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Comentario de 1 Corintios 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de 1 Corintios 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios.

4:1

— Así, pues — Mejores son las versiones (ASV., B.A., Mod., 1909, RVA., L.A., P.B., N.M.) que omiten la palabra “pues”. El punto de Pablo es que “así” (de esta manera) nos consideren los hombres a nosotros (a Pablo y a Apolos). “Que todo hombre nos considere de esta manera” (B.A.).

Los corintios tenían un concepto de los predicadores que no era correcto. ¿Son cabezas de movimientos? ¿Son merecedores de partidos debido a ser ellos filósofos, oradores destacados (u hoy en día, catedráticos, periodistas, etcétera)? Pablo ahora les presenta el cuadro correcto de lo que es un evangelista ante los ojos de Dios.

— téngannos los hombres por servidores de Cristo — De esta manera nos consideren los hombres: somos siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. ¡No somos cabezas de nada para que los hombres lleven nuestros nombres como si fuéramos líderes competidores en algo. ¡Somos servidores! (En esto consiste la grandeza según Cristo, Mat 20:26-28).

El vocablo griego empleado aquí no es doulos (siervo, en esclavitud), sino juperestes (ayudante voluntario). No solamente hace la voluntad de otro, al cual está sujeto, sino que lo hace voluntariamente (mientras está sujeto o en el servicio del otro). (El esclavo hace la voluntad del amo, pero sin tener libertad de escoger en el asunto).

El pronombre, “nos”, se refiere a los apóstoles como él, y a los demás hombres colaboradores y compañeros de ellos, al edificar encima del fundamento y cultivar la tierra de Dios (3:9-11).

— y administradores — El vocablo griego, oikonomos, es compuesto de casa y ley. Significa uno que administra la casa del amo. Cristo es el oikodespotes, el gobernador o amo de la casa. El tiene quien le ayude, administrando la casa.

Luc 16:1 y sig. habla de un oikonomos, administrador, o mayordomo.

José en casa de Potifar ilustra bien lo que es un administrador de casa (Gén 39:1-23).

— de los misterios de Dios — El término “misterio” en el Nuevo Testamento denota la verdad que Dios reveló al hombre en el evangelio (Rom 16:25-26; Efe 3:5; Col 1:26; 1Ti 3:9; 1Ti 3:16).

Véase 2:7, comentarios.

Pablo, Apolos, y otros, eran propiedad de Dios, no resultado de la selección de la iglesia; eran responsables a Dios, no a los hombres. ¿Cómo, pues, podían ser considerados como cabezas de partidos humanos? Su obra era administrar y cuidar la voluntad de Dios (1Ti 6:20-21; 1Ti 4:16; Hch 20:27), y no dirigir movimientos sectarios de los hombres.

Para los hombres lo sabio es encubrir por medio de sus logias secretas su supuesta sabiduría, dándola solamente a los iniciados especiales, pero los apóstoles revelaron los misterios de Dios al predicar el evangelio a toda criatura (Mar 16:15).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Téngannos los hombres. 1Co 4:13; 2Co 12:6.

servidores de Cristo. 1Co 3:5; 1Co 9:16-18; Mat 24:45; 2Co 4:5; 2Co 6:4; 2Co 11:23; Col 1:25; 1Ti 3:6.

y dispensadores, o administradores. Luc 12:42; Luc 16:1-3; Tit 1:7; 1Pe 4:10.

de los misterios. 1Co 2:7; Mat 13:11; Mar 4:11; Luc 8:10; Rom 16:25; Efe 1:9; Efe 3:3-9; Efe 6:19; Col 1:26, Col 1:27; Col 2:2; Col 4:3; 1Ti 3:9, 1Ti 3:16.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La estima que debe darse a los ministros, 1Co 4:1-6.

No tenemos nada que no hayamos recibido, 1Co 4:7, 1Co 4:8.

Los apóstoles, espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres, 1Co 4:9-12;

lo vil y menospreciado del mundo, 1Co 4:13, 1Co 4:14;

no obstante nuestros padres, 1Co 4:15;

a quienes debemos seguir, 1Co 4:16-21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Estos versículos intensifican la discusión de los obreros como siervos de Cristo. Primera de Corintios 1Co 4:1-5 establece que quienes se llaman siervos de Cristo son también considerados como mayordomos o administradores comisionados para llevar la verdad. En consecuencia, no debemos compararnos con otros siervos. Nuestra confianza está en Cristo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Los siervos no tienen una posición especial, pero los mayordomos, sí. El mayordomo era un esclavo que administraba todos los asuntos de la casa de su amo, si bien él mismo no poseía nada (cf. el testimonio de la iglesia primitiva en Hch 4:32). José alcanzó tal posición en la casa de Potifar (Gén 39:2-19). Como mayordomos, los creyentes administran el mensaje y el ministerio que Dios les confía.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Los apóstoles son responsables sólo ante Dios, 4:1-5.
1 Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. 2 Por lo demás, lo que en los dispensadores se busca es que sean fíeles. 3 Cuanto a mí, muy poco se me da de ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano, que ni aun a mí mismo me juzgo. 4 Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor. 5 Tampoco, pues, juzguéis vosotros antes de tiempo, mientras no venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y hará manifiestos los propósitos de los corazones, y entonces cada uno tendrá la alabanza de Dios.

La idea general de esta perícopa es clara. Lo que en resumen viene a decir el Apóstol es que los corintios no deben meterse a juzgar a los predicadores evangélicos, pues ya lo hará el Señor a su debido tiempo, el único a quien deberán dar cuenta de su actuación.
Comienza por establecer que su misión es la de ser “ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios” (v.1). Es la misma idea que había desarrollado ya anteriormente (cf. 3:5-9). No administran bienes propios, sino de Dios, y lo único que se les pide es que sean “fieles” (v.2) a la misión que se les encomienda. El término “misterios de Dios” parece incluye todo el conjunto de bienes mesiánicos, doctrina y sacramentos, que integran la obra de la redención, y que el Apóstol denominaría “misterios” quizás por haber estado tanto tiempo ocultos en la mente divina (cf. 3:7)·
A continuación (v.3-5) San Pablo niega a los corintios, y a cualquier tribunal humano, todo derecho a juzgar a los predicadores evangélicos, y añade que tampoco él se atreve a juzgar de sí mismo (v.7), pues, aunque no tenga conciencia de infidelidad a la misión encomendada, sólo al Señor le toca juzgar de ello (v.4), que es quien conoce las interioridades del corazón y único que puede hacer una declaración definitiva (v.5; cf. 1:8; 3:13).

Pablo y Apolo, ejemplo para los corintios, 4:6-13.
6 Esto, hermanos, lo he dicho por vía de ejemplo de mí y de Apolo por causa vuestra, para que en nosotros aprendáis lo de “no ir más allá de lo que está escrito” y que nadie por amor de alguno se infle en perjuicio de otro. 7 Porque ¿quién es el que a ti te hace preferible? ¿ Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no lo hubieras recibido? 8 ¿Ya estáis llenos? ¿Ya estáis ricos? ¿Sin nosotros habéis logrado el reino? Ojalá que lo hubierais logrado, para que también nosotros con vosotros reináramos. 9 Porque, a lo que pienso, Dios a nosotros, los apóstoles, nos ha asignado el último lugar, como a condenados a muerte, pues hemos venido a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. 10 Hemos venido a ser necios por amor de Cristo; vosotros sabios en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros ilustres, nosotros viles. 11 Hasta el presente pasamos hambre, sed y desnudez, somos abofeteados y andamos vagabundos, 12 y penamos trabajando con nuestras manos; afrentados, bendecimos, y perseguidos, lo soportamos; 13 difamados, consolamos; hemos venido a ser hasta ahora como desecho del mundo, como estropajo de todos.

Trata el Apóstol de dar una lección de humildad a los infatuados corintios, convencido como estaba de que la verdadera causa de los partidos y divisiones entre ellos era su idea de autosuficiencia y estima exagerada de sí mismos, muy en la línea de los criterios de la “sabiduría” humana.
Primeramente les pone delante todo cuanto, concretado en Pablo y en Apolo, ha venido diciendo sobre la naturaleza del ministerio apostólico (cf. 3:5-4:5) y que ellos deben tener muy en cuenta, con lo que aprenderán a no andar distinguiendo entre predicador y predicador, levantando a unos y rebajando a otros, dado que se trata simplemente de ministros o cooperadores de Dios, cuya única obligación es la de ser fieles a la misión que se les encomienda (v.6). Lo de “no ir más allá de lo que está escrito” parece ser una expresión proverbial para indicar que en nuestras apreciaciones no se debe ir más allá de la norma objetiva, y, en este caso, de lo que exige la naturaleza del ministerio apostólico. Algunos autores, sin embargo, creen que se trata de una cita bíblica, bien aludiendo a toda la Escritura en general, bien a alguno de los textos citados anteriormente (cf. 1:19.31; 3:19). Creemos más probable la primera explicación.
Como nueva justificación de que los corintios no deben andar distinguiendo entre unos predicadores y otros, añade el Apóstol, en forma verbal de segunda persona indeterminada, que nada tenemos unos que nos haga superiores a los otros, y si algo tenemos, sea en el orden de la naturaleza, sea en el de la gracia, eso no es producción nuestra, sino don de Dios (v.7). Sigue luego (v.8-13), en amarga mezcla de ironías y de realidades, el duro contraste entre lo que piensan de sí mismos los corintios y lo que piensan los apóstoles: vosotros os consideráis ya “llenos., ricos., logrado el reino.” 156; pues bien, parece que deberíais hacer partícipes de tanta felicidad a vuestros maestros en la fe, y, sin embargo, la realidad es muy otra, pues nosotros, como los condenados a muerte en el anfiteatro, estamos en la actualidad sirviendo de espectáculo al mundo, que nos tiene por necios y despreciables, haciéndonos sufrir continuas afrentas y persecuciones, cual si fuéramos el “desecho del mundo, el estropajo de todos.” 157 Así se expresa el Apóstol. Desde luego, es impresionante este recuento de penalidades del ministerio apostólico, muy parecido al que hace también en otros lugares (cf. 2Co 4:8-11; 2Co 6:3-10). Pero la realidad es ésa; y es que, al contrario de lo que parecían suponer los corintios, el cristiano sólo tiene en esperanza la plena participación de los bienes mesiánicos (cf. Rom 8:18; 2Ti 2:12; Jua 16:20). Tal es la verdadera “sabiduría” cristiana centrada en el misterio de la cruz 158.

Paternas amonestaciones de Pablo,Jua 4:14-21.
14 No escribo esto para confundiros, sino para amonestaros, como a hijos míos carísimos. 15 Porque aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien os engendró en Cristo por el Evangelio fui yo. 16 Os exhorto, pues, a ser imitadores míos. 17 Por esto os envié a Timoteo, que es mi hijo muy amado y fiel en el Señor, que os traerá a la memoria mis caminos en Cristo Jesús y cuál es mi enseñanza por doquier en todas las iglesias. 18 Como si yo no hubiese ya de ir a vosotros, así se han hinchado algunos. 19 Pues iré, y pronto, si el Señor quisiere, y entonces conoceré, no las palabras de los que se hinchan, sino lo que hacen, 20 que no está en palabras el reino de Dios, sino en realidades. 21 ¿Qué preferís? ¿Que vaya a vosotros con la vara o que vaya con amor y espíritu de mansedumbre?

Son las últimas palabras que tiene San Pablo sobre la cuestión de los partidos,de afecto paternal. Sin duda ha querido suavizar la impresión amarga que pudieran haber dejado en los corintios las ironías precedentes.
Expresamente les dice que no ha obrado así para humillarles, sino por el deseo que tiene de que se corrijan (v.14). También les dice que pueden haber tenido y tener muchos pedagogos, que les instruyan y vigilen en la fe; pero “padre” en esa fe sólo tienen uno, y ése es él, que fue quien fundó la iglesia de Corinto, engendrándoles a la nueva vida de la gracia en el Señor (v.15; cf. Gal 3:24; Gal 6:15). Por eso les pide, como puede hacerlo un padre, que sean “imitadores” suyos (v.16; cf. 11,1), con alusión especial sin duda, dado el contexto, a la humildad y olvido de sí mismo de que antes ha hablado. Ninguna cosa mejor para acabar de raíz con el problema de los partidos.
A continuación, el Apóstol les habla de la visita de Timoteo (v.17), bien conocido en Corinto (cf. Hec 18:5; 2Co 1:1), aunque calculaba que tal vez no hubiese llegado aún (cf. 16:10). Parece ser que los agitadores de Corinto habían corrido la voz de que, un poco acobardado ante la elocuencia de Apolo y de otros predicadores, Pablo ya no se atrevería a volver a la ciudad (v.18; cf. 2Co 10:10); por eso, para que con el envío de Timoteo no se afianzase esa opinión, les anuncia que también irá él, y pronto, pero el que vaya con una actitud u otra, de severidad o de mansedumbre, depende de ellos (v. 19-21). Una vez en Corinto, comprobará si en la obra de esos agitadores hay hechos o hay sólo palabrería, pues “el reino de Dios no está en palabras, sino en realidades” (v.20; cf. Rom 14:17). De poco valen los perfilados discursos de sabiduría humana, si no hay incremento del reino de Dios sobre las almas.

Fuente: Biblia Comentada

Así, pues, téngannos. Pablo quería que todos le vieran a él y a sus colegas en el ministerio como los mensajeros humildes a quienes Dios había ordenado (cp. 1Co 3:9; 1Co 3:22). servidores. Pablo expresa su humildad con el empleo de una palabra cuyo significado literal es «remeros inferiores», con referencia a los esclavos más menospreciados y explotados del mundo romano que pasaban su existencia en el fondo de las embarcaciones (1Co 9:16; vea Luc 1:2; Hch 20:19). administradores. Pablo define sus responsabilidades como un apóstol al usar una palabra cuyo significado original se aplicaba a la persona a quien se confiaba toda la responsabilidad por la administración de los bienes de su amo, como edificios, campos, finanzas, alimentos, otros siervos y en ciertos casos aun los hijos del dueño. Cp. 1Pe 4:10. los misterios de Dios. En el NT se usa la palabra «milagro» con referencia a una revelación divina que antes había permanecido oculta. Vea las notas sobre 1Co 2:7; Mat 13:11; Efe 3:4-5. Aquí se usa la palabra en su sentido más amplio como la plenitud de la verdad de Dios que es revelada en el NT (Hch 20:20-21; Hch 20:27; 2Ti 2:15; 2Ti 3:16). Pablo estaba encargado de supervisar toda esa verdad y dispensarla como siervo y mayordomo fiel de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

4:1 — Así, pues — Mejores son las versiones (ASV., B.A., Mod., 1909, RVA., L.A., P.B., N.M.) que omiten la palabra “pues”. El punto de Pablo es que “así” (de esta manera) nos consideren los hombres a nosotros (a Pablo y a Apolos). “Que todo hombre nos considere de esta manera” (B.A.).
Los corintios tenían un concepto de los predicadores que no era correcto. ¿Son cabezas de movimientos? ¿Son merecedores de partidos debido a ser ellos filósofos, oradores destacados (u hoy en día, catedráticos, periodistas, etcétera)? Pablo ahora les presenta el cuadro correcto de lo que es un evangelista ante los ojos de Dios.
— téngannos los hombres por servidores de Cristo — De esta manera nos consideren los hombres: somos siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. ¡No somos cabezas de nada para que los hombres lleven nuestros nombres como si fuéramos líderes competidores en algo. ¡Somos servidores! (En esto consiste la grandeza según Cristo, Mat 20:26-28).
El vocablo griego empleado aquí no es doulos (siervo, en esclavitud), sino juperestes (ayudante voluntario). No solamente hace la voluntad de otro, al cual está sujeto, sino que lo hace voluntariamente (mientras está sujeto o en el servicio del otro). (El esclavo hace la voluntad del amo, pero sin tener libertad de escoger en el asunto).
El pronombre, “nos”, se refiere a los apóstoles como él, y a los demás hombres colaboradores y compañeros de ellos, al edificar encima del fundamento y cultivar la tierra de Dios (3:9-11).
— y administradores — El vocablo griego, oikonomos, es compuesto de casa y ley. Significa uno que administra la casa del amo. Cristo es el oikodespotes, el gobernador o amo de la casa. El tiene quien le ayude, administrando la casa.
Luc 16:1 y sig. habla de un oikonomos, administrador, o mayordomo.
José en casa de Potifar ilustra bien lo que es un administrador de casa (Gén 39:1-23).
— de los misterios de Dios — El término “misterio” en el Nuevo Testamento denota la verdad que Dios reveló al hombre en el evangelio (Rom 16:25-26; Efe 3:5; Col 1:26; 1Ti 3:9; 1Ti 3:16).
Véase 2:7, comentarios.
Pablo, Apolos, y otros, eran propiedad de Dios, no resultado de la selección de la iglesia; eran responsables a Dios, no a los hombres. ¿Cómo, pues, podían ser considerados como cabezas de partidos humanos? Su obra era administrar y cuidar la voluntad de Dios (1Ti 6:20-21; 1Ti 4:16; Hch 20:27), y no dirigir movimientos sectarios de los hombres.
Para los hombres lo sabio es encubrir por medio de sus logias secretas su supuesta sabiduría, dándola solamente a los iniciados especiales, pero los apóstoles revelaron los misterios de Dios al predicar el evangelio a toda criatura (Mar 16:15).

Fuente: Notas Reeves-Partain

LOS TRES JUICIOS

1 Corintios 4:1-5

En consecuencia, lo que tenéis que pensar de nosotros es que somos servidores de Cristo y administradores de los secretos que Dios revela a Su propio pueblo. En la vida corriente de cada día, lo que se espera de los administradores es que sean de fiar. A mí me importa muy poco el que me juzguéis vosotros o cualquier tribunal humano. Ni siquiera yo me juzgo a mí mismo; porque, aunque la conciencia no me acusara de nada, no por eso estaría libre de error. El Señor es

el Que me juzga. Así que, no os precipitéis a juzgar antes de tiempo, sino esperad a que vuelva el Señor, Que iluminará las cosas que están escondidas en lugares oscuros y sacará a luz las intenciones de los corazones humanos. Entonces será cuando cada cual recibirá de Dios su calificación.

Pablo exhorta a los corintios a que no piensen en Apolos, Cefas o él mismo como líderes de partidos, sino que los consideren simplemente servidores de Cristo. La palabra que usa para servidor es interesante: hypérétés originalmente era el remero del banco inferior del trirreme; es decir, uno de los esclavos o cautivos que manejaban los grandes remos que impulsaban aquellas naves por el Marcos Algunos comentaristas han hecho hincapié en este sentido de la palabra, y han sugerido que Cristo es el piloto que dirige el curso del navío, y Pablo no es más que uno de los remeros que acepta las órdenes del Piloto y sigue Su dirección.

Luego Pablo usa otra imagen: se ve a sí mismo y a sus compañeros en la predicación del Evangelio como mayordomos de los secretos que Dios quiere revelarle a Su pueblo. El mayordomo (oikonómos) era el major domo, y estaba a cargo de la administración de una casa o propiedad; controlaba al personal y distribuía los recursos; pero, aunque manejaba muchas cosas, no era más que un esclavo en relación con el dueño. Cualquiera que sea la posición de una persona en la Iglesia, y cualquiera que sea su autoridad y prestigio, no es más que un servidor de Cristo.

De ahí pasa Pablo a la idea del juicio. La cualidad imprescindible de un mayordomo es que sea digno de confianza. El hecho de disfrutar de tanta independencia y responsabilidad hace que sea necesario que su señor pueda depender absolutamente de él. Los corintios, con sus partidos y asignación de líderes de la Iglesia como sus señores, habían hecho juicio sobre esos líderes al preferir a uno por encima de los demás. Así es que Pablo habla de tres juicios a los que se debe someter cada persona.
(i) Debe arrastrar el juicio de sus semejantes. En su caso, Pablo dice que le importa un pimiento. Pero hay un sentido en el que uno no puede dejar de tener en cuenta el juicio de sus semejantes. Lo extraño es que, aunque a veces se cometen errores, el juicio de nuestros semejantes suele ser acertado. Eso se debe al hecho de que, en general, instintivamente, todo el mundo admira las cualidades básicas de honradez, fiabilidad, generosidad, espíritu de sacrificio y amor. El filósofo cínico Antístenes solía decir: «No hay más que dos personas que es posible que te digan la verdad acerca de ti mismo: un enemigo que ha perdido los estribos, o un amigo que te quiere entrañablemente.» Es absolutamente cierto que no debemos dejar que el juicio de los demás nos aparte de lo que creemos correcto;, pero también es verdad que el juicio de los demás es a menudo más exacto de lo que nos gustaría creer, porque ellos también admiran las buenas cualidades.

(ii) Debe arrastrar su propio juicio. Una vez más, Pablo no le da ninguna importancia. Sabía muy bien que el juicio propio puede estar nublado por la auto estimación, el orgullo o la vanidad. Pero, en un sentido indudable, todos tenemos que arrastrar nuestro propio juicio. Una de las ideas éticas básicas de los griegos era: «¡Conócete a ti mismo!» Los cínicos insistían en que una de las primeras características de un hombre auténtico era «la habilidad de llevarse bien consigo mismo.» Uno no puede escapar de sí mismo; y, si se pierde el respeto, la vida se le hará insoportable.

(iii) Debe arrastrar el juicio de Dios. En último análisis, ese es el único que importa. Para Pablo, el juicio que esperaba no era el de cualquier día o tribunal, sino el del Día del Señor. El de Dios es el juicio final y definitivo por dos razones. (a) Sólo Dios conoce todas las circunstancias. Él sabe las luchas que una persona ha tenido que mantener, los secretos que no ha compartido con nadie, hasta dónde habría podido caer… o escalar. (b) Sólo Dios conoce todos los motivos. » El hombre ve la acción, pero Dios ve la intención.» Muchas acciones que parecen nobles puede que se hayan realizado por los motivos más egoístas e innobles; y muchas acciones que parecen rastreras se han llevado a cabo por los motivos más elevados. El Único ,que puede juzgar el corazón es el Que lo ha hecho y es el Único Que lo conoce.

Haríamos bien en recordar dos cosas: la primera es que, aunque escapemos de todos los otros juicios o cerremos los ojos para no tenerlos en cuenta, no podemos escapar al juicio de Dios; y segunda, el juicio es algo que Le corresponde hacer a Dios, así que no asumamos tan alta responsabilidad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 4

5. ADVERTENCIAS (4,1-13).

La sucesión de las ideas no sigue nunca en Pablo el orden de nuestra lógica, según la cual al desarrollar un tema deben tratarse los puntos uno tras otro. Se asemeja más al trabajo textil, en el que aparece un hilo que se sigue durante cierto tiempo y luego súbitamente cede el puesto a otros hilos, aunque sigue deslizándose por debajo, para volver a ser recogido y reanudado más adelante. Esto tiene particular validez en nuestro caso, ya que aquí el elemento objetivo (la sabiduría falsamente valorada o utilizada) se mezcla muchas veces con lo personal (los maestros, unas veces buenos y otras menos buenos). En la sección que sigue aparecen en un primer plano destacado puntos de vista personales. Aparecen preferentemente bajo la forma de avisos o advertencias: advertencia frente a los juicios demasiado precipitados sobre los pastores de almas (4,1-5); advertencia frente a toda vanidad personal (4,6-8); y como contraste, la presentación de sí mismo que hace el Apóstol (4,9-13).

a) No juzgar antes de tiempo (1Co/04/01-05).

1 Que los hombres sólo vean en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, en los administradores lo que se busca es que cada cual sea fiel. 3 A mí poco me importa que me juzguéis vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. 4 Aunque la conciencia de nada me remuerde, no por eso quedo justificado; mi juez es el Señor. 5 Así pues, no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor. él iluminará lo que esconden las tinieblas, y pondrá al descubierto los designios del corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que merece.

Incluso en las contraposiciones enteramente concretas y en las aclaraciones de tipo personal, el Apóstol no olvida nunca que todos deben sacar provecho de sus palabras, también aquellos que no se ven directamente envueltos en una cuestión crítica. Si hasta ahora su mirada se había extendido hasta un horizonte casi sin fronteras, no debe deducirse ya de aquí la falsa idea de que se haya pasado por alto la situación concreta, que debe ser puesta en orden a la luz de la fe. Por eso vuelve ahora los ojos a esta situación, pero no desde el mismo punto, sino para iluminarla desde una perspectiva nueva. «Todo es vuestro» es tanto como decir: todos son servidores vuestros. En otros pasajes (por ejemplo 2Co 4:5) vemos que no se insiste demasiado en esta idea. En todo caso, tampoco esta verdad debe considerarse aisladamente. Poco antes había tenido la precaución de añadir en la segunda parte: «Vosotros sois de Cristo.» No podéis hacer, pues, el uso que os parezca de estos servidores vuestros. Por mera lógica se deduce de aquí la idea complementaria de que tanto Pablo como sus colaboradores son «servidores de Cristo». El Apóstol amplía y profundiza este título con otro: administradores de los misterios de Dios. En estas dos imágenes paralelas se corresponden entre sí «Cristo» y «Dios», lo mismo que se corresponden «servidor» y «administrador». Acaso no tenga demasiada importancia el hecho de que la palabra aquí empleada «servidor» (hyperetes) designe un estrato social inferior al diakonos, y que el administrador ocupa una posición más elevada. Dado que ambos están referidos a Cristo, se encuentran sustraídos al juicio de los hombres.

Esta sustracción al juicio humano se acentúa aún más en razón de lo que se administra: los misterios. Aquí no se piensa directamente en los sacramentos, tal como se acostumbra en el lenguaje litúrgico, sino a lo sumo de manera implícita, del mismo modo que, por ejemplo, el bautismo entra en la predicación del Evangelio o en la aceptación de la fe, y la eucaristía en la vida de la comunidad en Cristo. Para comprender el alcance de esta palabra podemos tomar como punto de partida el uso que se hace de ella en nuestra carta: «usamos… un lenguaje de sabiduría en el misterio de Dios, que estaba oculta… » (2Co 2:7). El hecho de que se emplee en plural no modifica en esencia su sentido; a lo sumo, se indica con ello la riqueza de este misterio único, en sus muchos grados y tiempos. Ahora bien, ¿responde a esto la imagen de un administrador? La verdad es que tal imagen resulta un tanto difícil para nuestra sensibilidad. Que los sacerdotes administran sacramentos es una cosa que se puede ver, por no decir que se puede contar el número de sacramentos administrados a un determinado número de personas en un día o a lo largo de un año. Pero todo esto carece de sentido cuando lo queremos aplicar a lo que Pablo dice aquí. Casi todo lo que es perceptible a los sentidos desaparece y el servicio mismo de esta administración queda, a su vez, incluido en el misterio, Indudablemente, se piensa en primera linea en la predicación de la palabra de Dios; pero, junto con esta predicación, acontece también la realización del misterio, del mismo modo que en la palabra de Jesús acontecía lo que anunciaba, la venida del reino de Dios. También aquí, en este ir y venir de pensamiento y motivos de la carta, en este multiforme planteamiento y búsqueda con que Pablo intenta poner en su sitio a los corintios en general y a los diversos partidos en particular, también en esta predicación y en estos cuidados pastorales tan concretos, administra el Apóstol los misterios de Dios. Toda época, toda comunidad, todo creyente tiene razones para pensarlo así.

Pablo se detiene aquí algún tiempo sobre la idea del «administrador». No es algo que se le haya ocurrido ocasionalmente o por vez primera. En todo caso, sabe utilizarla con destreza. Todos conocen perfectamente qué cosas se le exigen a un administrador: que sea fiel en el cumplimiento del encargo que se le confió. También el Apóstol se somete a esta ética de la administración. Lo cual no significa que se someta al juicio de la comunidad y menos aún al juicio de los hombres. Lo que ha escrito antes sobre el hombre espiritual, a saber, que no debe ser juzgado por nadie, es válido también, y de manera especial, respecto de un apóstol. El juicio sobre su modo de realizar la tarea que le ha sido encomendada compete sólo y exclusivamente a aquel que se la encomendó. Y aunque visto desde nosotros pueda parecer que muchos servidores del Evangelio realizan unos mismos trabajos, vistos desde Dios pueden ser muy diferentes. Esto mismo ha indicado Jesús en la parábola de los talentos, por ejemplo. A primera vista, la parábola se detiene en lo cuantitativo; pero el misterio radica también en el hecho de que ningún hombre tiene derecho a preguntar: ¿por qué a uno se le dieron cinco talentos, a otro dos y al tercero uno sólo? Y mucho menos aún podemos establecer comparaciones entre las diferencias cualitativas de los comisionados, ¿Puede alguien afirmar quién es más importante, si aquel que enseña a los niños los conocimientos rudimentarios de la fe o el especialista que investiga una cuestión histórica. Y cuando se presenta el caso de aquellos que tienen la sensación de estar desplazados, de tener cualidades que no se realizan en el puesto que ocupan, ¿qué otra cosa se les puede aconsejar mejor sino que desempeñen el servicio que se les pide, no aquel que quisieran, pero que no pueden, sino aquel precisamente que tienen que realizar? El juicio sobre la importancia del servicio y sobre el éxito de este servicio debe dejarse a aquel a cuyo servicio están.

No debe desmoralizarse, ni disminuir con recriminaciones, la propia capacidad de servicio. Nunca podrá juzgar acertadamente cuánta culpa le cabe en aquellos casos de los que piensa -acaso con razón- que se ha portado mal. Si es un consuelo no estar sometido al juicio de los hombres, es también una severa exigencia para el servidor de Cristo renunciar a juzgarse a sí mismo, mantener la conciencia auténtica de estar excluido de su propio juicio.

Dice Pablo: no me juzgo a mí mismo. Esto no significa, por supuesto, que no haga análisis de conciencia, que no practique la crítica de sí mismo. Pero es consciente de los límites de su propio análisis, no por falta de luz sobre sí mismo, sino por razones más esenciales.

Se puede plantear de nuevo la pregunta de si Pablo sigue hablando de sí mismo desde su ministerio especial de Apóstol o si lo dicho puede aplicarse a todos los creyentes, y hasta a todos los hombres. En razón de la cosa misma, habría que inclinarse por lo segundo. Para la convivencia humana habría que distinguir, en una especie de regla fáustica, entre el cargo y la persona, entre lo que puede exigírsele a un hombre en su actividad pública y lo que es en su intimidad y en su ser propio. Ante Dios desaparece esta distinción. Aquí no puede nadie apoyarse en su excelente manera de desempeñar su cargo, prescindiendo de lo personal. Y tampoco es lícito proceder a la inversa: poner por delante su moralidad y religiosidad personal, y prescindir de su puesto en el mundo, de sus tareas con sus semejantes. Dios valora la entrega personal al servicio, el cumplimiento del deber poniendo en el empeño toda la persona. Lo antedicho es indudablemente válido respecto de todos aquellos que desempeñan un servicio en la Iglesia. Y más adelante (cap. 12) sabremos que no hay nadie en la Iglesia que no tenga algún servicio. Sabremos además que la diferencia entre el servicio eclesial y los restantes servicios es imprecisa y que, en última instancia, todos debemos considerarnos como servidores.

b) Frente a la vanidad (1Co/04/06-08).

6 En atención a vosotros, hermanos, he aplicado estas cosas como ejemplo a mi propio caso y al de Apolo, para que en nosotros aprendáis [lo de: «No más de lo que está escrito»], a fin de que no os infléis de vanidad, tomando partido por uno contra otro. 7 Pues ¿quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido? 8 Ya os sentís saciados. Ya os habéis hecho ricos. Ya habéis logrado el reino sin nosotros. ¡Ojalá fuera verdad que hubierais logrado el reino, para que también nosotros lo compartiéramos con vosotros!

Al emprender en esta sección el análisis de la razón de ser de los partidos y banderías de Corinto se mencionaron cuatro partidos (1,12) y después se volvió sobre tres de ellos (3,22); el largo espacio intermedio entre estos dos pasajes se ha dedicado a la discusión con los adictos de Apolo. Todo el segundo capítulo, consagrado a la «sabiduría», está escrito pensando en aquellos que daban a la «sabiduría» un papel tan importante y tan capcioso. Por cuanto nosotros sabemos, en este punto Apolo merecía tan poca reprensión como la que puede merecer la sabiduría auténtica. Sólo que dada su formación y su manera de predicar, existía en él más riesgo que en los demás de provocar un entusiasmo discutible. Pero la intención de Pablo no era cargar sobre él las culpas. Si ha mencionado el nombre de Apolo -junto con el suyo propio- más frecuentemente que el de los otros esto debía servir a los corintios como modelo de lo que cada cual debe reconocer y admitir respecto de sí mismo. Pablo utiliza este procedimiento de múltiples maneras, muchas veces ejemplificando en sí mismo lo que los otros deben aprender. Encontraremos en nuestra misma carta, en el elogio de la caridad (13,1 ss) el ejemplo más notable.

Dejemos aquí de lado, por ahora, la primera de las dos oraciones subordinadas con valor final y detengámonos en la segunda: «A fin de que no os infléis de vanidad tomando partido por uno contra otro.» Lo que significa: no deben invocar a Pablo contra Apolo ni a Apolo contra Pablo. He aquí una afirmación clara y comprensible 11.

«¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?» ¡Cuántas veces ha citado Agustín este versículo! También el concilio de Orange del año 529 lo citó como prueba de que, sin la ayuda divina, no somos capaces de ninguna obra salvífica. Del «vosotros» pasa Pablo al «tú», dando así al versículo un carácter universal: todos pueden, todos deben aplicarse a sí mismos lo anteriormente afirmado. No se aplica, pues, sólo a aquellos que como Apolo o Pablo han recibido gracias especiales de servicio y ministerio, sino que se aplica a toda gracia. ¿No es válido también respecto de cuanto tenemos o somos «por la naturaleza»? Aun en el caso de que hayamos conseguido algo mediante el estudio o una actividad diligente, sólo podemos conseguirlo con las fuerzas o talentos que nos fueron dados de antemano. No se rechaza, por lo demás, que nos gocemos de ello, o que incluso nos gloriemos por ello, pero nunca debemos olvidar que no lo debemos agradecer a nosotros mismos. Por muy bien que hayamos hecho fructificar los talentos o las gracias que se nos han prestado, debemos reconocer el préstamo. El mismo Pablo lo hace así, dándonos un bello ejemplo (3,10). AL llegar aquí, cambia el tono. Pablo se hace irónico. Si los corintios se sienten tan seguros de sí mismos como si ya hubieran conseguido la meta, como si ya no tuvieran que anhelar la justicia y el reino de Dios, en cuyo dominio tomarán parte los santos, él, el Apóstol, se sabe todavía fuera, en camino y al descubierto y con mucho gusto desearía que los corintios le admitieran en su compañía.

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11. De más difícil interpretación es la subordinada «para que…». Muchos comentaristas han consagrado sus esfuerzos a explicarla. Un gran número de ellos admite que Pablo aludiría a una frase hecha, conocida por los corintios, pero que ya no está suficientemente clara para nosotros. En este caso quería decir: los corintios deben tener bien en cuenta que no hay sabiduría superior a la revelación de Dios. Según otros, la frase que en nuestra traducción hemos puesto entre corchetes [ ] sería originariamente una nota marginal de un copista (L. ALONSO SCHOKEL).

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c) Presentación de sí mismo que hace el Apóstol (1Co/04/09-13).

9 Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos señaló el último lugar, como a condenados a muerte, porque hemos venido a ser espectáculo para el mundo y para los ángeles y hombres. 10 Nosotros, insensatos por Cristo; vosotros, sensatos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros estimados, nosotros despreciados. 11 Hasta el momento presente pasamos hambre y sed y desnudez, recibimos bofetadas y andamos errantes sin hogar; 12 nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; si nos insultan, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; 13 si nos calumnian, respondemos con bondad. Hemos venido a ser hasta ahora como basura del mundo, como desecho de todos.

En neta oposición a la seguridad que siente en sí misma la comunidad corintia, se presenta aquí la experiencia personal del Apóstol y, en el fondo, su persona misma. Está de acuerdo en que, visto desde Dios, más bien parece, o incluso es, todo lo contrario: que está en el último puesto en la escala de los valores normales, e incluso muy distanciado y hasta marginado, como quien está condenado a muerte. Así estuvo Jesús y en esta misma situación se ha visto Pablo varias veces, de una manera más o menos formal. Pero, por amor de Jesús, abraza voluntariamente esta existencia.

Las sentencias condenatorias y su ejecución constituían un espectáculo para las muchedumbres de entonces. ¿No fue así en la muerte de Jesús? Pero ¿también un espectáculo para los ángeles? Sí; forman parte de aquella publicidad expresamente querida por Dios en este caso. Así como la muerte de Jesús encerraba un significado para los espíritus, así también lo encierra la muerte de sus miembros, pues soportan algo que produce en aquéllos admiración profunda, ya que unos hombres de naturaleza inferior a la suya alcanzan al morir con Cristo una gloria muy superior a la que ellos tienen. Se toca así un tema que el Apóstol describirá luego con más colorido y profundidad. Pero ¿sigue el tono irónico del versículo 8 cuando contrapone a los corintios consigo mismo, como sensatos, fuertes y estimados? No; no habla aquí en son de mofa, porque de alguna manera viene a ser razonable y está bien así. A través de su camino de la cruz proporciona a los creyentes esta posibilidad de ser más libres y más redimidos. En tono más sosegado y objetivo continúa describiendo -otra vez en tres afirmaciones dobles- el género de existencia que, como Apóstol, le compete y que él acepta. Y luego, vuelve a cambiar el tono y el ritmo (3,12). «Si nos insultan bendecimos…» Tenemos aquí de nuevo tres breves frases, pero ahora no van enderezadas contra nadie, sino que están llenas de tensión interior, para llegar finalmente, en una doble afirmación construida en paralelismo linguístico, a una cierta meta de máxima humillación.

¿Se han recargado demasiado las tintas? ¿Se ha dejado arrastrar por la polémica apasionada? Indudablemente estas líneas están impregnadas de un gran patetismo, provocado precisamente por la desagradecida volubilidad e inseguridad de los corintios respecto de Pablo. Pero en modo alguno es una mera reprensión o resignación, una queja o una acusación. Hay demasiada intensidad vital en estas líneas agolpadas y, sobre todo, demasiada verdad. El cuadro se completará con más prolijos detalles en la segunda carta a los corintios (6,1-10).

6. CONCLUSIÓN RECONCILIADORA (4,14-21).

a) El amor paternal del Apóstol a la comunidad (1Co/04/14-16).

14 No para avergonzaros os escribo esto, sino para haceros una advertencia como a hijos míos queridos. 15 Pues aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, padres no tenéis muchos: porque yo os engendré en Cristo Jesús por el Evangelio. 16 Por lo tanto, os ruego que sigáis mi ejemplo.

Como en la segunda carta a los Corintios, también aquí hace a continuación el Apóstol una presentación de sí mismo que no deja de ser un reproche, al que se habían hecho en realidad acreedores. Se advierte un cambio patético hacia una intimidad llena de amor, que debe llevar al convencimiento de que aquí habla un corazón doliente, que busca, por todos los medios, el corazón de sus hijos amados. Tuvo que avergonzarles, y él lo sabe, pero no quisiera que durase su vergüenza más que hasta que volvieran a mejor acuerdo. En las palabras que siguen, este tono paternal le permite alcanzar una mayor fuerza expresiva, a favor de la cual llega inmediatamente a una comparación con aquellos frente a los cuales siempre puede afirmar que su postura es incomparable. ¿Qué puede significar, en efecto, una docena de ayos frente a aquel que es padre? Y Pablo habla de ¡diez mil! maestros o preceptores. Se advierte la costumbre antigua de poner esclavos al cuidado de los niños para vigilar sus estudios.

El cálido discurso acaba con la exhortación que une las esperanzas del padre con las exigencias del Apóstol: seguid mi ejemplo. En qué deben imitarle? No en este rasgo individualizado o en aquél, sino en adoptar respecto de él la postura fundamental de hijos. Los hijos pueden olvidar a veces, pueden estar sometidos a ciertos influjos extraños, pero su propio modo de ser, oculto en ellos, despierta siempre de nuevo. Cuando se encuentran ante una disyuntiva total, los hijos no niegan a los suyos, especialmente a su padre. éste es el punto de conexión humano de esta corta exhortación paulina. La idea de la imitación no desempeña en Pablo un papel accidental. La idea fundamental de la imitación se halla formulada con más exactitud en otro pasaje: «Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo» (1Co 11:1) 12.

La imagen de Cristo debe ser repetidamente reproducida en la multiforme realidad terrena, para que los fieles puedan percibir con mayor facilidad las posibilidades de imitación puestas a su alcance. Esta tarea de copiar a Cristo -no con palabras, sino con la propia existencia- obliga propiamente a aquellos que, por encargo del mismo Cristo, anuncian su palabra, ya que palabra y vida forman una unidad indisoluble. Toda palabra tiene en esta unidad su norma suprema. Y dado que no todos los que ejercen el ministerio de la palabra alcanzan esta alta medida, procura Dios que la posibilidad de imitación sea vivida por otros, por los santos, que siempre suscita en la Iglesia. Cuando Pablo alude a su propio ejemplo y obliga a él, cumple este doble servicio que, en su unidad, es lo más precioso que puede dársele a la comunidad de los creyentes.

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12. Cf. Gal 4:12; Flp 3:17; 2Te 3:7.9

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b) Les envía un visitador apostólico (1Co/04/17).

17 Por esto mismo os envío a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor: él os recordará mis caminos en Cristo Jesús, cómo por todas partes enseño en todas las Iglesias.

Un poco sorprendentemente anuncia ahora la visita de un legatus a latere. Pablo no juzga suficiente su carta pastoral, aunque tan personal y tan apremiante. Envía a un hombre de su confianza, en quien delega su poder. Dentro del contexto precedente, Pablo no destaca tanto la autoridad cuanto la auténtica relación filial de aquel que también ha demostrado fidelidad en las cosas del Señor. La expresión que emplea para describir su misión no es tan genérica como pudiera parecernos. Mis caminos significa, en sentido semítico, no un destino personal, sino una doctrina, es decir, que su contenido objetivo coincide con el de la exhortación a seguir su ejemplo. En este punto insiste en el hecho de que su doctrina no es sólo personal, sino que es católica. él, el Apóstol, enseña lo mismo por doquier, en todas las comunidades. Una vez más recuerda a los corintios que no están solos en el mundo, sino que están incluidos en un orden eclesial y deben someterse a la disciplina de la Iglesia.

c) Les anuncia su visita personal (1Co/04/18-21).

18 Hay algunos que se han inflado como si yo no hubiera de ir a vosotros. 19 Pero iré muy pronto, si el Señor quiere, y conoceré, no la palabra, sino el poder de esos orgullosos; 20 porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. 21 ¿Qué queréis? ¿Que vaya yo a vosotros vara en mano, o con amor y espíritu de mansedumbre?

Los últimos versículos de esta parte de la carta no dejan lugar a dudas. Después de haber tocado todos los registros de la exhortación personal, está dispuesto a hablar y actuar también en virtud de su cargo ministerial. Para algunos de ellos el anuncio de su visita supone una amenaza. Pero quiere saber qué es lo que se oculta realmente tras estos hombres que se consideran tan importantes. Repite dos veces su pensamiento: el orgullo que se fundamenta sólo en grandilocuentes palabras. Pero a él no le van a intimidar. él no va a recurrir a grandes ni bellas palabras. ¿Qué son las palabras? Las palabras pueden ser graves o ligeras. Pero su peso específico reside en la verdad y en la fuerza de la existencia que encierran en sí. Son papel moneda; su valor depende, por así decirlo, de su respaldo en oro, un respaldo cuya presencia o ausencia no siempre se percibe. Con todo, las más de las veces puede colegirse, a través de las palabras, lo que hay realmente tras ellas. El valor de las palabras de un hombre se manifiesta en sus obras y acciones. En principio, esta contraposición entre hechos y palabras es bien conocida, como lo atestiguan viejos refranes. Esta tensión crítica tiene plena vigencia también ante Dios y en el ámbito de la gracia. Jesús lo expuso ya en el sermón de la montaña (Mat 7:21). También nuestro Apóstol lo expone en forma de sentencia: el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. Los corintios estaban ahora suficientemente informados del espíritu con que Pablo desearía visitarlos. Pero, si es preciso, puede ir vara en mano. ¿Estaba pensando, al escribir esto, en los preceptores que, evidentemente, podían recurrir a la vara? Esta pregunta no debía parecerles a los corintios tan importante como la instancia, expresada en lenguaje algo dolorido, a tomar una decisión.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— planes secretos: Lit. misterios.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Rom 11:25; Efe 3:3.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Ministerio y críticas

1 Pablo utiliza dos palabras muy apropiadas para describir la función de los maestros en la iglesia: servidores, lit. “ayudantes, o colaboradores”, y mayordomos. La primera conlleva el sentido de rendir personalmente cuentas a Cristo en cuyo servicio uno se ocupa. La segunda se refiere a la actividad clave de ese siervo especial en la casa cuya tarea era transferir los recursos del dueño a los miembros de su casa según sus necesidades. Lo que se le ha confiado a Pablo son los misterios de Dios, esto es, la sabiduría de Dios de la que habla en el capítulo anterior. Es un transmisor de la verdad. 2 Los mayordomos seculares debían poseer ciertas cualidades. En el contexto cristiano lo que se exige es confiabilidad; los antecedentes de falta de confiabilidad en el mundo secular están profusamente documentados. 3a Pablo se preocupa muy poco por el juicio de los demás, venga éste de la comunidad cristiana o de cualquier tribunal humano (cf. 2:1-5 y Hech. 17:19-34, donde se juzgaba a oradores públicos). 3b-5 Aunque no sabe de conducta incorrecta alguna en su ministerio cristiano, Pablo subraya que el Señor es su juez, y concluye con la orden de que no deben juzgar nada antes de tiempo, es decir, del día del Señor. Es Cristo el que expondrá los intentos de cubrir las malas obras y no juzgará meramente las acciones, sino las motivaciones. Será en ese momento que cada uno recibirá su alabanza, es decir el elogio, de parte Dios. Como lo muestra 2 Cor. 10:10-13, los corintios tardaron mucho en aprender esta lección; y aun después de ellos, la iglesia no se ha desempeñado mejor.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

4.1, 2 Pablo insta a los corintios a considerar a Pedro (Cefas) y Apolos, no como a líderes de distintas facciones sino como a siervos de los misterios de Dios (véase la nota a 2.7). El siervo hace lo que su amo le dice que haga. Nosotros debemos hacer lo que Dios nos dice que hagamos, por medio de la Biblia y su Espíritu Santo. Cada día Dios nos confronta con necesidades y oportunidades que nos desafían a hacer lo que sabemos que es correcto.4.5 Es una tentación juzgar a los demás cristianos, evaluándolos si son o no buenos seguidores de Cristo. Pero sólo Dios conoce el corazón de la persona, y sólo El tiene el derecho de juzgarnos. La advertencia de Pablo a los corintios también debiera ser para nosotros. Debemos confrontar a los que pecan (véase 5.12, 13), pero no debemos juzgar quién es un mejor siervo de Cristo. Cuando usted juzga a alguien, se considera automáticamente mejor, y eso es arrogancia.4.6, 7 Cuán fácil es sentirnos atraídos por un líder espiritual. Cuando alguien nos ayuda, es natural que le brindemos lealtad. Pero Pablo nos advierte que tengamos cuidado del orgullo que puede originar división en la iglesia por tener líderes favoritos. Todo verdadero líder espiritual es un representante de Cristo y no tiene nada que ofrecer aparte de lo que Dios le ha dado. No permita que su lealtad origine pleitos, calumnias o quiebre relaciones. Asegúrese de que su lealtad sincera sea a Cristo y no a sus agentes humanos. Aquellos que emplean la mayoría del tiempo peleando por el liderazgo en la iglesia antes que en declarar el mensaje de Cristo no lo tienen a El como su máxima prioridad.4.6-13 Los corintios se habían dividido en varios grupos, cada uno seguía a su predicador favorito (Pablo, Apolos, Pedro, etc.). Cada grupo manifestaba ser el único poseedor de la verdad, y así cayeron en el orgullo espiritual. Pero Pablo les dijo que no debían atarse a ningún predicador en particular porque eran simplemente humildes servidores que habían sufrido por el mismo mensaje de salvación que hay en Cristo Jesús. Ningún predicador tiene mayor categoría que otro.4.15 En los días de Pablo, el ayo era un esclavo que había sido asignado como tutor especial y guardián de un niño. Pablo menciona su afecto especial por los corintios (afecto mayor que el que podía tener un esclavo) y su función especial (más que un guardián). En un intento de unificar la iglesia, apela a su relación con ellos. Por padre, quiere decir que fue el fundador de la iglesia. Como él la inició, podían confiar en que tenía las mejores intenciones. Sus palabras duras eran motivadas por el amor, amor semejante al que tiene un padre por sus hijos (véase también 1Th 2:11).4.16 Pablo les dijo a los corintios que debían imitarlo. Podía hacer esta declaración porque caminaba cerca de Dios, empleaba tiempo en la Palabra de Dios y en la oración, y estaba consciente de la presencia de Dios en su vida en todo tiempo. Dios era su ejemplo, por lo tanto, su vida pudo ser un ejemplo a otros cristianos. Pablo no esperaba que los demás copiaran cada cosa que hacía, pero sí aquellos aspectos de su vida que habían sido modelados a la manera de vivir de Cristo.4.16 Pablo les dijo a los corintios que debían imitarlo. Podía hacer esta declaración porque caminaba cerca de Dios, empleaba tiempo en la Palabra de Dios y en la oración, y estaba consciente de la presencia de Dios en su vida en todo tiempo. Dios era su ejemplo, por lo tanto, su vida pudo ser un ejemplo a otros cristianos. Pablo no esperaba que los demás copiaran cada cosa que hacía, pero sí aquellos aspectos de su vida que habían sido modelados a la manera de vivir de Cristo.4.17 Timoteo había acompañado a Pablo en su segundo viaje misionero (véase Act 16:1-3) y fue una persona clave en el crecimiento de la iglesia primitiva. Timoteo pudo haber sido el portador de esta carta pero da la impresión de que llegó un poco después de ella (véase 16.10). Su misión era ver si el consejo de Pablo había sido considerado, leído e implementado. Luego regresó e informó a Pablo del progreso de la iglesia.4.18-20 Algunas personas hablan mucho acerca de su fe pero no van más allá, sólo hablan. Pueden saber las palabras correctas que deben usar pero sus vidas no reflejan el poder de Dios. Pablo dice que el reino de Dios debe ser vivido, no sólo discutido. Hay una gran diferencia entre conocer las palabras correctas y vivirlas. No se contente con tener las respuestas correctas acerca de Cristo. Procure que su vida demuestre que el poder de Dios está trabajando verdaderamente en usted.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) O: “servidores; auxiliares”. Gr.: hy·pe·ré·tas; lat.: mi·ní·stros.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 154 Luc 1:2; 2Co 5:20

b 155 Luc 12:42; 1Co 9:17; Col 1:25; Tit 1:7

c 156 Mat 13:11; Rom 16:25

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 (1) De la manera descrita en 3:21-23.

1 (2) O, considérennos, mídannos y clasifíquennos.

1 (3) Un asistente o servidor designado, un servidor oficial designado específicamente para cierto propósito ( Hch_26:16).

1 (4) La palabra griega proviene de la misma raíz que la palabra traducida economía en 1Ti_1:4 y Efe_1:10. Significa un mayordomo que reparte, un administrador de la casa, quien reparte o distribuye el suministro de la casa a sus miembros. Los apóstoles fueron designados por el Señor para ser tales administradores. Como tales, impartían a los creyentes los misterios de Dios, los cuales son: Cristo como el misterio de Dios, y la iglesia como el misterio de Cristo ( Col_2:2 Efe_3:4). El servicio de distribución, la mayordomía, es el ministerio de los apóstoles.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

servidores. El término denota subordinación (originalmente, un remero en una trirreme, barco con tres filas de remos) y es diferente del término «servidores» usado en 1Co 3:5.

misterios. Véase nota en Efe 3:3.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

25 4, 1. En conclusión, Pablo declara ca­tegóricamente cómo conviene que los corin­tios consideren a sus pastores, servidores: Hypéretes tiene con frecuencia la connotación de «testigo oficial» (véase Murphy-O’Connor, Paul on Preaching 60-64). administradores: Es­te término se aplicaba también a funcionarios religiosos (véanse H. Cadbury, JBL 50 [1931] 47-51; J. Reumann, JBL 77 [1958] 339-49). 2-3. Puesto que Pablo no se designó a sí mismo para el cargo, y los corintios no lo nombraron, los juicios de éstos carecen de valor. 4. mi con­ciencia nada me reprocha: Pablo no experi­menta el dolor de la transgresión (véase C. A. Pierce, Conscience in the NT [SBT 15, Londres 1955] 21.28), pero esto no garantiza que el único juez de verdad coincida con ese dicta­men. 5. el tiempo: Este momento queda deter­minado por la referencia siguiente a la paru­sía. «A la vista de este juicio último, todos los veredictos humanos no pueden sino ser pre­juicios» (Barrett, First Epistle 103). Resulta evidente la presencia de algo de hipérbole.
26 (F) Aplicación a los corintios (4,6-13). 6. Con la aplicación de metáforas a sí mismo y a Apolo, Pablo pretendía aclarar el papel de ambos (véase M. Hooker, NTS 10 [1963-64] 131). el «no» está antes de lo escrito: J. Strugnell ha demostrado (CBQ 36 [1974] 555-58) que to mé hyper ha gegraptai es el co­mentario marginal de un copista cuyo ejem­plar carecía de un mi, «no», que él insertó de­lante de heis. 7. Por sí mismos, los corintios nada tienen que los recomiende a un jefe de partido. 8-13. Del sarcasmo, Pablo pasa a la ironía amarga. En contraste con los predicado­res, conscientes sólo de sufrimientos y luchas, los corintios creían encontrarse en posesión del reino escatológico de Dios. Su defectuosa escatología (véase A. C. Thiselton, NTS 24 [1977-78] 510-26) estaba reforzada por la idea estoica de que los sabios son reyes (Weiss).
27 (G) La visita de Timoteo (4,14-21). 14. Tras la severidad, la dulzura. 15. paidagógos: Lit., «el que conduce al niño», habi­tualmente un esclavo que vigilaba la conducta del joven, pero no era su maestro (véase el co­mentario a Gál 3,24). os engendré: El efecto de la fuerza de Cristo (1,24) mediada por el evan­gelio de Pablo (1,17) es una vida nueva (1,30; véase P. Gutiérrez, La patemité spirituelle selon saint Paul [Ebib, París 1968]). 16. Véase el co­mentario a 11,1. 17. he enviado a Timoteo: El aor. no es epistolar, como demuestran 1,1 y 16,11. Timoteo era conocido en Corinto (1 Tes 3,2) . Su envío en mayo del 54 d.C. probable­mente fue la reacción inicial de Pablo ante los comentarios que le hicieron los de Cloe (1,11). mis caminos en Cristo: Mi manera de vivir como cristiano. 18. El temor por Timoteo indigna de nuevo a Pablo. 19. iré pronto: Esta acalorada declaración no está en contradicción con el de­tallado plan de viaje que Pablo expone en 16,5-9. 20. La realidad del reino de Dios consiste en su fuerza transformadora, no en especulaciones (Rom 14,17-18). 21. El amor paternal se puede expresar en forma de ternura o de castigo (Job 37,13; véase C. Spicq, RB 60 [1953] 509-12).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

H433 Ἄνθρωπος se usa con un sentido indefinido (posiblemente semítico): uno.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

[2] Imitadores, no seguidores.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[4] Sólo el Señor puede juzgar la fidelidad de Pablo en su ministerio.

Fuente: Notas Torres Amat

* Una vez más, en el Nuevo Testamento los misterios son verdades reveladas acerca de Dios.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento