Comentario de Hebreos 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Porque este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo.
Resumen : La historia sagrada acerca de Melquisedec es brevísima (Gén 14:18-20). Lo que se omite en esta historia, tanto como lo que se menciona, importa para que sirva él de tipo de Cristo Jesús. El autor de esta epístola ya había introducido el caso de Melquisedec (véanse 5:6,10; 6:20), y ahora, después de desviarse del tema para dar la advertencia y amonestación del capítulo 6, vuelve a desarrollarlo. La argumentación del autor se basa en la historia registrada acerca de Melquisedec. No tuvo principio o fin, ni padres ni descendencia, que la historia registre. Aparece en las páginas sagradas como rey y sacerdote, y no habiendo registro que cuente su linaje o descendencia, ni predecesores ni sucesores en su sacerdocio, sirve de tipo para Cristo y su sacerdocio.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
este Melquisedec. Heb 6:20; Gén 14:18-20.
rey de Salem. Sal 76:2.
sacerdote del Dios Altísimo. Sal 57:2; Sal 78:35, Sal 78:56; Dan 4:2; Dan 5:18, Dan 5:21; Miq 6:6; Mar 5:7; Hch 16:17.
que volvía de la derrota de los reyes. Gén 16:14-16; Isa 41:2, Isa 41:3.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Cristo Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec, Heb 7:1-10;
y tanto más excelente que los sacerdotes de Aarón, Heb 7:11-28.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El capítulo Heb 7:1-28 es el comienzo de una enseñanza progresiva de la madurez (Heb 5:14). Los versículos Heb 7:1-10 describen la superioridad del sacerdocio de Melquisedec. Según Gén 14:18-20, Él era más grande que Abraham y Leví. Los versículos Heb 7:11-25 describen la superioridad de Cristo, el sacerdote semejante a Melquisedec. Según el Sal 110:4 Él es «un sacerdote para siempre». Por lo tanto, es más grande que los sacerdotes levíticos descendientes de Aarón (vv. Heb 7:11-25).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
La mención de Melquisedec nos recuerda la alusión a este antiguo sacerdote en Heb 5:10, Heb 5:11. Melquisedec era tanto rey como sacerdote, una combinación común en los tiempos antiguos.
Salem fue llamada más tarde Jerusalén.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
MELQUISEDEC. Melquisedec, contemporáneo de Abraham, fue un rey cananeo de Salem y sacerdote de Dios (Gén 14:18). Recibió diezmos de Abraham y lo bendijo (vv. Heb 7:2-7). El autor de Hebreos lo consideró como tipo de Jesucristo, que es sacerdote y rey (v. Heb 7:3). El sacerdocio de Cristo es «según el orden de Melquisedec» (Heb 6:20), lo cual significa que Cristo existía antes de Abraham, de Leví y de los sacerdotes levíticos, y que es más importante que ellos.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Melquisedec figura profética, 7:1-3
1 Pues este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo, 2 a quien dio las décimas de todo, se interpreta primero rey de justicia, y luego, también, rey de Salem, es decir, rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de sus días ni fin de su vida; asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
Comienza el autor a desarrollar lo que muy bien puede considerarse como tema central de la carta: superioridad del sacerdocio y del sacrificio de Cristo sobre el sacerdocio y sacrificio levíticos. La exposición ocupará casi cuatro íntegros capítulos (7:1-10:18). En la presente perícopa (7:1-3) es presentada la figura de Melquisedec, personaje que aparece como en el horizonte de la historia bíblica, entrando bruscamente en escena al encontrarse con Abraham (cf. Gen 14:17-20), y desapareciendo luego sin dejar más huellas que una alusión en Sal 110:4. Parece que todo invita a descubrir en él algo misterioso. Así lo va a hacer el autor de esta carta, relacionándolo con Cristo.
Primeramente nos ofrece los datos positivos que tenemos sobre Melquisedec: rey de Salem 425, sacerdote del Dios altísimo 426, que se encuentra con Abraham, a quien bendice y de quien recibe el diezmo de todo cuanto éste traía (v.1-2a). Es, en resumen, lo único que sabemos de él, tal como se nos cuenta en Gen 14:17-20. Estos datos positivos, bendiciendo a Abraham y recibiendo de él el diezmo de todo, los aprovechará luego el autor para probar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví (cf. v.4-10).
De momento, sin embargo, no se fija en eso, sino en estas otras dos cosas: significado etimológico de los nombres “Melquisedec” (= mi rey es justicia) y “Salem” (= paz), y la circunstancia de que no se indiquen antepasados ni descendientes de Melquisedec, así como tampoco nacimiento ni muerte (v.2b-3a). Evidentemente, el autor de la carta sabe muy bien que Melquisedec tuvo padres, y que nació y que murió; ni aquí trata de insinuar lo contrario427. Pero le interesa hacer notar el silencio de la Escritura sobre ese particular; silencio que no considera casual, sino dispuesto por Dios, para “asemejarlo” a su Hijo, del que quería que fuese tipo o figura. Así lo afirma resueltamente en la frase final, que sirve de conclusión a toda la perícopa: “asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” (άφοομοιωμένος δε τω uico του Θεοΰ , μένει ιερεύς εις το διηνεκές ). Y es de notar que no es Jesucristo el “asemejado” a Melquisedec, sino viceversa, Melquisedec “asemejado” a Jesucristo, que es el personaje principal, del mismo modo que el santuario terrestre ha de estar asemejado al celeste (cf. 8:5). El que se diga que Melquisedec “permanece sacerdote para siempre,” ha de referirse a ese carácter extratemporal que presenta la narración bíblica y a su función prefigurativa de Cristo, pues la ficticia y umbrátil eternidad de Melquisedec sugiere y representa la real eternidad del Hijo de Dios, sin principio de días en cuanto Dios y sin fin en su sacerdocio.
Melquisedec superior α Abraham y a Leví, 7:4-10.
4 Y ved cuan grande es éste, a quien dio el patriarca Abraham el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen a su favor un precepto de la Ley, en virtud del cual pueden recibir el diezmo del pueblo, esto es, de sus hermanos, no obstante ser también ellos de la estirpe de Abraham. 6 Pero aquel que no venía de Abraham recibió los diezmos de Abraham y bendijo a aquel a quien fueron hechas las promesas. 7 Ahora bien, no cabe duda que el menor es bendecido por el mayor. 8 Y aquí son ciertamente los hombres mortales los que reciben los diezmos, pero allí uno de quien se da testimonio que vive. 9 Y, por decirlo así, en Abraham, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los pagó; 10 porque aún se hallaba en la entraña de su padre cuando le salió al encuentro Melquisedec.
Presentada la persona de Melquisedec, tipo o figura de Cristo (v.1-3), se da ahora un nuevo paso en orden a probar la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de la tribu de Leví en la Ley mosaica (v.4-10). El argumento, dentro de la oscuridad propia de toda alegorización, es fácil de captar: si Melquisedec bendice y recibe diezmos de Abraham, es que le es superior, y a fortiori superior a sus descendientes, los sacerdotes hijos de Leví.
Para el desarrollo de esta argumentación, el autor comienza poniendo por delante la grandeza de Melquisedec, a quien Abraham, no obstante ser quien era428, le entrega el diezmo de todo (v.4.). También los sacerdotes descendientes de Leví429 recibían el diezmo de sus hermanos, a pesar de ser ellos igualmente hijos de Abraham: era un precepto de la Ley en homenaje a su dignidad sacerdotal (v.5; cf. Num 18:20-32). Pero el caso de Melquisedec es especial, pues, sin precepto alguno de la Ley, recibe el diezmo de Abraham mismo, es decir, de aquel precisamente a quien fueron hechas las “promesas” de salud para el mundo y por quien viene toda la grandeza a Israel (v.6; cf. 6:13). Señal, pues, de que la dignidad de Melquisedec es superior a la de Abraham. A la misma conclusión nos lleva el hecho de la bendición, pues quien bendice es superior al bendecido (v.7). Y si es superior a Abraham, a fortiori es superior a Leví, descendiente suyo, virtualmente incluido en Abraham cuando daba los diezmos a Melquisedec y recibía la bendición (v.8-10). En el v.8 se insinúa una nueva razón de la superioridad de Melquisedec sobre los sacerdotes descendientes de Leví, y es que éstos, aunque recibían diezmos, estaban sujetos a la muerte y habían de transmitir su sacerdocio de padres a hijos; en cambio Melquisedec no necesita transmitir su sacerdocio, pues, conforme a lo dicho antes (cf. v.3), “vive” para siempre.
El sacerdocio levítico sustituido por el de Cristo, 7:11-25.
11 Si, pues, la perfección viniera por el sacerdocio levítico, ya que sobre él estribaba la Ley dada al pueblo, ¿qué necesidad había de suscitar otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y no denominarlo según el orden de Aarón? 12 Porque, mudado el sacerdocio, de necesidad ha de mudarse también la Ley. 13 Pues bien: aquel de quien esto se dice, pertenece a otra tribu, de la cual ninguno se consagró al altar” 14 Pues notorio es que Nuestro Señor nació de Judá, a cuya tribu nada dijo Moisés tocante al sacerdocio. 15 Y esto resulta todavía más evidente si, a semejanza de Melquisedec, se levanta otro sacerdote, 16 instituido, no según la regla de una prescripción carnal, sino según la pujanza de una vida indestructible; 17 pues de El se da este testimonio: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” 18 Con esto se anuncia la abrogación del precedente mandato, a causa de su ineficacia e inutilidad, 19 pues la Ley no llevó nada a la perfección, sino que fue sólo introducción a una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no fue hecho sin juramento – pues aquéllos fueron constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mas éste lo fue con juramento, por el que le dijo: “Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre” – , 22 de tanta mejor alianza, se ha hecho fiador Jesús. 23 Y de aquéllos fueron muchos los hechos sacerdotes, por cuanto la muerte les impidió permanecer; 24 pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. 25 Por donde puede también salvar perfectamente a los que por El se acercan a Dios, siempre viviente para interceder por ellos.
Si hasta aquí el autor había hablado directamente de Melquisedec e indirectamente de Cristo (v.1-10), ahora comienza ya a hablar directamente de Cristo y sólo indirectamente de Melquisedec. En la presente perícopa (v. 11-25) afirma, en resumen, que el sacerdocio levítico ha sido abrogado y abrogada también la Ley mosaica, estrechamente ligada a él, siendo ambos, sacerdocio y Ley, reemplazados por otro sacerdocio más perfecto, el de Cristo, y otra obra religiosa, derivada de él, de mucha más elevación y virtud santificadora. Para probar el hecho de ese cambio de sacerdocio, se da gran importancia al texto de Sal 110:4, Que habla del sacerdocio de Cristo “según el orden de Melquisedec” (cf. v.1 1.15.17.21), con lo que queda de manifiesto la continuidad con las dos perícopas anteriores.
La primera idea que se hace resaltar es la ineficacia del sacerdocio levítico para llevar las cosas a la “perfección” (τελείωσιβ ), pues, en caso contrario, ninguna necesidad hubiera habido de cambio de sacerdocio (v.11). Evidentemente, el término “perfección,” que ya comentamos anteriormente (cf. 2:10), indica aquí plenitud en la consecución del ideal religioso, tal como nos lo ofrecerá luego el cristianismo, justificando al alma y llevándola hasta la intimidad de la unión con Dios (cf. Rom 8:3-4; Gal 3:23-25). Y si, dada su ineficacia, el sacerdocio levítico debía ser sustituido, “de necesidad había de mudarse también la Ley” (v.12), incapaz también ella de llevar nada a la “perfección” (v.19). Esta nueva afirmación, uniendo necesariamente al cambio de sacerdocio el cambio de Ley, pudiera parecer a alguno un poco extraña, pues en un pueblo o sociedad, sacerdocio y legislación son cosas muy distintas, sin que el cese de una incluya necesariamente el cese de la otra. Pero tengamos en cuenta que la nación hebrea era una sociedad teocrática, basada en el culto divino; y la Ley, sancionando ese culto, estaba necesariamente ligada al sacerdocio. Es lo que ya se indica en el v.11, al afirmar que la Ley dada al pueblo estribaba sobre el sacerdocio.
Pero ¿dónde consta que de hecho haya tenido lugar el cambio de sacerdocio ? La cuestión no está propuesta explícitamente, pero bulle claramente en la mente del autor y a ella trata de responder con la afirmación, repetida en varias formas, de que Dios, como se nos dice en Sal 110:4, suscitó otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, que no pertenecía a la tribu de Leví, sino a la de Judá, que no era la señalada por Moisés para las funciones sacerdotales (v.11.13.14.15.17.21.24), Esto significaba que Dios había hecho cambio de sacerdocio (cf. v.18). El nuevo sacerdote es Jesucristo (v. 14.22).
De este nuevo sacerdocio se señalan las principales características, que vamos a comentar brevemente. Es un sacerdocio, no “según el orden de Aarón,” sino según el orden de Melquisedec (v.11); poco después se dice a semejanza de Melquisedec (v.15). Evidentemente, en la mente del autor, ambas frases son equivalentes. Quiere, pues, decir que es un sacerdocio semejante, no al de Aarón, sino al de Melquisedec o, con frase más expresiva, tipo Melquisedec: que tiene las características del de Melquisedec (cf. v.3). Prácticamente es la misma idea que vuelve a repetirse en los v. 16-17, a decir que no se recibe por carnal sucesión de padres a hijos, como el de Aarón, sino que dura eternamente en la misma persona, tal como se afirma expresamente en el salmo no. También se dice de este nuevo sacerdocio que, mediante él, entramos en una “esperanza mejor,” pudiendo “acercarnos a Dios” con esa segura confianza que nace del perdón y de sentirse plenamente reconciliados con El (v.19; cf. Rom 5:1-2; Rom 8:14-15; Efe 2:18).
Otra característica del nuevo sacerdocio es que fue instituido por Dios “con juramento,” cosa que no había sucedido con el sacerdocio levítico (v.20-21; cf. Sal 110:4). Ello significa que se trata de un sacerdocio más excelente que el de Aarón, y de que se introduce una economía religiosa más perfecta (v.22; cf. Mat 26:28), pues sólo se jura en las decisiones de mayor importancia y cuando se quiere hacer resaltar la estabilidad. Esta estabilidad es la que luego el autor hace notar en los v.23-24, contraponiendo la indefectible permanencia del sacerdocio de Cristo, que goza de vida indestructible, a la multiplicidad de sacerdotes levíticos, a quienes la muerte impedía permanecer en sus funciones.
Consecuencia de esa permanencia indefectible de Cristo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales, y que ha de servirnos de gran consuelo a los cristianos, es su poder para salvar “perfectamente” 43° a cuantos lo toman por mediador para acercarse a Dios, siempre viviente para “interceder” por ellos (v.25). Santo Tomás explica esta “intercesión” perpetua de Cristo a favor nuestro en el sentido de que en el cielo está continuamente mostrando al Padre su santa humanidad, ofrecida e inmolada por nosotros, al mismo tiempo que mantiene en su alma, a vista del Padre, el deseo ardiente de nuestra salvación que siempre tuvo.
Cristo – el gran sacerdote eternamente perfecto,Mat 7:26-28.
26 Tal convenía que fuese nuestro Pontífice, santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y más alto que los cielos; 27 que no necesita, como los pontífices, ofrecer cada día víctimas, primero por sus propios pecados, luego por los del pueblo, pues esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo. 28 En suma, la Ley dio el sumo sacerdocio a hombres débiles, pero la palabra del juramento, que sucedió a la Ley, lo dio al Hijo eternamente perfecto.
Estos versículos forman algo así como un himno en que prorrumpe la humanidad agradecida, que, por fin, ha encontrado al sumo sacerdote que necesitaba.
Se trata de presentar la figura de Cristo, nuestro gran sacerdote, enumerando compendiosamente sus principales cualidades o excelencias. Ya a los antiguos sacerdotes se exigía santidad y apartamiento de pecadores (cf. Lev 21:6-15); pero Jesucristo (v.26) superó inmensamente todo eso, siendo “santo” ya en su misma concepción (cf. Luc 1:35), “inocente” en su rectitud para con los hombres, “inmaculado” por su limpieza moral, “apartado de los pecadores,” no sólo porque nunca tuvo pecado, sino porque tampoco lo podía tener (cf. 4:15), en fin, “más alto que los cielos” por su trascendencia de todo orden, que lo coloca por encima de todas las criaturas 431.
Otra excelencia de nuestro sumo sacerdote, consecuencia, en gran parte, de lo anterior, es que no necesita ofrecer “cada día” víctimas por sus propios pecados, y después por el pueblo, como hacían los pontífices de la antigua Ley432; pecados propios no los tiene, y por el pueblo le bastó hacerlo “una sola vez, ofreciéndose a sí mismo” (v.2y). Hay aquí una clara referencia al sacrificio de la cruz y a su eficacia inagotable, en contraste con los sacrificios del antiguo sacerdocio, continuamente repetidos, por impotentes para procurar la salud. En la nueva economía religiosa inaugurada por Cristo hay un solo sacrificio, el del Calvario, bastante por sí solo para dar la salud al mundo. Cierto que tenemos el sacrificio de la misa; pero el sacrificio de la misa, que cada día se celebra en la Iglesia, es el sacrificio mismo de la cruz, que, según mandato del mismo Jesucristo, se renueva continuamente de modo incruento y aplica a los hombres los méritos infinitos allí alcanzados.
Resumiendo y en son de triunfo, el autor hace notar (v.28) que mientras la Ley mosaica establecía como sumos sacerdotes a hombres débiles, que morían y estaban sujetos a miserias morales, la “palabra del juramento” (cf. v.20-21), que viene después de la Ley, como expresión última y definitiva del querer de Dios, constituye sumo sacerdote al “Hijo eternamente perfecto” (υίόν ειβ τον αιώνα τετελειοομένον ). Nótese la oposición entre “hombres” e “Hijo,” con lo que claramente se da a entender que Jesucristo no es mero hombre, es Hijo de Dios. En cuanto a la palabra “perfecto,” la hemos encontrado ya anteriormente aplicada a Cristo (cf. 2:10; 5:9), y creemos que debe mantenerse el mismo sentido. Cristo sería sumo sacerdote “eternamente perfecto,” en cuanto que en El se dan todas las condiciones que le hacen plenamente apto para desempeñar dicho oficio por siempre jamás.
Fuente: Biblia Comentada
Un resumen del relato de Melquisedec en Gén 14:18-20 (vea las notas correspondientes).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En esta sección el escritor expone el Sal 110:4 que fue citado en Heb 5:6. Cristo no solo es superior como apóstol a Moisés y Josué, sino a Aarón como sumo sacerdote (Heb 4:14-16; Heb 5:1-10; cp. Heb 3:1). En medio de su exposición, el escritor da una exhortación relacionada con la condición espiritual de sus lectores (Heb 5:11-14; Heb 6:1-20). Al concluir la exhortación, vuelve al tema del sacerdocio de Cristo (Heb 7:1-28).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Con el uso de las dos referencias del AT a Melquisedec (Gén 14:18-20; Sal 110:4), el autor explica en el capítulo Heb 7:1-28 la superioridad del sacerdocio de Cristo a la de este sumo sacerdote extraordinario y único, quien fue un tipo de Cristo en ciertos aspectos (vea la nota sobre Heb 5:6). Este capítulo es el punto focal de la epístola a los Hebreos debido a su comparación detallada entre el sacerdocio de Cristo y el sacerdocio levítico.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Resumen : La historia sagrada acerca de Melquisedec es brevísima (Gén 14:18-20). Lo que se omite en esta historia, tanto como lo que se menciona, importa para que sirva él de tipo de Cristo Jesús. El autor de esta epístola ya había introducido el caso de Melquisedec (véanse 5:6,10; 6:20), y ahora, después de desviarse del tema para dar la advertencia y amonestación del capítulo 6, vuelve a desarrollarlo.
La argumentación del autor se basa en la historia registrada acerca de Melquisedec. No tuvo principio o fin, ni padres ni descendencia, que la historia registre. Aparece en las páginas sagradas como rey y sacerdote, y no habiendo registro que cuente su linaje o descendencia, ni predecesores ni sucesores en su sacerdocio, sirve de tipo para Cristo y su sacerdocio.
Heb 7:3 es un modo hebraico de expresar la completa falta de registro o historia tocante a su origen y fin como hombre. Melquisedec completamente llenó su sacerdocio en su propia persona, no teniendo predecesor ni sucesor, y por eso se dice que era sacerdote «para siempre». Los términos para siempre y perpetuamente indican lo completo del período bajo consideración, sea corto o largo dicho período.
La historia (Gén 14:18-20) y el Salmo (110:4) presentan toda la información inspirada, y de estas dos cosas el autor a los hebreos deriva su argumentación (por el Espíritu Santo, desde luego). El argumento en breve es este: que el sacerdocio levítico no era final; que otro surgiría, el cual duraría para siempre. Antes de haber ley de Moisés y sacerdocio levítico, la historia sagrada cuenta el caso de un rey y sacerdote, Melquisedec, quien era mayor que Abraham el padre de los judíos. Luego, el Sal 110:4, escrito siglos después de introducidos la ley de Moisés y el sacerdocio levítico, declara que Dios ha jurado que el Mesías ha de ser constituido sacerdote según el orden de Melquisedec. Jesucristo cumple esta profecía y su sacerdocio es el final y perfecto.
Este capítulo se puede dividir así:
Versículo 1-10, la historia de Melquisedec y su superioridad al sacerdocio levítico porque era superior a Abraham, el patriarca. Versículo 11-19, la imperfección del sacerdocio levítico evidenciada por la declaración de Dios en Sal 110:4. Fue abrogado, pues, y el sacerdocio del Mesías, según el orden de Melquisedec, fue instituido para lograr esta perfección.
Versículo 20-22, la superioridad del sacerdocio de Cristo al levítico porque fue instituido por juramento de Dios, mientras que no lo fue el levítico.
Versículo 23-25, lo inmutable del sacerdocio de Cristo, pues él vive para siempre, mientras que la muerte caracterizaba al sacerdocio levítico.
Versículo 26-28, lo superior del sacerdocio de Cristo evidenciado por el carácter perfecto de Jesucristo que no requería sacrificio por sí mismo, mientras que el sumo sacerdote levítico tuvo que ofrecer por sí mismo cada año, y luego por el pueblo.
7:1 — Hay solamente tres pasajes bíblicos que hacen mención de Melquisedec:
1. Gén 14:18-20. Esta es la historia completa acerca de él. No hay más registro acerca de él.
2. Sal 110:4 (salmo mesiánico). Aquí se declara que Cristo sería sacerdote según el orden de Melquisedec.
3. Las citas en Hebrews, 5:6,10; 6:20; capítulo 7. Estas presentan la argumentación del autor sobre la similitud del sacerdocio de Melquisedec y el de Cristo Jesús.
–«rey de Salem». Era el rey del pueblo llamado Salem, del que probablemente vino a ser su nombre Jerusalén, pues Sión se llama Salem en Sal 76:2.
–«sacerdote del Dios altísimo». Era tanto REY como SACERDOTE. Ocupaba los dos oficios, cosa que no experimentó ningún sacerdote levítico. Para servir de tipo para Cristo (quien es Rey y Sacerdote), tenía Melquisedec que ser las dos cosas a la vez. Vemos que desde el tiempo de Noé y el gran diluvio, había habido algunos que seguían la religión de Jehová Dios, y ahora Melquisedec servía de sacerdote a los de Canaán, en el tiempo de Abraham (antes de haber judíos), que creían en Jehová Dios. No era Melquisedec de ningún linaje sacerdotal; se supone, pues, que Dios le ordenó directamente y la gente le reconocía como tal. Al bendecir a Abraham, probó que era sacerdote de Jehová Dios.
–«que salió… y le bendijo. Véanse Gén 14:19. Ejercitó Melquisedec su oficio real y sacerdotal, al «salir a recibir» a Abraham, trayendo consigo pan y vino (probablemente para refrescar a estos soldados pastores victoriosos). En esto probó que era mayor que Abraham, pues (como dice el versículo 7) el que bendice es mayor que el que recibe la bendición.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL REY Y SACERDOTE AUTÉNTICO
Hebreos 7:1-3
Ahora bien, este Melquisedec era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Le salió al encuentro a Abraham, que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo; y Abraham apartó para él una décima parte del botín. En primer lugar, la interpretación de su nombre es Rey de Justicia; y, en segundo lugar, Rey de Salem quiere decir Rey de Paz. No se mencionan los nombres de su padre y de su madre, ni hay ningún dato de su genealogía; tampoco se menciona cuándo empezó su vida, ni cuándo terminó; se nos presenta cómo una figura del Hijo de Dios, que queda como Sacerdote para siempre.
Como ya hemos visto, los dos pasajes en los que el autor de Hebreos basa su argumento son Sal 110:4 y Ge 14:18-20 . En la historia del Génesis, Melquisedec es una figura extraña y casi misteriosa. Aparece como llovido del cielo; no se dice nada da su vida, nacimiento, muerte o genealogía. Sencillamente, aparece. Le da a Abraham pan y vino, cosa que, para nosotros que leemos la historia desde el Nuevo Testamento, tiene un matiz sacramental. Bendice a Abraham. Y seguidamente, se desvanece de la escena de la Historia tan repentinamente como había entrado. No nos sorprende que el autor de Hebreos haya encontrado en él un símbolo de Cristo.
Melquisedec era por su nombre Rey de Justicia, y por su reino Rey de Paz. El orden es tanto significativo como inevitable. La justicia debe siempre preceder a la paz. Sin justicia no puede haber verdadera paz. Como dice Pablo en Rm 5:1 : » Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (R-V). Y otra vez en Roma nos 14:17: » El Reino de Dios es… Justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El orden es siempre el mismo: primero justicia, y luego paz (Cp. Sal 72:7 ; Sal 85:10 ; Isa 32:17 ).
Podría decirse que toda la vida es -una búsqueda de la paz, y también que los hombres insisten en buscarla donde no puede encontrarse.
(i) Buscan la paz en el escape. Pero lo malo del escape es que siempre tenemos que volver al punto de partida. A. J. Gossip traza un cuadro de una mujer descuidada, que vivía en una casa destartalada. Salía una tarde de su casa, y se. iba al cine. Se escapaba una o dos horas al mundo del lujo y el encanto de las películas… y luego tenía que volver a casa. Es verdad que era un escape; pero tenía que volver ala realidad. W. M. Macgregor cuenta de una anciana que vivía en un suburbio terrible de Edimbugo que se llama Pans. Cada cierto tiempo se sentía tan asqueada de su barrio que hacía un recorrido por las casas de sus amigas, y les sacaba uno o dos peniques a cada una. Con el producto cogía una borrachera de muerte. Cuando se lo echaban en cara, contestaba: «¿Me vais a discutir la única oportunidad que tengo de salir de Pans con un sorbo de whisky?» Era un escape, pero tenía que volver. Siempre es posible encontrar una cierta clase de paz por la vía del escape, pero no dura mucho. El doctor Johnson solía insistir en que todas las personas debemos tener un «hobby», porque debemos poder apartarnos un poco de los quehaceres y problemas; pero ya se supone que es para volver a ellos con nuevo vigor. El escape no tiene por qué ser malo; puede qué sea hasta necesario para conservar la salud física y mental; pero es siempre un paliativo, y no una cura.
(ii) No hay paz en la evasión. Muchos buscan la paz huyendo de sus problemas, encerrándolos en el inconsciente o siguiendo la táctica del avestruz. Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que está por darse el primer caso de que se resuelvan los problemas a menos que se asuman. Por más que tratemos de evadirlos, ahí están. Los problemas son como las enfermedades: cuanto más tardemos en tratarlos, más graves se harán. Así se llega a las enfermedades incurables y a los problemas insolubles. La segunda cosa puede que sea todavía más seria. La psicología nos dice que hay una parte del cerebro que no deja nunca de trabajar. Con la parte consciente de nuestra mente puede que estemos evadiendo un problema, pero nuestro subconsciente sigue dándole vueltas. Sigue ahí, como esos trocitos de metralla que van recorriendo el cuerpo; pueden destrozar la vida. Lejos de traer la paz, la evasión la destruye.
(iii) No hay paz en la .componenda. Es posible lograr algún tipo de paz llegando a un acuerdo forzoso. De hecho, es una de las formas más corrientes de «hacer las paces» en este mundo. Podemos buscar la paz matizando algún principio, o mediante una componenda en la que ninguna de las dos partes queda satisfecha. Kermit Eby dice que podemos mantener un acuerdo de esos por cierto tiempo, pero más tarde o más temprano llega el momento en que uno tiene que dar la cara y hablar claro si quiere dormir tranquilo. La componenda, por tanto, produce tensión, aunque no esté a la vista. Así es que la componenda es uno de los grandes enemigos de la paz.
(iv) Está el camino de la justicia, o, para decirlo de otra manera, de la voluntad de Dios. No puede haber verdadera paz hasta que digamos: «Hágase Tu voluntad.» Y una vez que se ha dicho de veras, la paz inunda el alma. Así Le sucedió a Jesús. Fue a Getsemaní con una tensión tal que le hacía sudar sangre. En aquel huerto aceptó la voluntad de Dios, y obtuvo la paz. Seguir el camino de la justicia, aceptar la voluntad de Dios es quitar la raíz de inquietud y encontrar el camino de la verdadera paz duradera.
El autor de Hebreos amontona palabras para demostrar que Melquisedec no tuvo ascendientes. Lo hace contrastando el nuevo sacerdocio de Jesucristo con el antiguo de Aarón. Ningún judío podía ser sacerdote a menos que sus ascendientes se remontaran ininterrumpidamente hasta Aarón; y, si cumplía esa condición, nada le podía impedir ser sacerdote, salvo que padeciera alguno de ciertos defectos físicos que enumeraba la Ley. Si se casaba con una hija de sacerdote, ella tenía que presentar su pedigrí por lo menos de cuatro generaciones; y, si no era hija de sacerdote, por lo menos de cinco generaciones. Es un hecho extraño y casi increíble que el sacerdocio judío dependiera hasta tal punto de la genealogía. Las cualidades personales no se tenían en cuenta. Pero Jesucristo era el verdadero Sacerdote, no por lo que había heredado de los hombres, sino por ser Quien era.
Algunas de las palabras que Hebreos amontona aquí son sorprendentes. Dice que Melquisedec no tenía genealogía (aguenealoguétos), palabra que no se encuentra en ningún otro texto griego y que es posible que nuestro autor inventara para hacer hincapié en que el ministerio de Jesús no dependía de sus antepasados. Probablemente se trata de una palabra nueva para representar una idea nueva. Dice que Melquisedec no tenía padre (apatór) ni madre (amétór). Estas palabras son muy interesantes. En griego corriente se usaban en relación con niños desamparados o con gente de baja estofa. Además, apatór tiene una acepción técnica legal en el griego contemporáneo de los papiros. Era la palabra que se usaba en documentos legales, especialmente en partidas de nacimiento, para de padre desconocido y, por tanto, ilegítimo. Hay, por ejemplo, un papiro que menciona a «Jairémón, apatór, padre desconocido, cuya madre es Thasés.» Es alucinante que el autor de Hebreos usara estas palabras para recalcar lo que quería decir. Los autores cristianos tenían una habilidad especial para redimir palabras, lo mismo que a hombre y mujeres. Ninguna expresión le parecía demasiado fuerte al autor de Hebreos para hacer resaltar el hecho de que la autoridad de Jesús dependía solamente de Su Persona, y no de ninguna otra.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 7
III. EL SACERDOCIO DE JESÚS SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC (7,1-28).
1. EL REY SACERDOTE MELQUISEDEC (7/01-03).
1 Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios altísimo, salió al encuentro de Abraham, cuando éste regresaba de derrotar a los reyes y lo bendijo, 2 y Abraham, a su vez, le hizo partícipe del diezmo de todo. En primer lugar, Melquisedec significa «rey de justicia»; pero, además, es rey de Salem, lo cual quiere decir «rey de paz». 3 Aparece sin padre, sin madre, sin genealogía; no tiene comienzo ni final de su existencia. En esto se parece al Hijo de Dios: permanece sacerdote para siempre.
En Gen 14:17-20 leemos: «Después que (Abraham) volvió de derrotar a Codorlaomor y a los reyes que con él estaban, salióle al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, que es el valle del rey, y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios altísimo, bendijo a Abraham diciendo: «Bendito es Abraham del Dios altísimo, el dueño de cielos y tierra, y bendito sea el Dios altísimo, que ha puesto a tus enemigos en tus manos». Y le dio Abraham el diezmo de todo». Este pasaje y el de Sal 110:4 son los únicos en que aparece Melquisedec en el Antiguo Testamento. Escritores cristianos posteriores vieron en la oferta de pan y vino del rey sacerdote de Jerusalén un anuncio profético de la eucaristía 29.
La exposición de la carta a los Hebreos va en otra dirección. Para su autor, la misteriosa figura de Melquisedec tiene el valor de una figura de Cristo, Hijo de Dios y sumo sacerdote eterno. Aquí tenemos un ejemplo especialmente claro del método singular de exégesis del autor. Del hecho de que el Génesis, al mencionar al rey de Jerusalén, que era al mismo tiempo sacerdote de El Elyón, suprema divinidad cananea, no diga nada de su genealogía ni de su suerte posterior, concluye el autor que Melquisedec no había tenido padre ni madre, que no había nacido ni había muerto. Desde luego, con la misma razón se podrían interpretar como figuras del Hijo eterno de Dios otras muchas personas que sólo una vez se citan brevemente en el Antiguo Testamento. Que la elección recayera expresamente en Melquisedec se explica por su dignidad sacerdotal y por el hecho de que Abraham reconoció su soberanía pagándole el diezmo. Es posible que el autor de la carta a los Hebreos no fuera el primero que en la figura del rey sacerdote de Jerusalén presintió una especie de misterio metafísico. En efecto, las designaciones «sin padre, sin madre» no parecen proceder de una especulación genuinamente cristiana.
Jesús es el Hijo de Dios porque Dios es su Padre en un sentido muy particular, una verdad que en todo caso no resalta particularmente en nuestra carta. De la relación de padre a hijo sólo se insinúa algo en las citas de la Escritura tomadas de Sal 2:7 y 2Sa 7:14 (cf. Heb 1:5). No se llama nunca «Padre» de Jesucristo a Dios, cosa tan frecuente en san Pablo y en san Juan (cf., sin embargo, Heb 12:9 : «Padre de los espíritus»). Sería, por tanto, posible que el autor basara sus especulaciones en un concepto algo distinto de filiación divina. Sea de ello lo que fuere, lo que aquí importa no son precisamente los tipos y modelos conceptuales tomados de la historia de las religiones, sino la persona y la realidad de Cristo. A él debemos buscar en todas las figuras e historias del Antiguo Testamento, aunque los métodos actuales de exégesis de la Escritura son más sobrios y objetivos.
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29. Así también la liturgia romana asigna al sacrificio de Melquisedec un puesto de honor en el canon de la misa.
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2. MELQUISEDEC, SUPERIOR A ABRAHAM Y A LEVI (7/04-10).
4 Considerad la gran categoría de este hombre, a quien nada menos que Abraham, el patriarca, le dio el diezmo de lo mejor del botín. 5 Los descendientes de Leví, que reciben el sacerdocio, tienen mandado por la ley recibir los diezmos de manos del pueblo, o sea, de sus hermanos, a pesar de que también ellos proceden de Abraham. 6 Pero, en cambio, uno que no pertenece a su linaje es el que ha recibido de Abraham el diezmo y ha bendecido al depositario de las promesas. 7 Está fuera de discusión que la bendición la da el superior al inferior. 8 Y, además, aquí los que reciben el diezmo son hombres que mueren, mientras que allí es uno de quien se atestigua que vive. 9 Y, por decirlo así, el mismo Leví, que recibe los diezmos, los ha pagado antes en la persona de Abraham, 10 porque estaba en el poder generador del patriarca cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham.
Los versículos pueden dar fácilmente la sensación de que el autor polemiza contra dos de los representantes más destacados del judaísmo, contra Abraham y Leví. De hecho, durante mucho tiempo se creyó que los lectores de la carta habían sido judeocristianos que se habrían sentido arrastrados de nuevo hacia su antigua fe con su culto sacrificial. A éstos habría tenido que demostrar el autor la superioridad del sacerdocio cristiano según el orden de Melquisedec frente al culto levítico, a fin de preservarlos de recaer en el judaísmo. Por muy plausible que parezca esta solución, tropieza primeramente con la dificultad de que las partes exhortatorias (parenéticas) de la carta no polemizan nunca contra instituciones judías, sino que se limitan siempre a exhortar a una fe viva en Cristo y a poner en guardia contra la apostasía total. Otro argumento no menos importante en el mismo sentido es el hecho de que el autor, en su calidad de escriturista cristiano, parte de realidades atestiguadas en el Antiguo Testamento. Cuando él escribía, hacía ya tiempo que yacía en ruinas el templo de Jerusalén, y el sacerdocio judaico había ya prácticamente desaparecido. Lo que quedaba era la palabra de Dios, y de ella podía deducir el teólogo cristiano que mucho antes de que hubiera sacerdotes levíticos, su patriarca Abraham había sido bendecido por un sacerdote superior. El nuevo sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec -único del que entiende hablar la carta- es, por tanto, mas antiguo y mas ilustre que las generaciones de sacerdotes del Antiguo Testamento que descienden de Leví. El mismo Abraham se sometió a este sacerdocio eterno mediante el pago del diezmo.
3. SACERDOCIO Y LEY (7/11-19).
11 Ahora bien, si por el sacerdocio levítico se obtuviera perfección, porque a base de él había sido el pueblo legalmente constituido, ¿qué necesidad habría aún de que surgiera un sacerdote distinto, según el orden de Melquisedec, y que no se le considerara según el orden de Aarón? 12 Porque, cambiado el sacerdocio, por necesidad viene un cambio de ley. 13 Sin embargo, aquel a quien aluden estas cosas pertenece a una tribu distinta, de la que nadie se ha dedicado al altar. 14 Pues es bien patente que nuestro Señor ha salido de la tribu de Judá, a la cual nunca aludió Moisés al hablar de sacerdotes. 15 Y esto resulta todavía más claro si, a semejanza de Melquisedec, surge un sacerdote distinto, 16 el cual no fue constituido por una legislación de ordenanzas puramente humanas, sino por una fuerza de vida indestructible. 17 En efecto, de él se afirma solemnemente: «Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Sal 110:4). 18 De aquí resulta, por una parte, la abolición de un estatuto anterior a causa de su impotencia e ineficacia, 19 pues realmente la ley no ha llevado nada a la perfección, y por otra parte, la introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios.
Es tarea del sacerdocio conducir los hombres a la perfección30. Por la palabra teleiosis, difícil de traducir, entiende la carta el logro de la salvación eterna, el ingreso en el mundo futuro del lugar de reposo divino, del santuario celestial. Cuando el hombre alcanza su meta por la mediación del sacerdocio, está «consumado», es perfecto, es decir, perfecto también en sentido moral: se le han perdonado sus pecados, Dios lo ha santificado y consagrado a su servicio. Todos estos matices están implicados en la palabra, que en diversos lugares del Antiguo Testamento puede designar también la «consagración sacerdotal» (Lev 8:38; 2Ma 2:9). Ni el sacerdocio levítico ni la ley mosaica relacionada con él pudieron, sin embargo, acarrear la perfección.
Era por tanto necesario establecer otro sacerdocio, que no respondiera a las prescripciones genealógicas de la ley de Moisés. Con esto quedaba la ley herida en su nervio vital, se había demostrado débil e incapaz. Es, sin embargo, significativo que la carta no hable de una nueva ley, sino que a las «ordenanzas puramente humanas» contrapone una «fuerza de vida indestructible» y la «introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios». Con estas dos fórmulas se da magnífica expresión a la naturaleza del orden cristiano de la salvación y del culto. En él se trata de superar la muerte y el pecado, los poderes de perdición que nos impiden el libre acceso a Dios. Podría también decirse que el ser agradados con la «fuerza de vida indestructible» y con la posibilidad de «acercarnos a Dios» constituye la perfección, que en vano trató de conseguir la antigua ley con su sacerdocio levítico.
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30. Tal concepto -por cierto nada obvio- del sacerdocio presupone que el sacerdote es al mismo tiempo «mediador» y «fiador» de la nueva alianza y de sus promesas.
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4. FIADOR DE UNA ALIANZA MEJOR (7/20-25).
20 EI hecho es que aquí, no falta un juramento. Efectivamente, aquéllos han sido constituidos sacerdotes sin juramento, 21 mientras que éste lo ha sido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre» (Sal 110:4). 22 Y precisamente por eso, Jesús ha sido hecho fiador de una alianza mejor. 23 Además, aquéllos tuvieron que ser sacerdotes muy numerosos, porque la muerte les impedía permanecer en su cargo; 24 pero él, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que nunca pasa. 25 De ahí que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en favor de ellos.
Una vez hemos hablado ya del juramento de Dios, y esto en conexión con la promesa hecha a Abraham (cf. 6,13-17). Aquí cita el autor Sal 110, que refuerza con un juramento el sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec. Ya hemos visto que la imagen del juramento de Dios significa la inquebrantabilidad y el carácter definitivo de su promesa. ¿Qué decir ahora de las palabras de Dios que no van acompañadas de juramento? ¿Se da acaso en Dios una distinción análoga a la que existe entre el hablar corriente del hombre, en el que se puede ocultar engaño y mentira, y el juramento solemne, en cuya veracidad podemos apoyarnos incondicionalmente? 31. Es evidente que aquí no hay lugar a tales consideraciones. Sin embargo, la teoría del juramento de Dios fuerza al autor a emprender una cierta clasificación dentro del Antiguo Testamento. Hay aserciones, como, por ejemplo, la promesa hecha a Abraham, que son absolutamente seguras aunque no vayan acompañadas de juramento (cf. 6,17-18). Por el contrario, la ley de Moisés, anunciada «por medio de ángeles» (2,2), no la considera el autor como palabra directa e inmediata de Dios, sino como un orden transitorio, carnal y -por lo que se refiere a la consumación o «perfección»- inútil. Así, el sacerdocio levítico, instituido sin juramento, no podía tampoco entenderse como una institución divina eternamente valedera.
La alianza, a la que servía este sacerdocio con sus sacrificios, debía ser sustituida por otra «mejor» cuyo fiador es Jesús, instituido sacerdote mediante un juramento de Dios. Aquí nos encontramos por primera vez con el concepto de alianza (diatheke), que en los capítulos siguientes será como la palabra clave de la carta. Pero antes desarrolla todavía el autor un pensamiento ya conocido: el contraste entre muerte y vida, que caracteriza a los dos órdenes sacerdotales. Como los sacerdotes levíticos eran hombres mortales, hubo necesidad de que muchos de ellos desempeñaran el ministerio simultánea y sucesivamente. Jesús, en quien reside una fuerza de vida indestructible (7,16), es por toda la eternidad el único sacerdote de su orden. Tan definitiva, única e insustituible como su sacerdocio es también la salvación que proporciona a los que por él se acercan a Dios. La carta habla de «salvar», para insinuar que no está a nuestro arbitrio el que queramos o no volvernos a Dios: la muerte inevitable que amenaza a nuestra existencia desde el primer momento (2,15; 5,7), la convicción de que nuestra conciencia en vano se esfuerza por verse libre de la carga del pecado (9,9; 10,1-3) es lo que nos fuerza a buscar la faz de Dios.
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31. Contra esta distinción se pronuncia el sermón de la montaña en su antítesis de los juramentos (Mat 5:33-37).
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5. PERFECCIÓN DEL SUMO SACERDOTE CELESTIAL (7/26-28).
26 Tal es también el sumo sacerdote que nos convenía: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. 27 El no necesita, como los sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios, cada día, primero por los pecados propios, después por los del pueblo; porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo. 28 En efecto, la ley constituye sacerdotes a hombres llenos de fragilidad; mientras que la palabra de aquel juramento, ulterior a la ley, constituye sacerdote al Hijo para siempre perfecto.
El capítulo séptimo se cierra con una alabanza casi hímnica del sumo sacerdote Jesús. Podríamos preguntarnos extrañados por qué precisamente a nosotros, pecadores y hombres mortales, nos «convenía» un sumo sacerdote tan santo y tan elevado por encima de todo lo terrenal. Cierto que la carta no quiere decir que tengamos derecho a tal sumo sacerdote o que sería indigno de nosotros el que fuéramos guiados por un sumo sacerdote que fuera pecador y mortal exactamente como nosotros. El sumo sacerdote celestial nos «convenía» más bien por la razón de que ningún otro hubiera podido ayudarnos. Sólo Jesús, que se interesó por los pecadores 32, sin ser él mismo pecador, y que venció a la muerte mediante su elevación a Dios, podía salvarnos. Ahora bien, los versículos no sólo cierran las consideraciones sobre la persona de Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec, y resumen el resultado de la contraposición entre ley y juramento, sino que al mismo tiempo sirven de transición a los capítulos siguientes que tratan de la oblación que hace de sí el sumo sacerdote celestial.
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32. El «separado de los pecadores» podría producir la impresión contraria de que Jesús, a la manera de los fariseos y los esenios, se hubiera distanciado recelosamente de los pecadores. Nuestra carta sólo quiere subrayar con estas palabras la ausencia de pecado en Jesús (cf. 4,15).
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Gén 14:17-20.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El sumo sacerdocio eterno de Cristo
Se han dado ya varias indicaciones de que Jesús es el “sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (cf. 5:6, 10; 6:20). Ese tema ahora se desarrolla cabalmente cuando el autor llega al corazón de su mensaje y comienza a alimentar a sus lectores con “alimento sólido” que produce la madurez espiritual (cf. 5:11-14). La primera parte de este capítulo trata del encuentro entre Abraham y Melquisedec en Gén. 14, enfocando el significado del sacerdocio de Melquisedec en ese contexto (1-10). La segunda parte del capítulo se dedica a la promesa específica del Sal. 110:4, tratando sobre el Mesías como sacerdote como Melquisedec y lo aplica al Señor Jesús (vv. 11-28). La perfección no fue posible bajo el sacerdocio levítico, pero el ministerio de Jesús como sumo sacerdocio reemplaza todo el sistema del AT sobre la forma de aproximarse a Dios, y “perfecciona” a los creyentes en una relación con él (vv. 11-19). El significado del juramento confirmando el sacerdocio del Mesías se examina (vv. 20-22) y luego se delinean las implicaciones de la promesa de que él será sacerdote para siempre (23-25). El capítulo termina mostrando cómo tal sumo sacerdote, en contraste con los del antiguo pacto, nos convenía en nuestra condición de pecadores (vv. 26-28). El cap. 7 es la tercera etapa en el desarrollo de la idea de que Jesús es el sumo sacerdote del nuevo pacto (cf. 2:17, 18; 4:14-5:10).
1-3 El Sal. 110:4 es el texto clave de este capítulo. Para indicar qué quiso decir el Salmo al hablar de un sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, Heb. vuelve a Gén. 14:18-20, subrayando sólo ciertos temas del relato allí. El nombre Melquisedec significa rey de justicia y el hecho de que era rey de Salem (que deriva del heb. shalom, “paz”) significa que era rey de paz. En nombre, por lo menos, él anticipó el reinado mesiánico de justicia y paz (p. ej. Isa. 9:6, 7; Heb. 1:8, 9). Más importante aun, él se identifica como sacerdote del Dios Altísimo, que bendijo a Abraham y recibió del gran antepasado o patriarca de Israel los diezmos de todo. Además, en el registro de la Escritura, Melquisedec fue sin padre ni madre ni genealogía, no tiene principio de días ni fin de vida. Aparece de la nada y desaparece sin dejar rastro. No tuvo predecesores ni sucesores. Dado que la legitimidad del sacerdocio de un hombre en el mundo antiguo dependía de tales cosas, el silencio de la Escritura al respecto es inusual. Melquisedec se asemeja al Hijo de Dios en el sentido de que plantea previamente su sacerdocio único y perpetuo. En términos técnicos, es un “tipo” o modelo de Cristo. El Sal. 110 tiene en vista la aparición de otro rey de Jerusalén (“ciudad de Salem”), ejerciendo un sacerdocio como el de Melquisedec, aparentemente no basado en una descendencia física de cualquier sacerdocio conocido, pero, sin embargo, designado divinamente. Heb. proclama que Jesucristo es el rey sacerdote prometido quien reina para siempre para bendecir a su pueblo (cf. 5:4-6; 7:13-17).
4-10 Tratando el tema del diezmo pagado por Abraham a Melquisedec, Heb. hace notar que la ley de Moisés requería que los descendientes de Leví que han recibido el sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del pueblo (cf. Núm. 18:21-32). Sin embargo, ¡Melquisedec, cuya genealogía no es contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham, el antepasado de Leví! Por cierto, tan grande es Melquisedec que bendijo a Abraham, aquel a quien Dios había dado las promesas relativas a sus propósitos salvadores (cf. Heb. 6:13, 14). Como el que es menor es bendecido por el mayor (v. 7), esto pone a Melquisedec en una posición muy significativa. Los diezmos pagados al sacerdocio levítico eran recogidos por hombres que mueren, pero Abraham pagó un diezmo a alguien del cual se ha dado testimonio de que vive (v. 8), o sea que en el registro bíblico, Melquisedec se representa como alguien que no tenía “fin de vida” (v. 3), y esto sugiere que tenía un sacerdocio superior. Aun podría decirse que Leví, y por lo tanto los sacerdotes levíticos, pagaron tributo a Melquisedec por medio de Abraham. Esto nos prepara para el argumento en los vv. 11-19 de que el sacerdocio de Jesús es superior y reemplaza al sacerdocio levítico y su ministerio.
11, 12 Cuando el Sal. 110:4 habla sobre la necesidad de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec y que no fuese llamado según el orden de Aarón, se infiere que algo faltaba en el sacerdocio existente. De hecho, el sacerdocio que descendía de Aarón y que era ejercido por algunos levitas era incapaz de proveer la perfección. Por primera vez el lenguaje de la perfección (aplicado a Cristo en 2:10; 5:9; 7:28) se aplica a la situación de los creyentes. La ley de Moisés no hizo que nada fuese perfecto, pero en Jesucristo se introduce “una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios” (v. 19). Esta última referencia sugiere que el perfeccionamiento de los creyentes implica “capacitándolos” para acercarse a Dios o dándoles la posibilidad de gozarse de la certeza de una relación de nuevo pacto con Dios. Más se dirá luego sobre este importante concepto. En términos simples, el sacrificio de Cristo trata con el problema del pecado de un modo que no podían hacerlo el sacerdocio levítico y la ley de Moisés. Por cierto, la ley y el sacerdocio estaban tan relacionados que un cambio de sacerdocio significaba que habría también un cambio de ley (v. 12). Debe notarse que el autor de Heb. ve la ley como una serie de regulaciones de sacrificios y sacerdocios para el mantenimiento de la relación de Israel con Dios. Las limitaciones del sistema como un todo son bosquejadas en los caps. 9 y 10.
13-17 Sólo ciertas personas fueron autorizadas para servir en el altar, de acuerdo con la ley de Moisés (p. ej. Lev. 8 y 9; Núm. 1:47-54). Jesús nuestro Señor perteneció a la tribu de Judá y Moisés no dijo nada en cuanto al sacerdocio referente a esa tribu. De modo que, si Jesús es un sacerdote, debe pertenecer a otro orden. Al tratar esta objeción, el autor señala la predicción del Sal. 110:4 en cuanto a que el sacerdocio mesiánico sería según el orden de Melquisedec. Un descendiente de Leví llegaba a ser sacerdote conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal. Jesús llegó a ser sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, sobre la base del poder de una vida indestructible. Esta última expresión se entiende mejor como una referencia a la resurrección de Jesús y su exaltación celestial. El actuó claramente como sumo sacerdote del nuevo pacto sobre la tierra, cuando se ofreció como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Pero era necesario que se le volviese a la vida para actuar como sacerdote para siempre, sirviendo en el santuario celestial, a la diestra de Dios (cf. 8:1, 2).
18, 19 El mandamiento anterior es la ley estableciendo el sacerdocio del AT sobre la base de una adecuada línea de antepasados y una pureza física. Era ineficaz e inútil porque la muerte impedía que aquellos sacerdotes pudieran permanecer en sus funciones (v. 23), y su propia debilidad hacía continuamente necesario que ellos sacrificaran por sus propios pecados así como por los pecados del pueblo (v. 27). Por cierto, la ley no perfeccionó nada (ver nota sobre 7:11, 12), porque era sólo una “sombra de los bienes venideros” (10:1). La regulación que establecía el sacerdocio del AT fue abrogada cuando Dios inauguró un nuevo sacerdocio y proveyó un sacrificio que pusiera fin a todos los sacrificios (cf. 10:5-10). Se introduce una esperanza mejor con el sumo sacerdocio de Jesús, por la cual nos acercamos a Dios. La certeza de una limpieza definitiva del pecado y de la posibilidad de continuar en una eterna relación con Dios está en el corazón de esta esperanza mejor.
20-23 La promesa de establecer el sacerdocio del Mesías fue confirmada con un juramento: “Jehovah juró y no se retractará» (Sal. 110:4). Un juramento adjuntado a una promesa hace que “la inmutabilidad de su consejo” sea muy claro (6:17). Así se establece lo eterno del sacerdocio de Jesús. Por causa de este juramento se puede afirmar que Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior. Cuando el autor vuelve a tratar el tema de un pacto superior más adelante, describe a Jesús como el “mediador” de un nuevo pacto (8:6; 9:15; 12:24). Esto significa que él inaugura las bendiciones del pacto prometidas en Jer. 31:31-34 (citadas en 8:8-12). La palabra fiador (v. 22; DHH “garantía”) sugiere aun más: el ministerio sacerdotal de Jesús continúa certificando el hecho de que las bendiciones ya están disponibles. El pacto superior es la base para una esperanza superior para el cristiano.
23-25 El carácter único y eterno del sacerdocio de Cristo es el corazón del argumento en este complicado capítulo. Hubo muchos sacerdotes bajo el antiguo pacto, porque debido a la muerte no podían permanecer. Sin embargo, dado que el Cristo resucitado y ascendido permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Continúa siendo el mismo (cf. 1:8-12; 13:8) y su función y obra sacerdotal son absolutas e inmutables. Las palabras por esto al comienzo del v. 25 introducen la consecuencia lógica de todo lo dicho. Aquí está la aplicación práctica de la enseñanza del autor sobre Jesús como sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Jesús puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios. La idea de “acercarse” o “venir” a Dios es algo destacado en Heb. (cf. 4:16; 7:19; 10:1, 22; 11:6; 12:18, 22). Expresa la idea de una relación con Dios. El sacerdocio del AT y su sistema de sacrificios sólo proveía esa relación imperfectamente, pero Jesús puede salvar por completo a los que se relacionan con Dios por medio de él. El lenguaje de la salvación aquí implica la liberación de la alternativa, que es el juicio de Dios (cf. 2:1-4; 9:27, 28; 10:26-31). De hecho, los cristianos pueden mirar a Jesús pidiendo ayuda en cualquier etapa de su peregrinaje terrenal, puesto que vive para siempre para interceder por ellos (cf. Rom. 8:34; 1 Jn. 2:1, 2). La figura del intercesor celestial se usa para enfatizar la disposición y capacidad de Cristo para continuar aplicándonos los beneficios de su sacrificio, hecho de una vez para siempre (cf. 2:18; 4:14-16; 10:19-22). Sin embargo, la figura no se debe llevar demasiado lejos. Jesús está sentado a la diestra de Dios, reclamando el cumplimiento de las promesas del pacto para sus hijos, no rogando la aceptación de ellos ante el trono del Padre.
26-28 Jesús satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote en primer lugar porque es santo, inocente, puro. Estos tres adjetivos recuerdan la enseñanza de que él fue “sin pecado” (4:15), y explican por qué su sacrificio fue tan perfecto y no necesita ser repetido. Permaneció obediente a Dios durante una vida de pruebas. Como sumo sacerdote sin falta, se sacrificó por los pecados del pueblo de Dios una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo (27: cf. 9:14). Este es un nuevo pensamiento, que explica exactamente cómo obró la “purificación” (1:3) o pudo “expiar los pecados del pueblo” (2:17). Nótese el énfasis sobre una vez para siempre en la naturaleza de su sacrificio aquí y en 9:12, 26, 28; 10:10. A diferencia de los sumos sacerdotes del judaísmo, no tiene cada día la necesidad de ofrecer sacrificios, primero, por sus propios pecados y luego por los del pueblo. La perfección de su sacrificio se asocia con la perfección de la víctima. Jesús también satisface nuestra necesidad como sumo sacerdote porque ahora es apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos. Su exaltación celestial significa que él vive para siempre para aplicar los beneficios de su obra salvadora para nosotros (v. 25). La ley de Moisés designaba como sumos sacerdotes a hombres débiles, pero el juramento del Sal. 110:4 señala que el Hijo será sumo sacerdote de un orden diferente. El estaba calificado para cumplir este papel o hecho perfecto para siempre (v. 28; cf. notas sobre 2:10; 5:9) por medio de su vida obediente, su muerte de sacrificio y su entrada a la presencia celestial de Dios (como sugieren los vv. 26, 27).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
7.2 El escritor de Hebreos usa esta historia de Gen 14:18-20 para mostrar que Cristo es aun mayor que Abraham, padre de la nación judía, y Leví (descendiente de Abraham). Por lo tanto, el sacerdocio judío (formado por la descendencia de Leví) fue inferior al sacerdocio de Melquisedec (un tipo del sacerdocio de Cristo).7.3-10 Melquisedec era un sacerdote del Dios Altísimo (véanse la nota de Gen 14:18 así como Génesis 16). Se dice de él que sería un sacerdote para siempre (Psa 110:4), porque no hay registro de que su sacerdocio haya tenido principio ni fin. Fue un sacerdote de Dios en Salem (Jerusalén) mucho antes de que comenzara la nación de Israel y el sistema levítico.7.7 «El menor es bendecido por el mayor» significa que una persona que tiene el poder para bendecir es siempre mayor que la persona a la cual bendice.7.11-17 La función de Jesucristo como Sumo Sacerdote fue superior al que tuvo cualquier sacerdote de Leví, porque el Mesías fue un sacerdote de rango mayor (Psa 110:4). Si los sacerdotes judíos y sus leyes hubieran sido capaces de salvar a la gente, ¿por qué Dios necesitó mandar a Cristo como sacerdote, que no vino de la tribu de Leví (tribu de sacerdotes), sino de la tribu de Judá? Los sacrificios de animales tenían que repetirse y ofrecían sólo un perdón temporal; pero el sacrificio de Cristo fue ofrecido una sola vez y da perdón total y permanente. Bajo el nuevo pacto, el sacerdocio levítico fue anulado en favor de la función de Cristo como Sumo Sacerdote. Como Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, debemos prestarle atención. Ningún pastor, maestro ni amigo cristiano puede sustituir la obra de Cristo y su función en nuestra salvación.7.18, 19 La ley no tenía el propósito de salvar a las personas, sino de señalar el pecado (véanse Rom 3:20; Rom 5:20) y anunciar a Cristo (véase Gal 3:24-25). La salvación viene por medio de Cristo, cuyo sacrificio trae consigo perdón para nuestros pecados. Ser éticos, trabajar con diligencia para ayudar a otros, y dar a causas caritativas son cosas encomiables, pero nuestras buenas obras no nos salvan ni nos ponen en armonía con Dios. Hay una «mejor esperanza».7.22-24 También se conoce este «mejor pacto» como el nuevo pacto o testamento. Es nuevo y mejor porque nos permite ir directamente a Dios por medio de Cristo, sin tener que depender de los animales sacrificados ni de la mediación de los sacerdotes para obtener el perdón de Dios. Este nuevo pacto es mejor porque, mientras que todos los sacerdotes humanos mueren, Cristo vive para siempre. Los sacerdotes y los sacrificios no podían salvar a las personas, pero Cristo realmente salva. Usted tiene acceso a Cristo. El está accesible, pero ¿usted acude a El con sus necesidades?7.25 Nadie puede añadir a lo que Jesucristo hizo para salvarnos. Nuestros pecados pasados, presentes y futuros han sido perdonados, y Jesucristo está con el Padre como una señal de que nuestros pecados han sido perdonados. Si usted es cristiano, recuerde que Cristo ha pagado el precio por sus pecados una sola vez para siempre (véase también 9.24-28).7.25 Como nuestro Sumo Sacerdote, Cristo es nuestro abogado, el mediador entre nosotros y Dios. El cuida de nuestros intereses e intercede por nosotros ante Dios. El sumo sacerdote del Antiguo Testamento se presentaba delante de Dios una sola vez al año para interceder por el perdón de los pecados de la nación; Cristo intercede por nosotros, delante de Dios, de modo permanente. La presencia de Cristo en el cielo con el Padre nos asegura que nuestros pecados han sido pagados y perdonados (véanse Rom 8:33-34; Heb 2:17-18; Heb 4:15-16; Heb 9:24). Esa maravillosa seguridad nos libra de condenación y del temor a fracasar.7.27 En los tiempos del Antiguo Testamento, cuando se sacrificaban los animales, se les cortaba en pedazos, se lavaban las distintas partes, se quemaba la grasa, se esparcía la sangre y se cocía la carne. Se exigía la sangre como sacrificio por los pecados, y Dios aceptaba la sangre de los animales para cubrir los pecados de las personas (Lev 17:11). Debido al sistema expiatorio, por lo general los israelitas estaban conscientes de que el pecado tiene su costo y que eran pecadores. Muchos dan por sentado la obra de Cristo en la cruz. No toman en cuenta lo mucho que le costó a Jesucristo asegurar nuestro perdón; le costó la vida y una separación temporal y dolorosa de su Padre (1Pe 1:18-19).7.27 Por el hecho de que Cristo murió una vez y para siempre, el sistema expiatorio llegó a su fin. El perdonó los pecados pasados, presentes y futuros. Los judíos no necesitaban volver al sistema antiguo porque Cristo, el sacrificio perfecto, completó la obra de redención. Usted no tiene que buscar otra vía para lograr el perdón de sus pecados. Cristo fue el sacrificio supremo en su favor.7.28 En la medida que entendemos mejor el sistema expiatorio judío, notamos que la muerte de Jesucristo sirvió como perfecta expiación por nuestros pecados. Su muerte trae consigo vida eterna. Cuán endurecidos, cuán fríos, cuán tercos se hallan los que se niegan a aceptar el don más grande de Dios.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 238 Gén 14:18
b 239 Gén 14:19
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Melquisedec, rey…sacerdote. Al combinar los oficios de rey y sacerdote en una persona, Melquisedec es un tipo de Cristo que es rey (2 S 7:16; Ap 19:16) y sacerdote (Sal 110:4; He 7:24– 27). Véase coment. en 5:6.
Salem. Un nombre antiguo de Jerusalén.
Fuente: La Biblia de las Américas
La discusión de Melquisedec (que significa « mi rey es justo» ), continúa para demostrar que Melquisedec es un tipo de Cristo. Melquisedec es superior a Abraham, por tanto, superior al descendiente de Abraham: Leví. Cristo cumple el sacerdocio de Melquisedec, que es superior al sacerdocio levítico, ya que Cristo permanece como sacerdote para siempre (vers. 3, 8, 23– 25).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Conforme a la obra y al ministerio de Cristo, este libro da un giro en este versículo, un giro de la tierra a los cielos. Hasta el final del cap.6, lo que se revela principalmente es la obra de Cristo en la tierra, tipificada por el sacerdocio de Aarón. Esa sección es la palabra de los comienzos, el fundamento. A partir de este versículo se revela el ministerio de Cristo en los cielos según el orden de Melquisedec. Esta sección es la palabra que nos perfecciona, la cual nos revela como el Cristo celestial ministra en el tabernáculo celestial. La purificación que El hace de los pecados es tipificada por la obra de Aarón, mientras que el hecho de que esté sentado a la diestra de la Majestad en las alturas (1:3) corresponde al orden de Melquisedec ( Sal_110:1 , Sal_110:4). Su obra en la cruz, en la tierra, tipificada por la obra de Aarón, nos proporciona el perdón de pecados. Su ministerio en el trono, en los cielos, nos ministra lo necesario para vencer el pecado. Su cruz nos liberó de Egipto; Su trono nos introduce en Canaán. Los creyentes hebreos participaron de Su obra en la cruz. Ahora, tenían que proseguir hasta entrar en el disfrute de Su ministerio en el trono.
1 (2) Melquisedec significa rey de justicia, y rey de Salem significa rey de paz (v.2). Cristo, como el Rey de justicia ( Isa_32:1), hizo que todas las cosas fuesen rectas delante de Dios y entre los hombres. La justicia da como resultado la paz ( Isa_32:17). Cristo, como el Rey de paz ( Isa_9:6) hace la paz entre Dios y nosotros, por medio de la justicia, y en esa paz, lleva a cabo el ministerio de Su sacerdocio. El es el Rey que llega a ser el Sacerdote; así que, Su sacerdocio es un sacerdocio real ( 1Pe_2:9).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Melquisedec es claramente tipo de Cristo. Cuanto se conoce de él por el AT se encuentra en Gén 14:17-20 y Sal 110:4. Fue un gran rey-sacerdote, y es al orden de su sacerdocio al que Cristo pertenece. Véase nota en Heb 5:10.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
38 (B) Jesús, sacerdote según el orden de Melquisedec (7,1-28).
(a) Melquisedec y el sacerdocio levítico (7,1-10). 1. Este versículo introduce un midrás sobre Gn 14,18-20 que sirve para demostrar la superioridad del sacerdocio de Jesús respecto al del AT mediante una exposición detallada de la semejanza entre Jesús y Melquisedec (véase J. A. Fitzmyer, ESBNT 221-43). El autor de Heb acepta la suposición de que Melquisedec era sacerdote del Dios de Israel (cf. Gn 14,22, donde «Yahvé» y «Dios Altísimo» están en aposición). 2. diezmo: El AT no deja claro quién pagó el diezmo a quién; al añadir «Abrahán» como sujeto del vb., el autor sigue una interpretación contemporánea (cf. lQapGn 22,17; Josefo, Ant. 1.10.2 § 181), dado que resulta necesario para su argumentación. También acepta la etimología popular del nombre de Melquisedec, «rey de paz» (ibid.). No se vuelve a mencionar ninguna de estas peculiaridades; probablemente se indican en este pasaje porque se considera a Melquisedec como prototipo de Jesús, el Mesías, y porque las bendiciones mesiánicas incluyen la justicia y la paz (cf. Is 9,5-6; 32,1.17). 3. Muchos comentaristas sostienen que en este punto el autor está citando un himno sobre Melquisedec. sin padre… fin de vida: El AT no habla de los antepasados, el nacimiento ni la muerte de Melquisedec. Según un principio de exégesis rabínica, lo que no se menciona en la Torá no existe (cf. Str-B 3.693-95). Ésta es una explicación parcial, pero probablemente insuficiente, de que a Melquisedec se le atribuya vida eterna (véase P. J. Kobelski, Melchizedel and Melchiresa [CBQMS 10, Washington 1981] 123). En llQMelq, Melquisedec aparece como un ser celestial «en la asamblea de Dios», que va a exigir venganza y a expiar por los pecados en un año jubilar (véase M. de Jonge y A. S. Van der Woude, NTS 12 [1965-66] 301-26). Aunque no se puede establecer la existencia de una influencia directa de ese texto sobre Heb (véanse J. A. Fitzmyer, ESBNT 267; Kobelski, Melchizedek 128), ambos documentos presentan a Melquisedec como un ser celestial, y Kobelski conjetura que Sal 110,4 llevó en ambos a la atribución de eternidad a Melquisedec (ibid. 124). hecho semejante… sacerdote para siempre: La semejanza (el hecho de que Melquisedec sea un sacerdote eterno) se encuentra en lo que el AT dice de él (cf. Moffatt, Hebrews 93); así se considera a Melquisedec como prefiguración de Jesús (cf. Peterson, Hebrews and Perfection [–> 15 supra] 107; de manera parecida Vanhoye, Prétres anciens [–>28 supra] 175). La «eternidad» de Melquisedec brindaba al autor una tipología que ciertamente se ajustaba a su propósito; pero, puesto que no le proporcionaba sólo una prefiguración del sacerdocio de Jesús, sino también un contraste con el de los hijos de Leví (v. 8), creaba además un problema: ¿hay, entonces, dos sacerdotes eternos, Melquisedec y Jesús? W. Loader indica que el autor pensaba en Melquisedec como un sacerdote todavía vivo, pero que no ejercía ninguna función sacerdotal (Sohn und Hoherpriester [->-21 supra] 214-15). Pero, ¿acaso un sacerdote que deja de desempeñar su función encaja en la comparación de Heb entre Melquisedec y Jesús? Además, pese a la subordinación de Melquisedec a Jesús encontrada en la frase «[fue] hecho semejante al Hijo de Dios», idea sobre la cual Kobelski insiste con razón (Melchizedek 127, 129), dicha subordinación no elimina el sacerdocio eterno de Melquisedec. Quizá se deba concluir que la tipología Melquisedec-Jesús, pese a su utilidad para el autor de Heb, plantea también una dificultad de la que él simplemente hizo caso omiso. Ciertamente hemos de estar de acuerdo con O. Michel en que para él el único sacerdocio eterno es el de Cristo (Hebraer 260). También conviene señalar que el uso que el autor hace del título «Hijo de Dios» al hablar de la semejanza entre Jesús y Melquisedec no significa que el objeto de consideración sea «el ser eterno del Hijo de Dios» (así Westcott, Hebrews 173) y no el Jesús encarnado. Heb no atribuye al Hijo de Dios otro sacerdocio que el que le pertenece en virtud de su pasión y exaltación (cf. 5,5-10).
39 4-5. diezmo: La décima parte del botín, que Abrahán pagó a Melquisedec, recuerda al autor la décima parte de todos los productos de la tierra que los israelitas tenían que pagar a los sacerdotes levíticos (cf. Nm 18,20-32). Que tal pago se hace de acuerdo con la ley mosaica se declara explícitamente porque el autor dirá más tarde (7,12) que el sacerdocio y la ley están conectados tan estrechamente que la desaparición del sacerdocio lleva aparejada la desaparición de la ley. Aunque los demás judíos sean, como lo son, descendientes de Abrahán, la superioridad de los sacerdotes es evidente porque éstos están autorizados a exigir diezmos de aquéllos. (Para «salir de las entrañas» de alguien como manera de expresar procedencia respecto a él, véase Gn 35,11.) 6. Así mismo, la superioridad de Melquisedec respecto a Abrahán queda patente por el hecho de que aquél recibe el diezmo del patriarca. El relato de Gn no indica que Melquisedec tuviera derecho alguno al diezmo que Abrahán le dio; fue puro don. Pero la suposición del autor es que, lo mismo que los demás israelitas estaban obligados a pagar diezmos a los sacerdotes, Abrahán pagó el suyo a Melquisedec en cumplimiento de una obligación. El hecho de que Abrahán fuera el receptor de las promesas de Dios se menciona para hacer aún más hincapié en la superioridad de Melquisedec: recibió diezmos incluso del patriarca que gozaba de tan alto favor de Dios. 7. el que es inferiores bendecido por el que es superior: Pese al tono axiomático de estas palabras, esto contradice lo que se dice en el AT (cf. 2 Sm 14,22; Job 31,20) , pero posiblemente el autor no da un principio general, sino una norma litúrgica (véase O. Michel, Hebraer 267). Que la bendición de Abrahán sea vista por el autor como una bendición otorgada al sacerdocio levítico por el sacerdote Melquisedec es explicación suficiente de por qué se ha de introducir en este punto una consideración litúrgica. 8. vive: La superioridad de Melquisedec consiste en que es «eterno», mientras que los sacerdotes levíticos, que reciben diezmos de los demás hebreos, son «hombres que mueren». 9-10. Leví, que percibe los diezmos… las entrañas de su padre: «Leví» equivale no sólo al hijo «histórico» de Jacob, sino a la tribu sacerdotal descendiente de él.
40 (b) El sacerdocio levítico reemplazado (7,11-28). 11. si la perfección se alcanzara por el sacerdocio levítico: La perfección de la que se habla no es una consagración sacerdotal, como en 2,10; 5,9 y 7,28, sino la limpieza del pecado y la consiguiente aptitud para acercarse a Dios (7,19). sobre cuya base recibió el pueblo la ley: La ley se dio a Israel como un medio de unión con Dios, y el sacerdocio era el instrumento por el cual la ley había de alcanzar su propósito. Spicq considera el principio expresado por esta frase como el fundamento de la argumentación entera de Heb (Hébreux 2.227). 12. cuando hay un cambio de sacerdocio… cambio de ley: No se trata de un tópico; es algo peculiar de la situación de Israel, donde el sacerdocio y la ley mosaica estaban inseparablemente vinculados. 13. aquel de quien se dicen estas cosas: Jesús, el sacerdote según el orden de Melquisedec, de quien habla Sal 110,4 (v. 17). 14. Judá… en relación con cuya tribu… de sacerdotes: El autor conoce y acepta la tradición de que Jesús era de la familia de David (cf. Rom 1,3); no comparte la expectativa de Qumrán de un Mesías sacerdotal descendiente de Aarón y un Mesías real descendiente de Judá por David (véase R. E. Brown, CBQ 19 [1957] 53-82). No es seguro que el judaísmo abrigara una expectativa como la del autor de Heb, pese a la afirmación de TestXIILev 8,14, «…de Judá saldrá un rey que fundará un nuevo sacerdocio». Se dice que ese sacerdocio es «de acuerdo con el modelo gentil», y H. C. Kee piensa que el texto alude «a los reyes-sacerdotes macabeos, con su desempeño cada vez más secular de ese doble papel» (cf. OTP 1.791 s. f.).
41 15-16. surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec: El argumento es que el sacerdocio de Jesús ha sustituido al de los levitas. La «eternidad» de Melquisedec es claramente el punto principal de comparación entre él y Jesús, un mandamiento acerca de la carne: El requisito legal que aseguraba la sucesión sacerdotal del AT la limitaba a los descendientes de Leví que eran de la familia de Aarón (cf. Nm 3,3.10). una vida indestructible: No la que Jesús posee debido a su divinidad (contra Westcott, Hebrews 185; Montefiore, Hebrews 125-26), sino la vida que posee debido a su resurrección; es sacerdote no por su «naturaleza divina», sino en virtud de su exaltación (cf. 5,5-6). El autor no podía ignorar que Ex 40,15 afirma que el sacerdocio de Aarón va a ser eterno, pero no se ocupa de esa objeción a su argumento. El problema queda implícitamente resuelto por la contraposición establecida entre la vida transitoria de cada uno de los sacerdotes judíos y la vida eterna de Jesús (w. 23-24), y por el hecho de que el sacerdocio eterno de Jesús quedó confirmado por el juramento de Dios (vv. 20-21), mientras que el sacerdocio de Aarón no. Pero la razón principal para el cambio de sacerdocio era que el de Jesús había conseguido aquello de lo cual el del AT era incapaz: «Del hecho, aceptado por la fe, de que Jesús ha logrado la perfección, el autor concluye la imperfección del sacerdocio levítico» (O. Kuss, Hebraer 95). 18. el mandamiento precedente queda abrogado… inutilidad: El mandamiento que instituía el sacerdocio del AT era inútil porque el sacerdocio por él establecido era impotente para limpiar al pueblo del pecado y unirlo con Dios. 19. introducción a una esperanza mejor… nos acercamos a Dios: La esperanza mejor se basa en el sacrificio consumado del Hijo de Dios, por el cual tenemos acceso al Padre (4,16). Conviene advertir la semejanza entre este versículo y 6,19-20. «Mejor» es un calificativo característico de Heb al referirse al nuevo orden (cf. 1,4; 7,22; 8,6; 9,23; 10,34). «Acercarse a Dios» se aplica en el AT al ministerio sacerdotal; en Lv 10,3 se describe a los sacerdotes simplemente como «los que se acercan a Dios» (el vb. gr. es el mismo que en el presente texto). En este pasaje se habla de la vida cristiana en términos sacerdotales; lo que el AT reservaba al sacerdocio se atribuye a todos los creyentes.
42 20. no sin que [Dios] hiciera un juramento: El sacerdocio de Jesús es superior al de los sacerdotes del AT por estar confirmado por el juramento de Dios (cf. Sal 110,4); por eso él es sacerdote para siempre y ellos no. 22. en la misma proporción Jesús se ha hecho fiador de una alianza mejor: La alianza del AT con la cual se contrasta esta «mejor» es la alianza mosaica (cf. 9,18-20), y el papel central de la ley en la vida de Israel se debe ver en el contexto de esa alianza (cf. P. A. Riemann, IDBSup 192-97; L. Goppelt, Theology of the New Testament [Grand Rapids 1982] 2.256). Por consiguiente, si un cambio de sacerdocio entraña un cambio de ley (7,12), con el nuevo sacerdocio de Jesús ha nacido una nueva alianza. Es «mejor» que la antigua porque permanecerá mientras permanezca el sacerdocio en el cual se funda, y la eternidad de dicho sacerdocio ha quedado confirmada por el juramento de Dios. Así, Jesús, el sacerdote de esta alianza, es en persona el fiador de su permanencia. 24. La palabra gr. aparabaton puede significar «permanente» o «inmutable»; el contexto, que habla del sacerdocio eterno de Jesús, parece apoyar el primer significado, pero ambas ideas están tan íntimamente relacionadas que, en cualquier caso, una entraña la otra. 25. de ahí que pueda salvar definitivamente a los que por él se llegan a Dios… para interceder en favor de ellos: La intercesión del Jesús exaltado se ha interpretado como la consecuencia de su sacrificio consumado; se entiende como una obra sacerdotal, pero diferente del sacrificio, que se considera pasado y acabado; véase O. Cullmann, The Christology of the New Testament (Filadelfia 1959) 99-104 (trad. esp.: Cristología del Nuevo Testamento [Salamanca 1998]). La razón de esta opinión es principalmente que quienes la mantienen consideran que la obra de la expiación coincide con la muerte de Jesús en la cruz, un acontecimiento del pasado, evidentemente. Pero la comparación establecida en los capítulos siguientes entre el sacrificio de Jesús y el ofrecido por el sumo sacerdote el día de la expiación indica que el sacrificio de Jesús no se puede considerar limitado a su muerte; su exaltación forma parte esencial de él. Por consiguiente, el sacrificio no se puede considerar pasado, puesto que su momento culminante tiene lugar en el santuario celestial, donde quedan superadas las secuencias temporales. S. Lyonnet demostró que en el judaísmo tardío el sacrificio expiatorio era considerado como intercesión (Bib 40 [1959] 855-90); si en este versículo se refleja esa idea, la intercesión del Exaltado no se debe considerar consecuencia de su sacrificio, sino como la presencia eterna de éste en el cielo. J. Moffatt, que no es partidario de esta opinión, admite que en este versículo «se utiliza un lenguaje que ha hecho pensar que en la skéné celestial se presenta u ofrece continuamente este sacrificio» (Hebrews xxxviii). La intercesión de Jesús se menciona también en Rom 8,34 con una formulación muy semejante a la de Heb.
43 26. Este versículo parece ser un himno en honor del Jesús exaltado, sumo sacerdote, que guarda correspondencia con el himno a Melquisedec del v. 3. separado de los pecadores: Esto se puede relacionar con una prescripción de la Misná (Yoma 1,1), la de que el sumo sacerdote se prepare para la ofrenda de los sacrificios del día de la expiación separándose de su propia casa durante siete días (cf. Michel, Hebraer 280). Pero la comparación parece forzada, pues la separación de Jesús respecto a los pecadores no se presenta como una preparación para su sacrificio, sino que se conecta con su ascensión, encumbrado sobre los cielos: Esto parece ser una referencia al paso de Jesús por los cielos intermedios hasta penetrar en el santuario celestial, la morada de Dios (4,14; 9,24; cf. H. Koester, HTR 55 [1962] 309). 27. No hay ninguna prescripción en la ley según la cual el sumo sacerdote tuviera que ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los del pueblo. Esa prescripción sólo se aplicaba el día de la expiación (cf. Lv 16,6-19), y ninguna de las ofrendas cotidianas mandadas se ajusta a la descripción dada aquí (cf. Éx 29,38-42; Lv 6,1-6.7-11.12-16; Nm 28,3-8). Muchas son las soluciones que se han propuesto para esta dificultad (véase Michel, Hebraer 281-83). Puede que la menos insatisfactoria sea la conjetura de O. Kuss, según la cual el autor, en su deseo de contraponer lo más llamativamente posible la insuficiencia de los sacrificios del AT y el sacrificio absolutamente suficiente de Jesús, «escogió una formulación (“cada día”) que no se adapta exactamente a las circunstancias reales» (Hebraer 104). esto lo realizó… a sí mismo: Puesto que el autor acaba de decir que los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios en primer lugar por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, D. Peterson tiene razón al hablar de «cierta inexactitud técnica» cuando el autor pasa a decir en este momento que Jesús hizo «esto», lo cual, si se toma al pie de la letra, significaría que ofreció un sacrificio por sus propios pecados, así como por los pecados del pueblo (Hebrews and Perfection [–> 15 supra] 117) . La opinión de que eso es lo que el autor quería decir ha sido defendida por G. W. Buchanan (Hebrews 129-31) y R. Williamson (.ExpTim 86 [1974-75] 4-8), que refieren 4,15, donde se declara que Jesús fue «sin pecado», no al conjunto de su vida, sino a su aceptación obediente de la muerte. Contra esa limitación del alcance de 4,15, véase D. Peterson, Hebrews and Perfection 188-90. En este punto habla Heb por vez primera de la víctima del sacrificio de Jesús: él mismo. La absoluta suficiencia de ese sacrificio se pone de relieve mediante el «de una vez para siempre» (ephapax), un adv. que, junto con la forma simple hapax, aparece 11 veces en Heb. 28. la palabra del juramento… después de la ley: El autor sale al paso de la posible objeción de que la ley mosaica deja de lado el sacerdocio del que habla Sal 110. Por el contrario, la promesa del nuevo sacerdocio no levítico llegó mucho tiempo después de la ley que establecía el sacerdocio del AT, e instituye como sumo sacerdote no a los sumos sacerdotes débiles y transitorios del AT, sino al Hijo que ha sido consagrado sacerdote para siempre.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
[1] Esto simplemente significa que el original Melej-Tzadik era Shem, como se confirma en el Rollo de Yahsher. Yahshua nació en ese orden existente y se hizo Melej-Tzadik como Shem antes que El (como se ve en el v. 4 donde Abraham paga a Shem los diezmos). En este versículo el autor declara que tanto el original Shem como el que fue jurado en esa orden por el juramento de YHWH, no están listados en las genealogías Levíticas. Ningún registro de ninguno de sus padres como de Leví está registrado, ya que ninguno fue sacerdote en el orden de Leví. Ni Shem, ni Yahshua tienen principio de días, ni fin de de vida Levítica sacerdotal, ya que ninguno fue ordenado a empezar o terminar, o en ese servicio. Ambos, sin embargo, tienen genealogías registradas en la Escritura. Shem, como Yahshua, sirvió en un orden eterno y por posición prefigura a Yahshua, quien sirve en el mismo orden eterno que nunca termina.
[2] Shem hijo Noé.
[3] Shem bendijo Abraham.
[4] Shem era mayor que Abraham.
[5] Sacerdotes Levítcos.
[6] Nótese que este versículo no dice que Shem era inmortal. Sino que vive continuamente como lo hacen todos los justos en redención como se ve en Hebreos 11. Shem estableció el orden eterno, por lo que se dice que él vive para siempre en espíritu, como su recompensa por establecer el orden eterno llevando su título, como lo hace al que prefiguró, el Moshiach Yahshua.
[7] Como parte de Israel.
[8] Por definición para ser puesto en la orden de Melej-Tzadik, tenía que existir antes de Yahshua y por definición Yahshua no puedo haber sido Melej-Tzadik, ya que otro estableció la orden antes que El, para que El entrara.
[9] La Torah no fe eliminada, sino ajustada, o modificada ligeramente, para acomodar un sacerdocio y sacrificio mejores y más completos. El Griego de Strong G3346 metatithaymee significa “movido de un lugar a otro, no eliminado.” Por lo que el sacerdocio fue cambiado, no eliminado. Se cambió de Arón a Melej-Tzadik y de Levítico a Génesis, todavía dentro de la Torah misma.
[10] No anulando la Torah entera, sino sólo la transferencia del sacerdocio de una tribu a otra, y por el abandono de la vieja orden sacerdotal para establecer la nueva. Esto no es un reemplazo de la Torah por el Renovado Pacto, sino, un sacerdocio es establecido por el otro por transferencia dentro de la nación misma de Israel.
[11] Respecto a la expiación y sacerdocio. El tema en curso es los sacrificios y el sacerdocio, no la Torah misma.
[12] Peshitta de Lamsa p.1200.
[13] Sólo el Moshiach i.e. inmortal. Los creyentes no se hacen inmortal, hasta el retorno de el Moshiach.
[1] Gen 14, 18.[3] Sin que haya un sucesor.[8] Y permanece, como figura de Cristo.[16] Por esta razón, no es el sucesor de nadie ni nadie lo sucede a él.[17] Sal 110 (109), 4.[27] Aunque era inocente, se ofreció como víctima al eterno Padre por los pecados del mundo.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat