Comentario de Santiago 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la dispersión: Saludos.
1:1 — «Santiago». Tocante a esta persona, Véase INTRODUCCIÓN, III, página 3.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Santiago. Mat 10:3; Mat 13:55; Mar 3:18; Luc 6:15; Hch 1:13; Hch 12:17; Hch 15:13; Hch 21:18; Gál 1:19; Gál 2:9, Gál 2:12; Jud 1:1.
siervo de Dios. Jua 12:26; Rom 1:1; Flp 1:1; Tit 1:1; 2Pe 1:1.
a las doce tribus. Éxo 24:4; Éxo 28:21; Éxo 39:14; 1Re 18:31; Esd 6:17; Mat 19:28; Hch 26:7; Apo 7:4.
que están en la dispersión. Lev 26:33; Deu 4:27; Deu 28:64; Deu 30:3; Deu 32:26; Est 3:8; Eze 12:15; Jua 7:35; Hch 2:5; Hch 8:1; Hch 15:21; 1Pe 1:1.
salud, o saludos. Hch 15:23; Hch 23:26; 2Ti 4:21.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
RESUMEN DE SANTIAGO
Santiago, el hijo de Alfeo, el hermano de Jacobo, y el pariente cercano de nuestro Señor, llamado también Santiago el Menor, probablemente porque era de menor estatura, o más joven, que el otro Jacobo, el hijo de Zebedeo, generalmente está permitido ser el escritor de esta epístola; y los pocos que han dudado de esto han asignado muy pocas razones para su desacuerdo, y adelantaron argumentos muy débiles en el otro lado. Está registrado en la historia eclesiástica, y el libro de los Hechos de los Apóstoles confirma el hecho de que generalmente residía en Jerusalén, supervisando las iglesias en esa ciudad, y en los lugares vecinos, hasta el final de su vida, que terminó. por martirio alrededor del año 62. Esta epístola parece haber sido escrita, pero poco tiempo antes de su muerte; y es probable que las reprensiones agudas y las terribles advertencias dadas en él a sus compatriotas excitaran la furia persecutoria que terminó con su vida. Tiene un estilo católico, o General, porque no fue dirigido a ninguna iglesia en particular, sino a la nación judía a través de sus dispersiones. Aunque su autenticidad fue puesta en duda durante un tiempo considerable, sin embargo, su inserción en la antigua versión siríaca, que se ejecutó a fines del primero, o al comienzo del siglo II, y la cita de, o alusión a ella, por Clemente de Roma, Hermas e Ignacio, y sus citas por Orígenes, Jerónimo, Atanasio y la mayoría de los escritores eclesiásticos posteriores, así como su evidencia interna, son ampliamente suficientes para probar el punto.Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El gozo debe permear nuestras vidas, aun en las pruebas, Stg 1:1-4;
buscando la paciencia a Dios, Stg 1:5-12;
y en nuestras pruebas no atribuirle nuestra debilidad o pecado a él, Stg 1:13-18,
sino mas bien aguzar el oído a la palabra, meditar en ella, y ser hacedores de ella, Stg 1:19-25.
De lo contrario los hombres podrán parecer, pero nunca ser, verdaderamente religiosos, Stg 1:26, Stg 1:27.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
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EXISTEN LIBROS «HÁGALO USTED MISMO» QUE EXPLICAN, CON HERMOSOS cuadros e ilustraciones, cómo hacer las cosas; desde cómo reparar un coche hasta el empapelado de un dormitorio. La epístola de Santiago es el libro del «cómo hacerlo» de la vida cristiana. Es uno de los libros más prácticos del Nuevo Testamento porque ofrece instrucción y exhortación a los cristianos con problemas, como ocurre con todos nosotros.
Como si las pruebas mismas no fueran lo suficientemente malas, Santiago indica los peligros que vienen de ellas. Además de la trampa obvia de no poner nuestra confianza en el Señor y de no resistir, Santiago habla del prejuicio, del hablar impropio, de juzgar a otros, de dejar a Dios fuera de nuestros planes, y aun de la amargura. Como autor de un libro «cómo hacerlo», Santiago explica en pocas palabras las responsabilidades del cristiano mientras suministra buenas ilustraciones de diferentes esferas de la vida cotidiana tales como la navegación y la equitación.
La epístola de Santiago es más práctica que doctrinal. Sin embargo, Santiago contiene declaraciones teológicas. Dios es «el Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación» (Stg 1:17), con lo que quiere decir que Él es el Creador y es inmutable. Jesús es «glorioso Señor» (Stg 2:1), una referencia a la deidad de Jesús. Santiago afirma que Jesús viene otra vez (Stg 5:7-8), y cuando lo haga, juzgará a toda la humanidad (Stg 5:9).
Pero el tema teológico más importante en Santiago es la fe y las obras (Stg 2:14-26). Muchos afirman que Santiago habla de la fe verdadera frente a la fe falsa. Pero parece que Santiago no cuestiona si los destinatarios eran creyentes genuinos; repetidamente los llama «hermanos», «hermanos míos» o «mis amados hermanos» (Stg 2:1, Stg 2:14). Se refiere claramente a personas que ejercitaban la fe salvadora. Por lo tanto, lo que Santiago dice tiene que ver con la fe sin obras. A la fe sin obras la llama «muerta», indicando que era una fe que alguna vez estuvo viva (Stg 2:17, Stg 2:26). Para Santiago el resultado natural de la fe son las obras. Cuando una persona cree verdaderamente en algo, actuará en conformidad con esa creencia. Con esta carta, Santiago hace sonar un llamado para despertar a todos los cristianos: «¡Pon en línea tu vida con lo que crees!»
La salutación identifica a los lectores de Santiago como «las doce tribus que están en la dispersión». Algunos creen que la carta fue dirigida a todos los judíos que vivían fuera de Palestina, incluidos judíos cristianos y no cristianos. Sin embargo, esto parece improbable, dado que Santiago se define como seguidor de Cristo y se refiere a sus lectores como comunidad de creyentes (Stg 1:18; Stg 2:1, Stg 2:7; Stg 5:7). Otros sostienen que la salutación es una referencia figurada a todas las iglesias cristianas, representadas simbólicamente por el antiguo Israel. Esto tampoco es probable, dado que la carta contiene elementos judaicos reconocibles. Hay además una tercera posibilidad, que los lectores fueran cristianos judíos que vivían fuera de Palestina. Puesto que la carta era una circular que pasaba de iglesia a iglesia no se hace referencia a una destinación geográfica específica.
Parece que la mayoría de los destinatarios eran pobres y sufrían la opresión impuesta por sus conciudadanos judíos, entre los cuales vivían. Evidentemente algunos de estos cristianos judíos habían sido apresados y despojados de sus posesiones y medios de vida. En tales condiciones cayeron en las garras de la mundanalidad, peleaban entre ellos, hacían acepción de personas en favor del rico, y perdieron su amor original del uno por el otro.
El autor se identifica con la frase «siervo de Dios y del Señor Jesucristo». Santiago (Jacobo) es un nombre común en el NT. La frase acompañante podría describir a cualquier cristiano, y sugiere que este Santiago en particular debió ser un líder de la iglesia que no requería mayor presentación.
En el NT. se nombran cuatro Jacobos:
(1) Jacobo, el hijo de Zebedeo y hermano de Juan (Mat 4:2), discípulo y apóstol de Jesucristo;
(2) Jacobo, hijo de Alfeo (Mat 10:3), llamado «el Menor», que también era apóstol;
(3) Jacobo, padre de un apóstol llamado Judas (Luc 6:16); y
(4) Jacobo, medio hermano de Jesús, tradicionalmente llamado «el Justo» (Mat 13:55). Este último llegó a ser líder de la iglesia de Jerusalén (Hch 15:3; Gál 2:9), y el más probable autor de esta epístola. Si era el autor, es notable que en su carta no mencione su parentesco con Jesús. Más bien, su única afirmación de autoridad era su calidad de siervo del Señor Jesucristo (Stg 1:1).
Aunque no hay acuerdo universal al respecto, es fuerte la evidencia en el sentido de que Santiago es uno de los libros más antiguos del NT. Puesto que la carta no contiene referencias específicas al tiempo ni a acontecimientos que permitan señalar una fecha en particular, se debe considerar el colorido judaico de la carta y el reflejo de la situación general de la iglesia apostólica primitiva. Muchos estudiosos le asignan una fecha entre el 44 y 62 d.C. La primera fecha es del tiempo cuando Santiago llegó a ser el líder de la iglesia de Jerusalén y tomó el lugar de Pedro, cuando este fue puesto en libertad el año que murió Herodes Agripa I (Hch 12:5-23). La segunda fecha la da Josefo, historiador judío del primer siglo, por el martirio de Jacobo. Finalmente, parece razonable una fecha temprana hacia el año 46 d.C.
Bosquejo
I. Salutación Stg 1:1
II. Prólogo Stg 1:2-18
A. Respuesta a las pruebas Stg 1:2-11
B. Respuesta a las tentaciones Stg 1:12-18
III. Temas: Prontos para oír, tardos para hablar, lentos para airarse Stg 1:19, Stg 1:20
IV. Prontos para oír Stg 1:21-27; Stg 2:1-26
A. Hacer buenas obras como resultado de oír la Palabra de Dios Stg 1:21-27
B. Exclusión de la parcialidad Stg 2:1-13
C. Integración de fe y obras Stg 2:14-26
V. Tardos para hablar Stg 3:1-18
A. Controlar la lengua Stg 3:1-12
B. Actuar sabiamente antes de hablar Stg 3:13-18
VI. Lentos para airarse Stg 4:1-17; Stg 5:1-12
A. Solución del conflicto por la humildad Stg 4:1-10
B. Detener el juicio Stg 4:11, Stg 4:12
C. Reprimir la arrogancia con confianza en Dios Stg 4:13-17
D. Paciencia cuando se nos trata injustamente Stg 5:1-12
VII. Epílogo: Oración final Stg 5:13-20
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
La tradición de la iglesia primitiva identifica al autor Santiago (Jacobo) como medio hermano de Cristo (1Co 15:7).
a las doce tribus: Esta salutación probablemente significa que la carta es para los cristianos judíos que viven fuera de Palestina. La carta no se dirige a una iglesia específica; circulaba por diversas asambleas locales.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Introducción a Santiago
Bosquejo Saludos (Stg 1:1)
I. Enfrentar las pruebas y beneficiarse de ellas (Stg 1:2-18)
A. Aceptarlas como medio de crecimiento (Stg 1:2-4)
B. Pedir sabiduría en medio de las pruebas (Stg 1:5-8)
C. Alegrarse por su acción igualadora (Stg 1:9-12)
D. Reconocer la diferencia entre pruebas y tentaciones (Stg 1:13-18)
II. Escuchar la Palabra y ponerla en práctica (Stg 1:19-27)
III. Ser imparcial y demostrarlo (Stg 2:1-13)
IV. Profesar la fe y comprobarla (Stg 2:14-26)
V. Reconocer las trampas y evitarlas (Stg 3:1-18; Stg 4:1-17; Stg 5:1-6)
A. La lengua ingobernable (Stg 3:1-12)
B. La sabiduría no espiritual (Stg 3:13-18)
C. La conducta pecaminosa (Stg 4:1-10)
D. El hablar contra un hermano (Stg 4:11-12)
E. La vida presuntuosa (Stg 4:13-17)
F. La riqueza egoísta (Stg 5:1-6)
VI. Virtudes y vida cristianas (Stg 5:7-20)
A. Paciencia y constancia (Stg 5:7-11)
B. Honradez sencilla (Stg 5:12)
C. Oraciones eficaces por los enfermos (Stg 5:13-18)
D. Restauración del extraviado (Stg 5:19-20)
Autor : Santiago
Tema : La fe que produce buenas obras Fecha: 45-49 d.C.
Trasfondo
Se clasifica a la de Santiago como «epístola general» porque originalmente se dirigió a un público más amplio que el de una iglesia local. El saludo: «A las doce tribus que están en la dispersión» (Stg 1:1), junto con otras referencias (Stg 2:19; Stg 2:21), indica que la epístola se escribió al principio para los creyentes judíos que vivían fuera de Palestina. Es posible que los destinatarios de la epístola fueran de los primeros convertidos en Jerusalén que, después del martirio de Esteban, fueron dispersos por la persecución (Hch 8:1) a lugares tan distantes como Fenicia, Chipre, Antioquía y más allá (Hch 11:19).
Eso explicaría
(1) el énfasis de la apertura de la epístola sobre el padecer con gozo las adversidades que prueban la fe y requieren perseverancia (Stg 1:2-12),
(2) el conocimiento de Santiago de los creyentes «dispersos» y
(3) el tono de autoridad de la epístola. Santiago, dirigente de la iglesia de Jerusalén, escribió a sus ovejas dispersas.
Es evidente que el autor es muy conocido porque se identifica sólo como «Santiago» (Stg 1:1). A Santiago, medio hermano de Jesús y dirigente de la iglesia de Jerusalén, se le considera generalmente como el autor. Su discurso en el concilio de Jerusalén (Hch 15:13-21) y las descripciones de él en otros lugares del NT (e.g., Hch 12:17; Hch 21:18; Gál 1:19; Gál 2:9; Gál 2:12; 1Co 15:7) corresponden bien con lo que se sabe del autor de esta epístola. Santiago tal vez escribió su epístola durante la década de los años cuarenta. Esa fecha temprana de la redacción la indican varios factores, tales como el empleo de la palabra griega sinagogué para referirse al lugar de reunión de los creyentes (Stg 2:2). Según el historiador judío Josefo, Santiago, el hermano del Señor, fue martirizado en Jerusalén en 62 d.C.
Propósito
Santiago escribió para
(1) alentar a los creyentes judíos que sufrían diversas adversidades que ponían a prueba su fe,
(2) corregir ideas erróneas acerca de la naturaleza de la fe salvadora y
(3) exhortar e instruir a los lectores acerca del resultado práctico de su fe en la vida de justicia y en las buenas obras.
Visión panorámica
Esta epístola cubre una amplia diversidad de temas relacionados con la genuina vida cristiana. Santiago exhorta a los creyentes a soportar las pruebas con alegría y a beneficiarse de ellas (Stg 1:2-11); a resistir las tentaciones (Stg 1:12-18); a ser hacedores de la Palabra, no sólo oidores (Stg 1:19-27); y a demostrar una fe activa, no una profesión de fe vacía (Stg 2:14-26). Él advierte solemnemente acerca de la pecaminosidad de una lengua ingobernable (Stg 3:1-12; Stg 4:11-12), de la sabiduría mundana (Stg 3:13-16), de la conducta pecaminosa (Stg 4:1-10), de la vida presuntuosa (Stg 4:13-17) y de la riqueza egoísta (Stg 5:1-6). Santiago concluye con un énfasis sobre la paciencia, la oración y la restauración del extraviado (Stg 5:7-20).
A través de sus cinco capítulos, se enfatiza la relación entre la verdadera fe y la vida piadosa. La fe genuina es una fe probada (Stg 1:2-16), es una fe activa (Stg 1:19-27), ama al prójimo como a sí mismo (Stg 2:1-13), se manifiesta en buenas obras (Stg 2:14-26), le pone rienda a la lengua (Stg 3:1-12), busca la sabiduría de Dios (Stg 3:13-18), se somete a Dios, el juez justo (Stg 4:1-12), confía en Dios en su vida diaria (Stg 4:13-17), no es egoísta ni desenfrenada (Stg 5:1-6), es paciente en el sufrimiento (Stg 5:7-12) y es diligente en la oración (Stg 5:13-20).
Características especiales
Son siete las principales características de esta epístola:
(1) Es probablemente el primer libro del NT que se escribió.
(2) Aunque sólo contiene dos referencias al nombre de Cristo, hay más reminiscencias de la enseñanza de Jesucristo en esta epístola, incluso por lo menos quince alusiones al sermón del monte, que en todas las otras epístolas del NT combinadas.
(3) Más de la mitad de sus 108 versículos son imperativos o mandamientos.
(4) Desde todo punto de vista es el Proverbios del NT, porque
(a) está lleno de sabiduría piadosa e instrucciones prácticas para la genuina vida cristiana, y
(b) está escrito en un estilo conciso con agudos mandamientos y vividas analogías.
(5) Santiago es un agudo observador de los fenómenos naturales y de la naturaleza humana caída. A menudo saca lecciones de aquéllos para exponer ésta (e.g., Stg 3:1-12).
(6) Recalca más que ningún otro libro del NT la relación necesaria entre la fe y las obras (sobre todo en Stg 2:14-26).
(7) A veces se le llama a Santiago el Amos del NT, porque trata con energía los asuntos de la injusticia y la desigualdad sociales.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 1.
Encabezamiento y saludo, 1:1.
En la antigüedad era común empezar las cartas con un saludo. Así lo hacen también los autores del Nuevo Testamento al escribir sus epístolas, si exceptuamos la epístola a los Hebreos y la primera de San Juan, que no lo tienen.
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la Dispersión, salud.
El saludo de la epístola de Santiago está reducido al mínimo. Se nombra al autor, afirmando ser siervo de Jesucristo, de donde le viene toda la autoridad doctrinal; se indican los destinatarios y se da el saludo.
Santiago, en griego Ίάκωβοβ, que corresponde al hebreo Ya’aqob 1, era un nombre muy frecuente entre los judíos. Se trata, como ya hemos dicho en la introducción (p.7-8), de Santiago obispo de Jerusalén y pariente del Señor. Aquí se presenta humildemente como siervo de Dios y del Señor Jesucristo. En la Sagrada Escritura, el término siervo (‘ebed en hebreo) tiene con frecuencia un sentido religioso. Se llamaban “siervos de Dios” los israelitas que se distinguían por su fidelidad al Señor, como los patriarcas, los profetas, los reyes buenos, los justos en general 2, e incluso el mismo Mesías es designado con el nombre de Siervo de Yahvé en Isaías 42-66. En el Nuevo Testamento, los apóstoles son llamados “siervos del Señor” 3, y también todos los cristianos 4. San Pablo se designa a sí mismo con este título 5.
Santiago, al presentarse como siervo de Dios, quiere significar que su persona, su vida, su autoridad, vienen como a constituir una especie de servicio, de ministerio religioso, de acto de culto en honor de Dios y de Jesucristo 6. El es el siervo del Señor Jesucristo. Esta fórmula o apelación es muy antigua7, y designa al Mesías-Señor, constituido jefe de la humanidad regenerada en el día de su resurrección8. En los LXX, el título de Señor (Kúpios) es dado a Dios, y traduce el nombre divino Yahweh. Los cristianos dieron ya desde un principio el título de Señor a Jesús, tomándolo no del helenismo, sino del Antiguo Testamento 9. En nuestro texto se da mayor realce a la divinidad y a la soberanía (Señor) de Jesús que a su mesianidad, la cual se supone ya bien conocida. La construcción griega no permite, sin embargo, unir la palabra Dios a Jesucristo, y traducir: “Siervo de Jesucristo, Dios y Señor,” como hace San Cirilo Alejandrino y diversos autores antiguos.
No hay razón alguna para rechazar la frase 3; del Señor Jesucristo, como quisieran los críticos acatólicos Spitta, Massabieu, Meyer, con el fin de poder sostener que la epístola de Santiago es un escrito enteramente judío. La expresión se encuentra en todos los códices. Después de Señor, la Vulgata añade nuestro, con las versiones Pesitta y la Bohaírica; pero es mejor suprimirlo, pues falta en el griego.
Santiago dirige su carta a las doce tribus de la Dispersión, que designaban en aquel tiempo a todos los cristianos de origen judío que vivían dispersos fuera de Palestina. En la antigüedad israelita, la expresión Dispersión (en griego, Diaspora) servía para designar a los judíos emigrados de Palestina 10. Sin embargo, algunos comentaristas consideran las doce tribus de la Dispersión como sinónimo del nuevo Israel 11 o de la Iglesia. En cuyo caso la epístola iría dirigida a todos los cristianos, fuesen judíos o paganos. En la introducción (p.18-19) ya dijimos que la epístola fue dirigida directamente a los judíos convertidos que habitaban fuera de Palestina. Esto se ve claramente por el estudio del contexto y de la misma epístola.
Después de mencionar al autor y a los destinatarios de la epístola, viene el saludo: χαίρειν. Esta forma de saludo, corriente entre los griegos, significa propiamente Regocijaos. Se encuentra frecuentemente en los autores clásicos, en los papiros 12, en los LXX 13, y otras dos veces en el Nuevo Testamento 14. El texto de Act 15:23 nos habla precisamente del decreto del concilio apostólico de Jerusalén, en cuya composición colaboró Santiago. También se emplea una forma parecida en Mt 26:49; 28:9, y Lc 1:28. San Pablo, en cambio, prefiere la fórmula gracia y paz (χάρις και ειρήνη) 15, del mismo modo que San Pedro 16. Los orientales saludaban con la expresión “la paz sea con vosotros.”17
Es posible que Santiago haya escogido de propósito el saludo griego, con el fin de tomar de esto pie para precisar, en el versículo siguiente, el carácter religioso de la alegría que desea a sus fieles.
Consejos para Soportar las Pruebas, 1:2-12.
Alegría en las pruebas, 1:2-4.
2 Tened, hermanos míos, por sumo gozo veros rodeados de diversas tentaciones, 3 considerando que la prueba de vuestra fe engendra la paciencia. 4 Mas tenga obra perfecta la paciencia, para que seáis perfectos y cumplidos, sin faltar en cosa alguna.
Santiago envía a los cristianos afligidos un mensaje de alegría.17 Esos cristianos son designados por nuestro autor con la expresión hermanos míos (v.2). Es una expresión llena de ternura y afecto, que es bastante empleada en la epístola 18. Los cristianos aplicaban este título a todos los convertidos, incluso a los gentiles; porque, para el cristianismo, la fraternidad no proviene de la nacionalidad – como sucedía en el judaismo 19 -, sino de la fe. Los hermanos son los miembros de la familia en la que Dios es Padre de todos y Jesús es el hermano mayor 20. Jesucristo nos ha enseñado con la parábola del buen samaritano 21 que hemos de considerar a todos los hombres, incluso a los miembros de naciones enemigas, como hermanos. Y San Pablo dice con frase enérgica: “Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. No hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús.” 22
El mensaje de alegría que el autor sagrado dirige a los cristianos que sufren era tanto más necesario cuanto que los primeros con vertidos del judaísmo debían esperar que, con la venida del Mesías y su conversión, se verían libres de toda clase de sufrimientos. Sin embargo, la experiencia demostraba lo contrario. Por eso, muchos cristianos debían preguntarse por qué Dios permitía que sufriesen como antes o tal vez más. Santiago responde, a imitación de los sabios del Antiguo Testamento, al problema del mal y del sufrimiento. Pero su respuesta es infinitamente superior a la de aquéllos, porque ha visto a Cristo responder con su propia vida al grave problema del dolor.
Los cristianos han de tener por sumo 23 gozo el verse rodeados de diversas tentaciones (v.2). La intensidad de la alegría es subrayada aquí del mismo modo que en Fil 2:29; 4:4. El discípulo de Cristo nunca estará tan cerca de la verdadera alegría como cuando está expuesto a toda clase de pruebas. Esta es la razón de que Jesús declare bienaventurados a los que sufren y son perseguidos 24, y les diga: “Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa.” 25 Y San Pablo enseña lo mismo cuando escribe: “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia; la paciencia, la virtud probada, y la virtud probada, la esperanza.” 26 Es la esperanza del premio eterno la que transforma el dolor del justo en alegría. El mismo San Pablo nos dice en otro pasaje de la epístola a los Romanos 27: “Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros.” Es el ejemplo, el amor de Cristo perseguido, azotado y muerto por nosotros, el que daba fuerza a los apóstoles, los cuales salían “contentos de la presencia del sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús.” 28 Y San Pedro consuela a los cristianos oprimidos injustamente por sus amos con estas palabras: “Agrada a Dios que por amor suyo soporte uno las ofensas injustamente inferidas.” 29
He aquí la solución que da el cristianismo al terrible problema del dolor, que había angustiado a tantas almas justas del Antiguo Testamento. A la luz de esta enseñanza, los lamentos del libro de Job, de algunos salmos 30, del Eclesiastés, etc., pierden su sentido trágico. El dolor será en adelante, no un motivo que haga zozobrar las almas, al no explicarse la conducta de Dios con sus criaturas, sino un medio que las acerque más a El, que las santifique más.
Las diversas tentaciones o pruebas, contra las cuales chocaban 31 los cristianos convertidos del judaísmo, se refieren, no precisamente a las persecuciones, sino más bien a las tribulaciones cotidianas. El contexto, al hablarnos de los ricos, lo hace en términos que parecen sugerir que tales pruebas provenían principalmente de la pobreza. Se trata seguramente de las vejaciones y expoliaciones que sufrían los cristianos pobres por parte de los ricos 32. Son, por lo tanto, circunstancias dolorosas que ponen a prueba la fe de los cristianos, y no tentaciones al pecado, como se podría suponer de la versión de la Vulgata: “in tentationes varias incideritis.” Las pruebas que provienen del exterior, soportadas con paciencia, sirven para evitar el pecado y la concupiscencia, acrecientan los méritos, se ejercitan las virtudes y nos obtienen el auxilio divino 33.
Los cristianos que sufren las vejaciones de los ricos han de complacerse en la prueba, considerando que la prueba 34 de vuestra fe engendra la paciencia (v.3). Las pruebas contribuyen al perfeccionamiento moral y pueden ser un gran beneficio para el cristiano, porque purifican su fe. Del mismo modo que el fuego purifica los metales, así el sufrimiento purifica a las almas y manifiesta la calidad de su fe. La fe de que nos habla aquí Santiago es la fe subjetiva, la virtud de la fe, que es probada en las tentaciones, conociéndose así mejor su buena calidad.
La prueba engendra, produce, como efecto, la paciencia = υπομονή. En el Nuevo Testamento, la υπομονή designa la virtud de la paciencia que posee el alma fiel en medio de las pruebas y aflicciones, con la cual puede perseverar durante largo tiempo en la fe y en el amor de Dios 35. Esta fue la virtud que poseyeron los mártires del Antiguo y del Nuevo Testamento 36. San Pablo recomienda la paciencia en las pruebas como uno de los signos que deben caracterizar a los verdaderos ministros de Cristo 37, como una de las virtudes más necesarias para el cristiano 38. En la epístola a los Romanos 39 se expresa un pensamiento semejante al de Santiago, aunque enfocado desde otro punto de vista. El Apóstol de los Gentiles considera nuestra paciencia como la paciencia del Salvador continuada en sus miembros 40, en los cuales encuentra incluso su complemento necesario 41. Por consiguiente, paciencia en sentido bíblico no es la virtud que reprime los movimientos desordenados de la ira, sino la espera paciente del auxilio y del premio divinos prometidos a los atribulados 42.
El efecto del sufrimiento, soportado pacientemente por el cristiano, ha de ser el de hacer avanzar al hombre en la perfección. Es doctrina ya enseñada en los libros Sapienciales del Antiguo Testamento que la prueba sirve para curar y educar al hombre. Así lo afirma expresamente Eliú 43 y el Siracida 44. Según ellos, era conveniente soportar la prueba, porque nos hace bien. Santiago va todavía más lejos, pues orienta el alma hacia el premio del cielo 45 y la exhorta a la alegría en medio de las tribulaciones, imitando en esto a Jesús, que ya lo había enseñado en el sermón de la Montaña 46.
La fe tiene en Santiago – como también en el judaísmo – un carácter esencialmente práctico: es a un mismo tiempo confianza en Dios y perseverancia en la acción47. Por eso, la paciencia, como fruto de la fe, ha de ir acompañada de buenas obras. Si queremos ser cristianos perfectos y cumplidos (v.4) 48, es decir, irreprochables, nuestra fe ha de ser perseverante y no detenerse a medio camino. Ha de ir acompañada de una obra perfecta, o sea, de la práctica de todas las virtudes cristianas. Jesucristo quiere que sus discípulos sean “perfectos como el Padre celestial.”49
La perfección moral, la santidad cristiana, que ha de ser el fin y el fruto de la tribulación y de la paciencia, es inculcada por medio de tres expresiones muy significativas: han de ser perfectos, alcanzando la meta fijada por Dios; íntegros, completos, en todas aquellas partes de que consta la perfección, y sin faltar en cosa alguna, o sea, sin carecer de ninguna cosa que se ordene a la perfección50.
Aunque en nuestra vida moral muchas veces tropezamos y caemos, sin embargo, tanto Jesucristo como Santiago quieren que el alma viva en un esfuerzo constante hacía el bien, asegurándose de este modo la perseverancia final.
Oración pidiendo la sabiduría, 1:5-8.
5 Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada. 6 Pero pida con fe, sin vacilar en nada, que quien vacila es semejante a las olas del mar, movidas por el viento y llevadas de una parte a otra. 7 Hombre semejante no piense que recibirá nada de Dios. 8 Es varón indeciso e inconstante en todos sus caminos.
El pensamiento expresado en el v.4, sobre la posibilidad de que a los cristianos les pueda faltar alguna cosa, tal vez haya inducido al autor sagrado a hablar de la sabiduría como medio para obtener lo que puede faltar. Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios. y le será otorgada (v.5). Esta sabiduría no es la que buscaban los griegos, fruto de la ciencia y de la filosofía profanas51, ni tampoco la sabiduría de orden dogmático que San Pablo predica a los perfectos 52, sino más bien la sabiduría práctica, que permite apreciar las cosas y los sucesos en su justo valor, en conformidad con la ley divina, y en el caso presente enseña a saber sufrir 53.
Santiago reproduce más o menos la enseñanza moral de los libros Sapienciales sobre la sabiduría. En nuestra epístola, la doctrina de la sabiduría conserva todavía su carácter viejotestamentario 54. Como en Job 55, se insiste en la necesidad de la sabiduría para comprender la razón de ser de las tribulaciones. El principio de esta sabiduría es el temor de Dios 56.
La teología de la sabiduría es desarrollada en otros libros del Nuevo Testamento, sobre todo en San Pablo. Revelada por Cristo, viene a ser, en cada uno de nosotros, un don del Espíritu Santo 57 y un fruto de la oración58. Tiene por objeto el Misterio de Dios 59 y es la que guía al fiel en la vida 60. Lo que la distingue de la sabiduría mundana – según San Pablo – está en que juzga todo según Cristo crucificado61; porque Dios obra en el orden espiritual únicamente mediante la cruz de Cristo62, que el mundo rechaza63.
El que no posea esta sabiduría ha de pedirla a Dios, y le será dada. La oración es el gran medio para obtener de Dios cualquier gracia. Ya lo dijo Jesucristo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” 64 Dios da continuamente y a todos los hombres. Santiago seguramente debe tener presente la enseñanza de Cristo acerca del Padre celestial, que hace nacer el sol sobre buenos y pecadores65. La liberalidad divina está dispuesta a socorrer a todos los hombres sin hacerse exigente. Y esto mismo ha de ser motivo para que el fiel pida la sabiduría. El término griego απλώς puede traducirse de dos maneras: “simplemente, sin condición,” o también “generosamente, liberalmente” (Vulgata: adfluenter). La idea de generosidad se expresa de la misma manera en 2 Cor 8:2; 9:11-13; Rom 12:8. Por lo que se refiere a la expresión μη ονειδίζοντος (Vulgata: non improperat) : sin reproche, hay que notar que el sentido es el siguiente: Dios no reprocha a los que le dirigen súplicas ni siente pesar por los beneficios ya concedidos contrariamente a los hombres, que con frecuencia parecen reprochar a los pobres la limosna que les dan. El libro del Eclesiástico recomienda varias veces no reprochar después de haber dado66. La única condición que exige Dios para dar generosamente es la oración llena de confianza 67. Pidamos como Salomón, y obtendremos, como él, la sabiduría y todos los demás bienes 68.
La oración, para ser eficaz, debe ir acompañada de la fe. Por eso dice Santiago: Pero pida con fe, sin vacilar en nada (v.6). Esta fe (πίστις) no designa propiamente la virtud infusa de la fe, sino la confianza, la esperanza cierta de obtener todo lo que pedimos. Una tal confianza se funda en la promesa de Cristo, el cual ha prometido: “Todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiréis y se os dará”69. Por eso, el hombre ha de pedir a Dios con toda su alma, sin dudar. Porque quien vacila (lit: juzga) es semejante a las olas del mar. (v.6b). Santiago pone aquí en guardia a los cristianos contra los espíritus críticos, que todo lo quieren juzgar y discutir. Este querer juzgarlo todo puede llevar, en el aspecto religioso, al escepticismo práctico, que mataría de raíz el espíritu de oración.
Santiago ilustra a continuación, mediante la imagen de las olas del mar movidas por el viento, la importancia que tiene una actitud firme en la oración. “Si falta la fe – dice San Agustín70 -, la oración perece.; la fe es la fuente de la oración.” Jesús reprochó a San Pedro, cuando estaba para sumergirse en medio de las olas encrespadas del mar, su poca fe71. La comparación tomada del mar revuelto es muy apropiada para designar al alma vacilante. En el Antiguo Testamento también se emplea la imagen del mar agitado como símbolo del alma voluble e inestable72, que nunca puede estar en reposo.
Una oración hecha en semejantes condiciones, es decir, con fe vacilante, no puede ser escuchada, porque desagrada a Dios (v.7). El hombre que vacila es porque tiene su alma dividida en sentimientos contrarios, y es sacudida por los acontecimientos como las olas por el viento. El άνήρ δίψυχος – varón indeciso (v.8), designa al hombre de doble alma, dividido entre dos sentimientos o dos pensamientos: por una parte espera ser escuchado, y por otra teme que Dios no le oiga73. El Antiguo Testamento también nos habla del hombre de doble corazón (beleb waleb) 74, que corresponde al δίψυχος de nuestra epístola. Rabí Tanchuma dice en su Miaras, a propósito del Deuteronomio 26:16: “He aquí que la Escritura advierte a los israelitas y les dice: Cuando oréis a Dios, no debéis •tener dos corazones, uno vuelto hacia Dios, y el otro hacia un objeto diferente.”75 Y también es muy conocida la sentencia de nuestro Señor: “Nadie puede servir a dos señores.”76
El pobre y el rico ante la prueba, 1:9-11.
9 Gloríese el hermano pobre en su exaltación, 10 el rico en su humillación, porque como la flor del heno pasará, 11 Se levantó el sol con sus ardores, secóse el heno, se marchitó la flor y desapareció su belleza. Así también el rico se marchitará en sus empresas.
El autor de nuestra epístola, después del paréntesis sobre la necesidad de pedir la sabiduría para saber gozar en las tribulaciones (v.5-8), vuelve a hablar de la alegría que el cristiano debe experimentar en medio de las aflicciones de la pobreza. Y comienza con una aplicación práctica: el pobre ha de gloriarse 77, porque su condición humilde es ensalzada. El rico ha de encontrar en su propia fragilidad motivos para glorificar al Señor (v.8-10).
El hermano pobre 78 designa al cristiano humilde, modesto por su condición social, más bien que al pobre en bienes de fortuna. Viene a ser como el continuador de los Anawim, de los cuales nos habla el Antiguo Testamento y anuncia su exaltación 79. El estado humilde que ocupan en la Iglesia les confiere en ella una dignidad que basta para consolarles en su miseria, porque de este modo cumplen la bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres de espíritu” 80, y se asemejan más a su Maestro divino.
La exaltación del pobre no se refiere aquí a un cambio brusco de fortuna, como el que nos cuenta el final del libro de Job; ni tampoco a la recompensa sobrenatural en la otra vida – de esto nos hablará en el v.12 -, sino al estado actual del humilde, en cuanto que es una perfección moral, consecuencia de las pruebas y de la posesión de la sabiduría. La exaltación de los humildes formaba parte del programa mesiánico 81, El cristiano ha de regocijarse a causa de su dignidad de hijo de Dios, de hermano de Cristo, de heredero del reino de los cielos. Esto le confiere tal nobleza, que bien puede gloriarse.
Santiago nos presenta a continuación una antítesis encantadora: del mismo modo que el pobre se gloría en su exaltación, así el rico ha de gloriarse en su humillación (v.10). ¿De qué humillación se trata? No parece aludir a una ruina material causada por la prueba, ni a una humillación moral, sino más bien quiere decir que el rico ha de gloriarse de su fragilidad. Los cristianos ricos – de los cuales se trata aquí – son invitados a complacerse, a buscar motivos de confianza y alegría, no en sus bienes terrenos, sino en el pensamiento de su fragilidad y de la caducidad de las riquezas 82. Porque el rico con sus riquezas pasará como la flor del heno (v.10), es decir, será pronto despojado de sus riquezas por la muerte, del mismo modo que la hierba pierde en seguida su belleza 83. Esta imagen está tomada de Is 40:6-8, en donde también se habla de la caducidad de la belleza de la flor 84.
La idea que aflora de la comparación de todos estos textos es la de la caducidad y vanidad de las ventajas humanas, es decir, aquí de las riquezas.
Algunos autores, sin embargo, piensan que en este pasaje se habla del rico en general, cristiano o no cristiano. En cuyo caso nuestro autor diría con severa ironía: Que se gloríe el rico en sus riquezas, pues son cosas efímeras, que pasarán como flor de hierba (San Beda, Ceulemans, etc.). Así interpreta también este versículo el P. Teófilo García de Orbiso 85, el cual añade que no se da el nombre de hermano al rico, ya que se trataría de uno que o no es cristiano o es un mal cristiano.
A continuación (v.11) el autor sagrado explica y desarrolla la idea contenida en el v.10. Se trata de un fenómeno corriente en Palestina: el viento caliente del desierto, que sopla de la parte oriental, seca y abrasa toda vegetación. El término griego καύσων (Vulga-ta: ardor) puede significar bien sea “calor,” “ardor” 86, o bien “viento caliente.” 87 Este último sentido parece aquí el más apropiado, porque, si se refiriese al calor del sol, tendría αυτού después de καύσωvt 88. Además, en el texto de Is 40:6-8, al cual alude Santiago en este versículo, se habla del “soplo de Yahvé” (ruah qadim), que es el viento del oriente, el que seca y quema todo lo que encuentra, haciendo desaparecer su belleza 89. Esto mismo es confirmado por lo que sigue en el versículo 11 de nuestra epístola, que está tomado evidentemente de Is 40:7.
Finalmente, viene la aplicación a los ricos: asi también el rico se marchitara en sus empresas (v.11b). El rico recibe una lección útil y elevada: el fracaso de sus empresas le será provechoso. La expresión en sus empresas se podría entender en sentido moral: de la conducta, del comportamiento en la vida (cf. v.8); sin embargo, la Vulgata y Sant 4:13 parecen apoyar con fuerza el sentido literal: viajes emprendidos por asuntos comerciales, especulaciones comerciales.
El tema de la caducidad de las riquezas es frecuente en la Sagrada Escritura 9° y en la literatura clásica 91. En el Antiguo Testamento, las riquezas eran deseadas y consideradas como una bendición del cielo 92. Por eso, Job y Tobías se sienten dichosos al recuperar sus bienes 93. Santiago se eleva por encima de estas miras demasiado terrenas, y declara la prueba de la pobreza un medio ¿e perfección más elevado y un motivo que puede asegurar la salvación eterna.
La recompensa prometida a la prueba, 1:12.
12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, probado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que le aman.
La perspectiva se ensancha en este versículo. Ya no se trata de regocijarse en la tribulación a causa del progreso moral que de ella dimana, sino a causa de la recompensa que merece. Bienaventurado el varón que soporta la tentación (v.12). Esta bienaventuranza es la traducción de la expresión hebrea (aserei ha’is ‘aser,) que se lee frecuentemente en los Salmos y en los libros Sapienciales 94. En el Nuevo Testamento, si exceptuamos Rom 4:8, que cita el salmo 32:2, las bienaventuranzas son expresadas de un modo algo distinto 95. Nuestra epístola conserva, pues, la expresión propia del Antiguo Testamento 96.
El varón de condición humilde, que soporta la prueba y triunfa de ella, es beatificado. Las obras buenas, especialmente los sufrimientos soportados por amor de Dios, merecen premio delante de El. Por eso, los que tal hagan recibirán la corona de la vida eterna. Los antiguos solían llevar en las fiestas y banquetes coronas de guirnaldas, de flores o de laurel, para expresar su alegría. Posteriormente vino a ser el signo de la victoria y de la realeza. La corona en este pasaje es, por lo tanto, el símbolo de la alegría y de la dignidad, de la recompensa y de la victoria. Aquí se trata de una corona determinada y bien conocida – τον στέφανον, con artículo – : es la corona de la vida eterna, prometida a los que hayan amado a Dios sobre todas las cosas. Jesucristo había declarado bienaventurados a los pobres “porque de ellos es el reino de los cielos” 97. Estos participarán en el cielo de las alegrías y de la recompensa por la victoria obtenida sobre las aflicciones de este mundo. La imagen de la corona simboliza la participación de esos cristianos en el reino de Cristo, fuente de triunfo y de alegría. En este sentido nos habla San Pablo de la “corona de justicia” 98; San Pedro de la “corona inmarcesible de la gloria”, “y el Apocalipsis, de la “corona de la vida” 100. Cristo victorioso aparece en el Apocalipsis 101 ceñido con una corona, lo mismo que la Mujer vestida de sol102, y los cristianos permanecieron fieles en las persecuciones que el Imperio romano declaró a la Iglesia. Todos ellos llevan coronas porque son vencedores y reinan con Cristo 103.
Los mártires cristianos constituyen el ejemplo más claro de la promesa anunciada por Santiago. Ellos realizaron de una manera perfecta lo que el Apocalipsis desea a la iglesia de Efeso: “Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida”104. Esta corona la prometió Dios a los que le aman (v.12b) 105.
El fiel ha de procurar ordenar todo en este mundo a la perfección, especialmente la prueba, porque de esta manera se prepara la corona de la gloria eterna. éste motivo constituirá una fuente de consuelo para los afligidos y les dará fuerzas para recibir y soportar las pruebas con alegría. Las aflicciones son un excelente medio para probar el amor verdadero para con Dios.
El Origen de la Tentación, 1:13-18.
Después de hablar de la utilidad de las pruebas para perfeccionar al hombre moralmente y obtenerle la bienaventuranza eterna, pasa ahora Santiago a instruir a los fieles sobre las tentaciones propiamente dichas.
13 Nadie en la tentación diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie.
Santiago no intenta dar aquí un análisis completo de la tentación, sino que recuerda simplemente, por una parte, la incompatibilidad de Dios y del mal (v.15a), y, por otra, la entera responsabilidad del pecador (v.15b-15). El autor sagrado pone en guardia al fiel que ya ha pecado, contra una excusa fácil de la falta cometida, y tal vez trate de responder a una objeción: ¿Cómo es posible que Dios, siendo bueno, nos solicita al mal? Ciertos fieles debían atribuir a Dios la causa de su propia culpabilidad 106. El libro del Eclesiástico ya había precavido a sus lectores contra el mismo error 107, y lo mismo hace el libro de los Proverbios 108.
La epístola de Santiago responde a la objeción, afirmando que nadie en la tentación diga: Soy tentado por Dios. Porque Dios no es tentador. Dios es la misma santidad, tanto en sí mismo como en sus obras, y no puede inducir al mal ni ser el origen de algún mal por consiguiente, decir que Dios tienta es contradecir lo que nosotros sabemos de El.
El verbo πειράζειν significa tentar, impulsar al mal. Si se entiende en sentido amplio de “someter a una prueba,” en este caso Dios puede tentar, como vemos, por ejemplo, en el caso de Abraham 109 En este sentido decía San Agustín: “Est enim tentatio adducens peccatum qua Deus neminem tentat, et est tentatio probans fidem qua et Deus tentare dignatur.” 110 Sin embargo, el significado ordinario de πειράζειν es el de impulsar al mal en sentido peyorativo, el de inducir de una manera positiva al pecado, lo cual repugna a la santidad divina. Si el Padre nuestro pide a Dios: “no nos pongas en la tentación,” es que la lengua y el pensamiento hebreo no suelen distinguir entre lo que Dios quiere positivamente y entre lo que Dios solamente permite. Todo lo atribuyen a Dios directamente, sin tener en cuenta las causas segundas 111. La malicia de las tentaciones es imputable al demonio, que es el padre del pecado y de la muerte 112 y el tentador por antonomasia 113.
Como confirmación de lo dicho, el autor sagrado aduce una prueba deducida de la santidad divina: Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie (v.15). La Vulgata ha entendido la frase griega aducida en sentido activo: “intentator (= non tentator) malorum.” Sin embargo, todos los autores modernos la entienden en sentido pasivo: “no puede ser tentado al mal,” porque así se evita una tautología con lo que sigue: no tienta a nadie. El autor sagrado quiere decir que, por el hecho de ser Dios santo, es incapaz de querer el mal, y tampoco puede ser tentado de tentarnos a nosotros, es decir, de inducirnos al mal.
14 Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que le atraen y seducen. 15 Luego la concupiscencia, cuando ha concebido, pare el pecado, y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.
Al argumento metafísico, deducido de la santidad de Dios (v.13), Santiago añade otro argumento psicológico, tomado de nuestra experiencia personal. El pecador tiene conciencia de que la fuente del mal y del pecado está en el fondo del corazón humano. La verdadera causa de la tentación al mal es la propia concupiscencia, is decir, aquella perversa inclinación al mal que es causada en el hombre por el pecado original, la cual permanece en el hombre incluso después del bautismo 114. Aunque la concupiscencia no es pecado, sin embargo, proviene del pecado y arrastra al pecado 115” “Santiago conoce – dice el P. Teófilo García de Orbiso – otras fuentes de la tentación: el mundo y el demonio, contra los cuales previene a los fieles (1:27; 4:4-7). Pero aquí habla de la causa próxima e íntima de la concupiscencia mala que se encuentra en toda tentación, y a la que vienen a reducirse tanto el mundo como el demonio en cuanto que sólo por medio de ella pueden obrar en la voluntad humana.” 116
La concupiscencia atrae y seduce al hombre 117 como una mujer de mala vida, la cual con sus artes trata de seducir a los hombres 118. El autor sagrado posiblemente tenía en su mente la imagen de la cortesana. En cuyo caso habría perfecta continuidad entre el v.14 y 15. La concupiscencia es personificada en el v.15 como una meretriz que seduce, concibe y pare. De este modo, Santiago describe plásticamente el proceso de la tentación, que de la sugestión pasa al placer, al consentimiento y a los efectos del pecado 119. Se trata del pecado totalmente desarrollado, que después de su nacimiento crece y, cuando llega a su pleno desarrollo, produce su fruto. El fruto del pecado consumado es la muerte: la muerte espiritual del alma, que es privada de la gracia, y la muerte eterna en el infierno para el que no se arrepienta. San Agustín tiene también este bello pensamiento: “Si peccatum non times, time quod perducit peccatum. Dulce est peccatum sed amara est mors. Ipsa est infelicitas hominum: propter quod peccant, morientes hic dimittunt et ipsa peccata secum portant.” 120
El proceso y el resultado de la tentación consentida forman contraste con el proceso y el resultado de las pruebas soportadas por amor de Dios. Las pruebas purifican la fe; la fe produce la paciencia; la paciencia, la perfección, y la perfección es recompensada en el cielo. Por el contrario, la concupiscencia es causa de la tentación, ésta engendra el pecado, y el pecado la muerte. Estío observa, contra Lutero y Calvino, que en nuestro versículo la concupiscencia es bien distinta del pecado, como enseña el concilio Tridentino 121. Ciertos autores ven en el v.15 expresada la distinción entre pecados graves y leves. Sin embargo, creemos que en este versículo se trata únicamente del pecado grave, que es el que causa la muerte del alma.
De Dios proceden todos los bienes, 1:16-18.
16 No os engañéis, hermanos míos carísimos. 17 Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de alteración. 18 De su propia voluntad nos engendró por la palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus criaturas.
El autor sagrado vuelve como a coger el hilo de la argumentación del v.13, para poner de manifiesto la bondad inmutable de Dios. No os engañéis, hermanos míos carísimos, porque de Dios no proviene ninguna clase de mal, sino toda clase de bienes. El v.17 precisa de una manera sintética los bienes que proceden de Dios: Todo buen don (δόσιβ) y toda dadiva (δώρημα) perfecta viene de arriba. El término δόσις designa, bien sea el acto de dar o bien el don mismo. Aquí es preferible el significado de don, por el paralelismo con δώρημα, el cual significa también don, dadiva 122. La epístola no determina qué dones son éstos, sino que se coloca en un punto de vista general. Se podrían incluir en el término gracia, tomado en sentido amplio.
Todos estos dones descienden del Padre de las luces (v.17b). Aquí se toma Padre en el sentido de creador, de autor de una cosa. En el mismo sentido, San Pablo llama a Dios “Padre de las misericordias” 123, “Padre de la gloria” 124. Las luces designan los astros 125. La idea de Dios creador y señor de los astros es frecuente en la Biblia 126. “Bendito sea el Señor nuestro Dios, que ha formado los astros,” dice la oración judía del Sema. La expresión Dios “Padre de las luces” ha de entenderse aquí, ante todo, en sentido propio, pero no se excluye – antes bien, parece insinuado por la antítesis con άττοσκίασμα – sombra – el sentido alegórico. Dios, que ha sido el Creador de las lumbreras celestes y en el que no existe sombra alguna, es la luz y la fuente de toda luz moral 127. De El sólo pueden proceder los bienes y la felicidad.
Santiago continúa inspirándose en el lenguaje astronómico. Por eso añade: En el cual (en Dios) no se da mudanza 128 ni sombra de alteración (v.17c). El autor sagrado parece referirse al eclipse (άποσκίασμα) ο al oscurecimiento debido al movimiento sideral de los astros. Dios, en cuanto que es la fuente de toda luz y Creador de todos los astros, no conoce ninguna variación ni está sometido a ninguno de los eclipses de los astros. Su luz es siempre la misma; es decir, en Dios no hay ninguna imperfección. Esta inmutabilidad de Dios es expresada en el Antiguo Testamento contraponiéndola a las mutaciones de los astros. De Dios sólo proceden las cosas buenas; por eso, atribuir a Dios la solicitación al mal es una verdadera blasfemia.
Una prueba de la bondad divina es nuestra regeneración. Dios es verdaderamente Padre para nosotros, pues por su propia voluntad nos engendró (v.18). Es decir, nos dio la vida de una manera puramente gratuita 129 y sin mérito alguno por nuestra parte 13°. Mas no sólo nos infundió la vida natural, sino sobre todo la vida sobrenatural, que nos comunicó mediante la gracia santificante, constituyéndonos verdaderos hijos suyos 131. Se trata, por consiguiente, del nacimiento sobrenatural de los cristianos, especialmente de los judíos convertidos, a los cuales va dirigida la epístola. Esta regeneración espiritual era operada por el bautismo, al que seguramente se alude aquí132. El autor sagrado ve en la vocación cristiana una nueva creación, a la manera de San Pablo 133 y de San Juan 134.
La metáfora del nacimiento espiritual se encuentra ya en Deut 32:18, en donde se habla de Israel en sentido colectivo, a quien Dios formó y engendró. Los autores del Nuevo Testamento han aplicado las imágenes de nacimiento, regeneración, filiación, directamente a los individuos, y las han trasladado al orden sobrenatural. La idea de un nuevo nacimiento aplicada al ingreso en la Iglesia se encuentra varias veces en el Nuevo Testamento 135.
¿Cómo se realizó el nacimiento espiritual? Por la palabra de la verdad, es decir, por medio de la predicación del Evangelio. San Pablo dice también en este sentido: “Vosotros, que escuchasteis la palabra de la verdad, el Evangelio de nuestra salud.”136 Y en la primera a los Corintios 137 afirma aún con mayor fuerza: “Yo fui quien os engendró en Cristo por el Evangelio.” Lo mismo enseña San Pedro: “Dios, por su gran misericordia, nos reengendró a una viva esperanza.” 138 Y poco después añade: “Fuisteis engendrados, no de semilla corruptible, sino incorruptible, por la palabra viva y permanente de Dios.” 139
La palabra de la verdad designa la Ley mosaica en el salmo 119:43. En San Pablo, la palabra de la verdad, con el artículo, es la revelación cristiana 140. En nuestro texto es el Evangelio. Pero no sólo en tanto que es predicado, sino también como operación poderosa y eficaz de Dios. La Palabra de Dios se considera en la Biblia como la ejecutora de su voluntad 141.
Los cristianos, a los que se dirige Santiago, fueron regenerados vara que fuesen como primicias de sus criaturas. El pronombre indefinido τίνα sirve para suavizar un término que, yendo solo, parecería demasiado categórico 142. De ahí que se pueda traducir por como, en cierto modo. El término primicias no ha de ser entendido en el sentido de la antigua ceremonia judía, según la cual se ofrecían en el templo los primeros frutos, con el fin de reconocer la soberanía de Dios sobre toda la cosecha y poder después disponer libremente del resto 143. El sentido que tiene aquí es más bien el que ya tiene en otros lugares de la Sagrada Escritura, en donde significa simplemente lo que viene antes de la masa: Israel, que se acercó a Dios antes que las naciones 144; los corintios se convirtieron antes que el resto de la Acaya 145. Del mismo modo, los cristianos, a los que va dirigida nuestra epístola, fueron los primeros en convertirse a la fe de Cristo 146 y son, en consecuencia, como las primicias de todas las criaturas. Por eso mismo, San Pablo compara los cristianos a las primicias en Rom 16:5; 1 Cor 16:15. Otros autores, sin embargo, entienden primicias en el sentido de la parte mejor de una cosa. Los cristianos serían la parte más noble y digna de toda la creación a causa de su dignidad de hijos de Dios 147.
Deberes Respecto de la Palabra de Dios, 1:19-27.
19 Sabéis, hermanos míos carísimos, que todo hombre debe ser pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para airarse, 20 porque la cólera del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por esto, deponiendo toda sordidez y todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra injerta en vosotros, capaz de salvar vuestras almas.
Después que Santiago ha hablado de la Palabra de Dios, pasa ahora a indicar los deberes principales del hombre para con esa Palabra. En primer lugar hay que saber escucharla. El Evangelio exige nuestra cooperación. La expresión sabéis corresponde al griego ιστέ – forma clásica en lugar de la helenística οϊδατε, que es más común -, que es la lección de los mejores códices (BSAC, Vulgata, Bohaírica). Para algunos autores sería un imperativo 148; para otros, con más razón a nuestro entender, sería más bien un indicativo que recuerda cosas ya conocidas de los lectores 149. De hecho, todo lo que sigue se encuentra sustancialmente en los Proverbios 150, en el Eclesiastés 151, en el Eclesiástico 152 y en las máximas de los autores profanos 153.
Santiago llama a sus lectores hermanos míos carísimos. Es una expresión de ternura con la que suele comenzar un nuevo argumento 154. Por eso aquí comienza también un nuevo período.
Todo hombre – dice nuestra epístola – debe ser pronto para escuchar, tardo para hablar (v.19). Esta máxima, que es inculcada en los libros Sapienciales y en la sabiduría de todos los pueblos, ha de cumplirse de un modo especial cuando se trata de escuchar la Palabra de Dios, bien sea en las asambleas litúrgicas 155 o bien en otro lugar. Santiago inculca aquí una máxima que los sabios daban frecuentemente a sus discípulos en los libros Sapienciales 156. Otro tanto hacían los rabinos, como se ve por los paralelos aducidos por Strack-Billerbeck 157, y los autores paganos 158. Zenón, por ejemplo, decía: “Tenemos dos orejas y una boca a fin de que escuchemos más y hablemos menos.” 159
Santiago exhorta a los fieles a no querer erigirse en seguida como maestros, sino antes aprender bien y meditar profundamente la Palabra de Dios.
El cristiano ha de ser también tardo para hablar, porque de la lengua locuaz pueden provenir muchos males morales 160. Además, este consejo es una norma de prudencia, pues así se evita la nota de locuacidad y el desprecio de los hombres sensatos.
A continuación añade el autor sagrado que el hombre ha de ser tardo para airarse. Santiago seguramente habla aquí de la cólera, porque ésta lleva a interrumpir la enseñanza, turba las ideas y da libre curso a palabras desordenadas. La misma asociación de ideas la encontramos en Luciano 161. También los libros Sapienciales recomiendan ser lentos en la cólera 162; y lo mismo hacen los filósofos 163. En el v.20, Santiago da la razón de por qué el hombre ha de ser lento en la cólera: porque ésta no obra la justicia de Dios. “El que quiere instruir con fruto a los demás ha de escuchar con paciencia y hablar sin cólera” 164. Además, el que está irritado no realiza la justicia que Dios quiere, es decir, no está en condiciones de hacer lo que es justo y santo delante de Dios. Para nuestro autor, como para Jesucristo 165, la justicia de Dios es la conducta virtuosa y meritoria delante de Dios. Para San Pablo, en cambio, la justicia es la santidad de Dios, la gracia santificante comunicada al hombre 166. Otro indicio de que nuestra epístola es anterior a los escritos paulinos.
Una vez puesto el principio (v.19), el autor sagrado pasa a la consecuencia: para cooperar eficazmente con la Palabra de Dios, con el Evangelio, y serle dóciles, es necesario renunciar al mal y a todo lo que incapacita al hombre para recibir y predicar la verdad revelada. Hay que suprimir ante todo los obstáculos, deponiendo toda sordidez y todo resto de maldad (v.21). Hay que renunciar no sólo al vicio, a toda mancha moral, sino también a toda manifestación externa – a todo resto de maldad -, como la cólera, etc. El sentido de ττερισσεία es controvertido. En otros lugares del Nuevo Testamento 167 tiene el sentido de abundancia, que es conservado en nuestro pasaje por la Vulgata: “abundantiam.” Sin embargo, en el contexto presente es difícil conservar esta significación, pues no se condena la abundancia del mal, sino el mismo mal168. Por eso traducimos ese término por todo resto de maldad.
El autor sagrado quiere que los cristianos aparten los obstáculos para recibir la Palabra con dulzura, con mansedumbre; la palabra injerta (έ’μφντοβ) en vosotros (v.21b). El término griego εμφυτοβ, en los clásicos significa propiamente “innato, natural, enraizado.” En el contexto presente conviene mejor el sentido de “injertado, enraizado dentro, plantado dentro.” Se trata del Evangelio, de la palabra de la verdad 169, que nos engendra a una nueva vida. Yahvé había dicho por el profeta Jeremías que en los tiempos mesiánicos escribiría su ley en los corazones 170. Esta Palabra es capaz de salvar vuestras almas, es decir, de regenerarlas con un nacimiento sobrenatural mediante la infusión de la gracia santificante 171. En esta regeneración, el hombre no puede comportarse de un modo meramente pasivo, sino que ha de cooperar con la acción divina, desechando toda malicia y revistiéndose de mansedumbre para recibir en su corazón la Palabra de Dios de una manera cada día más plena 172.
Recibir la Palabra es una expresión bíblica 173. No se trata aquí de recibirla por primera vez, sino de comprenderla mejor, de obedecerla mejor. Santiago expresa en este texto claramente la fuerza salvífica del Evangelio, de la que dice San Pablo: “No me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree.”174
22 Ponedla en práctica y no os contentéis sólo con oírla, que os engañaría; 23 pues quien se contente con sólo oír la palabra, sin practicarla, será semejante al varón que contempla en un espejo su rostro, 24 y, apenas se contempla, se va y al instante se olvida de cómo era; 25 mientras que quien atentamente considera la ley perfecta, la de la libertad, ajustándose a ella, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor, éste será bienaventurado por sus obras.
El Evangelio exige no solamente que se le escuche, sino que también requiere la cooperación de la voluntad del hombre con el fin de que resulte eficaz en orden a la salvación. No basta con aceptarlo; es necesario practicarlo. La fe ha de ir acompañada de las buenas obras. De este modo, el autor sagrado preanuncia uno de los grandes temas de la epístola: la cuestión de la fe y de las obras 175.
La necesidad de poner en práctica la Palabra de Dios es recalcada por el mismo Jesús en varias ocasiones 176. Cristo llama necio al hombre que escucha sus palabras y no las pone en práctica 177. También San Pablo enseña lo mismo, empleando expresiones casi idénticas a las de Santiago: “No son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley; ésos serán declarados justos”178. Esta idea es inculcada frecuentemente en el Antiguo Testamento 179.
Los ambientes judíos a los que se dirige nuestra epístola tenían gran necesidad de que se les recordase este principio 180. Por el hecho de considerarse hijos de Abraham se creían muy por encima de los demás hombres.
En los v.23-24, Santiago explica mediante una bella imagen lo que acaba de decir. Lo mismo que un hombre que se mira al espejo con negligencia no se acuerda después de las manchas que tenía en el rostro, para hacerlas desaparecer, así sucede al hombre que se contenta sólo con oír la palabra del Evangelio sin ponerla en práctica.
Los espejos de los antiguos eran un disco de plata o de una aleación de cobre y estaño pulimentado. Aunque no eran muy perfectos, se podían ver en ellos las manchas o deformidades del rostro. En este texto de Santiago se inspiraron los Padres cuando consideran la Sagrada Escritura como un espejo en el que se ve el cristiano. “Scriptura sacra mentís oculis quasi quoddam speculum opponitur – dice San Gregorio Magno – ut interna nostra facies in ipsa videa-tur; ibi etenim foeda, ibi pulchra nostra cognoscimus: ibi sentimus quantum proficimus, ibi a profectu quan longe distamos.” 181
Pero el autor sagrado no se detiene aquí, sino que opone al transgresor de la ley el que la observa: quien atentamente considera la ley perfecta., ajustándose a ella., sera bienaventurado por sus obras (v.25). El Evangelio es presentado como un espejo sobre el cual se inclina el fiel (παρακύψας) 182 para ver si su conducta es conforme con las exigencias cristianas. El considerar la Palabra divina, no de un modo olvidadizo, sino con el propósito de cumplirla, llevará al fiel a un cambio moral. El Evangelio, comparado con la Ley antigua, es llamado la ley perfecta, porque, al contrario de la Ley mosaica, conduce a la perfección, es decir, perfecciona la misma Ley mosaica 183. Además, es llamado la ley de la libertad, porque nos libra realmente de la servidumbre de la Ley mosaica, del pecado, de la muerte, y nos hace hijos de Dios184. La Ley antigua era, por el contrario, un yugo de esclavitud 185, impotente para borrar el pecado, y que impulsaba a los hombres a servir a Dios más con el temor que con el amor 186.
Santiago no habla directamente de la libertad de las observancias legales. La controversia con los judaizantes no parece que existiese todavía cuando fue escrita la epístola. Más tarde San Pablo hablará de la libertad de los cristianos, por la cual no están sometidos a la Ley mosaica. Pero el punto de vista de San Pablo es bastante diverso del de Santiago. Para el Apóstol de los Gentiles, la libertad es una prerrogativa del Evangelio 187.
El que cumple y vive continuamente conforme al Evangelio, vivirá feliz a causa de su buena conducta, porque está en paz con Dios y con su prójimo. También aquí tenemos un eco de la enseñanza de Cristo: “Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan.” 188 Esta bienaventuranza está ya presente en el testimonio de una buena conciencia, en el aumento de la gracia y de los méritos. Sin embargo, Santiago mira a la bienaventuranza eterna: éste sera bienaventurado por sus obras (v.25). El Antiguo Testamento proclama con frecuencia feliz al que cumple la Ley 189. Pero si la felicidad que desea el Antiguo Testamento no sobrepasa la felicidad terrena, Santiago se eleva mucho más alto. Para él la felicidad es la corona de vida que Dios prometió a los que le aman.
26 Si alguno cree ser religioso y no refrena su lengua, se engaña, porque su religión es vana. 27 La religión pura e inmaculada ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y conservarse sin mancha en este mundo.
En estos versículos, el autor sagrado hace una aplicación del principio enunciado en el v.22. Santiago afirma que sería una ilusión engañosa el creerse religioso (3ρησκόβ) cuando se reduce la religión a demostraciones puramente exteriores 190. Buenas son las manifestaciones exteriores del culto. Pero pueden hacerse inútiles por la indisciplina de la lengua, porque la lengua nos puede hacer pecar de muy diversas maneras 191. Si se quiere ser verdaderamente piadoso, religioso, hay que refrenarse, y refrenarse en este punto. De lo contrario, su religión resultaría vana.
Los judíos tenían tendencia a descuidar los deberes esenciales de la religión y a preocuparse demasiado de la parte exterior de la religión. Los profetas habían predicado con frecuencia que lo que agradaba a Dios no era la multiplicidad de los sacrificios, sino la práctica de la misericordia y de la justicia 192. También Jesucristo reaccionó fuerte contra la religión exterior e hipócrita de los fariseos 193. La religión pura e inmaculada ante Dios Padre (v.27), es decir, la religión verdadera, no es la que se preocupa únicamente de las prácticas exteriores, sino la que ejerce la caridad y la que preserva al hombre del mundo corrompido.
Santiago enseña que es necesario practicar la caridad fraterna de una manera positiva, socorriendo misericordiosamente a los desvalidos. Cita como ejemplo a ios huérfanos y a Zas viudas, de los que se habla con frecuencia en el Antiguo Testamento 194. Jesucristo ha inculcado con su ejemplo y sus palabras la caridad para con los necesitados 195. Por eso mismo, la comunidad primitiva de Jerusalén organizó desde el primer momento la obra de ayuda a las viudas 196, que después se extendió a toda la Judea 197 y hasta las iglesias de la gentilidad 198. San Pablo practicó esta virtud organizando colectas 199 para socorrer a los pobres de Jerusalén.
Esta obra de caridad hecha por amor de Dios es un verdadero culto a la Divinidad, constituye la más auténtica religión. Por eso dice muy bien la epístola a los Hebreos: “De la beneficencia y de la mutua asistencia no os olvidéis, que en tales sacrificios se complace Dios.” 200
La religión auténtica exige, además, el conservarse sin mancha en este mundo. Es necesario luchar contra las tentaciones, las atracciones pecaminosas de este mundo, para mantenerse puro. Porque la pureza de vida conservada por amor de Dios es un verdadero acto de culto. Mundo, en nuestro texto, se toma en sentido antropológico, no cosmológico, y designa a los hombres considerados bajo el imperio del mal, o bien el reino del pecado con sus doctrinas y sus ejemplos malos, de los cuales hay que preservarse.
Por el Evangelio sabemos que los fariseos atribuían una importancia primordial a los ritos tradicionales, a las abluciones, a los ayunos, décimas., en detrimento de muchos de los preceptos del Detoffo o de la caridad 201. Entre los convertidos del judaísmo debía de persistir en parte ese espíritu formalístico, contra el cual se levanta Santiago.
1 Según una etimología popular, vendría de ‘aqebh = “talón,” haciendo referencia a lo Que se dice en Gen 25:26. Sin embargo, en Gen 27:36 se le deriva de la raíz ‘aqabh = “suplantar, engañar.” Estas etimologías populares describen al personaje según alguna característica suya propia. – 2 Cf, Sal 34:23 – 3 Act 4:29; 16:17. – 4 Ap 1:1 – 5 Rom 1:1; Tit 1:1. – 6 de ambroggi, o.c. p.24. – 7 Cf. 1 Tes 1:1; 2 Tes 1:15; Gal 1:3. – 8 Act 2:32-36; Flp 2:9-11; Heb 5:7-10. – 9 Cf. L. Cerfaux, Le titrede Kyrios et la dignité royale de Jesús: RSPT 6 (1922) 40-71; 7 (1923) 125-153; Bousset, Kyrios Christos (Góttingen 1913), sostiene que los cristianos tomaron el título de Señor del mundo helénico. – 10 Cf. Jer 15:7; Sal 147:2; Jdt 5:19. – 11 Cf. Gal 3:7-9; 6:16; 1 Pe 2:9-19. – 12 Cf. Deissmann, Bibelstudien (Berlín 1895) p.20Q-216. – 13 1 Mac 10:25; 12:6; 2 Mac 1:1. – 14 Act 15:23; 23:26. – 15 Rom 1:7; 1 Cor 1:3; 2 Cor 1:2. – 16 1 Pe 1:2; 2 Pe 1:2. – 17 Entre los ostrakas encontrados en Lakis en el año 1935, que pertenecen a la última época del reino de Judá (590-585 a. C.), varios de ellos comienzan el saludo con esta frase: Cf. E. Vogt, Epistulae ultimi temporis regn. luda in Lakis inventae: VD 17 (193?) 180-185; Teófilo García De Orbiso, o.c. p.79 nota 6. – 18 Sant 1:16.19; 2:1.5.14; 3:1.10.12; 4:11; 5:7.95. – 19 Cf. Lev 19:18; 25:46; Dt 15:3. 21 L,c 10:30-37. – 20 Cf. Mt 23:9 – 22 Gal 3:26.28; cf. Rom 10:12; 1 Cor 12:13. – 23 El término ττασαν tiene aquí el sentido del latín summus, significando “el máximum de la cosa indicada” (cf. P. abel, Grammaire du grec biblique [París 1927] p.129). 24 Mt 5:11. – 25 Mt 5:12. – 26 Rom 5:3-4. Cf. W. Nauck, Freude in Leiden: ZNTW 46 Ü954) 68-80. – 27 8:18. – 28 Act 5:41. – 29 1 Pe 2:19 – 30 Salm 3?; 39; 49; 73- – 31 El verbo περιπίπτω indica el carácter externo y tal vez inesperado de la prueba. Generalmente significa un encuentro desagradable (cf. Le 10:30): se choca contra la prueba como contra un obstáculo (cf. 2 Mac 4:10). – 32 Cf. Sant 2:6. 44 Eclo 2:1-6. – 33 Cf. Teófilo García De Orbiso, De tentationibus in epistula lacobi: VD 16 (1936) 209-216; id., De origine et effectu tentationum (lac 1:13-15): VD 16 (1936) 305-311; de ambroggi o.c. p.26. – 34 El término το δοκίμιοV = “la prueba,” empleado también en 1 Pe 1:7, lo consideramos como un sustantivo más bien que como un adjetivo, designando el acto de probar y no la calidad de lo que es probado. – 35 Cf. Mt 24:13; Le 8:15; 21:19; Rom 5:4. – 36 Cf. 2Ma 6:18ss; 7:1ss. – 37 2 Cor 12:12. – 38 2 Cor 6:4; 1 Tim 6:11; 2 Tim 3:10; Tit 2:2. . – 39 S,3s. – 40 2 Tes 3:5. – 41 Col 1:24. Cf. Charue,o.c.p.395;G.Spicq: Υπομονή,Patientia:RSPT19(1930)95-106; fcTo. Tomás, Summa Theologica 2-2 q.136, a.6. – 42 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.8s. – 43 job 36:1-16. – 44. Cf. J. Chaine, o.c. p.ys. – 45 Sant 1:12. – 46 Mt 5:4.10-12; Le 6:23 – 47 R. Leconte, o.c. p.27. – 48 El griego ολόκληροι significa completos, intactos. Pero aquí el término tiene una significación moral: irreprochables. – 49 Mt 5:48. – 50 teófilo garcía de orbiso, o.c. p.86. – 51 1 Cor 1:21ss. – 52 1 Cor 2:6. – 53 J. Chaine, o.c. p.8. En el libro de la Sabiduría (c.q) se pide también a Dios la sabiduría para obrar sabiamente. – 54 Cf. Prov 2:6; Eclo 1:1; Sab 7:17; 8:21; 9:4. – 55 28.12SS. – 56 Prov 1:7. – 57 1 Cor 2:12-16. 61 1 Cor 1:18-25; 2:5.12-13; 3:18-20. – 59 Ef 1:7-10; 3:8-14. – 60 Ef 5:15-16.. – 61 Ef 1:17. – 62 1 Cor 1:17-24.26.31. – 63 A. Charue, o.c. p.396; De Ambroggi, o.c. p.28. – 64 Mt 7:7. – 65 Mt 5:45. – 66 Eclo 18:15-18; 20:1455. – 67 Mt 21:22; Mc 11:24. – 68 1 Re3:11s. – 69 Mc 11.24. – 70 San Agustín, Serm. 15. – 71 Mt 14:31. – 72 Cf. Jer 49:23; Is 57:20. – 73 El v.8 se ha de considerar como formando un todo con el precedente, aunque la Vulgata y Nácar-Colunga los separen con un punto y la Vulgata haya añadido est para dar sentido independiente al v.8. – 74 Sal 12:3; 1 Crón 12:33; Eclo 1:28; 2:12-14. – 75 H. Strack-P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch vol.3 p.751. – 76 Mt 6:24. Cf. J. F. óscar Seitz, Antecedents and Signification of the Term “dipsyjos”; JBL (1947) 211-219. – 77 Καυχάσθω implica no sólo la idea de gloriarse, sino también la de saber discernir las erdaderas realidades espirituales y complacerse en ellas. Cf. Jer 9:225; 1 Cor 1:31. Véase J. M. La expresión ó ταπεινός, que corresponde al hebreo ‘ani o ‘anaw, Is 11:4; 14:32. – 78 Lc 1:52. – 79 Cf.1 Sam 2:73; – 80 Sal 72:4.12; – 81 Cf. Is 11:3-4; 61:1-2; Jer 23-26. Mt 5:3. – 82 a. Charue, o.c. p-397. – 83 Cf. Job 14:2; Sal 37:2. – 84 Cf. 1 Pe 1:248. – 85 O.C. p.99. – 86 Gen 31:40; Mt 20:12. – 87 Os 12:2; Ez 17:10; Jon 4:8. – 88 El αύτοΰ es añadido por los mss.88,g15 ff(=Corbeiensis) y la versión sir. Pesitta. – 89 El término ευπρέπεια designa la bella apariencia, la belleza;πρόσωπον, con el sentido derivado del hebreo panim, significa “la superficie” de una cosa, “el aspecto exterior,” “las apariencias.” – 90 Cf. i Sam 2:5.7; Job 24:24; 27:13-23; Sal 49:16-20; Eclo 11:20; Sab 5:8-9; Mt 6:19; Lc 12:16-21; 16:19-31. – 91 Hesíodo, O. etj. 5; Eurípides, Troad. 610-611. – 92 Eclo 11:14. – 93 Acerca de la función pedagógica de los bienes temporales en el A. T., véase I. Tell, (-m oggeííi e ¿ motivi della fiducia in Dio nella pieta del Salterio: Scuola Cattolica 70 (1942) – 94 8-55-Icp9-129.281-302.348-365.415-427. – 95 bal 1:1; 32:2; 34:9; Job 5:17; Eclo 14:1:22. – 96 Cf. Mt 5:3-11; 16:17; Lc 1:45; Jn 20:29; 1 Pe 3:14; Ap 1:3. – 97 Mt 5:3. – 98 2 Tim 4:8. – 99 1 Pe 5:4. – 100 Ap 2:10. – 101 Ap 4:2; 14:14; 19:12. – 102 Ap 12:1. – 103 Ap 2:10; 3:11. Cf. A. Charue, o.c. p.398. – 104 Ap 2:10. – 105 El verbo επηγγείλατο = “prometió,” no tiene sujeto en los códices BSA 323 81, P~3 2Cr 794:206, ff, armena y copta. Otros códices ( 2Cr_1175:547 2Cr_1852:255 ps vg) añaden ό Θεόβ; y algunos otros (P y la familia K) se inclinan por (ó) Kúpioβ. La lección mejor es, sin duda, la que no expresa el sujeto, ya que era costumbre entre los judíos evitar, en lo posible, el nombre de Dios cuando podía ser sobrentendido. – 106 Cf. 1 Cor 10:13. – 107 Eclo 15:11-20. – 108 Prov 19:3. – 109 Gen 22:15s; Heb 11:17. – 110 Serm. 71:10: PL 38:453. – 111 Cf. 2 Sam 24:1. Sin embargo, la teología posterior del libro 1 Crón 21: 0 corrige el Gen 22:1: no fue Dios el que tentó a Abraham, sino el demonio Mastema. ise también Eclo 15:11-20. Cf. A. Charue, o.c. p.399. – 112 Sab2:24. – 113 1 Tes 3:5; cf. Mt 4:1. Véase san beda, PL 93:14. – 114 Rom 1:24; 6:23; 7:7s; Jn 8:44. – 115 Cf. Conc. Tridentino, ses.5 can.5: D 792. – 116 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.95. – 117 Los dos participios εξελκόμενοβ y δελεαζόμενοβ representan al hombre en el momento en que bajo el influjo de la concupiscencia camina hacia el pecado. Estos términos están tomados del arte de cazar y de pescar. El primero significa, en sentido propio, la acción con la que los cazadores tratan de atraer los animales para sacarlos de sus escondites. El segundo se dice de los peces, que son seducidos por el cebo. – 118 Prov7. – 119 San Justino (Dial con Trfón 100:55) emplea, en el mismo sentido metafórico que nuestra epístola, los términos συλλαμβάνω y τίκτω: “Eva concibió de la serpiente el pensamiento y parió el pecado y la muerte.” – 120 Serm. 58:8: PL 38:398 – 121 Ses.5 can.s: D 792. Cf. De Ambroggi, o.c. p.32; J. Chaine, o.c. p.22. – 122 Es usado sólo aquí y en Rom 5:16, en donde se aplica a la redención. Dudan los autores sobre la puntuación del fin de la frase. Algunos ponen coma después de εστίν, como hace Nácar-Golunga. En cuyo caso lo que sigue sería una especie de aposición a lo que precede.’ La Vulgata lo ha entendido así también: “desursum est, descendens a Patre luminum.” Esta puntuación parece conferir a la frase un ritmo más armónico. Sin embargo, la mayoría de los autores une εστίν a lo que sigue, suponiendo una forma perifrástica, coincidiendo así con la versión de la Pesitta y de la Vetus Latina: “desursum descendit.” – 123 2 Cor 1:3. – 124 Ef 1:17. – 125 Jer 4:23. – 126 Gen 1:14-18; Jer 31:35; Sal 136:7; Eclo 43:1-9 – 127 Gf. Is 60:19; 1 Pe 2:9; 1 Jn 1:5. – 128 Παραλλαγή, término empleado en astronomía para indicar el movimiento de los astros. Hoy todas las ediciones adoptan la lección τροπήβ άποσκίασμα de ACKLP, Vulgata. kl códice Vaticanus (B) tiene, sin embargo: “en el cual no existe ninguna mudanza proveniente del movimiento de la sombra.” – 129 Βουληθεΐς (Vulgata: “voluntarle”) no se distingue ordinariamente de Θέλων en el griego helenístico. Aquí designa el libre decreto de la voluntad divina. Es totalmente arbitrario el que los calvinistas se hayan servido de este texto para negar la libertad humana en las cosas de la salvación, pues esta cuestión ni siquiera está propuesta en la mente del autor. – 130 Cf. Ef 1:5. – 131 Cf. Jn 1:13; 1 Pe 1:3; 1 Jn 3:9. – 132 Cf. Bonnetain, en DBS III col10:55. – 133 2 Cor 5:17; Gal 6:15; Ef 2:10; Col 3:95. – 134 Jn 1:12s; 3:3-5-8; 1 Jn 3:9; 4:7; 5:1.4.18 – 135 Jpe 1:3; Jn 3:3-10. – 136 Ef 1:13. – 137 4:15. – 138 1 Pe 1:3. Cf. L. E. Elliot-Binss, James 1:18: Creation or Redemptionl: NTS (1956) 148-161; C. M. Edsman, Schopferwille und Geburt, Jac 1:18. Eine Studie zur altchris. Kosmo-logie: ZNTW 38 (1939) n-44- – 139 1 pe 1:23. – 140 Cf. 2 Cor 6:7; Ef 1:13; Col 1:5; 2 Tim 2:15. – 141 Gen 1:3ss; Is 55:105; Sal 33:6; 107:20. – 142 F. M. Abel, Grammaire du grec biblique p.145. – 143 Ex 22:295; Dt 18:4. – 144 Cf. Jer 2:3 según la interpretación de Filón, De spec. leg. 4:180. – 145 1 Cor 16:15. – 146 A. Charue, o.c. p.40i. – 147 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.102. – 148 A. Charue , o.c. p.401s. – 149 J. Chaine, o.c. p.27; Camerlynck, o.c. in h.l. Así lo ha entendido también la Vulgata: “Scitis.” – 150 Eclo 5:13; 20:5-8; – 151 Prov 1:55; 10:19; 13:3; 29:20. – 152 O.c. IIIp.753. – 153 Qf. DE Ambroggi, O.C. P-36. 5:2; 7:10. – 154 cf. Sant 1:2; 2:1; 3:1. 4:29-34; 5:13; 20:5-8. – 155 1 Cor 14:29. – 156 13:3; 17:27; 29:20-22. – 157 Cf. Aristófanes, Thesm. 177-178; – 158 Luciano, Demonactis vita 51. – 159 Gf. Diógenes Laercio, 7:1:23 – 160 Gf. v.26; 3:1-12. – 161 Demonactis vita 51. – 162 Prov 14:29; 16:32; 29:22. – 163 Séneca, De ira; Plutarco, Cato Mi i. – 164 De Ambroggi, o.c. p.56. – 165 Mt 5:20; 6:23. – 166 2 Cor 5:21 ; Flp 3:8-11. – 157 Rom 5:17; 2 Cor 8:2; 10:15. – 168 J. Chaine, o.c. p.29. – 169 Cf.v.15. – 170 Jer 31:33. – 171 J. M. Lozano, La Palabra que salva nuestras almas (Sant 1:21). Virtud y Letras 17 (1958) 149-156. – 172 Teófilo García De Orbiso, o.c. p.ios. Véanse F. Ogara, Voluntarle genuit nos verbo veritatis ut simus initium aliquod creaturae eius (lac 1:17-27): VD (1935) 150-55; L. E. el-ποτ-BiNss, James 1:21 and Ez 16:36. An Oíd Coincidence: Exp. Tim. (1954) 273. – 173 Jer 9:19; Prov 2:1; Le 8:13; Act 8:14; 1 Tes 1:6; 2:13. – 174 Rom 1:16; cf. Ef 1:13. – 175 Sant 2:14-26. 176 Mt 7:24; 12:50; Lc 6:47-49; 8:21; Jn 13:17. – 177 Mt7:26. – 178 Rom 2:13. – 179 Ez 33:31-32; Dtf15:5; 30:853. – 180 Cf. Mt 23:35; Act 15:10; Rom 2:17-24 – 181 Moralia in lob 2:1: PL 75:553- – 182 El verbo τταρακύτττω es empleado al hablar de San Pedro y San Juan (Le 24:12; Jua 20:5.11) cuando se inclinaron sobre el sepulcro para ver el lugar en donde habían puesto el cuerpo de Jesús. En este texto de Santiago, el verbo es empleado en sentido metafórico, refiriéndose a una intensa consideración de la mente. – 183 Cf.Mts,17. – 184 Gal 4:24.29; Rom 8:1-4. E. Stauffer, Das “Gesete der Freíheit” (Jac 1:251 2:12) in der Ordensregel von Jericho: TLZ (1952) 627-632. – 185 Cf. Act 15:10; Gal 4:3s; 5:1. – 186 Cf. 2 Cor 3:17. Véase M. M. Sales, o.c. p.514· – 187 Rom 8:2; Gal 4:21-31. – 188 Lc 11:28. – 189 Sal 1:1-3; 119:15ss; Eclo 50:30. – 190 El adjetivo 3ρησκόβ es un hapax en la Biblia; pero corresponde al sustantivo Βρησκία, Que designa generalmente la religión considerada en sus prácticas exteriores, especialmente “s de culto. – 191 Cf. Sant 3:1-12. – 192 Am 5:21-25; Os 6:6; Is 1:11-17; 58:3-7; Miq 6:6-8; Jer 7:21-23. – 193 Mt 15:1-10; 23; Mar 7:15ss. – 194 Sal 68:6; 146:9; Dt 27:19; Eclo 35:17-18. – 195 Mt 25:35-46. – 196 Acto. – 197 Act9:39 – 198 1 Tim 5:3-16; cf. San Ignacio M., Ad Polycarpum 4:1; San Policarpo, Ad Philip-penses 4:3. – 199 Rom 15:26; Gal 2:10; – 200 1 Cor 16:1-2.116. – 201 Mt 12:9-14; 15:1-6.
Fuente: Biblia Comentada
La Epístola de Santiago
TítuloSantiago, al igual que todas las epístolas generales a excepción de Hebreos, lleva el nombre de su autor (v. Stg 1:1).
Autor y fecha
De los cuatro hombres que se llaman Santiago en el NT, solo dos son candidatos para ser los autores de esta epístola. Nadie ha considerado seriamente a Jacobo el menor hijo de Alfeo (Mat 10:3; Hch 1:13), o Jacobo el padre de Judas, no Iscariote (Luc 6:16; Hch 1:13). Algunos han sugerido a Jacobo el hijo de Zebedeo y hermano de Juan (Mat 4:21), pero él fue martirizado demasiado pronto para haberla escrito (Hch 12:2). Eso únicamente deja a Jacobo (Santiago) el medio hermano más grande de Cristo (Mar 6:3) y hermano de Judas (Mat 13:55), quien también escribió la epístola que lleva su nombre (Jud 1:1). Inicialmente Santiago había rechazado a Jesús como Mesías (Jua 7:5), pero más adelante creyó (1Co 15:7). Él se volvió el líder clave en la iglesia de Jerusalén (cp. Hch 12:17; Hch 15:13; Hch 21:18; Gál 2:12), siendo llamado una de las «columnas» de esa iglesia, junto con Pedro y Juan (Gál 2:9). También conocido como Santiago el Justo por su devoción a la justicia, él fue martirizado ca. 62 d.C., de acuerdo al historiador judío del primer siglo Josefo. Comparando el vocabulario de Santiago en la carta que se escribió la cual está registrada en Hch 15:1-41 con el que se encuentra en la epístola de Santiago corrobora el hecho de que fue el autor de esta epístola.
Santiago | – | Hch 15:1-41 |
Stg 1:1 | «salud» | Hch 15:23 |
Stg 1:16; Stg 1:19; Stg 2:5 | «amados» | Hch 15:25 |
Stg 1:21; Stg 5:20 | «vuestras almas» | Hch 15:24; Hch 15:26 |
Stg 1:27 | «visitar» | Hch 15:14 |
Stg 2:10 | «guardare» | Hch 15:24 |
Stg 5:19-20 | «volver» | Hch 15:19 |
Santiago escribió con la autoridad de uno que había visto personalmente al Cristo resucitado (1Co 15:7), quien fue reconocido como un asociado de los apóstoles (Gál 1:19), y quien fue el líder de la iglesia de Jerusalén.
Lo más probable es que Santiago escribió esta epístola a creyentes dispersos (Stg 1:1) como resultado de la turbulencia registrada en Hch 12:1-25 (ca. 44 d.C.). No hay mención del Concilio de Jerusalén descrito en Hch 15:1-41 (ca. 49 d.C.), lo cual se esperaría si ese concilio ya se hubiera llevado a cabo. Por lo tanto, Santiago puede ser fechado con confianza ca. 44 49 d.C., haciéndolo el libro escrito más antiguo del canon del NT.
Contexto histórico
Los destinatarios de este libro eran creyentes judíos que habían sido dispersados (Stg 1:1), posiblemente como resultado del martirio de Esteban (Hch 7:1-60; Hch 7:31-34 d.C.), pero lo más probable es que se debió a la persecución bajo Herodes Agripa I (Hch 12:1-25, ca. 44 d.C.). El autor se refiere a su audiencia como a «hermanos» quince veces (Stg 1:2; Stg 1:16; Stg 1:19; Stg 2:1; Stg 2:5; Stg 2:14; Stg 3:1; Stg 3:10; Stg 3:12; Stg 4:11; Stg 5:7; Stg 5:9-10; Stg 5:12; Stg 5:19), el cual era un epíteto común entre los judíos del primer siglo. No es sorprendente, entonces, que Santiago es judío en su contenido. Por ejemplo, la palabra griega traducida «congregación» (Stg 2:2) es la palabra para «sinagoga». Además, Santiago contiene más de cuarenta referencias al AT (y más de veinte al Sermón del Monte, Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29).
Temas históricos y teológicos
Santiago, con su devoción a afirmaciones directas y penetrantes acerca de la vida sabia, nos recuerda el libro de Proverbios. Tiene un énfasis práctico, que destaca no el conocimiento teórico, sino la conducta piadosa. Santiago escribió con un deseo pasional porque sus lectores fueran obedientes sin reserva alguna a la Palabra de Dios. Él usó por lo menos treinta referencias a la naturaleza (p. ej. «onda del mar» [Stg 1:6]; «serpientes» [Stg 3:7]; y «el cielo dio lluvia» [Stg 5:18]), como es apropiado de uno que pasó una gran cantidad de tiempo afuera. El complementa el énfasis de Pablo de la justificación por la fe con su propio énfasis en el fruto espiritual demostrando fe verdadera.
Retos de interpretación
Por lo menos dos textos significativos retan al intérprete: 1) En el Stg 2:14-26, ¿cuál es la relación entre la fe y las obras? ¿Contradice el énfasis de Santiago en las obras el enfoque de Pablo en la fe? 2) En el Stg 5:13-18, ¿las promesas de sanidad se refieren a la esfera espiritual o física? Estos difíciles textos son tratados en las notas.
Bosquejo
Hay varias maneras de bosquejar el libro para entender el orden de su contenido. Una manera es ordenarlo alrededor de una serie de pruebas mediante las cuales la legitimidad de la fe de una persona puede ser medida.
Bosquejo
Introducción (Stg 1:1)
I) La prueba de la perseverancia en el sufrimiento (Stg 1:2-12)
II) La prueba de la culpabilidad en la tentación (Stg 1:13-18)
III) La prueba de la respuesta a la Palabra (Stg 1:19-27)
IV) IV.La prueba del amor imparcial (Stg 2:1-13)
V) V.La prueba de las obras justas (Stg 2:14-26)
VI) VI.La prueba de la lengua (Stg 3:1-12)
VII) VII.La prueba de la sabiduría humilde (Stg 3:13-18)
VIII) VIII.La prueba de los deseos y satisfacción mundanos (Stg 4:1-12)
IX) IX. La prueba de la dependencia (Stg 4:13-17)
X) X. La prueba de la paciencia que soporta (Stg 5:1-11)
XI) XI. La prueba de la veracidad (Stg 5:12)
XII) XII. La prueba de la oración (Stg 5:13-18)
XIII) XIII. La prueba de la verdadera Fe (Stg 5:19-20)
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Santiago. El medio hermano del Señor Jesús (vea la Introducción:Autor y fecha; cp. Gál 1:19; Gál 2:9). siervo. Vea la nota sobre Rom 1:1. doce tribus. Un título común del NT para los judíos (cp. Mat 19:28; Hch 26:7; Apo 7:4). Cuando el reino se dividió tras el reino de Salomón, diez tribus constituyeron el reino del norte llamado Israel, mientras que Benjamín y Judá se combinaron para formar el reino del sur conocido como Judá. Después de la caída y deportación del reino del norte a Asiria (722 a.C.), algunos del remanente de esas diez tribus del norte se filtraron en Judá y acudieron siempre a Jerusalén para rendir culto a Dios (2Cr 29:1-36; 2Cr 30:1-27; 2Cr 34:1-33), de tal modo que las doce tribus fueron preservadas en la tierra de Judá. Aunque fue imposible establecer con certidumbre la identidad tribal de cada israelita tras el cautiverio del reino del sur a manos de Babilonia (586 a.C.), los profetas previeron un tiempo en el que Dios restauraría a la nación como un todo y delinearía con claridad la pertenencia de cada persona a su tribu respectiva (cp. Isa 11:12-13; Jer 3:18; Jer 50:4; Eze 37:1-28; Apo 7:5-8). en la dispersión. La palabra griega diaspora significa «a través de la siembra» (cp. Jua 7:35), y se convirtió en un término técnico para aludir a todos los judíos que vivían fuera de la tierra de Palestina (cp. 1Pe 1:1). Además de las expulsiones de la tierra por parte de los asirios (2Re 17:1-41; 1Cr 5:1-26) y los babilonios (2Re 24:1-20; 2Re 25:1-30; 2Cr 36:1-23), muchos judíos fueron llevados a Roma como esclavos tras ser conquistados por los romanos en el año 63 d.C. Además, durante los siglos que culminaron en la primera venida de Cristo, miles de judíos salieron de Palestina para establecerse a lo largo y ancho del mundo mediterráneo (vea las notas sobre Hch 2:5-11). Ahora bien, los oyentes primarios de Santiago fueron los que estaban dispersados por el mundo a causa de la persecución (vea la Introducción: Contexto histórico).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:1 — «Santiago». Tocante a esta persona, Véase INTRODUCCIÓN, III, página 3.
–«siervo de Dios y del Señor Jesucristo». Compárense Tit 1:1 y el primer versículo de Judas.
La palabra «siervo» es de la griega doulos, que significa «esclavo». Santiago se consideraba como sujeto totalmente a Dios y a Jesucristo, y como propiedad de ellos (1Co 6:19-20; 1Co 7:23; Tit 2:14).
Tocante a no referirse Santiago a sí mismo como «apóstol» o como «hermano del Señor», véanse INTRODUCCIÓN, III,B,4,e. y f., página 3.
Dice que es siervo de ambos, de Dios y de Jesucristo; ¡es de los dos! Esto lo dice para el beneficio del judío inconverso que diría que al ser uno siervo de Jesús de Nazaret, ¡no lo sería de Dios! Pero Los Dos son deidad, y como tal son la fuente de autoridad y se les debe lealtad a Los Dos (Jua 17:3; Jua 14:6).
En la expresión «Señor Jesucristo» vemos expresados su SEÑORÍO o DOMINIO (Señor), su HUMANIDAD (Jesús), y su DEIDAD (Cristo, Mesías).
–«a las doce… dispersión». Véanse INTRODUCCIÓN, IV, página 7. Hubo dos dispersiones principales: la primera fue hacia el oriente, cuando cayó el reino del norte (722 a. de J.C.) y después el del sur (600 a. de J.C.) (Deuteronomio 30:1-4, Est 3:8, Neh 1:9). La segunda fue durante el tiempo del griego Alejandro Magno (hacia 350 a. de J.C.), siendo llevados los judíos a lugares del occidente.
Algunos creen que Santiago escribió a cristianos judíos esparcidos en tierras orientales, ya que Pedro dirigió una carta a la dispersión en lugares occidentales (1Pe 1:1).
Las diez tribus del reino del norte, como grupos íntegros, no volvieron de la cautividad (Ose 8:8; Ose 9:17). Se mezclaron con las naciones paganas. Dios en su providencia hizo uso de los judíos de la dispersión para dispersar el evangelio por medio de judíos convertidos (Hch 2:5-11).
La frase «doce tribus» (Compárese Hechos 26:7) vino a significar en el tiempo de Cristo «los judíos», sin referencia absoluta a distinción de tribus.
Ya que las doce tribus de Israel eran el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, la frase «doce tribus» (de Israel) vino a aplicarse al pueblo de Dios por medio de Jesucristo (Mat 19:28 etcétera).
–«Salud», del griego chairein = gozar, regocijar. Véase Notas Sobre 2 Juan, versículo 10. La palabra griega aparece en forma de infinitivo; es decir, gozar o regocijar. En una carta propuesta por Santiago (Jacobo) (Hechos 15:20), se empleó la misma forma de salutación (versículo 23). Esta palabra en forma de infinitivo aparece también en Hch 23:26. Juan emplea esta forma en 2Jn 1:10. El ángel Gabriel (Luc 1:28) usó la misma palabra, aunque en otra forma gramatical, al decir, «Salve». La palabra lleva en sí la expresión de gozar.
Se notará que Santiago, ya después de usar esta salutación (de «gozar»), en el versículo siguiente pasa a hablar de gozar (chara).
Fuente: Notas Reeves-Partain
SALUDOS
Santiago 1:1
Santiago, el esclavo de Dios y del Señor Jesucristo, envía saludos a las doce tribus que están esparcidas por todo el mundo.
Santiago se identifica al principio de su carta con el título que encierra todo su honor y su única gloria, el esclavo de Dios y del Señor Jesucristo. Con la excepción de Judas, es el único autor del. Nuevo Testamento que se atribuye ese término (dulos) sin más cualificación. Pablo se describe como esclavo y apóstol de Jesucristo (Rm 1:1 ; Fil 1:1 ). Pero Santiago no pasa de llamarse el esclavo de Dios y del Señor Jesucristo. Este título tiene por lo menos cuatro implicaciones.
(i) Implica una obediencia absoluta. El esclavo no tiene más ley que la palabra de su amo; no tiene derechos propios; es propiedad absoluta de su amo, y está obligado a rendirle a su amo una obediencia incondicional.
(ii) Implica una humildad absoluta. Es la condición de un hombre que no piensa en sus privilegios sino en sus deberes, no en sus derechos sino en sus obligaciones. Es la palabra que describe a un hombre que se ha perdido a sí mismo en el servicio de Dios.
(iii) Implica una lealtad absoluta. Es la posición de un hombre que no tiene intereses propios, porque todo lo que hace lo hace para Dios. Su provecho y sus preferencias =personales no entran en sus cálculos: Le debe su lealtad a Dios.
(iv) Sin embargo, en esta palabra de encierra su gloria. Lejos de ser un título deshonroso es el que se aplicaba a las grandes figuras del Antiguo Testamento. Moisés era el dulos, en hebreo `ébed, de Dios (1R 8:53 ; Dn 9:11 ; Mal 4:4 ); así se llamaban también Josué y Caleb (Jos 24:29 ; Nm 14:24 ); así también los grandes patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob (Dt 9:27 ); y Job (Job 1:8); e Isaías (Isaias 20:5); y dulos es el título distintivo por el que se conocían los profetas (Amós 3:7; Zac 1:6 ; Jer 7:25 ). Al tomar el título de dulos, Santiago se coloca en la gran línea sucesoria de los que hallaron la libertad y la paz y la gloria en la perfecta sufisión a la voluntad de Dio&., La única grandeza a la que un cristiano puede aspirar es a la de ser esclavo de Dios.
Hay algo poco corriente en el saludo inicial de esta carta. Santiago manda saludos a sus lectores usando la palabra jairein, que es la que se solía usar en las cartas personales en griego. Pablo no la usa nunca, sino siempre el saludo distintivo de los cristianos «Gracia y paz» (Rm 1:7 ; 1Co 1:3 ; 2Co 1:2 ; Gal 1:3 ; Ef 1:2 ; Fil 1:2 ; Col 1:2 ; 1 Tesalonicenses 1:1; 2Ts 1:2 ; Filemón 1:3 ). El saludo corriente griego sólo aparece dos veces en el resto del Nuevo Testamento: en la carta que- dirige el oficial romano Claudio Lisias a Félix para garantizar la seguridad del viaje de Pablo (Hch 23:26 ), y en la carta general que se mandó a todas las iglesias gentiles con la decisión del Concilio de Jerusalén que les garantizaba la admisión en la Iglesia (Hch 15:23 ). Esto es interesante, porque fue Santiago el que presidió aquel Concilio (Hch 15:13 ). Puede que usara el saludo más general porque la carta iba dirigida a un círculo muy amplio de gentiles.
LOS JUDÍOS ESPARCIDOS POR EL MUNDO
Santiago 1:1 (continuación)
La carta va dirigida a las doce tribus que están esparcidas por el extranjero; literalmente, en la Diáspora, que era la palabra técnica que designaba a los judíos que vivían fuera de Palestina. Todos los millones de judíos que había, por la razón que fuera, fuera de la Tierra Prometida, eran la Diáspora. Esta dispersión de los judíos por todo el mundo fue de importancia capital para la extensión del Cristianismo, porque quería decir que había. sinagogas en todas las ciudades principales, que era donde empezaban su labor los predicadores cristianos; y también quería decir que había grupos -de hombres y mujeres por todo el mundo que ya conocían el Antiguo Testamento, y que habían hecho que algunos gentiles se interesaran por la fe de Israel. Veamos cómo se había producido esa dispersión.
Algunas veces, y así fue como empezó todo el proceso, los judíos fueron exiliados de su tierra y obligados a vivir en otros lugares. Hubo tres grandes deportaciones.
(i) La primera tuvo lugar cuando el Reino del Norte, con su capital en Samaria, fue conquistado por los asirios, y sus habitantes fueron llevados cautivos a Asiria (2R 17:23 ; 1Cr 5:26 ). Esos eran las diez tribus perdidas, que no volvieron a Palestina. Los judíos creían que, al final de todas las cosas, todos los judíos se reunirían en Jerusalén; pero creían que, hasta que llegara el fin del mundo, esas diez tribus no volverían. Fundaban esa creencia en una interpretación bastante fantástica de un texto del Antiguo Testamento. Los rabinos lo argüían de la siguiente manera: «Las diez tribus no volverán nunca, porque se dice de ellas: «Los arrojó a otra tierra, como hoy se ve» (Dt 29:28 ). Como «hoy» acaba y nunca vuelve, así ellos partieron y nunca volverán. Como «hoy» se oscurece y vuelve a amanecer otra vez, así también el día amanecerá para que vuelvan las diez tribus que ahora están en las tinieblas.»
(ii) La segunda gran: deportación fue alrededor del año 580 a C., después que los babilonios conquistaron el Reino del Sur, cuya capital era Jerusalén, y llevaron cautivos a Babilonia a los mejores del pueblo (2R 24:14-16 ; Salmo 137). Aquellos judíos se comportaron en Babilonia de una manera muy diferente: se resistieron a ser asimilados y perder su identidad. Se dice que estaban principalmente en las ciudades de Nahardea y de Nisibis. Fue precisamente en Babilonia donde floreció el enciclopedismo judío y se produjo el Talmud Bablí o babilonio, exposición masiva de la ley judía en sesenta inmensos volúmenes. Cuando Josefo escribió su Guerras de las judíos, la primera edición no fue en griego sino en arameo, e iba dirigida a los judíos intelectuales de Babilonia. Él nos dice que los judíos alcanzaron tal poder allí que en un .tiempo la provincia de Mesopotamia estaba gobernada por ellost Sus dos gobernadores judíos fueron Asideo y Anileo; y al morir Anileo se dijo que fueron masacrados no menos de 50,000 judíos.
(iii) La tercera deportación tuvo lugar mucho más tarde. Cuando Pompeyo derrotó a los judíos y tomó Jerusalén en 63 a C., se llevó esclavos a Roma a muchos judíos. Su adhesión rígida a su propia ley ceremonial y su inflexible cumplimiento de la ley del sábado hacían que fueran difíciles hasta como esclavos, por lo que fueron manumitidos. Se asentaron en una especie de barrio propio a la otra orilla del Ti’ber. Al poco tiempo se los vio florecer por toda la ciudad. Dión Casio dice de ellos: «Fueron oprimidos con frecuencia, pero a pesar de todo se multiplicaron hasta tal punto que consiguieron hasta que se les respetaran sus costumbres.» Julio César fue su gran protector, y leemos que se pasaron toda la noche de duelo junto a su ataúd. También leemos que estaban presentes en gran número cuando Cicerón estaba defendiendo a Flaco. En el año 19 d C., toda la comunidad judía fue dEsterrada de Roma al ser acusada de haberle robado a una prosélita rica pretendiendo que el dinero era para el templo, y en aquella ocasión fueron llamados a filas para luchar contra los bandidos de Cerdeña; mas pronto regresaron. Cuando los judíos de Palestina enviaron su diputación a Roma para quejarse del gobierno de Arquelao, leemos que se les unieron 8,000 judíos que residían en la ciudad. La literatura latina. está llena de referencias sarcásticas contra los judíos, porque el antisemitismo no es nada nuevo; y el mismo número de referencias es prueba del papel que representaban en la vida de la ciudad.
Las deportaciones llevaron millares de judíos a Babilonia y a Roma; pero aún fueron muchos más los que se marcharon de Palestina por su propia voluntad, en busca de tierras más cómodas y productivas. Dos países en particular recibieron a miles de judíos. Palestina estaba como en un bocadillo entre dos grandes poderes: Siria y Egipto; y estaba en peligro, por tanto, de convertirse en campo de batalla: Por esa razón, muchos judíos se fueron, ya a Siria, ya a Egipto.
En tiempos de Nabucodonosor hubo un Éxodo voluntario de muchos judíos a Egipto (2R 25:26 ). Allá para el año 650 a C., el rey Samético se decía que tenía mercenarios judíos en sus ejércitos. Cuando Alejandro Magno fundó Alejandría, se ofrecieron privilegios especiales a los que se instalaran allí, y llegaron gran número de judíos. Alejandría se dividía en cinco distritos administrativos, y dos de ellos estaban habitados por judíos, que sumaban en esa sola ciudad más de un millón. Los asentamientos judíos en Egipto llegaron a tal punto que, hacia el año 50 a C., se construyó una réplica del templo de Jerusalén en Leontópolis para los judíos egipcios.
Muchos judíos se trasladaron también a Siria. La concentración más importante fue en Antioquía, donde se predicó el Evangelio por primera vez a los gentiles, y los seguidores de Jesús recibieron el mote de cristianos. En Damasco leemos que masacraron a 10,000 judíos en una ocasión.
Así que Egipto y Siria tenían numerosas poblaciones judías. Pero otros se instalaron más lejos. En Cirene, al Norte de Africa, leemos que la población estaba dividida entre ciudadanos, agricultores, residentes extranjeros y judíos. Mommsen, el historiador de Roma, escribe: «Los habitantes de Palestina no eran más que una parte, y no la más importante, de los judíos; las comunidades judías de Babilonia, Siria, Asia Menor y Egipto eran muy superiores a la de Palestina.» La mención de Asia Menor nos conduce a otra esfera en. la que los judíos eran numerosos. Cuando se desmembró el imperio de Alejandro Magno a su muerte, Egipto correspondió a .los Tolomeos, y Siria y los territorios adyacentes a Seleuco y sus sucesores los seléucidas. Estos tenían dos características principales. Seguían una política deliberada de fusión de poblaciones con vistas a ganar seguridad y acabar con los nacionalismos. Y también eran inveterados fundadores de ciudades. En estas ciudades se necesitaban residentes, lo que hacía que se ofrecieran atractivos y privilegios especiales a los candidatos. Los judíos aceptaron a millares la nacionalidad de estas ciudades. Por toda Asia Menor, en las grandes ciudades de la costa del Mediterráneo y en los grandes centros comerciales, los judíos eran numerosos y prósperos. Hasta había trasplantes obligatorios: Antíoco el Grande se llevó a 2,000 familias judías de Babilonia y las reasentó en Lidia y en Frigia. De hecho, la salida de Palestina tomó tales proporciones que los judíos palestinos se quejaban de sus hermanos que abandonaban las austeridades de Palestina para disfrutar de los baños y de las fiestas de Asia y de Frigia; y Aristóteles nos cuenta que se encontró a un judío en Asia Menor que era » griego, no sólo en la lengua, sino también en el alma.»
Está claro que había judíos en todas las .partes del mundo. El geógrafo griego Estrabón escribe: «Cuesta trabajo encontrar un lugar en todo el ancho mundo que no esté ocupado y dominado por judíos.» Y el historiador judío Josefo escribe: «No hay ciudad, ni tribu, ya sean griegas o bárbaras, en la que no hayan arraigado la ley y las costumbres judías.» Los Oráculos sibilinos, escritos hacia el año 140 a C., dicen que todas las tierras y todos los mares están llenos de judíos. Hay una carta que se supone que le mandó Agripa a Calíguia, que cita Josefo, en la que se dice que Jerusalén no es sólo la capital de Judasa, sino de la mayor parte de los países, por las colonias que ha instalado en ocasiones propicias en los países cercanos de Egipto, Fenicia, Siria, Celesiria, y en los más remotos de Parifilia y Cilicia, en la mayor parte de Asia hasta llegar a Bitinia y el Ponto; también en Europa: Tesalia, Boecia, Macedonia, Etolia, Ática, Argos, Corinto y en las mejores partes del Peloponeso. Y no sólo estaba lleno de asentamientos judíos el continente, sino también las islas más importantes: Eubea, . Chipre, Creta.:. y no digamos las tierras más allá, del Éufrates, en todas las cuales había habitantes judíos.
La Diáspora judía era coextensiva con el mundo; y fue el factor más importante para la extensión del Cristianismo.
LOS DESTINATARIOS DE LA CARTA
Santiago 1:1 (conclusión)
Santiago escribe a das doce tribus de la Diáspora. ¿A quiénes tiene en mente al escribir? Las doce tribus de la Diáspora podría querer decir cualquiera de las tres cosas siguientes.
(i) Podría representar a todos los judíos de fuera de Palestina. Ya hemos visto que suponían millones. Había de hecho muchos más judíos por toda Siria y Egipto y Grecia y Roma y Asia Menor y todas las tierras del Mediterráneo y más allá de Babilonia, que en Palestina. En las condiciones del mundo antiguo sería totalmente imposible mandar un mensaje a una circunscripción tan extensa y desparramada.
(ii) Podría querer decir los judíos cristianos fuera de Palestina. En este caso incluiría probablemente a los judíos en los países alrededor de Palestina, tal vez particularmente los de Siria y Babilonia. No cabe duda de que si alguno hubiera de escribir una carta a esos judíos sería Santiago, porque era el líder reconocido de la cristiandad judía.
(iii) La frase podría tener un tercer significado. Para los cristianos, la Iglesia Cristiana era el Nuevo Israel. Al final de Gálatas Pablo manda su bendición al Israel de Dios (Gal 6:16 ). La nación de Israel había sido el pueblo escogido especialmente por Dios; pero se habían negado a aceptar su. lugar, su responsabilidad y su tarea. Cuando vino el Hijo dé Dios, Le rechazaron. Por tanto, todos los privilegios que les habían correspondido pasaron a la Iglesia Cristiana, que es el nuevo pueblo de Dios. Pablo (Rm 9:7 s) había desarrollado esta idea hasta sus últimas consecuencias. Era su convicción que los verdaderos descendientes de Abraham no eran los` que podían remontar su ascendencia física hasta él, sino los que habían emprendido la misma aventura de fe que emprendió Abraham. El verdadero Israel se componía,- no de ninguna` nación o raza en particular, sino de los que habían aceptado a Jesucristo por la fe. Así pues, esta frase podría muy bien querer decir la- Iglesia Cristiana en general.
Podemos escoger entre el segundo y el tercer significado, cada uno de los cuales hace perfecto sentido. Santiago puede que escribiera a los judíos cristianos esparcidos por las naciones circundantes; o al nuevo Israel, la Iglesia Cristiana.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 1
Introducción
CRISTIANISMO EN ACCIÓN
La carta de Santiago, por ser más extensa que otras, figura en cabeza de las llamadas cartas católicas. Estas cartas, a excepción de la segunda y tercera de Juan, no se dirigen a una Iglesia o persona concreta, sino a una mayoría de cristianos. Son, pues, como unas encíclicas. Esta característica, puesta de relieve en el título de «cartas católicas», resalta muy claramente en la carta de Santiago, que es una disertación de índole ético-religiosa, cuya forma literaria se ajusta al estilo epistolar. Se puede demostrar que no es propiamente una carta, porque, a más de faltar el saludo de despedida y la firma, no aparece ninguna relación personal entre el remitente y los destinatarios. Los destinatarios son judeocristianos, pobres y oprimidos, que viven en la diáspora, entre los paganos, probablemente en Siria y Cilicia.
El autor, que se presenta humildemente como «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo», sin concretar más en particular los fundamentos en que se apoya su autoridad, porque puede suponer que los destinatarios ya los conocen, es un cristiano procedente del judaísmo. A un buen conocimiento del Antiguo Testamento y de la espiritualidad judía de su tiempo une el autor una visión certera de las necesidades de sus correligionarios. Escribe un griego muy cuidado1. Es imposible decidir si Santiago2, «hermano del Señor», primer responsable de la Iglesia de Jerusalén y «columna», junto con Pedro y Juan, de la Iglesia primitiva (Gal 2:9), conocía tan bien el griego (Jerusalén, como Galilea, era bilingüe en aquellos tiempos) o si utilizó como escriba y secretario a un judeocristiano de la diáspora griega. Según nuestra opinión, la carta no fue escrita más tarde del año 62 ó 63 después de Cristo. Por ser un documento inspirado procedente de la época apostólica, garantizado por el hecho de estar incluido en el canon, Ias afirmaciones de la carta tienen validez incontrovertible.
La carta está compuesta a la manera de un «libro sapiencial» del Antiguo Testamento (libro de los Proverbios, Eclesiastés, libro de la Sabiduría, Eclesiástico) y expone, sin ilación rigurosa, una serie de advertencias, instrucciones y normas, enfocadas hacia la vida práctica cotidiana de los judeocristianos de la diáspora. Utiliza el tesoro de ideas contenidas en el Antiguo Testamento y en las tradiciones judías, que constituían la base de la enseñanza éticoreligiosa de aquel tiempo, pero, además, se inspira intencionadamente en la tradición cristiana primitiva, tal como existía en la Iglesia primitiva y en las iglesias judeocristianas. Así, encontramos en esta carta la versión escriturística primitiva de muchas sentencias del sermón de la montaña 3; también ocupan un lugar central las exigencias apremiantes del mandamiento fundamental (Gal 2:8-11; cf. Mat 22:39s; Rom 13:8-10). Pero, ante todos la actitud de la carta está determinada, decisivamente, por el espíritu de la actitud de Jesús. La ley ritual está derogada; la nueva ley del cristiano es la «ley perfecta, la de la libertad» (Rom 1:25; cf. 2,12), que culmina en la «ley regia» del amor al prójimo (2,8). Se excluye por completo el deseo de obtener una recompensa en la tierra como motivo del obrar del hombre. La solicitud y el amor del autor van dirigidos a los pobres, mientras tiene palabras duras para la riqueza y para la autosuficiencia de los ricos (2,1-9; 4,13-5,6): «¿No escogió Dios a los pobres según el mundo, pero ricos en la fe y herederos del reino…?» (2,5). Según la carta de Santiago, la vida del verdadero cristiano se caracteriza y está determinada por una serie de virtudes: humildad (4,6.10), mansedumbre (1,21), misericordia (2,13), amor a la paz (3,18), hospitalidad, solicitud por los pobres, por los pecadores (5,16), por los indigentes, por los enfermos e incluso por los que se han desviado y perdido (5,19s), entrega confiada a la providencia del Padre Eterno, que gobierna con sabiduría y sólo concede dones buenos (1,17; 4,13-15; 5,7s), oración continua perseverante, en todas las circunstancias de la vida (1,6; 4,2-10; 5,13-18) y, por fin, paciencia que no desfallezca en medio de las pruebas y tribulaciones de este mundo (1,3s.12; 5,7-12). FE/V: Los libros sapienciales dan normas generales de prudencia y de vida; la carta de Santiago, en cambio, intenta lograr una total subordinación de todos los ámbitos de la vida a la voluntad de Dios, que fue promulgada en su plenitud y perfección por el Señor Jesús. La gran aspiración de esta carta es que los (judeo)cristianos, en la vida cotidiana, tomen en serio su fe y pongan en práctica lo que creen y profesan. ¿Qué utilidad tiene una vida aparentemente piadosa y dispuesta a obedecer a los mandatos divinos, si sus más profundos móviles y objetivos no están determinados por la fe? ¿De qué aprovecha una fe que no repercute en la vida, transformándola? Una fe que no toma en serio la vida de cada día, que no pone su sello en el obrar del hombre, no es digna de ese nombre. Es un puro engaño: «Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también está muerta la fe sin obras» (2,26).
Santiago no se contenta con estas consideraciones de tipo general. Es implacable a la hora de sacar consecuencias para la vida práctica. Se sirve para ello de una serie de sentencias que plantean con agudeza los problemas característicos de estas comunidades judeocristianas de la diáspora. Muchos pobres son explotados y oprimidos por los grandes terratenientes; se les insulta, incluso, por su fe, y se les conduce ante los tribunales (2,1-9; 5,1-6; 5,13). Por eso muchos se han entregado a una servil apetencia de todo lo que trae consigo honra y autoridad, y han demostrado desdén por los pobres, miserables e incultos de la comunidad (2,1-8). También hay ricos y personas acomodadas que se hacen tributar honores y viven seguros de sí mismos, haciendo planes, como si su destino estuviera exclusivamente en sus manos (5,1-6; 4,13-17).
Hay algunos que saben decir palabras hermosas al hermano indigente, pero cierran sin compasión sus bolsillos y su corazón a sus necesidades. Hay envidia y celos, un afán de «justificación» por los propios méritos y un prurito de reformar al prójimo, especialmente a los cristianos.
A esto se unen precipitación y arrogancia en hablar y en juzgar, e incluso ofensas y calumnias (4,1-12). Aparece un espíritu malsano de murmuración, de refunfuñar unos contra otros, que destruye la comunidad (5,9a); se advierte un celo por advertir, enseñar, instruir y gobernar a la comunidad; es un celo teñido de egoísmo y conduce a pendencias, a espíritu de contradicción, a sutilezas, contiendas y antagonismos (3,1-4,12), se nota una gran pusilanimidad en los contratiempos y necesidades de la vida cotidiana, porque se duda de la providencia bondadosa de Dios, como si Dios fuese la causa de cuantos males caen sobre sus fieles servidores en el mundo (1,2-18). Es, pues, muy natural que de aquí resulten deficiencias en la fe, en la oración y en la vida, hipocresía y apariencias de piedad (1,8.19-25; 2,14-26; 4,1-17), que las tribulaciones se transformen en verdaderas tentaciones y lleven a algunos a la caída (5,19s). Es también natural que la demora de la parusía del Señor como juez y remunerador, que se esperaba como algo próximo, lleve a muchos a no seguir tomando en serio el juicio final y a apartar su vista del fin, y se lancen a vivir sirviendo al mundo, arrastrados por su egoísmo y por sus pasiones (4,13-5,11). Santiago se enfrenta a esta actitud y afirma que Dios examinará y juzgará la fe de cada uno según sus obras y sin acepción de personas, que la parusía del Señor está cerca, e incluso que las decisiones judiciales ya están tomadas (5,1-9). Contrapone implacablemente esta actitud concreta de los cristianos, demasiado pusilánimes y dispuestos a aceptar compromisos, con las exigencias del Señor. Hay que tomar la fe en serio y vivirla (1,8; 4,8). Se mide a cada uno según sus frutos, según su vida. Solamente un cristianismo de acción podrá mantenerse airoso en la parusía del Señor y recibir en posesión la herencia prometida. Es un toque de diana, una exhortación siempre válida, siempre necesaria, siempre actual, dirigida a los cristianos de todos los tiempos, «¿No sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios?» (4,4). Permaneced, pues, en el mundo con corazón íntegro y fiel y con confianza inquebrantable.
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1. Así, usa juegos de palabras y asonancias de palabras semejantes, de parecida o idéntica pronunciación (1,15; 2,4; 2,13; 2,20); apóstrofes retóricos (4,13; 5,1); objeciones que se ponen en boca de interlocutores (2,18), la progresión sucesiva de palabras y de ideas (1,3s; 1,15); además cita el Antiguo Testamento según la traducción griega de los Setenta.
2. El Nuevo Testamento habla de tres personas de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, que llevaban el nombre de Santiago: el apóstol Santiago el Mayor, hermano de Juan Evangelista (cf. Mat 3:17; Mat 5:37; Mat 9:2; Mat 14:33), que fue degollado por orden de Herodes Agripa por pascua del año 42 (Hec 12:2); el apóstol Santiago, hijo de Alfeo (Mar 3:18; Hec 1:13), a quien suele llamarse «el Menor», aunque no recibe tal nombre en los pasajes citados. Hoy día se cree que no hay que confundirlo con Santiago el Menor, «hermano» de Jesús e hijo de una mujer llamada María (Mar 15:40; Mar 6:3). Este último Santiago, después de un periodo inicial de incredulidad, creyó en Jesús, por lo menos desde que se le apareció resucitado (1Co 15:7; Hec 1:14). Después de la huida de Pedro fue elegido jefe de la iglesia de Jerusalén (Hec 12:17; Hec 15:13-29; Hec 21:18-25), y junto con Pedro y Juan, el evangelista, fue considerado como una de las columnas de la Iglesia primitiva (Gal 1:19; Gal 2:9). Perseveró en el culto del templo y en el cumplimiento de las prescripciones legales, y se le llamó el «justo» por su piedad (véase EUSEBIO, Historia Eclesiástica II, 1,2-5; 23,4-18.21). Sin embargo, no defendió severa y celosamente las leyes mosaicas, antes al contrario abogó en defensa de los cristianos que provenían de los gentiles, para que se les liberase de la obligación de observar estas leyes (Hec 15:19.28s; Gal 2:1-10). Según Flavio Josefo (hacia el año 70 después de Cristo) y Hegesipo (hacia el año 170 después de Cristo) unos celosos defensores de la ley judía le dieron muerte violenta por pascua del año 62 después de Cristo, siendo sumo sacerdote Anás II. Si se acepta que Santiago el Menor ha escrito esta carta, entonces se encuentra la mejor explicación que pueda darse de que el autor no use el titulo de apóstol en Stg 1:1, de la indudable autoridad del remitente, de su ambiente espiritual, así como también de su familiaridad con una tradición muy antigua que recordaba palabras de Jesús, sobre todo tal como se encuentran en el sermón de la montaña de Mateo. Sobre este asunto cf. A. WlKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, Herder, Barcelona2 1966, p. 346s; J. CANTINAT, en A. ROBERT y A. FEUILLET, Introducción a la Biblia, Herder, Barcelona2,1967, p. 513-519. 32Re 5:11 = Mat 5:34-37; Mat 2:5 = Mat 5:3-5; Mat 2:13 =Mat 5:7; Mat 2:15 = Mat 6:25; Mat 3:12 = Mat 7:16.
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ENCABEZAMIENTO 1,1
REMITENTE (1, 1a)
1a Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo…
Aunque la carta de Santiago no es propiamente una carta, su autor ha preferido adoptar la antigua forma epistolar. Comienza nombrando el remitente, luego los destinatarios, y termina con el saludo acostumbrado: khareim, «salud». El nombre y la autoridad del remitente han de respaldar sus argumentos y darles validez. Quien quiera decir algo en la Iglesia de Dios tiene que venir en nombre y con autoridad de Dios y del Señor Jesucristo. Sus palabras, para que tengan validez en el pueblo de Dios, deben estar respaldadas por la verdad de Dios y la misión de Cristo.
Como acreditado servidor de la palabra y maestro de la Iglesia (3,1) hace prevalecer su autoridad, que es incuestionable y que, en oposición a la autoridad del mundo, no hace alarde de jerarquía ni de títulos de grandeza. Se presenta como esclavo, siervo de autoridades superiores: de Dios y de Jesús, su «ungido» (Cristo, el Mesías), el Señor sentado a la derecha de Dios. El título de esclavo o siervo no sólo significa la completa dependencia del autor respecto de Dios, que le ha tomado a su servicio, sino que expresa además la alegría por haber sido elegido y acreditado mediante esa «toma de posesión» por parte de Dios y de su Mesías. Poder ser siervo de Dios es un regalo y un don honorífico; por esa razón tampoco el Antiguo Testamento encontró un título honorífico más excelso que el de siervo para designar a las grandes figuras de Israel. Así se designa a Moisés (Jos 14:7), Josué (Jos 24:29; Jue 2:8), Abraham (Sal 104:42), David (Sal 88:4), Isaac; (Dan 3:55) y a los profetas (2Re 17:23), a quienes Dios constituyó en siervos suyos. Lo mismo puede decirse aquí, con la única diferencia de que ahora Dios ha actuado y actúa por medio de su ungido, Jesús, el «Señor». Todos los que reconocen que Jesús es el ungido de Dios y el Señor son siervos de Dios y de Jesucristo. Pero el título de siervo expresa aquí, igual que cuando se aplica a aquellas grandes figuras de la antigua alianza, la conciencia de una dependencia y de una misión especiales, de una elección y de una autoridad peculiares. También Pablo en sus escritos se nombra con frecuencia con este título4. Pero, a diferencia de Pablo, nuestro autor no alude a su cargo de apóstol, antes encubre su cargo y su autoridad con el humilde título de «siervo», esclavo, servidor. Así procede también el autor de la carta de Judas «hermano de Santiago». Pero precisamente esta modesta designación indica a los lectores que el autor habla aquí sólo en nombre y con la autorldad de Dios y del Señor Jesús, más aún, que es el mismo «Señor» quien les habla. ¡Qué pretensión!, pero también ¡qué promesa!: encontrar en la carta del siervo a su Señor, al ungido de Dios, e incluso al mismo Dios, oculto y escondido. No hay que sorprenderse, pues, de que esta carta procure imponer la voluntad de Dios, sin limitarla ni reducirla, tal como se la reveló el Señor Jesús.
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4. Cf. Rom 1:1; Flp 1:1; Tit 1:1; 2Co 4:5.
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2. DESTINATARIOS. SALUDO (2Co 1:1 b).
1b . . .a las doce tribus en la diáspora: Salud.
Santiago se dirige a los cristianos con una expresión que era corriente para designar a las doce tribus del pueblo de Israel, dispersas entre los gentiles. Desde los días de la destrucción del reino septentrional de Israel (722 antes de Cristo) y el destierro de la mayoría de los habitantes del reino meridional de Judá (587 antes de Cristo), una gran parte del pueblo de Dios vivía en la diáspora. Este hecho no sólo tuvo por consecuencia que algunos paganos rindieran culto al único Dios verdadero, sino que muchos miembros e incluso tribus enteras del antiguo pueblo de las doce tribus fueran absorbidos por los pueblos paganos que los hospedaban. Pero el pueblo judío, desde el tiempo de los profetas, mantenía la viva esperanza de que Dios, al final de los tiempos, volvería a congregar a su pueblo y haría regresar a su tierra a todos los miembros perdidos para formar el único pueblo de Dios. Santiago, al hacer esta referencia, que no se repite en todo el Nuevo Testamento, alude a su gran homónimo, Jacob, el fundador del pueblo de las doce tribus, y dice: Ahora ha empezado la reunión de los miembros perdidos, por medio del Mesías de Dios; la Iglesia es ahora el verdadero Israel. Por eso ha tenido cuidado en omitir en el encabezamiento el nombre del antiguo pueblo de Dios, «Israel». Quiere dar a entender, además, que él es el continuador de la obra del patriarca Jacob. A él, responsable de la comunidad primitiva de Jerusalén, le han sido confiadas especialmente las doce tribus, que han sido rescatadas, los miembros del pueblo de Dios, que han creído en el Mesías. A pesar de haber sido ya rescatados, han de vivir aún en un mundo enemigo de Dios (4,4-6), aunque el día del retorno definitivo del pueblo de Dios a su patria ya proyecta su sombra (5,1-11).
Santiago se reconoce, pues, como heredero y defensor de Jesús y de los «doce», a quienes se había encomendado la reunificación del pueblo de Dios, disperso y perdido, y a quienes se había prometido dominio futuro sobre las doce tribus de Israel 5. Su solicitud debía dirigirse sobre todo a aquellos que, como él mismo, descendían por la sangre de los doce hijos de Jacob, aunque sabía, sin duda, que la Iglesia, formada por judíos y paganos, es quien representa ahora el verdadero Israel. Su alegre saludo va dirigido, pues, a todos aquellos que pertenecen al verdadero Israel: también a nosotros.
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5 Cf. Mat 10:1 ss; Mat 19:28; Luc 22:30; Hec 1:15 ss; Hec 3:18-26; Hec 5:29-32; Hec 13:26.31
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BENEFICIOS APORTADOS POR LAS PRUEBAS 1,2-18
Sin ninguna frase de transición, Santiago comienza a exponer una primera serie de ideas sobre las pruebas. Repite continuamente algunos pensamientos y palabras, que constituyen el núcleo central, y cuando uno menos se lo espera pasa a nuevas series de ideas. Los temas se los da la situación concreta, y al tratarlos deduce de ellos cuál ha de ser la actitud fundamental auténticamente cristiana y airea, con dureza y sin miramientos, las deficiencias de conducta de los cristianos. Hay que precaverse de cualquier ilusión piadosa, como si bastara estar convencido de las verdades cristianas para ser cristiano y salvarse. La verdadera fe, si ha de conducir a la salvación, hay que demostrarla día a día.
l. LA PRUEBA ES MOTIVO DE GOZO (1,2-4).
a) Produce constancia (1,2-3).
2 Considerad, hermanos míos, motivo de grandes alegrías el veros envueltos en toda clase de pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia.
Santiago, después de saludar a los destinatarios de la carta, aplica a la prueba la palabra «alegrías»: en todos los aspectos, la prueba, es decir, la prueba de la fe o tentación, ha de ser motivo de gozo. Es una afirmación audaz, sorprendente, si se tiene en cuenta la sombría y peligrosa realidad contenida en aquellos conceptos. ¡Qué misterio diabólico oculta la palabra tentación para el que cree en la providencia de Dios, nuestro Padre bondadoso y santo del cielo, y experimenta sin cesar que los piadosos y creyentes son entregados en diversas maneras al poder del tentador, hasta caer en la profundidad de la desesperación, de la silenciosa apostasía o incluso de la traición! La obscura sombra de la tentación comenzó a proyectarse sobre nuestros primeros padres (Gen 3:1-19), fue pasando por Abraham, el padre de la fe (Gen 22:1-19), por el inocente Job, hasta llegar a Jesús en el desierto (Mat 4:1-11) y en el monte de los Olivos (Mar 14:32-42), a Judas, a Tomás y a los apóstoles, y seguirá proyectándose hasta el juicio final. Por eso Jesús, en la sexta petición del padrenuestro, nos enseña a pedir que no nos deje caer en la tentación (Mat 6:13; Luc 11:4), y nos advierte que estemos siempre alerta y que pidamos la protección de Dios en la tentación (Mar 14:38).
FE/TENTACION: Solamente donde hay fe es posible que se someta a prueba a la fe. Y sólo en medio de la prueba demuestra la fe su autenticidad, su plena sumisión a la voluntad de Dios. Esto nos lo enseña ya el Antiguo Testamento: «Hijo, en entrando en el servicio de Dios, persevera firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la tentación. Domina tu corazón, y ten paciencia; inclina tu oído y recibe los consejos prudentes, y no te impacientes en tiempo del infortunio. Aguarda con paciencia lo que esperas de Dios. Estréchate con Dios, y ten paciencia, a fin de que en adelante sea más próspera tu vida. Acepta todo cuanto te enviare, y en medio de los dolores sufre con constancia, y lleva con paciencia tu abatimiento; pues al modo que en el fuego se prueban el oro y la plata, así los hombres aceptos se prueban en la fragua de la tribulación» (/Si/02/01-05). Por eso Santiago puede limitarse a afirmar que la prueba de la fe produce constancia. La tentación es el medio para probar la fe. Esta es la actitud fundamental que debe tener el cristiano, que vive en este mundo y tiene que convivir con frecuencia entre compatriotas incrédulos, Sólo puede producir frutos abundantes quien demuestra su fe, con firmeza, en medio de todas las contrariedades. Si se consigue esto realmente, hay motivo para alegrarse.
h) La constancia lleva a la perfección (Mar 1:4).
4 Pero que la constancia lleve consigo una obra perfecta, para que seáis perfectos y plenamente íntegros, sin deficiencia alguna.
El objetivo de la voluntad salvadora de Dios es llevar al hombre a la perfección. Este objetivo sólo se logra cuando la fe, con tenacidad, imprime su sello en todos los ámbitos de la vida y cuando todo el obrar del hombre se ordena y se subordina a la voluntad de Dios. El hombre redimido debe ser perfecto, sin mácula ni falta, como el Padre celestial es perfecto (Mat 5:48). El hecho de que con la expresión «obra perfecta» no designe una acción o virtud determinada, sino al cristiano mismo en la madurez de su fe, demuestra cuán profundamente ha penetrado en las palabras de su Señor. Pero, a la vez, la formulación misma de esta frase pone de relieve con finura que esta madurez no trae consigo la «obra perfecta» sin más ni más, automáticamente, sino que es necesario un esfuerzo perseverante para que se distinga en el elegido la imagen del Padre. Así, nos pone en guardia contra el menor indicio de autosuficiencia piadosa: la fe sólo es auténtica y consigue su fin cuando nada falta a esta perfección. No basta dejar esto o aquello, hacer esto o lo de mas allá. Dios quiere que todo el hombre se renueve y se perfeccione. Si uno ha llegado a percatarse de esta insuficiencia, de su propia pobreza, de la que él mismo es en parte culpable; si ante su vista, iluminada por la fe, se ha presentado este objetivo y lo ha introducido en su corazón, entonces no podrá menos de gozarse por la prueba de su fe, ya que sólo así puede acercarse a su fin.
2. SE NECESITA SABIDURÍA PARA ADMITIR ESTA VERDAD (Mat 1:5-8).
a) Pidamos la sabiduría a Dios (Mat 1:5a).
5a Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios…
Para entender bien lo que acaba de exponer, es necesaria una comprensión, que es don de Dios. Tener fe significa juzgar el mundo y la vida con los criterios de Dios y con su escala de valores. Por eso la verdadera sabiduría sólo puede descender de arriba (Mat 3:15). ¡Cuántas veces aparece una contradicción entre las convicciones religiosas y la práctica de la vida cotidiana, porque no se ha cambiado la manera de pensar! Quien no reflexiona, quien no ve, planea, juzga, valora y obra inspirado por Dios y con la vista puesta en él, tiene una fe insuficiente y estéril, es todavía menor de edad, está, en fin, marcado por la sabiduría de este mundo, que no ve más allá de las cosas de este mundo y conduce a la muerte (3,13-18).
Puesto que todo depende de que veamos las cosas con perspectiva divina, es necesario pedir, tanto más cuanto más se esfuerce uno por alcanzar la madurez de su fe y la perfección. Santiago se limita a insistir en algo que sus lectores ya sabían hacía mucho tiempo por el Antiguo Testamento (cf. Pro 2:3-6) y por el ejemplo del prudente Salomón, que no pidió a Dios larga vida, ni riquezas, ni victoria sobre sus enemigos, sino el don más precioso que Dios puede otorgar: un corazón sabio, inteligente, razonable, capaz de discernir entre el bien y el mal (1Re 3:5-14). Quien no pide con perseverancia este don primordial no podrá llevar su fe a feliz término, porque carece de la necesaria perspectiva. ¿Por qué pedimos tan pocas veces y con tan poca energía el don de la sabiduría, de la fe razonable? ¿Quizá porque nos importa muy poco la perfección de la fe? ¿O tal vez porque dudamos de poder conseguirla alguna vez? ¿O acaso porque dudamos de que Dios escuchará nuestra súplica?
b) Dios da generosamente (1Re 1:5b-c).
5b … que la da a todos, sencillamente y sin echárselo en cara…
Dios da a lo divino, no como un hombre a quien se pide ayuda. Dios no inventa pretextos ni hace salvedades, no sale nunca con un si o un pero, no piensa si el que pide es digno de ser escuchado, si su petición es digna de ser atendida, ni en qué condiciones sea mejor atenderla: da sin segundas intenciones, sin reparos, sin reservas. Precisamente porque él es Dios, el dador de todo bien (1Re 1:17).
Da sin hacer reproches al que le suplica, sin hacerle sentir que se le da algo de mala gana y que supone una gran condescendencia atender a sus ruegos; Dios da con gusto, porque es bondadoso y le gusta complacer. Así, la súplica pierde su carácter de cosa difícil, desagradable, incluso vergonzosa, para transformarse en algo alegre y glorioso, porque Dios da como un padre amoroso, que da a su hijo lo que le pide. ¿No les gusta a los niños ir a su padre con todos sus deseos, grandes y pequeños? ¿Qué nos retrae, pues, de pedir la sabiduría?
5c …y se le dará
Podemos estar seguros de que Dios prestará oídos a nuestra petición. No es sólo Santiago quien lo afirma; está respaldado por un testigo, que cita; Jesús, su Señor. En esta frase Santiago reproduce una sentencia del sermón de la montaña, que exhorta a pedir con confianza y promete que se prestará oído a nuestra súplica (Mat 7:7; Luc 11:9). Es significativo que, para Lucas, el don bueno que Dios concede a quien le pide con confianza sea el don del Espíritu, del Espíritu bueno y santificador de Dios: «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿con cuánta más razón eI Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?» (Luc 11:13). Esto es lo que quiere decir Santiago con su exhortación a pedir el don de la sabiduría. Para el hombre que quiere conseguir la perfección y la plenitud de vida de Dios, ¿hay algo más necesario que el don de este Espíritu santificador, que transforma al hombre y le hace sabio? Al mismo tiempo, da una norma de lo que se debe pedir y un criterio para saber cómo puede estarse seguro de que la súplica será atendida.
c) Pero hay que pedir con fe (Luc 1:6-8).
6a Pero pida con fe, sin ninguna duda…
Para que la oración reúna las debidas condiciones no sólo es menester conocer el don que se pide, sino también tener una confianza firme, apoyada en la fe. También el que pide ha de contribuir con algo decisivo para que la oración sea atendida: con su fe sin reservas en la bondad y en el amor de Dios. La fe del cristiano es el puente por el que se llega hasta el corazón de Dios. Quien duda de la bondad de Dios, de su solicitud paterna y de su disposición a escuchar nuestras peticiones, duda también de la palabra y de la obra de Cristo, rebaja a Dios al nivel de un hombre veleidoso, indigno de confianza, y destruye este puente. Cualquier clase de duda destruye la eficacia de la oración confiada. Aunque la aparente solidez del orden del mundo, el trajín ruidoso y agitado del mundo y de los hombres, y el silencio, a veces incomprensible, de Dios parezcan oponerse a la eficacia de la oración confiada, el que cree sin vacilar tiene una fe que puede incluso trasladar montañas (Mat 21:21). Así lo garantizan las palabras de Jesucristo. Este testigo está ahora en la gloria del Padre. Podemos apoyarnos con confianza inquebrantable en su promesa.
6b …pues el que duda es semejante al oleaje del mar, agitado por el viento y llevado de una parte a otra.
Esta es la situación del que duda: en cuanto sopla el viento de la duda sobre el mar de los pensamientos, reflexiones y criterios, este impulso del viento le mueve, le empuja de un lado a otro, le revuelca, sin objetivo, sin centro, sin descanso. Salta la espuma, huera y engañosa. He aquí una imagen estremecedora del creyente que debía tener su apoyo en Dios, pero que presta más atención a los fútiles cuchicheos y opiniones que a la verdad inmutable y permanente de Dios. Santiago no habla aquí de la duda propia del hombre atribulado, sino de la insuficiencia y fatuidad de los «hombres inconstantes», que se dejan afectar por la primera corriente de airea o, como dice Jesús en la parábola del sembrador (Luc 8:13), se agostan al primer rayo ardiente del sol, porque no han echado raíces.
7 No piense tal hombre en recibir nada del Señor. 8 Es un indeciso, inconstante en todos sus caminos.
No puede aplicarse al creyente que carece de una fe auténtica y sencilla, la promesa de que su oración será escuchada. No tiene nada que esperar de Dios 6, ya que tampoco le da nada; ni pone su confianza en Dios ni se entrega a él sin reservas. Se queda solo, aislado, y no puede estar seguro de nada, porque su indecisión, que no le permite confiar en Dios, tampoco le permite confiar en sí mismo. La indecisión no conduce a nada. Se reduce a polvo oscilando entre la confianza y la desconfianza, entre la confianza en Dios y la confianza en sí mismo, entre la entrega y la huida, entre la oración y la duda, entre contentarse con lo que encuentra y salir a la búsqueda, entre la esperanza y el temor. No hay, pues, que sorprenderse de que esta forma de vivir carezca de dirección y de objetivo, y semeje a un deambular de un lado a otro, sin plan ni meta y cuyas huellas es imposible seguir.
Aquí se ve claro lo que significa creer: entregarse a Dios enteramente y con plena confianza , y construir la vida sobre ese sólido cimiento. Quien confía en Dios sin condiciones, quien no está seguro del amor y la bondad de Dios, no tiene ningún asidero. Sólo cuando se pide con fe la sabiduría, el Espíritu de Dios y la gracia, llega la fe del cristiano a desplegar toda su fuerza. Es el cristianismo primitivo quien nos sale al encuentro en la persona de Santiago. Quien preste oídos a este testigo acreditado encontrará el camino que conduce de la indecisión y la imperfección a la plenitud de la fe alegre, que vence al mundo.
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6. Aquí a Dios se le llama Kyrios, como en 3,9; 4,10.15; 5,4.10.11.
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3. PORQUE LAS APARIENCIAS ENGAÑAN (1,9-12).
a) Sólo podemos gloriarnos en nuestra vocación (1,9-lOa).
9 Gloríese el hermano humilde en su exaltación, 10a y el rico en su humillación…
Da la impresión de que Santiago pasa a hablar de repente sobre la gloria que se puede poner en las cosas propias, pero, en realidad, continúa el curso de ideas que antes había iniciado, aunque desde un nuevo punto de vista. No hemos de valorar a un hombre por los bienes que posee en este mundo, sino por los bienes que le hacen rico a los ojos de Dios, porque sólo lo que vale ante Dios tiene un valor duradero. Gracias a la intervención de Dios en este mundo se ha producido una inversión de valores. No es el hombre y su vida terrena Io que ocupa el centro, sino Dios y sus bienes. Solamente el que es perfecto ante Dios tiene razón para gloriarse; no en sus propios méritos sino en la gracia y en los dones que ha recibido de la divina clemencia. Por eso debemos gloriarnos incluso en las tribulaciones: en ellas se acrisola la fe, como el oro.
El autor expone su concepción del verdadero valor del hombre en dos ideas, que suenan a paradojas. Pero tampoco aquí se apoya únicamente en sus propias convicciones, sino en la tradición. Este modo de ver se encuentra tanto en la antigua alianza como en la nueva: «Esto dice el Señor: no se gloríe el sabio en su saber; ni se gloríe el valeroso en su valentía; ni el rico se gloríe en sus riquezas. Mas el que quiera gloriarse, gloríese en conocerme y saber que yo soy el Señor, el autor de la misericordia, del juicio y de la justicia en la tierra; pues éstas son las cosas que me son gratas, dice el Señor» (Jer 9:22-24). También el Eclesiástico desarrolla esta idea: «La gloria de los ricos, la de los hombres bien considerados y la de los pobres es el temor de Dios» (Eco 10:25). El principio de que el hombre sólo puede gloriarse cuando aparta los ojos de sí mismo y los fija en Dios, enorgulleciéndose entonces de la gracia y de la elección de que ha sido objeto, ha sido formulado definitivamente por Pablo: «Quien tenga orgullo, que lo tenga en el Señor» (1Co 1:31). Dios ha destruido, per medio de Cristo, todo el orgullo de los gentiles y de los judíos, para que nadie se gloríe ante Dios (1Co 1:25-31). El cristiano, pues, puede gloriarse sólo del amor de Cristo y de su acción salvadora, que le ha hecho rico anta Dios (Flp 3:3). Sólo puede gloriarse de lo que recibe gracias a su comunión de vida con el Señor; en otras palabras: de su impotencia personal y de sus sufrimientos 7.
Santiago saca a relucir la «exaltación» y el honor como motivo de orgullo para el cristiano pobre, menospreciado a menudo. Pero al hermano rico y bien considerado le recuerda que debe reconocer humildemente que su exaltación se funda únicamente en su vocación, en el hecho de ser cristiano. La frase concisa: «el (hermano) rico (gloríese) en su humillación», no quiere ser sólo una exhortación a ser humilde, a deponer toda clase de orgullo y presunción y a gloriarse sólo en Dios. Quiere también señalar el peligro que tiene la riqueza de nublar la vista del creyente y darle una visión engañosa (cf. 4,13-163.
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7. Cf. Gal 6:14; 2Co 4:7-11.
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b) Todas las riquezas pasarán ( 2Co 1:10b-11).
10b …porque pasará como la flor de heno. 11 Pues salió el sol, vino el viento abrasador, secó el heno y se le cayó la flor, y se estropeó su bello aspecto. Así se marchitará también el rico en sus empresas.
RIQUEZAS/CADUCAS: Santiago interpreta las palabras del profeta Isaías (/Is/40/06s) sobre el destino de los ricos: todo el brillo y todo el fulgor fascinante de la riqueza están irremediablemente condenados a desaparecer. Todo el maravilloso esplendor de los pastos y campiñas florecientes de Palestina después de la estación de las lluvias se desvanece en un plazo brevísimo. De toda la magnificencia del mundo nada permanece. Por eso el rico es pobre: porque se deja cegar y prender por el fulgor de lo transitorio, que le engaña miserablemente. Nada puede impedir que la fuerza vital del hombre se debilite, aunque pueda disponer de todos los recursos del mundo. Por eso es pobre en doble sentido: porque se encuentra sin nada y porque, además, sus esperanzas de vida quedan defraudadas. Nada permanece, todo pasa. Sólo Dios no pasa; Dios y los que confían en él, y todo lo esperan de él, y son ricos ante él, por él y en él. Hoy percibimos con especial claridad la validez eterna y la actualidad que tiene esta llamada para todos los que se llaman cristianos, se glorían de tener una visión correcta de la realidad y conocen las promesas de Dios. Cuán amargo resulta a veces reducir nuestros criterios y nuestras esperanzas a esta nota, que es la única valedera: sólo es rico el que es rico a los ojos de Dios.
c) Bienaventurado el que soporta la prueba (1,12).
12 Bienaventurado el que soporta la prueba, porque, una vez probado, recibirá la corona de la vida que Dios prometió a los que lo aman.
En este versículo vuelve el autor a tratar el tema con que comenzó la carta (1,2-4). Resume en una bienaventuranza todo lo dicho hasta aquí. Bienaventurado sea ante Dios quien sale airoso de las numerosas tribulaciones y calamidades que ha de sufrir por causa de su fe, porque le aguarda ya la corona de la victoria, que Dios prometió a todos los que triunfen en el combate de la vida. El símbolo de la corona de la victoria proviene del mundo deportivo; aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento 8. La fe no preserva de las penalidades de la vida en este mundo, antes al contrario, nos coloca en el centro del combate contra las fuerzas enemigas de Dios, pero nos da fuerzas para salir victoriosos de ese combate. También aquí aplica Santiago la predicación de su Señor a la vida cotidiana del cristiano: «Bienaventurados seréis cuando, por causa mía, os insulten, y persigan, y digan toda clase de calumnias contra vosotros» (Mat 5:11).
Al que ha sido probado así, le espera una gran recompensa: la plenitud de la vida de Dios. Sólo será coronado el que ha combatido. Por eso hay motivo real para gozarse y para cantar un cántico de alabanza, ya ahora, en medio de las tribulaciones de este mundo, porque la persona que sufre la tribulación y la supera tiene asegurada la recompensa, la vida misma. Sin embargo, sería un grave error concluir de esta esperanza en una recompensa futura, que el cristiano no es más que un egoísta refinado que, igual que todos, va tras una recompensa, aunque sea futura y en el cielo. El cristiano no es fiel a su Señor en la vida cotidiana por razón del premio o de las ventajas que espera conseguir, sino por Dios mismo, porque Dios le puso en la lucha, porque Dios le llamó a la prueba, porque Dios lo ha amado primero y lo ha destinado a la herencia de su vida. El amor a Dios es el estímulo más íntimo y poderoso para la lucha. «¡Tu amor, tu voluntad, tu reino, tu vida!» Este es el grito de combate del cristiano, porque ésta fue la ley que siguió nuestro Señor Jesucristo en su vida. Sólo quien ama a Dios con su vida 9 y no se limita a amarle con la boca o con palabras piadosas recibirá la corona de la victoria, la recompensa de la gracia de Dios. No hay, pues, que maravillarse de que la recompensa prometida consista en comunidad de vida y de amor con este Dios que se abre, con amor, al hombre. Según Santiago, se ama a Dios cuando se demuestra con perseverancia en la vida de cada día que se pertenece al número de los elegidos. He aquí una sentencia realista que sale en defensa de la pureza de nuestro amor a Dios y no acepta que el mandamiento del amor degenere en un falso cariño y sentimentalismo, y acabe por corromperse.
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8. Cf. 1Co 9:25; 2Ti 4:8; 1Pe 5:4; Rev 2:10; Rev 4:4.10; Rev 6:2.
9. Santiago está aquí muy lejos de cualquier clase de piedad que mueva e impulse a obrar para recibir una recompensa material. Una comparación con san Pablo, 1Co 2:9, puede mostrarnos cuál era aquí el espíritu que animaba a Santiago. San Pablo cita la misma frase que Santiago, y también la cita en un lugar decisivo de sus razonamientos: «Lo que el ojo no vio, ni oído oyó, ni el corazón humano imaginó; eso preparó Dios para los que le aman.» Tanto las palabras de san Pablo como las de Santiago son una reminiscencia del pasaje de Isaías en el Antiguo Testamento Isa 64:3 (LXX): «Tus obras, las que harás para aquellos que tienen confianza en tu misericordia», lo cual se había adaptado muy bien al pensamiento de Santiago, que sustituyó la última oración por las palabras «que lo aman». Con este matiz que da el autor a la frase de Isaías, se hace patente el espíritu del mayor mandamiento del cristianismo, que establece como la ley más íntima de la vida cristiana la obligación de amar a Dios sobre todas las cosas.
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4. SOLO LO BUENO PROVIENE DE DlOS (Isa 1:13-18).
a) La concupiscencia es la causa de la tentación (Isa 1:13-15).
13 Nadie, al ser tentado, diga: «Soy tentado por Dios.» Pues Dios no puede ser tentado por el mal, y él a nadie tienta.
Se podría presentar la siguiente objeción: Si la tentación, según los planes de Dios, ha de servir para probar y perfeccionar, entonces, ¿no es Dios el responsable de todos los que caen en la tentación y naufragan en la fe? He aquí una tentación muy antigua en la historia humana, un intento de hacer responsable en último término a Dios del mal que hay en el mundo y en la propia vida, para sacudirse de encima, en cuanto sea posible, la propia responsabilidad. «La mujer que tú me diste me ha hecho caer en pecado» (Gen 3:12), dijo ya Adán. El principal argumento para refutar esta objeción es que Dios se sirve del mal, del pecado y de la culpa del hombre, como también de la actuación de Satán, para realizar sus planes, y así saca bien del mal Por eso José, agradecido, dice a sus hermanos: «Vosotros pensasteis hacer un mal, pero Dios lo convirtió en bien» (Gén 50 90).
Santiago empieza haciendo constar en forma incontrovertible que Dios no es responsable de la tentación al pecado, porque Dios, por su esencia, no sólo está libre de toda tentación, sino que es totalmente bueno. Es tan bueno que no puede querer ni tomar a su servicio nada que sea esencialmente malo o sencillamente menos bueno. Es la causa de todo lo bueno, el señor y celador del bien, el remunerador del bien y el vengador del mal. Por tanto, el Dios santo no puede ser la causa de la tentación al mal. Toda su actividad tiende a que todas las cosas colaboren para bien de quienes aman a Dios, como dice, certeramente, Pablo (Rom 8:28).
Santiago sabe que, una vez más, el testimonio de la Escritura está a su favor. En efecto, el Eclesiástico dice: «No digas: mi transgresión viene de Dios; pues él no hace lo que detesta. Tampoco digas: él me ha inducido a caer; pues no necesita él que haya hombres impíos. El Señor aborrece el mal y la abominación, la cual no puede ser amada de aquellos que le temen. Dios creó al principio el hombre y dejóle en manos de su albedrío. Diole, además, sus mandamientos y preceptos. Si tú quieres, puedes guardar sus mandamientos; para cumplir su voluntad sólo hace falta ser fiel. Dios no mandó a nadie pecar, ni presta apoyo a los mentirosos» (/Si/15/11-21). Así pues, la responsabilidad no recae sobre Dios. Ahora bien, si Dios «a nadie tienta», ¿cómo puede el Señor enseñarnos a orar en el padrenuestro: «No nos lleves a la tentación» (Mat 6:13; Luc 11:4)? Esta objeción se desvanece si se tienen en cuenta las palabras siguientes: «…sino líbranos del mal» (Mat 6:13). Se trata, pues, en esta súplica, de la preservación de todo lo que pudiese convertirse en lazo para quedar prendido en el pecado. Hay que entender esta súplica en el sentido de «no nos dejes caer en la tentación» 10, es decir, no permitas que nos sobrevenga una tentación tal, que supere nuestra capacidad de resistencia, y a la cual Dios sabe que hemos de sucumbir. Jesús dice claramente que Dios, por ser el bueno, el perfecto y el santo por excelencia, sólo puede conceder cosas buenas, y de hecho las concede, incluso a los hombres malos 11. Dios envía incluso a su propio Hijo para salvar a los pecadores, para ir a buscar a los que se han perdido y conseguir que vuelvan al hogar paterno y se conforten de nuevo al fuego de su amor. ¿Cómo sería capaz este Dios de atraernos con halagos al pecado para despeñarnos en la perdición?
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10. La oración del padrenuestro fue formulada y rezada en sus orígenes en arameo, pero esta lengua no tiene ninguna expresión para significar tolerancia, permisión. La traducción griega se ha mantenido fiel al original arameo.
11. Mat 5:43-48; Mat 7:9-11; Mar 10:18,
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14 Cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo seduce. 15 Luego la concupiscencia, después de concebir, pare el pecado, y el pecado, una vez consumado, pare la muerte.
La perdición no tiene su raíz en Dios, sino en el hombre. En medio de los deseos y ambiciones, en medio de los estímulos humanos más íntimos, la concupiscencia incita al pecado. El hombre está inclinado al mal. Santiago no profundiza en las causas de que la creación de Dios, que él creó buena, esté inclinada al mal, sienta deseos de rebelarse contra la voluntad de Dios y experimente una auténtica concupiscencia hacia todo lo que se opone al espíritu y a la voluntad de Dios. Santiago supone simplemente que el hombre y el mundo están echados a perder, están sometidos al yugo del pecado y de Satán y han sucumbido a la perdición. Por eso tiene mucho más interés en abrir los ojos al que ha sido salvado por Cristo y prevenirlo contra cualquier compromiso sospechoso, contra cualquier pacto disimulado o descubierto con el mundo del mal, que aunque está ya vencido, es siempre peligroso. Santiago muestra breve y acertadamente cómo es posible que se caiga en la tentación y adónde conduce esta caída: por una parte, presenta la concupiscencia como una ramera, una prostituta que seduce con sus atractivos a un joven ingenuo y le tiende sus redes, hasta que consigue tenerle en sus brazos nocivos, El fruto de este abrazo no puede ser otro, según la ley divina, que la perdición eterna. Esta manera de representar el pecado era bien conocida para los lectores del Antiguo Testamento (cf. Pro 7:1-27). En las palabras «atraer» y «seducir» se refleja también probablemente el símil de la caza, en la que con ayuda de un cebo, de apariencia agradable, se hace que el animal pierda la precaución y tenga que pagar este placer breve y engañoso con su libertad y, finalmente, con su vida. El destino del hombre está, pues, en sus manos. Pero su voluntad, desde un principio, está achacosa de propensión al mal. La tentación nace de su propio corazón, esclavo del pecado. Todo, pues, depende de cómo el hombre haga frente desde un principio a esa suave atracción. Quien no rechaza la concupiscencia pecaminosa resueltamente y en su primer brote, quien juega con la tentación, quien, incluso, quiere sacudirse de encima la responsabilidad de la tentación y del pecado, para descargarla sobre Dios, está perdido, porque se forma la cadena: tentación, pecado, muerte. Hasta que se le abren los ojos; pero entonces ya es demasiado tarde. Todos los pecadores experimentan el terrible proceso: concupiscencia, tentación, pecado, muerte. Se nos pone ante los ojos esta cadena de anillos estrechamente unidos, para dar la voz de alerta y para que se ofrezca una resistencia tenaz y se busque una firme defensa para protegerse contra la tentación.
b) Dios es la primera causa y el creador de todo lo bueno (Pro 1:16-18).
16 No os engañéis, hermanos míos queridos. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto son de arriba, descienden del Padre de los astros, en quien no hay fases ni períodos de sombra.
Santiago aduce un argumento más contra la afirmación de que Dios es en último término el responsable de la tentación y del pecado. Toma este argumento del orden de la creación y se sirve de ideas que eran familiares sobre todo en el ambiente de sus lectores. Dios, por ser el creador y el conservador del mundo, es también su padre. Para demostrar lo que afirma dirige su mirada a las estrellas. Su fuerza luminosa en el cielo nocturno es más intensa en oriente que en occidente. Por eso las estrellas brillan con mucho más fulgor a los ojos de los orientales que a la vista de los occidentales. Dios, que ha creado estas preciosas luces del cielo para que señalen les tiempos e iluminen las tinieblas y ha fijado el curso de su movimiento y lo dirige con un orden maravilloso (cf. Gen 1:14-19), no está subordinado a ninguna ordenación temporal ni a ninguna ley de movimiento; es inmutable en su esencia y en su actividad. Es imposible que su esencia pura y buena pueda producir el mal o algo imperfecto, Sus dádivas y dones son todos buenos y hacen rico y bueno al agraciado. Quien no ve así las cosas se engaña miserablemente. Este engaño debilita al hombre en la tentación, y de ahí se siguen funestas consecuencias.
18 Por propio designio, con paIabra de verdad, nos engendró para que fuéramos primicias de su creación.
Todavía puede presentar Santiago una prueba más contundente contra este modo de ver, falso y peligroso: fue voluntad libre de Dios salvarnos a nosotros, pecadores y pobres criaturas. ¿Cómo es posible que Dios vaya contra la decisión de su propia voluntad y contra sus propias acciones, tentando a los redimidos para que vuelvan a caer? Hay que descartar tal posibilidad. La voluntad de Dios tiende a nuestra salvación y nada puede desviarla. No hay ninguna razón para desconfiar del amor paterno y salvador de Dios, ni siquiera cuando sufrimos tentación. Precisamente en ese caso su ayuda salvadora es el único apoyo con que contamos, la única razón sólida de nuestra confianza en que saldremos victoriosos de todas las tentaciones.
Dios opera la salvación de los hombres con palabra de verdad. La aceptación del mensaje de fe de la Iglesia, que anuncia que Dios ha decidido salvar, por medio de Jesucristo, el mundo, que estaba perdido, mueve a Dios a adoptar a los creyentes como hijos, a introducirlos en su familia y a hacerlos partícipes de su vida. Santiago, usando una palabra poco frecuente para significar la acción salvadora de Dios: engendrar (apokyein), nos da a entender que la fiel aceptación del mensaje de fe de la Iglesia salva de hecho al creyente. La palabra de verdad es en cierto modo el principio materno, mediante el cual Dios engendra al hombre que quiere salvarse, le introduce en una nueva vida, en la vida verdadera. Santiago no piensa aquí en el sacramento del bautismo, que no menciona, sino en el mensaje de la fe, en que se funda la salvación, en la palabra de verdad 12, El bautismo viene a poner un sello y a dar plenitud a esa regeneración que se ha producido ya al aceptar con fe la palabra de verdad.
El objetivo de esta regeneración es que los renacidos sean las primicias, la prenda de todas las criaturas. Dos pensamientos se entrecruzan probablemente en esta frase: Dios se prepara víctimas escogidas y perfectas entre las criaturas de este mundo, igual que los hombres presentan como ofrendas frutos selectos. Estos dones primerizos son muy agradables a Dios y los acepta complacido. Los renacidos, además, dan testimonio de que en la Iglesia ha comenzado ya germinalmente la regeneración escatológica del mundo, que tiende a transformar a toda la humanidad, e incluso a todos los seres creados 13. El mundo nuevo apunta ya ahora en los hijos de Dios; la transformación total de la creación no puede hacerse esperar ya mucho tiempo. El final de los tiempos ha comenzado ya con Cristo (cf. 5,7-9).
Santiago dice: «…para que seamos…» Se alegra de que Dios nos haya reengendrado, a él y a nosotros, para que seamos hijos suyos y las primicias de su mundo nuevo. En los renacidos Dios ha hecho brillar una señal de esperanza para el mundo: que toda la creación llegará a salvarse. Además de alegrarse por este motivo, Santiago recuerda también la dignidad y la misión de los renacidos. La palabra de verdad, la fe, hay que vivirla; el nuevo ser tiene que manifestarse en una nueva vida. Por eso no se contenta con expresar este pensamiento, que es el punto culminante de la primera parte de la carta: hemos renacido en Dios, somos hijos de Dios, las primicias del mundo redimido. Esta afirmación es el punto de partida para los versículos siguientes: ¿cómo tiene que vivir el que ha renacido para que lo que Dios ha obrado ya en él se despliegue y llegue a plenitud? Porque la acción de Dios exige, como contrapartida, la acción del hombre, para que se logre lo que Dios pretende, la obra perfecta del hombre nuevo en el reino de Dios (1,4).
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12. En este punto coincide Santiago con Pablo, Pedro, Juan y los demás testigos del Nuevo Testamento (cf. 1Co 1:17; 2Co 5:17-21; Rom 8:14-23; Gal 4:4-7; Gal 6:15; Efe 1:13; 1Pe 1:3.23; Jua 1:13; Jua 3:5-8; Jua 8:47; 1Jn 3:1.9), que muestran la fundamental importancia de la fe, que es una conversión a Dios y una vida que mana de la participación de las gracias divinas por mediación de Jesucristo. Para ser partícipe de estas gracias hay que mantenerse en el espíritu de Dios y hay que sentirse miembro de la comunidad que forma el pueblo de Dios.
13. Por tanto, lo que aquí se dice de las primicias hay que entenderlo en sentido metafórico, de la misma manera que los textos de Rom 8:23; Rom 16:5; 1Co 16:15; 2Te 2:13.
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II
LA PALABRA Y LAS OBRAS 1,19-27
Sigue un nuevo grupo de ideas, que muestra otro rasgo fundamental del cristianismo auténtico: la fe reconocida y profesada urge por su esencia para que se pase a la acción, si en realidad es verdadera fe. Por eso el pensamiento central de este grupo de versículos es que no basta oir, sino que hay que realizar. Hay que ser realizador de la palabra (1,22.23) y realizador de la obra (1,25). Una fe que sólo repercute en el pensamiento es una forma piadosa de engañarse a sí mismo. Por eso Santiago, al final, pone algunos ejemplos de fe realizada: la solicitud desinteresada por los indigentes (1,27: viudas, huérfanos) y la lucha para vivir de un modo agradable a Dios.
1. MANERA DE COMPORTARSE CON LA PALABRA (1,19-21).
a) Disposición para escuchar (1,19-20).
19 Sabedlo, hermanos míos queridos: Que todo hombre sea pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para la ira. 20 Pues la ira del hombre no realiza la justicia de Dios.
PALABRA/ESCUCHA: La interpelación solemne, precedida de la palabra «sabed» indica la responsabilidad del hombre ante la palabra y muestra, en una sentencia sapiencial trimembre, la manera conveniente de comportarse. El hombre debe estar abierto y bien dispuesto a escuchar la palabra ajena; debe escucharla con amor y con paciencia. Escuchando se pone en contacto con el tú de su prójimo y con el tú de Dios; ésa es la razón de que deba estar siempre abierto, con respeto, a las interpelaciones de Dios o de su prójimo. Sólo quien sabe escuchar sabe entender; sólo quien escucha con espíritu abierto y respetuoso puede responder con conocimiento de causa, con amor y con verdad. Este principio tiene validez sobre todo cuando es Dios quien se dirige a nosotros: «El que tenga oídos para oir, que oiga» (Mar 4:9). Para Santiago tiene especial importancia esta apertura, sobre todo cuando se trata de escuchar la palabra de Dios, particularmente en la predicación y en el culto. Lo demuestran los versículos siguientes, que comentan esta norma de carácter general. Todo hombre debe tener una postura adecuada ante la palabra, debe dominar el arte de escuchar, para ser así capaz de recibir la palabra de Dios como conviene.
Santiago muestra también la responsabilidad por las propias palabras: tardo para hablar. El hombre es responsable de cada palabra que pronuncia. Santiago tratará después más despacio de este poder casi diabólico del hombre. Aquí sólo intenta dar la norma suprema que hemos de seguir en nuestras palabras y nuestras acciones: lo que es justo ante Dios. Con la expresión justicia de Dios quiere designar aquel don, aquella capacidad que ha recibido y tiene quien procura realizar en su vida la voluntad de Dios.
En la lucha por la justicia tiene importancia decisiva saber administrar como conviene la propia palabra. No basta evitar conversaciones ligeras o palabras y juicios inconsiderados. Lo importante, en último término, es de qué sentimientos procede la propia palabra: si procede de un amor a la verdad que sea sincero, respetuoso, realista y circunspecto, o de un instinto egocéntrico, vano, ávido de gloria, quisquilloso, vengativo, indómito, de un instinto propio del espíritu de este mundo (cf. 3,13-4,12). Las horribles burlas y blasfemias de los enemigos de Jesús al pie de la cruz (Mat 27:39-44) muestran qué poder diabólico llega a tener la palabra del hombre cuando el odio, la cólera, la indignación y el orgullo se adueñan de ella. La palabra irreflexiva, que no procede de la verdad y del amor, sólo puede destruir, incluso a quien la pronuncia, porque Dios, un día, nos pedir;á cuenta a todos de cada palabra pronunciada (Mat 12:36).
b) Mansedumbre (Mat 1:21).
21 Por lo cual, despojándoos de toda impureza y de todo resto de maldad, recibid con mansedumbre la palabra plantada en vosotros que puede salvaros.
Pero no sólo los pecados de palabra y los pecados que guardan relación con la palabra, sino toda maldad y malicia ha de ser depuesta y enmendada. También aquí, probablemente, se hace alusión al bautismo, que quitó toda mancha y toda maldad y revistió al bautizado con la santidad de su Señor 14. Esta liberación del pecado y de la imperfección, que se ha dado ya en germen, hay que llevarla a la vida y precisamente oponiéndose a todo género de maldad y de pecado, que amenazan constantemente la nueva vida. Con la palabra plantada se refiere Santiago a la palabra de la predicación y también a la de la profesión de fe, que se hace en el bautismo. Esta palabra plantada en los fieles y abonada continuamente por la predicación de la Iglesia debe producir fruto abundante en la vida de cada uno de los bautizados. Pero esta fecundidad no sólo depende del poder operativo de la palabra de Dios, sino también de la colaboración del creyente. El hombre debe colaborar, venciendo su ira con mansedumbre y con una disposición amistosa, dulce, humilde y confiada.
Ante nosotros está el ejemplo de Cristo. Debemos imitar su actitud frente a la voluntad del Padre y frente a los hombres necesitados de salvación; hemos de sacar fuerza para ello de las alabanzas que prodiga a los mansos (Mat 5:4). La herencia del reino de Cristo ha sido prometida a quienes no esperan nada de sí mismos, a quienes lo esperan todo de Dios y aceptan con perseverancia alegre y confiada la oferta de salvación que Dios les hace. Santiago continúa la predicación de Jesús. Se dirige a la misma gente sencilla, humilde, pobre, necesitada, a quienes se dirigía el mensaje de Jesús durante los años de su vida pública. Todos los aspectos de la mansedumbre: pobreza, humildad, perseverancia, suavidad y alegría, se encuentran en la carta de Santiago15. También aquí recoge la herencia de Cristo y la anuncia de nuevo con autoridad apostólica. Hay que advertir que Santiago insiste en que se acepte el mensaje de la fe y se cumplan sus exigencias: «Recibid la palabra plantada en vosotros.» Ocupaos constantemente de ella, vivid desplegando la fuerza de esa nueva semilla, de ese principio vital; haced fermentar vuestro pensamiento y vuestra voluntad con esa activa levadura; reformad y perfeccionad con ella vuestra vida. Es un requisito muy importante, que sólo puede cumplirse como es debido mediante un constante contacto con la palabra de Dios, que hemos de oir tal como nos la enseñan y anuncian. Vivir de la palabra pertenece a la esencia del cristianismo, tanto antes como ahora. La palabra es poderosa; «puede salvarnos».
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14. Cf. Gal 3:27; Efe 4:24; Efe 5:26; Hab 10:22; 1Pe 3:21.
152Re 1:9; 2Re 2:5; 2Re 4:6.10; 2Re 1:3s.12; 2Re 5:7.11; 2Re 3:13.17s; 2Re 1:2.13.
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2. REALIZACIÓN DE LA PALABRA (2Re 1:22-25).
a) Práctica de la palabra (2Re 1:22-24).
22 Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque quien escucha la palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que se mira la cara en un espejo; 24 se miró y se fue, y en seguida se olvidó de cómo era.
Ahora enuncia Santiago el objetivo a que tendían sus palabras: sed realizadores de la palabra. Vivid lo que creéis. Quien reconoce como verdadero el mensaje de la fe y lo acepta, quien procura con todas sus fuerzas penetrar el sentido espiritual de la revelación, pero no ajusta su vida a la voluntad de Dios, se engaña. Una fe de ese estilo no basta para salvarse. Al contrario: ese saber ha de servir para su ruina, porque un día su vida será juzgada según esas normas. Tanto Jesús 16 como Pablo 17 han insistido con tenacidad en que se realice y se tome en serio lo que se ha reconocido como verdad y voluntad de Dios. Santiago continúa la predicación de Jesús y la resume de forma tajante porque, según parece, tiene que poner en guardia a sus lectores contra una concepción falsa y arrogante de la elección, fundada en la justificación de sí mismo. Pero sus palabras sirven también para todos nosotros. Nada más erróneo que pensar que el peligro de que aquí se trata está ya pasado de moda, que era un peligro típicamente judío o judeocristiano. Este pensamiento habría crecido de la misma raíz que Santiago quiere desarraigar. No podemos salvarnos solamente con un cristianismo de nombre.
Santiago refuerza con una comparación el precepto que acaba de dar. Quien por medio de la fe ha penetrado en la verdad, pero sigue viviendo como si la fe no le hubiera dado una visión fundamental y nueva de su conducta y de su vida, es como un hombre que contempla su rostro en un espejo y olvida inmediatamente lo que el espejo le mostró. Un mero conocimiento superficial de la fe no sirve para nada.
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16. Mat 7:24-27; Luc 6:46-49; Luc 8:21; Luc 10:37; Luc 12:47s; Jua 13:17.
17. Cf. Rom 2:13 ss.
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b) Los que practiquen la palabra se salvarán (Rom 1:25).
25 Pero quien fija su atención en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, será bienaventurado al practicarla.
He aquí un nuevo cuadro. Creer es inclinarse para mirar con atención en el tesoro de la fe; es fijar la atención en las instrucciones de Dios, troquelarlas en la propia voluntad y vivir ajustándose a ellas. Santiago nos exige que seamos constantes. Con ello subraya cuán necesario es para la debida consumación de la fe ocuparse siempre de la voluntad de Dios. Solamente es capaz de configurar toda su vida según la palabra divina quien va ajustando siempre su vida a la voluntad revelada de Dios, ocupándose íntima y constantemente de su palabra.
Esta clase de vida, ¿sólo es una piedad externa y legalista, que nada tiene que ver con la salvación? Santiago habla de la ley de la nueva vida con una admirable expresión: «la ley perfecta, la de la libertad». Esta ley procede de la voIuntad salvadora de Dios, tiende a conseguir la perfección del hombre redimido y se despliega en la ley regia del amor desinteresado al prójimo (Rom 2:8; cf. 4,11s). Esta ley, pues, es un brote de la libertad del hombre que ha sido redimido del pecado, del egoísmo y del espíritu de este mundo; conserva al hombre en la libertad y la desarrolla plenamente 18. Sólo como hijo de Dios y primicias de su mundo redimido es el hombre realmente libre para vivir según lo que es. Por eso la salvación se promete al que pone la ley por obra. No se trata sólo de la salvación futura, porque la salvación está ya actuando en la vida de los redimidos, que toman en serio la nueva realidad de la gracia que les ha sido concedida. La salvación futura no será sino la consumación plena de la realidad ya presente de la gracia salvadora. Esta promesa la hizo Jesús con sus propios labios a todos los que no sólo le confiesan con la boca sino que realizan su palabra y su voluntad (Mat 7:21-27). Cuando el cristiano realiza la voluntad de Dios que, según la doctrina de Jesús, está resumida en el mandamiento fundamental del amor, la salvación se hace realidad presente en su vida.
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18. Cf. Mat 11:28 ss; Mat 12:7; Mat 17:25s; Rom 8:2; Rom 6:7 ss; Jua 8:31 ss.
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3. CARACTERÍSTICAS DE LA VERDADERA RELIGIÓN (Jua 1:26-27).
a) La verdadera religión no consiste en palabras (Jua 1:26).
26 Si alguno cree ser realmente religioso y no refrena su lengua, sino que se engaña a sí mismo, su religión no es auténtica.
Otro defecto que hay que evitar en la vida cristiana es la falta de dominio de las palabras. Santiago volverá a tratar después más extensamente de este peligroso defecto (Jua 3:1-18), que por lo visto era frecuente entre los judeocristianos de vida piadosa. Se trata de algo que motiva un engaño de sí mismo. Probablemente se alude, ante todo, al afán de emitir juicio, de criticar, de murmurar, afán que entre la gente piadosa de todos los tiempos y lugares es con frecuencia despiadado. Este afán nace de la envidia, la rivalidad y ia presunción (Jua 4:11s). A menudo se enmascara incluso bajo la capa de celo por las cosas de Dios y la santidad de su pueblo. Esta forma de servir a Dios -pues eso es lo que significan propiamente las palabras que aquí se han traducido por religión y religioso- no vale nada, ya que no sirve a Dios ni al prójimo, sino a la presunción de la propia justicia y, por tanto, a los intereses del príncipe de este mundo (Jua 3:15). Cristo ha dejado al descubierto de una vez para siempre la hipocresía de este celo religioso 19. No son las palabras impregnadas de religiosidad ni los discursos llenos de celo los que aprovechan ante Dios, sino la acción responsable que, en este caso, consiste en reprimir la lengua y en convertir el corazón, que confía en su propia justicia.
…………….
19. Cf. Mat 5:21s.; Mat 7:1-5; Mat 9:12s.; Mat 23:27s.
……………
b) La verdadera religión se demuestra con obras (Mat 1:27).
27 La religión pura y sin mancha delante de Dios y Padre, es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación, y conservarse limpio de contagio del mundo.
La verdadera religión se manifiesta en una vida laboriosa al servicio del amor fraterno y en la pureza de costumbres. No es la observancia puritana de prescripciones rituales, ni el cumplimiento meticuloso y literal de prácticas externas de piedad, sino el amor misericordioso y activo con el indigente y el necesitado, lo que convierte la religión en verdadero servicio a Dios. Los huérfanos y las viudas representan tradicionalmente a todos los necesitados 20, Además, hay que esforzarse sinceramente por santificarse ante los ojos del Padre, que está en los cielos, según la medida de su propia perfección. Este es el espíritu de Jesús y del Evangelio. Contra toda clase de religiosidad puramente externa, que se limita a los ritos de culto, el Señor da como signo de la auténtica religiosidad el corazón puro y las obras de misericordia 21. Nuestra aspiración hacia la perfección de Dios y nuestro deseo de ayudar al prójimo necesitado deben formar una unidad, si queremos que Dios se complazca en el servicio que le prestamos en este mundo y en el culto. Ni la propia santificación sin amor al prójimo, ni el amor al prójimo sin la propia santificación bastan para agradar a Dios. Es fundamental comprender la necesidad de unir estos dos elementos, porque muchos cristianos están tentados a cuidar de uno de ellos, descuidando el otro. A veces, incluso, presumen de ello.
……………….
20. Cf. Exo 22:22s; Deu 27:19; Eco 4:10; Sal 68:6; Sal 146:9; Isa 1:17; Eze 22:7.
21. Cf. Mc 7; Mt 23; Eze 9:12-13; Eze 25:31-46.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
INTRODUCCIÓN
1. Santiago era el medio hermano mayor de Jesús (Mar 6:3; Mat 13:55). Era también hermano de Judas, el autor de la epístola que lleva ese nombre.
2. Santiago era un incrédulo antes de la resurrección (Jua 7:3-10).
3. Cuando Cristo resucitó se le apareció también a él (1Co 15:7). Más tarde lo encontramos entre los que esperaban pentecostés en el aposento alto (Hch 1:14).
4. Fue el primer pastor de la iglesia de Jerusalén (Hch 12:17; Hch 15:13; Gál 2:1, Gál 2:9, Gál 2:10, Gál 2:12).
5. Su epístola es quizá la más temprana del Nuevo Testamento, fechada alrededor del 45 a.C. Se menciona la sinagoga como lugar de reunión (Stg 2:2, Versión Moderna).
Parece que fue escrita cuando la Iglesia se movía todavía en el círculo del judaísmo
6. Es el libro de más sabor judío en el Nuevo Testamento. M. E Unger escribe: «Si se eliminaran todos los pasajes que se refieren a Cristo, la epístola podría estar incluida en el canon del Antiguo Testamento más que en el del Nuevo Testamento. En este sentido, la epístola podría ser descrita como una interpretación de la ley del Antiguo Testamento y del Sermón del Monte, a la luz del evangelio de Cristo.» (Manual bíblico de Unger, Editorial Portavoz, p. 804.)
Podría ser considerado como el libro de Proverbios del Nuevo Testamento.
7. H. H. Halley dice: «Se le reconocía como hombre preeminentemente santo según las normas de la Ley. Sus compatriotas le llamaban “el Justo”. Se dice que Santiago pasaba tanto tiempo de rodillas, que se le hicieron duras y callosas como las de un camello. Se cree que era casado (1Co 9:5).» (Compendio Manual de la Biblia, Editorial Portavoz, p. 588.)
8. Lo mismo que Judas, Santiago no «sacó a relucir nunca » su relación familiar con Cristo. Se refiere a sí mismo simplemente como «siervo de Dios y del Señor Jesucristo» (Stg 1:1).
9. El griego de esta carta es de la más alta calidad.
10. Contiene solamente cuatro citas directas del Antiguo Testamento, pero hallamos al menos cincuenta y tres referencias al Antiguo Testamento en la epístola.
11. A Santiago, al igual que a Jesús, le gustaba usar los personajes del Antiguo Testamento y el reino de la naturaleza como ilustraciones. Notemos:
Personajes del Antiguo Testamento:
a. Abraham (Stg 2:21).
b. Isaac (Stg 2:21).
c. Rahab (Stg 2:25).
d. Job (Stg 5:11).
e. Elías (Stg 5:17).
Reino de la naturaleza:
f. El viento que forma las olas del mar (Stg 1:6).
g. La hierba que pasa y la flor que se marchita (Stg 1:10, Stg 1:11).
h. Fuego (Stg 3:5).
i. Fuentes de agua (Stg 3:11).
j. Higos y aceitunas (Stg 3:12).
k. Sembrar y recoger (Stg 3:18).
l. Lluvias tempranas y tardías (Stg 5:7).
m. Sequía (Stg 5:17).
12. Algunos se han imaginado que había contradicción entre Santiago y Pablo. Martín Lutero lo creyó y se refirió a este libro como «una epístola de paja». Notemos los siguientes paralelismos: Santiago: «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» (Stg 2:24).
Pablo: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efe 2:8-9).
Lutero y otros estaban, por supuesto, equivocados en su conclusión, pues no hay contradicción aquí. Veamos: Pablo habla de la justificación delante de Dios.
Santiago describe la justificación ante el hombre.
Somos justificados mediante la fe, dice Pablo.
Somos justificados para buenas obras, dice Santiago.
Pablo está interesado en la raíz de la justificación.
Santiago está preocupado por el fruto de la santificación.
Fue Juan Calvino quien dijo: «Sólo la fe nos salva, pero la fe que salva no está sola.»
Además, en ocasiones Pablo enfatiza las obras (1Ti 6:18; Tit 3:8; Efe 2:10), mientras que Santiago enfatiza la fe (Stg 2:5).
13. Santiago se encontró con Pablo durante la primera visita de Pablo a Jerusalén después de su conversión en el camino a Damasco (Gál 1:18, Gál 1:19).
14. También conversó con él durante la última visita del apóstol a Jerusalén (Hch 21:18-25).
15. Dice la tradición que poco antes de la destrucción de Jerusalén, cuando muchos judíos aceptaban a Cristo, el sumo sacerdote Anás convocó al sanedrín y ordenó a Santiago que renunciara públicamente a Cristo como el Mesías de Israel. Ante su negativa fue arrojado desde el pináculo del templo y apedreado hasta morir cuando yacía en el suelo muriendo a consecuencia de la caída.
16. La palabra «perfecto» aparece un cierto número de veces en este libro. Procede del término griego teleios y significa «maduro». Usaremos esta palabra al desarrollar el bosquejo de la epístola de Santiago.
I. El sufrimiento ayuda a madurar al hombre (Stg 1:1-20).
A. Las fuentes del sufrimiento:
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas» (Stg 1:2). «Bienaventurado el varón que soporta la tentación…» (Stg 1:12). Estos versículos nos hablan de dos clases de sufrimiento:
1. El sufrimiento de las pruebas. Estas provienen de Dios y tienen el propósito de hacernos crecer y sacar a relucir lo mejor de nosotros. Veamos un ejemplo: «Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré» (Gén 22:1-2; véase también Heb 11:17).
«Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (Deu 8:2; véase también Deu 8:3). «Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis» (Éxo 20:20).
«Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas» (Luc 22:28).
«En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas» (1Pe 1:6).
2. Los sufrimientos de las tentaciones. Estos provienen del diablo (quien usa al mundo y la carne) y tienen el propósito de hacer que salga a relucir lo peor de nosotros.
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Stg 1:13, Stg 1:14; véanse también Gén 3:1-6; Mat 4:1; 2Co 11:3, 2Co 11:4).
Podemos decir, en conclusión, que tanto las pruebas como las tentaciones son las caras opuestas de la misma moneda. Es decir, que tanto Dios como Satanás pueden estar trabajando en la vida de un creyente por medio del mismo hecho, el uno para purificarle y el otro para pervertirle. (Véase Job 1:1-22; Job 2:1-13.)
B. Las características del sufrimiento:
1. Son frecuentemente repentinas: «Cuando os halléis…» (Stg 1:2).
2. Son seguras: Santiago dice: cuando os halléis, no, si caéis.
3. Pueden ser variadas: «en diversas pruebas». Pueden ser físicas, económicas, espirituales, mentales, sociales, etc.
C. El propósito del sufrimiento: como ya hemos visto, Dios causa o permite que sucedan los sufrimientos en nuestra vida. ¿Por qué lo hace?
1. Porque el sufrimiento nos ayuda a cultivar la paciencia.
«Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Stg 1:3, Stg 1:4).
2. Porque el sufrimiento nos traerá galardón en el cielo.
«Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Stg 1:12).
D. La actitud en el sufrimiento: ¿Cómo debe el creyente responder a las pruebas y tribulaciones?
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas» (Stg 1:2, véanse también Mat 5:12; 1Pe 1:6; 1Pe 4:12-14).
II. El estudio de las Escrituras ayuda al hombre a madurar (Stg 1:17, Stg 1:18, Stg 1:21-25). Estos versículos nos aportan cuatro verdades preciosas.
A. El Padre nos ha dado el Libro.
«Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de los alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Stg 1:17).
B. El Libro nos da a nosotros el nuevo nacimiento.
«El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas» (Stg 1:18, Stg 1:21).
C. El creyente debe, por tanto, leerla cuidadosamente.
«Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace» (Stg 1:25).
D. El creyente debe, pues, considerarla atentamente.
«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Stg 1:22).
III. La sinceridad ayuda al hombre a madurar (Stg 2:1-13).
A. La raíz de la insinceridad (Stg 2:1-8). Su base es la parcialidad hacia los ricos.
«Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?» (Stg 2:2-4).
B. El fruto de la insinceridad (Stg 2:9-13).
«Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos» (Stg 2:9, Stg 2:10).
IV. El servicio cristiano ayuda al hombre a madurar (Stg 2:14-26).
A. El problema: estos versículos, como ya hemos señalado en la Introducción, han causado preocupación innecesaria entre muchos cristianos.
¿Contradice Santiago a Pablo en el asunto de la justificación? ¿Era ese su propósito? No creo que sea ese el caso, porque para cuando Santiago escribía su carta Pablo no había empezado sus muchas epístolas.
B. La prueba:
«Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» (Stg 2:14, Stg 2:17-20, Stg 2:24).
Estos versículos no tienen el propósito de hablar de la salvación sino de las señales de la salvación.
La prueba de la comida estará siempre en el comerla. La única prueba de la salvación de un hombre es por medio de sus obras. Un creyente callado bien puede ser considerado un santo ante Dios, pero permanecerá como un pecador delante de los hombres hasta que no actúa en el servicio cristiano.
C. El modelo: Santiago menciona a dos personas del Antiguo Testamento para ilustrar lo que quiere decir aquí.
1. Abraham:
«¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?» (Stg 2:21).
Es importante que notemos aquí la cronología de la vida de Abraham. Fue justificado ante Dios a la edad de 85 años (Gén 15:6; Gén 16:16), y fue justificado ante el hombre a la edad (aproximadamente) de 137 años (Gén 22:1-14; Gén 23:1).
2. Rahab:
«Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? » (Stg 2:25).
La salvación de Rahab aparece registrada en Jos 2:1-14, y el servicio en Jos 2:15, Jos 2:16. El doctor Charles Ryrie escribe al respecto:
«Una fe improductiva no puede salvar, porque no es una fe genuina. Fe y obras pueden compararse a un vale, cupón, billete o “ticket” para el cielo, impreso en dos mitades con perforación de puntos en el centro. La parte del cupón perteneciente a las obras no sirve, no es buena, para el viaje al cielo, pero la parte que corresponde a la fe no es válida si se la arranca de la que pertenece a las obras.» (Biblia de Estudio Ryrie, Editorial Portavoz, p.1743.)
V. El hablar rectamente ayuda al hombre a madurar (Stg 3:1-18; Stg 1:26, Stg 1:27).
A. La importancia de la lengua: «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo» (Stg 3:2).
Tomado apropiadamente en su contexto, esta es una de las declaraciones más profundas y de mayor alcance de toda la Biblia.
B. Las ilustraciones de la lengua:
1. Nuestras lenguas nos dirigen como el caballo es guiado por el freno que lleva en la boca.
2. Nuestras lenguas nos dirigen como un barco es dirigido por un pequeño timón.
Se ha dicho que podríamos comparar el cuerpo con la congregación y la lengua con el maestro.
C. La iniquidad de la lengua:
«Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.
La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno» (Stg 3:5, Stg 3:6).
Un incendio tiene generalmente un comienzo muy pequeño. Aquí se nos dice que el tremendo poder destructivo de la lengua viene del infierno mismo. (Véase también Stg 3:14-16.)
D. La incorregibilidad de la lengua:
«Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal» (Stg 3:7, Stg 3:8).
Hablando humanamente, la lengua no puede ser cambiada (Stg 3:7, Stg 3:8; cp. Rom 3:13, Rom 3:14). Sólo la eternidad revelará la frustración y la agonía causada por palabras descuidadas o rencorosas.
E. La inconsecuencia de la lengua:
«Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?» (Stg 3:9-12).
Un rey egipcio llamado Amasis envió una vez un sacrificio a su dios y pidió que el sacerdote le devolviera la mejor y la peor parte del animal. El sacerdote le envió la lengua, con el mensaje de que tal órgano representaba ambas demandas. Se ha dicho que el cristiano debería vivir de tal manera que no dudara nunca en vender su loro al chismoso del pueblo.
F. La instrucción de la lengua:
«¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Stg 3:13, Stg 3:17, Stg 3:18).
VI. La sumisión a Dios ayuda al hombre a madurar (Stg 4:1-17). «Someteos, pues, a Dios» (Stg 4:7).
A. Debemos hacerlo a fin de escapar de:
1. La carne (Stg 4:1-3).
2. El mundo (Stg 4:4, Stg 4:5).
3. El diablo (Stg 4:6, Stg 4:7).
B. Debemos hacerlo para gozar de:
1. La gracia de Dios.
«Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Stg 4:6).
2. La guía de Dios.
«¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg 4:13-15).
3. La bondad de Dios.
«Humillaos delante del Señor, y él os exaltará» (Stg 4:10).
VII. El sacrificio personal ayuda al hombre a madurar (Stg 5:1-6).
VIII. La paciencia ayuda al hombre a madurar (Stg 5:7-11).
A. Un ejemplo del pasado:
«Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo» (Stg 5:10, Stg 5:11).
B. Un ejemplo del presente:
«Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía» (Stg 5:7).
C. Un ejemplo del futuro:
«Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca» (Stg 5:8, Stg 5:9).
IX. La oración ayuda al hombre a madurar (Stg 5:12-18).
«¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg 5:14-16).
Estos versículos han sido objeto de mucha especulación.
A. ¿Qué significa el ungimiento del enfermo con aceite?
1. Lo que no dice:
a. Esta no es una referencia a la extrema unción, que es un dogma de fe de la Iglesia Católica, y que se usa para preparar a la persona para la muerte. La práctica en estos versículos es para restaurar a los enfermos, no para enterrarlos.
b. Esto no es una aprobación de los sanadores por fe. Debemos notar, por el contrario, que aparecen involucrados varios ancianos de la iglesia.
2. Lo que sí dice:
a. Los varones involucrados: «los ancianos de la iglesia» (Stg 5:14). Como ya hemos indicado anteriormente, estos eran los líderes espirituales de la iglesia.
b. La medicina usada: «ungiéndole con aceite» (Stg 5:14). Esta es una referencia al aceite de oliva, que se usaba como un remedio medicinal común en el antiguo Oriente (véanse Isa 1:6; Luc 10:34). En su libro The Game of Life, el autor Roy Roberts nos aporta una explicación útil, que tomó del profesor James E. Rosscup:
«Dicho brevemente, el aceite tenía un valor terapéutico en los tiempos antiguos como lo tiene hoy también, pero lo entendemos mejor aquí como un símbolo de la acción milagrosa de Dios al curar. Tenía buenos efectos medicinales, pues suavizaba y poseía poder curativo para animales, como ovejas (Sal 23:5), y hombres (Isa 1:6). Cristo, en la parábola del buen samaritano, cuenta cómo éste aplicó aceite a las heridas del hombre que ayudó (Luc 10:34). Pero éste no es, por varias razones, el significado que le da Santiago aquí. Aunque era terapéutico en algunos casos, no servía para curar todas las enfermedades en general. Además, Santiago no dice en el versículo Stg 5:15 que el aceite va a curar al enfermo, ni siquiera que el aceite más la oración vayan a hacerlo. Él dice específicamente “la oración de fe salvará al enfermo”, y no afirma nada sobre el aceite. No es el aceite sino el Señor el que “lo levantará”. Es más apropiado decir que el ungimiento es con el propósito de simbolizar de mañera tangible que se encomienda a aquella persona al milagroso poder curativo de Dios. Es como una ayuda a su fe al propiciar un sentido de expectación.
Cristo mismo aplicó a veces saliva a las personas, para simbolizar evidentemente, mediante el contacto físico, la sanidad que Dios iba a realizar (Mar 7:33; Mar 8:23). Hay apoyo en el Antiguo Testamento para la idea de que el ungimiento puede significar el encomendar la persona a Dios para que él obre en ella conforme a su voluntad.
Aparecen numerosas aplicaciones de aceite, no para curar sino para separar o identificar en algún sentido cosas o personas con Dios. Jacob ungió la piedra en Betel para identificarla como el símbolo de “casa de Dios” en la que él había estado (Gén 28:18; Gén 31:13). Cuando derramó aceite sobre la piedra no era para sanarla. Era una costumbre ceremonial que más tarde se usó en relación con sacerdotes (Éxo 29:7; Lev 8:12), profetas (1Re 19:16), y reyes (1Sa 10:1; 1Re 19:15). Esto simbolizaba su dedicación y su identificación con Dios para hacer su voluntad. Cuando Jesús envió a los doce discípulos, ellos “ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Mar 6:13)» (pp. 171, 172).
B. ¿Es un enfermo automáticamente sanado mediante esta acción? Para expresarlo de otra manera: ¿es siempre la voluntad de Dios que el creyente experimente largas enfermedades? No siempre es la voluntad de Dios sanar a los cristianos. El sufrimiento, cuando es entendido y soportado correctamente por el creyente, puede dar gloria a Dios. (Véanse Éxo 4:11; 1Ti 5:23; 2Ti 4:20; 2Co 12:1-10; Jua 9:1-3.) Otras veces, por supuesto, la enfermedad es un castigo por el pecado (véase Jua 5:14).
C. ¿Qué es lo que está involucrado en la confesión de Stg 5:16? Santiago nos dice que debemos confesarnos nuestras ofensas unos a otros. Como ya hemos visto, hay ocasiones en que los pecados no confesados producen sufrimiento. Puede que Santiago se esté refiriendo a ello en este momento. Si un creyente enfermo ha ofendido a otro en la iglesia, se le exhorta a que lo confiese, a fin de que Dios pueda bendecirle tanto espiritual como físicamente. Santiago dice entonces: «La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg 5:16). El «justo» del que se habla aquí puede referirse al anciano que ora por el enfermo, o al creyente mismo que, habiendo restaurado sus relaciones mediante la confesión, puede ahora orar efectivamente. Santiago menciona a Elías como un ejemplo de oración eficaz del Antiguo Testamento (Stg 5:17; cp. 1Re 17:1-24; 1Re 18:1-46).
X. El ganar almas ayuda al hombre a madurar.
«Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (Stg 5:19, Stg 5:20).
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
INTRODUCCIÓN
1. Santiago era el medio hermano mayor de Jesús (Mar 6:3; Mat 13:55). Era también hermano de Judas, el autor de la epístola que lleva ese nombre.
2. Santiago era un incrédulo antes de la resurrección (Jua 7:3-10).
3. Cuando Cristo resucitó se le apareció también a él (1Co 15:7). Más tarde lo encontramos entre los que esperaban pentecostés en el aposento alto (Hch 1:14).
4. Fue el primer pastor de la iglesia de Jerusalén (Hch 12:17; Hch 15:13; Gál 2:1, Gál 2:9, Gál 2:10, Gál 2:12).
5. Su epístola es quizá la más temprana del Nuevo Testamento, fechada alrededor del 45 a.C. Se menciona la sinagoga como lugar de reunión (Stg 2:2, Versión Moderna).
Parece que fue escrita cuando la Iglesia se movía todavía en el círculo del judaísmo
6. Es el libro de más sabor judío en el Nuevo Testamento. M. E Unger escribe: «Si se eliminaran todos los pasajes que se refieren a Cristo, la epístola podría estar incluida en el canon del Antiguo Testamento más que en el del Nuevo Testamento. En este sentido, la epístola podría ser descrita como una interpretación de la ley del Antiguo Testamento y del Sermón del Monte, a la luz del evangelio de Cristo.» (Manual bíblico de Unger, Editorial Portavoz, p. 804.)
Podría ser considerado como el libro de Proverbios del Nuevo Testamento.
7. H. H. Halley dice: «Se le reconocía como hombre preeminentemente santo según las normas de la Ley. Sus compatriotas le llamaban “el Justo”. Se dice que Santiago pasaba tanto tiempo de rodillas, que se le hicieron duras y callosas como las de un camello. Se cree que era casado (1Co 9:5).» (Compendio Manual de la Biblia, Editorial Portavoz, p. 588.)
8. Lo mismo que Judas, Santiago no «sacó a relucir nunca » su relación familiar con Cristo. Se refiere a sí mismo simplemente como «siervo de Dios y del Señor Jesucristo» (Stg 1:1).
9. El griego de esta carta es de la más alta calidad.
10. Contiene solamente cuatro citas directas del Antiguo Testamento, pero hallamos al menos cincuenta y tres referencias al Antiguo Testamento en la epístola.
11. A Santiago, al igual que a Jesús, le gustaba usar los personajes del Antiguo Testamento y el reino de la naturaleza como ilustraciones. Notemos:
Personajes del Antiguo Testamento:
a. Abraham (Stg 2:21).
b. Isaac (Stg 2:21).
c. Rahab (Stg 2:25).
d. Job (Stg 5:11).
e. Elías (Stg 5:17).
Reino de la naturaleza:
f. El viento que forma las olas del mar (Stg 1:6).
g. La hierba que pasa y la flor que se marchita (Stg 1:10, Stg 1:11).
h. Fuego (Stg 3:5).
i. Fuentes de agua (Stg 3:11).
j. Higos y aceitunas (Stg 3:12).
k. Sembrar y recoger (Stg 3:18).
l. Lluvias tempranas y tardías (Stg 5:7).
m. Sequía (Stg 5:17).
12. Algunos se han imaginado que había contradicción entre Santiago y Pablo. Martín Lutero lo creyó y se refirió a este libro como «una epístola de paja». Notemos los siguientes paralelismos: Santiago: «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» (Stg 2:24).
Pablo: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efe 2:8-9).
Lutero y otros estaban, por supuesto, equivocados en su conclusión, pues no hay contradicción aquí. Veamos: Pablo habla de la justificación delante de Dios.
Santiago describe la justificación ante el hombre.
Somos justificados mediante la fe, dice Pablo.
Somos justificados para buenas obras, dice Santiago.
Pablo está interesado en la raíz de la justificación.
Santiago está preocupado por el fruto de la santificación.
Fue Juan Calvino quien dijo: «Sólo la fe nos salva, pero la fe que salva no está sola.»
Además, en ocasiones Pablo enfatiza las obras (1Ti 6:18; Tit 3:8; Efe 2:10), mientras que Santiago enfatiza la fe (Stg 2:5).
13. Santiago se encontró con Pablo durante la primera visita de Pablo a Jerusalén después de su conversión en el camino a Damasco (Gál 1:18, Gál 1:19).
14. También conversó con él durante la última visita del apóstol a Jerusalén (Hch 21:18-25).
15. Dice la tradición que poco antes de la destrucción de Jerusalén, cuando muchos judíos aceptaban a Cristo, el sumo sacerdote Anás convocó al sanedrín y ordenó a Santiago que renunciara públicamente a Cristo como el Mesías de Israel. Ante su negativa fue arrojado desde el pináculo del templo y apedreado hasta morir cuando yacía en el suelo muriendo a consecuencia de la caída.
16. La palabra «perfecto» aparece un cierto número de veces en este libro. Procede del término griego teleios y significa «maduro». Usaremos esta palabra al desarrollar el bosquejo de la epístola de Santiago.
I. El sufrimiento ayuda a madurar al hombre (Stg 1:1-20).
A. Las fuentes del sufrimiento:
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas» (Stg 1:2). «Bienaventurado el varón que soporta la tentación…» (Stg 1:12). Estos versículos nos hablan de dos clases de sufrimiento:
1. El sufrimiento de las pruebas. Estas provienen de Dios y tienen el propósito de hacernos crecer y sacar a relucir lo mejor de nosotros. Veamos un ejemplo: «Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré» (Gén 22:1-2; véase también Heb 11:17).
«Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos» (Deu 8:2; véase también Deu 8:3). «Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis» (Éxo 20:20).
«Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas» (Luc 22:28).
«En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas» (1Pe 1:6).
2. Los sufrimientos de las tentaciones. Estos provienen del diablo (quien usa al mundo y la carne) y tienen el propósito de hacer que salga a relucir lo peor de nosotros.
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Stg 1:13, Stg 1:14; véanse también Gén 3:1-6; Mat 4:1; 2Co 11:3, 2Co 11:4).
Podemos decir, en conclusión, que tanto las pruebas como las tentaciones son las caras opuestas de la misma moneda. Es decir, que tanto Dios como Satanás pueden estar trabajando en la vida de un creyente por medio del mismo hecho, el uno para purificarle y el otro para pervertirle. (Véase Job 1:1-22; Job 2:1-13.)
B. Las características del sufrimiento:
1. Son frecuentemente repentinas: «Cuando os halléis…» (Stg 1:2).
2. Son seguras: Santiago dice: cuando os halléis, no, si caéis.
3. Pueden ser variadas: «en diversas pruebas». Pueden ser físicas, económicas, espirituales, mentales, sociales, etc.
C. El propósito del sufrimiento: como ya hemos visto, Dios causa o permite que sucedan los sufrimientos en nuestra vida. ¿Por qué lo hace?
1. Porque el sufrimiento nos ayuda a cultivar la paciencia.
«Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Stg 1:3, Stg 1:4).
2. Porque el sufrimiento nos traerá galardón en el cielo.
«Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Stg 1:12).
D. La actitud en el sufrimiento: ¿Cómo debe el creyente responder a las pruebas y tribulaciones?
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas» (Stg 1:2, véanse también Mat 5:12; 1Pe 1:6; 1Pe 4:12-14).
II. El estudio de las Escrituras ayuda al hombre a madurar (Stg 1:17, Stg 1:18, Stg 1:21-25). Estos versículos nos aportan cuatro verdades preciosas.
A. El Padre nos ha dado el Libro.
«Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de los alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Stg 1:17).
B. El Libro nos da a nosotros el nuevo nacimiento.
«El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar nuestras almas» (Stg 1:18, Stg 1:21).
C. El creyente debe, por tanto, leerla cuidadosamente.
«Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace» (Stg 1:25).
D. El creyente debe, pues, considerarla atentamente.
«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Stg 1:22).
III. La sinceridad ayuda al hombre a madurar (Stg 2:1-13).
A. La raíz de la insinceridad (Stg 2:1-8). Su base es la parcialidad hacia los ricos.
«Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?» (Stg 2:2-4).
B. El fruto de la insinceridad (Stg 2:9-13).
«Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos» (Stg 2:9, Stg 2:10).
IV. El servicio cristiano ayuda al hombre a madurar (Stg 2:14-26).
A. El problema: estos versículos, como ya hemos señalado en la Introducción, han causado preocupación innecesaria entre muchos cristianos.
¿Contradice Santiago a Pablo en el asunto de la justificación? ¿Era ese su propósito? No creo que sea ese el caso, porque para cuando Santiago escribía su carta Pablo no había empezado sus muchas epístolas.
B. La prueba:
«Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» (Stg 2:14, Stg 2:17-20, Stg 2:24).
Estos versículos no tienen el propósito de hablar de la salvación sino de las señales de la salvación.
La prueba de la comida estará siempre en el comerla. La única prueba de la salvación de un hombre es por medio de sus obras. Un creyente callado bien puede ser considerado un santo ante Dios, pero permanecerá como un pecador delante de los hombres hasta que no actúa en el servicio cristiano.
C. El modelo: Santiago menciona a dos personas del Antiguo Testamento para ilustrar lo que quiere decir aquí.
1. Abraham:
«¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?» (Stg 2:21).
Es importante que notemos aquí la cronología de la vida de Abraham. Fue justificado ante Dios a la edad de 85 años (Gén 15:6; Gén 16:16), y fue justificado ante el hombre a la edad (aproximadamente) de 137 años (Gén 22:1-14; Gén 23:1).
2. Rahab:
«Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? » (Stg 2:25).
La salvación de Rahab aparece registrada en Jos 2:1-14, y el servicio en Jos 2:15, Jos 2:16. El doctor Charles Ryrie escribe al respecto:
«Una fe improductiva no puede salvar, porque no es una fe genuina. Fe y obras pueden compararse a un vale, cupón, billete o “ticket” para el cielo, impreso en dos mitades con perforación de puntos en el centro. La parte del cupón perteneciente a las obras no sirve, no es buena, para el viaje al cielo, pero la parte que corresponde a la fe no es válida si se la arranca de la que pertenece a las obras.» (Biblia de Estudio Ryrie, Editorial Portavoz, p.1743.)
V. El hablar rectamente ayuda al hombre a madurar (Stg 3:1-18; Stg 1:26, Stg 1:27).
A. La importancia de la lengua: «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo» (Stg 3:2).
Tomado apropiadamente en su contexto, esta es una de las declaraciones más profundas y de mayor alcance de toda la Biblia.
B. Las ilustraciones de la lengua:
1. Nuestras lenguas nos dirigen como el caballo es guiado por el freno que lleva en la boca.
2. Nuestras lenguas nos dirigen como un barco es dirigido por un pequeño timón.
Se ha dicho que podríamos comparar el cuerpo con la congregación y la lengua con el maestro.
C. La iniquidad de la lengua:
«Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.
La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno» (Stg 3:5, Stg 3:6).
Un incendio tiene generalmente un comienzo muy pequeño. Aquí se nos dice que el tremendo poder destructivo de la lengua viene del infierno mismo. (Véase también Stg 3:14-16.)
D. La incorregibilidad de la lengua:
«Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal» (Stg 3:7, Stg 3:8).
Hablando humanamente, la lengua no puede ser cambiada (Stg 3:7, Stg 3:8; cp. Rom 3:13, Rom 3:14). Sólo la eternidad revelará la frustración y la agonía causada por palabras descuidadas o rencorosas.
E. La inconsecuencia de la lengua:
«Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?» (Stg 3:9-12).
Un rey egipcio llamado Amasis envió una vez un sacrificio a su dios y pidió que el sacerdote le devolviera la mejor y la peor parte del animal. El sacerdote le envió la lengua, con el mensaje de que tal órgano representaba ambas demandas. Se ha dicho que el cristiano debería vivir de tal manera que no dudara nunca en vender su loro al chismoso del pueblo.
F. La instrucción de la lengua:
«¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Stg 3:13, Stg 3:17, Stg 3:18).
VI. La sumisión a Dios ayuda al hombre a madurar (Stg 4:1-17). «Someteos, pues, a Dios» (Stg 4:7).
A. Debemos hacerlo a fin de escapar de:
1. La carne (Stg 4:1-3).
2. El mundo (Stg 4:4, Stg 4:5).
3. El diablo (Stg 4:6, Stg 4:7).
B. Debemos hacerlo para gozar de:
1. La gracia de Dios.
«Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Stg 4:6).
2. La guía de Dios.
«¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg 4:13-15).
3. La bondad de Dios.
«Humillaos delante del Señor, y él os exaltará» (Stg 4:10).
VII. El sacrificio personal ayuda al hombre a madurar (Stg 5:1-6).
VIII. La paciencia ayuda al hombre a madurar (Stg 5:7-11).
A. Un ejemplo del pasado:
«Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo» (Stg 5:10, Stg 5:11).
B. Un ejemplo del presente:
«Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía» (Stg 5:7).
C. Un ejemplo del futuro:
«Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca» (Stg 5:8, Stg 5:9).
IX. La oración ayuda al hombre a madurar (Stg 5:12-18).
«¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg 5:14-16).
Estos versículos han sido objeto de mucha especulación.
A. ¿Qué significa el ungimiento del enfermo con aceite?
1. Lo que no dice:
a. Esta no es una referencia a la extrema unción, que es un dogma de fe de la Iglesia Católica, y que se usa para preparar a la persona para la muerte. La práctica en estos versículos es para restaurar a los enfermos, no para enterrarlos.
b. Esto no es una aprobación de los sanadores por fe. Debemos notar, por el contrario, que aparecen involucrados varios ancianos de la iglesia.
2. Lo que sí dice:
a. Los varones involucrados: «los ancianos de la iglesia» (Stg 5:14). Como ya hemos indicado anteriormente, estos eran los líderes espirituales de la iglesia.
b. La medicina usada: «ungiéndole con aceite» (Stg 5:14). Esta es una referencia al aceite de oliva, que se usaba como un remedio medicinal común en el antiguo Oriente (véanse Isa 1:6; Luc 10:34). En su libro The Game of Life, el autor Roy Roberts nos aporta una explicación útil, que tomó del profesor James E. Rosscup:
«Dicho brevemente, el aceite tenía un valor terapéutico en los tiempos antiguos como lo tiene hoy también, pero lo entendemos mejor aquí como un símbolo de la acción milagrosa de Dios al curar. Tenía buenos efectos medicinales, pues suavizaba y poseía poder curativo para animales, como ovejas (Sal 23:5), y hombres (Isa 1:6). Cristo, en la parábola del buen samaritano, cuenta cómo éste aplicó aceite a las heridas del hombre que ayudó (Luc 10:34). Pero éste no es, por varias razones, el significado que le da Santiago aquí. Aunque era terapéutico en algunos casos, no servía para curar todas las enfermedades en general. Además, Santiago no dice en el versículo Stg 5:15 que el aceite va a curar al enfermo, ni siquiera que el aceite más la oración vayan a hacerlo. Él dice específicamente “la oración de fe salvará al enfermo”, y no afirma nada sobre el aceite. No es el aceite sino el Señor el que “lo levantará”. Es más apropiado decir que el ungimiento es con el propósito de simbolizar de mañera tangible que se encomienda a aquella persona al milagroso poder curativo de Dios. Es como una ayuda a su fe al propiciar un sentido de expectación.
Cristo mismo aplicó a veces saliva a las personas, para simbolizar evidentemente, mediante el contacto físico, la sanidad que Dios iba a realizar (Mar 7:33; Mar 8:23). Hay apoyo en el Antiguo Testamento para la idea de que el ungimiento puede significar el encomendar la persona a Dios para que él obre en ella conforme a su voluntad.
Aparecen numerosas aplicaciones de aceite, no para curar sino para separar o identificar en algún sentido cosas o personas con Dios. Jacob ungió la piedra en Betel para identificarla como el símbolo de “casa de Dios” en la que él había estado (Gén 28:18; Gén 31:13). Cuando derramó aceite sobre la piedra no era para sanarla. Era una costumbre ceremonial que más tarde se usó en relación con sacerdotes (Éxo 29:7; Lev 8:12), profetas (1Re 19:16), y reyes (1Sa 10:1; 1Re 19:15). Esto simbolizaba su dedicación y su identificación con Dios para hacer su voluntad. Cuando Jesús envió a los doce discípulos, ellos “ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Mar 6:13)» (pp. 171, 172).
B. ¿Es un enfermo automáticamente sanado mediante esta acción? Para expresarlo de otra manera: ¿es siempre la voluntad de Dios que el creyente experimente largas enfermedades? No siempre es la voluntad de Dios sanar a los cristianos. El sufrimiento, cuando es entendido y soportado correctamente por el creyente, puede dar gloria a Dios. (Véanse Éxo 4:11; 1Ti 5:23; 2Ti 4:20; 2Co 12:1-10; Jua 9:1-3.) Otras veces, por supuesto, la enfermedad es un castigo por el pecado (véase Jua 5:14).
C. ¿Qué es lo que está involucrado en la confesión de Stg 5:16? Santiago nos dice que debemos confesarnos nuestras ofensas unos a otros. Como ya hemos visto, hay ocasiones en que los pecados no confesados producen sufrimiento. Puede que Santiago se esté refiriendo a ello en este momento. Si un creyente enfermo ha ofendido a otro en la iglesia, se le exhorta a que lo confiese, a fin de que Dios pueda bendecirle tanto espiritual como físicamente. Santiago dice entonces: «La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg 5:16). El «justo» del que se habla aquí puede referirse al anciano que ora por el enfermo, o al creyente mismo que, habiendo restaurado sus relaciones mediante la confesión, puede ahora orar efectivamente. Santiago menciona a Elías como un ejemplo de oración eficaz del Antiguo Testamento (Stg 5:17; cp. 1Re 17:1-24; 1Re 18:1-46).
X. El ganar almas ayuda al hombre a madurar.
«Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (Stg 5:19, Stg 5:20).
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
INTRODUCCIÓN
1. Características generales
Estamos ante un escrito del NT que ha llegado hasta nosotros bajo la denominación de carta, pero que en realidad parece más bien un sermón o una homilía de carácter moralizante. El breve saludo inicial (Stg 1:1) es ciertamente epistolar; sin embargo, el resto del escrito y sobre todo el final (Stg 5:19-20) no lo son en absoluto. El tono es constantemente oral. No es alguien que escribe, sino alguien que habla. Un escrito que pasó serias dificultades para entrar en la lista de libros sagrados; de hecho, sólo a partir de la segunda mitad del siglo IV todas las iglesias, tanto las de Oriente como las de Occidente, lo consideraron canónico de forma unánime. Incluso en los primeros tiempos de la Reforma volvió a ser objeto de ciertas reservas y recelos en algunos ambientes cristianos.
Desde el punto de vista literario, la llamada carta de Santiago (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Stg) está redactada en un griego excelente, revela un buen conocimiento de la Biblia griega de los LXX (de la que toma todas las citas el AT) y utiliza el recurso de la “diatriba” propio de la filosofía popular helenística. Pero al mismo tiempo no se puede pasar por alto su constante inspiración en el AT, su inmersión en la cultura semita, tal como se refleja tanto en el estilo como en el vocabulario, y su parentesco con las tradiciones sapienciales veterotestamentarias y con el libro deuterocanónico del Eclesiástico.
Si se presta atención en el contenido, sorprende que el autor sólo dos veces, y como de pasada, menciona a Jesucristo (Stg 1:1; Stg 2:1). Ninguna referencia a su vida, muerte y resurrección; y cuando se trata de ofrecer modelos de paciencia en el sufrimiento, cita a Job y a los profetas, pero no a Jesucristo (Stg 5:10-11). En contrapartida, sin embargo, son numerosísimas y claras las resonancias y alusiones al mensaje de Jesús tal como lo transmiten los evangelios sinópticos, especialmente el sermón del monte en Mateo. Se han contabilizado hasta veintidós coincidencias entre Stg y el mencionado pasaje del primer evangelio (ver, a modo de ejemplo, Stg 1:2-4 y Mat 5:11-12; Stg 1:5-6 y Mat 7:7-8; Stg 1:22-23 y Mat 5:17-19; Mat 7:24-26; Stg 2:5-6; Stg 5:1-3 y Mat 6:19-20; Stg 2:12-13 y Mat 5:7; ver también Stg 3:1-12 y Mat 12:36-37).
Otro dato a tener en cuenta sería la velada polémica antipaulina presente, según bastantes autores, en determinados pasajes de Stg. En realidad es posible que algunas iglesias de implantación paulina hubieran malinterpretado la enseñanza de Pablo sobre la relación fe-obras en el proceso de salvación del creyente y hubieran roto unilateralmente todo contacto incluso con los aspectos válidos del judaísmo. El autor de Stg parece salir al paso de estas posturas radicales tratando de conservar una serie de valores cristianos heredados del judaísmo que, a su parecer, estaban siendo peligrosamente amenazados.
2. Marco histórico
Lo dicho en el apartado anterior explica la dificultad de precisar tanto los destinatarios como el autor y la fecha de composición de este escrito del NT. Los destinatarios podrían ser comunidades básicamente judeocristianas, pero con miembros procedentes también del paganismo y establecidas probablemente en ciudades helenísticas; comunidades en las que puede estar siendo mal interpretada la enseñanza paulina y que necesitan reafirmar y vivir la fe en Jesucristo en un ambiente social, cultural y religioso claramente adverso.
Más complicada es la cuestión del autor, relacionada evidentemente con la fecha de composición. El encabezamiento atribuye la carta-exhortación a Santiago, servidor de Dios y de Jesucristo (Stg 1:1). Si la atribución ha de darse por buena, ¿a qué Santiago se refiere? Sin duda que no a Santiago, el hijo de Zebedeo, martirizado el año 44 d. C. por Herodes Agripa I (ver Hch 12:2); probablemente tampoco a Santiago, el hijo de Alfeo (ver Mat 10:3; Hch 1:13). Podría ser Santiago, el hermano del Señor (Mar 6:3; Mar 15:40; Gál 1:19) que es presentado como autoridad importante de la iglesia de Jerusalén (Hch 12:17; Hch 15:13; Hch 21:18; Gál 2:9; Gál 2:12; 1Co 15:17). Esta última opinión ha sido y sigue siendo sostenida por muchos autores, alguno de los cuales sugiere que Santiago habría “utilizado a un helenista de su entorno” para redactar la carta. Si este Santiago, responsable de la iglesia de Jerusalén, fue martirizado el año 62 d. C., según el testimonio del historiador Flavio Jesefo, la carta sería naturalmente anterior a esta fecha.
Pero no está descartado que el escrito sea de época posterior, en torno tal vez al año 80 d. C. En tal caso el autor, un cristiano de origen judío con honda implantación helenística, habría utilizado el nombre de Santiago para dar autoridad y notoriedad a su escrito.
3. Contenido
Stg no es un tratado de índole doctrinal. Es un escrito pastoral de carácter práctico, una cálida exhortación a vivir positivamente “en cristiano”, a manifestar la fe del corazón mediante la rectitud en la conducta. Para conseguir su objetivo, el autor combina hábilmente motivos y temas judíos y cristianos en un encomiable esfuerzo ecuménico: la fe monoteísta (Stg 1:18; Stg 2:19), el valor de las buenas acciones (Stg 2:14-26), el dominio de la lengua (Stg 1:19; Stg 1:26; Stg 3:2-12), el peligro de los bienes materiales (Stg 1:9-11; Stg 5:1-6), el compromiso a favor de los débiles (Stg 2:1-9), la búsqueda de la sabiduría (Stg 1:5; Stg 3:13-17), la justicia en las relaciones laborales (Stg 5:1-6), la esperanza en la venida gloriosa del Señor (Stg 5:7-8), el poder de la oración (Stg 5:13-18), el reconocimiento de los propios pecados (Stg 4:8-10; Stg 5:16), la preocupación por los hermanos (Stg 1:27; Stg 5:20), etc.
A la vista de todos estos temas, no cabe duda de que la dimensión social de la fe en Jesucristo es un valor de primera magnitud para el autor de Stg. La dimensión social y también la coherencia entre la vida y el culto. Si el cristiano tiene que transformar al mundo, sólo podrá hacerlo desde una fe auténtica y comprometida.
4. Estructura
— Saludo (Stg 1:1)
I. — UNA FE AUTÉNTICA Y COHERENTE (Stg 1:2 — Stg 2:26)
II. — CUESTIONES CONCRETAS DE VIDA CRISTIANA (Stg 3:1 — Stg 4:10)
III. — JUICIO Y SALVACIÓN (Stg 4:11 — Stg 5:18)
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— pueblo de Dios: Lit. las doce tribus de la dispersión. Algunos piensan, por tanto, que el autor se dirige a los cristianos de origen judío que vivían fuera de Palestina (ver Mat 19:28; Hch 26:7). Parece más probable, no obstante, que las doce tribus representan al nuevo pueblo de Dios, es decir, a toda la Iglesia cristiana (ver Hch 15:14).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Rom 1:1; Flp 1:1; 1Pe 1:1; 2Pe 1:1; Jud 1:1.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Saludos
Santiago comienza identificándose como autor y luego se dirige a los lectores. En cuanto a sí mismo, usa la simple designación de siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Por supuesto, este es un título honroso lo que se comprueba en que Moisés es designado repetidamente como “Siervo del Señor” en Jos. y Apoc., así como también Jos. mismo en Jue. Pero al mismo tiempo es un título simple, que cualquier cristiano podría usar. Stg. va más allá del uso del AT al agregar y del Señor Jesucristo al título siervo de Dios. Esto muestra la tendencia de la iglesia primitiva de reconocer la igualdad de Cristo con Dios.
Los lectores son las doce tribus de la dispersión. Probablemente la expresión las doce tribus no significa que todos los lectores eran judíos, sino que Santiago pensaba en ellos como el pueblo de Dios, el verdadero Israel, fueran judíos o gentiles (así también Gál. 6:16; 1 Ped. 2:9). Los lectores estaban esparcidos tal como lo estaban los judíos du rante el exilio, lo que probablemente indica que no vivían en Tierra Santa. Sin embargo, la palabra dispersión tiene otro uso. 1 Ped. 1:1 usa el mismo término para indicar que, desde que llegaron a ser cristianos, sus lectores gentiles ya no estaban “en casa” en sus tierras natales, pues su verdadero hogar era el cielo.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
RESUMEN DE LOS CAPITULOSCapítulo 1: Posición confiada – Lo que el cristiano tieneCapítulo 2: Servicio compasivo – Lo que el cristiano haceCapítulo 3: Vocabulario cuidadoso – Lo que el cristiano diceCapítulo 4: Sumisión contrita – Lo que el cristiano sienteCapítulo 5: Compartir con amor – Lo que el cristiano da 1.1 El escritor de esta carta, un líder de la iglesia de Jerusalén (véanse Act 12:17, Act 15:13), no fue Santiago el apóstol, sino Santiago el hermano de Jesús. La Epístola de Santiago fue una de las primeras, escrita probablemente antes del año 50 d.C. Después del martirio de Esteban (Hechos 7.55-8.3), aumentó la persecución y los cristianos de Jerusalén fueron esparcidos por todo el mundo romano. Hubo comunidades judías cristianas florecientes en Roma, Alejandría, Chipre y ciudades de Grecia y de Asia menor. Debido a que estos nuevos creyentes no tuvieron el apoyo para establecer iglesias cristianas, Santiago les escribió como un líder interesado en el bienestar de ellos a fin de animarlos en la fe durante ese período difícil.1.2, 3 Santiago no dice si pasan por diversas pruebas, sino cuando pasan por diversas pruebas. El da por sentado que vamos a tener pruebas y que es posible sacar provecho de ellas. La idea no es fingir ser feliz cuando uno se enfrenta al dolor, sino tener una perspectiva positiva («tener por sumo gozo») por lo que las pruebas pueden producir en nuestra vida. Santiago nos dice que debemos convertir nuestras dificultades en períodos de aprendizaje. Los tiempos difíciles pueden enseñarnos paciencia. Para mayores detalles relacionados con la paciencia (también llamada perseverancia y constancia), véanse Rom 2:7; Rom 5:3-5; Rom 8:24-25; 2Co 6:3-7; 2Pe 1:2-9.1.2-4 En realidad, no podemos llegar a conocer la profundidad de nuestro carácter hasta ver cómo reaccionamos frente a las presiones. Es muy fácil ser amable cuando todas las cosas andan bien, pero ¿seguiremos siendo amables cuando otros nos traten injustamente? Dios quiere que seamos perfectos, no librarnos del dolor. En lugar de quejarnos por nuestras luchas, debiéramos ver en ellas oportunidades de crecer. Dé gracias a Dios por haber prometido estar con usted en tiempos difíciles. Pídale que le ayude a resolver sus problemas o que le dé la fortaleza para soportarlos. Luego sea paciente. Dios no lo dejará solo con sus problemas; permanecerá cerca de usted y le ayudará a crecer.1.5 Petición de sabiduría, Santiago no solo habla acerca del conocimiento, sino de la capacidad de tomar decisiones sabias en circunstancias difíciles. Cuando necesitamos sabiduría, podemos orar a Dios y El suplirá abundantemente nuestras necesidades. Los cristianos no tienen por qué andar a tientas en las tinieblas, con la esperanza de tal vez encontrar la respuesta. La sabiduría de Dios está a nuestra disposición para guiar nuestras decisiones.1.5 Sabiduría significa discernimiento práctico. La sabiduría empieza con respeto a Dios, conduce a una vida recta y resulta en una capacidad creciente para distinguir lo correcto de lo erróneo. Dios está dispuesto a darnos esa sabiduría, pero no podremos recibirla si nuestras metas están centradas en nosotros mismos en lugar de estar centradas en Dios. Para conocer la voluntad de Dios, debemos leer su Palabra y pedirle que nos revele cómo obedecerla, y luego estar dispuestos a hacer lo que El nos diga.1.6 «Pedir con fe, no dudando nada» significa no solo creer en la existencia de Dios, sino en su tierno cuidado. Eso incluye depender de Dios y confiar en que El oirá y responderá a nuestras oraciones. Debemos poner a un lado nuestras actitudes críticas cuando nos dirigimos a El. Dios no garantiza que ha de responder a nuestra desconsideración o egoísmo. Debemos tener la confianza que Dios armonizará nuestros deseos con su propósito. Para más acerca de este concepto, léase la nota en Mat 21:22.1.6 Una mente inestable no está plenamente convencida de que el método de Dios es el mejor. Trata la Palabra de Dios como un consejo humano cualquiera y se queda con la opción a desobedecer. Vacila entre la lealtad a sus sentimientos subjetivos, los conceptos del mundo y los mandamientos de Dios. Si su fe es nueva, débil o de mucho esfuerzo, recuerde que usted puede confiar en Dios. Luego sea leal a El. A fin de estabilizar sus fluctuaciones y dudas mentales, ríndase por completo a Dios.1.6-8 Si usted ha tenido la oportunidad de ver a menudo el vaivén constante de las olas gigantescas del mar, sabe cuán inquietas son, sujetas a las fuerzas del viento, de la gravedad y de la marea. La duda lo deja a uno tan vacilante como las olas movidas de un lado para otro. Si usted quiere evitar que se le trate así, crea que Dios sabe qué es lo mejor para usted. Pídale sabiduría, y confíe en que El se la dará. Al hacerlo, sus decisiones serán confiables y seguras.1.9 El cristiano que no ocupa un puesto importante debe estar contento porque es de gran estima ante los ojos de Dios. Ese «hermano que es de humilde condición» es una persona sin un alto nivel social ni riqueza. A menudo se trata a tal persona con desprecio, incluso en nuestras congregaciones, pero Dios no lo subestima.1.9-11 El pobre debe sentirse contento de que la riqueza no significa nada para Dios; de otro modo se le debiera considerar indigno. El rico debe sentirse contento de que el dinero no significa nada para Dios, porque es muy fácil perder el dinero. La verdadera riqueza se halla en el desarrollo de la vida espiritual del individuo, no en su caudal económico. Dios está interesado en lo que es duradero (nuestra alma) no en lo que es temporal (nuestro dinero y nuestros bienes). Véase Mar 4:18-19 para hallar lo que dijo Jesús al respecto. Procure tratar a las personas de la misma forma que Cristo las trataría.1.10, 11 Si la riqueza, el poder y el nivel social no significan nada para Dios, ¿por qué les damos tanta importancia y les rendimos honor a quienes los poseen? ¿Sus bienes materiales les dan un sentido de propósito y una razón para vivir? Si desaparecieran, ¿qué les quedaría? Lo que usted tiene en el corazón, no sus cuentas bancarias, es lo que le interesa a Dios y permanece para siempre.1.12 La corona de la vida es como las guirnaldas que se le dan a los deportistas ganadores (véase 1Co 9:25). La corona de vida no es gloria y honor en la tierra, sino la recompensa de vida eterna; vivir con Dios para siempre. El camino hacia el círculo de los ganadores de Dios es mediante el amor y el permanecer fiel aun bajo presión.1.12-15 La tentación viene de nuestros malos deseos, no de parte de Dios. Empieza con malos pensamientos y se vuelve pecado cuando le damos lugar y permitimos que se convierta en acción. Así como la bola de nieve que baja rodando de una colina, la acción destructiva del pecado crece cuando lo dejamos actuar. El momento más apropiado para detener la bola de nieve es antes que sea demasiado grande o que haya adquirido tal velocidad que no podamos controlarla. Véanse Mat 4:1-11; 1Co 10:13 y 2Ti 2:22 para mayores detalles sobre cómo escapar de la tentación.1.13, 14 A menudo las personas que viven para Dios se preguntan por qué todavía tienen que soportar las tentaciones. ¿Las tienta Dios? Dios prueba a las personas pero no las tienta para conducirlas al pecado. Permite que Satanás las tiente a fin de refinar su fe y ayudarlas a que crezcan en su dependencia de Cristo. Podemos soportar la tentación del pecado si le pedimos a Dios fortaleza y decidimos actuar en obediencia a su Palabra.1.13-15 Es muy fácil condenar a otros y excusarnos por los malos pensamientos y por la conducta equivocada. Algunas excusas pueden ser: (1) es la culpa de la otra persona; (2) no lo pude resistir; (3) todos lo hacen; (4) fue solo un error; (5) nadie es perfecto; (6) el diablo me obligó a hacerlo; (7) fui presionado; (8) no sabía que era malo; (9) Dios me estaba tentando. Una persona que presenta excusas procura pasar su culpa a algo o a alguien. Un cristiano, sin embargo, acepta su responsabilidad por sus errores, los confiesa y pide el perdón de Dios.1.17 A menudo las Escrituras comparan lo bueno con la luz y lo malo con las tinieblas. Otros pasajes donde se presenta a Dios como luz son: Psa 27:1; Isa 60:19-22, Joh 1:1-14.1.18 Los cristianos del primer siglo fueron la primera generación en creer en Jesucristo como el Mesías. Santiago los llama «primicias de sus criaturas». Los líderes judíos habrían estado conscientes de la práctica de ofrendar lo primero en madurar de la siembra, antes de la cosecha, como un acto de adoración y también como una bendición para el resto de la cosecha (véase Deu 26:9-11). En 1Co 15:20, Pablo se refiere a Cristo como la primicia de los que durmieron.1.19 Cuando hablamos demasiado y oímos poco, comunicamos a los demás que nuestras ideas son mucho más importantes que la de ellos. Santiago con sabiduría nos aconseja revertir ese proceso. Ponga un cronómetro mental en su conversación y controle cuánto habla y también cuánto oye. Cuando alguien conversa con usted, ¿percibe esa persona que son valiosos sus puntos de vista y sus conceptos?1.19, 20 Este versículo se refiere al enojo que surge cuando se siente herido el ego: «Me siento herido», «No se oyen mis opiniones». Cuando hay injusticia y pecado, debemos enojarnos porque otros son heridos. Pero no debemos enojarnos cuando no ganamos una discusión o cuando sentimos que fuimos ofendidos o que no se nos tomó en cuenta. El enojo egoísta nunca ha ayudado a nadie.1.21 Santiago nos advierte que quitemos todo lo que anda mal en nuestra vida y que recibamos «con mansedumbre» el mensaje de salvación que hemos recibido («la palabra implantada»), porque solo ella puede salvarnos.1.22-25 Es muy importante saber lo que la Palabra de Dios dice, pero es mucho más importante obedecerla. La eficacia de nuestro tiempo de estudio bíblico puede medirse por el efecto que tiene en nuestra conducta y nuestras actitudes. ¿Pone usted en práctica lo que ha estudiado?1.25 Parece paradójico que una ley pueda darnos libertad. Pero la ley de Dios destaca nuestro pecado y nos da la oportunidad de pedir perdón a Dios (véase Rom 7:7-8). Los cristianos somos salvos por la gracia de Dios. La salvación incluye libertad del dominio del pecado. Los creyentes somos libres para vivir como Dios se propuso al crearnos. Desde luego, eso no significa que seamos libres para hacer lo que nos plazca (véase 1Pe 2:16). Ahora somos libres para obedecer a Dios.1.26 Véanse las notas del capítulo 3 para más sobre cómo dominar la lengua. No importa cuán espirituales nos sintamos, todos debemos cuidar nuestra lengua de una manera más eficiente.1.27 En el primer siglo, los huérfanos y las viudas poseían muy pocas fuentes de apoyo económico. A menos que un familiar no estuviera dispuesto a cuidar de ellos, estaban condenados a pedir limosna, a venderse como esclavos o a morir de hambre. Al cuidar de esos desamparados, la iglesia puso la Palabra de Dios en práctica. Cuando damos sin esperanza de recibir algo a cambio, mostramos lo que significa servir a los demás.1.27 Para mantenernos libre de la contaminación del mundo, debemos consagrarnos al sistema ético y moral de Cristo, no al del mundo. No debemos conformarnos al sistema de valores del mundo que se basa en el dinero, el poder y el placer. La verdadera fe no significa nada si estamos contaminados con dichos valores. MOSTRAR FAVORITISMO¿Por qué es malo mostrar favoritismo con los ricos?1. Es contrario a las enseñanzas de Cristo.2. Es el producto de malos pensamientos.3. Menosprecia a las personas creadas a la imagen de Dios.4. Es una de las consecuencias de motivos egoístas.5. Va en contra de la definición bíblica del amor.6. Muestra falta de misericordia con los menos afortunados.7. Es hipocresía.8. Es pecado.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) Lit.: “Jacob (Jacobo)”. Gr.: I·á·ko·bos. “Santiago” es la forma común que en español resulta de la combinación de “Sant (San)” y “Yago (Jacob)”; “Jacob” significa: “Asirse del Talón; Suplantador”.
(2) “Que están esparcidas por todas partes.” Lit.: “las (que están) en la dispersión [gr.: di·a·spo·rái; lat.: di·sper·si·ó·ne]”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 0 Mat 13:55; Hch 12:17; Gál 1:19
b 1 Rom 12:11; Col 3:24; 1Ts 1:9
c 2 Jer 31:31; Hch 26:7
d 3 Hch 2:5; Hch 8:1; 1Pe 1:1
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Santiago. Santiago (o, Jacobo) era hermano de Jesús y líder de la iglesia en Jerusalén (Hch 15:13, 19; 21:18).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Hermano del Señor Jesús ( Mat_13:55) y de Judas ( Jud_1:1) en la carne. No fue uno de los doce apóstoles que el Señor escogió mientras estaba en la tierra, pero llegó a ser apóstol después de la resurrección del Señor ( Gál_1:19) y vino a ser el anciano principal de la iglesia en Jerusalén ( Hch_12:17 ; 15:2,13; 21:18). Era considerado, junto con Pedro y Juan, una columna de la iglesia, y Pablo lo menciona como el primero entre las tres columnas ( Gál_2:9) .
1 (2) Jacobo consideraba al Señor Jesús como igual a Dios. Esto era contrario al judaísmo, el cual no reconocía la deidad del Señor ( Jua_5:18).
1 (3) Se refiere a las tribus de Israel, lo cual indica que esta epístola fue escrita a los cristianos judíos, quienes tenían la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria (2:1), quienes fueron justificados por la fe (2:24), regenerados por la palabra de verdad (v.18) y en quienes moraba el Espíritu de Dios (4:5), y quienes también eran miembros de la iglesia (5:14), los cuales esperaban la venida del Señor (5:7-8). Sin embargo, el escritor, al llamar a estos creyentes en Cristo «las doce tribus», tal como fue llamado el pueblo escogido de Dios en Su economía antiguotestamentaria, tal vez indique que no tenía una visión clara con respecto a la diferencia entre los cristianos y los judíos, entre la economía neotestamentaria de Dios y la dispensación del Antiguo Testamento. Quizás no veía que en el Nuevo Testamento Dios libró de la nación judía a los judíos que creían en Cristo y los separó de ella, a la cual en ese entonces Dios consideró una generación perversa ( Hch_2:40). Dios, en Su economía neotestamentaria, no considera que estos creyentes sean judíos apartados para el judaísmo, sino cristianos apartados para la iglesia. Ellos, como miembros de la iglesia de Dios, deben ser distintos y estar separados de los judíos al mismo grado que de los gentiles ( 1Co_10:32). Pero Jacobo, una columna de la iglesia, en su epístola a los hermanos cristianos seguía llamándolos «las doce tribus». (Esta tal vez sea la razón por la cual dirigió la palabra en 5:1-6 a la clase rica de los judíos en general.) Esto era contrario a la economía neotestamentaria de Dios. Véase la nota 2 (1) del cap.2.
1 (4) Véase la nota 1 (4) de 1 P 1. Esta dispersión debe de haber incluido el esparcimiento de los creyentes judíos desde Jerusalén, causado por la persecución que sobrevino después de Pentecostés ( Hch_8:1, Hch_8:4).
1 (5) Véase la nota 10 (3) de 2 Jn
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
INTRODUCCIÓN A LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO
AUTOR: Jacobo o SantiagoFECHA: 45-50
Las Epístolas Universales Stg 1:1-27 y 2 de Pedro, 1, 2 y 3 de Juan, y Judas fueron llamadas por la iglesia primitiva las epístolas «generales», «universales» o «católicas», porque su dirección (con las excepciones de 2 y 3 de Juan) no estaba limitada a una localidad en particular. La de Santiago, por ejemplo, está dirigida «a las doce tribus que están en la dispersión» (Stg 1:1), una designación para los creyentes de cualquier lugar (probablemente, todos los cristianos judíos de aquella temprana fecha).
Paternidad literaria De los cuatro hombres que llevan el nombre de Jacobo o Santiago en el NT, sólo dos han sido propuestos como posibles autores de esta carta: Santiago el hijo de Zebedeo (y hermano del apóstol Juan), y Santiago el hermano del Señor. No es probable que el hijo de Zebedeo fuese el autor, puesto que fue martirizado el año 44 d.C. (Hch 12:2). El tono autoritativo de la epístola, no sólo elimina los otros dos menos conocidos, Santiagos del NT («Santiago el Menor», y el Santiago de Luc 6:16), sino que señala claramente al medio hermano de Jesús, que vino a ser el líder reconocido de la iglesia de Jerusalén (Hch 12:17; Hch 15:13; Hch 21:18). Esta conclusión es corroborada por las semejanzas en el griego entre esta epístola y el discurso de Santiago en el Concilio de Jerusalén (cp. Stg 1:1 y Hch 15:23; Stg 1:27 y Hch 15:14; Hch 2:5 y Hch 15:13).
Fecha Algunos, negando la paternidad literaria de Santiago a causa del excelente griego que usa, colocan la fecha de redacción del libro al final mismo del primer siglo. Sin embargo, los galileos conocían y usaban bien el griego, juntamente con el arameo y el hebreo. Además, hay detalles que indican una fecha temprana: la falta de referencias al Concilio de Jerusalén (año 49 d.C.), el uso de la palabra «sinagoga» (asamblea) para designar la iglesia en Stg 2:2; y la fuerte expectación del pronto regreso del Señor (Stg 5:7-9).
Canonicidad La canonicidad de esta epístola fue puesta en duda hasta que la Iglesia se percató de que su autor era casi seguramente el medio hermano de Jesús. Lutero no puso en duda la genuinidad de Santiago, sino sólo su utilidad en comparación con las epístolas de Pablo, por cuanto dice poco acerca de la justificación por la fe, mientras resalta el papel de las obras.
Contenido La epístola trata de los aspectos prácticos de la conducta cristiana; nos dice cómo actúa la fe en la vida cotidiana. El objetivo de Santiago era proveer una instrucción ética concreta. Comparado con Pablo, Santiago muestra mucho menos interés en la teología formal, aunque no faltan en la epístola afirmaciones teológicas (Stg 1:12; Stg 2:1; Stg 2:10-12; Stg 2:19; Stg 3:9; Stg 5:7-9; Stg 5:12; Stg 5:14). Son muchos los temas que se debaten en este libro, haciendo de él algo así como una serie de breves párrafos, organizados en forma de carta. Aunque la epístola tiene poca estructura formal, sus muchas instrucciones explican cómo ser hacedores de la Palabra (Stg 1:22). En los 108 versículos de la epístola, hay referencias o alusiones de 22 libros del Antiguo Testamento y al menos 15 alusiones a las enseñanzas de Cristo conforme se hallan en el Sermón del Monte. Entre los temas claves están el de fe y obras (Stg 2:14-26), el del uso de la lengua (Stg 3:1-12), y el de la oración por los enfermos (Stg 5:13-16).
BOSQUEJO DE SANTIAGO
I) Saludo, Stg 1:1
II) Las pruebas, Stg 1:2-18
A) El objetivo de las pruebas, Stg 1:2-12
B) El origen de las pruebas, Stg 1:13-16
C) El objetivo de Dios, Stg 1:17-18
III) La palabra, Stg 1:19-27
IV) La parcialidad, Stg 2:1-13
A) El mandato, Stg 2:1
B) La conducta, Stg 2:2-3
C) Las consecuencias, Stg 2:4-13
V) Fe y obras, Stg 2:14-26
A) La interrogación, Stg 2:14
B) La ilustración, Stg 2:15-17
C) La instrucción, Stg 2:18-26
VI) Pecados de la lengua, Stg 3:1-12
A) Su freno, Stg 3:1-4
B) Su jactancia, Stg 3:5-12
VII) La verdadera sabiduría, Stg 3:13-18
VIII) La mundanalidad, Stg 4:1-17
A) Su causa, Stg 4:1-2
B) Sus consecuencias, Stg 4:3-6
C) Su curación, Stg 4:7-10
D) Sus características, Stg 4:11-17
IX) Riquezas, paciencia y juramentos, Stg 5:1-12
X) La oración, Stg 5:13-18
XI) La conversión de los que yerran, Stg 5:19-20
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
a las doce tribus que están en la dispersión. La carta está dirigida a cristianos judíos (cp., Stg 2:1; Stg 5:7), dispersos por todo el mundo.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
7(I) Fórmula inicial (1,1). Santiago: gr. Iakóbos = hebr. Ya’áqdb (sobre la identidad de Santiago, → 2-3 supra)
el autor se aplica un titulo dado en el AT a jefes religiosos como Moisés, Abrahám, Jabob y los profetas. Señala así la base de su autoridad, en virtud de la cual va a exhortar a sus lectores, el Señor Jesucristo: La aplicación a Jesús del título Kyrios, «Señor», y el estrecho emparejamiento de Dios y Cristo indican que el autor comparte la fe cristiana. Esto es de particular importancia a la vista de la escasez de referencias específicas a Cristo en Sant. a las doce tribus: Desde la cautividad asiría de las 10 tribus del norte, esta expresión había acabado por representar la esperanza escatológica de la restauración de Israel. En este caso se aplica a la Iglesia cristiana como prolongación del pueblo de Dios, dispersión: Véase 1 Pe 1,1. saluda: La fórmula gr. aquí utilizada (chairein) no se encuentra en ningún otro lugar del NT (salvo Hch 15,23 y 23,26), aunque era normal en el estilo epistolar helenístico (Cartas del NT, 45:6).
8(II) Exhortación inicial (1,2-18). Una serie de exhortaciones breves, ligadas más por calculadas conexiones verbales que por el concepto, introduce temas que se retomarán y se desarrollarán posteriormente en la carta.
(A) Alegría en las pruebas (1,2-4). 2. gran alegría: La palabra «alegría», chara, no sólo proporciona un vínculo verbal con el «saluda» (chairein) precedente, sino que en virtud de su posición estratégica al comienzo de la carta introduce un tono dominante de optimismo cristiano que sirve para equilibrar el tono condenatorio de gran parte de la carta, hermanos míos: Sant utiliza esta forma normal de tratamiento cristiano (tomada del judaismo) 11 veces, de ellas 4 con «amados», lo cual transmite una sensación de gravedad afectuosa, toda clase de pruebas: El tema de la alegría en las pruebas se encuentra de manera generalizada en el NT, a partir de las «bienaventuranzas» de Jesús (Mt 5,10-12; Lc 6,20-23; Hch 5,41; Rom 5,3; 1 Tes 1,6). El tema del aguante paciente, aquí introducido brevemente, será retomado con mayor detenimiento en 5,7-11. 3. lo acendrado de vuestra fe: La imagen sobrentendida es la del oro probado y purificado al fuego (como en el AT y 1 Pe 1,7), en alusión a las pruebas o persecuciones que ponían en peligro la fe. constancia: La palabra hypomoné no supone un mero aguante pasivo, sino el espíritu activo de resistencia a la defección característico de los mártires. 4. la constancia ha de surtir todo su efecto: Lit., «tener obra perfecta». La expresión gr. es vaga, pero su intención queda aclarada por lo que sigue: «para que seáis perfectos e íntegros». Lo que se considera es el esfuerzo presente y la consumación escatológica. El concepto de perfección es importante en Sant (aparece también en 1,17.25; 3,2), lo mismo que en el AT, en Qumrán y en otros lugares del NT. Entraña aspectos de madurez, terminación y consumación. J. Zmijewski (Christliche «Vollkommenheit» 50-78) considera que la perfección es el concepto clave y principio unifi-
cador de Sant.
(Véase también B. Rigaux, NTS 4[1957-58] 237-41.248.) Los vv. 3-4 emplean el recurso estilístico del «clímax», por el cual el final de una frase tiene eco en el comienzo de la siguiente. Las semejanzas de vocabulario y pensamiento entre estos versículos y 1 Pe 1,6-7 y Rom 5,3-5 probablemente no se deben a dependencia literaria, sino a un primitivo repertorio común de material parenético. (Véase Dibelius, James 74-77.)
9 (B) Oración confiada pidiendo sabiduría (1,5-8). Esta sección introduce varios temas que se desarrollarán más tarde: sabiduría (3,13-18), oración (4,2-3; 5,13-18), Dios como dador de todo bien (1,17-18), fe (2,14-26), inestabilidad (4,1-8). 5. carece de sabiduría: Prosigue el entrelazamiento verbal de sentencias, pues «carece» (leipetai, 1,5) recuerda «faltos» (leipomenoi, 1,4). La conexión lógica es menos evidente, pero parece depender de temas sapienciales del AT, que conectan íntimamente sabiduría, prueba mediante tribulaciones y perfección (véanse Sab 9,6; Eclo 4,17) y hacen hincapié en la necesidad de sabiduría (Sab 9,10-18). generosamente y sin echarlo en cara: Esta característica de Dios contrasta con el mezquino modo de dar reprendido en Eclo 18,15-18; 20,10-15. 6. pida con fe: El objeto implícito de esta fe es la disposición de Dios a responder a las oraciones (véase 1,5). sin vacilar: Esto probablemente depende de dichos de Jesús tales como Mt 21,21-22; Mc 11,23-24.
10 (C) Actitudes de los humildes y los ricos (1,9-11). El interés del autor por la trascendencia religiosa de la humildad y la pobreza, por un lado, y de la riqueza, por el otro, mostrado en este texto por vez primera, se manifiesta también en 1,27; 2,1-7.15-17; 4,10.13-16; 5,1-6. Es un tema dominante de la carta. Deriva de la comprensión veterotestamentaria de los pobres y oprimidos -los anawim- que son objeto de la solicitud especial de Dios y que ven en él su única esperanza de refugio en medio de la aflicción. Este tema, expuesto de manera amplia y variada en el período intertestamentario, se encuentra en la LQ y en el NT, esp. en Lucas (→ 43:23). Dicha solicitud incluye la condena de la opresión u olvido de los pobres, la afirmación de su exaltación real y la convicción de su vindicación escatológica. 9. La conexión de este versículo con el precedente tal vez consista en que en ambos se trata de una aplicación particular de la exhortación general de 1,2, y quizá también de un conocimiento profundo y paradójico obtenido mediante la sabiduría descrita en el v. 5. exulte: La nota de alegría del v. 2 tiene aquí un nuevo eco. Véase Rom 5,3. La base para esta exultación se da en 2,5. 10a. el rico: El paralelismo de los vv. 9 y 10 indica que los ricos son también miembros de la comunidad, en su humillación: Es decir, en la naturaleza transitoria de su posición social adinerada, descrita en las frases que siguen. Desde el punto de vista de la escatología cristiana, la única esperanza del rico estriba en que se dé cuenta de su absoluta pobreza y nada ante Dios. 10b-ll. La imagen de la hierba que se agosta rápidamente -particularmente adecuada en Palestinaes muy conocida en el AT (véase Is 40,6-7; para un uso diferente, véase 1 Pe 1,24-25). en medio de sus proyectos: La palabra traducida por «proyectos» también puede significar «viajes». Véase la imagen parecida de 4,13-15.
11(D) La paciencia obtiene la corona de la vida (1,12). Este versículo forma una especie de inclusión culminante con los vv. 2-4, haciendo con ello que la sección dé impresión de coherencia, feliz el hombre que: La forma de esta «bienaventuranza» es reflejo del AT (Sal 1,1) y los evangelios (Mt 5,3-10 par.), la corona de la vida: La corona es escatológica, pero la felicidad es una realidad presente, a los que le aman: Esta frase, que reaparece en 2,5, es tradicional en el contexto de la recompensa divina a la fidelidad (Éx 20,6; Dt 5,10; Rom 8,28; 2 Tim 4,8; en la LQ, véase 1QH 16,13). La semejanza de pensamiento y expresión entre 1,2-
3,12y 1 Pe 1,6-9 y Rom 5,3-5 tal vez indique dependencia respecto a un himno cristiano primitivo, quizá procedente de la liturgia bautismal (véase M.-É. Boismard, RB 64 [1957] 162-67).
(E)La genealogía del pecado y la muerte (1,13-15). 13. es Dios quien me tienta: El autor señala la antiquísima falacia de culpar de los propios pecados a Dios, en lugar de a uno mismo. Véanse Eclo 15,11-20; 1 Cor 10,13.14. por su propia concupiscencia: La tentación es causada por algo interior a la persona; sin embargo, ese algo se presenta como de alguna manera distinto de ella, porque la atrae como el cazador atrae a su presa. 15. Se pasa a la imagen de la ascendencia genealógica. cuando ha concebido: Esto es, cuando se ha consentido en la tentación, cuando está totalmente desarrollado: Esto indica el destino escatológico hacia el cual crece el pecado. La secuencia de concupiscencia, pecado y muerte es el equivalente negativo de otra: la de prueba, paciencia probada y corona de la vida (1,12). Este versículo se hace eco parcialmente de Sal 7,15.
12 (F) Nuestro nacimiento por la palabra de Dios (1,16-18). 17. Puesto que tal vez se esté citando un conocido proverbio poético, parece mejor (siguiendo a H. Greeven, 7Z 14 [1958] 1-13) tomar estas palabras como una sentencia completa: «Toda dádiva es buena y todo don es perfecto». Su significado sería este conocido parecer: lo que cuenta en un regalo no es su valor, sino la intención de quien lo hace. Se añade un significado más profundo al explicar la fuente de toda bondad creada: todo don viene de arriba. Padre de las luces: La expresión parece querer referirse a Dios como creador de los luminares celestes, primer ejemplo de su actividad de dar dádivas buenas. Este mismo título aparece en ApMo 36,5. oscurecimiento, efecto del cambio: A diferencia de los cuerpos celestes, cuyos movimientos según los tiempos y estaciones se traducen en las correspondientes variaciones en la luz que emiten, su creador es inmutable; por tanto, su bondad nunca mengua. 18. por su propia voluntad: La libertad de la iniciativa divina con que Dios da a luz a sus hijos contrasta con la fuerza ciega del deseo que da a luz el pecado (w. 14-15). dio a luz: De suyo, esta expresión se puede entender en el contexto veterotestamentario de Dt 32,18. Sin embargo, una comparación del v. 18 con 1 Pe 1,23, donde el sentido es obviamente cristiano, indica que la expresión se ha de entender más bien en el sentido específicamente cristiano (como en Jn 1,12-13). No obstante, puede que se pretenda aludir igualmente a la creación. Lo mismo que la primera creación (en Gn) tuvo lugar mediante la palabra de Dios, así sucede también con la nueva creación, con palabra de verdad: Probablemente esto hace referencia a la aceptación del mensaje evangélico. Sobre el uso de «palabra», véase el comentario a 1,21.
13 (III) Poned por obra la palabra (1,19-27). Se debe oír la palabra por la cual Dios nos dio a luz, se han de eliminar los obstáculos, y la palabra se debe llevar a la práctica con obras.
(A)La disposición correcta (1,19-21). 19. sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira: Estas tres recomendaciones son de un tipo frecuente en el AT y la LQ (Eclo 5,11-13; 1QH 1,34-37). Se van a desarrollar respectivamente en 1,22-25; 3,13-18; y 1,20 + 4,1-2. tardo para hablar: Este tema se resume en 1,26 y se desarrolla con amplitud en 3,1-12. 20. Se da la razón de la última de las tres recomendaciones del v. 19. la justicia de Dios: Esto es, exigida por Dios, como en Mt 5,20; 6,33. 21. recibir… la palabra sembrada: El gr. emphytos, «implantado», «sembrado», normalmente significa «innato» -significado que parece lógicamente inadmisible en el presente contexto-. Esta siembra de la palabra se refiere más bien a la aceptación de la fe cristiana en el bautismo, aceptación que incluye las exigencias éticas que dicha fe lleva aparejadas. El uso de «palabra» (logos) en 1,18.21-23 refleja el uso neotestamentario típico. Es la revelación salvífica de Dios, prefigurada en la palabra dada a los profetas y en la palabra que es sinónimo de ley (tora), pero plenamente expresada sólo en Cristo y el evangelio.
14(B) El precepto: poned por obra, no os contentéis simplemente con oír (1,22).
Este versículo es un acertado resumen de la carta entera. Es llamativamente parecido a Rom 2,13. El tema general de una «religión de obras», tan característico de Sant, desempeña un papel destacado en los demás escritos del NT. Véanse Mt 7,24-27 par.; Lc 8,21; 11,28. Para el trasfondo veterotestamentario, véanse Dt
4,5-6; 28,13-15; Ez 33,31-32. engañándoos a vosotros mismos: Para un ejemplo de este autoengaño, véase el v. 26.
(C) El símil del espejo (1,23-25). 23. en un espejo: La «palabra» es como un espejo: al exponer la conducta humana ideal, pone de manifiesto las deficiencias del oyente, lo mismo que un espejo pone de manifiesto las imperfecciones o desaliño del rostro. Si quien utiliza el espejo olvida lo que ha visto, no pondrá remedio a la situación -no llegará a ser alguien «que pone por obra»-. 25. Una vez más Sant introduce un tema (la «ley») que también reaparecerá más tarde en 2,8-12 tratado ampliamente y en 4,11 en una breve mención, ley perfecta de la libertad: Debido a la estrecha conexión de este versículo con el anterior, la «ley» (como en 2,8-12; 4,11) se ha de identificar con la «palabra» de los versículos precedentes. Sant carece de la distinción que Pablo establece entre la ley y el evangelio; más bien manifiesta afinidad con el espíritu de Mt 5,17-19 tal como se concreta en el sermón de la montaña.
Que no se refiere simplemente a la ley antigua parecen indicarlo los calificativos de «perfecta» y «de la libertad» (véase 2,12), así como la ausencia en la carta de cualquier insistencia en el cumplimiento de las prescripciones rituales. De hecho, Sant no manifiesta ningún legalismo rígido como el que la tradición posterior atribuye a «Santiago el Justo» (véase Eusebio, HE 2.23). 15(D) La religión auténtica (1,26-27).
En este momento se da aplicación práctica a la exhortación del v. 22. 26.pone freno a su lengua: El interés por la moderación en el hablar, que ya afloró en 1,19, se desarrollará con amplitud en 3,1-12. Véase también 4,11. se engaña a sí mismo: Lit., «a su propio corazón», hebraísmo derivado del uso de los LXX. 27. pura e inmaculada: Estas cualidades, habitualmente rituales y cultuales, son oportunamente aplicadas a la práctica de las obras exteriores de caridad y a la integridad interior. No se intenta dar aquí una definición completa de la religión, sino sólo hacer hincapié en ciertos aspectos sin los cuales su práctica no tiene sentido. (Véanse Is 58; Mt 23.) ante Dios Padre: El título se elige en vista de la solicitud paternal de Dios por viudas y huérfanos (Sal 67,6). huérfanos y viudas: Estos son los destinatarios normales de la caridad dentro de la comunidad; véanse Dt 27,19; Eclo 4,19; Hch 6,1. del mundo: Este sentido peyorativo de «mundo» (en oposición a Dios) aparece también en Pablo, 2 Pe, Jn y 1 Jn (véase BAGD 7).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Jacobo… → Mat 13:55; Mar 6:3; Hch 15:13-21; Gál 1:19; §126; esclavo… Gr. doúlos → §273; a las doce tribus… Esto es, los destinatarios → §131.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
B388 En los saludos, el infinitivo χαίρειν debe tomarse como el complemento directo de un verbo de ofrecimiento no expresado: Santiago … a las doce tribus que están en la dispersión, salud.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, Jacobo
O, dispersas
Fuente: La Biblia de las Américas
g Mat 13:55; Mar 6:3; Hch 15:13; Gál_1:19. g §126.
1.1 doce tribus g §131.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[1] Este rollo está escrito a las doce tribus de Israel, que se dice todavía estaban todas en el exilio, o dispersión cerca de 60 EC. Si toda la Casa de Judah hubiera regresado en 520 AEC en los días de Esdras, como algunos falsamente afirman, entonces Santiago estaría dirigiéndose a nueve tribus todavía en dispersión, no a doce. Ambas casas en el tiempo de Yahshua estaban en exilio completo, aparte de un pequeño remanente de incrédulos en la provincia de Judea, que después fueron exiliados también.
[2] Los creyentes nacidos de nuevo son llamados hermanos de las 12 tribus. Santiago quien era el medio hermano de Yahshua, no tenía ningún problema entendiendo exactamente quienes eran todos los creyentes en Moshiaj.
[3] Aún en el exilio, Israel puede ser totalmente provisto a través de la propia paciencia de uno, mientras que esperan en YHWH.
[4] “Hombres” en la Escritura casi siempre se refiere a Israel en un contexto de creencia.
[5] La interpretación aquí es que el doble juicio es comparado al exilio espiritual, una situación con la cual las 12 tribus bien se pueden identificar.
[6] Hablando del anterior Lo-Ami, o Israel-Efrayím.
[7] El ser Israel significa que al confiar en YHWH, un hombre puede vencer las pruebas y ser rico en creencia.
[8] “Hombre” es un sinónimo para “Israel,” y los Israelitas saben que YHWH nos prueba y nos examina, pero nunca nos tienta. Ese trabajo es hecho por s.a.tan.
[9] Veáse la nota a pie de página con relación al “hombre” en San 1:8.
[10] Así como los perdidos durante la Gran Tribulación, mientras que los salvos son dejados atrás, y los perdidos son “removidos.”
[11] Santiago espera que sus lectores Hebreos entiendan Shavuot y los Primeros Frutos, a ambas se les refiere como las fiestas de los primeros frutos. Seremos los primeros frutos en levantarse de los muertos al regreso de Yahshua.
[12] La promesa a ambas casas que se encuentra en Jer 31:31.
[13] La única palabra que los creyentes conocían era la Torah, ya que la mayoría del Pacto Renovado no había sido todavía Escrito.
[14] El guardar la Torah nos protege de posibles autoengaños.
[1] Cuando los exiliados oyen la Torah y no la realizan, continúan continúan en el camino de todos los que son Israel, y en un tiempo sabían quienes eran, pero llegaron a ser las tribus perdidas debido a una desviación de hacer la Torah. Por cuanto no continuaron en observarla, necesitan ser constantemente recordados de que son las ovejas perdidas de la Casa de Israel. Necesitan ver dentro del espejo de la Torah, con el fin de tener sus memorias sacudidas en cuanto a su identidad. El mirar cuidadosamente a la Torah entonces restablecerá su identidad y acabará con su amnesia.
[2] Veáse la nota a pie de página de San 1:24. Un hacedor de Torah pronto recordará su antigua herencia, causando que la amnesia de su herencia se disipe.
[3] Lashon hara, o “el habla malvada,” que es capaz corromper el el camino y el llamado de un Israelita.
[4] En una disposición Hebraíca, no es solamente el creer lo que demuestra el carácter de un hombre, más su desempeño de lo que él cree, a diferencia de un simple asentimiento a los hechos.
[4] Vuestra alma purificada con el fuego de las tribulaciones.[8] Dividido entre Dios y las criaturas.[9] Que consiste en ser hijo adoptivo de Dios y semejante a Jesucristo, pobre y humilde.[22] Mat 7, 24.[27] Is 1, 17.
* Refiriéndose a las doce tribus de Israel, por supuesto.
Biblia Peshitta 2006 Notas:
Arameo, Yacob. El actual nombre de Santiago es la contracción en español derivada de la expresión latina «Sanct Iacob». Se atribuye la utoría de esta epístola a Jacobo, el hermano de nuestro Señor Jesucristo ( Gál_1:19). Se considera el escrito más antiguo del Nuevo Testamento, ya que su fecha se fija alrededor del 45 d.C.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento
Fuente: Peshitta en Español