanza, que va penetrando hasta detrás del velo». Esto significa en concreto que Jesús, como nuestro precursor 28 y sumo sacerdote que es, ha alcanzado ya la meta hacia la que nos dirigimos todos nosotros. Los capítulos siguientes nos dirán cómo sucedió esto y de qué manera.
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27. Especialmente en Filón de Alejandría (hacia el 20 a.- 50 d.C). 28. «Precursor»: en el lenguaje cristiano actual sólo se llama así a Juan Bautista. En la carta a los Hebreos tiene el título un profundo sentido cristológico: Jesús nos precedió en su entrada en el mundo celestial y nos preparó el «camino que conduce al lugar santísimo» (Hab 9:8; cf. 10,19.20).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Rom 8:12-13; Gál 5:19-21; Efe 5:11.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Aunque el autor ha acusado de inmadurez a sus lectores y ha insistido en que “el alimento sólido es para los maduros” (5:14), quiere alimentarlos con lo sólido de modo que puedan seguir adelante hasta la madurez (lit. “ser llevados por el camino hacia la madurez”). Necesitan la visión y la consagración que puede traer el alimento sólido. Cuando dice dejando las doctrinas elementales de Cristo, no quiere decir “abandonando completamente las verdades básicas mencionadas”. El progreso se hace sin poner de nuevo el fundamento de la enseñanza elemental, sino con la sobreedificación de esa construcción. Es interesante notar que las doctrinas elementales que se mencionan aquí no son distintivamente cristianas. Prácticamente, cada punto puede ser endosado por el judaísmo ortodoxo. Sin embargo, cada uno de ellos adquirió un nuevo significado a la luz de la enseñanza cristiana sobre Jesús como el Mesías de Israel. De modo que se da la impresión de que las creencias y prácticas judías eran usadas como fundamento para exponer la verdad cristiana. El alimento sólido de Heb. es un desarrollo de temas bíblicos como el arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, … la resurrección de los muertos y del juicio eterno, a la luz de la enseñanza o doctrina sobre Jesús como Hijo de Dios y sumo sacerdote del nuevo pacto. La doctrina de bautismos (en plural) puede referirse a los lavamientos ceremoniales judíos (cf. 9:10) y su cumplimiento en Cristo. La imposición de manos era una práctica judía, asociada con la oración, que fue adaptada de varias maneras por los primeros cristianos (p. ej. Hech. 8:17; 9:17, 18; 13:3). Bajo la presión de la persecución, los convertidos del judaísmo deben haber sido tentados a “abandonar cada vez más esos aspectos de la fe y práctica que eran distintivos del cristianismo y sentir que, sin embargo, no habían abandonado los principios básicos del arrepentimiento y la fe, las realidades mostradas por las abluciones religiosas y la imposición de manos, la expectativa de la resurrección y del juicio de la era venidera” (F. F. Bruce).
4-6 La fuerte advertencia de estos versículos (que tiene un eco en 10:26-31; 12:15-17) es para aquellos que recayeron o cometieron apostasía (cf. 3:12), porque se han separado a sí mismos del único sacrificio por los pecados bajo el nuevo pacto que es la única esperanza de la vida eterna en Jesucristo. Los tales crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios rechazándole tan deliberadamente como quienes le ejecutaron y le exponen a vituperio, colocándose abiertamente en la posición de sus enemigos. Nada es imposible para Dios, pero no nos ofrece esperanza alguna de poder restaurar a aquellos que tomaron una dura posición decidida y continua en contra de Cristo. Como se ha notado en relación con 3:12, 13, aquellos que endurecen sus corazones contra Dios pueden alcanzar un punto en el que estén “endurecidos” más allá de toda posible recuperación. El autor no acusa a sus lectores de estar en esa posición, pero el destino de los apóstatas es algo que ni ellos ni nosotros debemos olvidar. En este contexto este pasaje surge como una advertencia sobre el punto al cual puede llevarnos la pereza.
Pero, ¿puede apostatar un cristiano genuino? Ciertamente Heb. sugiere que aquellos que se apartan pueden tener toda la apariencia de estar realmente convertidos. Fueron una vez iluminados, lo que indica una definida entrada de la luz del evangelio en sus vidas. Gustaron del don celestial, lo que puede significar que reciben a Cristo mismo y todas las bendiciones espirituales que él ofrece. “Probar” implica experimentar algo de una manera real y personal (no simplemente “tomar un sorbo”). Han llegado a ser participantes del Espíritu Santo, de modo que su rebelión incluye la ofensa al Espíritu de gracia (10:29). Finalmente, se nos dice que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero. Esto sugiere una experiencia decisiva de los beneficios del nuevo pacto. Sin embargo, aquellos que han disfrutado de esa relación con Dios no pueden presumir de ella, considerándose inmunes a la posibilidad de la apostasía. Promesas como las de Juan 10:28, 29 y Fil. 1:6 son una garantía de que Dios hará que sus hijos se mantengan fieles hasta el fin. Heb. tiene su propia forma de alentar a tener confianza en la capacidad de Dios para sostenernos en la fe. Pero todos necesitamos ser desafiados a “hacer firme nuestra fe y llamamiento” (2 Ped. 1:10), y este es el significado práctico y pastoral de los pasajes de advertencia en Heb.
Querríamos decir que aquellos que son realmente regenerados nunca caerán, pero lo genuino del nuevo nacimiento se prueba por la persistencia en la fe. El autor de Heb. tiene clara confianza en que ha ocurrido una verdadera obra de Dios en la congregación a la que se está dirigiendo (6:9; 10:39). “Pero esto no excluye la posibilidad de que algunos de entre ellos sean rebeldes de corazón y, a menos que haya un cambio radical, comprobarán que han llegado a un punto de irremediable apostasía” (P. E. Hughes). Es posible ser arrebatado por la experiencia espiritual de un grupo sin estar genuinamente convertido. A veces la gente muestra todas las señales de la conversión, pero se apartan de Cristo después de un tiempo y demuestran que nunca han sido realmente hijos de Dios. Más específicamente, el autor tiene en vista a aquellos que ven claramente dónde está la verdad, se conforman a ella por un tiempo y luego, por distintas razones, renuncian a ella. La continuidad es la prueba de la realidad. Aquellos que perseveran son los santos verdaderos y un pasaje como éste será usado por Dios para sostenerlos en la fe.
7, 8 Jesús usó la parábola de las cuatro clases de terreno para explicar las diferentes respuestas que la gente da al evangelio (Mar. 4:1-20 y paralelos). Heb. sólo se refiere a dos posibilidades. La buena tierra es la que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce la hierba para el provecho de aquellos que la cultivan. Esto se refiere a aquellos que perseveran en oír y obedecer la palabra de Dios. Por su gracia son espiritualmente fructíferos. La mala tierra es la que produce espinos y abrojos y que es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser quemada. Esto describe el destino de aquellos que endurecen sus corazones en incredulidad y se alejan de Dios (cf. 10:26-31). El autor no indica un campo intermedio para los perezosos y los lentos. ¡Quiere que sus lectores estén seguros de pertenecer todos a la primera categoría!
9, 10 Ahora siguen palabras de aliento después de las directas advertencias de los vv. 4-8. El autor dice: estamos persuadidos de cosas mejores en el caso de aquellos amados. Más particularmente, está sugiriendo que, como grupo, corresponden a la categoría de la buena tierra del v. 7. Estos recibirán las bendiciones de Dios que conducen a la salvación. Su confianza está parcialmente basada en el recuerdo de su conducta pasada y presente, y parcialmente en la justicia de Dios. La obra y el amor que le han mostrado fueron literalmente “por su nombre”. Incluye ministrar y seguir ministrando a su pueblo (RVA, a los santos). Un notable ejemplo de esto se señala en 10:32-34. Cuando el autor dice que Dios no es injusto para olvidar vuestra obra, no está señalando sencillamente la retribución de los servicios prestados. Dios conoce la realidad de sus vidas espirituales y si ha motivado expresiones de un cristianismo genuino en el pasado, se puede confiar en que hará lo mismo en el futuro. El tema de la fidelidad de Dios se desarrolla más adelante en los vv. 13-20.
11, 12 El ardiente deseo del autor de que cada uno de sus amigos persevere como un cristiano surge otra vez. Su fidelidad a Cristo y su preocupación práctica los unos por los otros en tiempos de prueba fueron inspiradas por una esperanza que les compele (10:34). Ahora, cuando su mayor enemigo parece ser la pereza, necesitan mostrar la misma diligencia (lit. “celo”) para mantener viva la esperanza hasta el final. Una esperanza viva es la base para una efectiva vida cristiana en todo contexto. Aquellos que tienen esta motivación no serán abrumados por la pereza (gr. nothroi se usa aquí como en 5:11, pero sin calificativos). De hecho, llegarán a ser imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Ese lenguaje es un anticipo del argumento de 11:1-12:3.
13-15 La base de la esperanza cristiana no es un pensar “ojalá» sobre el futuro, sino la solemne promesa de Dios. El fundamento de la acción salvadora de Dios en el mundo fue la promesa particular hecha a Abraham en Gén. 12:1-3 y repetida en varias etapas a los antepasados de Israel en diferentes formas (p. ej. Gén. 15:1-21; 26:2-4; 28:13-15; Exo. 3:6-10). Dios habría de multiplicar los descendientes de Abraham estableciéndolos en su propia tierra, y los bendeciría para que fueran de bendición para todas las naciones. En una ocasión particular Dios confirmó la veracidad de esta promesa con un juramento (cf. Gén. 22:16: “He jurado por mí mismo, dice el Señor”). Heb. hace notar que Abraham fue alentado por eso para esperar con paciencia lo que le estaba prometido. Dios comenzó a cumplir su promesa durante la vida de Abraham, pero la bendición definitiva llegó en la persona de Jesús el Mesías.
16-18 En los asuntos humanos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias. Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, utilizó esta forma particular de hablar. Recurre a dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, o sea en su promesa y su juramento para dar el mayor aliento posible a su pueblo a poner su confianza en él. De acuerdo con lo que sigue es claro que los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante en Jesús somos los herederos definitivos de lo que él ha prometido a Abraham (cf. Gál. 3:26-29).
19, 20 Estos versículos deben ser leídos a la luz de 7:20-22, donde se argumenta que Dios confirmó el sumo sacerdocio del Mesías en el Sal. 110:4 con un juramento similar al que aparece en Gén. 22:16. Como Jesús es el sumo sacerdote prometido según el orden de Melquisedec, ha llegado a ser la “garantía” de las bendiciones del nuevo pacto (7:22). Aquellos que reposan en él pueden realmente entrar al santuario aun dentro del velo, donde él ha ido antes que nosotros y entró … por nosotros. Jesús es lit. nuestro precursor que nos abrió el camino que hemos de seguir. El santuario interior del tabernáculo, y posteriormente del templo, representaba la presencia de Dios con su pueblo en la tierra (cf. Exo. 26:31-34; 1 Rey. 8:6-11). Heb. usa este lenguaje para referirse al santuario celestial, donde Dios está entronizado con toda su gloria. Podemos acercarnos a él con confianza ahora mismo porque Jesús, nuestro sumo sacerdote celestial, ha ofrecido el perfecto sacrificio y se ha sentado a la diestra de Dios (cf. 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, el cuadro de 6:19, 20 también aporta la idea de que nuestro destino es el de vivir para siempre en la santa y gloriosa presencia de Dios. Podemos ir lit. donde Jesús ha ido. De ese modo, el santuario celestial es otra forma de describir el “mundo venidero” (2:5), el “reposo del sábado para el pueblo de Dios” (4:9) y la “patria mejor” o “ciudad” (11:16; 12:22-24; 13:14), que ha sido la esperanza final del pueblo de Dios a lo largo de todas las edades. Esta esperada meta ha sido alcanzada y abierta para nosotros por nuestro Salvador. Jesús como nuestra esperanza ha entrado al santuario y permanece allí como ancla del alma, segura y firme.
De modo que el antídoto para la apatía espiritual y la apostasía es la renovación de la esperanza. Esta es la motivación para la fidelidad y el amor. La base de nuestra esperanza es la promesa de Dios, confirmada por un juramento. Como las promesas salvadoras de Dios ya han sido cumplidas para nosotros en la muerte y exaltación celestial del Señor Jesucristo, esto nos da todo el aliento necesario para creer que aquellos que confían en Jesús compartirán con él la prometida herencia eterna.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
6.1, 2 Hay ciertos principios fundamentales que todos los creyentes deben entender. Esos principios incluyen la importancia de la fe, la insensatez de tratar de salvarnos por las buenas obras, el significado del bautismo y los dones espirituales y el hecho de la resurrección y vida eterna. Para marchar hacia la madurez de nuestro entendimiento, necesitamos ir más allá (pero no fuera) de las enseñanzas elementales hasta una teología más completa, una mejor comprensión de la fe. Y eso es lo que el autor pretende hacer (6.3). Los cristianos maduros deben enseñar a los nuevos creyentes lo fundamental. Luego, al actuar en conformidad con lo que saben, los que son maduros aprenderán aun más de la Palabra de Dios.6.3 Estos cristianos necesitaban ir más allá de los rudimentos de su fe y entender que Cristo era el Sumo Sacerdote perfecto y el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento. En lugar de discutir acerca de los méritos respectivos del judaísmo y del cristianismo, debían depender de Cristo y vivir para El.6.4-6 En el primer siglo, un pagano que se hiciera cristiano y que luego volviera al paganismo se apartaba por completo de la iglesia. Pero para el judío cristiano que decidiera volver al judaísmo, la separación era menos obvia. Su forma de vida permanecía relativamente sin cambios. Pero al apartarse deliberadamente de Cristo, se separaba del perdón de Dios. Los que perseveran en la fe son los verdaderos santos; los que persisten en rechazar a Cristo son incrédulos, sin que importe lo bien que puedan comportarse.6.6 Este versículo señala el peligro de los obreros cristianos que retornaban al judaísmo y que, por lo tanto, cometían apostasía. Hoy algunos aplican este versículo a los creyentes superficiales que renuncian a su cristianismo, o a incrédulos que están a punto de apropiarse de la salvación y luego se apartan. Sea como sea, quienes rechazan a Cristo no serán salvos. Cristo murió una vez para siempre. No será crucificado nuevamente. Aparte de su cruz, no hay otra forma posible de salvación. Sin embargo, el autor no cree que sus lectores estén en peligro de renunciar a Cristo (véase 6.9). El nos advierte contra la dureza de corazón que haría inconcebible el arrepentimiento para el pecador.6.7, 8 La tierra que produce buen fruto recibe un cuidado esmerado, pero la tierra que produce espinos y abrojos es quemada a fin de que el agricultor pueda empezar otra vez. Una vida cristiana que no es productiva cae bajo la condenación de Dios. No somos salvos por obras ni por buena conducta, pero lo que hacemos es prueba de nuestra fe.6.10 Es fácil desanimarse pensando que Dios se ha olvidado de nosotros. Pero Dios jamás es injusto. Nunca se olvida ni pasa por alto nuestro duro trabajo para El. Tal vez ahora no esté recibiendo recompensas ni reconocimiento, pero Dios sabe sus esfuerzos de amor y servicio. Permita que el amor de Dios por usted y su íntimo conocimiento de su servicio a El lo animen mientras afronta decepciones y rechazos en la tierra.6.11, 12 La esperanza impide que el cristiano se vuelva perezoso o aburrido. Así como el atleta, entrénese duro y corra bien, recordando la recompensa que le espera adelante (Phi 3:14).6.15 Abraham esperó con paciencia. Pasaron veinticinco años desde el momento en que Dios le prometiera un hijo (Génesis 12, 7; 13.14-16; 15.4, 5; 17.16) hasta el nacimiento de Isaac (Gen 21:1-3). Dado que nuestras pruebas y tentaciones a menudo son intensas, parecen durar una eternidad. Tanto la Biblia como el testimonio de cristianos maduros nos alientan a esperar a que Dios actúe en su tiempo, aun cuando nuestras necesidades parezcan demasiado grandes para seguir esperando.6.17 Las promesas de Dios son invariables y confiables porque Dios es invariable y confiable. Cuando Dios prometió a Abraham un hijo, hizo un juramento en su propio nombre. El juramento era tan confiable como su nombre, y su nombre era tan bueno como su naturaleza divina.6.18, 19 Estas «dos cosas inmutables» son la naturaleza de Dios y sus promesas. Dios encarna toda verdad y por lo tanto no puede mentir. Por el hecho de que Dios es verdad, usted puede confiar en sus promesas; no necesita preguntarse si a lo mejor cambiará sus planes. Nuestra esperanza es segura e inconmovible, anclada en Dios, de la misma manera que un barco se ancla firmemente en el fondo del mar. Para el que busca con sinceridad y acude a Dios con fe, Dios tiene una promesa incondicional de aceptación. Cuando usted le pide a Dios con toda sinceridad que lo libre de sus pecados, El lo hará. Esa seguridad debe darle ánimo, seguridad y confianza.6.19, 20 El velo al que se refiere en el texto colgaba desde la entrada del Lugar Santo hasta el Lugar Santísimo, las dos habitaciones más ocultas del templo. Ese velo evitaba que alguien entrara y mirara dentro o diera una mirada ligera al interior del Lugar Santísimo (véase también 9.1-8). El sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo una sola vez al año para estar ante la presencia de Dios y presentar la ofrenda por los pecados de toda la nación. Pero Cristo está en la presencia de Dios en todo momento, como el Sumo Sacerdote que puede interceder continuamente por nosotros, y no sólo una vez al año.ABRAHAM EN EL NUEVO TESTAMENTOAbraham fue un predecesor de Jesucristo: Mat 1:1-2, Mat 1:17; Luk 3:23, Luk 3:34Jesús fue humano; nació del linaje de Abraham, a quien Dios eligió para ser padre de una gran nación por medio del cual el mundo sería bendecido. Somos bendecidos por lo que Jesucristo, descendiente de Abraham, hizo por nosotros.Abraham fue el padre de la nación judía: Mat 3:9; Luk 3:8; Act 13:26; Rom 4:1; Rom 11:1; 2Co 11:22; Heb 6:13-14Dios quiso separar a una nación para sí, una nación que le hablaría al mundo acerca de El. Empezó con un hombre de fe, que a pesar de ser anciano y sin hijos, creyó la promesa de Dios de que tendría innumerables descendientes. Podemos confiar en que Dios hará lo imposible cuando tenemos fe.Abraham, por causa de su fe, ahora está sentado en el reino con Cristo: Mat 8:11; Luk 13:28; Luk 16:23-31Abraham obedeció a Dios, y ahora está disfrutando de su recompensa: la eternidad con Dios. Un día conoceremos a Abraham, porque también a nosotros se nos ha prometido la eternidad.Dios es el Dios de Abraham; por lo tanto, Abraham está vivo con Dios: Mat 22:32; Mar 12:26; Luk 20:37; Act 7:32Como Abraham vive para siempre, nosotros también viviremos para siempre, porque nosotros, como él, hemos escogido la vida de fe.Abraham recibió grandes promesas de Dios: Luk 1:55, Luk 1:72-73; Act 3:25; Act 7:17-18; Gal 3:6, Gal 3:14-16; Heb 6:13-15Muchas de las promesas que Dios le hizo a Abraham parecían imposibles de realizarse, pero Abraham confió en Dios. Las promesas a los creyentes en la Palabra de Dios también parecen increíbles, pero podemos confiar en que Dios cumplirá todas sus promesas.Abraham siguió a Dios: Act 7:2-8; Heb 11:8, Heb 11:17-19Abraham obedeció la dirección de Dios desde su tierra natal hasta un territorio desconocido, que vino a ser la tierra prometida para los judíos. Cuando seguimos a Dios aun antes de que nos aclare sus planes, jamás seremos decepcionados.Dios bendijo a Abraham por causa de su fe: Romanos 4; Gal 3:6-9, Gal 3:14-29; Heb 11:8, Heb 11:17-19; Jam 2:21-24Abraham mostró fe en tiempos de desaliento, prueba y juicio. Debido a su fe, Dios lo consideró justo, y lo llamó su «amigo». Dios nos acepta por nuestra fe.Abraham es el padre de todos los que acuden a Dios con fe: Rom 9:6-8; Gal 3:6-9, Gal 3:14-29Los judíos son hijos de Abraham, y Cristo fue su descendiente. Somos hermanos de Cristo; por esa razón todos los creyentes son hijos de Abraham e hijos de Dios. Abraham fue justo gracias a su fe; nosotros somos justificados por la fe en Cristo. Las promesas hechas a Abraham se aplican a nosotros gracias a Cristo.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 194 1Co 3:1; Heb 5:12
b 195 Col 1:27; 1Ti 3:16
c 196 1Co 13:11; 1Co 14:20; Efe 4:13; Flp 3:16; Heb 5:14
d 197 1Co 3:10
e 198 Efe 4:22
f 199 1Ts 1:8
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
enseñanzas elementales. Véase coment. en 5:12.
madurez. El llamamiento a la madurez cristiana significa aquí progresar en el conocimiento de la doctrina cristiana.
obras muertas. Estos son los esfuerzos de los incrédulos para tratar de obtener justificación ante Dios (cp. Ro 3:20; Gá 2:16; Tit 3:5).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 super (1) O, palabra básica. La palabra de los comienzos de Cristo se refiere a los seis asuntos mencionados en este versículo y en el siguiente, los cuales constituyen el fundamento de la vida cristiana: (1) el arrepentimiento de obras muertas, (2) la fe en Dios, (3) la enseñanza de bautismos, (4) la imposición de manos, (5) la resurrección de los muertos, y (6) el juicio eterno. Estos seis puntos forman tres pares. El primer punto de cada par se refiere a nuestra salida de una situación negativa, y el segundo habla de nuestra entrada en las cosas positivas. El arrepentimiento significa volverse de las obras muertas; la fe significa entrar en Dios. Los bautismos son la separación y la terminación de las cosas negativas; la imposición de manos es la identificación y la comunión con las cosas divinas. La resurrección de los muertos es la salida de la muerte; el juicio eterno es la entrada a la eternidad y al destino eterno.
1 super (2) Los comienzos de Cristo incluyen no sólo el principio de la experiencia que los creyentes tienen en Cristo, como por ejemplo, los seis asuntos enumerados en la última mitad de este versículo y en el siguiente, sino también el ministerio inicial de Cristo, es decir, toda Su obra en la tierra, tal como se narra en los cuatro evangelios.
Todos los creyentes salvos ya han experimentado, igual que los creyentes hebreos, los comienzos de Cristo; de ahora en adelante deben proseguir hacia la perfección, hacia la madurez. El Señor tiene la intención de completar este perfeccionamiento en Su ministerio celestial posterior, como lo revela este libro.
1 super (3) En la experiencia de nuestra vida espiritual, siempre existe, por un lado, lo que el Señor hace, y por otro, nuestra cooperación al seguir en pos de El. El Señor quiere hacernos madurar, pero nosotros necesitamos cooperar con El, siendo perfeccionados, madurados.
El Señor quiere hacernos avanzar, pero nosotros debemos permitírselo. Esto es cooperar voluntariamente con Su obra de gracia. Si queremos ser perfeccionados, es decir, madurados, tenemos que participar con Cristo de lo que ha logrado (1:9; 3:14), ser diligentes en entrar en el reposo sabático que queda (4:9,11), acercarnos al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia (4:16), y alimentarnos de la comida sólida para disfrutar a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (5:9-10,14).
1 super (4) O, perfección.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
rudimentos de la doctrina. i.e., las enseñanzas básicas acerca de Cristo y de la religión cristiana.
perfección. i.e., madurez. La exhortación que se hace a estas personas es que marchen hacia la madurez espiritual y que cesen de perder tiempo y oportunidades. Conocían los primeros principios, o bases, del cristianismo y se les exhorta a que avancen desde ahí.
obras muertas. i.e., pecados.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
30 6,1. por eso… tendamos a la perfección, no poniendo de nuevo el fundamento: Puesto que el autor acaba de declarar que los destinatarios de sus palabras están necesitados de instrucción en los rudimentos de la doctrina (5,12), resulta extraño que ahora no sólo proponga pasar éstos por alto y dar enseñanza para los maduros, sino que su propuesta empiece con la conjunción «por eso». H. Kosmala resuelve la dificultad con la hipótesis de que 5,1 Ib-14 es una adición posterior que, por su brusquedad de tono y su construcción trabada sin excesivo rigor, no encaja con el contexto ni con el estilo del autor (Hebraer-Essener-Christen [SPB 1, Leiden 1959] 17-21). Esta solución extrema no cuenta con el apoyo de ningún ms. De las diversas explicaciones dadas del paradójico método del autor, la mejor parece ser que éste considera el estímulo ofrecido por la difícil doctrina (5,11) como lo único que permitirá a los destinatarios salir de su letargo espiritual. «La originalidad de Hebreos consiste en hacer hincapié en el progreso intelectual como condición de la perfección moral» (Spicq, Hébreux 2.146). En este momento menciona seis enseñanzas elementales: el arrepentimiento de las obras muertas, la fe en Dios, la enseñanza acerca de las abluciones rituales («bautismos»), la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. La lista probablemente procede de un catecismo tradicional y no pretende ser exhaustiva.
31 Kosmala sostiene que en dicho catecismo no hay nada específicamente cristiano. «Cristo» en el v. 1 no significa Jesús, sino simplemente «el Mesías», y las seis enseñanzas son únicamente las aceptadas por un grupo que espera la venida del Mesías. Un examen más detenido de estos puntos indica, a su parecer, que el grupo en cuestión era la secta de Qumrán, y que los destinatarios de la epístola, potenciales conversos al cristianismo, ya creían en esas enseñanzas (Hebraer [–> 30 supra] 31-38). Sin embargo, resulta dudoso que un catecismo no cristiano, o parte de él, fuera señalado por el autor de Heb como el fundamento de la vida cristiana, aun cuando la fe en los contenidos de dicho catecismo se pudiera presuponer en quienes se pasaban al cristianismo desde el grupo que lo seguía. En cualquier caso, si es correcta la exégesis dada mira de la «instrucción sobre los bautismos», resulta imposible considerar esas enseñanzas simplemente como un fundamento de la fe cristiana derivado de una secta judía, el arrepentimiento de las obras muertas y la fe en Dios: El arrepentimiento y la fe son, respectivamente, la cara negativa y la positiva de la primera respuesta de la humanidad a la palabra de Dios. (Para un emparejamiento parecido de estos elementos correlativos, véase Mc 1,15.) «Obras muertas» no se refiere a las obras exigidas por la ley mosaica, sino a los pecados que llevan a la muerte espiritual y de los cuales la conciencia necesita limpiarse (cf. 9,14). Una expresión parecida se encuentra en 4 Esd 7,49 [119], «obras que provocan la muerte».
2. instrucción sobre los bautismos: La palabra gr. traducida por «bautismos» no es baptisma (probablemente de cuño cristiano y aplicada a menudo en el NT al bautismo cristiano y al de JBau), sino baptismos, que en los otros dos casos en que aparece dentro del NT (9,10; Mc 7,4) denota las abluciones rituales judías (Josefo la utiliza en referencia al bautismo de Juan; véase Ant, 18.5.2 § 117). Ese hecho, así como el uso de la palabra en pl., demuestra que, en este caso, con ella no significa simplemente el sacramento cristiano. En cuanto rito con agua, dicho sacramento se podría denominar así; de ahí que la razón por la cual la instrucción sobre abluciones rituales formaba parte de la catequesis cristiana parezca estribar en la necesidad de instruir a los conversos acerca de la diferencia existente entre las abluciones judías (entre ellas el bautismo de prosélitos, el bautismo de Juan y las purificaciones de Qumrán realizadas con agua; cf. 1QS
3,4-9) y el sacramento cristiano (cf. A. Oepke, «Baptismos», TDNT 1.545; R. Scímackenburg, Baptism in the Thought of St. Paul [Nueva York 1964] 8-9). O. Michel comenta que «puesto que el plural resulta inusitado en el lenguaje de la Iglesia, se debe entender como polémico» (Hebraer 239). 32 En P46 y B se lee «instrucción» en ac. (didachén), lectura aceptada por G. Zuntz (The Text of the Epistles [Londres 1953] 93) y otros especialistas. Dicha lectura podría hacer pensar que «instrucción» es una aposición a «fundamento», como piensa Montefiore (Hebrews 105; también Bruce, Hebrews 110 [«probablemente en aposición»]). Si el fundamento es simplemente el arrepentimiento y la fe en Dios, el contenido del «fundamento» y el de la «instrucción» son muy diferentes, hecho que desaconseja pensar que los dos sustantivos estén en aposición. Conviene optar, bien por seguir la lectura en gen. (didachés), «de la instrucción», y considerar ésta como parte del fundamento, bien por tomar la «instrucción» como diferente del fundamento en su contenido, aunque semejante a él en la medida en que una y otro atañen a los rudimentos de la vida cristiana.
33 la imposición de las manos: Este rito se menciona en Hch 8,17; 19,6 (en conexión con la venida del Espíritu Santo) y en Hch 6,6; 13,3; 1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6 (en conexión con la concesión de algún ministerio o misión dentro de la Iglesia). A lo que presumiblemente se alude en este caso es al rito conectado con la donación del Espíritu. (Para un análisis de la relación existente entre este rito y la venida del Espíritu Santo, véanse J. Oulton, ExpTim 66 [1955] 236-40; D. Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism [Londres 1956] 224-46.) la resurrección de los muertos y el juicio eterno: El último par de verdades básicas atañe al término escatológico de la vida cristiana. El juicio es «eterno» porque es definitivo (cf. Mt 25,46). 3. y esto vamos a hacer, si lo permitiere Dios: Evidentemente, el autor no quiere decir que vaya a «poner el fundamento de nuevo», cosa que ya ha dicho que no iba a hacer (v. 1), sino que en este momento va a pasar a la doctrina adecuada para los maduros. No está dando a entender que vaya a ocuparse de los rudimentos más tarde; los versículos que siguen excluyen tal posibilidad. 4-6. Estos versículos han causado muchas dificultades, pues tratan de la imposibilidad del arrepentimiento tras la apostasía. Numerosos son los intentos que se han realizado para evitar su significado aparente: bien que, por lo que respecta a la experiencia humana, a los apóstatas no les cabe la posibilidad de arrepentimiento, aunque nada se dice de lo que pueda ocurrir si reciben una gracia extraordinaria (cf. Bruce, Hebrews 118); bien que «están normalmente mal dispuestos para la penitencia» (B. Poschmann, Penance and the Anointing of the Sick [Nueva York 1964] 13). «Tales interpretaciones van contra el sentido llano del griego y contra el tenor entero de la argumentación del autor» (Montefiore, Hebrews 109). Kuss piensa que conviene juzgar esa afirmación absoluta a la luz de la inquietud pastoral del autor: éste habla de manera exagerada para disponer firmemente a sus lectores contra la apostasía (Hebraer 199-201); de manera parecida C. Carlston (JBL 78 [1959] 296-302).
34 4. porque es imposibe que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo: Los ptes. de los w. 4-5 son todos aor., y hapax, «una vez», probablemente los modifica a todos, no simplemente al primero. Se discute si hay en este texto referencias sacramentales directas o si estas cuatro experiencias del cristiano aluden simplemente a su llegada a la fe. La designación del bautismo como «iluminación» y del bautizado como «iluminado» data al menos de la época de Justino Mártir (.Apol. 1,61.12; 65.1) yes posible que «iluminados» haga referencia en este caso a la recepción de ese sacramento (cf. Bornkamm, Studien [–> 19 supra] 190; Kasemann, Wandering [–> 8 supra] 187-88). En apoyo de esta opinión, cf. Ef 5,14, que probablemente es un fragmento de un himno bautismal (o «dicho cultual»; así H. Schlier, Der Brief an die Epheser [Düsseldorf 1958] [trad. esp.: La carta a los Efesios (Salamanca 1991)]; cf. el análisis de J. Gnilka, Der Epheserbrief [HTKNT 10/2; Friburgo de Brisgovia 1971] 259-63). Sin embargo, la iluminación de la que se habla en este pasaje puede significar simplemente la iluminación procedente de la fe en Cristo (2 Cor 4,6). En 1QH 4,5, la alianza es una luz con la cual Dios ilumina el rostro de su discípulo, y Filón dice que el mandamiento divino ilumina el alma (De fuga et inv. 139). Tampoco se debe pasar por alto la posible influencia de Sal 34,6, donde los LXX (Sal 33,6) leen «Venid a él y quedaréis iluminados». También hace pensar en tal influencia el hecho de que el autor de Heb pase a hablar de quienes «gustaron el don celestial», dado que el v. 9 de ese salmo habla de gustar lo bueno que es el Señor. En cualquier caso, la índole de acontecimiento único de ese gustar hace poco probable que gustar el don celestial signifique recibir la eucaristía, aunque la expresión se ha interpretado así (Héring, Hebrews 46; J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Váter [Friburgo de Brisgovia 1961] 2.156-57). «Gustar» es una metáfora corriente en el sentido de «experimentar», y es probable que la frase signifique únicamente que los cristianos han experimentado el poder de la salvación traída por Jesús (cf. Rom 5,15; 2 Cor 9,15). Este don es calificado de celestial porque se trata de una realidad escatológica poseída de manera anticipada por el creyente. «Partícipes del Espíritu Santo» denota a quienes poseen el Espíritu como garantía de la plena posesión de las bendiciones escatológicas en el futuro (cf. 2 Cor 1, 22; Ef 1,14, donde el Espíritu es llamado arrabón, «prenda», «arras»), 35 5. y gustaron la hermosa palabra de Dios y las maravillas del poder del mundo venidero: La predicación del evangelio iba acompañada por manifestaciones de la presencia del Espíritu (cf. 2,3-4; 1 Cor 2,4). Esta actividad del Espíritu se ve como indicación de la presencia ya ahora del «mundo venidero». Esta denominación del futuro escatológico se contrapone a «este mundo» tanto en el judaísmo apocalíptico como en el rabínico (véase Bonsirven, Judai’sme [–> 7 supra] 1.312). En el judaísmo tardío, el «gustar las maravillas del poder del mundo venidero» se atribuía a Abrahán, Isaac y Jacob (Str-B 3.690), pero existe una profunda diferencia entre las dos concepciones. Lo que el judaísmo creía que era privilegio de unos pocos escogidos es una experiencia cristiana común; pero aún más importante es que el mundo venidero, absolutamente futuro en el pensamiento judío, es una realidad presente para el cristiano, aunque todavía no realizada en su plenitud. 6. en cuanto es de su parte, crucifican de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia: Vivida descripción de la maldad de la apostasía, que se concibe como una crucifixión y burla del Hijo de Dios. El rechazo de la fe cristiana por parte de los apóstatas significa que «echan a Jesús de su vida… está muerto para ellos» (Moffatt, Hebrews 80). 7-8. La dura advertencia termina con una comparación entre dos tipos de tierra. Ambas reciben la lluvia enviada por Dios, pero una da fruto y es bendecida; la otra produce espinas, está a un paso de ser maldecida y finalmente es quemada. La aplicación al cristiano fiel y al apóstata, respectivamente, es evidente.
36 9. queridos… estamos persuadidos de cosas mejores respecto a vosotros: Con este versículo se suaviza el tono de la exhortación. Por primera y única vez en Heb, los destinatarios de la epístola son llamados «queridos». Sin embargo, resulta difícil admitir que el autor no crea que entre sus lectores hay apóstatas siquiera potenciales (así Bruce, Hebrews 126); la finalidad de su escrito es conjurar un peligro muy real. Este nuevo enfoque parece estar dictado por la convicción de que su objetivo tal vez se alcance mejor con suavidad y, lo que es más importante, por el hecho de que, pese a la fe tibia de los destinatarios de sus palabras, existe un signo que permite esperar que la calamidad de su apostasía no llegue a producirse. Dicho signo es la caridad que observan con los demás cristianos y de la que habla el v. 10.
10. no olvidará vuestra labor ni el amor que habéis mostrado por su nombre mediante vuestro servicio: Los servicios que han prestado en el pasado se mencionan en 10,33b-34a. Dichos servicios son fundamentalmente una manifestación de amor a Dios. En este texto y en 13,24 el autor se refiere a quienes creen en Cristo utilizando el término que se les aplicaba corrientemente en el cristianismo primitivo: «los santos». 11 .el mismo celo en orden a la perseverancia: Su celo por las obras de caridad debe ser igualado por su celo en perseverar en su vocación cristiana, perseverancia que se ha de fundar en la esperanza. 12. El autor inicia un tema que desarrollará en el cap. 11. Sus lectores deben imitar la fe confiada de los santos del AT, «que heredan las bendiciones prometidas». No parece que se haga referencia a personas distintas de las mencionadas en el cap. 11, aunque Montefiore piensa que el autor «señala el ejemplo de contemporáneos» (Hebrews 112). Cabe presumir que esta exégesis se base en el hecho de que en el texto se usa el ptc. pres. de «heredar». Sin embargo, puesto que el gr. epangelia puede significar la promesa como tal o la cosa prometida (véase J. Schniewindy G. Friedrich, «Epangelia», TDNT 2.582 n. 59), el autor parece estar diciendo que los santos del AT, que no recibieron las bendiciones prometidas durante su vida (11,13), están ahora en posesión de ellas (véase el comentario a 11,40). El hecho de que pase a hablar del caso de Abrahán confirma la opinión de que no se refiere a contemporáneos de los destinatarios de la epístola, sino a aquellos de los que hablará en el cap. 11.
37 13. juró por sí mismo: cf. Filón, Leg. alleg. 3.72. La base firme para la esperanza es la promesa de Dios, ratificada por su juramento; así se afirma en el caso de Abrahán. El episodio de la historia patriarcal al que esto hace referencia es Gn 22,16-18, continuación del relato de la obediencia de Abrahán, dispuesto a sacrificar a Isaac. Dios ratificó entonces con juramento su promesa de que tendría numerosos descendientes que heredarían las ciudades de sus enemigos y serían fuente de bendición para todas las naciones de la tierra. 15. alcanzó las bendiciones prometidas: Para algunos comentaristas, con esto se alude al cumplimiento parcial de la promesa en vida de Abrahán (Montefiore, Hebrews 114); pero el cumplimiento al que probablemente se refiere el autor es aquel al que ha aludido en el v. 12: las presentes bendiciones escatológicas disfrutadas por los patriarcas del AT, a las cuales estaban subordinadas las promesas de bendición en este mundo. 17. La razón del juramento que ratificó la promesa era «hacer la seguridad doblemente segura» (cf. Filón, De Abr. 46). El interés del autor no parece centrarse directamente en el juramento hecho a Abrahán, sino en aquello que dicho juramento le recuerda, a saber, el juramento por el cual Jesús fue constituido sumo sacerdote eterno a la manera de Melquisedec. La importancia de este juramento se pone de relieve en el cap. 7, y la base de la esperanza a la que el autor exhorta a sus lectores la constituye el sacerdocio que dicho juramento confirma, y no tanto las promesas hechas a Abrahán. El tema del sacerdocio de Jesús se había dejado a un lado para que el autor pudiera hacer su advertencia acerca de la apostasía; ahora va a volver sobre él. 18. mediante dos cosas inmutables: La promesa de Dios y su juramento, los que hemos huido para asimos a la esperanza propuesta: Los beneficiarios de la promesa son cristianos («buscamos»). Nada se dice sobre la huida, salvo que su fin es la esperanza. No parece que se pretenda hacer referencia a la ciudad que están buscando (13,14), concebida como una ciudad de refugio (así Montefiore, Hebrews 116) . 19. El autor utiliza en este punto una metáfora heterogénea para describir la esperanza cristiana: es un ancla y se extiende hasta el santuario interior. Al hablar del santuario, el autor alude a lo que más tarde desarrollará como elemento central de su teología del sacerdocio de Cristo: el tabernáculo mosaico como réplica terrena del santuario celestial, y el Santo de los santos, al otro lado del velo que lo separa del Santo (Éx 26,31-33), como el equivalente terreno de la morada celestial de Dios. En ese lugar sagrado, «el mismo cielo» (9,24), entró Jesús nuestro sumo sacerdote; allí dio cima a su sacrificio expiatorio. La esperanza cristiana estriba en lo que Jesús hizo en el orden eterno mediante su sacrificio. No sólo entró en el santuario celestial, sino que lo hizo como «precursor» (v. 20) de sus hermanos, hermanos destinados a reunirse allí con él.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
R498 Μετανοίας se usa como un genitivo de aposición o definición: que consiste en el arrepentimiento.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., la palabra del principio
I.e., del Mesías
O, perfección
Fuente: La Biblia de las Américas
[9] Las cosas que la religión llama crucial, la palabra llama elementales. El problema con los creyentes de hoy es llamado “Aburrimiento del Creyente”, donde no pueden entrar las profundidades de YHWH porque, cada semana, falsos maestros les dicen que se alejen de la Torah, y que se adentren más profundamente en el programa de escuela elemental de el Moshiach. El problema, entonces, resulta en Israelitas quedándose en casa, completamente aburridos, aturdidos y confundidos. Sólo la verdad de las Torah, Yahshua y los asuntos eternos de la comunidad de Israel puede mantenernos ocupados, con fuego, y madurando en la fe.
[1] La Peshitta se ajusta perfectamente con el contexto en el versículo 2.
[2] Que esta palabra sea una amorosa advertencia a todos los que están a punto de negar el Renovado Pacto y el regalo de el Moshiach de vida eterna a favor de fabulas Judías. Un hombre, o mujer que cae totalmente en su corazón, no puede retornar, a pesar de los esfuerzos de uno para alcanzarles, o de su apariencia a escuchar. La Escritura nos dice sobriamente que si han probado la vida del nuevo vino y caen, se hace imposible renovarlos a la vida. Lo qué han hecho es colgar de nuevo en el madero el Moshiach y deshonrarle abiertamente ante el mundo al caer, una supuesta debilidad ante este mundo que parece indicar que Yahshua no puede guardar a los suyos.
[3] Quemado con la cesación de existencia. Esa es el destino según la Escritura de los que empiezan como creyentes, pero terminan en alguna perversión de la verdad sobre El Padre y Su Hijo.
[4] Toda Su obra hecha a Su manera tendrá Su recompensa. Una manifestación de Su obra es proclamar la Buenas Nuevas en el verdadero Nombre como se ve aquí.
[5] Perseverancia, perseverancia, perseverancia son las tres claves en la palabra de YHWH.
[6] Nótese que esta promesa a Abraham de multiplicidad física domina la Escritura en ambos pactos, porque de ésta viene una nación cuya semilla lleno el globo, un Moshiaj que salva el globo, la multiforme sabiduría y reino de YHWH declarado en esa misma congregación. Creer en esta promesa salvó a Abraham. Como hijos de Abraham, ¿creemos lo qué Abraham creyó sobre la totalidad de las naciones?
[7] No en su cumplimiento del fin, sino siendo el primer recipiente de éste.
[8] Al invocar el Nombre de YHWH según la Torah manda en Deu 10:20.
[9] A Israel.
[10] Nuestra esperanza y promesa está dentro del velo y penetra dentro del velo, pero nosotros mismos no entramos allí. Sólo Yahshua puede hacerlo.
[11] El entró como Sumo Sacerdote, no que somos simplemente sacerdotes.
[2] El de Jesucristo y el de Juan Bautista.[14] Gen 22, 16.[20] Para ofrecer a Dios por nosotros los méritos de su pasión y muerte.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat