Comentario de Hebreos 13:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Permanezca el amor fraternal.

Resumen: Este capítulo final de la epístola consiste principalmente en diversas exhortaciones en cuanto a sus deberes como cristianos. Se basan ellas en todo lo que va expuesto en la epístola. Una exhortación sobresaliente es la de no ser llevados por doctrinas extrañas a la que no es sana, sino dejando «Jerusalén» (el judaísmo) atrás, salir a andar identificados como de Cristo, quien padeció «fuera del campamento», porque vamos hacia la ciudad celestial. El autor pide las oraciones de los hermanos, les expresa una bendición, y finalmente les saluda.

13:1 — «Permanezca el amor fraternal». Amor fraternal es la traducción de la palabra griega filadelfia, la cual se emplea en Rom 12:10; 1Ts 4:9; 1Pe 1:22; 2Pe 1:7. Es una palabra compuesta de dos: amor (filos) y hermano (adelfos ). Significa el afecto natural que hay entre hermanos, que se evidencia en la bondad y la simpatía ofrecidas en tiempo de necesidad. Los hebreos manifestaban este amor (Hch 2:44-47; Heb 6:10; Heb 10:33). Aquí la admonición es a que continúe.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Heb 6:10, Heb 6:11; Heb 10:24; Jua 13:34, Jua 13:35; Jua 15:17; Hch 2:1, Hch 2:44-46; Hch 4:32; Rom 12:9, Rom 12:10; Gál 5:6, Gál 5:13, Gál 5:22; Efe 4:3; Efe 5:2; Flp 2:1-3; 1Ts 4:9, 1Ts 4:10; 2Ts 1:3; 1Pe 1:22; 1Pe 2:17; 1Pe 3:8; 1Pe 4:8; 2Pe 1:7; 1Jn 2:9, 1Jn 2:10; 1Jn 3:10-18, 1Jn 3:23; 1Jn 4:7-11, 1Jn 4:20, 1Jn 4:21; 1Jn 5:1; 2Jn 1:5, 2Jn 1:6; Apo 2:4.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Diversas amonestaciones acerca del amor, Heb 13:1-3;

matrimonio honroso, Heb 13:4;

evitar la avaricia, Heb 13:5, Heb 13:6;

considerar a nuestros pastores, Heb 13:7, Heb 13:8.

poner atención a doctrinas extrañas, Heb 13:9;

confesar a Cristo, Heb 13:10-15;

hacer bien, Heb 13:16;

obedecer a los gobernantes, Heb 13:17;

orar por los apóstoles, Heb 13:18, Heb 13:19.

Conclusión, Heb 13:20-25.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Las instrucciones prácticas finales muestran cómo «servir a Dios aceptablemente» (Heb 12:28).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Permanezca: Los destinatarios de esta carta practicaron el amor fraternal (Heb 6:10); pero el autor teme que la idea del retorno a alguna forma de judaísmo les impida animarse unos a otros en la fe (Heb 10:24, Heb 10:25).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

PERMANEZCA EL AMOR FRATERNAL. En la iglesia neotestamentaria los creyentes se consideraban y se trataban como hermanos en Cristo (cf. 1Ts 4:9-10; 1Pe 1:22; 2Pe 1:7). La hermandad cristiana proviene de la mutua relación del creyente con el Padre y con su único Hijo (Heb 1:2). Al participar de la gracia de Cristo, los creyentes se convierten en hijos de Dios y coherederos de las bendiciones del Padre (Heb 1:2; Jua 1:12-13; Rom 8:14-17; Efe 1:5-7). Debido a esa hermandad, el Padre les enseña a amarse unos a otros (1Ts 4:9; 1Jn 4:11; véanse Jua 13:34-35, notas).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Apéndice.

Recomendaciones Particulares, 13:1-19.
1 Permanezca entre vosotros la fraternidad, 2 no os olvidéis de la hospitalidad, pues por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. 3 Acordaos de los presos, como si vosotros estuvierais presos con ellos, y de los que sufren malos tratos, como si estuvierais en su cuerpo. 4 El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros. 5 Sea vuestra vida exenta de avaricia, contentándoos con lo que tengáis, porque el mismo Dios ha dicho: “No te dejaré ni te desampararé.” 6 De manera que animosos podemos decir: “El Señor es mi ayuda, no temeré; ¿qué podrá hacerme el hombre?” 7 Acordaos de vuestros pastores, que os predicaron la palabra de Dios, y, considerando el fin de su vida, imitad su fe. 8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. 9 No os dejéis llevar de doctrinas varias y extrañas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas de las que, ningún provecho sacaron los que a ellas se apegaron. 10 Nosotros tenemos un altar, del que no tienen facultad de comer los que sirven el tabernáculo. 11 Los cuerpos de aquellos animales cuya sangre, ofrecida por los pecados, es introducida en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del campamento. 12 Por lo cual también Jesús, a fin de santificar con su propia sangre al pueblo, padeció fuera de la puerta. 13 Salgamos, pues, a El, fuera del campamento, cargados con su oprobio, 14 que no tenemos aquí ciudad permanente, antes buscamos la futura. 15 Por El ofrezcamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre. 16 De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis, que en tales sacrificios se complace Dios. 17 Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos, que ellos velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y sin gemidos, que esto sería para vosotros poco venturoso.18 Orad por nosotros. Confiados en que tenemos buena conciencia y que queremos proceder rectamente en todo. !9 Sobre todo os ruego que hagáis oración para que yo os sea pronto restituido.

Este último capítulo, compuesto de recomendaciones particulares y saludos, es lo que sobre todo da carácter de carta a la epístola a los Hebreos, cuyos comienzos son más bien los de un tratado doctrinal.
Se recomienda primeramente la caridad fraterna, mencionando de modo particular la hospitalidad y la participación en las penas de presos y desvalidos (v.1-3; cf. Jua 13:34; Rom 12:10; 1Te 4:9). Esa virtud de la hospitalidad, siempre laudable y necesaria, lo era mucho más en tiempos antiguos, cuando los viajes eran lentos y difíciles; de ahí la insistencia en ella de la Sagrada Escritura (cf. Job 31:32; Sab 19:13; Mat 25:35; Rom 12:13; 1Ti 3:2; Tit 1:8), y el que aquí, para más encomiarla, se haga esa alusión a los ángeles (v.2; cf. Gen 18:1-19:22; Jue 13:10-16). Sigue luego la exhortación a comportarse honestamente en el matrimonio, pues Dios no dejará de castigar a fornicarios y adúlteros (v.4; cf. Mat 19:10; 1Co 6:9; 1Co 7:1-11; 1Te 4:4-6; 1Ti 5:14); y la exhortación al desprendimiento, con plena confianza en la Providencia divina, en apoyo de lo cual se traen a colación dos textos de la Escritura adaptados al respecto (v.5-y; cf. Jos 1:5; Sal 118:6).
A continuación se habla, sin especificar, de los pastores o jefes de la comunidad, cuya fe los destinatarios deben imitar (v.7). Se hace referencia especial al “fin de su vida,” como fin digno de una vida digna; es probable que tal modo de hablar sea una alusión al martirio o muerte por la fe. En ese caso podríamos ver aludidos aquí el martirio de Esteban (cf. Hec 7:59-60) y el de Santiago el Mayor (cf. Hec 12:1-3), así como el más reciente de Santiago el Menor, muerto por los judíos, según sabemos por Josefo, hacia el año 62. La mención aquí de Jesucristo en calidad de “siempre el mismo ayer y hoy y por los siglos” (v.8), parece tratar de significar que los pastores o jefes de la comunidad, por respetables que sean, van desapareciendo; pero Cristo, objeto central de nuestra fe, permanece para siempre. Es posible, como creen algunos autores, que con esta expresión, más que aludir a la inmutabilidad de la naturaleza divina de Cristo, se aluda a la permanencia del único sacrificio, en armonía con el “una sola vez” constantemente repetido (cf. 7:27; 9:12; 10:10). A ese Jesucristo, siempre el mismo, debemos nosotros permanecer siempre adheridos, sin dejarnos llevar de “doctrinas extrañas,” especulando sobre alimentos, si lícitos o no lícitos, de que “ningún provecho sacaron” los que van por ese camino (v.9; cf. 9:9-10). Es ésta una alusión evidente al judaismo y a sus prácticas, de las que el autor quiere apartar totalmente a los destinatarios.
Insistiendo en esa idea de permanencia en la fe, sin mezclas de judaismo, afirma resueltamente que los cristianos tenemos un altar y un sacrificio, de que no pueden participar los judíos, y ese altar y ese sacrificio nos exigen romper totalmente con la sinagoga para seguir decididamente a Cristo (v. 10-15). Tal creemos ser la idea fundamental de esta historia, cuya interpretación concreta, sin embargo, de cada una de las frases no siempre es fácil. Una de las mayores dificultades está en la palabra altar (θυσιαστήριον ), del que se dice que “no pueden comer los que viven del tabernáculo” (v.10). ¿Hay aquí una alusión a la eucaristía? Así lo creen muchos, insistiendo sobre todo en que no sólo se habla de altar, sino de altar del que no pueden comer los judíos. Pues bien, los cristianos no tenemos otra comida litúrgica o sacrificial que la eucaristía. Sin embargo, es posible, y así opinan gran número de autores, que el término “altar” aluda simplemente a la inmolación en la cruz, que es de lo que se ha venido hablando en la carta, como contraposición a los sacrificios mosaicos (cf. 9:14.26; 10:10.14; 12:24). Ese sacrificio de Cristo en la cruz es el que los cristianos debemos seguir presentando continuamente a Dios en nuestras plegarias (v. 15; cf. Sal 50:14-23; Ose 14:3). Ni se ve dificultad en tomar el término “comer” en sentido metafórico, con referencia a la participación en los frutos de ese sacrificio único de la cruz, frutos que a los cristianos nos bastan, sin tener necesidad de ir a buscar nada fuera. En cuanto a la expresión “padeció fuera de la puerta” (v.12), se trata de uno de tantos simbolismos a que nos tiene acostumbrados el autor de esta carta. Sabemos, en efecto, que en la fiesta del Kippur o de la Expiación, a la que se ha aludido repetidas veces (cf. 9:7.25; 10:1.3), los cuerpos de los animales sacrificados, cuya sangre servía al sumo sacerdote para poder entrar en el Santísimo, eran quemados fuera del campamento (v.11; cf. Lev 16:27), Y posteriormente fuera de la ciudad. Pues bien, Jesucristo, la verdadera víctima expiatoria, ha querido realizar en sí aquella prefiguración, siendo crucificado fuera de los muros de Jerusalén 444. Consecuencia moral: A su ejemplo, salgamos también nosotros “fuera del campamento” (ν .13), es decir, rompamos toda atadura con el judaismo, pensando que nuestra verdadera ciudad no es el judaismo, sino la Iglesia o Jerusalén celestial (v.14; cf. 12:22-24).
Hechas estas reflexiones en torno al sacrificio de la cruz, el autor añade que tampoco se olviden de las obras de beneficencia y ayuda mutua, sacrificios (en sentido metafórico) muy agradables a Dios (v.16; cf. Flp 4:18). Asimismo, que obedezcan dócilmente a sus pastores (v.17), y que rueguen por él, siempre deseoso de ayudarles honrada y desinteresadamente (v. 18-19; cf· Rom 15:31).

Salados y bendición final,Rom 13:20-25.
20 El Dios de la paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, 21 os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad, cumpliendo en nosotros lo que es grato en su presencia, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 22 Os ruego, hermanos, que llevéis con paciencia este discurso de exhortación, porque en verdad os he escrito brevemente. 23 Sabe que ha sido puesto en libertad nuestro hermano Timoteo, en cuya compañía, si viniere pronto, os he de ver. 24 Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Os saludan los de Italia. 25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.

La carta ha llegado a su fin. Ante todo, una oración a Dios por los destinatarios, en forma de augurio, deseándoles la ayuda divina que les haga aptos para todo bien en el cumplimiento de su voluntad (v.20-21). Es de notar la expresión “gran Pastor,” aplicada a Jesucristo (v.20), de modo parecido a como lo hace también San Pedro (1Pe 5:4; cf. Eze 37:24; Jua 10:11).
Vienen luego una recomendación a que reciban bien su carta (v.22) y una noticia sobre Timoteo (v.23), el conocido compañero y colaborador de San Pablo. De esta prisión de Timoteo, a que aquí parece aludirse, no tenemos el más ligero indicio en ninguna otra parte. En caso de que se trate de verdadera prisión, ésa debió de ser muy breve, pues de ello no quedó huella alguna en la tradición.
En cuanto a los saludos (v.24), se ha discutido mucho el sentido de la frase “los de Italia” (οι από της Ιταλίας ). Creen algunos que se trata de cristianos oriundos de Italia, que vivían en el lugar desde donde se escribía la carta, por supuesto fuera de Italia. Sin embargo, la frase puede también interpretarse en sentido de judío-cristianos residentes en Italia, desde donde se escribía la carta. Gramaticalmente nada hay que se oponga a esta interpretación, que ha sido la tradicional ya desde los Padres, y única aceptable, de no suponer que los destinatarios de la carta están en Italia.
Por fin viene la bendición o saludo final (v.25), idéntico al de muchas otras cartas paulinas (cf. 1Co 16:23; Col 4:18; 2Te 3:18; Tit 3:15). La “gracia” que se augura a los destinatarios no es simplemente la gracia santificante, sino algo más general, síntesis de todos los favores divinos. Permítasenos que también nosotros, al final de este comentario, auguremos eso mismo para todos nuestros lectores.

362 Gong. Trid. (Dz. 784) y Vatig. I (Dz. 1787). – 363 Cf. sobre todo el cap. 36:1-5. – 364 Cf. Epist. ad Corinth. 36:2-5. – 365 Cf. Vis. 2:3:2, y 3:7:2; San Justino, Dial 33. – 366 Cf. Euseb., Hist. Eccl 6:14: PG 20:549. – 367 Cf. Euseb., Hist. Eccl 6:25: PG 20:584. – 368 Cf. Ench. Bibl 1-7. – 369 Cf. Euseb., Hí’st. Eccl 6:20: PG 20,573; San Jerónimo, De vir. ill 59: PL 23:669. – 370 Cf. Tert., De pudic. 20: PL 2:1021; Greg. Elib., Tract. de lib. S. Script., ed. ba-Tiffol (cf. Rev. Bibl. 8 [1899] 278-283.) – 371 Este canon fue editado por th. Mommsen en “Hermes” 21 (1886) 144ss, y 25 (.1090; 6-}6ss. Cf. Inst. Bibl I (Roma 1933) P-194-195 n.140. – 372 Cf. De doctr. christ. 2:8: PL 34:41; De civ. Dei 16:22: PL 41:500; De pecc. mentís – 373 Cf. Denz. 92. En el concilio de Cartago de 419 se habla ya simplemente de “Epístolas de Pablo, catorce.” – 374 Ad Dard. epist. 129:3: PL 22:1103. – 375 Damos el texto íntegro del decreto: “A las siguientes dudas propuestas, la Pontificia Comisión Bíblica decretó responder así: – I. Si se debe conceder a las dudas que acerca de la inspiración divina y origen paulino de la carta a los Hebreos asaltaron los ánimos de algunos en Occidente durante los primeros siglos – por abuso principalmente de los herejes – tanta fuerza que, atendiendo a la perpetua, unánime y constante afirmación de los Padres orientales, a la cual se une después del siglo iv el consentimiento pleno de toda la Iglesia occidental; y consideradas las intervenciones de los Sumos Pontífices y sagrados concilios, especialmente del Tridentino, así como el perpetuo uso de la Iglesia universal; sea lícito poner en duda que dicha carta debe ser contada ciertamente no sólo entre las canónicas – lo cual es de fe definida – , sino también entre las genuinas del apóstol Pablo. – Resp. Negativamente. – II. Si los argumentos que suelen sacarse de la insólita ausencia del nombre de Pablo y de la omisión del acostumbrado exordio y saludo en la carta a los Hebreos, o bien de la pureza de su griego y de la elegancia y perfección de su lenguaje y estilo, o del modo como en ella se alega el Antiguo Testamento y se argumenta de él, o por algunas diferencias que se pretende encontrar entre la doctrina de ésta y la de las otras cartas de San Pablo, debilitan en alguna manera el origen paulino de la misma; o si más bien la perfecta concordia en la doctrina y en las expresiones, la semejanza en los consejos y exhortaciones, así como la coincidencia de expresiones y palabras – reconocidas incluso por algunos acatólicos – que se observan entre ella y los demás escritos del Apóstol de las Gentes, corroboran y confirman su origen paulino. – Resp. Negativamente a la primera parte y afirmativamente a la segunda. – III. Si de tal manera se ha de considerar el apóstol Pablo autor de esta carta, que se deba necesariamente afirmar no sólo que la escribió y expresó todo bajo la inspiración del Espíritu Santo, sino que incluso le dio la forma que hoy presenta. Resp. Negativamente, salvo el juicio ulterior de la Iglesia. – 376 Cf. Saint Paul. L’építre aux Hébreux vol.i (París 1952) p.ióó. – 377 Gf. Clem. Alejandrino, en euseb., Hist. Eccl. 6:14: PG 20:549; tert., Depudic, 20: PL 2:1074. – 378 Entre los críticos que sostienen que los destinatarios de la carta son predominantemente étnico-cristiano o cristianos en general, prescindiendo de su origen judío o gentil, podemos mencionar a H. von Soden, J. Moffat, H. Windisch, A. Oepke. A esta opinión se inclina también el P. Dubarle, que busca los destinatarios entre las comunidades cristianas de Ga-lacia (cf. A. M. dubarle, Rédacteur et destinataires de l’építre aux Hébreux: Rev. Bibl. 48 [1939] 506-529). – 379 Cf. C. Spicq., L’Epítre aux Hébreux, ApoZos, Jean-Baptiste, les Hellenistes et Qumrán: Rev. de Qumrán, 3 (1959) 365-390. – 380 No queremos dejar de advertir que entre los críticos, en contra de lo que acabamos de exponer, prevalece la opinión de retrasar la composición de esta carta hasta fines de siglo. No más tarde, pues reconocen que es ya utilizada por Clemente Romano hacia el año 95. Sin embargo, no todos piensan así. Escribe, por ejemplo, Héring: “Aunque la destrucción del Templo no impidió el que los Rabinos siguiesen discutiendo sobre detalles del culto, la ausencia de toda mención de esta catástrofe en nuestra carta nos hace por lo menos inclinar, junto con Reuss, Westcott, Spicq y muchos otros, hacia una fecha un poco anterior al 70” (J. héring, L’Epítre aux Hébreux [París 1954] p.ij). En efecto, no juzgamos creíble que el autor de la carta, que tanto insiste en el carácter provisorio del culto mosaico, omitiese sacar partido para su tesis del cese de ese culto en el año 70. Además, pasado el año 70, toda esa polémica sobre culto mosaico y culto cristiano parece estar sonando en el vacío, perdida toda actualidad. Es cierto que el autor de la carta, al dar detalles del culto, más que contemplar el del Templo, parece estar contemplando el del Tabernáculo mosaico, pero ello es debido probablemente no a otra razón, sino a que quiere hacer resaltar el carácter divino de esas disposiciones cultuales, no obstante ser transitorias, al igual que hace con las citas bíblicas, evitando nombrar los autores humanos (cf. 2:6; 4:4). – 381 Cf. C. Spicq, art. Paul: Hébreux (Epítre aux): Dict. Bibl. Suppl. vol. VII, col. 230. – 382 Cf. L. Vaganay, Le plan de Γ Epítre aux Hébreux: Mem. Lagrange (París 1940). – 383 Cf. A. Vanhoye, La structure litteraire de l’Epítre aux Hébreux (Bruges 1963). En “Manual Bíblico,” IV (Madrid 1964) p. 260-264, se transcribe detalladamente el esquema de A. Vanhoye. – 384 Cf. J. Schierse, Verheisung und Heilsvollendung. Zur theol. Grundfrage des He-brderbriefes (Münchem 1955). – 385 Cf. Rev. Bibl. 28 (1919) p.202, al reseñar la obra de H. windisch, Der Hebraer* brief (Tübingen 1913). – 386 Cf. C. Spicq, o.c., col. 229. – 387 Cf. F. V. Filson, “Yesterday.” A Study of Hebrews in the Light of Chapter 13 (Lon-don 1966). – 388 A esta opinión se inclina /. Héring, quien concreta así su posición: A los cap. 1-12, que eran el texto de una homilía, su autor añadió después los versículos 1-21 del cap. 13, que son una especie de carta, y que fue enviada a los destinatarios junto con la homilía. En cuanto a los vv.22-25 de ese mismo c.13, parece que constituyen un “post-scriptum,” que puede proceder incluso de la pluma de otro autor, sin que haya nada que impida suponer que este autor sea Pablo, el cual “habría aprovechado la ocasión para dar así una especie de marchamo apostólico al escrito de su amigo y discípulo Apolo” (J. héring, L’épitre aux Hébreux [París 1955] p.121 y 126). – 389 Cf. J. Jeremías, Der Opfertod Jesu Christi (Stuttgart 1963). – 390 Cf. G. spicq, Le Philonisme de l’Epitre aux Hébreux: Rev. Bibl. 56 (1949) 542-572 Y 57 (195o) 212-242; ídem, Alesandrismes dans VEpítre aux Hébreux: Rev. Bibl. 58 (1951) 481-502. – 391 Cf. J. Coppens, Les affinités qumrániennes de l’epítre aux Hébreux: Nov. Rev. theol. 84 (1962) 128-141 y 257-282; H. Braun, Qumrán und das Neue Testament (Tübingen 1966); Y. Yadin, The Sea Scrolls and the Epistle to the Hebrews: Aspects of the Dead Sea Scrolls. Scripta Hierosolimitana, IV (Jerusalem 1957) P-36-55- – 392 Gf. C. spicq, L’origine johanique de la conception du Christ-préte dans l’építre aux Hébreux: Mél. M. Goguel (París 1950) p.258-269; M. Perella, De verbo “manere” apud Joannem: Div. Thom. (1937) 159-171; R. Gyllenberg, Die Anfange der johanneischen Tradition: Neut. St. für R. Bultmann (Berlín 1954) p. 144-147. – 393 Cf. L. Pirot, art. Hébreux (L’epítre aux): Dict. Bibl. Suppl., vol. III, col. 1432-1436. – 394 Parece que tampoco Jesucristo se dio nunca a sí mismo el título de “sacerdote.” Ello es fácilmente explicable, dado que en la concepción de sus contemporáneos el “sacerdocio” se transmitía hereditariamente y con sujeción a determinados ritos externos de purificación (cf. Exo 21:1-35; Lev 8:1-36), y Jesús ni era de la tribu de Leví ni se había sometido a ningún rito externo de purificación o consagración. Proclamarse “sacerdote” hubiera sido algo extraño e ininteligible. Y si evitó llamarse Mesías (cf, Mat 16:20; Luc 4:41), más delicado todavía hubiese sido el llamarse sacerdote. Este título habría de venirle más bien como fruto de reflexión teológica, cosa que hace precisamente el autor de la carta a los Hebreos. – 395 El único texto veterotestamentario en que se alude directamente a la condición “sacerdotal” del Mesías es el de Sal 110:4. Este Salmo suele ser considerado como de David, aunque no faltan autores que rebajan la fecha hasta la época de los Macabeos (cf. J. alonso, Cómo y cuándo entró en la línea del mesianismo clasico el aspecto sacerdotal: Est. ecl. 25 (1966) 283-298). Parece que en los tiempos de Cristo, al menos dentro de ciertos círculos judíos, estaba extendida la creencia de un Mesías-sacerdote, como lo demuestran ciertos textos de Qumrán, que hablan del “Ungido de Aarón y de Israel” (G D XII, 23; XIX, 10; 125, IX, io-n), y el Testamento de los XII Patriarcas (cf. Test. Lev, ζ ,ι -7; 8:1-19; 17,i-n; 18:1-14; Test. Jud. 24, i-6). A veces, parece incluso que suponen dos personajes distintos: el Mesías sacerdotal, de la tribu de Leví, y el Mesías regio, de la tribu de Judá. Los mismos textos profetices podían dar pie para este desdoblamiento (cf. Jer 33:17-22; Zac 3”i-4,14)· – 396 Cf. E. M. Esteve, De caelesti mediatione sacerdotali Christijuxta Heb 8:3-4 (Madrid 1949); Theod. da Gastel S. Pietro, II sacerdocio celeste di Cristo nella lettera agli Ebrei: Gre-gor. 39 (1958) 319-334; A. Vanhoye, De aspectu oblationis Christi secundum epist. ad Hebr. Verb. Dom. 3? Ü959) 32-38. – 397 En este sentido, escribe el P. Prat: “En el momento en que Jesús expira, todo ha sido consumado: inmolación, ofrenda, aspersión de la sangre, derecho de entrar en el cielo. Los partidarios del sacrificio celeste olvidan esto” (P. prat, La theologie de S. Paul, I [París 1934] 456). En la misma línea, y no sin cierto humorismo, escribe W. Leonard: “El Cristo entronizado no ofrece sacrificio en el cielo, pues el estar sentado (cf. 8:1) no es postura propia de un sacerdote ministrante” (W. leonard, Verb. Del. Com. a la S. Escritura IV [Barcelona 1959] 388-389). – 398 Cf. M. Meinertz, Teología del Nuevo Testamento (Madrid 1963) p-499- – 399 Como dice L. Sabourin, “la presencia de Cristo con sus llagas gloriosas (cf. Jua 20:24-29; Rev 5:6) recuerda constantemente al Padre la obra realizada en la tierra, prolongando sus efectos hasta la eternidad” (L. sabourin, Los nombres y títulos de Cristo [Salamanca 1965] 203). En el mismo sentido se expresa A. Vanhoye, refiriéndose a Heb 2:17, donde encontramos el término “expiar” (ΐγάσκεσδαι ) en presente durativo, no en aoristo, lo cual indica que el autor “no está aludiendo al sacrificio mismo del Calvario, sino a la acción de Cristo entronizado.” Cierto, añade Vanhoye, que este poder perdurable de “borrar pecados pende de su sacrificio,” pero <'no debe confundirse con el sacrificio, sino que es la eficacia perpetua de ese sacrificio, señalada frecuentemente en la carta:Heb 7:25; Heb 9:14.24; Heb 10:19.21” (A. vanhoye, Thema sacerdotii praeparatus in Hebr. 1:1-2:18: Verb. Dom. 47, 1969, 296). – 400 cf. C. Spicq, La theologie de deux Alliances dans Vépítre aux Hébreux: Rev. des Se. phlí. et theol. 33 (1949) 15-30. – 401 últimamente el P. C. de Villapadierna ha propuesto una interpretación con que cree evitar esos inconvenientes de cambios de significado en una misma palabra dentro del mismo contexto. Dice que, de modo parecido a Gal 3:15-17, se trataría simplemente de una comparación, no de afirmar que esa “alianza” nueva, de que se viene hablando, sea un “testamento.” La idea sería ésta: Así como un “testamento” presupone la muerte del testador para entrar en la posesión de la herencia, del mismo modo la nueva economía religiosa implica la muerte del mediador para participar de los bienes prometidos a su acción sacerdotal y sacrificial (cf. C. de Villapadierna, La “diatheque” en Hebr. 9:16-17. Intento de solución: Natur. y grac. 10, 1963, p.57-80). Sin embargo, todo en el contexto bíblico da la impresión de que el autor no trata de comparar, sino de argüir: “Porque. es preciso. pues. por donde.,” lo que nos lleva a decir que es a esa misma “alianza” a la que llama “testamento.” Sobre el significado de διαθήκη , particularmente en el mundo bíblico, cf. L. G. da fonseca, Diazeke, foedus an testamentum?: Bibl. 8 (1927) p.31-so.161-181.290-319.418-441; 9 (1928) p. 6-40.143-160. Digamos, en general, que diazeke es el término griego por el que los LXX tradujeron el hebreo berith (= alianza), a pesar de que en el griego helenístico este término de diazeke significa más bien “testamento.” No es fácil saber por qué los LXX tradujeron el hebreo “berith” por el griego diazeke (= testamento), y no por συνθήκη que era el término griego usual para indicar un pacto o alianza. Quizás se deba a que trataban de atenuar el carácter de bilateralidad que indicaba el término sunzeke, y así hacer resaltar que la “alianza” de Dios con Israel, más que un pacto entre dos, era obra gratuita de Dios, de mcdo parecido a como son obra gratuita los bienes de un “testamento.” De las 30 veces que aparece diazeke en el Nuevo Testamento, lo normal es que tenga también sentido de “alianza,” igual que en los LXX (cf. Hec 7:8; Rom 11:27; 2Co 3:6; Heb 8:8.); pero a veces, como en Heb 9:16-17, tiene más bien sentido de “testamento,” es decir, sentido que pudiéramos llamar profano, en contraposición al sentido de “alianza,” que pudiéramos llamar bíblico. – 402 Gf. vat. II, Gonst. Lumen gentium, n.io-ii. – 403 La razón de esta insistencia del cristianismo primitivo en hacer notar la superioridad de Cristo sobre los ángeles, parece ser debida a la enorme importancia que se atribuye a los ángeles en las concepciones religiosas de aquel tiempo, η faltando quienes incluso les daban culto (cf. Gol 2:18). Nótese que se dice “hecho tanto mayor.,” es decir, no se trata simplemente de que Cristo pasa de la tierra al cielo, una vez realizada la purificación de los pecados (v-3), sino que se incluye cierta transformación en la persona misma del realizador de esa purificación. Es la transformación que lleva consigo la resurrección, al dejar Cristo su condición humilde y pasar a la esfera divina. – 404 En el texto hebreo no parece que haya alusión a los ángeles, espíritus celestiales, sino simplemente a los vientos y relámpagos, que son considerados como mensajeros de Yahvé. La traducción sería: “Tienes por mensajeros a los vientos, y por servidores llamas de fuego.” Los LXX tradujeron el hebreo male akim (~ mensajeros) por άγγελοι en sentido, a lo que parece, de espíritus celestiales. Es el sentido en que se toma en la carta a los Hebreos. – 405 Tratándose, pues, de Jesucristo, el término “Dios” puede con todo derecho tomarse en su sentido obvio y natural (cf. v.3); en cambio, tratándose del personaje directamente aludido, más bien habrá de tomarse en sentido amplio e hiperbólico, como en otras ocasiones (cf. Exo 7:1; 1Sa 28:13; Sal 8:6; Sal 58:2). También el texto hebreo del salmo usa la palabra Elohim; ni vemos razón (cf. Isa 9:5) para suprimir esa palabra en el v.7 y sustituirla por Yahvé en el v.8, conforme hacen no pocos críticos modernos, movidos en gran parte por la preocupación de excluir el título de “Dios” como atributo del Mesías. – 406 El verbo irocpappéco, que traducimos por “deslizar” se emplea con frecuencia en la literatura griega profana hablando de naves que, empujadas por los vientos, no logran alcanzar el puerto en el que estaban a punto de entrar. En el Nuevo Testamento sólo aparece en este lugar. El empleo es metafórico, y se aludiría al peligro de perder el camino de entrada en el puerto de salud. Ese camino es la fe. – 407 Es curiosa, com , ya hicimos notar en la introducción, la manera de citar la Escritura: “Ya lo testificó alguien en cierto lugar.” La misma fórmula encontramos luego en 4:4. – 408 El término “ángeles” es de la versión de los LXX, que es de donde está tomada la cita. En el texto hebreo se Ise Elohim (= Dios). En el fondo, el sentido no cambia. – 409“ En lugar de “gracia de Dios” (χάριτι Θεοΰ ), algunos códices y escritores antiguos, particularmente entre los nestorianos, leen xcopis Θεοΰ (sin Dios). Probablemente se trata de una glosa, que luego entró en el texto, con la que se pretendía advertir al lector sobre la impasibilidad de Cristo como Dios, quizá con alusión al grito de Cristo en la cruz quejándose del abandono por parte de Dios (cf. Me 15:34). – 410 El término “autor” corresponde al griego αρχηγός , que también podría traducirse por “guía” o “caudillo.” Aquí, igual que en Hec 3:15, a cuyo comentario remitimos, preferimos la traducción de “autor.” – 411 La primera cita pertenece al salmo 22, del que también los evangelistas toman expresiones que aplican a Jesucristo (cf. Mat 27:46; Jua 19:28). Creen algunos autores que se trata de textos directamente mesiánicos. Parece, sin embargo, a poco que nos fijemos en el contexto, que el salmista no se refiere al Mesías, sino en general al justo perseguido, concretado muchas veces en la persona del mismo salmista. Es el mismo caso de los salmos 69 y 109, citados en Hch 1:20. Con todo, no por eso, como entonces explicamos, ha de excluirse todo sentido mesiánico. Esas frases del salmista, aunque dirigidas al justo perseguido en general y a sus numerosos enemigos, van en la intención de Dios hasta el Mesías y sus también numerosos enemigos. De ahí que a veces, como en el salmo 21, haya expresiones que en toda su amplitud difícilmente podrán aplicarse a otro que no sea el Mesías. Mayor dificultad presenta, en cuanto a su sentido mesiánico, la cita de Isaías. En el contexto del pasaje profetice vienen esas palabras, después de habernos pintado el profeta con los más vivos colores la próxima invasión asiría. El Señor había mandado a Isaías que pusiera a sus dos hijos los nombres de Sear-Jasub y Maher-salal-jas-baz, nombres simbólicos con referencia a esa próxima invasión. El pueblo no hacía caso de estas amenazas de Yahyé y, más que de ellas, se preocupaba de buscar alianzas y de consultar adivinos. En ese ambiente o estado de cosas, Isaías dice que “seguirá esperando en Yahvé, y que él y los dos hijos que le dio el Señor,” como presagio de lo que había de acaecer a Israel, seguirán a vista del pueblo, y así sabrán todos la suerte que les espera. ¿Qué tiene que ver todo esto con la aplicación a Jesucristo, que hace la carta a los Hebreos? Realmente, la cita es desconcertante. Quizá sea la mejor solución, suponer que en la intención de Dios esa situación de Isaías era como “tipo” o figura de la del Mesías. También éste, rodeado de un pueblo que no hace caso de sus palabras, pone su confianza en el Padre y presenta ante el mundo a los discípulos que le dio, a quienes no tiene inconveniente en llamar “hijos” (cf. Jn 13:33-17:26). – 412 Esto es lo que significa la expresión “sangre y carne” (v.14), de frecuente uso en la Escritura (cf. Mat 16:17; 1Co 15:50; Gal 1:16; Efe 6:12). – 413 Omitimos recoger la idea del v.16, pues en realidad no añade nada sustancial al razonamiento de la perícopa, y es además un versículo de difícil interpretación. El término griego επιλαμβάνεται (coger sobre sí), que, apoyados en el contexto, hemos traducido por “socorrió,” por otros es traducido “asumió,” con referencia a que Jesucristo no tomó la naturaleza angélica, sino la humana. Y aún hay otra tercera interpretación, que es la de una versión siríaca: la muerte (v.15) “no dominó” sobre los ángeles, quienes, por tanto, no la temen, como hacen los hombres., sino “sobre la descendencia de Abraham.” En cuanto a la expresión “descendencia de Abraham” (οπέρματοβ Αβραάμ ), notemos también su dificultad; pues parece obvio suponer que el autor de la carta intenta incluir a todos los hombres. Claro que, con la segunda de las interpretaciones aludidas, desaparecería en gran parte la dificultad, pues Cristo es de raza judía (cf. Mat 1:1; Rom 9:5). Quizá la maneía de salvar la expresión “descendencia de Abraham,” incluso en las otras interpretaciones, sea dándole el sentido amplio que tiene en Rom 4:16 y Gal 3:29. – 414 Con esos dos títulos “misericordioso y fiel” el autor anuncia ya con anticipación lo que va luego a desarrollar en 4:15-5:19 y 3:11-4:16. Es uno de sus procedimientos o técnicas de composición, que suele usar en la carta (cf. 5:9 10; 10:38-39; 12:14). – 415 Cf. Eneida 1:630: “Non ignara mali miseris succurrere disco*. – 416 Es de advertir que es éste el único lugar del Nuevo Testamento en que se da a Cristo el título de apóstol. La idea, sin embargo, no tiene nada de extraño, pues es normal hablar de que ha sido enviado por el Padre para llevar a cabo la obra de nuestra salud (cf. 1:2; Rom 8:3; Gal 4:4; Mat 10:40; Jua 3:17). En cuanto al título de “pontífice,” es título que se le da frecuentemente en esta carta (cf. 2:17; 4:14; 5:5; 6:20; 7:26; 8:1; 9:11; 10:21). Juntando ambos títulos en una misma persona, claramente se da a entender que Cristo concentra en sí dos oficios, el de Moisés y Aarón, que en la antigua alianza existían separados. Notemos también las expresiones “hermanos santos” y “vocación celeste,” a las que conviene añadir alguna explicación. El apelativo “hermanos santos,” para designar a los cristianos, es exclusivo de este lugar (y una variante en 1Te 5:27) en todo el Nuevo Testamento. Sin embargo, por separado, “hermanos” o “santos,” era designación muy corriente (cf. Hec 9:13; Hec 11:26). Con la expresión “vocación celeste” se alude, sin duda, a la vocación o llamada a la fe; llamada que muy bien puede decirse “celeste” (επουράνιος ), pues viene del cielo y conduce al cielo (cf. Efe 1:3; Flp 3:14; Jua 6:44). La profesión que todos hacemos de una misma fe es llamada “nuestra confesión” (v.1). – 417 La cita, como de costumbre, está hecha conforme a la versión griega de los LXX. Es sabido que dicha versión, y consiguientemente también la cita de esta carta (cf. v.8), en lugar de los nombres propios Meribah y Massah. como están en el texto hebreo, da su traducción etimológica (“rebelión” y “tentación” respectivamente), cual si fueran nombres comunes. El sentido, para lo que ahora interesa en la carta, no queda afectado. Notemos también que en el v.10 la cita está hecha con cierta libertad, cambiando la puntuación y añadiendo un “por lo cual,” sin duda para que resalte más que Dios fue justo en su ira y en su castigo. Tampoco aquí el sentido queda afectado sustancialmente. – 418 Esta manera de hablar no supone que el autor de la carta admita la distinción sustancial entre “alma” (ψνχή ) y “espíritu” ττνεΟμα términos que ya hemos explicado en otras ocasiones (cf. 1Te 5:23); es simplemente un modo de decir para indicar que penetra hasta lo más íntimo del ser humano, sin que haya nada que pueda escaparse a su influjo. La misma idea se expresa con la comparación siguiente: “hasta las coyunturas y la medula,” que es lo más interno y sutil del compuesto corpóreo. – 419 Advirtamos que, aunque era personalmente impecable, no por eso era extraño a los pecados de los hombres, de los cuales aparece como revestido y responsable. Las expresiones de San Pablo a este respecto no pueden ser más atrevidas: “le hizo pecado por nosotros., haciéndose por nosotros maldición” (2Co 5:21; Gal 3:13). – 420 Cf. E. Rasco, lí oración sacerdotal de Cristo en la tierra según Heb 5:7 : Greg. 43 (1962) 723-755· – 421 En el Nuevo Testamento, el significado ordinario de ευλάβεια , de donde el adjetivo ευλαβής , es el de precaución para no peca',, respeto religioso, temor de Dios, piedad (cf. 11:7; 12:28; Lev 2:25; Hec 2:5; Hec 8:2; Hec 22:12). La palabra, de suyo, puede también significar temor o miedo, que es el significado que los autores arriba aludidos quieren darle en este pasaje de la carta a los Hebreos, suponiendo que la frase es elíptica: “escuchado (y liberado) del temor.” Sin embargo, nada hay que aconseje esa elipsis; tanto más, que en ningún otro lugar del Nuevo Testamento la palabra aparece con el significado de temor. – 422 Es impresionante ese recuento de experiencias y dones con que es favorecido el cristiano: iluminación, con probable alusión al bautismo, pasando del reino de las tinieblas al de la luz (cf. Efe 5:8-14); don celestial, delicias y seguridades de la vida de gracia, probablemente con alusión especial a la eucaristía, que es pan bajado del cielo (cf. Jua 6:33) y del que gustamos todos (cf. 1Co 10:17); participación del Espíritu Santo, tanto en sus clones habituales (cf. Hec 2:38; Hec 8:17, Rom 5:5) como a veces en los extraordinarios (cf. 1 Cor 12, ii; Gal 3:5); hermosura de la palabra de Dios, la buena nueva del Evangelio, con sus promesas y_sus consuelos; prodigios del siglo venidero, serie de milagros que acompañaban la predicación del Evangelio y que afianzaban la verdad de la nueva economía (cf. 2:4), es decir, la economía “venidera” o mesiánica (cf. 2:5).La expresión “crucificando para sí mismos al Hijo de Dios y poniéndole en ludibrio” (άναστοα ;ροϋνταβ έαυτοϊς τον υίόν του Θεοΰ και παραδειγματίζοντας ) parece significar que los apóstatas muestran con su proceder que, en lo que está de su parte, consienten con los que le crucificaron. – 423 Esta es la explicación que juzgamos más fundada. Sin embargo, es de notar que bastantes Padres, y modernamente todavía algunos autores, dan otra interpretación muy distinta: se trataría de imposibilidad para recibir un segundo bautismo, que para los cristianos es único y no puede repetirse. Desde luego, esto es verdad; pero nada hay en el texto que aconseje esa interpretación, ni vemos por qué el autor iba a insistir en una cosa que a buen seguro era de todos conocida. – 424 La expresión “detrás del velo,” que aquí tiene sentido figurado, está tomada de la disposición de las cosas en el santuario mosaico (cf. Exo 26:33), símbolo del santuario celeste (cf. 9:23-24). – 425 Unánimemente se admite hoy que “Salem,” de donde era rey Melquisedec, se identifica con Jerusalén, llamada Uru-salim en los documentos de El-Amarna (s.xiv a. C.). La identificación con Salim (cf. Jua 3:23), propuesta por San Jerónimo y algunos otros autores antiguos, ha sido abandonada. – 426 El título “Dios altísimo” es empleado en la Biblia para designar al verdadero Dios, tanto de los hebreos (cf. 2Sa 22:14) como de los gentiles (cf. Num 24:16); ese ser que es infinitamente superior a todas las cosas creadas. – 427 Es sabido que en torno a la figura de Melquisedec se formaron luego muchas leyendas, lo mismo entre los judíos que entre los cristianos. No faltaron sectas herejes que le consideraron como un ser supraterreno, manifestación sea del Logos, sea del Espíritu Santo. – 428 Entre los judíos era axiomática la grandeza de Abraham, y tenían como máxima gloría el ser hijos de Abraham (cf. Jua 8:33; Rom 4:1). – 429 No todos los descendientes de Leví eran sacerdotes, sino sólo los que procedían de la rama de Aarón; los otros, llamados levitas, estaban destinados a servicios subalternos del templo (cf. Exo 28:1-3; Num 3:1-39). – 430 La frase griega είβ το παντελές , que nosotros, con la generalidad de los autores modernos, hemos traducido por el adverbio perfectamente, otros la traducen por para siempre. Es el sentido en que la toma la Vulgata (“in perpetuum”) y las versiones coptas y siríaca; se aludiría a la salud eterna de la gloria. Sin embargo, preferimos la traducción de perfectamente, en contraposición al poder del sacerdocio levítico y de la Ley, que nada podían llevar a la “perfección” (cf. v. 11.19). Cristo, al contrario, puede llevarnos hasta una salud “perfecta,” es decir, íntegra y completa; salud, por lo demás, que difícilmente podría denominarse “perfecta,” si no fuese eterna. Ambos sentidos, pues, sustancialmente coinciden. – 431 La expresión “más alto que los cielos” (υψηλότερος των ουρανών γενόμενος ) la interpretan muchos con referencia a su ascensión a los cielos, donde se sentó a la diestra del Padre (cf. 1:3; 4:14)· Incluso interpretan también en ese sentido la expresión “apartado de los pecadores” (κεχωρισμένοβ από των αμαρτωλών ), pues fue en la ascensión al cielo cuando rompió todo contacto y quedó totalmente separado de este mundo de pecados. Sin embargo, parece que el contexto está pidiendo separación o distanciamiento en el orden espiritual, igual que con los adjetivos “santo, inocente, inmaculado.” Con todo, eso no excluye que, particularmente en la expresión “más alto que los cielos,” el autor no tenga ante la vista la escena de la ascensión, a la que daría cierto valor simbólico, considerándola como expresión sensible de la distancia entre Jesucristo, el sumo sacerdote de la nueva alianza, y los pecadores. – 432 Esta alusión que el autor hace a los pontífices (αρχιερείς ) de la antigua Ley plantea una dificultad, a la que queremos aludir. En efecto, sabemos que entre los judíos se ofrecían “cada día” sacrificios, conforme estaba preceptuado en la Ley (cf. Exo 29:38-42; 1Cr 16:40; Esdr 3:3); pero estos sacrificios cotidianos no solía hacerlos personalmente el sumo sacerdote, sino otros sacerdotes, para lo que estaban divididos en varias clases o turnos (cf. Lev 1:8-10). Además, tales sacrificios no se ofrecían específicamente por los pecados del sumo sacerdote, como aquí manifiesta el autor. Todo da la impresión de que el autor de la carta a los Hebreos se está refiriendo a los sacrificios que el sumo sacerdote judío debía ofrecer en el gran día del Kippur o Expiación, primero por los propios pecados y luego por los del pueblo (cf. 9:7; Lev 16:6-16). Pero la dificultad está en que estos sacrificios se ofrecían sólo una vez al año; ¿cómo, pues, explicar la expresión “cada día”? La respuesta no es fácil, y se han propuesto muchas soluciones. Lo más probable es que ese “cada día” tenga sentido genérico y venga a equivaler más o menos a continuamente, con incesantes repeticiones. Tanto más que los mismos sacrificios de los otros días, fuera del Kippur, eran como reflejo y prolongación de los del Kippur, los más solemnes de todos, y estaban como señalando la necesidad de repeticiones. – 433 Algunos autores, siguiendo a San Cirilo de Alejandría, interpretan este “santuario celeste,” donde Cristo ejerce sus funciones de sacerdote, no de los cielos, sino de la Iglesia en general, la Jerusalén “de arriba” (cf. Gal 4:26), considerada como algo que está fuera de la esfera terrestre del mosaísmo. No vemos apoyo alguno sólido a esta interpretación. – 434 Este santuario es denominado “verdadero” (αληθινός , v.a), como dando a entender que es el realmente auténtico y genuino, al que todos los demás deben de una u otra manera hacer referencia (cf. Jua 1:9). La razón alegada, de por qué no puede estar en la tierra (v.4), se refiere a que Jesucristo pertenecía a la tribu de Judá, no a la de Leví (cf. 7:13-14), y Dios había instituido un sacerdocio reservado a los descendientes de Leví. No había por qué crear uno distinto. Ya había quienes ofreciesen sacrificios según la Ley. – 435 Llama la atención que el autor de la carta a los Hebreos ponga el altar de los perfumes, no en el Santo, como dan claramente a entender los textos del Pentateuco, sino en el Santísimo (v.4). Se han dado diversas explicaciones. Algunos autores creen que se trata sencillamente de que el autor de la carta a los Hebreos sigue una tradición litúrgica diferente. Algo parecido a lo que sucedería con algunos textos del discurso de San Esteban (cf. Hch 7:4.6.16). Otros creen que lo que se trata de indicar no es que el altar de los perfumes estuviese en el Santísimo, sino que litúrgicamente pertenecía al Santísimo, aunque estuviese en el Santo, pues estaba íntimamente ligado a la liturgia del día del Kippur. que se desarrollaba en el Santísimo (cf. Exo 30:10). Por fin, otros suponen que se trata, no del altar de los perfumes, sino del incensario que el sumo sacerdote tenía en la mano cuando entraba en el Santísimo en el solemne día del Kippur (cf. Lev 16:12). Dejamos al lector que siga la opinión que juzgue más acertada. – 436 Parece que el “arca,” lo más solemne del santuario mosaico, desapareció en la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor en 586 a. G. Piadosas tradiciones judías retenían que había sido escondida (cf. 2Ma 2:4-7). Sabemos que, cuando Pompeyo entró en Jerusalén en el año 63 a. G., penetró audazmente hasta el Santísimo y sólo halló vacuam sedem et inania arcana (Tác., Hist. 5:9). Según la Mishna (Joma 5:2), en el lugar donde antes había estado el arca, existía una piedra de tres dedos de alta, sobre la que el sumo sacerdote colocaba el incensario cuando entraba allí en el solemne día del Kippur. Sobre qué es lo que contenía el “arca,” el autor de la carta a los Hebreos pone tres cosas: maná, vara de Aarón, tablas de la alianza (v.4). Esto se refiere a los tiempos de Moisés; pues en la época de los reyes ya sólo contenía las tablas de la Ley (cf. 1Re 8:9). Es posible que el resto desapareciera en la agitada época de los Jueces (cf. 1Sa 4:6). – 437 En este contexto, la expresión “tiempo presente” (v.7) alude claramente a la época de Ineconomía mosaica o de preparación, en contraste con la época mesiánica o de la “sustitución” (v.10), que suele ser denominada tiempo “futuro” (cf. 2:5; 6:5). No se trata, pues, de sentido tipológico en orden a la economía cristiana, sino de sentido parabólico en orden a los judíos de entonces, y en general a los hombres todos, sobre la naturaleza de la antigua alianza, imperfecta e ineficaz. – 438 Así interpretamos, siguiendo a la mayoría de los autores modernos, la expresión “a través del tabernáculo mejor y más perfecto” (δια της μείζονος και τελειότερος σκηνής ). Este tabernáculo, que corresponde teóricamente al Santo o primera estancia del santuario mosaico, serían los cielos en sus regiones inferiores, hablando al modo entonces corriente (cf. 2Co 12:2). Atravesando esas regiones, Cristo llega al cielo empíreo, donde mora Dios. Algunos autores, siguiendo a Cayetano y Cornelio a Lapide, interpretan “tabernáculo” como equivalente de Iglesia fundada por Cristo antes de subir al cielo. Esta Iglesia sería el verdadero “Santo,” que da paso para el “Santísimo,” es decir, para el cielo. Otros, siguiendo a San Juan Grisóstomo, creen que el término “tabernáculo” está aquí tomado como equivalente de cuerpo o humanidad de Cristo, dando a δια sentido de instrumentalidad. La expresión sería prácticamente sinónima de “por su sangre” (v.12). últimamente el P. A. Van-hoye, precisando más la sentencia del Grisóstomo, dice que no se trata simplemente del cuerpo de Cristo, al que no sería fácil aplicar que no era “de esta creación” (v.1i), sino del cuerpo resucitado, entendido en toda la profundidad y extensión de su misterio. Creemos que todas estas interpretaciones carecen de apoyo sólido en el texto. – 439 La expresión “en virtud de un espíritu eterno” (δια πνεύματος αιωνίου , ν . 14) no es clara. Algunos creen que es una alusión al Espíritu Santo, que movía a Cristo en sus acciones (cf. Mat 4:1; Mat 12:28) y que tan importante papel desempeña en la vivificación de la humanidad inaugurada en la resurrección de Cristo (cf. Rom 1:4; Rom 8:9-11). Incluso hay códices, y también la Vulgata latina, que tiene “Espíritu Santo” en vez de “espíritu eterno.” Sin embargo, parece más probable que sea una alusión a la naturaleza divina, de la cual Cristo participa, lo que da un valor infinito a su sacrificio. En cuanto a la expresión “obras muertas” (v.14), ya la explicamos poco ha (cf. 6:1). Aquí, en este contexto, se refiere concretamente a las manchas del alma o pecados, con un significado, por tanto, más restringido que en 6:1. – 440 No es necesario advertir que, como es usual en esta carta a los Hebreos, la cita está hecha conforme al texto de los LXX. La diferencia principal con el texto hebreo está en las palabras “me has preparado un cuerpo” (v.6), que el hebreo lee “me has dado oídos abiertos.” SustanciaImente la idea no cambia, pues con ambas frases se alude a la obediencia y docilidad para secundar el querer divino. No cabe duda, sin embargo, que el texto de los LXX resultaba mucho más cómodo al autor de la carta, para poder poner esas palabras en relación con la encarnación de Jesucristo. La frase “está escrito de mí en el volumen del libro” (εν κεφαλίδι βιβλίου γέγραπτα περί εμού , v.?) parece debe ser concebida como un paréntesis, con que se indica la fuente por la que el salmista conoce cuál es la voluntad divina. Esa fuente es el “volumen del libro,” es decir, el libro mismo (genitivo epexegético), concretamente la Sagrada Escritura (cf. 2Re 22:13; Jer 36:2; Eze 2:9). La palabra κεφαλίς (lít. = pequeña cabeza) indicaría simplemente rollo o volumen, que era antiguamente la forma de los libros. No creemos que se aluda específicamente, conforme interpretan algunos, al pomo o pequeña cabeza, que remataba la vara cilindrica, en torno a la cual se envolvía el papiro o el pergamino. ¿Cuál sería el sentido? – 441 Hemos dado a las palabras ύττόστασις y έλεγχος la interpretación que nos parece más probable; pero debemos advertir que su significado exacto es muy discutido. En cuanto a úTrócrrocats (lit. = sub-stantia o lo que está debajo), su sentido primordial y obvio es el de fundamento, apoyo, sostén. Es el que nosotros le hemos dado. Pero, derivado de ese primer significado, aparece a veces el de realidad o consistencia, que es el que aquí prefieren algunos autores. La fe sería “realidad” o consistencia de lo que esperamos, en cuanto que, a lo que todavía no existe históricamente, v.gr., mi resurrección gloriosa, le da realidad y consistencia en mi espíritu, de modo que ya está ejerciendo influjo en mi vida de creyente. Otros prefieren^el sentido de “convicción” o persuasión, con que también a veces aparece la palabra ύττόστασις (cf. 3:14), y que deriva asimismo de aquel que dijimos primordial, de fundamento o sostén. Este término “hypostasis” ha tenido una historia muy movida. En el concilio Niceno se tomó como equivalente de “sustancia” ρ esencia (cf. Heb 1:3), anatematizando a los que dijeran que el Hijo no procedía de la misma hypostasis o esencia que el Padre. Más tarde, sin embargo, el término “hypostasis” se tomará en sentido de persona, que es precisamente lo que el Hijo no tiene común con el Padre. Por lo que se refiere a έλεγχο ?, su sentido obvio y normal es el de prueba o argumento, que es el que nosotros le hemos dado. Algunos autores, sin embargo, traducen por “convicción,” pensando no en el medio o acción de convencer, sino en el convencimiento formal. no vemos razón para esta traducción. – 442 En torno a este personaje se tejieron luego muchas leyendas, de que tenemos claro testimonio en los libros apócrifos, existiendo incluso uno que lleva el nombre de Henoc. Algo parecido sucedió con Elias, de quien también afirma la Sagrada Escritura que fue trasladado al cielo (cf. 2Re 2:11). Ha sido una creencia muy extendida la de que ambos, que no han muerto, han de volver antes de la manifestación mesiánica al fin del mundo. Sin embargo, tengamos en cuenta las palabras del divino Maestro: “En verdad os digo que Elias ha venido ya, y no le reconocieron, antes hicieron con él lo que quisieron. Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista” (Mat 17:12-13). – 443 últimamente, algunos autores, muy pocos, han preferido otra interpretación. Dan a παραβολή el sentido de aventura o peligro, que de suyo parece que puede también tener (cf. παράβολος = audaz, temerario) y se diría simplemente que Abraham recuperó a Isaac “también en aquel extremo peligro.” Esta opinión, más ingeniosa que fundada, probablemente hubiera caído pronto en el olvido a no haber sido recogida en su Lexicón por el P. Zorell, ν . παραβολή . – 444 Guando murió Jesucristo, el monte Calvario estaba ciertamente fuera de los muros de Jerusalén (cf. Jua 19:20). Más tarde, en reconstrucciones posteriores de la ciudad, quedó ya dentro de los muros.

Fuente: Biblia Comentada

El último capítulo de la epístola se enfoca en aspectos éticos esenciales de la vida cristiana. La ética cristiana ayuda a hacer una presentación correcta del evangelio verdadero al mundo, alienta a otros a creer en Cristo y trae gloria a Dios. El primer aspecto es el amor hacia los hermanos en la fe (cp. Jua 13:35). Aunque la referencia básica es a los cristianos, el escritor debió tener emociones similares a las del apóstol Pablo en relación con sus compatriotas hebreos (vea Rom 9:3-4).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Resumen: Este capítulo final de la epístola consiste principalmente en diversas exhortaciones en cuanto a sus deberes como cristianos. Se basan ellas en todo lo que va expuesto en la epístola. Una exhortación sobresaliente es la de no ser llevados por doctrinas extrañas a la que no es sana, sino dejando «Jerusalén» (el judaísmo) atrás, salir a andar identificados como de Cristo, quien padeció «fuera del campamento», porque vamos hacia la ciudad celestial. El autor pide las oraciones de los hermanos, les expresa una bendición, y finalmente les saluda.

13:1 — «Permanezca el amor fraternal». Amor fraternal es la traducción de la palabra griega filadelfia, la cual se emplea en Rom 12:10; 1Ts 4:9; 1Pe 1:22; 2Pe 1:7. Es una palabra compuesta de dos: amor (filos) y hermano (adelfos ). Significa el afecto natural que hay entre hermanos, que se evidencia en la bondad y la simpatía ofrecidas en tiempo de necesidad. Los hebreos manifestaban este amor (Hch 2:44-47; Heb 6:10; Heb 10:33). Aquí la admonición es a que continúe.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LAS EVIDENCIAS DE LA VIDA CRISTIANA

Hebreos 13:1-6

Que no falte nunca entre vosotros el amor fraternal. No dejéis de practicar la hospitalidad; porque hubo algunos que, al cumplir con este deber, acogieron a ángeles sin darse cuenta.

Acordaos de los que están presos; porque ya sabéis por propia experiencia lo que es eso. Acordaos de los que sufren malos tratos, porque lo mismo os puede suceder a vosotros mientras estéis en el cuerpo.
Que el matrimonio sea respetado entre todos vosotros, sin dejar que se corrompa la relación matrimonial. Dios juzga a los que son adúlteros e inmorales en su conducta. Manteneos libres del amor al dinero. Contentaos con lo que tenéis; porque Dios ha dicho: «No te voy a fallar ni a olvidar nunca. » Así es que podemos decir con confianza: «El Señor es el Que me ayuda: no tendré miedo. ¿Qué me pueden hacer los hombres?»

Al llegar al final de la carta, el autor de Hebreos trata de algunos asuntos prácticos. En esta sección bosqueja cinco cualidades esenciales de la vida cristiana.

(i) Está el amor fraternal. Las mismas circunstancias en que vivía la Iglesia Primitiva ponían en peligro a veces el amor fraternal. El mismo hecho de tomar tan en serio su fe era, en cierto sentido, un peligro. En una iglesia que está amenazada desde fuera y desesperadamente en serio por dentro, se presentan siempre dos peligros. Uno es el de «la caza de brujas»; es decir, el complejo de herejía. El mismo deseo de conservar la pureza de la fe provoca el que algunos se dediquen afanosamente a descubrir y eliminar al hereje y al que se ha desviado de la fe. Y el segundo peligro es el de tratar con dureza y despego al que le han faltado la fe o los nervios. La misma necesidad de una lealtad sin contemplaciones en medio de un mundo pagano y hostil tiende a añadir rigor en el trato con el que no tuvo valor para permanecer fiel a la fe en la hora de la crisis. Es una gran cosa mantener la fe en toda su pureza; pero, cuando el deseo de mantenerla nos convierte en inquisidores duros y despiadados; es que ha desaparecido el amor fraternal, y llegamos a una situación que es peor que la que queríamos evitar. Sea como sea, tenemos que combinar dos cosas: la seriedad en las materias de la fe y la amabilidad hacia la persona que se ha desviado.

(ii) Está la hospitalidad. El mundo antiguo respetaba y amaba la hospitalidad. Los judíos tenían un dicho: «Hay seis cosas cuyo fruto come el hombre en este mundo y por las que su estado se eleva en el mundo venidero.» Y la lista empieza por: «Ofrecer hospitalidad al forastero y visitar al enfermo.» Los griegos le daban a Zeus, como uno de sus títulos favoritos, el de Zeus Xenios, que quiere decir, «Zeus, el dios de los forasteros.» El viandante y el forastero estaban bajo la protección del rey de los dioses. La hospitalidad, como dice Moffatt, era un artículo de la religión antigua.

Las posadas eran sucias, caras, inseguras y de mala fama. Los griegos se resistían a que la hospitalidad dependiera del dinero; la profesión de posadero se tenía por sospechosa. En Las Ranas, de Aristófanes, Dioniso le pregunta a Heracles, cuando están hablando de buscar hospedaje, si sabe dónde habrá menos pulgas. Platón, en Las Leyes, habla de un posadero que retenía a los huéspedes hasta que le pagaban el rescate. No deja de ser significativo el que Josefo diga que Rahab, la prostituta que acogió a los exploradores de Josué en Jericó, «tenía una posada.» Cuando Teofrasto describió a un hombre de cuidado en su libro de bocetos de caracteres, dijo que era apto para encargarse de una posada o de un burdel.

En el mundo antiguo había un sistema alucinante de lo que llamaban «amistades de hospedaje.» A lo largo de los años, las familias, hasta cuando habían dejado de estar en contacto, tenían el acuerdo de que, cuando fuera necesario, se ofrecerían hospitalidad mutuamente. Esto era aún más necesario entre cristianos. Los esclavos no tenían un hogar propio al que pudieran ir. Los predicadores y los profetas itinerantes siempre estaban de camino. Por los asuntos normales de la vida, los cristianos tenían que hacer viajes. Las posadas públicas no eran solución, tanto por lo caras e inseguras como por lo inmorales. Habría en aquel tiempo muchos cristianos aislados que peleaban una vida solitaria. El Cristianismo tenía que ser, y ahora también tendría que ser, la religión de la puerta abierta. El autor de Hebreos dice que los que dieron hospitalidad a forasteros, a veces, sin saberlo, acogieron a ángeles de Dios. Está pensando en el ángel que vino a Abraham y Sara para decirles que iban a tener un hijo (Ge 18:1 ss), y en el que vino a Manoa con un mensaje parecido (Jue 13:3 ss).

(iii) Está la solidaridad con los que tienen problemas. Es aquí donde vemos la Iglesia Primitiva en su aspecto más encantador. Sucedía a menudo que a un cristiano le metían en la cárcel, o algo peor. Podía ser por la fe, pero también por deudas, porque muchos de los cristianos eran pobres, o porque los hubieran capturado piratas o bandoleros. Entonces entraba la iglesia en acción.

Tertuliano escribe en su Apología: » Si resulta que hay algunos en las minas; o desterrados a las islas, o encerrados en la cárcel sólo por su fidelidad a la causa de la Iglesia de Dios, se convierten en los protegidos de su confesión.» El orador pagano Arístides decía de los cristianos: «Si se enteran de que uno de su número está en la cárcel o en dificultades por ser cristiano, todos le ofrecen ayuda en su necesidad y, si se le puede redimir, le procuran la libertad.» Cuando Orígenes era joven, se dijo de él: «No sólo estaba al lado de los santos mártires en la cárcel y hasta que los condenaban, sino, cuando los llevaban a la muerte, los acompañaba sin temor al peligro.»

Algunas veces condenaban a los cristianos a las minas, que era como mandarlos a Siberia. Las Constituciones Apostólicas establecían: «Si los impíos condenan a un cristiano a las minas por causa de Cristo, no os olvidéis de él, sino mandarle de los ingresos de vuestro trabajo y sudor para su sustento y apoyo como soldado que es de Cristo.» Los cristianos buscaban a sus hermanos en la fe hasta en las selvas. De hecho había una comunidad cristiana en las minas de Fenón.

A veces había que rescatar a los cristianos que caían en poder de ladrones o bandidos. Las Constituciones Apostólicas establecen: «Todo el dinero que podáis reunir de vuestro trabajo honrado, destinadlo a la redención de los santos, comprando la libertad de esclavos, cautivos o prisioneros, personas maltratadas o condenadas por los tiranos.» Cuando los ladrones de Nmidia se llevaron a sus amigos cristianos, la iglesia de Cartago reunió una cantidad entonces astronón-tica para rescatarlos, y prometió más. Hasta se daba el caso de cristianos que se vendían a sí mismos como esclavos para que se reuniera el dinero necesario para el rescate de sus an-figos.

Estaban preparados hasta a pagar para poderse introducir en la cárcel. Los cristianos se hicieron tan notorios por su ayuda a los presos que, al principio del siglo IV, el emperador Licinio publicó una nueva ley según la cual «nadie podía mostrar amabilidad a los condenados a prisión llevándoles comida, ni tener compasión de los que estaban muriéndose de hambre en la cárcel.» Y se añadía que, a los que descubrieran haciéndolo, se los condenaría a sufrir la misma condena que los que trataban de ayudar.
Estos ejemplos están tomados de la obra de Harnack La expansión del Cristianismo, y se podrían añadir otros muchos. En los- primeros tiempos, ningún cristiano que sufriera por su fe se vería abandonado u olvidado por sus hermanos.

(iv) Estaba la pureza. Lo primero, el matrimonio se respetaba universalmente. Esto podía querer decir una de dos cosas casi opuestas. (a) Había ascetas que despreciaban el matrimonio. Algunos, hasta llegaban a castrarse para llegar a lo que ellos consideraban la pureza. Orígenes, por ejemplo, llegó a ese extremo para poder enseñar el Evangelio también a las jóvenes. Hasta un pagano como el médico Galeno se dio cuenta de que los cristianos «incluyen a hombres y mujeres que se abstienen de cohabitar toda la vida.» El autor de Hebreos insiste, frente a esos ascetas, en que hay que honrar, y no despreciar, el matrimonio. (b) Había quienes estaban en peligro de volver a la inmoralidad. El autor de Hebreos usa dos palabras. Una denota vivir en adulterio; la otra, toda clase de impureza, tal como el vicio contra naturaleza. Los cristianos trajeron al mundo un ideal nuevo de pureza. Hasta los paganos lo reconocían. Galeno, en el pasaje antes citado, añade: «También hay en su número individuos que, en el control y dominio de sí mismos y en su seria búsqueda de la virtud, han alcanzado un nivel no inferior al de los verdaderos filósofos.» Cuando Plinio, el gobernador de Bitinia, examinaba a los cristianos e informaba al emperador Trajano, tenía que admitir, aunque estaba buscando razones para condenarlos, que en sus reuniones en el día de su Señor, «se comprometen bajo juramento, no a cometer ningún crimen, sino a no cometer robos ni hurtos ni adulterios, ni faltar a su palabra o negarse a devolver un depósito cuando se les reclama.» En los primeros tiempos, los cristianos presentaban al mundo tal ejemplo de pureza que hasta sus críticos o sus enemigos no podían por menos de admirar.

(v) Está el contentamiento. El cristiano tenía que mantenerse libre del amor al dinero. Tenía que estar contento con lo que tuviera; ¿y cómo no estarlo si tenía la constante presencia de Dios? Hebreos cita dos grandes pasajes del Antiguo Testamento Jos 1:5 y Sal 118:6 para mostrar que el hombre de Dios no necesita nada más porque tiene siempre consigo la presencia y la ayuda de Dios. Nada que se le pudiera dar sería mayor riqueza.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 13

II. EXHORTACIÓN A UNA VIDA CRISTIANA (13,1-17)

1. PUREZA DE COSTUMBRES (13,1-6).

1 Que el amor fraterno permanezca. 2 No olvidéis la hospitalidad: practicándola, algunos hospedaron ángeles sin saberlo. 3 Acordaos de los presos, como si compartierais con ellos la prisión; de los torturados, como si también vosotros estuvierais dentro de su piel. 4 Téngase en alta estima el matrimonio por parte de todos; y el lecho conyugal quede incontaminado. Pues Dios condenará a fornicarios y adúlteros. 5 Comportaos sin afición al dinero, y que os baste con lo que tenéis. Pues él ha dicho: «No te dejaré ni te abandonare» (Deu 31:6.8; Jos 1:5). 6 Y así, nosotros podemos confiadamente decir: «El Señor es quien me ayuda, nada temeré. ¿Qué me podrá hacer el hombre?» (Sal_1 18:6).

El último capítulo de la carta suena como un suplemento. El tono es más sosegado, las frases aparecen más sencillas y sobrias. Pero el autor desmentiría su propia naturaleza si aun en las exhortaciones más sencillas no insinuara un profundo sentido teológico. Así dice que debe «permanecer» el amor fraterno. Seguramente no se quiere decir tan sólo que los fieles deben, como antes, señalarse en obras de caridad (cf. 6,10; 10,33). Cuando el autor habla de «permanecer», tiene siempre en la mente los bienes celestiales «permanentes» (7,3.24; 10,34; 12,27; 13,14). Ahora bien, entre estos bienes imperecederos se cuenta ante todo la caridad, el amor (cf. 1Co 13:13).

También en la exhortación a la hospitalidad se transparenta el mundo celestial. ¿No refiere el Antiguo Testamento que a veces ángeles se presentaron de incógnito como forasteros pidiendo hospedaje? 66. Así pues, cuide cada uno de no ser tan insensato que se exponga a cerrar la puerta a un enviado de Dios. La carta a los Hebreos habría podido motivar, con razones cristológicas, el deber de la hospitalidad, como se hace en la parábola evangélica del juicio (Mat 25:35). El que escoja más bien a los ángeles depende quizá del interés que a lo que parece, mostraban sus lectores por los espíritus celestiales (cf. Heb 1-2).

Las exhortaciones que siguen van contra dos vicios que en el Nuevo Testamento se mencionan con frecuencia conjuntamente: codicia y lujuria 67. Aquí llama la atención lo razonable y moderado que se muestra el autor. No exige, por ejemplo, como reacción contra el pecado, continencia absoluta y una renuncia radical. Su ideal de pureza sexual es el matrimonio ejemplar, y en lugar de elegir la pobreza voluntaria, deben los fieles contentarse con lo que tienen: actitud que no excluye por principio el disfrute de las riquezas de la tierra con contento y satisfacción. El contento juntamente con la confianza en Dios suenan como virtudes burguesas, y por cierto más de una vez se ha observado frunciendo ligeramente el entrecejo que, con estas exhortaciones, se desvía la carta, a ojos vistas, de las severas normas del sermón de la montaña. Cierto que la Iglesia de la era postapostóica no pudo mantener siempre el arranque y entusiasmo de los comienzos, pero sería un error pensar que el llamado burguesismo cristiano -que resalta todavía más marcadamente en las cartas pastorales- renunciara a imperativos esenciales del Evangelio.

……………

66. Cf. Gén 18-l9; Jue 13; Tob 5-12.

67. Cf. 1Te 4:34; 1Co 5:9.10; 1Co 6:9.10; Efe 5:5.

………….

2. FIDELIDAD (Efe 13:7-17).

7 Acordaos de vuestros dirigentes, los que os predicaron la palabra de Dios: reflexionando sobre el remate de su vida, imitad su fe. 8 Jesucristo es e! mismo ayer, hoy y siempre. 9 No os dejéis extraviar por doctrinas variadas y extrañas, porque lo bueno es que el corazón se robustezca con la gracia, no con alimentos que no aprovecharon a los que andaban en esas observancias. 10 Tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los que ofician en el tabernáculo. 11 Porque los cuerpos de los animales «cuya sangre introduce» el sumo sacerdote «en el lugar santísimo para la expiación por el pecado, se queman fuera del campamento» (Lev 16:27). 12 Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su propia sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad. 13 Por tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, cargados con su oprobio; 14 pues no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. 15 Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre. 16 No echéis en olvido el hacer el bien y el compartir los bienes; porque éstos son los sacrificios que agradan, a Dios. 17 Fiaos de quienes os dirigen, y obedecedlos, pues ellos están velando por vuestras almas como quienes tienen que rendir cuentas. Así esto será para ellos tarea gozosa, y no llena de angustia, lo cual sería perjudicial para vosotros.

Los versículos de este pasaje se mantienen en cohesión mediante la alusión a la autoridad de magisterio de los dirigentes de la comunidad, los que ya murieron (13,7) Y los que todavía viven (13,17). La idea que sirve de enlace parece ser, pues, la firme y constante adhesión a la fe ortodoxa, tal como la enseñó y la enseña la jerarquía de la Iglesia. En los detalles nos encontramos con muy variadas exhortaciones y motivaciones, de modo que podemos preguntarnos si el autor desarrolló consecuentemente el tema central o si quizá se dejó distraer llevado por asociaciones de ideas. En vista de lo enigmático de algunas de sus aserciones, nos parece razonable limitarnos a las instrucciones claras e inequívocas, a fin de que la fuerza de la palabra de la Escritura no se vea debilitada por hipótesis inseguras.

La comunidad de la carta a los Hebreos tenía tras sí una historia bastante larga, como más de una vez lo hemos oído ya en otros pasajes (cf. 2,3; 5,12; 6,10; 10,32-34). Sus primeros misioneros y dirigentes -la carta los menciona con este título que suena muy profano hegumenoi (cf. Hec 15:22; lClem 1,3; 21,6), «dirigentes» «jefes» han pasado ya a mejor vida. Del texto no se deduce con seguridad si dieron la vida como mártires. En todo caso, conservaron fielmente la fe hasta el fin, y los lectores deben tomarlos como ejemplo. Del contexto resulta obvio que en el concepto de fe no se ha de buscar sólo como hasta aquí, el elemento de la constancia, de la firmeza imperturbable, sino también el de la doctrina verdadera, genuina, sin falsificaciones. Por todos los testimonios de la era postapostólica sabemos que en las comunidades se iban abriendo camino las más variadas herejías, especulaciones, ideas y prácticas que por lo regular se designan con el calificativo bastante amplio de gnósticas. Sería sorprendente que en la comunidad de la carta a los Hebreos no se hubieran dejado notar también tales corrientes sincretistas. Con certera visión reconoce el autor lo que distingue a la verdadera fe de las «doctrinas variadas y extrañas»: la confesión de la identidad del Cristo histórico y del pneumático. Mientras que la gnosis descarta al «Jesús de ayer» y se remite únicamente a revelaciones secretas del «Cristo de hoy», del Señor exaltado que habla por el Espíritu, la verdadera fe ve en lo que Jesús enseñó, hizo y padeció, el hecho único, irrepetible y definitivo de la revelación. Más difícil es decir a qué apunta la polémica que sigue. Es probable que algunos de los cristianos influenciados por las falsas doctrinas pensaran que con comer o no comer ciertos manjares se podía lograr la «robustez del corazón». Prescripciones alimentarias fundadas en creencias ha habido en todo tiempo y en casi todas las religiones. No hay por tanto que pensar precisamente en las prescripciones judías sobre la pureza legal, pues también en círculos gnósticos existía la abstención de determinados manjares con el fin de evitar que el yo pneumático se contaminara con la materia mala (cf. 1Ti 4:3). Por el contrario, a determinados manjares se atribuía una virtud especial de alimentar la naturaleza celestial del hombre, y contra tales ideas se dirige con la mayor resolución nuestra carta. La «robustez del corazón» no la alcanza el cristiano con manjares, sino con la gracia, y esta gracia -así debemos creerlo- sólo viene de la cruz de Cristo. Así pues, que nadie piense que puede alcanzar la salvación comiendo manjares «sagrados». Quien quiera entrar en la «ciudad futura», tiene que participar en el oprobio de Cristo y estar dispuesto a abandonar este mundo.

Pero quizá se pueda ilustrar todavía mejor el trasfondo de esta polémica. La carta razona la inutilidad de los ritos religiosos alimentarios con la prescripción veterotestamentaria -interpretada en sentido cristiano-, según la cual en la gran fiesta de la expiación debían quemarse fuera del campamento los cuerpos de los animales sacrificados. Así pues, para los sacerdotes, para los que oficiaban en el tabernáculo, no había comida sacrificial. Lo mismo sucede, parece querer decir el autor, con el altar cristiano. Tampoco en él hay comida sacrificial que haga superflua la autentica participación en la cruz de Cristo y garantice la bienaventuranza únicamente mediante la comida del manjar sagrado. No se nos ocultan las dificultades de tal exégesis. En efecto, da casi la sensación de que el autor niega la existencia de un banquete eucarístico, de que considera el culto cristiano sólo como un sacrificio espiritual de alabanza y que antepone la beneficencia y el sentido comunitario -«hacer el bien», «compartir los bienes»-a todo rito litúrgico. Ahora bien, antes de rechazar sin discusión posible la interpretación antisacramental -más exacto sería decir «antisacramentalista»-, habría que reflexionar sobre si nuestra moderna devoción eucarística no ha incurrido en malentendidos análogos a los que combate la carta a los Hebreos. Pensemos, por ejemplo, en la excesiva valoración de las estadísticas de comuniones, en el descuido de la liturgia de la palabra, en el prejuicio tan arraigado de que la participación en el sacrificio eucarístico y la comunión son más meritorias y tienen más valor religioso que las obras de caridad o la imitación real de Cristo crucificado. Quien quisiera hoy -a la manera del autor de la carta a los Hebreos- hacer la crítica de concepciones y prácticas ritualistas, debería prepararse a ser mirado con malos ojos por superiores eclesiásticos. Así pues, surge hoy para el predicador, el teólogo o el laico que quiere también pensar con responsabilidad, un problema en el que seguramente no pensaba todavía el autor de nuestra carta cuando formulaba esta exhortación: «Fiaos de quienes os dirigen y obedecedles» (1Ti 13:17). ¿Hay que obedecer sin más a la autoridad eclesiástica cuando a ésta le falta objetivamente la razón? Nosotros opinamos que la obligación de obedecer se mantiene en pie siempre, exceptuando únicamente el caso de que un superior eclesiástico ordene algo pecaminoso. Pero opinamos también que las formas en que se practica la obediencia no deben inspirarse ya en los modelos anticuados de una sumisión militar o absolutista. Donde se trata de verdad o de derecho, no puede haber obediencia de cadáver u obediencia de juicio. La obediencia que debemos a la autoridad eclesiástica, no puede separarse de la obediencia a la palabra de la Escritura, al Evangelio y a la propia conciencia. Por consiguiente, nosotros aligeramos a los superiores su grave deber pastoral, del que un día han de «rendir cuentas» si -con responsabilidad, prudencia y circunspección- seguimos luchando por lograr un conocimiento lo más completo posible de la verdad sin dejarnos desanimar por malentendidos y limitaciones humanas.

CONCLUSIÓN 13,18-25

18 Orad por nosotros; pues creemos confiadamente tener buena conciencia, dado nuestro deseo de portarnos bien en todo. 19 Insisto especialmente en que hagáis esto, para que cuanto antes os sea yo devuelto. 20 Y el Dios de la paz, que levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran pastor de las ovejas, por la sangre de la alianza eterna, 21 os haga aptos en todo lo bueno para cumplir su voluntad, realizando en nosotros lo que él quiere por medio de Jesucristo, a quien sea rendida gloria por los siglos de los siglos. Amén. 22 Otra cosa os ruego, hermanos: soportad este discurso de exhortación. Después de todo, no me he extendido mucho. 23 Sabed que nuestro hermano Timoteo está ya fuera de la cárcel. Con él iré a veros, si es que llega pronto. 24 Saludad a todos vuestros dirigentes y a todo el pueblo santo. Os saludan los de Italia. 25 La gracia sea con todos vosotros.

En los versículos de la conclusión sale el autor un tanto del anonimato. Sin embargo, los datos no bastan para esclarecer la oscuridad en que está envuelto el origen de la carta. De todos modos, más que las cuestiones históricas sobre cuándo, dónde, por quién y a quién o a quiénes fue escrita la carta, importan para una lectura espiritual de la Escritura las declaraciones e instrucciones que se pueden realizar en nuestra vida. Tenemos en primer lugar la petición de oraciones que el autor dirige a los lectores u oyentes de la carta. No sabemos qué motivo especial tenía tal petición, si es que el que escribía la carta se veía perseguido, mirado como sospechoso o se hallaba incluso en prisión. En todo caso desea volver a ver pronto a los destinatarios, para lo cual deben ayudarle las oraciones. Se trata, por tanto, de un asunto completamente humano y personal, lo que, naturalmente, no excluye que la comunidad ore también por el progreso espiritual, por la salud del alma de su pastor. La idea de que los fieles están obligados a orar por sus apóstoles, por sus misioneros, por sus predicadores y maestros es tan antigua como la Iglesia misma y se basa en la oración de Jesús por sus discípulos 68 Nosotros creemos que una unión de oraciones entre las comunidades y los pastores de almas, aparte su inmediato sentido religioso práctico, puede contribuir además a promover la debida comprensión del ministerio eclesiástico. En efecto, el sacerdote cristiano no es sólo un mediador e intercesor en favor de la comunidad instituido (y pagado) oficialmente, deber, que, por lo demás, no se tomará nunca suficientemente en serio, sino que también él mismo tiene necesidad de la oración de los fieles, del «orad hermanos» a fin de que su ministerio sea agradable a Dios. Esta dependencia de la oración de la comunidad debería preservar a los sacerdotes de toda arrogancia clerical y vanidad de clase.

El autor formula luego, en cierto modo como contrapartida de su petición de oraciones por sus asuntos personales, una solemne oración en favor de la comunidad. El texto, que termina con una breve doxología litúrgica, vuelve a traer todavía a la memoria la obra salvífica de Dios que triunfa de la muerte. El «Dios de la paz» 69 «levantó de entre los muertos» al «gran pastor de las ovejas» (cf. Isa 63:11-13), imagen de gran efecto, que hace pensar en el sumo sacerdote, «promotor» (Isa 12:2), a lo que todavía aluden las palabras «por la sangre de la alianza eterna». Esta es la primera y única vez que en la carta se habla de la resurrección de Jesús; también el objeto de la bendición tiene un acento muy paulino: que Dios realice en nosotros lo que él quiere por medio de Jesucristo 79. Así pues, nosotros no podemos «cumplir» en modo alguno la «voluntad de Dios» (cf. 10,7.9.36), si Dios mismo no nos «hace aptos» para ello. En el texto griego se halla aquí la misma palabra (katarsisai) que en 10,5, donde, apoyándose en el Sal 40:7, hablaba el autor de la «preparación» del cuerpo de Cristo por Dios. También allí se trataba de «cumplir la voluntad de Dios» (Sal 10:7).

En la última recomendación ruega el autor a los lectores que soporten el sermón, el «discurso de exhortación» de la carta. Como para excusarse añade que después de todo «no se ha extendido mucho», ha sido breve (cf., en cambio,Sal 5:11). Seguramente que ya en la antigüedad eran muy variadas las opiniones sobre lo que se ha de entender por un sermón breve o largo. En todo caso, para nuestro gusto de hoy, los 13 capítulos de la carta leídos de una vez en público, habrían sido de una extensión insoportable. Pero probablemente no se trata aquí de la brevedad o extensión de la carta. El autor no ha escatimado censuras, reproches y palabras conminatorias, por lo cual tiene razón de temer que algunos miembros de la comunidad, que se sienten aludidos más en particular, no estén muy conformes y desestimen todo su escrito. Además hay en la carta, como lo sabe muy bien el autor mismo, razonamientos bastante difíciles. Así pues, se necesita efectivamente «constancia» y un empeño muy serio para acoger fructuosamente el mensaje de la carta. Este «soportar», «retener» y hacer fructificar con paciencia la palabra de Dios (cf. Luc 8:15) parece haber representado un verdadero problema en la era postapostólica. No se quiere ya «soportar la enseñanza sana, sino que llevados del propio capricho, se rodean de maestros para que les halaguen el oído» (2Ti 4:3).

¿Es muy distinta hoy día la situación? A pesar del movimiento bíblico y del entusiasmo, que hoy está de moda, por la Biblia, también a nosotros nos falta con frecuencia la paciencia necesaria para hacer que crezca y madure en nosotros la palabra de Dios que exhorta, consuela y pone en guardia. Los unos querrían fijar el sentido de la Escritura como a priori y en una forma que se imponga de una vez para siempre, temen la fatiga y el riesgo de comprometerse a vida y muerte con la palabra de Dios, «más tajante que espada de dos filos» (cf. 4,12); otros proclaman día tras día sus nuevas ideas como la última palabra de la sabiduría, sin tener tampoco paciencia para aguardar a que Dios mismo revele los secretos de su palabra al espíritu que escudriña y ora humildemente. Ahora bien, si Dios tiene tanta paciencia con nosotros, si nos soporta a pesar de nuestras debilidades y de nuestra malicia, ¿no deberíamos también nosotros soportar con más paciencia su palabra, que con frecuencia nos suena tan enigmática y extraña.

…………….

68. Cf. Luc 22:32; Jua 17:9-19; Mat 9:38; 1Te 5:22; Rom 15:30-32;

69. Cf. 1Te 5:23; 2Co 13:11; Rom 15:33; Rom 16:20.

70. Cf. 1Te 2:13; Flp 2:13; Efe 2:10.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Jua 13:34; Rom 12:10; 1Ts 4:9; 1Pe 1:22; 2Pe 1:7; 1Jn 3:10-18.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La adoración y la vida cotidiana

Los lectores son desafiados a perseverar en el tipo de expresiones prácticas de amor y fe paciente previamente encomendado (p. ej. 6:10-12; 10:32-36). Prosiguiendo la línea de 12:28, 29, el pasaje sugiere que el servir a otros de la manera que Dios indica es una dimensión importante de nuestra adoración (v. 16). Sin embargo, también es verdad que servimos a Dios ofreciéndole alabanza por medio de Jesucristo, en cada área de nuestra vida (v. 15). Cuando el autor vuelve otra vez a mostrarnos cómo el cristianismo cumple y reemplaza el modo de adoración asociada con el tabernáculo (vv. 10-14), se hace claro que las formas tradicionales de pensar sobre la “religión” deben ser transformadas radicalmente por el evangelio.

1-8 Servimos a Dios amando a otros creyentes con amor fraternal (DHH, “como hermanos”), hospedando a los extraños (DHH, “los que lleguen a su casa”), ministerio que a veces es recompensado de maneras sorprendentes como en Gén. 18-19), recordando a los presos o a los afligidos como si estuviéramos compartiendo sus experiencias, siendo fieles en el matrimonio y evitando la inmoralidad sexual. Dios también es honrado por aquellos que se mantienen sin amor al dinero y están contentos con lo que tienen. El secreto de tal contentamiento es el aprender a confiar en Dios para lo que sea necesario (como lo indican las citas de Deut. 31:6 y Sal. 118:6, 7). Los lectores también son alentados a agradar a Dios, recordando el estilo de vida de aquellos dirigentes que fueron los primeros en llevarles el evangelio, e imitando su fe. Los líderes vienen y se van, pero Jesucristo, en quien ellos confiaron y a quien siguen, es el mismo hoy como lo fue ayer. También seguirá siendo el mismo por los siglos (cf. 1:8-12), o sea el fundamento definitivo para la fe y la obediencia cristianas.

9, 10 Aparece una nota negativa con la advertencia de no ser llevados de acá para allá por diversas y extrañas doctrinas. El autor se refiere sólo a las comidas rituales que nunca aprovecharon a los que se dedican a ellas. Ciertos alimentos y quizá ciertas comidas ceremoniales se ofrecían a los lectores como si fueran útiles para la nutrición de sus vidas espirituales. Sin embargo, es por la gracia de Dios y no por las reglas sobre la comida que el corazón haya sido afirmado (cf. Rom 14:17; 1 Cor. 8:8; Col. 2:16, 20-23). Las leyes sobre alimentos están entre los “reglamentos externos”, ya superadas y obsoletas por la obra de Cristo (9:10). Con la insistencia de que tenemos un altar, el autor vuelve al modelo de argumento que dominó los capítulos centrales de su libro: el sumo sacerdocio, los sacrificios y el santuario del AT encuentran su cumplimiento en la persona y obra de Jesucristo. Altar es otro término del culto usado en forma abreviada y figurada para referirse al sacrificio de Cristo. Aquellos sacerdotes judíos que sirven en el tabernáculo y que están autorizados a beneficiarse de sus sacrificios (p. ej. Lev. 7:5, 6; Núm. 18:9, 10) no tienen derecho de comer del altar del nuevo pacto. Ellos, junto con cualquier otro relacionado con esa forma de culto, están siguiendo la “sombra” en vez de la realidad (8:5; 10:1). El autor de Heb. no extrae aquí la inferencia de que los cristianos pueden, ni aun en sentido metafórico, comer de su altar o beneficiarse en forma sacramental del sacrificio definitivo de Cristo. Es notable que aquí no haya un estudio de la cena del Señor en este contexto, ni siquiera en el plano de corregir falsos criterios de la comida en comunidad.

11-14 Una nueva reflexión sobre el ritual del día de la expiación lleva al autor a una observación significativa: los cuerpos de las víctimas del sacrificio eran quemados fuera del campamento (Lev. 16:27). Dejar el área donde los israelitas estaban acampados en el desierto, aun por un deber sagrado, hacía que la persona se tornase impura y necesitada de un rito de purificación antes de poder reingresar al campamento (Lev. 16:28). ¡De modo que cuando Jesús sufrió fuera de la puerta de Jerusalén, su ofrenda carecía de limpieza y santidad de acuerdo con esas tradiciones! Pero, paradójicamente, es su sacrificio el que santifica al pueblo de acuerdo con el nuevo pacto (v. 12; cf. 10:10). La muerte de Jesús señala el fin de todo el modo de pensar sobre la religión y la adoración. Los cristianos que han sido limpiados y consagrados a Dios por el sacrificio de Cristo no deben seguir refugiándose en lugares sagrados y en actividades rituales, sino que deben salir a él, fuera del campamento, llevando su afrenta (v. 13; cf. 12:2-4). Para los primeros lectores esto significaba romper definitivamente con el judaísmo e identificarse con aquel que era considerado como maldito por la forma en que murió (cf. Gál. 3:13). El lugar del servicio o de la adoración cristiana ¡es la impureza del mundo en que reinan la incredulidad y la persecución! Sin embargo, en ningún lugar de este mundo encontraremos el cumplimiento de nuestras esperanzas porque buscamos la ciudad que ha de venir (v. 14: cf. notas sobre 4:3-5; 12:22-24).

15-17 El pasaje llega a la conclusión con otras dos explicaciones de lo que significa la adoración bajo el nuevo pacto. Por medio de él (Jesucristo), los cristianos han de ofrecer siempre a Dios sacrificio de alabanza. En lenguaje tomado de Ose. 14:2, según la Septuaginta, este sacrificio se describe como fruto de labios que confiesan su nombre. En otras palabras, es un sacrificio que consiste en alabanza, reconociendo públicamente el nombre o carácter de Dios. Esto puede ocurrir cuando los cristianos se reúnen para alentarse unos a otros (cf. 10:24, 25), o cuando confiesan a Cristo delante de los incrédulos en el mundo. Hacer el bien y compartir con otros es también culto aceptable porque tales sacrificios agradan a Dios (cf. Stg. 1:26, 27). Tales sacrificios no deben ser considerados como una forma de cultivar el favor de Dios, dado que la adoración cristiana tiene el propósito de expresar gratitud por el amor que él nos mostró primero (cf. 12:28). Aunque es obvio que el autor está preocupado antes que nada por las expresiones prácticas del compañerismo entre cristianos (cf. 10:32-34; 13:1-3), también hay muchas oportunidades de servir en sus necesidades a los que están fuera de la fraternidad cristiana. En vez de volver a las formas judaicas de pensar o de ser influenciados por enseñanzas extrañas de otras fuentes, los lectores son urgidos a obedecer a sus actuales dirigentes y someterse a ellos (v. 17). Deben hacerlo reconociendo la responsabilidad especial de líderes cristianos y la necesidad de alentarlos en el papel que Dios les ha dado.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

13.1-5 El amor verdadero a los demás produce acciones tangibles: (1) hospitalidad hacia los extranjeros (13.2); (2) solidaridad con quienes se hallan en la cárcel y con quienes son maltratados (13.3); (3) respeto por los votos matrimoniales (13.4); y (4) satisfacción con lo que se tiene (13.5). Asegúrese de que su amor avanza con la suficiente profundidad al grado que afecte su hospitalidad, solidaridad, fidelidad y contentamiento.13.2 Tres personalidades de la Biblia «sin saberlo, hospedaron ángeles»: (1) Abraham (Gen 18:1ss), (2) Gedeón (Jdg 6:11ss), y (3) Manoa (Jdg 13:2ss). Algunos dicen que no pueden ser hospitalarias porque sus hogares no son lo bastante amplios o cómodos. Pero aun si usted tiene sólo una mesa y dos sillas en una habitación alquilada, hay personas que se van a sentir agradecidas al pasar un tiempo en su casa. ¿Hay visitantes en su iglesia a quienes pudiera darles alguna comida? ¿Conoce a personas solteras que disfrutarían de pasar una tarde conversando? ¿De alguna manera su hogar podría suplir las necesidades de los ministros itinerantes? Hospitalidad simplemente significa lograr que otras personas se sientan cómodas y en casa.13.3 Debemos sentirnos solidarios con quienes están presos, sobre todo con los creyentes que han perdido la libertad debido a su fe. Jesús dijo que sus discípulos verdaderos visitarán a los que están en la cárcel como sus representantes (Mat 25:36).13.5 ¿Cómo podemos aprender a contentarnos? Esfuércese por vivir con menos en lugar de desear más; despréndase de sus bienes en vez de querer acumular. Deléitese con lo que tiene en lugar de estar resentido por lo que se está perdiendo. Contemple el amor manifestado por Dios en lo que El ha provisto y recuerde que el dinero y los bienes pasarán. (Véase Phi 4:11 para más sobre el contentamiento y 1Jo 2:17 sobre la futilidad de nuestros deseos terrenales.)13.5, 6 Nos sentimos contentos cuando disfrutamos de la provisión de Dios para satisfacer nuestras necesidades. Los cristianos que se convierten en materialistas dicen con sus acciones que Dios no es capaz de cuidar de ellos, o que al menos El no quiere cuidarlos en la forma que quisieran. La inseguridad puede conducir al amor al dinero, sin que importe que seamos ricos o pobres. El único antídoto es confiar en Dios para suplir todas nuestras necesidades.13.7 Si usted es cristiano, tiene una gran deuda con quienes le enseñaron y fueron ejemplos de lo que usted necesitaba saber del evangelio y de cómo llevar la vida cristiana. Continúe los buenos ejemplos de quienes han invertido parte de ellos mismos en usted en la evangelización, el servicio y la educación cristiana.13.8 A pesar de que los líderes humanos tienen mucho que ofrecer, debemos fijar nuestros ojos en Cristo, nuestro guía supremo. A diferencia de los líderes humanos, El nunca cambiará. Cristo ha sido y será el mismo por siempre. En un mundo cambiante podemos confiar en nuestro Señor que no cambia.13.9 Al parecer algunos enseñaban que para ser salvos era necesario observar los rituales y ceremoniales del Antiguo Testamento. Pero esas leyes fueron inútiles para conquistar los pensamientos y malos deseos de una persona (Col 2:23). Las leyes pueden influir en la conducta de una persona pero no pueden cambiar el corazón. Los cambios definitivos en la conducta de cada persona comienzan cuando el Espíritu Santo vive en el corazón.13.13 Los cristianos judíos eran ridiculizados y perseguidos por judíos que no creían en Jesucristo como el Mesías. Gran parte de Hebreos les dice que Cristo es mucho más grande que el sistema expiatorio. Ahora el escritor llega al punto culminante de su extenso argumento: será necesario salir del «campamento» y sufrir con Cristo. Estar fuera del campamento significaba no estar limpio. En la época del éxodo quienes estaban ceremonialmente impuros debían permanecer fuera del campamento. Pero Cristo sufrió humillación fuera de las puertas de Jerusalén en nuestro favor. El tiempo había llegado para que los cristianos judíos declararan su lealtad a Cristo por encima de cualquier otra lealtad, para que optaran por seguir al Mesías sin que importara el sufrimiento que pudiera significar. Tuvieron que salir fuera del confinamiento que les daba la seguridad de su pasado, sus tradiciones y sus ceremonias, para vivir por Cristo. ¿Qué lo detiene para ser totalmente leal a Jesucristo?13.14 No debemos estar atados a este mundo, porque todo lo que somos y tenemos es temporal. Sólo nuestra relación con Dios y nuestro servicio a El permanecerá. No almacene sus riquezas aquí; hágalo en el cielo (Mat 6:19-21).13.15, 16 Como estos cristianos judíos, debido a su testimonio en favor del Mesías, no pudieron seguir adorando con otros judíos, debían considerar la alabanza y los actos de servicio como sus sacrificios; los que podían ofrecer en todo lugar, en todo tiempo. Eso debiera recordarles las palabras del profeta Oseas: «Quita toda inmundicia y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios» (Hos 14:2). Un «sacrificio de alabanza» hoy podría incluir: gratitud a Cristo por su sacrificio en la cruz y el decírselo a otros. Agradan a Dios sobre todo los actos de bondad y de ayuda mutua, aun cuando pasen inadvertidos para los demás.13.17 La tarea de los líderes de la iglesia es ayudar a que la gente madure en Cristo. Los discípulos que colaboran facilitan grandemente el peso del liderazgo. ¿Su conducta les da a sus líderes razón para hablar de usted con regocijo?13.18, 19 El escritor reconoce la necesidad de orar. Los líderes cristianos son vulnerables a las críticas de los demás, al orgullo (si tienen éxito) y a la depresión (si fracasan), y constantemente Satanás procura anular la obra que hacen para Dios. ¡Ellos necesitan con urgencia nuestras oraciones! ¿Por quién ora usted regularmente?13.21 Este versículo incluye dos resultados importantes de la muerte y resurrección de Cristo en nuestra vida. Dios obra en los cristianos para producir la clase de personas que le agradan, y nos prepara para llevar a cabo la obra que le agrada. Permita que Dios primero lo transforme en su interior y luego lo use para ayudar a los demás.13.23 No tenemos datos del encarcelamiento de Timoteo, pero entendemos que había estado en la cárcel porque este pasaje afirma que fue puesto en libertad. Para mayores datos acerca de Timoteo, véase 1 Timoteo 2.13.24, 25 Hebreos es un llamado a la madurez cristiana. Fue dirigida a los cristianos judíos del primer siglo, pero es pertinente para los creyentes en toda época y de cualquier cultura. Madurez cristiana significa hacer de Cristo el principio y el fin de nuestra fe. Para madurar, debemos centrar nuestra vida en El, no depender de ceremoniales religiosos, no volver a caer en pecado, no confiar en nosotros mismos y no permitir que se interponga algo entre Cristo y nosotros. Cristo es suficiente y superior.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 679 1Ts 4:9; 1Pe 1:22

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 super (1) O, continúe.

1 super (2) Este capítulo, como lo indica su contenido, se escribió para que fuera apropiada la vida de iglesia. Casi todo lo mencionado aquí, tal como el amor fraternal y la hospitalidad, tiene como objetivo la vida de la iglesia, y no solamente la vida cristiana.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

69 (VI) Exhortación final, bendición y saludos (13,1-25). 2. Cf. Gn 18,1-8. 7-8. Los antiguos dirigentes de la comunidad, cuya fe hay que imitar, murieron, pero Jesús sigue sien­do para siempre el sumo sacerdote de la comu­nidad (cf. Filson, «Yesterday» [→ 5 supra] 30-35) . 9. doctrinas diversas y extrañas: Éstas se relacionan con «alimentos», que, a diferencia de la gracia, nada aprovechan a quienes viven de ellos. En Heb, la palabra gr. broma, «alimen­to», sólo se usa otra vez en 9,10. G. Theissen ve ambos versículos como un menosprecio del culto sacramental cristiano; la aparente polé­mica antijudía de 9,9-10 es sólo una manera de reducir la eucaristía cristiana a la categoría de un rito del AT (Untersuchungen zum Hebraerbrief [SNT 2, Gütersloh 1969] 69-79). H. Koes­ter sostiene que «lo que aquí se ataca como bromata es la doctrina cristiana -pero heréticade la comunión directa con lo divino en el sacra­mento o en cualesquiera otras reglas y ritos» (HTR 55 [1962] 315). Para una crítica de estas opiniones, véase J. Thompson, Beginnings (→ 3 supra) 141-51. El v. 10 indica que los «alimen­tos» inútiles tal vez sean las comidas sacrificia­les del judaismo. 10. tenemos un altar… no tie­nen derecho a comer: La posición enfática de las primeras palabras supone que ésta es una res­puesta a la acusación de que los cristianos es­tán en desventaja en lo tocante a sacrificios. El «altar» probablemente significa el sacrificio de Cristo, en el cual participan los creyentes. No hay ninguna razón convincente para tomar es­to como una referencia a la eucaristía (cf. Kuss, Auslegung [–> 8 supra] 1.326-28; R. Williamson, NTS 21 [1974-75] 300-12). Si, según parece, el autor no habla de la eucaristía ni en este ni en otro lugar, la razón tal vez sea que no la consideraba un sacrificio. Esto parece más probable que la hipótesis de que pertenecía a una comunidad que no tenía celebración eucarística alguna (Williamson, ibid. 309-10). 11. Cf. Lv 16,27. 12. Comparación bastante ine­xacta entre el ritual del día de la expiación y el sufrimiento de Jesús «fuera de la puerta» de Jerusalén. 20. Única referencia explícita en Heb a la resurrección; pero véase el comen­tario a 1,3. el gran pastor de las ovejas: cf. Is 63,11. 22-25. Estos versículos, junto con el v. 19, pueden constituir el final epistolar de Heb, añadido con ocasión del envío de la homilía a algún grupo de cristianos (–> 5 supra). 22. pa­labra de exhortación: –> 5 supra. Timoteo: –> Car­tas pastorales, 56:3. 24. los de Italia: –> 5 supra.
[Traducido por José Pedro Tosaus Abadía]

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

O, Continúe

Fuente: La Biblia de las Américas

[1] Escrita a Hebreos, por lo que El querrá decir entre las dos casas que han entrado el Renovado Pacto.

[2] No Israelitas (incrédulos), o aún mensajeros celestiales.

[3] Esto significa que el enseño y guardo la Torah entonces. Y lo hizo Israel como una esposa también. Ya que El es el mismo por siempre, son Sus seguidores los que han cambiado para lo peor en estilos de vida y culturas anti-Torah, todo mientras le profesaban a El como Rey.

[4] Extraño, como en extraños, como en enseñanzas y costumbres fuera de laTorah.

[5] Debemos estar más preocupados con asuntos espirituales que con comidas, dietas, hiervas y perdida de peso.

[6] Fuera del campamento en el este, hacia el oeste, donde estaba Gólgota.

[7] Sin Su verdadero nombre, el agradecimiento no es considerado kosher. Primera Pedro

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[5] Jos 1, 5.[6] Sal 118 (117), 6.[9] Las víctimas sacrificadas, según la ley de Moisés.[10] Que es el mismo cuerpo de Jesucristo.[11] Lev 16, 27.[15] Y le den gracias por habernos dado a Jesús como Mediador y Salvador. Os 14, 3; Sal 50 (49), 23.

Fuente: Notas Torres Amat