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Comentario de Números 35:6 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Números 35:6 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“De las ciudades que daréis a los levitas, 6 ciudades serán de refugio, para que cualquier homicida se refugie allí. Aparte de éstas, les daréis 42 ciudades.

seis ciudades de refugio. Núm 35:13, Núm 35:14; Deu 4:41-43; Jos 20:2-9; Jos 21:3, Jos 21:13, Jos 21:21, Jos 21:27, Jos 21:32, Jos 21:36, Jos 21:38; Sal 9:9; Sal 62:7, Sal 62:8; Sal 142:4, Sal 142:5; Isa 4:6; Mat 11:28; Heb 6:18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Deu 4:41-43; Deu 19:1-10; Jos 20:1-9.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Ciudades de refugio. Las ciudades de los levitas estaban diseminadas por toda la tierra, en proporción al territorio de cada tribu (v. 8). Esto aseguraba que la instrucción en la ley fuera plantada entre todas las tribus (Deut. 31:9; Mal. 2:6, 7). Debía haber 48 de estas ciudades; las mismas fueron escogidas por sorteo unos cuantos años más tarde (Jos. 21:1-42). Mirando hacia adelante, es interesante que los sacerdotes aarónicos se establecieron en Judá (con Simeón y Benjamín), y el resto de los cohatitas, los gersonitas y meraritas se establecieron entre las otras tribus. Dios favoreció a Judá colocando sus mejores siervos en ella. Esta debe haber sido la razón principal por la que Judá no se apartó de la ley tan rápidamente como el reino del norte (Israel), escapándose así de los asirios que conquistaron Samaria en el año 721 a. de J.C. La declinación de Judá fue resistida por los descendientes de Aarón; hombres como Jeremías. Sin embargo, Judá fue llevada al cautiverio en 586 a. de J.C. Esta historia nos enseña que cuando la iglesia tiene predicadores fieles es una señal del favor de Dios. La iglesia debe orar constantemente porque Dios levante ministros fieles y los vista con salvación.

Seis de las ciudades levitas serían ciudades de refugio (v. 6), tres a cada lado del Jordán (v. 14). La persona que mataba a alguien podía huir a una de esas ciudades buscando asilo. Huiría del vengador. El término heb. para vengador es go’el, “pariente redentor” (vv. 12, 19, 21, 24, 25, 27). Era una costumbre antigua que el familiar más cercano a una víctima de homicidio vengara a su familiar. Esto pudiera haber conducido a una serie de asesinatos de “diente por diente”. Un ejemplo gráfico de esto se encuentra en el caso de Abner (2 Sam. 2:8-28; 3:19-39). Parte de la tragedia de Abner fue que él murió en las puertas de Hebrón, una ciudad de refugio. Las ciudades de refugio ofrecían seguridad al homicida hasta que compareciera para juicio.

El acto de proveer ciudades de refugio muestra que Dios ama la justicia. Por este medio él impuso la ley sobre la costumbre de disputas sangrientas. En una disputa de este tipo se podía matar al homicida aun por un asesinato accidental. Por lo tanto, se hizo la distinción entre asesinato y homicidio impremeditado. El asesinato es un acto premeditado, llevado a cabo por hostilidad y alevosía (vv. 16-21). El homicidio es matar a alguien pero sin premeditación (vv. 22-24). Esto hace recordar la diferencia entre el pecado deliberado y el pecado por inadvertencia (ver material sobre 15:22-31). Alguien que había cometido un homicidio accidentalmente era protegido de la venganza de algún familiar, aunque perdía su libertad (vv. 28, 32). Por otro lado, a ningún asesino se le permitía seguir viviendo (vv. 21, 31). No había rescate por la vida de un asesino, de la misma manera que no había expiación por el pecado deliberado (15:30, 31). La ley no evitaba que el familiar tomara venganza donde la ley lo permitía. Por supuesto, en el caso de las viudas que no tenían familiar alguno, Dios mismo tomaba ese papel (Exo. 22:22-24). El NT instruye a los creyentes para que no busquen la venganza, sino que se la dejen al Señor (Rom. 12:19), quien los vengará (Luc. 18:7, 8; Apoc. 6:10; 19:2).

La justicia se fortalecía por el requisito de dos o más testigos (v. 30; ver Deut. 17:6; 19:15; Mat. 18:16; 2 Cor. 13:1; Heb. 10:28). Este fue un principio permanente al cual apeló Cristo (Juan 8:16-18; 5:32-41; 1 Jn. 5:6-8). Esta debe haber sido la razón por la cual los apóstoles no iban solos sino en parejas, ya que eran los testigos de Cristo y su testimonio tenía que ser legalmente válido (Luc. 10:1; Hech. 13:2; note el plural en Hech. 2:32; 10:23; y cómo los discípulos son enviados en parejas en Mat. 10:1-4).

La causa fundamental para las ciudades de refugio se encuentra en el pacto con Abraham (el cual está implícito en los vv. 33, 34), en cuanto a que la sangre humana profana la tierra. Israel no debía contaminar la tierra donde Dios moraba entre ellos. Por esta misma razón Israel había purificado el campamento en Sinaí, 40 años atrás (5:3). Por lo tanto, la mayor razón no era la justicia por el simple hecho de tener justicia. Por el contrario, era para conservar los propósitos de Dios establecidos en el pacto con Abraham. Estos eran, primero, preservar el compañerismo de Israel con Dios, quien es “demasiado limpio como para mirar el mal” (Hab. 1:12, 13) y, segundo, preservar a Israel en la tierra. Sobre este asunto se unen dos de las promesas (v. 34).

El regalo de las ciudades de refugio no era un asunto accidental. Era algo vital y práctico, y tocaba el corazón mismo del plan redentor de Dios. Y lo que es más, el espíritu de la ley debe comprenderse. La ley se resume en el amor para Dios y para su pueblo (Mat. 22:34-40). El homicidio va de la mano con el odio, lo cual es lo opuesto al amor (1 Jn. 3:11-15).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) O: “asesino”.

REFERENCIAS CRUZADAS

d 1858 Núm 35:13; Jos 20:2; Jos 20:7; Jos 20:8; Jos 21:13; Jos 21:21; Jos 21:27; Jos 21:32; Jos 21:36; Jos 21:38

e 1859 Deu 4:41; Deu 4:42; Jos 20:3

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

ciudades de refugio. Véase coment. en el vers. 11.

Fuente: La Biblia de las Américas