Comentario de 1 Corintios 9:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿Acaso no he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?
Nota Introductora: En este capítulo Pablo presenta una serie de ilustraciones de cómo él practicaba lo que acaba de decir en 8:13. Luego, en el capítulo 10:14 continúa con la discusión del tema tratado en el capítulo 8 referente a comer carne sacrificada a los ídolos. La defensa de Pablo de su apostolado, cosa presentada en este capítulo, en realidad es una ilustración de la abnegación noble de Pablo a fin de edificar a otros y beneficiar a la Causa de Cristo. El a veces renunciaba a sus derechos por motivo del amor que tenía hacia sus hermanos.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿No soy apóstol? 1Co 9:2, 1Co 9:3; 1Co 1:1; 1Co 15:8, 1Co 15:9; Hch 9:15; Hch 13:2; Hch 14:4; Hch 22:14, Hch 22:15; Hch 16:17, Hch 16:18; Rom 1:1, Rom 1:5; Rom 11:13; 2Co 11:5; 2Co 12:11, 2Co 12:12; Gál 1:1, Gál 1:15-17; Gál 2:7, Gál 2:8; 1Ti 2:7; 2Ti 1:11; Tit 1:1-3.
¿no soy libre? 1Co 9:19; Gén 5:1.
¿no he visto a Jesús? 1Co 15:8; Hch 9:3, Hch 9:5, Hch 9:17; Hch 18:9; Hch 22:6-8, Hch 22:14-21; Hch 23:11; Hch 26:16-18.
¿no sois vosotros mi obra? 1Co 3:6; 1Co 4:14, 1Co 4:15; Hch 18:8-11; 2Co 6:1.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Muestra su libertad, 1Co 9:1-6;
y que el ministro debe vivir por el Evangelio, 1Co 9:7-14;
a pesar de eso él mismo de su propia cuenta se abstuvo, 1Co 9:15-17,
para no ser gravoso a ellos, 1Co 9:18-21,
ni de ofensa a alguien, en los asuntos indiferentes, 1Co 9:22, 1Co 9:23.
nuestra vida es como una carrera, 1Co 9:24-27.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
¿No soy apóstol?: Pablo confirma su apostolado con dos argumentos:
(1) Había visto la resurrección del Señor (Hch 1:21, Hch 1:22), y
(2) La iglesia en Corinto era su trabajo en el Señor, sello de su apostolado.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
¿NO SOY APÓSTOL? Pablo ilustra de manera personal el principio expuesto en 1Co 8:3 (véase 1Co 8:1, nota) poniendo a un lado voluntariamente sus derechos de apóstol a fin de no ser estorbo al evangelio de Cristo (v. 1Co 9:12; véase 1Co 9:19, nota).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
El ejemplo de Pablo, 9:1-27.
1 ¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol ¿No he visto a Jesús nuestro Señor? ? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? 2 Si para otros no soy apóstol, a lo menos para vosotros lo soy, pues sois el sello de mi apostolado en el Señor. 3 Y he aquí mi defensa contra todos cuando me discuten: 4 ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber? 5 ¿No tenemos derecho a llevar en nuestras peregrinaciones una mujer hermana, igual que los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? 6 ¿O acaso solamente yo y Bernabé estamos obligados a vivir de nuestro trabajo? 7 ¿Quién jamás milita a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no come de su leche? 8 Y esto, no sólo según el común sentir de los hombres, la misma Ley dice también esto, 9 Porque en la Ley de Moisés está escrito: “No pongáis bozal al buey que trilla.” ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes? 10 ¿No es más bien por nosotros por quienes lo dice? Por nosotros, sin duda, se escribió. Que esperando los frutos ara el que ara y trilla el que trilla. 1J Si sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿qué mucho que recojamos bienes materiales? 12 Si otros tienen derecho a participar en vuestros bienes, ¿no lo tendremos más nosotros? Pero no hemos hecho uso de este nuestro derecho, antes hemos soportado todo género de privaciones para no poner obstáculo alguno al Evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que ejercen las funciones sagradas viven del santuario, y los que sirven al altar, del altar participan? 14 Pues así ha ordenado el Señor a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio. 15 Pero yo no hago uso de este derecho. Ni escribo esto ahora para hacerlo valer. Prefiero morir antes que privarme de esta mi gloria. 16 Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara! 17 Si de mi voluntad lo hiciera, tendría recompensa; pero si lo hago por fuerza, es como si ejerciera una administración que me ha sido confiada. 18 ¿En qué está, pues, mi mérito? En que al evangelizar lo hago gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización. 19 En que siendo libre con relación a todos, me hago siervo de todos para ganar el mayor número, 20 y me hago judío con los judíos para ganar a los judíos. Con los que viven bajo la Ley, me hago como si yo estuviera sometido a ella, no estándolo, para ganar a los que bajo ella están. 21 Con los que están fuera de la Ley, me hago como si estuviera fuera de la Ley, para ganarlos a ellos, no estando yo fuera de la Ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo. 22 Me hago con los flacos flaco, para ganar a los flacos; me hago todo para todos, para a toda costa salvar a algunos. 23 Todo lo hago por el Evangelio, para participar en él. 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno sólo alcanza el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. 25 Y quien se prepara para la lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptible; mas nosotros para alcanzar una incorruptible. 26 Y yo corro, no como a la ventura; así lucho, no como quien azota al aire, 27 sino que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado.
Todo cuanto aquí dice el Apóstol está relacionado con la cuestión de los idolotitos, de que habló en el capítulo anterior, aunque expresamente nunca los mencione. Su intención es la de recalcar que la candad debe prevalecer sobre la libertad del propio juicio, o dicho de otra manera, sobre aquello a que tendríamos derecho, miradas las cosas desde un punto de vista puramente especulativo, Es por esa candad, tal es la idea base de todo el capítulo, por la que él ha renunciado a ciertos derechos que le confería su título de apóstol; igual deben hacer los corintios (conclusión implícita), renunciando a la libertad de comer ciertos manjares, aunque de suyo sean lícitos, para no escandalizar a los débiles en la fe.
Comienza afirmando calurosamente, valiéndose de frases interrogativas para más viveza, su condición de hombre “libre” y su título de “apóstol” de Jesucristo (v.1-2). Es probable que con lo de “libre” aluda, no sin cierto parangón irónico con los infatuados corintios, a que también él está provisto de “ciencia” y no tiene los escrúpulos de los débiles en la fe (cf. 8:1). En cuanto a su título de “apóstol,” remitimos a lo dicho al comentar Gal 1:11-24. Al afirmar que los corintios son “el sello” de su apostolado (v.2), algo así como lo que en nuestra vida social acredita la autenticidad de un documento o de una mercancía, parece dar a entender que su labor apostólica en Corinto fue obra extraordinaria de la gracia, un milagro viviente en tantos fieles convertidos (cf. 2:4-5; 2Co 3:2-3); de ahí que podrán otros contradecir su título de “apóstol” (cf. 2 Cor 11 5-17; Gal 2:6), pero no los corintios, testigos de lo que Dios había hecho allí por su medio, señal evidente de que había sido El quien le había llamado al apostolado.
Puesto esto por delante, viene luego la argumentación propiamente dicha, en que el Apóstol desarrolla dos puntos: sus derechos como apóstol (v.3-14), y su renuncia a esos derechos por motivos de caridad y bien de las almas (v. 15-27). En cuanto a sus derechos, enumera concretamente el de poder vivir a expensas de los fieles a los que dedica su labor apostólica (v.4), y el de poder llevar consigo una mujer cristiana que le preste los servicios necesarios, como lo hacían otros predicadores (v.5-6). La presente referencia a los hermanos (primos) del Señor (v.5; cf. Hec 1:14; Gal 1:19) es un dato histórico precioso, pues parece ser indicio claro de que también ellos salieron a predicar fuera de Palestina, y se valían, a imitación de Jesús (cf. Mar 15:41; Luc 8:1-3), de los servicios de alguna mujer piadosa. No tiene fundamento alguno, ni en el contexto ni en la tradición representada por los antiguos expositores, la opinión de algunos críticos que suponen tratarse de las esposas de los apóstoles 170. En cuanto a Bernabé, separado de Pablo hacía ya seis o siete años y del que apenas volvemos a tener noticias concretas (cf. Hec 15:39), se ve que era también conocido en Corinto (v.6).
Con algunos ejemplos tomados de la vida humana (del soldado, del agricultor, del pastor.) demuestra el Apóstol el derecho natural del trabajador a vivir de su trabajo (v.7); lo demuestra también por la Ley mosaica (Deu 25:4), en cuyo precepto referente a los bueyes que trabajan ve la expresión de un sentimiento de equidad natural que tiene mayores y más importantes consecuencias que la señalada por el sentido simplemente literal de la Ley (v.8-10). Insiste en la misma idea en el v.1 i, diciendo que esa ayuda de los fieles con bienes materiales no es sino una pequeña compensación por los bienes espirituales que el predicador de Cristo les proporciona (cf. Rom 15:27; 2Co 9:11-14). En el v.12 anticipa ya la afirmación de su renuncia a esos derechos (cf. v.6), idea que luego desarrollará en la segunda parte (v.15-27), para de nuevo, en los v.13-14, seguir enumerando razones del derecho del predicador a ser mantenido por los fieles: la práctica corriente, sea en la religión judía (cf. Lev 6:16-26; Num 18:8), sea en las de los gentiles (v.13), y, como colofón, el precepto mismo del Señor (v.14; cf. Mat 10:10; Luc 10:7).
Por lo que toca a la segunda parte, o renuncia a esos derechos, San Pablo comienza con la afirmación tajante: “yo no hago uso de este derecho” (v.15). Sabemos, en efecto, que se ganaba el sustento con el trabajo de sus manos (cf. 4:12; 2Co 11:7; 1Te 2:9; 2Te 3:8; Hec 18:3; Hec 20:34), y que sólo en muy raras ocasiones aceptó la ayuda material de sus fieles (cf. 2Co 11:9; Flp 4:15-16; Hec 16:15). Y A que nadie, añade, vea aquí segundas intenciones, como si yo hubiera insistido en demostrar mis derechos por considerar que era la forma más hábil y diplomática de reclamarlos (v.15b); pues prefiero morir antes que nadie me prive de esta gloria de predicar gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización (v. 150-18). Son admirables, por su energía y sentido de entrega al Señor, las frases con que se expresa San Pablo. Su gloria personal no la pone en el hecho de predicar, pues dice que con ello no hace sino cumplir un deber (cf. Hec 26:16-18; Luc 17:10), sino en renunciar a algo a lo que podría no renunciar, desempeñando con absoluto desinterés su oficio de predicador del Evangelio 171. En la lista de renuncias, ampliando más el campo, enumera la de hacerse siervo de todos, adaptándose a todos, a fin de allanar el camino al Evangelio y conseguir el mayor número posible 172 de adeptos (v. 19-22; cf. Rom 14:15; Gal 2:14; Hec 21:23-26). Es así como espera también él, juntamente con aquellos por quienes trabaja, participar de los bienes futuros prometidos en el Evangelio (v.23; cf. 15:19; Rom 8:17-18).
A fin de ilustrar mejor esa idea de renunciamiento por la esperanza del premio futuro, se vale de una imagen en extremo viva y realista, máxime para los corintios, espectadores entusiastas de las grandes competiciones deportivas: los famosos juegos ístmicos, que cada dos años tenían lugar en su ciudad. Calurosamente les exhorta a que, a imitación de los atletas, no teman hacer esfuerzos y soportar toda clase de sacrificios para conseguir el premio final; ellos luchan por una corona perecedera y corruptible, mientras que la nuestra es inmortal y nunca perderá su frescura (v.24-25). Y en cuanto a él, Pablo, puede afirmar que, cual corredor que va con los ojos fijos en la meta y cual púgil que pega golpes eficaces, busca ansiosamente conseguir la corona del premio, esclavizando su cuerpo con privaciones y renuncias, a fin de no correr el peligro de ser descalificado, él, que está, como heraldo, dirigiendo la carrera (v.26-27). Los términos “heraldo” y “descalificado” eran técnicos en el lenguaje deportivo, y de suyo no se aplicaban a la misma persona; el “heraldo” era el que anunciaba el comienzo de los juegos, daba la señal de la lucha, proclamaba los vencedores., mientras que “descalificado* se aplicaba únicamente a los concursantes que por una u otra razón eran excluidos del combate y, consiguientemente, del premio. San Pablo funde aquí las dos imágenes en una, de modo que el heraldo pueda ser también concursante.
Fuente: Biblia Comentada
En el capítulo 1Co 8:1-13 Pablo estableció los límites de la libertad cristiana, y en este capítulo expone cómo los respetó en su propia vida. En los vv. 1Co 9:1-18 el apóstol discute su derecho a recibir respaldo económico de las personas que se benefician de su ministerio. En los vv. 1Co 9:19-27 explica cómo estuvo dispuesto a renunciar a todos esos derechos a fin de ganar a las personas para Cristo. Todas estas preguntas son retóricas y se supone que la respuesta es «sí».
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección incluye las respuestas de Pablo a cuestiones prácticas sobre las cuales le habían escrito los corintios (1Co 7:1) en una carta que pudo haber sido entregada por Estéfanas, Fortunato y Acaico (1Co 16:17). La primera de esas preguntas tenía que ver con el matrimonio, un área problemática debido a la corrupción moral de una cultura que toleraba la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la poligamia y el concubinato.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Pablo trata aquí el tema de la libertad en la iglesia (vea las notas sobre Rom 14:1-23).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Nota Introductora:
En este capítulo Pablo presenta una serie de ilustraciones de cómo él practicaba lo que acaba de decir en 8:13. Luego, en el capítulo 10:14 continúa con la discusión del tema tratado en el capítulo 8 referente a comer carne sacrificada a los ídolos. La defensa de Pablo de su apostolado, cosa presentada en este capítulo, en realidad es una ilustración de la abnegación noble de Pablo a fin de edificar a otros y beneficiar a la Causa de Cristo. El a veces renunciaba a sus derechos por motivo del amor que tenía hacia sus hermanos.
Pero algunos en Corinto tergiversaban esta abnegación de Pablo presentándola como prueba de que él no era apóstol genuino.
9:1 — ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? —
En este capítulo hay una serie de preguntas retóricas, las que no esperan respuesta en alta voz, sino solamente que el oyente razone y acepte la respuesta obvia. Son ejemplos de la implicación. Implican ciertas conclusiones que el oyente necesariamente infiere. Esta forma de enseñanza se emplea mucho en las Escrituras, como también en la vida diaria.
Por ser Pablo hombre libre seguramente tenía todo derecho de practicar lo permisible (por ejemplo, el comer carne dedicada a ídolos; 8:9) igual que cualquier otro hermano en Cristo. No obstante, no siempre ejercía sus derechos (por razones como la que da en 8:9-13). Compárese ver. 19.
Pablo comienza a defender su apostolado (ver. 1-3). Esto implica que algunos en Corinto dudaban de él, o que lo desacreditaban. Al parecer algunos insinuaban, según este versículo, que Pablo no era apóstol genuino porque no había convivido con Jesús en la tierra, y que no actuaba libremente en algunos asuntos como los otros apóstoles (por ejemplo, la libertad de vivir del evangelio, sin trabajar en lo secular).
Todas estas preguntas retóricas demandaban una respuesta de “sí”. Sí era apóstol; sí era libre; sí había visto a Jesucristo (15:8; Hch 9:3-6; Hch 22:12-16; Hch 26:12-18). Compárense Hch 18:9; 2Co 12:1. Para ser apóstol, era requisito ser testigo ocular del Cristo resucitado, Hch 1:21-22; Hch 2:32. (¡Esto prueba que no puede haber apóstoles vivos hoy en día!). Sí eran ellos conversos de él (y de esto se prueba su apostolado, porque la fe en Cristo de los corintios dependía de la conversión que Pablo obró en ellos, 4:15).
Los corintios tenían que admitir que eran ciertas las cosas que aquí Pablo afirma por medio de sus preguntas retóricas.
Todo esto (lo involucrado en las preguntas) era “en el Señor”; es decir, en conexión con el Señor y su autoridad. Sobre esta frase véase 7:39, comentarios. “En el Señor” es la esfera dentro de la cual procede la acción.
Fuente: Notas Reeves-Partain
SIN ABUSAR DE LOS PRIVILEGIOS
1 Corintios 9:1-14
¿Es que yo no soy libre? ¿Ni un apóstol? ¿No he visto yo a nuestro Señor Jesús? ¿No sois vosotros el resultado de mi labor en el Señor? Aunque no fuera un apóstol para los demás, para vosotros está claro que lo soy, porque vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor. (Esta sería mi defensa contestando a los que están intentando traerme a juicio). ¿Es que queréis decir que no tengo derecho a comer ni a beber a costa de la Iglesia? ¿Queréis decir que yo no tengo derecho a llevar conmigo a una hermana como mujer, como hacen los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? ¿Vais a mantener que Bernabé y yo somos los únicos que no tenemos derecho a estar exentos del trabajo manual? ¿Qué soldado que va a una campaña ha tenido nunca que buscarse el rancho por su cuenta? ¿Quién planta una viña y luego no tiene derecho a comer uvas? ¿Quién apacienta un rebaño pero no se le permite beber leche?
No creáis que esta es una manera materialista de plantearlo. ¿Es que la misma Ley no lo estipula? Porque escrito está en la Ley de Moisés: «No le pongas el bozal al buen cuando está trillando.» ¿No estaba pensando el Señor nada más que en los bueyes, o lo dijo también en relación con nosotros? ¡Fue refiriéndose a nosotros como se escribió! Porque el arador tiene que arar, y el trillador que trillar, con la esperanza de participar de la cosecha. Si hemos sembrado para vosotros cosas que alimentan el espíritu, ¿somos unos aprovechados si segamos de vosotros las cosas que alimentan el cuerpo? Si otros participan de los privilegios que proveéis, ¿no tenemos nosotros más derecho que ellos?
A pesar de todo, no hemos hecho uso de los privilegios que nos correspondían; al contrario: hemos soportado de todo para no ponerle un obstáculo en el camino al Evangelio de Cristo. ¿Es que no os dais cuenta de que los que están a cargo de los ritos del templo tienen derecho a mantenerse de las ofrendas del templo, y que los que ministran en el altar participan de los sacrificios que se hacen? Pues precisamente de la misma manera ha establecido el Señor que los que proclaman el Evangelio reciban del Evangelio lo suficiente para vivir.
A primera vista parece que este capítulo no tiene nada que ver con lo que precede, pero no es así. La cosa es que los corintios, que se consideraban cristianos maduros, pretendían encontrarse en una situación privilegiada que les otorgaba la libertad para comer carne que se hubiera sacrificado a los ídolos si querían. Su libertad cristiana, pensaban, los colocaba en una posición en la que podían hacer cosas que no se les permitirían a los que no habían alcanzado ese nivel. La manera de contestar de Pablo a esos razonamientos es presentar los muchos privilegios que él tenía perfecto derecho a reclamar, pero de los que no hizo uso para no ser un tropiezo para otros o un obstáculo para la eficacia del Evangelio.
(i) Él ha visto al Señor. El Libro de los Hechos especifica repetidas veces que la cualificación suprema de un apóstol es el ser testigo de la Resurrección (Hch 1:22 ; Hch 2:32 ; Hch 3:15 ; Hch 4:33 ). Esto tiene una importancia capital. En el Nuevo Testamento, la fe no es nunca la aceptación de un credo, sino la confianza en una Persona. Pablo no dice: «Yo sé lo que he creído.» Dice: «Yo sé en Quién he creído» (2 Timoteo 1:12 ).
Cuando Jesús llamó a Sus discípulos, no les dijo: » Tengo una filosofía que quiero que examinéis,» o » Tengo un sistema de ética que me gustaría que considerarais,» u » Os ofrezco una confesión de fe que querría que discutierais.» Les dijo simplemente: «Seguidme.» Todo el Cristianismo empieza por una relación personal con Jesucristo. Ser cristiano es conocerle personalmente. Como dijo Carlyle una vez cuando iban a elegir a un pastor: «Lo que necesita está iglesia es a alguien que conozca a Cristo más que de segunda mano.»
(ii) La segunda credencial de Pablo era que su ministerio había sido eficaz. Los mismos corintios eran una prueba de ello. Él los llama su sello. En la antigüedad los sellos eran sumamente -importantes. Cuando se mandaba un cargamento de grano o de dátiles o de algo por el estilo, lo último que se hacía con los envoltorios era marcarlos con el sello como prueba de que el contenido era auténticamente lo que pretendía ser. Cuando se hacía testamento, se sellaba con siete sellos; y no era legalmente válido a menos que los tuviera intactos. El sello era la garantía de la autenticidad. El mero hecho de la existencia de la iglesia corintia era la garantía del apostolado de Pablo. La prueba definitiva de que una persona conoce a Cristo es que Le puede traer a otros. Se cuenta que un soldado que había sido herido y se encontraba en la cama de un hospital le dijo a la enfermera Florence Nightingale, que se inclinaba para atenderle: «Tú eres Cristo para mí.» La autenticidad del cristianismo de una persona presenta su mejor prueba cuando ayuda a otros a ser cristianos.
El privilegio que Pablo habría podido esperar de la iglesia era su sostenimiento. No sólo para sí mismo, sino también para su esposa. De hecho, los demás apóstoles recibían ese apoyo. Los griegos despreciaban el trabajo manual; ningún griego libre estaría dispuesto a trabajar con sus manos. Aristóteles había enseñado que hay dos clases de personas: las cultas, y los madereros y aguadores que existen exclusivamente para llevar a cabo esos trabajos serviles para los otros, y a los que sería no solamente un error sino hasta un mal el tratar de elevarlos o educarlos. Los enemigos de Sócrates y de Platón les tomaban el pelo porque no aceptaban ningún dinero por enseñar, y hasta insinuaban que no cobraban porque su enseñanza no valía nada. Es verdad que también se esperaba de los rabinos judíos que enseñaran sin cobrar nada, y que tuvieran un oficio que les permitiera ganarse la vida sin depender de nadie; pero esos mismos rabinos se tomaban mucho interés en inculcarles a sus estudiantes que no había obra más meritoria que el sostener a su rabino. Si alguien quería tener un buen lugar en el Cielo, la mejor manera de asegurárselo era subviniendo a todas las necesidades de un rabino. De cualquier manera que se mirara, Pablo podía haber reclamado el privilegio de ser sostenido por la iglesia.
Usa analogías humanas corrientes. Ningún soldado tiene que buscarse la comida por su cuenta. ¿Por qué había de hacerlo un soldado de Cristo? El que planta una viña tiene derecho a una parte de su producto. ¿Por qué tiene que ser diferente el que planta iglesias? El pastor se mantiene de lo que da el rebaño que atiende. ¿Por qué no puede hacer lo mismo el que pastorea una iglesia? Hasta la Escritura dice que no hay que ponerle el bozal al buey que está trillando para dejarle que coma de lo que trabaja (Dt 25:4 ). Como hartan los rabinos, Pablo aplica esa enseñanza alegóricamente al maestro cristiano.
El sacerdote que oficia en el templo recibe su parte de las ofrendas. En los sacrificios de los templos griegos, como ya hemos visto, recibía las costillas, el jamón y el lado izquierdo de la cara del animal. Pero vale la pena recordar las obvenciones de los sacerdotes que oficiaban en el templo de Jerusalén.
Había cinco ofrendas principales. (i) El holocausto. Era el único sacrificio que se quemaba completo en el altar, excepto el estómago, las entrañas y el nervio del muslo (cp. Ge 32:32 ). Pero hasta en este caso los sacerdotes se quedaban con las pieles, con las que hacían buen negocio. (ii) La ofrenda por el pecado. En este caso sólo se quemaba en el altar el sebo del animal, y los sacerdotes se quedaban con toda la carne.
(iii) La ofrenda per una transgresión. Aquí tampoco se quemaba más que la grasa del animal, y los sacerdotes recibían toda la carne. (iv) La ofrenda de comida. Esta consistía en harina, vino y aceite. Sólo una parte simbólica se ofrecía en el altar; con mucho la mayor parte era el gaje de los sacerdotes. (v) La ofrenda de la paz. La grosura y las entrañas era lo que se quemaba en el altar; los sacerdotes recibían el pecho y el hombro derecho, y el resto se le devolvía al que lo ofrendaba.
Los sacerdotes tenían todavía otros gajes. (i) Recibían las primicias de siete clases: trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y miel. (ii) La terumá. Esta era la ofrenda de los frutos más selectos de cada cultivo. Los sacerdotes tenían derecho a un promedio de la quinta parte de las cosechas. (iii)Los diezmos. Había que darlos de «todo lo que se puede usar para comida y se cultiva o crece en la tierra.» Ese diezmo pertenecía a los levitas; pero los sacerdotes recibían el diezmo de ese diezmo. (iv) La jallá. Esta era la ofrenda del amasado. Si la masa se hacía de trigo, cebada, escanda, avena o centeno, cada persona particular tenía que darles a los sacerdotes una vigésima cuarta parte, y un panadero un cuadragésimo octavo.
Todo esto está detrás de la negativa de Pablo a aceptar de la iglesia ni tan siquiera la provisión más básica para su manutención. Lo rehusaba por dos razones. (i) Los sacerdotes eran un refrán. Mientras que una familia judía normal no comía carne más que una vez por semana si acaso, los sacerdotes padecían de una enfermedad ocupacional por comer demasiada. El lujo en que vivían, su rapacidad y sus privilegios eran notorios, y Pablo lo sabía muy bien. Sabía que usaban de la religión para ponerse gordos, así es que estaba dispuesto a irse al otro extremo y no aceptar absolutamente nada. (ii) La segunda razón era su total independencia. Puede ser que la llevara demasiado lejos, porque parece que los corintios se daban por ofendidos de que no les aceptara ninguna ayuda. Pero Pablo era una de esas almas independientes que prefieren morirse de hambre antes que depender de nadie.
En último análisis había una cosa que dominaba su conduc- ta: no estaba dispuesto a hacer nada que desacreditara o dificultara al Evangelio. La gente juzga un mensaje por la vida y el carácter del que lo transmite, y Pablo estaba decidido a mantener las manos limpias. No permitía que nada de su vida contradijera el mensaje que proclamaba. Alguien le dijo una vez a un predicador: «No puedo oír lo que dices porque estoy escuchando cómo eres.» Eso no se le podía decir a Pablo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 9
2. EL APÓSTOL LIMITA SU PROPIA LIBERTAD (9,1-27).
a) Al parecer, los corintios no entienden la conducta del Apóstol (1Co/09/01-06).
1 ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús, nuestro Señor? Vosotros mismos ¿no sois hechura mía en el Señor? 2 Si para los otros no soy apóstol, al menos para vosotros lo soy; pues el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor. 3 Contra los que me acusan, ésta es mi defensa. 4 ¿Es que no tenemos derecho a comer y beber? 5 ¿Es que no tenemos derecho a llevar con nosotros a una hermana en la fe, a una mujer, como hacen los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas? 6 ¿O es que yo y Bernabé somos los únicos que no tenemos derecho para dejar el trabajo?
A/LIBERTAD: Aquellos que tanto alardeaban de su «conocimiento» son los mismos que se ufanan de su libertad, como ya hemos visto por las insinuaciones de 6,12-20. Aquí, pues, se analiza ahora este tema con mayor detalle. El concepto «libertad» de 9,1 vuelve a repetirse en 9, 19 y 10,29. Esencialmente, Pablo quiere enseñar que la libertad de los cristianos es un alto bien, pero no el único, ni el más elevado. Hay razones para renunciar al uso de esta libertad. Y esto, en definitiva, no sería contrario a la libertad, sino su expresión más auténtica. Con este tema de la libertad, que el Apóstol quiere ilustrar con su propio ejemplo, entrevera una Apología pro vita sua, una defensa de sí mismo de la que estaba necesitado. Entre los privilegios de su libertad habría entrado el derecho a ser mantenido por las comunidades misionadas. Tenía especiales razones para renunciar a él. Pero había gentes que en esta conducta sólo veían una confirmación de que Pablo no era apóstol de derecho pleno. A lo largo de su vida tuvo que sufrir por el hecho de no haber formado parte del grupo de los primeros apóstoles que estuvieron en contacto personal con el Señor en Galilea y Jerusalén. El problema aparece siempre en sus cartas, y con sumo detalle en la segunda a los Corintios. También en Corinto había algunos círculos que disminuían su autoridad. Por eso ahora marchan de la mano ambas cosas: si quiere que su conducta sea entendida como ejemplo de libertad auténticamente vivida en Cristo, debe asentar de antemano sus derechos como apóstol. ¿En qué se basan estos derechos y su mismo apostolado? En que ha sido llamado personalmente por Jesús. Aconteció esto en el encuentro de Damasco, que Pablo enumera entre las apariciones a los apóstoles, que fundamentan la fe, el testimonio, la predicación y la misma Iglesia (15,1-8). Aquí no dice: Se me apareció también a mí, sino: He visto al Señor. Esta fórmula, en la que Pablo es el sujeto de la afirmación, no sólo se acomodaba mejor a la serie de preguntas en primera persona, sino que quiere equiparar con mayor énfasis aún su visión del Señor con la visión de los primeros apóstoles.
Si su llamada al apostolado le coloca en cierto modo en una posición especial, dado que los doce podían atestiguar mutuamente su llamada, existe para los corintios una prueba adicional: la existencia de su propia comunidad. Nadie podrá discutirle esta fundación, que había adquirido ya una gran importancia. La idea del Apóstol marcha, por así decirlo, en dos direcciones: por un lado se indica el poder supremo de Jesús; por el otro, Pablo es fundador de Iglesias. Ambas cosas se implican mutuamente, pero la una debe manifestarse a través de la otra. La existencia de la comunidad corintia es el sello que el mismo Señor ha impreso en la misión de Pablo. No es el único, pero para los corintios es suficiente. Hasta cierto punto esto era ya una respuesta, una indicación y una justificación frente a ciertos ataques e imputaciones. Pero acaso el versículo tercero deba referirse más bien a las frases siguientes que -formuladas como preguntas retóricas- enumeran con detalle los derechos que, como apóstol, le competían. Desde el punto de vista de la historia de la Iglesia este pasaje nos atestigua una serie de datos muy interesantes, cada uno de los cuales abre la puerta, a su vez, a nuevas interrogaciones.
«¿No tenemos derecho (exousia)?» En este concepto griego entran como elementos constitutivos la libertad, el poder y el derecho. La cuestión se refiere en primer término al derecho a ser mantenido por la comunidad, que compete no sólo al apóstol, sino también a la mujer que le acompaña. Así lo hacían «los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas». Sabemos bien quién era Cefas. No se puede determinar con toda exactitud quiénes eran estos hermanos del Señor. Tuvieron este título honorífico de hermanos del Señor, en la Iglesia primitiva, Santiago y José (Mar 15:40), pero no se puede establecer con seguridad su grado de parentesco. Se encuentran además Simón y Judas (Mar 6:3), que probablemente eran hijos de Clope, uno de los hermanos de José. Es comprensible que cualquiera que pudiera pretender para sí este título de gloria, lo haría gustosamente 21. También nos interesa aquí el problema relativo a las mujeres. Son designadas como «hermanas», lo que significa que, como cristianas, son miembros de la Iglesia. Lo más natural sería suponer que se trataba de las esposas de los apóstoles que estaban casados. Cierto que se les había pedido la renuncia a todo. Pero son muchos los indicios que señalan un período de prórroga de este mandamiento, para aquella primera época, entre los discípulos de Jesús. Por otro lado, también es cierto que no es necesario limitar a la esposa la expresión «mujer». Puede referirse, en sentido amplio, a una cristiana. Podría aducirse en favor de ello la circunstancia de que no se mencionan para nada los hijos. Ya hubo mujeres que siguieron a Jesús para servirle (Luc 8:2). No estamos acostumbrados a la idea de que en las circunstancias que rodearon a las primeras misiones cristianas debía ser necesaria la presencia de una esposa o de una administradora de la casa. Pero ¿por qué no caer en la cuenta de que ya en la primitiva Iglesia existían los problemas concretos y prácticos con que tuvo que enfrentarse la práctica pastoral de los siglos siguientes, y también, de nuevo, en la época actual?
En el versículo 6 se abre una perspectiva que podría referirse muy bien a los sacerdotes obreros. Pablo y Bernabé eran algo parecido a esto. Decimos «algo parecido» porque el trabajo artesano de aquel entonces y la situación laboral de hoy difieren bastante. En todo caso, puede comprobarse que ya en la Iglesia primitiva había diversidad de soluciones para este problema. La regla no venía constituida por los sacerdotes obreros. Pablo valora incluso el hecho de que no estaba obligado a ello, pero reclama también el derecho a ganar su pan con su propio trabajo.
Aunque sea sólo bajo el título de insinuaciones, estos versículos nos permiten una visión muy interesante de las circunstancias jurídicas y prácticas en que se movían los primeros apóstoles de la Iglesia. Según ellas, se habían regulado ya con bastante precisión las cosas a que un apóstol o un pastor de almas tenía derecho.
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21. Más detalles sobre este punto en Verbum Dei III, Herder, Barcelona, 2, 1960, p.314-319; H. HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona, 4, 1967, col. 829-831; J. SCHMID. El Evangelio según san Marcos, Herder, Barcelona 1967. p. 126-128.
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b) Derechos de un apóstol (1Co/09/07-10).
7 ¿Quién es el que se alista en un ejército a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Qué pastor de un rebaño no toma le leche del rebaño? 8 ¿Acaso digo estas cosas como razones puramente humanas, o no las dice también la ley? 9 Pues en la ley de Moisés está escrito «No pondrás bozal al buey que trilla» (Deu 25:4). ¿Acaso Dios se preocupa por los bueyes? 10 ¿O no lo dice expresamente a causa de nosotros? Por nosotros se escribió aquello. Pues el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla, con esperanza de recoger su parte.
Pablo acentúa con tres expresivas comparaciones el derecho vigente en la Iglesia primitiva, en el que podemos ver una primera forma del tributo eclesiástico. La vocación apostólica participa en algo de los tres ejemplos: del servicio militar («como buen soldado de Cristo Jesús», 2Ti 2:3); de los trabajos del viticultor (cf. 3,6; Mat 20:1-6); de los cuidados del pastor (cf. Hec 20:28). En las tres profesiones se sobreentiende que el que sirve en ellas de ellas debe vivir. Esto forma parte, si así puede decirse, de un derecho natural, no escrito, pero vigente en todas partes. En una cuestión que ahonda tan profundamente en lo espiritual, Pablo no podía apoyarse únicamente en argumentos de sana razón humana.
Añade un argumento de la Escritura que, tomado en su sentido literal, es sólo una comparación (al menos éste primero; en el versículo 14 sigue otro más directo y convincente). ¿Se ha recurrido aquí un poco al humor, cuando Pablo menciona estas razones «humanas» citando al buey que trilla? En todo caso, se trata de un bello gesto de preocupación de la legislación mosaica haber tenido en cuenta la situación de los animales que, durante la trilla, tienen siempre paja y espigas en la boca y las narices. Sería particularmente duro privarles de la posibilidad de tomar de vez en cuando un bocado. Por otra parte, no se puede dar por demostrada la opinión de que Dios no se preocupe para nada de la suerte de los bueyes. Pablo se deja llevar aquí por el convencimiento de que la Escritura (es decir, el Antiguo Testamento) siempre alude a algo situado más allá del sentido literal, y que se debe cumplir en Cristo, es decir, que recibe en él su pleno sentido y realidad. Y así, todo ha sido escrito «por nosotros» (cf. Rom 15:4). «El que ara, debe arar con esperanza…» no es una nueva cita, sino que sintetiza una cita junto con el sentido de otras varias, que Pablo no quiere aducir una por una.
c) Los derechos de un apóstol, acordes con lo espiritual (1Co/09/11-14).
11 Si nosotros hemos sembrado para vosotros lo espiritual, ¿qué de extraño tiene que recojamos nosotros vuestros bienes materiales? 12 Si otros ejercen sobre vosotros este derecho, ¿con cuánta más razón nosotros? Sin embargo, no hemos usado de este derecho, sino que lo sobrellevamos todo, para no poner tropiezo alguno al Evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que se ocupan de las funciones sagradas comen de lo ofrecido en el templo, y que los que sirven en el altar participan de las ofrendas del altar? 14 De la misma manera, el Señor dispuso que quienes anuncian el Evangelio, del Evangelio vivan.
Estaría completamente equivocado quien quisiera objetar que estas reglas no tienen validez en el terreno del espíritu. Pablo halla que se aplican con mayor validez aún, porque lo que una comunidad ofrece a los apóstoles o a sus pastores espirituales siempre será menor que lo que reciben, dado que lo espiritual es, en principio, más que lo material. Pablo llega incluso a decir que «lo carnal». ¡Para sus predilectos, nada les parecía demasiado a los corintios! Se alude aquí a aquellos predicadores que se habían impuesto gracias a su modo de predicar «más culto». La sarcástica nota de 2Co 11:20 expone bajo una luz más cruda su voraz actuación.
Llegado aquí, expone finalmente Pablo la razón de que ni él ni sus colaboradores hayan usado ni querido usar de su derecho, tan expresamente proclamado: quieren evitar hasta la más ligera sombra de que pretendan vivir a costa del Evangelio. Aun así, vuelve a mencionar el derecho que asiste tanto a los sacerdotes paganos como a los judíos a vivir del altar, es decir, del servicio del templo. La cultura de los países mediterráneos era esencialmente agrícola y su comercio se centraba en los productos naturales. Las ofrendas a los templos y a los dioses eran la forma usual de pagar los tributos a la Iglesia y de remunerar a los sacerdotes. Pero lo interesante en este pasaje es que aquí Pablo alude a una expresa instrucción de Jesús como argumento último y definitivo de su exposición. Ciertamente no cita ninguna sentencia del Señor, pero la da por conocida; el texto en que piensa pudiera ser el conservado por la tradición (Mat 10:10; Luc 10:7). Merece consideración por nuestra parte, desde dos puntos de vista. Por un lado, el servicio del Evangelio puede ser comparado con el antiguo culto a Dios o a los dioses. Por otro, el sacerdocio de la nueva alianza no puede ser reducido a la concepción veterotestamentaria, ni a la pagana, del sacerdocio. El concilio Vaticano II, en todos los textos en que se habla del ministerio sacerdotal, antepone expresamente, no sin motivo, el ministerio de la palabra.
d) Pablo no ha hecho uso de sus derechos (1Co/09/15-18).
15 Pero yo no he usado de nada de esto. Y no escribo estas cosas para que así se haga conmigo. Prefiero morir antes que… ¡Nadie me frustrará esta gloria. 16 Pues anunciar el Evangelio no es para mí motivo de gloria; es necesidad que pesa sobre mí. ¡Y ay de mí si no anuncio el Evangelio! 17 Porque si esto lo hago por propia iniciativa, tengo paga; pero si no, no hago más que desempeñar un encargo. 18 ¿Cuál es entonces mi paga? Que al anunciar el Evangelio, lo anuncie gratis para no usar del derecho que por el Evangelio me corresponde.
Es penoso para Pablo exponer a la luz del día su conducta y sus motivos, tanto más cuanto que ahora debe temer que se comience a sentir vergüenza en Corinto por algo que se había admitido como la cosa más natural del mundo, al modo de los niños que aceptan como evidentes los mayores sacrificios de sus padres. Y su orgullo no soportará que el apóstol de una comunidad tan rica no haya sido cuidado y mimado por ella. Y esto es algo a lo que Pablo se opone terminantemente. Obsérvese el acaloramiento en la interrupción de la continuidad de la frase, que en nuestra traducción queda, de propósito, en suspenso. Es en estos pasajes que se interrumpen donde podemos rastrear y hasta oir la vivacidad plena con que el Apóstol dictaba sus cartas.
Pero ¿por qué insiste tanto en esta excepción de su conducta? Ya antes (9,12) ha mencionado un motivo. Ahora deja entrever otro, más personal, porque es evidente que se le ha herido en un punto particularmente sensible, del que brota esta erupción, pues aparece vinculado a su llamamiento personal. Anunciar el Evangelio como los demás es demasiado poco para él, que quiso en otro tiempo destruir la Iglesia. Desde que Cristo, revelándosele personalmente, se apoderó de él, se siente obligado, entregado, hipotecado al Señor, en una forma que supera toda medida. Esto le lleva hasta la palabra «necesidad», aunque, evidentemente, no pretende decir que no lo haga con omnímoda libertad y de todo corazón. Pero lo siente de tal modo justo, que no puede hacer otra cosa sino entregarse a la tarea con libertad total. Desde la libertad, a la que está dedicado todo el capítulo, hasta esta necesidad, se da una íntima conexión. Cualquiera que sea el sentido de este impulso o necesidad, es claro que Pablo no piensa en algo contrario a la libertad, sino en algo en lo que la libertad llega a su plenitud en esta necesidad. El núcleo y el contenido más hondo de la libertad es aquella necesidad con que el hombre ama aquello de lo que llega a conocer plenamente que merece toda la fuerza de su amor y toda su entrega, es decir, en definitiva, Dios.
¿Es que los hombres no experimentan ya en el mismo amor terreno la unidad de libertad y necesidad? También en Cristo se refleja este misterio en la unidad de obediencia y amor del Hijo. Cristo puede hablar de la obligación que le ha sido impuesta; pero la acepta total y plenamente, con la misma certeza con que se sabe Hijo. En la medida en que somos seres humanos -y también Jesús entra en este grupo en virtud de su humanidad creada- nos adviene desde fuera esta obligación, porque el que exige, el que llama, el que envía, el que reclama íntimamente, está frente a nosotros. Pero apenas el hombre acepta plenamente este reclamo interior -lo que en nosotros ocurre en fe y en amor-, deja de ser una necesidad desde fuera. El «¡ay de mí!» no indica una amenaza desde fuera, sino desde dentro y -en realidad- peor. El hombre se desgarraría dentro de sí mismo. Suena casi como cosa insoportable que Pablo afirme que no anuncia el Evangelio voluntariamente. Pero comprendemos bien lo que quiere decir. Y es aún más importante el poder rastrear qué es lo que le obliga a recurrir a una expresión tan osada. Aquí, en efecto, la verdad no se debe pesar en la balanza de los conceptos, sino de acuerdo con el impulso que brota desde lo íntimo y que desborda todos los conceptos, del mismo modo que la medida del amor es ser sin medida.
«¿Cuál es entonces mi paga?», se pregunta Pablo. ¿No despiertan estas palabras, paga y gloria, -que se volverán a repetir más adelante (9,17 y 18,15.16)- una penosa impresión? ¿No aflora aquí de nuevo el egoísmo y el propio provecho? La gloria no era para los hombres de la antigüedad o, digamos mejor, para los hombres bíblicos, y en todo caso para Pablo, algo tan extrínseco como ha llegado a ser para nosotros. La gloria es, en primer término, el testimonio intimo de la buena conciencia. El hecho de anunciar el Evangelio no le da derecho alguno a ufanarse. No hay aquí todavía nada sobre lo que pueda fundamentar la certeza de su obediencia sin reservas y de su entrega sin límites. Y, por tanto, nada tampoco que merezca recompensa. Que Pablo espera una recompensa es algo tan natural y evidente como su esperanza de la vida eterna. Y la recompensa es Dios mismo. Es, pues, una recompensa que está muy alejada de todo cálculo. De lo contrario, la idea de la recompensa sería algo mezquino. Aun concediendo que en ciertos círculos piadosos el motivo de la recompensa ha desempeñado un menguado papel, el cristiano actual no puede caer en el extremo contrario, como si toda idea de recompensa fuera indigna del hombre. Esto sería querer ponerse por encima de todo el Nuevo Testamento, por encima de la predicación de Jesucristo y de los apóstoles. Y no querer saber nada de recompensas sería soberbia, sería anular la relación fundamental del hombre a Dios, seria recusar no sólo la recompensa, sino también la gracia.
e) …por razones pastorales (1Co/09/19-22).
19 Y siendo libre respecto de todo, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible. 20 Con los judíos me hice como judío, para ganar judíos; con los súbditos de la ley me hice como súbdito de la ley -yo que no lo soy-, para ganar a las súbditos de la ley. 21 Con los que están sin la ley, me hice como el que está sin la ley -yo que no estoy sin la ley de Dios, sino que estoy con la ley de Cristo-, para ganar a los que están sin la ley. 22 Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para salvar a algunos a toda costa.
La línea de pensamiento de estos tres capítulos tiene una gran amplitud, pero todos los hilos convergen en una espesa red. Pablo no ha olvidado que ha sido llamado a regular la conducta práctica frente a las carnes sacrificadas a los ídolos, en el ámbito de una concepción cristiana de la libertad. Para defender esta libertad frente a las erróneas interpretaciones de los que se consideraban a sí mismos como fuertes, continúa exponiendo su propia conducta bajo esta luz. Que renuncie al derecho a la paga es sólo una parte de su comportamiento total. Establece una contraposición llena de fuerza expresiva: libre de todo, esclavo de todos. Esta es su norma de vida, libremente elegida. ¿No tiene aquí en la mente la sentencia de Jesús: «El que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro»? (Mar 10:43 ss). En todo caso, sabe que éste es el sentido del Evangelio, la esencia de todo cuanto significa ser cristiano en sentido auténtico y original, llámese amor, pobreza, seguimiento o como se quiera. El, como Apóstol, tiene además un especial motivo: así, y sólo así, puede esperar ganar a muchos para Cristo. En estos versículos se menciona no menos de cinco veces la palabra ganar; y a esto hay que añadir el «salvar» del versículo final, cuyo significado es parecido. Se trata de aquella misma ganancia que conocemos por la parábola de Jesús, en la que los buenos siervos ganaron: uno, cinco talentos, y el otro, dos. A partir de aquí, la palabra, tomada del mundo de los negocios, se ha convertido en expresión consagrada del lenguaje misional. Todo el celo por el reino de Dios que Jesús pretendía despertar con sus parábolas florece en este vocablo; el dinamismo específico paulino se manifiesta en aquel «el mayor número posible». El corazón del Apóstol abarca todo el universo.
En estas frases se puede percibir algo de esto. Pablo resume el concreto mundo misional con el que entonces tenía que enfrentarse, en dos expresiones opuestas: «judíos» y «paganos». No era tarea fácil para él compaginar ambas cosas. Pero el principio era claro. El Evangelio del Salvador, que ha venido para salvar a todos los hombres, no podía estar limitado por fronteras culturales, nacionales o religiosas de ninguna especie. Pablo ha reconocido para sí y para la Iglesia la liberación fundamental respecto de la legislación mosaica; pero no sólo le es posible, sino bajo determinadas circunstancias preceptivo, cumplir un voto mosaico (Hec 19:18; Hec 21:24) y hasta practicar la circuncisión (Hec 16:3). Por otro lado, no quiere en ningún caso hacer de los paganos judíos, en vez de cristianos. Emplea como la cosa más natural la lengua griega, y se acomoda, en buena parte, al género de vida de los griegos, que, desde la perspectiva judía, era considerado y condenado como impiedad.
Hacia este programa misional debe orientarse siempre y sin cesar la Iglesia. No siempre le ha sido posible. Pero el principio se estructura con suficiente elasticidad, lo que permite llegar a la soluci6n de los problemas prácticos y concretos. Pablo no adoptó en su norma de conducta algunas cosas que para los griegos pasaban por evidentes. En conjunto, podemos alegrarnos hoy ante la resuelta decisión y el ejemplar valor con que, la Iglesia procura llevar a las antiguas culturas y a los nuevos pueblos la esencia del cristianismo y del Evangelio sin las trabas de la cultura europea y de la teología occidental.
El hecho de que Pablo unas veces observe el sábado y otras no, aquí acepte la circuncisión y allí la prohíba, podría parecer a los aficionados a la crítica, o a los malévolos, ausencia de principios, postura acomodaticia y falta de carácter. Pero sería injustificada semejante opinión. En nada de esto hay capricho o gusto personal. Se sabe emplazado ante una ley invisible, que no podría nombrar con menos palabras ni determinar con mayor amplitud que recurriendo a la expresión que el Apóstol emplea aquí, cuando la llama la ley de Cristo. Lo que Pablo sintetiza en esta densísima expresión contiene tanto el ejemplo de Cristo -que era superior al sábado, y, sin embargo, se sometía a esta ley- como también, y sobre todo, el espíritu de Cristo, que permite reinterpretar y aplicar a cada nueva situación concreta la palabra y el ejemplo del Señor. Quien no entienda la libertad en Cristo como ley de Cristo, no ha entendido la libertad. La carta de Santiago (Stg 1:25; Stg 2:17) podría ser adjetivada paradójicamente como «ley de la libertad».
¿No se pensaba en toda la humanidad al mencionar a los judíos y paganos? ¿En qué nuevo grupo se pensaba al añadir los débiles? No existen nuevos grupos. Los débiles aquí mencionados se hallan diseminados entre paganos y judíos. En ellos se advierte claramente a propósito de quien ha expuesto Pablo su conducta misional. Se refiere a los fuertes, que abusan desconsideradamente de su conocimiento y libertad. Estos tales deben reconocer lo que los fuertes deben a los débiles, si es que tienen realmente parte, y desean conservarla, en Cristo y en el Evangelio.
Todo para todos: he aquí una de las más osadas afirmaciones del Apóstol. Podía atreverse a ella. Pero ¿quién, fuera de los santos de primera magnitud, puede reclamarla para sí, cuando se toma en serio, aunque sólo sea como intento? Con ella Pablo no trata de justificar una actividad externa ininterrumpida. No puede olvidarse en ningún momento la perspectiva en torno a la cual gira todo el pasaje: la circunspección ante los débiles, que tanto les cuesta a los fuertes. Por muy débiles que sean -en todo caso a los ojos de los hombres- tienen su derecho ante Dios y también, por tanto, ante la Iglesia, en la medida en que el Hijo de Dios eligió a los pequeños y proclamó bienaventurados a los pobres. «…para salvar a algunos a toda costa». Dada la pendiente del universalista «todo para todos» se hubiera esperado propiamente un «para salvar a todos». Podría acaso haberlo dicho con idéntica razón. Pero no ha querido hacerlo. Sólo se permite decir: «a algunos a toda costa», o bien -con otra traducción perfectamente posible- «en todo caso a algunos». Sabe bien que no serán todos; también la Iglesia debe saber que no alcanzará a todos, por no hablar de ganar o salvar a todos. Cuestión aparte es que la asamblea de los pocos encierre algún significado para los demás, en virtud de la ley primaria de la economía salvífica de la representación de unos por otros. El concilio Vaticano II ha expresado esta ley en la sentencia fundamental de que la Iglesia es «el sacramento de la salvación para la humanidad», nada más, pero nada menos.
f) …para no perjudicar su propia salvación (1Co/09/23-27).
23 Y toda esto lo hago por el Evangelio, para tener parte en él. 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de modo que lo ganéis. 25 Todo atleta se domina en todo: ellos, para llevarse una corona que se marchita; nosotros, una que no se marchita. 26 En consecuencia, así es como corro yo, no como a la buena de Dios; así es también como haga pugilato, no como dando golpes al aire; 27 al contrario, doy puñetazos a mi cuerpo y lo arrastro como a vencido, no sea que después de proclamar a otros, quede yo eliminado.
Todavía dentro de la cadencia del «todo», el versículo nos introduce en otro difícil punto. «Todo esto lo hago por el Evangelio» podría ser una síntesis de las ideas precedentes. Pero ahora ya no se dice: «para ganar a los otros», sino «para tener (yo) parte en él (en el Evangelio)». ¡Qué cambio tan sorprendente! El, el Apóstol, no debe preocuparse tan sólo por la salvación de las almas de los demás, sino también por la suya propia. Aquí queda implícito el punto verdaderamente punzante del pensamiento: si yo ¡cuánto más vosotros! Nunca ocurre que nadie, ni siquiera un apóstol, esté tan seguro de su salvación que, partiendo de esta seguridad, puede dedicarse a los otros. La propia elección es presupuesto del servicio a los hermanos, pero este servicio, a su vez, es presupuesto de aquella elección. Aquí radica la solidaridad última de todos en la Iglesia, que vincula profundamente a los que enseñan y administran con los que oyen y reciben. Esta diferencia tiene amplia aplicación, pero no se prolonga hasta lo profundo del misterio de la santidad y de la gracia. Aquí la diferencia desaparece; administrar y recibir son cosas permutables. La preocupación que le trabaja, y que podría trasladar muy bien a los demasiado seguros, a los satisfechos de sí mismos, le lleva a la comparación, tomada del deporte y de todos conocida por las lecturas de las páginas deportivas de la prensa. El mundo de los deportes era más familiar a los habitantes de las grandes ciudades del mundo antiguo que al término medio de los cristianos de hoy. Pablo se refiere expresamente a dos especialidades deportivas: las carreras y el pugilato. En las carreras sólo uno consigue el premio, pero todos se esfuerzan por lograrlo. Aquí, en la arena del cristianismo, todos pueden obtener el premio, pero también deben esforzarse todos por conseguirlo. El premio es la vida eterna. Aquí cada cual corre por su propia vida.
Para disputar una carrera no cuenta sólo el esfuerzo del momento, en el que se decide el premio. Quien aspira seriamente a la victoria sabe que debe preceder una preparación exhaustiva y prolongada, y que debe renunciar a todo lo que perjudique su buena forma, de manera especial las bebidas alcohólicas y los placeres sexuales. ¡Qué severa disciplina la de los auténticos deportistas! Y el premio que se puede conseguir es hoy, en el fondo, tan perecedero como entonces. En la antigua Hélade consistía en una verde corona de laurel. Hoy es acaso un récord que el próximo año será superado. La imagen de la corona desempeñó un papel importante en la primitiva cristiandad. Al finalizar el mundo antiguo y pasar de la lengua griega a la latina, el stephanos se convirtió en corona 22.
Por un instante parece haber torturado de alguna manera al Apóstol la idea de las vanas metas por las que los hombres se afanan: como cuando se corre de acá para allá sin objetivo o bien -y ahora pasa al otro deporte- como un púgil que yerra el golpe. Pero ¿quién es el enemigo que Pablo quiere derribar? ¡Su propio cuerpo! ¿Es, pues, el cristianismo enemigo del cuerpo? Debe ponerse en claro que aquí se está hablando en imágenes y desde una doble perspectiva. Pablo ve el peligro interno y externo de los corintios de hacer fácil su cristianismo, olvidando que el seguimiento de Jesús exige luchar con el mundo y con el propio yo. Y como ha elegido la imagen del pugilato, debe presentar también, en su imagen, al adversario. Indudablemente, con la dura expresión, que en el lenguaje del boxeo actual debería traducirse por «gancho a la mandíbula», no piensa en ejercicios o mortificaciones ascéticas, sino en las asperezas y fatigas que le causa su vida apostólica y que él mismo se exige sin contemplaciones. Objetivamente, aquí se dice lo mismo que en el versículo 19: me hice esclavo de todos. Que la nota sea aquí más acusada se debe a que quiere hacer recordar a los corintios, de la manera más apremiante, su peligroso juego. Si él, siendo apóstol, puede llegar a temer que se le encuentre indigno del premio y sea descalificado, muchos más motivos tendrán ellos para permanecer en vela contra sí mismos.
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22. Cf. 2Ti 4:8; 1Pe 5:4; Hec 2:10; Hec 3:11.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
1Co 9:19; Hch 22:17-18; Hch 26:16.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Derechos y ministerio
Pablo pasa a demostrar nuevamente una verdad que surge de su propio ministerio (cf. 2:1, 3). También le da la oportunidad de defender su ministerio ante aquellos que lo juzgan, explicando las razones por las cuales no reclamaba sus derechos como apóstol (ver 9:3). Conduce esta parte de su argumentación principalmente por medio de una serie de preguntas, de las cuales todas exigían un “sí” como respuesta.
La efectividad de su ministerio apostólico en Corinto está a la vista, aunque algunos ahora cuestionan si debería volver para un nuevo período de ministerio (cf. 16:12). El es un apóstol, es decir, uno que ha visto al Señor (cf. Hech. 9:17). De por sí la existencia de la iglesia de Corinto es prueba del reconocimiento divino de su ministerio, es decir, su apostolado en el Señor (2). 3 Ya que su ministerio está puesto en tela de juicio por algunos de sus críticos, la defensa de la validez del apostolado de Pablo, que él ha definido en términos generales en los vv. 1 y 2, se hace más detallada ahora por medio de una serie de preguntas.
4 Pablo presenta los derechos del apóstol: el derecho al sostén; 5 el derecho a casarse (con una cristiana); y el derecho de la esposa de acompañar a su esposo (un principio que varios héroes misioneros del siglo XIX quebrantaron, cf. 7:3-5) como las esposas de los otros apóstoles y de los hermanos del Señor (quienes en una época fueron escépticos, ver Mar. 3:31; Juan 7:2, 3, pero ahora creían, Hech. 1:14, y que ahora eran importantes testigos de Jesús); 6 el derecho de tener un sostén completo o, como Pablo pregunta: ¿O sólo Bernabé y yo no tenemos derecho a dejar de trabajar? 7 Estos derechos son tan obvios como el derecho de un soldado a recibir su paga, el derecho del dueño de una viña a cosechar su fruto y el derecho de los pastores a la leche de sus rebaños.
8, 9 Los derechos mencionados en el v. 7 no son solamente convenciones seculares, sino que tienen la aprobación del AT, citando Deut. 25:4, donde hasta se prohíbe poner bozal al buey que trilla. Los intérpretes judíos consideraban al buey como representante de todos los trabajadores, tanto humanos como animales, y pensaban que la ley estaba hecha para que el hombre la obedeciera. Por eso para nosotros fue escrito esto, por los derechos del que planta y del que levanta la cosecha. Ambos trabajaban esperando beneficiarse con la cosecha. 11 El sembrador espiritual (cf. 3:6), en este caso Pablo en Corinto, también tiene derecho sobre la cosecha. 12 Pero él no ha ejercido esta prerrogativa con ellos. Por el contrario, se ha puesto en desventaja y lo ha soportado todo, es decir, cualquier trastorno causado por su trabajo día y noche (cf. Hech. 20:35). Lo hacía para no ser piedra de tropiezo en el camino de quienes escuchaban el evangelio que él predicaba. Este es el segundo principio de Pablo, que explica con mayor extensión lo expresado en 8:13, ampliando su alcance, para beneficiar a los no cristianos.
Aunque los oradores llegaban a las ciudades prometiendo darles beneficios cívicos y educativos (cf. comentario sobre 2:1-5), quienes los escuchaban sabían que al final de todo estaba la posibilidad de grandes ganancias materiales para el que hablaba. El público sólo estaba interesado en su habilidad para demostrar su oratoria privilegiada, y no en el tema del discurso, que muchas veces ellos mismos elegían. Por el contrario, el supremo interés de Pablo era el contenido de su mensaje, con sus buenas nuevas. Por lo tanto, buscaba distanciarse lo más posible de cualquier identificación con los oradores seculares para lograr que su mensaje, que era único, fuera realmente escuchado.
13 Luego de haber hablado sobre las convenciones seculares a las que Pablo había renunciado ante el riesgo de que fueran malentendidas, también cita los derechos que tenían los sacerdotes que realizaban sacrificios en el AT, y14 el decreto del Señor Jesús de que aquellos que predicaban el evangelio tenían derecho a vivir del evangelio (cf. Mat. 10:10). Aun ese mismo derecho ordenado por el Señor, Pablo lo dejó de lado, dado que en ese contexto no judío, Pablo consideraba que reclamar sus derechos levantaría una barrera que lo separaría precisamente de esa gente a quien estaba dirigido el evangelio.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
9.1 Algunos corintios cuestionaban la autoridad de Pablo como apóstol. Pablo les da sus credenciales; como tal, había visto y hablado con el Cristo resucitado, el cual lo llamó para ser apóstol (véase Act 9:3-18). Dichas credenciales hacían que el consejo que daba en su carta fuera más persuasivo. En 2 Corintios 10-13, Pablo defiende su apostolado con mayores detalles.9.1 Las vidas cambiadas eran la evidencia de que Dios lo estaba usando. ¿Tiene su fe poder para impactar a otros? Usted puede ayudar a que las vidas cambien, ayudando en el crecimiento espiritual de otros, si se dedica a Dios para ser usado por El y deja que lo haga efectivo.9.4ss Pablo se usa a sí mismo como ilustración para mostrar sus derechos. Tenía derecho a ser hospedado, a casarse, a traer invitados, a que le pagaran por sus servicios; pero había renunciado voluntariamente a esos derechos a fin de ganar a otros para Cristo. Cuando su preocupación es vivir para Cristo, los derechos, comparativamente hablando, no tienen mayor importancia.9.4-10 Jesús dijo que el obrero es digno de su salario (Luk 10:7). Pablo enfatiza este pensamiento y urge a la iglesia a pagar a sus obreros cristianos sin falta. Tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros pastores, maestros y otros líderes espirituales. Es nuestra responsabilidad ver que aquellos que nos sirven en el ministerio sean recompensados adecuada y razonablemente.9.5 Los hermanos de Jesús alcanzaron puestos de liderazgo en la iglesia de Jerusalén. Santiago (uno de ellos), por ejemplo, guió el acuerdo del concilio en Hechos 15 y escribió la epístola universal de Santiago.9.13 Como parte de su paga, los sacerdotes en el templo, recibían una porción de las ofrendas para su alimentación (véase Num 18:8-24).9.16 La predicación del evangelio fue el don y el llamado de Pablo y no podía dejar de predicar aunque quisiera. Estaba supeditado al deseo de hacer lo que Dios quisiera, usando sus dones para la gloria de Dios. ¿Qué dones especiales le ha dado Dios? ¿Está usted motivado, como Pablo, para glorificar a Dios con sus dones?9.19-27 En 9.19-22 Pablo dice que tiene la libertad para acomodarse a cualquier situación, en 9.24-27 hace énfasis en una vida de disciplina estricta. La vida cristiana incluye libertad como también disciplina. La meta en la vida de Pablo era glorificar a Dios y traer gente a Cristo. Por esta razón se mantuvo libre de cualquier posición filosófica o atadura material que tendiera a apartarlo de su meta; se impuso una disciplina estricta para lograr su objetivo. Para Pablo, tanto la libertad como la disciplina eran herramientas importantes para usar en el servicio a Dios.9.22, 23 Pablo da varios principios importantes para el ministerio: (1) Encontrar puntos comunes con las personas que nos relacionamos, (2) evitar la actitud del sabelotodo, (3) procurar que los demás se sientan aceptados, (4) ser sensibles a sus necesidades y preocupaciones, y (5) buscar oportunidades para hablarles de Cristo. Estos principios son tan valiosos para nosotros, así como lo fueron para Pablo.9.24-27 Para ganar una carrera se necesita propósito y disciplina. Pablo usó esta ilustración para explicar que la vida cristiana demanda arduo trabajo, auto negación y preparación seria. Como cristianos, corremos a fin de obtener nuestra recompensa celestial. La disciplina esencial de la oración, el estudio bíblico y la adoración nos equipa para correr con vigor. No observe simplemente desde las graderías, ni tampoco trote un breve trecho cada mañana. Entrénese con diligencia, su progreso espiritual depende de usted.9.25 Hay oportunidades en las que debemos abstenernos de hacer algo que deseamos para hacer lo que Dios desea. La meta individual determina la disciplina y la negación que debemos aceptar. Sin una meta, la disciplina no es nada más que un auto castigo. Con la meta de agradar a Dios, nuestra negación no es nada comparada con la recompensa eterna que será nuestra.9.27 Cuando Pablo dice que puede ser eliminado, no quiere decir que puede perder su salvación sino que puede perder su privilegio de anunciar a otros el mensaje de Cristo. Es fácil decir a otros cómo vivir y no respaldar con nuestra vida lo que decimos. Debemos practicar lo que predicamos.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 406 Gál 5:1
b 407 2Co 12:12; 1Ti 2:7
c 408 Hch 9:5; 1Co 15:8
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
¿No soy apóstol? Con esta pregunta Pablo afirma su apostolado (cp. Ro 1:1– 2; 2 Co 1:1). Habiendo visto a Cristo resucitado, Pablo llenaba los requisitos para ser apóstol y fue comisionado por El para predicar (Hch 26:13– 19). Como apóstol, tenía derecho al sustento físico (vers. 4), a casarse (vers. 5) y de compensación económica (vers. 6– 11); pero no exigía ese derecho (vers. 12, 18).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Este capítulo es un suplemento insertado en esta sección, cuyo tema es el comer lo sacrificado a los ídolos. En este suplemento el apóstol se presentó a sí mismo como modelo para los creyentes corintios a fin de que ellos no pusieran tropiezo a otros, sino que los edificaran practicando el principio del amor que toma en cuenta a otros, el cual se presenta en 8:13.
1 (2) El apóstol Pablo era libre de todos, y no era esclavo de nadie (v.19). Como lo deben ser todos los creyentes en Cristo, Pablo también era libré de la esclavitud de tener cierta manera de comer, aunque practicó el principio del amor que toma en cuenta a otros.
1 (3) Al presentarse como ejemplo a los creyentes, el apóstol tocó el asunto de su apostolado, que le daba la autoridad de enfrentar todos los problemas tratados en este libro, problemas serios con respecto a la vida de la iglesia y su comunión. Su manera de tratar estos problemas no sólo se basaba en su enseñanza, sino también en la autoridad inherente a su apostolado. Para tratar la situación, él tuvo que mantenerse firme en esta posición y aclarar este asunto a los creyentes corintios. Ellos habían puesto en duda su apostolado y estaban en una situación caótica, mayormente debido a la necedad de su sabiduría mundana, su confianza en sí mismos y su orgullo. La palabra griega traducida apóstol significa enviado. Un apóstol del Señor es un creyente que El ha enviado con Su autoridad a predicar el evangelio de Dios, enseñar la verdad divina y establecer iglesias. En la primera sección de Hechos, Pedro y Juan eran esta clase de apóstoles entre los judíos, y en la segunda sección de Hechos, Pablo y Bernabé lo eran entre los gentiles. Después de ellos, otros también llegaron a ser apóstoles, tales como Silas (es decir, Silvano) y Timoteo ( 1Ts_1:1 ; 1Ts_2:6). Mientras uno tenga el poder de predicar el evangelio, el don de enseñar la verdad divina y la habilidad de establecer iglesias, está calificado y confirmado para ser un apóstol enviado por el Señor con Su comisión y autoridad.
1 (4) Esto se refiere al hecho de que Pablo había visto al Señor en Su glorioso cuerpo resucitado (15:5-8). Este es un privilegio especial; confiere algo de dignidad y gloria al que lo ve, pero no es un requisito ni una condición para ser apóstol del Señor. Esto es comprobado plenamente por el caso de Bernabé, quien era uno de los apóstoles ( Hch_14:14) pero que no había visto al Señor de esta manera. Sin embargo, para ser apóstol, es absolutamente necesario conocer al Señor en espíritu por revelación espiritual.
1 (5) El resultado fructífero de su obra en el Señor era una comprobación del apostolado de Pablo, y no un requisito.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Este capítulo da una ilustración, a base de la vida misma de Pablo, del principio establecido en 1Co 8:13. Él nunca se aprovechó de los privilegios que tenía como apóstol.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
44 (b) Pablo renuncia a sus derechos (9,1-27). Con el fin de hacer entender la idea del último versículo, Pablo destaca otros ámbitos de su vida en los cuales ha aceptado limitaciones a su libertad por el bien de otros. Los temas se introducen con las dos preguntas iniciales, que el apóstol aborda en orden inverso. Analiza su ministerio apostólico en los vv. 1c-18 y su libertad en los vv. 19-27.
45 1-2. Pablo es apóstol porque ha visto al Señor resucitado (15,8) y ha sido facultado por él (Gál 1,15-16). Los corintios debían haberlo deducido, pues él fue el cauce de la fuerza divina (2,4; 2 Cor 4,7) que hizo nacer la comunidad. 3. mi defensa: La condición personal de Pablo como apóstol se ha visto atacada. 4. derecho: Puesto que Pablo no había hecho uso del derecho que un apóstol tenía a ser mantenido por la comunidad, algunos llegaron a la conclusión de que no poseía dicho derecho y, en consecuencia, no era apóstol. 5. Fuera de lugar parece la mención de la mujer; se debió a la anterior referencia a comer y beber. «Come, bebe y pásalo bien» (Lc 12,19) era una tríada corriente, en la cual el último elemento era un eufemismo para referirse al coito (2 Sm 11, 11; Tob 7,10; véase el comentario a 1 Cor 10,6; véase J. B. Bauer, BZ 3 [1959] 94-102). Las personas que se toman como término de comparación indican que la oposición a Pablo tenía su origen en Jerusalén. los hermanos del Señor: El único al que Pablo llama por su nombre es Santiago (Gál 1,19; cf. Mc 3,31; 6,3; Hch 1,14). Cefas: Véase el comentario a 1,12. 6. Bernabé: Véase Gál 2,1.13. Puesto que el monos («único») inicial es sg., Pablo debió de recordar de repente a otro apóstol cuyo modo de actuar reflejaba el suyo propio, el derecho de no trabajar: Pablo emplea cuatro argumentos (vv. 7.8.13.14) para justificar el derecho al apoyo económico. 7. El argumento tomado del sentido común se utiliza también en 2 Tim 2,3-6. 8. al modo humano: Esto califica el argumento del v. 7 de opinión común (véase el comentario a 3,3; cf. C. J. Bjerkelund, ST 26 [1972] 63-100; D. Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism [Londres 1956] 394-400). 9-10. La cita de Dt 25,4 se interpreta siguiendo el principio de que, si Dios cuida de los animales, aún más cuida de los seres humanos (Mt 6,26). 11. La conclusión de los dos primeros argumentos se formula como un quid pro quo (Gál 6,6). 12a. La reciprocidad de la que se acaba de hablar ha sido aceptada de hecho por los corintios. Otros misioneros distintos de Pablo, y opuestos a él (véase el comentario a los vv. 4-5), habían pasado, al menos, por Corinto. 12b. Con el fin de dar valor de testimonio a su entrega y de distinguirse de los charlatanes, que se ganaban bien la vida aprovechándose de la credulidad de los ingenuos (véase A. D. Nock, Conversión [Oxford 1933] 77-98), Pablo se sustentaba trabajando con sus manos (4,12; cf. 1 Tes 2,9).
46 13-15. La estructura es idéntica a la de los vv. 7-12. 13. Argumento basado en la práctica cultural de la antigüedad, tanto judía como pagana. 14. vivan del evangelio: El mandato, que va dirigido a los predicadores y no a sus oyentes, compendia una directriz dada para la misión palestinense (Mc 6,8-9 par.; cf. 1 Tim 5,18). En él encontramos otro indicio del origen de los adversarios de Pablo. 15. no he hecho uso de ninguno de esos derechos: Los argumentos de los vv. 7, 8 y 13 daban a Pablo un privilegio al que él era libre de renunciar, pero la directriz del Señor imponía una obligación. El hecho de que él no la obedeciera indica que, para él, ni siquiera los mandatos del Señor eran preceptos vinculantes (véase el comentario a 7,15). 16. predico: Predicar es la expresión del ser de Pablo como cristiano; no merece, pues, que se le reconozca ningún mérito especial por ello. 17-18a. si predicara por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado. ¿Qué recompensa puede haber en este caso? La idea del v. 16 se expone de nuevo de una manera complicada que ha dado lugar a un amplio debate. 18b. gratuitamente: Pablo contesta a la pregunta con un chiste malo. ¡El salario de quien no tiene derecho a salario alguno es trabajar por nada! no haciendo pleno uso: El vb. compuesto katachraomai (BAGD 420) se utiliza deliberadamente para ocultar una reserva mental, porque mientras Pablo residió en Corinto estuvo recibiendo ayuda económica de Macedonia (2 Cor 11,7-9).
(Dautzenberg, G., «Der Verzicht auf das apostolische Unterhaltsrecht: Eine exegetische Unter.suchung zu 1 Kor 9», Bib 50 [1969] 212-32. Dungan, D. , Sayings of Jesús 3-80. Kasemann, E., NTQT 217-35. Lüdemann, G., Paulus, der Heidenapostel: II. Antipaulinismus im frühen Christentum [FRLANT 130, Gotinga 1983] 105-15. Pesch, W., «Der Sonderlohn für die Verkündiger des Evangeliums», Neutestamentliche Aufsatze [Fest. J. Schmid, ed. J. Blinzler el al., Ratisbona 1963] 199-206. Theissen, G., Social Setting 27-67.)
47 19. Pablo pasa en este momento al tema de la libertad anunciado en el v. 1. libre de todos: No está sometido a las restricciones propias del que depende económicamente de otros, porque él se asegura su propio sustento. 20. como un judío: Cuando se encontraba entre quienes se creían bajo la ley, Pablo se comportaba como un judío, tanto social como religiosamente. Su principio aparece formulado en Gál 4,12. aun no estando bajo la ley: La ley de Moisés no era aplicable a los cristianos. 21. los que están sin ley: La referencia principal apunta a los gentiles, pero el versículo siguiente demuestra que hay también una alusión a los fuertes «sin ley» de Corinto, que proclamaban panta exestin (6,12; 10,23). bajo la ley de Cristo: No se alude con ello a un nuevo código de preceptos (por el contrario, C. H. Dodd, More New Testament Studies [Grand Rapids 1968] 134-48), sino a la ley del amor ejemplificada por Cristo (Gál 6,2). Christou es un gen. objetivo (BDF 167). 22. Me he hecho débil: En 8,13 Pablo se somete a la conciencia de los débiles, para ganar a los débiles: Como se pondrá de manifiesto en 10,23-11,1, también los corazones de los débiles tienen que cambiar, todo a todos: La base de la integridad de Pablo es el amor a las personas concretas, sea cual sea su situación religiosa o social. 23. para ser partícipe del evangelio: Puesto que su ser consiste en ser apóstol (9,16), Pablo sólo puede tener parte en los frutos del evangelio llevándolo a otros. 24-27. Además de subordinarse a las necesidades de los otros, la libertad de Pablo queda restringida por la necesidad de disciplina personal. La conversión no es sino el comienzo de un proceso, proceso que puede quedar interrumpido por el pecado (véase el comentario a 10,1-22). 27. golpeo mi cuerpo: La metáfora boxística no se debe forzar hasta el punto de hacer de Pablo un defensor de las prácticas penitenciales. Para él, el cuerpo no era malo, sino vehículo del compromiso e instrumento del amor. Se debía entrenar para hacerlo más receptivo a las necesidades de los demás que a las propias.
(Bomkamm, G., en StLA 194-207. Broneer, O., «The Apostle Paul and the Isthmian Games», BA 25 [1962] 1-31. Chadwick, H., «»All Things to All Men” (1 Cor ix.22)», NTS 1 [1954-55] 261-75. Pfitzner, V. C„ Paul and the Agón Motif [NovTSup 16, Leiden 1967], Richardson, R, «Pauline Inconsistency: 1 Cor 9:19-23 and Gal 2:11-14», NTS 26 [1979-80] 347-62.)
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Se sigue secuencia del NTG; un apóstol… → Rom 1:1.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R587 Parece que el uso de la preposición tiene un sentido místico en ἐν κυρίῳ (comp. ἐν Χριστῷ).
R1157 La forma οὐχί del negativo tiene un tono un poco más agudo que el simple οὐ (lo cual indica algún énfasis sobre la tercera pregunta).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Tal es la secuencia del NTG.
9.1 g Rom 1:1.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
[1] Se espera que las congregaciones Israelitas provean para sus líderes que trabajan duramente.
[2] “Bajo la Torah” significa guardados por o protegidos por sus cercas de amor. Israel y especialmente el Israel Judío es protegido bajo la cobertura de la Torah de la dominación pagana.
[3] La casa de Judah.
[4] El Israel Efraimita, o Casa de Israel.
[2] Porque vuestra conversión y los dones que habéis recibido del Espíritu Santo prueban mi apostolado.[6] ¿Ganaremos el alimento con nuestras manos y cuidaremos nosotros mismos de nuestra asistencia?[9] Deut 25, 4.[25] Privándose de cuanto puede disminuir la agilidad de su cuerpo.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat