Comentario de Levítico 14:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Jehovah habló a Moisés diciendo:
Los ritos y sacrificios en limpiar al leproso, Lev 14:1-32.
Las indicaciones de la lepra en una casa, Lev 14:33-47.
La limpieza de la casa, Lev 14:48-57.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Este pasaje detalla el rito para purificar a un leproso sanado.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
14. Nuevas Regulaciones Sobre la Lepra .
La Purificación del Leproso (1-32).
1Yahvé habló a Moisés, diciendo: 2Esta es la ley del leproso para el día de su purificación: será conducido al sacerdote, 3que saldrá a su encuentro fuera del campamento y le examinará. Si la plaga de la lepra ha desaparecido del leproso, 4mandará tomar para el que ha de purificarse dos avecillas puras vivas, madera de cedro, un hilo de púrpura e hisopo; 5degollará una de las aves encima de una vasija llena de agua, 6y, tomando el ave viva, el cedro, el hilo de púrpura y el hisopo, los mojará, lo mismo que el ave viva, en la sangre del ave degollada sobre al agua viva; 7asperjará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra y lo declarará puro, dando suelta en el campo al ave viva. 8Luego, el que ha de ser purificado lavará sus vestidos, raerá su pelo y se bañará en agua, y será puro. Podrá ya entrar en el campamento, pero quedará por siete días fuera de su tienda. 9El día séptimo raerá todo su pelo; lavará sus vestidos y bañará su cuerpo en agua, y será limpio. 10El día octavo tomará dos corderos sin defecto y una oveja primal sin defecto y tres décimos de “efah” de flor de harina, amasada con aceite, y un “log” de aceite. 11El sacerdote que haga la purificación presentará ante Yahvé al hombre que ha de purificarse, con todas esas cosas, a la entrada del tabernáculo de la reunión. 12Tomará uno de los dos corderos, para ofrecerlo en sacrificio expiatorio, y el “log” de aceite, y lo agitará ante Yahvé; 13luego degollará el cordero donde se inmola la víctima expiatoria y el holocausto, en lugar santo, porque la víctima del sacrificio expiatorio, como la del sacrificio por el pecado, es para el sacerdote, es cosa santísima. 14El sacerdote, tomando la sangre del sacrificio expiatorio, untará de ella el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica y el pulgar de la mano derecha y del pie derecho. 15Tomará el “log” de aceite y, echando de él en la palma de su mano izquierda, 16meterá el índice de su mano derecha en el aceite que tiene en la palma de su mano izquierda, y hará con él por siete veces aspersión ante Yahvé.17Después, del aceite que le queda en la mano, untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica y el pulgar de la mano derecha y el del pie derecho, encima de la sangre de la víctima; 18el resto del aceite que le queda en la palma lo echará sobre la cabeza del que se purifica, cumpliendo así la expiación por él ante Yahvé. 19Luego, el sacerdote ofrecerá el sacrificio por el pecado, haciendo la expiación del que se purifica de su mancha; 20y después de inmolar el holocausto, lo ofrecerá en el altar con la oblación, y así hará por él la expiación y será puro. 21Si fuere pobre y no pudiera procurarse las víctimas ordinarias, tomará sólo un cordero, que se ofrecerá en sacrificio expiatorio, en ofrenda de expiación. Llevará una décima de flor de harina amasada con aceite, para la ofrenda, y un “log” de aceite; 22también dos tórtolas o dos pichones, según sus facultades, uno como víctima expiatoria, el otro para el holocausto. 23Lo presentará el día octavo al sacerdote para su purificación a la entrada del tabernáculo de la reunión, ante Yahvé. 24El sacerdote tomará el cordero de expiación y el “log” de aceite y los agitará ante Yahvé; 25y después de haber inmolado el cordero del sacrificio de expiación, tomará de su sangre y la pondrá en el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica y sobre el dedo pulgar de la mano derecha y el del pie derecho. 26Echará luego aceite en la palma de su mano izquierda, 27y con el dedo índice de su mano derecha hará siete veces aspersión ante Yahvé; 28untará del aceite que tiene en la mano el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica y el pulgar de la mano derecha y el del pie derecho en el lugar donde puso la sangre de la víctima expiatoria. 29Lo que le quede en la mano lo echará sobre la cabeza del que se purifica para hacer por él la expiación ante Yahvé. 30Después ofrecerá una de las tórtolas o uno de los pichones que haya podido procurarse, 31el uno en sacrificio por el pecado, el otro en holocausto con la ofrenda; y así, el sacerdote hará la expiación ante Yahvé del que se purifica. 32Esta es la ley de la purificación del que tiene plaga de lepra y no puede presentar las víctimas ordinarias.
La lepra verdadera se tiene todavía por incurable. Pero el vago concepto que de ella había, daba lugar a que se presentasen muchos casos de curaciones, fuera de aquellos extraordinarios y milagrosos, como el de Naamán siró, curado por Elíseo1, los cuales no podían entrar en la previsión del legislador. Como la enfermedad constituía una impureza religiosa, era preciso que en caso de curación se sometiera a ciertos ritos, con los que quedaría religiosamente purificado y autorizado para entrar de nuevo en la vida social, de la que había sido segregado. Los mismos sacerdotes que le habían declarado impuro debían declarar oficialmente la curación de la impureza. El rito de purificación era largo y complicado. Comenzaba el sacerdote por comprobar la curación fuera del campamento; luego se practicaba la primera purificación, con la cual el leproso recibía la facultad de entrar en el campamento, pero no en su tienda (v.1-8). Como toda la legislación sacerdotal, se supone que esta ley se da en el desierto del Sinaí. El día séptimo se rapaba el pelo, se bañaba y lavaba sus vestidos. Al octavo día ofrecía diversos sacrificios, y con esto se terminaba la ceremonia de la purificación (v.9-20). Como en otras ocasiones, la ley toma en consideración la pobreza del leproso que no pudiera presentar las diversas víctimas y ofrendas que en el primer caso exigía, y las reducía, acomodándose a la pobreza del enfermo curado (v.21-32).
El rito purificatorio era el siguiente: se tomarán dos pájaros puros, madera de cedro (símbolo de la incorruptibilidad por su larga duración), un hilo de púrpura (cuyo color rojo simboliza la sangre) y una planta de hisopo, que se empleaba en todas las purificaciones2. Uno de los pájaros era degollado, no como sacrificio, sino para que su sangre cayese en un recipiente de agua no estancada, es decir, viva. La sangre mezclada con el agua significaba la vida y la idea de purificación. El sacerdote mojará el otro pájaro en esta agua mezclada con sangre, y lo mismo el cedro, la púrpura y el hisopo, y con ello asperjará al leproso. Se trata de simbolizar con estos ritos el retorno a la vida del paciente y su purificación para entrar en la vida social. Se soltará el ave viva en el campo, sin duda para significar que la enfermedad ha desaparecido (v.7), llevándose el aire sus miasmas, como el macho cabrío emisario llevaba al desierto los pecados de Israel. Quizá en estos extraños ritos haya un eco de costumbres ancestrales, que el legislador ha querido amoldar a la nueva idea teocrática de la sociedad israelita. Con todo, siempre nos encontramos con la acomodación a la mentalidad popular del ambiente para expresar plásticamente altas ideas religiosas.
Después de este rito preliminar, el leproso se rapa el pelo y se baña; es una ceremonia de purificación con fines higiénicos y simbolismo religioso. Los cabellos y pelos eran propensos a contraer la impureza3. Después el curado debe entrar progresivamente en la vida social; así, después de entrar en el campamento debe estar siete días sin entrar en su tienda (v.8). Después de haber sido reintegrado a la vida civil, debe también ingresar en la vida religiosa del pueblo, y para ello debe presentar unos sacrificios: dos corderos, una oveja y tres décimos de efah de flor de harina (unos 11 litros), con aceite, y un log de aceite (poco más de medio litro)4. Después se sacrifica un cordero en sacrificio de reparación (asara: “pro delicto”), quizá porque se creía que la lepra provenía por un pecado oculto, y con su sangre el sacerdote moja la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y del pie derecho del curado, que simbolizan la curación total del cuerpo y su reintegración a la vida religiosa. Después de hacer aspersión de aceite ante Yahvé (v.17), se ofrece la oveja en sacrificio expiatorio por el pecado y el otro cordero en holocausto (v. 19-20). El primero, por los pecados cometidos por el leproso durante su enfermedad, y el segundo, en homenaje a Yahvé.
Si el leproso es pobre, entonces ofrecerá un cordero en sacrificio expiatorio (v.21), una décima de flor de harina (unos tres litros) amasada con aceite, y un log de aceite (medio litro), y dos pichones o tórtolas (v.22), y después el rito es igual que en el caso anterior.
Lepra de las Casas (33-57).
33Yahvé habló a Moisés y Aarón, diciendo: 34“Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, que yo voy a daros en posesión, y mandare yo la plaga de la lepra a alguna casa de la tierra que poseeréis, 35el dueño de la casa irá a ponerlo en conocimiento del sacerdote, diciéndole: Noto que hay en mi casa una mancha. 36El sacerdote mandará desocupar la casa antes de ir a examinar la mancha, para que no se contamine cuanto hay en ella. Desocupada, irá el sacerdote a examinarla. 37Examinará la mancha, y si en las paredes de la casa hallare cavidades verdosas o rojizas como hundidas en la pared, 38saldrá a la puerta de la casa y la hará cerrar por siete días. 39Al séptimo día volverá el sacerdote, y si ve que la mancha ha cundido en las paredes de la casa, 40mandará quitar las piedras manchadas y arrojarlas fuera de la ciudad, en un lugar impuro; 41hará raspar la casa toda en lo interior, arrojándose en un lugar impuro el polvo que se raspe. 42Se tomarán otras piedras y se pondrán en el lugar de las quitadas, y se revocará de nuevo. 43Si la mancha reapareciese de nuevo en la casa después de haber quitado las piedras y de haberla raspado y revocado de nuevo, 44volverá el sacerdote a examinarla. Si la mancha hubiese cundido en la casa, es lepra corrosiva de la casa; es impura. 45Se demolerá, y las piedras, la madera y todo el mortero se llevarán fuera de la ciudad a un lugar inmundo. 46Quien entrare en la casa durante el tiempo que se ha tenido cerrada, será impuro hasta la tarde. 47Quien hubiere dormido en ella lavará sus vestidos, y quien en ella hubiere comido lavará sus vestidos. 48Pero si el sacerdote, al volver a la casa, ve que la mancha no ha cundido en ella después que la casa ha sido revocada de nuevo, declarará pura la casa, pues el mal se ha curado. 49Entonces tomará para expiar la casa dos avecillas, madera de cedro, lana escarlata e hisopo; 50degollará una de las aves sobre una vasija de barro con agua viva, 51y, tomando luego la madera de cedro, el hisopo, la lana escarlata con la otra ave viva, lo mojará en la sangre del ave degollada sobre el agua viva y asperjará la casa siete veces. 52Purificará la casa con la sangre del ave, el agua viva, el ave viva, la madera de cedro, el hisopo y la lana escarlata, 53y dará suelta al ave viva fuera de la ciudad, en el campo.” 54Tal es la ley de toda clase de mancha de lepra o de tina, 55y de la lepra de los vestidos y de las casas, 56de los tumores y postillas, y de las manchas blancas, 57para declarar lo mundo y lo inmundo. Esta es la ley de la lepra.
La verdadera lepra es propia del hombre y no ataca a los animales, menos aún a las cosas inanimadas, como los tejidos, los cueros o las piedras. Pero, como los vestidos y cueros tienen su especial lepra según la ley, así las piedras de que las casas se construyen. Debe tratarse de alguna corrosión proveniente de la humedad, líquenes u hongos adheridos a las paredes5. El tratamiento por el sacerdote es similar al caso del hombre leproso que ha de ser purificado. También aquí hay que acudir a la mentalidad popular, que veía en esas erupciones verdosas o salitrosas de las paredes algo que favorecía la lepra del hombre, y por eso esas casas son tratadas con el mismo ritual de la lepra en el ser humano. En todo caso, es el sacerdote el que debe diagnosticar y decir si la casa ha de ser destruida o no. Todo en la vida teocrática de Israel tenía una dimensión religiosa, y de ahí que el representante de Dios es el que dictamina los casos difíciles.
1 Cf. 2Re 5:1-15. – 2 Cf. Exo 12:22; Núm 19; 6; 18; Sal 9:50. – 3 Cf. Núm 6; 9. – 4 Cf. Log: DBV IV 321-322; RB (1931) p.203; E. Power, “Verbum Dei,” I p.272. – 5 Cf. DBV 186-187; Bloom, La lépre dans l’ancien égypte et les anciens Hébreux (El Cairo 1938).
Fuente: Biblia Comentada
Esta sección explica el ritual de purificación para las personas sanadas.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En esta sección se cubren los preceptos acerca de la impureza. Dios empleó las circunstancias tangibles de la vida que designó como limpias e inmundas para inculcar insistentemente en Israel la diferencia entre lo que era santo y lo que era profano. «Limpio» significa aceptable para Dios; «inmundo» significa inaceptable para Dios. Lev 11:1-47; Lev 12:1-8; Lev 13:1-59; Lev 14:1-57; Lev 15:1-33 detalla el código de pureza; Lev 16:1-34 se retrotrae a los sacrificios del día de Expiación.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección comprende leyes tocantes a enfermedades de la piel.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Rituales de purificación para los que sanaban de las enfermedades de la piel. Los rituales prescritos en este capítulo tenían el propósito de admitir nuevamente dentro de la comunidad a quien había sido excluido a causa de su impureza por una enfermedad seria en la piel, pero quien subsecuentemente se había recuperado de la misma. Los rituales, entonces, no eran un intento para ser sanados, sino un reconocimiento de que la sanidad ya se había llevado a cabo (v. 3; de aquí la instrucción de Jesús a los diez leprosos de presentarse ante el sacerdote era un acto de fe; ellos fueron sanados mientras iban, Luc. 17:11-19).
Los sacerdotes en Israel no eran “curanderos” con poderes secretos. Las instrucciones, acciones y rituales a través de todos estos capítulos estaban disponibles para la persona laica quien, en un sentido, podía verificar el diagnóstico del sacerdote. Los mismos no eran posesión de una elite religiosa, incomprensibles para alguien más. Es interesante observar que en todos estos reglamentos no hay ningún intento por manipular una curación a través de medios mágicos u ocultos, tampoco hay mención alguna de causas demoníacas. Esto no es porque se haya considerado de una manera fatalista que la enfermedad era algo incurable, sino porque todo tipo de sanidad estaba en las manos de Dios, y los recursos apropiados eran la oración y su palabra (Deut. 32:29; Núm. 12:13; 2 Rey. 5; 20). De pasada, podemos observar en estos capítulos que la suposición de que algunos individuos dentro del pueblo de Dios iban a enfermarse, no como resultado de la desobediencia o algún pecado flagrante, y que pudieran o no ser sanados, anula la interpretación que a veces se le ha dado a Exo. 15:26 y Deut. 7:15 en cuanto a que Dios ha quitado de sobre su pueblo la maldición de la enfermedad y que siempre los sanará.
Los rituales de purificación eran extensos, significativos y públicos. Los mismos proveían no sólo seguridad subjetiva a la víctima de que ahora todo estaba bien, sino también legitimación social objetiva de su regreso a la comunidad, y sobre todo a la adoración. Estos rituales eran iguales a la celebración de la nueva vida dado que la persona era restaurada de una muerte casi segura a la tierra de los vivientes y a la comunión con Dios. Una vez más debemos recordar que la ofrenda de los sacrificios requeridos se relacionaba con el pecado y con la culpa, lo cual es común a todos, y no estaban diseñados para obtener el perdón por cualquier pecado que se creyera había “causado” la enfermedad. Sin duda, las víctimas, ahora ya sanas, consideraban que su aflicción había sido causada por la ira divina debido a algún pecado en particular, entonces la sanidad combinada con estos sacrificios, subjetivamente les aseguraría que estaban perdonados tanto como ritualmente limpios. Pero la expiación aquí expresada está técnicamente relacionada con la remoción de la contaminación (no necesariamente de algún pecado personal), tal como sucedía en el caso de una mujer después de un parto (12:8), y con más seguridad en el caso de la casa infectada después de su limpieza, donde se usan casi las mismas palabras (14:53).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
14.34, 35 Esta plaga de lepra era podredumbre seca o cristales minerales que afectaban las paredes de piedra. Había procedimientos específicos para la limpieza de ropas y edificios afectados por esta plaga de lepra. La ley lo exigía absolutamente (vv. 44-57). ¿Por qué era tan peligroso este tipo de lepra? Porque este hongo podía extenderse rápidamente y promover enfermedades. Por lo tanto era importante comprobar su crecimiento a la mayor brevedad. En casos extremos, si el hongo había causado suficiente daño, las ropas eran quemadas o la casa destruida.14.54-57 Dios dijo a los israelitas cómo diagnosticar la lepra y la plaga de la lepra para prevenirla o tratarla. Se dictaron estas leyes para la salud y la protección del pueblo. Y ayudaron a los israelitas a evitar enfermedades que eran serias amenazas en aquellos tiempos y lugar. Aun cuando no comprendían las razones médicas para tales leyes, su obediencia a ellas los hizo más saludables. Muchas de las leyes de Dios pudieron haber parecido extrañas a los israelitas. Sin embargo, los ayudaron no sólo a evitar la contaminación física, sino también la infección moral y espiritual.La Palabra de Dios nos sigue proporcionando un patrón para vivir una vida física, espiritual y moralmente saludable. Quizá no siempre entendamos la sabiduría de las leyes de Dios, pero si las obedecemos, prosperaremos. ¿Significa esto que tenemos que seguir las restricciones alimenticias y de salud del Antiguo Testamento? En general, los principios básicos de salud y de higiene siguen siendo prácticas saludables, pero sería legalista, si no equivocado, adherir hoy a cada una de estas restricciones específicas. Algunas de estas regulaciones tenían el propósito de diferenciar a los israelitas de la gente mala que los rodeaba. Otras se dieron para evitar que el pueblo de Dios se viera envuelto en prácticas paganas, uno de los problemas más serios de aquellos días. Incluso otras se refieren a las cuarentenas en una cultura donde los diagnósticos médicos exactos eran imposibles. Hoy día, por ejemplo, los médicos pueden diagnosticar las diferentes formas de lepra e identificar las que son contagiosas. Los métodos de tratamiento han mejorado notablemente, y la cuarentena por lepra es raramente necesaria.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
El complicado ritual para la limpieza de la lepra requería dos aves, una era sacrificada como símbolo de la purificación y la otra era soltada como símbolo de la nueva libertad experimentada por el hombre (vv. Lev 14:4-7); afeitarse y lavarse (vv. Lev 14:8-9) y la presentación de una ofrenda expiatoria, otra por el pecado, un holocausto y una oblación (vv. Lev 14:12-13; Lev 14:21; Lev 14:31).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
[10] El sextario equivalía a 0.5 litros aproximadamente.[31] De harina, de aceite y de vino, entre otros. Lev 2.