Comentario de 1 Juan 1:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida
RESUMEN: 1 — El testimonio apostólico respecto a la realidad de la estancia en la carne del Verbo de vida, Jesucristo (versículos 1,2). (Los gnósticosFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Lo que era desde el principio. 1Jn 2:13; Pro 8:22-31; Isa 41:4; Miq 5:2; Jua 1:1, Jua 1:2; Jua 8:58; Apo 1:8, Apo 1:11, Apo 1:17, Apo 1:18; Apo 2:8.
lo que hemos oído. 1Jn 4:14; Luc 1:2; Jua 1:14; Hch 1:3; Hch 4:20; 2Pe 1:16-18.
palparon nuestras manos. Luc 24:39; Jua 20:27.
al Verbo de vida. 1Jn 5:7; Jua 1:14; Jua 5:26; Apo 19:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Describe a la persona de Cristo, en quien tenemos vida eterna, y comunión con Dios, 1Jn 1:1-4;
a quien debemos unirnos en santidad de vida, para testificar de la verdad de nuestra comunión y profesión de fe, y también para asegurarnos del perdón de nuestros pecados por la muerte de Cristo, 1Jn 1:5-10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
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PARTE DE LA ARROGANCIA DE LA NATURALEZA HUMANA ES PENSAR que sabemos más que los demás. En esta epístola el apóstol Juan ataca el problema de los falsos maestros que afirmaban tener elevados conocimientos respecto a la deidad y naturaleza de Cristo. Juan contradice sus falsas afirmaciones y recuerda a sus lectores el testimonio ocular relatado por los apóstoles, incluido él mismo. Jesús vino en carne humana, llevó una vida humana, murió y luego resucitó de entre los muertos. Era completamente humano y completamente Dios. Cualquier cosa que enseñaran otras personas era falsa. En esta epístola Juan suena la alarma: no se puede tolerar la enseñanza falsa. Las falsedades llevan a la inmoralidad, y la inmoralidad conduce a la muerte eterna. En contraste, la verdad se demuestra en amor, y el amor lleva a la vida eterna. Para Juan, lo que uno cree verdaderamente importa.
Es muy probable que Juan escribiera esta carta con dos objetivos, uno pastoral y uno polémico. El propósito pastoral era promover la comunión (1Jn 1:3). Pero para que los creyentes tengan verdadera comunión, necesitan entender la verdadera naturaleza de Dios (1Jn 1:5; 1Jn 2:29; 1Jn 4:7, 1Jn 4:8). Así, el propósito pastoral naturalmente conduce al propósito polémico (1Jn 2:26), que era proteger a sus lectores contra las ideas engañosas de los falsos maestros. Si se engañaba a los creyentes con la falsa doctrina, a la larga iban a perder su unidad, la cual sólo es posible en el amor de Cristo. Evidentemente algunos engañadores se introdujeron entre los hermanos (1Jn 2:18, 1Jn 2:19, 1Jn 2:26). Si los creyentes lograban discernir la verdad del error, podrían conservar la unidad en la fe y tendrían la oportunidad de demostrar amor a los demás creyentes (1Jn 3:11). Para Juan, la conducta de una persona era el resultado natural de su creencia.
En conformidad con el propósito de Juan, la comunión domina la primera porción de su carta (1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-27) mientras la seguridad de la salvación domina el resto. Entre los conceptos claves de la epístola están la vida eterna, el conocimiento de Dios y la permanencia en la fe. Además, Juan desarrolla conceptos teológicos en su carta por medio de contrastes específicos, como andar en la luz o en las tinieblas, hijos de Dios o del diablo, vida o muerte, amor o aborrecimiento. Con estos contrastes, Juan intenta trazar una línea clara entre los verdaderos y falsos maestros. Juan le escribe a creyentes que enfrentaban un tipo específico de enseñanza falsa, la contagiosa herejía del gnosticismo antiguo. Escribió la carta para exhortarlos a permanecer en lo que habían oído desde el principio a fin da mantener la comunión con Dios y su amor por los creyentes. En suma, los exhorta a dejar en evidencia delante de todos su fe en Cristo, para que se identifique la doctrina correcta por sus vidas de justicia y el amor de corazón de ellos hacia los demás.
El gnosticismo fue un problema que amenazó a la iglesia en Asia Menor durante el segundo siglo d.C. Era una enseñanza que mezclaba el misticismo oriental con el dualismo griego (que afirmaba que el espíritu es completamente bueno, pero la materia es completamente mala). Esta enseñanza estaba presente en forma seminal en la iglesia durante los últimos años del primer siglo. Hacia mediados del segundo siglo se convirtió en un sistema teológico plenamente desarrollado, que incluía evangelios y epístolas gnósticas. Juan reconoce el peligro del gnosticismo y escribe para contrarrestar su influencia antes que se difunda por las iglesias de Asia Menor. Sobre la base del concepto de que la materia es mala y el espíritu es bueno, algunos gnósticos llegaron a la conclusión de que si Dios era verdaderamente bueno no pudo crear el universo material. En consecuencia, un dios menor tuvo que hacerlo. Según ellos, ese dios menor era el Dios del AT. Las opiniones dualistas del gnosticismo también se reflejaban en la creencia dominante de que Jesús no tenía cuerpo físico. Esta enseñanza llamada docetismo afirmaba que Jesús sólo tenía la apariencia de un cuerpo humano y nunca realmente tuvo dolor ni murió en la cruz.
Otra herejía contra la que escribe Juan en su carta y que confrontó personalmente en Éfeso es el cerintianismo. Enseñaba que Jesús era sólo un hombre sobre quien descendió el «Cristo» en su bautismo, que el Cristo se apartó de Jesús antes de su crucifixión y que así el Cristo espiritual no sufrió realmente ni murió en la cruz por los pecados de la humanidad, sino sólo fue apariencia. Hay diversos indicios de que Juan atacaba estas herejías en su epístola. Nótese el uso de expresiones como «lo que hemos visto con nuestros ojos … y palparon nuestras manos» (1Jn 1:1); «Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en la carne es de Dios» (1Jn 4:2) y «que vino por agua y sangre» (1Jn 5:6). Todas estas frases usan un lenguaje explícito y vívido para describir la encarnación, la verdad de que Jesús es completamente Dios y completamente hombre.
Se entiende que el autor de la carta es Juan, el apóstol amado. Aunque no se identifica en la carta, la similitud en el vocabulario y el estilo de escribir entre este libro y el Evangelio de Juan es un fuerte argumento en favor de que ambos libros fueron escritos por la misma persona. Los escritos de los primeros padres de la iglesia, desde Ignacio a Policarpo, también identifican a Juan como el autor de esta carta. Además, en los primeros versículos de la epístola (1Jn 1:1-4), el autor se identifica como uno de los testigos oculares de la vida terrenal de Cristo, como uno que literalmente vio y tocó al «Verbo de vida». Obviamente esas descripciones son apropiadas para un apóstol y no para un líder eclesiástico de segunda generación. Finalmente, el autor virtualmente se llama a sí mismo apóstol (el «nosotros» tácito de 1Jn 1:1-3; y el expreso de 1Jn 4:14 parecen referirse a los apóstoles).
Aunque algunos sostienen que la epístola se escribió antes de la destrucción de Jerusalén (el año 70 d.C. una fecha más tardía en el primer siglo permite la aparición de las ideas que más adelante resultaron en el gnosticismo, ideas que Juan probablemente ataca en esta carta. Por otra parte, la carta no pudo escribirse más allá de fines del primer siglo, cuando Juan murió. Además, la evidencia de escritores de principios del segundo siglo que conocían la epístola y la citan, demuestra que se escribió con anterioridad. En consecuencia, 1 Juan probablemente se escribió unos pocos años antes de Apocalipsis.
En la determinación de la fecha del escrito hay que tomar en cuenta diversos factores. Primero, el tono del libro y especialmente la actitud del autor hacia sus lectores sugiere a una persona mayor que se dirige a una generación más joven. Segundo, Ireneo indica que Juan vivió en Éfeso y escribió a las iglesias en Asia. Las epístolas de Juan a las iglesias de Asia en Apocalipsis (Apo 2:3) sustancian el comentario de Ireneo. Es natural concluir que 1 Juan se dirige a los mismos creyentes. Tercero, Pablo visitó Éfeso varias veces entre el 53 y 56 d.C. y usó la ciudad como centro de sus esfuerzos evangelísticos. Timoteo estaba en Éfeso con Pablo hacia el año 63 d.C. y todavía estaba allá cuando le escribió en el año 67. No hay indicios de que Juan y Timoteo estuvieran en Éfeso al mismo tiempo, en consecuencia Juan debió visitar Éfeso después de la partida de Timoteo. Esto daría para la carta una fecha después del año 67 pero anterior al año 98 d.C. Es razonable una fecha alrededor del año 90.
Bosquejo
I. Introducción: el mensaje de vida eterna 1Jn 1:1-4
II. Principios fundamentales 1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-11
A. Principios para la comunión con Dios 1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-2
B. Principios para el conocimiento de Dios 1Jn 2:3-11
III. Propósito de la carta 1Jn 2:12-27
A. Motivación de Juan para escribir la carta 1Jn 2:12-14
B. Amor al mundo o amor a Dios 1Jn 2:15-17
C. El anticristo niega que Jesús es el Cristo 1Jn 2:18-23
D. Permanencia en la Palabra de Dios 1Jn 2:24-27
IV. La justicia de Dios 1Jn 2:28-29; 1Jn 3:1-24; 1Jn 4:1-6
A. Vida justa y permanencia en Dios 1Jn 2:28-29; 1Jn 3:1-3
B. Dos clases de personas: los justos y los pecadores 1Jn 3:4-9
C. Dos familias: hijos de Dios e hijos del diablo 1Jn 3:10-15
D. Amor y obediencia: un indicador de pertenecer a Cristo 1Jn 3:16-23
E. Confesión ortodoxa: un indicador de pertenecer a Cristo 1Jn 3:24; 1Jn 4:1-6
V. El amor de Dios 1Jn 4:7-21; 1Jn 5:1-13
A. Amor: indicador de una relación con Dios 1Jn 4:7-16
B. Amor maduro y seguridad de salvación 1Jn 4:17-19
C. La relación entre el amor a Dios y el amor hacia los demás 1Jn 4:20-21; 1Jn 5:1-5
D. Testimonio del Padre acerca de Jesús: 1Jn 5:6-13
VI. Epílogo: Oración y conocimiento 1Jn 5:14-21
A. La seguridad produce confianza y preocupación en la oración 1Jn 5:14-17
B. Conocimiento apropiado 1Jn 5:18-20
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Estos versículos muestran semejanzas con el prólogo del Evangelio de Juan (Jua 1:1-18). Sin embargo, mientras el Evangelio de Juan enfatiza la naturaleza metafísica de Jesús, el Verbo, estos versículos ponen énfasis en la experiencia personal de los apóstoles con la Palabra encarnada. El recuerdo de Jesús estaba impreso en la mente de Juan mientras meditaba en los treinta y un años y medio que él y los otros discípulos estuvieron con el Señor. Ahora quería asegurarse de que las iglesias a su cargo disfrutaran de la comunión con el Señor resucitado y con los demás discípulos. Los versículos 1Jn 1:1 al 1Jn 1:4 también introducen el mensaje del libro. El prólogo contiene un propósito que se declara en el (v. 1Jn 1:3), el cual algunos consideran que controla el mensaje de la epístola y hace que la comunión sea el tema central que trata Juan. Por contraste, muchos estudiosos ven a 1Jn 5:13 como la declaración del propósito de la epístola, poniendo énfasis en la necesidad de creer en Cristo para la vida eterna. En realidad, ambos objetivos se tratan en la epístola.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Lo que puede referirse a
(1) la revelación sobre Cristo,
(2) las enseñanzas de Cristo,
(3) la vida eterna manifestada por Cristo, o
(4) Al propio Cristo. Las palabras oído, visto, contemplado y palpado indican que el propio Cristo es el probable sujeto.
el principio puede referirse a la creación o al principio del ministerio de Cristo. Si se trata de la creación, es como la declaración sobre Cristo y la creación en el evangelio (Jua 1:1). Si embargo, el contexto hace que sea posible que la referencia sea el principio del ministerio de Cristo, similar a 1Jn 2:7, 1Jn 2:24; 1Jn 3:11. El nosotros que se sobreentiende es probablemente una referencia a los apóstoles.
El Verbo de vida se puede referir a Jesús, quien es el Verbo (Jua 1:1) y la vida (Jua 14:6), o posiblemente al mensaje del evangelio y todo lo que dice sobre la vida eterna. Con seguridad, la referencia es a Jesús, El Verbo que da vida. Esta vida es un regalo de Dios, un regalo que no se puede ganar ni se nos puede arrebatar.
PARA VIVIRLO
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Libres de la culpa
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A nadie le agrada sentirse culpable. Como un huésped no deseado, la culpa se manifiesta en el peor momento y no se aleja, sin importar cuanto lo deseemos. Pero la verdad es que necesitamos de la culpa. Es la única respuesta apropiada a cualquier ofensa, ya sea un pensamiento egoísta o un asesinato premeditado. Hasta un no creyente quiere que el ladrón sienta remordimientos ante su robo. ¿Por qué? Porque así debe ser. La culpa expone la verdad que deseamos evitar: todos hemos pecado. Juan lo expresa así: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros» (1Jn 1:8).
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Pero Juan no nos deja con este sombrío cuadro de nosotros mismos. Al contrario, enseguida nos presenta un glorioso retrato de un Dios que perdona. Este es nuestro único anhelo: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia» (1Jn 1:9). La culpa hace más que tan sólo divulgar las malas noticias; abre la puerta al perdón. El progreso, el cambio, la reforma y, lo que es más importante, el perdón de Dios, todos parten de la confesión.
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La confesión obra en contra de la peor parte de la naturaleza humana, la parte que se imagina ella misma que es mejor de lo que realmente es. Qué persona no ha sentido: «Yo no soy perfecto, pero no soy tan malo como mi vecino». Este modo de pensar impide siempre la confesión; prefiere ignorar o aliviar los sentimientos de culpa antes que admitirlos. Pero sólo la libre confesión de nuestros pecados nos limpiará completamente. Sólo cuando admitamos que somos pecadores, indignos de la gracia de Dios, podremos empezar de nuevo.
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C.S. Lewis dijo que «ningún hombre sabe lo malo que es hasta después de mucho tratar de ser bueno». Asimismo, no podemos saber cuánto necesitamos la libertad hasta que tratemos de deshacernos de nuestra carga de pecados. Pero el perdón de Dios nos liberará para comenzar de nuevo en la senda de la justicia.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Introducción a 1 Juan
Bosquejo
Introducción (1Jn 1:1-4)
I. Comunión con Dios (1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-28)
A. Los principios de la comunión con Dios (1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-2)
1 No hay ningunas tinieblas » en Dios (1Jn 1:5)
2. No hay comunión en las tinieblas (1Jn 1:6)
3. Comunión en la luz (1Jn 1:7)
4. Comunión en la limpieza del pecado (1Jn 1:8-10; 1Jn 2:1-2)
B. La manifestación de la comunión con Dios (1Jn 2:3-28)
1. Obediencia1 (1Jn 2:3-5)
2. Semejanza a Cristo (1Jn 2:6)
3. Amor (1Jn 2:7-11)
4. Separación del mundo (1Jn 2:12-17)
5. Fidelidad a la verdad (1Jn 2:18-28)
II. Hijos de Dios (1Jn 2:29; 1Jn 3:1-24)
A. Características de los hijos de Dios (1Jn 2:29; 1Jn 3:1-18)
B. Confianza de los hijos de Dios (1Jn 3:19-24)
III. Espíritu de verdad (1Jn 4:1-6)
A. Reconocer el espíritu de error (1Jn 4:1; 1Jn 4:3; 1Jn 4:5)
B. Afirmar el Espíritu de verdad (1Jn 4:2; 1Jn 4:4; 1Jn 4:6)
IV. Amor de Dios (1Jn 4:7-21; 1Jn 5:1-3)
A. Origen divino del amor (1Jn 4:7-10)
B. Respuesta apropiada al amor de Dios (1Jn 4:11-13; 1Jn 4:19-21)
C. Permanecer en el amor de Dios (1Jn 4:14-16)
D. Perfección del amor (1Jn 4:17-18)
E. Obediencia del amor (1Jn 5:1-3)
V. Promesas de Dios (1Jn 5:4-20)
A. Victoria sobre el mundo (1Jn 5:4-5)
B. Integridad del evangelio (1Jn 5:6-10)
C. Vida eterna en su Hijo (1Jn 5:11-13)
D. Respuestas a la oración (1Jn 5:14-17)
E. Tres grandes certezas (1Jn 5:18-20)
Conclusión (1Jn 5:21)
Autor : Juan
Tema : Verdad y justicia
Fecha : 8595 d.C.
Trasfondo
Hay cinco libros en el NT que se asocian con el nombre de Juan: un evangelio, tres epístolas y el libro de Apocalipsis. Aunque Juan no se identifica por nombre en esta epístola, los testigos del siglo II (e.g., que fue escrita por el apóstol Juan, uno de los doce apóstoles originales de Jesucristo. Las grandes semejanzas en estilo, vocabulario y temas entre Juan y el Evangelio según San Juan verifican el testimonio digno de confianza del cristianismo primitivo de que el apóstol Juan escribió ambos libros (véase introducción al Evangelio según San Juan).
No se designa a los destinatarios de esta epístola. No hay saludos ni mención de personas, lugares ni acontecimientos en el texto. La explicación más probable de esa forma poco común es que Juan escribió desde su residencia de Éfeso a unas iglesias de la provincia de Asia Menor sobre las que tenía responsabilidad apostólica R (cf. Apo 1:11). Como las congregaciones tenían un problema común y necesidades parecidas, Juan les escribió esta epístola como circular y la envió con un emisario, así como sus saludos.
El principal asunto de esta epístola es el problema de la falsa enseñanza sobre la salvación en Cristo y su operación en el creyente. Ciertas personas asociadas anteriormente con los lectores se habían alejado de las congregaciones (1Jn 2:19); pero los resultados de sus falsas enseñanzas tergiversaban todavía el evangelio en el sentido de «saber» que tenían vida eterna. En cuanto a la doctrina, su herejía negaba que Jesús fuera el Cristo (1Jn 2:22; cf. 1Jn 5:1) o que Cristo hubiera venido en cuerpo humano (1Jn 4:2-3); en lo ético, ensenaban que la obediencia a los mandamientos de Cristo (1Jn 2:3-4; 1Jn 5:3) y la vida santa separada del pecado (1Jn 3:7-12) y del mundo (1Jn 2:15-17) no eran necesarios para la fe salvadora (cf. 1Jn 1:6; 1Jn 5:4-5).
Propósito
El propósito de Juan al escribir esta epístola era doble:
(1) poner al descubierto y rechazar los errores éticos y doctrinales de los falsos maestros, y
(2) exhortar a sus hijos espirituales a seguir una vida en santa comunión con Dios en verdad y justicia, en pleno gozo (1Jn 1:4) y seguridad (1Jn 5:13) de vida eterna, por la fe obediente en Jesucristo, el Hijo de Dios (1Jn 4:15; 1Jn 5:3-5; 1Jn 5:12), y por la permanente presencia del Espíritu Santo (1Jn 2:20; 1Jn 4:4; 1Jn 4:13). Algunos creen que también era una epístola que acompañaba al Evangelio según San Juan.
Visión panorámica
La fe y la conducta se entretejen de modo inseparable en esta epístola. Los falsos maestros, a quienes Juan llama «anticristos» (1Jn 2:18-22), se alejaban de la enseñanza apostólica sobre Cristo y la vida justa. Como 2 Pedro y Judas, 1 Juan rechaza con energía y condena a los falsos maestros (e.g., 1Jn 2:18-19, 1Jn 2:22-23; 1Jn 2:26; 1Jn 4:1; 1Jn 4:3; 1Jn 4:5) con sus creencias y conducta destructivas.
Desde el punto de vista positivo, 1 Juan expone las características de la verdadera comunión con Dios (e.g., 1Jn 1:3-10; 1Jn 2:1-2) y revela cinco pruebas específicas por las cuales los creyentes pueden conocer con seguridad que tienen vida eterna:
(1) La prueba de la verdad apostólica sobre Cristo (1Jn 1:1-3; 1Jn 2:21-23; 1Jn 4:2-3; 1Jn 4:15; 1Jn 5:1; 1Jn 5:5; 1Jn 5:10; 1Jn 5:20);
(2) la prueba de una fe obediente que guarda los mandamientos de Cristo (1Jn 2:3-11; 1Jn 5:3-4);
(3) la prueba de la vida santa, es decir, volverse del pecado a la comunión con Dios (1Jn 1:6-9; 1Jn 2:3-6; 1Jn 2:15-17; 1Jn 2:29; 1Jn 3:1-10; 1Jn 5:2-3);
(4) la prueba del amor a Dios y a los demás creyentes (1Jn 2:9-11; 1Jn 3:10-11; 1Jn 3:14; 1Jn 3:16-18; 1Jn 4:7-12; 1Jn 4:18-21); y
(5) la prueba del testimonio del Espíritu (1Jn 2:20; 1Jn 2:27; 1Jn 4:13; 1Jn 5:7-12). Juan llega a la conclusión de que las personas pueden saber con seguridad que tienen vida eterna (1Jn 5:13) cuando es evidente en su vida el fruto de esas cinco pruebas.
Características especiales
Son cinco las principales características de esta epístola.
(1) Define la vida cristiana empleando términos contrastantes y, al parecer, sin admitir términos medios entre la luz y las tinieblas, la verdad y la mentira, la justicia y el pecado, el amor y el odio, el amor a Dios y el amor al mundo, los hijos de Dios y los hijos del diablo.
(2) Cabe destacar que es el único escrito del NT que habla de Jesús como abogado (gr. parakletos) ante el Padre cuando el creyente sincero peca (1Jn 2:1-2; cf. Jua 14:16-17; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:7-8). Su mensaje se apoya casi todo en el testimonio apostólico y no en la revelación anterior del AT; no hay referencias a las Escrituras del AT.
(4) Puesto que presenta la cristología en conexión con la refutación de cierta herejía, se enfoca en la encamación y la sangre (i.e., la cruz) de Jesús sin mencionar con claridad su resurrección.
(5) Su estilo es simple y repetitivo cuando emplea ciertas palabras y expresiones como luz, verdad, creer, permanecer, conocer, amar, justicia, testimonio, nacido de Dios y vida eterna.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 1.
Introducción.
C omienza la 1 Jn con un prólogo en el que se expone el objeto de la epístola. El autor sagrado quiere hablar a los cristianos del misterio de Jesucristo, que se hizo hombre y vino al mundo para dar a los hombres la vida eterna. San Juan mismo fue testigo de la manifestación del Verbo en el tiempo, y ahora quiere dar testimonio de ese acontecimiento extraordinario para que los fieles puedan participar más plenamente de la comunión con Cristo.
Testimonio sobre el Verbo, principio y fuente de vida, 1:1-4.
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida, – 2 porque la vida se ha manifestado y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó -, 3 lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros. Y esta comunión nuestra es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos esto para que sea completo vuestro gozo.
El prólogo de esta epístola es solemne y majestuoso como el del cuarto evangelio y tiene estrecho contacto con él. El pensamiento central de ambos prólogos – la encarnación del Verbo – es el mismo. También presentan semejanzas en cuanto al fondo y a la forma. Ambos prólogos designan a Cristo con el nombre de Verbo = Logos; ambos comienzan con la expresión al principio; en los dos se da mucha importancia a la vida.
El autor sagrado, contrariamente a la costumbre de los antiguos y de los escritores del Nuevo Testamento, comienza su carta prescindiendo del saludo. También omite su nombre y título, como sucede en el cuarto evangelio, pero afirma su carácter de testigo de la manifestación del Verbo. El comienzo ex abrupto da a esta epístola la traza de una homilía.
La introducción de la 1 Jn constituye un evidente paralelo del prólogo del cuarto evangelio. Presenta de modo más sucinto la misma teología. El autor sagrado quiere hablar de Jesucristo como Verbo de Dios, el cual se encarnó por amor a los hombres. Vino al mundo con el fin de procurar la vida eterna a la humanidad. El apóstol va a revelar ahora a sus lectores este gran misterio. Lo que era desde el principio (v.1). El pronombre neutro lo que (quod = Vulgata) designa la persona del Verbo, y será precisado poco después con las palabras el Verbo de vida. San Juan ha querido designar al Hijo de Dios por medio de un giro impersonal y abstracto, porque la persona del Verbo desborda los estrechos moldes de las categorías humanas. Para el discípulo amado la existencia sin principio ¿el Verbo era (ην) siempre actual.
Evidentemente, San Juan alude a las primeras palabras del cuarto evangelio 2: “Al principio era el Verbo.” El autor sagrado comienza afirmando la eternidad del Verbo, para pasar en seguida a afirmar la divinidad de Jesucristo. El Verbo invisible de Dios se hizo visible un día tomando carne humana. Los apóstoles pudieron verlo, oírlo, palparlo y tratarlo con íntima familiaridad. La elección y gradación de estos verbos debe ser consciente y está llena de sentido. La encarnación y aparición del Verbo en figura humana es una extraordinaria revelación que Dios ha hecho a los hombres. Los apóstoles le siguieron y oyeron sus palabras de vida, creyendo firmemente en su divinidad.
San Juan expresa la gran familiaridad que acompañaba al trato cotidiano que tenían los discípulos con el Maestro, afirmando: nuestras manos palparon al Verbo de vida, es decir, al Logos 3, a la segunda persona de la Santísima Trinidad, en la cual estaba la vida4, que es comunicada a los hombres. Posiblemente San Juan se refiere a situaciones determinadas en que merecieron ver y tocar de una manera muy especial a Jesucristo 5.
Teniendo en cuenta el paralelo del prólogo del cuarto evangelio, la expresión Verbo de vida no se ha de interpretar de la palabra viviente, es decir, del Evangelio, sino del Verbo, persona divina. Se trata del Logos preexistente y eterno, que se encarnó por amor a los hombres.
A continuación el autor sagrado introduce un paréntesis (v.2) para explicar cómo ha podido ver, oír y tocar al Verbo de vida. La Vida se ha manifestado en forma sensible en el Verbo encarnado y resucitado, con el cual habían convivido los apóstoles. Las palabras de la 1 Jn son como un comentario del prólogo del cuarto evangelio, en donde se dice que “en el Verbo estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”6 Esta vida es la vida misma de Dios, de la divinidad poseída por el Verbo, descrita aquí como vida7, que se manifestó en la encarnación para comunicarse a los hombres por la gracia y luego por la gloria. El Padre es la fuente de la vida y la posee sin limitaciones. El Hijo nos revela esa vida y nos la comunica 8.
El concepto de Vida eterna usado por San Juan para describir la divinidad debía de ser mucho más comprensible para sus lectores que el concepto abstracto de “ser perfectísimo,” preferido por los filósofos. La palabra Vida es uno de los términos favoritos de San Juan, que emplea frecuentemente tanto en las epístolas como en el evangelio 9.
Cristo, al encarnarse, nos manifestó el misterio hasta entonces oculto de la verdadera Vida, que sólo se encuentra en Dios. El Verbo fue la más auténtica manifestación de la esencia oculta de Dios. Pero el Logos se manifestó no únicamente a través de las palabras, sino sobre todo por medio de hechos, de obras, que descubren de un modo especial algo de lo que es la esencia divina 10.
Los apóstoles tuvieron la dicha de ver la manifestación de la vida divina. Por eso dan testimonio de esa verdad, para producir y reafirmar en los fieles la fe en la vida eterna (v.2). Cristo es llamado aquí explícitamente la vida eterna en cuanto que es el portador de esa vida divina y, al mismo tiempo, el Mediador de esa vida para comunicarla a los hombres. El Verbo es la vida eterna que estaba en el Padre, y se manifestó a los hombres en la persona de Jesús. La vida eterna tiene, pues, un sentido personal, lo mismo que en el v.1 el Verbo de vida.
San Juan, después del paréntesis en el que ha explicado cómo ha podido ver y oír al Verbo, vuelve a hablar de la realidad misteriosa de la divinidad de Cristo: lo que hemos visto y oído, es decir, el Verbo encarnado, os lo anunciamos (v.3). San Juan insiste sobre esto porque quiere que sus lectores tengan una fe firme en esta verdad negada por los falsos profetas. La fe en la divinidad de Jesucristo hará a los fieles participantes de la vida divina y les reunirá en una misteriosa comunión vital. De este modo los que no le han visto, ni oído, ni tocado participarán también del gran beneficio que nos ha traído Cristo, o sea la unión con Dios. El apóstol escribe no para conseguir la comunión 1J que ya posee, sino para hacer participantes a sus lectores de la experiencia de los que vivieron con Cristo, con el fin de introducirlos en el corazón de la unidad cristiana, en la comunión con el Padre y el Hijo. Los apóstoles son el trámite por el cual los fieles pueden conseguir la comunión con las personas divinas.
Tener comunión con Dios significa participar de los bienes divinos, de Dios mismo, mediante la participación de la naturaleza divina por ja gracia 12. Pero el cristiano ha de tener también comunión con el Hijo de Dios, Jesucristo, pues la unión con el Padre sólo se puede alcanzar por medio de su Hijo.
El autor sagrado afirma claramente que Jesucristo es el Hijo de Dios. De esta manera se proclama la igualdad y distinción entre el Hijo y el Padre, verdades que tendrán mucha importancia en las luchas cristológicas posteriores.
La comunión de los cristianos con Dios es, al mismo tiempo, una comunión entre ellos mismos, porque, estando unidos al Padre y al Hijo, los fieles están unidos entre ellos, están animados por la misma vida. Esta comunión será expresada bajo diferentes formas: el cristiano permanece en Dios y Dios en él 13, ha nacido de Dios 14, es de Dios 15, conoce a Dios 16. Al Padre llegamos por el Hijo. Y la comunión con el Padre y con el Hijo supone el acuerdo y la unión con los apóstoles, es decir, con la jerarquía y con toda la Iglesia. Por eso afirmaba San Beda el Venerable que, para obtener la comunión con Dios, es necesario conservar la unión con los apóstoles y sus sucesores. Y San Cipriano escribía por su parte: “No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre.”17
Sin la comunión de los fieles con Dios y la unión con los apóstoles, la alegría de San Juan sería incompleta (v.4) 18. La alegría más grande del apóstol consiste en difundir la gracia del Evangelio y en hacer vivir las almas en la comunión íntima y vital con Dios, fuente de todo gozo. Y esta alegría redunda ante todo en gozo personal suyo al saber que los fieles están íntimamente unidos a Dios 19. San Juan expresa en el v.4 la alegría del apostolado. Su alegría proviene de la comunión de los fieles con Dios y entre sí; es, por consiguiente, análoga a la que Cristo experimenta en su unión con el Padre 20.
Primera parte: el Cristiano ha de caminar en la Luz, 1:5-2:28.
San Juan explica a continuación a los fieles en qué condiciones pueden permanecer en comunión con el Padre y el Hijo. Y desarrolla este tema bajo la imagen del caminar en la luz. Primeramente enuncia un principio general: es necesario caminar en la luz (1:5-7); después añade cuatro condiciones prácticas (1:8-2:2; 2:3-11; 2:12-17; 2:18-28), que examinaremos más tarde.
Principio: Es necesario caminar en la luz, 1:5-7.
5 Este es el mensaje que de El hemos oído y os anunciamos, que Dios es luz y que en El no hay tiniebla alguna. 6 Si dijéremos que vivimos en comunión con El y andamos en tinieblas, mentiríamos y no obraríamos según verdad. 7 Pero si andamos en la luz, como El está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado.
El mensaje que San Juan ha recibido del Verbo es que Dios es luz (ν.ζ). Con esto no intenta darnos una definición filosófica de Dios, sino que pretende designarlo en un aspecto que cuadra perfectamente a su intento. Esta definición de Dios se asemeja a aquellas otras: Dios es amor 21, Dios es espíritu 22. El apóstol lo enuncia como una nueva revelación. Sin embargo, la idea de que Dios es luz y de que el Mesías es la luz de las naciones es ya conocida en el Antiguo Testamento 23. La luz es el símbolo de la gloria y de la majestad de Dios Padre. En los Evangelios es también empleado para designar a Cristo 24, que tuvo como misión el disipar las tinieblas del error y del pecado. San Juan dice de El que era la luz verdadera que. ilumina a todo hombre25. La luz se manifiesta en Cristo, que es el resplandor de la gloria del Padre, y a su vez resplandece en la revelación cristiana 26.
Si San Juan presenta la idea de que Dios es luz como una nueva revelación, la razón hay que buscarla en la acepción profunda en que toma dicho concepto. Al decir Dios es luz, quiere expresar la suma perfección de Dios, que excluye todo lo que puede suponer imperfección, tinieblas. Porque Dios es espíritu puro, inteligencia perfecta, fuente de la luz y de la verdad que ilumina a los hombres y los conduce a la vida divina.
La idea de que Dios es luz ha de entenderse – como se deduce del contexto – en un sentido más bien moral que intelectual: la luz permite ver la senda por donde se camina, para no apartarse de los caminos de Dios 27. Una luz puramente intelectual sirve poco para caminar hacia la santidad y la perfección cristianas.
San Juan corrobora la misma idea de que Dios es luz por un segundo miembro de paralelismo antitético: Y en El no hay tiniebla alguna. Del mismo modo que la luz es símbolo de la verdad y del bien, las tinieblas son el símbolo del error y del mal 28. El pecado es obra de las tinieblas 29.
Tinieblas, en lenguaje joánico, significa ausencia de verdad y de bondad moral, predominio del error y del pecado 30. La lucha entablada entre la luz y las tinieblas es una idea característica de San Juan. Pero el discípulo amado no admite el dualismo ontológico de los persas o de los gnósticos, sino que acentúa la absoluta superioridad de Dios sobre el mal 31.
Si en Dios no puede haber tinieblas, por ser la luz y la verdad rnisma, el que vive en comunión con El (v.6) no puede caminar en tinieblas 32. El pretender poseer la comunión con Dios y caminar, al mismo tiempo, en tinieblas es un contrasentido, una cosa imposible. Y el que se atreva a decirlo, miente. Porque la verdad no está unida jamás a las tinieblas. Una vida de pecado no puede conducir, de ninguna manera, a la unión con Dios.
Andar en tinieblas y no hacer la verdad son dos expresiones hebraicas que repiten y subrayan, siguiendo el paralelismo semítico, el mismo concepto. La verdad se opone a la mentira, a las tinieblas y el mal. Obrar la verdad es amoldar nuestra vida y conducta a las normas del Evangelio; es cooperar con Dios, que obra en nuestra alma 33; es, en definitiva, imitar a Cristo, siguiendo fielmente la doctrina que El nos enseñó 34.
Los documentos de Qumrán hablan igualmente de caminar en la luz y en las tinieblas, del espíritu de error y del espíritu de verdad 35.
San Juan parece que quiere reaccionar – como se verá por el resto de la epístola – contra algún error doctrinal que consideraba el pecado como cosa indiferente. En los capítulos 2-4 nos habla el apóstol de ciertos herejes que participaban tranquilamente en las orgías de los cultos paganos por creerse investidos de una gnosis o conocimiento superior a la doctrina cristiana que les garantizaba la impunidad. De los gnósticos provenían probablemente los valen-tinianos, que en el siglo n presumían de ser espirituales por naturaleza, y, en consecuencia, no necesitaban seguir una buena conducta 36.
A caminar en las tinieblas opone el apóstol el andar en la luz (v.7). Caminar en la luz 37 es llevar una vida buena y santa. Dios es luz 38 y está siempre en la luz; por eso, nosotros debemos caminar también en la luz 39. Por el hecho de ser Dios luz y amor40, el que está unido a El no podrá menos de llevar una vida de luz y de amor, guardando sus preceptos, especialmente el del amor fraterno41. Participando de la luz, participamos de la vida de Dios y nos unimos a El, al mismo tiempo que nos unimos a los demás fieles. Para la comunión con Dios es indispensable la comunión con los fieles que creen en Jesucristo y observan sus palabras. Porque, si los cristianos están unidos entre sí, es gracias a la participación que tienen en la vida del Padre. La unión mística con Dios y entre los fieles es la consecuencia del caminar en la luz. San Juan insiste en esta idea para oponerse a los herejes, que se gloriaban de una unión personal e inmediata con Dios.
En el v.3 ya nos ha hablado San Juan de la unión saludable con Dios y con Jesucristo mediante la comunión previa de los fieles con los apóstoles. Para tener comunión con Dios hace falta antes tener comunión con los fieles. “La comunión eclesiástica – dice A. Charue -, asegurada por la fidelidad de todos a las mismas directrices, es la condición y la prenda de la obra auténtica de la gracia en los fieles”42. Cuando los fieles mantienen esta comunión, entonces la sangre redentora de Jesús tiene su plena eficacia, sobre los cristianos. La sangre derramada en sacrificio expiatorio sobre el Calvario nos purifica de todo pecado. Se trata de la purificación cada día más íntima de las almas que caminan en la luz, pero que no logran evitar todo pecado. El cristiano tiene necesidad de una purificación constante de las malas inclinaciones y de los pecados actuales que continuamente comete. Jesucristo, derramando su sangre en la cruz, satisface por nuestros pecados y nos merece su perdón43.
La importancia de la sangre de Cristo en la obra de la salvación parece haber impresionado vivamente a San Juan. En el Apocalipsis ensalza el poder expiatorio de la sangre del Cordero inmolado por los hombres44.
El apóstol, probablemente, se vio obligado a insistir sobre el misterio de la sangre redentora, porque herejes como Cerinto le negaban toda eficacia salvadora, ya que enseñaban que Jesús no era Dios. San Juan afirma categóricamente que es la sangre del Hijo de Dios, porque, al hacerse hombre y tomar la naturaleza humana, a causa de la unidad de persona, se puede llamar con razón sangre del Hijo de Dios45. De aquí procede su eficacia expiatoria y salvadora.
Romper con el pecado, 1:8-2:2.
8 Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le desmentimos y su palabra no está en nosotros. O i Mijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. 2 El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.
El apóstol, que ha dicho que la sangre de Cristo nos purifica de todo pecado, quiere ahora mostrar que todos tenernos necesidad de purificación. Ciertos herejes o algunos miembros descarriados de la Iglesia debían de sostener que no cometían pecados. Los gnósticos, sobre todo, se dejaban llevar de una orgullosa autosuficiencia y afirmaban que el creyente que llegaba a la gnosis no pecaba. 48.
A esos pretenciosos declara San Juan que quienquiera que tal piense no está guiado por la verdad, sino que es víctima del propio engaño. Nadie puede afirmar que está libre de pecado. La universalidad del pecado es una doctrina que se encuentra ya en el Antiguo Testamento47 y es reafirmada en el Nuevo Testamento48 y definida por el concilio de Trento 49.
Parece ser que San Juan se refiere – como se deduce del contexto (v.9) – a pecados personales, actuales, graves o leves, todavía no perdonados. Aún no han sido perdonados porque hay que confesarlos, y son pecados personales y actuales por el hecho de que todos caemos en muchos pecados50. El concilio Milevitano II da la interpretación de los v.8 y 9 contra los pelagianos, declarando excomulgado al que interpreta las palabras de San Juan simplemente como una expresión de humildad y no como la afirmación de una verdad51.
El que realmente pretenda no tener pecado, se engañará a sí mismo y la verdad no estará en él (v.8). La autosuficiencia lleva también al autoengaño. Al pretender ser impecables, nos seducimos, nos engañamos a nosotros mismos. Y al obcecarnos no podremos ver la verdad.
En lugar de negar los pecados hay que reconocerlos y confesarlos (v.9). De la misma manera que en la epístola de Santiago52, también aquí parece referirse San Juan a una práctica de confesión en uso entre los judíos, corno lo fue también muy pronto entre los cristianos 53. Muchos autores han querido ver en este versículo de la 1 Jn una alusión a la confesión sacramental, ya que es el mismo San Juan quien recuerda el poder de perdonar los pecados conferido a los apóstoles 54. Existiría entre nuestro pasaje y el texto evangélico un paralelo verbal evidente. Según esto, se podría ver aquí una alusión a la confesión sacramental, pues San Juan sabía que los apóstoles habían recibido el poder de perdonar los pecados.
Sin embargo, la exégesis antigua (Teofilacto, Ecumenio, San Agustín, San Beda) ha visto aquí únicamente la acusación humilde e interior de los pecados delante de Dios55. El concilio Tridentino, al hablar de la institución del sacramento de la penitencia, aduce 1Jn 1:9 junto con Stg 5:16, pero sin definir el sentido exacto de los textos 56. A partir del siglo XVII, muchos teólogos, siguiendo a San Roberto Belarmino, han visto en este versículo de la 1 Jn una mención de la confesión sacramental. Esto tal vez sea precisar demasiado y dar al pensamiento de San Juan más de lo que en realidad contiene. Probablemente sería más exacto decir que el apóstol afirma la necesidad de confesar nuestros pecados, pero sin especificar el dónde y cómo.
Dios otorga el perdón de los pecados a aquel que sincera y humildemente pide perdón, porque Dios es fiel y justo. Es decir, Dios se muestra justo, porque sus sentencias son siempre justas 57; y es fiel, porque siempre cumple lo prometido 5S. Dios es misericordioso para con el que llora sus pecados y, al mismo tiempo, muestra su justicia al dar a cada uno lo merecido. Dios desea que confesemos nuestros pecados para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. Esta es la intención misericordiosa de Dios. Este perdón nos ha sido conseguido por la sangre redentora de Cristo59.
Todos somos pecadores e incurrimos continuamente en pecados aun después de la justificación. Decir lo contrario sería tratar a Dios de mentiroso (v.10), pues repetidas veces se afirma en la Sagrada Escritura que el hombre es pecador60. El hombre que no se reconoce culpable se priva de la luz que le comunicaría la palabra de Dios, la enseñanza divina del Evangelio, que es la que confiere al alma la verdad y la hace verdaderamente libre61. El apóstol se refiere a toda clase de pecados actuales.
1Jn 1:1-18. – 2Jn 1:1 :1. – 3 El término Logos era ya bien conocido por los fieles y formó parte de la catequesis primitiva antes de ser consignado en la Sagrada Escritura. Sobre el origen del Logos, cf. M. J. lagrange, évangile selon Saint Jean7 (París 1947) p.CLXXIII. – 4 Cf. Jua 1:4; Jua 11:25; Jua 14:6. – 5 El verbo contemplamos (έ3εασάμε3α) tal vez se refiera a ciertos momentos en que San Juan vio a Cristo de un modo más elevado (cf. Mat 17:1-13; Mar 9:1-13; Luc 9:28-36; Jua 1:14. 34; Hec 1:11). El tocar parece una alusión al caso de Tomás (Jua 20:27), ° al momento en que Jesús les dice: “Palpad” (Lev 24:39). – 6 Jn 4 – 7 1Jn 5:20. – 8 Jua 5:26. – 9 El término vida es empleado 37 veces en el cuarto evangelio y 13 veces en las epístolas joánicas. A propósito de la literatura acerca del concepto de vida en San Juan, cf. J. Bonsirven, építres de Saint Jean, en Verbum Salutis 9 (París 1936) p.77-?8; J. B. Frey, Le concept de “Vie” dans l’évangile de St. Jean: Bi i (1920) 37-58.211-239; B. Bardessono, La “vita eterna·” in S. Giovanni: DivThom (Piacenza) 39 (1936) 15-34-1 13-142; J. Vosté, Studia loannea (Roma 1930) ρ-30-100. – 10 El verbo φανερουν = “se ha manifestado,” en los escritos joámcos, designa una revelación por medio de hechos principalmente (Jua 2:11; Jua 2:17.6; 1Jn 4:9). – 11 El “ut. societas nostra sit cum Patre” de la Vulgata parece querer significar que ban Juan escribe para tener la comunión con las personas divinas. Es mejor comenzar un nuevo período con και ή κοινωνία y sobrentender εστίν. Cf. S. Muñoz Iglesias, Concepto bíblico de κοινωνία:SemBiEsp – 12 2Pe 1:4. Cf. F. J. Rodríguez Molero, Epístolas de San Juan, en La Sagrada Escritura Nuevo Testamento III (BAC, Madrid 1962) p.353 – 13 (Madrid 1954)p.211ss; H. Seesemann, Der Begrifjκοινωνία im N.T.: Suppl. – 14 de ZNTW (Giessen 1933)· – 15 1Jn 2:5.6.24.27; 1Jn 3:6.24; 1Jn 4:12.13.15. – 16. 1Jn 2:29; 1Jn 3:9; 1Jn 4:7; 1Jn 5:1.1 – 17 De unitate Ecclesiae: PL 4:508. – 18. 1Jn 2:16; 1Jn 3:10; 1Jn 4:4.6; 1Jn 5:19. 1 Mn 2:3.13-14; 3:6; 4:7-8. Hay dos lecturas en los Mss: unos tienen vuestro, otros nuestro. Los códices crieeos y los latinos AFDZB leen nuestro. – 19 Cf. 2 Jn 4; 3Jn 1:4; 1Te 2:19; Flp 2:2. – 20 Qf. Jua 15:105. – 21 1Jn 4:16. – 22Jn 1:4 :24. – 23 2Sa 22:29; Isa 10:17; Isa 42:6; Isa 49:6; Isa 60:19-20; Sab 7:26. – 24 Lev 1:785; Lev 2:32; Jua 1:45; Jua 8:12; Jua 9:5; Jua 12:353.46. – 25 Jua 1:9. – 26 Cf. W. Grossouw, Pour mieux comprendre St. Jean (Malinas 1946) p.34-35- – 30 1Jn 2:8s11; Jua 1:5; Jua 8:12. – 31Jn 2:13; 1Jn 3:9; 1Jn 4:4; 1Jn 5:4 – 32 Cf. Efe 5:8ss. – 33Jn 1:1 :17; Efe 8:32.44. – 34 A propósito del concepto obrar la verdad se pueden consultar: R. Bultmann, Unter-suchungen zum Joh.-Evang.: ZNTW 27 (1928) 113-153; M. Zerwick: VE 18 (1938) 338-341. 373-377; A. J. Trepat, San Juan. Ideas características. La Verdad: CultBib 3 (1946) 355-356. – 35 Cf 15 – 36 1:5; 5:3; 8:2. – 37 Cf. Rom 13:13. – 38 1Jn 1:5. – 39. Ireneo, Adv. haer. 1:6:2: PG 7:505; Clemente Alej., Stromata 3:4: PG 8:1156 – 40 1Jn 4:8. – 41 1Jn 2:105; 1Jn 3:10; 1Jn 4:8.16. – 42 A. Charue, o.c. p.523. – 43 Cf. Tomás, Suma Teol. 3 q.48 a.6; q.so a.6. – 44 Cf. Rev 1:5-6; Rev 5:9-10; Rev 7:14; Rev 7:12, n. También la epístola a los Hebreos (Rev 9:12.14) nos habla del poder purificador de la sangre; y la 1 Pe (Rev 1:2.19) insiste en el valor salvífico de la sangre preciosa de Cristo. – 45 La muerte y la sangre de Cristo derramada por nosotros no nos rescataría ni libraría del pecado si no fuera la sangre del Hijo de Dios. Cf. San Beda : PL 93:88. – 46 En algún tiempo se atribuyó esta idea a Clemente Alejandrino: Eglogue ex scripturis ‘opheticis 15: PG 9:706. Hoy, sin embargo, ya no se atribuye a Clem. Alej. Cf. Bardy, Clent d’Alexandrie (París 1926) 246-288. – 47 1Re 8:46; Job 4:17; Job 15:14; Pro 20:9; Ecl 7:20; Eco 19:17; Sal 143:2. – 48 Mat 6:12; Rom 3:9-18; – 49 Stg 3:2. – 50 1Co 4:4; Stg 3:2. – 51 D 106. – 52 Sant 5:16. – 53 Cf. Mar 1:5; Didajé 4:14; 14:1. – 54 Jua 20:23. – 55 Así piensa B. Poschmann, Paenitentia secunda (Bonn 1940)Jua 68:1; en cambio, otros, como R. Seeberg, Die Sünden und die Sündenvergebung, en Festschrift Ihmels (1928) 22, ven en nuestro texto uno de los testimonios más antiguos en favor de la confesión sacramental. – 56 Ses.14:5: D 899. – 57 Rev 16:5-7. – 58 Heb 10:23; . – 59 1Jn 1:7; 1Jn 2:2. – 60 Gen 6:5; Gen 8:21; 1Re 8:46; Sal 14:3; 1Jn 51:2ss; Sal 53:2; Job 4:17; Job 15:14-16; Pro 20:9; Eco 19:17; Rom 3:10; Stg 3:2. – 61 Como se ve claramente, en los v.8-10 existe verdadero paralelismo. Los v.8 y 9 desarrollan un paralelismo antitético, y el v.10 repite el v.8.
Fuente: Biblia Comentada
La Primera Epístola de Juan
TítuloEl título de la epístola siempre ha sido «1 Juan». Es la primera y más grande en una serie de tres epístolas que llevan el nombre del apóstol Juan. Debido a que la carta no identifica a iglesia, lugar, o individuo específico a quien fue enviada, su clasificación es la de una «epístola general». Aunque 1 Juan no exhibe algunas de las características generales de una epístola común de ese entonces (p. ej. no hay introducción, saludo, o salutación de conclusión), su tono íntimo y contenido indican que el término «epístola» aún se aplica a ella.
Autor y fecha
La epístola no identifica al autor, pero el testimonio fuerte, consecuente y más antiguo de la iglesia se la asigna a Juan el discípulo y apóstol (cp. Luc 6:13-14). Este anonimato fuertemente afirma la identificación por parte de la iglesia primitiva de la epístola con Juan el apóstol, ya que solo alguien del estatus bien conocido y prominente de Juan como apóstol hubiera podido escribir con tal autoridad, esperando obediencia completa de sus lectores, sin identificarse a sí mismo claramente (p. ej. 1Jn 4:6). Él era bien conocido por los lectores y de esta manera no tuvo que mencionar su nombre.
Juan y Santiago, su hermano mayor (Hch 12:2), eran conocidos como «los hijos de Zebedeo» (Mat 10:2-4), a quienes Jesús dio el nombre «Hijos del trueno» (Mar 3:17). Juan era uno de los tres asociados más íntimos de Jesús (junto con Pedro y Jacobo, cp. Mat 17:1; Mat 26:37), siendo un testigo ocular y participante del ministerio terrenal de Jesús (1Jn 1:1-4). Además de las tres epístolas, Juan también escribió el cuarto Evangelio, en el cual él se identificó a sí mismo como el discípulo «a quien Jesús amaba» y como el que se reclinó sobre el pecho de Jesús en la Última Cena (Jua 13:23; Jua 19:26; Jua 20:2; Jua 21:7; Jua 21:20). Él también escribió el libro de Apocalipsis (Apo 1:1).
Fechar con precisión es difícil porque ninguna indicación histórica clara de fecha existe en 1 Juan. Lo más probable es que Juan compuso esta obra en la última parte del primer siglo. La tradición de la iglesia coherentemente identifica a Juan en su edad avanzada como alguien que estaba viviendo y escribiendo activamente durante este tiempo en Éfeso en la región de Asia Menor. El tono de la epístola apoya esta evidencia debido a que el escritor da la fuerte impresión de que es mucho mayor que sus lectores (p. ej. «Hijitos míos», 1Jn 2:1; 1Jn 2:18; 1Jn 2:28). La epístola y el Evangelio de Juan reflejan un vocabulario y una manera de expresión similar (vea Temas históricos y teológicos). Tal similitud causa que muchos fechen la escritura de las epístolas de Juan ocurriendo poco después de que compuso su Evangelio. Debido a que muchos fechan el Evangelio durante la última parte del primer siglo, también prefieren una fecha similar para las epístolas. Además, es muy probable que la herejía que Juan combate refleja los principios de gnosticismo (vea el Contexto histórico) la cual estaba en sus primeras etapas durante la última parte del último tercio del primer siglo cuando Juan estaba escribiendo activamente. Debido a que no se hace mención de la persecución bajo Domiciano, la cual comenzó alrededor del 95 d.C., pudo haber sido escrita antes de que eso comenzara. A la luz de dichos factores, una fecha razonable para 1 Juan es ca. 90 95 d.C. Es muy probable que fue escrita desde Éfeso a las iglesias de Asia Menor sobre las cuales Juan desempeñaba liderazgo apostólico.
Contexto histórico
Aunque él estaba muy avanzado en edad cuando escribió esta epístola, Juan aún estaba activamente ministrando a iglesias. Él era el único superviviente apostólico que tenía asociación íntima, habiendo sido testigo ocular, con Jesús a lo largo de su ministerio terrenal, muerte, resurrección, y ascensión. Los Padres de la iglesia (p. ej. Justino Mártir, Ireneo, Clemente de Alejandría, Eusebio) indican que después de ese tiempo, Juan vivió en Éfeso en Asia Menor, llevando a cabo un programa evangelístico extensivo, supervisando a muchas de las iglesias que se habían levantado, y conduciendo un ministerio escrito extensivo (p. ej. epístolas, el Evangelio de Juan, y Apocalipsis). Un padre de la iglesia (Papías) quien tuvo contacto directo con Juan lo describió como una «voz viva y que permanecía». Como el último apóstol que quedaba, el testimonio de Juan fue altamente autoritativo entre las iglesias. Muchos diligentemente buscaron oír al que tenía experiencia de primera mano con el Señor Jesús.
Éfeso (cp. Hch 19:10) se encontraba dentro del centro intelectual de Asia Menor. Tal como había sido predicho años atrás por el apóstol Pablo (Hch 20:28-31), falsos maestros que se habían levantado de adentro de las filas mismas de la iglesia, saturados con el clima prevaleciente de corrientes filosóficas, comenzaron a infectar a la iglesia con falsa doctrina, pervirtiendo enseñanza apostólica fundamental. Estos falsos maestros promovían nuevas ideas las cuales finalmente llegaron a conocerse como «gnosticismo» (de la palabra gr. «conocimiento»). Después de la batalla paulina por libertad de la ley, el gnosticismo era la herejía más peligrosa que amenazó a la iglesia primitiva durante los primeros tres siglos. Lo más probable es que Juan estaba combatiendo los principios de esta terrible herejía que amenazaba destruir los fundamentos de la fe y las iglesias (vea Retos de interpretación).
El gnosticismo, influenciado por filósofos tales como Platón, promovía un dualismo afirmando que la materia era inherentemente mala y que el espíritu era bueno. Como resultado de esta presuposición, estos falsos maestros, aunque atribuían alguna forma de deidad a Cristo, negaban su verdadera humanidad para preservarlo del mal. También decían tener conocimiento elevado, una verdad más alta conocida únicamente por aquellos que estaban en las cosas profundas. Solo los iniciados tenían el conocimiento místico de la verdad que era más alto aún que las Escrituras.
En lugar de que la revelación divina estuviera de pie como juez sobre las ideas del hombre, las ideas del hombre juzgaban la revelación de Dios (1Jn 2:15-17). La herejía incluía dos formas básicas. En primer lugar, algunos afirmaban que el cuerpo físico de Jesús no era real, sino solo «parecía» ser físico (conocido como «Docetismo» de una palabra griega que quiere decir «aparecer»). Juan con fuerza afirmó la realidad física de Jesús al recordarle a sus lectores que él era un testigo ocular de Él («oído», «visto», «palparon», «Jesucristo ha venido en carne», 1Jn 1:1-4; 1Jn 4:2-3). De acuerdo a la tradición más antigua (Ireneo), otra forma de esta herejía la cual Juan pudo haber atacado era guiada por un hombre llamado Cerinto, quien contendía que el «espíritu» del Cristo descendió sobre el Jesús humano en su bautismo pero lo dejó poco antes de su crucifixión. Juan escribió que el Jesús que fue bautizado al principio de su ministerio era la misma persona que fue crucificada en la cruz (1Jn 5:6).
Tales posiciones herejes destruyen no solo la verdadera humanidad de Jesús, sino también la expiación, ya que Jesús no solo debió haber sido verdaderamente Dios, sino también verdaderamente el hombre (y físicamente real) quien de hecho sufrió y murió en la cruz para ser el sacrificio aceptable y sustituto por el pecado (cp. Heb 2:14-17). La posición bíblica de Jesús afirma su humanidad completa como también su deidad total.
La idea gnóstica de que la materia era mala y de que solo el espíritu era bueno llevó a la idea de que o el cuerpo debía ser tratado ásperamente, una forma de ascetismo (p. ej. Col 2:21-23), o el pecado cometido en el cuerpo no tenía relación o efecto en el espíritu de la persona. Esto llevó a algunos, especialmente a los oponentes de Juan, a concluir que el pecado cometido en el cuerpo físico no importaba; desenfreno total en inmoralidad era permisible; uno podía negar que el pecado aún existiera (1Jn 1:8-10) y menospreciar la ley de Dios (1Jn 3:4). Juan enfatizó la necesidad de obedecer las leyes de Dios, ya que definió el verdadero amor de Dios como obediencia a sus mandamientos (1Jn 5:3).
Una falta de amor por otros creyentes caracteriza a los falsos maestros, especialmente al reaccionar en contra de cualquiera que rechaza su nueva manera de pensar (1Jn 3:10-18). Ellos separaban a sus seguidores engañados de la comunión de aquellos que permanecían fieles a la enseñanza apostólica, llevando a Juan a responder que tal separación externamente manifestaba que aquellos que seguían a falsos maestros carecían de salvación genuina (1Jn 2:19). Su partida dejaba a los otros creyentes, quienes permanecían fieles a la doctrina apostólica, sacudidos. Respondiendo a esta crisis, el anciano apóstol escribió para reafirmar a aquellos permaneciendo fieles y para combatir esta grave amenaza en contra de la iglesia. Debido a que la herejía era tan peligrosa y el período de tiempo era tan crítico para la iglesia en peligro de ser abrumada por falsa enseñanza, Juan gentilmente, amorosamente, pero con autoridad apostólica incuestionable, envió esta carta a iglesias en su esfera de influencia para detener esta plaga de falsa doctrina que se estaba esparciendo.
Temas históricos y teológicos
A la luz de las circunstancias de la epístola, el tema general de 1 Juan es «otro llamado a los fundamentos de la fe» o «regreso a los principios básicos del cristianismo». El apóstol lidia con certezas, no opiniones o conjetura. Expresa la naturaleza absoluta del cristianismo en términos muy simples; términos que son claros y precisos, sin dejar duda alguna de la naturaleza fundamental de esas verdades. Un tono cálido, conversacional, y sobre todo, amoroso ocurre, como un padre teniendo una conversación tierna, íntima con sus hijos.
Primera Juan también es pastoral, escrita desde el corazón de un pastor que está preocupado por su congregación. Como un pastor, Juan comunicó a su rebaño algunos principios muy básicos, pero vitalmente esenciales, afianzándolos en los puntos básicos de la fe. Él deseaba que ellos tuvieran gozo con respecto a la certeza de su fe en lugar de ser turbados por la falsa enseñanza y deserciones actuales de algunos (1Jn 1:4).
No obstante, el punto de vista del libro, no solo es pastoral sino también polémico; no sólo positivo sino también negativo. Juan refuta a los desertores con sana doctrina, sin exhibir tolerancia alguna hacia aquellos que pervierten la verdad divina. Él llama a aquellos que dejan la verdad «falsos profetas» (1Jn 4:1), «los que os engañan» (1Jn 2:26; 1Jn 3:7), y «anticristos» (1Jn 2:18). Él identifica de manera incisiva la fuente definitiva de toda esa deserción de la sana doctrina como demoníaca (1Jn 4:1-7).
La repetición constante de tres temas secundarios refuerza el tema general con respecto a la fidelidad a los elementos básicos del cristianismo: felicidad (1Jn 1:4), santidad (1Jn 2:1), y seguridad (1Jn 5:13). Al ser fiel a lo básico, sus lectores experimentarán estos tres resultados continuamente en la vida de cada uno de ellos. Estos tres factores también revelan el ciclo clave de la verdadera espiritualidad en 1 Juan: una creencia apropiada en Jesús produce obediencia a sus mandamientos; la obediencia se manifiesta en amor a Dios y otros creyentes (p. ej. 1Jn 3:23-24). Cuando estas tres (fe sana, obediencia, amor) operan juntos, resultan en felicidad, santidad y certeza. Constituyen la evidencia, la prueba clave, de un verdadero cristiano.
Retos de interpretación
Los teólogos debaten la naturaleza precisa de las creencias de los falsos maestros en 1 Juan, porque Juan no especifica directamente sus creencias, sino que más bien combate a los herejes primordialmente a través de una reafirmación de los fundamentos de la fe. La característica principal de la herejía, como se notó arriba, parece ser una negación de la encarnación, esto es, Cristo no había venido en la carne. Lo más probable es que esta era una forma inicial o incipiente de gnosticismo, como fue señalado.
El intérprete también es desafiado por la rigidez de la teología de Juan. Juan presenta los puntos básicos o fundamentos de la vida cristiana en términos absolutos, no relativos. A diferencia de Pablo, quien presentó excepciones y lidió con tanta frecuencia con las fallas de los creyentes en satisfacer el estándar divino, Juan no lidia con los puntos de «qué si fracaso». Solo en el 1Jn 2:1-2 da algo de alivio de los absolutos. El resto del libro presenta verdades en blanco y negro en lugar de sombras grises frecuentemente a través de un fuerte contraste, esto es, «luz» vs. «oscuridad» (1Jn 1:5; 1Jn 1:7; 1Jn 2:8-11); verdad vs. mentiras (1Jn 2:21-22; 1Jn 4:1); hijos de Dios vs. hijos de Satanás (1Jn 3:10). Aquellos que dicen ser cristianos deben desplegar de manera absoluta las características de los cristianos genuinos: sana doctrina, obediencia, y amor. Aquellos que verdaderamente han nacido de nuevo han recibido una nueva naturaleza, la cual da evidencia de sí misma. Aquellos que no despliegan las características de la nueva naturaleza no la tienen, y por lo tanto, nunca nacieron de nuevo. Los puntos no se centran (como tantos de los escritos de Pablo lo hacen) en mantener comunión temporal o diaria con Dios, sino en la aplicación de pruebas básicas en la vida de uno para confirmar que la salvación verdaderamente ha ocurrido. Tales distinciones absolutas también fueron características del Evangelio de Juan.
De una manera única, Juan desafía al intérprete por su repetición de temas similares una y otra vez para enfatizar las verdades básicas del verdadero cristianismo. Algunos han comparado la repetición de Juan a una espiral que se mueve hacia afuera, volviéndose más y más grande, esparciendo cada vez más la misma verdad sobre un área más amplia e incluyendo un mayor territorio. Otros han visto la espiral moviéndose hacia adentro, penetrando con mayor profundidad en los mismos temas mientras se expande en sus pensamientos. Sea cual sea la manera en la que uno vea el patrón de espiral, Juan usa repetición de verdades básicas como un medio para acentuar su importancia y para ayudar a sus lectores a entenderlas y recordarlas.
Bosquejo
I) Las pruebas fundamentales de comunión genuina: ESPIRAL I (1Jn 1:1-10; 1Jn 2:1-17)
A) Las pruebas fundamentales de doctrina (1Jn 1:1-10; 1Jn 2:1-2)
1. Una perspectiva bíblica de Cristo (1Jn 1:1-4)
2. Una perspectiva bíblica del pecado (1Jn 1:4-10; 1Jn 2:1-2)
B) Las pruebas fundamentales de moralidad (1Jn 2:3-17)
1. Una perspectiva bíblica de la obediencia (1Jn 2:3-6)
2. Una perspectiva bíblica del amor (1Jn 2:7-17)
a. El amor que Dios requiere (1Jn 2:7-11)
b. El amor que Dios odia (1Jn 2:12-17)
II) Las pruebas fundamentales de comunión genuina: ESPIRAL II (1Jn 2:18-29; 1Jn 3:1-24)
A) Parte 2 de la prueba doctrinal (1Jn 2:18-27)
1. Los anticristos parten de la comunión cristiana (1Jn 2:18-21)
2. Los anticristos niegan la fe cristiana (1Jn 2:22-25)
3. Los anticristo engañan a los fieles cristianos (1Jn 2:26-27)
B) Parte 2 de la prueba moral (1Jn 2:28-29; 1Jn 3:1-24)
1. La esperanza purificadora del regreso del Señor (1Jn 2:28-29; 1Jn 3:1-3)
2. La incompatibilidad del cristiano con el pecado (1Jn 3:4-24)
a. El requisito de justicia (1Jn 3:4-10)
b. El requisito de amor (1Jn 3:11-24)
III) Las pruebas fundamentales de comunión genuina: ESPIRAL III (1Jn 4:1-21)
A) Parte 3 de la prueba doctrinal (1Jn 4:1-6)
1. La fuente demoníaca de falsa doctrina (1Jn 4:1-3)
2. La necesidad de doctrina sana (1Jn 4:4-6)
B) Parte 3 de la prueba moral (1Jn 4:7-21)
1. La virtud de amor de Dios (1Jn 4:7-10)
2. El requisito de amor de Dios (1Jn 4:11-21)
IV) Las pruebas fundamentales de comunión genuina: ESPIRAL IV (1Jn 5:1-21)
A) La vida victoriosa en Cristo (1Jn 5:1-5)
B) El testimonio de Dios para Cristo (1Jn 5:6-12)
C) Certezas cristianas debido a Cristo (1Jn 5:13-21)
1. La certeza de la vida eterna (1Jn 5:13)
2. La certeza de la oración contestada (1Jn 5:14-17)
3. La certeza de victoria sobre el pecado y Satanás (1Jn 5:18-21)
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Lo que era. Esta frase se refiere a la proclamación del evangelio que se centra en la persona, las palabras y las obras de Cristo tal como están contenidas en el testimonio apostólico. desde el principio. Aunque en el evangelio de Juan se emplea una frase similar para aludir al pasado eterno (Jua 1:1, «en el principio») en el contexto de los vv. 1Jn 1:1-4 la misma frase alude a los comienzos de la predicación del evangelio y al tiempo en el que los lectores oyeron por primera vez acerca de Jesús (cp. 1Jn 2:7; 1Jn 2:24). La frase también recalca la estabilidad del mensaje del evangelio ya que su contenido no cambia, sino que ha sido el mismo desde el principio, y tampoco está sujeto a cambio por la influencia de modas mundanas actuales o por el pensamiento filosófico. hemos oído … visto con nuestros ojos … contemplado … palparon nuestras manos. Las palabras empleadas aquí apuntan a los recuerdos vivos de la persona de Jesús que el apóstol conservó durante toda su vida. Para Juan, aunque habían pasado más de sesenta años, esos recuerdos quedaron tan fijos en su mente que pudo escribir como si todo hubiera acabado de suceder. Juan usa términos para afirmar en tono enérgico la realidad física de Jesús, pues un espíritu no puede ser oído, observado ni tocado como Jesús lo fue por parte de Juan y los demás discípulos durante su ministerio terrenal e incluso después de su resurrección. al Verbo de vida. Esto no solo se refiere a Jesucristo, sino a la predicación de su evangelio.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Como apóstol y testigo ocular del ministerio de Jesús que estuvo presente en su muerte y resurrección, y también por haber sido uno de los tres discípulos más cercanos al Señor (Juan, Pedro y Jacobo) Juan afirma aquí la realidad física de que Jesucristo ha venido «en la carne» (cp. 1Jn 4:2-3). De este modo, Juan acentuó la gravedad de toda enseñanza falsa y se enfocó de inmediato en una afirmación rotunda y positiva de la realidad histórica de la humanidad de Jesús y la certeza del evangelio. Aunque los falsos maestros afirmaban creer en Cristo, su negación de la naturaleza verdadera de Cristo (que incluía su humanidad) demostraba su falta de salvación genuina (1Jn 2:22-23). La afirmación de una visión adecuada de Cristo constituye la primera prueba de comunión verdadera con Dios y pertenencia a su pueblo (v. 1Jn 1:3; vea1Jn 1:5-10; 1Jn 2:1-2 para la segunda prueba).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
RESUMEN:
1 – El testimonio apostólico respecto a la realidad de la estancia en la carne del Verbo de vida, Jesucristo (versículos 1,2). (Los gnósticos–docetas–negaban esa gran verdad y lograron pervertir a muchos hermanos).
2 – El fin de dar ese testimonio: que tengan los hermanos comunión con los apóstoles, quienes tienen comunión con el Padre y con el Hijo Jesucristo, y que sea cumplido el gozo de los apóstoles (nuestro gozo, dicen algunos manuscritos considerados como mejores. Véase versículo 4, comentarios). Todo gozo genuino consiste en participar en esta comunión (versículos 3,4).
3 – Tener comunión con Dios consiste en andar en la luz, pues Dios es luz. Andar de otra manera es admitir uno que no tiene comunión con Dios. (Los gnósticos reclamaban tener dicha comunión pero lo negaban con sus hechos carnales) (versículos 5-7).
4 – No deben los hermanos reclamar no tener pecado, o que no pecan, sino confesar sus pecados para que Dios les perdone por medio de la sangre de Jesucristo. Si no admitimos que pecamos, nos engañamos a nosotros mismos y le hacemos a Dios mentiroso (versículos 8-10).
1:1 — El versículo 1 debe leerse juntamente con el 3 y el 4, para comprender el pensamiento completo del exordio. El versículo 2 es como un pensamiento parentético para explicar algo del 1. Los versículos 1-4 presentan el derecho de Juan de hablar sobre el tema. ¡Era testigo ocular!
Compárese Jua 1:1-4; Jua 1:14.
— “Lo que era” “Lo” es pronombre neutro, y no personal (“él”), pues no se habla tanto de la persona de Cristo como de los atributos y características eternos del Verbo de vida. El era; no llegó a ser. El verbo aquí es en (ser), y no egeneto (llegar a ser). — “desde el principio,” – desde la eternidad. Véase 2:14. Compárese Pro 8:23. La palabra “principio” en la frase “desde el principio” se debe entender según el contexto. No siempre se emplea referente al mismo período de tiempo. Véanse 2:7,24; 3:11; 2Jn 1:6 (desde que son cristianos); 3:8 (desde que primero pecó el que vino a ser el diablo, Jua 8:44); Hch 10:37 (desde que comenzó Jesús su ministerio personal); Hch 26:4; 2Jn 1:5 (desde que se comenzó a predicar el evangelio).
— “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.” Los tres sentidos físicos (el oído, la vista, y el tacto) testificaron a Juan y los demás apóstoles acerca de la identidad y realidad de Jesucristo. No era él una mera influencia o fantasma (véase Introducción, VII). Lo afirmado acerca de su vida, muerte y resurrección era todo cierto y en realidad ocurrió. Ahora el anticristo (los docetas) negaba la deidad de Jesús (es decir, que Jesús de Nazaret era Dios en la carne en realidad), y su doctrina destruía la comunión de los cristianos con los apóstoles y con Dios, y también el gozo. Juan escribió entonces para contrarrestar la influencia de los gnósticos y así preservar esa comunión y ese gozo.
Al decir “nosotros” en los primeros cuatro versículos, Juan se refiere a los doce apóstoles. Ser testigo ocular de Jesucristo era requisito para ser apóstol de Jesús (Hch 1:8; Hch 1:21-22; Hch 10:41). Véase también 2Pe 1:16.
Las palabras “contemplado” y “palparon” sugieren a Jua 1:14 y a Luc 24:39, donde aparecen (en el texto griego) las mismas palabras (etheasametha y pselaphao) que se emplean en este versículo.
Compárense también Jua 13:23; Jua 13:25; Jua 20:27,Jua 20:29; 21:20; Hch 10:41. Este pasaje refuta a los socinianos quienes (siendo unitarios y negando la deidad de Jesús) afirman que el Verbo era la enseñanza de Jesús desde su vida o ministerio oficial. (Véase alguna enciclopedia, artículo sobre Socinianismo). Pero aquí Juan obviamente se refiere a la persona de Jesús.
¿Qué clase de testimonio podían dar los gnósticos acerca de Jesucristo? ¡Ninguna, excepto sus meras opiniones, especulaciones e imaginaciones según sus filosofías humanas!
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL PROPÓSITO DEL PASTOR
1 Juan 1:1-4
Lo que os estamos diciendo es lo que fue desde el principio, lo que oímos, lo que vimos con nuestros propios ojos, lo que observamos y tocamos con nuestras propias manos. Os estamos hablando acerca de la Palabra de Vida. (Y la Vida se nos apareció, y La vimos y testificamos; y os estamos ahora trayendo el Mensaje de esta Vida eterna Que estaba con el Padre y Que Se nos ha presentado). El Mensaje que os traemos es acerca de lo que hemos visto y oído, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; porque nuestra comunión es con el Padre y con Jesucristo, el Hijo. Y os estamos escribiendo estas cosas para que vuestro gozo llegue a su plenitud.
Cualquier persona, cuando se sienta para escribir una carta o se levanta para predicar un sermón, tiene algún objetivo a la vista, quiere producir algún efecto en las mentes y corazones y vidas de su audiencia. Y aquí, al principio de su carta, Juan especifica sus objetivos al escribir a su pueblo.
(i) Es su deseo producir comunión entre los hombres y comunión con Dios (versículo 3). El propósito del pastor siempre debe ser traer a las personas a una comunión más íntima entre sí, y también con Dios. Cualquier mensaje que produzca división, es un mensaje falso. El mensaje cristiano puede resumirse por sus dos grandes objetivos: el amor al prójimo y el amor a Dios.
(ii) Es su deseo traerle gozo a los suyos (versículo 4). El gozo es la esencia del Cristianismo. Un mensaje cuyo único efecto sea deprimir y desanimar a los que lo oigan se ha quedado a menos de la mitad del camino. Es completamente cierto que a menudo la finalidad del predicador y del maestro debe ser despertar un sano reconocimiento doloroso que conduzca a un verdadero arrepentimiento. Pero después de producir el sentimiento de pecado, hay que conducir a los oyentes al Salvador en Quien se perdonan los pecados. La nota definitiva del mensaje cristiano es el gozo.
(iii) Con ese fin a la vista, su propósito es presentarles a Jesucristo. Un gran maestro solía siempre decirles a sus estudiantes que su único objetivo como predicadores debía ser «decir algo bueno de Jesucristo.» Y se decía de otro gran santo que dondequiera que empezara su conversación, siempre se las arreglaba para dirigirla lo más pronto posible a Jesucristo.
El hecho fundamental es que si las personas han de encontrar comunión unas con otras y con Dios, y si han de encontrar alguna vez el verdadero gozo, deben encontrarlos en Jesucristo.
EL MENSAJE DEL PASTOR
1 Juan 1:1-4 (conclusión)
El mensaje de Juan es acerca de Jesucristo; y tiene tres grandes cosas que decir sobre Él. La primera, dice que Jesús era desde el principio. Es decir, en Él la eternidad entró en el tiempo; en Él el Dios eterno entró personalmente en el mundo de la humanidad. Segundo, esa entrada en el mundo de la humanidad fue real; fue una humanidad real la que Dios asumió. Tercera, mediante aquella acción vino a la humanidad la palabra de la Vida, la palabra que puede cambiar la muerte en vida y la mera existencia en verdadero vivir. Una y otra vez en el Nuevo Testamento, el Evangelio se llama la palabra; y es del mayor interés para nosotros el ver las diferentes conexiones en que se usa este término.
(i) El nombre que se le da más frecuentemente al Evangelio es la palabra de Dios (Hch 4:31 ; Hch 6:2; Hch 6:7 ; Hch 11:1 ; Hch 13:5; Hch 13:7; Hch 13:44 ; Hch 16:32 ; Fil 1:14 ; 1Ts 2:13 ; He 13:9 ; Apocalipsis 1:2,9; 6:9; 20:4). No es un descubrimiento humano; viene de Dios. Es la Noticia de Dios que el hombre no podría haber descubierto por sí mismo.
(ii) El mensaje del Evangelio se llama frecuentemente la palabra del Señor (Hch 8:25 ; Hch 12:24 ; Hch 13:49 ; Hch 15:35 ; 1Ts 1:8 ; 2Ts 3:1 ). No se aclara siempre si el Señor es Dios o Jesús, aunque lo más frecuente es que se refiera a Jesús. Por tanto, el Evangelio es el mensaje que Dios no podría haber mandado a la humanidad más que por medio de Su Hijo.
(iii) El mensaje del Evangelio se llama dos veces la palabra del oír (logos akoés) (1Ts 2:13 ; He 4:2 ).
Eso es decir que depende de dos cosas: de una voz dispuesta a proclamarlo, y de un oído dispuesto a escucharlo.
(iv) El mensaje del Evangelio es la palabra del Reino (Mt 13:19 ). Es el anuncio del Reino de Dios, y la llamada a responder a Dios con la obediencia que nos hace ciudadanos de ese Reino.
(v) El mensaje del Evangelio es la palabra del Evangelio (Hch 15:7 ; Col 1:5 ). Evangelio quiere decir buena noticia. Y el Evangelio es esencialmente una buena noticia a la humanidad acerca de Dios.
(vi) El Evangelio es la palabra de la Gracia (Hch 14:3 ; Hch 20:32 ). Es la buena noticia del amor generoso e inmerecido de Dios al hombre; es la noticia de que el hombre no está abrumado bajo la tarea imposible de ganar el amor de Dios, sino que se le ofrece gratuitamente.
(vii) El Evangelio es la palabra de la Salvación (Hch 13:26 ). Es el ofrecimiento del perdón de los pecados pasados y del poder para vencer el pecado en el futuro.
(viii) El Evangelio es la palabra de la Reconciliación (2Co 5:19 ). Es el mensaje de que la relación perdida entre el hombre y Dios se restaura en Jesucristo, Que ha derribado la pared intermedia de separación que había erigido el pecado entre el hombre y Dios.
(ix) El Evangelio es la palabra de la Cruz (1Co 1:18 ). En el corazón del Evangelio está la Cruz, en la que se da a la humanidad la prueba final del amor perdonador, sacrificado, buscador, de Dios.
(x) El Evangelio es la palabra de la Verdad (2Co 6:7 ; Ef 1:13 ; Col 1:5 ; 2 Timoteo 2:15 ). Con la venida del Evangelio, ya no es necesario andar con suposiciones o a tientas, porque Jesucristo nos ha traído la verdad acerca de Dios.
(xi) El Evangelio es la palabra de la Justicia (He 5:13 ). Es el poder del Evangelio lo que capacita a una persona para librarse del poder del mal y alcanzar la justicia que es agradable a Dios.
(xii) El Evangelio es la palabra salutífera (2 Timoteo 1:13 ;. 2:8). Es el antídoto que cura el veneno del pecado, y la medicina que derrota la enfermedad del mal.
(xiii) El Evangelio es la palabra de la Vida (Fil 2:16 ). Por su poder somos librados de la muerte y se nos permite entrar en la vida que es la vida verdadera.
EL DERECHO DEL PASTOR A HABLAR
1 Juan 1:1-4 (continuación)
Aquí, al principio de su carta, Juan expone su derecho a hablar, que consiste en una cosa: su experiencia personal de Cristo (versículos 2 y 3).
(i) Dice que ha oído a Cristo. Mucho tiempo antes Sedequías le había preguntado a Jeremías: «¿Hay alguna palabra de parte del Señor?» (Jer 37:17 ). La gente no tiene interés en oír las opiniones y suposiciones de nadie, sino una palabra de parte del Señor. Se decía de un gran predicador, que primero escuchaba a Dios, y después hablaba a las personas; y se decía de John Brown of Haddington -el antepasado escocés de la querida familia evangélica española Fliedner- que, cuando estaba predicando, hacía una pausa de vez en cuando, como si estuviera escuchando una voz. El verdadero maestro es el que tiene un mensaje de parte de Jesucristo porque ha oído Su voz.
(ii) Dice que ha visto a Cristo. Se cuenta del gran predicador escocés Alexander White, que alguien le dijo una .vez: » Hoy ha predicado usted como si viniera derecho de la presencia de Dios.» Y White le contestó: » Puede que fuera así.» Nosotros no podemos ver a Cristo en la carne como Le vio Juan, pero seguimos pudiendo verle con los ojos de la fe.
(iii) Dice que ha observado a Cristo. ¿Qué diferencia hay entre ver a Cristo y observarle? En el original griego el verbo para ver es horán, que quiere decir sencillamente ver con la vista física. El verbo para observar es theasthai, y quiere decir fijar la mirada en alguien o algo hasta que se capta el significado de esa persona o cosa. Así Jesús, dirigiéndose a las multitudes de Juan el Bautista, les preguntó: «¿Qué fue lo que salisteis a ver (theasthai) al desierto?» (Lc 7:24 ); y en esa palabra describe cómo salían las multitudes como rebaños a observar a Juan y plantearse quién y qué podría ser aquel hombre. Hablando de Jesús en el prólogo de su evangelio, Juan dice: «Vimos Su gloria» (Jn 1:14 ). El verbo es aquí también theasthai, y la idea que sugiere no es la de una ojeada pasajera, sino la de una observación insistente que trata de descubrir algo del misterio de Cristo.
(iv) Dice que sus manos de hecho tocaron a Cristo. Lucas nos dice que, cuando Jesús volvió a Sus discípulos después de Su Resurrección, les dijo: «Ved por Mis manos y Mis pies que soy Yo mismo; palpad y comprobadlo, porque un fantasma no tiene carne y hueso como veis que Yo tengo» (Lc 24:39 ). Aquí Juan está pensando en aquellas personas llamadas docetistas que eran tan «espirituales» que insistían en que Jesús no tuvo nunca un cuerpo de carne y hueso como todos los seres humanos, sino que era un fantasma en forma humana. Se negaban a creer que Dios pudiera llegar a ensuciarse asumiendo la carne y sangre humanas. Juan insiste aquí en que el Jesús Que él había conocido era realmente un hombre entre los hombres. Se daba cuenta de que no había en el mundo nada más peligroso -como veremos- que dudar de que Jesús fuera plenamente humano.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 1
Introducción
FE EN EL AMOR
Con el título de Cartas de San Juan se hallan reunidas tres cartas procedentes de los albores del cristianismo. Según todas las probabilidades, proceden de un mismo autor 2. Y constituyen, juntamente con el Evangelio de Juan, el llamado grupo de escritos «joánicos» del Nuevo Testamento, que se distinguen característicamente de los demás escritos neotestamentarios por su conceptualidad, el movimiento de su pensamiento y su intención de hacer formulaciones. Las dos cartas menores (2Jn y 3Jn), cada una de las cuales no tiene más que una octava parte, aproximadamente, de la extensión de 1Jn, apenas ofrecen teológicamente nada que no estuviera también en 1Jn 3. Por consiguiente, sobre ésta se centrará la exposición.
La carta 1Jn es predilecta de muchos que la han leído. Pero parece que su índole abstracta y algo extraña, juntamente con las variaciones de los mismos pensamientos, variaciones que al principio fatigan al lector, parece -digo- que esto pudiera dificultar el acceso a la carta o retraer -al menos- de un estudio un poco profundo. Estas dificultades debe tenerlas en cuenta la exégesis de una carta tan importante y tan útil desde el punto de vista teológico y espiritual: una carta a la que, no sin razón, se cuenta entre las cumbres del Nuevo Testamento. Señalaremos en tres puntos la manera de hacer frente a esta dificultad: 1) hablaremos de los valiosos complementos que contienen 2Jn y 3Jn, a pesar de que su riqueza teológica aparentemente es escasa; nos referiremos especialmente a la circunstancia de que estas cartas nos ponen en disposición de conocer un poco más concretamente la situación del autor y de los destinatarios; 2) intentaremos conocer la significación de 1Jn para la teología y la vida cristiana (conforme a la intención de su mismo autor); 3) hablaremos del movimiento joánico del pensamiento en la meditación (así como también de la estructura de la carta) y de las consecuencias que, para el comentario, se derivan de la contemplación específicamente joánica y de la índole precisamente de 1Jn.
1. EL CARÁCTER ABSTRACTO DE 1JN Y LOS DATOS CONCRETOS DE 2JN Y 3JN. La lectura y meditación bíblica es más difícil en 1Jn que en el Evangelio de Juan. Y más difícil, sobre todo, que en las cartas paulinas. ¿Por qué? Aunque los conceptos teológicos, verbigracia, de los discursos de Jesús que leemos en Jn, ofrecen la misma dificultad que la dicción de 1Jn, sin embargo en el Evangelio se da corrientemente el elemento plástico e imaginativo. Y, sobre todo, tenemos siempre el elemento personal: Jesús aparece en escena como una persona viva; Jesús habla y actúa, nos dirige la palabra. En cambio, en 1Jn falta por completo el carácter intuitivo de las narraciones. Y, aunque se habla de Jesús, sin embargo ya no se le dibuja ante los ojos (véase Gal 3:1). Dada la peculiar concisión de la manera de hablar de 1Jn, ni sabemos siquiera, con alguna frecuencia, si se habla de Jesús o del Padre. Y, sobre todo, en comparación con la mayoría de las cartas paulinas, 1Jn ofrece un contraste: en aquéllas se refleja la situación de una comunidad viva (comunidad de la cual -principalmente en el caso de 1Corintios- se pueden conocer muchos pormenores concretos), y puede oírse el diálogo del apóstol que habla con ella: que habla a veces con un diálogo tan vivo. En cambio, aquí en 1Jn, no leemos ni siquiera unas palabras de salutación, de las que pudiéramos deducir el nombre del autor y de la comunidad a la que se dirige la carta. El autor, a pesar de su marcada peculiaridad teológica, aparece en segundo plano, en lo que a su imagen concreta se refiere, y sobre la situación de los lectores, aparte de que se veían amenazados por herejías gnósticas, sabemos aún menos que, verbigracia, en la carta a los Hebreos, que también se nos ha transmitido sin indicación de remitente y destinatarios.
Así, pues, hemos de agotar hasta el fin la posibilidad que nos ofrece 2Jn y principalmente 3Jn, para darnos cuenta mejor de quién es el autor y cuál es la comunidad a la que él se dirige. Aunque tampoco en estos casos se nos da el nombre del autor. El autor se llama a sí mismo «el anciano» (presbyteros). En 2Jn se dirige también la palabra a una comunidad cristiana a la que no se designa por el nombre. Y en 3Jn se menciona a un cristiano por nombre Gayo, que vive en una comunidad cuyo dirigente no reconoce la autoridad del «anciano». Principalmente 2Jn nos permite conocer la situación que existe también en el fondo de 1Jn: La comunidad está amenazada por herejes que atentan contra los fundamentos de la fe en Cristo. Y en 3Jn se trata de la misión que «el anciano» tiene bajo su dirección.
De 2Jn y 3Jn deducimos lo siguiente sobre el autor: el autor es capaz de adoptar una postura clara y sin compromisos (véanse 2Jn 1:9-11 3Jn 1:10); tiene clara conciencia de su misión, y está íntimamente embebido de que su testimonio es verdadero (3Jn 1:12). Es capaz de sentir gozo (2Jn 1:4; 3Jn 1:4), y quiere conducir a otros hacia un «gozo cumplido» (2Jn 1:12; véase 1Jn 1:4). Da mucha importancia a la conversación íntima, «de corazón a corazón». Y le parece que el mantener correspondencia, por medio de papel y tinta, es únicamente una solución provisional. Tiene extraordinaria capacidad de síntesis, y sabe exponer de manera muy sencilla las grandes líneas teológicas (véase 2Jn 1:4-9y, en general, toda la carta 1Jn). Evidentemente, el autor tiene una clara concepción teológica, como aparece con toda nitidez en 1Jn. Y principalmente nos enteramos por 3Jn de las consecuencias que ha tenido personalmente, para el autor, lo atrevido de su pensamiento teológico. Enunció lo que, según su convicción, necesitaba la Iglesia de aquella época. Pero no cosechó sólo amistad y cooperación, sino también enemistad. Y difícilmente habrá sido Diotrefes (véase 3Jn, 9s) su único enemigo.
2. IMPORTANCIA DE 1JN PARA LA TEOLOGÍA Y LA VIDA CRISTIANA.
a) Hacia fines del siglo I: La lucha emprendida por la Iglesia para defenderse de las corrientes heréticas (protognósticas) debió de alcanzar su punto culminante hacia fines del siglo I. La carta 1Jn desempeña, en esta lucha, un papel importante: frente a la gnosis, traza una nueva línea de demarcación: una línea que debió de impresionar mucho a los cristianos de entonces. Por ejemplo, la carta acentúa vivísimamente que Jesucristo vino «en carne» (4,2). Y lo hace precisamente para oponerse a las tendencias que pretendían separar a Jesús, como ser puramente celestial, que pretendían separarlo -digo- del Crucificado. Podríamos objetar que el prólogo del Evangelio de Juan dice lo mismo. ¿Qué tiene, pues, de particular esta carta? Vislumbramos ya algo de esto particular en aquel pasaje de 1Jn 5:6, en el que se nos dice que Jesús no vino sólo «en el agua» sino también «en la sangre». Y lo vemos, sobre todo, cuando nos fijamos que en 1Jn el tema de la fe en Cristo está unido siempre con el tema del amor de Dios. Y en formulaciones como la de 1Jn 5:4 («ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe») se siente todo el impulso y vigor de esta nueva formulación de las verdades cristianas. Y, así, la carta «ayudó a la Iglesia a permanecer fiel a su esencia y a su espíritu» 5.
b) Hoy día: La breve pero riquísima carta no agota todo su valor en la polémica contra las herejías de entonces. En sus escasas páginas, esta carta pone de relieve -en breves pinceladas- lo esencial del cristianismo. Su mensaje se agrupa en torno a los dos enunciados acerca de Dios: «Dios es luz» (1Jn 1:5), y «Dios es amor» (1Jn 4:8.16)6. Así, pues, esta carta nos ofrece una excelente concentración del mensaje cristiano en lo que constituye la esencia de este mensaje. Una breve reflexión explicará lo que queremos decir con esto. Hoy día, un cristiano no puede vivir, mucho menos aún que en épocas anteriores, de seguir repitiendo viejas fórmulas. Podremos vivir como cristianos, únicamente si captamos en toda su unidad y sencillez la realidad total que la fe nos ofrece, de tal suerte que, en todas las crisis, podamos «remitirnos» a este único pensamiento central. Mas, para esto, hace falta que esta intuición central -tan necesaria como la vida- de la realidad de la fe, podamos expresarla y formularla de tal modo en nuestro propio lenguaje, que éste sea capaz de sustentar realmente fórmulas abreviadas de la fe, enunciadas por mí mismo y por otros.
A mi parecer, 1Jn puede ayudar, en una medida singular incluso para el Nuevo Testamento, a una concentración del mensaje cristiano que lo condense en aquello de lo que uno puede vivir como cristiano. Y precisamente lo que puede prestar este excelente servicio es el compendio de toda la vida cristiana bajo el lema del «amor», y la asociación entre el amor y la fe en Cristo: asociación que los convierte en un acto total, en la respuesta única al «mandamiento» que tenemos desde el principio más remoto. Esta visión global de la fe y de la conducta ( = del «caminar») del cristiano tiene su fundamento precisamente en la forma de concebir a Dios («Dios es amor»: 1Jn 4:8.16). Tal vez su expresión más densa y útil la hallemos en /1Jn/04/16a (véase la exégesis de este pasaje): «Hemos llegado a creer el amor», el amor que Dios es, el amor que Dios manifiesta en la muerte de su Hijo, el amor que Dios infunde en nuestro corazón por medio del Espíritu, y que ha de seguir actuando en nosotros y por medio de nosotros como amor fraterno. He aquí una posibilidad, una posibilidad entre muchas, pero especialmente acertada y preciosa, de llegar a conocer, experimentar y vivir la concepción de conjunto de nuestro ser de cristianos: esa concepción global que nos falta. Aquí se expresa en toda su condensación por qué puede uno ser cristiano, y de qué se vive como cristiano. Esta concentración responde precisamente a la intención del autor de la carta, intención que aflora en diversos pasajes (por ej., en 2,12-14; 3,4-10.18-20, 5,4.13; véase el comentario de estos pasajes): avivar el conocimiento de fe de que los cristianos «tienen vida eterna» (5,13), consolidar por tanto su seguridad de salvación, o, mejor dicho, proporcionarles la convicción de que su ser de cristianos tiene un sentido indestructible, de que no sólo es riqueza oculta sino también esperanza.
3. EL ESTILO JOÁNICO DE LA REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN.
La leyenda nos habla de Juan, anciano ya, que cansaba a sus oyentes a fuerza de repetirles sin cesar: «Hijitos, amaos los unos a los otros», pero que luego les explicó por qué insistía tanto en lo mismo. Es verdad que este rasgo de la leyenda difícilmente encaja en la realidad objetiva de nuestra 1Jn, tal como la tenemos hoy día. Pero podría ser una analogía de la reacción que obviamente sentimos al leer esta carta.
El movimiento del pensamiento, en 1Jn (como en los discursos de Jesús que leemos en el cuarto Evangelio), es característicamente circular. No nos encontramos con una marcha dialógica del pensamiento, como en las cartas de Pablo («Pablo escribe sus cartas como un rabino judío conduce el diálogo para dar sus instrucciones», «va recorriendo un camino de ideas», «piensa en sentido lineal». Lejos de eso, el movimiento de las ideas, en Juan, se parece más bien a una contemplación y meditación. Se contempla el centro de la realidad de fe -el amor de Dios que se revela en Jesús, y que insta a la retransmisión-; las ideas giran circularmente en torno a este centro. Por eso, no hallamos un avance del pensamiento ni cambio de temática, en el sentido en que nosotros lo entendemos. Sino que, desde el principio, se está contemplando lo mismo. Por ejemplo, en el enunciado acerca de Dios, que se nos hace en 1Jn 1:5, «Dios es luz», se contiene ya objetivamente lo que se enuncia en 1Jn 4:8.16, «Dios es amor». Y en expresiones como «caminar en la luz», «guardar los mandamientos» y «obrar la verdad» se encierra ya el ejercicio concreto del amor fraterno. El autor se contenta con exponer relativamente pocos conceptos, sobre los que vuelve una y otra vez: se trata principalmente de los conceptos dualistas de contraste: luz y tinieblas, verdad y mentira, odiar y amar (y, sobre todo, el sustantivo, agape, «amor»).
Claro está que vamos a ver que la incesante variación se hace de manera tan ingeniosa y teológicamente tan profunda, que el enunciado y la exhortación -repetidos a menudo- se ven cada vez en aspectos nuevos y a través de nuevas relaciones teológicas. Pero, a pesar de todo, hace falta perseverancia y constancia de corazón para no cansarse, y para irse embebiendo cada vez más profundamente de esa verdad y exhortación única.
Esta peculiaridad del movimiento de los pensamientos en san Juan aparece también en la dificultad para hallar una estructuración satisfactoria de la carta. Es verdad que aparece con claridad que la carta tiene una estructura que va derivándose, con lógica interna, del principio específicamente joánico. Y comprobamos con toda claridad la existencia de dos cesuras (antes de 2,18 y antes de 4,1), las cuales -en cierto modo- justifican para dividir la carta en tres partes principales. Ahora bien, puesto que vislumbramos que en las distintas secciones reaparecen -a pesar de todo- los mismos motivos, y que los epígrafes de las partes principales podrían ser, no poco, los mismos: volvemos a encontrar la dificultad de siempre, a no ser que tomemos como punto de partida, consecuentemente, que se trata de una evaluación que va (girando con su meditación) en torno a unos pocos motivos fundamentales.
Así, pues, la mejor manera de conocer la estructura de la carta es vislumbrar cuáles son los temas principales y tratar de ver cuál es su ilación. Son dos o tres: el tema de la fe en Cristo (casi siempre en antítesis con una herejía cristológica y gnóstica); el tema de la agape, que aparece también con el título de «mandamiento» o «mandamientos», y (eventualmente como tercero) el tema de «Cristo y el pecado», que podríamos considerar como el aspecto negativo del tema del amor.
Si en el prólogo, 1Jn 1:1-4, podemos ver ya la primera exposición del tema «la fe en Cristo», entonces vemos que los temas principales se distribuyen con relativa uniformidad en las tres partes.
Estaría justificado incorporar este prólogo a la estructura de la carta, considerándolo como la primera exposición que se hace sobre el tema de «la fe en Cristo». Porque indicaciones sobre lo que el autor pretende con su carta, las encontramos no sólo en este prólogo, sino también en el interior de la carta. Por ejemplo, el pasaje de 2,12-14, por su forma, sería -por lo menos- tan adecuado como prólogo como puede serlo 1,1-4. Y el excursus cristológico que hay en el interior del prólogo (1Jn 1:2 : «la vida se manifestó») es también un enunciado con gran peso propio. Además, el prólogo 1,1-4 está asociado con la transición del versículo 5, por medio de la consonancia de «anunciar» y «anuncio» o «mensaje». Por consiguiente, no sólo está justificado sino que es necesario incorporar ya el prólogo a la primera parte, porque de lo contrario se desatiende demasiado fácilmente su engarce con esta primera parte. De este estado de cosas se derivan dos consecuencias tanto para el comentario como para su utilización. Los lectores de entonces, de la carta 1Jn, estaban habituados -por la labor de sus misioneros y maestros- a la manera de pensar del autor. Y los conceptos con los que éste trabaja, les resultaban familiares por el ambiente en que vivían. Estaban ya embebidos de los pensamientos del autor. Y habían tenido tiempo para captarlos existencialmente y en medio de la repetición habitual del culto. Por consiguiente, las exposiciones del autor fueron seguramente mucho más claras para los primeros lectores que para nosotros. Para colmar la diferencia que nos separa de estos primeros lectores y oyentes del mensaje joánico, necesitaríamos -casi me atrevería a decirlo- el hábito de meditar que tenían los monjes medievales. El que quiera asimilarse bien esta carta, tiene que haber adquirido la capacidad de contemplarla en la meditación: de contemplarla despacio y con sosiego, hasta que la verdad que aquí se enuncia vaya impregnándole. La carta presupondría a personas que tengan tiempo suficiente y que lean la carta tan a menudo, que las palabras y el desarrollo de los diversos motivos vayan empapando espontáneamente a los contemplativos. Esto difícilmente será posible para ninguno de nosotros. El cristiano de hoy día apenas logrará, con la falta de tiempo y de sosiego que reina hoy día, adentrarse en la meditación y dejar que los pensamientos del autor vayan penetrando en él. Para ese camino necesitamos muletas. Y esas muletas serán para nosotros las diversas explicaciones exegéticas que nos permitan hacernos una idea de conjunto.
Y, así, esta exposición toma como punto de partida la convicción de que los pensamientos de esta carta podrán ser fecundos únicamente para la meditación, en el caso de muchas personas de hoy día, si esas personas logran tener una buena visión de conjunto de la sucesión de las distintas ideas. En el caso de Jn, más seguramente que en otros tomitos de esta colección destinada a la lectura espiritual de la Escritura, hay que elaborar bien la trayectoria de los pensamientos, antes de que se pueda dar comienzo a la meditación. Además, para que el lector se asimile esta carta debidamente, necesitará -más quizás que en otros escritos del Nuevo Testamento- seguir íntimamente el curso de las ideas y acompañar la marcha de la argumentación.
Sobre todo, en esta carta es más necesario que en muchos otros escritos del Nuevo Testamento, captar la concepción de conjunto, a fin de poder comprender en su marco adecuado los enunciados particulares. Por consiguiente, dentro del circulo hermenéutico en que ha de moverse toda interpretación (movimiento que va desde el detalle hasta la visión global, y viceversa), en este comentario hemos acentuado más intensamente el intento de ofrecer una visión de conjunto… sin que, por ello, haya sufrido necesariamente la exégesis de los detalles. Tan sólo captaremos la concepción que se esconde tras los diversos enunciados de 1Jn, cuando logremos hallar la vinculación existente entre los tres o dos temas principales de la misma, temas que -aparentemente- se irían sucediendo de manera abrupta.
La concentración del autor sobre unos cuantos conceptos henchidos de significado, hace que dichos conceptos puedan parecer estereotipados. Por ejemplo, las palabras -repetidas tantas veces- sobre el amor fraterno podrían parecernos una frase habitual. Con toda seguridad, en 1Jn no hay formas estereotipadas, sino que en ella las palabras tienen su vigor original. Hay que dejarles ese vigor. O, más exactamente: hay que recuperarlo para nosotros. Y esto no es posible sin el constante esfuerzo por expresarlas de nuevo. Y en este esfuerzo no hemos de desmayar, a pesar de la insuficiencia de nuestros intentos. En la exposición no podremos evitar repeticiones, porque ha de quedar bien claro que el autor, incluso con conceptos aparentemente distintos, se refiere a menudo a la misma realidad objetiva. Y ha de quedar en claro, asimismo, que se trata siempre del único tema central, que se expresa en pensamientos y variaciones circulares. Pero hay otra razón más: un comentario como éste se lee casi siempre fragmentariamente, por secciones (y no hay forma de hacerlo de otra manera). Por tanto, no siempre se han evitado las repeticiones.
No cabe duda de que, exponiendo la problemática histórica tradicional como punto de arranque, problemática que no tiene apenas cabida en el presente comentario (aunque, desde luego, constituya uno de sus presupuestos), podríamos contribuir a evitar, a todo trance, que las palabras de 1Jn (por ejemplo, la palabra «amor») sean entendidas erróneamente como simples expresiones estereotipadas. Esta problematización apenas podrá hacerse dentro del comentario, pero constituye uno de los presupuestos del mismo. Porque, para que nos asimilemos en nuestra propia vida estas frases de 1Jn (para que nos las asimilemos por medio de los presupuestos mentales que están entrañados en nuestro vivir cristiano actual) y para que las elaboremos hace falta también que las veamos en relación con los demás enunciados neotestamentarios acerca del mismo tema, principalmente con los enunciados de la tradición sinóptica. La concentración sobre el amor de Dios -el amor que se da a sí mismo y que exhorta a seguir dándose- y la comprensión de la fe en Cristo como «fe en el amor», tal como nos la ofrece la carta, ¿es, realmente, una legítima reinterpretación del mensaje de Jesús y del más antiguo kerygma pospascual?
Cuando Jesús, según la tradición sinóptica, incluso en sus capas más antiguas, proclama y vive la misericordia de Dios en favor de los pobres, de los publicanos y de los pecadores (y, por cierto, en una forma escandalosa para los piadosos de aquella época), y cuando Jesús lucha contra una observancia esclerotizada de la ley, contra una observancia que, por haber entendido mal la ley de Dios, se endurece hasta convertirse en crueldad y falta de amor, y cuando Jesús exige el amor hasta llegar al amor de los enemigos (véase su mandamiento, encerrado en la declaración de Mat 5:48; Luc 6:36): entonces, objetivamente, se nos está diciendo lo mismo que en la carta 1Jn (10). No es verdad que el amor fraterno, según la comprensión joánica, constituya el polo opuesto al amor, predicado por Jesús, hacia los enemigos. Es cierto que las comunidades de 1Jn tienen conciencia de que son aborrecidas por el mundo. Pero no aborrecen al mundo. Lejos de eso, la consecuencia de la carta es que las personas que todavía están en las tinieblas, son amados como hermanos.
El sonido «metálico duro» de muchas palabras de Jesús que se encuentran en la fuente de los logia, y la exigencia de decidirse en favor o en contra de Jesús, se refleja también en la exigencia, no menos dura, de decidirse en favor o en contra del amor, tal como vemos en 1Jn. Difícilmente habrá nada que pueda evitar tan consecuentemente el error de creer que 1Jn es una carta blandengue, llena de bondad, sin energía. Difícilmente habrá nada que pueda deshacer mejor este prejuicio que la visión conjunta de esta carta a la luz de las palabras duras pronunciadas por Jesús. Y, por otra parte, 1Jn puede prestar también un servicio al lector de la fuente de los logia y de todo el resto del Nuevo Testamento: el servicio de ayudarle a ver en todo lo que sucede en Jesús y por medio de Jesús, el amor nada sentimental, el amor vigoroso y exigente de Dios, o de afirmarlo en la obscuridad de la fe.
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2. La carta 2Jn debe de proceder del mismo autor que la carta 3Jn. Asimismo, la relación entre 2Jn y 1Jn se explica de manera sumamente satisfactoria, si el autor es idéntico.
3. Ambas cartas, por su reducida extensión y por su aparente carácter de epístolas privadas, tuvieron sus dificultades para lograr entrar en el canon del NT.
6. SAN AGUSTÍN, en el exordio a su sermón sobre la carta 1Jn, escribe «que es preciosa para todos aquellos cuyo corazón tiene sano gusto para saborear el pan de Dios, y que goza de sumo prestigio en la santa lglesia de Dios, tiene especial predilección por el amor. En efecto, apenas habla de otra cosa que del amor. El que tenga órgano interno para oír, la escuchará con placer.. »
10. Claro está que tal vinculación con 1Jn se da únicamente cuando en la vida misma de Jesús se da el puente entre las instrucciones (véase la fuente de los logia) y el «por» de su muerte (véanse las palabras del Señor en la cena). Porque 1Jn vincula, de manera muy íntima, el amor de Dios y de Jesús (como norma del amor fraterno), lo vincula -digo- muy íntimamente con la muerte de Jesús. Y, dentro de la tradición sinóptica, una analogía con ello la encontramos casi únicamente en las palabras del Señor en la cena y en la tradición emparentada con ellas (véase, por ejemplo, Luc 22:24-27). Ahora bien, ese puente no lo romperá hoy día ningún exegeta consciente de su responsabilidad. Por «fuente de los logia» designamos una primitiva colección de sentencias de Jesús, que Mateo y Lucas recogieron -cada uno por separado- en sus Evangelios. (_MENSAJE/22..Págs. 5-18)
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PARTE PRIMERA 1 ,1-2,17
1. INTRODUCCIÓN DEL CONJUNTO Y DE LA PARTE PRIMERA: LA PREDICACIÓN (1,1-5).
a) Prólogo: Primera exposición sobre el tema «la fe en Cristo» (1,1-4).
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que nuestras manos han palpado, acerca de la Palabra de la vida 2-pues la vida se manifestó y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna que estaba en el Padre y se nos manifestó-: 3 lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Pues, efectivamente, nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos esto para que sea colmado vuestro gozo.
Aquí no encontramos unas palabras de saludo inicial, como las que vemos en las cartas paulinas y también en la segunda y tercera carta de san Juan. La carta comienza sin indicación de quién es el autor y quiénes son los destinatarios. En vez del saludo inicial tenemos este comienzo solemne y de importancia teológica. No es una «obertura» o «exposición» en el sentido de que se escucharan ya en él todos los motivos principales. Aquí no se habla del amor, por lo menos no se habla de manera inmediata. Sino que aquí se trata por vez primera del tema «Cristo»: Cristo y su obra de salvación, la significación de Cristo en orden a la salvación y el anuncio de los testigos. La insistencia en «testificar» y en el concepto de «vida» hace que veamos la íntima relación de esta sección con 5,4-12. Estos dos fragmentos constituyen, evidentemente, un marco, un paréntesis o «inclusión» en la que se encuentra encerrado el contenido de la carta. A la frase final de 1,4 corresponde, hacia el final de la carta, la frase 5,13. En ambos casos se indica la finalidad, el objetivo de la carta.
¿Qué ideas quiso exponer el autor en esta introducción? Podemos clasificar sus afirmaciones en tres grupos:
a) Proposiciones que tienen a Cristo como sujeto: lo que era desde el principio…, la vida se manifestó.
b) Captación del acontecimiento de Cristo por medio de los testigos (enunciados en tiempo pretérito): lo que hemos oído, lo que hemos visto.
c) Testificación y proclamación actual (forma en tiempo presente)…: Testificamos y os anunciamos.
Pues bien, desde un principio es importante conocer cuál es el pensamiento que preside la carta, el pensamiento que el autor quiere ofrecer primordialmente o la meta que él pretende alcanzar.
Para hallar el pensamiento principal, una buena ayuda suele ser la de buscar el verbo principal. Esto resulta aquí un poco difícil, porque la proposici6n de los v. 1-3 constituye un anacoluto (es decir, una oración que, gramaticalmente, no continúa lo mismo que empezó). El verso 2 es una intercalación; el verso 1 continúa en el verso 3. Pero, al fin, queda claro que el verbo principal se encuentra al reanudarse el pensamiento en el verso 3: «anunciamos». A continuación inmediata se nos indica también la meta que el autor quiere alcanzar. Esta meta es la «comunión». Pero lo que nos sorprende, es que no se habla inmediatamente de la comunión con Dios y con Cristo. Es verdad que las ideas de los versos 1 y 2, que también pretenden servir a esta meta, tienen su peso propio: hasta tal punto, que aparece el anacoluto del verso 2. Hay también otra característica de esta sección. El movimiento de ideas comienza con la forma neutra «lo que». Después hallamos el concepto de «vida», que se refiere a la persona en último término. Y su nombre sólo se menciona al final del verso 3: Jesucristo.
Vemos ahora que esta introducción de la carta tiene mucha semejanza con el prólo0go -más conocido para nosotros- del Evangelio de Juan. Aquí lo que nos interesa es lo peculiar de 1Jn por contraste con el Evangelio. Así, pues, mencionamos en primer lugar los puntos de contacto, lo que tienen en común. Y ahora nos preguntamos por lo peculiar de 1Jn con respecto al Evangelio.
Lo común es, principalmente, que en ambos casos se habla de la preexistencia de la «Palabra», del ser premundano de la «Palabra» (Logos; en 1Jn: «Logos de la vida»), y de su encarnación (en 1Jn: «… se manifestó»). También se acentúa en ambos casos que los testigos lo «vieron» o lo «contemplaron». Se dice, igualmente, que el Logos, en el principio más primordial, estaba «junto a Dios» o «en el Padre». Asimismo, el concepto de «vida» tiene mucha importancia en ambos casos.
Ahora bien, frente a estos puntos comunes destaca también la peculiaridad de 1Jn. La vemos principalmente por el fin que el autor persigue y que se nos indica en el v. 3. Porque la introducci6n de 1Jn tiene como meta enunciar otra cosa que el prólogo del Evangelio. El prólogo es una «obertura» independiente para el Evangelio, es un «amplio himno al Logos». Entre sus importantes motivos se cuenta la repulsa del Logos luz por parte de las tinieblas. Precisamente por esto el prólogo es un preludio de ulteriores partes del Evangelio.
La introducción de 1Jn no pretende, frente a esto, desarrollar nuevamente la doctrina del Logos. No pretende describir en sí el acontecimiento de salvación. No pretende hablarnos de la Luz divina y de que ésta fue rechazada por el cosmos. Sino que lo que quiere es hablar a la situaci6n concreta de una comunidad. Esta comunidad está amenazada por la herejía que ataca la encarnación del «Logos de la vida». Por eso, lo más importante es que los lectores se convenzan o sigan convencidos de lo fidedigna que es esta doctrina. La carta «comienza allá donde se habla de la experiencia de aquellos que conocieron al divino Revelador y Portador de la vida, y lo aceptaron con fe» 18.
1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que nuestras manos han palpado, acerca del Logos de la vida…
Conscientemente, las primeras palabras acentúan ya el misterio. Todavía no se menciona el nombre de aquel a quien se refieren. Ni siquiera se emplea el género masculino, sino el neutro: «Lo que era desde el principio.» Podríamos traducir también: «Lo que era desde el origen.» No aparece claro qué es lo que se quiere decir exactamente por este «desde el principio»: ¿desde el principio de la creación, es decir, desde el absoluto principio y origen de toda la creación, principio y origen que es el Padre? Ahora bien, si tenemos en cuenta la índole de nuestra carta, que se interesa menos por delimitaciones temporales que por Dios como razón primordial de la luz y del amor que se manifiesta, entonces se traducirá de manera parecida a como se traduce en el prólogo del Evangelio de San Juan o, mejor, en Jua 17:24 : «…mi gloria, la que me has dado, porque me has amado desde antes de la creación del mundo». Ambas cosas podrían estar indicadas en 1Jn 1:1 : la realidad de la que ahora va a hablarse, llega hasta la eternidad, hasta «antes de la creación del mundo», y procede de la eterna razón primordial del amor de Dios.
Hacia el final de la frase se denomina de otra manera esta realidad. Se llama: «el Logos de la vida». Pero se conserva el lenguaje con sabor a misterio. La realidad a la que se alude, no es equiparada formalmente con la vida (divina): «Acerca del Logos de la vida», se dice literalmente. El «Logos de la vida» es semejante a lo que, en el prólogo del Evangelio de San Juan, es la Palabra de la revelación personal de Dios, la «Palabra», en la que Dios se revela a sí mismo. Se trata de la «Palabra», que por la revelación de la «vida» -de la plenitud divina de vida- difunde vida. O más exactamente: esa Palabra puede difundir la vida, porque contiene en sí misma la vida de Dios. Acerca de este misterio del Logos divino de la vida, del Logos que existe desde el origen primordial de la eternidad, los testigos no sólo hacen declaraciones teológicas, sino que afirman mucho más: ellos han escuchado esta primordialísima realidad del Logos de la vida (el oír está en primer lugar, porque una «palabra» es oída primero), la han visto, la han «contemplado» con sus propios ojos, y la han palpado con sus manos.
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15. SCHNACKENBURG. 51. Véase ibídem: «Podremos afirmar que la introducción de la carta presupone el prólogo del Evangelio o el himno al Logos, que está integrado en él, y lo recoge y utiliza conscientemente con miras a la predicación actual.
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2…pues la vida se manifestó, y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna que estaba en el Padre y se nos manifestó…
Esta enorme pretensión tendrá sentido únicamente, si el Logos realmente «se hizo carne», tal como se dice en el prólogo del Evangelio de San Juan. La necesidad de expresar aquí una confesión de fe en la encarnación se impone tan intensamente al autor, que queda rota la estructura de la frase y se añade una nueva frase a la anterior, que queda inconclusa. La encarnación del Logos, de la que habla Jua 1:14, es revelación de la vida divina. Por medio de las expresiones realistas («ver con nuestros propios ojos», «palpar») del versículo 1, de las que se recoge aquí de nuevo la expresión de «ver», queda inconfundiblemente claro que esta manifestación no es la manifestación de un espíritu, sino de Jesucristo «venido en carne» (1Jn 4:2).
Pero al «hemos visto» se añade ahora lo que los testigos quieren hacer con respecto a los lectores a quienes están dirigiendo la palabra: «Testificamos y os anunciamos. . . » ¿Qué es lo que se anuncia? La «vida eterna» (la plenitud de lo que el hombre de aquella época, con su anhelo tan tensamente religioso, esperaba), «que estaba en el Padre y se nos manifestó». Con las palabras «que estaba en el Padre» se recoge, seguramente, y se esclarece la expresión introductoria: «lo que era desde el principio».
3…lo que hemos visto y oído os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Pues, efectivamente, nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
El versículo 3 ofrece la conclusión de los versículos 1 y 2. Los testigos no anuncian ideas filosóficas, sino lo que «han oído y visto». Pero ahora se indica cuál es la finalidad de este anuncio que se hace. Esperaríamos, seguramente, que se nos dijera: «…para que también vosotros tengáis comunión con Dios (o con Cristo)». En vez de esto, se nos dice -sorprendentemente- en primer lugar: «para que también vosotros tengáis comunión con nosotros», es decir, con los testigos. Los testigos, por su parte, tienen «comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo». La sucesión de ideas en los versículos 3a/3b pretende expresar: La comunión con Dios, según la mente del autor, se da tan sólo -evidentemente- por medio de la comunión con los testigos. Por lo demás, aquí se menciona ya finalmente el nombre al que se estaba aludiendo desde el principio: Jesucristo.
4 Os escribimos esto para que sea colmado vuestro gozo.
Si en el versículo 3 se había mencionado la finalidad de la predicación, ahora se menciona cuál es la finalidad de la carta. ¿Quedarán muy lejos ambas metas?
Evidentemente, la comunión con Dios se considera como fuente de gozo. Si el anunciar y el escribir producen la comunión con los testigos y, por tanto, la comuni6n con Dios, entonces producen también un «gozo colmado». Pretende decirse con ello que el gozo destinado por Dios para los cristianos -¡un gozo grande!- llega a realizarse.
Hacia el final de la carta, en 5,13, encontramos una proposición en la que se indica de manera parecida la finalidad de la carta: «Os escribo estas cosas… para que sepáis que tenéis vida eterna.» El autor escribe para fortalecer en sus cristianos la seguridad de salvación. Esto es lo mismo que lo que el autor nos dice en 1,4 acerca de la finalidad de su carta. Porque esta seguridad de salvación (que se logra por medio del «amor cumplido», véase: 2,5 y 4,12) es el «gozo colmado».
Pues bien, ¿quiénes son esos que «testifican» de los que aquí se habla en plural? La cuestión es importante, si queremos actualizar el texto. No existiría ningún problema, si aquí pudiéramos oír hablar al apóstol san Juan, y a él solo. Pero contra esta interpretación, demasiado simple y que ha dominado durante mucho tiempo, hay muy serias objeciones. ¿Hasta qué punto se utiliza aquí el número plural? ¿No hablará el apóstol en plural mayestático? No es probable. Principalmente por la oposición que hay entre «nosotros» y «vosotros», hay que suponer la existencia real de un grupo de testigos, cuyo portavoz es el autor de la carta. ¿Y es probable que, hacia fines del siglo I, vivieran todavía, junto con el apóstol san Juan, un buen número de testigos oculares?
Por otro lado, es imposible volatilizar los conceptos de 1Jn 1:1-4, como si se tratara de algo puramente intelectual o mental. Este «ver» no es sólo una contemplación de fe, sino que tiene -al menos- que incluir como fundamento la visión corporal por parte de testigos oculares.
Por tanto, la cuestión es la siguiente: «Los que aquí hablan, ¿afirman que han sido realmente oculares y auriculares de los acontecimientos históricos, compañeros íntimos de Jesucristo durante sus días de vida en la tierra? ¿O las macizas expresiones del versículo 1 pueden entenderse también de otra manera?».
La solución del aparente dilema podría estar quizás en lo siguiente: Los conceptos realistas de la percepción deben explicarse, en gran parte, por contraste con la herejía gnóstica, a la que la carta trata de combatir. El camino de salvación que la herejía se propone ofrecer, es la unión inmediata con lo divino por medio de la gnosis. El gnóstico pretende, en cierto modo, captar inmediatamente a Dios con la energía mística de su gnosis. Niega que la carne del Logos sea camino de salvación, por cuanto niega en general la encarnación. La carta entera se opone a la mentira cristológica de los herejes, es decir, a su engañoso mensaje de salvación que habla de la unión inmediata con lo divino. Y a esta mentira, contrapone la clara verdad cristiana: la comunión con Dios sólo se da por medio de la fe en el Logos encarnado, en la venida de Jesús en carne22.
Los primeros versículos de la carta son la proclamación de lo palpable que ha llegado a ser lo eterno y divino en la carne de Cristo. La experiencia crística, la experiencia de Cristo, se ha formulado de esta manera, para contraponer -frente a la gnosis- cuál es el verdadero camino cristiano de salvación. Y puesto que la encarnación es un acontecimiento histórico real, los testigos oculares de la vida de Jesús tienen, en todos los tiempos, una tarea especial en la predicación eclesial de la fe. La encarnación, en las generaciones posteriores, sólo podrá testificarse en conexión íntima con los testigos oculares.
En el caso de nuestra carta, esto resultaba posible de manera especial. El grupo del que se hace portavoz el autor de esta carta, transmite la predicación de un destacado testigo ocular (según la tradición de la Iglesia se trata de Juan, el hijo de Zebedeo). Es un círculo de colaboradores o discípulos que tienen el encargo y el derecho de mancomunarse con él en la predicación. El que lee esta carta, no sólo escucha la predicación de la segunda generación de testigos oculares, sino que entabla contacto con los verdaderos testigos oculares.
Para completar, señalemos lo siguiente: para el círculo joánico, la fe en Cristo no es sólo una opinión o un considerar algo como verdadero, sino que es un contacto real con Cristo mismo hecho carne. La carta 1Jn, con sus conceptos realistas de percepción en el v. 1s, ¿no pretendería expresar que la fe es un contacto real con Jesús encarnado? En Jua 20:29 se dice a Tomás: « ¡Bienaventurados los que no vieron y creyeron!» La fe de los que no ven no es «cosa menor» que el ver y palpar que se le ofreció a Tomás, según Jua 20:25 ss, sino, al contrario, la fe es precisamente lo que Dios quiere como respuesta, y lo que recibe la promesa.
Lo cierto es, en todo caso, que en 1Jn 1:1 ss hablan testigos oculares de la vida de Jesús. La cuestión es únicamente si estos testigos hablan de manera directa a los lectores, o bien -aquí- la segunda generación de testigos recoge sus palabras. Creemos que esto último es lo que hay que afirmar. En este caso, se realiza aquí una exigencia que recae sobre cualquier generación cristiana de testigos: la de vincular la propia experiencia de fe con el testimonio de los testigos oculares.
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22. SCHNACKENBURG, 58: «Frente a la inmediata captación de Dios, pretendida por el gnóstico, la fe cristiana anuncia que lo divino y eterno se ha hecho palpable y captable en una singular figura humana».
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Para la meditación de 1,1-4
Las sugerencias que vamos a ofrecer ahora serán objetivas únicamente si recogen la intención del texto mismo. Ahora bien, como estamos convencidos de que el texto está dispuesto, por su propia naturaleza, para oírlo espiritualmente, vemos que es legitimo «prolongarlo» para que llegue también a nuestros oídos. En este texto encontramos dos posibilidades: podemos vernos a nosotros mismos en el papel de interpelados por la carta, de lectores de la misma. Pero podemos vernos también en el papel de los testigos.
a) Los testigos quieren que este mensaje se escuche entre sus primeros oyentes y lectores. El que hoy día quiere leer con fe estos versículos de 1Jn 1:1-4, tendrá que identificarse en primer lugar (he ahí lo más importante y lo que más corresponde al texto) con estos primeros oyentes de los testigos. Y, así, escuchamos el mensaje de la encarnación de la vida: lo escuchamos, digo, de labios de los testigos que han recibido de Cristo y de su Espíritu el encargo de testificar, y que están unidos con los primeros testigos oculares. Nos vemos ante la decisión de creer en el duro mensaje, en el mensaje improbable para el hombre entregado al cosmos, de que el Logos de la vida se ha hecho palpable, de que ha entrado en la limitación. Pero nosotros sabemos que si aceptamos en la fe este mensaje, entonces él nos integra en la comunión de los testigos. Y mucho más aún: nos integra en la comunión con Dios mismo. Porque la comunión con Dios no se comunica a cada individuo en particular, sino que se transmite por medio de la comunión con hombres. La gran comunión de la Iglesia, en la cual esto acontece, y también los distintos hombres particulares, por medio de los cuales Dios quiso comunicarnos personalmente su comunión, son un regalo que Dios nos hace. Y nosotros sabemos (en el sentido en que el autor entiende el saber de fe) que la fe en la comunión con Dios nos da la plena alegría, el gozo «colmado», que Dios ha destinado para nosotros.
b) Por medio de la comunión con los testigos, nosotros mismos llegamos a ser testigos. Todo depende ahora de que estemos convencidos de la realidad de «la vida» que «se manifestó». Sin genuina experiencia de la fe, nadie puede convertirse en instrumento para suscitar en otros la fe. Cuando anunciamos a Cristo como la vida, entonces no sólo queremos comunicar saber, sino también atraer a otros a nuestra comunión, y con ello a la comunión con el Padre y el Hijo, la cual significa la salvación y el «gozo colmado». Atraer a otros a la «comunión con nosotros», es decir, a la Iglesia. Pero es curioso que 1Jn no emplee esta expresión. No suena ni siquiera la idea de una organización que pudiera sugerirse por la palabra «Iglesia». Según este lugar, debemos considerar a la Iglesia sencillamente como una comunión personal.
Si aquí preferimos la lectura variante del versículo 4, «para que sea colmado nuestro gozo», entonces esta variante -a pesar de la probabilidad, mucho mayor, de la variante que hemos recogido antes, en la traducción- puede ofrecernos una sugerencia: Cuando un creyente se convierte en testigo, transmite la comunión con Dios, entonces su alegría se hace plena, su gozo «se colma».
No debemos silenciar una dificultad que se nos impone. Muchas personas, hoy día, no quieren saber ya nada de la «vida eterna». Rechazan lo que entienden por ella. Y, así, lo primero que hay que hacer es limpiar de suciedad y herrumbre el concepto de «vida eterna» (es decir, de «vida divina»): suciedad y herrumbre que ha ido cogiendo a lo largo del tiempo. Hemos de pulir este concepto, y volver a dejarlo resplandeciente. El hombre de sensibilidad helenística, a fines del siglo I, difícilmente valoraba la vida terrenal como una plenitud. En cambio, para nosotros, que somos hombres de hoy día, la plenitud de la vida y del mundo, esa plenitud que tratamos de descubrir y dominar, puede ocultarnos la perspectiva de una plenitud mayor que nos está prometida. No se trata, pues, de recaer en la hostilidad hacia el mundo, esa hostilidad que caracterizaba al ambiente histórico-religioso en que apareció 1Jn. Sino que lo que hay que hacer es captar el mensaje de esta carta en toda su profundidad. Y entonces veremos que la afirmación de la creación en nuestro sentido de hoy día y la promesa de la vida eterna en el sentido de esta carta no sólo son compatibles, sino que además la vida actual experimentará también una ayuda decisiva por medio de este mensaje: porque la fuerza del amor, por el que se nos promete la vida eterna, enriquece ya de manera insospechada la vida actual.
b) Transición: La proclamación «Dios es luz» (1,5).
5 éste es el mensaje que de él hemos oído y os anunciamos: que Dios es luz y que en él no hay tiniebla alguna.
El versículo ofrece una transición. La palabra clave -«mensaje»- sirve para unir este versículo con el pasaje de 1,1-4. Y todos los conceptos (luz y tiniebla) son ya totalmente un preludio de lo que va a venir, y que sin esta introducción no sería plenamente comprensible.
¿Qué quiere decir que «Dios es luz»? ¿Es un enunciado acerca de la esencia de Dios? Tal sería el tenor de la proposición, sobre todo si la leemos tal y como la interpretaría un gnóstico de aquella época: Dios es sustancia de luz. ¿O tenemos ante nosotros un enunciado acerca de la santidad moral de Dios: de tal forma, que se nos diga que Dios carece de la menor mancha en el sentido moral? En favor de esta última interpretación habla el contexto siguiente, el cual, del enunciado acerca de Dios, que leemos en el v. 5, saca conclusiones para el comportamiento moral de los hombres. ¿O habrá que asociar ambas cosas?. Tal es la consecuencia que habría que sacar, para hacer justicia a ambas interpretaciones. ¿O quizás existe otra posibilidad más, una cuarta posibilidad? Si contemplamos la comprensión religiosa contemporánea de esta palabra de «luz», entonces vislumbramos algo del sonido fascinante que esta palabra tuvo para las personas de aquella época. Nos damos cuenta de que «apenas ninguna otra idea inflamó tanto el anhelo religioso de la antigüedad y, sobre todo, del helenismo, como la idea de la vida y de la luz». Pero nuestro autor pretende algo muy distinto de fomentar las especulaciones gnósticas o místicas. El versículo 5 es la introducción de lo que sigue. Y lo que sigue es una clara exhortación a la conducta moral y agradable a Dios. «Definición esencial» de Dios y «enunciado sobre la santidad moral» son dos conceptos que no deben separarse el uno del otro, porque la verdad de que Dios, en su actuación, es el prototipo de la limpieza y santidad moral, es algo que deriva de la esencia divina, de la perfección del ser de Dios.
Todo esto, ¡qué duda cabe!, está en lo cierto. Pero, si queremos entender 1Jn 1:5, no podemos contentarnos con ello. El pensamiento joánico, en el fondo, es mucho más sencillo. Se reduce a un único enunciado que abarca ambas cosas. Y llegamos a él, si no nos limitamos a tener en cuenta el contexto siguiente, sino también el contexto anterior. Porque el versículo 5: «Este es el mensaje», está señalando claramente hacia atrás, hacia el doble «anunciamos», del v. 2s. En éste, el «mensaje» versa evidentemente acerca del Logos encarnado. ¿Tendrá que ver algo con él el v. 5? Así nos lo sugiere por de pronto el hecho de que los testigos de este anuncio, de que se habla en el v. 5, lo han oído ya de él, es decir, de Cristo. Pero hay, además una asociación de contenido entre este doble anuncio. Dios es luz. Esto significa (como hemos de ir viendo cada vez más claramente en el curso del comentario): Dios es aquel que se manifiesta en Cristo. Pero ¿hasta qué punto los versículos 6 ss asocian con el versículo 5 la idea de «caminar» en la luz, es decir, una idea concebida en un sentido claramente ético? El versículo 5 ¿tiene algo que ver con el otro enunciado de IJn acerca de Dios: «Dios es amor»? Expresemos también aquí la convicción de que 1,5 no se puede entender plenamente sino en estrecha relación con el enunciado de que «Dios es amor» 27,
Pues bien, ¿hasta qué punto se refiere a Cristo el «mensaje» de que Dios es luz? En los evangelios no encontramos palabra alguna de Jesús en que directamente se exprese tal cosa. La respuesta es la siguiente: en cuanto Jesús ha manifestado a Dios como amor. La vinculación de pensamiento entre «Dios es luz» y «Dios es amor», que ahora se hace, no se aclarará sino en el transcurso del comentario. Quizás sea la clave de todo el conjunto. Una primera prueba de que esta sospecha es acertada, la tenemos ya en el pasaje 2,9-11; en que se asocia íntimamente a la «tiniebla» con el odio fraterno, y a la luz con el amor. Finalmente, detrás de estas formulaciones está la concepción de que el comportamiento agradable a Dios es el amor abnegado, el amor que se entrega, mientras que el pecado es egoísmo, que se traduce con la falta de amor 28,
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27. Tendríamos que añadir, además, tomado del Evangelio de Jua 4:24, el enunciado divino de que «Dios es espíritu». y también la frase siguiente de que hay que adorar a Dios «en espíritu y verdad». Asimismo, el concepto de «gloria» (doxa) es un concepto de luz. Y en el Evangelio de Juan, este concepto difícilmente puede entenderse también, si no es haciendo referencia al amor divino (véase Jua 17:24). Otra cuestión: En las cartas segunda y tercera de Juan, encontramos el «caminar en la verdad», exactamente igual que aquí encontramos lo de caminar en la luz. El concepto de «verdad» ¿designará la misma realidad que el concepto de «luz»? 28. Si la «luz». ya en 1,5, es lo mismo que el «amor», entonces queda superada la diferencia entre las concepciones (véase más adelante, nota 113) de Schnackenburg (1,5, que es primordialmente un enunciado esencial acerca de Dios) y KOHLER (1,5 = enunciado acerca de la revelación): «Dios es luz» no sólo significa que Dios, en sí mismo, es claro y luminoso, sino que él irradia luz (y que, para ello, obviamente, ha de ser primero una luz no menguada en su intensidad); «Dios es amor» significa que Dios se dona a sí mismo (y que, para ello, obviamente, ha de ser primero en sí mismo pura entrega, amor generoso). Si esta luz es la luz del amor, entonces Dios es -desde un principio- no sólo esencialmente claro, luminoso en sí mismo, sino también luz radiante. Luz que se revela a sí mismo: el amor que se dona a sí mismo generosamente.
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Para la meditación de 1,5
Será conveniente tomar como punto de partida la vivencia natural de la luz, de lo desdichada que es la frialdad repulsiva y rechazadora que es propia de la tiniebla (no de una noche clara y estrellada, sino de las tinieblas y obscuridad de un sótano sin luz). Luz: nos hace pensar, al mismo tiempo, en calor reanimador.
Será útil también recordar el anhelo de los antiguos por estar en la luz29.
Y ahora nos dice este texto: la esencia de Dios es dar e irradiar, un dar e irradiar de la manera más limpia, pura y luminosa: un amor sin mancha que se manifiesta en la entrega y generosidad del Hijo. La persona que pida a Dios que, a pesar de su propia incredulidad, le conceda graciosamente la fe, ha de seguir pidiendo a Dios que su conducta llegue a ser como la que se describe en 1Jn 1:6 ss. Deberá pedir a Dios la generosidad y abnegación del amor que se entrega, del amor que es lo único que hace posible la comunión con Dios, que es luz. Deberá pedir a Dios un corazón puro (el «corazón limpio» de que se habla en Mat 5:8), que encierra en sí la promesa de la visión de Dios 30.
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29. La literatura asocia con frecuencia el frío del invierno con el desamparo del hombre.
30. Por lo demás, también 1Jn 3:2 habla de la visión de Dios.
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2. CAMINAR EN LA LUZ Y EN LASTINIEBLAS (,11).
Esta parte, con sus dos secciones (primera exposición sobre el tema «Cristo y el pecado», y primera exposición sobre el tema «mandamiento del amor») ofrece sus propias dificultades para el comentario y la meditación. La sucesión de ideas, a primera vista, apenas ofrece una visión panorámica, y tal vez es hasta confusa e incapaz de sinopsis. Pero, en realidad, está meditada con extraordinario esmero. Las ideas no se van desarrollando en la forma en que nosotros estamos acostumbrados, sino que avanzan casi siempre por medio de paralelismos opuestos (antitéticos), es decir, cuando una proposición ha estudiado una cuestión negativa (véase 1,6: «Si… caminamos en tinieblas»), la proposición siguiente expresa la idea exactamente opuesta, la idea positiva (por ej., 1,7: «Si caminamos en la luz»). Y, por cierto, ambas proposiciones -en cuanto al movimiento del pensamiento- están construidas casi siempre de manera igual (paralela). Así, pues, por medio de ambas proposiciones se esclarece la misma idea desde dos aspectos distintos. Aunque no falta en absoluto una progresión del pensamiento, sin embargo este pensamiento está tan entretejido con el orden armónico de las proposiciones, que a veces tenemos que preguntarnos expresamente por él.
Hay más. Los conceptos con los que trabaja aquí el autor, son extraordinariamente generales y abstractos, casi diríamos que lo son en grado aún mayor que en todo el resto de la carta. Se habla al parecer (¿o aparentemente?) en términos sumamente generales del «pecado», de la «luz» y de las «tinieblas», de la «verdad» («practicar la verdad», «la verdad no está en nosotros»), de «conocer» y «permanecer» en Dios o en Cristo, de «guardar los mandamientos» y de «caminar». Además, estos conceptos se utilizan de manera más o menos distinta de la que conocemos en otras partes. Por ejemplo, la «verdad» es una versión completamente insuficiente de la correspondiente palabra griega aletheia según la comprensión joánica (véase a propósito de esto, más adelante). ¿Cómo surge esta peculiar abstracción y generalidad de los conceptos y formulaciones?
En primer lugar, estos conceptos no eran tan insólitos para los destinatarios a quienes el autor escribía, como lo son para nosotros. Se trata casi siempre de conceptos que se hallaban en curso en el ambiente histórico-religioso de aquel entonces: la gnosis y el judaísmo tardío. Hay que tenerlos en cuenta a ambos, principalmente a este último (en la forma de la teología de Qumrán), para estudiar científicamente estos presupuestos y condicionamientos histórico-religiosos. Pero, aun así, los conceptos siguen siendo demasiado generales. Cuando en el transcurso ulterior de la carta se habla del amor fraterno y de la fe en Cristo (por ej., en 3,17: «Si uno tiene bienes del mundo y ve a su hermano en necesidad…»), o cuando en 4,2 se exige la fe en Jesucristo que ha «venido en carne», entonces nos hallamos desde un principio con conceptos mucho más concretos. En cambio, en nuestra sección, solamente al final -en 2,10- se habla del amor fraterno. Por consiguiente, ¿cuál es la relación de nuestra sección con las secciones ulteriores en las que resaltan de manera más clara y concreta los temas principales de la carta?
En este punto, la interpretación que aquí damos, parte de una convicción que só1o quedará fundamentada de algún modo en el transcurso del comentario: El autor de IJn ha dispuesto su carta de tal modo, que el esclarecimiento va viniendo gradualmente. Por de pronto, en nuestra sección, 1,5-2,11, se habla ya del mismo tema que en el capítulo 3 o que en el punto culminante de la carta, la teología de la agape, en el capítulo 4. Por ej., el enunciado divino de 1,5 de que «Dios es luz» dice ya objetivamente lo mismo que los enunciados que se hallan en el punto culminante de la carta y que nos dicen que «Dios es amor» (4,8.16). Aquí, en 1,5-2,11, el autor habla de su objetivo principal, y lo hace con formulaciones que envuelven el tema desde los presupuestos intelectuales y religiosos de sus lectores, y que en el lenguaje usual de ellos muestran ya los frentes principales y las líneas directrices.
La interpretación tiene que tener en cuenta este hecho objetivo. Para el conocimiento de las estructuras lógicas de la sección, que se revelarían espontáneamente a un lector que durante horas y días se detuviera a meditar en ella, y que sólo se nos revelan con dificultad a nosotros para quienes tal meditación apenas es posible o raras veces es posible, será útil también una estructuración esquemática y una contraposición de las formulaciones antitéticas. Y, para leer la Escritura, será una ayuda quizás el que mencionemos ya aquí los enunciados ulteriores, que son más claros. Ambas cosas hay que rastrearlas según la mente del autor: la universalidad fundamental de las proposiciones directrices, presentadas por el autor en conceptos densos y conforme espíritu de una época -esas proposiciones de las que ninguna tiene un sonido tan específicamente cristiano como tal vez la de los v. 4,9s, según los cuales Dios se manifestó como amor por la entrega de su Hijo- y esta visión cristiana de profundidad que, por su misma índole, aporta ya una especie de concretización.
a) Primera exposición sobre el tema «Cristo y el pecado» (1 ,6-2,2).
6 Si decimos que tenemos comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, fiel es y justo para perdonarnos los pecados y para purificarnos de toda iniquidad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
2,1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre: Jesucristo, el justo. 2 él es expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
En esta sección, hay tres proposiciones que comienzan con las palabras: «Si decimos…» En estos enunciados se alude probablemente a tesis de los herejes, que son combatidas en la carta. Claro está que no vemos la expresión (como en 2,4.9): «Quien dice…», esto es, no se habla -marcando una distancia- acerca de un extraño. Sino que el uso de la primera persona del plural incluye también a los cristianos. Las tesis de los herejes son -así las ve el autor- un peligro incluso para los cristianos. Se trata, realmente, de la propia vida de los cristianos mismos, y no de un peligro que amanece desde fuera a la Iglesia. Para tener más fácilmente una visión panorámica de la estructura de la sección, vamos a poner en dos columnas paralelas los enunciados antitéticos de la sección. En la columna de la izquierda pondremos los enunciados negativos (como «caminar en las tinieblas»), y en la de la derecha, los positivos (por ej., «caminar en la luz»).
v. 6: Si decimos que tenemos comunión con él v 7: y caminamos en las tinieblas, Si caminamos en la luz, mentimos y no practicamos la como él está en la luz, verdad. tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo nos purifica de todo pecado. V. 8: V. 9: Si decimos que no tenemos Si confesamos nuestros pecados. pecado, fiel es y justo nos engañamos a nosotros mis- para perdonarnos los pecados mos, y para purificarnos de toda ini- y la verdad no está en nosotros. quidad. V. 10: Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso, y su palabra no está en nosotros. V. 2,1s: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre: Jesucristo, el justo. Ei es expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Sirviéndonos de este esquema, y antes de pasar a la interpretación de detalle, podemos hacer las siguientes observaciones. Se oponen antitéticamente los versículos 6/7 y los versículos 8 (o 10)/9.
En los versículos 6/7 observamos los siguientes pares de conceptos opuestos: caminar en las tinieblas – caminar en la luz; supuesta comunión con Dios = mentira = no practicar la verdad – tener comunión unos con otros.
Pares de conceptos opuestos en los versículos 8 y 10/9:
Decimos que no tenemos pecado, confesamos nuestros pecados. Nos engañamos a nosotros mismos (lo hacemos mentirosos) – él es fiel y justo. La verdad no está en nosotros (su palabra no está en nosotros) – él nos purifica de toda iniquidad (Cristo es expiación por nuestros pecados).
Dentro de cada una de las series, tanto de las negativas como de las positivas, apreciamos siempre una intensificación o aclaración:
Serie negativa: mentimos -nos engañamos a nosotros mismos- lo hacemos (a Dios) mentiroso.
Serie positiva: Si caminamos en la luz -si confesamos nuestros pecados; sobre todo: él está en la luz – él es fiel y justo.
Además: La sangre de Jesucristo nos purifica de todo pecado – él (Dios) nos purifica de toda iniquidad – Jesucristo es expiación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Si comparamos la sucesión de los enunciados negativos y positivos, nos daremos cuenta de que existe una estructura evidentemente pretendida, ingeniosa y de naturaleza casi estrófica.
En primer lugar, observamos un primer par de conceptos antitéticos en los v. 6/7 (esquema a-b); a continuación hallamos un grupo de conceptos antitéticos en los v. 8-10 (esquema a-b-a). El final lo constituyen los versículos 2,1 y 2,2. Están caracterizados ya como final por 2,1a. Vemos que 2,1b-2 constituye el punto culminante de la serie de 1,7.9 y 2,1s, relacionada con la purificación de los pecados efectuada por Jesús.
6 Si decimos que tenemos comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.
Por primera vez en la carta, hallamos aquí la alusión a una orgullosa afirmación de los herejes (afirmación que encontraremos con alguna frecuencia): Los herejes afirman abiertamente de sí mismos que tienen comunión con Dios. Pero su conducta los pone en evidencia como mentirosos. «Caminan en las tinieblas.» ¿Qué significa la voz «tinieblas»? ¿Camina el pecador en las tinieblas, porque las malas acciones que temen la luz del día se realizan en la obscuridad? ¿O, más bien, conforme a nuestra interpretación de 1,5, hemos de interpretar la palabra «tinieblas» como la frialdad de la falta de amor y las tinieblas del odio?
Pero no sólo los herejes han incurrido en este peligro, sino que también los cristianos se hallan en él: en el peligro de «mentir», por «no practicar la verdad». Contrariamente a lo que ocurre en el pensamiento griego y helenístico (y principalmente en el pensamiento gnóstico), la «verdad» -en los escritos joánicos- se entiende de una manera parecida a su concepción en el pensamiento veterotestamentario y judío. La verdad, dentro de esta concepción semítica, es algo que hay que hacer (véase Jua 3:21). Por consiguiente, la «verdad» es entendida «como acontecer o, más concretamente, como una esfera de salvación que se rea]iza en la acción». En san Juan, la «verdad» se concibe como la realidad divina que se revela a sí misma (véase antes, a propósito del v. 8). Por tanto, «no practicar [o hacer] la verdad» significa no realizar lo que exige la realidad divina que se revela.
Este «no practicar la verdad» es «mentir»: mentira que se efectúa no sólo con palabras («si decimos…»), sino también con el comportamiento moral «mentira moral). En el fondo, este «mentir» no es sólo un fallo en las relaciones entre los hombres, sino que es una mentira que va dirigida también contra Dios. Cuando una persona dice que tiene comunión con Dios y, no obstante, camina en «tinieblas», entonces -con esta discrepancia suya entre la aseveración y el obrar- está estableciendo, en cierto modo, la igualdad de que «Dios es tinieblas».
7 Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado.
Otra vez vuelve el autor a sorprendernos con un giro imprevisto de su pensamiento (véase antes, a propósito del v. 3): si caminamos en la luz, entonces tenemos (no una comunión imaginada con Dios, sino) la comunión de unos con otros, la comunión concreta del amor fraterno, en la cual se expresa la verdadera comunión con Dios. Y el hallarse en esta comunión fraterna del amor es la condición previa para que la sangre de Jesús nos pueda purificar.
Esta frase de que somos purificados por medio de la sangre de Jesús, suena hoy día -por un lado- a cosa extraña, y -por otro lado- suena a cosa demasiado manida. ¿Cómo podremos empaparnos, con fe, de esta confesión de la carta? ¿Y cómo podremos predicar, de manera que despertemos crédito, estas palabras acerca de la sangre de Jesús? Para todo ello, hay una condición previa. Y tan sólo esa condición previa es la que vamos a tratar de esclarecer aquí. Preguntémonos: ¿Qué quiere darnos a entender la IJn (y el Nuevo Testamento en general) por «purificación por medio de la sangre de Jesús»? No basta decir sencillamente que aquí se expresa la primitiva idea cristiana de la expiación (y aludir quizás al canto del siervo de Dios, en Is 53). Precisamente con esto -por un fundado temor ante un error mágico- no podríamos emprender gran cosa, hoy día. Los pecados son quitados por medio del amor de Dios y de Cristo: el amor que se revela en la entrega del Hijo único (1Jn 4:9s), y no por medio de la sangre como tal. ¿Será entonces la «sangre de Jesús» únicamente una cifra para significar el amor de Dios que perdona? ¿Para significar este amor que nos purifica en virtud de la muerte sacrificial de Jesús?
Hemos de tener en cuenta que no se dice: «la sangre de Jesús nos ha purificado», sino: «nos purifica», en tiempo presente. Además de 1 Jn hay otro escrito del Nuevo Testamento en el que hallamos este enunciado de la purificación por medio de la sangre de Jesús. Es la carta a los Hebreos. Y en ella no se piensa únicamente en el pasado sacrificio de la cruz en el Gólgota, sino que se piensa en que Jesús, resucitado y exaltado, es ahora, en el cielo, nuestro intercesor ante el Padre (véase Heb 7:25), y en que Jesús, en lo que la carta a los Hebreos denomina como «santuario» (celestial), se halla ante el rostro del Padre, en la actitud de la entrega a la cruz (una actitud ya glorificada), y, intercediendo por nosotros, ostenta su sangre ante el Padre. Digamos de nuevo que lo que, en todo ello, salva y expía por el pecador no es la sangre como tal, sino la comunión con Jesús exaltado (véase antes, a propósito de 2,1s). Y, según el Evangelio de Juan, Jesús resucitado sigue llevando las llagas glorificadas de su muerte. A menudo, IJn expresa además que la comunión con Dios y con Jesús (exaltado) es la salvación. Pues bien, cuando en nuestro versículo (1,7) se dice que la purificación por medio de la sangre de Jesús depende de la «comunión de unos con otros» (es decir, el mutuo amor fraterno), entonces no ocurre como si la purificación fuera tan sólo una recompensa por la obediencia, sino que la comunión de unos con otros nos abre para que entre torrencialmente la única fuerza que, en realidad, puede quitar el pecado: el amor, que se reveló en la cruz, y que sigue estando ahora, en forma viva y creadora, en Dios y en su Hijo.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Quien a pesar de que está caminando en las tinieblas -es decir, a pesar de sus fallos morales-, afirme que tiene comunión con Dios (véase el v. 6), no se da cuenta de que su conducta es pecado. Y, así, los herejes gnósticos defendieron de hecho la concepción de que ellos «no tenían pecado». Ahora bien, el autor de la carta sabe que esta postura equivocada es también un peligro, en todo tiempo, para el cristiano. El que ha perdido de tal modo la visión del Dios real, que, a pesar de su propio pecado, delira creyéndose seguro de la comunión con Dios y de la salvación, y no ve ya sus propios pecados: ese tal «se engaña a sí mismo». Esto significa aún más el «… mentimos» del v. 6. Finalmente en aquel que de tal manera niega su propio pecado, no existe la «verdad». La «verdad», 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Quien a pesar de que está caminando en las tinieblas -es decir, a pesar de sus fallos morales-, afirme que tiene comunión con Dios (véase el v. 6), no se da cuenta de que su conducta es pecado. Y, así, los herejes gnósticos defendieron de hecho la concepción de que ellos «no tenían pecado». Ahora bien, el autor de la carta sabe que esta postura equivocada es también un peligro, en todo tiempo, para el cristiano. El que ha perdido de tal modo la visión del Dios real, que, a pesar de su propio pecado, delira creyéndose seguro de la comunión con Dios y de la salvación, y no ve ya sus propios pecados: ese tal «se engaña a sí mismo». Esto significa aún más el «…mentimos» del v. 6. Finalmente en aquel que de tal manera niega su propio pecado, no existe la «verdad». La «verdad», en san Juan, significa la realidad divina que se revela36. En aquel en quien no está la «verdad» en este sentido joánico, en ése no está tampoco la realidad divina misma: no tiene comunión con Dios.
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36. No se piensa tan sólo. ni mucho menos. en lo que la filosofía occidental designa por el término de «verdad», es decir, no se piensa tan sólo en la adecuación entre el intelecto y la realidad (adaequatio intellectus et rei).
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9 Si confesamos nuestros pecados, fiel es y justo para perdonarnos los pecados y para purificarnos de toda iniquidad.
El remedio saludable contra el engaño propio, que no quiere ver la propia pecaminosidad, está en que «confesemos nuestros pecados». Entonces Dios muestra su fidelidad y justicia, en contraste con nuestro engaño propio. El que Dios nos perdone los pecados significa la salvación. Y es algo que se halla en vivo contraste con la situación de perdición, en la que el hombre «no tiene la verdad en sí mismo».
Y bien, ¿cómo habrá que concebir concretamente este confesar los propios pecados?
En 1Jin 1,9 estas palabras, con seguridad, no se refieren especialmente al sacramento de la penitencia (que entonces no se había conocido aún claramente como sacramento en el sentido de la teología dogmática actual), sino que se refieren a todo el proceso de confesar los pecados. Ahora bien, con la expresión de «confesar los pecados», un cristiano enraizado en la piedad veterotestamentaria y del judaísmo tardío, como era el autor de la carta, no entendía solamente una oración de arrepentimiento en la cámara secreta del corazón, sino una confesión que se hacía en presencia de otros cristianos -aunque difícilmente se trate exclusivamente de una confesión ante ministros (véase: Stg 5:16 : «Confesaos, pues, los pecados unos a otros»). Únicamente así se consigue el objetivo de esta confesión, que es el de excluir el engaño propio y realzar la función de la comunidad.
La confesión actual de los pecados, al recibir el sacramento de la penitencia (que es, prácticamente, el único caso que queda de la confesión de pecados ante un hermano cristiano), está comprendida también en este lugar. Cuando la Iglesia, en el trascurso del tiempo, llegó a conocer que el perdón de los pecados individuales constituye un sacramento, podemos ver en este sacramento la realización más firme con referencia al estado de cosas de que se habla en 1Jn 1:9. Por otro lado, este pasaje de la carta, juntamente con el pasaje de Stg 5:16, debe ser también un intenso estímulo para no restringir a la recepción del sacramento de la penitencia, la práctica de la confesión de los pecados, sino conceder a este sacramento su marco adecuado, dentro de una práctica penitencial extrasacramental: no sólo en una actitud personal de dar cuentas a Dios, ni tampoco en una liturgia penitencial, por importante que sea, que esté relacionada íntimamente con esa actitud personal de rendir cuentas, sino también -principalmente- en un diálogo espiritual fraterno, que pretenda ayudar al otro, al hermano, en su situación concreta ante Dios.
Lo que tendríamos que decir en relación con este pasaje de 1Jn 1:9, choca contra una tendencia muy difundida hoy día, incluso entre los cristianos. Pero el que quiera ser cristiano de veras, no puede ceder sencillamente a esta corriente de «decir (o pensar) que él no tiene pecado» (ahorrándose con ello la vergüenza y el dolor de confesar los pecados). Porque entonces «mentiría», «se engañaría a sí mismo» y «pondría por mentiroso a Dios» (v. 10). Y destruiría, además, toda posibilidad de tener comunión con Dios.
10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Aquí hallamos la suprema y más intensa gradación de la serie negativa de nuestra sección, la última consecuencia de la ruptura entre una supuesta comunión con Dios y el pecado efectivo. El que afirme que no ha pecado y que no necesita soportar las consecuencias de sus pecados, convierte a la palabra de Dios -palabra de juicio y de perdón- en la palabra de un mentiroso. Más aún, destruye el concepto de Dios que leemos en 1,5, y que nos dice que la luz de Dios no se compagina con la menor sombra de tinieblas. En semejante persona no puede estar la palabra de Dios: esa palabra que salva poderosamente y que crea comunión. «Su palabra no está en nosotros» es una expresión paralela a «la verdad no está en nosotros». ¡Qué clase de comprensión de la «palabra» es ésa que puede equipararse a «la realidad divina que se revela»!
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
INTRODUCCIÓN
1. El Espíritu de Dios dirigió a Juan el apóstol para que escribiera cinco de los libros del Nuevo Testamento. Aparte de Pablo, ningún otro ha aportado tanto como él al texto sagrado del Nuevo Testamento. Sus cinco libros son: el Evangelio de Juan, tres epístolas y Apocalipsis. Podemos hacer la siguiente distinción entre estos libros:
El Evangelio de Juan
Habla de salvación
Del pasado
Cristo el profeta
La cruz
Las Epístolas de Juan
Hablan de santificación
El presente
Cristo el sacerdote
La koinonia (comunión)
El Apocalipsis
Habla de glorificación
El futuro
Cristo el Rey
La corona
2. Juan escribió su evangelio para probar la deidad de Cristo; ahora escribe sus epístolas para demostrar su humanidad. Se dieron en ese tiempo énfasis heréticos sobre ambos aspectos.
3. La Biblia Anotada de Scofield sugiere:
«La Primera Epístola de San Juan es una carta de carácter familiar dirigida por el Padre a sus “hijitos” que están en el mundo. Con la posible excepción del Cantar de los Cantares de Salomón, esta epístola es el más íntimo de todos los escritos divinamente inspirados…. El pecado del creyente se trata como la ofensa de un hijo contra su Padre, como un asunto de carácter puramente familiar (1Jn 1:9; 1Jn 2:1)» (p. 1277).
4. Juan nos describe en el Evangelio como ovejas del redil de Dios, en las epístolas como miembros de su familia, y en Apocalipsis como sacerdotes en su reino (Jua 10:1-42; 1Jn 2:1-29; Apo 1:1-20).
5. Algunos creen que Juan dirigió sus epístolas a los mismos lectores que después recibieron el Apocalipsis, es decir, las siete iglesias del Asia Menor.
La primera carta es un poco difícil de bosquejar en la forma de capítulos. El siguiente es, por tanto, un bosquejo basado en diez áreas, y en todas ellas aparece el tema clave de 1 Juan, que es la comunión.
I. La fuente de esta comunión (1Jn 1:1-2; 1Jn 3:5; 1Jn 3:8; 1Jn 3:16; 1Jn 4:9-10; 1Jn 4:14; 1Jn 4:19; 1Jn 5:20). La fuente de esta comunión es la encarnación y la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo.
A. «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)» (1Jn 1:1-2).
B. «Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1Jn 3:5; 1Jn 3:8).
C. «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos» (1Jn 3:16).
D. «En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1Jn 4:9-10).
E. «Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo» (1Jn 4:14).
F. «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1Jn 4:20).
Podemos ver inmediatamente por los versículos citados que Cristo Jesús no vino al mundo para predicar simplemente el evangelio, sino para que hubiera un evangelio que predicar.
II. El propósito de esta comunión.
A. Para que pudiéramos saber más acerca del Padre:
1. Él es luz (1Jn 1:5).
2. Es justo (1Jn 3:7).
3. Es omnisciente (sabe todas las cosas) (1Jn 3:20).
4. Es amor (1Jn 4:8; 1Jn 4:16).
5. Es invisible (1Jn 4:12).
6. Es vida (1Jn 5:11).
B. Para que pudiéramos amar al Padre (1Jn 4:19).
C. Para que pudiéramos entender el amor del Padre (1Jn 3:16).
D. Para que pudiéramos permitir que el amor del Padre se perfeccionara en nosotros (1Jn 2:5; 1Jn 4:12).
E. Para que pudiéramos amar a la familia de Dios (1Jn 3:11; 1Jn 3:23; 1Jn 4:7; 1Jn 4:11).
F. Para que pudiéramos experimentar la plenitud del gozo (1Jn 1:4).
G. Para que pudiéramos tener certidumbre en lo concerniente a nuestra salvación (1Jn 5:13).
H. Para que pudiéramos tener seguridad en relación con nuestras oraciones (1Jn 3:22; 1Jn 5:14-15).
I. Para que no seamos seducidos por el mundo (1Jn 2:26).
J. Para que no nos sorprendamos ante la tribulación (1Jn 3:13).
III. Los requerimientos de esta comunión.
A. Debemos andar en luz (1Jn 1:7).
«Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros….»
B. Debemos reconocer nuestros pecados (1Jn 1:8).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.»
C. Debemos confesar nuestros pecados (1Jn 1:9).
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.»
La palabra «confesar» aquí es el término griego homologeo, que significa «estar de acuerdo con». Es decir, que cuando el Espíritu Santo señala un pecado en nuestra vida debemos estar inmediatamente de acuerdo con Él. Aunque la sangre de Jesucristo nos limpiará de todo pecado, no nos va a limpiar de ninguna excusa.
D. Debemos guardar sus mandamientos (1Jn 2:3-8; 1Jn 5:2-3). Algunos han imaginado la existencia de una contradicción en estos versículos. Notemos: «Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio … os escribo un mandamiento nuevo…» (1Jn 2:7-8).
Sin embargo, cuando lo examinamos más de cerca, observamos que hay una gloriosa adición más que una contradicción.
1. El mandamiento antiguo:
«No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová» (Lev 19:18).
«Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjero fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios» (Lev 19:34; véase también Deu 10:19).
Es decir, el mandamiento en el Antiguo Testamento demandaba el amor como base de la relación; pero Jesús añadió a la intensidad de este amor durante su ministerio en la tierra. Veamos sus palabras:
2. El nuevo mandamiento:
«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Jua 13:34; véase también Jua 15:12).
Este mandamiento les fue dado en el transcurso de la última cena en el aposento alto. Juan nunca olvidaría esa sagrada ocasión.
E. Debemos permanecer en Cristo (1Jn 2:28).
«Y ahora, hijitos, permaneced en él…» (véase también Jua 15:1-27).
F. Debemos guardarnos sin mancha del mundo. Esto incluye tanto la inmoralidad (1Jn 3:3) como la idolatría (1Jn 5:21).
G. Debemos ministrar a nuestros hermanos en su necesidad (1Jn 3:17).
«Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?»
IV. Las pruebas de esta comunión. ¿Cómo podemos realmente saber que somos salvos y que caminamos diariamente con Él en comunión? Juan propone una lista de preguntas que nos ayudan a determinar tanto nuestra condición de hijos como nuestra comunión.
A. ¿Conduzco mi vida aquí en la tierra a la luz del rapto?
«Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro» (1Jn 3:3).
B. ¿Vivo continuamente en pecado?
«Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1Jn 3:6; 1Jn 3:9).
«Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca» (1Jn 5:18).
Estos versículos no enseñan, por supuesto, que seamos perfectos. Los verbos griegos están en el tiempo presente refiriéndose a la práctica del pecado. Aunque no estemos sin pecado, Juan ciertamente declara que deberíamos pecar menos.
C. ¿Aborrezco a mi hermano espiritual?
«Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1Jn 4:20).
D. ¿Deseo ayudar a mi hermano? (1Jn 3:17).
E. ¿Amo realmente a mi hermano? (1Jn 4:7; 1Jn 4:21). Juan se está refiriendo aquí al amor verdadero. El amor bíblico puede definirse como «un interés no egoísta por el bienestar de otro».
F. ¿Amó realmente a Dios?
«En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos» (1Jn 5:2).
G. ¿Me gozo en la relación con otros siervos de Dios?
«Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error» (1Jn 4:6).
H. ¿Vivo en constante temor?
«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor» (1Jn 4:18).
I. ¿Soy capaz de vencer al mundo?
«Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1Jn 5:4).
J. ¿Puedo reconocer las falsas doctrinas cuando me las encuentro?
«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y ahora ya está en el mundo» (1Jn 4:1-3).
K. ¿Estoy en lo correcto en cuanto a la divinidad de Cristo?
«Todo aquel que confiese que Jesucristo es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios» (1Jn 4:15).
«Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él» (1Jn 5:1).
L. ¿Estoy en lo correcto en cuanto a la obra de Cristo? (1Jn 5:13; 1Jn 5:20).
Este es, entonces, el examen mediante doce preguntas que nos presenta Juan. Si fallo en la prueba, debería concluir:
1. No soy salvo (o, más probablemente).
2. Necesito estudiar la Palabra de Dios, orar y crecer en gracia para servir al Maestro.
V. El mantenimiento de esta comunión. ¿Qué seguridad tenemos de que esta dulce comunión que gozamos hoy la disfrutaremos mañana cuando nos despertemos?
Conservamos esta comunión:
A. Mediante lo que hace el Hijo de Dios. ¿Qué sucedió con Jesús? ¿Dónde está y qué hace? Juan nos responde a estas preguntas. Está con el Padre y actúa a nuestro favor como:
1. Nuestro abogado.
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1Jn 2:1).
La palabra «abogado» aquí es el término griego parakletos, que significa «llamar al lado de uno». La Biblia Anotada de Scofield define este oficio de la siguiente manera:
«Abogacía es la obra que Jesucristo realiza en la presencia del Padre a favor de los santos que han pecado, y por la cual, ellos son restaurados a la comunión con El…» (p. 1278).
2. Nuestra propiciación.
«Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1Jn 2:2).
La raíz griega de la que traducimos «propiciación» aparece traducida como «propiciatorio» en Heb 9:5. El propiciatorio era una parte del arca del testimonio que se hallaba dentro del lugar santísimo. Sobre este propiciatorio de oro se rociaba en el día de la expiación la sangre de un animal (Lev 16:14). Esto significaba que la demanda justa de la ley había sido ejecutada, y el lugar de juicio se había transformado en lugar de gracia y misericordia (Heb 9:11-15). Quería decir que el hombre había sido reconciliado con Dios. La obra de Cristo sirve como una propiciación, por lo que la justicia de Dios queda satisfecha para siempre. (Véase también 1Jn 4:10.)
B. Mediante la permanencia del Espíritu Santo.
«Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él» (1Jn 2:20; 1Jn 2:27).
Este versículo no niega, por supuesto, la función del maestro humano (véase Efe 4:11-12). Lo que sí nos está diciendo es que debemos probar todo sistema de enseñanza mediante la Palabra de Dios.
C. Por medio de la cooperación del santo de Dios. ¿Cómo se espera que el creyente conserve su comunión con el cielo?
1. Reconociendo sus pecados (1Jn 1:8).
2. Confesando sus pecados (1Jn 1:9).
VI. Los miembros de la familia de esta comunión (1Jn 2:13-14). Parece que Juan clasifica aquí a la familia de Dios en tres grupos, según su madurez espiritual.
A. Hijitos: «Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre» (1Jn 2:13). La palabra griega que se utiliza aquí es paidia, refiriéndose a un bebé en Cristo.
B. Jóvenes: «Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno» (1Jn 2:13). «Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno» (1Jn 2:14).
C. Padres: «Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio» (1Jn 2:13). «Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio … y habéis vencido al maligno» (1Jn 2:14).
VII. Los enemigos de esta comunión. Juan menciona tres fuerzas terribles contra las que el creyente debe estar vigilante a fin de que no se dañe su caminar con Cristo.
A. Los sistemas de este mundo.
«No améis el mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1Jn 2:15-17).
1. Una definición de este mundo. En la Biblia aparecen varias clases de mundos.
a. El mundo físico (Hch 17:24).
b. El mundo humano (Jua 3:16).
c. El mundo del mal (1Jn 5:19; Jua 12:31; Jua 15:18).
En este pasaje Juan evidentemente tiene en mente este tercer mundo. El creyente vive en el primer mundo, es miembro del segundo, pero debe evitar el tercero.
2. Las divisiones dentro de este mundo:
a. Los deseos de la carne.
b. Los deseos de los ojos.
c. La vanagloria de la vida.
Al escribir Juan estas palabras sus pensamientos puede que volaran en el pasado a un bello huerto y a un terrible desierto donde dos personas fueron sometidas a estas tentaciones satánicas por el diablo mismo.
Eva en el huerto (Gén 3:6):
«Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer» (los deseos de la carne).
«Y que era agradable a los ojos» (los deseos de los ojos).
«Y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría» (la vanagloria de la vida).
Cristo en el desierto (Mat 4:3; Mat 4:8; Mat 4:6).
«Di que estas piedras se conviertan en pan» (los deseos de la carne).
«Le mostró [Satanás a Jesús] todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (los deseos de los ojos).
«Échate abajo [desde el pináculo del templo]; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti» (la vanagloria de la vida).
3. Las falsedades de este mundo. El doctor Warren Wiersbe escribe:
«Sí, el mundo atrae al creyente por medio de los deseos de la carne, por el deseo de los ojos, y por la vanagloria de la vida. Y una vez que el mundo vence en alguna de estas áreas, el hijo de Dios pronto se dará cuenta. Perderá el regocijo en el amor del Padre, así como el deseo de hacer su voluntad. La lectura bíblica le llegará a ser aburrida y la oración una tarea difícil. Aun el compañerismo cristiano le parecerá vacío y desalentador. No es que haya algo mal en otros, sino que el mal está en el corazón mundano del creyente.» (Usted puede ser real, Editorial Bautista Independiente, pp. 62, 63.)
4. La destrucción de este mundo. «Y el mundo pasa» (véase también 2Pe 3:10-12).
B. Los engañadores de este mundo.
«Mijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo» (1Jn 2:18).
«Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros» (1Jn 2:19).
«¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo» (1Jn 2:22).
«Os he escrito esto sobre los que os engañan» (1Jn 2:26).
C. Los espíritus de este mundo.
«En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu» (1Jn 4:13).
VIII. Las promesas de esta comunión.
A. Vida eterna con Cristo.
«Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna» (1Jn 2:25).
B. Confianza en el rapto (1Jn 2:28).
C. Recibir un nuevo cuerpo a semejanza de su cuerpo resucitado (1Jn 3:2).
D. Confianza en el día del juicio (1Jn 4:17).
E. Osadía en el servicio cristiano (1Jn 4:18).
IX. Los testigos de esta comunión.
«Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan» (1Jn 5:6-8).
Estos versículos no están entre los más fáciles de entender. Empecemos diciendo que la última parte del versículo 1Jn 5:7 no aparece en la mayoría de los manuscritos más antiguos. Por lo que la primera parte debería decir: «Porque tres son los que dan testimonio…» Esto se refiere aparentemente a los tres testigos ya mencionados en el versículo 1Jn 5:6 y ampliado en el 1Jn 5:8. ¿Quiénes son estos testigos?
A. La identidad de los testigos:
1. El agua.
2. La sangre.
3. El Espíritu.
B. La interpretación de estos testigos:
1. El agua y la sangre. Se han dado al menos cuatro explicaciones sobre ello:
a. El bautismo y la muerte de Cristo.
b. El agua y la sangre que fluyeron de su costado.
c. Una referencia simbólica a la purificación y a la redención.
d. Una referencia simbólica a las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor.
La mayoría de los teólogos conservadores se inclinan por la primera de estas interpretaciones: el bautismo y la muerte de Cristo (Mat 3:13-17; Heb 9:12).
2. El Espíritu. No hay duda de que Juan tiene en mente aquí al Espíritu Santo.
C. Las implicaciones de estos testigos. El testimonio de dos testigos era todo lo que era necesario para los hombres (Deu 19:15; Mat 18:16; Jua 8:17), pero Dios nos ha dado ¡tres!
X. La separación de este compañerismo (1Jn 5:16-17). «Hay pecado de muerte» (1Jn 5:16). La Biblia enseña que mi unión con Cristo es tan fuerte que nada ni nadie puede romperla; pero mi comunión con él es tan frágil que el menor de los pecados la quebranta. M.E Unger escribe al respecto:
«La oración y el problema de los pecados serios, 1Jn 5:16-17. Es posible que un verdadero creyente caiga en el pecado, 1Jn 5:16 a. Si tal cosa ocurre los creyentes deben orar por él, 1Jn 5:16 b. Como resultado de la oración Dios preservará la vida física del cristiano que ha pecado (no la vida eterna porque esa vida es eterna e irrevocable). Sin embargo, esta intercesión es efectiva solamente en el caso de un pecado por el cual no corresponde la muerte física, 1Jn 5:16 c.
“Hay pecado de muerte» 1Jn 5:16 d. Este es el caso en que un creyente peca en forma persistente y voluntaria, lo cual produce “la muerte de la carne” (muerte física) “a fin de que el espíritu sea salvo” (1Co 5:1-5; Hch 5:1-11; 1Co 11:30). Saúl y Sansón representan figuras típicas de este severo castigo en el Antiguo Testamento. Por ese pecado no corresponde orar, porque entraña la ejecución de una ley inmutable de Dios, que no puede alterarse por medio de la oración, 1Jn 5:16 c. El pecado tiene distintos grados de gravedad, 1Jn 5:17.
“Toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte [física]”, que merece menor castigo, cf. 1Co 11:30.» (Manual Bíblico de Unger, Editorial Portavoz, pp. 852, 853.)
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
INTRODUCCIÓN
1. El Espíritu de Dios dirigió a Juan el apóstol para que escribiera cinco de los libros del Nuevo Testamento. Aparte de Pablo, ningún otro ha aportado tanto como él al texto sagrado del Nuevo Testamento. Sus cinco libros son: el Evangelio de Juan, tres epístolas y Apocalipsis. Podemos hacer la siguiente distinción entre estos libros:
El Evangelio de Juan
Habla de salvación
Del pasado
Cristo el profeta
La cruz
Las Epístolas de Juan
Hablan de santificación
El presente
Cristo el sacerdote
La koinonia (comunión)
El Apocalipsis
Habla de glorificación
El futuro
Cristo el Rey
La corona
2. Juan escribió su evangelio para probar la deidad de Cristo; ahora escribe sus epístolas para demostrar su humanidad. Se dieron en ese tiempo énfasis heréticos sobre ambos aspectos.
3. La Biblia Anotada de Scofield sugiere:
«La Primera Epístola de San Juan es una carta de carácter familiar dirigida por el Padre a sus “hijitos” que están en el mundo. Con la posible excepción del Cantar de los Cantares de Salomón, esta epístola es el más íntimo de todos los escritos divinamente inspirados…. El pecado del creyente se trata como la ofensa de un hijo contra su Padre, como un asunto de carácter puramente familiar (1Jn 1:9; 1Jn 2:1)» (p. 1277).
4. Juan nos describe en el Evangelio como ovejas del redil de Dios, en las epístolas como miembros de su familia, y en Apocalipsis como sacerdotes en su reino (Jua 10:1-42; 1Jn 2:1-29; Apo 1:1-20).
5. Algunos creen que Juan dirigió sus epístolas a los mismos lectores que después recibieron el Apocalipsis, es decir, las siete iglesias del Asia Menor.
La primera carta es un poco difícil de bosquejar en la forma de capítulos. El siguiente es, por tanto, un bosquejo basado en diez áreas, y en todas ellas aparece el tema clave de 1 Juan, que es la comunión.
I. La fuente de esta comunión (1Jn 1:1-2; 1Jn 3:5; 1Jn 3:8; 1Jn 3:16; 1Jn 4:9-10; 1Jn 4:14; 1Jn 4:19; 1Jn 5:20). La fuente de esta comunión es la encarnación y la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo.
A. «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)» (1Jn 1:1-2).
B. «Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1Jn 3:5; 1Jn 3:8).
C. «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos» (1Jn 3:16).
D. «En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1Jn 4:9-10).
E. «Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo» (1Jn 4:14).
F. «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1Jn 4:20).
Podemos ver inmediatamente por los versículos citados que Cristo Jesús no vino al mundo para predicar simplemente el evangelio, sino para que hubiera un evangelio que predicar.
II. El propósito de esta comunión.
A. Para que pudiéramos saber más acerca del Padre:
1. Él es luz (1Jn 1:5).
2. Es justo (1Jn 3:7).
3. Es omnisciente (sabe todas las cosas) (1Jn 3:20).
4. Es amor (1Jn 4:8; 1Jn 4:16).
5. Es invisible (1Jn 4:12).
6. Es vida (1Jn 5:11).
B. Para que pudiéramos amar al Padre (1Jn 4:19).
C. Para que pudiéramos entender el amor del Padre (1Jn 3:16).
D. Para que pudiéramos permitir que el amor del Padre se perfeccionara en nosotros (1Jn 2:5; 1Jn 4:12).
E. Para que pudiéramos amar a la familia de Dios (1Jn 3:11; 1Jn 3:23; 1Jn 4:7; 1Jn 4:11).
F. Para que pudiéramos experimentar la plenitud del gozo (1Jn 1:4).
G. Para que pudiéramos tener certidumbre en lo concerniente a nuestra salvación (1Jn 5:13).
H. Para que pudiéramos tener seguridad en relación con nuestras oraciones (1Jn 3:22; 1Jn 5:14-15).
I. Para que no seamos seducidos por el mundo (1Jn 2:26).
J. Para que no nos sorprendamos ante la tribulación (1Jn 3:13).
III. Los requerimientos de esta comunión.
A. Debemos andar en luz (1Jn 1:7).
«Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros….»
B. Debemos reconocer nuestros pecados (1Jn 1:8).
«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.»
C. Debemos confesar nuestros pecados (1Jn 1:9).
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.»
La palabra «confesar» aquí es el término griego homologeo, que significa «estar de acuerdo con». Es decir, que cuando el Espíritu Santo señala un pecado en nuestra vida debemos estar inmediatamente de acuerdo con Él. Aunque la sangre de Jesucristo nos limpiará de todo pecado, no nos va a limpiar de ninguna excusa.
D. Debemos guardar sus mandamientos (1Jn 2:3-8; 1Jn 5:2-3). Algunos han imaginado la existencia de una contradicción en estos versículos. Notemos: «Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio … os escribo un mandamiento nuevo…» (1Jn 2:7-8).
Sin embargo, cuando lo examinamos más de cerca, observamos que hay una gloriosa adición más que una contradicción.
1. El mandamiento antiguo:
«No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová» (Lev 19:18).
«Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjero fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios» (Lev 19:34; véase también Deu 10:19).
Es decir, el mandamiento en el Antiguo Testamento demandaba el amor como base de la relación; pero Jesús añadió a la intensidad de este amor durante su ministerio en la tierra. Veamos sus palabras:
2. El nuevo mandamiento:
«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Jua 13:34; véase también Jua 15:12).
Este mandamiento les fue dado en el transcurso de la última cena en el aposento alto. Juan nunca olvidaría esa sagrada ocasión.
E. Debemos permanecer en Cristo (1Jn 2:28).
«Y ahora, hijitos, permaneced en él…» (véase también Jua 15:1-27).
F. Debemos guardarnos sin mancha del mundo. Esto incluye tanto la inmoralidad (1Jn 3:3) como la idolatría (1Jn 5:21).
G. Debemos ministrar a nuestros hermanos en su necesidad (1Jn 3:17).
«Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?»
IV. Las pruebas de esta comunión. ¿Cómo podemos realmente saber que somos salvos y que caminamos diariamente con Él en comunión? Juan propone una lista de preguntas que nos ayudan a determinar tanto nuestra condición de hijos como nuestra comunión.
A. ¿Conduzco mi vida aquí en la tierra a la luz del rapto?
«Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro» (1Jn 3:3).
B. ¿Vivo continuamente en pecado?
«Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1Jn 3:6; 1Jn 3:9).
«Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca» (1Jn 5:18).
Estos versículos no enseñan, por supuesto, que seamos perfectos. Los verbos griegos están en el tiempo presente refiriéndose a la práctica del pecado. Aunque no estemos sin pecado, Juan ciertamente declara que deberíamos pecar menos.
C. ¿Aborrezco a mi hermano espiritual?
«Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1Jn 4:20).
D. ¿Deseo ayudar a mi hermano? (1Jn 3:17).
E. ¿Amo realmente a mi hermano? (1Jn 4:7; 1Jn 4:21). Juan se está refiriendo aquí al amor verdadero. El amor bíblico puede definirse como «un interés no egoísta por el bienestar de otro».
F. ¿Amó realmente a Dios?
«En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos» (1Jn 5:2).
G. ¿Me gozo en la relación con otros siervos de Dios?
«Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error» (1Jn 4:6).
H. ¿Vivo en constante temor?
«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor» (1Jn 4:18).
I. ¿Soy capaz de vencer al mundo?
«Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1Jn 5:4).
J. ¿Puedo reconocer las falsas doctrinas cuando me las encuentro?
«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y ahora ya está en el mundo» (1Jn 4:1-3).
K. ¿Estoy en lo correcto en cuanto a la divinidad de Cristo?
«Todo aquel que confiese que Jesucristo es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios» (1Jn 4:15).
«Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él» (1Jn 5:1).
L. ¿Estoy en lo correcto en cuanto a la obra de Cristo? (1Jn 5:13; 1Jn 5:20).
Este es, entonces, el examen mediante doce preguntas que nos presenta Juan. Si fallo en la prueba, debería concluir:
1. No soy salvo (o, más probablemente).
2. Necesito estudiar la Palabra de Dios, orar y crecer en gracia para servir al Maestro.
V. El mantenimiento de esta comunión. ¿Qué seguridad tenemos de que esta dulce comunión que gozamos hoy la disfrutaremos mañana cuando nos despertemos?
Conservamos esta comunión:
A. Mediante lo que hace el Hijo de Dios. ¿Qué sucedió con Jesús? ¿Dónde está y qué hace? Juan nos responde a estas preguntas. Está con el Padre y actúa a nuestro favor como:
1. Nuestro abogado.
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1Jn 2:1).
La palabra «abogado» aquí es el término griego parakletos, que significa «llamar al lado de uno». La Biblia Anotada de Scofield define este oficio de la siguiente manera:
«Abogacía es la obra que Jesucristo realiza en la presencia del Padre a favor de los santos que han pecado, y por la cual, ellos son restaurados a la comunión con El…» (p. 1278).
2. Nuestra propiciación.
«Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1Jn 2:2).
La raíz griega de la que traducimos «propiciación» aparece traducida como «propiciatorio» en Heb 9:5. El propiciatorio era una parte del arca del testimonio que se hallaba dentro del lugar santísimo. Sobre este propiciatorio de oro se rociaba en el día de la expiación la sangre de un animal (Lev 16:14). Esto significaba que la demanda justa de la ley había sido ejecutada, y el lugar de juicio se había transformado en lugar de gracia y misericordia (Heb 9:11-15). Quería decir que el hombre había sido reconciliado con Dios. La obra de Cristo sirve como una propiciación, por lo que la justicia de Dios queda satisfecha para siempre. (Véase también 1Jn 4:10.)
B. Mediante la permanencia del Espíritu Santo.
«Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él» (1Jn 2:20; 1Jn 2:27).
Este versículo no niega, por supuesto, la función del maestro humano (véase Efe 4:11-12). Lo que sí nos está diciendo es que debemos probar todo sistema de enseñanza mediante la Palabra de Dios.
C. Por medio de la cooperación del santo de Dios. ¿Cómo se espera que el creyente conserve su comunión con el cielo?
1. Reconociendo sus pecados (1Jn 1:8).
2. Confesando sus pecados (1Jn 1:9).
VI. Los miembros de la familia de esta comunión (1Jn 2:13-14). Parece que Juan clasifica aquí a la familia de Dios en tres grupos, según su madurez espiritual.
A. Hijitos: «Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre» (1Jn 2:13). La palabra griega que se utiliza aquí es paidia, refiriéndose a un bebé en Cristo.
B. Jóvenes: «Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno» (1Jn 2:13). «Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno» (1Jn 2:14).
C. Padres: «Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio» (1Jn 2:13). «Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio … y habéis vencido al maligno» (1Jn 2:14).
VII. Los enemigos de esta comunión. Juan menciona tres fuerzas terribles contra las que el creyente debe estar vigilante a fin de que no se dañe su caminar con Cristo.
A. Los sistemas de este mundo.
«No améis el mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1Jn 2:15-17).
1. Una definición de este mundo. En la Biblia aparecen varias clases de mundos.
a. El mundo físico (Hch 17:24).
b. El mundo humano (Jua 3:16).
c. El mundo del mal (1Jn 5:19; Jua 12:31; Jua 15:18).
En este pasaje Juan evidentemente tiene en mente este tercer mundo. El creyente vive en el primer mundo, es miembro del segundo, pero debe evitar el tercero.
2. Las divisiones dentro de este mundo:
a. Los deseos de la carne.
b. Los deseos de los ojos.
c. La vanagloria de la vida.
Al escribir Juan estas palabras sus pensamientos puede que volaran en el pasado a un bello huerto y a un terrible desierto donde dos personas fueron sometidas a estas tentaciones satánicas por el diablo mismo.
Eva en el huerto (Gén 3:6):
«Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer» (los deseos de la carne).
«Y que era agradable a los ojos» (los deseos de los ojos).
«Y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría» (la vanagloria de la vida).
Cristo en el desierto (Mat 4:3; Mat 4:8; Mat 4:6).
«Di que estas piedras se conviertan en pan» (los deseos de la carne).
«Le mostró [Satanás a Jesús] todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (los deseos de los ojos).
«Échate abajo [desde el pináculo del templo]; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti» (la vanagloria de la vida).
3. Las falsedades de este mundo. El doctor Warren Wiersbe escribe:
«Sí, el mundo atrae al creyente por medio de los deseos de la carne, por el deseo de los ojos, y por la vanagloria de la vida. Y una vez que el mundo vence en alguna de estas áreas, el hijo de Dios pronto se dará cuenta. Perderá el regocijo en el amor del Padre, así como el deseo de hacer su voluntad. La lectura bíblica le llegará a ser aburrida y la oración una tarea difícil. Aun el compañerismo cristiano le parecerá vacío y desalentador. No es que haya algo mal en otros, sino que el mal está en el corazón mundano del creyente.» (Usted puede ser real, Editorial Bautista Independiente, pp. 62, 63.)
4. La destrucción de este mundo. «Y el mundo pasa» (véase también 2Pe 3:10-12).
B. Los engañadores de este mundo.
«Mijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo» (1Jn 2:18).
«Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros» (1Jn 2:19).
«¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo» (1Jn 2:22).
«Os he escrito esto sobre los que os engañan» (1Jn 2:26).
C. Los espíritus de este mundo.
«En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu» (1Jn 4:13).
VIII. Las promesas de esta comunión.
A. Vida eterna con Cristo.
«Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna» (1Jn 2:25).
B. Confianza en el rapto (1Jn 2:28).
C. Recibir un nuevo cuerpo a semejanza de su cuerpo resucitado (1Jn 3:2).
D. Confianza en el día del juicio (1Jn 4:17).
E. Osadía en el servicio cristiano (1Jn 4:18).
IX. Los testigos de esta comunión.
«Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan» (1Jn 5:6-8).
Estos versículos no están entre los más fáciles de entender. Empecemos diciendo que la última parte del versículo 1Jn 5:7 no aparece en la mayoría de los manuscritos más antiguos. Por lo que la primera parte debería decir: «Porque tres son los que dan testimonio…» Esto se refiere aparentemente a los tres testigos ya mencionados en el versículo 1Jn 5:6 y ampliado en el 1Jn 5:8. ¿Quiénes son estos testigos?
A. La identidad de los testigos:
1. El agua.
2. La sangre.
3. El Espíritu.
B. La interpretación de estos testigos:
1. El agua y la sangre. Se han dado al menos cuatro explicaciones sobre ello:
a. El bautismo y la muerte de Cristo.
b. El agua y la sangre que fluyeron de su costado.
c. Una referencia simbólica a la purificación y a la redención.
d. Una referencia simbólica a las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor.
La mayoría de los teólogos conservadores se inclinan por la primera de estas interpretaciones: el bautismo y la muerte de Cristo (Mat 3:13-17; Heb 9:12).
2. El Espíritu. No hay duda de que Juan tiene en mente aquí al Espíritu Santo.
C. Las implicaciones de estos testigos. El testimonio de dos testigos era todo lo que era necesario para los hombres (Deu 19:15; Mat 18:16; Jua 8:17), pero Dios nos ha dado ¡tres!
X. La separación de este compañerismo (1Jn 5:16-17). «Hay pecado de muerte» (1Jn 5:16). La Biblia enseña que mi unión con Cristo es tan fuerte que nada ni nadie puede romperla; pero mi comunión con él es tan frágil que el menor de los pecados la quebranta. M.E Unger escribe al respecto:
«La oración y el problema de los pecados serios, 1Jn 5:16-17. Es posible que un verdadero creyente caiga en el pecado, 1Jn 5:16 a. Si tal cosa ocurre los creyentes deben orar por él, 1Jn 5:16 b. Como resultado de la oración Dios preservará la vida física del cristiano que ha pecado (no la vida eterna porque esa vida es eterna e irrevocable). Sin embargo, esta intercesión es efectiva solamente en el caso de un pecado por el cual no corresponde la muerte física, 1Jn 5:16 c.
“Hay pecado de muerte» 1Jn 5:16 d. Este es el caso en que un creyente peca en forma persistente y voluntaria, lo cual produce “la muerte de la carne” (muerte física) “a fin de que el espíritu sea salvo” (1Co 5:1-5; Hch 5:1-11; 1Co 11:30). Saúl y Sansón representan figuras típicas de este severo castigo en el Antiguo Testamento. Por ese pecado no corresponde orar, porque entraña la ejecución de una ley inmutable de Dios, que no puede alterarse por medio de la oración, 1Jn 5:16 c. El pecado tiene distintos grados de gravedad, 1Jn 5:17.
“Toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte [física]”, que merece menor castigo, cf. 1Co 11:30.» (Manual Bíblico de Unger, Editorial Portavoz, pp. 852, 853.)
Fuente: Auxiliar Bíblico Portavoz
LAS CARTAS DE JUAN
INTRODUCCIÓN
1. Marco histórico
Los tres escritos del NT conocidos como cartas de Juan (en adelante se utilizará preferentemente las abreviaturas 1 Jn; 2 Jn; 3 Jn) integran, junto con el cuarto evangelio y el libro del Apocalipsis, la llamada tradición joánica. Desde antiguo se ha venido atribuyendo la composición de todos estos escritos al apóstol Juan, el hijo de Zebedeo. La verdad es que no existen demasiadas probabilidades de que sea correcta tal atribución. Sí parece cierto, en cambio, que su origen está ligado a los avatares por los que pasaron a finales del siglo I una serie de iglesias cristianas estrechamente relacionadas con la persona y la actividad evangelizadora de Juan apóstol.
En concreto, hay razones para pensar que una lectura radicalizada del cuarto evangelio condujo a determinados miembros de estas comunidades joánicas a conclusiones inaceptables en relación con la persona de Cristo, con la moral cristiana y con la doctrina sobre el Espíritu Santo. Para hacer frente a tales interpretaciones radicalizadas, un miembro de la comunidad, de reconocido prestigio dentro de ella — en 2Jn 1:1 y 3Jn 1:1 recibe el título de “anciano”, lit. “presbítero” — , escribió estas tres cartas que la tradición cristiana no tardó en colocar a la sombra del apóstol Juan. No fue igual, sin embargo, para las tres cartas el nivel de aceptación como Escritura inspirada; de hecho la segunda y tercera carta encontraron ciertas dificultades para entrar en la lista de libros sagrados.
Aunque los destinatarios de las tres cartas no sean exactamente los mismos, sí es probable que lo sea al autor que, además, las debió escribir y enviar en un orden inverso al de su actual colocación en la Biblia. Se trata de un autor que conoce perfectamente el cuarto evangelio (ver 1Jn 4:16 y Jua 14:21; 1Jn 3:24 y Jua 14:20; 1Jn 1:9 y Jua 15:3; 1Jn 2:29 y Jua 17:2; etc.), pero que no tiene por qué ser necesariamente la misma persona. Bastantes estudiosos modernos del tema sugieren que el autor de las cartas bien pudo ser el redactor final del cuarto evangelio (ver Introducción al evangelio de Juan). El lugar desde donde escribe es prácticamente imposible de precisar.
2. Género y características literarias
El carácter epistolar de 2 Jn y 3 Jn es evidente: remitente y destinatarios concretos, abundantes referencias personales en ambas cartas, saludos finales personalizados. No es tan evidente en la primera carta, cuyo encabezamiento y conclusión están desprovistos de rasgos epistolares y en la que no se menciona ningún nombre concreto. Sin embargo, el autor se dirige por escrito a un círculo de lectores bien conocidos cuya fe está pasando por un grave peligro (1Jn 2:21; 1Jn 4:16). Unos lectores a los que llama cariñosamente “hijos míos” (1Jn 2:1) haciendo memoria de la fe común y exhortándolos a permanecer fieles. Puede hablarse, por tanto, de una especie de carta pastoral dirigida a las comunidades joánicas aludidas en el apartado anterior. Las tres cartas, pero sobre todo la primera, dejan traslucir un claro planteamiento polémico. Han hecho acto de presencia unos peligrosos enemigos de la fe y es preciso combatirlos sin miramientos. Se ha querido ver en esos enemigos a los precursores del movimiento gnóstico que habría de conocer un amplio desarrollo a lo largo del siglo II. En todo caso, el autor de las cartas trata a estos adversarios con extrema dureza llamándolos anticristos, falsos profetas, mentirosos, mundanos, seductores, hijos de Caín e hijos del diablo.
Aunque, propiamente hablando, sólo encontramos en las cartas una única referencia expresa al AT (1Jn 3:12), las alusiones más o menos veladas a las Escrituras hebreas son numerosas: por ejemplo las expresiones “fiel y justo” (1Jn 1:9), “víctima de expiación por los pecados” (1Jn 2:2; 1Jn 4:10), “conocer a Dios” (1Jn 2:3; 1Jn 4:6-8); y sobre todo el tema central de 1 Jn — comunión y conocimiento de Dios — remite a lo que el profeta Jeremías presenta como signo distintivo de la nueva alianza (ver Jer 31:31-34 y 1Jn 2:3-13; 1Jn 3:9; 1Jn 5:20-21). Subrayemos, finalmente, la semejanza entre el vocabulario de las cartas y el de la literatura extrabíblica del judaísmo contemporáneo, particularmente la literatura de Qumrán. Pueden citarse, a modo de ejemplo, las expresiones “practicar (caminar en) la verdad” (1Jn 1:6; 3Jn 1:4), “el espíritu de la verdad y el del error” (1Jn 4:6), o el uso de antítesis tales como “luz-tinieblas” (1Jn 1:5-7; 1Jn 2:10-11), “verdad-mentira” (1Jn 2:21; 1Jn 2:27), “Dios-mundo” (1Jn 2:15-16; 1Jn 3:1; 1Jn 4:4-6), “hijos de Dios-hijos del diablo” (1Jn 3:10).
3. Mensaje doctrinal de las cartas
No debe extrañar que, habida cuenta de su respectiva extensión, la primera carta recoja y amplíe los elementos doctrinales de las otras dos. En realidad la tercera carta apenas contiene doctrina propiamente tal; se limita a elogiar la fidelidad a la verdad y la hospitalidad para con los hermanos creyentes (probablemente se refiera el autor a miembros de la comunidad joánica que no compartían las posturas radicales de los secesionistas y actuaban como predicadores itinerantes tratando de combatirlas: 3Jn 1:3-4; 3Jn 1:6-8; 3Jn 1:10). La segunda carta, a pesar de su brevedad, ofrece un contenido más denso. Un contenido del que la primera carta se hace eco en su totalidad explicitándolo y subrayando los siguientes puntos:
— La vida del verdadero creyente debe girar en torno a la comunión-conocimiento de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo (1Jn 1:3; 1Jn 2:3-6; 1Jn 2:14; 1Jn 3:24; 1Jn 4:6-8; 1Jn 4:15-16; 1Jn 5:12-13; 1Jn 5:20).
— Esta comunión-conocimiento implica conocer y experimentar a Dios como lo que verdaderamente es, como luz y amor eterno que se comunican a los seres humanos a través de su Hijo Jesucristo (1Jn 1:5-7; 1Jn 3:1; 1Jn 3:16; 1Jn 4:7-10; 1Jn 4:16; 1Jn 4:19).
— El amor de Dios a sus criaturas humanas debe ser correspondido por el amor de estas a Dios (1Jn 4:19) a través de la observancia de los mandamientos (1Jn 2:3-5; 1Jn 3:22; 1Jn 3:24; 1Jn 5:3; ver 2Jn 1:6) y sobre todo a través de la práctica del amor fraterno (1Jn 2:7-10; 1Jn 3:11-18; 1Jn 3:23; 1Jn 4:7; 1Jn 4:11-12; 1Jn 4:20-21; 1Jn 5:1-2; ver 2Jn 1:3; 2Jn 1:5-6).
— Creer en Cristo como verdadero Hijo de Dios (1Jn 1:3; 1Jn 3:8; 1Jn 4:15; 1Jn 5:10-12; 1Jn 5:20) no debe hacer olvidar su también verdadera dimensión humana (1Jn 1:1-3; 1Jn 2:22; 1Jn 4:2-3; 1Jn 5:1; ver 2Jn 1:7), que le permite ofrecerse en sacrificio por nuestros pecados (1Jn 2:1-2; 1Jn 3:16; 1Jn 5:6).
— Los creyentes viven bajo la constante amenaza del mal (1Jn 2:13-16; 1Jn 3:12; 1Jn 5:19; ver 3Jn 1:11). No todo en el mundo es luz, amor, vida y verdad. El creyente tiene que habérselas también con las tinieblas, el odio, la muerte y la mentira; tiene que enfrentarse a anticristos y falsos profetas de todo tipo (1Jn 2:18-19; 1Jn 4:1-3; ver 2Jn 1:7); y tiene que contar con la sangrante realidad del pecado (1Jn 1:8-10; 1Jn 2:1; 1Jn 2:12; 1Jn 2:15-16; 1Jn 3:4-10; 1Jn 5:16-17).
— Y todo ello deben aceptarlo y vivirlo los creyentes porque esa es la enseñanza recibida desde el principio (1Jn 1:5; 1Jn 2:7; 1Jn 2:24; 1Jn 3:11). Frente a interpretaciones radicalizadas y aparentemente progresistas del mensaje, es preciso regresar a las fuentes, no perder jamás de vista los orígenes.
4. Estructura
Cae de su peso que la brevedad de 2-3 Jn impide hablar en ellas ni siquiera de una mínima estructura literaria. En cuanto a la primera carta, podría decirse que no avanza en forma rectilínea, sino más bien siguiendo un movimiento en espiral. Los principales temas de la carta reaparecen una y otra vez en el curso de la exposición, girando siempre en torno al dato central de la “unión” (comunión) con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1:4; 1Jn 5:20). Con las reservas del caso, podrían distinguirse estas partes:
— Introducción (1Jn 1:1-4)
I. — LUZ EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS (1Jn 1:5 — 1Jn 2:29)
II. — COMPORTARNOS COMO HIJOS DE DIOS (1Jn 3:1 — 1Jn 4:6)
III. — EL AMOR Y LA FE (1Jn 4:7 — 1Jn 5:12)
— Conclusión (1Jn 5:13-21)
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La Palabra de la vida: Es evidente el parentesco de este prólogo con el del cuarto evangelio (Jua 1:1-18). Pero al mismo tiempo se observan significativas diferencias, lo que sugiere que podemos estar ante una misma corriente de tradición, pero ante diferente autor y distintas circunstancias.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
1Jn 2:13-14; 1Jn 4:14; Jua 1:1-51; Jua 2:1-14 (ver Jua 20:25).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— oído… visto… contemplado… tocado: El autor pone énfasis en estas expresiones. Se trata de disipar cualquier duda sobre la plena condición humana de Jesucristo, frente a quienes la negaban tanto dentro como fuera de la comunidad joánica.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Prologo
Estos versículos, que en el gr. constituyen un solo párrafo sumamente condensado y complicado, van a modo de prólogo de la totalidad de la carta. Juan bosqueja algunas de las ideas que luego desarrollará en detalle.
1 El vocablo inicial gr., traducido lo que, es neutro. Por ello pareciera referirse al mensaje del evangelio y no a una persona en particular. Pero a continuación Juan escribe de oír, de ver y aun de tocar, lo que nos lleva a pensar en Jesús. Lo mismo ocurre con el Verbo de vida, porque si bien este término puede describir el evangelio, no debemos olvidar que a Jesús se le llama “el Verbo”, y “la vi da” (Juan 1:1; 14:6), se dice que “en él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:1, 4). Este extraño comienzo, entonces, nos recuerda tanto del evangelio en sí como de aquél alrededor de quien está centrado el evangelio.
Desde el principio significa que el evangelio no fue una idea tardía; fue siempre parte del plan de Dios. A continuación Juan trata de la factibilidad de todo ello que es, para él, lo principal. El evangelio no habla de una figura mítica como las formas esfumadas de los misterios griegos, sino de una persona históricamente genuina. Escribe de lo que fue oído, visto y “palpado” (cf. Luc. 24:39; Juan 20:20, 24-27). Hay un énfasis creciente en cuanto a la realidad de Jesús. Juan no se refiere a visiones sino a una existencia física. Por ello dice: lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos. La primera persona plural se usa mucho en esta carta (aparece en 51 de 105 versículos de acuerdo con Brown, Epistles of John, p. 158). El cambio de sujeto de “nosotros” a nuestras manos … puede ser únicamente de estilo, o hay un énfasis sobre el contacto físico. Es lo que nuestras manos hicieron.
2 Juan tiene la costumbre de hacer hincapié en una idea echando mano del más simple de los recursos: la repetición. Aquí comienza un poco al margen, toma la palabra vida, último vocablo del v. 1 y la repite tres veces. Escribe sobre la vida, pero no de la vida en términos generales. Lo que le interesa es la vida que fue manifestada; se está refiriendo claramente a la venida de Jesús, quien se describió a sí mismo como “la vida” (Juan 14:6). También es la vida que nosotros hemos visto. Ya habló de verla y lo hará de nuevo en el v. 3; le encanta machacar sobre una idea. Más aun, él y los que la vieron pueden decir que testificamos y anunciamos. Ya habló de ella como “que era desde el principio”. El mismo pensamiento lo expresa de otra manera cuando habla de la vida eterna. Insiste en sus repeticiones cuando piensa en la vida como que nos fue manifestada. En el Evangelio a Jesús se lo denomina “la vida” (Juan 14:6). De esto podemos deducir que es Jesús de quien se testifica y a quien se anuncia. Podemos arribar a la misma conclusión a partir de la expresión con el Padre, donde se aplica la misma construcción gramatical que se utilizó para “el Verbo” en Juan 1:1. Padre, por supuesto, es Dios, según la característica designación cristiana. Figura 12 veces en la epístola.
3 Una vez más Juan se refiere a lo que hemos visto y oído. No hay que pasar por alto el énfasis que pone en los testigos oculares, ni el hecho de que está vinculado a lo anunciamos. Todo esto ca rece de sentido si pensamos en nosotros como “nosotros los cristianos”. Tiene que referirse exclusivamente a los que realmente vieron a Jesús en la carne. Estas personas “anuncian” lo que vieron al resto de la iglesia. Sale a luz una de las metas de Juan: para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Continúa de inmediato hablando de nuestra comunión … con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Al hablar de comunión (gr. koinonia) la idea básica es la de poseer algo en común, es decir, de participar o de compartir en compañerismo. A menudo se utiliza la expresión en asuntos comerciales (cf. Luc. 5:10). La comunión cristiana significa compartir la vida común en Cristo por medio del Espíritu Santo. Vincula a los creyentes unos a otros, pero lo más importante es que los vincula también a Dios. No debemos pasar por alto que la comunión es continua. Los apóstoles tenían comunicación con Cristo y, por lo tanto, con Dios. Ellos habían guiado a otros a la fe y así los habían incorporado al mismo compañerismo (un proceso que continúa hasta hoy). Es la comunión … con el Padre, y con su hijo Jesucristo. Observemos que Jesucristo está vinculado al Padre al comienzo de la epístola. Uno de los mayores énfasis que pone Juan es sobre el lugar elevado que le corresponde a Cristo, y no pierde tiempo en señalarlo.
4 También hay cierto énfasis sobre los vocablos nosotros y escribimos. El mensaje es de un carácter preciso y permanente y escrito por quienes tenían plena autoridad para escribir. Hay mss. que apoyan “vuestro gozo”, pero es más correcto nuestro gozo. Solamente en la medida en que Juan logre introducir a sus amigos en esta clase de comunión de la cual acaba de escribir que su gozo será completo y, por supuesto, lo mis mo se cumple a la inversa, es decir, de ellos con respecto a él. “Nuestro gozo” y “vuestro gozo” van tomados de la mano. Para ambos, el verdadero gozo se obtiene solamente en la comunión con Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
1.1 Primera de Juan la escribió Juan, uno de los doce discípulos originales de Jesús. Es probable que fuera el «discípulo a quien amaba Jesús» (Joh 21:20) y que, junto con Pedro y Jacobo, llegó a tener una relación especial con Jesús. Se escribió esta carta entre los años 85-90 d.C. desde Efeso, antes que Juan estuviera exiliado en la isla de Patmos (véase Rev 1:9). Jerusalén había sido destruida en 70 d.C. y los cristianos fueron esparcidos por todo el imperio. En el tiempo en que Juan escribió esta epístola, el cristianismo ya existía por más de una generación. Había enfrentado y sobrevivido persecuciones severas. El problema principal que enfrentaba la iglesia en ese momento era la pérdida de consagración. Muchos creyentes se conformaban a las normas de este mundo, no se mantenían firmes por Cristo y transigían en su fe. Los falsos maestros eran numerosos y aceleraron el deslizamiento de la iglesia, alejándola así de la fe cristiana.Juan escribió esta carta para poner a los cristianos otra vez en el camino, mostrándoles la diferencia entre la luz y las tinieblas (la verdad y el error), y animando a la iglesia a crecer en amor genuino para Dios y los demás. También escribió para asegurarles a los creyentes verdaderos que poseían vida eterna y para ayudarles a conocer que su fe era genuina, de modo que pudieran disfrutar de todos los beneficios de ser hijos de Dios. Para mayor información relacionada con Juan, véase Juan 13.1.1-5 Juan abre su primera carta a la iglesia de la misma forma que lo hace con su Evangelio, recalcando que Cristo (el «Verbo de vida») es eterno, que Dios vino a la tierra como hombre, que él, Juan, fue un testigo personal de la vida de Jesús, y que Jesucristo ofrece luz y vida.1.3 Como testigo del ministerio de Jesús, Juan estaba en condiciones para enseñar la verdad acerca de El. Los lectores de esta carta no habían visto ni oído a Jesús, pero podían confiar en que lo que Juan escribió era verdad. Somos como esa segunda y tercera generación de cristianos. Aunque no hemos visto, oído ni tocado a Jesús en persona, tenemos los relatos de los testigos del Nuevo Testamento y podemos confiar en que ellos expusieron la verdad acerca de El. Véase Joh 20:291.3, 4 Juan escribe acerca de tener comunión con otros creyentes. Hay tres pasos que han de seguirse para lograr una comunión cristiana verdadera. Primero, debe estar cimentada en el testimonio de la Palabra de Dios. Sin esa fortaleza fundamental, es imposible la unidad. Segundo, es mutuo, y depende de la unidad de los creyentes. En tercer lugar, debe renovarse cada día por medio del Espíritu Santo. La verdadera comunión combina lo social y lo espiritual, y se logra solo mediante una relación viva con Cristo.1.5, 6 La luz representa lo bueno, puro, verdadero, santo y confiable. Las tinieblas representan al pecado y lo perverso. Decir «Dios es luz» significa que es perfectamente santo y veraz, y que solo El puede sacarnos de las tinieblas del pecado. La luz también se relaciona con la verdad, y esa luz expone todo lo que existe, sea bueno o malo. En las tinieblas, lo bueno y lo perverso parecen iguales; en la luz, es fácil notar su diferencia. Así como no puede haber tinieblas en la presencia de la luz, el pecado no puede existir en la presencia de un Dios santo. Si queremos tener relación con Dios, debemos poner a un lado nuestro estilo de vida pecaminoso. Es hipocresía afirmar que somos de El y al mismo tiempo vivir como se nos antoja. Cristo pondrá al descubierto y juzgará tal simulación.1.6 Aquí Juan confronta la primera de las tres afirmaciones de los falsos maestros: Que podemos tener comunión con Dios y seguir viviendo en las tinieblas. Los falsos maestros, que pensaban que el cuerpo era malo o no tenía valor, presentaban dos enfoques de la conducta: insistían en negar los deseos del cuerpo mediante una disciplina estricta o aprobaban la satisfacción de toda lujuria física porque el cuerpo después de todo iba a ser destruido. ¡Es obvio que la segunda opinión era más popular! Aquí Juan expone el error de llamarse cristiano y seguir viviendo en maldad e inmoralidad. No podemos amar a Dios y coquetear con el pecado al mismo tiempo.1.7 ¿De qué forma la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado? En la época del Antiguo Testamento, los creyentes simbólicamente transferían sus pecados a la cabeza de un animal, que después se sacrificaba (véase la descripción de esa ceremonia en Levítico 4). El animal moría en su lugar, redimiéndolos del pecado y permitiéndoles que siguieran viviendo en el favor de Dios. La gracia de Dios los perdonaba por su confianza en El y por haber obedecido los mandamientos en cuanto al sacrificio. Esos sacrificios anunciaban el día en que Cristo quitaría por completo los pecados. Una verdadera limpieza del pecado vino por medio de Jesucristo, el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Joh 1:29). El pecado, por su propia naturaleza, trae consigo muerte. Ese es un hecho tan cierto como la ley de la gravedad. Jesucristo no murió por sus propios pecados; no los tenía. En su lugar, por una transacción que nunca lograremos entender totalmente, murió por los pecados del mundo. Cuando le entregamos nuestra vida a Cristo y nos identificamos con El, su muerte llega a ser nuestra. Descubrimos que de antemano pagó el castigo de nuestros pecados; su sangre nos ha limpiado. Así como resucitó del sepulcro, resucitamos a una nueva vida de comunión con El (Rom 6:4).1.8 Aquí Juan ataca la segunda afirmación de la enseñanza falsa: Algunos decían que no tenían una naturaleza que tendía al pecado, que su naturaleza pecaminosa había sido eliminada y que ahora no podían pecar. Ese es el peor engaño de sí mismo, peor que una mentira evidente. Se negaron a tomar en serio el pecado. Querían que se les considerara cristianos, pero no veían la necesidad de confesar sus pecados ni de arrepentirse. No les importaba mucho la sangre de Jesucristo porque pensaban que no la necesitaban. En vez de arrepentirse y ser limpiados por la sangre de Cristo, introducían impureza en el círculo de creyentes. En esta vida, ningún cristiano está libre de pecar; por lo tanto, nadie debiera bajar la guardia.1.8-10 Los falsos maestros no solo negaban que el pecado quebraba la relación con Dios (1.6) y que ellos tenían una naturaleza no pecaminosa (1.8), sino que, sin importar lo que hicieran, no cometían pecado (1.10) Esta es una mentira que pasa por alto una verdad fundamental: todos somos pecadores por naturaleza y por obra. Al convertirnos, son perdonados todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Más aun después de llegar a ser cristianos, todavía pecamos y debemos confesar. Esa clase de confesión no es ganar la aceptación de Dios sino quitar la barrera de comunión que nuestro pecado ha puesto entre nosotros y El. Sin embargo, es difícil para muchos admitir sus faltas y negligencia, aun delante de Dios. Requiere humildad y sinceridad reconocer nuestras debilidades, y la mayoría de nosotros pretende en cambio ser fuerte. No debemos temer revelar nuestros pecados a Dios; El ya los conoce. El no nos apartará, no importa lo que hagamos. Por el contrario, apartará nuestro pecado y nos atraerá hacia sí.1.9 La confesión tiene el propósito de librarnos para que disfrutemos de la comunión con Cristo. Esto debiera darnos tranquilidad de conciencia y calmar nuestras inquietudes. Pero muchos cristianos no entienden cómo funciona eso. Se sienten tan culpables que confiesan los mismos pecados una y otra vez, y luego se preguntan si habrían olvidado algo. Otros cristianos creen que Dios perdona cuando uno confiesa sus pecados, pero si mueren con pecados no perdonados podrían estar perdido para siempre. Estos cristianos no entienden que Dios quiere perdonarnos. Permitió que su Hijo amado muriera a fin de ofrecernos su perdón. Cuando acudimos a Cristo, El nos perdona todos los pecados cometidos o que alguna vez cometeremos. No necesitamos confesar los pecados del pasado otra vez y no necesitamos temer que nos echará fuera si nuestra vida no está perfectamente limpia. Desde luego que deseamos confesar nuestros pecados en forma continua, pero no porque pensemos que las faltas que cometemos nos harán perder nuestra salvación. Nuestra relación con Cristo es segura. Sin embargo, debemos confesar nuestros pecados para que podamos disfrutar al máximo de nuestra comunión y gozo con El.La verdadera confesión también implica la decisión de no seguir pecando. No confesamos genuinamente nuestros pecados delante de Dios si planeamos cometer el pecado otra vez y buscamos un perdón temporal. Debemos orar pidiendo fortaleza para derrotar la tentación la próxima vez que aparezca.1.9 Si Dios nos ha perdonado nuestros pecados por la muerte de Cristo, ¿por qué debemos confesar nuestros pecados? Al admitir nuestro pecado y recibir la limpieza de Cristo: (1) acordamos con Dios en que nuestro pecado es de veras pecado y que deseamos abandonarlo, (2) nos aseguramos de no ocultarle nuestros pecados, y en consecuencia no ocultarlos de nosotros mismos, y (3) reconocemos nuestra tendencia a pecar y nuestra dependencia de su poder para vencer el pecado. JUAN SE ENFRENTA A ENSEÑANZAS FALSASEn esta epístola Juan se enfrentó a dos ramas principales de las enseñanzas falsas de los herejes.1.6, 8, 10– Negaban la realidad del pecado. Juan dice que, si seguimos pecando, no podemos afirmar que somos de Dios. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y nos negamos a aceptar la verdad.2.22; 4.1-3– Negaban que Cristo era el Mesías, Dios hecho carne. Juan afirmó que, si creemos que Jesucristo es Dios encarnado y confiamos en El para nuestra salvación, somos hijos de Dios.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) Véase 1Jn 3:11, n.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 0 1Jn 2:7; 1Jn 2:24; 1Jn 3:11
b 1 Jua 15:27
c 2 Hch 4:20
d 3 Jua 1:14
e 4 Luc 24:39
f 5 Jua 1:4; Jua 6:68
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Lo que…desde el principio. Es una referencia a la preexistencia de Cristo (cp. Jn 1:1).
oído…visto…contemplado…palpado. Estos cuatro verbos dan énfasis a la realidad de la persona y ministerio de Jesús, y confirman la realidad de la encarnación por testigos fieles y verdaderos.
Verbo. (Gr. lógos) , i.e., Cristo; véase coment. en Jn 1:1.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) El ministerio de Pablo consistió en completar la revelación divina ( Col_1:25-27) de la economía neotestamentaria de Dios, en la cual el Dios Triuno en Cristo como Espíritu vivificante produce los miembros de Cristo para que sea constituido y edificado el Cuerpo de Cristo, a fin de que el Dios Triuno tenga una expresión plena -la plenitud de Dios ( Efe_1:23 3:19) – en el universo. Pablo terminó sus escritos alrededor del año 67 d. de C. El ministerio completador de Pablo fue perjudicado por la apostasía que surgió antes y después de su muerte. Un cuarto de siglo más tarde, alrededor del año 90 d. de C, aparecieron los escritos de Juan. Su ministerio no sólo consistió en reparar la rotura que sufrió el ministerio de Pablo, sino también en consumar toda la revelación divina abarcada en el Antiguo y el Nuevo Testamentos, y asimismo en los evangelios y en las epístolas. Este ministerio se centra en los misterios de la vida divina. El Evangelio de Juan, como consumación de los evangelios, revela los misterios de la persona y obra del Señor Jesucristo. Las epístolas de Juan (especialmente la primera), como consumación de las epístolas, dan a conocer el misterio de la comunión de la vida divina, la cual es la comunión que los hijos de Dios tienen con Dios el Padre y unos con otros. Después, el Apocalipsis, también escrito por Juan, como consumación del Nuevo Testamento y del Antiguo, revela el misterio de Cristo como el suministro de vida para los hijos de Dios a fin de que Dios tenga Su expresión y como el centro de la administración universal del Dios Triuno. Aquí Juan usa la expresión lo que con el fin de empezar su epístola y revelar el misterio de la comunión en la vida divina. El hecho de que Juan no use pronombres personales para referirse al Señor denota que lo que está a punto de revelar es misterioso.
1 (2) Esta expresión es diferente de la expresión en el principio del Evangelio de Juan ( Jua_1:1) . En el principio se remonta a la eternidad pasada, antes de la creación; desde el principio empieza con la creación. Esto indica que la Primera Epístola de Juan es continuación del Evangelio de Juan, el cual trata de la experiencia que los creyentes tienen de la vida divina. En el evangelio, Juan revela la manera en que los pecadores reciben la vida eterna: creer en el Hijo de Dios. En su epístola hace ver la manera en que los creyentes, quienes han recibido la vida divina, pueden disfrutar esa vida en la comunión de la misma: permanecer en el Hijo de Dios. Y en Apocalipsis revela cuál es la consumación de la vida eterna como el disfrute pleno de los creyentes en la eternidad.
La frase desde el principio se usa cuatro veces en el Evangelio de Juan, ocho veces en esta epístola y dos veces en 2 Jn En Jua_8:44 1Jn_1:1 2:13-14; 3:8, se usa en el sentido absoluto; mientras que en Jua_6:64 15:27; 16:4; 1Jn_2:7, 1Jn_2:24 (dos veces); 3:11; y 2Jn_1:5-6 se usa en el sentido relativo.
1 (3) Fijar la mirada con un propósito.
1 (4) Primero oír, luego ver después de haber visto, contemplar, lo cual es fijar la mirada con un propósito, y palpar, que significa tocar con las manos. Estas expresiones indican que el Verbo de vida no solamente es misterioso, sino que también es tangible porque se encarnó. El misterioso Verbo de vida fue tocado por el hombre, no sólo en Su humanidad antes de Su resurrección ( Mar_3:10 5:31), sino también en Su cuerpo espiritual ( 1Co_15:44) después de Su resurrección ( Jua_20:17, Jua_20:27). En aquel tiempo circulaba una herejía que negaba la encarnación del Hijo de Dios (4:1-3). Por tanto, eran necesarias expresiones tan enfáticas para hacer ver la substancia sólida del Señor en Su humanidad palpable.
1 (5) Este es el Verbo mencionado en Jua_1:1-4, Jua_1:14, quien estaba con Dios y era Dios en la eternidad antes de la creación, quien se hizo carne en el tiempo, y en quien está la vida. Es la persona divina de Cristo como declaración, definición y expresión de todo lo que Dios es. En El está la vida, y El es la vida ( Jua_11:25 14:6). En el griego la frase el Verbo de vida denota que el Verbo es vida. La persona es la vida divina, la vida eterna, la cual podemos tocar. Aquí la mención del Verbo indica que esta epístola es la continuación y el desarrollo del Evangelio de Juan (cfr. Jua_1:1-2, Jua_1:14).
1 (6) Los escritos de Juan son libros de misterios. En esta epístola, la vida, es decir, la vida divina, la vida eterna, la vida de Dios, impartida en los que creen en Cristo y que permanece en ellos, es el primer misterio (v.2; 2:25; 3:15; 5:11, 13, 20). De este misterio surge otro, el misterio de la comunión de la vida divina (vs.3-7).
Después viene el misterio de la unción del Dios Triuno (2:20-27). Luego tenemos el misterio de permanecer en el Señor (2:27-28; 3:6, 24). El quinto es el misterio del nacimiento divino (2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18). El sexto es la simiente divina (3:9). Y el último es el agua, la sangre y el Espíritu (5:6-12).
INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN
FECHA: 90
Paternidad literaria Aunque generalmente se cree que fue una misma persona la que escribió el cuarto Evangelio y estas tres epístolas, hay quienes opinan que no fueron escritas ni tampoco el Evangelio (como se ha creído tradicionalmente) por el apóstol Juan, el hijo de Zebedeo, sino por otro Juan (el anciano o «presbítero», 2Jn 1:1; 3Jn 1:1). Se objeta que
(1) un hombre sin letras (Hch 4:13) no pudo haber escrito algo tan profundo como el cuarto Evangelio;
(2) el hijo de un pescador no pudo haber conocido al sumo sacerdote como lo conocía el apóstol Juan; y
(3) un apóstol no pudo llamarse a sí mismo «anciano».
Pero «sin letras» no quiere decir analfabeto, sino sólo una persona que no había recibido una instrucción oficial en las escuelas rabínicas; algunos pescadores eran de posición económica acomodada (cp. Mar 1:20); y Pedro, aunque era apóstol, se llama a sí mismo «anciano» (1Pe 5:1). Además, si Juan el anciano es «el discípulo amado» y el autor del Evangelio, ¿por qué no menciona en dicho Evangelio a Juan el hijo de Zebedeo, una figura tan importante en la vida de Cristo? Todas las evidencias indican que Juan el anciano es la misma persona que Juan el apóstol y el autor de esta epístola.
Fecha y lugar de la redacción Una tradición de mucho peso dice que Juan pasó los años de su vejez en Éfeso. La falta de referencias personales en esta carta indica que fue escrita en un estilo como de sermón dirigido a todos los cristianos del Asia Menor (algo así como la epístola a los Efesios). Fue escrita probablemente después del Evangelio y antes de la persecución que comenzó el año 95 bajo Domiciano, lo cual sitúa su redacción en los últimos años de la década de los 80 o en los primeros de la década de los 90.
Gnosticismo La herejía del gnosticismo había comenzado a abrirse paso por entre las iglesias en los días de Juan. Sus principales puntos doctrinales eran:
(1) el conocimiento (gr., gnosis) es superior a la virtud;
(2) el sentido no literal -esotérico- de la Escritura es correcto y sólo puede ser entendido por unos pocos selectos (la élite de los iniciados);
(3) el mal que existe en el mundo nos impide creer que Dios es el único Creador;
(4) la encarnación es algo que no puede creerse, puesto que la deidad no puede unirse con algo material como es el cuerpo (docetismo); y
(5) no hay resurrección de la carne.
El nivel ético de muchos gnósticos era bajo, así que Juan pone de relieve la realidad de la encarnación y el alto nivel ético de la vida terrenal de Cristo.
Contenido La carta muestra el notorio afecto de Juan por sus «hijitos» y su preocupación por el bienestar espiritual de ellos. La epístola está llena de contrastes: luz y tinieblas (1Jn 1:6-7; 1Jn 2:8-11); amor al mundo y amor a Dios (1Jn 2:15-17); hijos de Dios e hijos del diablo (1Jn 3:4-10); el Espíritu de Dios y el espíritu del Anticristo (1Jn 4:1-3); amor y odio (1Jn 4:7-12; 1Jn 4:16-21).
BOSQUEJO DE 1 JUAN
I) INTRODUCCIÓN: El objetivo de la Epístola, 1Jn 1:1-4
II) Condiciones para la comunión, 1Jn 1:5 – 1Jn 2:2
A) Conformidad a una norma, 1Jn 1:5-7
B) Confesión del pecado, 1Jn 1:8 – 1Jn 2:2
III) La conducta en la comunión, 1Jn 2:3-27
A) El carácter de nuestra conducta: Imitación, 1Jn 2:3-11
B) El mandamiento para nuestra conducta: Separación, 1Jn 2:12-17
C) El credo para nuestra conducta: Afirmación, 1Jn 2:18-27
IV) Características de la comunión, 1Jn 2:28 – 1Jn 3:24
A) En relación con nuestra perspectiva: Pureza, 1Jn 2:28 – 1Jn 3:3
B) En relación con nuestra posición: Justicia y amor fraternal, 1Jn 3:4-18
C) En relación con nuestras oraciones: Respuestas, 1Jn 3:19-24
V) Precauciones de la comunión, 1Jn 4:1-21
A) En lo concerniente a los espíritus falsos, mentirosos, 1Jn 4:1-6
B) En lo concerniente al espíritu verdadero, amoroso, 1Jn 4:7-21
1. La base del amor fraternal, 1Jn 4:7-10
2. Las glorias del amor, 1Jn 4:11-21
VI) Consecuencias de la comunión, 1Jn 5:1-21
A) Amor hacia los hermanos, 1Jn 5:1-3
B) Victoria sobre el mundo, 1Jn 5:4-5
C) Verificación de las credenciales de Cristo, 1Jn 5:6-12
D) Seguridad de la vida eterna, 1Jn 5:13
E) Guía para la oración, 1Jn 5:14-17
F) Liberación del pecado habitual, 1Jn 5:18-21
era. El verbo significa «ya existía», no que «comenzó a existir«. I.e., desde el principio, ya existía (eternamente) cuando comenzó la creación.
palparon. El mismo verbo griego se usa en una de las apariciones de Cristo después de Su resurrección («palpad», Luc 24:39).
12 (I) Prólogo (1,1-4). En el evangelio, la Palabra preexistente que está junto al Padre es la vida y la luz del mundo (Jn 1,1.4). Aquí, «desde el principio» se refiere a la «palabra de vida eterna», al testimonio acerca de Jesús confiado a la comunidad desde el principio (w. 1-3; cf. 2,7.24; 3,11). 1. La fe en el Hijo como fuente de vida eterna procede del Evangelio y aparece en la conclusión (1 Jn 5,13). hemos oído, visto… tocado con nuestras manos: Como en el evangelio, el testimonio interrumpe la descripción de lo que «era desde el principio». 1 Jn enfatiza el carácter físico de la revelación que ha recibido la comunidad. 2. la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos ha manifestado: La descripción de «vida eterna» que está «junto al Padre» remite a la descripción evangélica de la Palabra que está «junto al Padre». Jesús es la «vida», que se ha manifestado (cf. las afirmaciones «Yo Soy» del evangelio, Jn 11,25; 14,6). 1 Jn 3,5.8 utiliza también el pasado aor., «se nos ha manifestado» (ephaneróthé) para referirse a la encarnación de Jesús. 3. para que tengáis comunión con nosotros… comunión con el Padre y con su Hijo: Koinonia, «comunión», «fraternidad», «participación mutua» aparece en 1 Jn 1, 6-7 en contraste con la falsa koinónia con Dios de los disidentes, y la forma verbal aparece en 2 Jn 11 para advertir contra la «participación» en las falsas obras de los disidentes y aconsejar que ni tan siquiera se los salude. En las epístolas paulinas, koinónia expresa el compartir los bienes materiales en una colaboración misionera y también el compartir las bendiciones que se le asocian (1 Cor 9,23). De ahí se expande para incluir la divina «comunión con ei Espíritu» (2 Cor 13,13). El término debió de usarse entre los misioneros de la comunidad joánica. El versículo que comentamos afirma que el propósito de 1 Jn es asegurar la koinónia entre el autor y la audiencia, de modo que la audiencia pueda acceder a la koinónia compartida por el Padre y el Hijo (véase P. Perkins, CBQ 45 [1983] 631-41). En los escritos joánicos, existen otras expresiones más habituales para designar la relación entre los creyentes y Dios: «estar en Dios» (1 Jn 2,5; 5,20); «permanecer» en Dios o Dios en el cristiano (p.ej., 2,6.24; 3,24; 4,13.15-16); o «tener a Dios/ al Hijo» (2,23; 5,12; 2 Jn 9; → Teología joánica, 83:35-37). 4. nuestro gozo sea completo: Remite a Jn 15,11 y 16,24, donde queda claro que los discursos de Jesús tienen como finalidad hacer que el gozo de los discípulos sea completo. En Jn 17,13 se identifica el gozo de los discípulos con el gozo del mismo Jesús.
13 Las diversas expresiones de koinónia con Dios se refieren a la relación recíproca entre la comunidad creyente y Dios. «Habitar en» puede entenderse como la expresión joánica de la alianza que vincula a la comunidad cristiana con Dios. Esta koinónia tiene un origen cristológico, puesto que es posible solamente a través del Hijo (p.ej., 1 Jn 2,23; 5,12.20). Sin embargo, en contra de lo que según 1 Jn afirman los disidentes, la koinónia no es el resultado automático de la confesión de fe en Jesucristo. Debe tenerse en cuenta la dimensión moral sin la cual la koinónia con Dios no puede ser verdadera. Esta dimensión moral está implícita en la asociación de las fórmulas de koinónia con los atributos de Dios: «verdad» (1,8); «su palabra» (1,10; 2,14, cf. 2,24; 5,10); «amor» (4,12).
14 Los testimonios de fe ocupan un lugar fundamental en la articulación de la tradición joánica. Mediante el uso de «nosotros», el autor se asocia a un grupo de testigos autorizados y se distingue de los destinatarios de la epístola. El lenguaje realista no implica necesariamente que el autor pretenda haber estado en contacto directo con el Jesús terrenal, sino que tiene como finalidad destacar que la tradición auténtica de la comunidad afirma sin ambages la realidad de la vida eterna manifestada en «Jesucristo hecho carne» (1 Jn 4,2). El autor de 1 Jn recurre al «nosotros» para asociarse por una parte a los guardianes de la tradición (incluidos los testigos oculares de Jesús), a fin de transmitirla con la debida autoridad y, por otra parte, a sus destinatarios, a fin de identificarse con ellos y con su experiencia cristiana básica. El autor utiliza «yo» en lugar de «nosotros» cuando reprende o exhorta de forma directa.
15 (II) Caminar en la luz (1,5-2,29). El primer ataque contra los disidentes contiene una lista de elementos característicos de la parénesis de iniciación de la comunidad. Debemos llevar una vida de acuerdo con los atributos de Dios, verdadero origen de todo lo que posee la comunidad, luz (1,5), fidelidad y justicia (1,9).
(A) La exhortación de los dos caminos (1,5-2,17). La dicotomía entre la luz y las tinieblas refleja la división ética entre los que viven de acuerdo con los mandamientos de Dios y los que no. El contraste ético entre los «dos caminos» de las tinieblas y la luz está ampliamente desarrollado en LQ (p.ej., 1QS 3,13-4,26; → Teología joánica, 83:31-32). 16 Paráclito: «Abogado», «intercesor», «consejero» es característico de la tradición joánica. En el evangelio (→ Juan, 61:185), el Espíritu/Paráclito se concibe de acuerdo con Jesús, «otro Paráclito» (14,16), sugiriendo así que el Jesús terreno fue en realidad un «Paráclito» para la comunidad. 1 Jn 2,1 refleja una etapa más primitiva de esta misma tradición al describir al Jesús glorificado como abogado celestial de los fieles (→ Teología joánica, 83:52).
17 Al parecer, este material procede de las catequesis de iniciación de la comunidad. La ceremonia de iniciación descrita en 1QS 1,18-3,22 incluía una liturgia de la alianza con confesión pública de los pecados seguida de la declaración solemne de que solamente los que habían abandonado el camino de las tinieblas para convertirse al camino de la luz eran dignos de formar parte de la comunidad. La persona que no se hubiera convertido a Dios no podía ser purificada ni por el agua ni por la expiación. El que se unía a la secta pasaba a formar parte de una comunión eterna (1QS 3,11-12). A los sectarios se les advierte de que sigan al Espíritu de la Verdad y caminen en la luz y rechacen al Ángel de las Tinieblas, siempre dispuesto a seducir a los hijos de la luz. El NT no contiene la descripción de una ceremonia similar, pero sí presenta paralelos a los temas principales: la conversión como el paso de Satanás a Dios, de las tinieblas a la luz, que se acompaña del perdón de los pecados (Hch 26,18; Col 1,13-14; Ef 5,6-11; 1 Pe 1,16-23).
un… El NTG no registra artículo definido → Jua 1:1; Verbo… Gr. logos → §070.
M34 Ἀπʼ ἀρχῆς significa: desde el comienzo (comp. Jua 8:25).
BD342(2) El tiempo perfecto se usa en los vv. 1 y 3 para denotar un efecto continuo sobre el sujeto; ἀκηκόαμεν y ἑωράκαμεν están coordinados, donde oir es tan esencial como ver (comp. Jua 3:32).
El NTG no registra artículo definido g Jua 1:1.
1.1 Gr. logou g §070.
[5] Primera Juan
[1] Arameo: eyjadaya.
[2] “Nosotros”; i.e., las 12 tribus simbolizadas por los 12 discipulos.
[3] Referencia a las dos casas.
[3] Del Verbo eterno, hecho hombre para nuestra salvación.[7] Y es la misma luz divina, que ilumina a todos.[10] Puesto que la Escritura nos dice que todos somos pecadores y que necesitamos la misericordia divina. Sal 116 (115), 11; 1 Re 8, 46; Rom 3, 4; Sant 3, 2.
* La estructura griega de la oración se ha ajustado para darle sentido.
Biblia Peshitta 2006 Notas:
El estilo de expresión y su parecido textual con el relato del Evangelio de Juan, hacen que los eruditos atribuyan la autoría de esta epístola al apóstol Juan. Se cree que fue escrita alrededor del 90 d.C. probablemente desde Asia Menor.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
(a) Dios es luz (1,5). 5. Mensaje: Angelia aparece aquí y en 1 Jn 3,11; la forma verbal se utiliza para expresar la misión encomendada a María en Jn 20,18. Se refiere al «evangelio» predicado por los maestros joánicos y recuerda a los lectores lo que les fue predicado cuando se convirtieron a la fe en Jesús. Dios es luz: Una de las tres descripciones de Dios: Espíritu (Jn 4,24); amor (1 Jn 4,8.16b). Jn 1,4.5.9 describe la Palabra como la «luz de la humanidad». Los creyentes caminan en la luz. Los que optan por el mal caminan en las tinieblas (p.ej., Jn 3,19; 8,12; 12,35.46). El centro de interés es Dios. Lo que viene a continuación desarrolla las consecuencias éticas de esta afirmación básica.
(b) La libertad frente al pecado (1,6-2,2). Si las tinieblas no están asociadas a Dios, entonces el cristiano debe liberarse del pecado. Las tres situaciones desautorizadas (w. 6.8.10) reflejan tres premisas falsas sobre la liberación del pecado. Cada una de ellas se «corrige» con la afirmación verdadera que le corresponde (w. 7.9; 2,1). 6-7. Caminar en las tinieblas, mentir y «no obrar de acuerdo con la verdad» son expresiones equivalentes que designan la vida opuesta a Dios en este contexto de exhortación dicotómica. La preocupación por el hecho de que pueda afirmarse tener «comunión con Dios» sin llevar un «estilo de vida» acorde con esta comunión remite a las parénesis de iniciación de la comunidad. O quizás sea un reflejo de las afirmaciones defendidas por los disidentes. 7. estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús nos purifica: Las condiciones adicionales para la liberación del pecado son la permanencia en la comunidad y la purificación de los pecados consumada en la muerte expiatoria de Jesús. El evangelio no se extiende en el carácter sacrificial de la muerte de Jesús (Jn 1,29). Otros pasajes del NT desarrollan el tema de la muerte de Cristo como redención de la humanidad (Rom 3,25; Heb 9,12-14; 10,19-22; Ap 1,5). 8-9. La referencia al pecado al final del versículo anterior provee la palabra clave para el segundo argumento, justo y fiel…: Los atributos de Dios asociados con la alianza se invocan para afirmar que Dios purifica a los que reconocen sus pecados. El autor parece estar refiriéndose a algún tipo de confesión pública. 1,10-2,2. El par final se centra en Cristo como expiación de los pecados e intercesor celestial (paraklétos) junto a Dios. La teología de la muerte redentora de Cristo, víctima inmaculada y sacerdote sin pecado, unida a su función de intercesor celestial, se encuentra ampliamente desarrollada en Heb 9-10. Cristo está sentado a la derecha del Padre y su sangre nos continúa purificando (9,14). Los cristianos son exhortados a depositar su confianza en el «gran sacerdote celestial» (Heb 4,16; 10,19). Esta sección de 1 Jn contiene todos los elementos de esta tradición. El carácter sacrificial de la muerte de Cristo quizás se desarrolló en la etapa judío-cristiana de la tradición joánica.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Fuente: La Biblia Textual III Edición
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento
Fuente: Peshitta en Español