Comentario de 1 Corintios 6:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

¿Cómo se atreve alguno de vosotros, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los santos?

6:1

— ¿Osa alguno de vosotros — Los corintios no solamente no siempre disciplinaban al miembro pecador (capítulo 5), sino tampoco juzgaban debidamente los casos que se presentaban entre ellos cuando había problemas. Se atrevían a tener sus litigaciones, o pleitos, delante de jueces paganos.

Al preguntar Pablo “¿osa?”, presenta la práctica de los corintios en este caso como pecaminosa, y expresa su propia indignación.

— cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos — Al tener un cristiano en Corinto problema con otro cristiano, entablaba demanda judicial, y esto delante de jueces del mundo. ¡Qué ridículo que los justos (los cristianos) busquen justicia delante de injustos!

Los jueces civiles se llaman “injustos” porque, no siendo cristianos, no son guiados por las normas de autoridad de Dios. Las normas humanas contradicen las de Dios, y son las que el hombre del mundo sigue. (Si siguiera las de Dios, sería cristiano). La justicia se halla en la ley de Cristo (Gál 6:2), y no en la de los hombres sin Cristo. En el ver. 6 se llaman “incrédulos”.

— y no delante de los santos? — Solamente los cristianos están capacitados para juzgar problemas entre cristianos, porque solamente éstos conocen las leyes de Dios respecto a las diferentes relaciones en la vida delante de Dios. Considérense Mat 18:15-17; Luc 17:3-4.

Los corintios eran muy negligentes en cuanto a la espiritualidad de la iglesia local. Permitían el incesto en la iglesia, como también la práctica de demandas judiciales de hermano contra hermano delante de jueces del mundo inconverso.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

teniendo algo contra otro. Mat 18:15-17; Hch 18:14, Hch 18:15; Hch 19:38.

ir a juicio. 1Co 6:6, 1Co 6:7.

los santos. 1Co 1:2; 1Co 14:33; 1Co 16:1, 1Co 16:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los corintios no deben acosar a sus hermanos, llevándolos ante la ley, 1Co 6:1-5;

especialmente bajo incrédulos, 1Co 6:6-8.

Los injustos no heredarán el reino de Dios, 1Co 6:9-14.

Nuestros cuerpos son miembros de Cristo, y templos del Espíritu Santo: por tanto no deben ser profanados, 1Co 6:15-20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En esos versículos, Pablo instruye a los corintios a terminar sus disputas personales ante las cortes paganas. Los corintios llevaban sus conflictos a las cortes romanas y de ese modo se hacía mofa de los cristianos en público. Su incapacidad para tratar disputas personales ilustraba las continuas divisiones en la iglesia (1Co 1:10-17). Pablo deseaba que varias ideas importantes penetraran en la mente de los corintios: el litigio público es una desgracia para una congregación cristiana (v. 1Co 6:1). Las disputas personales deberían ser tratadas en la iglesia (vv. 1Co 6:2-6). La presencia de contiendas indica una derrota espiritual (vv. 1Co 6:71Co 6:8). Todas las injusticias, así como las disputas, debieron terminarse cuando los corintios llegaron a ser creyentes (vv. 1Co 6:9-11).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

DELANTE DE LOS INJUSTOS. Cuando ocurren disputas insignificantes (v. 1Co 6:2) entre creyentes, deben resolverse dentro de la iglesia y no en los tribunales de justicia. La iglesia debe juzgar el caso, dictar sentencia y disciplinar si es necesario (véase Mat 18:15).

(1) Eso no quiere decir que no se le permita a un creyente acudir a los tribunales en casos serios con incrédulos. Pablo mismo apeló al sistema judicial más de una vez (véanse Hch 16:37-39; Hch 25:10-12).

(2) Tampoco quiere decir que la iglesia deba dejar a sus miembros que maltraten a los inocentes —las viudas, los niños o los débiles— y abusen de ellos. Más bien, Pablo está hablando de los casos en los que no se puede distinguir con claridad entre la verdad y el error. No deben tolerarse las acciones pecaminosas evidentes, sino que han de tratarse de acuerdo con la instrucción de Cristo en Mat 18:15-17.

(3) Además, en casos donde un llamado «hermano» se ha divorciado o ha abandonado a su familia y se niega a apoyar económicamente a su esposa e hijos con una pensión, la madre con los debidos motivos y que se interesa por sus hijos puede recurrir a los tribunales. No es que Pablo sostenga que a los que quebranten la ley se les deba permitir que engañen y amenacen la vida y el bienestar de los demás, porque en el v. 1Co 6:8 indica que se refiere a disputas menores donde el error pudiera aceptarse y tolerarse.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Los pleitos ante tribunales paganos, 6:1-11.
1 ¿Y osa alguno de vosotros que tiene un litigio con otro acudir en juicio ante los injustos, y no ante los santos? 2 ¿Acaso no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si habéis de juzgar al mundo, ¿seréis incapaces de juzgar esas otras causas más pequeñas? 3 ¿No sabéis que hemos de juzgar aun a los ángeles? Pues mucho más las naderías de esta vida. 4 Guando tengáis diferencias sobre estas monadas de la vida, poned por jueces a los más despreciables de la iglesia. 5 Para vuestra confusión os hablo de este modo. ¿No hay entre vosotros ningún prudente, capaz de ser juez entre hermanos? 6 En vez de esto, ¿pleitea el hermano con el hermano, y esto ante los infieles? 7 Ya es una mengua que tengáis pleitos unos con otros. ¿Por qué no preferís sufrir la injusticia? ¿Por qué no el ser despojados? 8 Y en vez de esto sois vosotros los que hacéis injusticias y cometéis fraudes, y esto con hermanos. 9 ¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. 11 Y algunos esto erais, pero habéis sido lavados; habéis sido santificados; habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.

Alude aquí San Pablo a un nuevo abuso que se daba entre los cristianos de Corinto: el andar en pleitos entre sí y llevar sus causas a los tribunales ordinarios, en vez de resolverlas dentro de casa. Esto último era lo que solían hacer los judíos de la diáspora, que incluso tenían tribunales propios, siendo en esto muy tolerante la ley romana. No hay duda que con ello evitaban, al menos en gran parte, el que trascendieran sus cosas fuera. Algo parecido quería San Pablo que se hiciese también entre los cristianos. Además es lógico que los paganos no siempre pudieron juzgar con equidad las diferencias surgidas entre los cristianos, porque las relaciones entre éstos deben ser regidas por principios superiores que se les escapan a ellos.
Primeramente afirma el hecho, y lo hace en forma interrogativa, como admirándose de que así rebajen su dignidad de cristianos (v.1). El que el Apóstol llame “injustos” (άδικοι ) a los gentiles no quiere decir que todos los tribunales paganos fuesen malos o injustos, pues en otras ocasiones el mismo Apóstol muestra su confianza en la ley romana (cf. Rom 13:3; Hec 25:11); tampoco el que llame “santos” (άγιοι ) a los cristianos quiere decir que lo fuesen todos en el sentido que hoy damos a esta palabra (cf. v.8). Esas expresiones: “injustos., santos,” tienen sentido más bien colectivo, en cuanto que el cristiano pertenece a un pueblo “santo” y goza por ello de cierta “santidad” objetiva, que está pidiendo la de cada uno (cf. 1:2; Rom 1:7; Efe 1:15), mientras que el gentil pertenece a un pueblo todavía en tinieblas, privado de la “justicia” o gracia divina (cf. v.11; Rom 1:18; Rom 3:26; Flp 3:9; Col 1:13). Hay, pues, una especie de contradicción – y el Apóstol se goza en este como juego de palabras – en que los cristianos o “justos” vayan a pedir justicia a los gentiles o “injustos.”
Para reforzar su argumentación, el Apóstol recuerda a los Corintios que los cristianos serán jueces del “mundo,” sin que de este juicio queden excluidos ni siquiera “los ángeles.” ¿Cómo, pues, rebajar su dignidad de esa manera, yendo a pedir justicia a los tribunales de los infieles? (v.2-3). Evidentemente el término “mundo” no tiene aquí sentido peyorativo, sino que indica simplemente todo el conjunto creado; también el término “ángeles” parece ser general, incluyendo no sólo los ángeles malos, sino también los buenos. Ya Jesucristo, a quien fue dado todo poder de juzgar (cf. Jua 5:22-27), había dicho esto denlos apóstoles (cf. Mat 19:28; Luc 22:30); ahora San Pablo lo afirma de todos los cristianos, en cuanto incorporados a Cristo y partícipes de su misma vida y prerrogativas (cf. Rom 6:6; Gal 2:20; Efe 2:5-6; Rev 20:4; 2Pe 2:4),
A vista de todo esto, les dice el Apóstol con ironía: antes que llevar vuestras querellas a los tribunales de los infieles, poned por jueces a los más ruines de la comunidad (v.4). ¿Es que no tenéis entre vosotros, les dice ya en serio, ninguno con la debida prudencia para poder ser juez entre hermanos? (v.5-6). Y aún sería mejor, añade, que no tuvierais pleitos, cediendo cada uno de sus derechos a favor del hermano (v.7-8; cf. Mat 5:39-41).
Estas injusticias y discordias entre los fieles de Corinto dan ocasión al Apóstol para presentar una lista de pecados, que dice excluyen del reino de Dios, y que, a juzgar por la manera como se expresa (“¿no sabéis.?; no os engañéis.”), parece debían ser bastante frecuentes en la comunidad (v.9-10). Semejantes listas encontramos también en otros lugares (cf. Rom 1:26-31; Gal 5:19-21; 1Ti 1:9-10). La expresión “reino de Dios” se refiere a su etapa final o escatológica; pues, aunque todos los cristianos pertenecen al reino de Dios y tienen derecho a la herencia prometida a los hijos de Dios (cf. Rom 8:17; Gal 4:7; Efe 1:11), pueden, de hecho, ser “desheredados” a causa de sus pecados (cf. Gal 5:21; Efe 5:5; Rev 21:8).
Termina el Apóstol haciendo resaltar la grandeza a que nos eleva el bautismo (v.11). Ninguna consideración mejor para mover a los corintios a que no se dejen dominar de nuevo por los vicios de su anterior vida de paganos. Los tres verbos: “habéis sido lavados., santificados., justificados,” no son sino expresiones de la misma idea de justificación cristiana recibida en el bautismo, mirada bajo diversos aspectos (cf. Tit 3:5; Efe 2:5; Rom 3:26). Al mencionar, junto a Jesucristo, también al Espíritu y al Padre (Dios), es probable que San Pablo esté aludiendo a la fórmula trinitaria del bautismo (cf. Mat 28:19).

El pecado de fornicación,Mat 6:12-20.
12 “Todo me es lícito,” pero no todo conviene. “Todo me es lícito,” pero yo no me dejaré dominar de nada 13 “Los manjares para el vientre y el vientre para los manjares”; pero Dios destruirá el uno y los otros. El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo; 14 y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros por su poder, 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy a tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz? ¡No lo quiera Dios! 16 ¿No sabéis que quién se allega a una meretriz se hace un cuerpo con ella? Porque “serán dos, dice, en una carne.” 17 Pero el que se allega al Señor se hace un espíritu con El. 18 Huid la fornicación. Cualquier pecado que cometa un hombre, fuera de su cuerpo queda; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis? 20 Habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.

Aunque ya se aludió antes al pecado de fornicación, enumerándolo entre los que excluyen del reino de Dios (cf. v.9), el Apóstol insiste ahora en él de una manera especial, dado que entre los gentiles la fornicación era considerada generalmente como algo indiferente y lícito (cf. Hec 15:29), y no era fácil a los recién convertidos despojarse de esa vieja mentalidad. Tres son las afirmaciones fundamentales del Apóstol: la fornicación no es cosa indiferente (v.12-14), es un ultraje a Cristo (v.15-17), es un ultraje al Espíritu Santo (ν . 18-20). Imposible razonar con más profundidad y elevación. Todo era necesario para imponer una moral totalmente ignorada en el paganismo.
La exposición comienza con una especie de diálogo, recogiendo frases que parece usaban los mismos corintios: “todo me es lícito.; los manjares para el vientre.,” y que luego apostilla el Apóstol: “pero no todo.; pero Dios destruirá.” (v.12-15). No sabemos si esa frase “todo me es lícito” (v.12; cf. 10:23) 1a tomaban los corintios del mismo Pablo, con referencia a las prescripciones mosaicas (cf. Rom 6:15; Rom 14:20; Gal 2:14), y cuyo sentido ampliaban a su favor, o era una frase que tenía origen en ellos mismos, igual que la siguiente: “los manjares para el vientre y el vientre para los manjares” (v.13). Mas sea de eso lo que sea, lo que sí parece claro es que algunos de los fieles de Corinto seguían teniendo la fornicación por algo moralmente indiferente, considerándola como una satisfacción legítima del cuerpo, lo mismo que el comer y el beber. Es probable que esto no sucediese sólo entre los corintios (cf. Gal 5:13).
La réplica de Pablo es tajante. A lo de “todo me es lícito” responde que a condición de que “sea conveniente” al bien total del hombre, sin lesionar el derecho de nadie (v.12); cosa que no sucede con la fornicación, como luego expondrá ampliamente (v. 15-20). Y aún añade (v.12) otra razón, la de que el hombre fornicario se convierte en esclavo de la carne, y la esclavitud no es ningún ideal. Hay aquí indudablemente una alusión, con su parte de ironía, a esa superioridad y autosuficiencia de que se gloriaban los corintios (cf. 4:8), como diciéndoles: vosotros, tan sabios, por encima de las contingencias terrenas., y ahora resulta que os dejáis dominar de las cosas 160. Gran habilidad la de San Pablo, combatiendo al adversario con sus propias armas. En cuanto a eso de que “los manjares para el vientre y el vientre para los manjares,” niega que sea el mismo caso que el de cuerpo y fornicación; pues vientre y manjares están llamados a perecer, de que no tendremos necesidad en la vida futura (v.13), mientras que el cuerpo como tal permanecerá para siempre y está destinado a fines más altos que la nutrición o generación, perteneciendo a Cristo, a quien hemos sido incorporados en el bautismo (v.13; cf. Rom 6:3-5), Y habiendo de resucitar glorioso a su debido tiempo como parte integrante de nuestra personalidad (v.14; cf. 15:52; Rom 8:11; Flp 3:21). En virtud de este valor imperecedero y eterno del cuerpo, Pablo condena la fornicación.
Sigue ahora, más en detalle, la explicación de esa nuestra pertenencia a Cristo, con lo que se pone más aún de manifiesto la monstruosidad que en sí mismo incluye el pecado de fornicación. Cometemos, dice el Apóstol, un grave ultraje a Cristo, del que somos miembros, cuyos derechos sobre nosotros violamos al prostituirnos a una meretriz, formando “un cuerpo con ella” los que formábamos “un espíritu con Cristo” (v.15-17). La cita (v.16) de Gen 2:24 tiene como punto de mira la unión matrimonial (cf. Efe 5:31), aunque San Pablo la emplea aquí para designar la unión fuera del matrimonio, dado que la base fisiológica es la misma. E! que diga que formamos “un espíritu con Cristo” (v.17), no excluye lo de que formamos un “cuerpo” con El; si habla de “espíritu” es para hacer resaltar que no se trata de una unión en el plano natural y desordenado, como la del fornicario con la prostituta, sino de una unión en el plano sobrenatural y divino, que se realiza principalmente en el espíritu, aunque con derivaciones también en el cuerpo, que sirve de instrumento al espíritu. La frase “huid la fornicación” (v.18) es probable que pertenezca todavía al pensamiento anterior, y sea como la conclusión.
Da, por fin, San Pablo un último argumento: el de que nuestro cuerpo es “templo del Espíritu Santo”161, y con la fornicación profanamos ese templo (v. 18-20). No es clara la frase de que cualquier pecado que cometa el hombre, a excepción del de fornicación, “queda fuera de su cuerpo” (v.18), pues hay otros pecados, como, la embriaguez o el suicidio, de los que parece que podría decirse lo mismo que del de fornicación. Quizás el Apóstol hable así, tratando de dar a entender que con la fornicación se peca de modo especial contra el propio cuerpo, en cuanto que entregamos a una meretriz lo que es pertenencia de Cristo (cf. v.15).
La expresión final “habéis sido comprados a precio” (v.20; cf. 7:23; Efe 1:7; 1Ti 2:6; Tit 2:14; Heb 9:12; 1Pe 1:19) es emocionante. No nos pertenecemos, incluso en el cuerpo, llamado también a un destino eterno. Gran dignidad la del cuerpo cristiano, al que San Pablo coloca en la misma línea de redención y elevación que todo el hombre; y decisivo golpe al falso esplritualismo griego, que rechazaba el concepto mismo de resurrección (cf. 15:12; Hch 17:32; 23:8).

146 Cf. Eusebio, Híst. ecí. 2:25: MG 20:209. – 147 Parece ser que mediante los términos σοφός (filósofo griego), γραμματεύς (escriba abio judío) y συζητητής (sofista), Pablo trata de incluir toda clase de sabios humanos. – 148 Parece ser un hecho que la gran mayoría de los primitivos cristianos, no sólo en Corinto, pertenecían a las clases humildes de la sociedad. Sabemos que los gentiles echaban en cara a la Iglesia el estar formada por gentes de baja condición social (cf. Tácito, Ann. 15:44; San Justino, Apol. II 9; Orígenes, Contra Celsum II 79). Por lo demás, ello está muy conforme con lo que había predicho Isaías (cf. Isa 61:1) y había enseñado Jesucristo (cf. Mat 5:3-10; Mat 11:5; Luc 4:17)· – 149 Discuten los autores si bajo el título “Señor” piensa San Pablo en Cristo o en el Padre. Algunos, como Cerfaux, creen que alude a Cristo, que es a quien los apóstoles atribuyen ordinariamente tal nombre (cf. Hec 2:36; Hec 11:20-23; 1Co 8:6); sin embargo, dado el contexto (cf. y.30), más bien creemos, con la mayoría de los autores (Cornely, Alio, Leal), que está refiriéndose al Padre. Claro que tampoco se excluye la gloria de Cristo, pues el Apóstol ha insistido en que todos los bienes los tenemos “en Cristo.” Por lo demás, la equivalencia Cristo-Yahvé es frecuente en el modo de hablar de los apóstoles (cf. Hec 2:21; Rom 10:13). – 150 Nótese la expresión “testimonio de Dios) (v.1), con que el Apóstol designa el mensaje evangélico. En realidad, el Evangelio no es sino un testimonio que nos da Dios, manifestando quién es y qué ha hecho por nosotros. En vez de “testimonio de Dios,” algunos códices tienen “misterio de Dios,” lección adoptada por Wescott-Hort y Bover. Sin embargo, parece críticamente más fundada la primera lección. – 151 Cf. A. Feuillet, L’énigme de τ Cor 2:9: Rev. Bibl. 70 (1963) 52-74- Hay autores, como Cornely, que suponen que con esta cita (v.p) Pablo está refiriéndose a la futura gloria del cielo; sin embargo, más bien parece que directamente está aludiendo al plan divino de salud, aunque sin excluir de su perspectiva la gloria celeste, a la que ese plan conduce. – 152 No cabe duda que en este pasaje de Pablo (v.6-16), al menos en la terminología” hay sorprendente parecido con los gnósticos, tal como los conocemos sobre todo por Ireneo y Tertuliano e Hipólito. Para los gnósticos, hay tres clases de hombres: pneumáticos, psíquicos y terrestres, según el elemento que predomine en ellos. En los “pneumáticos” o espirituales ( = gnósticos) predomina el elemento divino; en los “psíquicos” (= cristianos ordinarios) hay equilibrio entre los elementos bueno y malo, y en los “terrestres” (= gentiles y judíos) predomínala materia y, por tanto, el vicio. ¿Habrá influencia “gnóstica” en el lenguaje y modo de razonar de Pablo? La respuesta resulta compleja, pues el “gnosticismo” que conocemos no se desarrolló plenamente hasta bien entrado ya el siglo n, y es posible que haya influjo de los escritos de Pablo; aunque no cabe duda que muchas ideas del “gnosticismo” son anteriores a Pablo. Entre los autores católicos, uno de los más inclinados a encontrar huellas “gnósticas” en los escritos de Pablo, es H. Schlier (cf. H. schlier, Essais sur le Nouveau Testament [París 1968] p. 115-131). – 153 Esto no obsta para que también los Apóstoles se puedan considerar como “fundamento” (cf. Efe 2:20; Rev 21:14); pues, en realidad, Cristo no llega a ser “fundamento” hasta que es aceptado como tal, y esto sucede gracias a los que colocan el “fundamento,” que son los Apóstoles. Se establece, pues, una relación necesaria y cierta especie de unidad entre el colocador del fundamento y el mismo fundamento. – 154 Algunos autores, rechazando toda idea de purgatorio, dicen que el verbo griego βημιοϋμαι debe traducirse no por “sufrir daño,” sino por “ser privado de premio,” con alusión a que su rango en la jerarquía del Reino no será el mismo que el de los aludidos en el v.14. Sin embargo, no vemos motivo para apartarnos del significado corriente de ίημιοΰμαι , que es el de “sufrir daño” (cf. 2Co 7:9; Flp 3:8; Lev 9:25). – 155 Cf. B. Gártner, The Temple And The Community In Qumrán And The New Testamen (London 1965). – 156 Estas expresiones, cargadas de ironía, es probable que estén tomadas del lenguaje de los estoicos (cf. Hec 17:18), quienes sostenían que el hombre se bastaba a sí mismo y que los “sabios” eran verdaderos reyes de la creación, por encima de las contingencias terrenas. – 157 Los términos “desecho” (ττερικάδαρμα ) y “estropajo” (περίφημα ) no pueden ser más expresivos. Y más aún si atendemos a que, en bastantes ciudades griegas, eran términos consagrados por el uso para designar aquellos hombres que eran sacrificados a los dioses a fin de conjurar alguna calamidad pública. Se escogía a algún miserable que aceptase voluntariamente hacer de víctima expiatoria, y en compensación le trataban espléndidamente durante algún tiempo; pero a la hora de la inmolación era conducido a la muerte en medio de los insultos del populacho, que derramaba sobre él toda suerte de inmundicias. Inmolada la víctima, que hacía como de “hechicero” o mago (φαρμακόβ), se consideraban purificadas las maldades y conjurado el azote. Es posible que San Pablo tenga en cuenta esta costumbre cuando usa esos términos. No cabe duda que, en cierto sentido, los apóstoles son víctimas que se sacrifican y mueren por el pueblo. – 158 Cf. L. Cerfaux, Jesucristo en San Pablo (Barcelona 1963) p.131-135 Y 211-232. – 159 Cf. Gaius, Jnsíit. I 63. – 160 El gran principio de los estoicos era: Mihi res, non me rebus submittere conor. – 161 La presencia del Espíritu ha de ponerse principalmente en el alma, en la que radican Ja gracia y la caridad; pero secundariamente podemos ponerla también en el cuerpo, que es instrumento del alma en el ejercicio de las virtudes (cf. Rom 8:10-13). Además, tengamos en cuenta que Pablo es semita y, cuando habla de “cuerpo,” más que pensar en algo contra-distinto del alma o del espíritu, piensa en el hombre todo entero, aunque en su vertiente 0 faceta corporal.

Fuente: Biblia Comentada

¿Osa … ? Demandar a otro creyente ante un tribunal secular es un acto insolente de desobediencia por sus implicaciones comunes a todo pecado, es decir, provocar desagrado a Dios. algo contra otro. Una frase en griego que se usaba para aludir a un pleito legal («ir a juicio»). injustos. Esto no se refiere a su carácter moral, sino a su condición espiritual de no salvos. delante de los santos. Los creyentes deben resolver todos los asuntos pendientes entre ellos mismos dentro de la iglesia.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

6:1 — ¿Osa alguno de vosotros — Los corintios no solamente no siempre disciplinaban al miembro pecador (capítulo 5), sino tampoco juzgaban debidamente los casos que se presentaban entre ellos cuando había problemas. Se atrevían a tener sus litigaciones, o pleitos, delante de jueces paganos.
Al preguntar Pablo “¿osa?”, presenta la práctica de los corintios en este caso como pecaminosa, y expresa su propia indignación.
— cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos — Al tener un cristiano en Corinto problema con otro cristiano, entablaba demanda judicial, y esto delante de jueces del mundo. ¡Qué ridículo que los justos (los cristianos) busquen justicia delante de injustos!
Los jueces civiles se llaman “injustos” porque, no siendo cristianos, no son guiados por las normas de autoridad de Dios. Las normas humanas contradicen las de Dios, y son las que el hombre del mundo sigue. (Si siguiera las de Dios, sería cristiano). La justicia se halla en la ley de Cristo (Gál 6:2), y no en la de los hombres sin Cristo. En el ver. 6 se llaman “incrédulos”.
— y no delante de los santos? — Solamente los cristianos están capacitados para juzgar problemas entre cristianos, porque solamente éstos conocen las leyes de Dios respecto a las diferentes relaciones en la vida delante de Dios. Considérense Mat 18:15-17; Luc 17:3-4.
Los corintios eran muy negligentes en cuanto a la espiritualidad de la iglesia local. Permitían el incesto en la iglesia, como también la práctica de demandas judiciales de hermano contra hermano delante de jueces del mundo inconverso.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA MANÍA DE LOS PLEITOS

1 Corintios 6:1-8

Cuando entre vosotros uno tiene algún desacuerdo con otro, ¿cómo se atreve a ir a juicio ante los incrédulos en lugar de presentarlo antes el pueblo consagrado a Dios? ¿Es que no os habéis enterado de que el pueblo consagrado a Dios será el que juzgue al mundo un día? Pues, si vais a juzgar al mundo, ¿os consideráis incapacitados para resolver las causas pequeñas? ¿Es que no os dais cuenta de que nosotros seremos los que juzguemos a los ángeles? ¡Pues mucho más las cosas corrientes! Así es que, si tenéis pleitos sobre cosas corrientes, encargad del asunto a los que no tienen gran importancia a ojos de la iglesia. Os lo digo para que os dé vergüenza. ¿Lo hacéis de esa manera porque no hay entre vosotros ninguno que sea lo suficientemente listo como para arbitrar entre dos hermanos? ¿Es que está bien que un hermano pleitee con otro, y encima, ante los que no son creyentes? El llegara eso de pleitear entre vosotros es ya una grave falta. ¿Por qué no sufrís el agravio en vez? ¿Por qué no aceptáis el salir perdiendo? ¡Pues, no! Vosotros os injuriáis y os defraudáis… ¡y eso entre hermanos!

Aquí trata Pablo de un problema que afectaba especialmente a los griegos. Los judíos no solían acudir a los tribunales públicos, sino resolvían sus diferencias ante los ancianos del pueblo o de la sinagoga; para ellos, los pleitos eran cosas que se habían de resolver con un espíritu de familia y no exclusivamente legal. De hecho, la ley judía hasta prohibía acudir a un tribunal que no fuera judío; el hacerlo se consideraba blasfemia contra la ley de Dios. Pero era todo lo contrario entre los griegos: les encantaban los litigios, y los juicios figuraban entre sus espectáculos predilectos.
Cuando estudiamos los detalles de las leyes de Atenas vemos lo importantes que eran los tribunales en la vida de cualquier ateniense; y la situación no era muy diferente en Corinto. Cuando había un desacuerdo en Atenas, lo primero que se intentaba era resolverlo mediante un árbitro privado. En tal caso, cada parte escogía su árbitro, y un tercero imparcial se escogía de común acuerdo. Si no se podía resolver la cuestión así, se acudía al tribunal llamado de los Cuarenta. Los Cuarenta presentaban el problema a un árbitro público, que era simplemente cualquier ateniense de sesenta años, que tenía que asumir esa responsabilidad le gustara o no bajo pena de pérdida de sus derechos civiles. Si ni aun así se cancelaba el caso, se pasaba a un jurado, que constaba de doscientos un ciudadanos en casos de menos de, digamos, 50,000 pesetas, y en cuatrocientos un ciudadanos cuando se tratara de más dinero. Había casos en los que el jurado estaba formado por cualquier número de ciudadanos entre mil y seis mil. Para formar parte del jurado bastaba ser ateniense y tener por lo menos treinta años de edad. Cada uno pagaba. tres óbolos al día por ser miembro del jurado (El D R.A E. dice que el óbolo era el peso de la sexta parte de una dracma, equivalente a cerca de seis decigramos, y también que era una «moneda de plata de los antiguos griegos, que en Atenas era primitivamente de 72 centigramos»). Los ciudadanos capacitados para actuar como miembros de jurado se reunían por la mañana y se les asignaban por suerte los casos.
Está claro que, en cualquier ciudad griega, cualquier ciudadano era una especie de abogado, y pasaba una parte considerable de su tiempo decidiendo o presenciando juicios. Los griegos eran famosos, o célebres, por su amor a los tribunales. No es extraño que algunos trajeran sus tendencias a la iglesia; y Pablo estaba escandalizado. Su trasfondo judío le predisponía en contra de esas prácticas, y sus principios cristianos, aún más. «¿Cómo pueden los que conocen la justicia de Dios -preguntaba- vivir la paradoja de buscar justicia en los tribunales de los injustos?»
Lo que hacía la cosa todavía más alucinante para Pablo era que, en la imagen de la edad de oro por venir, el Mesías era el Que había de juzgar a las naciones, y los santos habían de formar el jurado. El Libro de la Sabiduría dice: » Juzgarán a las naciones, y tendrán autoridad sobre la gente» (SabiduríHch 3:8

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 6

2. RECURSO A LOS TRIBUNALES PAGANOS (6,1-11).

a) Los cristianos no deben pleitear entre sí (1Co/06/01-06).

1 ¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene una querella contra otro, a llevarla al tribunal de los injustos y no al de los fieles? 2 O ¿es que no sabéis que los fieles han de juzgar al mundo? Y si vosotros habéis de juzgar al mundo, ¿vais a ser incapaces de juzgar causas de mínima importancia? 3 ¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles? ¡Con cuánta mayor razón los asuntos de esta vida! 4 Cuando tengáis, pues, pleitos por asuntos de esta vida, poned por jueces a gentes que no cuenten nada en la Iglesia. 5 Para vergüenza vuestra lo digo: ¿Es que entre vosotros no hay ningún sabio que pueda ser juez en un pleito entre hermanos? 6 Y, sin embargo, un hermano pleitea con otro hermano, ¡y esto ante un tribunal de infieles!

Pablo acaba de pronunciar su sentencia sobre una causa espiritual y ha recordado a la comunidad su obligación de atenerse a ella; esto le da ocasión para pasar a tocar un tema también relacionado con los juicios, aunque en un ámbito enteramente distinto. La Iglesia se hizo culpable al olvidar su deber de juzgar, y se ha hecho culpable de lo mismo en otro caso. El mal es doble. Se enredan en discusiones sobre las cosas de cada día y llevan sus querellas a los tribunales paganos. Esto último es algo que al Apóstol le parece increíble. Aunque la comunidad cristiana es muy pequeña en aquella gran urbe, en todos los círculos ciudadanos se ha oído decir que estos hombres se han convertido a una religión muy estricta y que llevan una vida comunitaria, como hermanos y hermanas. La impresión debió ser nefasta cuando trascendió al público -y los juicios son por propia naturaleza públicos- que los «hermanos» llevaban sus querellas a los tribunales, acompañándose a veces de testigos. Podemos rastrear el efecto que esto produjo en el Apóstol. Pero aún había algo más, que ya no podemos rastrear del todo. Pablo vive bajo la impresión del próximo juicio del mundo. En su misión se sabe propiamente mensajero del juez del mundo que está para llegar. Y tiene la idea -que también Jesús confirmó a sus apóstoles- de que las comunidades elegidas podrían tomar parte en este juicio en calidad de jueces. Cuando pregunta: «¿Es que no sabéis que los fieles han de juzgar al mundo?» se deduce que esta orientación escatológica hacia la próxima venida del Señor ocupaba un puesto importante en su predicación. Precisamente nuestra carta lo atestigua en casi todos los temas que en ella se tocan.

A estas querellas terrenales responde el consejo de Jesús en el sermón de la montaña (Mat 5:25). En toda la perícopa se mezclan vivamente los pensamientos y motivaciones, hasta el sarcástico consejo de que deberían poner como jueces en la comunidad a los más ineptos. Incluso estos tales serían capaces de establecer la justicia entre cristianos, entre hermanos. Pero inmediatamente Pablo trata de mitigar la causticidad de la frase. No falta aquí, por supuesto, una discreta indirecta a aquello en lo que se sentían tan fuertes: si están tan llenos de «sabiduría», no les pueden faltar hombres a los que poder acudir como a jueces para resolver sus querellas.

A este propósito pueden hacerse varias reflexiones. En aquel tiempo los jueces no eran, con frecuencia, demasiado objetivos. En el seno de aquella sociedad corrompida los sobornos eran moneda corriente. Los castigos y las normas eran, muchas veces, de una extrema dureza. Algunas comunidades religiosas, como la de los judíos, empleaban su propia y libre legislación. En estas circunstancias no era tan inconcebible el intento de proveer a la comunidad cristiana de su propia legislación judicial 14.

Una vez que el imperio romano abrazó el cristianismo, existió, durante siglos, un tribunal eclesiástico presidido por el obispo, que luego se continuó, durante la edad media, en los tribunales corporativos. Evidentemente, hoy no podemos intentar restablecer dentro de la comunidad cristiana una legislación facultativa de este tipo. No es que sea totalmente imposible que un cristiano de buen criterio pueda hallar una solución razonable en muchas querellas. Pero si tal solución no es aceptada de antemano en la fe por las partes interesadas, de nada puede servir. La fe no impone preceptivamente que un fiel se deje expoliar. Su esencia y su dignidad se fundamentan en la libertad.

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14. Precisamente en Corinto, el procónsul Galión había desestimado una querella de los judíos contra Pablo, porque no quería ser juez en los asuntos internos de los israelitas (Hec 18:14 ss). Esta conducta respondía a la costumbre romana, muy especialmente frente a los judíos. Así, también Pilato pretendió evitar la condenación a muerte de Jesús (Jua 18:31).

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b) No deberían siquiera presentar demandas (1Co/06/07-08).

7 En general, ya es un menoscabo para vosotros que tengáis pleitos en vuestra comunidad. ¿No sería mejor sufrir la injusticia? ¿No sería mejor que os dejarais despojar? 8 Pero al contrario: vosotros sois los que perjudicáis y despojáis, y esto a los hermanos.

Con su «ya es un menoscabo» comienza Pablo a dirigir la mirada -por encima de la cuestión concreta que quiere regular- a zonas más elevadas, para contemplar el tema desde una perspectiva más general y más profunda. ¿Es que para los cristianos todas aquellas cosas sobre las que pueden surgir pleitos, pequeñas propiedades, pequeños derechos, un poco de honra, no son realmente demasiado insignificantes, comparadas con la riqueza y la gloria de Dios de la que participan? ¿No deberían temer acaso que al defender sus derechos pueden ser injustos con los demás? La primera frase: ¿No sería mejor sufrir la injusticia?, podría traer a la memoria el recuerdo de Sócrates, pero más aún el espíritu y la letra del sermón de la montaña (cf. Mat 5:20.40). Se trata «ya» de algo más que de establecer la justicia en los asuntos de la tierra; se trata de que se imponga la justicia sobreabundante de Dios, de mostrarnos como hijos del Padre celestial, al menos todos aquellos que, a partir de aquí, se entienden como hermanos.

c) Los cristianos han dejado a sus espaldas los vicios del mundo (1Co/06/09-11).

9 ¿O es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, 10 ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni calumniadores, ni salteadores heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; pero fuisteis lavados, pero fuisteis consagrados a Dios, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

Con todo sigue existiendo el grave riesgo de dejarse arrastrar por las cosas mundanas y caer en la «injusticia» del mundo. Antes había empleado Pablo la expresión «los injustos» (6,1) para designar a los jueces paganos. Aquí se ve claramente que quiere acentuar el contrasentido de que los «justificados», los cristianos, acudan a estos tales en busca de justicia. Aquel que se atiene a esta injusticia del mundo, pierde el reino de Dios. Es significativo que este concepto central del mensaje de Jesús -que, por otra parte, aparece raras veces en Pablo- nos salga al paso aquí, cuando el Apóstol repite las exigencias morales de Jesús tal como se las había expuesto en su predicación misional.

La enumeración que sigue parece ser un catálogo de confesión de los pecados graves que se daban entre los corintios. Aquellos que se habían convertido gracias a la predicación misional del Apóstol le exponían su vida y él debía explicarles con claridad cuáles eran los vicios que se debían evitar inexcusablemente. Por esta confesión de vida Pablo podía conocer la abyección total de las costumbres de la gran ciudad de Corinto. Los diez vicios aquí enumerados se reparten una vez más entre el sexto y el séptimo mandamiento. Ellos lo saben. Aquí basta con recordárselos discretamente: eso erais algunos de vosotros. Pero no se detiene aquí. Esto es un pasado desaparecido. Con una triple expresión despierta en ellos el recuerdo de su experiencia y de la eficacia del bautismo; se podría casi percibir la fórmula trinitaria del bautismo, cuando cierra este recuerdo bautismal con la mención del nombre del Hijo y del Espíritu Santo y designa a éste como el Espíritu de nuestro Dios.

3. CONCEPTO LAXO DE LA IMPUREZA (6,12-20).

c) El cuerpo es más que el vientre (1Co/06/12-14).

12 «Todo me es permitido»; pero no todo es conveniente. «Todo me es permitido»; pero yo no me dejaré dominar por nada. 13 «La comida para el vientre y el vientre para la comida»; pero Dios destruirá lo uno y lo otro. El cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo. 14 Y así como Dios resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros por su poder.

LBT/LIMITES: «Todo me es permitido.» Sin transición, pero continuando su primera exhortación de que no se engañen a sí mismos, se refiere ahora Pablo a una frase tópica que desempeñaba en Corinto un papel peligroso. él mismo pudo haber formulado así su doctrina de la libertad en Cristo. Pero así como en 3,21 no se dice solamente: «todo es vuestro», sino que se añade: «pero vosotros de Cristo», también decía a los gálatas: habéis sido llamados a la libertad, pero que vuestra libertad no dé pretexto a la carne (Gal 5:13). En este pasaje se nos expone el sentido de la libertad en Cristo a través de un juego de palabras repetido, que vamos a intentar poner en claro de la mejor manera que nos sea posible. Es ciertamente un profundo enigma que no podamos vivir la libertad sin límites. El hombre tiene sed de libertad y no quiere comprender que deben darse limitaciones. Su hambre de cosas grandes tiende al radicalismo, para acabar experimentando dolorosamente -en una derrota terrible- que el radicalismo de la libertad acaba en esclavitud.

La doctrina de la libertad del Apóstol cayó en Corinto sobre un terreno particularmente abonado. Como griegos, tendían al espiritualismo, que desprecia el cuerpo, pero, al mismo tiempo, estaban acostumbrados a los goces de los sentidos. Algunos habían construido sobre estas contradicciones una teoría armonizante: cuando el goce sexual se convierte en una bagatela, el espíritu no tiene por qué avergonzarse. La comida para el vientre y el vientre para la comida. De manera parecida, se creía poder superar lo sexual.

Esta teoría es falsa, no sólo porque esto no puede ser así, sino porque en el ámbito de lo sexual la realidad es distinta. Bajo cierta perspectiva, tanto las funciones nutritivas como las sexuales pueden ser calificadas de procesos o necesidades corporales. Ahora bien, ya la misma nutrición significa para el hombre algo más que la mera satisfacción de una necesidad, en cuanto que se distingue del simple comer o beber de los animales, impropio del hombre. Y esto es mucho más verdadero respecto de la actividad sexual. Si el hombre no pone en esta última todo su ser personal y humano, quedará mucho más envilecido. Pablo expresa la diferencia entre ambos niveles recurriendo al vocablo «vientre» cuando repite la manera de pensar de aquellas gentes, y hablando de «cuerpo» cuando la contrapone a la intelección cristiana del hombre. El vientre y la comida pueden desaparecer; en todo caso, y según la disposición divina, su actividad actual quedará fuera de curso 15, porque esta vida, que ahora sólo puede ser sustentada con los medios de este mundo, se cambiará en otra.

Pero el cuerpo es cosa distinta ya desde ahora. Cierto que el aparato digestivo sigue formando parte de nuestro cuerpo, pero el cuerpo es algo más que la suma de estas funciones animales. Este cambio de «vientre» a «cuerpo» pone las bases de una justa concepción del uso sexual y contiene, en germen, una entera antropología cristiana. Configura el imprescindible vínculo de unión entre el hombre, que sólo se había entendido como un instinto, y la vocación sobrenatural de la estirpe humana. En el «cuerpo» está compendiada la dignidad y las posibilidades personales del hombre. Se puede incluso afirmar que el cuerpo es la expresión personal del hombre.

Por eso ahora el pensamiento del Apóstol puede remontarse inmediatamente a más altas cimas: el cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor. La pertenencia total al Señor determina profundamente la idea que el Apóstol tiene de sí mismo, y piensa que lo mismo debería ocurrir en cada cristiano. «Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo, pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos» (Rom 14:7).

Una vez más da Pablo un paso sorprendente cuando se atreve, también aquí, a invertir la frase: «…y el Señor para el cuerpo». Basta con que tomemos en serio en nosotros la entrega que el Señor nos hace de su cuerpo en la eucaristía para que veamos confirmada esta reciprocidad y este intercambio corporal. Y si antes tuvo que decirse: «Dios destruirá lo uno y lo otro», ahora debe afirmarse que, del mismo modo que Dios ha resucitado al Señor, también nos resucitará a nosotros, en nuestra corporeidad y con ella, y confirmará de una manera definitivamente válida la común pertenencia que ahora crean los sacramentos. Y por eso, todo abuso del cuerpo no sólo es un pecado contra la llamada original de la fe y un abuso de la fuerza sexual, sino que es además un ataque a los derechos del Señor, como si se tratara de su propio cuerpo. De este modo, se agudiza, en el tema de la castidad, la pertenencia corpórea, universal y total a Cristo.

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15. De suyo, la expresión empleada aquí por Pablo, y frecuentemente dentro de contextos escatológicos, no puede ser traducida, en general, por «aniquilar». Sería mejor decir que los valores de que en cada caso se trata quedan sin eficacia, sin contenido, sin importancia ni relieve.

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b) La impureza de los bautizados, vergüenza de Cristo (1Co/06/15-17).

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy entonces a arrancar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz? ¡Ni pensarlo! 16 ¿O es que no sabéis que el que se junta con la meretriz se hace con ella un solo cuerpo? «Porque serán -dice- los dos una sola carne» (Gen 2:24). 17 Pero el que se junta con el Señor se hace con él un solo espíritu.

El Apóstol comienza a dar ahora más detalles sobre el género de lujuria practicado de tan fatal manera por algunos corintios; se trata de la prostitución. Debe advertirse, a este respecto, que entre los antiguos griegos prevalecía como algo evidente el orden legal del matrimonio monógamo, y que la mujer casada era fundamentalmente la administradora de la casa y la madre de los hijos legítimos. Pero no se le concedía el rango de persona hasta el punto de que la convivencia con ella fuera ya totalmente suficiente para el hombre. Lo que faltaba o se echaba de menos en el matrimonio, se satisfacía con mujeres de vida libre o heteras, si no ya en contactos homosexuales. Aquí Pablo habla únicamente de las relaciones con prostitutas.

La pertenencia a Cristo de que se ha hablado antes se aplica ahora de un modo más concreto: nuestros cuerpos son miembros de Cristo. Los que se unen a una prostituta hacen que los miembros de Cristo sean miembros de una meretriz. De una forma súbita y escalofriante se contraponen ahora la prostituta y Cristo. No hay aquí ningún recurso a lo neutral, no hay tierra de nadie. Pablo no considera aquí el caso de la realización legítima del matrimonio, en el que la unión corporal de los esposos no equivale a un separarse de Cristo, sino en el que, por el contrario, la entrega recíproca puede ser también, y debe ser, al mismo tiempo, una entrega a Cristo.

Todavía no había llegado el tiempo oportuno para esta visión personal de la sexualidad, pero venía siendo preparada por el hecho de que Pablo la vincula tan estrechamente a Cristo. Que la unión sexual es algo que en ningún caso puede ser considerado como una cuestión que afecta sólo a cada individuo lo deducía Pablo también del (segundo) relato de la creación. Indudablemente, en este relato «ambos», hombre y mujer, son considerados como esposos, pero lo reprensible es que hayan podido ser arrastrados a un momentáneo abuso de placer en un acto que expresa la más íntima unión de vidas de aquellos que, como esposo y esposa, mantienen una relación mutua entre sí y para sí absolutamente libre de reservas. Cuando un hombre se une a una prostituta también se hacen ambos uno, pero en un nivel en que la «carne» no se toma ya en el sentido paleobíblico, como significando todo el ser humano, sino en el sentido estricto de corrupción que tiene normalmente en Pablo. A este concepto se opone radicalmente el ser un solo espíritu con el Señor. No es que Pablo entienda el ser uno de los creyentes con Cristo sólo de una manera espiritual. Acaba de decir que nuestros cuerpos son miembros de Cristo; pero en contraposición a la carnalidad de la sola carne, en la que el hombre niega su dignidad y se entrega a la impureza, el recto uso del cuerpo es espiritual, ya que está guiado por el espíritu. Un espíritu y un cuerpo son, por tanto, la misma cosa (cf. Efe 4:4). Lo que allí se aplica a todos los bautizados puede referirse, por consiguiente, a las relaciones de cada uno de los cristianos con Cristo. Ambas unidades se condicionan y se incluyen mutuamente. Si no existiera esta unidad de cada uno con Cristo, tampoco podrían los muchos ser uno. Y si los muchos no son uno, tampoco entonces podría cada uno estar tan totalmente unido a Cristo.

c) El cuerpo de los bautizados, templo del Espíritu Santo (1Co/06/18-20).

18 Huid de la fornicación. Los demás pecados que el hombre comete, quedan fuera del cuerpo; pero el que comete fornicación peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en vosotros, y que lo tenéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis a vosotros mismos? 20 Porque habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.

En forma conminatoria, sintetiza Pablo el resultado de su anterior argumentación en una breve frase: «¡Huid de la fornicación!» Y añade inmediatamente una segunda razón. ¿Afirma con ella que los demás pecados están fuera del cuerpo? Porque la embriaguez o el suicidio ocurren también en el cuerpo. Sin embargo, todo el mundo comprende lo que Pablo quiere decir. La lujuria no sólo ocurre en el cuerpo, sino con el cuerpo. La razón profunda de considerar que, frente a los demás pecados, la lujuria es más corporal o carnal no radica en el cuerpo como cuerpo, sino en que en la lujuria o en las acciones sexuales el cuerpo y el espíritu, el cuerpo y la persona, el cuerpo y el yo mismo pueden separarse y diferenciarse menos que en las demás actividades humanas. Guste o no, este hecho innegable y singular permanece. Se afirma y se manifiesta de diversos modos, por ejemplo a través del fenómeno del pudor. El hombre no querrá acaso admitir este hecho como verdadero, pero tendrá que vivir la experiencia de cuán hondamente marcan su persona, en un sentido o en otro, las actividades sexuales. En el burdel no compra sólo el cuerpo de una mujer que se vende; se vende a sí mismo. Aunque no se trate de dinero, cuando se trata de masturbación, tampoco puede evitar este debilitamiento, que tal vez puede llegar a sepultar su propia estima. Puede decirse tranquilamente: ningún pecado queda menos reducido a la carne que el pecado carnal. Los grandes conocedores del espíritu humano han visto siempre que los pecados de la carne debilitan las más altas cualidades humanas, y allí precisamente con mayor virulencia donde el hombre no quiere admitir esta verdad. En todo caso, Pablo intenta combatir la falsa concepción del cuerpo de los griegos de Corinto y poner las cosas en su justo sitio. No a todos puede iluminar y convencer por igual la explicación precedente, ni para todos puede ser suficientemente admisible la argumentación bíblica «un cuerpo»… «un espíritu». Pero la imagen que trae al final debe ser clara y acuciante para todos: el cuerpo del bautizado es un templo del Espíritu Santo.

Una vez más aplica Pablo a cada fiel lo que antes había dicho de toda la comunidad (Efe 3:16). Los templos eran en Corinto inviolables. Estaban fuera del ámbito y del uso profano. Todo cuanto a ellos pertenecía, pertenecía a la divinidad y era, por consiguiente, santo y sagrado como ésta misma. Que Pablo refiera aquí la inhabitación de la divinidad al Espíritu Santo -son muy pocos los pasajes en los que se añade al Espíritu el calificativo expreso de «Santo», por ejemplo en 2Cor 13,13- no significa limitación de ninguna clase, como si fuera únicamente la tercera Persona la que inhabita. Esto sería un modo inadmisible y falso de entender la trinidad de personas en Dios. Dado que el Espíritu es la comunicación de Dios en persona, a él le compete, como peculiaridad especial, la inhabitación. Donde está el Espíritu está Dios. Los corintios saben, por su propia experiencia del Espíritu, que tienen realmente este Espíritu. Más tarde se volverá a insistir sobre el tema (especialmente en los capítulos 12-14). Esta misma experiencia testifica la carta a los Romanos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos dio» (Rom 5:5). Como templos, los bautizados pertenecen enteramente -también en cuanto al cuerpo- al Dios a quien están consagrados. Pertenecen a Dios, no a sí mismos. No pueden, por tanto, disponer de sí mismos, de su cuerpo, por propia voluntad. A partir de aquí se desarrolla un último pensamiento. No han pasado a ser propiedad especial de Dios por poco más o menos. Dios pagó por ellos un alto precio. Pablo está pensando, al escribir esto, que Dios ha entregado a su propio Hijo por nosotros y que éste se ha entregado por nosotros como precio de nuestra liberación mediante su muerte en cruz (cf. 1Pe 1:18 s). Los corintios veían con frecuencia en su entorno suficientes experiencias en este sentido. Los esclavos quedaban libres si se depositaba en su favor la suma del rescate en el templo de una divinidad determinada. Es, pues, probable que el recuerdo del templo del versículo precedente haya influido en esta idea. Si saben esto, deben sentirse obligados a pertenecer real, voluntaria y agradecidamente a aquel que les hizo libres. Le alabarán y ensalzarán, pero no con solas palabras, sino con su existencia toda, también con su cuerpo, porque la liberación se ha realizado y es eficaz de una manera que incluye también lo corpóreo. El capítulo concluye, pues, con el ritornello «cuerpo», que constituía en realidad el punto clave de toda la línea del pensamiento.

El cuerpo toma parte en todo cuanto constituye nuestra vida, en nuestras acciones litúrgicas, en la santificación a través de los sacramentos. Puede glorificar a Dios, tanto en el trabajo como en el descanso, en el sueño o en el esparcimiento, en el uso de todas sus fuerzas y posibilidades. Por otra parte, no hay fuerza ni posibilidad alguna que pueda apartar al hombre de esta obligación. En el hecho de haber sido comprado y estar libre, y en la correspondiente posibilidad de glorificar a Dios, se contiene ya implícitamente la idea expuesta en el versículo 12, pero que allí no fue explícitamente desarrollada: el gran peligro de que precisamente en este ámbito el hombre sea dominado por sus pasiones y, con ello, también del riesgo de que, debido concretamente al hecho de haber perdido este dominio o habérsele hecho muy difícil, se deje engañar por teorías que intentan encubrir este penoso vacío.

Mientras dentro del mundo griego era inevitable el movimiento pendular que pasaba desde una sensualidad sin freno a una radical animosidad contra el cuerpo, el cristianismo, en su dogma de la creación y redención, tiene el fundamento inconmovible de una justa valoración del cuerpo, que ni lo diviniza ni lo menosprecia.

Merece señalarse cómo todo el pasaje alude a la santísima Trinidad. Pablo se mantiene muy alejado del intento superficial, necio y petulante, de pretender moverse sobre la línea: la comida para el vientre y el vientre para la comida. El Apóstol ha mostrado otra secuencia: nuestro cuerpo pertenece a Cristo, del mismo modo que los miembros pertenecen a un cuerpo; el Espíritu Santo habita en él, como la divinidad habita en su templo, y, por tanto, el mismo «Dios» habita en nosotros y puede y debe ser glorificado a través de todas las cosas.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— tribunal no cristiano: Lit. a un tribunal de injustos: No hay por qué pensar que Pablo dude por principio de la imparcialidad y rectitud de los tribunales civiles de Corinto. Simplemente entiende el término injusto en el sentido bíblico apuntado en la nota a Rom 1:16, es decir, como sinónimo de quien no ha recibido la salvación mediante la fe. De ahí el juego de palabras paulino entre no creyentes y creyentes, vocablo este último con el que se ha traducido el término griego que lit. significa santo (ver nota a Rom 1:7).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Los juicios entre creyentes

Entre la casta privilegiada de la sociedad del siglo I, era totalmente aceptable iniciar causas civiles ante un magistrado y un jurado por temas triviales, con el fin de establecer la propia superioridad social y política sobre los demás. Para llegar a una decisión en tales casos, el jurado debía tener en cuenta la posición y el poder de las partes en pugna, y el juez debía hacerlo también al imponer las multas. Además, ciertas personas no podían iniciar acciones legales contra otras; p. ej. un hijo contra su padre, un esclavo contra su amo, un liberto contra su patrón, un ciudadano contra el magistrado, y cualquier persona contra alguien que fuera socialmente superior. Era frecuente que los jueces y los jurados recibieran sobornos de las partes de un juicio. En los tribunales judíos y grecorromanos podía utilizarse la mediación en lugar del litigio. Esta era la opción preferida por algunos, ya que los ciudadanos prominentes temían los efectos negativos de un litigio sobre sus carreras y su posición social. También se engendraban enemistades, ya que aquellos que habían votado en contra del demandado se convertían automáticamente en sus enemigos. Los litigios civiles eran considerados por la elite como una simple extensión de las facciones y las discordias comunes en la vida política.

Pablo, como es característico de él, comienza el tratamiento de este tema con una serie de preguntas que sirven tanto para lograr una respuesta como para enseñar (cf. el cap. 9 donde formula 19 preguntas). 1 A la luz de la forma en que operaban los tribunales locales, no es de extrañarse que Pablo quede atónito ante el hecho de que algunos creyentes en Cristo se atrevan a ir a juicio ante magistrados elegidos anualmente y compatriotas ricos. Estos actuaban como jueces o jurados con gran parcialidad, y también podían ser sobornados. 2 Si los santos han de juzgar al mundo (cf. Dan. 7:22), entonces, seguramente serán competentes para actuar como mediadores en las acciones civiles que Pablo llama pleitos tan pequeños. Las expresiones que utiliza sugieren que sus juicios civiles son un fastidio más que un intento verdadero de arreglar las cosas. 3 Pablo utiliza una vez más una de sus fórmulas argumentativas favoritas, ¿O no sabéis … ? (cf. v. 2), para señalar que, si los ángeles van a ser juzgados por los santos, seguramente estos últimos podrán resolver estas disputas. 4 Cuando surge un desacuerdo, dice Pablo, a los que para la iglesia son de poca estima, ¿a éstos ponéis para juzgar? Aunque los jueces seculares eran personas de alta posición en la comunidad, en la reunión de los cristianos la posición secular no tiene lugar. Pablo utiliza aquí la misma palabra que en 1:28 en relación con aquellos a quienes la sociedad secular desprecia.

5 Algunos de los que eran sabios (cf. 3:18) podrían cumplir la función de mediadores, que era una forma aceptada de resolver los conflictos en los tribunales seculares. La educación terciaria del siglo I ofrecía capacitación a los alumnos en temas jurídicos y, por lo tanto, habría en la iglesia algunos que fueran jurídicamente competentes para resolver conflictos en forma equitativa. 6 Pablo indica su rechazo por sus acciones con las palabras hermano … contra hermano, que implica la comunidad de los creyentes, ¡y esto ante los incrédulos! 7 El hecho de que no se pudieran resolver los conflictos cuando un hermano tiene una disputa contra otro creyente en Cristo es una señal de fracaso en la comunidad cristiana. 8 Es mejor sufrir el agravio antes que ir al tribunal. No sólo se lavaban los trapos sucios en público, sino que se imponía una multa a quien perdía el juicio; de allí la acusación: Vosotros hacéis injusticia y defraudáis.

En Rom. 13:1-7, Pablo discute el papel que Dios ha asignado al Estado en los juicios penales, pero no reconocía lugar alguno para los jurados y magistrados elegidos localmente, y que utilizaban las acciones civiles como su arena política. En una sociedad donde prevalecían las convenciones injustas, los cristianos con capacitación en el aspecto jurídico y que actuaban como mediadores resolverían los temas de manera justa.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

6.1-6 En el capítulo 5 Pablo explica qué hacer con una inmoralidad pública en la congregación. En el capítulo 6 se ocupa de cómo la congregación debiera actuar cuando se presenten problemas de menor importancia entre los creyentes. La sociedad ha fijado un sistema legal por medio del cual los desacuerdos puedan ser resueltos en cortes. Pero Pablo dice que los litigios entre cristianos no debieran ser juzgados en las cortes seculares. Como cristianos tenemos al Espíritu Santo y la mente de Cristo; entonces ¿cómo podemos acudir a aquellos que no poseen la sabiduría de Dios? Con todo lo que se nos ha dado como creyentes, y el poder que poseeremos en el futuro para juzgar al mundo y a los ángeles, debiéramos solucionar nuestras diferencias entre nosotros. Los santos son los creyentes. Véanse Joh 5:22 y Rev 3:21 para profundizar más acerca de juzgar al mundo. El juicio de los ángeles se menciona en 2Pe 2:4 y Jud 1:6.6.6-8 ¿Por qué Pablo dijo que los cristianos no deberían llevar sus desacuerdos ante las cortes del mundo? (1) Si el juez y el jurado no son cristianos, manifestarán insensibilidad a los valores cristianos. (2) La razón por la que se va a la corte es con frecuencia la venganza, lo que no debiera ser el motivo en un cristiano. (3) Los pleitos dan una mala imagen a la iglesia, motivando que los incrédulos pongan su atención en sus problemas antes que en su propósito.6.9-11 Aquí Pablo describe las características de los incrédulos. El no da a entender que los idólatras, adúlteros, afeminados, los que se echan con varones, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes o estafadores estén automática e irrevocablemente excluidos del cielo. Los cristianos vienen de toda clase de trasfondos, incluidos algunos de los mencionados. Aún pueden estar luchando con los deseos malignos, pero no deben continuar con estas prácticas. En el 6.11, Pablo establece con claridad que aun aquellos que pecan en las formas dichas pueden lograr que sus vidas sean cambiadas por Cristo. Sin embargo, aquellos que dicen ser cristianos y persisten en estas prácticas, sin remordimiento, no heredarán el reino de Dios. Tales personas necesitan examinarse para ver si realmente creyeron en Cristo.6.9-11 En una sociedad permisiva es fácil que los cristianos pasen por alto o toleren algunas conductas inmorales (avaricia, borrachera, etc.), mientras no resisten otras (homosexualidad, hurto). No debemos participar en el pecado o condonarlo en ninguna manera, ni podemos ser selectivos acerca de qué condenar y qué perdonar. Permanecer al margen del pecado «aceptable» en forma general es dificultoso, pero no es más difícil para nosotros de lo que lo fue para los corintios. Dios espera que sus seguidores en cualquier edad mantengan normas elevadas.6.11 Pablo enfatiza la acción de Dios en hacer de los creyentes un nuevo pueblo. Los tres aspectos del trabajo de Dios son parte de nuestra salvación: nuestros pecados fueron lavados, fuimos apartados para un uso especial («santificados») y fuimos declarados no culpables («justificados») por nuestros pecados.6.12 Aparentemente la iglesia citaba con frecuencia «todo me es lícito» y lo usaba en forma errónea. Algunos cristianos en Corinto se excusaban de sus pecados al decir que (1) Cristo había perdonado sus pecados y que poseían libertad completa para vivir como quisieran, o (2) Lo que hacían no estaba prohibido estrictamente por las Escrituras. Pablo contestó a estas excusas. (1) El hecho de que Cristo perdonara los pecados, no nos da libertad para hacer lo que sabemos que está mal. El Nuevo Testamento prohíbe de manera específica muchos pecados (véase 6.9, 10) que originalmente estaban prohibidos en el Antiguo Testamento (véanse Rom 12:9-21; Rom 13:8-10). (2) Algunas acciones no son pecaminosas en sí mismas, pero no son apropiadas porque pueden llegar a controlar nuestras vidas y apartarnos de Dios. (3) Cualquier cosa que hagamos y que hiera antes que ser de ayuda a otros es incorrecta.6.12, 13 Muchas de las religiones del mundo piensan que el alma es importante y que el cuerpo no lo es, y el cristianismo algunas veces ha sido influenciado por ellas. En verdad, sin embargo, el cristianismo es una religión muy física. Adoramos a un Dios que ha creado un mundo físico y manifestó que era bueno. Nos prometió una tierra nueva en la que la gente será transformada en su vida física, no una nube color de rosa donde almas incorpóreas escuchan música de arpas. El corazón del cristianismo es la historia de Dios mismo tomando carne y sangre y viniendo a vivir con nosotros, para ofrecer sanidad física como también restauración espiritual.Como humanos, a semejanza de Adán, somos una combinación de polvo y espíritu. Así como nuestras vidas espirituales afectan nuestros cuerpos, de igual manera nuestras vidas físicas afectan nuestras almas. No podemos cometer pecado con nuestros cuerpos sin dañar nuestras almas, porque nuestros cuerpos y almas están unidas inseparablemente. En la tierra nueva tendremos cuerpos resucitados que no podrán ser corrompidos por el pecado. Luego podremos disfrutar totalmente nuestra salvación.6.13 La inmoralidad sexual es una tentación que siempre está ante nosotros. En las películas y en la televisión, el sexo fuera del matrimonio es tratado como normal, aun hasta deseable, que forma parte de la vida, mientras que el matrimonio es mostrado con frecuencia como confinado y triste. Inclusive podemos ser mal vistos por otros si aparentamos pureza. Pero Dios no pasa por alto o prohíbe el pecado sexual por ser difícil. El sabe que tiene poder para destruirnos física y espiritualmente. Nadie debería menospreciar el poder del pecado sexual. Ha destruido incontables vidas y desecho familias, comunidades y aun naciones. Dios quiere protegernos del daño que podemos causarnos a nosotros mismos y a otros, por eso promete llenarnos (nuestra soledad, nuestros deseos) con El mismo.6.15-17 Esta enseñanza acerca del pecado sexual y la prostitución fue importante especialmente para la iglesia en Corinto porque el templo de la diosa Afrodita estaba en su ciudad. Empleaba a más de mil prostitutas como sacerdotisas y el sexo formaba parte del ritual de adoración. Pablo es claro al decir que los cristianos deben apartarse del pecado sexual, aunque sea aceptable y popular en nuestra cultura.6.19, 20 ¿Qué quiere decir Pablo cuando manifiesta que nuestros cuerpos pertenecen a Dios? Muchos dicen que tienen el derecho de hacer con sus cuerpos lo que quieran. Aunque piensen que eso es libertad, no son sino esclavos de sus deseos. Cuando decidimos seguir a Cristo, el Espíritu Santo viene a nuestras vidas y vive en nosotros. Por lo tanto, dejamos de ser dueños de nuestros cuerpos. «Comprados por precio» se refiere a un esclavo que ha sido comprado en una subasta. Si usted vive en un edificio ajeno, procura no violar las normas establecidas en dicho lugar. Como su cuerpo pertenece a Cristo, no debe violar sus normas en su diario vivir.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 245 Mat 18:15

b 246 Hch 18:17

c 247 1Co 5:3; Tit 1:9; Heb 13:17

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 super (1) El tercer problema tratado en esta epístola está relacionado con el caso de un hermano que va a juicio contra otro (vs.1-11). Esto no es un pecado como la división, iniciado por el alma, ni es un pecado tan horrible como el incesto, llevado a cabo por el cuerpo lujurioso. Este es el caso de un hermano que reclama sus derechos legales, no estando dispuesto a sufrir agravio, ni a aprender la lección de la cruz.

1 super (2) Los incrédulos, los cuales son injustos delante de Dios.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

31 (C) Pleitos entre cristianos (6,1-11). La mención del juicio y de los de fuera le trae a Pablo a la memoria una cuestión que no guarda relación alguna con los problemas se­xuales (por el contrario, P. Richardson, NovT 25 [1983] 37-58). 1. los injustos: No jueces co­rruptos, sino simplemente no creyentes. La comunidad debiera dar testimonio ante un mundo al servicio de la división poniendo de manifiesto su capacidad de reconciliar a sus propios miembros (véase W. C. van Unnik, «Die Rücksicht auf die Reaktion der NichtChristen ais Motiv in der altchristlichen Paranese», Judentum-Urchristentum-Kirche [Fest. J. Jeremías, ed. W. Eltester, BZNW 20, Berlín 1960] 221-34). 2. Si los elegidos han de par­ticipar en el juicio escatológico (Dn 7,22; Sab 3,8; lQpHab 5,4; Jub 24,29; Mt 19,28; 1 Tes 4,16-17), ciertamente son competentes para arbitrar en casos ordinarios. 3. Los ángeles malvados serán juzgados en la parusía (Jds 6; 2 Pe 2,4; cf. 1 Hen 91,15). 4. los que la Iglesia tiene en nada: Debido a su argumentación, Pa­blo adopta la perspectiva de aquellos corintios que miraban por encima del hombro a los de­más cristianos (® 18 supra). A fortiori despre­ciarían a los no creyentes. 5. La presuntuosi­dad de los «sabios» y «perfectos» queda patente en toda su crudeza; ¡se confiesan in­capaces de un simple juicio! 7. Tras declarar cómo conviene ocuparse de los casos, Pablo pasa a decir que éstos ni siquiera debieran producirse, tenéis pleitos con vuestros propios yoes: Ésta es la incongruencia básica. Tal es la unidad del cuerpo (12,12-27), que el cristiano que entabla demanda a un hermano se la en­tabla a sí mismo (Rom 12,5). Las dos pregun­tas recuerdan Mt 5,39-42. 9-10. La lista de vi­cios de 5,10-11 se amplía con cuatro términos. Si «ladrones» está aquí en el lugar apropiado (v. 7), los «adúlteros» aparecerán en 6,12-20, y «afeminados» y «homosexuales» (véase D. F. Wright, VC 38 [1984] 125-53) tal vez preparen para 11,2-16 (véase S. Wibbing, Die Tugendund Lasterkataloge im NT [BZNW 25, Berlín 1959]). reino de Dios: En este caso una reali­dad futura, como en 15,50 y Gál 5,21, pero también puede ser presente (4,20; 15,24; Rom 14,17; 1 Tes 2,12). 11. tales fuisteis algunos de vosotros: Otro indicio de los antecedentes de la comunidad corintia; la lista no es mera repetición de material tradicional, os habéis hecho lavar: Pidieron el bautismo, habéis sido santificados y justificados: Dios los puso apar­te en Cristo (1,2) y así los hizo en principio agradables a él. Se menciona a Dios, a Cristo y al Espíritu, pero el pensamiento no es toda­vía trinitario.
(Delcor, M., «The Courts of the Church of Corinth and the Courts of Qumran», Paul and Qumran [ed. J. Murphy-O’Connor, Londres 1968] 69-84. Meurer, S., Das Recht im Dienst der Versóhnung und des Friedens [ATANT 63, Zúrich 1972], Vischer, L., Die Auslegungsgeschichte von I Kor. 6:1-11 [BGBE 1, Tubinga 1955].)
32 (D) Promiscuidad sexual (6,12-20). El tema del libertinaje sexual tocado en la lis­ta de vicios trae a Pablo de vuelta al tipo de problema abordado en 5,1-8. 12. todo me es lí­cito: Lema corintio (véase Hurd, Origin 68), cuya aplicación restringe Pablo, porque no to­do edifica la comunidad; algunas cosas la des­truyen (Gál 4,9). 13a. manjares… ambas cosas: Un segundo lema corintio encaminado a pro­bar que las acciones físicas no tienen valor moral. 13b-14. La respuesta de Pablo se ajus­ta a cada elemento del lema. Si nuestros cuer­pos han de resucitar, Dios debe conceder im­portancia a los actos realizados en y con el cuerpo. Aunque se usa de manera intercam­biable con «nosotros» y «vosotros», soma es siempre físico (véase R. H. Gundry, Soma in Biblical Theology [SNTSMS 29, Cambridge 1976]); en su condición de tal es un medio de comunicación (véase B. Byme, CBQ 45 [1983] 608-16). 15. Cristo: Como en 12,12, «Cristo» designa la comunidad cristiana, la presencia física de aquél en el mundo. La entrega a la misión de Cristo queda negada por el uso de otra persona en un coito ocasional. 16. Un pla­cer transitorio sin auténtica comunicación niega la unión plena que es la intención del Creador para el acto físico en Gn 2,24. 17. Contraste puramente formal inspirado por «una sola carne» en el v. 16 y que pretende evocar la entrega corintia al Espíritu (18 su­pra). 18. huid de la fornicación: Esta es la con­clusión de Pablo, pero el apóstol recuerda in­mediatamente un tercer lema corintio, todo pecado cometido por el hombre queda fuera del cuerpo: Al negarse al compromiso con la otra persona, pervierte la intención del acto físico más íntimo. 19. vuestro cuerpo: Dado que so­ma es sg. y hymón pl., podría haber una refe­rencia al cuerpo de Cristo, pero tal posibilidad queda excluida por el contexto; soma es un sg. distributivo (2 Cor 4,10; Rom 8,23). templo del Espíritu Santo: La santidad de la comunidad (3,16-17) se debe reflejar en el comportamien­to de cada miembro, no os pertenecéis: Porque están poseídos por el Espíritu y pertenecen a Cristo (3,23). 20. habéis sido comprados: Se trata de la imagen del rescate (1,30) de un es­clavo o un prisionero (Gál 5,1). glorificad a Dios: Utilizando el cuerpo sexualmente en el sentido deseado por Él (v. 16), pero también para servir a los demás (Gál 5,13).
(Kempthome, R., «Incest and the Body of Christ: A Study of 1 Cor 6:12-20», NTS 14 [1967-68] 568-74. Miller, J. I., «A Fresh Look at 1 Cor 6:16f.», NTS 27 [1980-81] 125-27. Murphy-O’Connor, J., «Corinthian Slogans in 1 Cor 6:12-20», CBQ 40 [1978] 391-96. Romaniuk, K., «Exégése du Nouveau Testament et ponctuation», NovT 23 [1981] 195-209.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

ante los injustos… Es decir, ante los jueces del mundo.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R603 Ἐπί con el genitivo tiene en este caso el significado de: ante, en la presencia de.

R811 El verbo κρίνεσθαι, que está en la voz media, se usa con una idea recíproca (es decir, como si ἀλλήλων apareciera en el contexto): juzgarse los unos a los otros.

M53 Πρᾶγμα ἔχων τὸν ἕτερον debe traducirse: al tener alguna demanda contra su prójimo (comp. T274).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., un asunto

Lit., injustos

Fuente: La Biblia de las Américas

Es decir, ante los jueces del mundo.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[4] Estas prohibiciones y advertencias vienen directamente de la Torah, y están siendo reafirmadas a estos Israelitas prepcupados y confundidos.

[5] Hablando de zonas grises no prohibidas en la Torah, pero que no sirven a su hombre interior o para su crecimiento espiritual.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[7] Ya que os creéis tan aventajados en la virtud. Mat 5, 39; Luc 6, 29; Rom 12, 17; 1 Tes 4, 6.[15] De mi cuerpo santificado por Cristo, que es nuestra cabeza.[16] Gen 2, 24; Mat 9, 15; Ef 5, 31.

Fuente: Notas Torres Amat