Comentario de 2 Pedro 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo; a los que han alcanzado una fe igualmente preciosa como la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo:

1:1 — «Simeón Pedro». Véase 1Pe 1:1. Algunos manuscritos antiguos dicen «Simeón Pedro». Las Ver. B.J. y P.B. dicen, «Simeón», y otras (B.A., H.A.) dicen en el margen que puede ser «Simeón».

Su nombre era Simón (según el griego) o Simeón (según el hebreo), y su apodo era Pedro (Mat 16:17-18; Jua 1:42). «Cefas» es del arameo; «Pedro» del griego.

El nombre «Simón Pedro» es común en las Escrituras (Luc 5:8; Jua 13:6; Jua 13:9; Jua 20:2; Jua 21:15).

— «siervo y apóstol de Jesucristo». Esta combinación de palabras se encuentra en el Nuevo Testamento solamente aquí. Compárese Tit 1:1.

Al decir «siervo», Pedro enfatiza su completa sumisión a la voluntad de Jesucristo. Los gnósticos no se sometían en nada a ella. Con este término Pedro enfatiza el contraste. Pablo (Rom 1:1), Santiago (1:1) y Judas (1:1) también emplean este término.

Sobre «apóstol», véase 1Pe 1:1, comentarios.

En esta epístola Pedro siempre junta los dos nombres «Jesús» y «Cristo», diciendo «Jesucristo», y agrega algún predicado, como «Salvador». Esto es significativo. Los gnósticos admitían la historicidad de Jesús, el hombre, y admitían la deidad del Cristo. Lo que negaban, como lo niegan los modernistas de hoy en día, es que ¡Jesús de Nazaret es el Cristo! Compárense Mat 16:13-16; 1Co 3:11.

— «a los que habéis alcanzado». Véanse 3:1 con 1Pe 1:1. Los recipientes de esta carta, y los de 1 Pedro, son los mismos.

El verbo «alcanzado», según la palabra griega, significa literalmente «alcanzar por suerte» (y no por el esfuerzo solo del hombre). Otras versiones dicen, «a los quienes tocó fe igualmente preciosa» (P.B.), «han recibido una fe» (B.A.), «les ha cabido en suerte una fe» (B.J.), y «a cuantos ha correspondido… una fe» (JTD.). La misma palabra griega se emplea en Luc 1:9 y en Hch 1:17. Nótese la traducción de esta versión (Rev. de 1960) en esos dos pasajes.

— «por la justicia». Debe ser «en la justicia» (Versiones H.A., P.B., B.A. ‹margen›, Mod., JTD., ASV.). Así dice el texto griego. Es que la fe referida ha sido (por Dios) sorteada en la esfera de, o en conexión con, la justicia de Dios (o de Cristo); es decir, no en consideración de algún mérito humano. La palabra «justicia» aquí se refiere a los tratos justos de Dios, quien es justo, al proveer las cosas del evangelio, o de la salvación. Compárese Rom 3:26. La fe igualmente preciosa es obtenida, o alcanzada, en conexión con el plan de salvación de Dios. El evangelio revela su justicia (Rom 1:16-17).

No hay nada de «imputación calvinista» en esta frase. Hay quienes citan este versículo para apoyar la doctrina de que la justicia personal de Jesús, la cual él vivió en este mundo, es imputada (es decir, transferida) al creyente, y que ahora Dios no ve al pecador que en realidad lo sigue siendo el creyente, sino ve solamente a Cristo cuya justicia como una capa o cubierta lleva el creyente, pero que el creyente mismo no tiene ninguna justicia; solamente es contado él como si fuera justo. Pedro, en esta carta que combate la herejía prominente de ese tiempo, comienza diciendo que la fe del evangelio al hombre ha sido hecho disponible en conexión con los tratos justos de Dios.

Como no hay «imputación» en el ver. 2, «en el conocimiento», tampoco lo hay en el ver. 1, «en la justicia». Las dos frases son idénticas en construcción.

— «de nuestro Dios y Salvador Jesucristo». Esta frase dice que Jesucristo es nuestro Dios. Tal es la enseñanza de Jua 1:1; Jua 10:30; Jua 10:33; 1Jn 5:20. En el texto griego hay un solo artículo definido, no dos; es decir, el Dios y Salvador de nosotros, Jesucristo. No dice, el Dios y el Salvador.

La Ver. N.M., de los Testigos de Jehová, aunque excelente en gran parte en su apego literal al texto griego, en este caso dice, «de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo», haciendo que se haga referencia a dos personas, porque ellos niegan que Jesucristo es Dios. En Jua 1:1 esa versión dice, «…y la Palabra era un dios», usando una «d» minúscula. Manipulan las Escrituras para dar un apoyo aparente a sus doctrinas falsas. Cristo y Dios el Padre no son la misma persona (Jua 1:1), aunque son uno (en propósito) (10:30). Jesucristo es Dios. Esto los gnósticos negaban, y por eso Pedro pone énfasis en ello. Hasta la fecha todo modernista (unitario) lo niega también.

— «una fe igualmente preciosa». La fe aquí referida no es subjetiva; no es el creer de la persona. Es objetiva; es algo «sorteado» por Dios. La fe del hombre viene por el oír (Hch 15:7; Rom 10:17). No es don de Dios, según afirma el calvinismo. Efe 2:8 es pervertido por el calvinista para que diga que «la fe no es de nosotros, es don de Dios», pero Pablo en dicho pasaje dice que ESTO (no «ésta», como si hablara de la FE) es don de Dios. En el texto griego, como también en el español está bien indicado, el pronombre demostrativo es NEUTRO, «esto», haciendo referencia a todo lo dicho anteriormente; o sea, al hecho de que por gracia somos salvos por la fe. Esto es lo que es don de Dios. Para referirse a la fe misma, como don de Dios, Pablo habría usado el pronombre femenino, «ésta», pues en el griego (como en el español) la palabra «fe» es del género femenino. Pedro se refiere a la fe del evangelio (Flp 1:27; Gál 1:23).

La frase «igualmente preciosa» da a entender que da a todos los mismos privilegios en Cristo. Considérese Jud 1:3, «común salvación».

— «que la nuestra». Algunos entienden que Pedro, al decir «nuestra», se refiere a los judíos. Es cierto que los gentiles recibieron la misma fe objetiva que los judíos (Rom 1:16; Hch 11:17-18; Hch 15:9). Pero Pedro no estuvo escribiendo solamente a gentiles, para que hiciera esa distinción. Véase NOTAS SOBRE 1 PEDRO, INTROD., V.

Puede estar refiriéndose más bien a «nosotros, los apóstoles», como testigos oculares. Compárense 1:16-18; 1Jn 1:1-3.

De todos modos la fe del evangelio, atestiguada por testigos oculares e inspirados (cuyo testimonio fue confirmado por milagros), constituye la salvación común para todo el mundo. Esa fe es UNA (Efe 4:5). Lo que afirmaban los gnósticos era otra cosa.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Simón. Hch 15:14.

Pedro. Mat 4:18; Mat 10:2; Luc 22:31-34; Jua 1:42; Jua 21:15-17; 1Pe 1:1.

siervo. Jua 12:26; Rom 1:1.

y apostol de Jesucristo. Luc 11:49; Jua 20:21; 1Co 9:1; 1Co 15:9; Gál 2:8; Efe 3:5; Efe 4:11; 1Pe 5:1.

fe igualmente preciosa. 2Pe 1:4; Hch 15:8, Hch 15:9; Rom 1:12; 2Co 4:13; Efe 4:5; Flp 1:29; 2Ti 1:5; Tit 1:1, Tit 1:4; 1Pe 1:7; 1Pe 2:7.

en la justicia. Jer 33:16; Rom 1:17; Rom 3:21-26; 1Co 1:30; 2Co 5:21; Flp 3:9.

de Dios y nuestro Salvador Jesucristo. Isa 12:2; Luc 1:47; Tit 2:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Confirmándolos en la esperanza del incremento del conocimiento de Dios, 2Pe 1:1-4.

él los exhorta, por fe y buenas obras para afirmar su llamamiento, 2Pe 1:5-11;

lo cual tiene cuidado de recordarles, sabiendo que su merte está a la mano, 2Pe 1:12-15;

y les advierte a ser constantes en la fe en Cristo, quien es el verdadero Hijo de Dios, por el testimonio de los apóstoles mirando su majestad y por el testimonio del Padre y los profetas, 2Pe 1:16-21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

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ENSEÑAR Y APRENDER ES IMPORTANTE PORQUE INVOLUCRA LA VERDAD Y el error. Lo que un estudiante aprende queda engastado en el corazón y en el alma. Él establece un apego a lo que aprendió. Si dicho «conocimiento» es falso (si el estudiante llega a creer que algo falso es la verdad) es mucho peor. Será difícil convencer a la persona de otra cosa. Y si la verdad o el error afecta nuestro destino eterno, lo que está en juego es verdaderamente importante. Por esto Pedro escribe su segunda epístola. La fe cristiana que Pedro había predicado fielmente de ningún modo era sólo una cuestión de filosofía. Era una cuestión de vida y muerte eterna. Sin embargo, había quienes sólo se interesaban en hacer oír su propaganda, falsedades que contradecían la verdad. Pedro tenía que decir algo: tenía que confrontar las falsedades para que no se confundieran con la verdad.

Con su énfasis en la vida santa y sus esfuerzos por refutar las falsas enseñanzas, 2 Pedro enfatiza la santificación. En un último análisis Pedro atribuye la motivación para una vida santa al inminente retorno de Cristo y al castigo y las recompensas que Jesús iba a traer consigo. La carta agrupa estas enseñanzas en cinco temas diferentes.

(1) Inicialmente afirma su autoridad y la de las enseñanzas de los apóstoles. La instrucción de los lectores de 2 Pedro les ayudaría a discernir la verdad del error.

(2) Evidentemente los receptores de esta carta tenían problemas para establecer una conexión entre seguir a Cristo y llevar una vida santa. Pedro les reitera que el discipulado de Cristo significa dejar de lado toda inmoralidad.

(3) Además, Pedro les advierte que no imiten la arrogancia de los falsos maestros que insultaban a los seres espirituales.

(4) Para estimularles a perseverar y permanecer fieles a las verdades de la fe, Pedro describe el día del Señor que traería consigo un nuevo cielo y una tierra nueva.

(5) Hacia el final de la carta, Pedro exhorta a sus lectores para que sean pacientes. Dios tenía buenas razones para demorar la venida de Cristo y para dar cumplimiento a su programa profético. El día del Señor había tardado. Pero todavía era inminente. Por esta razón ellos deberían velar atentamente su creencia y su práctica para no ser engañados por la falsedad.

Las obvias similitudes entre 2 Pedro y Judas requieren una explicación (cf. el cap. 2Pe 2:1-22 con Jud 1:4-18). Algunos sugieren que Pedro se apoyó en Judas, mientras otros sostienen lo contrario. Además algunos sugirieron que ambos autores se apoyaron en otra fuente anónima. Esto era común en el primer siglo. Por ejemplo, es evidente que Lucas usó otras fuentes cuando escribió su Evangelio (Luc 1:1-4). La mayoría de los especialistas concuerdan en que las declaraciones más completas y precisas de Judas indican que Pedro se apoyó en él. El hecho de que la iglesia primitiva tratara a Santiago, medio hermano de Jesús, con respeto (Hch 12:17; Hch 15:13; Hch 21:18; Gál 1:19) podría ayudar a explicar por qué Pedro se apoyó en la carta de otro medio hermano de Jesús, a saber, Judas.

La segunda carta de Pedro es uno de los libros del NT. que tuvo más larga lucha para permanecer en el canon del NT. Autoridades de la iglesia como Orígenes (alrededor del año 240 d.C. lo aceptaban como canónico, pero reconocían que era un libro discutido. Los primeros críticos creen que lo escribo un discípulo de Pedro en el siglo segundo que usó el nombre del Apóstol. Basaron su creencia en las diferencias de lenguaje y de estilo entre 1 y 2 Pedro, como también en la diferencia de tema y de enfoque. Además destacan las similitudes entre 2 Pedro y Judas, afirmando que un autor desconocido de 2 Pedro se apoyó en Judas, cosa que Pedro nunca hubiera hecho.

Sin embargo, hacia el cuarto siglo, los concilios de la iglesia aceptaban 2 Pedro como una de sus cartas auténticas. Estudios modernos muestran que las diferencias con 1 Pedro no son tan grandes como pretenden los críticos, y que las diferencias de estilo se pueden atribuir a la diferencia de secretarios. Primera de Pedro quizás se escribió con la ayuda de Silvano (1Pe 5:12). Es muy probable que la segunda epístola la escribiera Pedro directamente o empleara a otro escriba, posiblemente Marcos. Aunque 2 Pedro no refiere tantos hechos de la vida de Cristo como 1 Pedro, describe en forma precisa la transfiguración, la profecía de la muerte de Pedro, el día de la venida de Cristo como ladrón en la noche, y el anuncio de la aparición de falsos profetas. Todas son claras alusiones a la vida de Jesús como se registra en los Evangelios.

Hay clara evidencia desde los primeros siglos de que la Iglesia no toleraba a los que escribían en el nombre de un apóstol. En un caso (específicamente Los hechos de Pablo y Tecla), el autor de este trabajo fue disciplinado por hacerlo. Pablo también condena esa práctica en las epístolas a los tesalonicenses (2Ts 3:17). Por la evidencia precedente es razonable sostener que Simón Pedro escribió la carta, como ella misma afirma (2Pe 1:1).

La fecha de 2 Pedro se puede ubicar entre los años 64 y 68 d.C. Probablemente se escribiera desde Roma, donde la tradición de la iglesia primitiva sostiene que el apóstol pasó los últimos años de su vida. Pedro sufrió el martirio en el año 68, y la epístola se escribió poco antes (2Pe 1:14, 2Pe 1:15).

Pedro dirige su carta «a los que habéis alcanzado … una fe igualmente preciosa que la nuestra» (2Pe 1:1), una manera de decir «a todos los creyentes en todo lugar». Dirigió 1 Pedro a los creyentes dispersos por las provincias de Asia Menor, Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Cuando escribe 2 Pedro, ellos estaban aun más dispersos. Algunos destacan que 2 Pedro parece dirigirse a un grupo al que Pedro conocía bien y que enfrentaba la amenaza de las enseñanzas falsas. Aun cuando este fuera el caso, parece que sus lectores eran principalmente gentiles (debido a las múltiples referencias al estilo de vida licencioso, característico entre los gentiles) o un grupo mixto de judíos y gentiles que probablemente vivía en una de las provincias mencionadas. Las noticias de sus dificultades con falsos maestros llegaron a Pedro en Roma, y él despachó esta carta para animarlos y advertirles los peligros que enfrentaban.

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Bosquejo

I. Salutación: los recursos espirituales de un cristiano 2Pe 1:1-4

II. Las virtudes cristianas esenciales 2Pe 1:5-15

A. Esfuerzos para la fidelidad del cristiano 2Pe 1:5-9

B. Confirmación de la elección 2Pe 1:10, 2Pe 1:11

C. Necesidad de recordatorios 2Pe 1:12-15

III. La autoridad divina de Cristo 2Pe 1:16-21

A. Testificada por los apóstoles 2Pe 1:16-18

B. Probada por profecía divina 2Pe 1:19-21

IV. Falsos profetas y maestros 2Pe 2:1-22

A. Algunas advertencias contra los falsos maestros 2Pe 2:1-3

B. El juicio a los falsos maestros en el pasado 2Pe 2:4-9

C. La inmoralidad de los falsos maestros 2Pe 2:10-16

D. La inutilidad de las falsas enseñanzas 2Pe 2:17-22

V. El regreso de Cristo 2Pe 3:1-18

A. La certeza del día del Señor 2Pe 3:1-10

B. Las implicaciones éticas del día del Señor 2Pe 3:11-16

C. La necesidad de cuidarse de no caer en error 2Pe 3:17, 2Pe 3:18

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

apóstol: Con este término, Pedro se identifica a sí mismo como un portavoz autorizado de la verdad que Cristo proclamó. En los (vv. 2Pe 1:1-4), Pedro describe los recursos que tienen sus lectores y que los harán crecer en la gracia y el conocimiento posible. Su apostolado es el primero de estos recursos.

una fe igualmente preciosa: Cualquiera que tenga fe en Jesús tendrá el mismo acceso a Dios que cualquier otro creyente. Este acceso es el segundo gran recurso que poseen los lectores de Pedro. Lo obtuvieron cuando les fue concedido el don de la justicia (justificación). La justicia que se le da a los creyentes es la justicia de Cristo mismo.

nuestro Dios y Salvador Jesucristo: Este título de Jesús refleja la gran confesión de Pedro en Jua 6:69. «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Introducción a 2 Pedro

Bosquejo

Saludos (2Pe 1:1-2)

I. El elogio del verdadero conocimiento (2Pe 1:2 b – 2Pe 1:2-21)

A. El poder transformador de un verdadero conocimiento de Dios (2Pe 1:2 b – 2Pe 1:2-4)

B. El carácter progresivo del crecimiento en la vida cristiana (2Pe 1:5-11)

C. El testimonio del apóstol de la Palabra de verdad (2Pe 1:12-21)

1. Su motivo (2Pe 1:12-15)

2. Su método (2Pe 1:16-21)

a. Testigos oculares de la Palabra profética (2Pe 1:16-19)

b. Inspiración de la Escritura profética (2Pe 1:20-21)

II. La condenación de los falsos maestros (2Pe 2:1-22)

A. Lo que se espera que hagan los falsos maestros (2Pe 2:1-3)

B. Lo que ellos pueden esperar de Dios (2Pe 2:4-10 a)

C. Características de los falsos maestros (2Pe 2:10 b – 2Pe 2:10-19)

D. Los peligros de apartarse de la verdad (2Pe 2:20-22)

III. La certidumbre de la venida del Señor (2Pe 3:1-18 a)

A. Negación de su venida (2Pe 3:1-7)

B. Seguridad de su venida (2Pe 3:8-10)

C. Vivir para su venida (2Pe 3:11-18 a)

Bendición (2Pe 3:18 b)

Autor: Pedro

Tema: La verdad fiel contra los falsos maestros

Fecha: ca. 66-68 d.C.

Trasfondo

En el saludo, Simón Pedro se identifica como autor de esta epístola; más tarde dice que es su segunda epístola a los lectores (2Pe 3:1), con lo cual indica que escribe a los mismos creyentes de Asia Menor que habían recibido su primera epístola (1Pe 1:1). Puesto que Pedro y Pablo fueron sentenciados a muerte por un edicto del malvado Nerón (quien murió en junio de 68 d.C.), es probable que Pedro escribiera esta epístola entre los años 66 y 68 d.C., poco antes de su martirio en Roma (2Pe 1:13-15).

Algunos eruditos de tiempos antiguos y modernos, pasando por alto ciertas semejanzas sobresalientes entre 1 y 2 Pedro y acentuando más bien las diferencias, han supuesto que Pedro no fue el autor de esta epístola. No obstante, las diferencias de contenido, vocabulario, énfasis y estilo literario entre las dos epístolas tienen su razón de ser en las diferentes circunstancias de Pedro y de sus lectores en ambas misivas.

(1) Las circunstancias originales de los destinatarios habían cambiado de una persecución seria infligida por la sociedad que los rodeaba a un ataque grave desde adentro por los falsos maestros que amenazaban los fundamentos de la verdad y la justicia de las iglesias.

(2) La circunstancias de Pedro también eran diferentes. Mientras que tuvo la ayuda experta de Silvano cuando escribió su primera epístola (1Pe 5:12), parece que Silvano no estaba a su disposición cuando escribió ésta. Pedro pudo haber usado su imperfecto griego galileo o dependido de un escriba menos capaz que Silvano.

Propósito

Pedro escribió para

(1) exhortar a los creyentes a que con diligencia buscaran la piedad y el verdadero conocimiento de Cristo, y

(2) exponer y repudiar la actividad insidiosa de los falsos profetas y maestros, entre las iglesias de Asia Menor, que estaban socavando la verdad apostólica. Pedro resume su propósito en 2Pe 3:17-18, donde exhorta a los verdaderos creyentes

(1) a estar alerta para no ser «arrastrados por el error de los inicuos» (2Pe 3:17), y

(2) a crecer «en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2Pe 3:18).

Visión panorámica

Esta breve epístola instruye de veras a los creyentes a que echen mano de la vida y la piedad mediante un verdadero conocimiento de Cristo. El primer capítulo recalca la importancia del crecimiento en la vida cristiana. Habiendo comenzado por la fe, el creyente debe buscar con diligencia la excelencia moral, el conocimiento, el dominio propio, la constancia, la piedad, la amabilidad fraternal y el amor abnegado, que producen la fe madura y el verdadero conocimiento del Señor Jesucristo (2Pe 1:3-11).

El siguiente capítulo advierte solemnemente contra los falsos profetas y maestros que surgían entre las iglesias. Pedro los denuncia como malvados (2Pe 2:1; 2Pe 2:3; 2Pe 3:17) que se complacen en los deseos corruptos de la carne (2Pe 2:2; 2Pe 2:7; 2Pe 2:10; 2Pe 2:13-14; 2Pe 2:18-19), que son avaros (2Pe 2:3; 2Pe 2:14-15), arrogantes (2Pe 2:18) y atrevidos (2Pe 2:10) y que desprecian la autoridad (2Pe 2:10-12). Pedro trata de proteger a los verdaderos creyentes contra esas herejías destructivas (2Pe 2:1) poniendo al descubierto sus malvados motivos y conducta.

En el cap. 2Pe 3:1-18 Pedro refuta el escepticismo de esos maestros respecto a la venida del Señor (2Pe 3:3-4). Como la generación de Noé equivocadamente se burló de la idea del juicio del gran diluvio de parte de Dios, estos burladores también están ciegos en lo concerniente a las promesas del regreso de Cristo. Pero con la misma acción decisiva del juicio del diluvio (2Pe 3:5-6), Cristo volverá y desintegrará la tierra actual con fuego (2Pe 3:7-12) y creará un nuevo orden de justicia (2Pe 3:13). En vista de eso, los creyentes deben vivir en santidad y piedad en la época actual (2Pe 3:11; 2Pe 3:14).

Características especiales

Esta epístola tienen cuatro características principales.

(1) Contiene una de las más fuertes declaraciones de la Biblia sobre la inspiración, infalibilidad y autoridad de las Escrituras (2Pe 1:19-21).

(2) El cap. 2Pe 2:1-22 y la epístola de Judas son muy semejantes en su denuncia de los falsos maestros. Tal vez Judas, al enfrentar en una fecha posterior el mismo problema de los falsos maestros, empleó partes de la enseñanza inspirada de Pedro para puntualizar lo mismo (véase introducción a Judas).

(3) El cap. 2Pe 3:1-18 es uno de los grandes capítulos del NT sobre la segunda venida de Cristo.

(4) Pedro se refiere indirectamente a los escritos de Pablo como Escrituras al mencionarlos con relación a «las otras Escrituras» (2Pe 3:15-16).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 1.

Saludos, 1:1-2.
El saludo adopta la forma que era común en aquel tiempo y que encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento. Los destinatarios son designados de una manera muy general. A la gracia y la paz se añade el conocimiento de Cristo, que es uno de los temas favoritos de nuestra epístola.

1 Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado la misma preciosa fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: 2 Que la gracia y la paz se os multipliquen mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.

El autor de la epístola se presenta bajo el nombre de Simeón Pedro. Simeón corresponde a la forma hebrea Shime’on, que es más antigua. Esta forma hebraica se emplea pocas veces en el Nuevo Testamento 1. El Nuevo Testamento emplea más bien la forma helenizada Simón. San Pedro es llamado siempre en el Nuevo Testamento – si exceptuamos 2 Pe y Hec 15:14 – Simón. Esto explica la lección de Simón en B. La forma semítica Simeón, que casi había desaparecido, tal vez sea aquí un arcaísmo intencional.
Al doble nombre añade un doble epíteto: siervo o ministro y apóstol de Jesucristo, por haber sido llamado por El al apostolado para convertir al mundo.
El autor de la 2 Pe, preocupado por los peligros que amenazan la fe de los cristianos, pasa inmediatamente a hablar de ella. Afirma que la fe concedida como don a los paganos convertidos es del mismo precio que la que recibieron los mismos apóstoles. El que Dios los haya llamado a la misma fe de los apóstoles fue un favor puramente gratuito, concedido por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, es decir, imparcialmente a todos los que la deseaban, fueran judíos o paganos. Para la justicia de Dios no hay acepción de personas ni de naciones, sino que derrama su gracia sobre todos sin distinción 2. La fe de que nos habla el autor sagrado se refiere al depósito de las verdades reveladas 3. Este depósito lo poseen por un don gratuito de Dios.
La expresión nuestro Dios y Salvador Jesucristo, ¿designa una sola persona divina o más bien dos? Los autores se dividen. Pero la ausencia del artículo delante de Sajador, la comparación con fórmulas similares de esta misma epístola 4 y los paralelos paulinos 5 y los joánicos 6, creemos que prueban suficientemente que el nombre de Dios es aplicado aquí a Jesucristo. La divinidad de Cristo era bien conocida y proclamada por los apóstoles desde los comienzos de la Iglesia7.
El apóstol desea a sus lectores abundancia de gracia y de paz. Estos dones sólo se obtendrán por el único medio eficaz, que es un conocimiento cada día más pleno de Dios y de nuestro Señor Jesús. Cuanto más se avanza en el conocimiento práctico de Dios y de Jesucristo, tanta mayor gracia se obtiene de Dios y tanta mayor felicidad se goza, porque el conocimiento de Dios es la base y el fundamento de todo el edificio de nuestra salvación. Por eso decía Jesús: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo.” 8 Y en la 2 Pe, Cristo es presentado siempre como el objeto del conocimiento de los fieles 9.

Exhortación a la Santidad,Hec 1:3-21.

La liberalidad divina,Hec 1:3-11.
3 Pues por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, 4 y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos así partícipes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo; 5 habéis de poner todo empeño por mostrar en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, 6 en la ciencia templanza, en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, 7 en la piedad fraternidad y en la fraternidad caridad. 8 Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que, haciendo así, jamás tropezaréis, 11 y tendréis ancha entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Al recordarles las extraordinarias bendiciones que recibieron por la fe, les muestra cuan ventajoso sea cooperar seriamente a la obra de Dios en nosotros. El poder divino 10 de Jesús ha dado a los cristianos todo lo necesario para la vida sobrenatural y para la auténtica piedad n. Jesucristo ha sido el que nos ha hecho conocer íntimamente al Padre, al cual se atribuye el don de nuestra vocación a la fe. Cristo, al manifestar en su propia persona los atributos divinos por medio de sus milagros y de su incomparable santidad, logró atraerlos a la fe.
Por medio de estos mismos atributos (5Γ ων = per quae; no per quem, Vgta), es decir, por la gloria y la virtud de Jesucristo, Dios nos ha dado, por puro acto de su bondad, las preciosas y ricas promesas (v.4), que ya habían sido hechas en el Antiguo Testamento y se realizaron en Cristo. Los bienes mesiánicos prometidos se concretizan especialmente en la justificación, o sea en la gracia, que nos hace hijos de Dios y en cierto sentido semejantes a Dios. La regeneración del cristiano es efecto de la gracia santificante, la cual es la participación de la vida divina: divinae consortes naturae = ·9είαβ κοινωνοί φύσεως. La expresión ·εία φύσις es griega, y aparece con frecuencia en los filósofos y en los escritores griegos, los cuales hablan de la physis divina (Platón, Aristóteles, Jenofonte, Epicuro, Dio-doro Sículo, Josefo Flavio, Filón) 12. La fórmula physis divina designa al Ser divino, a la misma divinidad. Es la misma naturaleza divina como opuesta a todo lo que no es Dios. La fórmula lapidaria de San Pedro es audaz al mismo tiempo que clara, ya que esclarece el más espléndido efecto de la gracia santificante. ¿Cómo se ha de entender ese consorcio con la naturaleza divina? San Pedro, en la 1Pe 5:1, se presenta como “participante (κοινωνός) de la gloria que ha de revelarse.” Aquí precisa más el sentido de esa gloria, llamándola naturaleza divina. Esta comunión no indica una simple relación, sino una verdadera participación o comunión de Dios con el hombre, que no se puede reducir únicamente a una semblanza moral. El cristianopar-ticipa de la misma naturaleza divina, es decir, de todo el cúmulo de perfecciones contenidas de una manera formal-eminente en la esencia divina. De Cristo surge una fuerza nueva, sobrenatural, de la que participan todos los que están unidos con El por la fe y el amor. Cuando San Pablo habla de nuestra comunión con Cristo o con el Espíritu Santo, se refiere a una comunión con las fuerzas sobrenaturales que emanan de Jesucristo y del Espíritu Santo, y que nos constituyen hijos adoptivos de Dios y herederos de su gloria 13. Para San Juan, la vida que nos viene de Cristo es la vida común al Padre y al Hijo 14.
El cristiano participa, por lo tanto, de la naturaleza divina. Pero no se debe extender esta participación hasta sostener que sea una identidad sustancial con la naturaleza divina en sentido panteístico; o bien concebirla como una conversión de nuestra naturaleza en la divina, como entendieron ciertos racionalistas y ciertos místicos quietistas. La teología católica ve en esta comunión un efecto de la gracia santificante, que hace al alma verdadera y realmente partícipe de la naturaleza divina, aunque se trata de una participación analógica y accidental. Dios nos hace participantes de su naturaleza divina mediante la gracia, con la cual nos asemejamos más y más a El 16.
Esta participación de la naturaleza divina comienza ya en este mundo, como parecen insinuarlo las palabras que siguen en la 2 Pe: huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo (v.4).
Para tener parte en el extraordinario favor de la participación de la naturaleza divina es necesario evitar la corrupción moral que reina en el mundo. La eficacia de la obra divina en el cristiano depende de su cooperación, porque hay oposición entre la naturaleza divina y la corrupción moral. El que ama al mundo con sus concupiscencias no puede tener la vida divina en él 17.
El proceso descrito por el autor sagrado en los v.3-4 es el siguiente: primero, la vocación a la fe, que es el fundamento de todos los demás dones divinos; después, el conocimiento de Dios. Y, finalmente, por medio de este conocimiento llegamos a la participación de la naturaleza divina y a la huida de la corrupción moral.
El hombre debe responder a estos dones divinos con la práctica de las virtudes. El autor sagrado, con una construcción concatenada en forma gradual (climax), inculca la práctica de ocho virtudes. De esta manera quiere significar que las virtudes nacen unas de las otras y se completan mutuamente. Al don de la fe, que es principio de toda justificación, el cristiano ha de unir la energía moral, la fuerza y el vigor de animo (αρετή) para obrar el bien. A la energía moral ha de juntarse la ciencia (γνώσιβ) práctica, que hace conocer el bien que ha de hacerse y el mal que ha de evitarse. Energía moral y ciencia práctica son correlativas: ésta da las directrices y aquélla las ejecuta. A la ciencia va unida la templanza (εγκράτεια, ν. 6), por medio de la cual el hombre se domina a sí mismo y a sus pasiones. La templanza es necesaria para que la ciencia o el conocimiento no sea turbado por la pasión o los excesos. A la templanza se ha de unir la paciencia (υπομονή) en las aflicciones, mediante la cual perseverarán en el bien a pesar de las dificultades y no sentirán desaliento en la espera de la parusía 18. A la paciencia ha de ir unida la piedad (ευσέβεια) para con Dios, que le confiere todo el valor religioso que puede poseer la paciencia.
La verdadera piedad que Dios espera de nosotros es el que amemos a nuestros hermanos (φιλαδελφία, ν.7) 19, como miembros que son de una sola familia. Pero el amor fraterno no basta, es necesario amar a todos los hombres amando primero a Dios. La caridad (αγάπη) para con Dios y para con el prójimo es lo que realmente ha de distinguir al verdadero cristiano. Esto es lo que nos enseña el sermón de la Montaña 20. El amor fraterno tiene su perfección en el amor del prójimo 21. La caridad constituye la coronación y la plenitud de todas las virtudes 22 y es el lazo que las une entre sí 23. Por eso dice muy bien San Ignacio Mártir 24: “La fe es el principio, la caridad es el término de la vida cristiana”; y el concilio Tridentino habla de la fe perfecta, que se manifiesta en la caridad 25.
La práctica de las virtudes tendrá como efecto la fertilidad, el adelantamiento espiritual, es decir, el progreso religioso del alma. El crecimiento en las virtudes llevará al conocimiento (έπίγνωσιν) de nuestro Señor Jesucristo (v.8). Es necesario santificarse para comprender mejor a Cristo. El conocimiento de Jesús es el punto de partida de la vida cristiana (cf. v.3) y es también su término y coronamiento. Este conocimiento de Jesucristo es uno de los temas en torno al cual gira la presente epístola 26. Para el autor sagrado el mejor remedio contra las falsas doctrinas es el conocimiento de Jesucristo. Este conocimiento es algo dinámico, por eso puede ser causa y objeto de la virtud.
El que no practique las virtudes carecerá de conocimiento verdadero de Jesucristo y será semejante a un miope, a un ciego (v.9), porque no ve o ve imperfectamente las cosas celestiales. La gnosis del Señor permanece oculta para él. En lugar de adelantar en el conocimiento de Cristo, llega hasta olvidar su bautismo, que le había purificado de sus antiguos pecados, y a vivir como si nunca hubiera sido regenerado 27. Por eso es necesario cooperar a la gracia divina recibida en el bautismo practicando las virtudes. De esta manera asegurarán la vocación y elección que han recibido (v.10). Vocación y elección en este pasaje son sinónimos. No se trata directamente de la elección a la gloria, sino de la vocación a la fe y a la gracia obtenida por medio del bautismo. El esfuerzo puesto en la práctica de las virtudes les ayudará a preservarse de cometer pecados y los capacitará para entrar en el reino eterno de nuestro Señor, en donde recibirán las magníficas promesas de que nos habla el v.4 (v.11).
La expresión haciendo así jamas tropezaréis (v.10) no significa que el autor sagrado piense en una impecabilidad absoluta de los elegidos. únicamente viene como a garantizar la perseverancia en la medida en que se guarde fidelidad a las directrices formuladas.
El concilio Tridentino 28 cita este versículo de San Pedro como prueba de la necesidad y de la posibilidad de practicar los mandamientos.

Veracidad del Testimonio Apostólico,1Pe 1:12-18.
El autor sagrado manifiesta en estos versículos el objeto de su carta. Quiere confirmar una vez más la veracidad de su predicación sobre la venida de Cristo.

12 Por eso no cesaré de traeros a la memoria estas cosas, por más que las sepáis y estéis afianzados en la verdad que al presente poseéis, 13 pues tengo por deber, mientras habito en esta tienda, estimularos con mis amonestaciones, 14 considerando que pronto veré abatida mi tienda, según nos lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. 15 Quiero, pues, que, después de mi partida, en todo tiempo recordéis esto. 16 Porque no fue siguiendo artificiosas fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos oculares de su majestad. 17 El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando de la magnífica gloria se hizo oír aquella voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.”18 Y esta voz bajada del cielo la oímos los que con El estábamos en el monte santo.

La importancia vital de las verdades ya expuestas incita al autor sagrado a volver de nuevo sobre ellas. Les explica los motivos por los cuales les escribe estas cosas. Estos motivos son el celo apostólico (v.13) y la persuasión de que su muerte está próxima (v.14). Sabedor de la responsabilidad que pesa sobre sus espaldas, sobre todo ahora que nuestro Señor le ha revelado la proximidad de su muerte, quiere recordarles la obligación que tienen de practicar la virtud. La revelación de la que habla nuestro autor tal vez haga referencia a Jua 21:18s, en donde Jesús anuncia a Pedro su martirio. Otros autores, como, por ejemplo, De Ambroggi 30, piensan que aquí se trataría más bien de una revelación ulterior de Cristo como aquella del Quo vadis? 31.
El autor sagrado, sabiendo que el tiempo de abandonar su tienda terrena está ya cercano (v.14), piensa en el modo de conservar entre ellos viva su enseñanza incluso después de su muerte (v.15). El modo de recordarles sus amonestaciones será mediante la lectura de su carta en las asambleas cristianas. Este tal vez sea el sentido de la vaga declaración del apóstol. Muchos autores (Camerlynck, Bigg.) piensan que este versículo ha dado origen a los numerosos apócrifos atribuidos a San Pedro: Evangelio de Pedro, Apocalipsis de Pedro, Kerigma o predicación de Pedro, etc.
En el ν. 16 el hagiógrafo pasa de la primera persona del singular a la del plural. Con lo cual parece querer indicar que el autor sagrado se incluía a sí mismo entre aquellos que colaboraron en la evangelización de los lectores. En el nosotros de estos v.16-18 sin duda que el autor sagrado habla de sí mismo y de los demás apóstoles que fueron testigos de la transfiguración de Cristo. El objeto de la predicación de Pedro, lo mismo que la de los otros apóstoles, versaba principalmente sobre el poder divino y la venida o parusía de nuestro Señor Jesucristo (v.16). San Pedro en su predicación, que nos ha sido conservada en el evangelio de Marcos 32, acentúa la venida del Hijo del hombre en el esplendor de su poder.
La enseñanza cristiana acerca de la parusía no está entretejida con fábulas hábilmente inventadas, como pensaban y enseñaban los falsos doctores 33. El autor sagrado invoca dos testimonios en favor de la esperanza cristiana enseñada por los apóstoles. El primero es el del Padre celestial en la transfiguración de Jesucristo 34. Los apóstoles contemplaron entonces el deslumbrante resplandor de Cristo, que manifestaba su dignidad íntima. La transfiguración había venido, pues, a ser una prueba del poder divino del Salvador y una garantía de su retorno glorioso.
Nuestro autor emplea el término έττότττηζ (= testigo, espectador), que era usado en el lenguaje de los misterios paganos para designar al fiel iniciado en los más altos grados de los arcanos divinos. Aquí el hagiógrafo da a este término un sentido cristiano, designando con él a los apóstoles que fueron espectadores privilegiados de las manifestaciones más grandiosas de la gloria de Cristo: transfiguración y resurrección.
La gloria divina de Jesucristo procede de la magnifica gloria (ν. 17), que es el Padre. La nube luminosa, de que nos hablan los sinópticos 35, era lo que llamaban los judíos sekhina, es decir, la gloria divina manifestada por una actividad sensible o mediante la nube de las teofanías de Yahvé. El resplandor de Cristo en la transfiguración 36 es ya un testimonio divino; pero la voz celeste precisa la revelación divina. La descripción que nos ofrece la 2 Pe se acerca más a la de Mat 17:5 que a la de Mar 9:7 y Lev 9:35. Tal vez fuera utilizado el evangelio de San Mateo en la comunidad a la que pertenecía el autor de 2 Pe.
El autor se presenta como testigo de la transfiguración (v.18) de Cristo, que tuvo lugar sobre el monte santo 37. Se ve que la catequesis daba ya este nombre al monte donde se transfiguró Jesús, que muy probablemente se ha de identificar con el Tabor.

La palabra profética,Lev 1:19-21.
19 Y tenernos aún algo más firme, a saber: la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. 20 Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación, 21 porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios.

El segundo argumento lo constituyen las antiguas profecías. ¿Qué profecías son éstas? Deben de ser las profecías referentes a la parusía. El autor sagrado quiere demostrar que su enseñanza sobre la parusía es verdadera. La palabra profética (v.19) probablemente no se refiera a un oráculo particular, sino a un anuncio que se desprende de los textos del Antiguo Testamento que tratan de la gloria del Mesías (Camerlynck, Mayor, Bigg, Chaine) 38. San Pedro, en un discurso de Hec 3:20-21, habla de la restauración de todas las cosas, según Dios había anunciado por boca de sus santos profetas, refiriéndose sin duda a los tiempos de la parusía.
¿En qué sentido la palabra profética es mas firme, βεβαιότερος? Muchos exegetas creen que el autor sagrado aduce un nuevo argumento que considera superior al precedente, no considerado en absoluto, porque ambos provienen de Dios, sino en relación con los destinatarios a los cuales se dirigía San Pedro, y que serían de origen judío. Otros, en cambio, piensan de modo diverso, porque los lectores de la epístola no eran judíos, sino en gran parte paganos convertidos. Además, la construcción de la frase griega και εχομεν no es equivalente a έ’χομεν δε; sugiere más bien la idea de consecuencia que la de progresión. Por lo cual se podría traducir toda la frase: “Y tenemos así mejor confirmada la palabra profética.” Con lo cual querría decir: hemos asistido en la transfiguración de Cristo a una realización parcial de tales profecías, lo cual hace más sólida en nosotros la esperanza de llegar a ver el cumplimiento definitivo 39.
Para el autor sagrado, después de haber sido testigo de la transfiguración, los oráculos referentes a la parusía de Jesús adquieren un significado más pleno y claro. Y por eso exhorta a sus lectores a prestarles gran atención, porque son como una lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día (v.19). Las profecías mesiánicas son una luz provisoria, si bien sumamente preciosa, en espera de la aurora de la perfecta luz que será la parusía del Señor 40. Pero para obtener provecho de esta luz que es el Antiguo Testamento 41, hay que emplearla como conviene. Toda profecía tiene a Dios por autor, y sólo El puede explicar el sentido preciso de ella. Por eso, las Sagradas Escrituras no pueden ser interpretadas ni explicadas según el parecer privado de cada uno. Sólo Cristo y aquellos a los que eligió para enseñar en su nombre tienen autoridad para interpretar la Sagrada Escritura (v.20). Es a saber, los apóstoles, la tradición y, en definitiva, la Iglesia. La llave de toda la Escritura es la Iglesia, a la cual parece referirse implícitamente el autor sagrado. Por eso, dice el concilio Tridentino42, y lo repetirá más tarde el concilio Vaticano43: “Nemo suae prudentiae innixus, in rebus fidei et morum. Sacram Scripturam ad suos sensus contorquens, contra eum sensum quem tenuit et tenet sancta mater Ecclesia, cuius est iudicare de vero sensu et ínterpretatione Scripturarum sancta -rum, aut etiam contra unanimem consensum Patrum, ipsam Scripturam sacram interpretar! Audeat.”44
Las palabras de la 2 Pe van dirigidas contra los falsos doctores, que interpretaban la palabra profética a su modo. Al mismo tiempo condenan directamente las teorías del libre examen de los protestantes.
La razón de que la Sagrada Escritura no puede ser interpretada según la voluntad de cada hombre es que se trata no de una obra humana, sino de una obra divina. El Espíritu Santo es el autor principal de la Sagrada Escritura, porque los profetas hablaron movidos, impulsados, llevados (φερόμενοι) por este Espíritu divino45 para que dijeran aquello y sólo aquello que él quería comunicar a los demás hombres. El profeta es el intérprete de Dios, habla en su nombre, o bien escribe, es como un instrumento en manos de Dios. La metáfora, sin embargo, no autoriza a privar al profeta de su libertad y de su actividad propia. El hagiógrafo, cuando escribe bajo la moción del Espíritu Santo, conserva su libertad y su inteligencia propias. Dios puede regir las facultades humanas sin destruirlas. Este texto de la 2Pe 1:21 nos descubre algo de lo que es la naturaleza de la inspiración escrituraria al poner de relieve la colaboración divino-humana en la composición de la Sagrada Escritura. Esta inefable colaboración hace que la obra, que es totalmente de Dios, sea, al mismo tiempo, totalmente del hombre 46. Es uno de los textos del Nuevo Testamento que más claramente nos habla de la naturaleza y del hecho de la inspiración bíblica.

1 Cf. Luc 2:25.34; Hec 13:1; Hec 15:14. – 2 Cf. Rom 1:17. – 3 Cf. 1Ti 4:1.6. – 4 1:11; 2:2ο; 3:2.18. – 5 Rom 9:5; Tit 2:13; 3:4- – 6 Jua 1:1ss; Jua 20:28. – 7 Cf. ZNTW (1904) p.335ss. – 8 Jua 17:3 – 9 1:3.8; 2:20; 3:18. – 10 Esta expresión, propia de la filosofía griega, es empleada por el autor sagrado para designar la realidad de la divinidad de Cristo. – 11 Aquí piedad (ευσέβεια) parece significar la buena conducta moral de los cristianos. – 12 Según H.Windisch (Excursus sobre Hellenistische Fromigkeit im 2 Pe, en Handbuch zum N.T.3, Tubinga 1951), la espiritualidad helenista hablaba de la participación de la naturaleza divina concedida a los hombres por la δύναμη de Dios, y del conocimiento de Dios. Cf. también A. J. Festugiére, L’ideal religieux des Crees et l’évangile (París 1936) p. 4735. – 13 Gal 4:4-7; Rom 8:14-24; Cf. 1:5. – 14 Jua 5:26; Jua 14:20-23; Jua 17:20-26; 1 Jn 1:2s. El N.T., en diversos lugares, también nos dice que nacemos de Dios (Jua 1:13); que somos hijos de Dios, engendrados por El (Jua 3:5; Gal 4:6s), partícipes de su vida (Jua 5:21). – 15 Suma Teológica 3 q.2 a.io ad i. – 16 Cf. A. Charue, Les építres catholiques, en La Sainte Bible de Pirot, vol.12 P-484J P· De Ambroggi, Le Epistole cattoliche 2.a ed. (Turín-Roma 1949) p.17is; Dom R. M. Díaz, Epís-toles catoliques, en La Biblia de Montserrat vol.22 (Montserrat 1958) p.122s. – 17 Cf. 1Jn 2:15ss. – 18 Cf. 2Pe 3:4. – 19 Gf. 1Jn 4:7. Otras enumeraciones de virtudes: Gal 5:22-23; 2Co 6:4-5. – 20 Mat 5:43-48. – 21 Cf. Jua 13:345; Jua 15:12.17; 1Jn 2:10; 1Jn 3:14. – 22 Rom 13:10. – 23 Gol 3:14; cf. 1Co 13:15. – 24 Ad Ephesios 14:1. – 25 Ses.6 c.7 y c.10. – 26 Cf. 1:2.3.5; 2:20; 3:18. – 27 Cf. Tit 3:5; Epíst. de Bernabé ι1:1ι; San Justino, Apol. I 61. – 28 Ses.6 c.11i. – 29 D 804.830.La idea de incertidumbre acerca de la salvación definitiva aparece con frecuencia en los escritos del Nuevo Testamento (1Co 10:12; Flp 2:12; 1Pe 1:17; Rev 3:11). – 30 O.c. p.176. – 31 Cf. Actas de Pedro c.35, edición de L. Vonaux (París 1922) p-426; Hegesipo, Histp-ñae 3:2: Csel 66:186; Orígenes, In lo. 20:12: PG 14:600; C. Fouard, S. Paul, ses dernié-res années, ed. 10 (París 1918) p.30i. La imagen de la tienda, empleada en el v.13, trat su origen de la vida nómada (Isa 38:12), y quiere significar que la vida humana es efímera, como lo es la morada del nómada. Hoy está aquí, mañana en otro lado. – 32 9:1; 13:26. – 33 Las fábulas en el ν. Τ. están tomadas siempre en sentido peyorativo (cf. 1Ti 1:4; 2Ti 4:4; Tit 1:14). Son producto de la imaginación, y, en cuanto tales, se oponen a la verdadera historia evangélica. Los gnósticos interpretaban la historia evangélica como si fuera un mito. – 34 Mar 9:2ss; Mat 17:1-9. – 35 Cf. Mt 17:5- – 36 Cf. Mat 17:2. – 37 Cf. Luc 9:28. – 38 La expresión palabra profética es empleada a veces para designar a la Sagrada Escritura en general (cf. Filón, Leg. Alleg. 3:43). – 39 De Ambroggi, o.c. p.175s. – 40 Cf. Isa 60:1-2; Luc 1:78. – 41 En el ν. Τ. γραφή se emplea siempre como una designación de A. T. La profecía de a Escritura era, pues, la del A. T., la profecía por excelencia. – 42 Ses.4, De edit, et usu Sacr. Libr.: EB 62. – 43 De Revelat. c.2: EB 78. – 44 Gf. D 786.1788. – 45 La lección de la Vulgata: “locuti sunt sancti Dei nomines,” se encuentra en varios códices griegos: S(A)KL. Otros códices (BP), en lugar de άγιοι, tienen orno 3εοϋ= “a Deo.” Y una tercera serie de códices (C, etc.) presentan la lección από 3εοΟ άγιοι = “a Deo sancti.” Tischendorf, Westcott-Hort, Nestle, aceptan la lección del cód. B: coro 3eoO άνθρωποι, que parece ser la más probable, aunque es la más difícil. El sentido sería: “Locuti sunt a Deo homines,” i.e., movidos por Dios hablaron los hombres, o sea, los profetas. – 46 Cf. A. Βεα, De Sacrae Scripturae inspiratione (Romae IQ35) P-36. Véanse también Tomás, Suma Teológica 2-2 q.171-174; P. Svnave-P. Benoit, La Prophetie dans S. Thomas d Aquin (Somme Théologique, edic. Rev. des Jeunes, París 1947); G. M. Perrella, Introducción general a la Sagrada Escritura (Edit. El Perpetuo Socorro, Madrid 1954); H. Hopfl-L. Leloir, Introductio generalis in Sacram Scripturam (Romae 1958); G. Courtade, Inspiration: DBS IV (París 1949) col.482-559; J. M. Vosté, De divina inspiratione et veritate S. Scripturae (Romae 1932); P. De Ambroggi: ScuolCat 71 (1943) 349-63.

Fuente: Biblia Comentada

La Segunda Epístola de Pedro

Título

La clara afirmación de quien es el autor en el 2Pe 1:1 por parte del apóstol Pedro le da a la epístola su título. Para distinguirla de la primera epístola de Pedro, se le dio el título griego «Petrou B», o 2 Pedro.

Autor y fecha

El autor de 2 Pedro es el apóstol Pedro (vea la Introducción a 1 Pedro). En el 2Pe 1:1, él hace esa afirmación; en el 2Pe 3:1, él se refiere a su primera carta, en el 2Pe 1:14, él se refiere a la predicción del Señor de su muerte (Jua 21:18-19); y en el 2Pe 1:16-18, él dice haber estado en la transfiguración (Mat 17:1-4). No obstante, los críticos han generado más controversia por el autor y lugar correcto de 2 de Pedro en el canon de las Escrituras que por cualquier otro libro del NT. Los padres de la iglesia fueron tardos en aceptarlo. Ningún padre de la iglesia se refiere a 2 Pedro por nombre, sino hasta Orígenes cerca del principio del tercer siglo. El antiguo historiador de la iglesia, Eusebio, únicamente incluyó 2 Pedro en su lista de libros disputados, junto con Santiago, Judas, 2 Juan, y 3 Juan. Aún los principales reformadores únicamente lo aceptaron vacilando.

La pregunta acerca de diferencias en estilo griego entre las dos cartas ha sido satisfactoriamente respondida. Pedro escribió que él usó un amanuense, Silvano, en 1 Pedro (cp. 1Pe 5:12). En 2 Pedro, Pedro usó o a un amanuense diferente o escribió la carta por sí mismo. Las diferencias en vocabulario entre las dos cartas pueden ser explicadas por las diferencias en temas. Primera Pedro fue escrita para ayudar a cristianos que estaban sufriendo. Segunda Pedro fue escrita para exhibir a falsos maestros. Por otro lado, hay semejanzas impactantes en el vocabulario de los dos libros. La salutación, «gracia y paz os sean multiplicadas», es esencialmente la misma en cada libro. El autor usa palabras tales como «preciosa», «virtud», «despojaos» y «visto con nuestros propios ojos», para nombrar tan solo unos cuantos ejemplos, en ambas cartas. Ciertas palabras que más bien no son usuales encontradas en 2 Pedro también se encuentran en los discursos de Pedro en los Hechos de los Apóstoles. Estas incluyen «alcanzado» (2Pe 1:1; Hch 1:17); «piedad» (2Pe 1:3; 2Pe 1:6-7; 2Pe 3:11; Hch 3:12); y «premio de injusticia» (2Pe 2:13; 2Pe 2:15; Hch 1:18). Ambas cartas también se refieren al mismo acontecimiento del AT (2Pe 2:5; 1Pe 3:18-20). Algunos eruditos han señalado que hay tantas semejanzas en el vocabulario entre 1 y 2 Pedro como lo hay entre 1 Timoteo y Tito, dos cartas que casi universalmente se cree que fueron escritas por Pablo.

Las diferencias en temas también explican ciertos énfasis, tales como por qué una carta enseña que la Segunda Venida está cercana, y una lidia con su retraso. Primera Pedro, ministrando especialmente a cristianos que están sufriendo, se enfoca en la inmanencia de Cristo como un medio de alentar a los cristianos. Segunda Pedro, lidiando con burladores, enfatiza las razones por las que ese regreso inminente de Cristo aún no ha ocurrido. Otras diferencias propuestas inventadas por los críticos, tales como la contradicción entre incluir la resurrección de Cristo en una carta y la transfiguración de Cristo en la otra, parecen ser inventadas.

Además, parece irracional que un falso maestro falsificara una carta en contra de falsos maestros. Ninguna doctrina no usual, nueva o falsa aparece en 2 Pedro. Entonces, si 2 Pedro fuera una farsa, sería una farsa escrita por un necio sin ninguna razón en absoluto. Esto es demasiado para creer. La conclusión del asunto de quién es el autor es que, cuando el escritor introdujo la carta y se refirió a sí mismo como a Pedro, él estaba escribiendo la verdad.

Nerón murió en el 68 d.C., y la tradición dice que Pedro murió en la persecución de Nerón. La epístola pudo haber sido escrita poco antes de su muerte (2Pe 1:14; ca. 67 68 d.C.).

Contexto histórico

Desde el tiempo de la escritura y envío de su primera carta, Pedro se había preocupado más y más por los falsos maestros que estaban infiltrando las iglesias en Asia Menor. Aunque estos falsos maestros ya habían causado problemas, Pedro esperaba que sus doctrinas herejes y estilos de vida inmorales resultaran en más daño en el futuro. De esta manera Pedro, en un casi último testamento (2Pe 1:13-15), escribió para advertir a los creyentes amados en Cristo acerca de los peligros doctrinales que estaban enfrentando.

Pedro no dice explícitamente en dónde estaba cuando escribió esta carta como lo hace en 1 Pedro (1Pe 5:13). Pero el consenso parece ser que Pedro escribió esta carta desde la prisión en Roma, donde estaba enfrentando la muerte inminente. Poco después de que esta carta fue escrita, Pedro fue martirizado, de acuerdo con tradición confiable, al ser crucificado de cabeza (vea la nota sobre Jua 21:18-19).

Pedro no dice nada en la salutación acerca de los destinatarios de esta carta. Pero de acuerdo al 2Pe 3:1, Pedro estaba escribiendo otra epístola a las mismas personas a quienes les escribió 1 Pedro. En su primera carta, él expresó que estaba escribiendo «a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1Pe 1:1). Estas provincias estaban localizadas en un área de Asia Menor, la cual es Turquía moderna. Los cristianos a quienes Pedro escribió eran gentiles en su mayoría (vea la nota sobre el 2Pe 1:1).

Temas históricos y teológicos

Segunda Pedro fue escrita con el propósito de exhibir, estorbar, y derrotar la invasión de falsos maestros en la iglesia. Pedro quería instruir a los cristianos en como defenderse a sí mismos en contra de estos falsos maestros y sus mentiras engañosas. Este libro es el desenmascaro más vívido y penetrante de falsos maestros en las Escrituras, comparable únicamente a Judas.

La descripción de los falsos maestros es en cierta manera genérica. Pedro no identifica alguna falsa religión, secta, o sistema específico de enseñanza. En una caracterización general de los falsos maestros, él informa que enseñan herejías destructoras. Niegan a Cristo y tuercen las Escrituras. Hacen que la fe verdadera sea desacreditada. Y se burlan de la segunda venida de Cristo. Pero Pedro estaba tan preocupado por mostrar la naturaleza inmoral de estos maestros como lo estaba por exhibir su enseñanza. De esta manera, los describe con más detalle de lo que describe sus doctrinas. La impiedad no es el producto de doctrina sana, sino de «herejías destructoras» (2Pe 2:1).

Otros temas para esta carta pueden ser discernidos en medio de la polémica de Pedro en contra de los falsos maestros. Él quería motivar a sus lectores a continuar desarrollando su virtud cristiana (2Pe 1:5-11). Al hacerlo, explica maravillosamente como un creyente puede tener certeza de su salvación. Pedro también quería persuadir a sus lectores de la naturaleza divina de los escritos apostólicos (2Pe 1:12-21). Cerca del final de la carta, él presenta razones para la tardanza en la segunda venida de Cristo (2Pe 3:1-13).

Otro tema que continuamente se menciona es la importancia del conocimiento. La palabra, «conocimiento», aparece en alguna forma dieciséis veces en estos tres cortos capítulos. No es demasiado decir que la solución primordial de Pedro a la falsa enseñanza es conocimiento de la verdadera doctrina. Otras características distintivas de 2 Pedro incluyen una afirmación precisa del origen divino de las Escrituras (2Pe 1:20-21); la destrucción futura del mundo por fuego (2Pe 3:8-13); y el reconocimiento de las cartas de Pablo como Escritura inspirada (2Pe 3:15-16).

Retos de interpretación

Quizás el reto más importante en la epístola es interpretar correctamente 2Pe 1:19-21, debido a sus implicaciones de largo alcance con respecto a la naturaleza y autenticidad de las Escrituras. Ese pasaje junto con 2Ti 3:15-17, es vital para tener una perspectiva sana de la inspiración de la Biblia. La afirmación de Pedro de que el Señor «rescató» a los falsos maestros (2Pe 2:1) presenta un reto de interpretación y de teología con respecto a la naturaleza de la expiación. La identidad de los ángeles que pecaron (2Pe 2:4) también desafía al intérprete. Muchos que creen que los salvos pueden volver a perderse, usan el 2Pe 2:18-22 para apoyar su argumento. Ese pasaje, dirigido a falsos maestros, debe ser aclarado para no contradecir una afirmación similar a creyentes en el 2Pe 1:4. Además, ¿quiénes son los que no quiere Dios que perezcan (2Pe 3:9)? Todos estos asuntos serán tratados en las notas.

Bosquejo

Salutación (2Pe 1:1-2)

I) Conozca su salvación (2Pe 1:3-11)

A) Sostenida por el poder de Dios (2Pe 1:3-4)

B) Confirmada por gracias cristianas (2Pe 1:5-7)

C) Honrada por recompensa abundante (2Pe 1:8-11)

II) Conozca sus Escrituras (2Pe 1:12-21)

A) Certificadas por testimonio apostólico (2Pe 1:12-18)

B) Inspiradas por el Espíritu Santo (2Pe 1:19-21)

III) Conozca sus adversarios (2Pe 2:1-22)

A) Engañosos en su infiltración (2Pe 2:1-3)

B) Condenados por su iniquidad (2Pe 2:4-10 a)

C) Menospreciables en su impureza (2Pe 2:10 b – 2Pe 2:17)

D) Devastadores en su efecto (2Pe 2:18-22)

IV) Conozca su profecía (2Pe 3:1-18)

A) La certeza del día del Señor (2Pe 3:1-10)

B) La santificación del pueblo de Dios (2Pe 3:11-18)

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Simón Pedro. Vea la Introducción. siervo y apóstol. Pedro se identifica a sí mismo con un balance de humildad y dignidad. Como siervo, estaba al mismo nivel que los demás cristianos pues era un esclavo obediente de Cristo. Como apóstol era único, con llamamiento divino y comisionado como testigo ocular de la resurrección de Cristo (vea las notas sobre Rom 1:1). a los que. Los destinatarios de esta carta son los mismos que recibieron la primera epístola de Pedro (cp. 2Pe 3:1; 1Pe 1:1; vea las Introducciones a Primera y Segunda Pedro). alcanzado. Una palabra poco común que se refiere a obtener algo por suerte (cp. Hch 1:17). Con frecuencia se traduce «recibido» y puede significar aquí «lo que se alcanza por decisión de la voluntad divina». Aquí Pedro recalca que la salvación no se alcanzaba por esfuerzos, habilidades o dignidad personal, sino solo por la gracia de Dios. por la justicia. El punto de Pedro es que los creyentes gozan del mismo don de salvación gracias a que la justicia de Dios les ha sido imputada por igual. Esa justicia no hace distinciones entre personas, excepto que los pecados de algunos son más abominables que los de otros. De este modo, no solo tienen fe porque Dios se las da, sino que son salvos solo debido a que Dios les imputa su justicia (vea las notas sobre Rom 3:26; Rom 4:5; 2Co 5:21; Flp 3:8-9). nuestro Dios y Salvador Jesucristo. La construcción griega solo tiene un artículo antes de esta frase, así que toda la frase se refiere a la misma persona. De esta manera, Pedro identifica a Jesucristo como Salvador y Dios al mismo tiempo (cp. Isa 43:3; Isa 43:11; Isa 45:15; Isa 45:21; Isa 60:16; Rom 9:5; Col 2:9; Tit 2:13; Heb 1:8). fe. Pedro habla de una fe subjetiva en el sentido de que es el poder del cristiano para creer y obtener su salvación. La fe es la capacidad para creer (Efe 2:8-9). Aunque fe y creencia corresponden al lado humano de la salvación, Dios es quien debe otorgar esa fe porque Él es el que inicia la fe tan pronto el Espíritu Santo despierta al alma muerta como respuesta tras escuchar la Palabra de Dios (cp. Hch 11:21; Efe 2:8; Flp 1:2). igualmente preciosa. Por lo general esta expresión griega se empleaba para designar cosas del mismo rango, posición, honra, estatura, precio o valor. Se aplicaba en el mundo antiguo a los extranjeros y forasteros que recibían un trato de igualdad en las ciudades, así como la misma ciudadanía. Aquí Pedro hace hincapié en que todos los cristianos han recibido la misma fe salvadora que es preciosa aunque no tiene precio. En el reino de Dios no existen cristianos de primera y segunda clase, ni distinciones espirituales, raciales o de género (cp. Gál 3:28). Como Pedro escribía más que todo a gentiles, pudo haberse propuesto recalcar que ellos habían recibido la misma fe que los judíos (cp. Hch 10:44-48; Hch 11:17-18).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1:1 — «Simeón Pedro». Véase 1Pe 1:1. Algunos manuscritos antiguos dicen «Simeón Pedro». Las Ver. B.J. y P.B. dicen, «Simeón», y otras (B.A., H.A.) dicen en el margen que puede ser «Simeón».
Su nombre era Simón (según el griego) o Simeón (según el hebreo), y su apodo era Pedro (Mat 16:17-18; Jua 1:42). «Cefas» es del arameo; «Pedro» del griego.
El nombre «Simón Pedro» es común en las Escrituras (Luc 5:8; Jua 13:6; Jua 13:9; Jua 20:2; Jua 21:15).
–«siervo y apóstol de Jesucristo». Esta combinación de palabras se encuentra en el Nuevo Testamento solamente aquí. Compárese Tit 1:1.
Al decir «siervo», Pedro enfatiza su completa sumisión a la voluntad de Jesucristo. Los gnósticos no se sometían en nada a ella. Con este término Pedro enfatiza el contraste. Pablo (Rom 1:1), Santiago (1:1) y Judas (1:1) también emplean este término.
Sobre «apóstol», véase 1Pe 1:1, comentarios.
En esta epístola Pedro siempre junta los dos nombres «Jesús» y «Cristo», diciendo «Jesucristo», y agrega algún predicado, como «Salvador». Esto es significativo. Los gnósticos admitían la historicidad de Jesús, el hombre, y admitían la deidad del Cristo. Lo que negaban, como lo niegan los modernistas de hoy en día, es que ¡Jesús de Nazaret es el Cristo! Compárense Mat 16:13-16; 1Co 3:11.
–«a los que habéis alcanzado». Véanse 3:1 con 1Pe 1:1. Los recipientes de esta carta, y los de 1 Pedro, son los mismos.
El verbo «alcanzado», según la palabra griega, significa literalmente «alcanzar por suerte» (y no por el esfuerzo solo del hombre). Otras versiones dicen, «a los quienes tocó fe igualmente preciosa» (P.B.), «han recibido una fe» (B.A.), «les ha cabido en suerte una fe» (B.J.), y «a cuantos ha correspondido… una fe» (JTD.). La misma palabra griega se emplea en Luc 1:9 y en Hch 1:17. Nótese la traducción de esta versión (Rev. de 1960) en esos dos pasajes.
–«por la justicia». Debe ser «en la justicia» (Versiones H.A., P.B., B.A. , Mod., JTD., ASV.). Así dice el texto griego. Es que la fe referida ha sido (por Dios) sorteada en la esfera de, o en conexión con, la justicia de Dios (o de Cristo); es decir, no en consideración de algún mérito humano. La palabra «justicia» aquí se refiere a los tratos justos de Dios, quien es justo, al proveer las cosas del evangelio, o de la salvación. Compárese Rom 3:26. La fe igualmente preciosa es obtenida, o alcanzada, en conexión con el plan de salvación de Dios. El evangelio revela su justicia (Rom 1:16-17).
No hay nada de «imputación calvinista» en esta frase. Hay quienes citan este versículo para apoyar la doctrina de que la justicia personal de Jesús, la cual él vivió en este mundo, es imputada (es decir, transferida) al creyente, y que ahora Dios no ve al pecador que en realidad lo sigue siendo el creyente, sino ve solamente a Cristo cuya justicia como una capa o cubierta lleva el creyente, pero que el creyente mismo no tiene ninguna justicia; solamente es contado él como si fuera justo. Pedro, en esta carta que combate la herejía prominente de ese tiempo, comienza diciendo que la fe del evangelio al hombre ha sido hecho disponible en conexión con los tratos justos de Dios.
Como no hay «imputación» en el ver. 2, «en el conocimiento», tampoco lo hay en el ver. 1, «en la justicia». Las dos frases son idénticas en construcción.
–«de nuestro Dios y Salvador Jesucristo». Esta frase dice que Jesucristo es nuestro Dios. Tal es la enseñanza de Jua 1:1; Jua 10:30; Jua 10:33; 1Jn 5:20. En el texto griego hay un solo artículo definido, no dos; es decir, el Dios y Salvador de nosotros, Jesucristo. No dice, el Dios y el Salvador.
La Ver. N.M., de los Testigos de Jehová, aunque excelente en gran parte en su apego literal al texto griego, en este caso dice, «de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo», haciendo que se haga referencia a dos personas, porque ellos niegan que Jesucristo es Dios. En Jua 1:1 esa versión dice, «…y la Palabra era un dios», usando una «d» minúscula. Manipulan las Escrituras para dar un apoyo aparente a sus doctrinas falsas. Cristo y Dios el Padre no son la misma persona (Jua 1:1), aunque son uno (en propósito) (10:30). Jesucristo es Dios. Esto los gnósticos negaban, y por eso Pedro pone énfasis en ello. Hasta la fecha todo modernista (unitario) lo niega también.
–«una fe igualmente preciosa». La fe aquí referida no es subjetiva; no es el creer de la persona. Es objetiva; es algo «sorteado» por Dios. La fe del hombre viene por el oír (Hch 15:7; Rom 10:17). No es don de Dios, según afirma el calvinismo. Efe 2:8 es pervertido por el calvinista para que diga que «la fe no es de nosotros, es don de Dios», pero Pablo en dicho pasaje dice que ESTO (no «ésta», como si hablara de la FE) es don de Dios. En el texto griego, como también en el español está bien indicado, el pronombre demostrativo es NEUTRO, «esto», haciendo referencia a todo lo dicho anteriormente; o sea, al hecho de que por gracia somos salvos por la fe. Esto es lo que es don de Dios. Para referirse a la fe misma, como don de Dios, Pablo habría usado el pronombre femenino, «ésta», pues en el griego (como en el español) la palabra «fe» es del género femenino. Pedro se refiere a la fe del evangelio (Flp 1:27; Gál 1:23).
La frase «igualmente preciosa» da a entender que da a todos los mismos privilegios en Cristo. Considérese Jud 1:3, «común salvación».
–«que la nuestra». Algunos entienden que Pedro, al decir «nuestra», se refiere a los judíos. Es cierto que los gentiles recibieron la misma fe objetiva que los judíos (Rom 1:16; Hch 11:17-18; Hch 15:9). Pero Pedro no estuvo escribiendo solamente a gentiles, para que hiciera esa distinción. Véase NOTAS SOBRE 1 PEDRO, INTROD., V.
Puede estar refiriéndose más bien a «nosotros, los apóstoles», como testigos oculares. Compárense 1:16-18; 1Jn 1:1-3.
De todos modos la fe del evangelio, atestiguada por testigos oculares e inspirados (cuyo testimonio fue confirmado por milagros), constituye la salvación común para todo el mundo. Esa fe es UNA (Efe 4:5). Lo que afirmaban los gnósticos era otra cosa.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL HOMBRE QUE ABRÍA PUERTAS

2 Pedro 1:1

Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, os escribe esta carta a los que habéis sido agraciados con una fe igual en honor y privilegio a la nuestra propia por la justicia imparcial de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

La carta empieza con una alusión muy sutil y hermosa para los que tengan ojos para verla y suficiente conocimiento del Nuevo Testamento para captarla. Pedro escribe a «los que se les ha concedido una fe igual en honor y privilegio a la nuestra» -y se llama. a sí mismo Symeon Pedro. ¿Quiénes eran los destinatarios? Realmente no puede haber más que una respuesta. Deben de haber sido en el pasado gentiles, a diferencia de los judíos que eran el único pueblo escogido de Dios. Los que no habían sido un pueblo en el pasado son ahora el pueblo escogido de Dios (1Pe 2:10 ); antes eran forasteros y extranjeros a la comunidad de Israel, y estaban muy lejos; pero ahora se los ha traído cerca (Ef 2:11-13 ).

Pedro expresa esto muy gráficamente, usando una palabra que haría vibrar inmediatamente una cuerda en las mentes de los que la oyeran. Su fe era igual en honor y privilegio. La palabra griega es isótimos; isos quiere decir igual y time quiere decir honor. Esta palabra se usaba especialmente en relación con los extranjeros que tenían una ciudadanía completa igual a la de los nativos. Josefo, por ejemplo, dice que en Antioquía se hizo a los judíos isotimoi, iguales en honor y privilegio, a los macedonios y a los griegos que vivían allí. Así que Pedro dirige su carta a los que habían sido anteriormente gentiles despreciables, pero que ahora habían recibido derechos de ciudadanía iguales a los de los judíos, y aun a los de los mismos apóstoles, en el Reino de Dios (Cp. Ef 2:19 ).

Dos cosas hay que notar acerca de este gran privilegio que se había extendido a los gentiles. (a) Se les había concedido o asignado. Es decir, no se lo habían ganado; se les había agraciado no por ningún mérito propio, sino como al que le toca un premio en la lotería. En otras palabras su nueva ciudadanía se debía exclusivamente a la Gracia. (b) Les había llegado por medio de la justicia imparcial de su Dios y Salvador Jesucristo. Les habí venido porque para Dios no hay cuna cláusula de nación mas favorecida»; Su Gracia y favor alcanzan imparcialmente a todas las naciones de la Tierra.

¿Qué tiene esto que ver con el nombre Symeon, que Pedro se llama aquí? En el Nuevo Testamento, se le llama más generalmente Pedro; se le llama a menudo Simón, que era, desde luego, su nombre original antes de que Jesús le diera el nombre de Cefas o Pedro (Jn 1:41 s); pero solamente una vez en el resto del Nuevo Testamento se le llama Symeon. Es en el relato del Concilio de Jerusalén de Hechos 15 que decidió que había de abrirse de par en par la puerta de la Iglesia a los creyentes gentiles. Allí dijo Santiago: » Simeón ha relatado la manera en que Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos un pueblo para Su nombre» (Hch 15:14 ). En esta carta, que empieza con saludos para los gentiles a los que se han concedido, por la gracia de Dios, privilegios de ciudadanía en el Reino iguales a los de los judíos y los apóstoles, Pedro se llama por el nombre de Symeon; y la única otra vez que se llama así es cuando aparece como el instrumento principal mediante el cual se concedió ese privilegio.

Simeón Pedro fue el que abrió la puerta a Comelio, el centurión gentil (Hechos 10); y aplicó su autoridad para que se abriera la puerta en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15).

EL GLORIOSO SERVICIO

2 Pedro 1:1 (conclusión)

Pedro se llama a sí mismo siervo de Jesucristo. La palabra original es dulos, que quiere decir realmente esclavo. Aunque nos parezca extraño, se trata de un título, aparentemente humillante, que los más grandes hombres asumieron como un título del mayor honor. Moisés, el gran líder y legislador, fue el dulos de Dios (Dt 34:5 ; Sal 105:26 ; Mal 4:4 ). Josué, el gran general, fue el dulos de Dios (Jos 24:29 ). David, el más grande de los reyes, era el dolos de Dios (2S 3:18 ; Sal 78:70 ). En el Nuevo Testamento, Pablo es el dulos de Jesucristo (Rm 1:1 ; Fil 1:1 ; Tito l: l ), un título que Santiago (Stg 1:1 ) y Judas (Jud 1:1 ) también se aplican. En el Antiguo Testamento, los profetas eran los duloi de Dios (Am 3:7 ; Isa 20:3 ). Y en el Nuevo Testamento, los cristianos se llaman frecuentemente duloi de Cristo (Hch 2:18 ; 1Co 7:22 ; Ef 6:6 ; Col 4:12 ; 2 Timoteo 2:24 ). Esto tiene un profundo significado.

(i) Llamar al cristiano dulos de Dios quiere decir que es Su posesión inalienable. En el mundo antiguo el amo poseía sus esclavos de la misma manera que poseía sus herramientas. Un siervo podía cambiar de amo; pero un esclavo no. El cristiano pertenece inalienablemente a Dios.

(ii) El llamar al cristiano dulos de Dios quiere decir que está incondicionalmente a Su disposición. En el mundo antiguo, el amo podía hacer lo que quisiera con su esclavo; tenía hasta poder de vida o muerte sobre él. El cristiano no tiene derechos propios porque Se los ha rendido a Dios.

(iii) El llamar al cristiano dulos de Dios quiere decir que debe estar constantemente a Su servicio. En el mundo antiguo el esclavo no tenía literalmente tiempo propio, ni vacaciones, ni ocio. Todo su tiempo pertenecía a su amo. El cristiano no puede, ni deliberada ni inconscientemente, programar su vida con las horas y las actividades que pertenecen a Dios, y las horas y actividades en las que puede hacer lo que quiera. El cristiano es necesariamente una persona cuyos momentos todos está al servicio de Dios.

Notamos otro punto más. Pedro habla de la justicia imparcial de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Algunas versiones bíblicas traducen: «La justicia de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo,» como refiriéndose a dos personas, -Dios y Jesús; pero, como deja ver bien claro la Reina-Valera, en griego se implica que hay una sola persona, y la frase se traduce conrectamente nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Su gran interés está en que en el Nuevo Testamento rara, muy rara vez, se llama a Jesús Dios. El único paralelo verdadero de éste está: en el grito de adoración de Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»(Jn 20:28 ). Esta no es una cuestión a discutir; ni siquiera una cuestión de teología; para Pedro y Tomás, el llamar Dios a Jesús no era una cuestión de teología, sino una eclosión de adoración. Era sencillamente que se daban cuenta de que los términos humanos no podían contener a esta Persona que conocían como su Señor.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 1

Introducción

TENSIONES DE LA VIDA CRISTIANA

1. Conservar y renovar. Nuestro mundo se encuentra en un proceso de evolución. La Iglesia no puede mantenerse al margen de este proceso evolutivo si no quiere perder el contacto con el mundo al que ha sido enviada. ¿Hasta dónde puede la Iglesia someterse a este proceso evolutivo sin ser infiel a su esencia y sin renunciar a su misión en el mundo? Ante este mismo problema se encuentra el pastor de almas que habla en la segunda carta de Pedro. A las comunidades creyentes ha llegado el proceso de refundición de la gnosis. ¿Qué camino seguirá para que no se falsee el depósito recibido de la fe ni se dejen de lado las exigencias que comienzan a surgir?

Se hacen concesiones a lo nuevo. Se introduce toda una serie de palabras que sólo raras veces, o nunca, aparecen en el lenguaje bíblico. Proceden del mundo ideológico y representativo helénico, del anhelo religioso de los hombres a los que hay que dirigirse. En lugar de hablar de fe se habla de conocimiento (gnosis); la plenitud de la vida cristiana al final de los tiempos se llama ahora participación en la naturaleza divina; la actitud moral que corresponde a la voluntad de Dios no se llama justicia, sino virtud.

Con esto no se toca la esencia del mensaje cristiano. La profesión de fe es la norma de juicio. El precepto santo, transmitido por los apóstoles, no puede recibir menoscabo; no se puede quitar nada a la verdad recibida. Esta verdad es la palabra de Cristo, que está en el centro de la revelación; ha sido proclamada por los profetas y transmitida por los apóstoles a las comunidades. Las expresiones nuevas no son más que un nuevo recipiente de la verdad transmitida.

2. Biblia y exégesis bíblica. En la adaptación espiritual de la Iglesia al proceso evolutivo del mundo la Sagrada Escritura tiene un significado especial. No sólo contiene la revelación de Dios, sino que es ella misma palabra revelada; es la primera fuente de fe, aunque no la única. Para el hombre que está tras la segunda carta de Pedro, la Biblia es el libro del que toma sus enseñanzas, sus refutaciones y sus exhortaciones. De él saca el fundamento de las pruebas de las verdades de fe que son atacadas (1,16-21; 3,5-8), toma los hechos de la historia de la salvación que deben hacer reflexionar (2,4-9), coge los motivos de sus exhortaciones. La Biblia es para él palabra inspirada de Dios (1,21) y contiene sabiduría divina (3,15). Su canon de la Sagrada Escritura no contiene sólo los escritos del Antiguo Testamento, sino también los Evangelios y las cartas paulinas.

También de la Escritura saca el error sus pruebas. La Escritura sola no basta; hay que explicarla e interpretarla. Las reglas fundamentales de la exégesis bíblica son las siguientes: la Biblia hay que interpretarla a partir del acontecimiento Cristo, del que los apóstoles fueron testigos oculares y auriculares. Sólo quien tiene el Espíritu Santo la interpreta rectamente (1,21). Pero sólo quien profesa la doctrina católica recibida posee con certeza el Espíritu (cf. 1Jn 4:2). La exégesis debe coincidir con la doctrina recibida; los que no la conocen ni están anclados en ella corren peligra de falsear el sentido de la Biblia (1Jn 3:16).

3. Mito y revelación. ¿Puede aún el hombre moderno, que se ha introducido en el pensamiento científico, creer en la Biblia y, por tanto, ser creyente? Por deseo pastoral de salvar la Biblia para el hombre actual se ha aconsejado «desmitologizar» la Biblia, quitar el mito de la Biblia. ¿Cuáles son los mitos en la Biblia? ¿La imagen del mundo en tres pisos (el cielo como habitación de Dios, la tierra como morada del hombre y los abismos como residencia de los muertos), la intervención de Dios en el mundo con el milagro y la profecía, la encarnación, la resurrección, la ascensión, el retorno de Cristo? ¿Qué queda del cristianismo? ¿Sólo palabra dirigida a los hombres, interpelación desde fuera, conciencia del hombre de su no proceder de sí mismo? ¿Dónde está la frontera entre verdad y mito?

La carta debe entendérselas con gente que explica el retorno de Cristo como una invención y una fábula humanas, como un «mito», usando sus palabras. Para ello, invocan la experiencia, piensan «científicamente». ¿Y la refutación? Ante todo, el pastor de almas, en la segunda carta de Pedro, sale ampliamente al encuentro de las concepciones «científicas»; explica como ellos el fin del mundo por una conflagración cósmica, y el surgir del mundo del agua, pero da también a entender que los problemas científicos son para él de segundo orden. Lo decisivo para el ser y para el perecer del mundo es la palabra de Dios, que llama el mundo a la existencia, lo aniquila y lo construye de nuevo. El dique contra la desmitologización es la historicidad de los acontecimientos, de la que hay testigos oculares y auriculares. Cristo vendrá con poder y gloria. Esta afirmación es creíble, porque el acontecimiento histórico de la transfiguración muestra que Cristo posee poder y gloria. Con la historia en la mano se debe decidir lo que no es más que forma de expresarse de la Biblia, condicionada por la época, y lo que es verdad perenne.

4. Ley y libertad. ¿Cómo se compagina la libertad de los hijos de Dios, tal como Pablo la proclama, con la sumisión a la ley y a los numerosos decretos de la Iglesia? De la vida religiosa no espera el hombre nuevos lazos, sino liberación. La segunda carta de Pedro se encuentra ante un deseo semejante: los espíritus liberales, con los que tiene que entendérselas, están convencidos de que tienen el Espíritu divino, son hijos de Dios y han alcanzado la plenitud por la redención. ¿Para qué, pues, los preceptos?

El problema toca cuestiones profundas de la existencia cristiana. El cristiano ha recibido ya el gran don de la redención, pero debe aún esforzarse por alcanzar la meta final. Es libre, pero necesita aún «el precepto santo». Por el bautismo ha escapado ya al placer, pero debe seguir escapando continuamente mediante el esfuerzo ascético. La ley que liga a los cristianos es «la verdad», en último término Jesucristo, el Señor y Salvador, y el conocimiento del Señor. Conocer es entender y amar. El que conoce y ama al Señor ya no necesita precepto, pues cumple lo que el Señor le hace conocer. Pero el conocimiento pleno del Señor es un bien escatológico.

La vida cristiana se realiza entre la venida de Jesús en debilidad y sencillez, y su venida en poder y gloria. El cristiano vive en el tiempo final y por ello participa ya en la gloria del tiempo final; pero la gloria no se ha manifestado aún por entero. Por eso necesita aún la luz de la Sagrada Escritura, por eso su caminar es un tantear en las tinieblas y su vida moral es esfuerzo y lucha contra las tentaciones importunas. La vida cristiana sólo puede entenderse teniendo en cuenta la tensión entre la primera y la segunda venida de Cristo. Por eso nuestra libertad necesita aún ser guiada por los preceptos.

ENCABEZAMIENTO (1/1-2)

La fórmula de encabezamiento encierra en dos frases el remitente y el destinatario (1Jn 1:1), y una bendición (1Jn 1:2) 2. En cada una de estas frases aparece el don fundamental que se da al cristiano: fe, conocimiento. Con la fe comienza la tarea salvadora, que debemos a nuestro Dios y Salvador, Jesucristo; con el conocimiento llega a la plenitud.

1. FE PRECIOSA (1Jn 1:1)

1 Simeón, Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han obtenido una fe tan preciosa como la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

Simeón 3 Pedro es el apóstol a quien Jesús ha distinguido sobre todos, le ha puesto como fundamento de la Iglesia y le ha dado las llaves de ella. Se le nombra, solemnemente, con su doble nombre. Simón es su nombre propio; Pedro (piedra) es el nombre ministerial que Jesús le ha puesto (Jua 1:42). A través del autor de la carta, Pedro nos habla con todo el peso de su cargo.

Pedro es siervo y apóstol de Jesucristo. No se pertenece ni actúa por sí mismo. El siervo está totalmente subordinado a su señor; el apóstol no dice lo que quiere, sino lo que le ha confiado el que le ha enviado. A través del siervo y apóstol se ve y se oye a Jesucristo. El ministro de Jesús no quiere ser un muro opaco que impida la visión del Señor, quiere facilitarla.

Ser apóstol lo debe Simón Pedro a la fe. La fe es la doctrina que procede de Jesús, que proclaman los apóstoles y que hace cristianos; es el tesoro precioso. En esta fe coincide Pedro con aquéllos a quienes escribe. Por la fe están los fieles unidos al apóstol. Ambos la aprecian y estiman igualmente. Con ella la vida cristiana se adentra en las latitudes del reino eterno. Cuando la fe está amenazada deja de aparecer como algo natural; sólo entonces se cae plenamente en la cuenta de cuán preciosa es, de cuál es su valor.

El cristianismo, que reposa en la fe, no es resultado del trabajo, de la sabiduría ni del esfuerzo del hombre, sino un regalo. La fe toca en suerte, como un premio en un sorteo. Es don de Dios, que da él voluntariamente. Puesto que la fe descansa en la espontánea benevolencia de Dios, todo lo que sobre ella se construye es también don y gracia. La fe se nos da por la justicia de Jesucristo. ¿Qué significa esta expresión? Incluye todo lo que Jesús ha hecho por nuestra salvación. Fue algo justo, en el sentido más profundo de la palabra, porque cumplió plenamente la voluntad del Padre celestial, sobre todo al dar su vida muriendo en la cruz. Después de pasar la prueba, obrando según justicia, Jesús fue elevado a «Dios y Salvador». El que ya era Dios y descendió a la bajeza de la vida humana se convirtió en Salvador de todos los hombres. Su poder divino lo aprovecha ahora para traer la salvación y la redención a los que han venido a la fe. Por la obediencia de uno estamos salvados…

……………

2. El estilo es grave, solemne, sacral, de introducción en un ámbito que exige respeto. En pocas lineas aparece Cristo tres veces, adornado con los títulos más excelsos: «Jesucristo, nuestro Dios y Salvador», «Jesucristo», «Jesús, nuestro Señor». Jesús es el Cristo, el Señor. Dios y Redentor.

3. El texto de la epístola da el nombre en su forma semítica: Simeón.

……………

2. CONOCIMIENTO (1,2).

2 Que abunden en vosotros la gracia y la paz mediante el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.

Gracia y paz resumen los bienes salvíficos que se dan al cristiano. Se nos desea gracia: la benevolencia de Dios y la consecución de esa benevolencia, que nos hace agradables a Dios. Con la paz se reconstruirá el orden que el hombre había perdido con el pecado. La paz estaba también presente en la alianza de Dios con Israel. Ahora Cristo nos concede, con nueva gloria, que haya orden en nuestro interior y que todos los hombres puedan vivir en una comunidad ordenada por el amor de Dios…

Ambos dones deben multiplicarse; en la tierra no son más que un comienzo de los dones mayores de salvación que nos aguardan. Se multiplican al aumentar nuestro conocimiento del señor Jesucristo. Este conocimiento no se reduce a una percepción fugaz; es más, mucho más: un reconocer en la fe, una afirmación decidida y un empaparse de toda la vida en la convicción de que Jesús es el Señor. Y, ante todo, una experiencia de Cristo que se desarrolla mediante el trato continuo con él. Cristo sale a nuestro encuentro todos los días, en su santo evangelio, en el sacramento del altar, en los hermanos que están a nuestro lado. En todas estas cosas debemos conocerle, con amor y cada vez con mayor profundidad, hasta que vivamos en él, en la fe y en la paz.

TEXTO DE LA CARTA (1,3-3,16)

La segunda carta de Pedro está escrita contra los falsos maestros (2,1) que, aunque no han abandonado la unidad de la Iglesia (2,13), viven según ideas opuestas a la doctrina recibida. Se burlan de los que siguen aún los caminos antiguos (3,3). Su lema es «libertad» (2,19) y, por tanto, no se preocupan por los preceptos morales y dejan libre curso a sus apetitos y pasiones (2,10.14.18). Los vicios paganos que habían abandonado en el bautismo, o que debían haber abandonado, se enseñorean de nuevo de ellos (2,18s). Son libertinos; piensan que el conocimiento los ha hecho perfectos.

No tienen ningún respeto por el «santo precepto» (2,21) de la doctrina recibida; la rechazan o la interpretan según su arbitrio.

Elemento esencial de la doctrina de fe es la verdad de la parusía de Cristo, del juicio futuro y de la salvación escatológica. Niegan esta verdad y recurren a la experiencia: hace ya muchos años que los cristianos esperan estos acontecimientos y piensan que están próximos, pero no ha sucedido aún nada. Su conocimiento les dice claramente que esos acontecimientos ya se han producido y que no hay nada más que esperar.

La carta se define contra la doctrina falsa de la libertad moral (libertinaje) y contra la negación de los acontecimientos escatológicos. Lo hace en dos partes. Exhorta primero a mantenerse firmes en la doctrina transmitida (1,3-21) y refuta después las ideas falsas (2,1-3,16).

Parte primera

MANTENEOS FIRMES EN LA DOCTRINA TRANSMITIDA (1,3-21a)

I. ESFUERZO MORAL (1,3-11).

Los dones recibidos de Dios en el bautismo ofrecen el comienzo de la salvación, pero no representan aún la posesión plena de ésta (1,3-4). Exigen esfuerzo moral (1,5-7) para alcanzar la plenitud de la salvación (1,8-11).

1. LA SALVACIÓN Y EL CAMINO DE LA SALVACIÓN (1/3-4) 4.

3 Su divino poder nos ha concedido graciosamente todo lo referente a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud.

El poder divino de Jesucristo, Dios y Señor, nos ha concedido todo lo referente a la salvación: fe, remisión de los pecados, gracia, fuerza divina, comunión con Dios, el Espíritu Santo. Cristo nos ha dado y sellado, en el bautismo, este poderoso don. Lo que entonces nos ha dado no nos lo quita, en cuanto depende de él. No ha hecho algo incompleto; nos lo ha dado todo, de forma que no nos falte nada.

Con referencia a nuestra salvación habla de vida y de piedad. La vida que Jesús da se manifiesta en piedad, en respeto a Dios, en ofrecimiento de la vida a Dios, en cumplimiento de su voluntad y en actos de culto. La vida que ya tenemos lleva en sí la promesa del futuro, pues esperamos «la misericordia de nuestro señor Jesucristo para la vida eterna» (Jud 1:21).

Llegamos a la salvación mediante el conocimiento de aquél que nos ha llamado. Mirando desde nosotros, al comienzo del camino de la salvación está la fe, el conocimiento de Jesucristo. Sin este conocimiento de fe nadie puede alcanzar la salvación. Pero mirando desde Dios, que obra por Jesucristo, somos llamados. Sólo cuando él llama se nos abre el camino al conocimiento. Dios produce también aquello a lo que nos llama…

Jesús nos llama por su gloria y virtud. Cristo posee la gloria de Dios, el esplendor divino y el poder divino. Tiene también virtud, porque cumple en todo la voluntad de Dios. «¿Amas la justicia? Las virtudes son el fruto de sus esfuerzos; enseña templanza y prudencia, justicia y valor, y no hay en la vida nada más útil a los hombres» (Sab 8:7). Jesús nos llama y nos hace partícipes de su gloria y de su virtud.

Lo que acabamos de llamar vida y piedad se llama ahora gloria y virtud. La salvación que Cristo realiza en nosotros se nos presenta en visiones diversas. Tanto en una como en otra ocupa el primer lugar la palabra que pone en primer plano el don divino: vida y gloria de Dios.

¿Quién no ve que ambas cosas no son sino un puro don? La otra palabra atiende más a la actividad humana: piedad y virtud. Ambas realidades actúan unidas: el don de Dios y el esfuerzo humano. Pero quien, en último término, lo hace todo en todos es el Dios viviente.

……………

4. En pocas palabras hay un contenido muy denso. La elección de las palabras, la unión de las frases y la hermosa distribución de la perícopa (abcba) son fruto de reflexión. Ya en esta distribución se muestra la tensión entre el principio actual de la salvación y la plenitud futura; aparece igualmente que esta sólo puede conseguirse con esfuerzo moral. El principio y el fin están en oposición (a-a): todo se da para vida, pero nosotros debemos escapar a la perdición. Los tres miembros centrales (bcb) muestran el punto de partida, el camino y la meta. En el centro (c) se halla el fundamento mas profundo de la necesidad del esfuerzo moral incansable: la promesa divina.

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4 Por ellas nos hizo merced de preciosas y magníficas promesas, para haceros participantes de la naturaleza divina, y para que huyáis de la corrupción existente en el mundo por la concupiscencia.

Todo lo que nos ha sido ya dado tiende a la salvación definitiva. Con todo lo que se nos ha dado en el bautismo y constituye el sello de nuestra vida cristiana hemos recibido además las preciosas y magníficas promesas. Lo que Dios ha comenzado, lo llevará a su plenitud. La vida que Cristo nos da contiene ya una promesa de algo mayor y más valioso que nos aguarda.

Consiste esto en participar en la naturaleza divina. ¡Dios quiere hacernos participantes de su gloria divina! La revelación neotestamentaria intenta describir lo indecible que aguarda a los que alcancen la salvación definitiva con toda una serie de expresiones e imágenes. La segunda carta de Pedro usa una expresión familiar a la filosofía griega. Es tal vez menos expresiva, pero refleja lo esencial: participación en la esencia divina y, por tanto, participación en la vida propia de Dios. Es más de lo que podemos pensar; nuestras ansias más profundas por el todo, la plenitud, la felicidad, quedan apaciguadas. ¡Quién puede imaginar lo que esto significa!

Quien no ha escapado a la corrupción existente en el mundo, quien vive en concupiscencia, no alcanzará la promesa. La participación futura en la naturaleza divina se opone a la corrupción, como la vida eterna a la muerte eterna, que es la corrupción. Quien quiera participar en la vida divina, debe evitar la corrupción. ¿Cómo? A la corrupción llega quien sigue sus apetitos. Es el «mundo» quien excita los apetitos. éste es, en el Nuevo Testamento y también aquí, el mundo del mal, del pecado, que se opone a Dios. Así puede decir Juan de este mundo: «Todo lo que hay en el mundo: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino que procede del mundo» (1Jn 2:16). Excita el instinto sexual, la codicia y el orgullo del hombre, que quiere bastarse a sí mismo y ser independiente de Dios. Quien sigue siempre sus apetitos y nunca se prohíbe nada de lo que éstos le proponen, transgredirá la voluntad de Dios, incurrirá en el pecado y marchará hacia la perdición. «La amistad del mundo es enemiga de Dios» (Stg 4:4).

Dios ha puesto los comienzos de nuestra salvación, pero la plenitud no ha llegado aún. La tensión entre lo que ya poseemos y lo que aún no poseemos exige imperiosamente pasar la prueba moral. Es necesaria para adquirir la plenitud de la salvación. Dios quiere que nos esforcemos; sólo si lo hacemos pasa lo ya recibido a ser posesión duradera. Esta tensión nos sirve también de aliento, porque lo que tenemos que realizar nos lo ha dado ya Cristo de antemano con su poder divino. Nuestra «piedad» brota de la vida que él nos da, nuestra «virtud», de la gloria divina que nos comunica. Así, la esperanza bienaventurada, que es la estrella de nuestra vida, nos mantiene despiertos y nos espolea.

2. REALIZACIÓN DE LA VIDA MORAL (1/5-7).

El hombre, con su obrar, debe dar una respuesta a la actividad divina. Siguiendo una forma literaria entonces en boga se expone una «cadena de virtudes». Una virtud tiene su raíz en otra, como un anillo de la cadena pende del anterior. La fe y la caridad forman el marco de esta cadena de virtudes. Además de éstas, se nombran otras seis. Se las puede agrupar de dos en dos: virtud y conocimiento, templanza y constancia, piedad y amor fraterno. El primer par da impulso a nuestro esfuerzo personal, el segundo supera los impedimentos del obrar moral, el tercero pone orden en nuestras relaciones con Dios y con los hombres. Así, entre la fe y la caridad, nuestra vida puede estar ordenada en todos sus aspectos, en «paz» con Dios, con los hombres y consigo misma.

5 Por esto poned todo vuestro esfuerzo en unir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, 6 al conocimiento la templanza, a la templanza la constancia, a la constancia la piedad, 7 a la piedad el amor fraterno, y al amor fraterno la caridad.

«Poned todo vuestro esfuerzo en unir.» La frase bíblica quiere decir «desembolsando» algo vuestro, procuraos, en la fe, la virtud. En la ciudad antigua se reunían los ciudadanos para grandes manifestaciones de tipo militar, artístico y deportivo. Cada uno debía contribuir con lo suyo, y con no poco. También el cristiano tiene que «desembolsar» algo por la salvación. Cristo en su predicación ha manifestado bien claro que la entrada en el reino de los cielos exige un esfuerzo sumo, con todas las fuerzas.

Al principio de la cadena está la fe, al final, la caridad. El comienzo es la fe, la meta, la caridad. Sobre el fundamento de la fe debe brotar la caridad y elevarse, como un árbol se eleva desde las raíces. Nuestra fe produce continuamente nuevas ramas, hojas y botones, para que puedan madurar los frutos de la caridad. Al final está la fe totalmente impregnada y saturada por la caridad. O, usando la metáfora de un puente: la fe y la caridad son los pilares que lo soportan en medio de la corriente. Gracias a ellas todo el edificio de las demás virtudes es auténticamente cristiano. Todo individuo debe partir de esta base y tender a este objetivo. La fe y la caridad son las piedras angulares que soportan todo el edificio de las virtudes. Ni la fe sin caridad ni la caridad sin fe agradan a Dios.

A la fe la virtud. La fe es la raíz de la vida cristiana. De ella brota la virtud. Para nosotros es ésta una palabra pálida, que nos hace pensar en una moral sutil y en una probidad insulsa. En el texto está llena de fuerza: virtuoso es, según el Nuevo Testamento, quien cumple en todo la voluntad de Dios. La fe plena es, pues, entrega a la palabra y a la voluntad de Dios. Quien crea que la fe no consiste más que en el asentimiento del entendimiento a las verdades reveladas, apenas podrá entender esto. Quien, al contrario, entiende la fe en sentido bíblico, viendo en ella el asentimiento a la verdad y la entrega a Dios que se revela, la ha entendido bien.

A la virtud el conocimiento. Ya vimos que el conocimiento no es sólo un aprehender intelectual, sino un sumergirse amoroso. El esfuerzo moral engendra una sensibilidad especial para percibir lo que Dios es y lo que quiere de nosotros. «Que vuestra caridad aumente cada vez más en conocimiento perfecto y en sensibilidad» (Flp 1:9s). Obrando rectamente, aumenta siempre nuestro conocimiento. A la luz de Dios vemos en forma diversa las cosas que nos rodean, nuestro trabajo y los demás hombres. Esta luz nos iluminará para que lleguemos a entender cada vez con mayor claridad nuestra realidad cotidiana.

Al conocimiento la templanza. Quien avanza por el camino del conocimiento aprende a dominarse cada vez más, porque sabe cuáles son los verdaderos bienes, de qué se trata en primer lugar; sabe, sobre todo, en cuántas cosas sin importancia gastamos nuestro tiempo. El que se contiene, sabe dominar sus pasiones y apetitos, es señor de sí mismo. Esta virtud no es debilidad, sino fuerza contenida, porque nuestras tendencias y pasiones salen a flote fácilmente. Se menciona también la templanza junto a la justicia (Hec 24:25), porque es necesaria para poder cumplir la voluntad de Dios. La necesitan todos los que quieren alcanzar la salvación.

A la templanza la constancia. Quien ha aprendido a dominarse es también capaz de resistir; sabe que los grandes bienes sólo se ganan en batallas costosas y duraderas. Experimentamos la constancia como una capacidad de aguantar, que fortalece y anima. Quien puede dominar sus apetitos y tiene poder sobre ellos puede también resistir en las dificultades y trabajos que proceden de fuera. Quien está acostumbrado a satisfacer todos sus apetitos no tendrá fuerza para resistir en los momentos duros. Estas dos virtudes, templanza y constancia, ocupan el centro de la cadena, entre la fe y la caridad. Para que la fe llegue a la plenitud del amor, para avanzar desde los comienzos de la salvación hasta la plenitud de ésta, se requiere dominio de sí mismo y constancia, porque nuestra vida está siempre amenazada por todas partes 6. «Os es necesaria la constancia, para que, habiendo cumplido la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido» (Heb 10:36). «Así pues, también nosotros… corramos con constancia la carrera que se nos propone» (Heb 12:1). A la constancia la piedad. Sólo quien resiste en la batalla contra la concupiscencia indómita y contra los poderes hostiles a Dios puede honrar realmente a Dios. Su culto ya no será una mera confesión oral, un discurso vacío, sino una piedad probada, depurada. Ha asumido en sí toda la vida: las experiencias y las pruebas, la alegría y el dolor; ha crecido como el árbol, bajo la luz del sol y el chaparrón de la tormenta.

A la piedad el amor fraterno. El respeto auténtico a Dios se manifestará siempre en amor activo, ésta es su medida y su meta. Se refiere, en primer lugar, al brotar del amor en el seno de la comunidad, al preocuparse unos por otros, al ayudarse personalmente, al cuidado por los hermanos y hermanas que están en apuros. «La religión pura y sin mancha ante Dios… es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación» (Stg 1:27). «Si alguno dice: «yo amo a Dios» y odia a su hermano, es mentiroso» (1Jn 4:20). Ver y amar a Dios en los hombres es prueba de respeto a Dios, porque Dios ha creado los hombres a imagen suya. Lo que hemos hecho o dejado de hacer al más pequeño de nuestros hermanos se lo hemos hecho o negado a Jesús 7.

Al amor fraterno la caridad. Si amamos a los hermanos con el espíritu de Cristo, este amor brota de aquel amor supraterreno (ágape) que Dios comunica y que es la última realización del amor que Dios tiene. El amor fraterno cristiano no es un mero sentimiento humanitario, como el que se expresa en las palabras de Schiller: «recibid, gentes, este beso de todo el mundo», sino expresión del amor que se da por entero, del existir para otro. Es imagen de aquél de quien Juan dice: «Dios es amor» (1Jn 4:16). La ágape es el coronamiento del edificio de las virtudes, el último anillo de la cadena. Quien tiene caridad cumple la ley y los profetas 8. Todo está subordinado a ella y ella lo reúne todo: es el «vínculo de la perfección» (Col 3:14). ¡Esforcémonos por esta caridad en todos nuestros pensamientos y obras!

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5. Cf. Rom 5:3; Stg 1:2s; Sab 6:17-19.

6. Cf. Luc 8:15; Luc 21:19.

7. Cf. Mat 25:35-46.

8. Cf. Rom 13:9; Gal 5:14.

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3. VIRTUD Y PLENITUD (1/8-11).

Sólo el cultivo de las virtudes conduce al conocimiento de Cristo (Gal 1:8-9) Y prepara la entrada en el reino de Cristo (Gal 1:10-11). A esta meta está destinado el cristiano y con vistas a ella debe vivir.

a) Conocimiento de Cristo (Gal 1:8-9).

8 Estas virtudes, si se encuentran y abundan entre vosotros, no os dejarán sin obra ni sin fruto en el conocimiento de nuestro señor Jesucristo. 9 Quien de ellas carece es ciego y miope que echa en olvido la purificación de sus antiguos pecados.

La meta de la vida cristiana es el conocimiento de nuestro señor Jesucristo, el conocimiento perfecto de Cristo y la comunión duradera con él. «Y la vida eterna consiste en conocerte a ti, único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Jua_1 7:3). Esta meta sólo se alcanza si la vida no queda sin obra y sin fruto. El conocimiento de Cristo, la participación en su gloria divina, dependen de la vida que llevemos; son fruto de ella. Hemos de desarrollar todas las posibilidades que Dios ha puesto en nosotros. Dios ha sembrado la semilla en nuestros corazones; a nosotros nos toca, como al labrador, contribuir con nuestro esfuerzo para dar fruto. A pesar de todo, sigue siendo cierto que el crecer y el desarrollarse no está en nuestra mano…

El que no se esfuerza por alcanzar la virtud demuestra ser ciego y miope, pues no ve lo que Jesucristo espera de su vida. Le falta luz en los ojos; no tiene la vista sana y no cae en la cuenta de cuál es la verdadera meta de la vida. Ha olvidado que en el bautismo fue purificado de los pecados que había cometido en su vida pagana. El recuerdo de aquella purificación debía hacerle ver que se espera de él una vida sin pecado. La vida cristiana es vida entre el bautismo y la plenitud de la salvación. Construimos sobre una base que Dios ha puesto. Dios completará el edificio, pero no sin nosotros. En los sacramentos Dios produce lo que los sacramentos significan; el baño purificador del bautismo produce la purificación de los pecados. Pero el que ha recibido el sacramento debe acordarse de esta purificación; no puede ser ciego ni miope frente a lo que ha sucedido. Debemos traer a menudo ante nuestros ojos la idea de lo que somos realmente y de cuál es el fundamento de nuestra vida.

b) Entrada en el reino de Cristo (Jua 1:10-11).

10 Por eso, hermanos, esforzaos todavía en consolidar vuestra vocación y elección; obrando así, jamás tropezaréis.

La vocación y la elección de Dios constituyen el comienzo de la salvación. Ambas son anteriores al bautismo 9. Sin ser llamado y elegido, nadie puede entrar en el reino eterno. Pero hay que consolidar la elección, hacerla vida, definitiva. Lo hacemos con nuestro esfuerzo. Dios ha puesto el fundamento de la salvación sin nosotros, ha dirigido hacia nosotros su amor electivo, pero la salud eterna quiere dárnosla sólo con nuestra colaboración. Quien se esfuerza no perderá la salvación. Pero también para los llamados y elegidos a la gracia hay posibilidad de perdición eterna. Para entrar en el reino de Dios hay que cumplir las condiciones de admisión. Jesús las expone en las ocho bienaventuranzas 10; la segunda carta de Pedro cita ocho virtudes como condiciones para ser admitido en el reino de Cristo. La bienaventuranza eterna a que estamos llamados no se nos dará, a los adultos, si no cumplimos realmente la voluntad de Dios.

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9. Cf. Rom 8:29s.

10. Mat 5:3-10.

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11 Y se os concederá amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo».

Si ponemos empeño, Dios nos permitirá entrar en el reino eterno. Pide obras 11. También la salvación definitiva es don de Dios, pero sólo la concede si hacemos obras que le sean agradables. La da ampliamente 12. Lo que da supera con mucho aquello que el hombre puede hacer; sus dones rebosan riqueza.

Dios concede la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Jesús predica el reino y el poder de Dios; la segunda carta de Pedro, el reino y el poder de Cristo, Señor y Salvador. Dios ha dado su poder al Hijo y por medio de él quiere darnos su reino divino, si reconocemos a Cristo como Señor y ponemos nuestra esperanza en su acción salvadora. Conocimiento pleno de Cristo y reino de Cristo designan la misma salvación gloriosa que Dios quiere darnos por medio de su Hijo. La primera expresión atiende más a la bienaventuranza del individuo, la segunda, a la salvación de la comunidad. Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, es la plenitud de lo que esperamos. En él quiere Dios darnos toda su riqueza…

Al final de esta perícopa ya sabemos por qué la fe es preciosa (Mat 1:1). Todo lo que nos trae es grande: participación en la naturaleza divina, vocación y elección, rico fruto, el conocimiento de Cristo y el reino de Cristo, gloria y poder. Todo lo «referente a la vida» (Mat 1:3). Si no la aceptamos ni vivimos conforme a su ley, se apodera de nosotros la ceguera y vamos a la perdición.

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11. Cf. Mat 7:21; Rom 2:13; 1Jn 3:7; Stg 1:22.25.

12. Cf. Rom 10:12; Rom 11:33; Efe 1:7

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II. FE EN LA PARUSIA DE CRISTO (Efe 1:12-21).

Los mismos falsos maestros que niegan que a los bautizados les sea necesario el esfuerzo moral, no quieren tampoco admitir la doctrina recibida relativa a la parusía de Jesús. Después de exponer brevemente los motivos que le impulsan a escribir (1,12-15), proclama la certeza de la parusía de Cristo; está revelada en las palabras dichas por Dios en el momento de la transfiguración de Cristo (1,16-18) y en las profecías del Antiguo Testamento que deben cumplirse (1,19-21) 13.

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13. La palabra parusia (1.16; 3,4-12) la introduce Pablo en el cristianismo primitivo para designar la venida de Cristo en su gloria mesiánica (1Co 1:8; 1Co 15:23; 1Te 2:19; 1Te 3:13; 1Te 4:15; 1Te 5:23; 2Te 2:1; 2Te 2:8). Puesto que en el medio ambiente que rodeaba al cristianismo primitivo se usaba esta palabra para designar la visita de los dioses y en la época imperial romana se usaba para designar la visita del rey dios, dignidad con que se honraba al emperador, fue fácil aplicar esta palabra a la venida del Kyrios Jesús (Rey y Dios). Todo el Nuevo Testamento esta impregnado de la conciencia de que Cristo vendrá. Igualmente existe en el Nuevo Testamento la convicción de que Cristo ha venido ya en Jesús de Nazaret y de que con su venida ha empezado ya el fin de los tiempos. La escatología neotestamentaria es unánime en afirmar que los acontecimientos escatológicos esperados han sido ya puestos en marcha y caminan hacia nosotros por la obra de Cristo. El Nuevo Testamento no habla de «retorno» de Cristo. Esta palabra pertenece a un periodo posterior (siglo II), aunque ya en las cartas pastorales (2Ti 1:10) y en la carta a los Hebreos (2Ti 9:28 : «por segunda vez se manifestará [Cristo], sin pecado, a los que le esperan para salvarlos») se encuentra un fundamento.

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I . CELO POR LAS ALMAS (1/12-15).

Tras la segunda carta de Pedro está un hombre hondamente preocupado por la salvación de los hombres. Como pastor, se siente responsable de la salvación de los fieles (2Ti 1:12), tanto más cuanto que sabe que su muerte está próxima (2Ti 1:13s); la carta que escribe quiere ser un testamento (2Ti 1:15).

a) Quiero traeros a la memoria (2Ti 1:12).

12 Por eso quiero traeros siempre a la memoria estas cosas, aunque ya las sabéis y estáis afianzados en la verdad que al presente poseéis.

Su actividad pastoral quiere traer a la memoria, hacer actual la verdad. Así actúa también la preocupación pastoral de los profetas: «Acordaos y reflexionad; volved a vosotros, renegados; acordaos de los siglos antiguos, porque yo soy Dios y no hay otro Dios ni nadie que a mí sea semejante» (Isa 46:8s) 14.

En el libro del Deuteronomio se alude con harta frecuencia a este continuo traer a la memoria y recordar. La exhortación a ser fieles a la ley se funda en el recuerdo de las acciones salvadoras obradas por Dios en favor de su pueblo: «recuerda que también tú fuiste esclavo en Egipto y que el Señor, tu Dios, te sacó de allí con mano poderosa y brazo levantado. Por eso el Señor, tu Dios, te ha ordenado guardar el día de sábado» (Deu 5:15)15.

La predicación neotestamentaria es un recuerdo de las palabras y obras de Jesús. El Espíritu Santo trae a la memoria todo lo que Jesús ha dicho (Jua 14:26). Conserva, confirma y explica la palabra y la obra de Cristo: la mantiene viva en el mundo y convence de su verdad 16. Recuerdo es también el culto de la Iglesia. La eucaristía constituye el centro, y es memorial y recuerdo. La antigua fiesta pascual, cuya plenitud es la eucaristía, tenía carácter conmemorativo: «Hizo un memorial de sus portentos» (Sal 111:4). Cuando comemos el pan eucarístico y bebemos el cáliz realizamos activamente el memorial de la muerte del Señor (1Co 11:26).

El pastor de almas está convencido de que los fieles suben lo que les dice, pero sabe también que hay que repetirles continuamente la verdad. La verdad es el evangelio y éste es virtud de Dios 17. ¡En él está presente el poder de Dios! Por eso, recordar no significa sólo traer a la memoria lo que sucedió en la historia. La fuerza que está encadenada dentro de las palabras debe desencadenarse y dirigirse a la Iglesia actual.

Si el pastor de almas o el confesor nos recuerda qué es lo que importa, lo hace preocupado por nuestra salvación. Olvidamos fácilmente y es necesario despertarnos y sacudirnos, aunque el que nos exhorte nos parezca cargante. También los padres deben recordárselo a los hijos, cada cristiano a sus hermanos dormidos.

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14. Cf. Miq 6:5; Isa 43:36; Isa 44:2; Isa 46:8s; Ecl 7:16.28; Ecl 14:12; Ecl 18:24s y passim.

15. Cf. Deu 7:18; Deu 8:2.18; Deu 9:7; Deu 15:15; Deu 16:3.12; Deu 24:18.20.22; Deu 32:7.

16. Cf. Jua 16:5 ss. La predicación apostólica es un traer a la memoria. Timoteo recibe el encargo de recordar a las comunidades los principios fundamentales, tal como Pablo los enseña (1Co 4:17). El recuerdo de las palabras de Jesús guía las decisiones de la Iglesia (Hec 11:16). La base de los escritos eclesiásticos, con su preocupación pastoral, la constituye el recuerdo de las palabras y de los hechos de Cristo (2Pe 3:1; Luc 1:1-3). Cuando se trata de los falsos maestros y los herejes es cuando conviene, sobre todo, acudir a este recuerdo, pues es necesario comparar su doctrina con la doctrina recibida (Jud 5:17; 2Ti 2:14; Tit 3:1.

17. Cf. Rom 1:16.

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b) Una obligación urgente (1/13-14).

13 Considera justo, mientras vivo en esta tienda, teneros alerta con el recuerdo, 14 sabiendo que está cercano el desmoronamiento de mi tienda, según me lo ha dado a conocer nuestro Señor Jesucristo.

Dios ha encargado al pastor de almas tener alerta a los fieles con el recuerdo. Velar es la actitud que Jesús ha puesto en relación con el anuncio de los acontecimientos escatológicos 18. El recuerdo de los acontecimientos últimos, sobre todo de la parusía de Cristo, debe ayudarnos a estar continuamente en vela. Sólo teniendo en cuenta esos acontecimientos podemos juzgar con exactitud todo lo que nos sucede en la vida. Queda ya poco tiempo disponible para llevar a cabo la tarea. La vida humana se parece a la vida de los nómadas, que no se establecen en ningún lugar. Apenas han instalado su tienda cuando deben deshacerla. La muerte es el desmoronamiento de la tienda; la vida es estar en la tienda terrena del cuerpo. «El alma vive en una tienda mortal» 19. Debemos obrar mientras estamos en la vida. Jesús dice: «Mientras es de día, tenemos que trabajar en las obras de aquel que me ha enviado; llegará la noche, cuando nadie puede trabajar» (Jua 9:4). Los «últimos acontecimientos» del individuo, vistos cristianamente, no deben acobardar, sino empujar a la acción. A base de esperar la venida de Cristo nuestra vista se ha dirigido excesivamente al destino del individuo, a la muerte, al juicio personal, a la bienaventuranza o condenación eternas. Cuando hablamos de los últimos acontecimientos pensamos sobre todo en esto. Pero a todo hombre se le guarda para los acontecimientos finales, que afectan a toda la humanidad y al mundo.

Pedro conoce el momento de su muerte. Jesucristo le ha dicho que en su ancianidad sufrirá el martirio ( Jua 21:18s). Probablemente la segunda carta de Pedro conoce una tradición según la cual Pedro tuvo una revelación sobre el momento exacto de su muerte 20. Vemos aquí claramente que la conciencia de la proximidad de la muerte no debe acobardar, debe mover todas las fuerzas para hacer lo que es justo delante de Dios.

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18. Cf. Mat 24:42s; Mat 25:1-12; Mar 13:34s; Luc 12:35-38.

19. Carta a Diogneto 6,8.

20. Las Actas apócrifas de Pedro (35) hablan de esto.

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c) También después de la muerte (1,15).

15 Y me esforzaré en que, en todo tiempo, después de mi partida, recordéis estas cosas.

El comienzo de la salvación, la elección y la vocación no son dones en los que podamos descansar. Exigen esfuerzo hasta llegar a la meta 21. Al apóstol no le basta haber predicado una vez el mensaje de la salvación. Incluso cuando a la predicación ha seguido la fe, la conversión y el bautismo, queda en él el anhelo constante de mantener vivo el recuerdo de los hechos salvadores. La imagen del pastor de almas que se esfuerza es conmovedora: su esfuerzo perdura por encima de la muerte. EL celo de tal pastor de almas, ¿no debe ser un estímulo para aquél por quien se esfuerza?

¿Cómo quiere Pedro mantener vivo el recuerdo? ¿Qué quiere dejar detrás de sí para que aún después de su muerte el recuerdo permanezca vivo en los fieles? Piensa ante todo en la carta que leemos, en la que nos deja un testamento de su celo por la salvación de todos 22. Lo que aparece como última voluntad lleva un carácter de urgencia, de importancia, de responsabilidad. ¿Quién quiere ser un charlatán en su última hora? Mediante un documento escrito la voz del apóstol será audible incluso después de su muerte. La palabra es fugaz; lo escrito es duradero y conserva algo. El apóstol quiere que su palabra sea escuchada siempre.

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21. ESFUERZO: «Esforzaos» es una expresión que gusta al autor de nuestra carta (1,10.15; 3,14).

22. La carta está en la línea de los testamentos de los padres; cf. por ejemplo, los testamentos de los doce patriarcas.

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2. TRANSFIGURACIÓN Y PARUSIA DE CRISTO (1/16-18).

Los fieles conocen la doctrina de la parusía de Cristo, pero no debe parecerles mal que se les recuerde de nuevo esta verdad. La preocupación urge. La parusía de Cristo en gloria no es una verdad inventada por el ingenio humano, sino fundada en la revelación de la gloria de Cristo en la transfiguración (1,16). La palabra de Dios definió allí a Jesús como Mesías y portador de salvación. Si lo es, vendrá con poder y con gloria y erigirá el reino eterno (1,17s).

a) El fundamento que garantiza (1,16).

16 No os dimos a conocer el poder y la parusía de nuestro Señor Jesucristo siguiendo ingeniosas fábulas, sino porque fuimos testigos de la majestad suya.

Os hemos dado a conocer el poder y la parusía de nuestro Señor. La parusía de nuestro Señor con poder es un elemento esencial de la predicación cristiana. Cristo vendrá. Su venida se llevará a cabo con gran poder y gloria (Mar 13:27). Según la imagen de la predicación escatológica, estará rodeado de ángeles y aparecerá sobre las nubes del cielo (Mar 13:26). Será vencedor de todos los poderes que se le oponen (2Te 2:8). Su aparición llena de poder conmoverá el mundo (Mar 13:25s). Esta predicación de los apóstoles no se funda en fábulas ingeniosas (mitos). Los que niegan la parusía de Cristo califican la predicación de la parusía de «sofisma», invención conscientemente fraudulenta. La llaman, despectivamente, narración mítica, fábula. En esto se distinguen de los que niegan modernamente la parusía, aunque también ellos llaman «mito» a tal doctrina. Los falsos maestros de la segunda carta de Pedro acusan a los predicadores de la parusía de fraude consciente; los que la niegan modernamente consideran esta doctrina como un producto del anhelo humano, al que no corresponde nada en la realidad.

Los apóstoles no son inventores de fábulas. Hablan como testigos oculares del poder y de la gloria de Cristo. Es cierto que ninguno de los apóstoles pudo ver la parusía de Cristo, pero, por un momento, Dios les mostró lo que sucedería en el futuro: la aparición de Cristo con poder y gloria. Los apóstoles -Pedro se incluye con los demás- fueron testigos oculares de la gloria de Cristo en la transfiguración. Según los evangelios, tres apóstoles fueron elegidos como testigos: Pedro, Juan y Santiago (Mat 17:1-8). Todo el peso radica en que estos tres fueron testigos oculares; no han, pues, inventado nada; han informado de lo que han visto. Las afirmación es sobre Cristo se fundan en su vida histórica.

b) La explicación divina (Mat 1:17-18).

17 él recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando de la sublime gloria se le dirigió aquella voz que decía «éste es mi Hijo amado, en el cual me he complacido.»

La gloria de Dios circunda a Jesús. El signo visible de ella es la luz. «Sus vestidos se han vuelto extraordinariamente resplandecientes por su blancura, como nadie en el mundo podría blanquearlos así» (Mar 9:3). «Su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mat 17:2). El honor que Jesús recibe es un honor divino.

La voz que habló sobre Jesús provenía de la gloria sublime, que es Dios. La voz de Dios sobre el transfigurado revela el fundamento de su gloria y de su poder. Es el Hijo de Dios, el amado, el unigénito en quien Dios se complace. A Dios se le llama Padre. Así se explican y fundamentan los títulos que Jesús tiene: Dios y Salvador (Mat 1:1), Dios y Señor (Mat 1:2). Sólo ahora entendemos esto exactamente: ¡La gloria de Dios es también la gloria de Jesús! En ella está incluido el poder con que esperamos que Cristo venga en su parusía. Dios le ha revestido de poder. Sólo gracias a las palabras del Padre pudieron entender los discípulos en el monte el misterioso acontecimiento. Fue la llave que les abrió su sentido. Son muchas las cosas, del sentido de la historia y del de nuestra propia vida, que sólo entendemos gracias a la palabra de Dios. La palabra reveladora pone de manifiesto qué es lo que se quiere decir y de qué se trata.

18 Y nosotros oímos esta voz dirigida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

Los apóstoles son también testigos auriculares. Oyeron la voz de Dios. El monte en que esto aconteció es un monte santo, pues fue testigo de la manifestación gloriosa de Dios en Cristo. Ver y oír son las dos formas en que los discípulos conocen experimentalmente a su Señor. «Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen» (Mat 13:16). Creemos este doble testimonio con certeza también doble. Es cierto que nosotros ya no vemos ni oímos inmediatamente, pero en lo que Dios nos permite ver y oír experimentamos mediatamente su presencia y su poder. En la palabra del evangelio que la Iglesia nos predica, oímos su palabra poderosa. En los actos del culto, en la comunidad de la Iglesia, en el rostro de cada hermano vemos algo de su gloria. Hay que aguzar los sentidos…

La transfiguración es la primicia de la parusía gloriosa del Señor, una anticipación de la parusía. Su historicidad garantiza la realidad de la parusía gloriosa de Jesús. Habiéndose producido la primera glorificación de Cristo se producirá también la segunda. El amor que Dios tiene a su Hijo le dará la glorificación final, hacia la que nosotros, fieles servidores, tendemos nuestra vista.

3. PROFECÍAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y PARUSIA (1/19-21).

Dos tipos de pruebas se aducen en pro de la parusía de Cristo: la transfiguración como acontecimiento salvador prefigurativo y la palabra profética (1,19). Dios habla por los acontecimientos de la historia y con su palabra. Es mucho más seguro que posea la palabra profética quien, como los apóstoles, fue testigo ocular de la transfiguración de Jesús, que los falsos maestros. La tradición de los testigos oculares apostólicos tiene más motivos de autenticidad que la opinión de un falso maestro que no fue testigo ocular. Sólo a la luz de la redención llevada a cabo por Cristo se puede interpretar rectamente la Escritura del Antiguo Testamento. La palabra profética necesita una interpretación competente para que no conduzca al error (1,20s).

a) El testimonio de la palabra profética (1,19).

19 Y tenemos algo más firme, la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en vuestros corazones.

La palabra profética, conservada en la Sagrada Escritura, habla a menudo del «día del Señor», en el que el Señor viene para celebrar el juicio. Todos los profetas han anunciado el día de la restauración definitiva de todas las cosas (Hec 3:20s). No permiten dudar de la parusía gloriosa del Señor. Toda la revelación de la Biblia se proyecta, en último termino, hacia la revelación total de la gloria de Dios al fin de los tiempos. La Sagrada Escritura semeja una lámpara que brilla en lugar oscuro. Este lugar es el mundo en que vivimos. Para que nos orientemos, para que no salgamos del camino querido por Dios, no tropecemos ni caigamos, la palabra de Dios de la Biblia nos da luz. Necesitamos esa luz de la palabra profética para que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en los corazones. El alborear del día (Rom 13:12) y el despuntar del lucero de la mañana es la parusía de Cristo. Cuando llegue el Señor, la gloria de Cristo penetrará hasta lo más íntimo de nuestro ser; su gloria luminosa nos iluminará y transfigurará 23. Entonces será el fin de las tinieblas; no habrá ya error ni caída. Cuando la luz que está encendida en la Sagrada Escritura brille con todo su esplendor, ya no será necesaria la Sagrada Escritura, pero, ¿hasta entonces…?

b) La recta interpretación de la palabra profética (Rom 1:20-21).

20 Ante todo habéis de saber que nadie puede interpretar por sí mismo ninguna profecía de la Escritura.

También los falsos maestros invocan la palabra profética de la Sagrada Escritura (Rom 3:16). Quien quiera entender rectamente la Escritura debe pensar ante todo que las profecías de un escrito no pueden interpretarse siguiendo el propio arbitrio. Un escrito que contiene una profecía es siempre enigmático. También la Sagrada Escritura, con sus profecías, encierra enigmas que piden una solución. Lo advertimos claramente cuando leemos el Antiguo Testamento e intentamos entenderlo solos. ¡Qué difícil es a menudo! Con cuánto agradecimiento utilizamos pequeñas ayudas, explicaciones, que nos muestren el camino. Y cuán a menudo no hemos entendido nada o hemos caído en error. Poder desentrañar la Escritura es un don especial de Dios.

……………

23. Cf. Rev 21:23; Rev 22:5; 1Co 13:22.

……………

21 Pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo hablaron los hombres de parte de Dios.

BI/INTERPRETACION:¿Quién da la solución y la recta interpretación del sentido de la Escritura? El principio fundamental de la búsqueda del sentido de la Escritura suena así: las profecías de la Escritura no pueden interpretarse según el propio arbitrio. Así interpretan los falsos maestros la Escritura (1Co 3:16) y corrompen su sentido. La profecía no es producto de la voluntad humana, sino obra del Espíritu Santo. Los hombres que profetizaron obraban impulsados y dirigidos por él. él les inspiró lo que habían de decir y escribir. «La Escritura está inspirada por Dios» 24.

Los verdaderos profetas hablaron impulsados por Dios. Los falsos profetas «anuncian las visiones de su corazón, no lo que ha dicho el Señor» (Jer 23:16). Aquellos profetas no hablaron por invención propia, sino movidos por Dios. Son santos porque Dios los ha tomado a su servicio y habla por medio de ellos. Veamos la repercusión que esto tiene en la exégesis y, por tanto, en la misma Sagrada Escritura: puesto que la Sagrada Escritura no es invención ni producto del espíritu humano, su interpretación e inteligencia no hay que esperarla sólo del hombre, sino de Dios y de los hombres que Dios ha tomado a su servicio y ha capacitado para ello. La interpretación de la Escritura debe correr pareja con el origen de ésta.

¿Quiénes son estos hombres que pueden interpretar rectamente la Escritura? No hay duda de que no puede hacerlo todo aquél que lee la Escritura, sino sólo aquéllos a quienes Dios ha capacitado e iluminado mediante su Santo Espíritu. El Espíritu Santo puede descender sobre muchos que no tienen «cargo» en la Iglesia e inspirarles la interpretación recta. Así ha sucedido a menudo en la historia de la Iglesia. Pero sólo podemos estar seguros de tal interpretación si esos hombres «iluminados» están de acuerdo con toda la doctrina tradicional y se someten, en obediencia, a la autoridad de la Iglesia. Nuestra carta piensa especialmente en los ministros que Dios ha constituido y a quienes, junto con la gracia propia de su cargo, se les ha concedido el don de interpretar rectamente. Así, la Escritura sirve al «hombre de Dios» en la labor pastoral de la Iglesia (2Ti 3:17). El hombre de Dios es responsable de la Iglesia. Dios guía a los responsables de la Iglesia para que entiendan el sentido exacto de la Sagrada Escritura. Así llegamos a la certeza de lo que buscábamos, en medio de la maraña de opiniones e interpretaciones.

……………

24. 2Ti 3:13 ss; cf. Mar 12:36; Hec 3:21 : Za 7,12.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

INTRODUCCIÓN

1. Esta es la segunda y última epístola de Pedro.

2. La iglesia primitiva se mostró algo renuente a aceptar esta carta como canónica. Fueron dos las razones básicas para ello:

a. Supuestas diferencias de estilo entre 1 y 2 Pedro.

b. La diferencia de vocabulario entre las dos epístolas.

3. Sin embargo, un estudio cuidadoso de esta carta muestra que en verdad nos viene de la mano de Simón Pedro.

a. Declara haber sido escrita por Pedro (2Pe 1:1).

b. El escritor estuvo presente en la transfiguración de Cristo (2Pe 1:16-18; véase también Mat 17:1-13).

c. El Salvador le habló en relación con su muerte (2Pe 1:13-15; véase también Jua 21:18-19).

d. Había escrito anteriormente a sus lectores (2Pe 3:1; véase también 1Pe 1:1).

4. Esta carta contiene la única referencia que conecta una carta apostólica con otra. Es decir, Pedro habla de los escritos de Pablo (2Pe 3:15-16).

5. Es muy similar al libro de Judas. De los veinticinco versículos de Judas, no menos de diecinueve aparecen repetidos de alguna manera en 2 Pedro.

6. El tema de 1 Pedro es el sufrimiento, mientras que el de 2 Pedro es el completo conocimiento. Aparece dieciséis veces con vocabulario parecido.

7. Segunda de Pedro puede ser comparada favorablemente con 2 Timoteo.

a. Ambas cartas fueron las últimas escritas por sus autores.

b. Ambas contienen un pasaje clave relacionado con el asunto de la inspiración (2Pe 1:20-21; 2Ti 3:16).

c. Ambas advierten acerca de los falsos maestros (2Ti 3:1-17 y 2Pe 2:1-22).

d. Ambos hombres supieron que iban a morir como mártires por Cristo (2Ti 4:6; cp. 2Pe 1:13-15).

8. La declaración que resume la epístola la encontramos en 2Pe 3:18 :

«Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.»

I. La multiplicación del poder de Dios (2Pe 1:1-4).

«Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2Pe 1:2-3)

Notemos especialmente la tremenda frase en 2Pe 1:3 : «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder.» Henrietta Mears nos ofrece la siguiente ilustración relacionada con esta gloriosa declaración:

«Pensemos en un criminal condenado a la horca. Supongamos que un mensajero se aproxima y dice: “El gobernador ha tomado en sus manos su caso, y le traigo una billetera con mil dólares” El criminal dirá: “¿Para qué me sirven? Me ahorcan mañana.” “Bueno, tengo otro mensaje. Ha considerado su caso y le manda los títulos de una propiedad avaluada en un millón de dólares.” El condenado mueve la cabeza desesperadamente y dice: “¿Qué puedo hacer con eso? Me ahorcan mañana.” Pero el mensajero prosigue: “¡Un momento! Tengo otra oferta para hacerle. Le he traído la ropa en que fue proclamado el gobernador, para que se la ponga, como un favor especial.” El condenado rompe a llorar, mientras dice: “¿Se está burlando de mí? ¿Cómo quedaría yo subiendo los escalones del patíbulo y vistiendo la ropa del gobernador mismo?” Entonces el mensajero dice: “Espere, tengo un mensaje más todavía. El gobernador le ha mandado el perdón. ¿Qué me dice de eso?” El pobre hombre lo mira y le dice que no lo cree. Pero el mensajero le entrega el indulto, firmado por el gobernador, con el sello oficial. Entonces el hombre salta de gozo, mientras las lágrimas de gratitud le corren por las mejillas. Luego el mensajero dice: “No he terminado todavía. Le he traído el indulto, la billetera con el dinero, el título de propiedad, y la ropa oficial que son suyas por añadidura? Estas son esas “todas las cosas” que Dios nos ha dado en Cristo, su Hijo. Con ellas, nada puede vencer al joven cristiano.

El modo en que puedo escapar a los horrendos pecados de este mundo todos los días y todo el día, es participando de su naturaleza y haciendo que él viva a través de mí. Hagamos nuestras las preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina.» (Lo que nos dice la Biblia, Editorial Vida, pp. 576577.)

¿Qué son exactamente estas «preciosas y grandísimas promesas»? Consisten completamente de los gloriosos hechos doctrinales presentes en la Palabra de Dios. Pedro habla de todo esto «multiplicadas, en el conocimiento de Dios». Este conocimiento es conocimiento de la Palabra de Dios. El conocimiento ligero produce cristianos superficiales.

II. Las adiciones por los hijos de Dios (2Pe 1:5-9).

«Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe…» (2Pe 1:5).

Pedro menciona ahora siete cualidades que el creyente debe ampliar y desarrollar, y son:

A. Virtud: esta cualidad ha sido descrita como «excelencia con energía». También incluye la alabanza al Señor por el hijo de Dios (1Pe 2:9).

B. Conocimiento: una referencia al discernimiento moral. Este discernimiento, por supuesto, viene por el estudio de la Biblia.

C. Dominio propio: temperancia, autocontrol (Pro 16:32; Pro 25:28).

D. Paciencia: perseverar con gracia.

E. Piedad: la devoción y adoración correctas a Dios.

F. Afecto fraternal: amabilidad, bondad.

G. Amor: amor por los santos, los pecadores, las Escrituras y el Salvador. Al alentar a sus lectores a que se provean de estos elementos cristianos, Pedro está cumpliendo literalmente la profecía de Jesús acerca de él que tenemos en Luc 22:31-32 :

«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto [Jesús se está refiriendo a la madurez espiritual que vendría en Pentecostés], confirma a tus hermanos.»

Veamos los resultados de todo esto:

«Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2Pe 1:8).

Este capítulo ha sido llamado el «capítulo de las matemáticas»:

1. Multiplicación: «Gracia y paz os sean multiplicadas» (2Pe 1:2).

2. Suma: «Añadid a vuestra fe» (2Pe 1:5).

3. Substracción: «La purificación de sus antiguos pecados» (2Pe 1:9).

III. El examen del llamamiento de Dios (2Pe 1:10-12).

«Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás» (2Pe 1:10).

Pedro nos está diciendo aquí que debemos poseer la seguridad necesaria en relación con nuestra salvación de Dios y nuestro servicio a Dios. Ningún hijo de Dios es efectivo si tiene dudas acerca de alguna de estas cosas.

IV. La revelación al apóstol de Dios (2Pe 1:13-15).

«Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoría de estas cosas.»

Pedro supo acerca de su muerte cercana (Jua 21:18), como también Moisés (Deu 4:22; Deu 31:14), y Pablo (2Ti 4:6). Habla de su muerte como «mi partida» (2Pe 1:15). La palabra empleada aquí es realmente «mi éxodo» (salida), y se emplea también para describir la muerte de Jesús (Luc 9:31).

V. La transfiguración del Hijo de Dios (2Pe 1:16-18).

«Habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad» (2Pe 1:16).

Pedro está recordando aquel momento glorioso cuando contempló, junto con Juan y Santiago, la transfiguración del Señor Jesucristo.

VI. La inspiración de la Palabra de Dios (2Pe 1:19-21).

«Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.»

Estos tres versículos contienen sin duda algunas de las más profundas declaraciones concernientes a la importancia, interpretación y comunicación de la Palabra de Dios.

A. La importancia de la Palabra de Dios (2Pe 1:19). Pedro dice «tenemos también la palabra profética más segura». Conviene notar que acababa de describir la extraordinaria transfiguración, pero ahora declara que la Palabra escrita (las Escrituras), son una confirmación más segura para el creyente que incluso el testimonio de Pedro de lo sucedido en el monte. Esto, por supuesto, no contradice a la experiencia humana, pero sí nos dice que la experiencia humana debe ser confirmada por la Palabra de Dios. Notemos la bella descripción que Pedro hace de Cristo aquí: «Hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.» Para la Iglesia Él es lucero de la mañana (Apo 22:16), pero para Israel es el Sol de justicia (Mal 4:2).

B. La interpretación de la Palabra de Dios (2Pe 1:20). Este versículo nos está diciendo que ni un solo versículo de la Biblia debería ser interpretado aisladamente, aparte de los 31.172 versículos restantes. Por ejemplo:

1. El bautismo por otro no se enseña en 1Co 15:29 (sea cual fuere lo que enseña), porque ningún otro versículo de la Biblia confirma tal cosa.

2. El bautismo de regeneración no puede ser inferido de Hch 2:38, porque otros muchos versículos claramente lo contradicen. Es todavía cierto que un texto sacado de su contexto es un pretexto.

C. La comunicación de la Palabra de Dios (2Pe 1:21). Pedro nos está diciendo que los autores de la Biblia fueron movidos por el Espíritu de Dios como —podemos así decirlo— un barco de vela es llevado por el viento. Ellos no entraron en éxtasis ni en trance, sino que fueron plenamente conscientes de lo que estaba sucediendo (véanse también 2Ti 3:16; Luc 1:70; Hch 3:18). Podemos añadir una palabra más. El mismo Espíritu Santo, que dio originalmente la Palabra, desea ahora enseñarla a, y a través de, los hombres de Dios. Véanse 1Co 2:9-16; Jua 14:26; Jua 16:13-14.)

VIl. La desviación de los enemigos de Dios (2Pe 2:1-22; 2Pe 3:1-4).

A. La identidad de estos enemigos.

1. En los primeros días:

a. Ángeles impíos (2Pe 2:4). Todos aquellos ángeles que se unieron a Lucifer durante su gran rebelión (Isa 14:12-15; Eze 28:11-19; Apo 12:3-4) un día serán juzgados, junto con Satanás, por Dios. Sin embargo, muchos creen que en este pasaje Pedro tiene en mente a un grupo especial de ángeles caídos que añadieron a su iniquidad original el pecado descrito en Gén 6:1-5. En consecuencia, estos espíritus malos ya han sido entregados «a prisiones de oscuridad [literalmente abismos], pare ser reservados [confinados] al juicio» (véase también Jud 1:6).

b. Aquellos moradores de la tierra del tiempo de Noé (2Pe 2:5). «Y si no perdonó al mundo antiguo… trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos.» La palabra griega que se usa para «diluvio» aquí es kataklusmos que significa «anegar con agua». De ella proviene nuestra palabra cataclismo.

c. La gente del tiempo de Lot (2Pe 2:6-9). «Y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra» (2Pe 2:6). El término griego que se emplea aquí para «destrucción» es katastrepho, que habla de una situación de desastre total. De ella proviene nuestra palabra catástrofe. (Véanse Gén 1:9; Jud 1:7)

En estos versículos (2Pe 2:6-9) tenemos información adicional sobre Lot que no aparece en el relato de Gén 19:1-38.

(1) Hechos acerca de su salvación. Se refieren a él como justo. Esto habría sido difícil de deducir a veces del relato del Antiguo Testamento. «Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos…» (2Ti 2:19).

(2) Hechos acerca de su alma. Se nos dice que «afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos» (2Pe 2:8). Notemos también las palabras: «Y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados» (2Pe 2:7). Encontramos en estos versículos las palabras «afligía» y «abrumado». En 2Pe 2:7 el término griego es kataphoneo, que «significa oprimirse, agotarse con dura labor». La segunda palabra es basanizo, que significa «torturar, atormentar». Lot, al avenirse a aquellas situaciones, sometió su alma justa a dura labor y cruel tormento.

(3) Hechos acerca de su Salvador. «Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos» (2Pe 2:9; véanse Gén 19:15; Gén 19:17; Gén 19:22; Sal 34:15; Sal 34:17; Sal 34:19; 1Co 10:13).

Nuestro Señor usó durante su ministerio terrenal los relatos históricos de Noé y de Lot para ilustrar aquellas condiciones que van a prevalecer en el tiempo antes del juicio final.

«Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en el que el Hijo del Hombre se manifieste» (Luc 17:26-30).

Podemos decir de pasada que Lot es un tipo de la Iglesia, que será llevada antes del juicio, mientras que Noé es una prefiguración de Israel, que será preservado durante el juicio.

d. Los falsos profetas. «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo… Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam… el cual amó el premio de la maldad» (2Pe 2:1, 2Pe 2:15). Véase Núm 22:1-41; Núm 23:1-30; Núm 24:1-25 para recordar el trasfondo de Balaam. Él fue el típico ejemplo del profeta alquilado, ansioso de vender su don por dinero. De él se habla también en Jud 1:11 y Apo 2:14.

2. En los últimos días:

a. Falsos maestros. «Como habrá entre vosotros falsos maestros» (2Pe 2:1).

b. Burladores. «Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias» (2Pe 3:3).

B. La iniquidad de estos enemigos. ¿Cómo pueden ser reconocidas estas personas? ¿Cuáles son sus características y cuál es su mensaje? El apóstol indica veintiséis marcas para reconocerlos.

1. Traen herejías destructoras. Estas herejías son introducidas junto con la verdad. Un poco de veneno en una botella de leche es mucho más peligroso que una botella de veneno bien etiquetado, porque frecuentemente sucede que la leche envenenada no se reconoce hasta que es demasiado tarde (2Pe 2:1).

2. Niegan al Señor que los rescató. Esta pequeña frase refuta completamente la doctrina de la expiación limitada (2Pe 2:1).

3. Hablan mal del camino de la verdad (2Pe 2:2). De esta manera se hacen con muchos discípulos. «Y muchos seguirán sus disoluciones.» Falsos creyentes se irán detrás de falsos maestros. El pasaje de 1Co 11:19 explica por qué Dios permite las sectas de hoy día.

4. Se aprovecharán de los elegidos de Dios. «Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas» (2Pe 2:3). La frase «palabras fingidas» es plastos en el griego, y de ella nos viene la palabra «plástico». Pedro está diciendo que sus obras pueden estirarse o encogerse para amoldarse a todo sistema teológico. Sin embargo, los herejes serán castigados, pues «su perdición no se duerme» (véase también Deu 32:35).

5. Siguen «la carne, andan en concupiscencia e inmundicia» (2Pe 2:10).

6. Desprecian y aborrecen a las autoridades (2Pe 2:10).

7. Son presuntuosos y tercos, y no muestran respeto por los hombres ni por los ángeles (2Pe 2:10).

8. Poseen la naturaleza de los animales irracionales (2Pe 2:12).

9. Condenan sin entender aquello que rechazan (2Pe 2:12).

10. Están dedicados a la pervertida filosofía hedonista (2Pe 2:13). «Tienen por delicia el gozar de deleites cada día.» Son de los que no trabajan para vivir. (Véanse también Hch 17:21; Tit 1:12; Flp 3:19; 1Ts 5:7.)

11. Son una vergüenza y escándalo en su propia sociedad (2Pe 2:13).

12. Pretenden tener raíces en el cristianismo histórico. «Quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.» Se piensa que esto se refiere a aquella fiesta de amor que se tenía en los templos antes de celebrar la Cena del Señor (1Co 11:17-34).

13. Su corazón está lleno de adulterio (2Pe 2:14). No pueden ver a una mujer sin desnudarla mentalmente.

14. Seducen a los débiles e inestables (2Pe 2:14).

15. Están completamente materializados (2Pe 2:14).

16. Son hijos de maldición (2Pe 2:14).

17. Se han olvidado por completo del camino recto (2Pe 2:15).

18. Son como fuentes sin agua (2Pe 2:17).

19. Son como nubes vacías «empujadas por la tormenta; para las cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre» (2Pe 2:17). El doctor K. Wuest escribe: «La palabra tormenta es lailaps en griego y habla de una tempestad, un viento violento.

No es una simple ráfaga, sino un viento continuo y violento, procedente de una tormenta de nubes negras… que lo trastornan todo.» (In These Last Days, p. 59.)

20. Hablan «palabras infladas y vanas» (2Pe 2:18).

21. Juegan con la naturaleza sensual del hombre (2Pe 2:18). «Seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error.» Es decir, arrastran a la destrucción a aquellos que bien podían haber escapado.

22. Son como ciegos que dirigen a ciegos (2Pe 2:19) «Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción.» En dos ocasiones por lo menos se refirió nuestro Señor a estas características mientras estuvo en la tierra.

«Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo» (Mat 15:14). «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mat 23:15).

23. «Su postrer estado viene a ser peor que el primero» (2Pe 2:20). Uno de los relatos más espantosos que nos contó nuestro Señor acerca de la actividad demoníaca ilustra vívidamente esta característica de los enemigos de la fe. Dijo: «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo haya. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo a otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.

Así también acontecerá a esta mala generación» (Mat 12:43-45).

Aquí tenemos un caso de reforma pero sin regeneración. Pedro termina diciendo: «Porque mejor les hubiera sido [a los falsos maestros] no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado» (2Pe 2:21).

Debemos observar de nuevo que Cristo ya había hablado anteriormente acerca de este asunto.

«Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo con forme a su voluntad, recibirá muchos azotes.

Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá» (Luc 12:47-48).

24. Son como perros y cerdos sucios (2Pe 2:22). «El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.» ¿Está Pedro enseñando aquí que un cristiano puede perder su salvación?

No, no lo está haciendo; para comprobarlo ver su declaración sobre la eterna seguridad en 1Pe 1:3-5. En ningún lugar de la Biblia llama Dios a un creyente perro y puerco. Se está hablando de los falsos maestros.

25. Ridiculizan la Segunda Venida y rechazan todo pensamiento de juicio. «¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen, así como desde el principio de la creación» (2Pe 3:4).

26. Cierran completa y eternamente sus mentes a aquellas verdades reveladas en el mundo de Dios y en su Palabra. «Estos ignoran voluntariamente…» (2Pe 3:5). Un agnóstico no es, por tanto, una persona que dice: «No puedo creer», sino más bien la persona que dice: «No quiero creer.» Son gente sin excusa. (Véase Rom 1:18-20.)

VIII. La condenación del anterior mundo de Dios (2Pe 3:5-6). «En el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua.» La frase «proviene del agua y por el agua subsiste» puede referirse a la declaración de Gén 1:7 : «E hizo Dios la expansión [el espacio], y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión.» Algunos estudiosos de la Biblia han abogado por una teoría que enseña que antes del gran diluvio mucha del agua que ahora hay en los océanos estaba en suspensión en la alta atmósfera en forma de vapor de agua invisible. De ahí se infiere que tan temprano como el segundo día de la creación Dios había hecho ya los preparativos para el juicio mediante agua que empleó en el tiempo de Noé. Estos océanos atmosféricos descendieron entonces en forma de lluvia tal como se indica en Gén 7:11. La palabra «anegado» es en griego kaiakluzo, de donde procede nuestra palabra «cataclismo».

IX. La aniquilación del presente mundo de Dios (2Pe 3:7-12). Probablemente pocos hombres están tan calificados como el doctor Henry Morris para escribir acerca de estos versículos. Morris es el director del Institute for Creation Research [Instituo para la Investigación de la Creación]. Escribe lo siguiente al respecto: «Pregunta: “¿Será el mundo destruido a la larga mediante un holocausto nuclear?” Respuesta: La generación de los años cuarenta todavía recuerda los increíbles titulares de agosto de 1945, describiendo la horrible destrucción de Hiroshima, cuando se supo por primera vez de la bomba atómica y la humanidad entró en la era nuclear. Muchos cristianos, estudiosos de la Biblia, recuerdan cómo pensaron inmediatamente en la gran profecía de 2Pe 3:10 : “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.”

Sí, la tierra será algún día destruida mediante un cataclismo, que puede consistir en una desintegración atómica real. El término griego que traducimos por “elementos” en el pasaje arriba citado se refiere realmente a las subdivisiones básicas de la materia, correspondiendo muy de cerca al concepto científico moderno de los elementos químicos. La palabra que traducimos por “ardiendo” significa “deshacerse”. La expresión “pasarán” no significa “destruidos”, sino más bien “desaparecer de la vista”. Los “cielos” no quieren decir las estrellas, sino el “firmamento” o la “atmósfera”.

Finalmente, “grande estruendo y “deshechos” son expresiones asociadas intrínsecamente con explosiones atómicas.

La profecía de Pedro puede estar muy bien describiendo un cataclismo final, cuando la tierra misma, con su atmósfera, experimentará una vasta reacción nuclear en cadena y perecerá en un tremendo holocausto nuclear. Aunque es concebible que las actividades del hombre puedan llevar a esa final conflagración, lo más probable es que sea Dios mismo quien lo cause.

La existencia de tan extraordinaria profecía en la Biblia es una evidencia de su inspiración. El descubrimiento científico de que la materia puede convertirse en energía es uno de los grandes triunfos de la ciencia del siglo xx, y con todo, esta anticipación clara de una desintegración atómica, ha estado en la Biblia por 1.900 años.» Existen de hecho otras muchas referencias en la Biblia indicando la equivalencia fundamental de materia y energía, e incluso el hecho aún más notable de que la integridad estructural de la «materia» es sostenida por algo que no es material, la misteriosa energía que mantiene unido al átomo. Pedro, por ejemplo, nos dice que los cielos y la tierra son ahora «reservados» por la misma Palabra omnipotente (2Pe 3:7) que los creó. De igual manera, en Heb 1:3 las Escrituras nos dicen que el Creador, el Señor Jesucristo, está ahora sustentando «todas las cosas con la palabra de su poder». Notemos que las «cosas» son mantenidas juntas mediante «poder» o energía. En este mismo sentido, Pablo nos dice que «todas las cosas en él subsisten» (literalmente, «se unen») (Col 1:17).

Finalmente, la Biblia nos dice que los «mundos» (es decir, el «cosmos de espacio y tiempo») fueron formados por la Palabra de Dios, «de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Heb 11:3).

Estos son unos pocos de los muchos ejemplos de las percepciones científicas de la Biblia; no explicadas, por supuesto, en la jerga técnica de los modernos libros de texto, sino expresando claramente las verdades básicas que están detrás de la jerga. Además, no solamente se afirma en las citadas referencias el hecho básico de la naturaleza esencial no mecánica de la materia, sino también la identidad real y la fuente de las fuerzas nucleares y de las energías unificantes que mantienen unido el núcleo atómico.

Esa fuente de poder es nada menos que Cristo mismo. Él es el Creador y Sustentador omnipotente del universo. «No es de extrañarse que Pablo diga: «… ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hch 17:27-28). Los mismos átomos de nuestro organismo son preservados de una desintegración instantánea por el Señor Jesucristo. Las mismas células cerebrales que los hombres emplean para idear sus vanas especulaciones acerca de su origen y destino, negando al Verbo que los creó, son mantenidas unidas por Aquel a quien ellos continuamente blasfeman con su incredulidad. Si él retirara por un instante su bondadoso poder sustentador, el mundo entero caería en el más completo caos.

Y, de hecho, ¡eso es exactamente lo que ocurrirá un día! De delante de la ira y de la gracia y de la misericordia ultrajadas “huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos (Apo 20:11). En el fuego de la disolución atómica serán purgados para siempre los largos efectos de la maldición que han llenado la tierra con cicatrices de convulsiones físicas, desórdenes, decadencia y muerte. Y aquello que trajo la maldición, la rebelión y el pecado en las personas del diablo y sus ángeles, y de todos aquellos hombres que han rechazado o menospreciado la Palabra de Dios y su gran salvación en Cristo Jesús, serán apartados para siempre de la presencia de Dios y de los redimidos (Apo 20:10-15; 2Ts 1:9). Pero entonces, la tierra con su cielo serán hechos de nuevo. Porque “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2Pe 3:13). “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apo 21:5). El prístino poder creativo del Verbo será ejercido una vez más y vendrán “los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hch 3:21). Dios responderá a las oraciones de los fieles a lo largo de todas las edades, cuando oran: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat 6:10).

¡Cuán necio es que alguien se atreva hoy a cuestionar la Palabra de Dios y a desdeñar su don de gracia de perdón y salvación! “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mat 24:35). “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn 2:17).» (The Bible Has the Answer, pp. 344346.)

X. La nueva creación (2Pe 3:13-18).

Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz

INTRODUCCIÓN

1. Esta es la segunda y última epístola de Pedro.

2. La iglesia primitiva se mostró algo renuente a aceptar esta carta como canónica. Fueron dos las razones básicas para ello:

a. Supuestas diferencias de estilo entre 1 y 2 Pedro.

b. La diferencia de vocabulario entre las dos epístolas.

3. Sin embargo, un estudio cuidadoso de esta carta muestra que en verdad nos viene de la mano de Simón Pedro.

a. Declara haber sido escrita por Pedro (2Pe 1:1).

b. El escritor estuvo presente en la transfiguración de Cristo (2Pe 1:16-18; véase también Mat 17:1-13).

c. El Salvador le habló en relación con su muerte (2Pe 1:13-15; véase también Jua 21:18-19).

d. Había escrito anteriormente a sus lectores (2Pe 3:1; véase también 1Pe 1:1).

4. Esta carta contiene la única referencia que conecta una carta apostólica con otra. Es decir, Pedro habla de los escritos de Pablo (2Pe 3:15-16).

5. Es muy similar al libro de Judas. De los veinticinco versículos de Judas, no menos de diecinueve aparecen repetidos de alguna manera en 2 Pedro.

6. El tema de 1 Pedro es el sufrimiento, mientras que el de 2 Pedro es el completo conocimiento. Aparece dieciséis veces con vocabulario parecido.

7. Segunda de Pedro puede ser comparada favorablemente con 2 Timoteo.

a. Ambas cartas fueron las últimas escritas por sus autores.

b. Ambas contienen un pasaje clave relacionado con el asunto de la inspiración (2Pe 1:20-21; 2Ti 3:16).

c. Ambas advierten acerca de los falsos maestros (2Ti 3:1-17 y 2Pe 2:1-22).

d. Ambos hombres supieron que iban a morir como mártires por Cristo (2Ti 4:6; cp. 2Pe 1:13-15).

8. La declaración que resume la epístola la encontramos en 2Pe 3:18 :

«Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.»

I. La multiplicación del poder de Dios (2Pe 1:1-4).

«Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2Pe 1:2-3)

Notemos especialmente la tremenda frase en 2Pe 1:3 : «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder.» Henrietta Mears nos ofrece la siguiente ilustración relacionada con esta gloriosa declaración:

«Pensemos en un criminal condenado a la horca. Supongamos que un mensajero se aproxima y dice: “El gobernador ha tomado en sus manos su caso, y le traigo una billetera con mil dólares” El criminal dirá: “¿Para qué me sirven? Me ahorcan mañana.” “Bueno, tengo otro mensaje. Ha considerado su caso y le manda los títulos de una propiedad avaluada en un millón de dólares.” El condenado mueve la cabeza desesperadamente y dice: “¿Qué puedo hacer con eso? Me ahorcan mañana.” Pero el mensajero prosigue: “¡Un momento! Tengo otra oferta para hacerle. Le he traído la ropa en que fue proclamado el gobernador, para que se la ponga, como un favor especial.” El condenado rompe a llorar, mientras dice: “¿Se está burlando de mí? ¿Cómo quedaría yo subiendo los escalones del patíbulo y vistiendo la ropa del gobernador mismo?” Entonces el mensajero dice: “Espere, tengo un mensaje más todavía. El gobernador le ha mandado el perdón. ¿Qué me dice de eso?” El pobre hombre lo mira y le dice que no lo cree. Pero el mensajero le entrega el indulto, firmado por el gobernador, con el sello oficial. Entonces el hombre salta de gozo, mientras las lágrimas de gratitud le corren por las mejillas. Luego el mensajero dice: “No he terminado todavía. Le he traído el indulto, la billetera con el dinero, el título de propiedad, y la ropa oficial que son suyas por añadidura? Estas son esas “todas las cosas” que Dios nos ha dado en Cristo, su Hijo. Con ellas, nada puede vencer al joven cristiano.

El modo en que puedo escapar a los horrendos pecados de este mundo todos los días y todo el día, es participando de su naturaleza y haciendo que él viva a través de mí. Hagamos nuestras las preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina.» (Lo que nos dice la Biblia, Editorial Vida, pp. 576577.)

¿Qué son exactamente estas «preciosas y grandísimas promesas»? Consisten completamente de los gloriosos hechos doctrinales presentes en la Palabra de Dios. Pedro habla de todo esto «multiplicadas, en el conocimiento de Dios». Este conocimiento es conocimiento de la Palabra de Dios. El conocimiento ligero produce cristianos superficiales.

II. Las adiciones por los hijos de Dios (2Pe 1:5-9).

«Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe…» (2Pe 1:5).

Pedro menciona ahora siete cualidades que el creyente debe ampliar y desarrollar, y son:

A. Virtud: esta cualidad ha sido descrita como «excelencia con energía». También incluye la alabanza al Señor por el hijo de Dios (1Pe 2:9).

B. Conocimiento: una referencia al discernimiento moral. Este discernimiento, por supuesto, viene por el estudio de la Biblia.

C. Dominio propio: temperancia, autocontrol (Pro 16:32; Pro 25:28).

D. Paciencia: perseverar con gracia.

E. Piedad: la devoción y adoración correctas a Dios.

F. Afecto fraternal: amabilidad, bondad.

G. Amor: amor por los santos, los pecadores, las Escrituras y el Salvador. Al alentar a sus lectores a que se provean de estos elementos cristianos, Pedro está cumpliendo literalmente la profecía de Jesús acerca de él que tenemos en Luc 22:31-32 :

«Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto [Jesús se está refiriendo a la madurez espiritual que vendría en Pentecostés], confirma a tus hermanos.»

Veamos los resultados de todo esto:

«Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2Pe 1:8).

Este capítulo ha sido llamado el «capítulo de las matemáticas»:

1. Multiplicación: «Gracia y paz os sean multiplicadas» (2Pe 1:2).

2. Suma: «Añadid a vuestra fe» (2Pe 1:5).

3. Substracción: «La purificación de sus antiguos pecados» (2Pe 1:9).

III. El examen del llamamiento de Dios (2Pe 1:10-12).

«Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás» (2Pe 1:10).

Pedro nos está diciendo aquí que debemos poseer la seguridad necesaria en relación con nuestra salvación de Dios y nuestro servicio a Dios. Ningún hijo de Dios es efectivo si tiene dudas acerca de alguna de estas cosas.

IV. La revelación al apóstol de Dios (2Pe 1:13-15).

«Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoría de estas cosas.»

Pedro supo acerca de su muerte cercana (Jua 21:18), como también Moisés (Deu 4:22; Deu 31:14), y Pablo (2Ti 4:6). Habla de su muerte como «mi partida» (2Pe 1:15). La palabra empleada aquí es realmente «mi éxodo» (salida), y se emplea también para describir la muerte de Jesús (Luc 9:31).

V. La transfiguración del Hijo de Dios (2Pe 1:16-18).

«Habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad» (2Pe 1:16).

Pedro está recordando aquel momento glorioso cuando contempló, junto con Juan y Santiago, la transfiguración del Señor Jesucristo.

VI. La inspiración de la Palabra de Dios (2Pe 1:19-21).

«Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.»

Estos tres versículos contienen sin duda algunas de las más profundas declaraciones concernientes a la importancia, interpretación y comunicación de la Palabra de Dios.

A. La importancia de la Palabra de Dios (2Pe 1:19). Pedro dice «tenemos también la palabra profética más segura». Conviene notar que acababa de describir la extraordinaria transfiguración, pero ahora declara que la Palabra escrita (las Escrituras), son una confirmación más segura para el creyente que incluso el testimonio de Pedro de lo sucedido en el monte. Esto, por supuesto, no contradice a la experiencia humana, pero sí nos dice que la experiencia humana debe ser confirmada por la Palabra de Dios. Notemos la bella descripción que Pedro hace de Cristo aquí: «Hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.» Para la Iglesia Él es lucero de la mañana (Apo 22:16), pero para Israel es el Sol de justicia (Mal 4:2).

B. La interpretación de la Palabra de Dios (2Pe 1:20). Este versículo nos está diciendo que ni un solo versículo de la Biblia debería ser interpretado aisladamente, aparte de los 31.172 versículos restantes. Por ejemplo:

1. El bautismo por otro no se enseña en 1Co 15:29 (sea cual fuere lo que enseña), porque ningún otro versículo de la Biblia confirma tal cosa.

2. El bautismo de regeneración no puede ser inferido de Hch 2:38, porque otros muchos versículos claramente lo contradicen. Es todavía cierto que un texto sacado de su contexto es un pretexto.

C. La comunicación de la Palabra de Dios (2Pe 1:21). Pedro nos está diciendo que los autores de la Biblia fueron movidos por el Espíritu de Dios como —podemos así decirlo— un barco de vela es llevado por el viento. Ellos no entraron en éxtasis ni en trance, sino que fueron plenamente conscientes de lo que estaba sucediendo (véanse también 2Ti 3:16; Luc 1:70; Hch 3:18). Podemos añadir una palabra más. El mismo Espíritu Santo, que dio originalmente la Palabra, desea ahora enseñarla a, y a través de, los hombres de Dios. Véanse 1Co 2:9-16; Jua 14:26; Jua 16:13-14.)

VIl. La desviación de los enemigos de Dios (2Pe 2:1-22; 2Pe 3:1-4).

A. La identidad de estos enemigos.

1. En los primeros días:

a. Ángeles impíos (2Pe 2:4). Todos aquellos ángeles que se unieron a Lucifer durante su gran rebelión (Isa 14:12-15; Eze 28:11-19; Apo 12:3-4) un día serán juzgados, junto con Satanás, por Dios. Sin embargo, muchos creen que en este pasaje Pedro tiene en mente a un grupo especial de ángeles caídos que añadieron a su iniquidad original el pecado descrito en Gén 6:1-5. En consecuencia, estos espíritus malos ya han sido entregados «a prisiones de oscuridad [literalmente abismos], pare ser reservados [confinados] al juicio» (véase también Jud 1:6).

b. Aquellos moradores de la tierra del tiempo de Noé (2Pe 2:5). «Y si no perdonó al mundo antiguo… trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos.» La palabra griega que se usa para «diluvio» aquí es kataklusmos que significa «anegar con agua». De ella proviene nuestra palabra cataclismo.

c. La gente del tiempo de Lot (2Pe 2:6-9). «Y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra» (2Pe 2:6). El término griego que se emplea aquí para «destrucción» es katastrepho, que habla de una situación de desastre total. De ella proviene nuestra palabra catástrofe. (Véanse Gén 1:9; Jud 1:7)

En estos versículos (2Pe 2:6-9) tenemos información adicional sobre Lot que no aparece en el relato de Gén 19:1-38.

(1) Hechos acerca de su salvación. Se refieren a él como justo. Esto habría sido difícil de deducir a veces del relato del Antiguo Testamento. «Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos…» (2Ti 2:19).

(2) Hechos acerca de su alma. Se nos dice que «afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos» (2Pe 2:8). Notemos también las palabras: «Y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados» (2Pe 2:7). Encontramos en estos versículos las palabras «afligía» y «abrumado». En 2Pe 2:7 el término griego es kataphoneo, que «significa oprimirse, agotarse con dura labor». La segunda palabra es basanizo, que significa «torturar, atormentar». Lot, al avenirse a aquellas situaciones, sometió su alma justa a dura labor y cruel tormento.

(3) Hechos acerca de su Salvador. «Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos» (2Pe 2:9; véanse Gén 19:15; Gén 19:17; Gén 19:22; Sal 34:15; Sal 34:17; Sal 34:19; 1Co 10:13).

Nuestro Señor usó durante su ministerio terrenal los relatos históricos de Noé y de Lot para ilustrar aquellas condiciones que van a prevalecer en el tiempo antes del juicio final.

«Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en el que el Hijo del Hombre se manifieste» (Luc 17:26-30).

Podemos decir de pasada que Lot es un tipo de la Iglesia, que será llevada antes del juicio, mientras que Noé es una prefiguración de Israel, que será preservado durante el juicio.

d. Los falsos profetas. «Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo… Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam… el cual amó el premio de la maldad» (2Pe 2:1, 2Pe 2:15). Véase Núm 22:1-41; Núm 23:1-30; Núm 24:1-25 para recordar el trasfondo de Balaam. Él fue el típico ejemplo del profeta alquilado, ansioso de vender su don por dinero. De él se habla también en Jud 1:11 y Apo 2:14.

2. En los últimos días:

a. Falsos maestros. «Como habrá entre vosotros falsos maestros» (2Pe 2:1).

b. Burladores. «Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias» (2Pe 3:3).

B. La iniquidad de estos enemigos. ¿Cómo pueden ser reconocidas estas personas? ¿Cuáles son sus características y cuál es su mensaje? El apóstol indica veintiséis marcas para reconocerlos.

1. Traen herejías destructoras. Estas herejías son introducidas junto con la verdad. Un poco de veneno en una botella de leche es mucho más peligroso que una botella de veneno bien etiquetado, porque frecuentemente sucede que la leche envenenada no se reconoce hasta que es demasiado tarde (2Pe 2:1).

2. Niegan al Señor que los rescató. Esta pequeña frase refuta completamente la doctrina de la expiación limitada (2Pe 2:1).

3. Hablan mal del camino de la verdad (2Pe 2:2). De esta manera se hacen con muchos discípulos. «Y muchos seguirán sus disoluciones.» Falsos creyentes se irán detrás de falsos maestros. El pasaje de 1Co 11:19 explica por qué Dios permite las sectas de hoy día.

4. Se aprovecharán de los elegidos de Dios. «Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas» (2Pe 2:3). La frase «palabras fingidas» es plastos en el griego, y de ella nos viene la palabra «plástico». Pedro está diciendo que sus obras pueden estirarse o encogerse para amoldarse a todo sistema teológico. Sin embargo, los herejes serán castigados, pues «su perdición no se duerme» (véase también Deu 32:35).

5. Siguen «la carne, andan en concupiscencia e inmundicia» (2Pe 2:10).

6. Desprecian y aborrecen a las autoridades (2Pe 2:10).

7. Son presuntuosos y tercos, y no muestran respeto por los hombres ni por los ángeles (2Pe 2:10).

8. Poseen la naturaleza de los animales irracionales (2Pe 2:12).

9. Condenan sin entender aquello que rechazan (2Pe 2:12).

10. Están dedicados a la pervertida filosofía hedonista (2Pe 2:13). «Tienen por delicia el gozar de deleites cada día.» Son de los que no trabajan para vivir. (Véanse también Hch 17:21; Tit 1:12; Flp 3:19; 1Ts 5:7.)

11. Son una vergüenza y escándalo en su propia sociedad (2Pe 2:13).

12. Pretenden tener raíces en el cristianismo histórico. «Quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.» Se piensa que esto se refiere a aquella fiesta de amor que se tenía en los templos antes de celebrar la Cena del Señor (1Co 11:17-34).

13. Su corazón está lleno de adulterio (2Pe 2:14). No pueden ver a una mujer sin desnudarla mentalmente.

14. Seducen a los débiles e inestables (2Pe 2:14).

15. Están completamente materializados (2Pe 2:14).

16. Son hijos de maldición (2Pe 2:14).

17. Se han olvidado por completo del camino recto (2Pe 2:15).

18. Son como fuentes sin agua (2Pe 2:17).

19. Son como nubes vacías «empujadas por la tormenta; para las cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre» (2Pe 2:17). El doctor K. Wuest escribe: «La palabra tormenta es lailaps en griego y habla de una tempestad, un viento violento.

No es una simple ráfaga, sino un viento continuo y violento, procedente de una tormenta de nubes negras… que lo trastornan todo.» (In These Last Days, p. 59.)

20. Hablan «palabras infladas y vanas» (2Pe 2:18).

21. Juegan con la naturaleza sensual del hombre (2Pe 2:18). «Seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error.» Es decir, arrastran a la destrucción a aquellos que bien podían haber escapado.

22. Son como ciegos que dirigen a ciegos (2Pe 2:19) «Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción.» En dos ocasiones por lo menos se refirió nuestro Señor a estas características mientras estuvo en la tierra.

«Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo» (Mat 15:14). «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros» (Mat 23:15).

23. «Su postrer estado viene a ser peor que el primero» (2Pe 2:20). Uno de los relatos más espantosos que nos contó nuestro Señor acerca de la actividad demoníaca ilustra vívidamente esta característica de los enemigos de la fe. Dijo: «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo haya. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo a otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.

Así también acontecerá a esta mala generación» (Mat 12:43-45).

Aquí tenemos un caso de reforma pero sin regeneración. Pedro termina diciendo: «Porque mejor les hubiera sido [a los falsos maestros] no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado» (2Pe 2:21).

Debemos observar de nuevo que Cristo ya había hablado anteriormente acerca de este asunto.

«Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo con forme a su voluntad, recibirá muchos azotes.

Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá» (Luc 12:47-48).

24. Son como perros y cerdos sucios (2Pe 2:22). «El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.» ¿Está Pedro enseñando aquí que un cristiano puede perder su salvación?

No, no lo está haciendo; para comprobarlo ver su declaración sobre la eterna seguridad en 1Pe 1:3-5. En ningún lugar de la Biblia llama Dios a un creyente perro y puerco. Se está hablando de los falsos maestros.

25. Ridiculizan la Segunda Venida y rechazan todo pensamiento de juicio. «¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen, así como desde el principio de la creación» (2Pe 3:4).

26. Cierran completa y eternamente sus mentes a aquellas verdades reveladas en el mundo de Dios y en su Palabra. «Estos ignoran voluntariamente…» (2Pe 3:5). Un agnóstico no es, por tanto, una persona que dice: «No puedo creer», sino más bien la persona que dice: «No quiero creer.» Son gente sin excusa. (Véase Rom 1:18-20.)

VIII. La condenación del anterior mundo de Dios (2Pe 3:5-6). «En el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua.» La frase «proviene del agua y por el agua subsiste» puede referirse a la declaración de Gén 1:7 : «E hizo Dios la expansión [el espacio], y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión.» Algunos estudiosos de la Biblia han abogado por una teoría que enseña que antes del gran diluvio mucha del agua que ahora hay en los océanos estaba en suspensión en la alta atmósfera en forma de vapor de agua invisible. De ahí se infiere que tan temprano como el segundo día de la creación Dios había hecho ya los preparativos para el juicio mediante agua que empleó en el tiempo de Noé. Estos océanos atmosféricos descendieron entonces en forma de lluvia tal como se indica en Gén 7:11. La palabra «anegado» es en griego kaiakluzo, de donde procede nuestra palabra «cataclismo».

IX. La aniquilación del presente mundo de Dios (2Pe 3:7-12). Probablemente pocos hombres están tan calificados como el doctor Henry Morris para escribir acerca de estos versículos. Morris es el director del Institute for Creation Research [Instituo para la Investigación de la Creación]. Escribe lo siguiente al respecto: «Pregunta: “¿Será el mundo destruido a la larga mediante un holocausto nuclear?” Respuesta: La generación de los años cuarenta todavía recuerda los increíbles titulares de agosto de 1945, describiendo la horrible destrucción de Hiroshima, cuando se supo por primera vez de la bomba atómica y la humanidad entró en la era nuclear. Muchos cristianos, estudiosos de la Biblia, recuerdan cómo pensaron inmediatamente en la gran profecía de 2Pe 3:10 : “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.”

Sí, la tierra será algún día destruida mediante un cataclismo, que puede consistir en una desintegración atómica real. El término griego que traducimos por “elementos” en el pasaje arriba citado se refiere realmente a las subdivisiones básicas de la materia, correspondiendo muy de cerca al concepto científico moderno de los elementos químicos. La palabra que traducimos por “ardiendo” significa “deshacerse”. La expresión “pasarán” no significa “destruidos”, sino más bien “desaparecer de la vista”. Los “cielos” no quieren decir las estrellas, sino el “firmamento” o la “atmósfera”.

Finalmente, “grande estruendo y “deshechos” son expresiones asociadas intrínsecamente con explosiones atómicas.

La profecía de Pedro puede estar muy bien describiendo un cataclismo final, cuando la tierra misma, con su atmósfera, experimentará una vasta reacción nuclear en cadena y perecerá en un tremendo holocausto nuclear. Aunque es concebible que las actividades del hombre puedan llevar a esa final conflagración, lo más probable es que sea Dios mismo quien lo cause.

La existencia de tan extraordinaria profecía en la Biblia es una evidencia de su inspiración. El descubrimiento científico de que la materia puede convertirse en energía es uno de los grandes triunfos de la ciencia del siglo xx, y con todo, esta anticipación clara de una desintegración atómica, ha estado en la Biblia por 1.900 años.» Existen de hecho otras muchas referencias en la Biblia indicando la equivalencia fundamental de materia y energía, e incluso el hecho aún más notable de que la integridad estructural de la «materia» es sostenida por algo que no es material, la misteriosa energía que mantiene unido al átomo. Pedro, por ejemplo, nos dice que los cielos y la tierra son ahora «reservados» por la misma Palabra omnipotente (2Pe 3:7) que los creó. De igual manera, en Heb 1:3 las Escrituras nos dicen que el Creador, el Señor Jesucristo, está ahora sustentando «todas las cosas con la palabra de su poder». Notemos que las «cosas» son mantenidas juntas mediante «poder» o energía. En este mismo sentido, Pablo nos dice que «todas las cosas en él subsisten» (literalmente, «se unen») (Col 1:17).

Finalmente, la Biblia nos dice que los «mundos» (es decir, el «cosmos de espacio y tiempo») fueron formados por la Palabra de Dios, «de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Heb 11:3).

Estos son unos pocos de los muchos ejemplos de las percepciones científicas de la Biblia; no explicadas, por supuesto, en la jerga técnica de los modernos libros de texto, sino expresando claramente las verdades básicas que están detrás de la jerga. Además, no solamente se afirma en las citadas referencias el hecho básico de la naturaleza esencial no mecánica de la materia, sino también la identidad real y la fuente de las fuerzas nucleares y de las energías unificantes que mantienen unido el núcleo atómico.

Esa fuente de poder es nada menos que Cristo mismo. Él es el Creador y Sustentador omnipotente del universo. «No es de extrañarse que Pablo diga: «… ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hch 17:27-28). Los mismos átomos de nuestro organismo son preservados de una desintegración instantánea por el Señor Jesucristo. Las mismas células cerebrales que los hombres emplean para idear sus vanas especulaciones acerca de su origen y destino, negando al Verbo que los creó, son mantenidas unidas por Aquel a quien ellos continuamente blasfeman con su incredulidad. Si él retirara por un instante su bondadoso poder sustentador, el mundo entero caería en el más completo caos.

Y, de hecho, ¡eso es exactamente lo que ocurrirá un día! De delante de la ira y de la gracia y de la misericordia ultrajadas “huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos (Apo 20:11). En el fuego de la disolución atómica serán purgados para siempre los largos efectos de la maldición que han llenado la tierra con cicatrices de convulsiones físicas, desórdenes, decadencia y muerte. Y aquello que trajo la maldición, la rebelión y el pecado en las personas del diablo y sus ángeles, y de todos aquellos hombres que han rechazado o menospreciado la Palabra de Dios y su gran salvación en Cristo Jesús, serán apartados para siempre de la presencia de Dios y de los redimidos (Apo 20:10-15; 2Ts 1:9). Pero entonces, la tierra con su cielo serán hechos de nuevo. Porque “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2Pe 3:13). “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apo 21:5). El prístino poder creativo del Verbo será ejercido una vez más y vendrán “los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hch 3:21). Dios responderá a las oraciones de los fieles a lo largo de todas las edades, cuando oran: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mat 6:10).

¡Cuán necio es que alguien se atreva hoy a cuestionar la Palabra de Dios y a desdeñar su don de gracia de perdón y salvación! “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mat 24:35). “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn 2:17).» (The Bible Has the Answer, pp. 344346.)

X. La nueva creación (2Pe 3:13-18).

Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz

INTRODUCCIÓN

1. Características generales

Aunque este escrito ha sido considerado tradicionalmente como carta y ha sido atribuido al apóstol Pedro, en realidad habría que asignarlo más bien al género literario “testamento”. Un género bastante cultivado en la literatura extrabíblica (apócrifo/pseudoepigráfico-apocalíptica) de los dos últimos siglos del AT, pero con cierta presencia también en los libros canónicos de la Biblia (Gén 49:1-28; Deu 31:1-30Deu 33:1-29; Jua 13:1-38Jua 17:1-26; Hch 20:17-38; 2 Tm). En este tipo de literatura, un personaje importante al que se describe cercano a la muerte, instruye y conforta a los suyos dándoles las últimas recomendaciones y poniéndolos en guardia contra los peligros que puedan amenazarlos. En nuestro caso, el personaje en cuestión se presenta como Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo (1Pe 1:1), aunque, dadas las características del escrito, difícilmente puede pensarse en el apóstol Pedro como autor directo de ese texto.

En primer lugar, se trata de un escrito cuidadosamente elaborado, con un griego de bastante calidad y con un contenido teológico y un estilo que lo distancia notablemente de 1 Pe. Contiene, además, una serie de datos que lo sitúan como mínimo en el último cuarto del siglo I: los fundadores del cristianismo — nuestros mayores — ya han muerto (2Pe 3:4); de los apóstoles se dice que anunciaron el evangelio en otro tiempo (2Pe 3:2); es ya conocida una colección de cartas de Pablo que han dado lugar a erróneas interpretaciones y que, para más abundamiento, son ya consideradas como Escritura santa en paridad con el resto de los libros del AT (2Pe 3:15-16). Añádase el desencanto de muchos cristianos ante el retraso de la venida gloriosa del Señor — la parusía — (2Pe 3:1-10) que contrasta con la cercanía de la misma claramente afirmada en 1Pe 3:7. Finalmente, es evidente la relación con la carta de Judas en la que se inspira tanto literaria como temáticamente; así se advierte sobre todo en 2Pe 2:1-22, aunque con la peculiaridad de 2 Pe, por una parte elimina ciertos elementos difíciles de entender, y por otra, amplía y reelabora los materiales tomados en préstamo. Tiene también en común con la carta de Judas el haber encontrado bastantes dificultades para entrar en la lista de libros sagrados: aunque la iglesia de Alejandría la aceptó relativamente pronto, la de Siria sólo en el siglo VI acabó por incluirla en el canon.

2. Contenido

La preocupación fundamental de esta “carta testamento” es, sin duda, fortalecer la fe y la esperanza de los cristianos a quienes se dirige (2Pe 1:1-5). Para ello los invita, en primer lugar, a crecer y profundizar en el conocimiento de Jesucristo a través de la palabra profética y del testimonio apostólico (2Pe 1:3; 2Pe 1:8-11; 2Pe 1:16-21; 2Pe 3:18). En segundo lugar, denuncia apasionadamente la presencia de falsos maestros en el seno de la comunidad y pone en guardia contra sus doctrinas destructoras (2Pe 2:1-22). Y en tercer lugar, sale al paso de quienes estaban creando una situación de desconcierto y desencanto al afirmar que la esperanza en la venida gloriosa del Señor no era más que una ilusión irrealizable (2Pe 3:3-13). Frente a los falsos maestros y las falsas doctrinas no cabe otra actitud que una conducta intachable y una permanente vigilancia (2Pe 3:14-18).

3. Posible marco histórico

De lo dicho hasta aquí se desprende que difícilmente puede situarse este escrito en la década de los 60 para poder considerar al apóstol Pedro como su autor. Más bien debemos pensar en comunidades cristianas de finales del siglo I, o incluso de principios del II, cuya ortodoxia y fidelidad al evangelio están siendo seriamente amenazadas por la presencia de unos falsos maestros a los que no es posible identificar con precisión, pero que son descritos con rasgos de una dureza inusitada. Comunidades que se mueven en la órbita de la tradición petrina, que están familiarizadas con la Sagrada Escritura y también con las tradiciones apocalípticas judías; comunidades que se muestran, no obstante, más abiertas a la cultura helenística que las destinatarias de la carta de Judas, y en las que el retraso del retorno glorioso del Señor estaba creando un notable desconcierto. A estas comunidades se dirige un buen conocedor de la vida y la enseñanza del apóstol Pedro, utilizando el conocido recurso de la pseudoepigrafía para dar autoridad y facilitar la acogida y la difusión de su escrito (2Pe 1:1; 2Pe 3:1). Numerosos autores de nuestro tiempo piensan que hay suficientes razones para considerar 2 Pe como el escrito más tardío del NT.

4. Estructura

Cabe descubrir en la carta una cierta disposición concéntrica tendente a poner de relieve la polémica contra los falsos maestros, punto central del escrito. Alternan en la exposición, exhortación y controversia, recuerdos del pasado y referencias al futuro, tonos apasionados con otros más sosegados. Todo ello nos permite avanzar la siguiente disposición del contenido:

– Saludo (2Pe 1:1-2)

– Vida de auténticos creyentes (2Pe 1:3-11)

– Solicitud por los creyentes (2Pe 1:12-15)

– Cristo y la palabra profética (2Pe 1:16-21)

– Los falsos maestros (2Pe 2:1-22)

– El Señor cumplirá la promesa de su venida (2Pe 3:1-13)

– Invitación al esfuerzo y a la vigilancia (2Pe 3:14-16)

– Conclusión (2Pe 3:17-18)

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— Simón: Numerosos mss., entre ellos varios de los más antiguos y mejores, dicen: Simeón, que es una forma arcaica del mismo nombre; (ver también Hch 15:14).

— fuerza salvadora: El texto griego emplea el término dikaiosine, de significado rico y complejo. Ver notas a Rom 1:17 y Stg 1:20.

— nuestro Dios y Salvador: La disposición del texto griego admitiría también traducir: de nuestro Dios y de Jesucristo, el Salvador.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

el Autor Saluda a Sus Lectores

Como en la carta anterior, Pedro comienza presentándose, así como señalando sus títulos, de acuerdo con la forma seguida por los que escribían cartas en ese entonces. Luego indica la identidad de aquellos a quienes escribe y les manda saludos cristianos. Esta vez agrega un recordatorio de dónde se encuentran la gracia y paz verdaderas; sólo en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.

1 Simón (gr. Sumeon) es una transliteración directra del hombre heb. que se usa en Hech. 15:14. El uso conjunto de Simón y Pedro (como p. ej. en Mat. 16:16) nos recuerda del cambio que la gracia había producido en la vida del Apóstol. Se llama a sí mismo siervo y apóstol (1 Ped. usa sólo el segundo título y Jud. el primero) y esto enfatiza su auto ridad como quien, aun siendo meramente un esclavo, ha sido plenamente comisionado por el Maestro para su obra.

Alcanzado es una palabra que significa “obtenido por la suerte” e implica la gracia, a diferencia del mérito, como fuente de este don. La fe a que se alude aquí es la capacidad dada por Dios para responder a su gracia por medio de la consagración y confianza personales (cf. Ef. 2:8, 9). Preciosa como la nuestra recurre a una palabra que se usa sólo aquí en el NT. Los autores contemporáneos la usaban en el sentido de “con igual posición”, refiriéndose a aquellos que han compartido los derechos y privilegios de la ciudadanía. En ese caso refleja Hech. 10:34, 35, y la comprensión de Pedro de que los judíos y los gentiles comparten los propósitos de Dios. Es improbable que la carta fuera escrita sólo a gentiles (ver la Introducción de este artículo y sobre 1 Ped.). Esto podría mostrar una mayor humildad de parte de Pedro, al recordarnos que, aunque él era un apóstol, sigue siendo un pecador que necesita de la justicia de nuestro … Salvador Jesucristo, del mismo modo que los más recientes convertidos a quienes está escribiendo. Sin embargo, la frase por la justicia simplemente puede referirse a la mera bondad de Dios.

Nuestro Dios y Salvador Jesucristo parece ser una referencia sólo a Jesús y así es una importante evidencia de una fe temprana en la deidad de Cristo (cf. 1:11; 2:20; 3:18 y Tito 2:13). Salvador como título para Jesús aparece principalmente en los últimos escritos del NT, pero era un énfasis habitual en la primera predicación de Pedro (ver Hech. 4:12; 5:31). Es interesante que, si bien hay referencias a la salvación en 1 Ped. (1:5, 9, 10; 2:2) y a ser salvados (3:20; 4:18), en esta carta Pedro se concentra en el Salvador.

2 Gracia a vosotros y paz os sea multiplicada repite 1 Ped. 1:2 (ver nota allí); en el conocimiento subraya aquí el medio por el cual la gracia y la paz pueden abundar en la vida del creyente. En la iglesia primitiva había falsos maestros que exaltaban el conocimiento como superior a la fe, por lo cual eran llamados gnósticos (del gr. gnosis, “conocimiento”). En respuesta, los autores ortodoxos subrayaban la importancia de que los cristianos lo graron la epignosis (“pleno conocimiento”, que es la palabra usada aquí) a fin de combatir esa herejía. Ese verdadero conocimiento nunca es mera especulación, como ocurría con los gnósticos. Surge de una relación personal y una experiencia con Dios en nuestro Señor Jesús (ver Juan 17:3; Fil. 3:10).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

1.1 Primera de Pedro se escribió por la época en que el emperador romano Nerón inició su sanguinaria persecución de los cristianos. Segunda de Pedro se escribió dos o tres años más tarde (entre 66-68 d.C.), después que se intensificó la persecución. Primera de Pedro fue una carta de aliento para los cristianos que sufrían, pero Segunda de Pedro enfoca los problemas internos de la iglesia. Sobre todo se refiere a los falsos maestros que causaban dudas y alejamiento del cristianismo. Segunda de Pedro combate sus herejías denunciando los móviles malignos de los falsos maestros y reafirma las verdades cristianas: la autoridad de las Escrituras, la primacía de la fe y la certeza del regreso de Cristo.1.2 Muchos creyentes quieren más de la gracia y la paz de Dios, pero no están dispuestos a esforzarse por conocerlo mejor mediante el estudio bíblico y la oración. Para disfrutar de los privilegios que Dios ofrece generosamente, tenemos «el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo».1.3, 4 El poder para crecer no viene de nuestro interior sino de Dios. Como no tenemos los recursos para ser verdaderamente espirituales, Dios nos permite «ser participantes de su naturaleza divina» a fin de protegernos del pecado y ayudarnos a vivir para El. Cuando nacemos de nuevo, por medio de su Espíritu Dios nos capacita con su propia bondad moral. Véanse Joh 3:6; Joh 14:17-23; 2Co 5:21 y 1Pe 1:22-23.1.5-9 La fe tiene que ser más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en acción, en desarrollo del carácter cristiano y en la práctica de la disciplina moral, o desaparecerá (Jam 2:14-17). Pedro hace una lista de varios actos de fe: aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos actos no se producen automáticamente; requieren arduo trabajo. No son opcionales; deben de ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos con uno para luego empezar con el otro sino que nos ocupamos de todos juntos. Dios nos capacita y autoriza, pero nos da también la responsabilidad de aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni resentirnos por el proceso.1.6 Los falsos maestros decían que no era necesario el dominio propio porque las obras no ayudan a creer (2.19). Es verdad que las obras no pueden salvarnos, pero es absolutamente falso pensar que no son importantes. Somos salvos de modo que podemos crecer a la semejanza de Cristo y eso nos ayuda a servir a los demás. Dios quiere producir en nosotros su carácter amoroso; pero para hacerlo exige nuestra disciplina y nuestro esfuerzo. Cuando obedecemos a Cristo con la dirección de su Espíritu, cultivaremos el dominio propio, no sólo respecto a la comida y bebida, sino también con respecto a nuestras emociones.1.9 Nuestra fe debe ir más allá de lo que creemos para convertirse en parte dinámica de nuestra vida, resultando en buenas obras y en madurez espiritual. La salvación no depende de las buenas obras pero se manifiesta en buenas obras. Una persona que dice que es salva, sin manifestar cambios, puede ser que no haya entendido lo que es la fe o lo que Dios nos ha dado.1.10 Pedro quiso despertar a los creyentes satisfechos de sí mismos que habían prestado atención a los falsos maestros y que creían que, como la salvación no se basaba en buenas obras, podían vivir como quisieran. Si usted es de Dios, dice Pedro, lo probará su arduo trabajo. Si no se esfuerza por cultivar las cualidades mencionadas en 1.5-7, posiblemente no es de El. Si usted pertenece al Señor, y su arduo trabajo respalda su afirmación de haber sido elegido por Dios («vocación y elección»), nunca será descarriado por los falsos maestros o el encanto del pecado.1.12-15 Los entrenadores experimentados revisan constantemente lo fundamental del deporte con los integrantes de su equipo, y los buenos deportistas pueden ejecutar lo fundamental constantemente bien. En nuestra vida espiritual no debemos pasar por alto los fundamentos de nuestra fe cuando nos dedicamos a un estudio más profundo de las verdades bíblicas. Así como un deportista necesita practicar siempre, nosotros también necesitamos recordar constantemente los fundamentos de nuestra fe y sobre todo cómo llegamos a creer. No se canse ni impaciente con los mensajes relacionados con los fundamentos de la vida cristiana. Más bien, adopte la actitud del deportista que continúa la práctica y desarrolla lo fundamental aunque esté dedicado a aprender técnicas más avanzadas.1.13, 14 Pedro sabía que pronto moriría. Muchos años antes Cristo preparó a Pedro para el tipo de muerte que sufriría (véase Joh 21:18-19). A estas alturas, Pedro sabía que su muerte era inminente. Pedro fue martirizado por su fe alrededor de 68 d.C. La tradición dice que fue crucificado con la cabeza para abajo, porque así lo pidió, reconociendo que no merecía morir de la misma manera que murió su Maestro.1.16-18 Pedro se refiere a la transfiguración en la que Jesús les reveló su identidad divina a él y a otros dos discípulos, Jacobo y Juan (véanse Mat 17:1-8; Mar 9:2-8; Luk 9:28-36).1.16-21 Esta sección es una afirmación rotunda de la inspiración de las Escrituras. Pedro afirma que los profetas del Antiguo Testamento escribieron el mensaje de Dios, y que él se pone en la misma categoría de los demás apóstoles porque ellos también proclamaban la verdad de Dios. La Biblia no es una colección de fábulas ni de conceptos humanos acerca de Dios. Es en realidad la Palabra de Dios dada por medio de las personas para las personas. Pedro hace énfasis en su autoridad como testigo presencial y en la autoridad de las inspiradas Escrituras de Dios, preparándose de esa manera para atacar a los falsos maestros. Si esos hombres malignos contradecían a los apóstoles y a la Biblia, su mensaje no podía venir de Dios.1.19 Cristo es el «lucero de la mañana» y, cuando vuelva, brillará en toda su gloria. Hasta aquel día tenemos las Escrituras como una lámpara y el Espíritu Santo para iluminar las Escrituras y para guiarnos a buscar la verdad. Para más información sobre Cristo como el lucero de la mañana, véase Luk 1:78; Eph 5:14; Rev 2:28; Rev 22:16.1.20, 21 «Los santos varones de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» significa que las Escrituras no vinieron como consecuencia del trabajo creativo de la propia invención o interpretación de los profetas. Dios inspiró a los que escribieron, así que su mensaje es auténtico y confiable. Dios usó los talentos, la educación y la formación cultural de cada escritor (ellos no fueron simples autómatas); y Dios cooperó con los escritores a fin de asegurar que el mensaje que comunicaran fuera fiel.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Nuestro Dios”, ABVg; אSyh: “nuestro Señor”.

(2) “De nuestro Dios y de[l] Salvador Jesucristo”, de acuerdo con la distinción entre Dios y Jesús en el siguiente v. Véase Ap. 6E.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 0 Tit 1:1

b 1 1Pe 1:1

c 2 Hch 15:7; Gál 3:28

d 3 Rom 1:17

e 4 Tit 2:13

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Simón Pedro. Véase Jn 1:42.

apóstol. Véase coment. en 1 P 1:1.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Simón, el nombre anterior de Pedro, se refiere a su viejo hombre por nacimiento; Pedro, el nuevo nombre que el Señor le dio ( Jua_1:41-42), se refiere a su nuevo hombre por regeneración. Aquí ambos nombres están combinados en uno solo, lo cual significa que el viejo hombre Simón había llegado a ser el nuevo hombre Pedro.

1 (2) Esclavo indica la sumisión de Pedro al Señor, y apóstol, la comisión que el Señor le dio.

1 (3) Se refiere a los creyentes judíos dispersos por el mundo gentil (1 P 1:1).

1 (4) Así como a los hijos de Israel se les asignó una porción de la buena tierra ( Jos_13:6 14:1-5; 19:51). Esto implica que «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad» (v.3), constituyen la verdadera herencia que Dios les da a los creyentes en el Nuevo Testamento; entre ellas se incluye la naturaleza divina (v. 4) de la que participan los creyentes por medio de la fe igualmente preciosa conforme a las preciosas y grandísimas promesas.

1 (5) Nuestro Dios es justo. Mediante Su justicia, El asignó la fe preciosa como porción divina equitativamente a todos los que creen en Cristo, tanto judíos como gentiles, sin acepción de personas. Ahora no es solamente nuestro Dios sino también nuestro Salvador. Así que ahora Su justicia no es solamente la justicia de Dios o de Cristo, sino la justicia de nuestro Dios y de nuestro Salvador, Jesucristo. Dado que el Señor es nuestro Salvador, Su justicia representa Su acción justa, Su muerte en la cruz en absoluta obediencia ( Flp_2:8) , por la cual efectuó nuestra redención ( Heb_9:12), haciendo posible que Dios nos justifique ( Rom_5:18). Puesto que el Señor es nuestro Dios, Su justicia es Su equidad, ya que, con base en la acción justa, la cual es la redención de nuestro Salvador Jesucristo ( Rom_3:24-25), El justifica a todos los que creen en Cristo ( Rom_3:26) , tanto judíos como gentiles ( Rom_3:30). En esta justicia doble y por la misma, la justicia de nuestro Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, la fe preciosa, lo que da sustantividad a la bendición del Nuevo Testamento, fue asignada equitativamente a todos los creyentes de todas las naciones.

1 (6) Jesucristo es nuestro Dios y también nuestro Salvador. Esto indica que Jesucristo es el Dios que nos salva. El es el propio Dios a quien adoramos, y El mismo llegó a ser nuestro Salvador para salvarnos. En los tiempos de Pedro, esto designaba a los creyentes de Cristo y los separaba de los judíos, quienes no creían que Jesucristo era Dios, y de los romanos, quienes tampoco creían que Jesucristo era Dios, sino que el cesar lo era.

1 (7) La fe es lo que da sustantividad a la verdad ( Heb_11:1), la cual es la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. El contenido de la economía neotestamentaria de Dios se compone de «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad» (v.3), es decir, del Dios Triuno que se nos infunde como vida por dentro y como piedad por fuera (véanse los puntos 1, 2, 4 y 5 así como el último párrafo de la nota 1 (1) de 1 Ti 1). La fe igualmente preciosa que Dios nos asignó por medio de la palabra de Su economía neotestamentaria y del Espíritu, reacciona a la realidad de tal contenido y nos introduce en la realidad, haciendo de su substancia el elemento mismo de nuestra vida y nuestra experiencia cristianas. Tal fe les es asignada como porción a todos los que creen en Cristo, y es igualmente preciosa para todos los qué la han recibido. Como tal porción, esta fe es objetiva para nosotros en la verdad divina. Sin embargo, introduce en nosotros todo el contenido de su substancia, haciendo así que el contenido, junto con la fe misma, sean subjetivos para nosotros en nuestra experiencia. Esto puede compararse con el paisaje (la verdad) y la vista (la fe) que son objetivos para la cámara (nosotros). Pero cuando la luz (el Espíritu) imprime el paisaje a la película (nuestro espíritu) en la cámara, tanto la vista como el paisaje llegan a ser subjetivos para la cámara.

1 (8) La palabra griega significa de igual valor u honra por lo tanto, igualmente preciosa. No igual en cuanto a la medida, sino en cuanto al valor y a la honra para todos los que la reciben.

1 (9) Se refiere al apóstol Pedro y a los demás creyentes de la tierra judía. Todos los creyentes del mundo gentil participan de la misma fe preciosa junto con todos los de la tierra judía. Esta fe les capacita para dar sustantividad a la bendición de vida del Nuevo Testamento como porción común que Dios les asignó.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA EPÍSTOLA DE PEDRO

AUTOR: Pedro

FECHA: 66

Paternidad literaria Muchos han sugerido que no fue Pedro el autor de esta epístola, sino alguna otra persona después del año 80 d.C., porque

(1) hay diferencias de estilo;

(2) parece que depende de Judas; y

(3) por la mención de la colección completa de las epístolas de Pablo (2Pe 3:16).

Sin embargo, el usar un amanuense distinto, o no usar amanuense, pudo haber influido en las diferencias de estilo; no hay razón para desechar el que Pedro pudiese haber tomado prestadas ideas de Judas, aunque es más probable que Judas fuese escrito más tarde que 2 Pedro; y 2Pe 3:16 no se refiere necesariamente a todas las epístolas de Pablo, sino sólo a las que se habían escrito hasta la fecha en que escribe Pedro esta carta. Además, las semejanzas con la 1 Pedro apuntan al mismo autor, y su aceptación en el canon demanda una autoridad apostólica que la respalde. Aceptando a Pedro como autor, la carta fue escrita poco antes de que fuese martirizado en el año 67 y, lo más probable, desde Roma.

Contenido La carta es un memorándum (2Pe 1:12; 2Pe 3:1) de la verdad del cristianismo, en oposición a las herejías de los falsos maestros. Son pasajes importantes los referentes a la transfiguración (2Pe 1:16-18), a la inspiración de la Escritura (2Pe 1:21), y a la certeza de la segunda venida de Cristo (2Pe 3:4-10).

BOSQUEJO DE 2 PEDRO

I) Saludos, 2Pe 1:1-2

II) El desarrollo de la fe, 2Pe 1:3-21

A) El crecimiento de la fe, 2Pe 1:3-11

B) El fundamento de la fe, 2Pe 1:12-21

III) La denuncia de los falsos maestros, 2Pe 2:1-22

A) Su conducta, 2Pe 2:1-3

B) Su condenación, 2Pe 2:4-9

C) Sus características, 2Pe 2:10-22

IV) Diseño del futuro, 2Pe 3:1-18

A) Desprecio burlón, 2Pe 3:1-7

B) Demora paciente, 2Pe 3:8-9

C) Disolución completa, 2Pe 3:10-13

D) Diligencia expectante, 2Pe 3:14-18

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

a los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra. El pensamiento es éste: Escribo a quienes han obtenido una fe de igual valor y posición que la nuestra (i.e., de los apóstoles), por razón de la imparcialidad de las bendiciones de Cristo.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

7 (I) Introducción de la carta (1,1-11).
(A) Encabezamiento de la carta (1,1-2).
El remitente se presenta como Simón Pedro, uniendo el nombre viejo, Simeón (Hch 15,14), con el nuevo, Pedro, nombre asociado con su je­fatura e impuesto por Jesús (Mt 16,18). siervo… apóstol: En la tradición heb., «siervo» designa a un representante legítimo y obediente de Dios, como Moisés (Dt 34,5) o David (2 Sm 7,5-29); él es además el principal «apóstol» de Jesucristo en virtud de su cometido especial (Mt 16,16-19; Jn 21,15-19). No se identifica a los destinatarios expresamente, rasgo insólito entre las cartas del NT, lo cual da un tono de universalidad e insi­núa que los contenidos de la carta van dirigidos a todos los cristianos que poseen la fe normal. 2. gracia y paz: Este saludo típico (→ Cartas del NT, 45:8A) está adaptado a la ocasión, pues el autor ora pidiendo que sus oyentes crezcan hacia la plenitud del conocimiento sobre Dios, lo cual alude al objetivo fundamental de la carta: una exposición definitiva de la doctrina cristiana so­bre la justicia divina, el justo juicio de Dios. Dios v salvador: El fundamento de nuestra con­dición de miembros descansa sobre la justicia de Dios y sobre Jesús como salvador, lo cual en el contexto de la carta implica el justo juicio de Dios (véase Rom 1,17-3,20) y el papel de Jesús como salvador, no sólo de los pecados pasados (Rom 3,21-26), sino especialmente de la futura ira divina (Rom 5,9-11; 1 Tes 1,10).
8 (B) Las obras de Dios (1,3-4). Las car­tas corrientes contienen una oración de acción de gracias (cf. 1 Pe 1,3-9; → Cartas del NT, 45:6.8B) en la cual se establecen el tono y los te­mas principales de la carta. Aunque la oración formal está ausente en 1,3-4, el autor enumera los beneficios concedidos por Dios (véase F. Danker, CBQ 40 [1978] 64-82). 3. todas las co­sas: El principal beneficio es el complejo don de la pertenencia a la alianza de Dios en la cual ca­be encontrar todas las cosas necesarias para la vida y la santidad. Dicho don es un llamamien­to a un mundo nuevo y especial, la esfera de gloria y perfección propia de Dios, un don que traslada a los cristianos de un mundo corrupto y transitorio a un mundo santo y permanente, de una esfera de pasión a otra de santidad. 4. sublimes promesas: ¿Qué es lo que constituye a quien es verdaderamente «de dentro»? Un co­nocimiento correcto de aquel que nos llamó, conocimiento que en esta carta se centra en las preciosas y sublimes promesas relacionadas con la doctrina correcta acerca del justo juicio de Dios y la parusía de Jesús. Los verdade­ramente de dentro son, pues, quienes tienen ideas detalladas y correctas acerca de Dios.
9 (C) Escatología y ética (1,5-11).
(a) Una buena teología lleva a una buena conducta (1,5-7). El autor exhorta a quienes son verdaderamente de dentro a ser lo que de hecho son, instándoles a dejar que su fe verda­dera en Dios se reproduzca exactamente cada vez más en el ejercicio de actos virtuosos. En un llamamiento en nada diferente de Sant 2,17-26, sostiene que la doctrina correcta y la fe verdadera se demuestran en la rectitud moral (una buena «teología» conducirá a una buena «ética»).Así la perfección interior debe expresarse en una conducta exterior correcta, argumento habitual en el NT (1 Tes 2,12). fe, esperanza y caridad: La fe, es decir, la verdadera doctrina, debe conducir a la virtud, esp. a la templanza, la perseverancia (esperanza), la piedad y la ca­ridad. Sin embargo, incluso en esta cadena de actos buenos se percibe una sutil insistencia en la lealtad a la doctrina del justo juicio de Dios: la templanza para ser intachables ante Dios, la perseverancia en esperar la venida de Cristo, y piedad o santidad de vida.
10 (b) Dos caminos (1,8-11). Pedro con­trapone a quienes actúan de acuerdo con la verdadera fe y a quienes no. 8-9. estériles… cie­go: Quienes son verdaderamente de dentro no serán ineficaces ni estériles, mientras que los de fe deficiente son ciegos y olvidan fácilmen­te (véase 3,3.8) aquel momento inicial en el que pasaron de ser de fuera a ser de dentro, de ser pecadores a hacerse partícipes de la natu­raleza divina. 11. reino eterno: La exhortación concluye con un llamamiento a ser verdadera­mente de dentro confirmando la llamada de Dios a la santidad con una vida santa (véase 1 Tes 4,3-7). No basta con empezar bien; sólo la perseverancia llevará a ser plena y permanen­temente de dentro, mientras que la fe correcta y la conducta auténtica asegurarán la entrada definitiva en el reino celestial (véase Mt 25,31-46). Jesús habla del reino de Dios (véanse Mc 10,15; Jn 3,3), pero en este caso el autor se re­fiere al reino de nuestro Señor y Salvador Je­sucristo.
11 (II) Marco ficticio de la carta: el tes­tamento de Pedro (1,12-15). Tanto judíos co­mo griegos conocían un género literario deno­minado testamento, los últimos comentarios de un jefe o un patriarca moribundo (p.ej. el testamento de Sócrates en la Apología de Pla­tón, los testamentos de Jacob [Gn 49], de los doce hijos de Jacob [TestXII], de Moisés [Dt 32-34], de Josué [Jos 24] e incluso de Jesús (Jn13-17; Lc 22,14-36] y Pablo [Hch 20,17-35]). Esta carta constituye el testamento de Pedro, entregado ante la inminencia de su muerte; deja a la Iglesia un legado de recuerdo exacto de la doctrina del juicio de Dios y de la parusía de Jesús. 14. dejar: El autor alude a una tradición en la cual Jesús predecía la muerte de Pedro (Jn 21,18-19), que se expresa convencionalmente como un dejar esta «tien­da» terrena (véase 2 Cor 5,1.4). 15. renovar el recuerdo: La etiqueta de «recordatorio» aplica­da a este legado es otra convención (véase 1 Tes 2,9) que sirve para legitimar una afirma­ción apelando a su antigüedad, cualidad que en una sociedad regida por la tradición consti­tuía un valor (véase 3,1-2).
12 (III) Primera apología: profecía de la parusía (1,16-21).
(A) Creación de mitos (1,16a). Algunos re­chazan las profecías tradicionales de la futura parusía de Jesús como mitos inventados por seres humanos para controlar las vidas de los demás, en nada diferentes a los relatos greco­rromanos de premios y castigos en el mundo inferior (Lucrecio, R. N. 3.830-1094). Al atacar la fuente de dichas profecías, los burlones so­cavaban también su contenido (véase 3,3-4). Este argumento polémico común (mito frente a verdad) es tratado habitualmente por los apolo­gistas judíos (Filón, De fuga et inv. 121; De Abr. 243), griegos (Plutarco, De Pyth. orac. 398D) y cristianos (1 Tim 1,4; 4,7; Tit 1,14); como este autor es acusado de crear mitos, hace la misma acusación contra sus adversarios en 2,3.
13 (B) Transfiguración y parusía (1,16b-18). 16b. testigos oculares: Como respuesta Pe­dro ofrece la mejor prueba forense, su propia experiencia de la comunicación de la profecía acerca de la parusía, la transfiguración de Je­sús (véase Neyrey, «Apologetic Use» 509-14).
17 gloria: Como los relatos sinópticos de la transfiguración, Pedro habla de: un monte san­to, testigos oculares apostólicos (en particular Pedro), la aparición gloriosa de Jesús, la pre­sencia numinosa de Dios y la proclamación he­cha por Dios, «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco». Tradicionalmente, a Pe­dro se le atribuyen revelaciones especiales (Mt 16.17), visiones especiales (Mt 28,16-20), profe­cías especiales (Mc 13,1-33; 14,27-31) y una presencia especial en el ejercicio que Jesús ha­ce del poder (Mc 5,37-43). Es, pues, una fuente especialmente bien informada y fidedigna de tradiciones acerca de Jesús.

14 (C) La transfiguración como profecía
(1,19). En los evangelios, la transfiguración se vincula con una venida futura del reino de Dios (Mc 9,1). Según los Padres de la Iglesia, la pre­dicción de Jesús de que algunos no experimen­tarían la muerte antes de ver la venida del reino de Dios se cumplió con la visión del poder y la gloria de Jesús en la transfiguración. Pero en escritos como el ApPe (HSNTA 2.663-83), la transfiguración como tal era una profecía de la parusía de Jesús, no cumplimiento de una profecía anterior. Lleno de reminiscencias de las predicciones de Jesús en Mc 13, este texto contiene la respuesta de Jesús a preguntas rela­tivas a su parusía y al fin del mundo; su contes­tación es un pastiche de afirmaciones evangéli­cas que describen la parusía y el regreso del Hi­jo del hombre, pero especialmente los futuros castigos y premios. El apocalipsis termina con la glorificación de Jesús en presencia de Moisés y Elías, cuadro final en el que Jesús instruye de manera especial a Pedro. El relato concluye con la ascensión gloriosa de Jesús al cielo, que sirve para describir su regreso futuro. Según esto, la transfiguración no sólo hace las veces de oca­sión en la cual Pedro recibió instrucción acerca de la parusía de Jesús y el juicio futuro, sino también de predicción de dicho acontecimiento futuro. Es a este sentido de la transfiguración como profecía de la parusía al que el autor re­curre en el argumento de 1,17-18. profecía más segura todavía: Esta frase se entiende mejor co­mo «tenemos una palabra profética muy con­firmada». Aunque bebaioteros es un adj. com­parativo, se puede traducir como superlativo (ZBG § 148), con lo cual resulta que el material de 1,17-18 sobre la transfiguración no se com­para con otras profecías (3,3-4), sino que repre­senta la mejor profecía de la parusía. La con­firmación de promesas y profecías es un tema recurrente en los escritos judíos; las promesas de Dios a Abrahán (Gn 22,16-17) quedan «con­firmadas» por un juramento (véase Filón, Leg. alleg. 3.203-08); esta misma promesa queda confirmada simplemente por el hecho de que la pronunció el Dios veraz y fiel (De Sacr. Ab. 93). Pablo habla de una promesa confirmada de Dios en Rom 4,16, con lo que ofrece un parale­lo directo a 1,19. lucero del alba: La profecía que la transfiguración hace de la parusía queda con­firmada porque la pronuncia Dios, de manera que puede hacer las veces de luz en la oscuridad para quienes aguardan que la luz definitiva, «el lucero del alba» (véase Ap 2,28), salga con la pa­rusía de Cristo (véase 1 Tes 5,4).

15 (D) Interpretación inspirada (1,20-21). 20. ninguna profecía de la Escritura: En el AT, las profecías verdaderas, cuando se enten­dían correctamente, eran molestas, incluso amenazantes (véanse Jr 6,14; Ez 13,10), una tradición repetida por Pablo a propósito de las profecías sobre la parusía. Cuando la gente dice «paz y seguridad», llega Jesús como el la­drón por la noche (1 Tes 5,2-4). Los falsos maestros a los que censura el autor son como los falsos profetas de Israel (2,1): no han reci­bido la ardua palabra de Dios ni la han enten­dido; por ejemplo, tergiversan las palabras de Pablo sobre el tema en cuestión (3,16). 21. de parte de Dios: A diferencia de ellos, el autor afirma contar con la inspiración divina tanto en su recepción de la profecía de la parusía, como en su exposición de ella, afirmación que resulta comparable con la tradición de la re­cepción por parte de Pedro de una revelación acerca de Jesús como «Cristo, Hijo de Dios» (Mt 16,17). Su profecía no está sujeta a nuevas interpretaciones carismáticas, proceso adver­tido en la reinterpretación de algunos de los dichos y hechos de Jesús (véanse Jn 14,26; 14), sino que es la misma profecía para cuya recepción e interpretación recibió él siempre inspiración (véase Hch 3,18-26). Ade­más, es apto para la tarea porque es un testigo ocular inspirado para entender lo que perci­bió. Esto sirve para contrarrestar insinuacio­nes de la tradición según las cuales Pedro no entendió lo que vio u oyó (véase Lc 9,32-33).
16 (IV) Invectiva contra los herejes (2,1-22). El cap. 2, que incorpora la mayor parte de la polémica generalizada de Jds, con­tiene los ataques tradicionales de este autor contra sus adversarios, no un examen y refu­tación detallados de sus ideas.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Simeón… Textus Receptus (TR) registra Simón; esclavo… Gr. doúlos → §273.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M109 y sig. En τοῦ θεοῦ ὑμῶν καὶ σωτῆρος Ἰησοῦ Χριστοῦ, no se repite el artículo después de καί, y se aplican a Jesús las palabras τοῦ (μεγαλοῦ) θεοῦ, que significan: nuestro Dios, es decir, Jesús. B.S. Easton dice que Dios y salvador era una frase común en la religión de aquel día (es decir, según él, aproximadamente entre 95 y 105 d. de J.C.), y significó, sin excepción, una Deidad y no dos (comp. 2Pe 1:11 y 2Ti 2:13). Las implicaciones, por supuesto, son importantes para determinar la fecha y el autor (comp. R127 y TGr16).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

La mayoría de los mss. antiguos dicen: Simeón

O, del mismo valor que, o, de la misma clase que

O, en

Fuente: La Biblia de las Américas

TR: Simón.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[1] Strong’s Griego G2150 eusebeia, literalmente significando “buena observación del Shabat,” es un término clave usado a todo lo largo de las epístolas del convenio renovado. La palabra raiz es G2152 Griego raiz eusebia. No hay palabra Griega para Shabát por razones obvias, y en la mente Hebrea (i.e., aquella de los autores de las Escrituras), un guardián del Shabát era uno cuya vida era bien santa , eu sebio, o fiel en guardar el Shabát, y todo lo que pertenece al Shabat. Uno no era considerado devoto si no observaba el Shabát, y era considerado una prueba básica de piedad igual como hoy. Por lo tanto los traductores no transliteraron sino que tradujeron y pusieron la palabra “piedad” en el texto en vez de su significado verdadero de tener una vida devota hacia el Shabát. Estas Escrituras han restaurado este término clave en su contexto apropiado a todo lo largo de las epístolas.

[2] Uno quien no camina en Tora no puede ver los frutos de El Espiritu, ni tampoco a los Efraimitas que estuvieron lechos y que ahora regresan a nuestra nación.

[3] El reino restaurado.

[4] De acuerdo al requisito de la Tora de dos o tres.

[5] Le pertenece a todo Israel.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[16] En su transfiguración gloriosa.[20] 2 Tim 3, 16.[21] Y así es que a la Iglesia, dirigida por él, pertenece la interpretación de las Escrituras Divinas.

Fuente: Notas Torres Amat

Biblia Peshitta 2006 Notas:

Escrita probablemente desde Roma, alrededor del 66 d.C. Se atribuye la autoría de esta epístola a Pedro el apóstol.

Fuente: Peshitta en Español