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Comentario de 1 Juan 1:8 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 1 Juan 1:8 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

1:8 — Según la información suplida por Ireneo, los gnósticos reclamaban no poder ser contaminados por el pecado debido a su gnosis (conocimiento) superior. De hecho la perfección del alma demandaba que experimentara toda clase de mal. Según ellos es mala toda materia pero el alma no es contaminada por la materia, y por eso el pecado no les importaba.

El hombre con sus filosofías y doctrinas falsas siempre ha tratado de no hacer caso del pecado. Hay aun religiosos que afirman que por haber sido bautizados en el Espíritu Santo, ¡ya no pueden pecar! Los llamados “perfeccionistas” reclaman no tener ya pecado, sino haber alcanzado un estado perfecto de pureza. El versículo 8 responde a los tales en términos claros. Compárense 2:1; Stg 3:2 a.

— “Si decimos que no tenemos pecado,” La palabra griega para decir “pecado” es jamartia, que quiere decir “no dar en el blanco.” Se hace referencia al pecado en general, y no al llamado “pecado original” como distinguido éste de “nuestros pecados” en plural del versículo 9.

Los gnósticos negaban que Cristo sufrió en la cruz y negaban la necesidad de la muerte de Cristo por nuestros pecados. Con esta “ciencia” humana y falsa se engañaban a sí mismos, diciendo que no tenían ninguna culpa por los pecados cometidos.

— “nos engañamos a nosotros mismos,” Creer andar en perfección absoluta de vida, o profesar no ser responsable por los pecados cometidos, es engañarse a sí mismo.

— “y la verdad no está en nosotros.” Esa verdad es la verdadera fe. Nótese el versículo 6 y 2:4. Rehusar uno admitir que puede tener pecados (al cometerlos) y evitar confesarlos es engañarse y es admitir que la verdad de Dios no está en él.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

si decimos. 1Jn 1:6, 1Jn 1:10; 1Jn 3:5, 1Jn 3:6; 1Re 8:46; 2Cr 6:36; Job 9:2; Job 14:4; Job 15:14; Job 25:4; Sal 143:2; Pro 20:9; Ecl 7:20; Isa 53:6; Isa 64:6; Jer 2:22, Jer 2:23; Rom 3:23; Stg 3:2.

nos engañamos. 1Co 3:18; Gál 6:3; 2Ti 3:13; Stg 1:22, Stg 1:26; 2Pe 2:13.

la verdad no está en nosotros. 1Jn 2:4; 1Ti 6:5; 2Jn 1:2; 3Jn 1:3.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La segunda pretensión falsa (v. 1Jn 1:6) es que no tenemos pecado. La idea es que nuestro pecado natural ha desaparecido del todo. Decir esto es engañarnos a nosotros mismos (2Cr 6:36; Jua 9:41). El hecho de que no seamos conscientes del pecado no significa que no lo tengamos. Es muy fácil ocultar el pecado (Pro 28:13). No engañaremos a los demás; generalmente ellos nos ven claramente. Nuestro problema es que no nos vemos como realmente somos. Cada cristiano se puede identificar con David porque él es un ejemplo de primera clase del creyente que cometió grandes pecados pero no pudo ver su falta. Trató de vivir como el ungido del Señor sin la bendición del Señor. Cuando el profeta Natán lo confrontó, se indignó con el hombre que tomó y mató a las ovejas del otro hombre, pero no pudo verse a sí mismo en la historia de Natán (2Sa 11:1-27; 2Sa 12:1-31). La verdad es la revelación de Dios, la cual dice justamente lo opuesto. No tener pecado es no tener necesidad del Salvador, lo que puede hacer innecesaria la venida de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

SI DECIMOS QUE NO TENEMOS PECADO. Juan emplea el sustantivo («pecado») y no el verbo para recalcar el pecado como principio en la naturaleza humana.

(1) Tal vez Juan contradice a los que afirman que el pecado no existe como principio o poder en la naturaleza humana, o a los que sostienen que sus malas acciones no son en realidad pecado. Hoy esa herejía se manifiesta entre los que niegan la realidad del pecado e interpretan el mal en términos de causas deterministas, psicológicas o sociales (véanse Rom 6:1, nota; Rom 7:9-11, nota).

(2) Los creyentes deben estar conscientes de que la naturaleza pecaminosa es una constante amenaza en su vida y que siempre deben darle muerte a sus malos hábitos por medio del Espíritu Santo que vive en ellos (Rom 8:13; Gál 5:16-25).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Los falsos maestros no solo andaban en tinieblas (i.e. pecado; v. 1Jn 1:6), sino que llegaban al extremo de negar del todo la existencia de una naturaleza pecaminosa en su vida. Si una persona nunca admite que en realidad es pecador, la salvación tampoco puede ser una realidad en su vida (vea en Mat 19:16-22 el relato del joven que rehusó reconocer su propio pecado). Los falsos maestros no solo desconocen su pecado y afirman con falsedad que tienen comunión con Dios (v. 1Jn 1:6), sino que también se caracterizan por engañarse a sí mismos y a los demás en cuanto a su supuesta falta de pecado (Ecl 7:20; Rom 3:23).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1:8 — Según la información suplida por Ireneo, los gnósticos reclamaban no poder ser contaminados por el pecado debido a su gnosis (conocimiento) superior. De hecho la perfección del alma demandaba que experimentara toda clase de mal. Según ellos es mala toda materia pero el alma no es contaminada por la materia, y por eso el pecado no les importaba.
El hombre con sus filosofías y doctrinas falsas siempre ha tratado de no hacer caso del pecado. Hay aun religiosos que afirman que por haber sido bautizados en el Espíritu Santo, ¡ya no pueden pecar! Los llamados “perfeccionistas” reclaman no tener ya pecado, sino haber alcanzado un estado perfecto de pureza. El versículo 8 responde a los tales en términos claros. Compárense 2:1; Stg 3:2 a.
— “Si decimos que no tenemos pecado,” La palabra griega para decir “pecado” es jamartia, que quiere decir “no dar en el blanco.” Se hace referencia al pecado en general, y no al llamado “pecado original” como distinguido éste de “nuestros pecados” en plural del versículo 9.
Los gnósticos negaban que Cristo sufrió en la cruz y negaban la necesidad de la muerte de Cristo por nuestros pecados. Con esta “ciencia” humana y falsa se engañaban a sí mismos, diciendo que no tenían ninguna culpa por los pecados cometidos.
— “nos engañamos a nosotros mismos,” Creer andar en perfección absoluta de vida, o profesar no ser responsable por los pecados cometidos, es engañarse a sí mismo.
— “y la verdad no está en nosotros.” Esa verdad es la verdadera fe. Nótese el versículo 6 y 2:4. Rehusar uno admitir que puede tener pecados (al cometerlos) y evitar confesarlos es engañarse y es admitir que la verdad de Dios no está en él.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL PROPIO ENGAÑO DEL PECADOR

1 Juan 1:8-10

Si decimos que no hay pecado en nosotros, nos engañamos a nosotros mismos y en nosotros no está la verdad. Si reconocemos nuestros pecados, podemos fiarnos de que Él, en Su justicia, nos perdone nuestros pecados y nos deje limpios de toda injusticia.

Si decimos que no hemos hecho nada malo, Le dejamos a Él por mentiroso, y Su Palabra no tiene cabida en nosotros.

En este pasaje Juan describe y condena otros dos errores fatales de pensamiento.

(i) Hay personas que dicen que no tienen pecado. Eso puede querer decir una de dos cosas.

Puede que describa al hombre que dice que no tiene responsabilidad por su pecado. Es bastante fácil encontrar excusas tras las cuales uno trata de esconderse. Podemos echarle las culpas de nuestros pecados a nuestra herencia biológica, a las circunstancias, a nuestro temperamento, a nuestra condición física.

Podemos pretender que fue otro el que nos indujo a pecar, y nos descarrió. Es característico de la naturaleza humana el tratar de sacudirse la responsabilidad por el pecado. O puede que describa al hombre que pretende que puede cometer pecado sin sufrir las consecuencias.

Juan insiste en que, cuando una persona ha pecado, sus excusas y justificaciones son irrelevantes. La única actitud que nos permite hacer frente a la situación es la confesión humilde y penitente a Dios y, si es necesario, a los hombres.

A continuación dice Juan una cosa alucinante. Dice que podemos depender de que Dios, en Su justicia, nos perdone si confesamos nuestros pecados. A primera vista habríamos pensado que Dios, en Su justicia, estaría más dispuesto a castigar que a perdonar. Pero el hecho es que Dios, porque es justo, nunca quebranta Su palabra; y la Escritura está llena de promesas de misericordia para con la persona que acude a Dios con un corazón arrepentido. Dios ha prometido no despreciar nunca el corazón contrito, y no va a quebrantar Su palabra. Si confesamos nuestros pecados con humildad y arrepentinüento, Él nos perdonará. El mismo hecho de presentar excusas y de tratar de autojustificarnos nos excluye de recibir el perdón, porque nos excluimos del arrepentimiento; el mismo hecho de la confesión humilde es el que abre la puerta para el perdón, porque solamente el que tiene un corazón arrepentido puede reclamar las promesas de Dios.

(ii) Hay personas que dicen que realmente no han pecado. Esa actitud no es ni mucho menos tan infrecuente como podríamos pensar. Incontables personas no creen realmente que han pecado, y hasta se ofenden de que se las llame pecadoras. Su equivocación es que creen que el pecado es sólo la clase de cosa que sale en los periódicos. Olvidan que pecado es hamartía, que quiere decir literalmente no dar en el blanco. Dejar de ser tan buen padre, madre, esposo, esposa, hijo, hija, obrero, persona como podríamos ser es pecar; y eso nos incluye a todos.

En cualquier. caso, el que dice que no ha pecado está realmente nada menos que dejando a Dios por mentiroso, porque, según las Escrituras, Dios ha dicho claramente que todos hemos pecado.

Así es que Juan condena al que pretende estar. tan avanzado en el conocimiento y en la vida espiritual que el pecado ha dejado de afectarle. Condena al que se exime de la responsabilidad por su pecado, o que mantiene que el pecado no le afecta lo más mínimo. Condena al que ni siquiera se ha dado cuenta de que es un pecador. La esencia de la vida cristiana es, en primer lugar, darnos cuenta de nuestro pecado; y, seguidamente, acudir a Dios para recibir ese perdón que puede borrar el pasado y esa limpieza que puede hacer nuevo el futuro.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

1Re 8:46; Job 9:2; Ecl 7:20; Rom 3:10-20.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El segundo error. 8 Juan cristaliza el segundo error en forma sucinta: si decimos que no tenemos pecado. La expresión “tenemos” pecado no es común; hay otras referencias en Juan: 9:41; 15:22, 24; 19:11. Significa más que “cometer” un pecado; se refiere al principio interno del cual los actos pecaminosos son sus manifestaciones externas. El pecado es algo que persiste, se adhiere al pecador. Al igual que en el caso precedente y en la próxima suposición, la declaración positiva se refuerza por una acertada negativa (la verdad no está en nosotros). Cuando decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos (¡por cierto que no engañamos a ningún otro!) y la verdad no está en nosotros. Concebimos la verdad en forma dinámica. Puede morar en hombres de verdad. Pero el afirmar una cosa a todas luces falsa: que no tenemos pecado, excluye la posibilidad de que la verdad more en nosotros. Esto viene muy bien al caso para el hombre moderno que asegura que el pecado es una enfermedad o una debilidad, y afirma que tiene su génesis en los factores hereditarios, en el medio ambiente, en la necesidad o cosas por el estilo, por lo cual lo considera su suerte y no su culpa. Tal hombre se engaña a sí mismo.

9 En contraste, podemos confesar nuestros pecados. El uso del plural es significativo: confesamos pecados específicos, no simplemente que pecamos. Porque Dios es fiel y justo perdona (cf. Deut. 32:4. Miq. 7:18-20; Rom. 3:25). Es posible confiar plenamente en él. Nada nos dice de qué manera va a limpiarnos de toda maldad. Pero no olvidemos el v. 7. Es la sangre de Cristo la que limpia. Ninguna otra cosa puede quitar nuestras manchas.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) Lit.: “estamos haciendo errar”.

REFERENCIAS CRUZADAS

x 24 Pro 20:9

y 25 1Re 8:46; Ecl 7:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

8 (1) Es decir, el pecado que mora en nosotros ( Rom_7:17), en nuestra naturaleza. Esto era lo que enseñaba la herejía gnóstica. Con esto el apóstol vacunaba a los creyentes contra esta falsa enseñanza. Esta sección, 1:7- 2:2, trata de los pecados cometidos por los creyentes después de ser regenerados. Tales pecados interrumpen su comunión con Dios. Si después de haber sido regenerados los creyentes no tuvieran pecado en su naturaleza, ¿cómo podrían pecar en su conducta? Aunque sólo pecaran ocasionalmente, y no habitualmente, el hecho de que pecan comprueba categóricamente que el pecado todavía obra dentro de ellos. De no ser así, su comunión con Dios no se interrumpiría. Aquí la enseñanza del apóstol condena también la enseñanza actual acerca del perfeccionismo, según el cual en esta vida terrenal es posible llegar o ya se ha llegado a un estado en el cual uno es libre del pecado; la enseñanza del apóstol también anula la enseñanza errónea actual tocante a la erradicación de la naturaleza pecaminosa, la cual, interpretando incorrectamente lo dicho en 3:9 y 5:18, afirma que los que han sido regenerados no pueden pecar porque su naturaleza pecaminosa ha sido totalmente erradicada.

8 (2) O, nos descarriamos a nosotros mismos. Decir que no tenemos pecado porque hemos sido regenerados, es engañarnos a nosotros mismos y negar el hecho mismo de nuestra propia experiencia; de este modo, nos descarriamos a nosotros mismos.

8 (3) La palabra verdad denota la realidad de Dios revelada, los hechos trasmitidos en el evangelio, tales como la realidad de Dios y de todas las cosas divinas, todas las cuales son Cristo ( Jua_1:14 , Jua_1:17 14:6); la realidad de Cristo y de todas las cosas espirituales, todas las cuales son el Espíritu ( Jua_14:17 15:26; 16:13; 1Jn_5:6) , y la realidad de la condición del hombre ( Jua_16:8-11). Véase la nota 6 (6) . Aquí denota especialmente la realidad de nuestra condición pecaminosa después de la regeneración, expuesta por la iluminación de la luz divina en nuestra comunión con Dios.

Si decimos que no tenemos pecado después de ser regenerados, la realidad, la verdad, no permanece en nosotros; es decir, negamos nuestra verdadera condición posterior a la regeneración.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

no tenemos pecado. Una referencia al poder interior del pecado, más bien que a los actos pecaminosos.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie