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Comentario de 1 Corintios 12:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 1 Corintios 12:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales.

12:1 — “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales — El texto griego comienza diciendo, “Acerca de los espirituales …“ Aparentemente los corintios habían preguntado a Pablo en carta acerca de los dones espirituales (compárense 7:1; 8:1).

La palabra “dones” no aparece en el texto griego, y por eso debe aparecer en letra cursiva, como va en las versiones ASV., B.A., H.A., Mod., N.C., y otras. No obstante, el contexto requiere que se supla dicha palabra, pues este capítulo, juntamente con el 13, y el 14, tratan la cuestión de los dones milagrosos. El ver. 4 introduce la palabra “dones”. Considérense ver. 31 con 14:1.

También en 10:1 Pablo expresa su deseo de que los hermanos sepan la verdad sobre el caso que allí trata. La ignorancia no bendice ni beneficia a nadie. Debemos comprar la verdad, y no venderla (Pro 23:23). La ignorancia sobre este tema ha engendrado mucho error en el mundo religioso. (Nótese: no hemos de confundir “el don del Espíritu Santo”, Hch 2:38, cosa prometida a todo cristiano, y “los dones espirituales” dados a ciertos cristianos en el siglo primero).

Jesús prometió no dejar “huérfanos” a los apóstoles, al volver él a los cielos, sino enviarles a otro Consolador (griego, paracletos), Jua 14:18; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:13. Ese Consolador vino el día de Pentecostés, dándoles el poder prometido (Luc 24:49; Hch 1:8; Hch 2:1-4). Luego los apóstoles podían imponer las manos en otros y así repartirles dones milagrosos (Hch 8:14-18; Hch 19:6; Rom 1:11; 2Ti 1:6). De estos dones (o los carismas, del vocablo griego, charisma) ahora Pablo trata en los capítulos 12, 13, y 14.

Ya que tiene que corregir a los corintios sobre el tema de los dones, Pablo suaviza el caso con la palabra, “hermanos”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

dones espirituales. 1Co 12:4-11; 1Co 14:1-18, 1Co 14:37; Efe 4:11.

que ignoréis. 1Co 10:1; 2Co 1:8; 1Ts 4:13; 2Pe 3:8.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los dones espirituales, 1Co 12:1-3,

son diversos, 1Co 12:4-6,

no obstante todos son provechosos, 1Co 12:7.

Y para ese fin, son diversamente conferidos, 1Co 12:8-11;

para que en la misma proporción, como los miembros de un cuerpo natural se ayudan mutuamente, 1Co 12:12-26,

así debemos hacer los unos a los otros, para conformar el cuerpo de Cristo. 1Co 12:27-31.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

1Co 13:1-13; 1Co 14:1-40

Pablo continúa su discusión del orden apropiado en la iglesia con el tema del ejercicio de los dones espirituales en la misma. Presenta la apropiada interrelación entre la unidad del cuerpo, a pesar de la diversidad de dones; la correcta función de los dones; y la primacía del amor en la operación de los dones espirituales.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

acerca de: El apóstol responde a otra pregunta de la carta de los corintios (1Co 7:1, 1Co 7:25; 1Co 8:1).

dones espirituales: El texto griego no contiene la palabra dones sino simplemente se lee «espirituales» (neumatikon), el cual puede referirse a las cosas espirituales o a las personas espirituales. Muchos han supuesto que se refiere a los dones (karismata) de 1Co 12:4-11 (Mat 7:7-11; Luc 11:9-13), pero es probable que no sea el caso, en vista del uso de la palabra en los capítulos 1Co 12:1-31; 1Co 13:1-13; 1Co 14:1-40, específicamente 1Co 12:1-3; 1Co 14:1-3; y 1Co 14:37.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ACERCA DE LOS DONES ESPIRITUALES. En los caps. 1Co 12:1-31; 1Co 13:1-13; 1Co 14:1-40, Pablo trata los dones del Espíritu Santo que se dan al cuerpo de Cristo. Esos dones eran parte indispensable de la vida y del ministerio de la iglesia primitiva. Dios quiere que esos dones continúen en operación hasta el retorno de Cristo (véase 1Co 1:7, nota). Con los dones espirituales se propone:

(1) manifestar la gracia, el poder y el amor del Espíritu entre su pueblo en sus reuniones públicas, hogares, familias y vidas particulares (vv. 1Co 12:4-7; 1Co 14:25; Rom 15:18-19; Efe 4:8);

(2) contribuir para que sea eficaz la predicación del evangelio al confirmar de manera sobrenatural el mensaje (Mar 16:15-20; Hch 14:8-18; Hch 16:16-18; Hch 19:11-20; Hch 28:1-10);

(3) satisfacer las necesidades humanas y fortalecer y edificar espiritualmente a la iglesia (vv. 1Co 12:7; 1Co 12:14-30; 1Co 14:3; 1Co 14:12; 1Co 14:26) y a los creyentes en particular (1Co 14:4), es decir, perfeccionar a los creyentes en «el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida» (1Ti 1:5; cf. 1Co 13:1-13); y

(4) librar la batalla espiritual eficaz contra Satanás y las fuerzas del mal (Isa 61:1; Hch 8:5-7; Hch 26:18; Efe 6:11-12). Los pasajes que tienen que ver con los dones espirituales incluyen Rom 12:3-8; 1Co 1:7; 1Co 12:1-31; 1Co 13:1-13; 1Co 14:1-40; Efe 4:4-16; 1Pe 4:10-11.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

DONES ESPIRITUALES. Los términos que la Biblia emplea para los dones espirituales especifican su naturaleza.

(1) «Dones espirituales» (gr. pneumatika, de pneuma, «Espíritu») se refiere a las manifestaciones sobrenaturales que vienen como dones del Espíritu Santo operando por medio de los creyentes para el bien de todos (vv. 1Co 12:1; 1Co 12:7; 1Co 14:1).

(2) «Dones» o «dones de gracia» (gr. carismata, de caris, «gracia») indica que los dones espirituales incluyen una motivación interna y el poder para realizar un ministerio (i.e., poder en acción), recibidos del Espíritu; tales dones fortalecen espiritualmente al cuerpo de Cristo y a los que necesitan ayuda espiritual (v. 1Co 12:4; véanse Rom 12:6, nota; Efe 4:11; 1Pe 4:10; y el ARTÍCULO LOS DONES DE MINISTERIO DE LA IGLESIA, P. 1690. [Efe 4:11]).

(3) «Diversidad de ministerios» (gr. diakoniai, de diakonía, «servicio») pone de relieve que hay diferentes modos de servicio y que ciertos dones comprenden el recibir la capacidad y el poder para ayudar a otros (vv. 1Co 12:4-5; 1Co 12:27-31; Efe 4:7; Efe 4:11-13). Pablo indica que el aspecto ministerial de los dones refleja el ministerio de «siervo» del Señor Jesucristo. Así que se define la operación de los dones en el sentido de la presencia y de la operación de Cristo entre los creyentes (cf. v. 1Co 12:3-4).

(4) «Diversidad de operaciones» (gr. energemata, de emerges, «activo, enérgico») significa que los dones espirituales son operaciones directas del poder de Dios el Padre y producen determinados resultados (vv. 1Co 12:6; 1Co 12:10).

(5) «La manifestación del Espíritu» (gr. fanerosis, de tañeros, «manifestar») recalca que los dones espirituales son manifestaciones directas de la obra y de la presencia del Espíritu Santo en la congregación (vv. 1Co 12:7-11).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Los “carismas” o dones espirituales, 12:1-11.
1 No quiero, hermanos, que en lo tocante a los dones espirituales estéis en la ignorancia. 2 Sabéis que cuando erais gentiles, ciegamente os dejabais arrastrar hacia los ídolos mudos; 3 por lo cual os hago saber que nadie, hablando en el Espíritu de Dios, puede decir “anatema sea Jesús,” y nadie puede decir “Jesús es el Señor,” sino en el Espíritu Santo. 4 Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. 5 Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. 6 Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. 7 Y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. 8 A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; 9 a otro fe en el mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu; 10 a otro operaciones de milagros; a otro profecía, a otro discreción de espíritus, a otro géneros de lenguas, a otro interpretación de lenguas. 11 Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere.

Henos aquí ante un nuevo tema, el de los carismas pero que está dentro aún del otro más general de las reuniones litúrgicas, de que el Apóstol comenzó a tratar en el capítulo n. Probablemente corresponde al “en segundo lugar,” que está pidiendo el “primeramente” Deu 11:18, y que explícitamente no encontramos en ninguna parte. Sería, pues, el siguiente de los abusos, después del de la cena eucarística, que el Apóstol intenta corregir.
En efecto, parece que en Corinto había mucha efervescencia y bastante desorientación en el asunto de los carismas. De este punto tratamos ya ampliamente en la introducción a la carta, a cuya exposición remitimos.
Comienza San Pablo diciendo a los corintios que quiere que tengan sobre este punto ideas claras (v.1). Luego, después de aludir a su anterior estado en el paganismo, les advierte de la radical diferencia en que sobre ese particular se encuentran ahora, una vez hechos cristianos (v.2-3). Aunque el texto de estos dos versículos se presenta gramaticalmente bastante irregular, su sentido general no parece dudoso. Alude el Apóstol, en primer término (v.2), a los fenómenos de excitación mántica y paroxismo de algunos cultos paganos, hacia los que en otro tiempo los corintios se dejaron arrastrar, sin que dispusieran de una norma para discernir el carácter verdadero o falso de esos fenómenos; ahora, en el cristianismo, ya no es así (v.3), sino que tienen una norma clara para discernir las manifestaciones carismáticas, y esa norma es la confesión de la soberanía de Jesucristo. Si, pues, en alguna de sus asambleas aparece un presunto carismático y grita “anatema sea Jesús,” ése no es movido por el Espíritu de Dios y, por tanto, no tiene verdadero carisma, aunque acompañe sus afirmaciones de fenómenos extraordinarios 182; al contrario, si grita “Jesús es el Señor,” ése habla en el Espíritu Santo. Una regla parecida había dado Dios en el Antiguo Testamento para discernir a los verdaderos profetas (cf. Deu 13:2-6). Es muy de notar la importancia que da San Pablo a la confesión del “señorío” de Jesucristo, que considera como santo y seña de la ortodoxia (cf.8:6). Proclamada esa regla de carácter general, prosigue el Apóstol ahondando en la naturaleza de los carismas. Ya antes (v.3) dio a entender que los carismas tienen todos su origen en el Espíritu Santo; ahora (v.4-n) va a recalcar y explicar más esa verdad, que es la base de todo, y a la que no estaban acostumbrados los paganos, para quienes cada divinidad concedía sus carismas especiales. Es cierto que el Apóstol no habla sólo del Espíritu, sino también de Jesucristo, a quien atribuye los “ministerios” (v.5), y del Padre, a quien atribuye las “operaciones” (v.6). Sin embargo, notemos cómo en el v.7 llama a todos los carismas indistintamente “manifestaciones del Espíritu,” y cómo en el ν . 11 los atribuye todos expresamente al Espíritu. Y es que Padre, Hijo y Espíritu Santo constituyen un solo Dios, con un único principio de acción, que es la naturaleza divina. Los carismas, pues, proceden en realidad de las tres divinas personas, y es lo que el Apóstol hace resaltar en los v.4-6, pero son atribuidos de modo particular al Espíritu Santo, que es espíritu de amor y de santificación. Discuten los autores si esos tres nombres “dones-ministerios-operaciones” aluden o no a carismas diversos. Muchos responden afirmativamente, considerando entre los “dones,” v.gr., la glosolalia, entre los “ministerios” la palabra de sabiduría o de ciencia (apóstoles, profetas, doctores.), entre las “operaciones” el poder de milagros. Más probable parece, sin embargo, que con estos tres nombres Pablo esté pensando en una misma realidad, es a saber, las gracias divinas en general, las cuales en cuanto “carismas” o dones gratuitos de Dios son atribuidos al Espíritu, en cuanto “ministerios” o servicios prestados en bien de la Iglesia son atribuidos a Jesucristo, fundador y cabeza de la Iglesia, en cuanto “operaciones” o actos de la omnipotencia divina son atribuidos al Padre, origen primero del ser y del poder. De hecho, en v.10 se ponen las “operaciones” entre los carismas, y en v.28-31 se atribuyen a Dios no sólo las “operaciones,” sino también “carismas” y “ministerios.”
El elenco de carismas nos lo da San Pablo en los v.8-10. Luego hará otra enumeración en los v.28-30. También da lista de carismas en Efe 4:11 y en Rom 12:6-8. Como ya explicamos al comentar este último lugar, en ninguno de los pasajes tiene intención el Apóstol de hacer una enumeración completa. En cuanto a la naturaleza y significado concreto de cada uno de los carismas, no siempre es fácil de determinar, por falta de puntos de referencia. Muchas veces no tenemos otra base que el nombre con el cual se designa el carisma, lo cual es muy poco. Damos la interpretación que parece más probable.
Enumera primeramente el Apóstol el carisma de sabiduría, que correspondería a un don para penetrar en los misterios divinos y saber exponerlos a los fieles (cf. 2:6-16; Heb 6:1); sigue el carisma de ciencia, que parece inferior al precedente, y correspondería a un don para saber exponer cual conviene las verdades elementales del cristianismo (cf. Heb 6:1). Habla luego del carisma de fe, que evidentemente no ha de confundirse con la fe salvífica general de que habla en Gálatas y Romanos, necesaria a todos los fieles, sino que sería una “fe” en grado extraordinario, de plena y viva confianza en Dios, capaz de trasladar montañas (cf. 13:2). En cuanto a los carismas de curaciones y de milagros, los mismos términos son ya suficientemente claros; parece que el segundo se distingue del primero en cuanto que tiene un campo más amplio de actuación. La profecía, mencionada también en el correspondiente pasaje de la carta a los Romanos, no aludiría tanto a la predicción del futuro, aunque tampoco eso se excluya, cuanto a poder hablar en nombre de Dios “para edificación, exhortación y consolación” de los fieles (cf. 14:3). La “discreción de espíritus” parece corresponder a un don para poder determinar el origen de los fenómenos carismáticos, si proceden del bueno o del mal espíritu, en caso de no ser aplicables reglas fáciles, como la del v.3. Por lo que respecta a la glosolalia o géneros de lenguas, remitimos a lo dicho al comentar Hec 2:4. Y en cuanto a la interpretación de lenguas, sería un don complemento del anterior, cuyo significado es fácil de entender (cf. 14:5-28).
Queda, finalmente, otro aspecto, además del de su origen del mismo Espíritu, que es también de suma importancia para determinar la naturaleza de los carismas: el de que el Espíritu los distribuye a cada uno según quiere en orden a la común utilidad (v.7). De este aspecto, a fin de que lo entiendan mejor, va a tratar San Pablo largamente en la siguiente narracion valiéndose de la imagen del cuerpo humano.

La comparación con el cuerpo humano, 12:12-31.
12 Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo. 13 Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu. 14 Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: porque no soy mano, no soy del cuerpo, no por esto deja de ser del cuerpo. 16 Y si dijere la oreja: porque no soy ojo, no soy del cuerpo, no por esto deja de ser del cuerpo. 17 Si todo el cuerpo fuera ojos, ¿dónde estaría el oído? Y si todo él fuera oídos, ¿dónde estaría el olfato? 18 Pero Dios ha dispuesto los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos como ha querido. 19 Si todos fueran un miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 20 Los miembros son muchos, pero uno solo el cuerpo. 21 Y no puede el ojo decir a la mano: No tengo necesidad de ti. Ni tampoco la cabeza a los pies: No necesito de vosotros. 22 Aún hay más: Los miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios; 23 y a los que parecen más viles, los rodeamos de mayor honor, y a los que tenemos por indecentes, los tratamos con mayor decencia, 24 mientras que los que de suyo son decentes no necesitan de más. Ahora bien, Dios dispuso el cuerpo dando mayor decencia a la que carecía de ella, 25 a fin de que no hubiera escisiones en el cuerpo, antes todos los miembros se preocupen por igual unos de otros. 26 De esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan. 27 Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros de él cada uno por su parte, 28 según la disposición de Dios en la Iglesia: primero apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de milagros, después las gracias de curación, de asistencia, de gobierno, los géneros de lenguas. 29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos doctores? ¿Tienen todos el poder de hacer milagros? 30 ¿Tienen todos la gracia de curaciones? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Todos interpretan? 31 Aspirad a los mejores dones. Pero quiero mostraros un camino mejor.

La imagen del cuerpo humano, que aquí emplea el Apóstol para mejor declarar la función de los carismas en la Iglesia, era clásica en la literatura greco-romana y se encuentra con múltiples aplicaciones. Por lo demás, nada más obvio y natural que comparar a un cuerpo un grupo de hombres reunidos con un fin determinado. Más adelante, en la introducción a la carta a los Efesios, trataremos de explicar con más detalle el origen y significado de este término “cuerpo,” que Pablo aplica a la Iglesia.
Por lo que respecta a la perícopa que comentamos, podemos distinguir tres como fases o etapas en el desarrollo del pensamiento del Apóstol. Primeramente, se expone la comparación y se señala cuál es el principio de unidad en ese cuerpo, que es la Iglesia (v.12-13). No parece caber duda, conforme ha sido y sigue siendo opinión común de los intérpretes, que el término “Cristo” (v.12) tiene aquí, no sentido personal, sino colectivo, y equivale prácticamente al “solo cuerpo” del v.13 (cf. v.27), es decir, al Cristo místico. El principio de unidad en el cuerpo de la Iglesia es el Espíritu, que nos incorpora a Cristo ya desde el bautismo (v.13; cf. 10:2; Rom 6:5; Rom 8:9; Col 3:11). Es probable que San Pablo, al añadir “hemos bebido del mismo Espíritu,” después de haber dicho que “hemos sido bautizados en un solo Espíritu,” esté pensando en algo distinto del bautismo y como su complemento. Así interpretan la frase muchos autores, que creen se refiere a la confirmación, administrada en un principio junto con el bautismo, pero del que pronto se separó (cf. Hec 8:17).
En la segunda fase del desarrollo de su pensamiento, San Pablo va describiendo con frases llenas de vida las propiedades del organismo humano, con gran variedad de miembros, unos más nobles, otros menos, pero todos necesarios y en mutua concordia en orden al bien del conjunto (v. 14-26). La consecuencia – y así entramos en la tercera fase de su pensamiento· – es transparente: también en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, debe haber variedad de miembros y de funciones, todos en completa armonía, tendiendo al bien del conjunto, sin ensoberbecerse los que han de desempeñar funciones más excelentes ni sentir envidia los que deben desempeñarlas más humildes (v.27-30). Al enumerar la variedad de funciones, San Pablo vuelve a darnos una lista de carismas, ahora con nombres no siempre abstractos, como anteriormente (v.8-10), sino a veces concretos y, a lo que parece, en orden jerárquico descendente: apóstoles, profetas, doctores, don de milagros, de curaciones, de asistencia, de gobierno, de lenguas, de interpretación. La mayoría de ellos son los mismos que hemos explicado ya al comentar v.8-10 y Rom 12:6-8. Se añade únicamente el de “apóstoles,” pues en cuanto a “doctores” parece que deben identificarse con los favorecidos con el carisma de “ciencia,” y serían los encargados en cada iglesia de la enseñanza regular ordinaria. El término “apóstoles” no parece que deba aplicarse aquí solamente a los Doce, sino que tiene un significado más amplio, designando aquellos predicadores del Evangelio favorecidos con el carisma de “apostolado,” que, con carácter itinerante, recorrían diversos países para fundar nuevas comunidades (cf. Hec 13:1-3).
El v.31 pertenece ya más bien al capítulo siguiente, al que sirve de transición. Es posible que algunos corintios, demasiado entusiasmados con los carismas, descuidasen y tuviesen en menos la caridad cristiana. Ello movería a San Pablo, después de recomendarles que entre los carismas aspirasen siempre a los “mejores,” es decir, no a los más vistosos, sino a los de mayor valor social (cf. 14:5), a intercalar esta especie de digresión sobre la caridad.

Fuente: Biblia Comentada

dones espirituales. Algunos traductores llaman la atención sobre la palabra «dones» para indicar que no está en el original pero es implícita en el contexto (cp. los vv. 1Co 12:4; 1Co 12:9; 1Co 12:28; 1Co 12:30-31; 1Co 14:1). El significado literal en griego es «que pertenece al Espíritu». Se refiere a aquello que tiene cualidades o características espirituales o que está bajo algún tipo de control espiritual. Los dones espirituales son capacidades divinas para el ministerio que el Espíritu Santo da en alguna medida a todos los creyentes y que deben estar por completo bajo su control y ser usados para la edificación de la iglesia para gloria de Cristo (vea las notas sobre Rom 12:4-8). Debían distinguirse de las experiencias místicas conocidas como «éxtasis» (comunión sobrenatural y sensual con una deidad) y del «entusiasmo» (lit. «tener al dios por dentro», lo cual conduce a adivinación, sueños, revelaciones y visiones) que eran aspectos comunes de las religiones paganas de Corinto.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección se enfoca en los dones espirituales en la iglesia y trata un tema vital aunque controvertido. La situación de falsedad religiosa en Corinto incluyó manifestaciones espirituales espurias que debían ser confrontadas. La iglesia fue informada por Pablo sobre este tema y su conducta habría de ser regulada por la verdad y el Espíritu.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

12:1 — “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales – El texto griego comienza diciendo, “Acerca de los espirituales …“ Aparentemente los corintios habían preguntado a Pablo en carta acerca de los dones espirituales (compárense 7:1; 8:1).
La palabra “dones” no aparece en el texto griego, y por eso debe aparecer en letra cursiva, como va en las versiones ASV., B.A., H.A., Mod., N.C., y otras. No obstante, el contexto requiere que se supla dicha palabra, pues este capítulo, juntamente con el 13, y el 14, tratan la cuestión de los dones milagrosos. El ver. 4 introduce la palabra “dones”. Considérense ver. 31 con 14:1.
También en 10:1 Pablo expresa su deseo de que los hermanos sepan la verdad sobre el caso que allí trata. La ignorancia no bendice ni beneficia a nadie. Debemos comprar la verdad, y no venderla (Pro 23:23). La ignorancia sobre este tema ha engendrado mucho error en el mundo religioso. (Nótese: no hemos de confundir “el don del Espíritu Santo”, Hch 2:38, cosa prometida a todo cristiano, y “los dones espirituales” dados a ciertos cristianos en el siglo primero).
Jesús prometió no dejar “huérfanos” a los apóstoles, al volver él a los cielos, sino enviarles a otro Consolador (griego, paracletos), Jua 14:18; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:13. Ese Consolador vino el día de Pentecostés, dándoles el poder prometido (Luc 24:49; Hch 1:8; Hch 2:1-4). Luego los apóstoles podían imponer las manos en otros y así repartirles dones milagrosos (Hch 8:14-18; Hch 19:6; Rom 1:11; 2Ti 1:6). De estos dones (o los carismas, del vocablo griego, charisma) ahora Pablo trata en los capítulos 12, 13, y 14.
Ya que tiene que corregir a los corintios sobre el tema de los dones, Pablo suaviza el caso con la palabra, “hermanos”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA CONFESIÓN DEL ESPÍRITU

1 Corintios 12:1-3

Hermanos: no quiero que estéis en la ignorancia sobre las manifestaciones del Espíritu. Ya sabéis que, cuando erais paganos, ibais a la deriva a los ídolos mudos, siguiendo impulsos caprichosos. Por tanto, quiero que os deis cuenta de que nadie que hable movido por el Espíritu de Dios puede decir: «¡Maldito sea Jesús!»; ni tampoco puede nadie decir «¡Jesús es el Señor!» a menos que le mueva el Espíritu Santo.

En la iglesia de Corinto sucedían las cosas más sorprendentes por la acción del Espíritu Santo; pero en un tiempo y un lugar en los que proliferaban el éxtasis y el entusiasmo podían darse casos de emocionalismo histérico y de engaños psicológicos al mismo tiempo que manifestaciones reales, y por eso en este y en los dos capítulos siguientes Pablo trata de las manifestaciones auténticas del Espíritu.
Este pasaje es muy interesante porque nos reproduce lo que eran los dos gritos de guerra.
(i) Está la frase Maldito sea Jesús. Esta terrible frase podría surgir de cuatro formas.

(a) Podría ser que la usaran los judíos. Las oraciones de la sinagoga incluían regularmente maldiciones de los apóstatas; y es posible que el nombre de Jesús estuviera incluido entre los tales. Además, como Pablo sabía muy bien (Gal 3:13 ), la ley judía establecía: «Maldito todo el que es colgado en un madero.» Y Jesús había sido crucificado. No sería tan raro oír a los judíos pronunciar sus maldiciones contra Ese hereje y criminal Que adoraban los cristianos.

(b) No es nada sorprendente que los judíos hicieran que los prosélitos que se sintieran atraídos al Evangelio pronunciaran esas maldiciones para no ser excomulgados del culto judío. Cuando Pablo le hace mención de sus actividades como perseguidor de los cristianos al rey Agripa, le dice: «Fui de sinagoga en sinagoga castigándolos a ver si los obligaba a maldecir el nombre de Jesús» (Hch 26:11 , nuestra traducción). Debe de haber sido muchas veces la condición para seguir en comunión con la sinagoga el pronunciar una de esas maldiciones contra el nombre de Jesucristo.

(c) Cualquiera que fuera la situación cuando Pablo estaba escribiendo esto, no cabe duda de que algo después, en los días de la persecución, se daba a los cristianos la posibilidad de evitar la muerte maldiciendo a Cristo. En el tiempo de Trajano, la prueba que imponía Plinio, el gobernador de Bitinia, a los sospechosos de ser cristianos era que maldijeran a Cristo. Cuando Policarpo, el anciano obispo de Esmirna, fue arrestado, lo que le exigía el procónsul Statius Quadratus era: «Di:

«¡Mueran los ateos!» ¡Jura por la divinidad del César, y maldice a Cristo!» Y Po licarpo le contestó: «Ochenta y seis años he servido a Cristo, y El nunca me ha hecho ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar a mi Rey Que me salvó?» No cabe duda de que hubo un tiempo cuando los cristianos tenían que escoger entre maldecir a Cristo o morir de cualquiera de aquellas horribles maneras. «Los ateos» eran los cristianos para los paganos, porque no creían en sus dioses.

(d) Existía la posibilidad de que, aun en la iglesia, alguien en un extraño trance gritara: «¡Maldito sea Jesús!» Si aquello era una manifestación de un espíritu, es seguro que no lo sería del Espíritu Santo. También el anciano Juan tenía que advertir posteriormente de la necesidad de probar los espíritus. Aquí Pablo establece con toda claridad que nadie puede hablar mal de Jesús y atribuírselo a la influencia del Espíritu Santo.

(e) Frente al grito anterior estaba el auténtico testimonio cristiano: «¡Jesús es el Señor!» En tanto en cuanto la Iglesia Primitiva llegó a tener un credo, estaba contenido en esta breve frase (cp. Fil 2:11 , y Rm 10:9 ). La palabra para Señor era Kyrios, que era una palabra extraordinaria. Era el título oficial del emperador romano. La exigencia de los perseguidores era: «¡Di «César es el Señor! (Kyrios)» Era la palabra que traducía el tetragrámaton hebreo en la traducción griega del Antiguo Testamento. Si uno podía decir: «Jesús es el Señor», quería decir que Le daba a Jesús la suprema lealtad de su vida y la suprema adoración de su corazón.

Hay que fijarse en que Pablo creía que una persona podía decir «Jesús es el Señor» solamente cuando el Espíritu Santo le capacitaba. El señorío de Jesús no era tanto algo que una persona descubría por sí misma, como algo que Dios, en Su gracia, le había revelado.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 12

IV. LOS CARISMAS EN LA lGLESIA (12,1-14,40).

EXPLICACIÓN PREVIA: DOCTRINA NEOTESTAMENTARIA SOBRE EL ESPÍRITU.

Para una mejor intelección de los tres capítulos que siguen será de provecho, antes de acometer la explicación concreta de cada uno de ellos, adelantar algunos conceptos que Pablo daba por conocidos de sus destinatarios de entonces, pero que no son tan evidentes para el lector actual. Lo que nosotros hemos aprendido sobre el Espíritu Santo como tercera Persona divina no basta para dar su valor debido a los hechos aquí propuestos, pero dice ya mucho en favor de que aquí no se trata tan sólo de cosas del pasado. Por lo mismo, al final de nuestra explicación del texto nos plantearemos expresamente la pregunta del significado que pueden tener para la Iglesia de hoy los fenómenos corintios y el modo de considerarlos el Apóstol.

El espíritu (el pneuma) es, en la revelación bíblica, el don de los últimos tiempos y el principio de la nueva creación. Decimos el «espíritu», y no el «Espíritu Santo». Se abre ya aquí una primera vía de acceso a la realidad del espíritu del Nuevo Testamento. No podemos equiparar en todos los pasajes al espíritu con la tercera Persona divina, aunque todo lo que se dice del espíritu tiene relación con esta Persona. Todo esto debe encuadrarse en el contexto total de la historia de la revelación y de la salvación. Algunas afirmaciones sobre el espíritu se prolongan a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Se trata de afirmaciones que se hallan dentro de la línea de la gracia concedida a determinadas personas, referida primariamente a hechos o acciones extraordinarias y centradas más tarde, con preferencia, en la palabra profética y poderosa de Dios. Ambas acepciones conservan esporádicamente este doble sentido: sólo individuos concretos reciben este poder de Dios, y lo reciben, además, únicamente en ocasiones aisladas. Desde aquí debe entenderse la casi increíble ampliación de este don en la profecía de Joel, que la primitiva comunidad cristiana consideraba cumplida en ella en pentecostés y a partir de pentecostés: «Y sucederá que derramaré mi espíritu sobre toda carne. Y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. Y sobre vuestros siervos y vuestras siervas en aquellos días derramaré mi espíritu y profetizarán» (Hec 2:17 ss; Joe 2:28 ss). En este sentido, aquel a quien anunciaba Juan Bautista, y que no bautizaría ya con agua, sino con el Espíritu Santo, significa el advenimiento de la plenitud y del final del mundo (Jua 1:32). Sobre él descansaría el Espíritu, o en él permanecería (Jua 1:32), de modo diferente al de los profetas (Is 11>2). él mismo enviará el Espíritu, pero sólo se le tendrá después de la pasión (Jua 7:38 s).

«Jesús, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el espíritu santificador, a partir de su resurrección de entre los muertos» (Rom 1:3 s). Como Resucitado, se ha constituido en nuevo Adán, en el primogénito de la nueva humanidad, que no sólo tiene vida en el tiempo, sino que posee el principio vivificante de la vida, es decir, «el espíritu» (Rom 15:45). De su plenitud reciben ahora todos la vida. Esta vida que, en virtud de su naturaleza, es divina y eterna, está determinada y penetrada por el espíritu, por el pneuma. Le recibe aquel que está vinculado a Cristo. Así, pues, participar del espíritu significa lo mismo que ser cristiano. «Porque todos los que se dejan guiar por el espíritu de Dios, éstos son hijos suyos» (Rom 8:14).

No es, en absoluto, falso, referir todas estas afirmaciones a la tercera Persona divina, pues en último término la gracia consiste realmente en que Dios se participa a nosotros. Esta comunicación de Dios es, dicho trinitariamente, la tercera Persona divina, el Espíritu Santo. Ahora bien, en la primitiva Iglesia esta comunicación del espíritu estaba vinculada a una serie de manifestaciones externas que atraían la mirada de los creyentes, de tal modo que Pablo consideraba que una gran parte de su misión consistía en distinguir entre la causa principal y los efectos secundarios.

1. Los DONES DE DIOS EN LA IGLESIA (Rom 12:1-31).

a) La confesión de Jesús, prueba fundamental (1Co/12/01-03).

1 Acerca de los dones espirituales no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia. 2 Sabéis que cuando erais paganos os dejabais arrastrar hacia los ídolos mudos, desviándoos del recto camino. 3 Por eso os hago saber que nadie que habla en espíritu de Dios, dice: ¡Anatema sea Jesús!, y nadie puede decir: Jesús es el Señor, sino en el Espíritu Santo.

El modo súbito con que Pablo aborda inmediatamente este nuevo y gran tema indica claramente que se trata de una consulta que le han planteado. El Apóstol se refiere sucintamente a toda la plenitud de dones del Espíritu, pero ciñéndose más en particular a los que se manifestaban en el decurso de la celebración litúrgica, de manera que, al estudiar este nuevo tema, seguimos todavía dentro del contexto de las prácticas litúrgicas de la primitiva cristiandad, iniciado en el capítulo 11.

El Apóstol comienza por establecer un claro distanciamiento respecto de los casos que los corintios conocían por su pasado pagano. Las religiones paganas, y especialmente los cultos mistéricos, estaban superpobladas de fenómenos extáticos, entusiásticos y hasta orgiásticos. Cierto que, como repite muchas veces el Antiguo Testamento, los dioses eran «mudos», pero no por eso se aprovechaban menos los demonios de su culto para abusar de los hombres. Se pone en cruda evidencia lo violento, lo forzado, lo indigno del hombre que son los cultos paganos. En la asamblea cristiana el hombre no es un alienado, sigue siendo dueño de sí mismo. No es entregado a poderes invisibles.

La fórmula de maldición que Pablo introduce como señal distintiva puede extrañarnos, pero debe haber tenido precedentes. Esta fórmula o anatema procedía del lenguaje jurídico de los judíos; posiblemente se refiere aquí la misma expresión que el perseguidor Saulo debió pronunciar muchas veces en su odio arrebatado, del mismo modo que en el versículo precedente se refería a los fenómenos paganos.

En oposición a ambas fórmulas, la confesión: «Jesús es el Señor» constituye la primitiva confesión fundamental del cristianismo. Dado que ambas afirmaciones están en tan inmediata contraposición, deben explicarse mutuamente. «Anatema sea Jesús»: he aquí la más breve y más enérgica expresión para designar un total distanciamiento respecto del mencionado Jesús, mucho más dura que la negación de Pedro: «No conozco a este hombre», es decir, no quiero nada con este hombre, así Dios me ayude.

Kyrios Jesús: he aquí la expresión más concisa y más densa para afirmar la vinculación total a él, una vinculación tal como sólo es posible respecto de Dios y de aquel que ocupa para mí el lugar de Dios, porque Dios mismo le ha dado para eso. No debo temer quitar algo a Dios al actuar de este modo; debo más bien estar seguro de que afirmo así aquello que el mismo Dios ha hecho para su gloria y mi salvación. Cuando pensamos en el himno que Pablo nos ha transmitido en la carta a los Filipenses (2,5 ss) se comprende la razón de que las oraciones, poesías y expresiones espirituales se deslicen con preferencias hacia doxologías de este matiz. Oímos resonar esta invocación del Kyrios en nuestra liturgia, en el texto original griego en el Kyrie eleison, en la traducción latina en la aclamación del Himno del Gloria: «Tú solo eres Señor, tú solo Altísimo, Jesucristo.» Esta confesión de alabanza a Jesús como Señor sólo es posible por obra del Espíritu Santo. Aceptar al Jesús terreno, ya sea el predicador ambulante o el hacedor de milagros de Galilea, ya sea incluso el Crucificado bajo Poncio Pilato, como aquel de quien depende la salvación del mundo en todos los tiempos, es posible por un milagro de iluminación que sólo el Espíritu Santo puede realizar.

Antes, pues, de entrar en el análisis de los efectos sorprendentes y en algún sentido extraordinarios del espíritu, Pablo establece, como la cosa más importante de cuantas el espíritu causa, la simple fe en Cristo. Y esto es lo que vuelve a subrayar mediante la formulación negativa: «Nadie puede decir… sino en el Espíritu Santo» 29.

b) Diversidad de dones y unidad (1Co/12/04-11).

4 Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. 5 Hay diversidad de servicios, pero el Señor es el mismo. 6 Hay diversidad de operaciones, pero Dios es el mismo, el que lo produce todo en todos.

Después de haber afirmado de entrada aquello que es válido para todas las manifestaciones del Espíritu Santo, en oposición al influjo de los demonios, pasa el Apóstol a las circunstancias concretas de la vida de la comunidad de Corinto, que se caracterizan por una multiplicidad casi perturbadora. Comienza por reconocer, en principio, esta multiplicidad; esta floración primaveral respondía a la irrupción de vida divina que, a partir de ahora, debía fructificar entre los hombres, pero en primer lugar en aquella comunidad de Jesucristo que se abría a esta corriente. Pablo subraya sólo esto: que es una y única la fuente de la que toda plenitud fluye. Para dar expresión a esta plenitud formula tres veces la afirmación, en versos construidos con perfecto paralelismo, que presentan una progresión no tanto al designar los efectos del Espíritu -dones del Espíritu (carismas), prestación de servicios (diakonía) y operaciones (energemata)- como en la triple (o trinitaria) determinación de su fuente: el Espíritu, el Señor, Dios. ¿Podría intercambiarse la ordenación de los tres efectos del Espíritu en relación a las tres Personas? Ciertamente que sí, en cuanto es el mismo Dios el que «lo produce todo en todos». Acaso no sea enteramente casual que la prestación del servicio, en la que se realiza de una manera totalmente peculiar la Iglesia en la tierra, esté vinculada al Señor, es decir, a Jesucristo. Tenemos ante nosotros uno de los pocos textos enteramente desarrollados en el que se cita al Espíritu en la misma secuencia que al Padre y al Hijo. Pero también es claro que la actividad de la Trinidad ad extra, en el orden de la gracia, es siempre común a las tres Personas.

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29. Este mismo signo distintivo se establece en 1Jn 4:1-3.

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7 A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien de la comunidad. 8 Y así, a uno se le da, mediante el Espíritu, palabra de sabiduría; a otro, según el mismo Espíritu, palabra de conocimiento. 9 A éste se le da, en el mismo Espíritu, fe, y a aquél, en el único Espíritu, dones de curación. 10 A otro, poder de hacer milagros; a otro, el hablar en nombre de Dios; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, el interpretarlas. 11 Todos estos dones los produce el mismo y único Espíritu, distribuyéndolos a cada uno en particular, según le place.

Si nos preguntamos ahora qué es lo que se quiere decir en concreto con estas determinaciones, o bajo qué nueva forma y nombre pudieran acaso tener un puesto en nuestros días, debemos comenzar por dejar que Pablo nos diga algo que para él tenía primordial importancia: todos estos fenómenos pneumáticos tienden, sin excepción, al bien espiritual de la comunidad. Este es el punto al que quiere llegar y el que verdaderamente le interesa. Lo menciona aquí por vez primera. Ya no podía retrasarlo más e insistirá sobre ello, repitiéndolo en la introducción de cada nueva perspectiva. Aquí radica precisamente la gran falta que han cometido hasta este instante los corintios con sus dones espirituales: que sólo habían visto o buscado en ellos su propio provecho, o su solaz, o su gloria.

Llama la atención la gran importancia que concede a la distribución: al uno esto, al otro aquello, es decir, a nadie todo; y a nadie esto o aquello que acaso él hubiera preferido, sino lo que el Espíritu ha juzgado oportuno en atención a la totalidad. El Espíritu quiere la diversidad, pero ordenada, y, por tanto, vivificante y enriquecedora. El Espíritu es un «espíritu de la totalidad». Esto era para los paganos todo menos evidente. Para ellos era incluso perfectamente posible que no sólo los fenómenos, sino también las fuerzas que se ocultaban tras ellos se opusieran entre sí, del mismo modo que, en sus mitos, los dioses se combatían. Pero no es así en Dios, que opera todo en todo y que da a cada uno como le place. Hay un principio de unidad en la Iglesia, que no se apoya en ningún poder humano, que no puede estructurarse en ninguna ley de los hombres, sino que descansa únicamente en este Espíritu, a través del cual quiere estar Dios junto a su Iglesia y en todas las manifestaciones realizadas por él.

Se enumeran nueve dones del Espíritu, sin que esto quiera decir que la lista sea completa. Tres veces repite Pablo, en la enumeración, que su causa idéntica es única: el Espíritu. No puede darse, pues, ninguna rivalidad entre estos dones. Acaso fuera posible agrupar los nueve dones en tres grupos. Resulta difícil trazar una frontera precisa de separación entre ellos, pero, en conjunto, se ve claro que la línea total debe entenderse en sentido descendente, ya que no es accidental que al final de la enumeración se mencione el don de lenguas. En la cima se citan la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento, probablemente ordenadas también en el mismo sentido descendente. La sabiduría puede participar en la visión profunda de los planes salvíficos de Dios, aunque todo cuanto puede conocer y decir se sumerge en un silencio de adoración frente al abismo insondable de las disposiciones divinas. De esta clase es el ejemplo de palabra de sabiduría que el mismo Pablo nos ofrece sobre el entrecruzamiento del camino del destino de Israel con el de los pueblos paganos (Rom 9-11).

Se cita en segundo lugar la «palabra de conocimiento», acaso un poco menos directamente deducida del Espíritu, ya que la fórmula dice «según el mismo Espíritu», mientras que de la palabra de sabiduría se afirme «mediante el Espíritu»; así, pues, en la palabra de conocimiento entran más en juego las fuerzas intelectuales del hombre, aunque, mediante el Espíritu, se adecúen mejor a su objeto sobrenatural.

Dado que la «fe» aparece aquí como un don especial de la gracia, debe admitirse que se trata de una fe especial, acaso de aquella misma que en el capítulo siguiente (13,3) Pablo describe como capaz de trasladar montañas. En todo caso, debe ser entendida en este pasaje como algo más vinculado a la edificación de la Iglesia que a la salvación de un individuo concreto. Es probable que esta fe, que es eficaz mediante la oración poderosa, se acerque ya al siguiente grupo.

Con el «poder de hacer milagros», enumerado junto a los «dones de curación», se entiende, en primer término, la potestad de liberar a los posesos. En estas dos manifestaciones fue constante y prolongada la actuación de Jesús, que ya en Mateo (12,28) era entendida como realizada por el poder del espíritu. Por lo demás, debe contarse también con que Pablo menciona de propósito no sólo los efectos del espíritu que acaecían en Corinto, sino también los que se daban en otras partes, para hacerles recordar que hay otros dones, además de los que ellos conocen.

Cuando menciona la profecía o «hablar en nombre de Dios» no se debe pensar tan sólo en profecías en cuanto anuncios de eventos futuros, sino en todo posible hablar acuciante e impulsivo procedente del poder del espíritu, que puede ser tanto estímulo y aliento como manifestación y juicio. Se puede pensar, a título de ejemplo, en las siete cartas del Apocalipsis (Ap 1-3), o también en un suceso que se mencionará más adelante (14,24), o acaso, igualmente, en lo que sucedió en aquella asamblea de la comunidad de Antioquía, en la que se reconoció, afirmó y decidió la misión apostólica de Bernabé y Saulo (Hec 13:1-4).

En la expresión «discernimiento de espíritus» llama la atención la forma en plural. Sigue actuando aquí la antigua experiencia de los fenómenos del espíritu, de los que no se podía afirmar con certeza «de qué clase de espíritu» es el que habla y obra. Se añade a esto que ni siquiera entre aquellos mismos inspirados por el Espíritu Santo es todo purísima revelación del Espíritu. Junto a la inspiración se deslizan también en el hombre fuentes humanas; muchas veces ni siquiera el que está inspirado puede distinguir exactamente entre lo que ha recibido del Espíritu Santo y lo que es de su propia cosecha. Para este menester se da el carisma complementario del «discernimiento de espíritus» 30.

El Apóstol menciona finalmente un don del Espíritu que causó máxima impresión en los corintios, máximas preocupaciones al Apóstol y máximas dificultades a los comentadores. Traducido al pie de la letra significa «hablar lenguas» (glossolalia). El fenómeno no es completamente desconocido. Prescindiendo de que en la mística estática del helenismo se dieron manifestaciones parecidas -en la pitonisa de Delfos, en las Sibylas, que, puestas en trance, murmuraban sentencias misteriosas casi siempre cargadas de amenazas-, en la misma historia de la Iglesia se han vuelto a dar casos semejantes. Recuérdese el movimiento de pentecostés provocado por el «acontecimiento pentecostal» del año 1906 en Norteamérica, que arrastró y sigue arrastrando a amplios círculos 31. La expresión «diversidad de lenguas» mantiene al fenómeno dentro de anchos márgenes. Estaríamos tentados a decir que abarca desde un modo de hablar entusiasta hasta las exclamaciones extáticas cuyo sentido sería, a lo sumo, sospechado -pero no entendido- por los presentes. En ningún caso puede vincularse demasiado estrictamente el fenómeno a «exclamaciones inarticuladas». De acuerdo con el lenguaje de aquel tiempo, se entendían bajo estas palabras expresiones y modos de hablar arcaicos. Así, nos encontramos ya cerca de la otra expresión «lenguas nuevas» (Mar 16:17) o también «lenguas de los ángeles» (Mar 13:1). Es un lenguaje formulado por labios humanos, pero del que se sirve un espíritu superior32.

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30. A esto se debe que los místicos de la edad media y de comienzos de la edad moderna se hayan sometido de buen grado a la dirección de un confesor prudente y sobrio. Para el conjunto de las distinciones que deben hacerse ineludiblemente en este campo: K. RAHNER, Visionen und Prophezeiungen, «Quaestiones disputatae», Friburgo de Brisgovia 1958.

31. Se ha estudiado muchas veces la cuestión de si el acontecimiento de pentecostés debe enumerarse entre estos fenómenos, pero el problema sigue siendo muy discutible. Sí pertenecen, en cambio, a esta serie lo que relatan Hec 10:46; Hec 19:6 y Mar 16:17.

32. Sobre estos fen6menos, pueden consultarse el Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, 4. 1967. col. 761s, y A. WlKENHAUSER, Los hechos de los apóstoles, Herder, Barcelona 1967, p. 60-62. Nota del traductor.

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c) Comparación con los miembros del cuerpo (1Co/12/12-26).

12 Porque como el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un solo Espíritu, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos dio a beber un solo Espíritu. 14 Porque el cuerpo no es un miembro solo, sino muchos: 15 Aunque el pie diga: Como ya no soy mano, no pertenezco al cuerpo, no por eso deja de pertenecer al cuerpo. 16 Aunque la oreja diga: Como no soy ojo, no pertenezco al cuerpo, no por eso deja de pertenecer al cuerpo. 17 Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde quedaría el oído? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿dónde quedaría el olfato? 18 La verdad es que Dios colocó cada miembro en el sitio correspondiente del cuerpo, según quiso. 19 Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde quedaría el cuerpo? 20 Pero de hecho hay muchos miembros y un solo cuerpo. 21 El ojo no puede decirle a la mano: No tengo necesidad de ti; ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son indispensables, 23 y los que consideramos menos respetables en el cuerpo, los rodeamos de mayor respeto y los menos honestos reciben mayor recato, 24 mientras que los honestos no lo necesitan. Pero Dios dispuso armoniosamente el cuerpo, dando mayor dignidad al miembro que carece de ella, 25 para que no haya división en el cuerpo, sino que por igual los miembros se preocupen unos de otros. 26 y así, si un miembro sufre, todos los demás padecen con él, y si un miembro es distinguido con honor, todos los demás se alegran con él.

Pablo recurre ahora a una imagen para expresar la necesidad y también la plenitud de la unidad -ya antes indicada- en la diversidad, y de la diversidad en la unidad: la imagen de la unidad del cuerpo, dentro de la diversidad de sus miembros. No es Pablo el autor de esta célebre y usual comparación. Aparece en muchos pasajes de la literatura antigua (Jenofonte, Tito Livio, Cicerón, Marco Aurelio, Epicuro). Pero, a diferencia de todos estos autores, al Apóstol no le interesa la organización natural de un Estado, para la que se requiere la unanimidad de los ciudadanos, sino el orden de la gracia. La magnitud en la que todas las funciones convergen en la unidad, de que derivan en definitiva, y en la que pueden integrarse, es la Iglesia. Pablo no utiliza aquí esta palabra (hasta 12,28). Al llegar al pasaje en el que quiere trasladar la imagen a la realidad, dice: así también (sucede en) Cristo (12,12). Propiamente, debería haber dicho: así, también la Iglesia es un cuerpo. Pero la Iglesia no es un cuerpo cualquiera, es el cuerpo de Cristo, es exactamente Cristo. Pablo introduce así, abruptamente, un tema tan fructífero para el conocimiento de la Iglesia, al que más tarde, en la posterior carta a los Efesios, dedicará una exposición más amplia y rica. Como fundamento, el Apóstol sólo ofrece, en este pasaje, una breve sentencia en el versículo 13 -muy importante por otra parte- introducida ya con anterioridad a la explanación de la imagen. Pablo fundamenta la unidad del cuerpo en la unidad del Espíritu, y basa, a su vez, esta última, en la iniciación sacramental que era, al mismo tiempo, una incorporación sacramental. Independientemente de que aquí las expresiones «bautizados», «bebido» se refieran a sólo el bautismo, o al bautismo y la eucaristía (nosotros somos partidarios de la primera opinión), lo decisivo es que los sacramentos no sólo confieren gracia al que los recibe, sino que le insertan en la unidad de la Iglesia. La Iglesia no nace en un proceso posterior, cuando los bautizados se reúnen, sino a la inversa: los creyentes en Cristo se hacen miembros de Cristo porque, al recibir al único Espíritu, se hacen un solo cuerpo. Un solo cuerpo y un solo Espíritu constituyen una unidad tan necesaria e indisoluble como la que constituyen el cuerpo y el alma, por un lado, y el Espíritu y Cristo por otro. Advirtamos aquí también que el «nosotros» de esta frase supone en Pablo la experiencia de haberse convertido al cristianismo; a diferencia de los primeros apóstoles, él también ha sido bautizado (Hec 9:18).

Al desarrollar la imagen, en un proceso muy parecido a otros precedentes literarios, la realidad mística queda relegada a un segundo término, aunque las realidades humanas y terrenas sólo pueden ser bien vividas y comprendidas desde aquella suprema realidad. La exposición es tan clara que, de suyo, no es necesaria ninguna explicación. También se advierte fácilmente a qué peligros de la comunidad corintia quería referirse el Apóstol. Debieron existir algunos miembros en la comunidad que se consideraban inútiles, porque carecían de unos determinados dones del Espíritu, cuyos poseedores se tenían por importantes y condicionaban así la opinión pública. Desde su complejo de inferioridad dicen: como yo no soy esto ni lo otro, no pertenezco al cuerpo (versículos 15.16). Por el lado contrario, debieron existir también algunos miembros que -desde arriba abajo- dieron a entender a los otros que no los necesitaban (versículos 21.22). Contra este modo de pensar ofrece Pablo una doble reflexión: en primer lugar, debe quedar bien en claro que para el bienestar del cuerpo no son necesarios sólo los ojos, aunque se les tenga, con razón, por los miembros o sentidos más importantes (versículos 17-20). Desde una perspectiva tan limitada puede falsearse la verdad tanto desde arriba como desde abajo, como si algunos miembros fueran capaces de procurarse entre sí -independientemente de los restantes miembros- o ya incluso uno solo para sí mismo, la felicidad total. Comparar es una de las cosas más peligrosas que pueden darse. Por eso se complementa esta reflexión con otra más extensa (versículos 22.23), que significa justamente una inversión de la escala de valores. Si hasta ahora Pablo ha mencionado expresamente los miembros que aparecen a nuestra vista, ahora pasa a un grupo nuevo, que no puede mencionar por su nombre, sino que sólo puede insinuar, unidos bajo una doble comparación (versículos 24-26). Cuanto más débiles o necesitados de recato los consideramos, con mayores muestras de respeto los protegemos. Los hombres adoptan este comportamiento como algo evidente, y tienen razón. Es el mismo Dios quien ha dispuesto el cuerpo de manera sensata y ordenada a su fin y quiere que a los miembros menos respetables se les dé mayor respeto. Aquí la realidad se abre paso a través de la imagen, cuando Pablo escribe: «para que no haya división en el cuerpo» (versículo 25). Este supremo mal no puede evitarse con un afán de igualdad, sino sólo cuando todos los miembros «se preocupan los unos por los otros» y, sobre todo, los más fuertes por los más débiles. Y puesto que se ha hablado del vestido, decoroso y recatador, podemos traer a la memoria lo que se dijo en el capítulo precedente, en el que se expusieron algunas ideas sobre el recato de las mujeres, no, por cierto, para poner en duda la igualdad de sus derechos, sino para proteger su dignidad, más sensible y sensitiva. También los niños son miembros de la comunidad, que deben ser aceptados tales como son, y acerca de los cuales se deben extremar los cuidados y el respeto. Este sumo aprecio por los niños es algo que ha inscrito Jesús en la Iglesia, y, a través de la Iglesia, en el mundo. En la mentalidad de Jesús no sólo debemos incluir a los niños entre los «pequeños», sino también a los de sencillos sentimientos, fácil presa de las burlas de los espíritus fuertes. Pero, a través de sus burlas, descubren que su espíritu no es el del Evangelio. Siguiendo la mente de Jesús, Pablo reconoce de sí que se ha hecho débil para los débiles.

Con suprema maestría ha explicado a su comunidad el gran pastor de almas ·Agustín-san la doctrina de este capítulo: séanos permitido exponer aquí algunas de sus ideas a este respecto.

Que nadie se ufane por ningún don de la Iglesia, cuando destaque acaso en la Iglesia por algún don a él confiado; mire más bien si posee el amor. Pues también Pablo enumera muchos dones de Dios en los miembros de Cristo que son la Iglesia, afirmando que a todos y cada uno de los miembros se les pueden confiar especiales dones, y que no todos pueden tener los mismos. Pero nadie quedará sin dones: «Apóstoles, profetas, maestros; poder de hacer milagros, don de curar, de asistir, de gobernar, de hablar diversas lenguas» (1Co 12:28). Así se ha dicho y así vemos unos dones en unos, y otros en otros. Que nadie se atormente, pues, si no se le ha concedido a él lo que se le ha concedido a otro… Pongamos un ejemplo: la mano izquierda lleva un anillo y la derecha no: ¿es que la derecha carece de adorno? Mira las manos separadamente: ves que la una tiene y la otra no. Pero mira ahora el cuerpo total, al que pertenecen las dos manos y advertirás cómo la mano que no tiene, tiene en la que lleva el anillo.

Los ojos ven a dónde se ha de ir; los pies van a donde los ojos han fijado de antemano; pero los pies no pueden ver, ni los ojos ir. El pie te dirá: Tengo luz, no en mí mismo, sino en el ojo; porque el ojo no ve sólo para sí y no para mí. Y los ojos, por su parte: también nosotros nos trasladamos, no por nosotros, sino por medio de los pies; porque los pies no marchan para sí solos y no para nosotros. Cada miembro en particular desempeña, pues, de acuerdo con sus funciones, lo que el alma les ordena; y todos están asentados en un solo cuerpo y se mantienen firmes en la unidad. No monopolizan lo que los otros miembros tienen; y aunque no alcanzan por sí mismos lo que los otros miembros tienen, no por eso juzgan ser extraño lo que poseen en común dentro del mismo cuerpo.

En fin, hermanos: si a cualquiera de los miembros del cuerpo le ocurre algún percance, ¿qué miembro hay que niegue su concurso? ¿Qué miembro parece ocupar el último puesto en el cuerpo humano, sino el pie? ¿Y dentro del pie, qué parte más alejada del mismo que la planta? Pues bien, esta parte alejada tiene una conexión tan íntima con la totalidad del cuerpo que, cuando en la planta se clava una espina, todos los miembros colaboran para extraerla: las rodillas se doblan, la espalda se curva… surge la preocupación por sacar la espina. Todo el cuerpo participa en la tarea. ¡Qué minúscula es la parte afectada! Por insignificante que sea la superficie punzada por una espina, el cuerpo total no descuida el apuro de una parte tan pequeña y de tan poca monta. Los otros miembros no sufren, pero en cada parte sufren todos.

El Apóstol nos ha dado aquí una parábola del amor, animándonos a amarnos unos a otros del mismo modo que se aman los miembros del cuerpo. «Y así, si un miembro sufre, todos los demás padecen con él, y si un miembro es distinguido con honor, todos los demás se alegran con él. Ahora bien, vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno miembro de él» (/1Co/12/26-27).

d) Aplicación al cuerpo de Cristo (1Co/12/27-31).

27 Ahora bien, vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno miembro de él. 28 Y Dios puso en la Iglesia: primeramente, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; después los que poseen poder de hacer milagros, los que tienen don de curar, de asistir, de gobernar, de hablar diversas lenguas. 29 ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Acaso todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos taumaturgos? 30 ¿Acaso todos poseen don de curar? ¿Hablan todos diversas lenguas? ¿Todos interpretan? 31 ¡Aspirad a los dones superiores! Y todavía os voy a mostrar un camino macho más excelente.

Al iniciar la comparación del cuerpo, Pablo dijo, pasando inmediatamente al fondo de la cuestión: así tambi6n Cristo (12,12). Ahora, de manera más comprensible, dice: «Vosotros sois cuerpo de Cristo.» En conexión con todo lo que antecede, se estaría casi tentado a entender la afirmación condicionalmente: con tal de que viváis vuestra condición de miembros. Con todo, la frase es absoluta, y con razón, por cuanto ha sido Dios quien ha convocado a la comunidad y la ha cohesionado para formar un cuerpo. La enumeración de los miembros que hace Pablo a continuación, y respectivamente, de las funciones, es realmente sorprendente: aparecen nombres enteramente nuevos y, además, los que son expresamente colocados en primera línea están, a su vez, subordinados en una terna descendente: apóstoles, profetas, maestros. Es indiscutible que ellos constituyen los oficios fundamentales y rectores de la Iglesia. Aquí se dice exprofeso «la Iglesia», porque no es tan seguro que todas las comunidades de aquel tiempo tuvieran un apóstol en su seno. Por lo demás, responde a la costumbre y a la intención de san Pablo recordar, precisamente a los corintios, que existen, al lado de la suya, otras comunidades y que hay, por consiguiente, sobre ellos, algo así como una Iglesia; que, en todo caso, ellos no son toda la Iglesia y que, solos, no son Iglesia. Esta terna de funciones, cuya formulación lingüística es aquí tan sólida como la de los otros pasajes de la tradición de aquel entonces, podría ofrecer, por tanto, la estructura fundamental de las comunidades fundadas por Pablo. Pero, a pesar de todo, es totalmente distinta de aquella otra formada más adelante en la Iglesia, que enumera a los obispos, presbíteros y diáconos.

El «apóstol» es el fundador de la comunidad. No es preciso que haya sido uno de los doce. Se da este nombre de apóstol, ocasionalmente, a otros varones, como Bernabé, Silas y Apolo. Los «profetas» hablan inspirados por el Espíritu, dicen la palabra de Dios con poder en situaciones determinadas y a unos hombres concretos. También en la posterior carta a los Efesios se les menciona junto a los apóstoles, como «fundamento» de la Iglesia (Efe 2:20). Los «maestros» tenían a su cargo la instrucción ordinaria en las cosas de la fe. Podríamos decir que la catequesis es la introducción a las Escrituras. Por consiguiente, los tres están al servicio de la palabra, de la predicación. A esto se debe que en otras enumeraciones se pueda citar también a los «evangelistas» al lado de los «pastores» (Efe 4:11).

Otra de las características que distingue a estos tres ministerios de los que siguen es que desempeñan actividades de tipo personal, mientras que los demás carismas -se mencionan otros cinco- están ordenados de acuerdo con su contenido: «poder de hacer milagros», etc… Aquí volvemos a entrar en parte en terreno conocido (en 12,5-11). Pero hay también cosas nuevas: don de asistir, don de gobernar (kyberneseis: que acaso pudiera traducirse como «don de administrar, o don de dirigir»). No podemos comprobar con seguridad que se haya pensado aquí en una lista clasificatoria. Con mayor certeza puede afirmarse que los carismas de caridad en ningún caso deben posponerse a los dones de administración. A partir de estos últimos se desarrolló más tarde la estructura eclesial de servicio a los pobres, destinada hasta cierto punto a desplazar a la estructura carismática.

Con todo, debe procederse con cautela a la hora de hacer uso de estas dos denominaciones, debido a la significación que encierran. Evidentemente, ni siquiera las Iglesias o comunidades paulinas estaban gobernadas de manera exclusivamente carismática. Sin embargo, ya en la primera de todas sus cartas escribe el mismo Pablo: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis el esfuerzo de quienes trabajan entre vosotros y que, en el Señor, os gobiernan» (1Te 5:12). Pero para la actual tarea de la Iglesia de liberarse de la clericalización unilateral y de la consiguiente fosilización encierra el ejemplo corintio un importante estímulo esperanzador en el sentido de que a los laicos no sólo se les deben reconocer -y ellos deben asumir- funciones derivadas de los cargos eclesiásticos, sino que tienen cargos y ministerios directamente asignados a ellos por el mismo Dios. En ningún modo existe una necesaria oposición entre carisma y ministerio oficial, ya que aquí los ministerios son también carismas y ambos, carisma y ministerio, sólo pueden ser entendidos como servicio.

¿Es casual que, al repetir la pregunta en forma de interrogación negativa: ¿Acaso son todos…?, se hayan omitido los dos dones (de asistir y de gobernar) que más en primer plano vemos en el ministerio oficial posterior? ¿Eran acaso los menos codiciados, porque de ordinario exigían un servicio silencioso y poco brillante y encerraban un prestigio espiritual mucho menor? (E. Allo). Por otra parte, que Pablo exija a continuación tender a los dones de la gracia mejores o superiores es algo que no se entiende por sí mismo y que contradice, más bien, el tenor de la orientación precedente. Esta exhortación parece anticipar más bien el capítulo que sigue, en el que Pablo se esfuerza por apartar a los corintios del don de lenguas, supervalorado en aquella comunidad, y, por tanto, también de su propia estima. Porque lo que ahora intenta presentar como el supremo de todos los dones, situado más allá de toda posible competencia, es el amor.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

1Co 14:1; 1Co 14:37.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Hay sólo un Espíritu Santo

Así como la conducta en la cena del Señor estaba fuera de control, también lo estaba la forma en que se realizaba el ministerio en la iglesia. Aunque los corintios habían escrito a Pablo para pedir su mandato apostólico sobre el tema específico de los dones espirituales, no hay motivos para separar los temas tratados en el cap. 11 de los que se tratan en los caps. 12-14. Tomados en conjunto, encontramos las reuniones de los cristianos en total desorden. En cualquier forma que el lector reconstruya los problemas que originaron el pedido de aclaración de Pablo (y esto es como unir los trozos de una conversación mientras se escucha solamente a un interlocutor), debe relacionárselos con el resumen que hace Pablo de sus instrucciones finales en 14:39, 40. El también utiliza este método en otros lugares (cf. 11:33; 15:58). En esas instrucciones les dice, anhelad profetizar; y no impidáis el hablar en lenguas, haciendo todo en la iglesia decentemente y con orden. Aparentemente, los problemas se relacionan, más que nada, con la prioridad de la profecía y el ejercicio del don de lenguas en las reuniones cristianas. Estas debían ser conducidas en tal forma que reflejaran el carácter de Dios, a quien pertenecía la reunión.

1 Los corintios escribieron preguntando por los dones espirituales. La expresión gr. es ambigua y puede traducirse también como “personas espirituales”. El tema tratado al comienzo sugeriría que la pregunta de los corintios en el v. 1 se refería a la forma en que aquellos que poseían el Espíritu Santo ejercían su ministerio en las reuniones de la iglesia. La primera preocupación de Pablo es solucionar su ignorancia. 2 Les recuerda: Cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos, o como traduce más lit. la VHA “os extraviaban … según y como erais llevados”. El rechazo de ellos de la revelación general de Dios en sus vidas los llevó a la idolatría y a la espiral descendente de las prácticas idolátricas (Rom. 1:21-23). La palabra mudos se utiliza en la misma forma que la usaban los escritores del AT cuando señalaban a Israel la necedad y futilidad de inclinarse ante los ídolos fabricados por hombres (Hab. 2:18, 19). 3 Los paganos creían que los dioses podían influir favoreciendo sus objetivos en contra de los de otros en áreas de la vida como la competición deportiva, cuestiones sentimentales, los negocios y la política. Esto se hacía en cultos paganos por medio de las maldiciones que se echaban contra los oponentes. Algunas veces las escribían en plomo, las depositaban en templos y cisternas y juramentaban en el nombre de un dios. Una tabla de maldición encontrada en el templo de Démeter en Corinto decía: “Hermes del mundo subterráneo, [haz caer] terribles maldiciones.” Anatema sea Jesús puede traducirse como “Jesús [es] una maldición” o “Jesús, [haz caer] una maldición”, porque las dos palabras son, lit., “anatema Jesús”. Cf. 16:22, “sea anatema”, donde el verbo está en tiempo presente. ¿Estaban los corintios utilizando el nombre de Jesús como una maldición en contra de sus oponentes en la misma forma en que los paganos hacían con sus dioses? ¿Está Pablo diciendo que ninguna persona que habla por el Espíritu de Dios maldice a otros con un “anatema Jesús” para ponerlos en desventaja? Sólo aquellos que son guiados por el Espíritu afirmarán que Jesús es el Señor. Los cristianos debían estar utilizando sus dones para bendición y bienestar de los demás (cf. v. 7).

Pablo continúa hablando sobre el hecho de que los muchos y diversos dones provienen de una sola fuente, Dios, que los ha puesto a su disposición para el bien común (4-11). 4-6 Del mismo Espíritu, Señor y Dios, proviene una variedad de dones, ministerios y actividades; la iglesia haría bien en seguir el ejemplo de Pablo utilizando los tres términos. 7 A cada persona le es dada la manifestación del Espíritu, no para sí misma, sino para provecho mutuo. En la vida secular el “bienestar” de los demás era objeto de la beneficencia, y Pablo aquí usa la misma palabra para enfatizar que lo que se le ha dado a cada uno es para el bien de los demás. En la Corinto secular la elite mostraba sus dones y habilidades, creyendo que le daban posición e importancia. Esta falsa noción, aparentemente, aún existía para algunos, luego de su conversión y en su ministerio. 8-10 Pablo bosqueja los diferentes dones, ministerios y actividades del Espíritu: sabiduría, conocimiento, fe, sanidades, el hacer milagros, discernimiento de espíritus, y lenguas o idiomas (ambas traducciones son posibles, cf. 13:1), y su interpretación. 11 Todo esto se atribuye al Espíritu, y su distribución a cada persona se declara aquí ser decisión soberana del Espíritu (cf. 4:7b).

12 De la misma manera que los dones son diversos pero derivan del único y el mismo Espíritu (4-11), así también es Cristo, es decir, el cuerpo de Cristo (ver v. 27). 13 El Espíritu nos bautiza en un cuerpo en el que el origen racial o la posición social no marcan ninguna diferencia. La fuente o el origen de la vida espiritual de ellos es el Espíritu (cf. la fuente del pueblo de Dios en el AT, 10:4).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

12.1ss Las habilidades especiales dadas a cada persona por el Espíritu Santo son llamadas dones espirituales. Nos capacitan para ministrar a las necesidades del cuerpo de los creyentes. Este capítulo no es una lista exhaustiva de los dones espirituales (véanse Romanos 12; Efesios 4; 1Pe 4:10-11 para más ejemplos). Hay muchos dones, la gente tiene diferentes dones, y un don no es superior al otro, algunos tienen más que otros. Todos proceden del Espíritu Santo, y su propósito es edificar el cuerpo de Cristo, la Iglesia.12.1ss En lugar de edificar y unificar la iglesia en Corinto, los dones espirituales la estaban dividiendo. Se estaban convirtiendo en símbolos de poder espiritual, originando rivalidades, porque algunos pensaban que eran más «espirituales» que otros debido a sus dones. Esta era una forma equivocada de usar los dones espirituales, porque su propósito siempre es ayudar para que la iglesia marche mejor, y no que la divida. Podemos ser divisivos si insistimos en usar nuestros dones a nuestra manera, sin ser sensibles a las necesidades de otros. Nunca debemos usarlos para manipular a otros o servir a nuestros propios intereses.12.3 Cualquiera puede proclamar que habla por Dios, el mundo está lleno de falsos maestros. Pablo nos da un examen para ayudarnos a discernir si un mensajero es de Dios o no lo es: ¿Confiesa que Jesucristo es Señor? No acepte fácilmente las palabras de alguien que anuncia hablar en nombre de Dios, pruebe sus credenciales descubriendo qué es lo que enseña acerca de Cristo.12.9 Todos los cristianos tienen fe. Algunos, sin embargo, tienen el don espiritual de la fe, que viene a ser una dimensión poco usual de confianza en el poder del Espíritu Santo.12.10, 11 «Profecía» no es precisamente una predicción del futuro. Puede ser también predicar la Palabra de Dios con poder. «Discernimiento de espíritus» significa la habilidad para distinguir si una persona que afirma hablar por Dios realmente lo hace, o lo hace de parte del diablo. (Pablo aborda el tema de las lenguas y su interpretación con más detalles en el capítulo 14.) No interesa cuál don o dones tenga una persona, todos provienen del Espíritu Santo. El Espíritu Santo decide cuál don tendremos. Tenemos la responsabilidad de usarlos y agudizarlos, pero no podemos pedir crédito por lo que Dios nos ha dado gratuitamente.12.12 Pablo compara el cuerpo de Cristo a un cuerpo humano. Cada parte tiene una función especial que es necesaria al cuerpo en su totalidad. Las partes son diferentes con un propósito y a pesar de sus diferencias deben laborar juntas. Los cristianos deben evitar dos errores comunes: (1) sentirse demasiado orgullosos de sus habilidades, o (2) pensar que no tienen nada que ofrecer al cuerpo de creyentes. En lugar de compararnos con otros, debemos usar nuestros diferentes dones, juntos, a fin de difundir las buenas nuevas de salvación.12.13 La iglesia es compuesta por muchas personas con una variedad de trasfondo y una multiplicidad de dones y habilidades. Es muy fácil que esas diferencias dividan a las personas, como fue el caso en Corinto. Pero más allá de las diferencias, todos los creyentes tienen una cosa en común: fe en Cristo. En esta verdad esencial la iglesia halla su unidad. Todos los creyentes son bautizados por un Espíritu Santo, forman parte de un cuerpo de creyentes, la iglesia. No perdemos nuestra identidad personal sino que poseemos una unidad en Cristo a pesar de seguir siendo individuos. Cuando una persona se hace cristiana, el Espíritu Santo hace en ella su residencia y viene a nacer dentro de la familia de Dios. «A todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu» significa que el mismo Espíritu Santo llena completamente nuestro profundo ser. Como miembros de la familia de Dios, podemos tener intereses diversos así como también dones diferentes, sin dejar de tener una misma meta.12.14-24 Usando la analogía del cuerpo, Pablo enfatiza la importancia de cada miembro de la iglesia (véase la nota a 12.12). Si alguna parte, considerada sin importancia, es puesta aparte, todo el cuerpo pierde parte de su efectividad. Pensar que su don es más importante que el de otro es orgullo espiritual. No debiéramos menospreciar a aquellos que aparentan ser menos importantes ni ponernos celosos con aquellos que manifiestan dones más impresionantes. Al contrario, debemos usar los dones que se nos ha dado y animar a otros a usar los suyos. Si no lo hacemos, el cuerpo de Cristo perderá mayor efectividad.12.25, 26 ¿Cómo reacciona usted cuando otra persona es honrada? ¿Cuál es su respuesta cuando una persona está sufriendo? Se nos pide regocijarnos con aquellos que se gozan y llorar con los que lloran (Rom 12:15). Con frecuencia, desafortunadamente, nos ponemos celosos con los que se gozan y nos apartamos de aquellos que lloran. Los creyentes están en el mismo mundo, no hay tal cosa como cristianismo individual. No podemos estar de acuerdo sólo con nuestra relación con Dios, debemos involucrarnos en las vidas de los demás.12.30 Pablo enfoca el asunto de hablar en lenguas con mayores detalles en el capítulo 14.12.31 Los dones más importantes son aquellos que dan mayores beneficios al cuerpo de Cristo. Pablo ya dejó en claro esto, indicando que ningún don es más importante que el otro, al contrario urgió a los creyentes para que descubran cómo pueden servir mejor al cuerpo de Cristo con los dones que Dios les ha dado. Sus dones no son para su propio beneficio. Les han sido dados para servir a Dios y buscar el desarrollo espiritual de los hermanos.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) O: “las cosas espirituales”; o: “las personas espirituales”. Lit.: “las (cosas) espirituales”. Gr.: ton pneu·ma·ti·kón; Vgc(lat.): spi·ri·tu·á·li·bus.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 586 1Co 14:1; 1Co 14:37

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

espirituales. En gr. (pneumatikós) la palabra significa cosas espirituales o cosas del Espíritu. Véase también el coment. en 1:7 donde la palabra don (gr. carísmati) tiene el mismo significado. Los caps. 12– 14 tratan del uso apropiado de los dones espirituales. Los cristianos de Corinto eran una congregación recién salida del paganismo y tendían a evaluar los dones más sobresalientes y a usarlos en forma indisciplinada. Pablo instruye a los corintios acerca del uso apropiado de los dones espirituales a la luz de la naturaleza de la iglesia como el cuerpo de Cristo.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 super (1) En los caps.12—14 Pablo trató el noveno problema que existía entre los corintios, el de los dones espirituales en relación con la administración y operación de Dios.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

En los caps. 1Co 12:1-31 al 1Co 14:1-40, Pablo trata del tema de los dones espirituales, frente al trasfondo de divisiones y laxitud moral en una iglesia que no carecía de ningún don (1Co 1:7, véase la nota). El Cáp. 1Co 12:1-31 trata de la unidad y diversidad de los dones; el Cáp. 1Co 13:1-13, del poder del amor; y el Cáp. 1Co 14:1-40, de los dones específicos de profecía y lenguas.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

59 (c) LOS DONES DEL ESPÍRITU (12,1-11). La introducción con peri de indica que se trata de una cuestión planteada por los corintios. La respuesta de Pablo, que se extiende hasta 14,40, da a entender que dicha cuestión atañe a la jerarquía de los dones espirituales. El apóstol percibía una competitividad egocéntri­ca que resultaba perjudicial para la unidad de la Iglesia. 1-3. El criterio con el cual se han de juzgar las manifestaciones del Espíritu. 2. co­mo si fuerais arrastrados: Hubo un tiempo en que el éxtasis había autenticado el culto idolá­trico de los corintios paganos. 3. Maldito sea Jesús: Había un trasfondo de desprecio en el modo en que los «espirituales» descuidaban las lecciones de la vida del Jesús histórico (2 Cor 5,15), y Pablo probablemente creó esta fórmula escandalosa para materializar las con­secuencias de esa actitud. Jesús es Señor: Pablo socava cualquier elitismo espiritual recordán­doles que todos habían hecho esta confesión bautismal (Rom 10,9). Véase J. M. Bassler, JBL 101 (1982) 415-18; ® Teología paulina, 82:52-54. 4-7. Puesto que todos los dones tienen un origen común, deben servir a un propósito co­mún. 8-10. La lista de dones (cf. 12,27-30; Rom 12,6-8; Ef 4,11) no es exhaustiva, y resul­ta imposible dar definiciones precisas. Mu­chos de los significados presupuestos por los grupos carismáticos son arbitrarios. 11. Pues­to que el Espíritu da y también «obra» el don, nadie debe hincharse de orgullo (véase J. Koening, Charismata [Filadelfia 1978]).
60 (d) El cuerpo necesita muchos miem­bros (12,12-31). Aunque la noción de sociedad como cuerpo estaba muy difundida en el mun­do antiguo, es poco probable que fuera la fuente del concepto paulino (® Teología pauli­na, 82:122-27). Pablo consideraba las divisio­nes una de las características principales de la sociedad (Gál 3,28), y aplicó el término «cuer­po» a la comunidad cristiana para hacer hin­capié en la unidad orgánica de ésta. Lo que provocó indirectamente su uso de este con­cepto tal vez fueran los exvotos con figura de partes del cuerpo humano depositados en el santuario de Asclepio de Corinto (véase Murphy-O’Connor, St. Paul’s Corinth 165). 12. muchos miembros: La diversidad se enraíza en la unidad. Los diferentes miembros compar­ten todos una existencia común. Cristo: Como en 6,15, este nombre se aplica a la comunidad. 13. hemos bebido de un solo Espíritu: El hecho de que el vb. potizein sea aor. va en contra de una alusión a la eucaristía (3,6-8). El Espíritu está dentro de la Iglesia (3,16; 6,19). 14. un so­lo miembro: Dentro del contexto, esta afirma­ción es clave. Lo mismo que el cuerpo huma­no necesita miembros diferentes (vv. 14-20), así la Iglesia necesita diversidad de dones es­pirituales, cada uno de los cuales hace una aportación concreta. 21. no te necesito: La perspectiva cambia ligeramente. La idea es ahora que los miembros se necesitan unos a otros. 23-25. Desde el punto de vista de la ves­timenta, los genitales reciben más atención que las orejas o la nariz. El instinto de pudor pone de manifiesto el plan divino de asegurar que los ojos (por ejemplo) no inspiren toda consideración. 27. cada uno por su parte: El al­cance preciso de ek merous no está claro. Co­lectivamente, los corintios son el cuerpo, pero individualmente son sus miembros (cf. Rom 12,5). 28-30. Pablo hace la aplicación del v. 14 a los dones espirituales. 28. Los tres primeros dones, separados de los demás por el hecho de estar numerados y personalizados, constitu­yen el fundamental triple ministerio de la pa­labra, por el cual se fundamenta y se edifica la Iglesia, profetas: Véase el comentario a 14,3. maestros: Su papel tal vez se distinguiera del de los profetas por el hecho de que su desem­peño se realizaba fuera del marco de la asam­blea litúrgica (véanse los comentarios a Rom 12,6-7). 31. los dones más altos: O los tres pri­meros del v. 28, si el vb. es imperativo, o los dones erróneamente estimados por los corin­tios, si el vb. es indicativo.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

cosas del Espíritu…. Otra traducción posible: temas o materias espirituales → §223.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M63 La preposición περί se usa con un sentido absoluto: en cuanto a, o ahora respecto a.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. de las cosas, temas o materias.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[1] Observa el tiempo del verbo aquí. Estos no son Judíos Israelitas y es tiempo para que los creyentes caminen como caminó Yahshua.

[2] Mar-Yah en Arameo, nos muestra que Yahshua es el Adon- Yah Mismo.

[3] YHWH trabaja de una manera diferente en la vida de cada Israelita.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[7] Los carismas o dones son dados por Dios para el bien común de la Iglesia y según las necesidades de ésta.[31] Y más ventajoso para llegar a Dios y sin el cual nada aprovechan los demás.

Fuente: Notas Torres Amat

* Pablo retoma otro asunto sobre el cual le han preguntado los corintios.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento