Comentario de 1 Corintios 2:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Así que, hermanos, cuando yo fui a vosotros para anunciaros el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.
2:1 — Así que — Recuérdese que Pablo no dividió en capítulos su carta. Al escribir las palabras de 1:31, pasó a escribir las de 2:1. Al escribir “Así que” hace una conexión, pues, con lo que acabó de afirmar; a saber, que el evangelio de Cristo no era sencillamente otra de muchas filosofías corrientes. Los judíos y los griegos rechazaban al evangelio. Era atractivo solamente para los humildes, los “cargados y trabajados”, espiritualmente hablando (Mat 11:28-30). Los hermanos de Corinto eran prueba de ello (1:26-28).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
cuando fui a vosotros. Hch 18:1-4.
no fui con altivez. 1Co 2:4, 1Co 2:13; 1Co 1:17; Éxo 4:10; Jer 1:6, Jer 1:7; Rom 16:18; 2Co 10:10; 2Co 11:6.
el testimonio de Cristo. 1Co 1:6; Isa 8:20; Hch 20:21; Hch 22:18; 2Ts 1:10; 1Ti 1:11; 2Ti 1:8; 1Jn 4:14; 1Jn 5:11-13; Apo 1:2, Apo 1:9; Apo 19:10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Declara que su predicación, si bien no conlleva excelencia de discurso, o de sabiduría humana, si consiste en el poder de Dios, 1Co 2:1-5;
y excede de tal manera la sabiduría de este mundo, y el sentido humano, que el hombre natural no puede entenderla. 1Co 2:6-16.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Pablo continúa su ilustración de lo vano de la sabiduría humana al usar su propio ministerio en Corinto como ejemplo. La predicación de Pablo según modelos humanos, no era impresionante (1Co 2:1), pero fue el vehículo del Espíritu de Dios para salvar a los corintios. La debilidad obvia de Pablo movió a sus lectores a confiar no en él, sino en Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
excelencia de palabras o de sabiduría: Pablo no confía en su elocuencia o en la sabiduría griega para convencer a su audiencia. En lugar de eso, les entregó el testimonio de Dios el cual no se había explicado antes, pero fue revelado por el Espíritu Santo (vv. 1Co 2:10-14). El punto central de la predicación de Pablo era Jesucristo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
NO FUI CON EXCELENCIA DE PALABRAS O DE SABIDURÍA. La predicación de Pablo no constaba de la más novedosa «sabiduría» humana, ni en el mundo ni en la iglesia. Se concentró más bien en la verdad central del evangelio (la redención por medio de Cristo) y en el poder del Espíritu Santo (véase la nota que sigue). Estaba muy consciente de sus limitaciones humanas, de su insuficiencia personal y del temor y temblor que sentía por dentro. Por consiguiente, no dependía de sí mismo sino de su mensaje y del Espíritu (v. 1Co 2:4). Eso dio por resultado una mayor demostración de la obra y del poder del Espíritu.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Cómo fue la predicación de Pablo en Corinto, 2:1-5.
1 Yo, hermanos, llegué a anunciaros el testimonio de Dios no con sublimidad de elocuencia o de sabiduría, 2 que nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. 3 Y me presenté a vosotros en debilidad, temor y mucho temblor; 4 mi palabra y mi predicación no fue en discursos de sabiduría, sino en manifestación de Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Continúa San Pablo desarrollando el tema de la sabiduría humana y de la sabiduría de Dios. Apela en esta perícopa al ejemplo de su propia predicación en Corinto 150.
En efecto, bien saben los corintios que, cuando por primera vez se presentó ante ellos, no se valió para nada de artificios retóricos, sino que predicaba sencilla y llanamente a Cristo crucificado (v.1-2). Ni fue eso sólo. Deben saber también que se presentó “en debilidad, temor y mucho temblor” (v.3), estado de ánimo muy poco a propósito para realizar grandes conversiones. De este estado de ánimo del Apóstol al llegar a Corinto ya hablamos al comentar Hec 18:1-11. Sin embargo, a pesar de todo eso, el resultado fue bueno (cf. Hec 18:8-10); y todo, concluye el Apóstol, merced únicamente a que fue una predicación “en manifestación de Espíritu y de poder,” a fin de que quedase bien claro que nuestra fe no se apoya en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (v.4-5). Dicho de otra manera: para que la gloria sea toda de Dios (cf. 1:29.31).
La expresión “en manifestación de Espíritu y de poder” (εν αποδείξει ττνεύματοβ και δυνάμεωβ) no es del todo clara. Lo más probable es que los dos genitivos “de espíritu y de poder” constituyan una especie de hendíadis, pudiendo traducirse simplemente por “poder del Espíritu.” Aludiría el Apóstol a la acción o fuerza divina que acompañaba su predicación, operando eficazmente en la conversión de los corintios, y que fácilmente podía ser apreciada por todos. De suyo, la expresión no exige necesariamente suponer que dicha predicación en Corinto estuviese acompañada de milagros, pues basta a darle sentido el hecho mismo de tantas conversiones; sin embargo, la cosa resulta aún más clara si suponemos esos milagros y abundancia de carismas, como parece deducirse de la carta (cf. 1:4-7), no obstante el silencio del libro de los Hechos.
Amplia descripción de la sabiduría de Dios, 2:6-16.
6 Hablamos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, abocados a la destrucción; 7 sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria; 8 que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. 9 Pero, según escrito está: “Ni el ojo vio, y ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman.” 10 Pues Dios nos la ha revelado por su Espíritu, que el espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios. 11 ¿Pues qué hombre conoce lo que en el hombre hay, sino el espíritu del hombre, que en él está? Así también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido. 13 De éstos hablamos, y no con estudiadas palabras de humana sabiduría, sino con palabras aprendidas del Espíritu, adaptando a los espirituales las cosas espirituales. 14 Pero el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espi-ritualmente.15 Al contrario, el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede juzgarle. 16 Porque “¿quién conocióla mente del Señor para poder enseñarle?” Mas nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.
Es esta perícopa una como réplica o complemento aclaratorio del mismo Apóstol a sus afirmaciones anteriores. Había insistido en que Dios rechazó la sabiduría humana de rétores y filósofos para la difusión del Evangelio (1:17-31), y que él no se había valido de ella para la predicación en Corinto (2:1-5); ahora completa su pensamiento, añadiendo que en el Evangelio hay, sin embargo, verdadera “sabiduría,” sabiduría que no lograron comprender los sabios del mundo (v.6-9), pero que el Espíritu Santo ha revelado a quienes tienen la misión de predicar el Evangelio (v.10-16). No es “sabiduría” a lo humano, sino “sabiduría” divina, pues se adentra en los planes mismos de Dios y sólo se alcanza con las luces que vienen de Dios. Con esto, parece decir San Pablo, el cristianismo ofrece también campo donde satisfacer esas ansias de “sabiduría,” tan propias del espíritu griego.
Lo primero que el Apóstol recalca es el lado negativo de esa “sabiduría,” diciendo que “no es de este siglo ni de los príncipes de este siglo” (v.6). La última expresión no es clara. Hay autores que, siguiendo la interpretación de Orígenes, creen que hay ahí una alusión a los ángeles caídos o espíritus del mal, conforme al sentido de expresiones parecidas en otros lugares (cf. 15:24-25; Rom 8:38; Efe 2:2; Efe 6:12; Col 2:15; Luc 4:6; Jua 12:31); otros, sin embargo, siguiendo al Crisóstomo, suponen más bien que el Apóstol alude a los grandes de la tierra, como parece desprenderse del v.8, en que vuelve a repetirse la misma expresión, aplicándola a los que crucificaron a Cristo (sanedrín, Herodes, Pilato). Lo más probable, opinión que hoy siguen muchos (Cornely, Alio, Spicq, Ricciotti), es que San Pablo tenga en el pensamiento ambas cosas: los espíritus del mal o potencias perversas extramundanas y sus representantes visibles en el mundo. Ni es obstáculo el v.8, pues en la crucifixión de Cristo no sólo intervinieron los hombres, sino también los espíritus extramundanos que los movían (cf. Lev 4:13; Lev 22:3.53; Jua 13:2.27); y, si éstos hubieran conocido el plan de salud de Dios, no habrían inducido a la crucifixión, pues por ella precisamente se lograba lo que a todo trance querían evitar; es, a saber, la salvación de los hombres. Tampoco conocían ese plan los hombres, pues, si lo hubieran conocido, aunque por motivo distinto que el de los demonios, tampoco ellos hubieran crucificado a Cristo (cf. Hch 3:17; Lev 13:27). Lo de “abocados a la destrucción” (v.6) habría de matizarse de diversa manera, según que se refiera a los hombres o a los demonios; por lo que toca a los demonios, indica que su imperio está para ser destruido por el Mesías (cf. 15:24-25; Lev 10:18; Jua 12:31; Hec 26:18; Gal 1:4; Efe 2:1-5; Gol 1:13); y por lo que toca a los hombres, indica que su concepción de la “sabiduría,” como valor humano en orden a la salud del hombre, está para ser destruida por la “sabiduría” de la cruz.
Descrito así el lado negativo, pasa el Apóstol a explicar más en concreto cuál es esa “sabiduría” que él predica, de la que dice que es “sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada. para nuestra gloria” (v.7). Evidentemente, está aludiendo al plan divino de salud mediante nuestra incorporación a la muerte y resurrección de Cristo (cf. Rom 6:3-11), participando así de la vida misma divina, comenzando ya esa participación aquí abajo en la tierra mediante la gracia, para tener luego su remate en el cielo con la gloria. Hay, pues, una “sabiduría” propiamente cristiana; es, a saber, una doctrina que tiene coherencia interna y da una explicación religiosa de la historia de la humanidad y del plan de Dios sobre ella. Notemos la expresión “Señor de la gloria” (v.8), con que el Apóstol designa a Jesucristo. En el Antiguo Testamento este atributo se presenta como exclusivo de Yahvé (cf. Exo 24:16; Exo 40:34; Isa 42:8), y si Pablo ahora lo atribuye a Cristo, ello es señal de que implícitamente le coloca en el rango de Yahvé, volviendo aquí a aparecer la equivalencia Cristo-Yahvé, de que ya hemos hablado en otras ocasiones (cf. Rom 10:13; Hec 2:21).
Para mejor ponderar cuan oculto estaba a los hombres ese plan divino de salud o “sabiduría,” San Pablo se vale de unas palabras (v.g) que, según Orígenes, provienen del libro apócrifo Apocalipsis de Elias, hoy conservado sólo fragmentariamente. Sin embargo, la fórmula “según está escrito,” con que se introduce la cita, parece estar exigiendo la referencia a la Sagrada Escritura; ni es fácil probar que el apócrifo sea anterior a San Pablo. Lo más probable es que se trate de una cita de Isa 64:3, hecha bastante libremente, y quizás a través de alguna hagadah o tradición rabínica basada en el texto del profeta, y en uso en la liturgia sinagogal151.
Mas, continúa el Apóstol, esa “sabiduría” o plan divino de salud, que estaba tan oculto, Dios nos lo ha revelado ahora “por su Espíritu” (v.10; cf. Rom 16:25; Efe 3:2-5). Al tratar de desarrollar esta afirmación (v. 10-12), San Pablo enuncia tres verdades fundamentales respecto del Espíritu Santo: su divinidad, puesto que posee la omnisciencia, que es atributo divino; su consustancialidad con el Padre, siendo para Dios lo que el espíritu del hombre es para el hombre; su procesión u origen, pues “viene del Padre” Cuando el Apóstol dice que “nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo” (v.12), parece tomar esa expresión “espíritu del mundo” como equivalente más o menos de “sabiduría” humana o modo de sentir propio de los mundanos, en contraposición al modo de sentir que tienen los que reciben el “Espíritu que viene de Dios .” Y en cuanto al pronombre “nosotros,” aunque de suyo podría referirse a todos los cristianos (cf. Rom 8:9; 1Co 6:11.19; 2Co 1:22; Gal 4:6; Efe 1:13; Efe 5:8; 1Te 5:5; Tit 3:5), parece, dado el contexto, que San Pablo en este lugar está pensando sobre todo en los apóstoles, a quienes Dios revela de modo particular sus secretos para que los anuncien a los fieles (cf. 4:1-2; Efe 3:2-11; Jua 14:16).
Estos secretos o “sabiduría” divina, sin embargo, no son predicados a todos indistintamente, sino sólo a los “perfectos” o ya avanzados en la fe (v.6). No que entre los cristianos, a imitación de las religiones de los misterios, haya dos categorías: los iniciados o “perfectos,” a los que esté reservado este conocimiento o “sabiduría,” y el común de fieles; eso chocaría contra la esencia misma de la doctrina de San Pablo, que a todos intenta llevar hasta el pleno conocimiento e imitación de Cristo (cf. Efe 4:13). Lo que sucede es que ese ideal no se consigue sino gradualmente, y es necesario que la predicación se acomode a la capacidad de los oyentes. Evidentemente, hay ocasiones en que no podrá darse sino una enseñanza cristiana elemental, predicación pura y simple de la salvación por la cruz, sin entrar en profundidades (cf. Heb 5:11-14). Es de notar el término “espirituales” (πνευματικοί ), con que el Apóstol designa (v.13-15) a estos cristianos “perfectos” o ya maduros en la fe. Los llama así, en contraposición a los “animales” (ψυχικοί ), en cuanto que aquéllos son guiados por el espíritu (πνεύμα ), mientras que éstos se guían únicamente por el alma o facultades naturales (ψυχή ). En otro lugar explicamos (cf. 1Te 5:23) la diferencia que pone San Pablo entre πνεύμα y ψυχή , que no son dos almas distintas, sino una sola, llamada ψυχή en cuanto principio de la vida natural, y llamada πνεύμα en cuanto adornada con la gracia y campo de acción del Espíritu Santo. En conformidad con esta concepción han de entenderse los adjetivos πνευματικοί y ψυχικοί , aquí empleados: el hombre animal o “psíquico” es el hombre que tiene a su disposición la sola luz de la razón natural; el espiritual o “pneumático” es el que no sólo dispone de esa luz, sino que sobre ella posee la luz sobrenatural que proviene del Espíritu. En el plano del hombre “animal” (no precisamente el sensual, en el sentido en que hoy suele tomarse esta palabra) están los griegos y los judíos, que tienen la cruz por locura y por escándalo (cf. 1:22). A los animales o “psíquicos” se equiparan los “carnales” (σάρκινοι ) poco después (3:1-3; cf. Rom 8:1-11).
Conforme a lo expuesto, está claro que el hombre “animal” no puede juzgar del “espiritual,” pues con su razón ni comprende ni acepta el plan divino de salud, que tiene por locura; al contrario, el “espiritual” puede juzgar de todo, es decir, de cuanto entra en el ámbito del hombre “animal” y de cuanto lo supera. Es lo que dice el Apóstol en los v.14-15, con probable alusión a su caso concreto, dado que los corintios, que eran “carnales” (cf. 3:1-3), le juzgaban a él y a los predicadores del Evangelio, que eran “espirituales” (cf. 4.12). En el v.16, valiéndose de unas palabras de Isa 40:13 (cf. Rom 11:34), recalca que sólo el hombre “espiritual” puede juzgar del “espiritual,” pues sólo él conoce el “pensamiento” de Cristo, que no es otro que el pensamiento o plan de Dios que nos ha revelado el Espíritu (cf. v.100). La frase del v.13: “adaptando a los espirituales las cosas espirituales” (πνευματικοΐς πνευματικά συγ -κρίνοντες ), parece tener el sentido de que los apóstoles deben al Espíritu Santo no sólo el conocer la “sabiduría” o dones que Dios nos ha concedido (v. 10-12), sino también el saber hablar de ellos a los espirituales o perfectos (cf. v.6) con terminología apropiada, sin necesidad de aprenderla en rétores y filósofos. Advirtamos, sin embargo, que el texto griego es oscuro, y se presta también a otras interpretaciones. Damos la interpretación que nos parece más probable 152.
Fuente: Biblia Comentada
excelencia de palabras o de sabiduría. Vea las notas sobre 1Co 1:20-22.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
2:1 — Así que — Recuérdese que Pablo no dividió en capítulos su carta. Al escribir las palabras de 1:31, pasó a escribir las de 2:1. Al escribir “Así que” hace una conexión, pues, con lo que acabó de afirmar; a saber, que el evangelio de Cristo no era sencillamente otra de muchas filosofías corrientes. Los judíos y los griegos rechazaban al evangelio. Era atractivo solamente para los humildes, los “cargados y trabajados”, espiritualmente hablando (Mat 11:28-30). Los hermanos de Corinto eran prueba de ello (1:26-28).
–hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría — Por eso Pablo no llegó a Corinto (Hch 18:1 y sig.) portándose como lo hubiera hecho un filósofo griego de aquel tiempo.
El “testimonio de Dios” en este contexto se refiere al testimonio que Dios dio. En 1:18 se llama el evangelio de la cruz de Cristo, y en 1:23 se llama el mensaje del Cristo crucificado. Se identifica así en el próximo versículo de este capítulo. Véase 1:6, comentarios. Compárese 2Ti 1:8.
El evangelio de Cristo no depende del alta educación humana que puede hablar con oratoria impresionante (“excelencia de palabras”, “ostentación de elocuencia” NVI., “extravagancia de habla” N.M.). Véase 1:17,18, comentarios. Cuando Pablo llegó a Corinto, el mensaje que trajo fue el evangelio. No trajo alguna filosofía humana que hiciera discípulos por medio de una superioridad de habla de parte del orador filosófico. La verdad no depende de cierta manera de hablar de parte del predicador.
La palabra griega para decir “excelencia” aquí aparece también en 1Ti 2:2, “eminencia” (alta posición, Lacueva).
Hay hermanos a quienes les gusta emplear los servicios de predicadores con fama de periodista, de catedrático o de redactor de publicaciones, y con vocabulario elevado, etcétera, porque saben que tales hombres pueden atraer a la gente. Según el ver. 3 de este capítulo, y 2Co 10:10; 2Co 11:6, ¡no habrían invitado al apóstol Pablo a predicar en su conferencia!
Tampoco usó Pablo de la “sabiduría”. Como “palabra” en este versículo se refiere a la manera de presentación pública, “sabiduría” se refiere al contenido. En otras palabras, Pablo no llegó a Corinto con una mera filosofía.
Compárese 1:5. Véase 1:17, comentarios.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA PROCLAMACIÓN Y EL PODER
1 Corintios 2:1-5
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros no llegué anunciándoos el Evangelio con una retórica o una sabiduría ostentosas; porque entre vosotros yo no pretendía saber de nada más que de Jesús, el Mesías crucificado. Por eso estuve con vosotros no dando muestras más que de debilidad, y de timidez, y de nerviosismo. Y la verdad indiscutible de mi lenguaje y de mi mensaje no dependieron de una terminología alucinante y erudita, sino del Espíritu y del poder; y eso, para que vuestra fe no estuviera basada en una sabiduría humana, sino en el poder de Dios.
Pablo rememora su primera visita a Corinto.
(i) Llegó hablando con sencillez. Vale la pena advertir que Pablo llegó a Corinto desde Atenas, donde había intentado, por única vez en su vida, presentar el Evangelio de manera aceptable para la filosofía. Se había reunido con algunos filósofos en el Areópago, y había tratado de hablarles en su mismo lenguaje (Hch 17:22-31 ); y fue allí donde tuvo uno de sus pocos fracasos. Su sermón, en términos filosóficos, produjo muy pocos resultados (Hch 17:32-34 ). Es posible que se dijera a sí mismo: «¡No voy a repetir la experiencia! Desde ahora, contaré la historia de Jesús con la máxima sencillez. No volveré a intentar envolverla en categorías humanas. No pretenderé saber nada de nada más que de Jesucristo, y de Jesucristo crucificado.»
Es indudable que la sola historia de la vida y obra de Jesús sin más adornos tiene un poder inigualable para mover los corazones. El profesor de Edimburgo James Steward cita un ejemplo. Unos misioneros cristianos habían llegado a la corte de Clovis, el rey de los francos. Contaron la historia de la Cruz; y, mientras hablaban, el anciano rey echó mano a la empuñadura de su espada. «¡Si yo y mis francos hubiéramos estado allí -dijo-, habríamos barrido el Calvario y Le habríamos rescatado de Sus enemigos!» Cuando tratamos con gente normal y corriente, una descripción gráfica de los Hechos tiene más poder que ningún argumento. El camino a lo más íntimo del ser no pasa por la cabeza, sino por el corazón.
(ii) Llegó hablando con temor. Aquí hemos de tener cuidado con cómo lo entendemos. No era miedo por su seguridad; y todavía menos porque estuviera avergonzado del Evangelio que predicaba. Era lo que se ha llamado «la trémula ansiedad de cumplir con un deber.» La misma frase que usa aquí de sí mismo la aplica Pablo a la manera en que deben servir y obedecer a sus amos los esclavos concienzudos (Ef 6:5 ). No suele ser el que se enfrenta con una gran tarea sin temblor el que la hace mejor. El actor realmente grande es el que está nervioso antes de la representación; el predicador realmente eficaz es aquel cuyo corazón se acelera cuando está disponiéndose a hablar. El que no se pone nervioso ni tenso en ninguna ocasión puede que represente bien su papel; pero es el que experimenta la trémula ansiedad el que suele producir un efecto que la técnica a secas no consigue.
(iii) Llegó con resultados, y no sólo con palabras. Dice que la verdad indiscutible de su predicación quedó demostrada de manera incontestable por el Espíritu y el poder. La palabra que usa es la que indica una prueba totalmente irrefutable a la que no se puede oponer ningún argumento. ¿Cuál era? Era la prueba de vidas cambiadas. Un poder re-creador había empezado a actuar en la sociedad corrompida de Corinto.
A John Hutton le encantaba contar cierta historia. Uno que había sido malvado y borracho fue capturado por Cristo. Sus viejos camaradas trataban de tomarle el pelo, y le decían: «¡No me digas que un tío sensato como tú puede creer en esos milagros de la Biblia como que Jesús convirtió el agua en vino!»
«Si convirtió el agua en vino o no -contestó él-, no lo sé; pero sí sé que en mi casa Le he visto convertir el vino en muebles y en comida sana y en ropa.»
No se puede discutir la prueba de una vida cambiada. En nuestra debilidad, hemos tratado a veces de convencer a la gente de la verdad del Cristianismo discutiendo, en vez de mostrándoles en nuestras propias vidas lo que Cristo ha hecho con nosotros. «Un santo, ha dicho alguien, es uno en el que Cristo vuelve a vivir otra vez.»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 2
c) Ejemplo de Pablo (1Co/02/01-05).
1 Yo, hermanos, cuando llegué a vosotros, no llegué anunciándoos el misterio de Dios con excelencia de palabra o de sabiduría; 2 pues me propuse no saber entre vosotros otra cosa que a Jesucristo, y a éste crucificado. 3 Y me presenté ante vosotros débil y con mucho temor y temblor. 4 Mi palabra y mi predicación no consistían en hábiles discursos de sabiduría, sino en demostración de espíritu y de poder; 5 de suerte que vuestra fe se base, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.
Los corintios pueden ver confirmada esta ley de la gracia, que contradice todas las esperanzas y estimaciones humanas, no sólo en sí mismos, es decir, viendo de qué miembros se compone su comunidad. La primera actuación de Pablo en Corinto les ofrece una excelente lección directa y palpable sobre este extremo, si es que quieren recordar ahora su conducta. Cuando abrazaron la fe a través de Pablo acaso no tuvieron conciencia exacta de este hecho. Iluminados por la fe, pudieron quedar deslumbrados ante la maravilla del mensaje de salvación del Hijo de Dios crucificado. Pero ahora, al despertarles el recuerdo de aquellas semanas, tendrán que convenir con él en que su presencia, su predicación y su conducta entera era todo menos imponente o dominadora. A partir de la experiencia ateniense se negó, a ciencia y conciencia, a conceder valor a la retórica humana, para hacer más sabroso su mensaje. Además, el mismo Dios se había cuidado de su situación de flaqueza corporal (2Co 12:9 s), que corría paralela a las tribulaciones -más dolorosas aún- del espíritu (2Co 11:29). Se advierte claramente que en aquella ocasión Dios le animó con una extraordinaria promesa de consuelo. La narración de Act 18,1 recuerda la escena del huerto de los Olivos de Jesús y algunas experiencias de los profetas; por eso aparece también aquí la expresión veterotestamentaria de temor y temblor.
Pablo acepta todo esto de corazón. El mensaiero de aquel que nos ha salvado en la cruz debe hacer también entrega de su propia existencia. ¿Por qué? Pablo apunta aquí sólo una razón: para que la fe de aquellos a quienes ha ganado para Cristo no se apegue, falta de previsión, a aquel por quien la han recibido, ya sea debido a su poderosa personalidad o a lo atrayente de su exposición. La persona del mensajero debe ser incluida y hacerse eficaz, pero no en razón de sí misma, de sus cualidades, de su sabiduría humana -lo que daría como resultado una convicción de tipo humano- sino en un contexto más profundo. El misterio de la cruz se repite en estos servidores e incluye su existencia total. Si en su ministerio demuestran tener «espíritu», no se debe a un espíritu humano dominante, sino al Espíritu Santo, a la fuerza sobrenatural de Dios. Las expresiones «poder» y «espíritu» están tan íntimamente vinculadas entre sí que casi siempre significan lo mismo y, en todo caso, se iluminan y aclaran mutuamente. El Espíritu es el poder de Dios y el poder de Dios se ejerce en el Espíritu. Por tanto, es perfectamente posible que esta expresión se refiera a los milagros que acompañaban con frecuencia la evangelización apostólica y de los que se habla en algunos viajes misionales (Hec 16:16-26). Pero también es posible que se quieran indicar los milagros más espirituales de las conversiones. Dentro del contexto total parece que para la comunidad de Corinto debe preferirse este segundo significado. Que haya hombres que se abran a este mensaje con todas las consecuencias es siempre, en el fondo, un milagro. Cuando el hombre moderno quiere que sólo sea milagro lo que de una manera evidente y tajante supera las leyes de la naturaleza, se priva de la posibilidad de conocer las maravillas que Dios realiza sin cesar y que, preferentemente, acontecen en un mundo de silencio.
3. LA VERDADERA SABIDURA SOBRENATURAL (,4).
En principio, no es reprobable el deseo de un más alto conocimiento y de una más profunda contemplación. Es Dios mismo quien lo despierta. Si es de Dios mismo de donde proviene el impulso de crecimiento ya en las formas más elementales de la vida ¿cómo no habría de tender a mayor plenitud y perfección el espíritu humano que, en razón de su misma esencia está orientado hacia lo infinito. Para designar esta meta se acude a la palabra «sabiduría», que no contiene en sí una nota peyorativa. En la misma historia de la salvación de la antigua alianza existe toda una época que lleva este calificativo. De ella proceden los libros sapienciales. Pero así como esta sabiduría tiene como base y fundamento inalienable la revelación de Dios a Moisés y a los profetas, y, en el fondo, toda ella se reduce a una constante investigación, iluminación y confrontación de la misma con las experiencias humanas, así también una sabiduría cristiana sólo puede darse sobre la base de la fe, que comienza por exigir la renuncia a una sabiduría propia. Después de declarar que esta sabiduría divina es propia de los «perfectos» (Hec 2:6-9) muestra el Apóstol la conexión de la misma con el don del espiritu (Hec 2:10-16).
a) La verdadera sabiduría es propia de los «perfectos» (1Co/02/06-16).
6 Sin embargo, entre los ya perfectos, usamos un lenguaje de sabiduría; pero no de la sabiduría de este mundo ni de las fuerzas rectoras de este mundo que están en vías de perecer; 7 sino un lenguaje de sabiduría de Dios en el misterio, la que estaba oculta, y que Dios destinó desde el principio para nuestra gloria; 8 la que ninguna de las fuerzas rectoras de este mundo conoció; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. 9 Pues, según está escrito: «Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni el corazón humano imaginó, eso preparó Dios para los que le aman.»
¿Un giro de 180 grados? Desde luego sorprende este cambio de rumbo hacia una posición positiva, según la cual existe una verdadera sabiduría, y la afirmación de que el Apóstol -y los demás maestros cristianos- pueden introducir en ella. Pablo quiere alentar el celo de los corintios y decirles, al mismo tiempo, que esta sabiduría de Dios está reservada a los perfectos. Es indudable que el Apóstol no se refiere aquí a un círculo exclusivo de iniciados como el que procuraban tener las religiones mistéricas y algunas escuelas filosóficas, de las que se ha tomado la expresión. Pero tampoco puede sostenerse que todos los cristianos pertenezzan ya a este grupo, aunque hayan sido introducidos por el bautismo en el misterio de Cristo. Ciertamente lo que Pablo dice en la sección siguiente a propósito de la comunicación del Espíritu podría interpretarse en favor de esta opinión; pero la sección subsiguiente (Hec 3:1 ss) muestra de nuevo, claramente, que no admite que la totalidad de los corintios se encuentren en este estadio. Estaremos en lo justo si sustituimos la expresión «los perfectos» por otra más matizada, como por ejemplo los «cristianos avanzados» o «más formados». Esto nos permite trazar unas fronteras menos rígidas, tanto respecto de las personas que pertenecen a este círculo como respecto del lenguaje sapiencial propio de ellas. El mismo Pablo ofrece en estas dos perícopas un ejemplo de este lenguaje, aunque más tarde afirma que los corintios no están aún capacitados para él.
Esta sabiduría de Dios no se encuentra en el ámbito del mundo ávido de curiosidad. En todo tiempo se han hecho a los hombres ofertas que les permitirían ver lo que hay detrás de las cortinas. En los tiempos primitivos se trataba de prácticas mágicas, sustituidas más tarde por métodos ilustrados, como la psicología o la astrología. ¿No estamos acercándonos así a las fuerzas que Pablo menciona en este pasaje? Cuando se habla de las fuerzas rectoras de este mundo (Hec 2:6-8) no se piensa en principio en las pequeñas figuras, como Herodes, el sumo sacerdote y Pilatos, que condenaron a muerte a Jesús, sino en poderes supraterrenales que actúan detrás del telón en la escena de la historia del mundo. Nos resulta difícil localizar y dar un nombre exacto a estos agentes. No podemos llamarlos ángeles, porque no se trata ni de los ángeles buenos ni de los demonios. Estos tales siguen existiendo, mientras que las fuerzas de que aquí se habla han perdido su eficacia en el estado de salvación creado por Cristo. Debemos partir de la concepción del universo de los hombres de aquel tiempo, tanto los de lengua griega como los de lengua semita. Todos ellos estaban convencidos de la existencia y de la intervención en el mundo de estos poderes intermedios.
Esta concepción del mundo y esta idea de la salvación es en cierto modo extraña a nosotros. Nos hemos acostumbrado a entender la salvación desde categorías casi exclusivamente morales. Siguiendo esta estela, debe estructurarse, sin duda, el factor esencial sobre la relación entre pecado y satisfacción expiatoria. Pero también esta intelección tiene sus límites. No deberíamos pasar por alto y sin análisis el misterioso lenguaje cifrado del relato del pecado original. La Iglesia lo sabe así cuando hace que en el prefacio celebremos la liberación de la cruz como una victoria sobre aquel que había vencido en el árbol; en el pregón pascual contempla conjuntamente el misterio de esta noche verdaderamente dichosa y los grandes hechos de Dios de la antigua alianza, y toma impulso y aliento de ellos para celebrar el acontecimiento de Cristo como la plenitud de todos los caminos de la salvación. Pueden considerarse igualmente como ejemplos de este conocimiento de la sabiduría grandes secciones de la carta a los Efesios, entre ellas las referentes a la recapitulación de todas las cosas en Cristo, o las que presentan a la Iglesia como nueva Eva, ofrecida al nuevo Adán.
En nuestro contexto, el versículo 7 contiene una indicación positiva de esta suprema sabiduría. Pero la palabra clave que debería aportar más luz viene inmediatamente acompañada por otra que parece volver a sumirla en sombras: sabiduría en el misterio. Ambas forman parte esencial de lo que Pablo entiende por misterio. Es algo que desborda radicalmente la capacidad de comprensión humana, y, con todo, el hombre puede comprender que no es algo totalmente incomprensible, sino sólo que rebasa su capacidad cognoscitiva. Puede determinar también, más en concreto, la zona en que se encuentra esta ampliación de las dimensiones hasta el infinito. Cuando Pablo habla de que esta sabiduría, esto es, lo que Dios ha dado a conocer a los hombres, había estado escondida hasta entonces, pero añade que la revelación de estas cosas estaba planeada y prevista, ya desde el principio, para un momento determinado, y que esta disposición salvífica tiende a nuestra glorificación, es decir, a nuestra participación en la gloria de Dios, hace que esta sabiduría de Dios -que se distingue de todas las sabidurías humanas del paganismo que pretenden desvelar el más allá- quede totalmente determinada por la historia de la salvación. Este misterio incluye en sí todos los indecibles tesoros que acontecen en el presente de la historia salvífica -al que Pablo y nosotros pertenecemos por igual-, de tal modo que sólo pueden comprenderse exactamente en conexión con el pasado que supera todo tiempo anterior y con el futuro que desborda todos los tiempos. Pero ya ahora, en este presente -del que Pablo y nosotros formamos parte por igual- puede hablarse de ellos. Nada extraño, pues, que todo lenguaje humano pueda ser sólo un puro balbuceo que no dice nada a los que no están introducidos en este círculo, pero que acelera los latidos del corazón de los «perfectos», como Pablo acaba de decir a los Corintios.
«Lo que el ojo no vio…» Este versículo, tan repetidamente citado, es introducido aquí por Pablo también como una cita. La verdad es que, exactamente hablando, no está tomada de ninguno de los libros del Antiguo Testamento. Se ha pensado que puede proceder de uno de los apocalipsis apócrifos de Elías, pero, por razón del contenido, se puede reconocer aquí, en términos equivalentes, el texto de Isa 64:3 : «Ningún oído oyó, ningún ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciera con los que en ti esperan.» La mayoría de los que citan este versículo lo refieren a la futura felicidad celeste, pero aquí Pablo lo aplica de una manera destacada al estado presente del cristiano, siempre que se trate de aquellos cristianos que poseen el auténtico conocimiento de la sabiduría.
10 Pero a nosotros nos lo ha revelado Dios por el espíritu; porque el Espíritu lo explora todo, aun las profundidades de Dios. 11 Entre los hombres ¿quién es el que sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? De la misma manera, sólo el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. 12 Ahora bien, nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos las gracias que Dios nos ha concedido.
¿Quiénes son estos «nosotros» de los que Pablo reconoce enfáticamente que Dios se lo ha revelado? Ha dicho tantas y tan magníficas cosas del estado de los bautizados (1,4-7.26-31) que podría responderse: lo dice de todos cuantos han recibido el bautismo. Pero, por otra parte, en 2,6 ha indicado que se reserva algo a los «perfectos» y más adelante (3,1) parece negar a los corintios las condiciones previas para participar de estas cosas. La imprecisión, la aparente contradicción, se resuelve teniendo en cuenta algo que Pablo testifica de continuo. Su «nosotros» es casi siempre abierto, y abarca en principio a todos los cristianos, aun cuando de hecho no se encuentren, o todavía no, o ya no, en este grupo. Aquel que, al hacerse cristiano, ha recibido el Espíritu, ha recibido también, en principio, esta revelación, esta comunicación de Dios. Pero, de otro lado, se trata de gracias que sólo florecen y prosperan en aquellos que viven conforme al Espíritu, que llevan una vida espiritual en el sentido de que se preocupan por estar en contacto con Dios, que aman la oración y se sumergen en las Sagradas Escrituras y contemplan por tanto todo el universo a la luz de Dios.
Esta apertura de Dios aconteció y acontece mediante su Espíritu, e inversamente cabe decir que el Espíritu no es otra cosa sino la posibilidad y el hecho de esta apertura y manifestación de Dios. A su vez, podríamos afirmar que sólo el yo del hombre que recibe puede ser el lugar adonde llega y donde es recibida la manifestación de Dios. Existe un conocer del hombre acerca de su yo. Gracias a la comprensión de este yo sabe qué resulta posible en el hombre tanto en sí mismo, como en los demás. No se trata sólo de aquel conocimiento de sí mismo que distingue al hombre de los animales, sino del conocimiento de los demás, es decir, de la psicología, y también de las ciencias históricas y de todas las demás ciencias del espíritu. ¿Cómo podríamos entender la música y la poesía, las acciones heroicas o indignas del pasado y del presente, si no es en virtud de aquello que nosotros podemos realizar en nosotros mismos, es decir, con términos paulinos, en nuestro espíritu? Lo que es válido en el ámbito de lo humano lo es también, salvadas las distancias, en el divino. El hombre sólo puede entender a Dios y lo divino si ha sido elevado a esta co-realización desde el conocimiento que Dios tiene de sí mismo.
«Conocer las gracias que Dios nos ha concedido», podríamos decir también nosotros, es conocer lo que somos en la gracia. La gracia es entitativa y, por lo mismo, se hunde en las raíces de nuestro ser más profundamente aún que nuestro propio conocimiento. Esta razón justifica que hasta un niño puede ser bautizado. En quien posee la gracia es ésta más de lo que puede conocer él. Pero también forma parte de la esencia de la gracia -que es una participación en la vida y el amor de Dios- que aquel que la posee sepa que, con sus fuerzas personales, alcanza cada vez más aquello que él es, pues en definitiva «es» él también realmente. La felicidad de Dios consiste en que el conocimiento que tiene de sí mismo y su ser coinciden en la infinitud y tienen el mismo alcance. Y la gracia consiste en que el hombre pueda hacerse semejante a Dios.
Que hayamos recibido realmente el Espíritu de Dios, en el que el mismo Dios se comunica, es algo que se advierte en el hecho de que nosotros nos conocemos en aquello en que nos hemos convertido mediante este Espíritu. No es ciertamente fortuito que Pablo formule la frase de una manera final, no consecutiva. No dice, pues: de tal modo que hemos conocido, sino: para que conozcamos las gracias que Dios nos ha concedido. Lo cual significa que la gracia es siempre una tarea. El don divino no es nunca algo cerrado y concluido. El hombre no llega nunca aquí a un final. Cuamto más conoce, mejor sabe que sólo ha conocido un poco. Lo que tiene que conocer como don de la gracia es, en último término, el mismo Dios. Y a Dios sólo puede conocerle reconociendo cada vez más que Dios sobrepasa todo conocimiento.
13 Este es también nuestro lenguaje, que no consiste en palabras enseñadas por la humana sabiduría, sino en palabras enseñadas por el Espíritu, expresando las cosas del Espíritu con lenguaje espiritual. 14 El hombre psíquico no capta las cosas del Espíritu de Dios, porque son para él necedad, y no puede conocerlas, porque sólo pueden ser examinadas con criterios del Espíritu. 15 Por el contrario, el hombre espiritual puede examinar todas las cosas, pero él no puede ser examinado por nadie. 16 «Pues ¿quién conoció la mente del Señor, de modo que pueda aconsejarle?» (Isa 40:13). Pero nosotros realmente poseemos la mente de Cristo.
Lo anteriormente dicho se aplica a algo que, al menos en principio, pertenece a todos cuantos están incluidos en el círculo de los iniciados en el misterio de Cristo. Esta realidad posee también su correspondiente lenguaje, al menos en aquellos que, como Pablo, han sido encargados del ministerio de la palabra. El Apóstol llega, pues, a un punto que ya había tocado de pasada en otras ocasiones: nada más comenzar (Isa 1:5) había reconocido algo de esto en los corintios, aunque más adelante (Isa 2:1.14) manifiesta ciertas reservas. El lenguaje humano sigue siendo indispensable para transmitir las cosas divinas; pero existe el peligro de que el mensaje divino sea medido según las normas del lenguaje humano. Y muchos corintios han caído en este peligro. Partiendo de estos mismos principios, Agustín tuvo en poco aprecio, durante mucho tiempo, las Sagradas Escrituras, hasta que advirtió que este ropaje linguístico es mucho más adecuado a la humildad salvífica de Dios que cualquier obra poética y artística. El lenguaje adecuado a esta predicación no puede ser tratado como una técnica cualquiera. Es preciso ser espiritual para poder hablar espiritualmente. Y es preciso, también, ser espiritual para poder oír espiritualmente. El lenguaje espiritual recorre, pues, un círculo. Para recibir el Espíritu es preciso antes escuchar el mensaje; pero para percibir el mensaje es preciso tener ya el Espíritu.
La última frase del versículo 13 admite traducciones muy diferentes: «…expresando, como (hombres) espirituales, las cosas del Espíritu». O bien: «…expresando las cosas del Espíritu con (lenguaje) espiritual» 8. La primera traducción responde mejor a la línea del pensamiento precedente, la segunda está más acorde con el contexto de lo que sigue. En última instancia, apenas si hay alguna diferencia objetiva. Pablo quiere decir a los corintios que son hombres no espirituales y que, por eso mismo, conceden excesivo valor a las bellas palabras.
En el versículo 13 Pablo habla inequívocamente de sí mismo, de su modo de predicar, que contrapone a aquel otro por el que los corintios se dejan arrastrar en demasía. En el 14 se refiere expresamente al otro aspecto de la cuestión, a la recepción y comprensión del mensaje. Y niega lisa y llanamente que tales gentes lo hayan recibido y comprendido. Pero, una vez más, se expresa con tacto y precaución, recurriendo a una fórmula general y dejando en suspenso la cuestión de cuánto debe aplicarse a cada persona concreta. Al contraponer el «hombre psíquico» y el «hombre espiritual» recurre a una distinción muy conocida por los corintios, procedente de la mística de aquel tiempo. E,l hombre psíquico es aquel que, a través de su psykhe, es decir, a través de su mente y de su espíritu, tiene todas las capacidades naturales y normales propias del hombre. Pero no tiene nada más mientras no sea introducido en el mundo de Dios mediante la participación del Espíritu propioa de Dios, de modo que pueda pensar y amar al modo divino. Este hombre psíquico se figura fácilmente que puede emitir juicios sobre todas las cosas, porque no advierte sus propias limitaciones. En cuanto al hombre espiritual, el psíquico opina que no conoce nada de la vida, pues en caso contrario se comportaría lo mismo que él.
La realidad es que el hombre espiritual va mucho más allá que el hombre natural y puede juzgar a éste en lo que vale, mientras que el caso contrario es imposible; camina y avanza hacia lo alto, cumpliendo algo que vemos acontecer en todos los grados estructurales del universo: que lo superior incluye lo inferior, pero no al revés. La vida orgánica incluye los procesos químicos, pero no a la inversa. La vida animal tiene en sí procesos orgánicos, pero no al contrario. El hombre tiene todo cuanto constituye la vida animal, pero de una manera superior, transida de consciencia, dirigida por la mente. Y, avanzando un paso más, existe un peldaño superior: aquellos hombres de tal modo determinados por la gracia, por Dios, que de ninguna manera dejan de ser hombres, que pueden comprender y llevar en sí todo lo humano, pero que, al mismo tiempo, tienen una visión, una perspectiva superior de todo lo terreno, que el hombre natural no posee,
La manera más sencilla de ilustrar cuanto hemos dicho es recurrir al ejemplo de los santos. Son hombres realmente espirituales, que todo lo ven y lo juzgan desde Dios. Comprenden a los pecadores, pero no los pecadores a ellos. Son tenidos por sus contemporáneos como hombres insensatos o, en todo caso, exagerados. Algunas de sus prácticas, tales como la pobreza o el celibato voluntario, aparecen a los ojos de los hombres naturales como cosas sin sentido.
Algo inesperadamente, Pablo concluye con una cita veterotestamentaria que, a primera vista, parece excluir a los hombres de todo cuanto él ha predicado, utilizando esta sentencia como premisa para un giro sumamente osado. En efecto, cabría esperar que a la pregunta: «¿Quién conoció la mente del Señor…?», se debería responder que nadie. Pero Pablo contesta sorprendentemente con un triunfal «nosotros» en Cristo. Nosotros tenemos este sentido, esta mente, porque tenemos el Espíritu de Cristo. El Kyrios del Antiguo Testamento es siempre, para Pablo, Cristo. Y esta convicción se justifica por el hecho de que el Dios de la antigua alianza se nos ha revelado y participado en Cristo.
……………
8. Se da incluso la posibilidad de una tercera traducción por lo menos: «…uniendo (cosas) espirituales con (cosas) espirituales», donde la palabra unir tendría el sentido de comparar, de establecer relaciones o comparaciones. También esta traducción tiene sentido. Las cosas de la revelación, que como procedentes de Dios, son espirituales, están por eso mismo y por así decirlo emparentadas entre sí. Resulta muy interesante y con frecuencia sorprendente trabar entre sí y vincular, desde diversas perspectivas, estas cosas espirituales: las instituciones veterotestamentarias con las del Nuevo Testamento; las profecías y su cumplimiento; las palabras del Señor y su vida; cosas que se refieren ciertamente a Cristo, pero que también pueden referirse a la Iglesia. etc.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— el proyecto salvador: Lit. misterio, según dicen algunos de los mejores y más antiguos mss.; según otros mss.: testimonio.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Comienzo del ministerio de Pablo. Ahora se presenta una ilustración de la insuficiencia de la retórica y la sabiduría seculares. En el texto original la expresión traducida así que … yo [lit. “y yo”], une esta parte con la última afirmación acerca de gloriarse sólo en el Señor (1:31). En el original los vv. 1, 2 y 3, 4 comienzan de la misma manera y describen las actividades de Pablo: en este caso, su primera entrada a Corinto. Cuando los oradores entraban en una ciudad seguían ciertas convenciones ya establecidas. Se esperaba que dieran floridos discursos alabando a la ciudad y comentando sus logros personales. Hacían esto para hacerse de una reputación y conseguir beneficios económicos como oradores políticos y maestros de los ricos. Pablo aclara en los vv. 1 y 2 que él había desechado las formas convencionales de entrar a una ciudad que hacían gala de la clásica excelencia de palabras o de sabiduría ya que él proclamaba el misterio de Dios que era Jesucristo, y él crucificado. Antes de llegar Pablo ya había decidido cuál sería el contenido de su mensaje. 3, 4 Es la descripción, en términos negativos, de lo que los oradores llamaban “presencia”. Pablo no era una figura carismática, ya que estaba allí con debilidad, con temor y con mucho temblor, su mensaje (o mejor, “oratoria”), y su predicación no fueron entregados por medio de las técnicas persuasivas que usaban los oradores, interpretando un personaje, jugando con los sentimientos del público y con las clásicas de mostraciones recomendadas por los manuales de retórica. En lugar de utilizar una de las técnicas de demostración recomendadas por Aristóteles, su mensaje estuvo acompañado por el poder del Espíritu. 5 Esto se debía a que él quería que la fe de los corintios descansara en el poder de Dios y no en la elocuencia del orador. Pablo no fue un orador de lujo que persuadió a los corintios a convertirse en cristianos. El se diferenciaba de los oradores “de los medios” en que no adaptó el contenido de su mensaje para adecuarse a los métodos de persuasión tan dominantes en Corinto, porque Dios había desechado a los disputadores de esta edad presente (1:20).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
2.1 Pablo se refiere a su primera visita a Corinto (51 d.C.) cuando fundó la iglesia durante su segundo viaje misionero (Act 18:1ss).2.1-5 Pablo era un expositor brillante. Podía mantener cautivados a sus oyentes con sus argumentos intelectuales. Pero prefería anunciar el mensaje sencillo del evangelio de Jesucristo, dejando que el Espíritu Santo guiara sus palabras. Al predicar el evangelio a otros, deberíamos seguir el ejemplo de Pablo y mantener nuestro mensaje elemental y sencillo. El Espíritu Santo dará poder a nuestras palabras y las usará para glorificar a Jesús.2.4 La confianza de Pablo no radicaba en su agudo intelecto o en su habilidad para hablar, sino en el reconocimiento de que el Espíritu Santo lo ayudaba y lo guiaba. Pablo no negaba la importancia del estudio y la preparación para predicar; él tuvo una instrucción profunda de las Escrituras. La predicación efectiva debe combinar la preparación y el estudio con la obra del Espíritu Santo. No use la aseveración de Pablo como una excusa para no estudiar o prepararse.2.7 La «sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta» era su ofrecimiento de salvación a todos. Originalmente desconocido para la humanidad, este plan llegó a cristalizarse cuando Jesús resucitó de la muerte. Su resurrección probó que tenía poder sobre el pecado y la muerte y que ahora podría ofrecernos este poder también (véanse 1Pe 1:10-12 y la primera nota en Rom 16:25-27). Sin embargo, el plan de Dios, aún permanece oculto a los incrédulos debido a que rehúsan aceptarlo, deciden desconocerlo o simplemente no lo han oído.2.8 Jesús fue incomprendido y rechazado por aquellos que el mundo consideraba sabios y grandes. Fue sentenciado a muerte por los líderes en Palestina: el sumo sacerdote, el rey Herodes, Pilato, los fariseos y saduceos. El rechazo de Jesús por parte de estos líderes fue anticipado en Isa 53:3 y Zec 12:10-11.2.9 No podemos imaginar todo lo que Dios tiene reservado para nosotros en esta vida y en la eternidad. Creará un cielo nuevo y una tierra nueva (Isa 65:17, Rev 21:1), y viviremos con El para siempre.Mientras tanto, el Espíritu Santo nos consuela y guía. Al saber el futuro maravilloso y eterno que nos espera, nos da esperanza y valor para seguir adelante en esta vida, para tolerar las dificultades y evitar que cedamos a la tentación. Este mundo no es todo lo que es. Lo mejor aún está por venir.2.10 «Lo profundo de Dios» se refiere a la naturaleza insondable de Dios y su maravilloso plan, muerte y resurrección, así como la promesa de salvación, revelados solamente a aquellos que creen que todo lo que Dios dice es verdad. Aquellos que creen en la muerte y resurrección de Cristo y ponen su fe en El, sabrán todo lo que necesitan saber para ser salvos. Este conocimiento, sin embargo, no lo podrá poseer aun la gente más sabia, a menos que acepten el mensaje de Dios. Todos aquellos que lo rechacen son necios, sin importar cuán sabios los considere el mundo.2.13 Las palabras de Pablo tienen autoridad porque su fuente es el Espíritu Santo. Pablo no estaba meramente dando sus propios puntos de vista o impresiones de lo que Dios tenía que decir. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió los mismos pensamientos y palabras de Dios.2.14, 15 Los que no son cristianos no pueden entender a Dios, y no pueden captar el concepto de que el Espíritu de Dios vive en los creyentes. No espere que la mayoría de la gente apruebe o aun entienda su decisión de seguir a Cristo. Todo parece tonto para ellos. Así como una persona sin oído musical no puede apreciar la música agradable, el que rechaza a Dios no puede entender lo hermoso de su mensaje. Las líneas de comunicación están rotas, y no puede oír lo que Dios le está diciendo.2.15, 16 Nadie puede comprender a Dios (Rom 11:34), solo mediante la guía del Espíritu Santo, los creyentes pueden vislumbrar algunos de los planes, pensamientos y acciones de Dios; en realidad, tienen la «mente de Cristo». Mediante su Espíritu Santo podemos empezar a conocer sus pensamientos, hablar con El, y esperar su respuesta a nuestras oraciones. ¿Está pasando el tiempo suficiente con Cristo para tener su misma mente? Una relación íntima con Cristo viene sólo como resultado de pasar un tiempo constante en su presencia y con su Palabra. Léase Phi 2:5ss para mayor información acerca de la mente de Cristo.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “superioridad”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 73 1Co 1:17; 2Co 10:10; 2Co 11:6
b 74 Efe 3:5; Col 2:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
1 (1) Algunos mss. antiguos dicen: testimonio. Lo que el apóstol anunció fue el misterio de Dios, el cual es Cristo como corporificación de DIOS, y la iglesia como expresión de Cristo ( Rom_16:25-26 ; Col_1:26-27 ; 2:2; 4:3; Efe_3:4-6 , Efe_3:9) .
1 (2) O, superioridad. Cuando Pablo llegó a Corinto, no tenía el propósito de exhibir una elocuencia excelente y superior ni una sabiduría filosófica al anunciar el misterio de Dios.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
17 (C) El poder de la predicación de Pablo (2,1-5). Pablo demuestra su fidelidad al principio enunciado en la última sección ampliando lo dicho en 1,17. 1. testimonio de Dios: La lectura martyrion, «testimonio», es más probable que la igualmente bien atestiguada mystérion, «misterio» (Barrett). El testimonio dado por Dios, o el secreto revelado por Dios, es Cristo. Pablo se negaba a adornarlo con artificios retóricos o argumentos ingeniosos. 2. no estimé conveniente saber: Toda la atención de Pablo estaba centrada en Cristo crucificado, que no era el tipo de salvador que esperaban ni judíos ni gentiles. 3. El comportamiento de Pablo era la antítesis del de los filósofos itinerantes que se ganaban bien la vida con la credulidad de los ingenuos. 4. en persuasivos discursos de sabiduría: Algunos testigos insertan el adj. «humana» delante de «sabiduría» para subrayar que este término tiene aquí una connotación peyorativa, en una demostración de espíritu y poder: Pablo argumenta de nuevo del efecto a la causa. El poder del Espíritu (endíadis) es la única explicación plausible del convencimiento que se apoderó de los corintios cuando Pablo habló. 5. Una fe basada en una presentación persuasiva está a merced de argumentos mejores, el poder de Dios: El objeto de la fe cristiana no es Dios in se, sino en cuanto activo en la historia.
18 (D) La verdadera sabiduría y el lenguaje del amor (2,6-3,4). La teoría de que 2,6-16 es una interpolación (M. Widman, ZNW 70 [1979] 44-53) resulta menos probable que la opinión de que en estos versículos Pablo vuelve contra sus adversarios las ideas y terminología de éstos. No estaban influenciados por el gnosticismo (por el contrario, W. Schmithals, Gnosticism in Corinth [Nueva York 1971]), sino por la especulación helenístico-judía sobre la sabiduría, especulación que se relacionaba con Filón y que tal vez Apolo (Hch 18,24-28) introdujera en Corinto. Algunos cristianos creían poseer una «sabiduría» que los hacía «maduros» o «perfectos» y les daba el derecho a mirar a los demás por encima del hombro considerándolos «niños». Estos eran «psíquicos» interesados sólo por el cuerpo y sus necesidades, mientras que los perfectos eran «espirituales» que especulaban sobre Cristo como «el Señor de la gloria» y tenían en gran estima la elocuencia.
(Davis, J. A., Wisdom and Spirit [Lanham 1984], Horsley, R. A., «Pneumatikos versus Psychikos: Distinctions of Status among the Corinthians», HTR 69 [1976] 269-88; «Wisdom of Word and Words of Wisdom in Corinth», CBQ 39 [1977] 224-39. Pearson, B. , The Pneumatikos-Psychikos Terminology in I Corinthians [SBLDS 12, Missoula 1973]. Winter, M., Pneumaíiker und Psychiker in Korinth [MarTS i 2, Marburgo 1975].)
19 6. Las primeras palabras son pura ironía, sólo inteligible a la luz de 3,1; entre los creyentes no existen distinciones basadas en un conocimiento reservado a unas pocas almas escogidas, sabiduría: El significado paulino aparece en el versículo siguiente. El juicio de Pablo sobre la especulación que atraía a los corintios aparece en las dos matizaciones que siguen, de este mundo: Véase el comentario a Gál 1,4. de los jefes de este mundo: De las tres interpretaciones habituales -gobernantes humanos, poderes demoníacos y gobernantes humanos como instrumentos de poderes demoníacos-, la primera es la más probable (véase M. Pesce, Paolo e gli arconti a Corinto [Testi e ricerche di scienze religiose 13, Brescia 1977]). Las opiniones de la humanidad caída se reflejan en la estructura de una sociedad corrupta cuyo paradero sólo puede ser la destrucción. 7. sabiduría de Dios: El plan de salvación de Dios es la única sabiduría auténtica, que resulta inaccesible a la especulación racional (2,11-12). para nuestra gloría: Con la caída en el pecado, la humanidad perdió la facultad de glorificar a Dios (ApMo 20,1-2; 21,6; Rom 3,23). Cristo tenía esa capacidad, y quienes pertenecen a él van creciendo gradualmente en ella (2 Cor 3,18). En este sentido, la gloria es la meta del plan de salvación (véase J. Coppens, ETL 46 [1970] 389-92). 8. que: El antecedente inmediato es gloria, pero el sentido común indica que a lo que se hace referencia es al plan de salvación. Si las arrogantes autoridades hubieran sabido que se llevaría a cabo mediante la muerte humillante de Jesús, habrían intentado frustrarlo dejando que éste viviera. Señor de la gloria: Este aparece como título divino en 1 Hen 63,2 y de manera equivalente en Sal 24,8, pero en el texto que nos ocupa indica el aspecto de Cristo sobre el cual preferían concentrarse los «espirituales» de Corinto. Jesús crucificado es, sin embargo, la verdad de Cristo resucitado (Ef 4,21; véase I. de la Potterie, SPC 2. 45-57).
20 9. como está escrito: En este caso, a diferencia de lo que es habitual en Pablo (1,31; 2 Cor 8,15; 9,9; Rom passim), esta fórmula no introduce una cita del AT. El testimonio más antiguo de la primera parte es Pseudo-Filón, AntBib 26.13 (para versiones posteriores, véase K. Berger, NTS 24 [1977-78] 271-83), que tal vez esté inspirado por Is 64,3. La combinación de las dos partes quizá refleje una complicada evolución (véase H. Ponsot, RB 90 [1983] 229-42), pero lo inoportuno de hosa, el pron. rel. del v. 9b, indica más bien que la segunda parte no pertenece a la cita, sino que es el comentario de Pablo. Convertir el amor en el criterio responde perfectamente a su intención (Rom 8,28; véase J. B. Bauer, ZNW 50 [1959] 106-12). 10. ha revelado Dios: El objeto queda expresado en el v. 9. 11. El argumento se basa en la condición separada del ser humano. En cada persona existen ámbitos donde ningún extraño puede penetrar. Sólo la autoconciencia de cada uno puede ponerlos de manifiesto. Del mismo modo, sólo la autoconciencia divina (Espíritu de Dios) puede penetrar la profundidad de Dios. 12. el espíritu del mundo: Si éste es la mentalidad de una sociedad corrupta, «el Espíritu que viene de Dios» sólo puede ser la mentalidad de una auténtica comunidad cristiana. Los misterios únicamente se captan mediante una entrega. 13. Los medios de la comunicación concuerdan con la modalidad del conocimiento, palabras enseñadas por el Espíritu: El nuevo ser de los creyentes (1,30) se debe a la iniciativa de Dios; de ahí que, tanto el conocimiento instintivo dado con él, como el lenguaje en que se expresa, se deba atribuir a él. pneumatikois pneumatika synkrinontes: Caben diferentes combinaciones de significados (véase Robertson-Plummer, First Epistle 47), pero el contexto aconseja «interpretando las verdades espirituales desde un punto de vista espiritual» (así Barrett, Conzelmann). 14. Pablo vuelve contra los corintios la distinción de éstos (® 18 supra). Si los «espirituales» no le entienden, son ellos los que son «psíquicos». El principio subyacente a esta distinción lo explica Filón en Quod det. 86. 15. Dentro del presente contexto, este principio corintio (Filón, Leg. alleg. 1.94), que ha tenido una influencia muy perniciosa en la historia de la Iglesia, viene a decir que Pablo es inmune a los juicios de sus adversarios; véase el comentario a 4,3-5. 16. La fuerza de Is 40,13 LXX sólo llega a ser clara si se tienen presentes los vv. 10 y 12. Si los adversarios de Pablo no han conocido a Dios, ¿cómo podrán entender sus obras, a saber, lo espiritualmente perfecto? la mente de Cristo: Dios sólo es conocido a través de Cristo, cuya mente no se ocupa de la especulación, sino de la obediencia y el servicio (Flp 2,5-7).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
misterio… M↓ testimonio.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R85 Uno no debe forzar el lenguaje de Pablo en 1Co 2:1-4 hasta el punto de negar que él pudo haber usado el estilo literario. Lo que allí se manifiesta es más bien un rechazamiento del arte ampuloso que fue tan común desde Tucídides hasta Crisóstomo. Con esta comparación en mente, habla Orígenes (Celso, VII, 59) sobre la inferioridad literaria de Pablo.
M105 La razón por la cual aquí aparece οὐ con el participio es que la distancia que hay entre el negativo y el participio haría que μή sonara extraño. Resulta que el negativo con el participio significa: no proclamando.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Algunos mss. antiguos dicen: misterio
Fuente: La Biblia de las Américas
M i registran testimonio.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[9] Is 64, 4.[11] Y aquel a quien éste las revela.[13] Adaptando las palabras a las cosas que tratamos y exponiendo nuestra doctrina, con las palabras y de la manera que nos sugiere el Espíritu de Dios.[16] Sab 9, 13; Is 40, 23; Rom 11, 34.